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El desafío de la lucha contra la pobreza- Aportes desde la Fe Bahá'í

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Exposición de Jovenes Bahá'ís en la Universidad Ruiz de Montoya dentro de las actividades de la Semana de la Armonía Interconfesional 2013 Auspiciada por UNESCO y Religiones por laPaz en Lima Perú

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El desafío de la lucha contra la pobreza (Aportes desde la Fe Bahá’í)

La unidad es un mandato del [Mensajero de Dios] profeta de la Fe Bahá’í -Bahá’u’lláh- y estamos aquí para ayudar, en la medida de nuestras posibilidades-, a lograr ese ideal de unidad de la humanidad, al que todos aspiramos.

El tema que los organizadores de este encuentro nos han planteado a los jóvenes, para reflexionar esta noche, es el desafío de la lucha contra la pobreza.

Creemos que abordar este tema de alivio a la pobreza, más aún de la pobreza extrema, es y será prioritario para las Comunidades de Fe. Por una razón muy sencilla: es de justicia.

Porque no es justo que millones y millones de seres humanos estén postrados, en condiciones infrahumanas, atacados por el hambre, la desnutrición, enfermedades, ignorancia y violencia.

Como tampoco es justo y correcto que, paralelamente, un puñado de hombres ostente riqueza extrema.

Cristo hijo del Espíritu y Belleza eterna, dijo:

Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.

San Lucas 12, 15

Muhammad, el Sello de los Profetas:

¡Oh, creyentes!, que vuestra hacienda ni vuestros hijos no os distraigan del recuerdo de Dios, porque quienes tal hagan serán desventurados.

Qur'án, Sura 63, 9

Bahá’u’lláh, la Gloria de Dios:

¡Oh hijo del hombre! Tú anhelas el oro y Yo deseo que té libres de él. Te consideras rico al poseerlo y Yo reconozco tu riqueza en que te purifiques de él.

Las Palabras Ocultas, del Árabe, 56

Bahá’u’lláh también ha dicho que “la tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos”.

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En la Fe Bahá’í no dudamos que, en algún momento, en un futuro no muy lejano, se logrará organizar un sistema mundial que nos lleve a instaurar la paz más grande en la tierra. Pero, ¿se podrá unir a la humanidad, instaurar la paz en el mundo, si la pobreza continúa para millones de personas?

Creemos que ¡NO¡

¿Qué hacer entonces, ahora?

Creemos que para emprender esta ardua tarea debemos centrarnos en dos objetivos: uno a nivel de los individuos y, el otro, a nivel de las instituciones.

A nivel de los individuos, para lograr el alivio a la pobreza, se requiere ayudar a que el necesitado asuma su dignidad, su valor como criatura de Dios, su valor propio.

Como Comunidades de Fe animar y confiar en el mejoramiento de la condición de los individuos a través del esfuerzo para liberar el enorme potencial que tenemos como seres humanos.

Debemos trabajar para lograr que los individuos logren no solo su bienestar, sino que vaya mucho más allá, que sea una fuente de bienestar social, de paz y felicidad para quienes le rodean. Este bienestar social se alcanzará en el servicio, en el servicio a los más necesitados.

El segundo objetivo se centra en las instituciones. Es a través de ellas que los individuos pueden canalizar sus talentos y energías para servir a la humanidad. Los recursos que ayudan a desarrollar esta capacidad individual e institucional son una fuente de riqueza para la comunidad.

Y como dijimos hace un momento, la Comunidad Bahá’í identifica dos principios fundamentales para erradicar la pobreza: La justicia y la unidad.

Creemos que el progreso material es un vehículo para el avance moral y cultural de la humanidad. Y es a través del principio de la justicia que la humanidad deberá lograr aparejar el potencial humano. La práctica de la justicia, en todos los ámbitos, permitirá que se provea de leyes, se ajusten los sistemas económicos, y se redistribuya la riqueza así como el acceso equitativo a las oportunidades.

Esto se logrará con la adhesión a los más elevados niveles éticos en la vida pública y privada.

El otro gran principio rector para lograr borrar de la faz de la tierra la pobreza, tal como la conocemos, es la unidad. La unidad familiar, la unidad nacional y la unidad de la comunidad global que debe guiar los esfuerzos para luchar contra este flagelo.

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En este sentido quisiéramos dar nuestro aporte en la definición conceptual de la riqueza acorde con las creencias de nuestra fe.

¿Cómo entendemos y definimos el término riqueza?

Creemos que existe una riqueza material y existe también una riqueza espiritual. Mientras que la riqueza material es un medio para construir una civilización en continuo progreso. En cambio, nuestra riqueza espiritual está más referida a nuestras cualidades, las virtudes que hemos desarrollado, el conocimiento que poseemos. Todo esto forma parte de nuestra riqueza espiritual. Y lo realmente importante cuando dejamos esta vida, lo único que nos llevamos al otro mundo, al mundo de Dios, es esta riqueza. No la riqueza material, que se queda aquí, en este mundo contingente.

¿Qué nos llevamos a la otra vida? Nuestra riqueza espiritual. Podría ser tan rico como Bill Gates, pero en mi vida espiritual puedo ser tan pobre como el que más. ¿De qué me sirvió acumular tanta riqueza material, si esta no me servirá en la otra vida? ¿Qué riqueza es la que realmente cuenta?

Cristo lo dijo una y otra vez. La vida que realmente importa es la vida de nuestra alma en los mundos de Dios. Muhammad igual instó a sus seguidores a hacer obras pías, ser generosos, compasivos con los pobres para alcanzar la presencia de Dios.

¿Cuándo un rico gasta su fortuna podría decirse que su riqueza ha mermado, disminuido en algo?

Pero que ocurre cuando un hombre hace uso de su riqueza espiritual.

¿Qué ocurre con un hombre amoroso? ¿Disminuye su capital? ¿Sufre una merma de su riqueza en términos espirituales? Un hombre que ama desarrolla su capacidad de amar. Un hombre generoso, cuando practica su generosidad, más generoso se vuelve.

Y si esto es así. Podría pensarse que si desarrollamos algunas cualidades espirituales, ¿podrían generarme éstas riqueza material?

En la fe Bahá’í, creemos que sí.

Creemos que cualidades espirituales como la generosidad, la veracidad y la confiabilidad, el amor por los demás, orar, obedecer las leyes de Dios, aportan condiciones favorables para la creación de riqueza material.

Para entender esta premisa, debemos recordar que más allá del plano de la propiedad individual, la generación de riqueza ocurre en el plano colectivo, en una comunidad, en una región, en un país.

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Ahora nos toca definir la pobreza. ¿Qué entendemos por pobreza? Como Abdul-Bahá dice:

“ La riqueza es recomendable en grado sumo si se adquiere mediante el esfuerzo serio y diligente trabajo, si sirve para enriquecer a la sociedad en su conjunto, y si la riqueza obtenida a través de estas medidas se gasta para promover el conocimiento, la educación, la industria y en general para hacer avanzar la civilización humana”.

La pobreza puede verse como la ausencia de ética para desarrollar las capacidades moral intelectual y social de los individuos, comunidades e instituciones.

Por ejemplo, razonamiento moral, decisiones de grupo (consulta) e independencia de antipatías étnicas y religiosas son herramientas esenciales para el alivio de la pobreza.

Entonces ¿Es normal la pobreza?

Bahá’u’lláh dice:

¡Oh hijo del espíritu! Te creé rico, ¿por qué te empobreces? Te hice noble, por qué te degradas? De la esencia del conocimiento te di vida, ¿por qué buscas esclarecimiento en alguien fuera de mí? De la arcilla del amor te moldeé ¿cómo puedes ocuparte de otro? Vuelve tu vista hacia ti mismo para que me encuentres dentro de ti, fuerte, poderoso e independiente de todo.

Pensamos que la visión materialista del mundo y de la naturaleza humana contribuyen a acrecentar la condición de pobreza.

El modelo dominante de desarrollo depende de una sociedad de vigorosos consumidores materiales. Los crecientes niveles de consumo se presentan como indicadores de progreso y prosperidad. Esta visión materialista fundamenta gran parte del pensamiento económico moderno, pero reduce los conceptos de valor, propósito humano y relaciones humanas con la búsqueda egoísta de la riqueza material.

El resultado inevitable es un cultivo irrestricto de necesidades y deseos que han dado lugar a un sistema dependiente del consumo excesivo de unos pocos, al tiempo que refuerza la exclusión y pobreza para muchos.

Como la mayoría puede reconocer, sin embargo, la visión materialista del mundo no refleja la totalidad de la experiencia humana ya que ésta incluye expresiones de amor y sacrificio, búsqueda de conocimiento y justicia, la atracción a la belleza y a la verdad, y la búsqueda de significado y propósito, por nombrar sólo algunos. Y que están asociados a la dimensión espiritual del hombre.

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De hecho el progreso y vitalidad del orden social requiere una relación coherente entre las dimensiones material y espiritual de la vida humana

La erradicación de la pobreza requerirá nada menos que una revolución del conocimiento. Tendrá que redefinirse el papel de la comunidad y la nación en la generación y aplicación del conocimiento. Tendrá que reconocerse a la vez a la ciencia y a la religión como dos sistemas complementarios de conocimiento, que a lo largo de la historia han hecho posible la investigación de la realidad y el avance de la civilización.

Abarcar la dimensión espiritual y su expresión en las religiones del mundo no es devolvernos a la superstición y al fanatismo ni renunciar a la investigación racional de ninguna manera. Más bien, es integrar en los esfuerzos de aliviar la pobreza, el reconocimiento de todas las dimensiones de la experiencia y entender cómo se manifiesta la pobreza en las dimensiones materiales y espirituales de la vida humana.

En nuestro esfuerzo de erradicar la pobreza, estamos sintiendo nada menos que los dolores de parto de una verdadera civilización global. Nuevas maneras de pensar, nuevos estándares, nuevos arreglos legales e institucionales están luchando por establecerse. A medida que nuestro entendimiento de los problemas y las posibles soluciones se expande, un consenso global sin precedentes y la cooperación internacional preparan el camino para un resultado mucho mayor que lo que hasta ahora habíamos podido lograr.

Pero, para generar el conocimiento y el compromiso necesarios para derrotar la pobreza, el espectro completo del potencial humano espiritual e intelectual necesita ser convocado. Encontrar esa coherencia en estos dos aspectos –la parte material y espiritual- permitirá regenerar el armazón de nuestra civilización y emprender el camino hacia el verdadero desarrollo.

Farid Rodríguez y Alejandro Vento /Comunidad Bahá’í del Perú.