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Las Corrientes Literarias en la América Hispánica por PEDRO HENRíQUEZ UREI"rA ." \ \' I I I ti, \ I1 \ I [fj l " '1 ¡,, I \ / fONDO DE CULTURA ECONóMICA México

El Descubrimiento Del Nuevo Mundo en La Imaginación Europea

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El Descubrimiento Del Nuevo Mundo en La Imaginación Europea

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Page 1: El Descubrimiento Del Nuevo Mundo en La Imaginación Europea

Las Corrientes Literariasen la América Hispánica

por

PEDRO HENRíQUEZ UREI"rA

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Primera edición en inglés, 1945Primera edición en español, 1949Segunda edición en español, 1954Tercera edición en español, 1964

Tercera reimpresión, 2001

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra-incluido e¡l¡:Iis\!~o tipográfico y de portada-,sea cual fuere el me'dlQ,¡electrónico o mecánico,sin el consentirnieuto poi' escrito del editor.v 1, ~ <. \

Comentarios y sugerencias: [email protected] nuestro catálogo: \,\ww.fce.com.mx

D. R. © 1949, FONDO DE CULTURI\EcONÓMICA

D. R. © 1993, ¡bt',DÓ DE Ct.:LTURA ECONÓMICA, S. A. DE C. V.D. R. © 2001, FONDO DE CULTURA ECO~Ó~IICA

Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D. F.

ISBN 968-16-0066-5

Impreso en México

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INTRODUCCIóN

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Este libro reúne las conferencias de la cátedra Charles EliotNorton del año académico 1940-1941, que di, por invitación dela Universidad de Harvard, en el Fogg Museum of Art, las no-ches del seis, trece y veinte de noviembre, del once de diciembre,del once, dieciocho y veinticinco de febrero y del cuatro demarzo. Dos años y medio me ha llevado la tarea de volver a re-dactar el texto primitivo, ampliarlo y ajustar las notas.

Mi primera intención fué limitarme en estas conferencias a laliteratura de la América hispánica (nombre que me parece mássatisfactorio que el de "América latina"); más tarde decidí noexcluir las artes. con objeto de reforzar mejor el sentido de launidad de cultura en los países que, en este hemisferio, perte-necen a la tradición hispánica. Con todo, no he hecho sino aven-turar alguna que otra observación en materia de arte, ya queno es ésta la especialidad que cultivo; un conocimiento a fondode todas las obras importantes hubiera requerido, sobre una ade-cuada preparación técnica, una visita personal a todos los paí-ses de la América hispánica -y, hasta el momento, conozco pocomás de la mitad de nuestras veinte entidades políticas, inclusivePuerto Rico, que, en el campo de la lengua y de la cultura, seconserva dentro de la tradición hispánica. El resumen que hagode los movimientos artísticos debe tomarse, pues, sólo como com-plemento del cuadro que trazo de la literatura. Por fortuna, laexcelente colección de fotografías del Fogg Museum me permi-tió mostrar al público que siguió mis conferencias buen númerode ejemplos característicos de arquitectura y pintura, mucho máselocuentes, estoy seguro, que mis propias palabras.

Como el tema de mis conferencias no era familiar a la mayo-ría del auditorio a quien se dirigían, hube de completar mi exptl-sición con multitud de datos meramente informativos, que, deotro modo, podría haber omitido. He procurado aquí pasar todoesto al cuerpo de las notas; tanto en ellas como en la bibliografíageneral que cierra el volumen el lector hallará muchas referenciasque le permitirán ahondar más en el tema, si así lo desea.

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8 INTRODUCCIÓN

Las páginas que siguen no tienen la pretensión de ser una his-toria completa de la literatura hispanoamericana. Mi propósitoha sido seguir las corrientes relacionadas con la "busca de nuestraexpresión". En realidad, las conferencias se anunciaron precisa-mente con ese título, que luego decidí cambiar por el de "Corrien-tes literarias". Los nombres de poetas y escritores citados los es-cogí como ejemplos de esas corrientes, pero no son, en rigor, losúnicos que podrían representarlas. Ello explicará muchas omi-siones, especialmente en nuestro siglo: los movimientos literarioshan llegado a ser tan amplios que el solo intento de mencionar lamayoría de los nombres significativos de la actualidad convertiríaestas páginas en listas interminables y llevaría la confusión al lec-tor. Debo advertir que ninguna omisión responde a un propósitocrítico.

P.H. U.

NOTA A LA TRADUCCIóN

Escrito directameme en inglés, y para un público de habla inglesa, estelibro hubiera requerido en su versión española indudables retoques que lamuerte de Pedro Henríquez Ureña dejó en suspenso. La comparación desus propias cuartillas españolas sobre Sarmiento (fin del cap. V) con eloriginal inglés me ha guiado en determinadas supresiones, principalmenteen las notas que no contenían sino esos "datos meramente informativos"buenos para el lector no f(f!7liliarizado con el tema. H e añadido, en cambio,entre corcbetes, algunas fichas bibliográficas recientes; y, en razón del pú-blico a que va ahora destinada, he sustituido la bibliografía de la edicióninglesa por la que el mismo autor preparó para su Historia de la cultura enla América hispánica (vol. 28 de la Colección Tierra Firme), rcctijicandnen ella algunas erratas y omisiones con que apareció entonces. Desde aquídeseo manifestar mi agradecimiento a todas las personas que han queridoayudarnze en mi tarea, y en primer término a la Sra. Isabel L. de HenriquezUreña, que puso generosamenm a mi disposición las notas y papeles der. H. V., a José Luis Martínez, lector paciente y activo de las primerascuertillas, y a Raimundo Lida, revisor minucioso desde el principio hasta elfin, y juez en última instancia de puntos claros y oscuros. A ellos debe susméritos esta traducción, que en su segunda salida ha podido despojarse aúnde algunas fallas gracias a las sabias observaciones de Emma Susana SperauiPiñero, cuya extrema severidad obliga tanto más mi reconocimiento.

J. D.-C.

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EL DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDOEN LA IMAGINACIóN EUROPEA

EN UNA de las cartas que escribió hacia el fin de su vida,Charles Eliot Norton felicitaba a su amigo Horace HowardFurness, el gran erudito shakespeariano, por el viaje que ibaa emprender a través de las "traicioneras aguas australes" delAtlántico. Ya octogenario, seguía conservando aquella cu-riosidad infatigable que le había hecho recorrer tantos cam-pos del esfuerzo humano, y que ahora avivaba en él el deseode visitar los mares y las tierras saqueadas un día por piratasy bucaneros, ansioso, como dice Frampton refiriéndose a loshumanistas europeos del siglo XVI, de "alegres nuevas del mun-do recién hallado". "Me gustaría ir con usted -agrega- ysurcar ese mar español que fué antaño escenario de aventu-reros."

Quizá no sea inoportuno que ahora, en el curso de estasconferencias instituídas para honrar su memoria, emprenda-mos el viaje por esas tierras yesos mares para descubrir loque el esfuerzo humano ha hecho allí, en el ámbito más grato.al corazón de N orton, el de las letras y las artes, y mostrarcuál puede ser todavía su interés para una curiosidad huma-nista.

En una época de duda y esperan,za, cuando la indepen-dencia política aún no se había logrado por completo, lospueblos de la América hispánica se declararon intelectualmen-te mayores de edad, volvieron los ojos a su propia vida y selanzaron en busca de su propia expresión. Nuestra poesía,nuestra literatura, habían de reflejar con voz auténtica nues-tra propia personalidad. Europa era vieja; aquí había unavida nueva, un nuevo mundo para la libertad, para la ini-ciativa y la canción. Tales eran la intención y el significa-do de la gran oda, la primera de las Silvas americanas, queAndrés Bello publicó en 1823. Bello no era un improvisador,

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Esta isla [Hispaniola] y todas las otras son fertilísimas endemasiado grado, y ésta en extremo. En ella hay muchospuertos en la costa de la mar y hartos ríos y buenos y gran-des que es maravilla. Las tierras de ellas son altas y en ellashay muchas sierras y montañas altísimas ... Todas son her-mosísimas, de mí! hechuras y todas andables y llenas deárboles de mil maneras y altas, y parecen que llegan al cielo;y tengo por dicho que jamás pierden la hoja según lo quepuedo comprender, que los vi tan verdes y tan hermososcomo son por mayo en España. De ellos están floridos, deellos con frutos yde ellos en otro término según es su ca-lidad: y cantaba el ruiseñor y otros pájaros de mil manerasen el mes de noviembre por allí donde yo andaba. Haypalmas de seis o de ocho maneras que es admiración verlaspor la disformidad hermosa de ellas, mas así como los otrosárboles y frutos y hietbas. En ella [la isla] hay pinares a

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un advenedizo del romanticismo; era un sabio, un gran gramá-tico, traductor de Horacio y de Planto, explorador adelantadoen las selvas todavía vírgenes de la literatura medieval. Suprograma de independencia nació de una meditación cui-dadosa y un trabajo asiduo. Desde entonces, nuestros poetasy escritores han seguido en la búsqueda, acompañados, enaños recientes, por músicos, arquitectos y pintores. En lasp'áginas que siguen hemos de ver cómo se ha cumplido estedeber, y hasta qué punto se han colmado esas esperanzas.

Siglos antes de que esta busca de la expresión llegase a serun esfuerzo consciente de los hombres nacidos en la Américahispánica, Colón había hecho el primer intento de interpretarcon palabras el nuevo mundo por él descubierto. Como na-vegante, lo abrió a exploradores y conquistadores; como escri-tor, lo descubrió para la imaginación de Europa, o, para de-cido con palabras del Dr. johnson, "dió un mundo nuevo ala curiosidad europea". De él proceden dos ideas que pron-to llegaron a ser lugares comunes: América como tierra dela abundancia, y el indio como "noble salvaje". Con len-guaje espontáneo y pintoresco, describe en su Carta sobre eldescubrimiento (1493) las islas del Archipiélago Caribe comoun paraíso de abundancia y de eterna primavera:

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maravilla, y hay campiñas grandísimas, y hay miel y mu-chas maneras de aves y frutas muy diversas ... La Españolaes maravilla; las sierras y las montañas y las vegas y lascampiñas y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar ysembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificiosde villas y lugares... Ésta es para desear y vista es paranunca dejar.'

En su Diario de viaje del descubrimiento -o lo que que-da de él en los extractos hechos por el padre Las Casas-Colón se muestra en continuo arrobamiento ante el paisajedel Nuevo Mundo. La descripción de la primera isla, Gua-nahani, sorprende por su concisión, quizá porque Las Casasla abrevió: "Puestos en tierra [los marineros] vieron árbolesmuy verdes yaguas muchas y frutas de diversas maneras."Al día siguiente (13 de octubre), Colón describe más exten-samente' la isla, y por fortuna conservamos sus propias pala-bras, sin recorte alguno: "Esta isla es bien grande y muyllana, y de árboles muy verdes, y muchas aguas, y una lagu-na. en medio muy grande, sin ninguna montaña, y toda ellaverde, que es placer de mirada." Luego, cuatro días más tarde,la pequeña isla Fernandina:

... es isla muy verde y fertilísima, y no pongo duda que todoel año siembran panizo y cogen, y asi todas otras cosas; yvide muchos árboles muy disformes de los nuestros, y de ellosmuchos que tenían los ramos de muchas maneras y todo enun pie, y un ramito es de una manera y otro de otra, y tandisforme, que es la mayor maravilla del mundo cuánta es laadversidad de una manera a la otra, verbigracia, un ramotenía las hojas a manera de cañas y otros de manera de len-tisco; y así en un solo árbol de cinco o seis de estas mane-ras; y todos tan diversos; ni estos son enjeridos, porque sepueda decir que el enjerto lo hace, antes son por los mon-tes, ni cura de ellos esta gente.

En esta afirmación, Colón se dejó engañar por el gran .nú-mero de plantas parásitas que puede padecer un árbol tro-pical. Añade después: "Aquí son los peces tan disformes delos nuestros, que es maravilla. Hay algunos hechos como ga-llos de las más finas colores del mundo, azules, amarillos,

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colorados y de todas colores, y otros pintados de mil mane-ras; y las colores son tan finas, que no hay hombre que no semaraville y no tome gran descanso a vedas." Una y otra vezreaparece el tono hiperbólico, como por ejemplo (19 de oc-tubre): "vide este cabo de allá tan verde y tan hermoso, asícomo todas las otras cosas y tierras de estas islas, que yo nosé adónde me vaya primero, ni me sé cansar los ojos de vertan hermosas verduras y tan diversas yerbas. .. y llegandoyo aquí a este cabo vino el olor tan bueno y suave de floreso árboles de la tierra, que era la cosa más dulce del mundo."0, más adelante (21 de octubre): "el cantar de los pajaritoses tal que parece que el hombre nunca se querría partir deaquí, y las manadas de los papagayos oscurecen el sol". Lue-go, hablando de Cuba (28 de octubre), dice que "es aquellaisla la más hermosa que ojos hayan visto". Y de la Hispaniola(11 de diciembre), que es "la más hermosa cosa del mundo".

Colón describe a los isleños de las Bahamas y de las Gran-des Antillas como seres sencillos, felices y virtuosos. En suCarta del descubrimiento dice: "la gente de estas islas andantodos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres losparen". Esta desnudez fué una de las cosas que más le sor-prendieron, como a todos los exploradores que llegaron trasél, acostumbrados a una Europa vestida con exceso. Añadeluego:

No tienen hierro ni acero ni armas ni son para ello. Noporque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura,salvo que son muy temerosos a maravilla ... Son tanto sinengaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creerásino el que lo viese. Ellos de cosas que tengan pidiéndoselasjamás dicen que no; antes convidan a la persona con elloy muestran tanto amor que darían los corazones ... No co-nocían ninguna secta ni idolatría, salvo que todos creen quelas fuerzas r el bien es en el cielo; y creían muy firmeque yo con estos navíos y gente venía del cielo y en talacatamiento me reciben en todo cabo después de haber per-dido el miedo. Y esto no procede porque sean ignorantes,salvo de muy sutil ingenio y hombres que navegan todasaquellas mares que es maravilla la buena cuenta que ellosdan de todo, salvo porque nunca vieron gente vestida nisemejantes navíos.

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y en el Diario del descubrimiento (11 de octubre): "sonmuy bien hechos, de muy hermosos cuerpos, y muy buenascaras. .. N o traen armas ni las cognocen, porque les amostréespadas y las tomaban por el filo, y se cortaban con ignoran-cia". Luego (13 de octubre): "gente muy hermosa: los ca-bellos no crespos, salvo corredíos y gruesos como cerdas decaballo ... y los ojos muy hermosos y no pequeños, y de ellosninguno prieto, salvo de la color de los canarios [los antiguosguanches] ... las piernas muy derechas ... y no barriga, salvomuy bien hecha". Y más adelante (16 de octubre): "No lesconozco secta ninguna, y creo que muy presto se tornaríancristianos, porque ellos son de muy buen entender." Y en suDiario, imaginando ya cómo habría de referir su descubri-miento a los soberanos (25 de diciembre), escribió: "Certificoa Vuestras Altezas que en el mundo creo que no hay mejorgente ni mejor tierra: ellos aman a sus prójimos como a símismos y tienen un habla la más dulce del mundo, y mansa, ysiempre con risa."

No todos los indios eran, en verdad, "nobles salvajes"como los taínos que encontró en las Antillas. Por ellos supode sus enemigos, las feroces tribus de las pequeñas islas delSur, de quienes se decía que comían carne humana. El nom-bre de esas tribus guerreras =caribes, o canibes, o canÍbales-llegó a convertirse, andando el tiempo, en un símbolo de es-panto.

Toda Europa leyó la carta de Colón sobre el descubri-miento. En 1493, inmediatamente después de su publicaciónen castellano, fué traducida al latín por el catalán Leandrode Casco y tuvo por lo menos ocho ediciones, amén de unaparáfrasis en verso italiano hecha por el teólogo florentinoGiuliano Dati.

La imaginación de los europeos halló en estas descripcio-nes, entre tantas nuevas extrañas, la confirmación dé fábulasy sueños inmemorial es, "la merveille unie a uérité", según labella expresión arcaica de Mellin de Saint-Gelais. El mismoColón había visitado nuestras islas tropicales con la imagina-ción llena de reminiscencias platónicas y en sus viajes recor-daba una y otra vez cuanto había oído o l'éído de tierras y

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hombres reales o imaginarios: leyendas y fantasías bíblicas,clásicas o medievales, y particularmente las maravillas narra-das por Plinio y Marco Polo. Toma a los manatíes, en elmar, por sirenas, aun cuando no le parecen "tan hermosascomo las pintan". Imagina que los indios le cuentan de ama-zonas, cíclopes u hombres con cara de perro, hombres concola, hombres sin cabellos." Hasta el canto de un pájaro tro-pical se convierte, para él, en el canto del ruiseñor.

Mucho se ha elogiado a Colón por sus descripciones de lanaturaleza en los trópicos. Todo un maestro en ese mismoarte, Alexander van Humboldt, encuentra en ellas "belleza ysimplicidad de expresión", y un "hondo sentimiento de la na-turaleza". Menéndez y Pelayo les atribuye la "espontánea elo-cuencia de un alma inculta a quien grandes cosas dictan gran-des palabras". Pero Cesare de Lollis, en su edición crítica deltexto de Colón, las juzga monótonas y superficiales; según él,Colón, por un entusiasmo forzado, trata de probar la importan-cia de su descubrimiento. Hay, sin duda, una nota de excesoen los escritos de Colón, pero es congénita en él. También escierto que en sus cartas a los soberanos y a sus protectoresSantángel y Sánchez -cartas que, prácticamente, no son másque una- no menciona para nada las características desagrada-bles de las islas; en su Diario habla aquí y allá del incómodocalor que sufrió en las Bahamas, pero en sus cartas no se refierea ello. Y su lenguaje peca en ocasiones de monótono, con re-peticiones de fórmulas hiperbólicas, porque no era hombre deletras y no disponía de un gran caudal de palabras; pero con-sigue efectos deliciosos con su escaso vocabulario, como cuan-do habla de árboles que "dejaban de ser verdes y se tornabannegros de tanta verdura", o de "el canto de los grillos a lolargo de la noche", o de la sonrisa que acompaña el hablade los isleños, o cuando dice simplemente "cantaba el ruise-ñor". Igualmente, sus descripciones podrán parecer artificia-les, pero sólo porque las hace siguiendo la moda literaria desu época, a la que prestaba obediencia, aun cuando no eragran lector. Todo paisaje, para ser perfecto, tenía que ser unjardín de eterna primavera. El Paraíso mismo no se habíaconcebido de otra manera durante muchos siglos. Y la ver-

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dad es que las islas del Caribe son verdes y están llenas deflores, frutos y pájaros que cantan durante todo el año, aunmientras en Europa es invierno."

Como sus descripciones se ajustaban al ideal de belleza.natural entonces al uso, impresionaron vivamente la imagi-nación europea. Más tarde se vieron confirmadas y amplia-das por muchos cronistas. El Nuevo Mundo, o al menos suzona tropical, ha conservado en la imaginación de la mayoríade los hombres los rasgos esenciales que aparecen en la fa-mosa carta de 1493: una riqueza y una fertilidad sin límite,y esa primavera eterna de los trópicos que experiencias másprosaicas han venido a cambiar en un verano perenne y nomuy grato. Después de Colón se descubrieron y exploraronmuchas otras regiones; los hombres vieron que en Américahabía también desiertos, maniguas, praderas sin árboles, cordi-lleras formidables, dos zonas con rotación de estaciones yhasta una región polar. Pero el cambio, en la concepción po-pular, ha sido muy lento. En la actualidad, se considera queNorteamérica es, en términos generales, parecida a Europa,en cuanto al clima; el resto, los vastos y abigarrados territo-rios de Centro y Sudamérica, suele concebirse vagamentecomo un revoltillo de tierras más o menos tórridas, por másque la altura o la latitud hagan que una porción considerablede ellas sea templada. Buena parte de la sociología populardescansa sobre esta falsa concepción geográfica.

El retrato que hace Colón de los taínos como nobles sal-vajes es en parte una figura poética,. compuesta bajo la in-fluencia de una tradición literaria y con el deseo de realzar elvalor del descubrimiento. Pero es el caso que el retrato se lesparecía mucho. No tuvo igual fortuna que sus descripcionesdel paisaje; pero llevaba dentro la semilla del complejo pro-blema del "hombre natural" qu~ ocupó el pensamiento eu-ropeo durante trescientos años. En él encontramos hasta unapreferencia por los nativos de América, basada en su bellezafísica, en contraposición a los nativos de África Central, pre-ferencia que se repite en muchas vindicaciones de los- indiosy que sigue siendo bastante común, a pesar ~el elocuente elo-gio de la belleza negra hecho por el Conde de Keyserling.

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Tras el efímero revuelo que levantaran las noticias comu-nicadas en la carta de Colón, vino un periodo de calma. Du-rante algún tiempo se pensó que el Descubrimiento había sidoun fracaso. Grandes esperanzas habían acompañado a Colónen su segundo viaje (1493), en el que vino a la Hispaniola condiecisiete barcos y mil quinientos hombres de diverso estadoy oficio. Pero estallaron las disensiones, y era poco el oro quehabía. El resto, lo sabemos. En España, según Fernando Co-lón, se apellidó al descubridor "el Almirante de los Mosquitos,que ha hallado tierras de vanidad y engaño, para sepulcro yruina de los hidalgos castellanos". Pasaron quince años, y losespañoles no habían colonizado más que la Hispaniola. .

Sin embargo, las exploraciones siguieron llevándose a cabo,aunque sin plan ni método. Y de pronto el relato de los via-jes de América Vespucio, cuando salió "para ver una porcióndel mundo y sus maravillas", volvió a despertar el interés delos lectores europeos. Sus descripciones del Brasil parecencomo variaciones sobre los temas de Colón, aunque a menudocontienen palabras de censura para los indios:

Andan todos completamente desnudos, tanto los hombrescomo las mujeres ... Son de mediana estatura y muy bienproporcionados. Su carne es de un color que tiende al rojo,como melena de león, pero creo que si anduvieran vestidosserían blancos fama nosotros. No tienen en el cuerpo nadade vello, salvo el pelo de las cabelleras, largas y negras, es-pecialmente en las mujeres a las cuales hermosean... Sonmuy ligeros en sus personas al andar y al correr, tanto loshombres como las mujeres... Nadan de una manera in-creíble, las mujeres mejor que los hombres... Sus armasson arcos y flechas ... No acostumbran tener capitán al-guno, ni andan en orden, pues cada uno es señor de sí mis-mo. .. No usan justicia ninguna, ni castigan al malhechor,ni el padre o la madre castigan a los hijos; y ... no vimosjamás haber pleitos entre ellos. .. Son gente limpia y asea-da en sus cuerpos por la mucha frecuencia con que se la-van ... No supimos que tuvieran ley alguna ... Juzgo quellevan una vida epicúrea [enérgica condenación por aquelentonces]. .. No usan comercio ni compr::on ni venden ...Se contentan con lo que les da la naturaleza. Las riquezasque en esta nuestra Europa usamos... no las estiman ... ,.

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Son liberales en el dar y sólo por rareza os niegan algo ...Comen poca carne, excepto la carne humana... Comen atodos sus enemigos que matan o hacen prisioneros ...

¿Qué diremos de los pájaros que son tantos y de tanvariados colores en sus plumas de tal manera que maravillael vedos? La tierra es muy amena y fructífera, llena degrandes selvas y bosques y siempre está verde y no se pier-den las hojas. Las frutas son tantas que son incontables ymuy diferentes de las nuestras.'

Vespucio habla también de cielos nuevos y nuevas estre-llas. "Ya [en su tercera navegación] no veíamos la Osa Me-nor, y aun la Mayor la veíamos muy baja, y casi al remate delhorizonte. .. Entonces nos dirigimos por las estrellas del otropolo, el del Sur, que son muchas más, mucho mayores y másbrillantes que las del nuestro; por eso dibujé las figuras demuchísimas de ellas."

Ya Colón había dicho, en su patética carta a Doña Juanade la Torre (c. 1500): "Hice un nuevo viaje hacia el cieloy el mundo nuevos, desconocidos hasta entonces." El cielo ylas estrellas nuevas, que no habían sido más que un dato cien-tífico en los tratados astronómicos desde Aristóteles hastaAlfonso el Sabio, convirtiéronse en tópico literario en el si-glo XVI. Reaparecen en las Décadas De Orbe Novo de PedroMártir de Anghiera, en el ltinerarium del humanista italianoAlessandro Geraldini, primer obispo de Santo Domingo yprobablemente el primero que escribió verso y prosa latinosen América ("alia sub alio caelo sidera"); en la Historia !{e-neral y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Ovie-do ("estrellas no vistas sino por acá"); en el poema de Giro-lama Fracastoro Morbus gallicus ("diversum cae/o, et clarummaioribus astris"), en la Epístola sobre Colón de Étienne dela Boétie Ad Belotium et Montanum ("alio [ulgentia sideracaelo"); en el soneto de Mellin de Saint-Gelais en alabanzade los Voyages aventureux de Jean Alphonse de Saintonge(" et autre ciel s'y voit d'autre nature"); en los Lusiadas deCamoens ("lá no novo hemispherio nova estrella"); en laAraucana de Ercilla ("climas pasé, mudé constelaciones"); enlas Elegías de varones ilustres de Indias de );Jan de Castella-nos ("otras estrellas ve nuestro estandarte I y nuevo cielo ve

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nuestra bandera"). Durante el siglo XVII sobreviven cuandomenos en Bernardo de V albuena, que los menciona en variasocasiones. ~

A partir de Vespucio, Europa no dejó ya de mirar haciaOccidente. La información fluía de muchas fuentes. La másrica de todas fué De Orbe N ovo de Pedro Mártir. Hombregenial, a su manera, humanista con vocación de periodista,Pedro Mártir (1457-1526) ofreció a sus lectores un espec-táculo pleno y brillante, como los frescos de Benozzo, conreyes exóticos, con oro, pájaros y árboles exóticos. Sus des-cripciones generales de la naturaleza son pocas pero gran-diosas:

Refieren los españoles que aquella tierra es la más fértilde cuantas las estrellas rodean."

Plantan toda clase de vegetales... A los diez y seisdías de haberIos sembrado los han cogido en regular sazón;los melones, calabazas, cohombros y cosas así los cogierona los treinta y seis días y decían que jamás los habían co-mido mejores. Estas hortalizas las tienen frescas todo elaño. .. Algunos de los árboles estaban en flor y desdeel mar se percibían sus suaves olores; otros se veían cargadosde frutas."

Tiene, pues, esta dichosa isla [Hispaniola] perpetua pri-mavera y perpetuo otoño. Allí todo el año tienen hojas losárboles y están verdes los prados; todas las cosas prosperanallí admirablemente ... ¿Qué mayor felicidad que pasar lavida donde no se vea uno obligado a encerrarse en estre-chas habitaciones, con horroroso frío o angustioso calor, nitenga uno que cargar el cuerpo en invierno con pesadosvestidos o estar quemándose las espinillas continuamenteal fuego [sin duda una costumbre de Pedro Mártir, dado lomucho que escribía], que son cosas que envejecen a loshombres rápidamente y quebrantan las fuerzas y traen con-sigo mil clases de enfermedades? Dicen, además, que es sa-ludable el aire y saludables las aguas de los ríos, como quecorren siempre sobre oro."

Consagra muchas páginas a las descripciones de la fauna yla flora, y muchas más a los habitantes. Habla con horror de

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las costumbres de los "odiosos caníbales", esos "lobos rapa-ces", pero elogia a los plácidos taínos:

Me parece que nuestros isleños de la Hispaniola son másfelices que lo fueron los latinos ... porque viviendo en laedad de oro, desnudos, sin pesos ni medidas, sin esa fuentede toda desventura, el dinero [¿reminiscencia de San Pa-blo, "el amor del dinero es la raíz de todo mal"?], sin le-yes, sin jueces calumniosos, sin libros, contentándose con lanaturaleza, viven sin solicitud ninguna acerca del porvenir.Sin embargo, también les atormenta la ambición del man-do y se arruinan mutuamente con guerras.?

Tienen ellos por cierto [en Cuba] que la tierra, como elsol y el agua, es común y que no debe haber entre ellos'J'11;eUmy tuum, semillas de todos los males, pues se conten-tan con poco... Para ellos es la edad de oro. No cierransus heredades ni con fosos, ni con paredes, ni con setas; vi-ven en huertos abiertos, sin leyes, sin libros, sin jueces; desu natural veneran al que es recto; tienen por malo y per-verso al que se complace en hacer injuria a cualquíera.w

Parece probable que este cuadro arcádico llamara la aten-ción sólo de una minoría humanista. El europeo común,como tantos exploradores de espíritu sencillo que vieron a losindios y escribieron sobre ellos, concebíalos como poco me-jores que los animales salvajes, inofensivos o peligrosos, segúnel caso. En América, los colonizadores españoles y portu-gueses no tardaron en acostumbrarse a ellos, tratándolos yacomo amigos, ya como enemigos, pero siempre como veci-nos; hiciéronse parte normal dentro de la comunidad de lascolonias. Pero para los pensadores y escritores de Europaplanteaban un problema por demás interesante, relacionadocon una de las grandes cuestiones que debatía el espíritu delRenacimiento, el secular contraste entre naturaleza y cultura.Quedaba otro problema de raíz más honda todavía, el cotlcep-to mismo de la naturaleza, heredado de la Antigüedad y plan-teado en nuevos términos. ¿Era el hombre bueno Eor natu-raleza? ¿Era el indio el "hombre natural"? ¿Vivía en estadode inocencia? ¿Era la suya una vida feliz? ¿Gozaba acaso deprivilegios mayores que los dudosos de la civilización euro-pea? ¿Podían considerarse los peores hábitos de los caníbales

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más criminales que las prácticas de los cris~ianos, que no secomían a sus semejantes, pero sí los torturaban, mutilaban y

quemaban en la hoguera?Cuando Tomás Moro buscó un rincón apartado y seguro

de la tierra donde poder levantar su Utopía (1516), escogiódeliberadamente una isla incierta, visitada por un compañeroimaginario de Vespucio. El ideal utópico, una de las grandesinvenciones del genio griego, una de las más bellas flores dela cultura mediterránea, no podía dejar de tener un nuevobrote en el Renacimiento; fué "descubierto nuevamente, jun-to con el Nuevo Mundo".u Maquiavelo describe la Europapolítica tal cual es; Moro, que no la encontraba de su gusto,concibe una perfecta politeia y la sitúa en tierras nuevas, nocorrompidas todavía. Siguiendo su ejemplo, Campanella le-vanta su Ciudad del Sol (1623) en otro país incierto situadoal sur del Ecuador, pero le da algunos rasgos que toma, pro-bablemente, de la civilización azteca o de la incaica. Baconlleva su Nueva Atlántida más lejos todavía de la realidad,pero es significativo el que sus habitantes hablen español.

Mientras que en Europa se formulaban todas estas pre-guntas teóricas, españoles y portugueses enfrentábanse enAmérica al problema práctico del trato de los indios. Paralos conquistadores, la cosa era bien clara; debía sometersea la población nativa y hacerla trabajar para sus nuevos se-ñores. En los primeros años de la conquista, se clasificó a losindios en dos grupos: los caribes, que ofrecieron resistencia ylucharon contra los europeos, Y los guatiaos, que los recibie-ron con amistad. Y, sin embargo, fué tan duro y despiadadoel trato que muchos conquistadores dieron a los guatiaos, enlas islas, que hombres y mujeres murieron a millares. Algunosse rebelaron, pero no consiguieron mantener su independencia;finalmente, la revuelta de Enriquillo (1519-1533), un taínobautizado de la Hispaniola que leía y escribía español y cono-cía el uso de las armas europeas, logró salvar a algunos miles,que fueron declarados libres de todo dueño por decreto de

Carlos V.Ya en 1510, los hermanos de la Orden de Santo Domingo,a su arribo a la Hispaniola, habían visto con irritado asombro

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EL NUEVO MUNDO 21

la conducta de los colonos privilegiados, los encomenderos, aquienes estaban confiados los indios jurídicamente como pu-pilos, pero prácticamente como siervos. Después de meditary orar largamente, los frailes decidieron cuál había de sersu conducta. El acontecimiento es Uno de los más grandes enla historia espiritual de la humanidad. Los predicadores devol-vieron al cristianismo su antiguo papel de religión de los opri-midos. Fray Pedro de Córdoba (1482-1521), vicario de laOrden, dió instrucciones a Fray Antón de Montesinos, sumejor orador, sobre el sermón que debía predicar el cuartodomingo de Adviento. Montesinos tomó como texto las pala-bras del Evangelio "La voz del que clama en el desierto"."Hecha su introducción", dice Las Casas,

comenzó a encarecer la esterilidad del desierto de las con-ciencias de los españoles de esta isla y la ceguedad en quevivían, con cuánto peligro andaban de su condenación, noadvirtiendo los pecados gravísimos en que con tanta insen-sibilidad estaban continuamente zambullidos. .. "He subidoaquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto de esta isla,y por tanto conviene que con atención no cualquiera, sinocon todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidosla oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oís-teis, la más áspera y dura ... que jamás no pensasteis oír."Esta voz encareció por buen rato con palabras muy pungi-tivas y terribles que les hacía estremecer las carnes ... "Estavoz es que todos estáis en pecado mortal, y en él vivís ymorís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocen-tes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justiciatenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios?¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras aestas gentes, que estaban en sus casas y tierras, mansas y pa-cíficas? .. ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sindarles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de losexcesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren,y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir orocada día? Y ¿qué cuidado tenéis de quien los doctrine? ..Éstos ¿no son hombres? ¿No tienen almas racionales> ¿Nosois obligados a amarlos como a vosotros mismos? .. 'Tenedpor cierto que en el estado en que estáiseao os pod.éis mássalvar que los moros o turcos que carecen y no qUleren la

CAP.Il

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22 EL NUEVO MUNDO [CAP. 1

fe de Jesucristo... " Los dejó atónitos, a muchos como fue-ra de sentido, a otros más empedernidos y algunos algocompungidos, pero a ninguno. .. convertido.

Después de una agitada comida dominical, los encornen-deros congregáronse ante la residencia de Diego Colón, Vi-rrey de las Indias, y requirieron de él que solicitase la des-autorización de la Orden Dominica. Llegáronse luego todosjuntos hasta el pobre edificio de madera del monasterio y sos-tuvieron una larga conferencia con los frailes, pero la únicapromesa que obtuvieron del firme y discreto Fray Pedro deCórdoba fué la de que Montesinos volvería a predicar el do-mingo siguiente; que se ocuparía de los mismos asuntos, y quetrataría de satisfacerlos, si ello era posible. No hay necesidadde describir con detalle lo que dijo. Puede imaginarse fácil-mente, sabiendo que tomó como texto para su sermón aquelpasaje del libro de Job que comienza: "Repetiré mi saberdesde el principio. .. Porque en verdad que mis palabras ca-recen de mentira." 12

Había comenzado un nuevo tipo de cruzada. El espíritude caridad trataba de dominar la violencia rapaz de la volun-tad de poderío. Quizás por vez primera en la historia, loshombres de una poderosa nación conquistadora se ponían adiscutir los derechos de conquista. Grandes principios éticosy políticos, el derecho de cada individuo a su libertad y el detoda comunidad a su independencia, yacían en el fondo de lacontroversia y fueron llevados a ella más tarde por los con-tendientes. Córdoba y Montesinos llevaron la pelea hasta lacorte de España. Créese generalmente que las Leyes de Bur-gas (27 de diciembre de 1512), destinadas a mejorar la con-dición de los indios, surgieron de las discusiones habidas entreFernando el Católico y Montesinos. Meses después se pro-mulgó un decreto complementario, la Clarificación de las Le-yes de Burgos, parece que por influencia personal de FrayPedro de Córdoba.

Pero la aplicación de las Leyes no fué satisfactoria, y lacontroversia no paró ahí. En el mismo año (1510) en queCórdoba y Montesinos arribaron a la Hispaniola, tomaba lasórdenes en la ciudad de Concepción de la Vega un joven

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CAP.Il EL NUEVO MUNDO 23

abogado que había recibido su grado de licenciado en la Uni-versidad de Salamanca, Bartolomé de las Casas; fué el primersacerdote que dijo su primera misa en América, "la primeramisa nueva en el Nuevo Mundo". Como a cualquier españolde distinción establecido en las Antillas, se le asignaron in-dios; él los trataba bien, sin ver nada esencialmente malo en elsistema de la encomienda. En cierta ocasión, un fraile domi-nico a quien había ido para confesarse le amonestó por ex-plotar a los nativos y le negó la absolución; no faltó, sinembargo, confesor menos exigente que se la diera. Despuésde haberse ordenado continuó teniendo indios a su servicio.Pero cuatro años más tarde, en Cuba, mientras se preparabapara predicar un sermón el domingo de Pentecostés, sus ojoscayeron sobre el capítulo XXXIV del Eclesiástico:

Mancillada es la ofrenda del que hace sacrificio de loinjusto y no son agradables los escarnios de los inicuos. Norecibe el Altísimo los dones de los impíos... El que ofrecesacrificio de la hacienda de los pobres es como el que de-güella a un hijo delante de su padre. La vida de los pobreses el pan que necesitan; aquel que lo defrauda es hombresanguinario. Quien quita el pan del sudor es como el quemata a su prójimo. Quien derrama su sangre y quien de-frauda al jornalero, hermanos son.

Desde aquel día consagró su vida a la protección de losindios y se convirtió en el impetuoso e indomable Quijotede la fraternidad entre los hombres. Su campaña es bien co-nocida. Duró cincuenta años y contribuyó a producir dosgrandes acontecimientos: uno, las Nuevas Leyes de 1542, quedeterminaron finalmente la situación de los indios; el otro,las doctrinas jurídicas expuestas en la Universidad de Sala-manca por Fray Francisco de Vitoria, el reformador de lateología y de la teoría política." Con frecuencia se ha dichoque, en la práctica, no se dió mucho cumplimiento a aquellasleyes; indiscutibles son, con todo, sus buenos resultados, seacual fuere el patrón por el que los juzguemos. Y Iadoctrinade Vitoria afirma los derechos de todos los pueblos a Ia li-bertad, aun cuando no sean cristianos, o aun "uando vivan enpecado; y su descreimiento, si se debe a ignorancia, no es pe-

rUNIVERSIDAD DEANTIOQUIA

BlliLIOTBCA CENTRAL

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24 EL NUEVO MUNDO lCAP.I

cado. Los indios eran los "verdaderos dueños" del territorioque ocupaban; no eran súbditos naturales del "Emperador",pero el rey de España podía gobernarlos, siempre que lo hi-ciera por el propio bien de ellos. Ningún hombre es esclavopor naturaleza: Vitoria desecha la teoría de Aristóteles a esepropósito como una teoría de "esclavitud civil y legal, en lacual no hay esclavos por naturaleza". Su más grande discípu-lo, Fray Domingo de Soto, fué más allá y predicó la aboli-ción. Vitoria justifica la guerra sólo como medio de repararofensas, como cuando los cristianos que procuran pacífica-mente la propagación de la fe o el derecho al comercio seven atacados por otros pueblos paganos. Podrá haber hoydía pacifistas inás radicales, y en el siglo XVI el mismo Vives loera más que el gran dominico;" pero, como suele ocurrir,lo que dió influencia a la doctrina de Vitoria no fueron susantiguos elementos -el lastre que arrastraba desde el pasado-,sino sus innovaciones. Su doctrina del derecho de indepen-dencia, aun cuando no era nueva en el fondo, presentaba unaspecto que sí lo era por sus relaciones con nuevas circunstan-cias. Y su desenvolvimiento gradual a lo largo del siglo XVI

condujo finalmente a la teoría de Grocio del derecho de lasnaciones, que significaba "un progreso en la vida moral de lahumanidad" .15 Por muchos que hayan sido sus errores, la Es-paña del siglo XVI merece el nombre que le ha dado KarlV ossler de mentora de la ética entre las naciones europeas.

Por desgracia, los esfuerzos de Las Casas produjeron otroresultado. Los enemigos del imperio español, celosos de supoder, apropiáronse de uno de sus muchos escritos polémicos,la Brevísima relación de la destrucción de las Indias (impresoen 1552), para levantar sobre él la "leyenda negra" de Es-paña. Poco contenía que no hubiera podido adivinarse fácil-mente en la lectura de muchos cronistas, incluyendo a Oviedo,el obstinado antagonista de Las Casas;" pero su concisión ysu fuerza, la fuerza llameante de la ira, lo hacían particular-mente aprovechable. Y Las Casas poseía esa cualidad pecu-liarmente andaluza de la exageración, que no limitó, cierta-mente, a sus páginas de controversia. Últimamente se hanhecho muchos esfuerzos generosos por disipar la leyenda ne-gra, y parte no pequeña de ellos se debe a historiadores norte-

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CAP. 1] EL NUEVO MUNDO 25

americanos. Pero aún hoy no es tarea fácil convencer al hom-bre de la calle de que la conquista española, a pesar de losmales de los que ninguna conquista está exenta, tuvo una cua-lidad humana única. Pues los españoles, como los portugue-ses, en seguida alcanzaron a ver que los indios eran, despuésde todo, hombres no muy distintos a ellos mismos, y se mez-claron con ellos, y los trataron como se trataban ellos entresí; no mejor, como deseaba Las Casas, pero tampoco -o, siacaso, en contadas ocasiones- peor. La tiranía que más de 11nnoble ejerció sobre sus vasallos en Europa hasta fines de laEdad Media, y aun después (por ejemplo, la tiranía de cual-quiera de los comendadores que retrata Lope de Vega) era elequivalente exacto de la que los encomenderos ejercieron so-bre los indios en América."

Mientras se libraba esta larga batalla, los exploradores se-guían descubriendo nuevas tierras y buscando muchas másque pertenecían a la quimérica geografía de la Edad Media ysobrevivían en la crédula imaginación de los navegantes: elpaís de las Amazonas, El Dorado, la ciudad encantada de losCésares, donde no había otro metal que la plata y las casasestaban hechas de él, el lugar donde se hallaba la fuente de laeterna juventud. Tanto las exploraciones reales como las bús-quedas quiméricas dieron nuevo impulso a esa literatura eu-ropea de "viajes extraordinarios", que con Rabelais nos dasu primer gran ejemplo moderno."

Vino después el descubrimiento y conquista de México yel Perú. El éxito coronaba, al fin, la aventura de Colón. Enun lapso increíblemente breve, los dos vastos y opulentos im-perios cayeron en manos de los españoles. La imaginación eu-ropea, que tanta atención dedicaba a los relatos acerca de lastribus salvajes, no estaba todavía preparada para comprenderaquellas extrañas y magníficas civilizaciones, aun después deleer tantas largas y minuciosas descripciones de sus ciudades ycostumbres: todo lo que sacó de ellas fué una caótica impre-sión de riqueza, poder y muchedumbres, pero ~o la revelaciónde nuevos tipos de cultura. Carlos V, por ejemplo, parecehaber sido indiferente a la rara belleza ~ las joyas incasque los Pizarros eligieron para él. Hasta los Comentarios

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26 EL NUEVO MUNDO ¡CAP. 1

Reales del Inca Garcilaso, aparecidos mucho después (1609),tardaron mucho en producir su efecto. Solamente en el si-glo XVIII, a raíz del descubrimiento de la cultura china, seintentó una interpretación de México y del Perú. Los espa-ñoles que tomaron parte en las conquistas y vieron los dosimperios en todo su esplendor, jamás llegaron a dudar de lagrandeza de aquellas civilizaciones, como lo demuestran sobra-damente los escritos de Cortés, Bernal Díaz del Castillo. Fran-cisco de Jerez, Cieza de León, y aun cronistas como Sahagún,que no vió sino las ruinas del pasado glorioso. Pero esto eraresultado de una experiencia inmediata, que, al parecer, nofué comunicable a Europa."

Los pensadores y escritores europeos del siglo XVI no le-yeron los relatos de descubrimientos y viajes en busca de nue-vas formas de cultura que pudieran contrastarse con las suyaspropias. Su principal preocupación era la Naturaleza. Colón,Vespucio, Pedro Mártir, Las Casas, les habían informado acer-ca de salvajes que vivían en "estado de naturaleza", en unaedad de inocencia. La oposición filosófica entre naturaleza ycultura, la comparación entre el hombre natural y el civili-zado, se nutre del inagotable material con que le provee elNuevo Mundo. Persiste y crece cada vez más complejo al co-rrer de los siglos.

En España, rara vez se menciona al indio en este sentido;su defensa hubiera significado cuando menos un repudio teó-rico de la conquista, y las autoridades habrían visto con dis-gusto, probablemente, semejante actitud, una vez que la con-troversia iniciada por los frailes dominicos había quedadozanjada con disposiciones legales." El indio aparece, pues,sólo como una figura exótica y pintoresca en obras como latrilogía de los Pizarros de Tirso de Molina, en donde se in-troducen las Amazonas; rasgo de fantasía que no deja de sor-prender en un poeta que había vivido realmente en el NuevoMundo. ¿Pudo creer acaso seriamente, como Spenser, que""el gran río de las Amazonas" había "resultado verdad"? Engeneral, América ocupa mucho menos espacio en la literaturade España y Portugal de lo que podía haberse esperado.

Aun cuando seguía en pie la controversia sobre el indio,los humanistas españoles no consideraron al salvaje como la

CAP.IJ EL NUEVO MUNDO 27

personificación de la naturaleza frente a la cultura; volviéron-se, en cambio, hacia el campesino, labrador o pastor, de acuer-do con la tradición clásica -por ejemplo, Antonio de Gue-vara, en su Reloj de príncipes (1528), con su famoso cuentodel villano del Danubio, y en su Menosprecio de corte y ala-banza de aldea (153 9). El sueño de una vida perfecta y sen-cilla, especie de utopía que adopta una amplia variedad deformas, invade la literatura española en el siglo XVI, desde Juany Alfonso de Valdés hasta Fray Luis de León. Cuando con-cluye el Renacimiento y comienza la era prosaica típicamentemoderna, Lope de Vega, poeta nacido en la ciudad, queamó el esplendor de las ciudades, sintió también la fascina-ción de la vida del campo y contrapuso muchas veces las vir-tudes sencillas y heroicas del campesino a la orgullosa tiraníadel noble y la duplicidad intrigante del cortesano. En oca-siones fué más lejos: el tema familiar de la edad de oro reapa-rece cuando introduce salvajes en obras como Los guancbesde Teneriie, El Nuevo Mundo y el Arauco domado. Condramática imparcialidad, Lope pone en boca de los salva-jes que defienden sus derechos argumentos que hubiera apro-bado Las Casas. También Cervantes, que no se hace ilusionesen cuanto a las perfecciones de la sociedad moderna, añorael ideal caballeresco de la Edad Media y el ideal culto del Re-nacimiento, y vuelve de vez en cuando los ojos hacia la edadde oro, como en el famoso discurso de Don Quijote a los ca-breros. Y Quevedo, amargo censor de su época, escribe unelogio de la Utopía de Moro, traducida al español por suamigo Jerónimo de Medinilla (1627). Por último, Graciánpresenta en su Criticón (1651-1657) un "hombre natural",de acuerdo con el modelo inventado por Abén T ofail, en suFilósofo autodidacto. El Andrenio de Gracián no conoceninguna sociedad, ni aun la de los salvajes, ni lenguaje alguno;después que Critilo le enseña a hablar, muestra que en susoledad había descubierto los principios morales y religiososmás altos y sencillos. La isla desierta de Andrenio no está enel Nuevo Mundo (¿lo haría Gracián intencionadamente?),sino cerca de África; es la de Santa Elena. _./

En Francia, el terna indio se discutió con-mayor libertad.Los franceses habían obtenido poco o ningún éxito en sus

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28 EL NUEVO MUNDO [CAP. 1

primeras aventuras coloniales. André Thévet, que vino alBrasil con la expedición de Villegaignon (1555), en sus Sin-gularidades de la Francia antártica (I 558), con más piedadque enojo, describe a los indios como "gente maravillosamen-te extraña y salvaje, sin fe, sin ley, sin religión ni civilidadalguna, que viven como animales irracionales, tal y como lanaturaleza los ha hecho". Pero Jean de Léry, que acompañótambién a Villegaignon, se plantea la pregunta de si muchas denuestras razones para despreciar a los indios no son simplesprejuicios, y aun confiesa que su desnudez es casta, pensamien-to atrevido para un teólogo calvinista. Y Jodelle, que escribióun poema laudatorio para el libro de Thévet, hace notar quesi la barbarie existe en Río de Janeiro, en la "Francia Antár-tica", también se da, bajo otra forma, en su propia "FranciaÁrtica". Ronsard, comentando la expedición de Villegaignonen su Discours contre [ortune (1559), condena toda conquistay todo intento de imponer la civilización europea a los salva-jes. Los indios viven en una edad de oro; ¿a qué enseñarles"el terror de la ley que nos hace vivir con temor"? Déjeselesvivir felices: "Yo bien quisiera vivir así."

La discusión alcanza su mayor altura con Montaigne, endos ensayos famosos =uno sobre los caníbales, el otro sobrelos carruajes- y en muchas observaciones dispersas. Montaig-ne llevó la crítica de la civilización europea, en comparacióncon el estado salvaje, a sus consecuencias extremas. Habíaleído unas cuantas crónicas de viajes y conquistas; además,había conversado con viajeros, marineros, mercaderes, y auncon salvajes brasileños llevados a Rouen durante el reinadode Carlos IX.21 "Creo", dice en su ensayo Sobre los caní-bales (1, 30),

que nada hay en esa nación que sea bárbaro Q salvaje,sino que cada cual suele llamar barbarie a aquello que no lees común ... Son salvajes así como llamamos salvajes a aque-llos frutos que la naturaleza por sí misma y por su natural.progreso ha producido, cuando en verdad es a aquellos quenosotros mismos hemos alterado con nuestras artes y mu-dado de su orden común a los que con más propiedad de-bíamos designar salvajes. En aquéllos se hallan vivas yvigorosas las verdaderas y más provechosas virtudes y pro-

CAP.I] EL NUEVO MUNDO 29

piedades naturales, que en éstos hemos bastardeado, apli-cándolas solamente al placer de nuestro gusto corrompido.s-

Y más adelante: "Es una nación en la que no hay especiealguna de tráfico, ningún conocimiento de letras, ningunaciencia de números, nombre ninguno de magistrado, ni desuperioridad política; ningún empleo de servicio, ni de rique-za o pobreza; ni contratos, ni sucesiones, ni particiones, niotra ocupación que el ocio; ningún ario respeto del paren-tesco que el común, ni vestimenta alguna, ni agricultura, niminería, ni empleo del vino, ni del trigo." Shakespeare, comoes bien sabido, adoptó este pasaje en La tempestad, obra quetanto reflej a las lecturas de viajes, para describir la utópicarepública de Gonzalo (¡Utopía otra vezl ):

No admitiría comercio alguno, ni nombre de magistra-tura; no se conocerían las letras; nada de ricos, pobres yuso de servidumbre; nada de contratos, sucesiones, límites,áreas de tierra, cultivos, vifiedos, no habría metal, trigo, vinoni aceite; no más ocupaciones; todos, absolutamente todos loshombres estarían ociosos; y las mujeres también, que seríancastas y puras; nada de soberanía ... as

"Las palabras mismas -sigue diciendo Montaigne- quesignifican mentira, falsía, traición, disimulo, codicia, envidia,maledicencia y perdón, jamás se oyeron entre ellos"; como,andando el tiempo, habían de ser también desconocidas entrelos caribes de Surinam de Aphra Behn o los "houyhnhnmos"de Swift. Es cierto que comen carne humana, pero "no esque me duela el que nos cuidemos del bárbaro horror que hayen semejante acción, sino que, escudriñando tan de cerca susfaltas, estemos tan ciegos para las nuestras". De hecho, "po-demos llamarlos bárbaros en consideración a las reglas de larazón, pero no con respecto a nosotros, que los sobrepasamosen toda clase de barbarie".

La defensa del salvaje, como vemos, beneficia no sólo alas tribus pacíficas, como los taínos que encontró Colón en lasAntillas; incluye atrevidamente también a los caníbales. YMontaigne, que no pasa por alto ningún problema, refiefe quecuando habló con los salvajes brasileños en ]\ouen le dijeron"que habían visto que había hombres entre nosotros colmados-

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30 EL NUEVO MUNDO [CAP. 1

de toda clase de comodidades, mientras otros, desfallecidos dehambre y desnudos con pobreza y necesidad, pedían limosnaa sus puertas: y encontraban extraño que esos otros hombrestan necesitados pudieran soportar tamaña injusticia, y queno cogieran a los otros por la garganta, o pusieran fuego asus casas".

En su ensayo Sobre los carruajes (lII, 6), dice: "Nuestromundo ha descubierto otro últimamente ... " Condena, conel mismo espíritu que Las Casas, la invasión europea: "La par-te más rica y más hermosa del mundo, trastornada por el trá-fico de perlas y pimienta. ¡Oh victorias mecánicas, oh bajaconquista!" Y comprende -como muy pocos eu~opeos en sutiempo- que había grandes civilizaciones en América cuandollegaron los españoles. Ensalza estas civilizaciones como po-cos hombres lo han hecho antes del siglo xx: "Ni Grecia, niRoma, ni Egipto pueden, ya sea en provecho o dificultad,igualar ninguna de sus obras." Pero, con el presentimiento deque las civilizaciones son mortales (según el dicho de PaulValéry), dice: "Y, como nosotros, así juzgaron ellos que esteUniverso estaba próximo a su fin: y tomaron la desolaciónque nosotros les llevamos como signo de ello." Y aventurauna profecía tremenda: "Este mundo no saldrá a luz sinocuando el nuestro caiga en la oscuridad."

Las meditaciones de Montaigne marcan el paso de futuraslucubraciones.24 Durante los dos siglos siguientes, el tema deAmérica no ocupa un lugar destacado en la literatura francesade imaginación, a pesar de la Alzire y de L'ingénu (1767) deVoltaire; de Les incas de Marmontel (1777) Y del Camiréde Florian; ni tampoco en la literatura inglesa, a pesar dellndian Emperor de Dryden (1665) -quien, dicho sea de paso,parece haber sido el inventor del término "noble sauage" en suConquest of Granada (1670)-. Pero la literatura de viajesy descripción de nuevas tierras sigue en aumento; todavía nosson familiares los nombres de muchos exploradores franceses:Champlain, Lescarbor, Claude d'Abbeville, Ives d'Evreux,Mocquet, Sagard, Lejeune, Brébeuf, Du Tertre, Marquette,Hennepin, Lahontan, Charlevoix. Vienen tras ellos La Con-damine y Bougainville, dotados de una visión estrictamentecientífica.

CAP.Il EL NUEVO MUNDO 31

Todos estos libros describían la vida de los indios, y losjuicios de los autores seguían con frecuencia la tradición deMontaigne. Ya fuesen favorables o adversos a los salvajes,dieron nuevo sustento al ávido pensamiento filosófico. En elsiglo XVIII, el espíritu europeo posesionábase al fin de la tierray observaba a la humanidad, desde China hasta el Perú. Sabe-mos cómo la antigua disputa en torno a la naturaleza y lacultura se convirtió entonces en contienda apasionada. Dide-rot y Raynal, sin renunciar a los beneficios de la culturaeuropea, expresaron profunda simpatía por los pueblos opri-midos; Voltaire, igual que el Dr. Johnson en Inglaterra, semostró activo defensor de la vida civilizada, desdeñando lasvirtudes atribuídas a los salvajes; frente a ellos, Rousseau es elgran negador de la civilización europea, aun cuando sus "hom-bres naturales" tienen sólo una superioridad negativa, debidaa la falta de incitaciones al mal dentro de su medio; ni sonlobos, como en Hobbes, ni corderos, como en Locke, dosde los maestros que le ensefiaron la doctrina del contrato so-cial. El ideal de Rousseau no es el salvaje, sino el hombre que,como su Emilio, se educa en armonía con los dictados de lanaturaleza. Y ésta fué la luz que llevó, por un camino, ala concepción romántica de la vida y del arte, y, por otro,a la revolución social y política." Más generoso que cual-quiera de sus predecesores, Condorcet, poco antes de moriren la guillotina, afirmó en su Esquisse d'un tableau bistoriquedes progrés de l'esprit bumain (1794) su fe inquebrantable enel futuro y propuso a las naciones civilizadas un plan para lailustración pacífica de los pueblos atrasados.

La disputa entre naturaleza y cultura continuó durantetodo el siglo XIX, y todavía sigue en pie. D. H. Lawrence nosofrece un ejemplo bien patente: hastiado de las muchas re-presiones que ahogan al alma en las comunidades civilizadas,trató de volver a la vida verdadera por el camino de lasemociones esenciales y de la comunión con la naturaleza pri-mitiva. En La serpiente emplumada, su "hombre natural" esun indio visionario que, con bastante incongruencia, tryta dereavivar el espíritu de la antigua y compleja cultura mexi-cana que existió antes de la conquista' espa~la. Pero nóteseque sus muchos críticos, por lo general, no toman el partido

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32 EL NUEVO MUNDO [CAP. 1

de la civilización occidental, que ellos mismos han satiri-zado agudamente (vgr. Aldous Huxley en Contrapunto, don-de se retrata a Lawrence), sino que se limitan a señalar que elretorno a la naturaleza por el contacto con los salvajes o cam-pesinos no es más que una ilusión.

Desde otro punto de vista, la moderna teoría "difusionista"de la cultura nos da una nueva imagen del hombre primitivo,libre tanto de las ventajas como de los inconvenientes de lacivilización: "El hombre natural -dice G. Elliot Smith- noexhibe un deseo innato de construir casas o hacer vestidos,de labrar el suelo o domesticar animales. No tiene ni religiónni organización social. .. La guerra organizada, la brutalidady la mayoría de los diversos procedimientos de violencia sedeben a las circunstancias de la civilización, y no se dan en-tre los pueblos realmente primitivos." 26

Además de dar a Europa tantos motivos de especulacióny fantasía, América le dió muchas palabras y cosas nuevas.Los exploradores, de regreso, llevaron consigo las palabras. Yaen 1493, Colón y sus compañeros hablaban de las canoas in-dias, y Nebrija, el gran humanista, registró inmediatamente eltérmino. Aparecieron también nuevas palabras en los escritosde los incontables cronistas y en los poemas de Ercilla, Juan deCastellanos, Eugenio de Salazar y Juan de la Cueva." Muchasde ellas se difundieron por el mundo entero y penetraron enidiomas bien lejanos: tabaco, papa, maíz, hamaca, sabana,caníbal, del taíno de las Antillas; huracán, del quiché de Yu-catán, a través de las Antillas; piragua, manatí, del Caribe;cacao, chocolate, chicle, tomate, tamal, coyote, del náhuatlde México; quinina (derivado de quina), alpaca, gUClno,pam-pa, del quechua del Perú; coca, del aimara (hablado en lo quehoyes Bolivia); ipecacuana, del guaraní de Brasil y Paraguay.y asombra que por lo menos una de las palabras, aje, que apa-rece continuamente en los primeros cronistas, desde Colónhasta Bernabé Coba, no tenga hoy significado alguno; se le hanatribuído varios distintos, pero nadie sabe con certeza quéclase de planta era."

y después los objetos mismos que esos nombres designa-ban, tanto animados como inanimados, que transformaron la

CAP.Il EL NUEVO MUNDO 33

vida económica. Ante todo, los metales, "la causa más im-portante de la revolución de los precios en Europa en lossiglos XVI Y XVIl".29 Las Indias, el Perú, Potosí, Jauja, llega-ron.a ser, en España, palabras familiares con que se designabala nqueza. En Inglaterra, como dice Virginia weeu en suhermoso ensayo The Elizabethan Lumber Room, "encontra-mos to.dala literatura isabelina salpicada de oro y plata; de con-versaciones sobre las rarezas de la Guayana, y de referencias aesa América -'¡Oh, mi América! mi tierra nueva'- que no eraun simple país en el mapa, sino que simbolizaba los territoriosdesconocidos del alma". Allí se daban las piedras preciosas,los pájaros, las plantas, ya fuesen para alimento o medicina,para la construcción de casas, para adorno o recreo. La hoyhumilde raíz de la batata fué en su día una de las golosinasmás apreciadas en las mesas europeas, como lo demuestranmuchos escritos españoles y portugueses, y cuando Falstaffimagina una fastuosa recepción para una de las damas deWindsor, exclama: "¡Que llueva el cielo batatas!" Todo elmundo sabe cómo la papa se alzó, de un origen por demásmodesto, a la posición tiránica que disfruta hoy día. La his-toria del tabaco no es menos pintoresca; baste recordar quelos primeros pobladores españoles en las Antillas sintieron unterror indescriptible cuando por primera vez vieron fumar alos indios.

Algunos de los animales y plantas de América se adap-taron tan bien a otras tierras y climas que en ocasiones hallegado a olvidarse su verdadero origen. El opulento pero in-saciable Oriente se apropió del pavo, y aun de su nombre"(fueron los europeos quienes enseñaron a los turcos a criar-lo), y del maíz, el trigo indio, que los italianos llaman gran-turco. Victor Hugo, engañado por la transferencia; atribuyecampos de maíz a Caldea, en su poema sobre la estela de Mesa(Inscripción, en la Légende des Siécles); Flaubert, tras todassus fatigas arqueológicas para ófrecer en Salammbó una re-construcción impecable de Cartago, adorna inadvertidamenteel paisaje africano con nuestro cactus espinoso, que és allí unrecién llegado. Hoy día hemos de atribuir a un capricho de

• Turkey, en inglés [T.J

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34El...NUEVO MUNDO [CAP. 1

humor de Jean Giraudoux (Electra) sus tomates en plenaGrecia antigua.

La pintura europea adoptó nuestras plantas y nuestros pá-jaros desde los primeros tiempos, como puede verse en losdibujos para tapices de Rafael. El cactus, después de su tras-plante al Viejo Mundo, no tardó en hacer su aparición enlos cuadros sobre la vida de Cristo, dentro del árido paisajede Tierra Santa. También en la arquitectura se introducenfiguras ornamentales de salvajes -por ejemplo, los gigantesarmados de mazos en el Colegio de San Gregorio, en Valla-dolid. Colón esperaba encontrar en sus viajes el lugar dondehabía estado el Paraíso Terrenal." y en 1498 llegó a pensar,luego de haber explorado la costa norte de Sudamérica, que"la tierra donde había llegado es un gran continente en elque está situado el Paraíso Terrenal". Vespucio imaginaba queno podía quedar muy lejos del norte del Brasil; después deellos, muchos hombres parecen haber pensado que las plan-tas y pájaros de la América tropical hubieron de figurar enel hogar perdido de nuestros-primeros padres. Así, Skeltonllama al papagayo "un pájaro del paraíso"." Cuando Rubenscopió el cuadro del Ticiano que representa a Adán y Eva enel Jardín del Edén, puso entre los árboles una guacamaya,un papagayo de color de fuego. Alguien ha observado que,comparando el original del Ticiano con la copia de Rubens,vemos cómo el arte del Renacimiento se transforma en elbarroco. Muy adecuadamente, el símbolo de ese cambio tras-cendental en la historia del arte es un pájaro de las fantásticasselvas de la América tropical.

II

LA CREACIóN DE UNA SOCIEDAD NUEVA[ 1492 - 1600]

LA CONQUISTAY la población del Nuevo Mundo por las dosnaciones hispánicas dió origen a una sociedad nueva, proba-blemente distinta de cualquiera de las ya conocidas y, conseguridad, nunca igualada en cuanto a la magnitud del terri-torio en que se extendía.' Se alzaba sobre bases tradicionalesy conocidas: de un lado los conquistadores, del otro los pue-blos conquistados. La costumbre imponía que los conquista-dos trabajaran para los conquistadores. Ya desde 1500 quedósellado el destino de los indios, por una generosa decisión dela reina Isabel, que se ajustaba a viejos principios católicos: noserían sometidos a esclavitud, sino a vasallaje. La decisiónde la reina se vió luego apoyada por una serie de leyes quedieron lugar a las grandes controversias del siglo XVI. En lapráctica, los indios eran explotados a menudo como siervos(costumbre que aún no ha desaparecido); pero su situaciónlegal era de hombres libres," Habían de trabajar bajo los en-comenderos a quienes se les asignaba, o, si permanecían consus antiguos jefes, los caciques, debían pagar un tributo esti-pulado a la Corona. Recibirían los fundamentos de la doc-trina y de la cultura europea; a una minoría selecta se lepermitirían estudios académicos, empezando por el latín. 3 LaInquisición no estaba autorizada a seguirles proceso: sus erro-res en la interpretación de la Fe habrían de perdonarse comosimples pecados de ignorancia. Y si a menudo se vieron opri-midos por voraces señores, también hallaron protección ydefensa, unas veces entre rectos funcionarios de la Corona,muchas más entre los sacerdotes, y especialmente entre losmiembros de las órdenes monásticas, que fiaban a la persua-sión la obra del temor. ./

En la mayoría de los casos, son estos protectores quienes9-0sdan noticia de los abusos que se cometíafl' con los indios.

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