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Por: Diana Fernanda Vásquez S. Tel: 315 309 9114 Escríbenos: [email protected] *Ilustraciones: Cortesía de Fano www.periodicoyosoy.com 1
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1 Por: Diana Fernanda Vásquez S. Tel: 315 309 9114 Escríbenos: [email protected] *Ilustraciones: Cortesía de Fano
“Yo os digo: Dejaos conducir por el Espíritu, y no os dejéis arrastrar por las apetencias de la carne. Porque la carne lucha contra el espíritu, y el espíritu contra la carne pues estas cosas están una frente a la otra para que no hagáis lo que queréis. Pues si os dejáis conducir por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Ahora bien, las obras de la carne son bien claras: lujuria, impureza, desenfreno, idolatría, supersticiones, enemistades, disputas, celos, contiendas, iras, divisiones, partidismos, envidias, homicidios, borracheras, comilonas y cosas semejantes a éstas. Os advierto como ya antes os advertí, que los que se entregan a estas cosas no heredaran el reino de Dios”. Gálatas 5, 19-‐21
Para mí esto del Espíritu Santo ha sido un misterio. Cuando pensamos en E.S. Imaginamos esa “forma de paloma” que apareció sobre Jesús el día que fue bautizado por Juan el Bautista en el Jordán, o las lenguas de fuego sobre los apóstoles el día de Pentecostés, y si preguntamos por ahí ¿qué piensa del E.S.? Contestarán que nos ilumina, nos guía. La pregunta es: ¿Cómo podemos aprovechar al máximo la presencia del E.S. en nuestras vidas?
“Los Picapiedra”, fue una serie de dibujos animados de televisión que presentaba a una familia de la edad de piedra y todo lo que giraba alrededor de su cotidianidad. En las últimas veces que lo vi de niña, presentaron a un personaje diminuto, extraterrestre, que se ubicaba al lado de Pedro cerca a las orejas, le hablaba y le indicaba que hacer ante determinada circunstancia y lo regañaba cuando actuaba de mal corazón. Estaba presente en sus decisiones, en su actuar y se apenaba si Pedro el protagonista la embarraba. Siempre ahí, escuchando y observando a su obstinado amigo.
Cuando Pedro insistía en no escucharlo, “Gazú” nombre del personaje, se alejaba y dejaba que éste actuara como quisiera a pesar de saber qué hacía mal y que ya estaba advertido de lo que ocurriría si se dejaba llevar de sus caprichos. Después, Pedro preocupado y angustiado por las consecuencias de sus errores lo llamaba y este amiguito acudía a veces inmediatamente, a veces se hacía de rogar hasta que Picapiedra pidiera perdón y tuviera una actitud de cambio, pero siempre se hacía presente, le hacía ver sus errores y le indicaba que debía mejorar y que hacer para salir del meollo en el que se había metido. Continúa pág. 2.
Puntos de Interés: A Dios le interesa más el hombre interior que el exterior • El Espíritu ni se compra ni se vende • ¿Qué hace el E. S.? • Hacia una vida en el Espíritu • Vivir en el Espíritu.
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2 Por: Diana Fernanda Vásquez S. Tel: 315 309 9114 Escríbenos: [email protected] *Ilustraciones: Cortesía de Fano
“Me gustaría tener una personita que me cuidara, me hablara y me aconsejara como lo hacía Gazú con Pedro, pensaba yo mientras veía el programa”. Luego en la adolescencia vi otra serie llamada “el auto fantástico” donde un hombre muy atractivo conducía un automóvil último modelo y lo mejor de todo es que este hablaba y le describía con lujo de detalles cada pregunta que su conductor le hacía. Qué carro estaba cerca, cuantas personas lo ocupaban, si tenían armas, que tipo de carro era, la potencia, y detectaba con rayos láser el calor humano. “Cursor” se llamaba el personaje misterioso que acompañaba al conductor del auto, y se presentaba como una luz brillante que se movía a una velocidad que no se podía detectar con el ojo humano
cuando estaba fuera del automóvil. Una luz que se desplazaba donde quisiera ir. Le indicaba los momentos en los que corría peligro y le mostraba posibles soluciones. Y volví a pensar lo que imaginaba años atrás: “que rico tener esa luz que está siempre a tu lado y te previene de pasar malos momentos, te indica qué camino tomar, y siempre está contigo, a pesar de que la embarres”. Cuando decidí volver mis ojos al Señor me fui dando cuenta de los diferentes roles de Dios. Dios Padre a quien amo y no me canso de darle gracias por todo lo que ha hecho por mí, Dios hijo, nuestro salvador, quien con su estilo de vida nos muestra todos los días que sí se puede vivir como Dios Padre quiere que vivamos y Dios Espíritu a quien estoy descubriendo y de quien vamos a hablar en esta edición. Al tener intimidad con Dios, tuve dificultades para saber a quién dirigía mis oraciones. Si al Padre, al Hijo o al E.S. Mentalmente pensar en Dios se me complicaba ya que no sabía claramente como dirigirme a él o a ellos; porque aunque es uno también es trino; tres personas en una. Pero como siempre el Señor nos va llevando por senderos donde vamos descubriendo lo maravilloso de su reino. Es un mundo mágico, lleno de esperanza para los que creemos y de desafíos para aquellos que queremos disfrutar de esa vida eterna que Dios nos regaló a través de la sangre de Jesús en la cruz.
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Para mí la catequesis con los padres de familia en la iglesia fue la disculpa de Dios para involucrarse en mi vida y el motivo que él utilizó para que yo lo conociera más. Cada tema es un aprendizaje y un abrir más los ojos hacia los misterios, la misericordia y el amor que se hace evidente en la gracia de Dios. Definitivamente para descubrir a Dios es necesario involucrarnos con él todos los días. No esperemos conocer al Señor y saber lo que quiere de nosotros solo asistiendo los domingos a la iglesia. No, definitivamente tenemos que hacerlo parte de nuestro ser y vivir en él y con él día a día y a pesar de nuestros errores y desaciertos que son muchos, pero que por su misericordia nos levantamos y seguimos adelante, así pataleemos y nos quejemos durante algún tiempo. Eso hace parte del proceso de acoplamiento al gobierno de Dios. No es fácil cambiar la mentalidad amargada y resentida de una persona que ha vivido 50 años bajo ese dominio y dejarse guiar por los estatutos de Dios de la noche a la mañana y que siempre son contrarios a lo que estábamos acostumbrados por muy buenas personas que fuésemos. ¿Qué nos pide Dios que hagamos después de arrepentirnos? Renueve su mente, cambie de actitud, haga de su corazón de piedra un corazón de carne, perdone, tolere, sea comprensivo, sienta el dolor del hermano, sea humilde, no critique, no juzgue y sirva sin mirar a quien. etc.
A Dios le interesa más el hombre Interior que el exterior
“Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, en joyas, y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un espíritu dulce y sereno. Dios considera precioso ese comportamiento”. 1Pedro 3, 3-‐4 Dios está más interesado en el hombre interior que en el hombre exterior. Por eso tenía conflicto con los fariseos y sacerdotes. Todos sabemos que nuestra vida interior es muy activa y de allí nace nuestro actuar y nuestra actitud frente a nuestro día en el presente. Debemos ser
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muy cuidadosos en nuestro hombre interior porque el exterior será el reflejo. Pasamos más tiempo arreglándonos, maquillándonos, vistiéndonos, frente a un televisor, al computador, haciendo deporte, que tiempo con el Señor. Pero el cuerpo será convertido en polvo y un día no será nada; así que debemos asegurarnos de no dar más atención a lo de afuera que a lo de adentro. En proverbios 4,32 dice:” Guarda tu corazón con diligencia” Cuidemos lo que pasa allí, cuidemos lo que entra en él, tengamos cuidado con lo que sucede dentro de nosotros y lo que lo está alimentando, porque lo que entra allí y es meditado, es lo que de alguna manera saldrá de allí. No admitamos chismes, no pasemos horas y días meditando en lo que hablan y dicen de nosotros porque eso sólo envenena nuestra vida interior. No permitamos que por la puerta del oído y de los ojos entren cosas que nos van a dañar. No hay nada más peligroso para nosotros que nuestro propio corazón. Un corazón envenenado daña todo un proyecto de vida, daña la seguridad en nosotros mismos y la confianza en los demás. No es el diablo de quien más debemos cuidarnos, es de nuestro corazón y toda la basura que dejamos entrar en él.
El Espíritu Santo ni se compra ni se vende,
Dios nos lo regala
Recuerdo que alguna vez en una iglesia me comprometí a regalar unas manillas como recordatorio de un evento. Le pedí al Señor que él me guiará a un lugar económico ya que mi presupuesto era reducido, las manillas que había cotizado costaban $1.000 cada una y necesitaba 70 que fueran adecuadas. Así fue; me dirigí al centro y cuando menos pensé estaba en un pasaje comercial donde un señor me vendió 100 manillas de diferentes colores, con textos bíblicos y me costaron $30.000. Salí feliz, entregue las manillas, asistí al evento y al día siguiente en mi devocional le pregunte al Señor si estaba contento con mi detalle
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de haber donado las manillas. Cual será mi sorpresa cuando abro la biblia y el texto que leo decía lo siguiente: “No pretendas comprar al Espíritu Santo con tu dinero”. Sentí un escalofrío que recorrió mi cuerpo. Pensé no esto no es para mí. Cerré inmediatamente la biblia y volvía a hacerle al Señor la misma pregunta, abrí de nuevo la biblia y me salió el mismo texto: “No pretendas comprar el E.S. con tu dinero, tú no tienes ningún derecho a recibirlo, porque delante de Dios tu corazón no es recto. Arrepiéntete pues de esa maldad y ruega al Señor, a ver si te perdona por esos pensamientos, porque veo que estas amargado como la hiel y encadenado por tu maldad” Hechos 8, 20-‐23 Quedé estupefacta. El Señor me había acompañado a comprar las manillas, me llevó al lugar indicado, las conseguí mucho más económicas de lo que esperaba, eran lo que yo tenía en mi mente y tal cual se las describí al Señor: de colores hermosos, los textos bíblicos preciosos, acordes con el tema del evento, y ahora contestaba mi pregunta. Una pregunta que realmente no había hecho pero era lo que Espíritu Santo quería decirme a través de ella. Se me revolvió el estómago, sabía que era serio y muy delicado lo que el Señor me estaba diciendo. Pero lo leí una y otra vez y no entendía. Si en ese entonces hubiese tenido mis ojos y oídos espirituales abiertos y atentos, habría entendido que el Espíritu Santo trataba de decirme que tenía que comenzar por reconocer y
aceptar absolutamente todos mis errores y el daño que había causado con ellos hasta ahora, alejarme de aquellas cosas que me separaban de Dios y lo más importante que descubrí sólo hasta ahora y que es una de mis metas de este año: limpiar mi corazón de la amargura que lo tiene atado. Transcurrieron casi 8 años para entenderlo y el señor me lo decía todos los días a través de las personas, de su palabra, de lo que recogía a causa de lo que sembré. Y aunque nunca es tarde, si podemos decir que pasamos mucho tiempo tratando de entender muchas cosas que nos suceden y la respuesta la tenemos en nuestro corazón. Sólo que no le permitimos a nuestro espíritu escuchar la voz del Espíritu Santo. Razón tiene el Señor para decir: “¡Que torpes sois y que lentos para creer lo que dijeron los profetas!” Lucas 24,25
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¿Qué hace el Espíritu santo? “Muchas cosas tengo que decirles todavía, pero ahora no están capacitados para entenderlas. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará a la verdad completa” Juan 16,12 Tarde años en comprender varias cosas: 1-‐ Que el Espíritu Santo está siempre con nosotros porque es la presencia viva de Dios, Nos complace hasta en las pequeñas cosas, entiende nuestros deseos, se adapta a nuestras circunstancias y nos recuerda permanentemente nuestros límites: dignidad, honor inherente e integridad. 2-‐ Nos guía si se lo pedimos y nos dejamos guiar. Nos abre los ojos y los oídos espirituales para ver más allá de los límites de la razón y aceptar el plan divino que tiene Dios para mí y para los demás. 3-‐ Nos lleva a los lugares indicados, a las situaciones oportunas y a las personas que sólo él conoce y sabe que nos aportarán elementos de crecimiento necesarios. Nos enseña a confiar en la voluntad divina. 4-‐ Nos ayuda a entender que estamos aquí para aprender; que todo lo que sucede en nuestra vida está allí para enseñarnos una verdad. 5-‐ Nos enseña a hacer elecciones sabias, a liberar la necesidad de juzgar y de querer saber porque pasan las cosas y como pasan.
6-‐ Nos revela verdades de nuestro corazón, nos enseña a no proyectar expectativas acerca de la forma como quiero que sea el día y como quiero que sean los demás. 7-‐ Rompe ataduras y nos libera de yugos y cadenas, nos hace hombres nuevos. Nos libera del pasado, nos fortalece para vivir el presente y llena de esperanza nuestro futuro. 8-‐ Restaura lo que hemos perdido. Nuestras relaciones familiares, de pareja, con nuestros amigos, nuestra confianza en nosotros mismos y en los demás. Nos acompaña y nos enseña a disfrutar de nuestros momentos en soledad. 9-‐ Nos capacita para aceptar que el amor es poder divino y debe ser parte de nuestro ser interior y exterior, y nos enseña que hay algo que aprender de aquellas personas a las que nos cuesta amar. Nos capacita para hablar al corazón de las personas, con respeto y cariño como si habláramos con Cristo. 10-‐ Nos en enseña a sentir gratitud por los eventos sucedan o no sucedan como debieran. 11-‐ Pero nos deja algo muy claro: que este trabajo es de dos. A él le interesan nuestros asuntos y está aquí dispuesto a acompañarnos y a darnos la mano siempre que estemos dispuestos a reconstruir nuestro corazón, ya que será la residencia de Dios, la morada de Cristo.
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No hay nada oculto para el Espíritu Santo
“Nada hay en cubierto que no se descubra, nada oculto que no se divulgue. Porque lo que digan de noche se escuchará en pleno día; lo que digan al oído en el sótano se proclamará desde las azoteas” Lucas 12, 2-‐3. Escuche una charla de Joyce Meyer, pastora de una iglesia en Estados Unidos que habla al respecto y deseo compartir: “Nuestra vida interior tarde o temprano saldrá a la luz, por eso hay que cuidarla mucho más que el exterior, porque Dios está mirando lo que hay allí dentro. Podemos esconder nuestro corazón de la gente pero no de Dios. Todo lo que se hace en secreto será descubierto.
Si nuestra mente y nuestro corazón fuera una pantalla abierta nos verían todo lo que pensamos y sentimos y cómo sería eso. Nuestra vida exterior es nuestra reputación con la gente, nuestra vida interior es nuestra reputación con el Señor. Hay que vivir consientes que Dios ve todo lo que yo hago, tú eres su casa y el desea estar en su casa. Dios sólo quiere la paz en su casa, por eso debemos tener paz en nuestro corazón. Lo que está por dentro de nuestro corazón es lo que es importante para Dios. Él sabe cuándo doy algo por interés, para quedar bien, o por obedecer a Dios y queremos la bendición. Estamos llenos de sí mismos y necesitamos estar llenos de Dios. Pablo oraba para estar lleno de Dios. Puedo tener a Jesús en mi vida, a Dios en mi corazón y ser tocada por el Espíritu Santo pero si estoy llena de mí donde cabe Dios. Siempre pendientes: ¿Qué va a ser de mí?, ¿Qué hay de mí?, ¿Qué puedes hacer por mí?, Hay más de mí en el corazón de lo que veo”. “Sino en el interior, que radica en la integridad de un alma dulce, apacible; eso es lo que tiene valor ante Dios” 1Pedro 3,4
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8 Por: Diana Fernanda Vásquez S. Tel: 315 309 9114 Escríbenos: [email protected] *Ilustraciones: Cortesía de Fano
Hacia una vida en el Espíritu “Por esto no desfallecemos, pues aunque nuestro hombre exterior vaya perdiendo, nuestro hombre interior se renueva día a día”. 2Corintios 4,16 El verdadero “Yo” se revela bajo presión. Las pruebas son elementos para medir nuestros cambios, son el termómetro de nuestro corazón. Por eso debemos trabajar, madurar, crecer, porque hay cosas dentro de nosotros que ni sabíamos que las teníamos, sólo las vemos cuando dejamos salir ante determinadas circunstancias nuestro monstruo interno, cuando estamos bajo presión, o no recibimos lo que queremos, o nos cuestionan. Nuestro cuerpo viste lo que le ponemos, le damos lo que desea, lo vemos como queremos verlo. El corazón se expresa a través de pensamientos, palabras y actitudes, las apariencias engañan, entonces que nuestra belleza no sea sólo externa sino interna. Nuestro cuerpo puede cansarse pero nuestro espíritu esta fortalecido, el cuerpo puede estar exhausto pero el espíritu de Dios está ahí cuando lo necesitamos. No permitamos que nuestros sentimientos determinen nuestro destino, por el contrario controlemos nuestras emociones para complementar y realzar nuestra actitud hacia una vida en el Espíritu.
Vivir en el espíritu
“Si me amán guardarán mis mandamientos, yo pediré al Padre que os mande otro defensor que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes lo conocen por que vive con ustedes y esta con ustedes”. Juan 14,15 Necesite de mucho tiempo para entender que mi vida en el Señor no es estar sirviendo en la Iglesia, evangelizando, rezando rosarios y novenas. Es dejar que su Espíritu me muestre la verdad sobre mí misma. Pasamos tiempo ante Dios rogando por el cambio de nuestros seres amados, “Señor cambia a mis hijos, Señor trabaja el corazón de mi esposo, Cambia a mis hermanos, pero no queremos ver lo que realmente Dios desea mostrarnos: lo que debemos cambiar nosotros.
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Necesitamos pedirle a Dios que nos dé el querer mirar hacia adentro de nosotros, luego aceptar que hay mucho que cambiar y pedirle que nos dé la fuerza para trabajar en ese cambio. Podemos estar ciegos a nuestras propias faltas pero exageramos las de los demás. Una vez el Padre Diego me dijo que yo era muy buena para detectar los defectos de los demás pero no me gustaba que dijeran los míos. Eso me cayó como un baldado de agua fría, pero era la verdad. Con cierto temor decidí enfrentar mi realidad y le pedí a Dios me ayudara a cambiar las zonas negativas que hay dentro de mí. Comencé poco a poco, por temor al dolor pero eso es lo que impide que el tratamiento dé pronto los resultados esperados. Porque conozco al médico y es un especialista en proporcionar realidades crudas y dolorosas para nosotros pero que a la vez purifican nuestra alma. Al comienzo como quien no quiere la cosa y la cosa queriendo hasta que decidí decirle: Señor haz lo que tengas que hacer así duela. Y así lo ha hecho. Lo hice unos de mis propósitos de este año, y estoy en ese proceso, no niego que me da miedo porque no sé qué va a desnudar el Señor de mí ante otros, (siempre pensando en las apariencias), pero de eso se trata y aunque sale el ego llorando todos los días y reprochando la nueva decisión, Dios permite que vivamos esos sentimientos para que valoremos realmente el precio de la verdad. Y de la libertad. “La verdad os hará libres”.
No necesitas situaciones extraordinarias para experimentar su presencia. Un viernes Santo llegué a la parroquia de El Divino Salvador, para el sermón de las siete palabras. Estaban arreglando el proyector para unas diapositivas y de pronto Melania una de las servidoras de la parroquia quien iba a pasar las imágenes me dijo: siéntate conmigo por si te necesito. Me quede allí y al cabo de unos 20 minutos me empecé a preguntar ¿Yo que hago aquí? Éramos Melania y yo frente a un computador, en la parte delantera, donde todas las personas estaban pendientes de nuestros movimientos. Me empecé a sentir mal por estar allí cuando recordé las palabras de alguien que decía que le preguntáramos al Espíritu Santo porque nos ponía en determinado lugar y al perecer sin sentido alguno. A los pocos minutos pasó una niña muy querida a leer su mensaje de una de las 7 palabras que ella escogió. Me dispuse a escucharla y ella comenzó a leer, noté que empezaba a sentir deseos de llorar y a quebrarse su voz, y entendí lo que quería el Espíritu Santo, quería que orara por ella en esos momentos. Le dije a mi compañera, Melania oremos por Marta, y comenzamos las dos en silencio a pedirle al Espíritu Santo que la fortaleciera y en cuestión de segundos Marta hizo una pausa, respiró profundo y comenzó a leer de nuevo pero serenamente. Vivir en el espíritu es depender de él, es permitir que mi espíritu esté conectado permanentemente con el Espíritu de Dios. Es dejarlo actuar en mí.
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10 Por: Diana Fernanda Vásquez S. Tel: 315 309 9114 Escríbenos: [email protected] *Ilustraciones: Cortesía de Fano
El E.S. Nuestro asesor de imagen Dios nos dice las cosas tal cual son, todos los días nos tiene trabajando en nosotros mismos y a medida que avanzamos, entendemos, escuchamos, sentimos y dependemos más del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios está al lado tuyo, vive dentro de ti, te habla, te corrige, te anima, y te consuela en el momento necesario. El Espíritu Santo nos revela nuestros errores y la dimensión de ellos, nos capacita para saber en qué momento es él el que está actuando. Sólo cuando dejamos de verlo como algo lejano y creemos en él como la presencia de Dios en nosotros y con nosotros podemos experimentarlo en todas sus dimensiones. Esto nos permite sentirnos mal, pero muy mal cuando hacemos cosas incorrectas; de pronto un comentario inoportuno, un gesto indebido, alguna mala palabra que sale sin pensar. Ya no son necesarios los gritos, ni hay deseos de pelear, más bien te callas para evitar o buscas otra actitud para manejar la situación. Tu corazón se hace más sensible, sientes el dolor la persona que sufre, o pasa por una situación difícil, si vez durmiendo a alguien en el suelo o consumiendo vicio te duele el corazón por ella y por su familia, disculpas los errores de otros, entiendes las causas de su comportamiento, la ignorancia, la ausencia de Dios. Cuando vives en el espíritu comienzas a mirar con
otros ojos y a entender la misericordia de Dios El Espíritu Santo es total comunión, es la plenitud de las relaciones. El Espíritu no es teoría, no es materia, no es un sueño. Es una realidad. Es la presencia viva de Dios hablándonos al oído, previniéndonos, cuidándonos, protegiéndonos y habitando en nuestros corazones. Es nuestro asesor de imagen. “Por estas razones doblo mis rodillas ante el Padre, del que toma su nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que les conceda conforme a la riqueza de su gloria, el ser fortalecidos poderosamente por su Espíritu en orden al progreso de su hombre interior, y que Cristo habite en sus corazones por la fe, (…) Efesios 3, 14-‐17