3
EL CORCEL DE CRINES PLATEADAS Ya ni mi nombre ni mi imagen son conocidos, sin embargo mis actos llegaron a causar múlti- ples desgracias que aún siguen grabadas a fuego en los corazones de a los que tanto daño he causado. Pero, si aún quieres escuchar mi historia te la narraré, aunque ten en cuenta que yo era joven e incauto y que, aunque no merezco el perdón ni la compasión de nadie, pues yo ni perdoné ni compadecí a otros, quiero que me escuches hasta el final y que me permitas explicar el porqué de mis acciones. Al principio yo no era nada, tan solo una masa inexistente, nada, hasta que me empezaron a moldear. No sé quién o qué lo hizo, solo sé que me condenó a una mísera existencia llena de desgracias y que, el poder que me entregó tan solo causó mal. En los primeros años todo fue bien, aprendí a usar mi poder; podía hacer que árboles crecieran con solo pensarlo, que los dragones más feroces se posaran ante mis pies solo con una mirada, que las hadas y los duen- des me mostraran sus secretos más recelosamente guardados solo con pedírselo,… pero como siempre, había una excepción; unas criaturas maravillosas, las más bellas que nunca hayan existido, tan puras que quien llegara a hacerlas daño quedaría marcado para toda la eternidad con el peor de los destinos. A veces adoptaban la forma de pequeñas hadas, otras veces de unas ninfas tan bellas que podías quedarte atrapado mirándolas mientras te consumías poco a poco. Algunas veces eran simplemente luz, pero para mí, la forma más bella que adoptaban era la de un corcel de pelaje perlado, con crines de plata y un largo cuerno en forma de espiral sobre la ente. Despertaban en mi tal admiración y me maravillaban tanto, que no tardé en enamo- rarme de una de ellas, pero, con el tiempo me di cuenta de que nunca sería correspondido y, en un arrebato de furia y locura acabé con su vida. Si yo, el más poderoso de los hombres no era digno de su afecto, ninguno lo sería nunca. Toda-

El corcel de crines plateadas

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Cuento escrito por María Rico, alumna de 2º ESO del colegio Zola Las Rozas y que ganó el tercer premio del Concurso de Relato Corto del Ayuntamiento de Las Rozas

Citation preview

El corcEl dE crinEs platEadas

Ya ni mi nombre ni mi imagen son conocidos, sin embargo mis actos llegaron a causar múlti-ples desgracias que aún siguen grabadas a fuego en los corazones de a los que tanto daño he causado. Pero, si aún quieres escuchar mi historia te la narraré, aunque ten en cuenta que yo era joven e incauto y que, aunque no merezco el perdón ni la compasión de nadie, pues yo ni perdoné ni compadecí a otros, quiero que me escuches hasta el final y que me permitas explicar el porqué de mis acciones.Al principio yo no era nada, tan solo una masa inexistente, nada, hasta que me empezaron a moldear. No sé quién o qué lo hizo, solo sé que me condenó a una mísera existencia llena de desgracias y que, el poder que me entregó tan solo causó mal. En los primeros años todo fue bien, aprendí a usar mi poder; podía hacer que árboles crecieran con solo pensarlo, que los dragones más feroces se posaran ante mis pies solo con una mirada, que las hadas y los duen-des me mostraran sus secretos más recelosamente guardados solo con pedírselo,… pero como siempre, había una excepción; unas criaturas maravillosas, las más bellas que nunca hayan existido, tan puras que quien llegara a hacerlas daño quedaría marcado para toda la eternidad con el peor de los destinos. A veces adoptaban la forma de pequeñas hadas, otras veces de unas ninfas tan bellas que podías quedarte atrapado mirándolas mientras te consumías poco a poco. Algunas veces eran simplemente luz, pero para mí, la forma más bella que adoptaban era la de un corcel de pelaje perlado, con crines de plata y un largo cuerno en forma de espiral sobre la frente. Despertaban en mi tal admiración y me maravillaban tanto, que no tardé en enamo-rarme de una de ellas, pero, con el tiempo me di cuenta de que nunca sería correspondido y, en un arrebato de furia y locura acabé con su vida.Si yo, el más poderoso de los hombres no era digno de su afecto, ninguno lo sería nunca. Toda-

vía la recuerdo muriendo en mis brazos, me había arrepentido nada más clavarle el puñal de plata en el corazón. Y así, desapareció, igual que había aparecido; sin dejar ningún rastro.Desde ese momento mi vida se tornó oscura. Abandoné mi hogar de suaves praderas y árboles mágicos para adentrarme en una vida manchada de sangre y engaños. En poco tiempo me hice con el control de todo, de absolutamente todo, masacrando continentes enteros, matando con mis propias manos a más mujeres, hombres y niños inocentes que ningún otro. Lejos estaba yo de adivinar que eso tenía una repercusión: mientras mi alma agonizaba yo seguía segando vi-das cegado por la codicia y las promesas de poder eterno. Tenía un ejército prácticamente inven-cible, formado por miles de estatuas de piedra que cobraban vida cuando las rozaba y sólo me obedecían a mí pero, al poco tiempo acabaron siendo mi única compañía. Todos los seres vivos me temían y odiaban, notaba sus miradas acusadoras, sus conciencias deseado mi muerte, sus corazones destrozados ante tanta destrucción.Quise arreglar el horror que había causado, pero ya no podía. Solo existía una criatura capaz de arrojar luz a ese pozo oscuro que yo había creado, sin embargo, arrepentido o no, yo había matado a una de ellas, yo había contaminado la sangre de uno de esos seres con mi puñal. Tras largas meditaciones decidí pisar el territorio que antaño había considerado mi hogar. Todo esta-ba igual o incluso más deslumbrante aún que cuando me fui; los árboles se trenzaban unos con otros formando esculturas naturales, las flores eran tan perfectas que parecían hechas una a una y casi no se las podían distinguir de las verdaderas hadas que se escondían entre sus pé-talos. El agua de sus ríos seguía siendo tan limpia y clara como el aire pero, a cada paso que yo daba algo terrible ocurría: las flores se marchitaban a mis pies, las hojas de los árboles caían al suelo, totalmente podridas, como yo. Me pasé días buscando a las pequeñas criaturas en todas sus formas aunque no las encontré. Cuando regresé a tierras humanas muchos intentaron acabar conmigo pero sin éxito, seguía siendo poderoso y no solamente los aniquilaba sino que disfrutaba con ello. Pero, al poco tiem-

po mi poder fue menguando y caí en una enfermedad de la que nunca me deshice del todo. Huí a las tierras pantanosas donde permanecí tanto tiempo entre barro que todavía siento el frío atravesando mis huesos como un gélido cuchillo que, aunque no te mata si te deja totalmente debilitado. Me acuerdo del lodo que te arrastra hacia las entrañas de la tierra y que luego te expulsa dejándote medio muerto y con una sensación de vacío, olvido y soledad que te oprime las entrañas. No sé cuánto tiempo pasé allí, pero, fue mucho, mucho tiempo. Cuando conseguí recuperarme, me dediqué a vagar por los límites del mundo sin acercarme a ninguna civiliza-ción por miedo o vergüenza a que me reconociesen. Un día, me acerqué a un pequeño poblado y pregunté. Nadie conocía ni mi nombre ni mi cara pero me di cuenta de que, de alguna manera, en el fondo de sus ojos había un reflejo de sufri-miento con mi nombre escrito en él. Decidí que viviría ajeno a todo y que nadie se enteraría ni de mi pasado, ni de mi presente, ni de mi futuro… Pero, te encontré a ti y, quiero que sepas que no estoy orgulloso de las decisiones que he tomado, ni de haber causado tanto daño, por eso y porque no quiero que nadie cometa mis mismos errores, quiero que a cambio de haberte reve-lado mi historia, se la cuentes a otros para que nadie repita tales atrocidades y que sepan que al final conseguí que mi nombre fuera olvidado.

- María Rico, 2º ESO B -