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El Corazon y Las Pleyades

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El Corazon y Las Pleyades

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  • SimboliSmo

    45Ao 2008

    as Plyades constituyen uno de los grupos estelares ms fascinantes del cielo. Compuesto por siete grandes estrellas, la primera de las cuales es Alcone (de 3 magnitud), cuyo nombre significa, en griego, la paz, es un grupo que se halla en la constelacin de Tauro a la altura de lo que podramos imaginar como su poderoso cuello. Para los astrnomos Alcone es el sol central de nuestra galaxia, y al respecto no deja de ser significativo que entre los babilonios se la llamase Temennu, la piedra fundamental. Los rabes, por su parte, denominan an hoy a esa estrella Al Wasat, el centro, en tanto que los hindes le dicen Amba y los hebreos Kimah, que quiere decir ni ms ni menos que el sello, la estampa, nombre que algunos etimlogos relacionan con la expresin Al Kimah, la Alquimia, ciencia misteriosa de origen celes-te. Saber secreto que, procedente del confn del cosmos, nos ense en sus orgenes el arte de la metalurgia, la manipulacin del fuego y las tcnicas de fundicin. Pero los griegos tambin vean en ellas a las siete palomas de Afrodita, y a las siete hermanas mticas de Atlante y Plyone, cuyos nombres eran Taigete, Electra, Alcone, Astrope, Celeno, Maia y Mrope. De las cuales se de-ca que, paseando con su madre Plyone se encontraron cierto da cerca de Beocia con el terrible cazador Orin, quien perdi la cabeza por ellas, al punto tal que las per-sigui noche y da durante cinco aos hasta que al fin fueron metamorfoseadas en aves gracias a la piedad de

    Zeus, el cual, transformndolas en palomas, conserv empero su belleza.

    Actualmente y en el moderno cielo de la astronoma Orin est separado de sus amores por las Hades y por Aldebarn, que brillan entre los ojos del toro constelado. Una historia diferente es la que cuentan los cosmlogos chinos, para quienes hsin, el ideograma del corazn, re-presentado con el pericardio abierto por encima y el r-gano propiamente dicho en el centro, con una muesca que seala, debajo, el lugar de implantacin de la aorta, hsin responde por sus siete aperturas a mao, las Plyades. De este modo, dueo y seor de la risa y la alegra, el co-razn respondera a su modo a las mismas abundancias que presagian, en la primavera, cuando son visibles, las Plyades. Las siete aperturas del corazn eran, por otra parte, otros tantos ojos que dirigidos a la cabeza, y si estaban esclarecidos, despejaban a su vez a las siete puer-tas superiores dos pupilas, dos orejas, dos fosas nasa-les y la boca, lugares a travs de los cuales el universo sella su pasaje por nuestros sentidos. En China ningn dolo es ms popular que Ts'ai Shen Yeh, el Dios de la Riqueza, pues se considera que encarna el espritu deifi-cado de Pi Kan, un sabio del siglo XII a. de C. , pariente del tirano Chou Hsin, el cual mand asesinarlo para, acto seguido, examinar su corazn con el fin de comprobar si era cierto aquello de que sus siete orificios formaban, segn se sostena, el asiento de la inteligencia.

    El corazn y las Plyades

    Mario Satz

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    Otra leyenda china explica que las siete Plyades mayores fueron, en principio, las siete emociones bsi-cas que dependen del corazn: hsi, la alegra; un, la rabia; i, la pena; ch, el temor; ai, el amor; , el odio y y, el deseo. De l surgieron y a l ansan re-tornar, pero como en el corazn tales lugares estn ocupados ahora por las conexiones terrestres, los puntos de

    entrada de venas y arterias, cada vez que una de las siete emociones quiere volver a su punto de partida las res-tantes seis sienten celos y se agolpan a su lado para sustituirla tan pronto cese su pulsin. De este modo, en la vida anmica del hombre no hay pena sin alegra, amor sin odio. Rabia sin deseo. Unicamente el sabio, aquel que medite en la figura y forma de las Plyades, sabe que el vaco cordial est libre de todas esas contradiccio-

    nes. Por ello, Chuang Ts, el filsofo taosta del siglo III a. de C., anot:

    El corazn del hombre sabio es sereno.Es espejo del cielo y de la tierraEl cristal de todo.Vaciedad, quietud, tranquilidad, insipidez.Silencio, no-accin:

    ste es el nivel del cielo y la tierra.Este el Tao perfecto.

    Los hombres sabiosencuentran aqu su lugar de reposo.

    Y en reposo estn vacios.

    Pero vaciar el corazn tarea que por otro lado el mismo corazn realiza, vaciarlo de odio, pena, amor, deseo, y tambin de cualquier otro tipo de sentimiento parcial, slo pue-de hacerse cuando se comprende que detrs de las pulsiones hay algo ms grande an, un todo que sustenta lo

    sensible. Aquello que, para los chinos, exista ms all de los orificios de luz personificados por las Plyades. Un sitio descrito en los textos del yoga taosta como un jardn de cuatro alas en el que florecen los melocotoneros de la longevidad cada tres mil aos, y que llevan grabadas, en cada uno de sus frutos, todas las estrellan que son, han sido y sern.

    En sus silenciosas meditaciones, entonces, ajenos a la vida social y despegados de todo lo innecesario, los maestros taostas viajaban a ese sitio en los meses de mayo y junio mientras sus cuerpos podan perma-necer, se deca, en la tierra, fantasmas de piel y huesos musicales, cpsulas de algo misterioso que se haba dis-parado tan lejos que era imposible seguirlo. Aqu quedaba, casi inerme, el cuerpo o los cuerpos, pero no sus

    Las Plyades, tam-bin llamadas las cabrillas de forma coloquial, las siete hermanas segn la mitologa griega. Su nombre japo-ns es Subaru, y su nombre persa Soraya. Las Pl-yades estn situa-das a un costado de la constelacin de Tauro y forman una espiral dentro de la Galaxia de la Va Lctea. El Sol es la octava estrella de la espiral pleya-diana.

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    corazones, que cruzaban los espejos de la realidad visible hasta llegar al sitio en el que se borran todas las di-ferencias. Chuang Ts escribi lneas hermosas al respeto:

    La Luz de las Estrellasle pregunt a No-Ser:

    Maestro es usted o no es usted?Y como no recibi

    ninguna clase de respuesta,La Luz de las Estrellas

    se dispuso a esperar a No-Ser, Aguardando a ver si apareca.

    De ese modo mantuvo su miradafija en el profundo vaco

    Con la esperanza de echaruna mirada a No-Ser.

    Todo el da estuvo a la expectativay no vio nada.

    Escuch pero no vio nada.Se extendi para tocar

    y no agarr nada.Entonces, la Luz de las Estrellas,

    exclam al fin: Esto es! Puesto que se trata

    de lo ms distante que hay,quin podra alcanzarlo?

    Puedo comprender la ausencia del Ser,Pero quin puede comprender

    la ausencia de la NadaSi ahora, encima de todo, No-Ser Es?Quin puede comprenderlo?

    Que el vaco es siempre central o que el centro est vaco es algo en lo que ya haba pensando Lao Ts mucho antes que Chuang Ts. Posi-blemente ninguna otra parte como el corazn diga con tanta claridad, en su diapasn diastosistlica, Ser-No-Ser. Las cuatro alas de ese fantstico jardn de melocotoneros milenarios y astronmicos parece calcada de nuestras humanas aurculas y ventr-culos. En ese espacio mtico, en ese territorio potico todo es de luz, de una luz suavsima: las hojas, las cor-

    tezas, las ramas e incluso las races. El clima parece suspendido siempre en el medioda de su esplendor. De los sucesivos viajes a ese sitio de equili-brada maravilla quedan huellas en el siguiente proverbio chino que alude a un retiro dotado de melocotoneros y arroyos. Dice as: Pdele al latido que te traigo un regalo y te recordar donde queda el corazn.

    Una vieja historia procedente de la dinasta Jin del este cuenta que cierto pescador que viva en Wu Ling y era un gran admirador de los pai-sajes pintorescos, lleg cierta vez y sin darse cuenta a un jardn repleto de melocotoneros y arroyos des-de el cual se vean, hacia los cuatro horizontes, tierras llanas y frtiles,

    caminos que llevaban en todas direc-ciones y de esas mismas direcciones, como rayos de un crculo, volvan a su punto de partida. El viajero con-t que en aquel paisaje la gente viva y trabajaba en paz. Cuando se hubo paseado por el lugar, aceptado com-partir el t e intercambiado unas pa-labras, el visitante sinti algo extrao, como si recordara todo aquello, como si siempre hubiese estado all. Preguntados los habitantes acerca del tiempo que vivan, interrogados sobre la dinas-ta bajo cuyo reinado prosperaban,

    coman y dorman, no supieron qu responder pues para ellos todo era siempre igual a s mismo. Incluso el incipiente verano no pareca mover-se de lugar. Si mora alguien pronto era reemplazado por un nuevo na-cimiento, las heridas se cerraban tan pronto eran abiertas y el amor no re-curra, para expresarse, a las palabras. El hombre volvi a su poblado tras ese interesante viaje y por ms que se esmerara en contarle los pormenores y mayores al gobernador, por ms que le indicar las bellezas y miste-rios de tan sorprendente geografa, nadie puedo encontrarla nunca. Lo que fuera una experiencia inolvidable para el viajero de Wu Ling no dej de ser una fantasa inubicable para el

    Tablilla sume-ria con una a n t i g e d a d aproximada de 12.000 aos, en la que se habla de las Plyades.

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    resto de sus paisanos.Haciendo un modesto ramillete

    con las palabras sin darse cuenta, cam-bio y nadie pudo encontrarlo nunca, retor-namos a la experiencia taosta de la no-accin, a la gracia espontnea del wu wei, pero tambin al relato de la mutacin espiritual de quienes trans-forman las siete emociones bsicas li-gadas a las Plyades en un nico senti-miento de inaudita dulzura. Pues hsin, el corazn, dicen los mdicos chinos, tiene la forma de un melocotn, e ingresar bajo sus tnicas de carne en el momento en que la luz total del cosmos lo ilumina, es adquirir una impavidez de jade a la vez que la ve-locidad de un colibr. Paralelamente, la idea de fecundidad que contienen las Plyades est en conexin con el ciclo hdrico, la aparicin y desapari-cin de las aguas. As, por ejemplo, en la Amazonia las Plyades desapa-recen en mayo y reaparecen en junio. Anuncian las crecidas, la muda de los pjaros y la renovacin del manto vegetal. Limber, un astrnomo con-temporneo citado por Lvi-Strauss en su obra Lo crudo y lo cocido, sostiene a propsito de las Plyades que el te-lescopio revela una asociacin de por lo menos varios centenares de estre-llas cuyo parecido con un enjambre de abejas es notable. Si el movimien-to aparente de estas estrellas pudiera acelerarse varios millares de veces, la analoga sera an ms marcada, pues se vera a cada individuo precipitarse en una direccin diferente, en tanto que el enjambre mismo conservara su coherencia. Notable, sorpren-dente, este concepto astronmico de unidad en lo mltiple, de sincrona diacrnica, de coincidentia oppositorum en suma, hace que los indios toba del Chaco todava llamen a esas estrellas abuelo-muchas cosas y tambin los nios pequeos, reencontran-do de ese modo la vieja idea taosta respecto del sabio Lao Ts como un nio viejo o un viejo nio.

    En realidad las Plyades y nues-tro humano corazn, y con ellos to-das las estrellas, forman un todo in-divisible, la casa del Ser que nace del No-Ser. Pues en el momento en que pasamos de la discontinuidad del ojo a la continuidad del espritu, en el momen-

    to en que ya no prestamos atencin a los latidos y con ellos a la nocin de tiempo que producen, y nos su-mergimos en el vaco inmutable del que proceden sstoles, distoles y estrellas, en ese mismo momento el No-Ser nos permite participar del Ser, pero si acaso intentamos definir esa exttica experiencia, el pulso, t-mido, vuelve a ocultarse de nuestra mente racional. Del mismo modo que el hambre precede a la saciedad o al alimento, cuando la Biblia enun-cia que no slo de pan vive el hom-bre, alude a un manjar sutil me-locotn, roco estelar, man que crece y se prodiga en el vaco de la comprensin, manjar que nutre antes el entendimiento que el vientre. En cierto modo ese alimento tiene como vehculo sensible a la sangre que, a su vez, abastece de nutrientes infinitesi-males a nuestros rganos por orden de su eje cordial. Los justos y pia-dosos en Israel anota el Libro de la claridad o Bahir, texto kabalstico del siglo XII, los justos y piadosos que se elevan por sus mritos, se alimen-tan de su corazn y su corazn los alimenta(fragmento XCVII). El ya citado antroplogo Lvi-Strauss na-rra el siguiente mito Macushi sobre el origen de las Plyades: Un hom-bre tena siete hijos, que no cesaban de llorar pidindole de comer. Para entretenerlos, la madre les regaaba diciendo: Hijos mos, os doy de co-mer todo el tiempo y nunca estis re-pletos Qu glotones sois! En cierta ocasin cogi de las brasas una man-dbula de tapir y la arroj a sus pies, pero los muchachos gritaron: No es bastante!, protestando a viva voz como si no hubiesen comido en aos. A pesar de todo se repartieron el trozo de tapir y luego, cogidos de las manos, bailando y cantando, de-cidieron mudarse a las estrellas para desesperacin de su madre, que co-menz a gritar: Venid aqu, con-seguiremos ms comida, regresad! Pero los nios prosiguieron su impa-rable ascenso sin guardar rencor a sus progenitores desapareciendo poco a poco en el cielo.

    La insatisfaccin terrestre, signa-da por el devorar saturnino, siempre hambriento, slo puede ser compen-

    sada por la satisfaccin celeste, a la que observemos se accede bai-lando y cantando o, a lo sumo, ape-lando a una desasida contemplacin tras un prolijo ayuno de los sentidos. Evragio, un monje cristiano familia-rizado con la meditacin de los he-sicastas, escribi: Si queris, perma-neciendo en un cuerpo, rendir a Dios el culto de una criatura incorprea, mantened en el secreto de vuestro corazn una plegaria ininterrumpida, y vuestra alma llegar a ser, an antes de la muerte, igual a los ngeles. Ese semper gaudete seguido de sine intermis-sione orate que el apstol recomienda en 1 Tesalonicenses 5:16, equivale, nos parece, al rutilante paisaje taosta de caminos que divergen y convergen simultneamente, y al que no nos es posible acceder ms que de uno en uno y por obra de la gracia. Cuando los antiguos astrnomos situaban en Alcin al sol de nuestra galaxia que-ran aludir con ello a un eje del uni-verso que siempre es igual a s mismo mientras todo a su alrededor cambia, gira y eventualmente perece. Del mismo modo nuestro corazn per-manece en su sitio mientras que la sangre por l enviada, transportando luz, ilumina los confines y lmites del cuerpo. Estudiosos de las dos caras de la realidad, fsica y metafsica, leen en un pasaje de Job 38:31 que dice: Podrs atar t los lazos de las Pl-yades?, la posible causa de que ubi-case all estaba el centro del universo, su nudo original, por cuanto tratn-dose de un regalo, cuando el Crea-dor lo envolvi para drnoslo como presente lig all su punto de partida. Dej all su sello ms preciado. Una gavilla de estrellas que crece por par-tida doble en el cielo y en el corazn del atento observador.