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EL DECÁLOGO DE DON SAMUEL RUÍZ En toda la Iglesia Latinoamericana ha sido noticia el fallecimiento a los 86 años de edad de don Samuel Ruíz, obispo emérito de San Cristóbal de Las casas durante cuarenta años. Se le nombró de muchas maneras, desde el Obispo de la liberación hasta el Obispo de los indígenas. Aunque posiblemente el que le quede mejor sea TATIC, el “padre de los indios y defensor de sus derechos”. Es una pérdida emblemática perteneciente a una generación de obispos que han guiado a nuestra Iglesia desde la Conferencia Episcopal de Medellín en el año 1968. A esta generación se les ha denominado los “padres de la Iglesia de A Latina”. Y como este nombre viene de lejos, trataremos de hacerlo presente. La razón de aplicarles el nombre de “padres de la Iglesia” viene desde la Antigüedad donde se llamaba “padre” a los maestros, título que reivindica San Pablo cuando dice que “aunque tengan 10,000 tutores en Cristo, no tienen muchos padres; porque en Cristo Jesús yo los engendré por medio del Evangelio” (1 Cor 4,15). Y, en algunos lugares, dicho título se atribuyó a ciertos obispos. Nunca existió una lista oficial, pero podemos recordar algunos de ellos: Agustín, Ambrosio, Jerónimo, Gregorio (en occidente), Basilio, Gregoria Nazianceno y Juan Crisóstomo (en oriente). Fueron los verdaderos fundadores de la Iglesia en el mundo romano y en los mundos culturales sucesivos. En América Latina, en el siglo XVI al comienzo de la colonia hubo misioneros con el proyecto de fundar una Iglesia renovada sin la corrupciones de la cristiandad europea. Sin embargo, el Concilio de Trento tenía otras preocupaciones y los religiosos misioneros a volvieron a sus conventos dejando la evangelización de los indígenas en manos de los obispos y el clero secular. Se instaló una Iglesia colonial al servicio de los colonizadores. Con la Independencia no cambiaron las estructuras ni las modalidades de la Iglesia colonial. Y, en el siglo XIX, se trata de imponer un modelo de Iglesia que fuera una copia fiel de la Iglesia europea. Con el inicio de la industrialización asistimos al despertar de la Iglesia: algunos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos descubren una realidad Latinoamérica desconocida y se desvinculan de los partidos conservadores. Así surgió una pléyade de obispos que se instalaron en medio de los pobres y vivieron un mensaje cristiano renovado para la Iglesia de A Latina. Al término del Concilio Vaticano II (16/11/1965) un grupo de cuarenta obispos reunidos en la catacumba de Santa Domitila firmó el “Pacto de las catacumbas de la Iglesia sierva y pobre”. Estaban pensando en una Iglesia de los pobres y en función de ello entendemos algunos de los compromisos realizados: vivir como hace nuestro pueblo; no poseer bienes ni cuentas bancarias; rechazo a los nombres y títulos que signifiquen grandeza y poder; en las relaciones sociales evitaremos lo que nos confiera privilegios; dedicaremos nuestro tiempo al servicio apostólico y pastoral; sustituir la beneficiencia por la caridad y la justicia. Don Samuel Ruíz queda enmarcado en esta generación de los “Padres de la Iglesia” y su legado, que lo hemos formulado a modo de decálogo, queda como un reto para ser asumido por nuestra Iglesia y nuestro compromiso cristiano. 1).- La promoción integral de los indígenas, para que sean sujetos en la Iglesia y en la sociedad. 2).- La opción preferencial por los pobres y la liberación de los oprimidos, como signo del Reino de Dios. 3).- La libertad para denunciar las injusticias ante cualquier poder arbitrario. 4).- La defensa de los derechos humanos. 5).- La inserción pastoral en la realidad social y en la historia. 6).- La inculturación de la Iglesia, promoviendo lo exigido por el Concilio Vaticano II, que haya iglesias autóctonas, encarnadas en las diferentes culturas, indígenas y mestizas. 7).- La promoción de la dignidad de la mujer y de su corresponsabilidad en la Iglesia y en la sociedad. 8).- Una pastoral de conjunto, con responsabilidades compartidas. 9).- La Teología India, como búsqueda de la presencia de Dios en las culturas originarias. 10).- El Diaconado Permanente, con un proceso específico entre los indígenas. Nuestra Palabra | 28 enero 2011

El decálogo de don Samuel Ruíz

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Editorial Radio Progreso ERIC-SJ

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EL DECÁLOGO DE DON SAMUEL RUÍZ

En toda la Iglesia Latinoamericana ha sido noticia el fallecimiento a los 86 años de edad de don

Samuel Ruíz, obispo emérito de San Cristóbal de Las casas durante cuarenta años. Se le nombró

de muchas maneras, desde el Obispo de la liberación hasta el Obispo de los indígenas. Aunque

posiblemente el que le quede mejor sea TATIC, el “padre de los indios y defensor de sus

derechos”. Es una pérdida emblemática perteneciente a una generación de obispos que han

guiado a nuestra Iglesia desde la Conferencia Episcopal de Medellín en el año 1968. A esta

generación se les ha denominado los “padres de la Iglesia de A Latina”. Y como este nombre

viene de lejos, trataremos de hacerlo presente.

La razón de aplicarles el nombre de “padres de la Iglesia” viene desde la Antigüedad donde se llamaba

“padre” a los maestros, título que reivindica San Pablo cuando dice que “aunque tengan 10,000 tutores en

Cristo, no tienen muchos padres; porque en Cristo Jesús yo los engendré por medio del Evangelio” (1 Cor

4,15). Y, en algunos lugares, dicho título se atribuyó a ciertos obispos. Nunca existió una lista oficial, pero

podemos recordar algunos de ellos: Agustín, Ambrosio, Jerónimo, Gregorio (en occidente), Basilio, Gregoria

Nazianceno y Juan Crisóstomo (en oriente). Fueron los verdaderos fundadores de la Iglesia en el mundo

romano y en los mundos culturales sucesivos.

En América Latina, en el siglo XVI al comienzo de la colonia hubo misioneros con el proyecto de

fundar una Iglesia renovada sin la corrupciones de la cristiandad europea. Sin embargo, el

Concilio de Trento tenía otras preocupaciones y los religiosos misioneros a volvieron a sus

conventos dejando la evangelización de los indígenas en manos de los obispos y el clero secular.

Se instaló una Iglesia colonial al servicio de los colonizadores. Con la Independencia no

cambiaron las estructuras ni las modalidades de la Iglesia colonial. Y, en el siglo XIX, se trata de

imponer un modelo de Iglesia que fuera una copia fiel de la Iglesia europea.

Con el inicio de la industrialización asistimos al despertar de la Iglesia: algunos obispos, sacerdotes,

religiosos y laicos descubren una realidad Latinoamérica desconocida y se desvinculan de los partidos

conservadores. Así surgió una pléyade de obispos que se instalaron en medio de los pobres y vivieron un

mensaje cristiano renovado para la Iglesia de A Latina.

Al término del Concilio Vaticano II (16/11/1965) un grupo de cuarenta obispos reunidos en la

catacumba de Santa Domitila firmó el “Pacto de las catacumbas de la Iglesia sierva y pobre”.

Estaban pensando en una Iglesia de los pobres y en función de ello entendemos algunos de los

compromisos realizados: vivir como hace nuestro pueblo; no poseer bienes ni cuentas bancarias;

rechazo a los nombres y títulos que signifiquen grandeza y poder; en las relaciones sociales

evitaremos lo que nos confiera privilegios; dedicaremos nuestro tiempo al servicio apostólico y

pastoral; sustituir la beneficiencia por la caridad y la justicia.

Don Samuel Ruíz queda enmarcado en esta generación de los “Padres de la Iglesia” y su legado, que lo

hemos formulado a modo de decálogo, queda como un reto para ser asumido por nuestra Iglesia y nuestro

compromiso cristiano.

1).- La promoción integral de los indígenas, para que sean sujetos en la Iglesia y en la sociedad. 2).- La

opción preferencial por los pobres y la liberación de los oprimidos, como signo del Reino de Dios. 3).- La

libertad para denunciar las injusticias ante cualquier poder arbitrario. 4).- La defensa de los derechos

humanos. 5).- La inserción pastoral en la realidad social y en la historia. 6).- La inculturación de la Iglesia,

promoviendo lo exigido por el Concilio Vaticano II, que haya iglesias autóctonas, encarnadas en las

diferentes culturas, indígenas y mestizas. 7).- La promoción de la dignidad de la mujer y de su

corresponsabilidad en la Iglesia y en la sociedad. 8).- Una pastoral de conjunto, con responsabilidades

compartidas. 9).- La Teología India, como búsqueda de la presencia de Dios en las culturas originarias. 10).-

El Diaconado Permanente, con un proceso específico entre los indígenas.

Nuestra Palabra | 28 enero 2011