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El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [1]
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [2]
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CÓRDOBA
Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales
Campus - Camino a Alta Gracia, km. 7 y 1/2
5017, Córdoba - República Argentina
http://www.ucc.edu.ar
CÁTEDRA DE POLÍTICA INTERNACIONAL JEAN MONNET
Prof. Titular: Dr. Nelson-Gustavo SPECCHIA
Prof. Adjunta: Lic. Belén MESQUIDA
J.T.P.: Lic. Hernán CAMPS
Autora: María de los Ángeles LASA ([email protected])
Revisión y corrección de la lengua: Lic. Susana M. M. BROGGI
Córdoba, febrero de 2009.-
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [3]
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [4]
ÍNDICE
ABSTRACT ............................................................................................................................................... p. 5
PRELIMINARES ....................................................................................................................................... p. 8
LA “ERA BUSH” ....................................................................................................................................... p. 10
Unilateralismo y “hegemonía coercitiva” ....................................................................... p. 11
Hard power .................................................................................................................................... p. 14
U.S. FOREIGN POLICY: ACTUALES DESAFÍOS ................................................................................... p. 18
Asia .................................................................................................................................................... p. 18
EUropa ............................................................................................................................................. p. 26
América Latina ............................................................................................................................. p. 28
África ................................................................................................................................................ p. 31
CONSIDERACIONES FINALES ................................................................................................................ p. 34
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA .............................................................................................................. p. 36
*
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [5]
ABSTRACT
Durante los ocho años de la “era Bush”, el mundo conoció a un Estados Unidos
que estructuró su política exterior en torno al unilateralismo, la hegemonía
coercitiva y el hard power. En este sentido, la tradición de “diplomacia respaldada
en la fuerza” que caracterizó a la superpotencia a lo largo de su historia, fue
reemplazada por una conducta mesiánica, autoritaria y duramente criticada.
A partir del presente año, a Estados Unidos se le presenta la oportunidad
histórica de cambiar su forma de relacionarse a nivel global. ¿Qué desafíos le
esperan en las diferentes regiones del mundo? ¿Podrá revertir el legado de los
halcones republicanos? ¿Cómo enfrentará el ascenso de potencias emergentes que,
a diario, cuestionan y ponen en riesgo su hegemonía? Estos interrogantes resumen
algunas cuestiones que guían el presente trabajo.
Palabras claves: Estados Unidos; política exterior norteamericana; hegemonía;
unilateralismo; hard power; smart power; liderazgo.
*
During the eight years of the “Bush era”, the world faced a United States that
structured its foreign policy around unilateralism, coercive hegemony and hard
power. In this sense, the tradition of “diplomacy backed up by force” which
characterized the superpower along its history, was replaced by a heavily
criticized messianic, authoritarian conduct.
From this year on, the United States has the historic opportunity for changing
the way it relates on the global level. What are the challenges ahead in different
regions of the world? Will it be able to avert the legacy of the Republican hawks?
How is it going to deal with the rise of emerging powers that, on a daily basis,
question and endanger its hegemony? These queries sum up some of the issues
that guide the present paper.
Key words: United States; American foreign policy; hegemony; unilateralism; hard
power; smart power; leadership.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [6]
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [7]
We are ready to
lead once more.
Barack Obama
Discurso de asunción - 20 de enero de 2009 -
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [8]
El costo de la
HEGEMONÍA
Sobre la política exterior de
Estados Unidos
y su actual encrucijada
María de los Ángeles LASA
PRELIMINARES
eorge W. Bush ya estaba decidido a presentarse en las internas de su
partido para ser el próximo presidente de los Estados Unidos de América.
Así, y mientras corría el mes de agosto de 1998, <<el ex presidente [Bush
padre] estaba organizado un seminario de política para su hijo. [Condoleezza] Rice
había sido una de las principales expertas en Rusia en el Consejo Nacional de
Seguridad (CNS). Había conocido a George W. en una recepción en la Casa Blanca.
Luego lo vio en 1995, mientras estaba en Houston, durante una reunión de la junta
directiva de la petrolera Chevron, de la cual ella formaba parte. Bush padre la
invitó a Austin, donde W. había jurado recientemente como gobernador. Ella habló
G
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [9]
de temas familiares y deportivos con el gobernador por una hora, y luego disfrutó
de la compañía del ex presidente durante un almuerzo de su hijo con el
representante de la cámara por Texas y con el lugarteniente del gobernador.
Ese fin de semana en Kennebunkport fue una de sus varias estadías de jueves
a domingo durante el mes de agosto en el campamento Bush, donde había
desayuno, almuerzo, cena, pesca, juegos de herradura y otras competencias.
“No tengo la mejor idea en materia de asuntos exteriores” le dijo el
gobernador Bush a Rice. “No es mi campo”.
Rice concluyó que el gobernador se estaba preguntando “¿debería hacerlo?”.
O, probablemente, “¿seré capaz de hacerlo?”. Mientras padre e hijo pescaban en el
bote, W. le pidió a Rice que le hablara sobre China y Rusia, y le hizo preguntas todo
el fin de semana: qué pasaba con este país, con este líder, con este asunto, qué
significado podría tener y cuáles eran las implicancias para la política de los
Estados Unidos.
Rice fue invitada de nuevo a Austin a comienzos del año siguiente, cuando
Bush fue reelegido como gobernador de Texas y antes de que anunciara
formalmente su candidatura a la presidencia. Ella estaba dispuesta a renunciar a su
cargo de Década académica en la Universidad de Stanford y pensaba tomarse un
año sabático o trabajar un par de años en la banca de inversión.
“Quiero que dirijas mi política exterior”, le dijo Bush. Ella se encargaría de
reclutar a un grupo de expertos.
“Eso suena interesante”, respondió Rice, y aceptó>>1.
1 WOODWARD, Bob. Negar la evidencia, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2006, 1ª ed., p. 22.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [10]
LA “ERA BUSH”
lgunos meses después del ascenso de George W. Bush como Presidente de
los “americanos”, Estados Unidos fue atacado en su propio territorio por
un grupo radical islámico llamado Al-Qaeda. A partir de aquel segundo
martes de septiembre de 2001, Estados Unidos quedó conmocionado al apreciar,
de repente, la realidad de su extrema vulnerabilidad: con una crueldad hasta
entonces insospechada, tres de los cuatro aviones secuestrados hacían impacto
contra objetivos civiles y militares en su territorio. Ante esto, la administración
republicana no tardó en responder.
En primer lugar, creó un organismo federal nuevo llamado Department of
Homeland Security, a lo que siguió la aprobación de la controversial Patriot Act,
creada con la intención de acrecentar el poder de los cuerpos nacionales de
seguridad para luchar contra el terrorismo. En segundo lugar, invadió Afganistán,
país bajo el gobierno de los talibanes y que albergaba al “cerebro” de los atentados
del 11-S: Osama Bin Laden el cual nunca fue capturado. Con esta respuesta quedó
inaugurada oficialmente la “guerra contra el terrorismo” iniciada el 7 de octubre de
2001. Sin embargo, Bush estaba dispuesto a ir todavía más allá.
La tercera acción emprendida se asentó sobre el controversial concepto de
“guerra preventiva” cuya traducción literal sería “autodefensa preventiva”
(preemptive self-defence). Este concepto se expuso por primera vez en una
publicación del 17 de septiembre de 2002 que contemplaba la nueva Estrategia de
Seguridad Nacional de los Estados Unidos. Dicho documento, que dio lugar a una
nueva interpretación del concepto de la disuasión militar, entendía que la
represalia no se sucedía necesariamente tras una amenaza, sino que podía hacerse
uso del eventual recurso de “acciones anticipatorias” (anticipatory actions) allí
donde se identifica una amenaza inminente para la seguridad nacional,
independientemente de la mediación o no de previo ataque y haciendo caso omiso
de la distinción entre agresor y amparador. Esto supuso, tal como nos advierte
Francis Fukuyama, el abandono absoluto de los conceptos de disuasión y
contención2, pilares ambos de la política exterior norteamericana durante la Guerra
Fría y, si se quiere también, a lo largo de los ’90.
2 FUKUYAMA, Francis. América en la encrucijada. Democracia, poder y herencia neoconservadora, Bs. As., Ediciones B, 2007, 1ª ed., p. 15. Trad. esp. a cargo de Gabriel Dols Gallardo.
A
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [11]
Por último, y en consonancia directa con lo anteriormente referido, se ordenó
la invasión a Irak. Supuestamente, el régimen de Saddam Hussein tenía en su poder
armas de destrucción masiva y apoyaba abiertamente al terrorismo en la región
del Oriente Medio. Como el lector ya tiene conocimiento, las armas nunca se
encontraron y el apoyo de Hussein a grupos terroristas no pudo ser probado.
Las dos últimas acciones, y partiendo del supuesto de que las dos primeras
fueran respuestas lógicas a los atentados en suelo norteamericano, carecieron de
popularidad, apoyo y justificación. Pero sobre todo, representaron un cambio
radical en la política exterior norteamericana, consistente éste en un giro hacia el
unilateralismo, la “hegemonía coercitiva” y el hard power. Sobre estos puntos, de
crucial importancia para la problemática que nos ocupa, reflexionaremos a
continuación.
Unilateralismo y “hegemonía coercitiva”
Esther Barbé, en su clásico estudio Relaciones Internacionales, señala que, a
diferencia de los sistemas bipolar y multipolar, el sistema unipolar responde a una
lógica imperial. Vale decir, en el sistema unipolar <<una única superpotencia
establece la agenda, dicta las normas y controla todas las fuentes de poder>>3. Esto
último significa que, en el sistema unipolar, impera la estabilidad y la
homogeneidad en el universo de valores, como consecuencia de la imposición de la
única superpotencia. Como resultado, además, la superpotencia puede resolver
importantes asuntos internacionales por sí misma sin interactuar con otros
Estados y sin que exista la posibilidad de que una eventual alianza entre otros
Estados pueda evitarlo4.
La política internacional contemporánea no condice con una estructura
unipolar y, sin embargo, el “Estados Unidos de Bush” se comportó como si así lo
fuera. En efecto, y tal como señala un agudo análisis de Samuel Huntington, el
mundo actual responde a un “extraño híbrido” entre un mundo unipolar y uno
multipolar5, que bien podría denominarse “uni-multipolar”. Este esquema se
caracteriza por contar con una sola superpotencia y otras varias grandes potencias,
3 BARBÉ IZUEL, Esther. Relaciones Internacionales, Madrid, Tecnos, 2001, 1ª ed., 1ª reimp., p. 200. 4 Sobre esta última conclusión, cfr. HUNTINGTON, Samuel P. The Lonely Superpower. En Foreign
Affairs, vol. 78, N° 2, march-april, 1999, p. 35. 5 Sistema compuesto por grandes potencias de comparable poder y fuerza, y que cooperan y/o
compiten la una con la otra. En este esquema, la resolución de asuntos internacionales descansa en la coalición y común voluntad de estas grandes potencias. El modelo clásico de un sistema multipolar ha sido, por muchos siglos, la Europa posterior al Congreso de Viena de 1815. Sobre este punto, cfr. ibidem, pp. 35-36.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [12]
pero el hecho de que haya una única superpotencia no significa que el mundo sea
unipolar6.
¿Error de interpretación?, ¿juicio sesgado? Estados Unidos se ha conducido
hasta ahora, y desde hace varios años, como la única superpotencia (que, de hecho,
lo es) pero en el marco de un mundo unipolar. La Guerra de Irak es una prueba
fehaciente de ello, pero también lo son la negativa de firmar el Tratado de
Prohibición Total de Ensayos Nucleares, el abandono del compromiso de reducir
su arsenal nuclear, el desmanejo de la diplomacia en el Medio Oriente, el
alejamiento progresivo de Europa, la subestimación de Rusia y China y, entre otras
cuestiones, el retiro del Protocolo de Kyoto (un asunto que irá tomando
importancia en los próximos años).
En las categorías del brillante analista Zbigniew Brzezinski, Estados Unidos ha
progresivamente reemplazado, en los últimos años, el “liderazgo global” por la
“dominación global”7. Las diferencias entre el uno y la otra son sutiles pero
cruciales cuando se trata de definir una política exterior. Así, mientras la primera
opción se estructura en torno a lo que Hillary Clinton llamó una <<mezcla de
estrategia, persuasión, inspiración y motivación>>8 –que no deja de incluir, por
supuesto, el uso de la fuerza–, la segunda descansa sobre una supremacía enérgica
basada en la fuerza, que desdeña a las potencias mayores (aliados tradicionales
inclusive) y desatiende o excluye a los rogue states en su amplio espectro (failed
states, estados rebeldes e, incluso, estados parias). En el marco de la Teoría de la
Estabilidad Hegemónica, Estados Unidos ha optado, durante la administración
Bush, por la “hegemonía coercitiva”9 (HEGEMONÍA, con mayúsculas) en
detrimento de la hegemonía benévola o cooperativa, generando así fronteras entre
zonas de estabilidad y zonas grises de inseguridad, entre zonas de seguridad
colectiva y zonas marginales, y entre amigos… y enemigos.
6 <<There is now only one superpower. But that does not mean that the world is unipolar>>. HUNTINGTON, Samuel P. The Lonely…, cit., p. 35. Lo destacado pertenece al autor.
7 BRZEZINSKI, Zbigniew. El Dilema de EE.UU. ¿Dominación global o liderazgo global?, Barcelona, Paidós Ibérica, 2005. Tr. esp. a cargo de Albino Santos Mosquera.
8 <<Leadership requires a blend of strategy, persuasion, inspiration, and motivation>>. RODHAM
CLINTON, Hillary. Security and Opportunity for the Twenty-first Century. En Foreign Affairs, vol. 86, N° 6, november-december, 2007, http://www.foreignaffairs.org/20071101faessay86601/hillary-rod ham-clinton/security-and-opportunity-for-the-twenty-first-century.html
9 Entendemos que puede hablarse de hegemonía cuando <<un Estado es suficientemente poderoso como para mantener las reglas esenciales que gobiernan las relaciones interestatales y está dispuesto a hacerlo>> [KEOHANE, Robert O.; NYE, Joseph S. (Jr.). Poder e Interdependencia: la Política Mundial en Transición, Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1988, p. 53]. Ahora bien, la forma de mantener las reglas (esto es, mediante el uso de hard o soft power/smart power), marcan la diferencia entre un tipo de hegemonía y el otro. Ya Gramsci entendía que la hegemonía cooperativa se destacaba por la preeminencia de la dirección cultural e ideológica.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [13]
La prueba más clara de lo referido es, indudablemente, la creación del “Eje del
mal”. El 29 de enero de 2002, y con propósito de enunciar el Discurso del Estado de
la Unión al Congreso de los Estados Unidos, Bush identificó a Irak, Irán y Corea del
Norte como regímenes promotores del terrorismo (vía apoyo), y a éstos se
sumaron posteriormente Libia, Siria y Cuba. De este eje no solamente se excluía a
estados rebeldes de un sistema de seguridad colectivo, sino que también se
anunciaba que el foco de la política exterior norteamericana estaría puesto –quizás
excesivamente– sobre ellos (adviértase que de los seis estados del “Eje del Mal”,
cuatro pertenecen a Asia, y Libia se asemeja, en cuanto a sus características, a
ellos). Igualmente, la exclusión en la política exterior norteamericana de otros
rogue states, se evidencia en el tibio acercamiento de Estados Unidos a
Latinoamérica tras el fracaso del ALCA, y una indiferente actitud respecto de África
(salvo, por supuesto, el conflicto sudanés que reviste un interés económico,
político y geoestratégico para Estados Unidos).
De igual modo, la famosa frase “Quien no está con nosotros, está contra
nosotros” –pronunciada por Bush al día siguiente de los atentados al World Trade
Center– se ha convertido en una peligrosa vara de medida del sistema de alianzas
de los Estados Unidos. Así, no solamente se ha empleado esta “filosofía maniquea”
para vincularse con los estados del “Eje del mal” sino que se ha hecho uso de ella
incluso para relacionarse con potencias mayores como Francia, Alemania y la
propia Rusia. Seguramente se recordará el episodio de finales de enero de 2003,
cuando el entonces Secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld tildó a
Francia y Alemania de “la vieja Europa” en respuesta a la oposición de ambos de ir
a la Guerra de Irak. En aquella batalla diplomática, la humillación norteamericana a
ambas potencias fue duramente cuestionada y le significó, a Bush y los mandos
medios, duras críticas por un alejamiento de lo que los analistas estadounidenses
consideran el “núcleo global”10 (Estados Unidos+Europa). Por su parte, los hechos
acaecidos el 20 de agosto de 2008 han significado una total provocación para
Rusia. Ese día, en Varsovia, Condoleezza Rice firmó con el Ministro polaco de
Relaciones Exteriores, Radoslaw Sikorski, un tratado para establecer un sistema
limitado de defensa antimisiles. Claro está, y por tratarse Polonia de una zona
tradicional de influencia rusa, Moscú mostró su descontento. A Estados Unidos,
esta clase de provocaciones habrán de significarle terribles dolores de cabeza
(como de hecho, y tal como referiremos más adelante, está ocurriendo), además de
ser absolutamente peligrosas si no se tiene en cuenta que, desde el fin de la Guerra
10 Cfr. BRZEZINSKI, Zbigniew. El Dilema de EE.UU..., cit., p. 109 y ss.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [14]
Fría, las ambiciones rusas para el dominio global han quedado cercenadas; pero si
bien Rusia es demasiado débil como para intentar ejercer el dominio mundial, es
demasiado fuerte como para soportar provocaciones o exclusiones del análisis
geoestratégico estadounidense.
Después de los atentados del 11-S, la sociedad internacional se solidarizó con
los Estados Unidos y, amén de las esperadas críticas, el liderazgo norteamericano
fue aceptado –o tolerado–. Sin embargo, este capital fue dilapidado cuando este
poderoso Estado se precipitó a alentar una guerra injustificada y a ejercer un
unilateralismo poco realista. Desde entonces, <<la solidaridad global inicial con
Estados Unidos se ha transmutado progresivamente en soledad estadounidense,
por un lado, y en el retroceso de la simpatía global y el aumento de las sospechas
respecto a las motivaciones reales que hay detrás del ejercicio del poder
norteamericano>>11. En otras palabras, Estados Unidos es percibido desde aquel
día como un país ensimismado, un país que se ha auto-arrogado el papel de
policeman y una potencia que se ha convertido en imprevisible… y arbitraria12.
Hard power
Si los pilares de la política exterior norteamericana, durante la Guerra Fría,
fueron la contención y la disuasión –principios, ambos, equilibrados y producto de
la prudencia–, en los ’90 rigió el principio de lo que se ha dado en llamar smart
power13. El smart power (o “poder inteligente”) es la habilidad para combinar el
hard power (“poder fuerte”, bélico, militar, de coerción o pago) con el soft power
(“poder blando”, de las ideas, diplomático o de persuasión) en una exitosa
estrategia para gestionar los asuntos exteriores14. Así pues, y siendo Estados
11 BRZEZINSKI, Zbigniew. El Dilema de EE.UU..., cit., p. 240. 12 Las palabras de Huntington, en este sentido, son elocuentes. Señala el autor: <<While the United
States regularly denounces various countries as “rogue states”, in the eyes of many countries it is becoming the rogue superpower>>. HUNTINGTON, Samuel P. The Lonely…, cit., p. 42.
13 El término smart power fue acuñado por Suzanne Nossel en un artículo homónimo publicado en la revista Foreign Affairs (NOSSEL, Suzanne. Smart Power. En Foreign Affairs, vol. 83, N° 2, march-april, 2004, http://www.foreignaffairs.org/20040301faessay83211/suzanne-nossel/smart-power .html). La autora, actual Jefa de Operaciones de Human Rights Watch, afirma en su artículo que la administración Bush utilizó la doctrina del “internacionalismo liberal” para justificar el militarismo y el unilateralismo, y asevera que los progresistas deben recuperar los legados de Wilson, Roosevelt, Truman y Kennedy en sus esfuerzos por construir una política exterior que refuerce el poder de los Estados Unidos y encamine al mundo detrás de él.
14 <<Smart power is the ability to combine hard power of coercion or payment with the soft power of attraction into a successful strategy>>. NYE, Joseph S. (Jr.). Leadership and American Foreign Policy, Seminario bilateral “Prioridades de política exterior para el próximo presidente de Estados Unidos”, Madrid, CSIS-Real Instituto Elcano-Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, 19 de mayo de 2008. En Real Instituto Elcano, http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/riel
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [15]
Unidos el garante último de la paz y la seguridad internacionales, el mundo de la
“era Clinton” fue dividido en cuatro áreas estratégicas en las que: a) sólo era
necesario el uso de la diplomacia (en el caso de los aliados de Europa occidental,
por ejemplo); b) se haría uso, solamente, por vías diplomáticas y/o mecanismos
previstos en el capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas (v. g., Corea del Norte
y Medio Oriente); c) se agotarían, primero, las instancias diplomáticas y se
procedería, en caso de que éstas resultasen insuficientes, al uso de la fuerza (v. g.,
la zona de los Balcanes); y d) se haría uso directo de la fuerza (v. g., Somalia)15.
La idea que subyacía en dicha política de los asuntos internacionales era la
siguiente: si bien Estados Unidos era la única superpotencia a nivel internacional,
no por ello era omnipotente, y una eventual eclosión estratégico-económico-
militar podría ser el resultado de un uso indiscriminado del hard power. De allí que
la superpotencia debiera combinar cuidadosamente sus recursos disponibles y
hacer uso de ellos en virtud de lo que Joseph S. Nye (Jr.) ha llamado contextual
intelligence. <<In foreign policy, contextual intelligence is the intuitive diagnostic
skill that helps you align tactics with objectives to create smart strategies in
varying situations>>. Y agrega: <<Of recent presidents, Ronald Reagan and George
H. W. Bush had impressive contextual intelligence, but the younger Bush did
not>>16.
El ejemplo más claro de la ausencia del contextual intelligence y el smart
power fue la Guerra de Irak. En primer lugar, la diplomacia norteamericana forzó y
convirtió la dinámica del Consejo de Seguridad 2:1:217 (imperante durante los ’90
y caracterizada por dos bloques –Estados Unidos+Reino Unido contra
Rusia+China–, mediados por Francia), en una 2:3, empujando a Francia (un país
europeo y aliado tradicional) a alinearse con China y Rusia. Seguidamente,
embarcó al país en una guerra que fue evaluada, según señala Fukuyama, a partir
de tres consideraciones sesgadas18, la primera de las cuales fue la evaluación de las
amenazas. En efecto, la administración republicana magnificó la amenaza que el
islamismo representaba para Estados Unidos, y vinculó antojadizamente esta
amenaza con Irak; la segunda fue la falta de realismo para prever la reacción a
cano_eng/Content?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/Elcano_in/Zonas_in/00026 15 Para ampliar, cfr. las memorias de la Secretaria de Estado durante la segunda administración
Clinton, en relación a lo que ella misma denomina “los cuatro grupos de sustento”. ALBRIGHT, Madeleine. Memorias. La mujer más poderosa de Estados Unidos, Barcelona, Planeta, 2004, pp. 171-172. Tr. esp. a cargo de Carmen Aguilar.
16 NYE, Joseph S. (Jr.). Leadership and…, cit. 17 Esta dinámica (2:1:2) es sugerida por Huntington (HUNTINGTON, Samuel P. The Lonely…, cit., p.
42). Las conclusiones posteriores son personales. 18 Cfr. FUKUYAMA, Francis. América en la encrucijada. Democracia…, cit., p. 19 y ss.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [16]
nivel internacional contra la guerra (de estados –inclusive, los aliados–, individuos,
ONG, organismos internacionales, etc.). Y la tercera, cuyas consecuencias hereda la
administración demócrata de Obama, hizo que el primer mandatario y sus
asesores fueran incapaces de diseñar un plan efectivo para la posterior
reconstrucción y pacificación de Irak (suponiendo, claro está, que hayan
barruntado que el caos, la guerra civil y las guerras partisanas fueran las naturales
consecuencias que de hecho se siguieron al derrocamiento de Hussein).
Las políticas emprendidas por la gran potencia en los últimos años han puesto
en sordina las garantías que hacían de Estados Unidos un líder y no un policeman,
un “gendarme internacional”. Desde luego, esta nueva posición ha traído
consecuencias. En principio, privilegiar el uso del hard power en detrimento del
poder blando, trae aparejado un mayor costo (entendiendo por costo no sólo el
económico sino también el político –como por ejemplo, la desconfianza y el
alejamiento de otros países–, el social –como las guerras civiles–, y el
geoestratégico). En este sentido, si lo que realmente se buscaba con las invasiones
a Afganistán e Irak era luchar contra bastiones del terrorismo internacional, lo que
de hecho se logró fue el efecto contrario. Ambos, hoy por hoy, se han convertido en
“imanes” de los terroristas, que emplean luchas irregulares, que cuentan con el
apoyo de Irán, y que son agentes naturales de disturbios que pueden llegar a
conducir a la región al borde de la guerra y la disgregación total.
Con el ascenso de Barack Obama al poder, hace algunas semanas, Estados
Unidos cuenta con la histórica oportunidad de revertir la dura política exterior que
ha caracterizado la administración Bush. En algún sentido, el retorno de Obama es
el regreso implícito de Bill Clinton y de muchos e importantes principios rectores
que estructuraron la política exterior durante los ’90 (Hillary Clinton, de hecho, es
la actual Secretaria de Estado). Ciertamente, el Estados Unidos de Clinton no se
enfrentó a un 11-S, ni a un cuestionamiento sin precedentes del poder
norteamericano, ni a un Medio Oriente en llamas, ni a un Irán desafiante, ni a los
retos actuales al liderazgo estadounidense que representan China, Rusia, India y
otras potencias emergentes. Pero sí, el Estados Unidos de Clinton se enfrentó a un
“mundo caleidoscópico” sin patrones de conducta aparentes y convulsionado hasta
el borde del colapso. En esas circunstancias, con errores y desaciertos, pero
también con éxitos e importantes conquistas, la administración Clinton (en
particular, durante el segundo mandato) lideró al mundo con smart power y
contextual intelligence. Altas dosis de ambos necesita hoy Estados Unidos para
continuar siendo “the only one superpower”, y eso exige establecer una agenda con
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [17]
asuntos prioritarios –pero nunca impuestos– por región. Sobre esta cuestión nos
concentraremos a continuación.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [18]
U.S. FOREIGN POLICY: ACTUALES DESAFÍOS
s habitual escuchar hablar, sobre todo en los medios periodísticos, acerca
de la unipolaridad del mundo debido al comportamiento y manejo de los
Estados Unidos. A decir verdad, el hecho de que la conducción de la
superpotencia, durante los últimos ocho años, fuera unilateralista y haya estado
guiada por la “hegemonía coercitiva”, no significa que la estructura del sistema
internacional sea estrictamente unipolar. Precisamente por ello, el mayor desafío
para los Estados Unidos es volver a pensar su política exterior en un contexto
estructural uni-multipolar, caracterizado por la existencia de potencias mayores
consolidadas, por el ascenso de otras emergentes y por la virulencia de conflictos
que necesitan del rol mediador de los Estados Unidos para arribar a una salida
pacífica y definitiva.
Para lograr el anterior cometido, la administración Obama tiene que
determinar –o redefinir, en algunos casos– los imperativos político-estratégicos
que, a nuestro modesto modo de entender, debieran guiar a los Estados Unidos en
su relación con el resto del mundo. Por regiones, a continuación, señalaremos
algunos de ellos, sin que esto signifique plantear posiciones exclusivas y/o
excluyentes.
Asia
Si trazamos una línea imaginaria en el límite sur de Rusia, advertiremos que,
por debajo de ella, se encuentra más de la mitad de la población mundial y cerca de
1.200 millones de personas que profesan la religión del Islam. Además de ello, por
debajo de esta línea, se encuentran cuatro de los seis países más poblados del
mundo: China (con 1.306 millones), India (con 1.080 millones), Indonesia (con 242
millones) y Pakistán (con 162 millones). En resumidas cuentas, de cada 100
habitantes del planeta, 61 viven en Asia. En la misma región, Rusia, China, India,
Pakistán e Israel poseen armas de destrucción masiva, e Irán y Corea del Norte las
poseyeron o podrían poseerlas. La importancia de Asia, pues, es innegable, y
pensadores geoestratégicos, como Zbigniew Brzezinski, ya han señalado que
E
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [19]
Eurasia <<es el tablero en el que la lucha por la supremacía global sigue
jugándose>>19.
Rusia
Ciertamente, desde el fin de la Guerra Fría, las ambiciones rusas en relación al
dominio global han quedado truncas. Pero Rusia, como ya hemos señalado, si bien
es demasiado débil como para detentar una superioridad mundial, es demasiado
fuerte como para ser excluida, sin más ni más, de un realista y cauteloso análisis
geoestratégico estadounidense.
En recientes escritos publicados, Condoleezza Rice y Hillary Clinton dedican
líneas exclusivas a la cuestión rusa20, y ambas señalan la relación ambivalente de
los asuntos ruso-americanos. Así, mientras Hillary expresa, en relación a Rusia, que
<<Statesmanship is also necessary to engage countries that are not adversaries but
that are challenging the United States on many fronts>>, Condoleezza afirma que
<<by necessity, our relationships with Russia and China have been rooted more in
common interests and common values>> y que <<(…) are complex and
characterized simultaneously by competition and cooperation>>.
Esta ambivalente relación se deriva indefectiblemente de un pasado que
enfrentó a la ex URSS con los Estados Unidos y que, figurativamente, convirtió al
mundo en una botella con dos escorpiones dentro de ella. Sin embargo, con la caída
del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS, se generó un tremendo vacío de
poder en la región que aún presenta riesgos considerables para los Estados Unidos.
Las dos grandes cuestiones para la superpotencia son, pues, cómo mantener
relaciones estables y seguras con Rusia pero, al mismo tiempo, cómo frenar las
históricas ambiciones imperialistas del gigante asiático que aún siguen estando
presentes.
Una opción que la administración Clinton barajó fue la incorporación de
algunos países de la ex URSS a la OTAN (Rusia inclusive). De esta manera, se
evitaba el aislamiento geopolítico de Rusia (peligroso en tanto podía significar una
humillación), y se la incorporaba a un ámbito de cooperación controlado por los
Estados Unidos. Por supuesto, Rusia presentó sus protestas y las relaciones, desde
19 BRZEZINSKI, Zbigniew. El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, Barcelona, Paidós Ibérica, 1998, 3ª ed., p. 11. Tr. esp. a cargo de Mónica Salomón.
20 Cfr. RICE, Condoleezza. Rethinking the National Interest. American Realism for a New World. En Foreign Affairs, vol. 87, N° 4, july-august, 2008, http:// www.foreignaffairs.org/20080701faessay87
401/condoleezza-rice/rethinking-the-national-interest.html; RODHAM CLINTON, Hillary. Security and…, cit.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [20]
entonces, estuvieron alentadas por esporádicos encuentros en foros como OTAN-
Rusia (que se vienen celebrando desde 2002), y el G-8. La política estadounidense,
pues, se ha concentrado en “cooptar” a países dentro de Europa del Este
(tradicional área de influencia soviética), e incorporarlos a la Europa occidental. En
esta dinámica, República Checa, Polonia y Hungría han sido las grandes conquistas
de los Estados Unidos (los tres países forman parte de la UE y la OTAN). Sin
embargo, la gran ambición es Ucrania. Ucrania, limita directamente con Rusia (al
igual que Bielorrusia, con la diferencia de que Bielorrusia se considera una
extensión de Moscú), y es un “territorio de tránsito” entre Asia y Europa. En los
últimos años, y patrocinado por los Estados Unidos, ha mostrado interés en
incorporarse a la UE, pero debe guardar un delicado equilibrio: cualquier paso en
falso podría desatar la “ira” de Rusia, lo cual se traduciría, concretamente, en el
corte de los suministros de gas y petróleo al país y al resto de Europa.
Como se advierte, las relaciones con Rusia son extremadamente delicadas y
cualquier exceso de demostración del poder norteamericano podría significar un
enfriamiento de las relaciones. La reciente provocación norteamericana que
referimos en páginas precedentes (la firma, con Polonia, de un sistema limitado de
defensa antimisiles) significó el retorno de muchos fantasmas de la Guerra Fría. En
respuesta a dicha iniciativa, Rusia se ha acercado a Bolivia y Venezuela (países
dentro del área de influencia norteamericana), y ha emprendido, con el último,
maniobras militares conjuntas –aeronáuticas y navales–, al tiempo que ha firmado
numerosos acuerdos bilaterales en diversas áreas de cooperación.
Otro ejemplo clarísimo de la ambigüedad en las relaciones con Rusia, han sido
los hechos acaecidos posteriormente a la guerra ruso-georgiana. En un intento por
sancionar a Rusia, lo único que quedó en claro del encuentro de la OTAN fue su
división interna. Así, mientras Estados Unidos, el Reino Unido y los estados de
Europa del Este ejercieron presión para que la OTAN sancionara a Rusia, países
como Alemania y Francia se mostraron cautos: cualquier respuesta condenatoria
los perjudicaría ya que la provisión de energía de Europa depende mayormente del
gas y del petróleo ruso.
Desde luego, Rusia no es la antigua Unión Soviética, y su influencia y su poder
están limitados por una creciente interdependencia. Rusia no tiene ni la fuerza, ni
la capacidad, ni el potencial para ser una superpotencia enfrentada con los Estados
Unidos. No puede y no le conviene. Pero Rusia no ha perdido aún su poder para
provocar, y sus relaciones con Irán podrían significar un enorme desafío. Estados
Unidos, durante la “era Bush”, cometió el terrible error de cerrar las puertas del
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [21]
diálogo con Irán y esto, para Rusia, ha representado dos posibilidades: durante la
administración Bush, la posibilidad de apoyar extraoficialmente a Irán con
recursos y conocimientos nucleares; y actualmente, durante el gobierno de Obama,
podría significar que Rusia se erija como un interlocutor imprescindible en la
relación Irán-Estados Unidos, hecho que incrementaría su cuota de poder. Como se
advierte, las disputas entre Rusia y los Estados Unidos no han concluido con el fin
de la Guerra Fría, y todo parece indicar que no cesarán en el mediano y largo plazo.
China
Este gigante del sudeste asiático, para los Estados Unidos, representa un
enorme desafío. Durante décadas, la gran pretensión de la superpotencia ha sido
transformar a China en una democracia y en un gran mercado capitalista.
Paradójicamente, lo que Estados Unidos ha impulsado con tanto ahínco, podría
representar un gran peligro para el dominio norteamericano en la región. China,
desde su ingreso a la OMC en 2001, se ha convertido en un “mega-polo” del
“comercio de procesado”21 (vía subcontratación), los beneficios laborales –para
empresarios, claro, por el reducido precio de la mano de obra y su gran
productividad– y de óptimas condiciones para inversiones extranjeras directas.
Pero hasta ahora, lo que ha significado un alivio para el saldo negativo de la
balanza comercial estadounidense, podría convertirse en una fuente fundamental
del desmantelamiento de la industria americana22.
Ahora bien, el crecimiento económico-comercial chino debe vincularse con la
inevitable relación que tendrá sobre su poder de fuego. Una China con mayor
capacidad económica será indudablemente una China más armada… y,
ciertamente, más peligrosa. Sin embargo, habitualmente se comete el error de
pensar que China se convertirá en una superpotencia que reemplazará en el
mediano plazo a los Estados Unidos. Esta clase de predicciones, nos recuerda
Zbigniew Brzezinski, también se habían hecho con Japón. Ante el espectacular
crecimiento económico de éste en los años ’50 y ’60, muchos analistas predijeron
21 Cfr. SUTTER, Robert G. El auge de China y la continuidad de la hegemonía de EE.UU. en Asia, texto de la Conferencia pronunciada por el autor en el seminario organizado por Casa Asia y el Real Instituto Elcano, Madrid, 18 de julio de 2007. En Real Instituto Elcano, http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/Elcano_es/Zonas_es/ARI+89-2007
22 Cfr. BRZEZINSKI, Zbigniew. El Dilema de EE.UU..., cit., p. 185.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [22]
que Japón crecería hasta reemplazar a los Estados Unidos. Desde luego, eso no
ocurrió23.
En muchos aspectos, China es un líder regional pero está lejos –demasiado–
de convertirse en uno global. En principio, sus tasas de crecimiento económico
deberían mantenerse estables durante más de 20 años sin inflación, con altos
índices de ahorro y grandes controles del gasto público, y eso, sabemos, es algo
improbable24. Además de esta cuestión, China debería reducir su dependencia de
las importaciones de energía, pero esto no es posible con una maquinaria
productiva que crece exageradamente día tras día. Y no menos importante es el
hecho de que China, cegada por su ambición de alcanzar el poderío
norteamericano, podría entrar en un colapso económico, como sucedió con la
Unión Soviética de finales de los ’70 y principios de los ’80.
En otra línea de análisis, pueden seguir mencionándose otros problemas de
China. El más evidente de todos es su rígido sistema de gobierno: una dictadura
que aplasta la creatividad en múltiples sentidos y que será incompatible en el
mediano plazo, creemos, con una economía de corte capitalista. Si el capitalismo se
estructura en los supuestos del pago en virtud de la productividad, de la libertad
de mercado y demás valores visibles en economías occidentales, no tardará en
llegar un período de tensión entre un sistema de gobierno autoritario y un sistema
económico que, si bien ha mostrado sus deficiencias, “privilegia” la libertad.
En cualquier análisis respecto del gigante asiático, por otra parte, sería
imperdonable pasar por alto el enorme porcentaje de su población pobre o
indigente, y el desigual desarrollo que existe entre las zonas costeras y las zonas
rurales y centrales de China. Éste será, para China, un importante escollo a sortear.
Igualmente, su problema con Taiwán es un asunto pendiente de resolución y le
demandará energías, tiempo y recursos. Por último, en el plano militar, Estados
Unidos ha establecido bases militares en Noruega, Europa del Este, Turquía,
Kazajstán, Japón, Tailandia, Indonesia, Australia, Corea del Sur y Filipinas (sólo por
nombrar algunos de los Estados que acogen fuerzas estadounidenses). No caben
dudas de que China, al igual que Rusia, está “rodeada”, y Estados Unidos no duraría
en promocionar un incremento de los arsenales de sus aliados en la región para
contrarrestar la escalada del poderío chino.
23 Cfr. BRZEZINSKI, Zbigniew. El gran tablero…, cit., p. 165. 24 El 28 de enero de 2009, en la primera jornada del Foro Económico de Davos, el primer ministro
de China, Wen Jiabao, reconoció que la crisis financiera y económica ha tenido un “fuerte impacto” sobre la economía china la cual, el año pasado, sólo creció un 9%. No obstante, se mostró confiado de su país crecerá un 8% en 2009, a pesar de que los más optimistas señalan que no lo hará por encima del 5 ó 6%.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [23]
¿Podría derivarse, de este escenario, una potencial “alianza anti–hegemónica”
entre Rusia y China? Podría, pero no es probable. Huntington ha echado luz sobre
esta cuestión. Su hipótesis de que el mundo es “multicivilizacional” se traduce en la
idea de la enorme dificultad de tejer una efectiva alianza entre diversas culturas
tan diferentes entre sí. La oposición a la Guerra de Irak por parte de China, Rusia y
Francia, por ejemplo, fue forzada por los Estados Unidos, pero no se habría dado
naturalmente. Adicionalmente –señala con agudeza el politólogo norteamericano–,
la idea de Estados soberanos e iguales no juega un rol significativo en esa región
del mundo. Entonces, en el marco de una alianza, ¿cuál país sería el líder?, ¿quién lo
secundaría? La concepción excesivamente jerárquica de la sociedad, el mundo y
sus relaciones que guían a dichas sociedades, haría imposible una alianza entre
China y Rusia, tal como la historia lo ha demostrado25.
¿A qué conclusiones puede arribarse? Las principales podrían resumirse en
los siguientes puntos.
* China representará en el corto-mediano plazo, un reto para los Estados
Unidos, pero no un reto a su supremacía, sino un desafío a un control efectivo
en la región del sudeste asiático;
* Estados Unidos deberá vigilar de cerca el poder militar chino para evitar
cualquier escalada que pueda poner en riesgo la paz de la región;
* China, en los próximos 20 años, crecerá a grandes pasos, pero de esa
realidad se derivarán numerosos problemas. Si Estados Unidos coopera con
China para minorizar el impacto de tales problemas (la contaminación
ambiental, la pobreza, el desarrollo desigual intra-país, etc.), inocularía los
intentos chinos por desafiar el poder norteamericano; y
* China está en una región del mundo en la que importantes países pueden
disputarle efectivamente el rol de líder regional (India, Japón y hasta la
propia Corea del Sur). Estados Unidos podrá explotar esta situación, pero
deberá ser equilibrado y tendrá que tener siempre presente que China es el
único interlocutor directo con Corea del Norte.
India
El atractivo de India, en Asia, se deriva de una economía en crecimiento (en lo
que ha tenido que ver el pasado colonial de la India, que ha dejado a muchos
angloparlantes, y que convierte al país en un lugar codiciado para las empresas del
25 Cfr. HUNTINGTON, Samuel P. The Lonely…, cit., p. 46.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [24]
mundo sajón que subcontratan en el tercer mundo), del gran número de su
población y de su extenso territorio. En efecto, India pertenece a la categoría de los
“Estados ballena”, esto es, Estados caracterizados por su elevado PBI, por su gran
población, su extenso territorio y, más importante aún, por su condición de
potencia regional emergente. Pero, a diferencia de China, India es una democracia,
y es la más “grande” del mundo.
Por lo expuesto, India tiene pretensiones de erigirse en la potencia regional, y
este interés ha recobrado bríos desde el 11-S. Después de aquel fatídico día,
Estados Unidos le declaró la guerra al terrorismo internacional, y por el pasado
indio ligado a los atentados terroristas –producto de su compleja relación con
Pakistán–, India no dudó en aliarse a las pretensiones estadounidenses.
Recientemente, el vínculo entre ambos se ha extendido a áreas como la
cooperación energética y la militar.
No obstante, la alianza indo-estadounidense tendrá, seguramente, un alcance
limitado. La principal razón es que India apenas puede cohesionar a los más de
1.000 millones de personas de múltiples credos, y la inestabilidad derivada de ello
podría no convenir a Estados Unidos. Si bien el estado indio es laico, la religión
hindú, y otras, permanecen fuertemente arraigadas a la población, lo cual podría
provocar escaladas de violencia en un contexto regional “musulmán” (adviértase
que India está rodeada de múltiples vecinos musulmanes)26.
Además de lo antedicho, India tiene fricciones con China y Pakistán por la
cuestión de Cachemira, y las relaciones entre los dos últimos, han sido conocidas
por su intención de unirse contra India. ¿Qué cuestión reside de fondo? La lucha
entre China e India por el liderazgo regional, lucha que será dirimida en las
próximas décadas y consolidará el destino de la región y del mundo mismo.
En suma, Estados Unidos no puede apoyar abiertamente a la India en
detrimento de China y Pakistán sin asumir riesgos y altos costos. Concretamente
nos referimos a que si Estados Unidos apoyara a la India en la carrera por la
supremacía regional, se reforzaría una alianza entre China y Pakistán, y esto
complicaría a la India misma y a Estados Unidos en su gran bastión en la región:
Afganistán.
Israel
Los Estados Unidos están demasiado lejos de constituirse en un poder
dominante, preciso y concreto, en Asia; sin embargo, es demasiado fuerte como
26 Cfr. BRZEZINSKI, Zbigniew. El Dilema de EE.UU..., cit., pp. 88-89.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [25]
para no mantener un compromiso con ella. De aquí que Estados Unidos deba
lograr que Asia se constituya en un espacio pacífico para promover el comercio
internacional (recordemos que la zona es rica en hidrocarburos y recursos
naturales). Pero, al propio tiempo, debe evitar que un poder único llegue a
controlar ese espacio geopolítico. Para ello, deben identificarse pivotes
geopolíticos, es decir, Estados “amigos” cuya importancia no se derive de su poder
o sus motivaciones, sino de su codiciada posición geoestratégica y de su
posibilidad de provocar un desplazamiento potencialmente importante en la
distribución internacional de poder. Israel, al igual que Corea del Sur en el sudeste
asiático, es uno de ellos, y su poder se deriva de: *la posibilidad de constituirse
como una “cuña” en Eurasia, materializando el popular dicho “Divide y reinarás”;
*su inigualable posición geoestratégica en el Medio Oriente, las puertas de Asia; y
*la posibilidad de lograr un estado tenso y latente “ni de paz, ni de guerra”
necesario para promover el comercio en la zona pero que, al mismo tiempo,
trunque las ambiciones de expansión de un poder único.
Desde luego, estos cometidos auspiciados en los ’90, han sido reemplazados
por un apoyo deliberado a Israel que ha provocado violencia (excesiva), la llegada
de Hamas al poder en Gaza y la expansión del conflicto en la región. En la “era
Bush”, Estados Unidos ha olvidado completamente su papel de mediador en la
región, y ha socavado más aún su credibilidad en el Medio Oriente (ya de por sí
minada por la Guerra de Irak). Al respecto señala Condoleezza Rice:
our approach is, in reality, an extension of traditional tenets: incorporating human
rights and the promotion of democratic development into a policy meant to further our
national interest. What is exceptional is that the Middle East was treated as an exception
for so many decades. U.S. policy there focused almost exclusively on stability27.
La estabilidad fue, durante décadas, la pretensión de los Estados Unidos en
Medio Oriente. Pero luego del 11-S, según Rice, era hipócrita mantener una
estabilidad en base a gobiernos dictatoriales. Y agrega: <<Indeed, the quest for
justice and a new equilibrium on which the nations of the broader Middle East are
now embarked is very turbulent. But is it really worse than the situation
before?>>28. La respuesta a esta pregunta es personal; desde luego, quien suscribe
tiene una opinión formada al respecto: bastará con leer la cita que a continuación
se transcribe para deducirla.
27 RICE, Condoleezza. Rethinking the National…, cit. 28 Ibidem.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [26]
Norteamérica (…) está haciendo públicamente firme su determinación de
democratizar los países musulmanes. Ésa es una noble meta, pero, además, es de gran
importancia práctica, ya que la difusión de la democracia suele ser consustancial a la paz
global. Pero también es importante no perder de vista una lección básica de la historia:
toda causa justa degenera, en manos de fanáticos, en su antítesis29.
La cuestión israelí-palestina –en su dimensión regional–, Irán, Irak, Afganistán
y Pakistán, representan ingentes retos para los Estados Unidos, a pesar de que a
algunos de ellos se ha “exportado” la democracia. Pero adviértanse dos aspectos:
primero, que si se pretende imponer la democracia, se está violando el principio
básico que, se supone, la estructura: la libertad; segundo, que al imponer a la
fuerza no se está liderando, y si no se lidera, se pierde la legitimidad de ser el
“árbitro” en una de las regiones más agitadas del mundo.
En este punto, las palabras de la Secretaria de Estado durante el segundo
mandato de Clinton, Madeleine Albright, son clarificadoras:
Our new leaders, of whichever party, will face daunting challenges, including that of
redefining what America stands for in the world. Their “to do” list is sure to include
winning the battle of ideas –as we should have long ago– against the likes of Osama bin
Laden (…). At the top of that list, however, must be a reaffirmation of America’s
commitment to liberty and respect for the dignity of every human being. Without such a
commitment, all else will be in vain30.
EUropa
Estados Unidos, más Europa, constituyen el “núcleo global” de estabilidad y
riqueza económica. Sin embargo, considerarlos en bloque es absolutamente errado
por cuanto las discrepancias entre ambos existen desde hace varias décadas. El
reproche más habitual de los Estados Unidos es que Europa se aprovecha del
poderío militar norteamericano. Por su parte, la desconfianza de Europa es hacia el
unilateralismo norteamericano que “no consulta, sino informa”.
Desde luego, el reproche norteamericano está fundado: Europa, con similar
PBI que Estados Unidos, gasta comparativamente menos que la mitad en materia
de defensa31. Pero la postura europea es comprensible si consideramos que desde
29 BRZEZINSKI, Zbigniew. El Dilema de EE.UU..., cit., p. 251. 30 ALBRIGHT, Madeleine. A Realistic Idealism, Washington Post - Council on Foreign Relations, 8 de
mayo de 2006, http://www.cfr.org/publication/10665/. 31 Cfr. BRZEZINSKI, Zbigniew. El Dilema de EE.UU..., cit., p. 109.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [27]
el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha visto a Europa como su
zona de influencia y ha desplegado tropas en los países de la región. A Estados
Unidos, de todos modos, no le resulta conveniente que Europa lo equipare en
fuerza militar. Si consideramos que la UE ha extendido su poder monetario a nivel
internacional con el euro, y que es una potencia económica global, con un poder de
fuego equiparable al norteamericano no tendría razón alguna para seguir bajo la
“tutela” de la superpotencia.
Por el momento, no obstante, Europa parece cifrar sus relaciones exteriores
en el soft power y la diplomacia, exportando un modelo completamente diverso al
norteamericano y que podría tener una acogida favorable en la resolución de
conflictos en regiones donde la injerencia de Estados Unidos no es bien recibida
(Medio Oriente, v. g.). Desde luego, este modelo presenta sus limitaciones porque
Europa carece absolutamente de una política exterior común (los ejemplos de las
desavenencias entre sus miembros, en efecto, no son poco comunes), y porque el
soft power, a menudo, suele ser poco productivo si no se encuentra respaldado por
el hard power. Como popularmente se dice, una gran mandíbula sin dientes… no
muerde. De todas maneras, Estados Unidos no debería menospreciar a Europa, ni
reprocharle cuestión alguna; después de todo, si la Guerra de Irak fue criticada con
particular firmeza, fue por la falta de legitimidad que una aprobación europea
probablemente habría evitado (o al menos, aminorado).
Europa, asimismo, debería cuidar más sus acusaciones. El “unilateralismo” del
cual acusa a Norteamérica –no el excesivo de la administración Bush, sino el
supuesto unilateralismo de años anteriores–, salvó a Europa, en más de una
ocasión. Es preciso decir pues, en honor a la verdad, que si Estados Unidos
desprotegiera al “viejo mundo”, se convertiría éste en un continente muy
vulnerable, que pondría en riesgo el proceso de integración que hoy tanto lo ocupa.
Además de ello, el mundo se convulsionaría, y sin las garantías de las relativas paz
y seguridad que ofrece Estados Unidos, sería muy difícil pensar en un proceso de
integración de la magnitud del europeo.
A pesar de estas diferencias, Europa no puede pensarse sin Estados Unidos, y
viceversa. Partiendo de esta premisa, entonces, Europa deberá actuar en conjunto
con los Estados Unidos, pero aceptando las pretensiones de este último de
reformar la OTAN y la UE. La modificación de la primera, responde a una
renovación de sus objetivos (proceso ya en marcha). En un mundo en el que
Estados Unidos se ha erigido en una superpotencia militar, ya no tiene razón de ser
una organización enfocada en una defensa territorial de Europa ante una amenaza
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [28]
de la URSS. Por el contrario, interesa a Estados Unidos construir fuerzas
preparadas para misiones alrededor del mundo, como las actualmente desplegadas
en Afganistán y Serbia, entre otros países. La reforma de la UE, por su parte,
ambiciona la incorporación de nuevos miembros –de Europa del Este, en
particular–, lo que terminaría por minar el poder ruso en su área de influencia. Sin
embargo, Estados Unidos auspicia particularmente la incorporación de Turquía32.
Desde la Guerra de Corea, Turquía ha sido un importante aliado de Estados Unidos
en la región, y si bien posee una privilegiada posición geoestratégica, presenta una
debilidad importante: podría caer presa de una ola de islamismo33. En virtud de
esto, y advirtiendo el importante rol “democratizador” que ha tenido la UE en
Europa del Este, Estados Unidos está interesado en la incorporación de Turquía a
la UE, a pesar de que sea una incorporación resistida por los europeos y que
llevará sus largos años.
En suma, Europa representa para Estados Unidos el aliado más valioso que
podría tener. Comparten valores, una cultura común y visiones similares sobre los
grandes desafíos globales. Sobre esta alianza se asienta la estabilidad occidental, y
podría estructurarse, con la suma de otras potencias regionales, la tan ansiada
estabilidad internacional. La nueva administración norteamericana pues, deberá
apuntalar esta alianza, reparando los desdenes que protagonizó durante el
gobierno de Bush. El futuro de ambos –Europa y Estados Unidos– depende de ello.
América Latina
En el marco de la Guerra Fría, los vínculos América Latina-Estados Unidos
estuvieron caracterizados por acuerdos bilaterales y acciones de carácter
político34, como las intervenciones o el apoyo norteamericano a regímenes
dictatoriales. Sin embargo, en los años que siguieron al fin del mundo bipolar, fue
ganando predominancia el aspecto económico, tanto a nivel interno de la
superpotencia, como en sus proyectos de política exterior. Así, Estados Unidos
diseñó, para su tradicional área de influencia –o “patio trasero” como se nos ha
presentado en numerosas ocasiones–, un proyecto económico que fue lanzado en
el gobierno de Bush padre.
32 RICE, Condoleezza. Rethinking the National…, cit. 33 Cfr. BRZEZINSKI, Zbigniew. El Dilema de EE.UU..., cit., pp. 85-87. 34 SASTRE, Angelo. El ALCA y la política neoliberal: ¿hegemonía y dominación en América Latina?,
CLACSO, 2004, p. 7, http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/alca/Angelo%20Sastre.pdf
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [29]
A fines de los ’80, América Latina sufría la crisis de la deuda externa que había
comenzado en 1982 con la imposibilidad de México de honrar sus obligaciones de
pago. A dicha crisis intentaron enfrentarse un buen número de planes de
renegociación de la deuda, pero todos fracasaron por diversos motivos. Así, en
1989, se impulsa el llamado Plan Brady propuesto por el Secretario del Tesoro de
los Estados Unidos y llamado así en “honor” a su nombre35. Este plan, que no
contaba con el apoyo de los bancos acreedores, terminó por fracasar y un año
después, en un contexto neoliberal y en un desesperado intento de dar respuesta a
una crisis que ya llevaba ocho años, Bush padre lanzó la “Iniciativa para las
Américas”. La “Iniciativa para las Américas” tenía por objeto revertir el impacto
negativo de la crisis de la deuda a partir de un incremento del comercio y las
inversiones en la región. Esta iniciativa, posteriormente, se fue desenvolviendo en
las administraciones de Bush padre y de Clinton, y se acordó como objetivo último
la conformación de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) para el año
2005. Para dicho año, en Mar del Plata (Argentina), los intentos de instituir una
zona de libre comercio quedaron definitivamente truncos, y es que después de los
triunfos de Chávez, Lula y Kirchner en la región, América Latina experimentó un
cambio político respecto de Estados Unidos y sus intereses –aunque este cambio
sea planteado en un nivel, según nuestro parecer, sólo retórico–.
Desde entonces, las relaciones América Latina-Estados Unidos han sido tibias,
y la superpotencia ha concentrado su interés en países muy puntuales como
México (su socio latinoamericano en el NAFTA), Colombia (su principal aliado en la
región y en la “guerra contra el terrorismo”), Chile (con quien ha firmado un TLC) y
Brasil (los recientes acercamientos se han visto propiciados por el interés de
ambos en la generación de fuentes alternativas de energía como el etanol). De igual
modo, Estados Unidos ha emprendido en la región una política de “bilateralismo” a
partir de la firma de TLCs, socavando con ello las bases territoriales de los bloques
ya existentes en la región, e imposibilitando la consolidación de iniciativas como el
UNASUR –ya, de por sí, débiles–. Sirva, a modo de ejemplo, la mención de los TLCs
firmados con Perú y Colombia (miembros de la CAN) y los que posiblemente se
firmen con Paraguay y Uruguay (ambos son los socios menos beneficiados por el
bloque comercial que integran: el MERCOSUR).
De cualquier modo, Estados Unidos ha privilegiado en la región
latinoamericana iniciativas económicas centradas en su propio interés, olvidando
35 Para ampliar esta somera referencia, cfr. VIDAL VILLA, José M.; MARTÍNEZ, Javier. Economía Mundial, Madrid, McGraw-Hill, 1995, p. 374 y ss.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [30]
la importancia geoestratégica de América Latina y los históricos vínculos socio-
políticos que la ligan a ella. Esto, desde luego, ha tenido sus consecuencias.
Mientras que Venezuela se ha vinculado con países como Rusia, Bielorrusia e Irán,
Perú, Chile, Ecuador (países con salida al pacífico), Brasil y México (que sufre,
desde hace tiempo, las consecuencias negativas del NAFTA), mantienen crecientes
relaciones con China. Por su parte, Brasil no pierde oportunidad para posicionarse
como líder regional, y esto le ha llevado a privilegiar relaciones con otras potencias
emergentes como Rusia, India y China en el grupo de mercados BRIC; Japón,
Alemania e India en el grupo G-4 (aspirantes a un asiento permanente en el
Consejo de Seguridad); y México, Sudáfrica, India y China en su calidad de
invitados a la sesiones periféricas del G-8.
Frente a este creciente protagonismo de Brasil, Estados Unidos parece no
hacer nada. Brasil, desde luego, no representa peligro alguno para la
superpotencia, pero siempre la política norteamericana ha preferido seguir de
cerca a las potencias emergentes con ánimos de prevenir… antes que lamentar. En
los ’90, Brasil fue controlado de cerca con la alianza Estados Unidos-Argentina,
pero las recientes diferencias entre ambos han dificultado esta estrategia. La nueva
administración en el país del norte deberá rever esta política de “desatención
benigna” respecto de América Latina. El mundo de las próximas décadas,
seguramente, estará liderado por una potencia de Asia. En este sentido, es
oportuno y necesario fijar la atención en dicha región. Pero un interés excesivo en
Asia, que haga olvidar a América Latina, sería un error imperdonable. Potencias
asiáticas como China e India, podrían pertrecharse a partir de alianzas con países
latinoamericanos; Europa podría aprovechar el “letargo” estadounidense para
afianzar sus relaciones con una región con la que comparten lazos históricos,
culturales y comerciales; y la presencia de Rusia en un área de indiscutible
influencia norteamericana podría poner en duda el supuesto liderazgo de Estados
Unidos en el hemisferio occidental.
Aún si no saliera de Latinoamérica el próximo líder mundial, sería ésta una
región de creciente importancia en muchas esferas (migraciones, recursos
naturales y energéticos, crimen transnacional, narcotráfico, terrorismo, entre
otros). América Latina no puede –ni debe– ser olvidada ni descuidada. La actual
Secretaria de Estado, Hillary Clinton, probablemente trabaje en ese sentido…
después de todo fue ella quien escribió:
At our peril, the Bush administration has neglected our neighbors to the south. We
have witnessed the rollback of democratic development and economic openness in parts
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [31]
of Latin America. We must return to a policy of vigorous engagement; this is too critical a
region for the United States to stand idly by. We must support the largest developing
democracies in the region, Brazil and Mexico, and deepen economic and strategic
cooperation with Argentina and Chile. We must also continue to cooperate with our allies
in Colombia, Central America, and the Caribbean to combat the interconnected threats of
drug trafficking, crime, and insurgency. Finally, we must work with our allies to provide
sustainable-development programs that promote economic opportunity and reduce
inequality for the citizens of Latin America36.
África
África, en muchos sentidos, es el “continente olvidado”. Es el más pobre del
mundo –América Latina es el más desigual–; el que sufre la mayor cantidad de
conflictos armados interestatales; y el que se ha enfermado más gravemente con
pandemias como el HIV/Sida y la malaria. Desde luego, Estados Unidos podría
desentenderse más fácilmente del “continente negro” que de América Latina. Sin
embargo, no sería conveniente. Lo ideal sería que Estados Unidos se
comprometiera con la desastrosa situación humanitaria de África, pero no por una
pretensión estratégica sino con un ánimo solidario. Sin embargo, como un lector
realista podrá suponer, la cooperación siempre tiene intereses ulteriores, y las
acciones que se llevan adelante en África no escapan a esta regla.
En primer lugar, el interés norteamericano en África se deriva del hecho de
que el “continente olvidado” es una fuente importantísima de recursos naturales y
petróleo, explotados a menudo por multinacionales con capitales norteamericanos.
Debido a este interés, Estados Unidos ha trabajado en el cese de conflictos
africanos o en la “promoción” de algunos de ellos –vía inacción, por ejemplo– de
acuerdo a su conveniencia. Sin embargo, tras el 11-S, la superpotencia ha advertido
que la existencia de conflictos virulentos no son sólo una fuente de
desestabilización regional, sino también un peligroso caldo de cultivo para el
accionar de terroristas. Desde el cuerno de África, por ejemplo, se planearon los
atentos terroristas a las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania (1998), y
hay indicios de que células terroristas de Al-Qaeda operan todavía en esa región.
Desde entonces, Estados Unidos ha estado “comprometido” –al menos
discursivamente– con la promoción de la democracia en África, y ha condenado
enérgicamente el resurgimiento de conflictos como el de República Democrática
del Congo y Sudán.
36 Cfr. RODHAM CLINTON, Hillary. Security and…, cit.
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [32]
En segundo lugar, Estados Unidos no puede dejar de interesarse en África,
porque China ha avanzado pasmosamente en dicho continente, desde hace una
década aproximadamente, y esto podría servir ulteriormente a los intereses chinos
de constituirse en una gran potencia.
La relación sino-africana comenzó por el interés de China de obtener recursos
naturales en África pero, sobre todo, recursos energéticos. A medida que crecía la
gran maquinaria productiva china, todo hizo pensar que se generaría un cuello de
botella en relación a la necesidad de energía y la capacidad de producirla.
Igualmente, los mercados africanos se constituyeron en mercados ideales para
ganar presencia en ellos sin demasiado control y requerimientos de calidad. Pero
el principal objetivo ha sido el de <<invertir e introducirse allí donde EE.UU. y las
compañías privadas de occidente no quieren ir>>37. En pocas palabras, China
pretende ganar terreno e incrementar su poder real en una región del globo fuera
de Asia.
Ante esta situación, Estados Unidos, que ha comenzado a preocuparse, ha
respondido con la creación del AFRICOM (United States Africa Command) en 2007,
un mando regional para África que cuenta con una importante cantidad de bases
en diversos países y que prioriza los intereses norteamericanos en un contexto de
pos Guerra Fría (fortalecer la democracia en países pivotes como Nigeria y Kenia;
afianzar el rol de la UA; brindar apoyo a las misiones de las Naciones Unidas con
efectivos y personal estadounidense, etc.). A todas luces, el objetivo prioritario del
AFRICOM parecería ser la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, y tal como
sugiere el investigador del Real Instituto Elcano, David García Cantalapiedra, <<el
objetivo prioritario a largo plazo en la política exterior de EE.UU. en África es la
seguridad del abastecimiento petrolero y gasístico>>38.
África es el claro ejemplo de que ninguna región del mundo es lo
suficientemente insignificante o pobre como para dejar de ser considerada. Al igual
que en el caso de América Latina, África puede ser, en el mediano o largo plazo, el
escenario geoestratégico en el que se diriman las futuras potencias del globo. Por
esta razón, Estados Unidos debe atender con especial consideración lo que suceda
o deje de suceder en África. De esta manera, la cooperación será un elemento clave
37 GARCÍA ENCINA, Carlota. La política africana de Pekín: ¿oportunidad o amenaza?, Real Instituto Elcano, 2006, http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_ CONTEXT=/Elcano_es/Zonas_es/Africa+Subsahariana/ARI+27-2006
38 GARCÍA CANTALAPIEDRA, David. La creación del AFRICOM y los objetivos de la política de EEUU hacia África: gobernanza, contraterrorismo, contrainsurgencia y seguridad energética, Real Instituto Elcano, 2007, http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_ CONTEXT=/Elcano_es/Zonas_es/Africa+Subsahariana/ARI+53-2007
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para ganar mayor presencia en ese rincón del globo. No obstante, ninguna ayuda
de la superpotencia a África será exitosa o beneficiosa si no contribuye a arrancar
de raíz los pandémicos problemas que azotan desde décadas a los africanos: la
pobreza, las guerras civiles, el nepotismo, el tráfico de armas, el saqueo de recursos
naturales, las epidemias y los genocidios. Es hora de que Estados Unidos
comprenda, aunque sea guiado por una racionalidad pragmática, que la
“cooperación” que se presta con el único objetivo de beneficiar los propios
intereses nunca llega a buen puerto. No es extraño, pues, que el actor perjudicado
en una relación asimétrica busque un nuevo socio: como en este caso, que África
encontró a China.
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CONSIDERACIONES FINALES
a intención que ha guiado el presente trabajo ha sido la de exponer que
Estados Unidos, que hasta el momento ha sustentado su política exterior
sobre el unilateralismo, la hegemonía coercitiva y el hard power, podría
verse ante una pérdida de liderazgo global sin precedentes y sin retorno. En un
mundo como el actual, con crecientes y preocupantes problemas, es fácticamente
imposible que un solo Estado, por más poderoso que sea, los resuelva a todos.
Tampoco podrían hacerlo su poderío militar, su hábil diplomacia, o su presencia
efectiva en todos los rincones del planeta. Y si bien, por el momento, no existe
alternativa realista posible al poder norteamericano, sería un error que la
dirigencia estadounidense condujera a su país encandilada por lo que Nancy
Soderberg, una antigua diplomática de la administración Clinton, llamó “el mito de
la superpotencia”39.
Estados Unidos es un país indispensable para el mundo. Ninguno de nosotros
podría llegar a imaginar lo que se sucedería tras una repentina y virtual
desaparición de la superpotencia. Pero de igual manera, el mundo “es
indispensable” para Estados Unidos. Una superpotencia perseguida por la idea de
su propia seguridad, su propio bienestar y sus propios intereses, acabaría
aislándose del mundo y sus problemas, y no tardaría en padecer prontamente las
consecuencias.
Y es precisamente porque Estados Unidos depende del mundo que deberá
pensar su gestión de alianzas con el resto de los países y continentes que lo rodean.
Sobre este punto nos hemos extendido en las anteriores anotaciones, si bien somos
conscientes de que no hemos hecho plena justicia con las problemáticas aquí
expuestas, a las cuales hemos tratado con la brevedad que nos obliga la extensión
del escrito.
Barack Obama, hace pocas semanas, asumió la presidencia de los Estados
Unidos. Uno de los lemas principales de su campaña fue Change, y eso es
precisamente lo que la política exterior de su país necesita, por el bien propio y por
el del resto del mundo. Norteamérica debe pensar muy bien lo que debe hacer en
los próximos años. ¿Seguirá con una política exterior mesiánica como la de Bush o
39 SODERBERG, Nancy. El mito de la superpotencia. Uso y abuso del poder, Bs As., El Ateneo, 2005, 1ª ed. Trad. esp. a cargo de Julio A. Sierra.
L
El costo de la HEGEMONÍA ⋅ [35]
cambiará su dirección en un sentido más “democrático” y “solidario”?, ¿conducirá a
su país con una hegemonía cooperativa, benevolente o con una HEGEMONÍA
coercitiva y dominante?, ¿gestionará sus asuntos haciendo uso del hard power, o
combinará éste con el soft power en virtud de una “inteligencia contextual”?
A Estados Unidos le espera la respuesta a gran dilema: ¿dominación o
liderazgo?, ¿hegemonía o HEGEMONÍA? La reciente decisión de Obama de
suspender los juicios en la prisión de Guantánamo, es un gesto correcto, que de
concluir con el cierre de la impopular prisión, podría traducirse en el entierro del
símbolo de la HEGEMONÍA que caracterizó a la “era Bush”. Después de todo,
Estados Unidos era sinónimo de Estatua de la Libertad, y no de Prisión de
Guantánamo.
Franklin D. Roosevelt supo sentenciar: <<Hemos aprendido que nuestro
propio bienestar depende del bienestar de países lejanos>>. Nosotros,
modestamente apuntamos: no se puede promover la guerra sin tener que sufrirla a
posteriori en carne propia; no se puede exportar terror sin llegar a conocerlo luego
del modo más atroz; y no se puede actuar despóticamente sin encontrar una
ulterior y feroz resistencia. Así es el mundo, así es el hombre, y Estados Unidos
tendrá que advertirlo si es que quiere conservarse sin ser la víctima de un colapso
de su propia hegemonía y de otro lamentable, y tristemente célebre, 11-S. �
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UCC | Facultad de Ca. Política y RR.II. – Cátedra de Política Internacional Jean Monnet | 2009