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Guillermo Coronado El Círculo de Cartago. Remembranzas.' l. A cuarenta años de mi incorporación al Círculo, un primer aspecto que se destaca en mis recuerdos es el relativo al manejo de la historia o tradición del Círculo por parte de Roberto Murillo Zamora y Ramón Madrigal Cuadra-. Para decidir sobre cualquier asunto invocaban acuerdos pertinentes, pero las actas siempre bri- llaban por su ausencia. Sin embargo, tal proceder no se podía objetar, puesto que ellos encarnaban la memoria viviente del Círculo de Estudios. Tanto, que por mucho tiempo simplemente asumí que Roberto Murillo, en especial, era fundador del mismo, para muy posteriormente tener que reconocer mi error. Algunos libros de actas, luego simples cua- dernos, sobrevivieron y los conocimos poste- riormente gracias a la vocación histórica del Prof. Jorge Enrique Guier Esquivel. Ahora pare- cen nuevamente inalcanzables, puesto que Jorge Enrique los entregó a Adolfo Chacón, quien, en 1956, como estudiante de cuarto año del Colegio de San Luis Gonzaga, fue uno de los miem- bros fundadores del Círculo Alejandro Aguilar Machado. Según Adolfo, los entregaría a los Archivos Nacionales. Pero no tengo información de si están disponibles o en depósito. De nuevo, respecto de la fundación, resulta que Roberto Murillo fue el único estudiante del quinto año que en ese entonces fue invitado a formar parte del Círculo recién fundado, como se dijo antes, por estudiantes del cuarto año. Los choques generacionales también estuvieron pre- sentes en el inicio de la historia del grupo. 11. Las celebraciones especiales del Círculo, por ejemplo, los aniversarios de funda- ción, se llevaban a cabo en el salón del sótano del Hotel Holanda, costado norte del Parque Jiménez, donde había estado el Chalet de los Troyo. Manifestación del más sofisticado "epi- cureísmo", según la maledicencia típica de las pequeñas ciudades como Cartago, aunque el consumo no era más que una taza de café y algu- na repostería. También es de reconocer que los miembros antiguos creaban una atmósfera tal en torno a tales eventos, que yo mismo no sabía qué se podía esperar. También se debe recordar las fiestas de navi- dad con sus intercambios de regalos, que siempre eran libros, tradición que se mantiene hasta el presente. Aunque en la primera época cartaga, las celebraciones navideñas se complementaban con una fiesta de navidad para los niños del Sanatorio Durán, y ello requería grandes esfuer- zos dadas las muy exiguas arcas de la tesorería y de los circulistas. 111. Después de las inundaciones de Cartago, a fines de 1963, como resultado de las erupciones del volcán Irazú desde marzo del mismo año, resulta de obligatorio recuerdo que el acompa- ñar a Jorge Araya hasta el puente del ferrocarril en San Nicolás alcanzaba matices dramáticos. Cuando Jorge llegaba a la mitad del largo reco- rrido, que realizaba equilibrándose sobre los rieles del puente que cruzaba la gran explanada cubierta por la masa de barro, se le atacaba con una lluvia de proyectiles. Ramón Madrigal, los hermanos Castillo Rojas -Marco y Roberto-, entre otros eran los autores de tal maldad. Jorge Araya se dedicaba a las matemáticas y ejerció la docencia en varias instituciones nacionales. IV. La invitación a asistir al Círculo me la hizo Ramón Madrigal en el año de 1964, segun- do semestre, en el corredor frente al reloj de la Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLIII (108), 175-181, Enero-Abril 2005

El Círculo de Cartago. Remembranzas.'inif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol XLIII/No 108... · EL CíRCULO DE CARTAGO. REMEMBRANZAS Dichosamente, el Prof. Constan

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Guillermo Coronado

El Círculo de Cartago. Remembranzas.'

l. A cuarenta años de mi incorporación alCírculo, un primer aspecto que se destaca en misrecuerdos es el relativo al manejo de la historiao tradición del Círculo por parte de RobertoMurillo Zamora y Ramón Madrigal Cuadra-.Para decidir sobre cualquier asunto invocabanacuerdos pertinentes, pero las actas siempre bri-llaban por su ausencia. Sin embargo, tal procederno se podía objetar, puesto que ellos encarnabanla memoria viviente del Círculo de Estudios.Tanto, que por mucho tiempo simplemente asumíque Roberto Murillo, en especial, era fundadordel mismo, para muy posteriormente tener quereconocer mi error.

Algunos libros de actas, luego simples cua-dernos, sobrevivieron y los conocimos poste-riormente gracias a la vocación histórica delProf. Jorge Enrique Guier Esquivel. Ahora pare-cen nuevamente inalcanzables, puesto que JorgeEnrique los entregó a Adolfo Chacón, quien, en1956, como estudiante de cuarto año del Colegiode San Luis Gonzaga, fue uno de los miem-bros fundadores del Círculo Alejandro AguilarMachado. Según Adolfo, los entregaría a losArchivos Nacionales. Pero no tengo informaciónde si están disponibles o en depósito.

De nuevo, respecto de la fundación, resultaque Roberto Murillo fue el único estudiante delquinto año que en ese entonces fue invitado aformar parte del Círculo recién fundado, comose dijo antes, por estudiantes del cuarto año. Loschoques generacionales también estuvieron pre-sentes en el inicio de la historia del grupo.

11. Las celebraciones especiales delCírculo, por ejemplo, los aniversarios de funda-ción, se llevaban a cabo en el salón del sótanodel Hotel Holanda, costado norte del Parque

Jiménez, donde había estado el Chalet de losTroyo. Manifestación del más sofisticado "epi-cureísmo", según la maledicencia típica de laspequeñas ciudades como Cartago, aunque elconsumo no era más que una taza de café y algu-na repostería. También es de reconocer que losmiembros antiguos creaban una atmósfera tal entorno a tales eventos, que yo mismo no sabía quése podía esperar.

También se debe recordar las fiestas de navi-dad con sus intercambios de regalos, que siempreeran libros, tradición que se mantiene hasta elpresente. Aunque en la primera época cartaga,las celebraciones navideñas se complementabancon una fiesta de navidad para los niños delSanatorio Durán, y ello requería grandes esfuer-zos dadas las muy exiguas arcas de la tesorería yde los circulistas.

111. Después de las inundaciones de Cartago,a fines de 1963, como resultado de las erupcionesdel volcán Irazú desde marzo del mismo año,resulta de obligatorio recuerdo que el acompa-ñar a Jorge Araya hasta el puente del ferrocarrilen San Nicolás alcanzaba matices dramáticos.Cuando Jorge llegaba a la mitad del largo reco-rrido, que realizaba equilibrándose sobre losrieles del puente que cruzaba la gran explanadacubierta por la masa de barro, se le atacaba conuna lluvia de proyectiles. Ramón Madrigal, loshermanos Castillo Rojas -Marco y Roberto-,entre otros eran los autores de tal maldad. JorgeAraya se dedicaba a las matemáticas y ejerció ladocencia en varias instituciones nacionales.

IV. La invitación a asistir al Círculo me lahizo Ramón Madrigal en el año de 1964, segun-do semestre, en el corredor frente al reloj de la

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Facultad Central de Ciencias y Letras, sede delos Departamentos de Estudios Generales y deFilosofía, entre otros. En aquellos días ese era elpunto de reunión de estudiantes y profesores, yno el pretil como en días más recientes. Era misegundo año universitario, y tomaba, extracurri-cularmente, un par de cursos de Filosofía dictadospor el Prof. Claudio Gutiérrez Carranza, a saber,Teoría del Método y Lógica Simbólica, aunqueestaba inscrito en el programa de Ingeniería Civil.Ese fue el principio del fin de una carrera de granfuturo económico pero el inicio de una de gransatisfacción personal.

Conocía a Ramón Madrigal por ser vecinodel taller de mi padre en el costado oeste delParque Central en Cartago. Habían llegado unospocos años antes a una señorial casa en esacuadra y era muy conocido por sus caballos yperros. También llamaba la atención su amistadcon un joven muy estudioso de la Universidadque, al decir de las gentes que me rodeaban, eraindudablemente un genio. Con caminar pausadorecorría el parque, siempre con un libro en sumano, y llegaba a conversar con Ramón. Esejoven era Roberto Murillo. Ramón había salidodel Colegio San Luis, viajado a México por unpoco más de un año a estudiar medicina, cosaque sospecho no le entusiasmaba mucho, y regre-sado a la Universidad de Costa Rica a estudiarderecho 'j filosofía.

V. Mi tema de incorporación al Círculo,luego del período normal de prueba en que semostraba si el invitado cumplía con los estilos dedisciplina y dedicación, no fue voluntario sinoimpuesto. Versó sobre el largo ensayo de Teilhardde Chardin, El fenómeno humano, en que se pre-senta una visión total del fenómeno de la evolucióntanto biológica como humana. El pensamiento deTeilhard había sido introducido en nuestro paíspor el Prof. don Teodoro Olarte Sáenz del Castilloy por ello, asumo, el interés de Roberto Murillo yRamón Madrigal por dicho autor.

La presentación y discusión tomó mucho tiem-po. Fue condición que se tratara la totalidad delensayo y no simplemente un aspecto del mismo.y no terminó en el sitio de reunión sino que seprolongó en la ya desaparecida Soda Valerín,contigua a la Botica García. Lamentablemente

se me ha perdido el texto mecanografiado de laexposición, creo que con motivo de la construc-ción de la nueva casa materna, a fines de los añossetenta mientras realizaba mis estudios de histo-ria de la ciencia en Indiana University.

VI. Otro evento muy significativo en mismemorias es la incorporación de Nora ChacónQuesada al Círculo: representó lo que Robertodenominaba un axioma práctico, a saber, que"por cuestiones de noviazgos no se perdía unmiembro sino que se ganaba otro". Por supues-to que asistir a las sesiones de los sábados enla noche era perder el cincuenta por ciento deltiempo semanal socialmente aceptable, en eseentonces, para los noviazgos. El tema de ingresode Nora fue acerca de la historia de la anestesia;Nora cumplió todas las etapas correspondientesy también sobrevivió a la fatídica votación, quetodos debíamos superar, para ingresar al Círculo.Por ello Nora es miembro, que no miembra, conplenos derechos desde ese entonces. Y por ello elCírculo ha sido otro de los eslabones en nuestralarga vida compartida.

VII. Por otra parte, una experiencia muytraumatizante era la realización de las confe-rencias en la Biblioteca Pública de Cartago,Mario Sancho, antiguo edificio del Banco CréditoAgrícola -ahora felizmente restaurado-o Lo nor-mal correspondía a la siguiente situación: elconferencista preparado y el público brillandopor su ausencia. Mientras algunos miembrosentretenían al invitado, otros "cazaban" a cono-cidos que tuvieran la mala suerte de pasar frentea la Biblioteca. Por supuesto, al conferencista sele entretenía con profundas consideraciones sobreel tema del día, de su quehacer intelectual, o conla presencia de alguna circulista de escote muyatrevido.

Pero en el Círculo esta actividad de promo-ción cultural, como se llamaría en nuestros tiem-pos, era irrenunciable. Correspondía al proyectode convertir a Cartago en una segunda Atenas, enel verdadero foco de la cultura nacional. Por ellose organizaban ciclos completos de actividades,en especial, conferencias con los intelectualesmás connotados, en especial, de la Universidadde Costa Rica.

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EL CíRCULO DE CARTAGO. REMEMBRANZAS

Dichosamente, el Prof. Constan tino LáscarisComneno, invitado constante, ha dejado regis-tro de los mismos en las páginas de crónica dela Revista de Filosofía de la Universidad deCosta Rica. Siempre resulta muy gratificanterepasar los títulos de las conferencias y losnombres de los participantes. Para citar sola-mente un ejemplo, considérese el ciclo del añode 1958, del 23 de agosto al 15 de octubre: Dr.Constantino Láscaris sobre "vanidad de la filo-sofía", Dr. Roberto Saumells sobre "ciencia yfilosofía", Lic. Teodoro Olarte en torno al tema"el hombre en la filosofía", Dr. Florentino Idoatesobre "Dios en la filosofía contemporánea",Lic. Alejandro Aguilar Machado acerca del"significado histórico del Renacimiento", Prof.Francisco Amighetti acerca de la "plasticidaddel Arte Contemporáneo", Ingeniero FernandoChavarría en torno a la "génesis y evolución delos matemáticas" y finalmente Prof. AbelardoBonilla sobre "verdad y belleza".

En la época de mi incorporación al Círculo,el espacio para tales actividades era la BibliotecaPública de Cartago. Anteriormente había sido labiblioteca del Colegio de San Luis Gonzaga. Y esimportante recordar que una de las grandes bata-llas del Círculo fue el bautizar dicha BibliotecaPública con el nombre de Mario Sancho. Laoposición fue muy fuerte, pues, todavía en ciertasesferas de la ciudad, la memoria de Sancho gene-ra anticuerpo s muy poderosos.

VIII. Otro importante detalle en las primerasetapas de la historia del Círculo corresponde a laestructura de las reuniones. Su inicio a las sietede la noche los días sábados. Una primera parteadministrativa, muy formal, con su correspon-diente lectura de actas, informes, propuestas deactividades. De importancia crucial: informessobre libros, teatro, cine y otras actividades cul-turales con sus respectivas "desrecomendaciones"para evitar a los circulistas perder tiempo y dine-ro. También se consideraban posibles nombrespara nuevos miembros que eran sugeridos o apa-drinados por los circulistas activos. Una segundaparte, la fundamental, consistía en la exposiciónde un tema por parte de uno de los circulistas o deun candidato a ingreso, seguido de intensa discu-sión. Si era un candidato a ingreso, se votaba en

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secreto para decidir su destino. Finalmente, pocodespués de las nueve, breve reunión en algunode los salones de Cartago, en particular el SalónParís -ya desaparecido y sustituido por uno de losomnipresentes restaurantes de comida rápida desello norteamericano- o bien la Puerta del Sol.

IX. En aquellos primeros tiempos fuemuy importante la dimensión "peripatética" delCírculo. En efecto, los domingos en la mañanase realizaba una caminata a ciertos lugares deCartago, por ejemplo, Coris y los Cerrillos -aloeste y sur de la ciudad-, y durante la mismaRoberto Murillo aprovechaba para profundizarlas reflexiones sobre temas intelectuales o deacción político-cultural cartaginesa. El segundotipo de discusiones tenía que ver, según las infor-maciones posteriores que obtuve, con transfor-maciones deseables del Colegio San Luis, paraque se convirtiera prácticamente en un centrouniversitario; tema recurrente resultaba el com-bate a las autoridades de la Junta Administrativay la Municipalidad, que se mostraban reacias atales cambios, la función de la biblioteca pública,etc., etc. Debo reconocer que, dado que no eranobligatorias y además muy tempraneras, yo noparticipaba de ellas. Es algo que lamento mucho,pero el modelo cartesiano de pasar la mañana encama ya era sumamente poderoso.

X. Es de importancia rescatar algunos delos juegos en las reuniones sociales, que con ciertaregularidad, organizaba el Círculo en las casas delos miembros. Entre ellos se destaca el juego delas películas, es decir, el adivinar, en un tiempodeterminado, de títulos de películas. Se me indicaque ahora se llama "charadas". Se conformabandos equipos, y mediante mímica uno de losmiembros del equipo trataba que sus compañerosadivinaran el título que el otro equipo le pro-porcionaba en absoluto secreto. Por supuesto losequipos tenían que rotar a los encargados de hacerla mímica. Generalmente se preguntaba primerosobre el número de las palabras, los artículos ini-ciadores del nombre, la acción del verbo. En casosde desesperación se aventuraban los nombres deartistas o simplemente títulos. Por supuesto habíaintentos de fraude, y normalmente el juego termi-naba cuando el conflicto era imposible de regular.

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Un equipo se declaraba triunfante porque el otrose retiraba bajo protesta.

XI. Durante las primeras dos etapas delCírculo existía una junta directiva anual, com-puesta por un presidente, un secretario y untesorero. Este último era el más sufrido dado quecobrar las cuotas no era sino una tarea imposible.El secretario debía redactar, leer y archivar laminuta de la sesión anterior. El presidente impul-saba las grandes políticas culturales del Círculo.Se llegaba a tales puestos como un reconocimien-to al compromiso con el Círculo y una cierta anti-güedad. Me correspondió desempeñar los puestosascendiendo desde tesorero a presidente. Cuandoestuvo a mi alcance transformé esa estructura de"poder". Pero ahora no estoy seguro de si aquellafue una sabia decisión.

XII. Las etapas del Círculo corresponden, enprimer lugar, a su sede en Cartago, con el nombreoriginal de Círculo de Estudios Alejandro AguilarMachado, desde su fundación en 1956 hasta elviaje de Roberto Murillo a Francia. Su sede origi-nal en el Colegio de San Luis Gonzaga, en casasde los circulistas y en la antigua Biblioteca delConvento de los Padres Capuchinos.

En segundo lugar, su permanencia en SanJosé, bajo el alero del bufete Guier y la guíadel jurista e historiador Jorge Enrique GuierEsquivel. Algunos de los nuevos circulistas deesta etapa josefina fueron: Víctor Hugo Acuña=historiador-, Álvaro Quesada -historiador de laliteratura, recientemente fallecido-, los hermanosSergio y William Reuben -sociologos-, WilliamGuido -abogado y político-o Una acción signifi-cativa de esa etapa es la decisión de cambiar elnombre de la agrupación, pues se consideraba quedebía hacer referencia más directa a lo cartago.En consecuencia se toma el nombre de CírculoMario Sancho. Esta acción no fue aceptada,obviamente, por Roberto Murillo y es causa, engran parte, de su alejamiento al regreso de susestudios en Francia.

Finalmente, el tercer momento arrancaen los inicios de los setenta con el regresodel Círculo a Cartago, 1972, especialmente ennuestra casa, gracias a la hospitalidad de NoraChacón. Intervenciones de los profesores Claudio

Gutiérrez, Roberto Murillo =ahora como un invi-tado-, José Alberto Soto fueron muy llamativas.En particular, en la sesión del 16 de diciembre de1972, Luis Camacho hace una exposición sobrelas cuatro etapas de la filosofía analítica, que sepublicó luego en la Revista Torrealba, del CentroRegional Universitario de Turrialba, y en la quese hace referencia directa al proceso posterior dediscusión típico del Círculo.

Por estos tiempos, se incorporan nuevosmiembros como Édgar Roy Ramírez y MarioAlfaro, estudiantes de filosofía. Roy con untema sobre la historia de las ciencias, mientrasque Mario disertó sobre "Popper y su crítica ala inducción". Con mi viaje a Indiana en 1976,se pasa a un estado de letargo. No obstante, unaimportante actividad tuvo que ver con el centena-rio del nacimiento de Einstein, en 1979, y organi-zada en el TEC, por los nuevos miembros antesmencionados, muestra que su compromiso con elCírculo era realmente sólido. Los participantesen la mesa redonda fueron Claudio Gutiérrez,filósofo de la UCR, Guillermo Moncada, físicodel ITCR, y Mario Alfaro, filósofo del Círculode Cartago.

En los ochenta, a nuestro regreso se reanudanlas actividades en nuestra casa de habitación y seinicia la rotación por las de los otros circulistas.Se incorpora Álvaro Zamora. Más recientementeel "hogar" corresponde al Instituto Tecnológicode Costa Rica, en especial, el Seminario deEstudios Filosóficos e Históricos, cuyo fundadorfue precisamente Roberto Murillo. El nombre eneste tercer momento es breve y directo: Círculo deCartago. Se ha dejado de lado el deseo de ser unafuerza cultural en la ciudad, como en la primeraépoca, pero se ha reforzado el trabajo de estudio yde producción. Los circulistas firman sus trabajoscomo miembros de la entidad y se han publicadovarios libros como resultado de las actividades deanálisis de los fenómenos científico-tecnológicosen relación al impacto de los mismos en las ideasy en la sociedad. Como muestra de ello podemosreferir a los Foros de la Revista Comunicación,editada por el Departamento de Comunicacióndel Instituto Tecnológico de Costa Rica, apare-cidos en 1988 y 1989. En el primero Édgar Royescribe sobre "La maternidad por substitucióncomo problema ético", que refleja la sesión del

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EL CiRCULO DE CARTAGO. REMEMBRANZAS

Círculo de Cartago del 27 de febrero de 1987. Enel segundo, aparecen dos breves ensayos sobre eltema de la eutanasia, por Édgar y el que escribe,que tienen la peculiaridad que en el título intro-ductorio se destaca "participación del Círculo deCartago". Pero estos no son los únicos temas conque interesan y comprometen a los circulistas.

En recientes reseñas bibliográficas apareci-das en la Revista de Filosofía de la Universidadde Costa Rica se refieren al Círculo como "...esegrupo misterioso que es el Círculo de Cartago"(Alexander Jiménez), y se llega a afirmar que esel autor de las publicaciones: "De mi parte creoque, si bien figuran varios nombres y apellidos,la obra es de un solo autor: el autodenominado"Círculo de Cartago"." (Amoldo Mora)

XIII. En esa segunda etapa, la josefina,el éxito fue tan grande y la diversidad de losintereses de los nuevos miembros, en especial,la dimensión política, que se creó una especiede CÍrculo filosófico, conformado por los "vie-jos cartagos" -pero entre ellos estaba JorgeEnrique- que se reunía entre semana. Una de lasexperiencias más ricas de este "subcírculo" fue elestudio por muchos meses de la Ética de Spinoza,teniendo a mi cargo el análisis de la dimensiónaxiomática. Lamentablemente un estudiante dela Escuela de Filosofía me extravió la traducciónde la obra de Spinoza en que estaba incorporadotodo el análisis.

XIV. Según el imaginario del Círculo,como se estila decir ahora, una muy importanteactividad se llevó a cabo en la Biblioteca delConvento de los Padres Capuchinos: la "repre-sentación", durante muchas sesiones, de la obrade Jean Paul Sartre, El Diablo y el buen Dios.Aparte de los conflictos internos por los pape-les a representar por Roberto Murillo y RamónMadrigal, dado que los de Haydee Garro yÁngela Valverde, esposa de Roberto, estabanasegurados no solamente por razones de génerosino por su especialidad en castellano, los demáscirculistas representábamos todos los personajessecundarios, esta aventura dramática tuvo otroserio resultado: se nos quitó la posibilidad dereunimos en la Biblioteca del Convento; sineufemismos: ¡nos expulsaron!

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XV. En la primera época, el Círculo inten-tó llevar su mensaje a un auditorio mucho másamplio. Prueba de ello es que en su organigramafundacional aparece un "secretario de relacionesinternacionales". Pero también tuvieron en menteel contexto nacional. Por ello mantuvieron unprograma radiofónico en la emisora católica,Radio Fides, aunque entiendo que por un tiemporelativamente corto. No conozco las razones paratal conexión.

Se sugirió, también, una publicación impresa,la cual debió esperar por "nuestro tiempo", másde cuarenta años después de la fundación. Tienecomo título Coris, y aparece tanto en versiónimpresa como en versión electrónica. Pero asícomo fue lenta su actualización lo es también supresente desarrollo, solamente lleva dos númerosen cinco años. Publica textos de los circulistas yde autores invitados. Su director es Mario Alfaro.La dirección electrónica de Coris es la siguiente:www.itcr.ac.cr/escuelacienciassociales.

XVI. Si era difícil ingresar al Círculo, tam-bién lo era permanecer en él. Según recuerdo, lasactas iniciales registran que miembros fundado-res fueron suspendidos por el incumplimiento desus deberes: ausencia a las sesiones, asignacionessin cumplir, no presentación de los temas estable-cidos. Como muestra de esto, cabe anotar que elúltimo miembro en ingresar al Círculo, tambiénha sido suspendido en forma definitiva por nocumplir con sus obligaciones.

XVII. En estos momentos, y ello no dejade ser doloroso, me corresponde ser el miembromás antiguo del Círculo de Cartago, dado el ale-jamiento de todos los miembros fundadores, enespecial: Diana Masís Fernández, en cuya casa,el 30 de agosto de 1956, se funda el Círculo,John Saxe Femández, Adolfo Chacón Solano,Víctor Jiménez y Manuel Baldares Carazo(t); deaquellos de la siguiente generación como RamónMadrigal, Haydee Garro, los hermanos Castillo,Zulay Soto, Franklin Aguilar, Rodolfo Watson,Isabel Quesada, Jorge Araya, Flor del CarmenPortuguez, Egennery Venegas ... así como la parti-da de Roberto Murillo y Jorge Enrique Guier. Semantiene algún contacto con Egennery, al menosen los aniversarios.

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El Círculo actual lo conformamos MarioAlfaro, Guillermo Coronado, Nora Chacón, ÉdgarRoy Ramírez, Valeria Varas, Celso Vargas yÁlvaro Zamora. Álvaro Zamora ingresó con untema sobre Sartre y el arte, Valeria presentó supoemario "Cantando me defiendo", que luego apa-recería publicado y Celso disertó sobre el conexio-nismo y el nuevo paradigma subsimbólico.

Por supuesto, siempre ha habido personascercanas y colaboradoras que no se conviertenen miembros formales pero que prácticamentelo son. Un caso muy significativo es el de LuisCamacho, del mundo filosófico; también mere-cen mención Pedro León y Edgardo Moreno,del ámbito científico. Además, en un contextomás familiar, Manuel Gmo. Coronado, EduardoVenegas(t) y su esposa Lorena Chacón merecenun profundo agradecimiento.

Respecto de la conformación del Círculo,Egennery apuntaba comentando una versión pre-liminar de estas remembranzas, una particulari-dad muy significativa del mismo, a saber el queel "Círculo no fuera un coto de androcentrismoexcluyente o misoginia a pesar del contextosocial-histórico, sino más bien un ámbito de soli-daridad genérica".

XVIII. El Círculo se ha enriquecido, tam-bién en estos últimos años, con el aporte deintelectuales extranjeros, como es el caso de losdoctores alemanes Peter Sprechman -paleontó-logo-, Arnold Spitta -historiador-, Hans WernerSchütt -historiador de la ciencia- y el norteame-ricano David Cracker -ético del desarrollo-o Enalgunos de estos casos, sus intervenciones enel Círculo han visto la luz en diversos mediosescritos.

XIX. Como se señaló antes, el gran artistanacional, don Francisco Amighetti participó enel ciclo de conferencias de 1958. El Círculo deCartago tuvo la oportunidad de recibido nueva-mente en una sesión especial, el 15 de abril de1988, dedicada a la celebración de sus ochentaaños y la aparición del libro de Rafael ÁngelHerra El desorden del espíritu. Conversacionescon Amighetti, de 1987. El diálogo generado apartir de su exposición resultó de gran importan-cia y belleza.

XX. Ciertamente en las etapas primera ysegunda del Círculo la literatura fue un importan-te estímulo para el estudio y discusión. Sin embar-go, cabe señalar que también lo ha sido en las dosúltimas décadas. En efecto, a inicios de los ochen-ta, en casa de Álvaro Zamora se realizó una sesiónsobre El nombre de la rosa de Umberto Eco queprovocó discusión por más de una sesión. Ello memotivó a retomar el tema de la filosofía medievalen el Instituto Teológico de América Central yofrecer dicho curso de manera ocasional, lo queme permite mantener el interés y dedicación a esemomento histórico del filosofar. En otro caso, enel hogar de Mario Alfaro, se discutió con el autor,La guerra prodigiosa y Lo monstruoso y lo bellode Rafael Ángel Herra, dos obras que planteanuna simbiosis entre lo literario y lo filosófico.En casa de Roy y Valeria se tuvo como motivoel Asalto al paraíso de Tatiana Lobo, lo que nosremontó al Cartago colonial, algo muy necesario,en especial, para los circulistas josefinos.

Otros tipos de documentos también resultaronde gran interés para abrir posibilidades de discu-sión y profundización temática. Entre ellos, mereceatención especial, la discusión nuevamente en casade Roy y Valeria, de La casa c6smica talamanque-ña y sus simbolismos, de Alfredo González Ch. yFernando González V. El intenso intercambio conlos dos autores acerca de las correlaciones entre latécnica de la construcción y el modelo cosmológicoy religioso motivaron desarrollos ulteriores muyfecundos. En mi caso, ello tuvo repercusión en ladocencia, en particular, en el curso de Introduccióna la Técnica, Ciencia 'i la Tecnología I:\ue imQartoen el Instituto Tecnológico.

En consecuencia, cabe revisar crítica mentela afirmación de Roberto Murillo en su ensayosobre el Círculo de Cartago -reproducido enel número inaugural de Coris, y que de algunamanera también he aceptado y repetido en variasocasiones-, a saber, que el Círculo actual es ungrupo de josefinos que visitan la casa de Noray Guillermo en Cartago para discutir temassobre la ciencia y la tecnología. Por el contrario,muchas de las sesiones, y de los esfuerzos de loscirculistas, se han dedicado a temas diferentes alos de la ciencia y la tecnología.

Más específicamente, hay que apuntar queen este 2004, en el Círculo los josefinos activos

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son solamente tres, mientras los cartagos somoscuatro -aunque uno sea herediano que resideen Cartago y todavía trata de no ser totalmenteasimilado-o Roy, Mario y Valeria son los extran-jeros; Nora, Celso, y Guillermo como nativosaceptamos gustosos a Álvaro como residentetodavía un poco reacio.

XXI. En respuesta a una inquietud de MarioAlfaro, insisto en que según mis recuerdos meparece que la cerveza o bien otro líquido destiladopara consumo posterior a la sesión se hace una cos-tumbre en la etapa josefina, aunque Roberto en suensayo antes citado, lo sugiere ya en Cartago. Enlas fiestas navideñas de ese período josefino o enlas noches de los sábados se inició esta práctica. Dehecho, en San José, un restaurante-bar cercano a laplaza Víquez, de nombre El Paraíso, se convirtióen el sitio de la tertulia posterior a la sesión ordina-ria. Dado que por ese entonces causaba conmociónun motel de nombre semejante, proclamar en loscorredores universitarios que nos veríamos en ElParaíso después del Círculo, provocaba murmullosde desaprobación -que ciertamente era lo que sebuscaba-o Por supuesto que este es solamente mirecuerdo; no un dato histórico.

Egennery recuerda que en la época josefinalos paseos y la mayoría de las fiestas navideñas sellevaban a cabo en Cartago, ya fuera en mi casamaterna o en el apartamento "del segundo piso"en que instalamos nuestro hogar con Nora. Yciertamente en tales fiestas las bebidas fermenta-das y destiladas estuvieron presentes. Pero ello norefuta mi remembranza antes referida.

Por cierto, Egennery también recuerda laejecución de ciertos bailes colectivos, en especial,en el caso de la danza de Zorba el Griego, aunqueen muchos casos solamente por Jorge Enriquey Nora, y en el caso del "himno" del Círculo, asaber, "Black is Black". Por mi parte, insisto quelas ejecuciones más brillantes de Zorba fueron enla Primavera, en el viejo Escazú.

XXII. Finalmente, el último recuerdo quequiero registrar es el del Círculo como comple-mento a la formación universitaria. Durante misaños de estudiante los libros de lectura obli-gatoria en los cursos de filosofía se convertíanen el objeto de las exposiciones en las sesiones

correspondientes. Así, mi lectura de tales textosse probaba en el proceso de la exposición, pero másimportante, su comprensión se afinaba en el inter-cambio de ideas posterior a la exposición. Y porsupuesto, los circulistas eran interlocutores muchomás fieros que cualquiera de los profesores y susexámenes parciales o finales. De hecho, el Círculoeliminaba totalmente el estrés de las pruebas uni-versitarias que se transformaban en un simple ejer-cicio en comparación con la sesión sabatina.

Desde esa perspectiva, la actividad comocirculista completaba la formación estudiantil,de ninguna manera la perturbaba como algunossolían afirmado. Sin embargo, mucho más impor-tante resultaba la diversidad de enfoques y puntosde vista a los que se sometía las exposicionespersonales, por una parte, y la necesaria aperturade posibilidades de interpretación e interés queprovocaba las formaciones e intereses personalesdel conjunto de los circulistas. Una consecuencianecesaria era que sin una apertura de miras y unaactitud antidogmática no se podía sobrevivir en elCírculo. Y ello sí que resultó en una cruciallecciónintelectual y vital. Por ello no solamente hay quebrindar por la eternidad del Círculo, como cerrabasu ensayo Roberto Murillo, sino que quiero brindaren profundo agradecimiento por la formación queme proporcionó y sigue proporcionándome.

Cartago, diciembre del 2004.

Notas

1. Estas remembranzas responden a un reto-reunióndel Círculo de Cartago provocado por mi hijaGioconda, quien se autodefine como miembrode la nueva generación de circulistas. Estuvotambién presente Surayabi Ramírez. En conse-cuencia, estas memorias se dedican a ella.

2. Ramón Madrigal falleció a las dos semanas definalizado este ensayo. Del golpe de su partidano nos hemos podido recuperar en el Círculo.Dado el tono festivo de las remembranzas decidídejarlas como documento privado, pero cambiéde opinión gracias al consejo de Luis Camachoquien me hizo ver que seguramente a Ramón lehabría agradado precisamente dicho tono. Seanpues estas remembranzas también un homenaje aRamón, el circulista por excelencia.

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLIll (108), 175-181, Enero-Abril 2005