El Estado en sus extremos

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Estudio sobre la historiografía sobre el Estado

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  • Estudios Sociales del Estado - volumen 1, nmero 1, primer semestre de 2015 - ISSN: 2422-7803 5

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    SEl Estado en los extremos. Contribuciones de la historiografa hispanocolonial y la antropologa de la poltica al estudio del Estado en el siglo XX

    The State at the extremes. Contributions of hispanocolonial historiography and anthropology of politics to the study of State in the twentieth century

    Germn Soprano *

    Resumen

    El objetivo de este artculo es refl exionar acerca de las con-tribuciones ofrecidas a las investigaciones empricas sobre el Estado, por un lado, por la historiografa hispanocolonial y, por otro lado, por la antropologa de la poltica contem-pornea. Sostenemos que la produccin acadmica de es-tas dos disciplinas sociales plantea preguntas y problemas de potencial aplicacin al anlisis de las relaciones entre el Estado, la poltica y la sociedad en la historia argentina del siglo XX.

    Abstract

    The aim of this article is to refl ect on contributions offered to the empirical research on the State, on the one hand, by the hispanocolonial historiography and, on the other hand, by the anthropology of contemporary politics. We believe that the academic production of these two social disciplines poses questions and problems of potential application to the analysis of relations between the State, politics and society in Argentinas history of the 20th century.

    Palabras clave

    Estado

    Historiografa hispanocolonial

    Antropologa de la poltica contempornea

    Argentina

    Siglo XX

    Key words

    State

    Hispanocolonial historiography

    Anthropology of contemporary politics

    Argentina

    20th century

    * Doctor en Antropologa Social. CONICET / Universidad Nacional de Quilmes / Universidad Nacional de La Plata. Contacto: [email protected]

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    Porque hay tal distancia entre cmo se vive y cmo se debera vivir, que aquel que abandona lo que se hace por lo que se debera hacer, ms presto aprende cmo llega

    su ruina que su conservacin.

    Nicols Maquiavelo. El Prncipe.

    Proponerse pensar el Estado signifi ca exponerse a retomar por cuenta propia un pen-samiento de Estado, a aplicar al Estado unas categoras de pensamiento producidas y

    avaladas por el Estado, por lo tanto a no reconocer la verdad ms fundamental de este.

    Pierre Bourdieu. Espritus de Estado. Gnesis y estructura del campo burocrtico.

    E n mayo de 2007 coordinamos con Sergio Agoff, Ernesto Bohoslavsky y Elsa Pereyra un seminario interdisciplinario en la Universidad Nacional de General Sarmiento, centrado en el anlisis terico, metodolgico y emprico del Estado en la Argentina. Consecuencia parcial de ese evento acadmico fue el libro Un Estado con rostro humano. Funcionarios e instituciones estatales en Argentina (desde 1880 a la actualidad), publicado en 2010, con la participacin de colegas historiadores y antroplogos sociales.1 En dicha ocasin con Ernesto Bohoslavsky escribimos un artculo denominado Una evaluacin y propuestas para el estudio del Estado en la Argentina, un texto en el cual procurbamos, por un lado, ofrecer un ordenamiento e interpretacin posible (en modo alguno exhaustiva ni mucho menos excluyente) sobre la literatura acerca del Estado en este pas producida por las ciencias sociales desde la dcada de 1960; y, por otro, plantebamos algunos temas, enfoques y mtodos antes que un progra-ma terico-sistemtico para su estudio emprico.

    Muy sintticamente. Sealbamos entonces que el Estado haba sido compren-dido al menos desde seis puntos de vista que denominamos como: 1) El Estado desde afuera: cuando se explica su confi guracin a partir de determinaciones resultantes de la incidencia de lgicas macro-sociales promovidas desde esferas sociales tenidas como externas al mismo, tales como la estructura de clases, los modelos de acumulacin econmica y/o la insercin de la economa nacional en la divisin internacional del trabajo. 2) La gnesis del Estado para dar cuenta de aquellos estudios que abordaron la conformacin de diferentes unidades polticas ciudades, Estados, Estados provinciales- entre la crisis del orden colonial y la

    1 BOHOSLAVSKY y SOPRANO, 2010. Participaron como autores: Ricardo Gonzlez Leandri, Germn Soprano, Hernn Gonzlez Bollo, Jos Antonio Snchez Romn, Karina Ramacciotti, Ernesto Bohoslavsky, Emmanuel Kahan, Sabina Frederic, Mximo Badar, Fernando Casullo, Mara Silvia Di Liscia, Mara Pozzio, Daniel Lvovich y Laura Graciela Rodrguez.

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    dcada de 1840, reconociendo sus relaciones histricas con la ulterior formacin del Estado y la nacin argentina a partir de la segunda mitad del siglo XIX. 3) La forma del Estado, considerando en este corpus a aquellos estudios que lo analizan en sus relaciones con el rgimen poltico y la sociedad. 4) La reforma del Estado: refi riendo a los procesos de reestructuracin y reforma estatal en el marco de las transformaciones polticas y socio-econmicas de orientacin neoliberal produci-das entre 1976 y 2001-2002. 5) El Estado desde arriba: esto es, la comprensin de los proyectos ideolgicos y polticos de los grupos o clases dirigentes objetiva-dos en el Estado, principalmente, en su estudio historiogrfi co entre la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. 6) El Estado desde adentro: este fue, sin dudas, el corpus de trabajos ms heterogneo que subsumimos bajo un mismo rtulo, pues guardan como caracterstica comn apenas el inters por abordar la construccin de diversas agencias del Estado, sus proyectos institucionales, orga-nizacin interna y cuerpo de funcionarios, sus formas de reclutamiento, trayecto-rias, interlocuciones con diferentes actores polticos, estatales, societales.

    De modo que, teniendo como referencia aquellas ideas, el propsito de este ar-tculo es refl exionar a modo de adenda acerca de la contribucin que puede ofrecer a las investigaciones empricas sobre el Estado en el siglo XX, por un lado, la historiografa hispanocolonial y, por otro, etnografas sobre el Estado y la poltica en la Argentina contempornea. Considero que al identifi car el modo en que algunas vertientes intelectuales de estas dos disciplinas sociales han comprendido su estudio en esos extremos temporales de la historia, esto es, en el extenso perodo colonial y en la actualidad, ser posible presentar algunas preguntas y problemas de potencial aplicacin en el anlisis de las agencias y funcionarios estatales, as como sus relaciones con la poltica y diversos actores sociales en la Argentina del siglo XX.

    Antes de adentrarnos en el texto, dos aclaraciones de orden prctico. Como en otras ocasiones, no pretendo en estas pginas formular un programa terico, sino ms bien unas refl exiones desde las preocupaciones de enfoque y mtodo del investigador emprico. Asimismo imagino que el eventual lector es una o un cientfi co social o humanista historiador, politlogo, socilogo, economista, administrador pblico no especializado en historiografa colonial ni en la antro-pologa de la poltica contempornea; o bien un decisor poltico o un funcionario tcnico o profesional, un miembro de la burocracia estatal, con responsabilida-des en el diseo, ejecucin, monitoreo y/o evaluacin de polticas pblicas sec-toriales o de programas y planes de mejora de la calidad de la administracin pblica en cualquiera de sus niveles nacional, provincial o municipal. Pido, pues, a esos lectores algo de paciencia para transitar en estas pginas por campos disciplinares o temticos bastante esotricos para sus intereses y labor.2

    2 Durante la elaboracin y escritura de este artculo recib valiosas orientaciones y crticas de generosos colegas a quienes estoy agradecido: Brbara Aramendi, Daro Barriera, Roxana Boixads, Alejo Levoratti, Laura Graciela Rodrguez y Silvina Smietniansky. Desde ya, potenciales

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    La cuestin del Estado en la historiografa hispanocolonial

    Durante una de las sesiones del seminario interdisciplinario de 2007 se expusie-ron trabajos referidos a instituciones que ejercan funciones gubernamentales y de justicia en el perodo hispano colonial. En esa oportunidad el historiador Roberto Schmit comentarista de aquella mesa y Brbara Aramendi joven historiadora de la Universidad Nacional de Salta ofrecieron argumentos para pensar lo problemtico e incluso impropio que resultaba invocar al Estado como categora analtica para dar cuenta de las instituciones polticas coloniales, o bien defi nir los actores y fenmenos sociales asociados a las mismas como es-tatales.3 Habiendo efectuado a fi nes de la dcada de 1990 una etnografa sobre procesos polticos contemporneos en la provincia de Misiones y discutido con colegas socilogos y politlogos acerca de los diversos sentidos que asuma la poltica y lo estatal en aquel contexto (sentidos que sostena no deban consi-derarse como una versin depreciada y perifrica respecto de modelos ideales y sus realizaciones metropolitanas), yo crea estar bien preparado para reconocer positivamente formas histricas heterogneas del Estado; pero no as para des-cartar su existencia.

    Debo haber polemizado amablemente con mis colegas conocedores de la histo-ria hispano colonial diciendo con insistencia que alguna forma de Estado deba de haber en la colonia, que lo estatal no se reduca slo a sus confi guraciones modernas o contemporneas, que cmo poda ser que no existiera Estado? Como respuesta recib argumentos empricos seguramente entre otros que mencionaban la imposibilidad de caracterizar cual instituciones estatales moder-nas a los cabildos conformados por vecinos, ni emplear el trmino burocra-cias estatales para aludir a vecinos que integraban milicias, ejercan los po-deres de justicia local, o de particulares encargados de la recaudacin tributaria. Por entonces crea que todo aquello poda ser entendido inequvocamente como otras tantas manifestaciones histricas del Estado. Mis ms o menos frecuentes lecturas de la historiografa del perodo colonial y la del siglo XIX en el Ro de la Plata, hechas antes y despus de aquellos sucesos, confi rman cun arraigadas eran mis convicciones. Mis certezas estatalistas parecan inconmovibles.4

    omisiones y errores son de mi exclusiva responsabilidad. Mi gratitud es tambin para las editoras de Estudios Sociales del Estado por el desafo planteado.3 ARAMENDI, 2008.4 Debo decir que el estudio de la poltica, instituciones y actores del mundo hispano colonial no se agota en la vertiente historiogrfi ca que exploramos aqu. Otros analistas reconocen la existencia de fenmenos estatales enfatizando otras perspectivas terico-metodolgicas, cen-trndose en otras regiones hispano-americanas diferentes del Ro de la Plata, y/o recurriendo a otras evidencias empricas. Por ejemplo, Alejandro Caeque ha sostenido que los histo-riadores que han estudiado la estructura de la administracin colonial de Espaa en Amrica han visto generalmente a los virreyes como agentes fundamentales en el esfuerzo de construir un Estado colonial. Aqu, los historiadores se han concentrado en dilucidar si el Estado creado

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    El Estado en los extremos

    Casi siete aos despus tuve oportunidad de mantener una conversacin con otro colega y amigo historiador, Daro Barriera. Esta vez con algo menos de conviccin, reiter mis argumentos de otrora. Y una vez ms fueron rebatidos. Recib tambin como recomendacin leer un par de historiadores especializados en la Europa Moderna: el portugus Antnio Manuel Hespanha y el espaol Bar-tolom Clavero.5 Cumpl con el encargo. Qu resultados pude hallar?

    En un documento de trabajo del ao 1999,6 Hespanha sintetizaba sus puntos de vista sobre el debate acerca del Estado moderno, sosteniendo que desde me-diados del siglo XIX el trmino Estado cobr un renovado sentido histrico como una entidad expresiva de: a) la separacin de lo pblico y lo privado, la autori-dad de la propiedad, la poltica de la economa; b) la concentracin de poderes y la eliminacin del pluralismo poltico del Antiguo Rgimen; c) la institucin de un modelo racional de gobierno que funciona en base a reglas generales y abs-tractas. Tambin se preguntaba: es posible proyectar esta defi nicin histrica del Estado hacia el pasado, por ejemplo, para caracterizar aquello que diferentes autores han denominado como Estado absolutista, en tanto confi guracin esta-tal en la gnesis de la Europa Moderna?

    La invocacin a este concepto de Estado Absolutista seguramente nos recuerda la lectura del estudio socio-histrico comparado y sistemtico de Perry Ander-son, en el cual se establecan como atributos sociales de aquella forma estatal europea que habra existido segn los casos entre el siglo XIV y comienzos del siglo XX en torno de la centralizacin del poder poltico, la conformacin de una burocracia estatal civil y militar dependiente del poder real, un sistema de justicia y tributario unifi cado, moneda nica, y un sistema de relaciones interna-cionales.7 La respuesta de Hespanha a la pregunta que cierra el prrafo anterior era decididamente negativa. Deca que a diferencia de lo que sucede en la actua-lidad (cabra interrogarse dnde) en la Europa Moderna el poder poltico estaba pluralmente distribuido en diferentes actores e instituciones: el rey, la Iglesia, los concejos o comunas, los seores, las universidades, las corporaciones de ar-tesanos, las familias. Coexista asimismo con el derecho real, el cannico, el de los concejos y costumbres locales. Asimismo, la nocin de una centralizacin del poder absolutista se vuelve an ms fi cticia toda vez que se pretende incorporar

    en el Nuevo Mundo por los espaoles fue un Estado `fuerte o `dbil. De este modo algunos historiadores han defendido la importancia y relativa autonoma del Estado en la sociedad colonial, donde habra alcanzado un papel hegemnico mediante la imposicin de un slido aparato burocrtico, con lo cual se habra evitado la formacin de grupos sociales dominan-tes. Sin embargo, otros historiadores sostienen que el Estado colonial se caracteriz por una extraordinaria debilidad, inefi cacia y corrupcin y no era otra cosa que una caja de Pandora vaca. CAEQUE, 2001:5.5 Dos trabajos de referencia de estos dos autores son HESPANHA, 1989 y CLAVERO, 1986.6 HESPANHA, 1999.7 ANDERSON, [1979] 1994.

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    al concepto de Estado absolutista por ejemplo los dominios ultramarinos de los imperios europeos espaol o portugus.

    Por su parte, Bartolom Clavero efectuaba similares consideraciones en una en-trevista en el ao 1988. Sin rodeos deca all que:

    La idea del Estado en las manos del historiador constituye un recurso ideolgico y un escape epistemolgico. Recurso ideolgico: una forma de proyeccin que se mostr bastante efi caz para la legitimacin de los Estados que surgieron con la revolucin. Escape metodolgico: un modo de volver a huir al difcil problema de saber cmo se articulaba una sociedad en que ni el ejercicio ni la titularidad del poder contaban con un centro.8

    Del mismo modo, la historiadora argentina Miriam Moriconi en vez de emplear el trmino Estado, utiliza el de monarqua agregativa para dar cuenta de esa confi guracin de soberanas superpuestas existente en la Pennsula Ibrica en los siglos XVI y XVIII.9

    En la Europa Moderna, entonces, el concepto de Estado no podra ser sin ms homologado con el de Monarqua. Por un lado, porque esta ltima sera una for-ma especfi ca de concentracin o centralizacin del poder poltico; por otro, por-que trminos como status, estados u rdenes (y los consigno adrede con minscula y en plural) tenan sentidos particulares asociados con la defi nicin de determinados grupos sociales. Para Clavero el trmino Estado fue concebido para caracterizar un tipo de institucin poltica de la Edad Contempornea, pero termin aplicado retrospectivamente a los perodos precedentes (por ejemplo, como Estado Moderno para los siglos XVI, XVII y XVIII), en unos casos asocin-dolo con sujetos polticos extemporneamente considerados estatales o bien imponindoles ese rtulo ms laxamente, esto es, asumindolos analticamente como una especie de metfora del Estado.10

    No es casual, por tanto, que disciplinas sociales de orgenes decimonnicos me-tropolitanos como la historia, la geografa, la antropologa, conformadas como disciplinas profesionales en torno de los procesos de confi guracin de los Estados imperiales y nacionales europeos, hayan reconocido en la categora Estado una

    8 CLAVERO, 1988.9 MORICONI, 2011. Para el anlisis de los dominios hispano-coloniales en Amrica, Daro Ba-rriera caracteriza a la Monarqua Hispnica como una forma institucionalizada del poder poltico agregativa, compuesta y policentrada, es decir, en abierta diferenciacin con la pretensin de defi nirla como un Estado moderno con ejercicio del monopolio legtimo de la violencia fsica y simblica sobre la poblacin de un territorio. BARRIERA, 2006.10 CLAVERO, 1981.

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    referencia central en algunas teoras y autores excluyente en la defi nicin de sus programas acadmicos.

    Con las mdicas lecturas de estos autores regres la mirada al mundo colonial hispanoamericano, hacindolo con orientacin de un trabajo de Daro Barriera -publicado en 2003- sobre la poltica en el Ro de la Plata en ese perodo.11 El texto comenzaba aludiendo a un balance efectuado por Enrique Tandeter, para quien la renovacin historiogrfi ca producida desde la apertura democrtica de la dcada de 1980 en la Argentina no contabilizaba hacia 1993 ningn trabajo que pudiera clasifi carse como un estudio sobre el poder poltico correspondiente al perodo colonial, pues incluso cuando alguno refera a esta temtica se la con-sideraba como una dimensin determinada por otras esferas sociales.12 Barriera constataba que la despolitizacin de la historia colonial y su correspondiente n-fasis en el estudio de la economa y la sociedad de la poca, contribua a facilitar las ulteriores referencias ms bien unilaterales a lo poltico con vistas a esta-blecer los antecedentes o una genealoga del Estado decimonnico, planteando problemas de estudio y sirvindose de categoras de anlisis extemporneas. Porque para este autor incluso el recurso terico o metodolgico de la categora analtica poltica deba especifi carse conforme a sus sentidos y usos locales en torno del trmino o expresin vivir en polica, esto es, organizar la comunidad poltica en el espacio urbano alrededor de la plaza y al amparo de la religin, el gobierno y la justicia, organizados fsicamente en un trazado (el hipodmico o damero) y respetando normas de convivencia culturalmente compartidas y ba-sadas en lo que se denomina la cultura catlica.

    Retomemos aqu los argumentos de Roberto Schmit y Brbara Aramendi en el seminario interdisciplinario. Si reconocemos entonces quines eran sujetos po-lticos clave en los dominios coloniales americanos de la Monarqua Hispnica, podremos entender mejor por qu colegas especializados en el perodo proble-matizan o desconsideran la categora Estado o estatal para comprenderlos.

    Como seala Barriera, la ciudad fue el dispositivo central del proceso de conquis-ta y colonizacin en Hispanoamrica, su creacin supona el emplazamiento de las instituciones polticas y jurdicas rollo, cabildo e iglesia y el reparto de solares y de tierras a los vecinos, y se determinaba tambin el ejido y los trminos sobre los cuales extenda su gobierno la ciudad.13 Tener residencia y matrimonio en la ciudad era condicin del avecindamiento. La vecindad habi-litaba derechos como el acceso a la tierra, participacin poltica en el cabildo y

    11 BARRIERA, 2003. Asimismo, cuando Barriera emplea la expresin historiografa colonial rioplatense comprende en ella al Paraguay y el Tucumn colonial. BARRIERA, 2006.12 TANDETER, 1994. Por cierto, como seala Barriera ese balance omite incorporar como ver-tiente historiogrfi ca renovadora a la historiografa hecha por miembros de la Academia Nacio-nal de Historia y por los cultores de la Historia del Derecho.13 BARRIERA, 2013a. Vase especialmente el captulo II.

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    otros privilegios econmicos. Pero tambin supona deberes: defender la ciudad de sus posibles enemigos la fi gura de la milicia , mantenerla fsicamente la limpieza era central en el gobierno de la salubridad e introducir mejoras edi-licias, en plantaciones de rboles de fruta y lea, etc.. Asimismo, el abandono de la ciudad supona la prdida de aquellos derechos y facultaba al cabildo la imposicin de multas.14 Por su parte, en el seno del cabildo se desplegaban du-rante el extenso perodo colonial las negociaciones y disputas de los jefes de la conquista, los vecinos (el poder local) y los agentes de la Monarqua Hispnica como Virreyes, Audiencias, Gobernadores o los Capitanes Generales.15

    De manera que, si en los trminos de la sociedad colonial el cabildo era una institucin clave y los vecinos sujetos polticos socialmente reconocidos que rotando a partir de elecciones anuales en las cuales los salientes elegan a los entrantes ejercan funciones de gobierno y de justicia, como parte de las res-ponsabilidades propias del avecindamiento muchas veces habiendo adquirido sillas (las del regimiento) u ofi cios (vinculados con la administracin de dife-rentes cajas o hasta de justicia, como fue en el caso de los alcaldes provinciales) . Podramos denominar sin ms a esa institucin como parte de un Estado colonial y a sus integrantes como actores estatales gubernamentales o burocr-ticos? Busquemos en nuestro repertorio de defi niciones analticas weberianas, marxistas, institucionalistas u otras acerca del Estado y sus burocracias y, ve-remos, difcilmente podamos aplicarlas taxativamente sin violentar con ello las concepciones y usos prcticos de los actores sociales locales de aquella poca. Pues incluso los sentidos atribuidos al trmino funcionario en tiempos de la Mo-narqua Hispnica del siglo XVIII, distan mucho de corresponderse linealmente con la nocin moderna de un funcionario pblico o de una burocracia estatal, tal como observa Daro Barriera al identifi car su etimologa en la edicin de 1737 de un Diccionario de la Lengua Castellana publicado por la Real Academia Espaola donde se consignaba que: en la repblica [funcionarios] son los que tiene cargo de gobierno en ella: como Alcaldes, Regidores &c. Lat. Republica Ministri.16 De mismo modo, Franois-Xavier Guerra invoc ese diccionario conocido genrica-mente por los especialistas como Diccionario de Autoridades y misma edicin para defi nir poltica, hallando que refera a: El gobierno de la Repblica, que trata y ordena las cosas que tocan a la Polica, conservacin y buena conducta de los hombres.17 La poltica como gobierno de lo pblico deca Guerra implicaba entonces un concepto amplio que comprenda diversas autoridades relacionadas con los mltiples cuerpos o corporaciones que componan el orden en el Antiguo Rgimen.

    14 BARRIERA, 2013:66 y ss.15 SAGUIER, 1992; BOIXADS, 2006; LORANDI, 2008; BARRIERA, 2010; ARAMENDI, 2011; BIROCCO, 2011; ARANA, 2013; BARRIERA, 2013b.16 BARRIERA, 2006:379.17 GUERRA, 2003.

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    El Estado en los extremos

    En defi nitiva, si hemos optado aqu por entrecomillar estos trminos como ca-bildo, vecinos, funcionario, poltica, gobierno de lo pblico es a efectos de destacar la importancia de reconocerles o restituirles segn una expresin de uso antropolgico sus sentidos nativos, tal como lo consigna Silvina Smiet-niansky al aplicar lo que denomin como un enfoque etnogrfi co destinado al estudio de fuentes escritas referidas a dos instituciones polticas del Tucumn colonial de los siglos XVII y XVIII: los cabildos y juicios de residencia.18 Ahora bien es posible servirse de un enfoque etnogrfi co sin realizar simultneamente trabajo de campo etnogrfi co?19 Su respuesta es positiva dado que el recurso a este enfoque supone la puesta en prctica de un tradicional ejercicio antropol-gico: el reconocimiento de la alteridad social y cultural en sus propios trminos, contextos, sentidos y lgicas de uso.20

    Antropologa de la poltica en la Argentina contempornea

    Quienes estudiamos empricamente el Estado, agencias estatales y sus funcio-narios en el siglo XX y principios del siglo XXI, fcilmente podemos naturalizar nuestras invocaciones al Estado como categora analtica, ya sea porque con ese trmino designamos procesos de centralizacin del poder que caracterizamos como poltico, porque las poblaciones que estudiamos invocan este trmino para nominar proyectos, instituciones, actores sociales, etc., o por ambos motivos. La

    18 SMIETNIANSKY, 2013. Dos antecedentes precursores y califi cados de este entrecruzamiento productivo entre antropologa e historia en el estudio de instituciones polticas coloniales en el Ro de la Plata son: BOIXADS, 1994 y GARAVAGLIA, 1996. Ntese que en el ttulo del artculo (no as el contenido del mismo), Garavaglia refera al estado colonial, un trmino sobre el cual no volvera en trabajos subsecuentes en los que, adems, contribuy decisivamente a proble-matizar las formas histricas realmente existentes de lo estatal (sean instituciones o actores sociales) en el Ro de la Plata entre principios el siglo XIX y la dcada de 1870. 19 Las preguntas que se formula Smietniansky a propsito del estudio de las relaciones entre poder y ritual en el anlisis de los cabildos y juicios de residencia son solidarias con ese enfoque etnogrfi co: cabe interrogarse qu modalidades adoptaba esa imbricacin entre poder y ritual y cmo era aprehendida y comprendida por los actores, en la dinmica de las instituciones de gobierno y en el ejercicio ordinario de las jurisdicciones polticas. Qu valor y qu sentidos revesta el ritual en el ejercicio cotidiano del poder a cargo del cabildo en tanto un cuerpo poltico que era cabeza de la comunidad local? De qu manera en esos contextos locales y cotidianos se construa la legitimidad del poder, considerando que el rey se conceba como fuente de autoridad y que la comunidad tena derecho a darse su propio autogobierno [] cmo probarlo a travs del registro escrito y sin indicaciones explcitas por parte de los participantes? O cmo hablar de la experiencia del tiempo a partir del estudio de documentos de carcter ofi cial elaborados hace ms de dos siglos? Simietniansky, 2013:19-20. 20 La antroploga social argentina Rosana Guber (2001) defi ne por ello la etnografa en una triple acepcin: como enfoque, como mtodo y como texto.

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    antropologa social ofrece algunas buenas orientaciones para afrontar esta cues-tin sobre la que ha refl exionado largamente al menos desde que fue concebida y practicada a comienzos del siglo XX con dos autores indispensables: Bronislaw Malinowski y Franz Boas.

    Hacia 1940, en el estudio introductorio a Sistemas polticos africanos, los antro-plogos sociales britnicos Mayer Fortes y Edward Evans-Pritchard polemizaban con la fi losofa poltica occidental y moderna y sus nociones acerca de la poltica, preguntndose si era posible reconocer su existencia en sociedades carentes de Estado.21 Su respuesta era afi rmativa, es decir, siempre y cuando se desligara el trmino poltica de su centro excluyente respecto del Estado y se la abordara desde un estudio emprico de carcter inductivo y comparativo. Decan:

    La fi losofa poltica se ha ocupado fundamentalmente del deber ser, es decir, de cmo deberan vivir los hombres y de qu tipo de gobierno de-beran tener, y no de cules son sus costumbres e instituciones [] Por lo comn han utilizado hiptesis sobre etapas primitivas de la sociedad hu-mana en las que se supona que no existan instituciones polticas, o han desplegado dichas etapas en una forma muy rudimentaria, tratando de reconstruir el proceso mediante el cual las instituciones polticas tpicas de sus propias sociedades han evolucionado a partir de las formas elemen-tales de organizacin.22

    Sobre la base de un anlisis comparado de etnografas de diferentes antroplogos, Fortes y Evans-Pritchard reconocan que en frica existan sociedades con dos ti-pos de instituciones o de sistemas polticos. Por un lado, sociedades con gobierno, es decir, con autoridad centralizada, organizacin burocrtica, administrativa y jurdica. Y, por otro lado, sociedades igualitarias o segmentarias que no posean aquellos atributos sociales, donde la poltica se estableca en torno de la organiza-cin territorial y/o el parentesco. De modo que, las primeras disponan de gobier-no y las segundas de organizacin poltica; en ambas existan fenmenos sociales que podan ser comprendidos analticamente como poltica. Desde este punto de vista, la poltica moldeada a imagen y semejanza de nociones, prcticas y formas institucionales occidentales, comenzaba a ser repensada desde la antropologa desde una comprensin que ponderaba los sentidos y experiencias sociales que aquella asuma en diferentes sociedades y/o culturas. A partir de entonces, la dis-ciplina antropolgica produjo diversas concepciones tericas o sustantivas acerca de la poltica que, sin embargo, tuvieron como denominador comn esa preocu-pacin por aprehender las perspectivas nativas en contextos sociales y culturales especfi cos, sustrayndose con ello de potenciales crticas por etnocentrismo.23

    21 FORTES Y EVANS-PRITCHARD, [1940] 1985.22 FORTES Y EVANS-PRITCHARD, [1940] 1985:87.23 No disponemos de espacio en este artculo para desarrollar ms estos argumentos relativos a la historia de la disciplina y sus comprensiones sobre la poltica. Tampoco podremos sopesar

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    El Estado en los extremos

    Exactamente cuarenta aos despus del texto de Fortes y Evans-Pritchard, el antroplogo norteamericano Clifford Geertz public un estudio sobre una parti-cular forma histrica de lo estatal, el Negara en el Bali del siglo XIX, con el cual no slo se propuso dar a conocer su peculiar interpretacin sustantiva acerca de aquel Estado, sino polemizar con concepciones de la teora poltica moder-na y contempornea.24 La sociedad balinesa de ese perodo segn Geertz se ajustaba mal a cualquier defi nicin occidental de sociedad con Estado. Por qu? Bsicamente porque era expresiva de una confi guracin social extremadamente fragmentaria: diversos seoros, una poblacin de campesinos y tres tipos de castas nobles, organizada en grupos de parentesco agnaticio, atravesada por lgicas facciosas, alianzas y relaciones clientelares, distribuida en una geografa forjada por numerosos clivajes (tierras altas y bajas, valles longitudinales), con corporaciones responsables de diferentes asuntos locales (civiles, distribucin del riego y culto). De modo ms amplio en la concepcin balinesa el mundo se divida entre la desa (aldea, campo, regin, rea gobernada, dependencia) y el Negara (ciudad, capital, palacio, estado, reino, civilizacin). No haba en el Bali del siglo XIX una elite unifi cada, ni burocracia civil o militar central, ni sistema judicial, tributario o monetario comn, ni cualquiera de aquellos atributos socia-les a partir de los cuales eureka! reconocemos al Estado. Y, sin embargo, dice Geertz, el concepto analtico de Estado se materializaba en la formacin poltica clsica balinesa en torno del Negara, es decir, de la ceremonia o la performan-ce del centro ejemplar. De all que se tratara de un Estado ritual, un Estado tea-tro, de las dimensiones semiticas del Estado, una escenifi cacin de la poltica como drama a partir de la cual y exclusivamente en torno de ella se produca un centro poltico y se cohesionaba simblicamente la sociedad balinesa.25

    Hasta aqu hemos considerado las singularidades histricas del Estado balins clsico. En qu medida su conocimiento sustantivo habilitaba el cuestionamien-to de las concepciones del Estado y la poltica cannicas, sostenidas por la teora poltica occidental? El Estado es para Geertz el principal sustantivo del discurso poltico moderno y contemporneo, revistiendo al menos tres acepciones: por un lado, rango, condicin, clase, posicin; por otro, pompa, esplendor, exhibi-cin, dignidad, presencia; y, tambin, gobierno, regencia, soberana, rgimen, dominio, control. La nocin de Estado como gobierno se ha erigido en la teora poltica como categora y recurso heurstico dominante, desplazando a las otras dos acepciones; deca: Impresionados con el mando, vemos poco ms. Con-

    aqu cun bien sucedidos fueron esos emprendimientos. Para una exposicin elemental y pro-blematizada que comprende a autores, textos y enfoques cannicos de la denominada antro-pologa poltica, remito a: SOPRANO; BOIXADS; SMIETNIANSKY, 2013.24 GEERTZ, [1980] 2000.25 No es posible explayarnos aqu describiendo la ceremonia del negara. S que ello puede desfavorecer una adecuada comprensin de los argumentos de Geertz, pero confo que los lec-tores recurrirn al libro para obtener un anlisis ms completo y seguramente complejo que lo expresado en estas pocas lneas.

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    trariamente, el Negara destaca cun importante resulta no desconsiderarlas, sealando la necesidad de producir lo que denomina como una potica de la poltica antes que una unilateral concepcin mecnica de la poltica. En otras palabras, el Negara evidencia en qu medida para las personas de ciertas so-ciedades y perodos histricos, el rango y la pompa no son meros epifenmenos de la poltica, condicionados por otros determinantes sociales; sino su existencia misma como formas de centralizacin del poder poltico o de aquello que anal-ticamente acostumbramos a denominar como Estado.26

    Una vez ms, convocar la etnografa como enfoque y mtodo de anlisis socio-cultural es un recurso til, pues colocando en el centro de la investigacin em-prica un abordaje no apriorstico de los fenmenos sociales, sino desplegando uno sensible al reconocimiento y comprensin de las perspectivas y experiencias nativas en sus propios trminos o categoras, lgicas y contextos de uso, se generan condiciones para dar cuenta de las singularidades sociales y culturales de esos problemticos objetos que nos interesa estudiar: la poltica y el Estado. Ciertamente no es la antropologa la nica disciplina en condiciones de hacerlo y menos an de hacer esto adecuadamente (hemos visto, por ejemplo, cmo la historiografa colonial tambin ha dispuesto de recursos para lograrlo). No afi r-mo esto. Ms an, la teora antropolgica contempornea siquiera ofrece una orientacin unvoca al respecto.27

    Ahora bien, hasta aqu el lector cientfi co social que investiga empricamente los fenmenos estatales de la Argentina del siglo XX y principios del siglo XXI; o decisor poltico, funcionario pblico, etc. ha sido razonablemente paciente y ha seguido con moderada confi anza nuestro extenso comentario acerca de la historia colonial rioplatense y sobre las lejanas sociedades y culturas objeto de anlisis de las antropologas metropolitanas. El antroplogo francs Georges Balandier deca que esos desvos disciplinares procurando conocer la alteridad social y cultural, no eran ms que una necesario prembulo para acceder a una refl exin desnaturalizada y crtica sobre las condiciones radicalmente histricas y, por ello singulares, de aquello que nos resulta completamente familiar en nuestras propias sociedades y culturas occidentales.

    26 Recordando los argumentos de la historiografa hispano colonial y colocndolos en relacin con la interpretacin de Geertz acerca del Negara como Estado teatro o Estado ritual, podra-mos preguntarnos: si el rango y la pompa eran los atributos simblicos decisivos que confi gura-ban el Negara como forma de centralizacin del poder poltico cabra la posibilidad de desistir del empleo de la categora analtica Estado para defi nirlo?27 En una sinttica exposicin y sistemtico anlisis, los antroplogos sociales argentinos Fer-nando Balbi y Ana Rosato (2003) ofrecen una excelente orientacin introductoria sobre los derroteros y perspectivas con que la disciplina antropolgica contempornea metropolitana (principalmente de raz britnica, norteamericana y francesa) ha comprendido el tema de la poltica y del Estado. Para un estado del arte sobre la produccin antropolgica sobre la poltica en la Argentina contempornea hasta el ao 2008, vase: FREDERIC y SOPRANO, 2008.

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    Ya es tiempo de afi nar la puntera pues, en defi nitiva, el lector de la revista Es-tudios Sociales del Estado est evidentemente interesado por los fenmenos polticos y estatales tal y como se presentan en sociedades en particular la Argentina desde fi nes del siglo XIX hasta el presente Qu podemos extraer entonces en limpio de las consideraciones precedentes, que pueda ser de algn benefi cio para el diseo y desarrollo de investigaciones empricas que tienen por objeto polticas, proyectos, instituciones, ideas, experiencias y comportamientos de actores estatales, comprendiendo tambin sus relaciones y/o interlocuciones con diferentes actores sociales en ese extenso perodo de la historia argentina?

    En el mencionado artculo escrito en coautora con Ernesto Bohoslavsky, plan-tebamos algunas orientaciones metodolgicas prcticas que bien podan ser consideradas por los estudios sociales sobre el Estado. Dicho muy sintticamen-te, sealbamos entonces que: 1) No haba que personalizar al Estado, convir-tindolo en un actor unvoco, autoconsciente y comparable con la agencia de una persona como cuando se recurre a expresiones tales como el Estado decidi, propuso, etc.; 2) pero tambin, en otro sentido s caba personalizarlo o hu-manizarlo, esto es, comprendindolo no slo como un conjunto de polticas y normas que lo estructuran y determinan, sino encarnado efectivamente en las personas que lo habitan, que hablan en su nombre, que producen, actualizan y/o transforman con sus prcticas cotidianas esos repertorios de polticas y nor-mas; 3) analizar las confi guraciones estatales como resultado de interlocuciones con diferentes actores, mltiples presiones y determinaciones sociales, evitando delimitar de un modo apriorstico distinciones taxativas y polarizadas tales como Estado/sociedad civil, procurando identifi car las fronteras a menudo lbiles que existen entre unas y otras esferas sociales; 4) revalorizar la importancia de las relaciones y tensiones entre proyectos, instituciones y actores al interior del Es-tado; 5) descentrar al Estado quitndole el lugar central que ha tenido en el an-lisis de la poltica y la sociedad, reconocindolo en sus existencias provincianas o locales, perifricas y/o en sus mrgenes, en su heterogeneidad de agencias y funcionarios cada una con sus lgicas y prcticas sociales especfi cas.

    Quisiera enfatizar respecto de lo dicho en aquella oportunidad, un problema b-sico y de utilidad hermenutica para quien se propone investigar empricamente sociedades donde la poltica y el Estado son reconocibles como trminos invoca-dos por los actores sociales y/o aplicables como categoras para la comprensin de fenmenos histricos o sustantivos.

    En primer lugar, sealar que es preciso identifi car cmo la categora Estado es signifi cada, apropiada y/o empleada en diferentes contextos y ante diferentes interlocutores por los diversos actores sociales que se pretende estudiar (el cientfi co) o las poblaciones sobre las cuales se procura incidir (el poltico, el funcionario estatal, el profesional). Porque como destacara recientemente un co-lega antroplogo argentino, Adrin Koberwein, el Estado es antes que nada en

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    esas sociedades una categora nativa.28 Sin dudas, disponer de una determinada defi nicin terica acerca de qu es el Estado nos facilita la labor explicativa. Sin embargo, cuando esa defi nicin opera como un preconcepto y sabemos que incluso las categoras de anlisis ms abstractas y de pretensiones ms uni-versalistas tienen su socio-gnesis y/o remiten a ciertos problemas y contextos histricos entonces se corre el riesgo de proyectar sobre el objeto de estudio una interpretacin distorsionada o directamente errada tal como vimos en las crticas historiogrfi cas a la proyeccin de nociones de Estado moderno sobre el mundo hispanocolonial. Se sigue de ello que es preciso interrogarnos acerca de qu entienden los actores sociales que estudiamos cuando invocan el trmino Estado, o confi eren a ciertas personas, instituciones, ideas, etc., el califi cativo o los atributos de lo estatal. Y no slo qu entienden con ello, sino preguntar-nos en qu circunstancias y ante qu interlocutores lo signifi can y/o ponen en prctica, dado que numerosas investigaciones empricas demuestran que las personas de carne y hueso no siempre (dira ms bien slo a veces) aluden al Estado y a sus sentidos de un modo constante, unvoco y programtico, cual si se tratara de tericos sistemticos o de expertos jurisconsultos.

    No debe interpretarse, pues, la afi rmacin precedente como un rampln alega-to anti-terico, pues como afi rmaba la antroploga brasilea Mariza Peirano, la produccin antropolgica es el resultado de un permanente dilogo comparativo entre las teoras disciplinares y los desafos sustantivos que plantea la investi-gacin etnogrfi ca.29 Se trata de comprender situacionalmente las perspectivas y experiencias de los actores sociales del pasado o del presente, suspendiendo analticamente nuestros preconceptos tericos o de sentido comn acerca de lo que entendemos por Estado, a efectos de reconocer qu signifi cados le atribuyen ellos.30 Al tiempo que, mediante este esfuerzo, se procura en ese dilogo con las teoras nativas renovar las concepciones y categoras tericas de anlisis disciplinar, volvindolas sustantivamente ms comprehensivas de la diversidad social y cultural o, lo que es lo mismo, ms genuinamente universales. En este sentido, respecto de las relaciones entre antropologa y Estado podramos decir aquello que sostuvo Peirano a propsito de las relaciones entre antropologa y poltica: los dos trminos de la expresin `antropologa de la poltica tienen

    28 KOBERWEIN, 2012.29 PEIRANO, [1995] 2004: 324. 30 Como breve aclaracin y pensando en colegas de otras disciplinas sociales, quisiera destacar aqu que el sentido antropolgico de las perspectivas y experiencias nativas no se limita exclusiva-mente a los enunciados discursivos pblicos de los actores sociales estudiados, pues comprende aquellas nociones incorporadas (en los cuerpos) por los sujetos y/o objetivadas en sus relaciones y entornos sociales. Tal como acertadamente postula Fernando BALBI (2010) en un brillante estudio de sntesis acerca de las relaciones entre antropologa y Estado, es por ello que la comprensin antropolgica de esas perspectivas y experiencias no se reduce a la sola interpretacin de fuentes documentales escritas ni a entrevistas, sino que se sirve muy fundamentalmente de la observacin con participacin, la permanencia prolongada y la co-residencia con las poblaciones estudiadas.

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    un estatuto desigual: la antropologa se defi ne aqu por el proyecto minucioso de confrontar confi guraciones de valores por intermedio de un proceso artesanal, etnogrfi co e, implcita o explcitamente, comparativo; la poltica se reconoce como el objeto de investigacin, el esquema nativo.31

    Del mismo modo, Fernando Balbi y Ana Rosato sealan que no es posible de-limitar a priori qu es o no es propio de la poltica y diramos nosotros qu es o no propio de la esfera del Estado.32 Al respecto, consideremos el siguiente caso. Si nos formulamos la pregunta acerca de si son o no actores estatales los promotores comunitarios de una poltica pblica del Estado nacional en la Argentina del siglo XXI, y lo hacemos prescindiendo de cualquier referencia respecto de las perspectivas y experiencias de los sujetos estudiados, nues-tras respuestas dependern necesariamente del marco terico adoptado, o bien frecuentemente se construirn a partir de las prescripciones defi nidas por los funcionarios o las burocracias del Estado encargados de gestionarla. Conforme a esto ltimo, podramos decir sirvindonos de documentos ofi cia-les y/o de entrevistas con los responsables de esa poltica por ejemplo que los promotores comunitarios son mediadores entre el Estado y la socie-dad civil (y aqu se nos plantea, adems, las problemticas relaciones entre fuentes de informacin e interpretaciones sociales). Oscilamos entonces entre imponer nuestros preconceptos tericos sobre el objeto o explicarlo exclusiva-mente desde el punto de vista de ciertos actores sociales. Sin embargo, una comprensin que procure reconocer los sentidos dados a lo estatal por los di-ferentes sujetos involucrados en esa poltica pblica, tambin conllevara una exploracin acerca de cmo se defi nen a s mismos esos promotores y cmo son reconocidos por los destinatarios de aquella poltica. Es decir se reco-nocen y son reconocidos como parte del Estado? O continan concibindose y concebidos como vecinos, familiares, amigos del barrio? Cualquiera sea el contenido alcanzado con las respuestas a estas preguntas, no es posible acceder a los mismos de antemano y, en consecuencia, sus resultados termi-nan incidiendo en la confi guracin de los sentidos que diversos actores sociales otorgan a la categora Estado y a los modos en que interpelan y se relacionan con las diversas formas de lo estatal.

    31 PEIRANO, 1998.32 Para estos dos antroplogos argentinos: La facilidad con que algunos autores han natu-ralizado al domino poltico desnuda, quiz, una tendencia inherente a las diversas disciplinas o especialidades dedicadas a su estudio que como la antropologa poltica son oriundas de sociedades donde, precisamente, la poltica se presenta como inextricablemente asociada a un entramado de instituciones especializadas que casi parecen encarnarla materialmente, ser la poltica misma. De all la imperiosa necesidad de relativizar al enfoque de lo poltico como dominio especializado, no necesariamente para abandonarlo sino para combinarlo con otras perspectivas que enriquezcan la mirada antropolgica sobre aquello que se puede considerar como poltico. BALBI y ROSATO, 2003:14. Tambin: BALBI y BOIVN, 2008.

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    Refl exiones fi nales

    Quisiera volver sobre los dos epgrafes que encabezan este artculo y explicitar el por qu de su relacin con los argumentos expuestos. Por un lado, aquellas palabras de Nicols Maquiavelo advirtiendo contra eventuales interpretaciones de la poltica conforme a lo que se espera idealmente que ella sea o deba ser, postulando por el contrario la imperiosa necesidad de comprenderla tal cual se nos evidencia emprica e histricamente, tanto sea en post de objetivos de conocimiento y/o de intervencin pblica.33 Por otro lado, los dichos de Pierre Bourdieu en un elocuente artculo donde recordaba que uno de los atributos sociales fundamentales del Estado o, ms precisamente, de los sujetos que ha-blan en nombre del Estado, es su capacidad de producir e imponer categoras, sistemas de clasifi cacin, as como formas de interpretacin y orientacin de la accin social estatales, que aplicamos como analistas o como actores sociales al ordenamiento del mundo y del propio Estado.34

    En consecuencia, cuando los cientfi cos sociales nos proponemos comprender los proyectos, las instituciones, sus polticas y sus dispositivos, las subjetividades y los comportamientos de los actores auto-nominados y/o rotulados como Esta-do o estatales, en sociedades como la Argentina del siglo XX donde la cate-gora posea diversas acepciones y era empleada por diferentes actores sociales en distintas circunstancias, conviene pues recordar aquellas dos orientaciones inspiradas en esos autores clsicos de la teora poltica y social. Por qu? Por un lado, para empearnos en reconocer los sentidos y usos nativos del trmi-no Estado o estatal en situaciones sociales y ante interlocutores especfi cos, evitando imponerles signifi cados a priori o interpretndolos rpidamente y sin mediaciones conforme a nuestros preconceptos tericos y/o de sentido comn actuales. Por otro lado, para recordarnos que incluso en sociedades occidentales contemporneas donde lo estatal se extiende y permea diversas identidades y relaciones sociales de su poblacin, aquello que los actores sociales y nosotros denominamos como Estado expresa siempre fenmenos histricos, socialmente contingentes, producidos y legitimados pero tambin resistidos y confrontados, por personas de carne y hueso.

    Por ello, no podemos dar por naturalizada la gnesis y reproduccin social del Estado o de los fenmenos estatales como si se tratase de realidades simblicas y materiales consustanciales o inherentes a nuestro objeto de estudio. Que nos reconozcamos como especialistas en el estudio del Estado o de determinada agencia estatal, sus polticas y funcionarios en tal o cual perodo de la historia argentina del siglo XX, no debe llevarnos a naturalizar su existencia. Tampoco a desentendernos por comprender, por ejemplo, el por qu y el cmo de su emer-gencia y consolidacin como institucin social; los fundamentos esgrimidos por

    33 MAQUIAVELO, [1513] 1984.34 BOURDIEU, [1994] 1997.

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    ciertos sujetos para consagrar sus intervenciones como socialmente legtimas sobre ciertas esferas sociales y poblaciones; su trayectoria, reproduccin y per-sistencia en el tiempo; sus cambios y/o su eventual disolucin; y esto tambin es importante las resistencias impuestas por actores sociales que la conceban de otros modos o que se le eran abiertamente hostiles. Es por ello que la re-ferencia y comparacin con sociedades y culturas radicalmente diferentes de aquella que habitualmente estudiamos por situarse en otras confi guraciones sociales pasadas o contemporneas, de otros territorios o del nuestro propio contribuye a los esfuerzos por plantear nuevas preguntas y problemas all donde todo en apariencia se nos puede volver autoevidente e imperecedero.

    Finalmente, quisiera recordar dos hechos de la historia de las ciencias sociales de la Argentina de los ltimos treinta aos, cual son la libertad que ha dominado la produccin de conocimientos y el debate acadmico, as como la diversifi cacin y especializacin de diferentes campos disciplinares, sub-disciplinares y temticos que han acrecentado y vuelto tericamente ms refi nado y empricamente ms erudito nuestro pensar y quehacer. Ese derrotero intelectual e institucional fran-camente positivo, no obstante, a menudo ha estado asociado (no digo que ne-cesaria y fatalmente) con una estrecha compartimentacin del saber, un escaso o casi nulo desarrollo de proyectos de investigacin que comparen temas simi-lares en perodos histricos diferentes o en el largo plazo y, en defi nitiva, cierto desinters por los debates terico-metodolgicos y la produccin sustantiva de aquellos colegas que no son parte del universo de interlocutores personalmente ms cercano o que institucionalmente resulta imposible desatender en el buen suceso de las carreras acadmicas.

    Pienso por ello que una desprejuiciada apertura a la lectura y anlisis de la pro-duccin y debates de otros campos temticos y/o disciplinares pueden alimentar una comprensin ms heterodoxa, multidimensional y, posiblemente, renovada de los objetos de estudio sobre los fenmenos estatales. Esta exploracin por algunos temas, textos y autores de la historiografa hispanocolonial y de la an-tropologa de la poltica en la Argentina contempornea, ha procurado ser una tentativa de poner en prctica ese desafo, indagando acerca de las eventuales contribuciones que ofrecera la refl exin sobre el Estado en esos extremos tem-porales no necesariamente ligados linealmente- de la historia argentina.

    Fecha de recepcin: 26 de agosto de 2014

    Fecha de aprobacin: 30 de octubre de 2014

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