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Academia de Ciencias Administrativas, A.C. Congreso Anual Internacional 5 al 7 de mayo, 2004
El Equipo De Trabajo Autodirigido Y La Cultura Organizacional Ante Un Mundo Complejo
Anahí Gallardo Velázquez Universidad Autónoma Metropolitana
A partir de las últimas décadas con el proceso de globalización socioeconómica y los avances de la tecnología de la información y las telecomunicaciones, el mundo se observa como un espacio muy complejo e incierto, pues se manifiesta como un sistema ambiguo de interconexión de pluralidades y antagonismos y al mismo tiempo, como una totalidad indivisible. Es en ese contexto donde las nuevas metáforas y formas organizacionales aparecen en la construcción de un nuevo paradigma que permita comprender y atender la compleja realidad organizacional de nuestro tiempo. Desde esa vertiente el presente ensayo analiza al equipo de trabajo autodirigido como resultado del proceso de reestructuración organizacional que se ha venido implementado para lograr mejores niveles de desempeño, se hace un recuento de sus principales características y a través de algunos trabajos empíricos se concluye sobre algunas ventajas y desventajas de adoptar esta forma organizacional en el ámbito de las organizaciones mexicanas. El ensayo avanza en la descripción de este tipo de involucramiento del trabajador en la empresa posfordista y destaca algunas propuestas que se han sugerido para lograr el compromiso y la participación intensiva de la fuerza de trabajo en las actividades productivas, para el efecto se presentan dos casos prácticos.
A partir de las últimas décadas con el proceso de globalización socioeconómica y
los avances tecnológicos en el ámbito de las telecomunicaciones y la informática
el mundo se ha convertido en un espacio muy complejo e incierto en el que todo
se encuentra estrechamente interrelacionado, este se manifiesta como una aldea
global que lo subsume todo, tanto lo material como lo espiritual, entremezclando
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convergencias y divergencias pero al final constituyendo un sistema indivisible, lo
que ha dado origen a un modo diferente de pensar y de actuar.
En administración esto implica un reto singular, generar formas organizacionales
que den paso a una nueva manera de vivir juntos, en la que la pluralidad, la
contradicción y el desorden no se entiendan como fenómenos necesarios de
erradicar, premisa básica de la administración tradicional, sino al contrario, se
observen como procesos que pueden conducir a renovar de manera continua la
realidad organizacional, al comunicarse respetuosamente entre los integrantes de
la organización sus diferencias y poder enriquecer el proceso de toma de
decisiones al realizarlo de manera colectiva y concertada.
Todo lo cual supone un cambio de perspectiva organizacional, un cambio de
paradigma, que a fines del siglo XX ha ido emergiendo con el nombre de
paradigma de la complejidad, desde esa perspectiva el presente trabajo analiza
los esfuerzos por crear formas organizacionales, como los equipos de trabajo
autodirigidos, para lograr no solo un mejor desempeño sino una auténtica
renoyación organizacional.
En ese sentido se hará aquí un recuento de dos tipos de intereses, primero, del
interés de teóricos y de la gerencia corporativa por incrementar la efectividad
organizacional mediante prácticas de involucramiento del trabajador y segundo,
del interés interpretativo de estudiosos de la administración, cuyo enfoque crítico,
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ha dado paso a la revisión de las ventajas y desventajas de adoptar esta forma
organizacional en el ámbito de las organizaciones de países subdesarrollados.
Ciertamente, en casi todo el siglo xx predominó una perspectiva lineal,
determinista y de equilibrio, influenciada en Administración por el pensamiento
Taylorista y Weberiano la cual mantuvo una presunción falsa respecto a la
previsibilidad y control del mundo organizacional, a pesar de que la ambigüedad
lo permeaba todo.
Sin embargo, a mediados de los años 70 del siglo pasado se vivió un tiempo de
paradojas, donde la aparición de un conjunto de crisis en los campos social,
económico, político, cultural, ecológico y por supuesto, organizacional,
evidenciaron que no es posible controlar nada desde fuera de los procesos
mismos, pues frente a la multiplicación de situaciones imprevisibles, las órdenes y
los procedimientos y las normas preestablecidas se mostraron cada vez menos
eficaces para el logro del desempeño organizacional.
En esa vertiente la crisis del modelo organizacional taylorista fordista, demandó la
gestación de un nuevo paradigma que respondiera a las necesidades del cambio
permanente bajo una visión global del mundo, cuya finalidad fue alejarse de los
estándares predeterminados basados en la naturaleza aparentemente permanente
y homogénea de las organizaciones. Lo que permitió disolver las fronteras entre la
previsión y la administración de contingencias, y sobre todo, llevó a reconocer la
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existencia de una pluralidad de manifestaciones organizacionales necesarias de
incluir y atender.
En donde las fluctuaciones y los desequilibrios ya no fueran signos de un
desorden destructor necesario de erradicar, sino mas bien, la fuente primigenia de
la creatividad, es así como se empieza a utilizar el paradigma de la complejidad
emergente en las ciencias sociales .
El Paradigma de la Complejidad y La Organización
En efecto, el estudio de las organizaciones bajo el lente del paradigma de la
complejidad ha llevado a los investigadores a recuperar varias dimensiones de
análisis utilizadas en otras ciencias como son: la indivisibilidad del sistema, la
dinámica o causalidad no lineal, la impredictabilidad de los fenómenos, la
autonomía respecto del medio externo pero sobre todo la autoorganización o
generación de nuevos ordenes ( Gleick, 1987; Morin, 1998; Jantsch, 1980; Stacey,
1995; Waldrop, 1992; Wheatley, 1992; Zohar ,1997)
Luego, al adoptar en la lógica organizacional la visión que se tiene del mundo
como un todo integrado e indivisible, ya no será aceptable investigar a sus
constituyentes por separado, puesto que el sistema es una unidad de intereses
múltiples y diferenciados en la que las interacciones de sus integrantes
determinarán la estructura y dirección del todo.
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En cuanto a la dinámica no lineal entendida como aquella donde no se llega a
puntos predeterminados de equilibrio, donde los resultados son impredecibles y
varían en función de las diversidad de los objetivos y acciones que mantienen
cada uno de los agentes organizacionales, la causalidad mutua llevará a diseñar y
adoptar estrategias organizacionales solo como producto del aprendizaje
colectivo.
Por lo mismo al verificarse la autonomía relativa que mantiene la organización
respecto de su ambiente externo, el orden de su estructura y de sus funciones no
se determinará por el ambiente externo sino por la dinámica interna.
Finalmente, al aceptarse la capacidad de la organización para autoorganizarse
considerándola como un sistema capaz de actuar en el límite del caos y generar
sistemas de nivel superior, se advierte la posibilidad de generar nuevas
estructuras y ordenes, como resultado de la interrelación de sus miembros, a
través de dos fenómenos; la autorrenovación y la autotrascendencia.
Entendiéndose la autorrenovación como la capacidad de renovar y recuperar
continuamente sus componentes conservando la integridad de su estructura
general y la autotrascendencia, como la capacidad de superar de manera creativa
los límites físicos y mentales, a través de los procesos de aprendizaje, desarrollo y
evolución (Capra, 1982).
En efecto, la estructura organizacional puede ser impuesta o autogenerada, es
decir, puede ir desde la típica estructura organizacional jerárquica diseñada por la
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alta gerencia y que ha sido observada a lo largo de la historia de las burocracias
modernas, pasar por estructuras no jerárquicas, como los equipos de trabajo
formales aunque impuestos por la alta gerencia bajo una visión lineal y
determinista, hasta llegar a ser una estructura verdaderamente autogenerada
como en algunos equipos de trabajo autodirigidos en los que se advierten
claramente las dimensiones de la complejidad (Goldstein, 1999).
Los equipos de trabajo autodirigidos
Aunque el tema de los equipos de trabajo autodirigidos ha recibido mucha
atención en las últimas dos décadas, cabe señalar que no es un fenómeno nuevo,
su investigación data de los trabajos de Trist sobre la autorregulación de los
trabajadores en las minas de carbón en Inglaterra, durante los 50 (Trist et al.,
1963; Trist, 1981), de la experiencia escandinava de los equipos semi-autonomos
(Bolweg, 1976; Katz y Kahn, 1978) e inclusive, de diversos trabajos sobre la
implementación de equipos de trabajo en Estados Unidos en los 80.
Luego, la versión contemporánea de los equipos de trabajo autodirigidos integra
las investigaciones de la pasada experiencia europea y norteamericana y, por
supuesto, la influencia reciente que han tenido los círculos de calidad japoneses
en las organizaciones occidentales.
Así en las ultimas dos décadas, se observa un cambio radical de la estructura y
administración jerárquicas en organizaciones exitosas, hacia formas
postburocráticas basadas en el control concertado, con la intención de evitar la
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rigidez organizacional que obstaculiza la creatividad e innovación y la posibilidad
de responder estratégicamente a la volatilidad de los mercados (Orsburn, Moran,
Musselwhite y Zenger 1990).
En efecto, los investigadores señalan que este movimiento hacia la utilización de
los equipos de trabajo en las grandes corporaciones, es parte de una trayectoria
directiva para la descentralización y generación de redes flexibles que promuevan
una cultura de involucramiento.
De tal manera que el equipo de trabajo forma parte de una tendencia general
hacia la creación de una estructura productiva “ligera” (Womack, Jones y Roos,
1990) en la búsqueda de un compromiso mas alto de la fuerza de trabajo (Wood
y Albanese, 1995) en la que el control jerárquico sea reemplazado por el
compromiso de los trabajadores con la organización.
Así, la propuesta de la gerencia norteamericana de cambiar sus estructuras
organizativas burocráticas por otras sustentadas en equipos de trabajadores
donde se eliminen los supervisores innecesarios y otros staffs burocráticos, se ve
validada bajo el argumento de que los equipos de trabajo autorregulados pueden
generar empresas más productivas, competitivas y por ende rentables, al permitir
la autoadministración de los trabajadores en grupos pequeños, cuyas cualidades
sean la responsabilidad, el compromiso y por supuesto la mayor productividad.
Ciertamente, los equipos de trabajo han sido muy utilizados para reemplazar las
estructuras burocráticas inflexibles y deshumanizadas con mecanismos ideológico
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culturales que tienen como fin la coordinación de la actividad productiva a través
del involucramiento de los trabajadores en el proceso de trabajo (Marchington,
1992; Katzenbach y Smith, 1993). Para 1990, la revista Fortune reportaba que de
las 1000 empresas mas importantes del mundo capitalista, el 47% utilizaba
equipos de trabajo y lo hacían porque ello permitía mejorar la productividad, la
calidad, reducir los costos y elevar la moral.
Sin duda, el enfoque cultural aparecido en el campo de la administración en los
años 70, ha sido de gran utilidad para la reestructuración organizacional donde la
cultura es entendida como un patrón de significados transmitidos históricamente,
agrupados en símbolos, por medio de los cuales se comunican los sujetos
perpetuando y desarrollando su conocimiento y actitudes acerca de la vida(
Geertz, 1973).
Por lo mismo con el reconocimiento de la existencia de los aspectos simbólicos en
los grupos organizados, se acepta que los mitos, ritos y valores organizacionales
son una fuerza poderosa de las organizaciones, muchas veces mas importante
para determinar la conducta de sus miembros, que todas las estructuras, reglas y
procedimientos.
Luego, el cambio de administración de la supervisión jerárquica a la participación
de los empleados en la determinación del quehacer organizacional, significa que
los trabajadores del equipo autorregulado experimentarán día con día su trayecto
laboral de forma radicalmente opuesta a la experiencia que vive el trabajador
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tradicional, que se ve regulado por un supervisor. Así, en lugar de recibir
directrices, el equipo de trabajo lleva a cabo un proceso de recolección y síntesis
de información para actuar y decidir colectivamente las tareas a emprender. La
alta dirección les provee de los valores corporativos, que serán guía para los
miembros del equipo autorregulado, al emprender su trabajo y coordinarse con las
otras áreas de la empresa.
Usualmente, un equipo de trabajo autodirigido es responsable de completar una
función definida. Los miembros del equipo tienen una capacitación amplia que les
permite desempeñar cualquier tarea. El equipo de trabajo requiere y tiene la
autoridad y responsabilidad de hacer las decisiones esenciales para llevar a cabo
la totalidad de la función. Por lo mismo el equipo determina sus horarios de
trabajo, ordena el material necesario y define el tipo de coordinación con los otros
grupos. Luego, mas allá de la reducción de costos que la empresa se ahorra al
eliminar la supervisión, ésta gana al incrementar la motivación, el compromiso y la
productividad del empleado.
¿El involucramiento del trabajador , compromiso o resistencia?
En efecto, el pensamiento administrativo se ha preocupado desde sus orígenes
por la resolución de los conflictos y por obtener la cooperación de todos los
miembros de la organización, ya que se asume que la divergencia es inherente a
la vida organizacional y aspecto consubstancial del ejercicio del poder.
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De tal suerte que uno de los propósitos fundamentales de la gerencia
contemporánea es crear condiciones para que el conflicto trabajador/organización
pueda ser controlado y dirigido hacia canales útiles y productivos. En ese interés
se han probado distintas posibilidades para elevar los niveles de desempeño y
competitividad y al parecer el involucramiento del trabajador ha probado ser útil
para hacer frente al entorno dinámico en la actualidad.
En otras palabras se reconoce el papel vital que desempeña la creación de
equipos de trabajo autodirigidos, el empoderamiento del empleado y el
establecimiento de una identidad corporativa como medio de control
organizacional para el logro de la mayor competitividad de las organizaciones.
Alvesson y Willmott (2002) proponen que este control organizacional se logra a
través del autoposicionamiento de los empleados dentro de los discursos
gerenciales sobre el trabajo, es decir, a través de la identificación del miembro con
la organización y que es menos limitante y potencialmente más efectivo que los
métodos que se basaban en estímulos externos. Pues los empleados son
animados a ser más creativos e innovadores cuestionando los mecanismos de
control “fordistas”.
Luego estas prácticas organizacionales están dirigidas al actor, a los motivos, a
los valores, a la experiencia, a la localización jerárquica, a las reglas del juego, al
contexto, etc.
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Cabe señalar que el involucramiento del trabajador ha sido estudiado de manera
profunda por parte de la escuela de la autorregulación (Manz y Sims, 1987), la
teoría socio-técnica (Trist, 1981), el empowerment (Wellins, Byham, y Wilson,
1991; Lawler, 1986) y la teoría de la flexibilidad laboral (Marchington, 1992) entre
otras.
En particular en la década de los 90 se observa un creciente interés por investigar
la efectividad o desempeño organizacional de los equipos de trabajo autodirigidos
en las grandes corporaciones. En esta vertiente investigativa se encuentra un
importante número de trabajos empíricos dedicados a evidenciar la correlación
existente entre el grupo o equipo de trabajo autodirigido y el desempeño
organizacional alcanzado, bajo los rubros de productividad y rentabilidad, pero
también de la satisfacción y compromiso del trabajador alcanzados (Lewis, 1990;
Cohen, Ledford, y Spreitzer,1996)
Cabe destacar aquí la investigación empírica realizada por Campion, Medsker, e
Higgs, (1993) en una organización de servicios financieros, ya que esta demuestra
que las características de los grupos de trabajo autodirigidos pueden relacionarse
con la efectividad organizacional.
En esta investigación se toman en cuenta los resultados de trabajos con enfoques
disciplinares distintos como son, la psicología social (McGrath, 1984; Steiner,
1972), la teoría socio-técnica (Cummings, 1978; Pasmore, Francis, y Haldeman,
1982), la ingeniería industrial (Majchrzak, 1988), y la psicología organizacional
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(Gladstein, 1984; Guzzo y Shea, 1992; Hackman 1987; Sundstrom, De Meuse, y
Futrell, 1990). De igual manera se consideran los modelos de efectividad de
grupos de trabajo propuesta por Gladstein (1984); Guzzo y Shea (1992), Hackman
(1987), y Tannenbaum, Beard, y Salas (1992).
El resultado es una estructura conceptual híbrida consistente de cinco
componentes; diseño del trabajo, composición, interdependencia, proceso y
contexto, que representan la síntesis de las características más importantes
validadas para determinar al equipo de trabajo autodirigido. Figura 1
Los resultados estadísticos de esta investigación permiten demostrar que la
efectividad organizacional está asociada con casi todas las características del
equipo de trabajo, donde las asociaciones del diseño del trabajo y del proceso
tienen un mayor peso respecto a las de interdependencia, composición y
contexto.
De la misma manera el trabajo desarrollado por Cohen Ledford y Spreitzer (1996)
utiliza el análisis multifactorial para comparar la efectividad entre equipos de
trabajo tradicionales y autodirigidos y reporta interesantes hallazgos. Aquí las
correlaciones son mas altas para los equipos autodirigidos, lo que confirma la
mayor efectividad de esta forma organizacional, donde el contexto en los equipos
autodirigidos es la variable de mayor valor explicativo, tanto para la calidad de vida
laboral con .65, como para el desempeño evaluado por la gerencia .64 debido a la
naturaleza compleja del trabajo que requiere del apoyo gerencial, expresado en
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disponibilidad de información, recursos, capacitación, retroalimentación y
reconocimiento (Mohrman, S. A., Cohen, S. G., y Mohrman, A. M. 1995). Figura 2
Finalmente, la satisfacción laboral y el compromiso organizacional se asocian con
otros resultados organizacionales positivos. Por ejemplo, los empleados que están
satisfechos con sus trabajos se ausentan menos, son menos proclives a desertar
e incluso muestran conductas de identificación organizacional. Por su parte los
empleados que están más comprometidos con la organización son menos dados a
abandonar sus trabajos y se desempeñan correctamente.
Hoy el compromiso se define como la fuerza de la identificación individual con una
organización dada y sirve como base esencial para la eficiencia de una
organización dependiendo cada vez mas de las habilidades y autonomía de su
personal (Morrow, 1993)
Es así como el compromiso organizacional ha sido estudiado como una variable
que incide en la efectividad organizacional, estudiándose tres dimensiones, el
compromiso afectivo, el cognitivo y el normativo (Mowday, Steers y Porter, 1979).
Sin embargo, hay que señalar que el logro del compromiso del trabajador a través
de los equipos de trabajo no es cosa sencilla ya que los empleados suelen
presentar sentimientos y actitudes encontradas respecto a la implementación de
los equipos y rehuirse a trabajar bajo los esquemas de autodirección .
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Si bien el equipo de trabajo autodirigido es por definición una estructura
organizacional cuyos miembros se administran a sí mismos, asignan labores,
planean y calendarizan el trabajo, toman decisiones relacionadas con la
producción, el servicio o las diferentes problemáticas, no necesariamente todos los
miembros del equipo están satisfechos con el desenvolvimiento de éste, ni todos
se comprometen con la organización.
En diversas investigaciones se ha constatado que esta renuencia se encuentra
determinada en gran medida por ciertos valores culturales como el colectivismo,
el distanciamiento del poder, la orientación a la acción y el determinismo
De hecho varios estudios se han referido a los valores individualistas o
colectivistas como variables intervinientes del mayor o menor grado de
compromiso de los trabajadores, en tanto éstos influyen en la psicología del
trabajador. (Kirkman y Shapiro, 2001).
Por ejemplo, los individuos probablemente se resistirán a trabajar en equipo si
tienen sentimientos negativos hacia la colaboración, el sacrificio individual por el
grupo y el trabajo interdependiente, es decir, si su nivel de colectivismo es bajo.
De igual manera, un empleado con altos niveles de distanciamiento del poder y de
determinismo y bajos niveles de orientación a la acción, probablemente presentará
mayor renuencia a la autodirección.
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La cultura individualista considera al sujeto o a la organización como una entidad
cuya conducta depende de los pensamientos, sentimientos y acción de esa
entidad, mas que de la interrelación con los otros (Markus y Kitayama, 1991).
Mientras que la cultura colectivista observa al sujeto u organización como una
identidad construida a través de la interdependencia grupal, es decir, como parte
de una relación social donde la conducta individual u organizacional es
contingente a los pensamientos, sentimientos y acciones de los otros. En cuyo
caso las preferencias y necesidades del individuo u organización tienen un rol
secundario respecto a las del grupo, en el afán de mantener la armonía de la
organización.
De tal forma que si la organización detenta una cultura individualista serán las
actitudes más que las normas las que predigan la conducta de los sujetos y si éste
mantiene una cultura colectivista serán las normas más que las actitudes las que
predigan el comportamiento.
Cabe señalar que a nivel individual estas dos dimensiones, el individualismo y el
colectivismo, son denominadas como idiocentrismo y alocentrismo
respectivamente (Triandis, 1985).
La cultura idiocéntrica y alocéntrica afectarán el compromiso grupal,
organizacional y por lo tanto la rotación, el ausentismo y el desempeño en la
organización. Últimamente varias investigaciones han llegado a comprobar que el
trabajador con cultura individualista se compromete en la medida que éste siente
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que la organización le es ventajosa, mientras que en las culturas colectivistas el
empleado se compromete en función de la obligación moral y normas que
mantengan la armonía del grupo.
Otras investigaciones sugieren que el control concertado no libera al trabajador de
la jaula de hierro de las reglas, como solían indicar la mayoría de los estudios de
las grandes corporaciones, sino por el contrario, que se verifica un proceso de
desempoderamiento (Barker ,1993).
Por lo mismo, será necesario desarrollar este tipo de investigaciones empíricas en
los países subdesarrollados, para poder evaluar objetivamente las ventajas y
desventajas de la implementación del control concertado, sobre todo,
considerando la diferencia de condiciones sociales, políticas, económicas y
culturales.
Conclusiones
Para comprender este mundo sin fronteras, esta aldea global que lo subsume
todo, las aproximaciones teóricas, como el paradigma de la complejidad, que
considera la heterogeneidad e interrelación crecientes, el cambio acelerado y la La
búsqueda de acuerdos y propósitos compartidos incertidumbre de los sucesos,
parecen ser las que dan mayor explicación de las características
socioeconómicas, políticas, culturales y organizacionales de nuestro tiempo.
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La necesidad de lograr un mayor involucramiento del trabajador respecto a las
tareas y objetivos organizacionales para atender la complejidad e incertidumbre
del medio ambiente actual, llevó a la gerencia a adoptar formas de control más
sutiles como lo han sido la implementación de equipos de trabajo autodirigidos,
pero persiste la duda sobre si esta práctica, sobre todo en países
subdesarrollados, logra el desarrollo de todos sus integrantes e incluso si permite
la mayor efectividad organizacional, medida a través de un mejor desempeño y
de la satisfacción laboral.
Sin embargo, la búsqueda de acuerdos, es decir, la superación de los conflictos
laborales, parece estar en la transformación de la propia organización, ampliando
la visión de los problemas y trascendiendo la mirada excluyente de las partes,
para encontrar los puntos de auténtico interés compartido.
Por lo mismo, las divergencias, el desorden o los conflictos deberán ser tratados
con un nuevo enfoque donde el resultado no sea una gestión rígida y equilibrante
de las disrupciones respecto a un orden preestablecido, sino la pauta para
modificar normas, procedimientos y acuerdos en la lógica de crear nuevos
patrones verdaderamente coevolutivos.
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Figura 1 Grupos/equipos de trabajo Componentes y características
Interdependencia Diseño del trabajo
Proceso
Contexto
• Entrenamiento • Soporte
gerencial • Comunicación
y cooperación entre grupos Composición
• Heterogeneidad• Flexibilidad • Tamaño relativo• Preferencia por
los grupos de trabajo
• Interdependencia de la tarea
• Interdependencia de las metas
• Interdependencia de la retroalimentación y recompensas
• Autogestión • Participación • Variedad de la tarea • Significado de la
tarea • Identificación de la
tarea
• Potencia • Soporte social • Tareas y resultados
compartidos • Comunicación y
cooperación dentro del grupo
Fuente: Campion M., Medsker G., Higgs (1993) Relaciones entre las características del grupo de trabajo y la efectividad: Implicaciones para diseñar grupos de trabajo eficaces, Personnel Psychology, 46, p. 823-850.
Fuente: Campion, A. M., Medsker, J. G., y Higgs, A. C (1993) “Relations between work group characteristics and effectiveness: Implications for designing effective work groups”, en Personnel Psychology, vol. 46, p. 823-850.
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Figura 2 Modelo de ecuaciones estructurales: Correlaciones de las muestras de equipos de trabajo autodirigidos y tradicionales
No obstante el valor de
.38Diseño del
trabajo del
equipo
Conductas
alentadoras del
supervisor
Calidad de
Vida Laboral
Desempeño evaluado por
el equipo
Contexto de
involucramiento
del empleado
Ausentismo
Desempeño evaluado por la
gerencia .64
.35
-.35
43
-.28
.65
Características
del equipo
.40
.39
.31
.3
-.61
.21
.3
.51
problemáticas metodolPrimero, es necesario a
Fuente: Cohen, Ledforwork team effectivenes
Acapulco Guerrero, Méxic
los resultados anteriores, es importante señalar varias
Equipos de trabajo autodirigidos
Equipos de trabajo tradicionales
-.38
ógicas y conceptuales de esta vertiente investigativa mpliar el tamaño de la muestra para reducir ambigüedades d y Spreitzer (1996) “A predictive model of self-managing s”, en Human relations, vol.49, No.5
o Ponencia arbitrada clave: 164-TO-AGV