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El espíritu romántico «Los románticos estaban obligados a lanzarse, en el curso de su rebelión, contra las convenciones de su tiempo...(…) Se rebelaban contra la convención, no en nombre de la igualdad o del cambio económico sino en nombre de un individualismo que se concebía en función de la libertad del “hombre interior”. Condenaban las convenciones artificiales, considerándolas burguesas, y empezaron a oponerse a la mentalidad mesocrática. Esto es importante porque el romanticismo condenaría al final tanto a la burguesía como a los radicales. Se convirtió en un hábito mental que proponía una vía media entre los dos: opuesta a las convenciones burguesas por superficiales y artificiales, pero también al radicalismo social y económico porque asfixiaba el alma al centrar su interés en las masas. (…) Los románticos tenían en común una actitud mental que destacaba al hombre interior a expensas de las realidades exteriores del mundo y que condenaba tanto las formas burguesas de vida como la nueva sociedad industrial que amenazaba con ahogar el alma. [Para los románticos] el impulso de la afirmación del sentimiento individual, del alma individual, pudo eludir así (…) la sociedad industrial de masas que iba imponiéndose en Europa. » (George Mosse, La cultura europea del siglo XIX, Barcelona: Editorial Ariel S.A., 1997, pág 51-52)

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El espíritu romántico

«Los románticos estaban obligados a lanzarse, en el curso de su rebelión, contra las convenciones de su tiempo...(…) Se rebelaban contra la convención, no en nombre de la igualdad o del cambio económico sino en nombre de un individualismo que se concebía en función de la libertad del “hombre interior”. Condenaban las convenciones artificiales, considerándolas burguesas, y empezaron a oponerse a la mentalidad mesocrática. Esto es importante porque el romanticismo condenaría al final tanto a la burguesía como a los radicales. Se convirtió en un hábito mental que proponía una vía media entre los dos: opuesta a las convenciones burguesas por superficiales y artificiales, pero también al radicalismo social y económico porque asfixiaba el alma al centrar su interés en las masas. (…) Los románticos tenían en común una actitud mental que destacaba al hombre interior a expensas de las realidades exteriores del mundo y que condenaba tanto las formas burguesas de vida como la nueva sociedad industrial que amenazaba con ahogar el alma. [Para los románticos] el impulso de la afirmación del sentimiento individual, del alma individual, pudo eludir así (…) la sociedad industrial de masas que iba imponiéndose en Europa. » (George Mosse, La cultura europea del siglo XIX, Barcelona: Editorial Ariel S.A., 1997, pág 51-52)