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III Congreso Latinoamericano de Historia Económica y XXIII Jornadas de Historia Económica Simposio 1: Fiscalidad y poder en la construcción del Estado en la región Atlántica en el siglo XIX: Un enfoque comparado de teorías y prácticas fiscales. Sitio web: http://www.aahe.fahce.unlp.edu.ar/Jornadas/iii-cladhe-xxiii-jhe/ San Carlos de Bariloche, 23 al 27 de Octubre de 2012 - ISSN 1853-2543 1 El costo fiscal de la guerra. Los gastos militares en la provincia de Tucumán entre 1816 y 1820. María Paula Parolo Instituto Superior de Estudios Sociales (UNT-CONICET) [email protected] Introducción La centralidad de la guerra en la historia del actual norte argentino durante las primeras décadas pos-independientes, es un hecho innegable. Las luchas por la independencia en Hispanoamérica, se desataron en un contexto global de guerra. Europa estaba sumida en un conflicto bélico desde la expansión Napoleónica. En este contexto bélico, la noticia de la decisión tomada en el cabildo de Buenos Aires en mayo de 1810 desató, en la resistencia española, una fuerte reacción. Desde Sevilla se enviaron tropas para sofocar la revolución y se emitió la orden a las fuerzas realistas apostadas en Lima y en Montevideo, para que se organizaran y enfrentaran a la Junta de Buenos Aires. A la decisión política tomada por el cabildo le siguió, entonces, la inmediata formación de ejércitos. La necesidad de adhesión del resto del virreinato a la decisión del cabildo de Buenos Aires puso de manifiesto el desdoblamiento del proceso revolucionario en dos planos: el político y el bélico. La Primera Junta tomó, entonces, dos medidas casi simultáneas: enviar una circular a cada uno de los cabildos del interior para que enviasen diputados y se sumaran o adhiriesen a la Revolución, por un lado, y la organización de expediciones militares al Paraguay, Montevideo y Alto Perú, donde las posibilidades de adhesión resultaban dudosas por la fuerte presión y concentración de fuerzas realistas. Así se abrieron dos frentes de Batalla el Este y el Norte. Tras los tempranos fracasos militares en el primero de ellos, las fuerzas se concentraron y reforzaron en el segundo, cobrando este último (y por ende la región) un trascendente protagonismo, por diversas razones. Fue desde el Norte, tras las operaciones del Ejército Auxiliar (desde 1810 hasta 1817) y la acción de Güemes con sus “infernales” (desde 1817 a 1821), el que mantuvo durante más de 10 años la resistencia al avance realista desde el Perú, inmovilizando las tropas enemigas en este frente de batalla, mientras San Martín concretaba su plan

El costo fiscal de la guerra. Los gastos militares en la ... · empréstitos aplicados a los comerciantes locales y transfiriendo algunas obligaciones a la Caja porteña. De 1819

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III Congreso Latinoamericano de Historia Económica y XXIII Jornadas de Historia Económica

Simposio 1: Fiscalidad y poder en la construcción del Estado en la región Atlántica en el siglo XIX:

Un enfoque comparado de teorías y prácticas fiscales.

Sitio web: http://www.aahe.fahce.unlp.edu.ar/Jornadas/iii-cladhe-xxiii-jhe/

San Carlos de Bariloche, 23 al 27 de Octubre de 2012 - ISSN 1853-2543 1

El costo fiscal de la guerra. Los gastos militares en la provincia de

Tucumán entre 1816 y 1820.

María Paula Parolo

Instituto Superior de Estudios Sociales

(UNT-CONICET)

[email protected]

Introducción

La centralidad de la guerra en la historia del actual norte argentino durante las primeras

décadas pos-independientes, es un hecho innegable. Las luchas por la independencia en

Hispanoamérica, se desataron en un contexto global de guerra. Europa estaba sumida en

un conflicto bélico desde la expansión Napoleónica. En este contexto bélico, la noticia

de la decisión tomada en el cabildo de Buenos Aires en mayo de 1810 desató, en la

resistencia española, una fuerte reacción. Desde Sevilla se enviaron tropas para sofocar

la revolución y se emitió la orden a las fuerzas realistas apostadas en Lima y en

Montevideo, para que se organizaran y enfrentaran a la Junta de Buenos Aires. A la

decisión política tomada por el cabildo le siguió, entonces, la inmediata formación de

ejércitos.

La necesidad de adhesión del resto del virreinato a la decisión del cabildo de Buenos

Aires puso de manifiesto el desdoblamiento del proceso revolucionario en dos planos:

el político y el bélico. La Primera Junta tomó, entonces, dos medidas casi simultáneas:

enviar una circular a cada uno de los cabildos del interior para que enviasen diputados y

se sumaran o adhiriesen a la Revolución, por un lado, y la organización de expediciones

militares al Paraguay, Montevideo y Alto Perú, donde las posibilidades de adhesión

resultaban dudosas por la fuerte presión y concentración de fuerzas realistas.

Así se abrieron dos frentes de Batalla el Este y el Norte. Tras los tempranos fracasos

militares en el primero de ellos, las fuerzas se concentraron y reforzaron en el segundo,

cobrando este último (y por ende la región) un trascendente protagonismo, por diversas

razones. Fue desde el Norte, tras las operaciones del Ejército Auxiliar (desde 1810 hasta

1817) y la acción de Güemes con sus “infernales” (desde 1817 a 1821), el que mantuvo

durante más de 10 años la resistencia al avance realista desde el Perú, inmovilizando las

tropas enemigas en este frente de batalla, mientras San Martín concretaba su plan

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libertador por el Pacífico, atacando por mar, desde el oeste, al bastión realista del Perú.

Además, fue en el Norte donde se produjeron casi el 60% de las batallas por la

independencia sudamericana.1

A pesar de la centralidad de la guerra durante el proceso revolucionario y del enorme

impacto que supuso su paso por las provincias del actual norte argentino, hasta hace

unos años la historiografía rioplatense no había reparado lo suficiente en sus

consecuencias económicas y sociales. Tal vez por la fuerte impronta política del

fenómeno que hizo que fuera analizado desde las perspectivas de la historia política,

institucional o militar; o por los propios altibajos de la historia económica como

disciplina, que hacia los años „70 y „80 perdió el sitio de privilegio que había ocupado

anteriormente, cediendo la primacía en el campo de los estudios históricos a la historia

cultural o, posteriormente, a la nueva historia política.2

Tras el retorno a la democracia en los „80 se abrió (bajo la influencia, entre otros

autores, de José Carlos Chiaramonte y de Tulio Halperín Donghi) una etapa de

renovación historiográfica que colocó a los procesos políticos en clave social. En este

sentido, los avances en el análisis de las guerras por la independencia desde una

perspectiva social, tomaron al Ejército y las milicias como objetos de estudio

privilegiados para comprender los efectos sociales del reclutamiento y del servicio de

armas en la configuración de las sociedades de frontera y en el espacio rural. Por otra

parte, los aportes realizados desde la nueva historia política -que comenzaron a exigir

una detallada revisión de los aspectos militares de la construcción del poder durante el

siglo XIX rioplatense- impulsó la reformulación de los abordajes en torno a la guerra y

su impacto social.3

En sintonía con esta renovación en clave social, también se abrió paso una nueva forma

de mirar los aspectos económicos del pasado superadora de las interpretaciones

deterministas y cuantificadores, a partir de la incorporación de variables cualitativas. En

este sentido la década del „90 marcó un importante avance de los estudios económicos

sobre la revolución hispanoamericana a partir del seminario organizado por Nicolás

1 De las 151 batallas y combates libradas en el Río de la Plata, Chile y Perú, 88 se produjeron en

el Norte (Alto Perú, Jujuy, Salta y Tucumán). (Cfr. Pablo Camogli, 2005) 2 Cfr. Jorge Gelman (2006); Susana Bandieri (2010)

3 Esta línea de análisis demuestra un particular desarrollo en el ámbito bonaerense: Salvatore

(1992, pp. 33 a 45; 2003); Garavaglia (2003, pp. 153 a 187); Cansanello (1998); Fradkin (2001); Gelman

(2002); Ratto (2003). Para el caso de Córdoba, Marcela González (1997).

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Sánchez Albornoz y la posterior publicación de la obra colectiva “Las consecuencias

económicas de la independencia de América Latina”. A este puntapié inicial le

siguieron estudios y publicaciones individuales tendientes a analizar las consecuencias

económicas de la revolución en diferentes espacios hispanoamericanos y al interior del

espacio rioplatense. Así, nuevos actores, nuevas fuentes, nuevas preguntas y nuevos

métodos de análisis están permitiendo reconstruir buena parte de los aspectos

económicos del proceso revolucionario que se hallaban silenciados. La reciente

publicación de la Asociación Argentina de Historia Económica (“La historia económica

y los procesos de independencia en la América Hispana”, 2010) y el número especial

del Boletín Ravignani dedicado al bicentenario de la Revolución de Mayo (2011) dan

cuenta de ello.

Los resultados de estas investigaciones advierten que la desarticulación de las

estructuras económicas coloniales, así como la marcha de los sucesos políticos y de la

guerra, repercutieron de manera diferente en cada uno de los espacios del Imperio

colonial español.

En este marco, el objetivo de esta ponencia es estimar el peso económico que significó

para el fisco de una pequeña provincia mediterránea -ubicada en el corazón del actual

noroeste argentino-, el sostenimiento del Ejército Auxiliar del Perú entre los años 1816

y 1820, momento en el que –según Halperín Donghi- las funciones del ejército apostado

en Tucumán se redefinieron, pasando a constituir una fuerza de retaguardia, mientras el

peso del combate quedaba a cargo de las fuerzas militares de la provincia de Salta.4

Los gastos militares del Ejército del Norte y sus efectos en la economía regional durante

el período previo al aquí estudiado (1810-1817) fue analizado hace ya más de cuatro

décadas por Tulio Halperín Donghi. Seguimos en este trabajo sus hipótesis y criterios

de clasificación de gastos, así como el interés por explorar el desempeño del ejército

como entidad económica-financiera y sus efectos sobre la economía y sociedad regional

que, en este estudio, acotamos al caso tucumano.

Los gastos militares en las cuentas de la Hacienda provincial

El poder central revolucionario y los cabildos, primero, y los Estados provinciales

después, fueron los que definieron las prioridades presupuestarias, diseñaron las

4 Halperín Donghi (1971: 86)

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políticas fiscales y distribuyeron las cargas que corresponderían a cada uno de los

segmentos de la sociedad para sostener la movilización del ejército revolucionario. Por

lo tanto, no es de sorprender que los gastos de guerra y sueldos militares hayan sido las

prioridades del gasto público durante toda la primera mitad del siglo XIX.

Estos gastos pueden examinarse a través de los registros contables asentados en la Caja

de la Tesorería de la Provincia. Una vez separada de Salta y creada la provincia de

Tucumán, funcionaron varias Cajas simultáneas, cuya administración centralizó el

Ministro Tesorero local. La “Caja militar” recibía dinero de la “Caja Nacional”,

mientras la “Caja provincial” era manejada por el Gobernador Intendente y recibía el

aporte de las Cajas menores de Santiago del Estero y de Catamarca. La existencia de

estas tres cajas creó problemas de índole administrativo ya que el gobierno provincial

libraba pagarés o recibos a saldar por la Caxa Nacional, pero estos fondos (que

provenían del gobierno central) llegaban de manera irregular y de acuerdo a las

vicisitudes de la guerra. Según el estudio de Ramón Leoni Pinto, entre 1814 y 1819, la

Caja de Tucumán asumió un rol protagónico y logró financiar los gastos vinculados al

traslado de la tropa de Domingo French al norte y la atención de la tropa que se radicó

en la provincia de Tucumán, luego de la derrota de Sipe-.Sipe. Lo hizo merced de los

empréstitos aplicados a los comerciantes locales y transfiriendo algunas obligaciones a

la Caja porteña. De 1819 a 1825, tras el traslado del Ejército Auxiliar del Perú a Buenos

Aires los gastos del gobierno local habrían sido menos gravosos. Resulta muy difícil,

empero, contabilizar el envío de los “fondos nacionales” desde los registros contables

de las ciudades que los recibieron, probablemente deba hacérselo desde la “caxa de

Buenos Aires”, que era la que los enviaba. La falta de reglas para normar las relaciones

entre las cajas hizo muy engorroso y poco claro el sistema de los registros contables, ya

que mientras las normas establecían que los montos para la guerra provenían del

gobierno central, en la práctica se trataba de adelantos o promesas de pago libradas por

la caja provincial que no siempre fueron saldadas por la “Caxa Nacional”.5 Al respecto,

Halperin Donghi afirma (a partir de datos segmentados de gastos correspondientes

entre 1810-11 y 1815-17) que sólo un 24% de los gastos totales provino de la caja de

5 Leoni Pinto (2007:188-190; 209-216)

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Buenos Aires, el resto se originó en las Caxas de Tucumán y el Alto Perú o en

préstamos y donaciones de corporaciones regionales.6

En efecto, los registros contables de la Hacienda de Tucumán dan cuenta de que entre

esos años casi el 60% del gasto público fue destinado a gastos militares, porcentaje que

fue variando según las diferentes coyunturas por las que atravesó la guerra y los

ingresos del erario tucumano.7 Durante el período que nos ocupa los gastos militares

representaron el 62% del total de egresos del fisco (gráfico 1). Entre ellos se

discriminaban los sueldos (que absorbían sólo el 23% del total de gastos) y los “gastos

militares” que correspondían al 39% del total de erogaciones del erario provincial.

Gráfico 1

Composición de gastos de la Hacienda provincial. Tucumán, 1816-1820

Sueldos Militares

23%

Gastos Guerra

39%

Sueldos Hacienda

7%

Sueldos Políticos

13%

Otros gastos*

18%

Gastos militares

62%

Fuente: Cuadro Nº 1 (Anexo)

Un análisis diacrónico permite advertir que el porcentaje varió de un año a otro (gráfico

2) resultando el año 1816 el de mayor gastos de guerra (75% del total de egresos),

seguido por los años 1819 y 1820 en los que se destinó alrededor de un 73% y de un

69% de los gastos – respectivamente- al rubro militar, superando en los tres casos la

media porcentual del período (62%). Durante 1817 y 1818, por el contrario, el

6 Halperin Donghi (1972:98)

7 Una primera aproximación al estudio de los gastos de guerra durante la primera mitad del siglo

XIX en Parolo y Macías (en prensa)

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porcentaje de gastos se encontró por debajo de la media del período con un 43% y un

59%, respectivamente.

Gráfico 2

Evolución de gastos de la Hacienda provincial. Tucumán, 1816-1820

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

1816 1817 1818 1819 1820

Sueldos Hacienda Sueldos Políticos Otros gastos* Gastos Guerra Sueldos Militares

Fuente: cuadro Nº 1 (Anexo)

Podríamos adjudicar estas variaciones a diferentes factores. Por un lado a los vaivenes

de los triunfos y derrotas del ejército patriota en la frontera Norte que, junto con las

legiones de “infernales” de Güemes, se hallaban subsumidas en una verdadera guerra de

desgaste y saqueo de recursos entre ambos bandos y demandaban aprovisionamiento a

la retaguardia apostada en Tucumán.8

Por otra parte, podríamos explicar estas fluctuaciones por cuestiones financieras locales,

es decir, según la disponibilidad de recursos en las arcas provinciales. En este sentido,

resulta útil examinar la evolución de los ingresos fiscales de la provincia entre 1816 y

1820 (gráfico 3), en la que se advierte un comportamiento similar al que observáramos

en la evolución de gastos. Si desagregamos los gastos de guerra, observamos que si

bien mantienen la misma línea de tendencia que la de los gastos totales y la de los

ingresos, parecen mantener una mayor regularidad, sobre todo en los momentos de baja

8 En las planillas de gastos de guerra se encuentran registrados reiterados envíos de carretas con

municiones, fusiles, aparejos y como ganado para las tropas de Salta. Asimismo se consignaron varios

envíos de “artículos varios” para “gratificar al pueblo chiriguano”, que participó en la guerra de la

independencia alistándose en el Ejército del Norte al mando del general Manuel Belgrano y,

posteriormente, al mando de Manuel Ascensio Padilla y de Juana Azurduy (sobre la historia del pueblo

chiriguano cfr. Thierry Saignes (2007)

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de ingresos (como en 1818) en que las curvas de ingresos y gastos totales desciende

marcadamente, mientras los gastos de guerra parecen haberse mantenido en una suerte

de meseta.

Fuente: Cuadro Nº 2 (Anexo)

Este comportamiento de los gastos de guerra estaría indicando que la economía

provincial durante los años bajo estudio estaba abocada prioritariamente a solventar la

guerra, como lo indicaría, también, la elevada proporción de los gastos bélicos en

relación con el total de ingresos fiscales (gráfico 4).

Gráfico 3

Evolución de gastos e ingresos de la Hacienda Provincial (en $b).

Tucumán, 1816-1820

0

10000

20000

30000

40000

50000

60000

70000

80000

90000

1816 1817 1818 1819 1820

Total Gastos Gª Total Gastos Total Ingresos

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Gráfico 4

Gastos de guerra / Total de ingresos. Tucumán, 1816-1820

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

100

1816 1817 1818 1819 1820

%

Ingresos Gastos guerra

Fuente: Cuadro Nº 2 (Anexo)

En 1816 –año de mayor gasto militar en todo el período– el monto destinado a este

rubro equivalió al 66% del total de ingresos del fisco; en 1817 casi el 44%; en 1818 el

86%; en 1819 el 62% y en 1820 el 48%. Promediando los gastos de guerra del

quinquenio con los ingresos fiscales en igual período, obtenemos que el mantenimiento

del ejército demandaba el 60% de los ingresos fiscales.

El análisis de la composición y evolución de los gastos e ingresos de la Hacienda

provincial permiten confirmar, entonces, que el gasto militar constituyó la prioridad

presupuestaria del gasto público durante los años analizados. Cabe ahora interrogarse en

torno a la composición interna de dichos gastos.

La composición de los gastos de guerra

Sobre los gastos en sueldos militares no disponemos de mayores datos que las cifras

volcadas en los balances anuales de los Libros de Contaduría de la provincia y algunos

registros aislados y poco sistemáticos de montos de dinero entregados a jefes y oficiales

para la distribución entre las tropas “a cuenta” de sus salarios. Tomando los datos de

todo el quinquenio advertimos que las retribuciones (sueldos) absorbían alrededor del

40% del rubro, mientras que el resto (60%) era destinado a gastos de “guerra” (es decir,

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alimentación y vestuario de las tropas, hospital militar, maestranza, artillería, etc.). En

este punto resulta interesante analizar la relación inversa entre los porcentajes obtenidos

para este quinquenio y los manejados por Halperín Donghi para un período anterior.

Entre 1810-1817 los datos proporcionados por las cuentas de la comisaría del Ejército

del Norte hablan de un 59% de recursos destinados a retribuciones de personal militar y

el 41% restante a la adquisición de artículos no militares, retribuciones varias, productos

rurales, etc. Probablemente esta diferencia resida en que los requerimientos de un

ejército en campaña (como lo era el Ejército del Norte entre 1810 y 1815), compuesto

por alrededor de 6000 hombres (que se redujo a 3500 en 1813), demandaba mayores

recursos para sueldos militares que cualquier otro rubro de gastos. A partir de 1816, en

cambio, el Ejército acantonado en Tucumán (conformado por alrededor de 2000

individuos) cumplía una función de retaguardia, lo que explicaría la menor proporción

de gastos en sueldos (40%) y un mayor porcentaje en productos para alimentar y vestir

de la tropa (60%).

En el transcurso del quinquenio, empero, la participación de los sueldos en el total de

gastos militares fue fluctuando entre un mínimo de un 16% en 1817 (año en el que los

gastos de guerra disminuyen respecto del total de gastos fiscales) y un máximo de un

65% en 1819 (uno de los años de mayores gastos militares, después de 1816) (gráfico

5). El peso relativo de las retribuciones fue menor, entonces, durante los primeros años

analizados y se incrementó en los tres últimos.

Gráfico 5

Gastos de guerra y sueldos militares. Tucumán, 1816-1820

0%

20%

40%

60%

80%

100%

1816 1817 1818 1819 1820

Guerra Sueldos

Fuente: Cuadro 1

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A diferencia de los registros de sueldos, los “gastos de guerra”, en cambio, se

encuentran detallada y meticulosamente asentados en planillas que registran las salidas

diarias de dinero. En ellas se anotaba la fecha, el receptor del dinero, el concepto por el

cuál se pagaba y el monto expedido. El análisis general de los datos recuperados para

1816-1820 (gráfico 5) demuestra que el mayor porcentaje estaba destinado a la compra

de productos para la alimentación de la tropa. Más del 30% del presupuesto de guerra en

el quinquenio aludido fue gastado en la compra de reses, maíz, arroz y pan. Los

proveedores de esos productos eran diversos. Encontramos, por una parte, importantes

hacendados que “por contrata” habían pactado con el Estado abastecer regularmente de

reses –al “por mayor”- para el ejército y percibían el pago en cuotas mensuales.9 Otro

grupo de proveedores realizaban ventas de menor cuantía y con menor regularidad. El

maíz y el arroz, en cambio, eran provistos por un número más reducido de distinguidos

comerciantes de la ciudad que también cobraban periódicamente “a cuenta” del total de

la deuda.

En segundo lugar se encontraba la adquisición de útiles o herramientas que

generalmente estaban destinadas a las tareas de maestranza (palos, hierro, leña, carbón,

cueros, madera, etc.). Quienes suministraban los artículos de menor valor (palos, leña,

carbón) generalmente no eran anotados individualmente sino simplemente como “varios

individuos”, o –en otros casos- por su nombre de pila (sin el apelativo “Don”) lo que

permite suponer que se trataba de sectores sociales medios o bajos. Mientras que entre

los vendedores de cueros figuran reconocidos curtidores del medio. Las velas eran

provistas exclusivamente por mujeres.

A pesar de que los sueldos militares se contabilizaban por aparte –como lo analizáramos

oportunamente– entre los gastos de guerra aparecen también “sueldos”,

“gratificaciones” o “auxilios” abonados a algunos individuos (enrolados o civiles,

indistintamente) por tareas puntuales y transitorias como cuidar las mulas del ejército,

llevar un pliego hasta otra provincia, reparar alguna herramienta o para “socorro” en su

viaje de regreso a sus lugares de origen. Estas retribuciones representaban algo más del

10% de las erogaciones de guerra.

9 Por ejemplo Manuel Corbalán que recibía periódicamente “mesada pactada por reses q se le

adeudan” o Doña Isabel Ávila a quien se le abonó durante todo el año 1818 $20 por mes por las reses que

proveía al ejército.

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Muy cerca de este rubro se encontraban los desembolsos por compras de tela, botones,

suelas e hilo para la confección de uniformes. Se trataba de artículos caros que

suministraban los grandes comerciantes de “larga distancia” como Roque Pondal, José

Mur, José Gregorio Aráoz, Tomás Ugarte, etc.

Fuente: Cuadro 3 y 4- Anexo

Otro rubro bastante significativo fue el de gastos en fletes y conducción. El pago a los

troperos por el uso de sus carretas y por la conducción de las mismas dentro de los

límites de la provincia (a Trancas, principalmente, donde se encontraba uno de los

campamentos del Ejército Auxiliar del Perú) y hacia provincias vecinas (como

Catamarca, Salta o Jujuy) llevando municiones, fusiles, alimentos, aparejos o

“desertores”, concentraba el 9% de las erogaciones. La fletaría tenía un gran desarrollo

en la provincia que era una plaza redistribuidora desde tiempos de la colonia. Así, los

principales troperos y carreteros tucumanos como Eduardo Sosa, Pedro Nolasco Ibiri o

Anacleto Gramajo, fueron los principales conductores de útiles, municiones, suelas y

demás productos, especialmente hacia Salta. Otro numeroso grupo de transportistas de

menor talla, se abocaron a la conducción de ganado, soldados o desertores hacia

diferentes destinos.

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El Hospital militar y la compra de ganado (caballar y mular) constituían los rubros

menos onerosos con un 3% y un 4% respectivamente. En ambos casos debemos

considerar la posibilidad de subregistro. En el primero porque no se encuentran

asentados todos los gastos de la sanidad, sino sólo algunos insumos (vendas, mantas,

medicamentos). Respecto del ganado, es notable y llamativo el escaso porcentaje de

compras de mulares y, sobre todo, de caballares teniendo en cuanta la necesidad de

estos últimos para servicio de las tropas. Cabe aquí sospechar que el suministro de los

mismos se realizó a través de las requisas compulsivas que periódicamente -y sin

ningún tipo de registro oficial- eran confiscados por los jefes militares en los diferentes

departamentos de campaña, los que eran luego remitidos al Gobernador, tal como se

explicita en los numerosos reclamos de productores campesinos quienes refieren haber

sido despojados de sus animales bajo amenaza o so pretexto de que no tenían marca.10

En “otros gastos” agrupamos una gran variedad de conceptos que individualmente

tienen muy baja representatividad en el total de gastos pero que, en su conjunto,

alcanzan al 19%. Entre ellos se encuentran las devoluciones de dinero por adelantos

realizados por particulares, pagos por conceptos “varios” sin otra especificación, y –

entre 1818 y 1819- el pago de alquileres de casas de renombradas familias para el

alojamiento de oficiales o para el funcionamiento de distintas dependencias del Ejército

como los hospitales (chico y grande), la proveeduría, la intendencia general o la

imprenta.

La absoluta ausencia de registros de compras de armas merece algunas reflexiones. Este

hecho podría explicarse por la instalación (desde fines de 1810) de una fábrica de fusiles

en Tucumán, la que habría provisto de armas (especialmente carabinas y pistolas) a la

guarnición de esta Plaza y a las huestes en campaña. Esta Fábrica funcionaba con dinero

de la “Caxa Nacional” (aportes directos desde Buenos Aires).11

En efecto, Halperín

10

Sobre el costo material de la guerra y el aporte del pueblo tucumano cfr. Parolo, 2011. 11

Al finalizar el año 1810 se instaló en Tucumán una fábrica de fusiles o de “Armas de Chispa”.

Por iniciativa de su “protector” Clemente Zavaleta quién despertó el ánimo de los vecinos y de las

autoridades centrales con una proclama. En 1811, el Director Francisco Eguren, elevó al poder central un

primer plan para erigir el edificio de la fábrica. En 1812 comenzó a funcionar de manera precaria en el

Convento de San Francisco, pero el avance español obligó a trasladar el material y herramientas de la

fábrica a Santiago del Estero. En abril de 1813 el gobierno central dispuso que la Fábrica fuese llevada al

Convento de Lules, pero el Teniente Gobernador no lo consideró conveniente por la distancia y decidió

establecerla en la ciudad. El proyectado edificio nunca se construyó y la Fábrica fue perdiendo

significación hasta que, en 1819, se trasladaron a Buenos Aires los pocos materiales existentes (Cfr.

Ramón Leoni Pinto, 2007: 79-84)

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Donghi sostiene que en las cuentas de la Caja de Buenos Aires figuran los gastos

realizados no sólo en la capital revolucionaria sino en centros de fabricación de armas y

material de guerra establecidos fuera de ella, como el caso de Tucumán.12

Por otra parte,

existen evidencias de que gran parte del armamento de las tropas revolucionarias se

nutría de las piezas de artillería y municiones arrebatadas al ejército enemigo en cada

una de las contiendas. Estas razones podrían justificar, en parte, por qué no se consignan

entre los gastos de guerra las erogaciones en concepto de adquisición de armamento.

El peso relativo de los distintos rubros de gastos descriptos anteriormente fluctuaron

año a año (gráfico 6).

Gráfico 6

Evolución de los gastos de guerra por rubro. Tucumán, 1816-1820

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

1816 1817 1818 1819 1820

Otros gastos

Útiles/herramientas

Transporte

Vestuario

Hospital

Ganado

Retribuciones

Alimentación

Fuente: Cuadro 3 y 4 - Anexo

De la lectura del gráfico precedente puede advertirse que en los dos primeros años

analizados los gastos se encontraban distribuidos de manera más equilibrada entre los

distintos rubros, aunque se destacan en 1816 el de alimentos y retribuciones y “otros

gastos” (conformado mayormente por devolución de dinero adeudado por el Estado) en

1817. En el año siguiente el rubro alimentación se incrementa notablemente junto con el

de herramientas o útiles (artículos no específicamente militares). Los dos últimos años,

en el que el Ejército Auxiliar comienza a desmembrarse y buena parte de las tropas

abandona la provincia para alinearse en los ejércitos de los caudillos provinciales que

12

Halperín Donghi (1972:92).

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comienzan a enfrentarse en el marco de las luchas civiles,13

los gastos vuelven a mostrar

una distribución más equilibrada en la que la alimentación, las retribuciones y las

herramientas aparecen como los principales. Tal vez se trate de los rubros más

significativos para el mantenimiento de un ejército que está apostado como retaguardia,

en un estado de escasa movilización ya que el frente de batalla se encuentra bastante

distante. La Fábrica de Fusiles prácticamente ya no funcionaba, los fletes disminuyeron

ya que el transporte de municiones y útiles para las tropas salteñas resultaban cada vez

menos frecuentes, desaparecieron los pagos por alquileres a casas de particulares (“otros

gastos”), del mismo modo que los gastos en el Hospital militar que parece haber

reducido notablemente su función.

Alimentar, vestir, abastecer y otorgar retribuciones “extras”, a los soldados y oficiales

de este paralizado Ejército apostado en Tucumán, podría haber sido una de las

estrategias del Estado provincial para evitar (o combatir) la deserción y el proceso de

disgregación de la fuerza militar que ya comenzaba a vislumbrarse a partir de 1814 y

1815, cuando la situación en la provincia se tornó crítica tras la llegada de soldados

derrotados en Vilcapugio y Ayohuma y la de desertores que “habrían inundado la

ciudad”.14

Situación que –como adelantáramos- se agravó hacia 1819.

En palabras de un contemporáneo: “Han desertado muchos, de cien y de cincuenta,

(todos) con armas. No sabemos [...] en qué pararán estas fiestas ni que fin tendrán”.15

A modo de conclusión

La exploración preliminar sobre los gastos de guerra hasta aquí realizada permite

advertir que el asentamiento del Ejército Auxiliar del Norte demandó hombres, bienes,

servicios y recursos alterando el orden social y económico de esta provincia. A la luz de

las cifras analizadas no parece exagerado afirmar que a partir de 1811 Tucumán vivió

para la guerra. Una guerra que exigió del aporte de recursos locales ya que las partidas

de dinero provenientes del gobierno “central” llegaban a un ritmo lento e irregular que

13

En enero de 1820, el Ejército del Norte prácticamente ya había abandonado la provincia de

Tucumán y “deambulaba por las campañas de Córdoba y Santa Fe” donde se sublevó contra su jefe, el

General Francisco Fernández. En esa oportunidad el General José María Paz apoyó dicha sublevación y

le escribió desde Córdoba al General Javier López (uno de los hombres más importantes de la conducción

de la “República del Tucumán” implantada por Bernabé Aráoz) haciendo referencia a esta disgregación

producto de la altísima deserción que comenzó a registrarse en sus filas (Carta del General Paz a Javier

López, AHT, SA, Vol. 27, años 1818-1819, ff. 6-7.) 14

Leoni Pinto (1996:74) 15

Carta de Diego León Villafañe a Ambrosio Funes, 29-XII-1814 (en Leoni Pinto, 1996:73)

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colisionaba con las urgencias de abastecimiento de las tropas. Así, en el quinquenio

estudiado, más del 60% del presupuesto provincial se destinó a este fin.

La composición interna de las erogaciones revela, asimismo, el predominio de gastos en

sueldos militares que, junto con los “auxilios” o “gratificaciones” (que fueron

contabilizados por separado) dan cuenta de un importante drenaje de dinero hacia un

amplio sector de la sociedad (oficiales y soldados, peones, jornaleros y artesanos). El

pago por servicios (como el alquiler de viviendas o el pago de fletes) constituyó otra

importante salida de numerario hacia los bolsillos de otro segmento de la sociedad

tucumana que interactuó con un nuevo “gran” consumidor: el ejército. Del mismo

modo, las compras de alimentos, telas, cueros, suelas, herramientas, ganado y demás

bienes, convirtieron al Estado provincial -y al Ejército- en una especie de entidad

económica-.financiera que demandaba bienes y dinero a la población local, para

solventar gastos que no llegaba a cubrir con el débil respaldo de una Caja Nacional que

le transfería recursos de manera intermitente y poco regular.

Aplicando la tesis de Halperín Donghi al caso tucumano, entonces, alrededor del 60%

de los gastos de guerra (alimentos, transporte, vestuario, etc.) pusieron al Ejército en

relación con la economía regional, mientras que el 40% restante (destinado a

retribuciones del personal militar) habría aumentado la capacidad de consumo de un

importante sector de la sociedad local. Es decir, la guerra incidió sobre la economía del

área en que actuó mediante la introducción de un nuevo sector consumidor

“institucional” (el propio ejército) y otro individual (oficiales y soldados).16

Efectivamente, los datos hasta aquí examinados permiten corroborar el rol dinamizador

y movilizador del ejército sobre la economía local, pero no nos permite hacer un

balance sobre sus efectos reales, ya que la escasez de metálico, las deudas impagas y la

prolongación de la coyuntura bélica más allá de las guerras de independencia, habrían

cercenado los efectos positivos de su rol como consumidor de bienes y servicios, rol que

no alcanzó para contrarrestar los efectos negativos y devastadores del paso y

permanencia de la guerra en la región.

En el corto plazo, la desestructuración económica producida por la interrupción del

tradicional funcionamiento de los circuitos comerciales, la prolongada presencia del

Ejército Auxiliar del Norte, el alistamiento de los hombres en las filas del ejército, el

16

Halperín Donghi (1972: 99)

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elevado costo fiscal de la guerra y la acción demoledora de las tropas, dejaron a la

economía de la provincia un estado financiero desesperante, un importante segmento de

las clases mercantiles diezmadas y el stock ganadero prácticamente agotado. Una

verdadera “orgía de destrucción de la riqueza colectiva”, como calificó Halperín Donghi

al devastador paso de la guerra por las provincias del norte.17

Si analizamos los efectos en el largo plazo y en un marco espacial más amplio, luego de

1810 las cosas cambiaron dramáticamente al producirse ritmos de crecimiento muy

disímiles en las regiones, a la vez que un amplio conjunto de provincias permaneció

estancado o en declive por largos períodos. No parecen haber sido cuestiones culturales

o institucionales las responsables de esas distancias o divergencias. El gran

distanciamiento entre el crecimiento de Buenos Aires y el litoral respecto del interior y,

sobre todo, el atraso del viejo Tucumán colonial, se explica –según Jorge Gelman- por

el cambio del paradigma económico.18

Por un lado la demanda atlántica y la capacidad

de producir ganado para exportar; en segundo término el costo de los fletes terrestres; en

tercer lugar el control de la Aduana por parte de Buenos Aires y, finalmente, y por sobre

estos tres aspectos antes mencionados: la guerra. Aunque esta última no constituyó un

factor de tipo estructural como los anteriores, su profundidad y duración alteró de

manera significativa la capacidad de algunas regiones de aprovechar las oportunidades

que ofrecía el nuevo modelo económico.

En efecto, uno de los principales factores que permitió el temprano crecimiento de

Buenos Aires fue, justamente, no haber sido escenario principal de guerra. Si bien las

guerras afectaron a todos los territorios, los reclutamientos masivos de soldados y los

requerimientos de recursos para solventarla cayeron con mucha mayor fuerza sobre los

frentes de batalla y, entre ellos, el Norte fue el más prolongado en el tiempo y con las

contiendas más duras.19

La centralidad del Norte como frente de resistencia contra las

fuerzas realistas potenció la presión sobre la región, que cargó con el sostenimiento

material de la guerra, peso que recayó sobre las exiguas Haciendas locales y sobre la

castigada población de las provincias “de arriba”.

17

Halperín Donghi (2010:35) 18

Gelman (2010) 19

Fue allí donde se libraron casi el 60% de las batallas por la independencia sudamericana: 88 se

produjeron en el Norte (Alto Perú, Jujuy, Salta y Tucumán); 12 en el Este (4 en Paraguay, 8 en la Banda

Oriental); 7 en el Mar (5 en Río de la Plata y 2 en el Pacífico); 38 entre el Cruce de los Andes, Chile y

Perú; y 6 en los actuales territorios de Bolivia y Ecuador (Camogli, 2005)

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En definitiva, podríamos arriesgarnos a decir que la guerra parece haber signado dos

destinos divergentes para el Norte: desde el punto de vista político y militar colocó a la

región en un lugar decisivo, de gran protagonismo, centro neurálgico de operaciones y

resistencia al avance realista. Sin embargo, el peso del costo material y humano que

supuso este protagonismo, signó un destino de estancamiento, atraso, despoblamiento y

emigración. “Tal vez, el lugar más postergado en el juego de los desequilibrios

regionales que marcaron el camino del progreso económico y social argentino”

(Gelman, 2010).

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ANEXO

Cuadro 1. Gastos de Hacienda. Tucumán, 1816-1820 (en $b)

1816 1817 1818 1819 1820 TOTAL

Sueldos Hacienda 3.969,3 4.273 3.518,5 3.384,1 924,4 15.144,9

Sueldos Políticos 6.138,6 12.661,2 3.576,2 5.054,2 3.027,7 27.430,2

Otros gastos* 6.998,4 16.605,3 9.986,8 4.676,4 2.838 38.266,9

Gastos de Guerra 39.663,5 21.344,1 13.562,1 12.217,4 10.254,6 86.787,1

Sueldos Militares 11.810,4 4.296,1 11.230,7 22.892,1 4.618,5 50.229,3

Total gastos militares 51.473,9 25.640,2 2.4792,8 35109,5 14.873,1 137.016,4

Total Gastos 68.580,2 59.179,7 4.1874,3 48224,2 21.663,2 217.858,4

Fuente: Elaboración propia según Libros Mayores de Contaduría, Tomos I (1816-1818) y II (1818-1820). Sección Hacienda, Archivo Histórico de Tucumán.

Cuadro 2. Gastos e ingresos en la Hacienda de Tucumán, 1816-1820 (en $b)

Años 1816 1817 1818 1819 1820

Total Gastos Gª 51.473,9 25.640,2 24.792,8 35.109,5 14.873,1

Total Gastos 68.580,2 59.179,7 41.874,3 48.224,2 21.663,2

Total Ingresos 78.096,4 59.233,4 28.793,8 56.236,9 30.728,8

Fuente: Elaboración propia según Libros Mayores de Contaduría, Tomos I (1816-1818) y II (1818-1820). Sección Hacienda, Archivo Histórico de Tucumán.

Sitio web: http://www.aahe.fahce.unlp.edu.ar/Jornadas/iii-cladhe-xxiii-jhe/

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Cuadro 3. Composición de los gastos de guerra por año y por rubro (en $b). Tucumán, 1816-1820

Rubros de gastos 1816 1817 1818 1819 1820 TOTAL

Alimentación 9349 4682 6819 4278 3663 28791

Retribuciones 5745 388 517 2071 1710 10431

Ganado 1576 986 58 138 450 3208

Hospital 1272 870 s/d 197 172 2511

Vestuario 3981 1250 304 2262 1195 8992

Transporte 4871 1950 370 579 341 8111

Útiles/herramientas 3197 2198 1847 2074 2638 11954

Otros gastos 6063 9853 1493 221 s/d 17630

TOTAL* 36054 22177 11408 11820 10169 91628

Fuente: Elaboración propia según Libros Mayores de Contaduría, Tomos I (1816-1818) y II (1818-1820). Sección

Hacienda, Archivo Histórico de Tucumán.

* Las diferencias entre los totales de gastos de guerra aquí consignados y los volcados en el cuadro 1 se deben a problemas de registro de las fuentes. En el cuadro 1 utilizamos los totales de los balances generales de gastos anuales registrados en los Libros Mayores de Contaduría, mientras que en este cuadro trabajamos con los datos de las planillas de gastos parciales desagregados por rubros, cuya sumatoria no coincide con los resultados de los balances generales de los libros de Contaduría.

Cuadro 4. Composición porcentual de gastos de guerra por año. Tucumán, 1816-1820

Rubros de gastos 1816 1817 1818 1819 1820 TOTAL

Alimentación 25,9 21,1 59,8 36,2 36,0 31,4

Retribuciones 15,9 1,7 4,5 17,5 16,8 11,4

Ganado 4,4 4,4 0,5 1,2 4,4 3,5

Hospital 3,5 3,9 0,0 1,7 1,7 2,7

Vestuario 11,0 5,6 2,7 19,1 11,8 9,8

Transporte 13,5 8,8 3,2 4,9 3,4 8,9

Útiles/herramientas 8,9 9,9 16,2 17,5 25,9 13,0

Otros gastos 16,8 44,4 13,1 1,9 0,0 19,2

TOTAL 100 100 100 100 100 100

Fuente: cuadro3

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Cuadro 5. Porcentaje de gastos de guerra por rubro. Tucumán, 1816-1820

Rubros de gastos 1816 1817 1818 1819 1820 TOTAL

Alimentación 32,5 16,3 23,7 14,9 12,7 100

Retribuciones 55,1 3,7 5,0 19,9 16,4 100

Ganado 49,1 30,7 1,8 4,3 14,0 100

Hospital 50,7 34,6 0,0 7,8 6,8 100

Vestuario 44,3 13,9 3,4 25,2 13,3 100

Transporte 60,1 24,0 4,6 7,1 4,2 100

Útiles/herramientas 26,7 18,4 15,5 17,3 22,1 100

Otros gastos 34,4 55,9 8,5 1,3 0,0 100

TOTAL 39,3 24,2 12,5 12,9 11,1 100

Fuente: cuadro 3