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Historia y Grafía ISSN: 1405-0927 [email protected] Departamento de Historia México Frey, Herbert El eros anhelado. El desarrollo de la crítica a la religión de Nietzsche en el contexto biográfico Historia y Grafía, núm. 24, 2005, pp. 209-240 Departamento de Historia Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58922830008 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Historia y Grafía

ISSN: 1405-0927

[email protected]

Departamento de Historia

México

Frey, Herbert

El eros anhelado. El desarrollo de la crítica a la religión de Nietzsche en el contexto biográfico

Historia y Grafía, núm. 24, 2005, pp. 209-240

Departamento de Historia

Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58922830008

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El eros anheladoEl desarrollo de la crítica a la religión de Nietzsche en el contexto biográfico

Herbert Frey

Instituto de Investigaciones Sociales-unam

Resumen Este artículo intenta interpretar la crítica de la religión de Nietzsche desde un nuevo ángulo. Tesis central de este trabajo es que la experiencia trau-mática de la muerte de su padre, cuando Nietzsche tenía apenas 4 años, aniquiló la certeza de aquel niño en un Dios justo y benevolente. La investigación pretende encontrar nuevos trazos en la crítica de la religión que fue haciendo el joven Nietzsche a través del ensayo “Fatum e historia”. Otro línea argumentativa de este ensayo se refiere al método crítico de las fuentes que Nietzsche aprendió en la carrera de filología tanto en Schulpforta como más tarde en la universidad, lo que le permitió interpre-tar la religión como mito y como producto de la imaginación humana. Finalmente, el texto analiza la influencia de Schopenhauer en el joven Nietzsche, con respecto al tema de la religión. Mientras que muchas investigaciones estudian la crítica a la religión cristiana en, Nietzsche a partir de Humano, demasiado humano y de La gaya ciencia, este escrito intenta descifrar los fundamentos del cuestionamiento de la tradición judeo-cristiana en una etapa mucho más temprana, lo cual permite echar una mirada al laboratorio de pensamientos de nuestro filósofo, relativamente descuidado hasta ahora.

The Frozen eros

Nietzsche’s criticism of religion is interpreted from a new angle in this work.The central thesis suggests that young Nietzsche annihilated the idea of a just

Historia y Grafía, UIA, núm. 24, 2005

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and benevolent God at the age of four due to the trauma surrounding his father’s death. The investigation seeks new outlines of Nietzsche’s criticism of religion in the essay “Fatum e Historia”. Another argumentative line in this essay refers to the critical method rooted in the sources of Nietzsche’s Philology studies, in the Schulpforta and later at university which led him to interpret religion as a myth and a product of human imagination. Finally, the text analyzes Schopenhaur’s influence on young Nietzsche in religious subject matter. While many investigations study the criticism of the Christian religion in Nietzsche, this work departs from Human, all to Human and The Gay Science in an attempt to decipher earlier foundations of th questioning of Judeo-Christian tradition, which allows us a glimpse at the world of our philosopher’s thoughts, relatively uncared for until now.

Todo espíritu profundo requiere de una máscara: más aún, en torno de todo espíritu profundo crece continuamente una máscara, debido a la siempre falsa, es decir, superficial interpretación de cada palabra, cada paso, cada signo de vida que da.�

La fe cristiana implica desde un principio sacrificio: sacrificio de toda libertad, de todo orgullo, de toda certeza propia del espíritu; es sometimiento y, al mismo tiempo, autoescarnio y autocontención. Es crueldad y fenicismo religioso, en este credo al que se atribuye una conciencia blanda, diversa y autocomplaciente.�

Cualquiera que se haya ocupado aunque sea someramente de Nietzsche lo conoce como uno de los más acerbos críticos

de la tradición y la religión cristianas; su impugnación se inicia en la época de La gaya ciencia, con el aforismo ��5 sobre la Muerte

� Friedrich Nietzsche, Sämtliche Werke. Kritische Studienausgabe in 15 Bänden, Giorgio Colli y Mazzino Montinari (eds.), t. 5, Munich, dtv, �986, jgb, 40, p. 58 (en adelante citado como ksa). � ksa, t. 5, jgb, 46, p. 66.

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de Dios, para después asumir un tono cada vez más agudo en la fase creativa posterior de Nietzsche y alcanzar su clímax en uno de los últimos escritos del filósofo, El Anticristo. El hecho de que, en la Genealogía de la moral y El Anticristo, Nietzsche también haya sometido a la tradición judía a un cuestionamiento demoledor no debe crear confusión en cuanto a que sobre el judaísmo sólo emite su veredicto en tanto aquél constituye la base sobre la que se desarrolló la cosmovisión cristiana. En la historia de la religión y en la crítica de la metafísica del siglo xix, la crítica de Nietzsche a la visión cristiana del mundo no tiene paralelo y, por su radicalismo, supera con amplitud las interpretaciones de Feuerbach, Marx y Schopenhauer. Por eso los intérpretes de Nietzsche en el siglo xx tuvieron serios problemas con las invectivas anticristianas del filósofo: intentaron desestimar su extremismo o atribuir su odio al cristianismo a una particular cercanía de éste con la religión de los ancestros de Nietzsche, al que aproximaron así a otros escritores religiosos como Dostoievski o Tolstói. Que Nietzsche no haya incluido en sus ataques contra el cristianismo al propio Jesucristo y que en su lugar haya hiposta-siado a (San) Pablo como su fundador parece salir al paso de estas interpretaciones. Sin embargo, quien haya seguido las discusiones sobre el “anticristiano sermón de la montaña” de Nietzsche (Löwith) y las tendencias del lado cristiano a volver fecundo a Nietzsche, ex negativo, para una renovación cristiana del cristianismo, podría estar seguramente de acuerdo con Hermann Josef Schmidt, el más importante biógrafo de la niñez y la juventud de Nietzsche, cuando sostiene que

La casi impertinente actitud anticristiana de Nietzsche es (de acuer-do con el clima espiritual restaurativo de este siglo) disminuida frecuentemente, inclusive por intérpretes sin prejuicios, o aislada de la “filosofía propiamente dicha” de Nietzsche; sin embargo, es indisoluble de sus intenciones y resultados filosóficos, sin dañar

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nexos sustanciales, y simplemente consecuente con su propia ex-periencia e interpretación griegas (en su formación de motivación claramente anticristiana).�

En este breve esbozo sobre la postura de Nietzsche ante la tradición judeocristiana, y también ante el monoteísmo occidental, que, al mismo tiempo, implica una moral absoluta, se incorporará a la reflexión, desde un principio, esta advertencia de Josef Schmidt. Esto significa, en otras palabras, que compartimos la opinión de que la crítica de Nietzsche a la religión cristiana constituye uno de los pilares fundamentales de su obra y que cualquier encubrimiento de esta circunstancia equivale a un falseamiento de la filosofía de Nietzsche. Más que cualquier otro filósofo del siglo xix, Nietzsche desarro-lló su pensamiento en soledad y aislamiento, y ya desde su primera infancia tuvo que reflexionar sobre sus propias experiencias como criterio de su pensamiento, y sobre su pensamiento como correctivo y síntoma de sus experiencias existenciales. Hasta la fecha, Friedrich Nietzsche es todavía una provocación incomprendida e insuperada y no nada más de la filosofía moderna: no sólo se sale de su marco, no sólo lo revienta, no sólo lo abandona con gran estruendo, sino también con pasos suaves, de ser posible escurriéndose, incluso escabulléndose, de tal manera que ya no se le perciba ni a él ni a lo nuevo de su pensamiento, aunque, por ser quizás el más reflexivo de todos los filósofos modernos, pertenezca de manera inevitable a aquélla; tanto, que, desde Nietzsche, no sea posible comprenderla sin Nietzsche. Porque el filósofo Nietzsche no es un filósofo “científico” o incluso “metafísico”, sino más bien un “filósofo total”, tanto en lo que corresponde a sus temas como a la metodología de su pensamiento y a la inclusión de su vida en su pensamiento y de su pensamiento en su vida, de una manera

� Hermann Josef Schmidt, Nietzsche absconditus oder Spurenlesen bei Nietzsche, Kindheit, t. � Bd., Berlín, ibdk, �99�, p. ���.

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mucho más radical que la anterior de Pascal y Kierkegaard, ambos comprometidos cristianamente. Él vive su pensamiento y vuelve a pensar su vida y así de manera sucesiva. Se rebela contra la di-sociación típicamente moderna entre el pensamiento y los nexos vitales; fascina por el apasionamiento, el anticonvencionalismo y la consecuencia de su intelecto, la originalidad y el tino certero de muchas de sus tesis, y su valor para expresarlas de manera com-prensible. Walter Kaufmann, filósofo estadounidense e intérprete de Nietzsche, dijo alguna vez en forma atinada que “Los libros de Nietzsche se leen más fácilmente, pero se comprenden más difícil-mente que los de casi cualquier otro pensador”.4 Y casi no hay duda de que esta circunstancia sea la causa de los grandes, aunque sobre todo aparentes, efectos de Nietzsche, así como la raíz de muchas de las confusiones y malentendidos sobre su pensamiento. En apariencia Nietzsche se lee con facilidad. Mediante su lenguaje magistral fascina a sus lectores y los arrastra a su ámbito. Esto lo evidencian ya los siempre cuidadosamente planeados y con frecuencia refinadamente escogidos títulos de sus libros: Humano, demasiado humano y Más allá del bien y del mal, que casi se han vuelto proverbiales. Desde entonces, en el uso cotidiano se asocia con ellos cosas indistintas, en todo caso las más evidentes. De esta manera se puede pasar por alto, sin dificultad, que los títulos apuntan hacia temas sustanciales de la crítica metafísica y de la filosofía moral y que, con su ayuda, Nietzsche buscaba atraer hacia la reflexión crítica. Nietzsche es difícil de entender: lanza a sus lectores a un la-berinto de caminos del pensamiento. Sólo hay que pensar en el contraste entre el estilo y la intención efectiva de algunos de sus escritos. En ellos se encuentran algunas provocaciones que con dificultad posrían ser superadas por la virulencia de sus ataques,

4 Walter Kaufmann, Nietzsche. Philosoph –Psychologe– Antichrist, tr. J. Salaquarda, Darmstadt, Wiss. Buchgesellschaft, �988, p. 84.

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aunque también cautelosas descripciones de circunstancias comple-jas. Podemos hallar tanto críticas de fondo de la tradición filosófica como una reducción psicológica simplificadora de las posiciones expuestas. En otros pasajes se preconiza una incursión despiadada, des-considerada, en las condiciones de la acción y el pensamiento, en favor de modelos más amplios para una futura actuación del ser humano. Así se vinculan, sin consideración, exigencias impuestas a una vida vigorosa, pero con frecuencia también, de manera más cuidadosa, reflexiones que mantienen interrogantes abiertas o que concluyen de manera enigmática sobre las posibilidades de la exis-tencia humana. Todo esto está escrito en un lenguaje fuertemente expresivo y accesible, que se sustrae a cualquier interpretación conceptual unívoca. Con grandes pretensiones, desafiante y pe-rentoria, aunque también con pronunciamientos y, sobre todo, incitando a lo nuevo, así se presenta esta forma de filosofar. Detrás de los valores, tesis y consignas de Nietzsche “fuertes y fáciles de retener”, según escribe Reinhard Maurer, hay “otro Nietzsche al que se ofrece de entrada. Al estrato sustancial de la filosofía de Nietzsche sólo logra incursionar aquel intérprete que no se queda atrapado en las palabras fuertes”.5

A partir de lo antes expuesto, queda claro que la filosofía de Nietzsche siempre requiere una interpretación orientada sobre todo a los vínculos internos y el espíritu del pensamiento de Nietzsche e inconforme con la literalidad de lo que está escrito. Hoy todavía es válido lo que Thomas Mann postuló, en junio de �947, en su conferencia “La filosofía de Nietzsche a la luz de nuestra experiencia”. En ella atribuye a ese pensador una profunda ironía, ante la cual la comprensión del lector llano habrá de estrellarse. Lo que Nietzsche ofrece, según Thomas Mann, “no es sólo arte; arte es también leerlo y en ello ninguna torpeza ni rigidez están

5 Reinhard Maurer, “Der andere Nietzsche: Gerechtigkeit contra Utopie”, Aletheia, núm. 5, �984, p. 9.

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permitidas; todo tipo de astucia, de ironía, de reserva son necesa-rias para su lectura. Aquel que toma a Nietzsche ‘rigurosamente’, textualmente, que le cree, está perdido”.6

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“Todo lo que es profundo ama la máscara”, escribió Nietzsche en Más allá del bien y del mal, pocos años antes de su colapso mental. Hermann Josef Schmidt, el filósofo de Dortmund, eligió esta frase de Nietzsche como punto de partida para interpretar la niñez y juventud de este último. La tesis central de Schmidt, en su magna obra Nietzsche absconditus.., es por lo tanto que, desde su infancia, Nietzsche se escondió detrás de una máscara para no revelar sus más profundos pensamientos y emociones, y que la revelación del Nie-tzsche oculto sólo puede ser el resultado de un esforzado trabajo de descubrimiento y lectura de indicios. Respecto al tema de la crítica a la religión de Friedrich Nietzsche, esta tesis resulta de primordial importancia porque implica, al mismo tiempo, que uno no debe darse por satisfecho con las máscaras del joven Nietzsche como “pequeño pastor” y “ultrafilisteo”, sino desentrañar los motivos que en un segundo plano lo llevaron, en realidad, a jugar con esos roles. La adecuación externa del niño Nietzsche a las expectativas piadosas de sus parientes cercanos sería, por lo tanto, sólo la estra-tegia de sobrevivencia de un espíritu que, desde muy temprano, cuestionó las ataduras del convencionalismo. Para la problemática del proceso de desprendimiento de la religión de sus padres, esta forma de interpretación tiene un significado determinante, pues ubica la ruptura de Nietzsche con el cristianismo en una época mucho más adelantada de lo que sus habituales biógrafos habían supuesto hasta ahora.

6 Thomas Mann, “Nietzsches Philosophie im Lichte unserer Erfahrung”, en Thomas Mann: Schriften und Reden zur Literatur, Kunst und Philosophie, vol. �, Frankfurt, Fischer, �968, pp. 45-6.

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El mito de una postura profundamente religiosa de Nietzsche hasta el final de su niñez fue creado por la hermana del filósofo, Elizabeth Förster-Nietzsche, quien también divulgó la opinión de que “todo el ambiente en el que vivíamos […] sobre todo por la profunda religiosidad que prevalecía en él, tendría que haber ejercido sobre mi hermano la más fuerte influencia”.7 La interro-gante sobre la religiosidad del joven Nietzsche tampoco se despejó con el juicio de Lou von Salomé, la gran adversaria de Elizabeth Förtser-Nietzsche, que en su libro Friedrich Nietzsche en sus obras llegó a la siguiente conclusión: “De todas las grandes capacidades espirituales de Nietzsche, no hay ninguna que haya estado más profunda e inexorablemente vinculada con su organismo espiritual, que su genio religioso”.8

Palabras de mucho peso, pues concuerdan al criticarlas dos personalidades tan opuestas como la hermana y la confidente a la que, durante algún tiempo, Nietzsche le reveló sus más íntimos pensamientos. No se trataba, por lo tanto, de un juicio aventurado, cuando el autor de la primera obra más completa de la niñez y ju-ventud de Nietzsche, R. Blunck, formuló esta otra conclusión: “En realidad –escribió– el Cristianismo no era un objeto de ocupación intensiva por parte del joven Nietzsche, no más, en todo caso, que otros fenómenos históricos, inclusive menos, aun cuando quedó impactado por la ceremonia de confirmación”.9

¿Pero qué pasaría si ambos puntos de vista, como absolutos unilaterales, pasaran por alto el meollo del asunto? ¿Qué si, en efecto, Nietzsche se interesaba de manera profunda por cuestiones religiosas, pero a partir de un centro que se volvía cada vez más analítico, que se distanciaba cada vez más de su afirmativa religio-sidad infantil?

7 Elisabeth Förster-Nietzsche, Der Junge Nietzsche, Leipzig, Kröner, �9��, p. �5.8 Lou Andreas-Salomé, Friedrich Nietzsche in seinen Werken, Frankfurt, Insel-Verlag, �98� (�ª ed., Berlín, �894), p. �5.9 Richard Blunk, Der Junge Nietzsche, Munich/Basilea, Kösel, �95�, p. 7�.

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La afirmación de Blunck, en el sentido de que entre los temas que atraían al joven Nietzsche no se encontraba “nada sobre el Cristianismo”,�0 debe considerarse insostenible a la luz de un cono-cimiento más preciso del filósofo. Por el contrario, parece atinado sostener, como lo escribe el propio Nietzsche ya en �858, al enume-rar las ramas del conocimiento que lo ocupaban, que “sobre todo [está] la religión, la base de todos los conocimientos”,�� aunque con una valoración cambiante de esta circunstancia. Porque el hecho de que uno se interese por la religión, para después poder rechazarla todavía con más fuerza, es de sobra conocido. Que la atmósfera religiosa de la casa paterna hizo mella en el joven Nietzsche, como lo describe su hermana, puede desprenderse de los apuntes que, con el título De Mi vida, elaboró cuando tenía �4 años. “La paz y la tranquilidad que imperaban en la casa parroquial imprimieron huellas profundas e indelebles en mi espíritu, como en general es conocido que las primeras impresiones que recibe el alma, permanecen imborrables”.�� Sin embargo, renglones como éstos no dan testimonio de la religiosidad propia, interna, de Nie-tzsche, ya que provienen de una época posterior, marcada por las huellas de una reflexividad distanciada. Ante el dilema de tomar textualmente las afirmaciones de Nie-tzsche o de someterlas a un segundo análisis, se tiene a disposición el procedimiento de Hermann Josef Schmidt, quien descifra los textos de Nietzsche como estrategias de ocultamiento, que permi-ten aparentar sometimiento a un entorno que exige conformidad, cuando en secreto se siguen ya caminos prohibidos. La investigación Nietzsche Absconditus…, es el intento de ver detrás de la máscara de Nietzsche y descubrir sus verdaderas intenciones, que no se identifican de inmediato en sus primeros escritos, y, mediante una

�0 Idem.�� Friedrich Nietzsche, Werke und Briefe. Historisch-Kritische Gesamtausgabe, vol. �, M. J. Mette et al. (eds.), Munich, Beck´sche Verlagsbuchhandlung, �9��-�94�, p. �54 (en adelante citado como baw y núm. de vol.).�� baw vol. �, p. ��.

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imaginativa reconstrucción, hacerlas brillar de nuevo ante los ojos del lector. La metodología de Schmidt tiene importancia para nuestro pequeño ensayo, en la medida en que plantea la hipótesis de que el joven Nietzsche ya se había apartado de la fe cristiana en reacción, por una parte, a su socialización cristiana y, por otra, a los golpes del destino recibidos, a pesar de que en muchos de los textos por él elaborados todavía se proclama, de manera abiertamente expresa, una conciencia cristiana. Schmidt contempla la gestación de las máscaras de Nietzsche como un proceso que éste desarrolló frente a su entorno educativo.

Pero todo aquello que ese pequeño niño experimentaba, reconocía y desarrollaba como su especificidad, como lo que distinguía su personalidad, es decir su pensamiento divergente, era en gran parte algo que no sólo no le aseguraba la simpatía y el reconocimiento de un entorno que para él era relevante, sino que lo ponía en peligro, que quizás inclusive podría costarle su pérdida, de tal manera que ese pequeño niño ya se veía obligado a ocultar –¿tal vez también de sí mismo?– esos primeros testimonios de su pensamiento.��

En este empeño, Schmidt ya pretende ver en los textos del niño la expresión de un quehacer filosófico y de una reflexión consciente sobre su propia vida y experiencia; es decir que toma al autor infantil y juvenil estrictamente en serio. La ya mencionada característica de su interpretación, como introducción a las constelaciones de problemas que se abordan en los textos del joven Nietzsche, indica que, en todo caso, debido a la estrategia literaria del muchacho, éstas no deben tomarse al pie de la letra; antes bien, en la perspectiva que el joven Nietzsche tenía de sí mismo, deben ser interpretadas como “máscaras”. Para Schmidt se trata de mirar detrás de la máscara del niño Nietzsche y abordar aquellos momentos, reconstruir aquellas si-

�� Schmidt, Nietzsche absconditus oder Spurenlesen…, op. cit., vol. �, pp. 7�5-6.

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tuaciones que lo llevaron a distanciarse del cristianismo; de cómo Nietzsche niño se construyó un mundo opuesto, al que empero supo guardar oculto del mundo de los adultos. Determinante para el desarrollo espiritual de Nietzsche y para su posterior relación con el cristianismo es el hecho de que procedía de una familia de pastores, de tal manera que toda su educación se desarrolló conforme a puntos de vista estrictamente religiosos. Hasta el siglo xix, para la cultura de habla alemana, la casa parroquial de los pastores protestantes tenía una influencia incon-mensurable y muchos investigadores, científicos, escritores y filó-sofos provenían de estas familias. También Nietzsche venía de esa tradición de pastores protestantes; tanto por el lado paterno como por el materno, y a lo largo de varias generaciones, sus antepasados fueron teólogos o pertenecían a una familia de pastores. Todavía en sus autorreflexiones posteriores, tanto desde una perspectiva positiva como de una crítica, Nietzsche poseía plena conciencia de su procedencia de una casa parroquial protestante.�4 El abuelo paterno llegó incluso a ser superintendente y se hizo conocido como autor de obras teológicas.�5

Cuando el �5 de octubre de �844, después de un año de ma-trimonio, nació en la casa pastoral de Röcken, Friedrich Wilhelm Nietzsche, como primogénito del pastor Karl Ludwig Nietzsche, de �� años y anterior educador de princesas, y de su mujer Franziska, casi trece años menor que él e hija del párroco rural de la vecina Pobles, David Ernst Oehler, la dicha y el futuro de la familia pa-recían asegurados. Además del matrimonio Nietzsche, en la casa parroquial de Röcken vivían Erdmunthe Nietzsche, la madre, así como Rosalie y Auguste Nietzsche, las hermanas –dos años mayor una y menor la otra– del pastor, y una empleada doméstica. Apenas �� meses después, nació Elizabeth, la hermana de Friedrich, y otros

�4 Blunck, Der Junge Nietzsche, op. cit., p. �7.�5 Ivo Frenzel, Friedrich Nietzsche in Selbstzeugnissen und Bilddokumenten, Reinbeck, Rowohlt, �996, p. 8.

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�9 meses más adelante el consentido de la mamá, Ludwig Joseph, que sin embargo murió en �850, cuando era todavía un bebé. Ya en los primeros cuatro años de vida de Nietzsche surgieron complicaciones, porque desde el segundo, según correspondía tanto a la máxima de los pietistas como a la de los “renacidos”, la voluntad del temperamental niño debía ser quebrada y el adiestramiento religioso impulsado. Rainer Bohley, según sus señas también un pastor, describió este proceso en un pequeño artículo titulado “La educación cristiana de Nietzsche”, de la siguiente manera: “…en la educación, los ‘renacidos’ recuperaban la máxima de los pietistas: la voluntad del niño debía ser quebrada, para que más tarde estuviera abierto a la voluntad de Dios...”�6

Pero fue apenas en su quinto año de vida cuando la situación para el pequeño Federico se volvió dramática: su padre, que no conseguía enfrentarse a la dominación de su madre y sus herma-nas y que no supo defender los intereses de su joven esposa ante sus consanguíneas, cayó en el otoño de �848, a consecuencia de la Revolución prusiana, en una profunda depresión y, después de terribles sufrimientos, murió el �0 de julio de �849, a los �6 años, de una parálisis cerebral progresiva. Para Nietzsche, quien consideraba a su padre un brillante predicador, un virtuoso del piano –que llamaba a su hijo “mi pequeño amigo”–, e incluso un dios, que simbolizaba la perfección, al desaparecer éste todo su mundo se había derrumbado. La situación se agravó todavía más, porque la bonita y amplia casa parroquial tuvo que ser desalojada y el resto de la familia buscó su refugio en la pequeña ciudad vecina de Naumburg, donde se instaló en una estrecha vivienda situada en la planta baja. Todos estos acontecimientos, dramáticos para el pequeño Nietzsche, encontraron más tarde su expresión en la autobiografía

�6 Reiner Bohley, “Nietzsches Christliche Erziehung”, Nietzsche-Studien, vol. XVI, �987, p. �70.

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que escribió en agosto y septiembre de �858, a los catorce años de edad, con el título De mi vida: “Hasta entonces, siempre nos habían brillado la dicha y la alegría, nuestra vida había transcurrido sin sombras, como un luminoso día de verano; pero de pronto surgieron negros nubarrones, centellearon rayos y los golpes del cielo se abatieron aciagos sobre nosotros”.�7

Para el Nietzsche niño la muerte de su padre y la pérdida del hogar de sus ancestros eran pruebas muy difíciles de superar. ¿Cómo un Dios justo podía permitir que su hermanito y su padre sufrieran tanto? Y si el padre constituía la más destacada imagen de un clérigo rural, ¿por qué Dios lo atormentaba, e incluso lo torturaba? Éstas eran preguntas que seguramente revoloteaban en la cabeza del niño Nietzsche, que no encontraba respuestas para ellas. Y encima, estaba la familia más cercana, que tantas veces había dicho “Dios va a ayudar”; sin embargo, el padre murió y más tarde también el hermanito; entonces se guardó silencio al respecto o se habló del “Día de la redención”, lo que desde luego no concordaba para el niño Nietzsche.�8

Hermann Josef Schmidt vinculó estas tempranas experiencias infantiles con la posterior crítica de Nietzsche al cristianismo. Habla de las “traumáticas experiencias de su vida” y sobre la suposición del niño de que “Dios era el injusto asesino de su padre y con ello, parcialmente también, de su propio corazón”.�9 En otro pasaje, agrega al respecto:

es muy posible que ya en �949, en la casa parroquial de Röcken, para Fritz se viniera abajo un mundo y llegara hasta él un primer aire gélido de nihilismo y de la destrucción de todos los valores. Al

�7 baw, vol. �, p. 4.�8 Herman, Josef Schmidt. Wider weitere Entnietzschungen Nietzsches. Eine Streits-chrift, Aschaffenburg, Alibri, �000, p. 7�.�9 Herman, Josef Schmidt, “Nietzsche ex/in nuce. Früheste Schülerphilosophie in ihrer grundlegenden Bedeutung für die Nietzscheinterpretation”, zd ph VI, �994, cuaderno �, p. �4�.

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fin de cuentas, para él, en �848, su padre Ludwig había sido todavía un superhombre, quizás inclusive un dios, y tan sólo pocos meses más tarde cayó al nivel subhumano de un animal atormentado, que gemía enloquecido por el dolor.�0

Por fin, Schmidt se plantea esta pregunta: “¿Pérdida de la patria o quizás inclusive ya una fractura del mundo y de los valores desde Röcken?”�� Pero el niño no podía permitirse ninguna reflexión sobre la arbitrariedad divina, porque con ello hubiera escandalizado a sus familiares, que se prohibían a sí mismos aquella interrogante para no perder su propio balance interno. Después de varios in-tentos más o menos exitosos de quebrar su voluntad en beneficio “del Señor”, Friedrich estuvo expuesto al arte educativo cristiano de su madre y otras tres mujeres. Para agradar a todos, se esconde detrás de una máscara y aprende el papel del “pequeño pastor” o del “ultrafilisteo”; pero detrás de ello está inmisericordemente solo. El niño se oculta de sus familiares paternos, pero sobre todo de su madre, que es incapaz de aceptarlo en toda su genialidad. En los apuntes escritos entre el otoño de �885 y la primavera de �886, pueden encontrarse los siguientes renglones que todavía reflejan su situación infantil en la edad adulta: “¡Qué tortura para un niño y más aún para un niño que ha perdido a su padre a tan tierna edad situar el bien y el mal en constante oposición a su madre y sufrir desdén y escarnio de parte de quien él venera!” ��

Lo que significaban los métodos de educación pietistas a media-dos del siglo xix en Prusia lo experimentó el pequeño Federico en su propia carne: ese miedo a la cercanía, a la ternura y a la sexualidad tan característicos del cristianismo protestante. El pequeño filóso-fo también percibió que se le quería forzar a una vida plagada de

�0 Herman Josef Schmidt, “Jeder tiefe Geist braucht eine Maske... Nietzsches Kindheit als Schlüssel zum Rätsel Nietzsche?”, Nietzscheforschung, núm. �, �994, pp. �47-8.�� Ibid., p. �49.�� ksa t. ��, � [��], p. �5.

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mentiras, a una vida irrenconciliable con sus propias experiencias y con su pensamiento, que procuraba ocultar justamente lo que en su etapa infantil lo había herido casi de muerte: la decadencia y el demencial sufrimiento de su padre, que desde la perspectiva de un niño de cuatro o cinco años sólo podían entenderse como la tortura y el asesinato del progenitor por parte de un dios. Y, sin embargo, todos los demás, incluidas las figuras de autoridad, aseguraban que esta divinidad era bondadosa, que recompensaba y castigaba de manera justa. Con independencia de ello, todavía debe haber resonado en los oídos de Federico la propuesta religiosa de sus familiares, que durante meses oraron por el retorno de la salud a su padre y su pequeño hermano, puesto que para Dios “todo era posible”. Y eran esos mismos parientes los que, de modo repentino, después de la lamentable muerte de su padre, aseguraban que el bondadoso Dios había liberado a éste, y también al pequeño Ludwig Joseph, llevándolos consigo. De esta manera, en el entorno sin cesar reprimido del pequeño Nietzsche se escenificaba un culto y se dibujaba una imagen de Ludwig que hacía escarnio de todos sus recuerdos. Tal vez Nietzsche habría hecho múltiples intentos para conversar, por lo menos con su madre y su tía Rosalie, pero ambas se negaban a hacerlo debido a sus propios miedos vitales, acuñaban frases y se amurallaban de manera recíproca. De esta manera, Federico debía seguir la pista de elaboración de sus propios problemas. Se encubrió en la máscara del “pequeño pastor”, que era bien aceptada por toda la parentela, en general, puesto que Nietzsche representaba a un perfecto sucesor de su padre. En todo caso, ya desde su niñez aparecía otro Nietzsche cuando se juntaba con Wilhelm y Gustav, sus dos amigos de juventud: entonces era estratega de guerra, músico y, sobre todo, poeta y autor de teatro. Pero los familiares nunca supieron que el pequeño Friedrich se refugiaba en un mundo opuesto, que nada tenía que ver con las frases piadosas pronunciadas por todas partes en su entorno.

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En años posteriores, Nietzsche recordaría con verdadero horror su época de niño en Naumburg. Cuando en el último año de su vida consciente profirió ante su madre comentarios llenos de odio, ésta fue también la respuesta a las ofensas padecidas durante aquella época, que consideraba consustanciales a una actitud cristiana. “¡Cuántas cosas azarosas no he aprendido a dominar! ¡Qué aires tan pestilentes me tocó respirar en la infancia! ¿Cuándo fueron los alemanes más apáticos, miedosos, mojigatos y rastreros que en aquellos años cincuenta en que yo fui niño?”��

Después de la muerte de su padre, el pequeño se convirtió en la superficie de proyección de sus parientes. El anhelo de ternura del joven Nietzsche cayó en el vacío y tampoco el hombre ya maduro encontró respuesta a esa necesidad. A veces por tradición, a veces por simple pudor, el cuerpo representó un tabú. En una atmósfera impregnada de continencia sexual, el simple hecho de que Federico fuera un ente masculino constituía ya una amenaza. El mucha-cho debía olvidar que era hombre, debía ser bueno y obediente, asexuado, tal como lo dictaba la Biblia. En su última autobiografía, que tituló Ecce homo, arregló cuentas con la fatal influencia que la virtud de Naumburg ejerció sobre su desarrollo sexual:

Si de toda mi infancia y mi juventud no guardo ni un solo recuerdo grato, sería un despropósito aducir a este respecto las así llamadas “causas morales” […] la ignorancia en cuestiones fisiológicas –el maldito “idealismo”– es la verdadera desgracia de mi vida. En las consecuencias de este ‘idealismo’ veo la explicación de todos los desaciertos, de todas las grandes aberraciones de los instintos.�4

La educación protestante lo obligó tanto tiempo a imponerse sobre sus necesidades, que luego éstas adquirieron, por sí mismas, rasgos dominantes. En retrospectiva, Nietzsche comprendió la verdadera

�� ksa, t. ��, �6 [��0], p. �0.�4 ksa, t. 6, eh, p. �8�.

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fatalidad de su vida, que era, al mismo tiempo, la fatalidad de la cultura occidental: “el desprecio por las exigencias del cuerpo, por el descubrimiento del cuerpo, del cual arbitrariamente se buscaba apartar la vista”.�5

Más tarde, Nietzsche habría de convertirse en devoto discípulo del dios Dioniso, a partir del entendimiento de que era la represión cristiana de los sentidos la que determinaba la fatalidad de la cultura occidental y la que había destruido su propia vida. Nietzsche pagaba el precio de su educación cristiana, contra la que, en nombre de la belleza y de la sensualidad, habría de rebelarse el resto de su vida. En su obra Más allá del bien y del mal, de �886, formuló en el aforismo �68 su crítica a la hostilidad cristiana a los sentidos: “El Cristianismo le dio a Eros a beber veneno –ciertamente no murió de ello, pero degeneró en vicio”.�6

Y, sin embargo, en la opresiva atmósfera de Naumburg había para el pequeño Federico todavía una rendija de luz: las vacaciones en Pobles, en la casa del abuelo David Ernst Oehler, el ilustrado pastor y padre de su madre, Franziska, único entre los parientes cercanos de Nietzsche que, según las evidencias, supo reconocer desde muy temprano el genio de su nieto. A su amor y patrocinio intelectual debe Nietzsche que ya desde sus años infantiles pudiera utilizar la biblioteca del abuelo, la cual le servía para construir un mundo conceptual opuesto al de Naumburg, que le permitía sopor-tar la tristeza de éste. El propio Nietzsche, en las breves narraciones sobre su vida, no se explayó sobre el amor hacia el abuelo, pero Elizabeth Förster-Nietzsche, años después de la muerte de nuestro filósofo, revivió los días felices que ella y su hermano pasaron con los abuelos en Pobles. En la segunda biografía sobre su hermano, de �9��, que lleva el título de El joven Nietzsche, Elizabeth describe el papel que el abuelo desempeñó en la vida del pequeño Nietzsche. Cito:

�5 ksa, t. ��, �5 [�9], p. 458.�6 ksa, t. 5, jgb, p. �0�.

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Me resulta inolvidable una escena que ciertamente no estaba desti-nada para que yo la presenciara. Nuestra madre se lamentaba ante su padre de que su hijo Federico fuera tan diferente a todos los demás niños y de que tuviera tantas dificultades para relacionarse. De que si bien en general era bueno y obediente, tenía sus ideas muy propias acerca de todas las cosas, que no coincidían para nada con las de otra gente. Ambos habían olvidado que yo estaba jugando con las muñecas en un rincón apartado de la habitación, por lo que el abuelo reaccionó de una manera sorprendentemente violenta ante este comentario: “¡Pero hija mía! ¡Tú no tienes idea de lo que tienes con este muchacho! Es el niño más extraordinario y talentoso que he visto en toda mi vida; mis seis hijos juntos no tienen el talento de tu Federico. Déjale su peculiaridad”.�7

El abuelo Oehler no sólo impulsaba al nieto mediante frecuentes y largas pláticas, sino que también le abrió su biblioteca, en la que el joven tenía permiso de moverse con libertad. ¿Y qué fue lo que Federico encontró en ese lugar? Evidentemente a los griegos, es decir a Homero, a los autores trágicos, a Herodoto, las Vidas de héroes de Plutarco, así como a los “romanos” Horacio, Virgilio, Ovidio y, quizás también, a Cicerón y Séneca. Así, en cierto sen-tido, fue el abuelo el que le abrió al pequeño Nietzsche una salida de la opresiva estrechez pietista que dominaba la vida cotidiana en Naumburg. Hermann Josef Schmidt intentó interpretar el temprano entu-siasmo de Federico por los griegos de la siguiente manera:

¿Por qué los griegos pudieron adquirir semejante importancia para el niño Nietzsche? Yo supongo que, aparte de algunas otras razones, en el niño Nietzsche estuvieron presentes ciertos sentimientos e ideas que se combinaban de manera óptima con el pensamiento griego; de modo que, viéndolo precisamente desde una “óptica

�7 Elisabeth Förster-Nietzsche, Der Junge Nietzsche, op. cit., p. ��.

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griega”, él ya no experimentaba su forma de pensar como algo problemático o incluso inadecuado […] sino, ahora sí, como legí-timo e incluso aceptado. La comunidad de los creyentes cristianos le estaba vedada a este niño, de eso hacía tiempo que se había percatado, y así, con “los griegos”, en parte él también se inventó a sí mismo, porque fue elaborando su desarrollo intelectual ulterior con material que hallaba con éstos.�8

En síntesis: gracias a su naturaleza en particular intuitiva y emocio-nal, el niño podía acceder a “los griegos”, es decir a la única “cultura alternativa” que conocía, junto a la tan difundida y alabada cultura judeocristiana, de las clases de religión, y a su propia realidad. Pero desde esta aproximación no queda contestada a cabalidad la pregunta sobre si “los griegos” eran tan importantes para Nietzsche precisamente porque eran los griegos o porque representaban para él la única alternativa atractiva a la religión de sus padres a la que podía tener acceso.

2

En todo caso, a lo largo de toda su vida, Nietzsche se mantuvo fiel en su aprecio por la cultura griega y el politeísmo, que encarnaban el orgullo y la grandeza de la antigüedad, el amor a la tierra y el pesimismo dionisiaco. Además, el joven Nietzsche resultó beneficiado por el interés que el sistema escolar prusiano profesaba por la antigüedad griega, de tal suerte que durante su etapa de formación pudo conciliar sus preferencias con sus obligaciones. Si bien en el más íntimo círculo familiar Friedrich todavía mantenía ocultas las dudas religiosas que lo acosaban desde muy temprana edad, al mismo tiempo pueden encontrarse, más o menos a partir de sus �4 años de vida, manifestaciones que indican un

�8 Schmidt, Nietzsche absconditus oder Spurenlesen..., op. cit., t. iii, p. 804.

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fuerte problema de conciencia frente a la fe cristiana. Ya en �858, Nietzsche anota una frase que más bien correspondería a la época de Más allá del bien y del mal y no a la de su infancia tardía: “Dios no es bueno ni malo, está por encima de los conceptos humanos”.�9 Si estos renglones ya estaban vinculados con una problematización de la fe cristiana, a finales de �86� en su quehacer sobre las cuestiones de fe se registra un viraje crítico que alcanza su clímax en la Pascua de �86�. Este momento marca una ruptura de Nietzsche con la fe de sus padres, que no sólo fue percibida por él como tal, sino también por sus parientes más próximos. En todo caso, esta nueva orientación crítica ya no se manifestó en el círculo familiar, sino en las conversaciones con sus amigos más cercanos. A ellos, es decir a Gustav Krug y a Wilhelm Binder, les confió sus pensamientos más secretos mediante una disertación sobre “Fatum e historia”, escrita en el marco de una pequeña asociación literaria llamada “Germania”. En este texto, discurre en cuanto a –que el cristia-nismo se basa “en el yugo de la costumbre y de los prejuicios”,�0 por lo que era necesario construir ante él una perspectiva más libre. Con ello queda formulado en principio un plan de trabajo que se emancipará de la cosmovisión cristiana, al reencauzar los paradigmas de la fe hacia los del saber, y que descansa por igual sobre los conocimientos derivados de las ciencias naturales como de la historia: “En esto puede observarse, además, el bosquejo de un programa de formación en el que ya no se ve a ‘Dios’ como el garante externo de diversas pulsiones divergentes, sino que es precisamente la duda, sobre la uniformidad de la cosmovisión que este ‘Dios’ gestó, la que constituye el motivo fundamental”.��

Cuando Nietzsche intenta romper las ataduras religiosas, pe-trificadas por el origen y la educación, es cuando se da cuenta de lo difícil que resulta esta empresa.

�9 baw, vol. �, p. 48.�0 baw, vol. �, p. 54.�� Hans-Gerald Höld, Der letzet, Jünger des Philosophen Dionysus, Viena, Unveröff Habil Schrift, �00�, p. ���.

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La fuerza de la costumbre, la necesidad de algo superior, la ruptura de todo lo existente, la disolución de todas las formas sociales, la duda sobre si dos mil años no han desviado ya a la humanidad mediante un espejismo, la sensación de la propia finitud y teme-ridad: todo esto libra una batalla indefinida, hasta que finalmente las experiencias dolorosas, los acontecimientos tristes, conducen a nuestro corazón de regreso a la antigua fe de la infancia.��

La reducción de la cosmovisión cristiana a las necesidades huma-nas ya puede encontrarse poco después de la redacción de “Fatum e historia”, en una carta dirigida a su amigos de la “Germania”, documento que no sin razón se ha interpretado como modelo de su posterior ateísmo:

El cristianismo es, fundamentalmente, un asunto del corazón; sólo cuando se ha materializado en nosotros, cuando se ha vuelto un estado de ánimo, el ser humano es un verdadero cristiano. Las principales enseñanzas del Cristianismo expresan siempre las verdades fundamentales del corazón humano; son símbolos, como lo supremo siempre debe ser sólo un símbolo de lo que es todavía más elevado […] Que Dios se haya convertido en hombre, sólo indica que el ser humano no debe buscar su bienaventuranza en la eternidad, sino que debe fundar su cielo en la tierra.��

De esta carta, fechada el �7 de abril de �86�, se desprende con toda claridad que ya a los �7 años Nietzsche había pensado en el fin de la religión cristiana. En esto es insoslayable la influencia de La esencia del cristianismo, de Ludwig Feuerbach, un clásico de la filosofía de la religión ateísta del siglo xix, una obra que Nietzsche había conocido poco antes. De manera retrospectiva, Nietzsche

�� baw, vol. �, p. 55-6.�� Friedrich Nietzsche, Sämtliche Briefe. Kritische Studienausgabe in 15 Bäden, Gior-gio Colli y Mazzino Montinari (eds.)., t. �, Munich, dtv, �986, p. �0� (ksb).

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mismo ya se reconoce como ateo durante su época de estudiante en Pforta. En un bosquejo póstumo del verano de �879, se leen estas líneas: “Como ateo, nunca pronuncié la bendición de la comida en Pforta y nunca fui elegido por los profesores para la inspección semanal”.�4

Mazzino Montinari comentó esta cita en su libro Leer a Nie-tzsche, de la siguiente manera: “De este ateísmo temprano no tenemos otra fuente más que ese apunte, que no pierde su validez, aunque nos enteremos de que Nietzsche sí fue alguna vez inspector semanal en la escuela de Pforta. Con toda seguridad, Nietzsche nunca conversó con sus limitados parientes lo que ocurría en lo más íntimo de su ser”.�5

En cualquier caso, para la Pascua de �86�, en el desarrollo religioso de Nietzsche se presentó un corte que, más profundo, no podría imaginarse.

3

Al interpretar el desarrollo de la crítica a la religión de Nietzsche, surge en todo caso la pregunta respecto a cómo, en la evolución de nuestro filósofo, éste pudo llegar a un viraje tal de sus percepciones y qué motivos intelectuales tuvo para problematizar las verdades de la doctrina cristiana. Pero con ello surge la necesidad de echar un vistazo a la situación formativa de Nietzsche, pues la educación y la formación continúan siendo “determinantemente importantes”, lo que sin reservas se aplica también a la educación y formación creyentes. Johann Figl, quien en su libro Dialéctica de la violencia se ocupó del desarrollo de la filosofía de la religión de Nietzsche, describió en estos términos la ambigüedad del colegio prusiano:

�4 ksa, t. 8, 4� [68], p. 608.�5 Mazzino Montinari, Nietzsche Lesen, Berlín/NY, De Gruyter, �98�, p. �5.

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Debido a la fuerte orientación filológica clásica-antigua del colegio, que permeó el espíritu educativo prusiano a partir de las reformas de Humboldt y sus sucesores, y que también en la escuela de Pforta, a la que asistía Nietzsche, constituía el marco legal obligatorio, se daba por lo menos en dos sentidos una amenaza a la fe cristiana de los alumnos, por lo menos a nivel potencial; es decir, tanto en el aspecto material, porque no se veía en la Biblia el modelo de lo humano en general, sino en la visión de la antigua literatura griega y romana, como también desde el punto de vista formal, porque en el tratamiento de las lenguas antiguas dominaba el método gramático-crítico.�6

A pesar de que en Pforta se empeñaban en preservar una relación armónica entre la formación clásica y la fe cristiana, el método de interpretación aplicado en esta escuela superior desarrolló su vida propia. Por lo tanto, debe concederse que, del método de estudio de las lenguas clásicas, podían derivarse efectos involuntarios que conducían a una comprensión crítica de los fundamentos bíblicos de la fe cristiana. Paul Deussen habló de esta posibilidad cuando escribió en forma retrospectiva que a la “creencia” la minaba en forma inadvertida “el método especialmente histórico-crítico con que se trataba a los antiguos y que después, de manera natural, se desplazaba al ámbito bíblico…”.�7

Al terminar su periodo en el colegio, Nietzsche todavía no había elegido con claridad su futuro campo de estudios. Como su título de graduación certificaba excelentes conocimientos en religión, alemán y latín, y sus calificaciones en griego eran superiores al pro-medio, tenía abiertas varias opciones de estudio en la universidad. A principios del semestre del invierno de �864-�865, emprendió en Bonn los estudios de filología y teología, estos últimos pro-

�6 Johann Figl, Dialektik der Gewalt. Nietzsches Hermeneutische Religionsphilosophie, Dusseldorf, Patmos, p. 55.�7 Paul Deussen, Erinnerungen an Friedrich Nietzsche, Brockhaus, Leipzig, �90�, p. 4.

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bablemente por amor a su madre, que deseaba para su hijo una carrera de pastor protestante. En todo caso, el paso de Nietzsche por la facultad de teología fue breve y apenas un año después, con la mudanza a Leipzig, se orientó por completo a la filología, que le enseñó Friedrich Wilhelm Ritschel, uno de los más destacados filólogos clásicos de su época. Si de ahí en adelante Nietzsche habría de ocuparse de la tradi-ción del cristianismo, entonces lo haría desde un punto de vista filológico. En el análisis sobre La vida de Jesús, de David Friedrich Strauss, una obra de época de la crítica contemporánea de los evangelios, el estudiante Nietzsche aprendió a transferir el método filológico de la crítica de las fuentes a los textos evangélicos. El mérito de Strauss consistió en dejar de considerar las narraciones del Nuevo Testamento como una verdad histórica y en verlos, en cambio, como un mito. No pretendía, en principio, negar un núcleo histórico en la vida de Jesús, tal como se expresaba en los evangelios, pero opinaba que no se podía rescatar una vida de Jesús sobre una base histórica, porque las fuentes disponibles eran ahistó-ricas o narraciones míticas. Nietzsche supo de la interpretación de los evangelios de Strauss, aunque la consideró con un enfoque crí-tico, a más tardar en el semestre del invierno �864-�865 en Bonn, durante los cursos sobre historia eclesiástica de Wilhelm Ludwig Krafft a los que asistió. Pero no sólo en las clases del historiador de la Iglesia Krafft, sino también en las del exégeta Schlottmann, sobre el Evangelio de San Juan, a las que Nietzsche asistió en Bonn por lo menos en parte, la problemática de la comprensión histórica desempeñaba un papel importante, y respecto a ella, en la exégesis, se usaba desde luego la metodología filológica.�8

En este proceso, Nietzsche cobró conciencia de que la teología, que se cimentaba en su reivindicación de la fe en la palabra de Dios, se servía en su argumentación de una metodología filológica

�8 Hans Gerald Hödl, “Der Gott der Grammatik. Die sprachkritische Fundierung von Nietzsches Religionskritik”, Nietzscheforschung, núm. 7, �000, p. �00.

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e histórico-científica. En Bonn, los dos profesores de teología de Nietzsche representaban una teología pietista-supranaturalista diametralmente opuesta a la posición de Strauss. La concepción neopietista de la historia se basaba en la participación de Dios en la historia y la interpretaba desde esta perspectiva de la historia. Así, por ejemplo, la época precristiana se examinaba desde la perspectiva de una preparación hacia el cristianismo; es decir que las premisas teológicas no se analizaban mediante una investigación histórica, y en cambio la historia, con un propósito apologético, se empleaba como recurso para cimentar las expresiones dogmáticas. Johann Figl, el excelente conocedor de la filosofía de la religión de Nietzs-che, sintetiza así esta noción: “En pocas palabras, Nietzsche conoce en las clases de teología la utilización apologético-tendenciosa de conocimientos históricos, adquiridos de una manera puramente científica”.�9

Nietzsche, por lo tanto, podría haber desarrollado muy pronto la sospecha de que la ciencia no es autónoma, autoargumentativa y “objetiva”, pues se halla determinada por intereses que es preciso conocer para valorar en su justa dimensión los conocimientos ad-quiridos. Esto lo pudo observar de una manera patente Nietzsche en sus profesores de teología, por una parte, y en los autores de la Escuela de Tubinga, por otra: es el punto de vista correspondiente a la cosmovisión y a la fe, y no la metodología, lo que determina el juicio sobre una circunstancia histórica. A partir de La vida de Jesús, ejemplifica este problema: “Es un fenómeno extraño, que toda una vida que hizo época se convierta cada vez en algo diferente, según la óptica de quien la contempla. Casi ningún acontecimiento se sostiene”.40 Pero Nietzsche no sólo conoció las hipótesis de David Friedrich Strauss por intermediación de sus profesores pietistas de teología, pues en las vacaciones intersemestrales él mismo leyó La vida de

�9 Figl. Dialektik der Gewalt. Nietzches…, op. cit., p. 85.40 baw, vol. �, p. �00.

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Jesús, que lo impresionó de manera profunda. Es verdad que no sólo esta lectura reforzó su decisión de abandonar los estudios de teología, ya que el método histórico-crítico y el concepto del mito de Strauss le brindaron también la posibilidad de distanciarse del cristianismo. En su biografía de Nietzsche, Kurt Paul Janz sostiene la tesis de que la lectura de La vida de Jesús habría dado al filósofo el último empujón para alejarse de esa religión.4�

Tal como lo subraya Johann Figl en su estudio sobre la filosofía de la religión de Nietzsche, el aspecto más significativo de la obra de Strauss en el desarrollo de Nietzsche no lo representa tanto la crítica teológica como el campo metodológico y teórico-cogno-citivo. Nietzsche observa que no sólo en los planteamientos de Krafft y Schlottmann, sino también en el de Strauss, se antepone un proyecto filosófico o teológico preconcebido a la búsqueda me-todológico-crítica de la verdad. Por lo tanto, era el punto de vista y no el método el que decidía la valoración de un hecho histórico. En este sentido, sin duda, el método crítico de la filología fue un motivo para que Nietzsche se alejara del cristianismo; pero, en todo caso, no el método histórico-crítico como tal, sino la posición crítica ante las presunciones de verdad, en general. Esta visión conduce entonces a Nietzsche a desarrollar una amplia conciencia crítica, caracterizada por un escepticismo radical que, junto con la filosofía de Schopenhauer, lo lleva a construir su cosmovisión trágica.

4

Un pensador que influyó de modo considerable en el juicio del jo-ven Nietzsche sobre el cristianismo fue, sin duda, Arthur Schopen-hauer, cuya obra principal, El mundo como voluntad y representación, conoció Nietzsche probablemente alrededor de �864.4�

4� Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche. Biographie, vol. �, Munich, Carl Hanser, �978, p. �96.4� Jörg, Salaquarda, “Nietzsche and the Judeo-Chirstian Tradition”, en Magnus

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A partir del hecho indiscutible de que la religión ha existido en todos los tiempos y en todas partes del mundo, Schopenhauer explicó una por él así llamada necesidad metafísica, de la que emanaban tanto la religión como la filosofía.4� En todo caso, la diferencia entre ambas residía en que la religión se remitía a au-toridades, mientras que la filosofía elaboraba una argumentación racional. Es por ello que Schopenhauer calificaba a la religión como una metafísica del pueblo.44 El juicio positivo de Schopenhauer respecto a la religión se basaba en el hecho de que ni el mundo de las experiencias cotidianas ni el de la visión científica representaban al mundo verdadero. Pero, como la mayoría de los seres humanos no contaba con una capacidad real para filosofar, siempre se requeriría de la religión, aunque, Schopenhauer la veía sólo como una solución provisio-nal porque en muchos sentidos tendía a deformar y confundir sus propios postulados. Schopenhauer mencionaba tres de estos enfoques que para él eran falsos, aunque se podían encontrar en muchas religiones. Para empezar, doctrinas que encarnaban verdades a todas luces alegóricas se tomaban al pie de la letra. En segundo lugar, la religión tendía a considerar sus puntos de vista por completo ciertos y, por lo tanto, a rechazar los de todas las otras doctrinas y los de la filosofía.45 Finalmente, el sustento de la religión en la autoridad doctrinaria inducía a menospreciar los juicios argumentativos y racionales y, por lo tanto, a adquirir una falsa concepción del mundo.46

Schopenhauer valida la religión como el conocimiento simbólico de una verdad o realidad metafísicas que en realidad sólo la filosofía

B. and Higgins M. (eds.), The Cambridge Companion to Nietzsche, Cambridge, Cambridge University Press, �996, p. 95.4� Arthur Schopenhauer, Die Welt als Wille und Vorstellung, t. ii, Zurich, Diogenes, �977, p.�86-��9 (en adelante citado como wwv).44 wwv, t. II, p. �9�.45 wwv, t. II, p. �96.46 wwv, t. II, p. ��8.

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podía alcanzar. A partir de ello se explica también la valoración de la religión efectuada por Schopenhauer. Su aprecio por los distintos credos se guía, sin embargo, por la cercanía que guardan, o no, con los principios fundamentales de su propia filosofía. Para Schopenhauer la diferenciación entre un mundo en verdad metafísico y otro de apariencias resulta fundamental; no obstante, el mundo aparente es producido por el mundo metafísico, al que Schopenhauer define como una voluntad ciega, que no es buena ni mala. Si con su primer planteamiento Schopenhauer coincidió con el mainstream de la filosofía occidental, su concepción de una volun-tad ciega que sustenta al mundo era diametralmente opuesta a esa tradición. Para Schopenhauer, el mundo de las apariencias no sólo constituía ante todo de sufrimiento, sino que iba todavía más allá, pues debido a su concepción de la voluntad metafísica, aquél se tra-ducía en una pulsión ciega. El sufrimiento, en tanto que descansaba sobre la afirmación de una voluntad ciega hacia la vida, era culpa y expiación. Muy pronto, Nietzsche se apartó de esta concepción que daba por sentada una unidad de la voluntad subyacente, y lo hizo por partida doble. En primer lugar, puso a un lado la diferencia entre un mundo real y un mundo aparente, sobre la base de un simple y puro imanentismo conforme al cual, en sentido estricto, no se podía hablar de “verdadero” y “aparente”; en segundo lugar, intentó ofrecer una interpretación de todo lo que sucede, que ya no recurriera más a un principio. El distanciamiento de este principio único conduce del mismo modo a Nietzsche, cuando se refiere a la “voluntad de poder”, a considerar que la voluntad ya no implica la unidad metafísica de los diferentes fenómenos, sino que parte de una multiplicidad de cantidades de poder que convergen en un común afán de dominación y avasallamiento.47

47 Pavel Kouba, “Der wirkliche Wille zur möglichen Macht”, en Andreas Schirmer y Rüdiger Schmidt (eds.), Entdecken und Verraten. Zu Leben und Werk Friedrich Nietzsches, Weimar, Metzler, �999, p. ���-4�.

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Otro aspecto que, desde la perspectiva de Schopenhauer, dis-tingue a la religión es la moral de la compasión, a partir de la cual es posible superar las diferencias egoístas del mundo de las aparien-cias, en tanto que mira hacia la unidad metafísica subyacente en todos los fenómenos. Más tarde, éste será un importante punto de partida para la crítica de Nietzsche que, precisamente, emprenderá una filosofía de la diferenciación. Valorará la compasión como indecente e importuna, porque con ella uno se sitúa en el mismo plano que el compadecido. Una religión sujeta a la valoración de Schopenhauer será, en última instancia, más bien pesimista, porque tenderá a devaluar la vida aquí, en este mundo, y por lo tanto se afanará en apartarse de él. Como las religiones de la India son, nada menos, las que, según la lectura de Schopenhauer, niegan en forma más insistente la voluntad de vivir, les reserva un particular aprecio.48 Poco valor asigna en cambio a las religiones de la antigüedad romana y griega, casi tan poco como al judaísmo y al islam, sobre todo por sus con-cepciones de la creación y sus visiones de un “más allá” demasiado apegadas al “más acá”, que a él le parecen demasiado optimistas. La imagen israelita de Dios provenía, para Schopenhauer, del dualismo iraní, a partir del cual pudo construir una derivación –a la que consideraba inferior– del teísmo de la religión de la India. En el cristianismo simplemente separó los aspectos que le parecían antipáticos, por provenir del judaísmo, de los que le resultaban más simpáticos, los cuales remitían de manera directa a la tradición brahmánica. Por lo demás, Schopenhauer tenía en alta estima a las religiones budistas e hinduistas, por su carácter místico. La unicidad experimentada en la inmersión mística o éxtasis es diferente de la que se vive en el mundo empírico; es, más bien, “(la) Nada”, pero sólo para el que afirma la voluntad de vida. Pero si se llega a otro punto de vista y se niega la voluntad de vida, es el mundo empírico el que no es nada.

48 wwv, t. I, p. 479.

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Las nociones que Nietzsche adoptó de Schopenhauer en su filo-sofía inicial fueron abundantes. La diferenciación entre esta “unidad original” y el mundo de las apariencias resulta fundamental para la concepción de El nacimiento de la tragedia, donde Nietzsche se inclina a interpretar la “unidad original” misma como un contra-sentido y una “contradicción original”,49 y también a considerar sólo aparente a la salvación, que a Schopenhauer le parece alcanzable. En contraste con este último, en Nietzsche la autonegación de la voluntad no conduce más allá de ella, no constituye una supresión de la voluntad, sino una simple transformación de la misma. Esto ya se hace evidente durante la época en que se redactó El nacimiento de la tragedia, pues ahí Nietzsche expone con toda claridad que los rasgos esencialmente crueles del ser humano, propios del animal de rapiña, no pueden ser superados, sino sólo transformados. Para Nietzsche no hay mas que dos formas de lidiar con este hecho: la ruta del artista, por una parte, y la del filósofo, por la otra. Sólo que, en tanto el artista dice sí a la ficción indispensable y con ello da un voto por la vida, el filósofo, como hombre teórico, se suprime a sí mismo mediante el conocimiento, porque a fin de cuentas el conocimiento sólo puede conducir a la destrucción. Mientras que el tono básico de la filosofía de Schopenhauer es de resignación, Nietzsche, con su pesimismo dionisiaco, retorna a una posición afirmativa del mundo.50 A pesar de esto, conviene subrayar que Nietzsche estuvo de acuerdo con muchos de los teoremas de Schopenhauer durante largos tramos de la etapa inicial de su pensar filosófico, por lo que su filosofía también puede interpretarse a partir de su relación con Schopenhauer. Más allá de la aplicación de múltiples tesis de Schopenhauer que hizo suyas en su obra temprana, Nietzsche conservó también más tarde ciertos rasgos fundamentales de la filosofía de la religión de ese pensador:

49 ksa, t. �, gt, �8, p. 4�.50 Claus Zittel, Selbstaufhebungsfiguren bei Nietzsche, Würzburg, Königshausen & Neumann, �995, p. ��.

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�. La religión es en esencia mítica, por lo que también el cristia-nismo, como religión, se basa en la mitología… la religión, por lo tanto, debe interpretarse en forma filosófica.

�. Para Nietzsche el cristianismo es, ante todo, platonismo y, en concreto, según dice en el prólogo de Más allá del bien y del mal, un·”platonismo para el pueblo”.5� Ello constituye un paralelismo con la opinión de Schopenhauer sobre el “carácter de metafísica del pueblo de la religión”.

�. Al igual que Schopenhauer, Nietzsche juzga al cristianismo, como al budismo y a otros cultos históricos, una religión pesimista que tiende al ascetismo y el nihilismo, pero difiere de aquél en la valoración de este hecho.

4. Como Georg Goedert lo ha demostrado, la concepción de Nietzsche sobre la naturaleza del amor cristiano se deriva de modo claro de la idea del ágape cristiano, como com-pasión, de Schopenhauer, de tal manera que, a pesar de los diferentes puntos de vista sobre la posición valorativa de la compasión, es justamente la concepción de Schopenhauer la que determina la valoración del cristianismo por parte de Nietzsche.5�

Sin embargo, en la época de El nacimiento de la tragedia y las Consideraciones intempestivas, ya puede observarse un distancia-miento de Nietzsche en cuanto a algunos aspectos de la filosofía de Schopenhauer. Si bien todavía en las Consideraciones intempestivas Nietzsche interpretaba a la religión como algo emanado de la necesidad meta-física inherente al hombre, más tarde, en otros escritos publicados, se apartó de la posibilidad de tal interpretación de lo religioso. Mientras que Schopenhauer, como educador, habla todavía de una

5� ksa, t. 5, jgb, p. ��.5� Hödl, Der letzte Jünger des..., op. cit., pp. ��8-9.

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“finalidad metafísica”,5� en torno de cuya voluntad “la naturaleza toda se conjunta en el ser humano”, que la libera, en tanto que ante él la existencia coloca un espejo, en el cual aparece la vida en su “significado metafísico”,54 en La gaya ciencia, Nietzsche pronuncia una clara negativa a la idea de que la religión proviene de una nece-sidad metafísica. Según esto, la necesidad metafísica derivaría de la resonancia de la religión y no, al revés, ésta como su consumación. El origen de la religión sería una confusión del intelecto o, dicho de otra manera, una mala interpretación.55 En el tiempo venidero, Nietzsche atacarla con fuerza el antisemi-tismo cristiano, que soñaba con un “cristianismo ario”, y subrayaría el origen común del judaísmo y del cristianismo, tanto desde el punto de vista histórico como sistemático. Los textos Humano, demasiado humano y La gaya ciencia abrieron una nueva fase de la creación de Nietzsche, que se inició con la proclamación de la muerte de Dios en el aforismo número ��5 de la segunda de esas obras y encontró su clímax en El Anticristo.

5� ksa, t. �, se, p. �80.54 ksa, t. �, se, p. �78.55 ksa, t. �, se, p. 494.