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estado, soberano
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El Estado Soberano del Tolima:
Una historia de su pensamiento
Augusto Trujillo Muñoz
2011
El Estado Soberano del Tolima: una historia de su pensamiento
Facultad de Derecho y Ciencias PolíticasUniversidad de IbaguéIbagué, ColombiaMayo de 2011
© Universidad de Ibagué, 2011© Augusto Trujillo Muñoz, 2011
Dirección editorial: Oficina de [email protected]
Universidad de Ibagué, Carrera 22, Calle 67,Barrio Ambalá, Ibagué, ColombiaTel (57-8) 2709400www.unibague.edu.co
Esta obra puede reproducirse libremente pero cualquier cambio que se le quiera hacerrequiere de la autorización previa, expresa y por escrito de la Universidad de Ibagué.
El Estado Soberano del Tolima: una historia de su pensamiento is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 Colombia License.
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A propósito del sesquicentenario
El Estado Soberano del Tolima:
Una historia de su pensamiento
Augusto Trujillo Muñoz1
Introducción
El Tolima Grande nunca figuró entre las regiones colombianas más destacadas en
materia de autogeneración de desarrollo. Al menos en el pasado, su economía giró
más en torno a la producción de materias primas que al propósito de incorporarles
valor agregado. En cambio fue siempre dueño de una inmensa riqueza espiritual, que
me parece su mayor activo. Este hecho se evidencia en la proverbial expresión
folclórica de su pueblo, y en la claridad de las iniciativas jurídico políticas de sus
hombres de ideas.
El presente trabajo pretende hacer una aproximación a la historia del
pensamiento regional, desde que las antiguas provincias de Mariquita y Neiva se
fundieron, el 12 de abril de 1861, en el estado soberano del Tolima, hasta cuando
éste se escindió en los departamentos de Huila y Tolima. En el sesquicentenario de
su creación como estado soberano, el gran Tolima debe hacer algo parecido a un
balance de lo que fue el aporte intelectual de sus hijos a la construcción institucional
del país.
1 Augusto Trujillo Muñoz es magíster en Derecho, especialista en Derecho Público y diplomado en Administración. Adelantó sus estudios de postgrado en la Universidad Nacional de Colombia y en el Instituto Nacional de Administración Pública de España. Es miembro numerario de la Academia Colombiana de jurisprudencia, de la Asociación Colombiana de Derecho Constitucional y Ciencia Política, de la Asociación Colombiana de Historiadores y de la Academia de Historia del Tolima. Ha sido columnista de los periódicos El Espectador y El Tiempo de Bogotá y senador de la República. Es profesor universitario y autor de varios libros y artículos.
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Desde las academias de historia del Huila y del Tolima se han hecho trabajos
interesantes y polémicos, lo mismo que desde las aulas de sus universidades, sus
centros culturales y, por supuesto, en forma aislada por algunos estudiosos. Pero aún
falta mucho por descubrir y examinar en materia de historia del pensamiento
tolimense, durante aquella época. El sesquicentenario, que se cumple en el presente
año, es el mejor pretexto para intentar un esbozo, breve y mínimo, que ojala
enriquezcan y complementen otras mentes más calificadas. El propósito de este
trabajo no va más allá de una simple aproximación al tema.
Una sensibilidad romántica
La generación colombiana del medio siglo XIX, conocida también como la de la
anti-colonia, fue hija de una contradictoria influencia: La de un liberalismo radical,
muy útil por cierto, para desterrar el absolutismo que, sobre todo en las mentes,
persistía desde los tiempos coloniales. La de un socialismo confuso que, sin
embargo, dejaba clara su vocación de redistribuir la riqueza a base de equidad. Y el
de una cierta visión republicana que ponía de presente las dos caras de la misma
moneda: la política debe estar iluminada por un pensamiento, pero las ideas son para
operar sobre realidades complejas y contextos específicos.
En ese escenario se movieron los autores de la constitución de 1853, una de
las mejor elaboradas de la historia colombiana. En ella se estableció, por primera
vez en Colombia, el concepto de república democrática y se adoptó, el sufragio
universal2. La carta mantuvo la división territorial a base de provincias, como venía
consagrado desde 1932, y como funcionó durante el largo período de la colonia. En
su artículo 10, reservó a las provincias “el poder municipal en toda su amplitud” y
reconoció a cada una el poder constitucional amplio y suficiente para gobernarse,
siempre y cuando no se invadiera la órbita del gobierno central.
2 Al amparo de aquella constitución, la provincia de Vélez adoptó, por primera vez en el mundo, el voto femenino.
4
Mariquita y Neiva se dan sus propias constituciones, pero siguen siendo
provincias de un estado que mantiene su unidad política. Los historiadores del
derecho no pueden afirmar, sin riesgo a equivocarse, que la carta de 1853 es un
primer anticipo de federalismo. Allí solo existía un ente soberano: la Nueva
Granada. No había estados soberanos sino provincias autónomas y tales conceptos
son distintos, como lo muestra el derecho comparado. Esta noción, de clara estirpe
española, denota una idiosincrasia, una manera de ser, una vocación autonómica
que, en cierta forma, fue recogida en la constitución de 1991.
La carta política de 1853 tuvo, por desgracia, muy corta vigencia. Al
contrario de lo sostenido por algunos historiadores, no fue la responsable de abrir las
puertas a la libertad de comercio, ni la de cerrarlas a la protección manufacturera.
Escapa al propósito del presente trabajo ahondar sobre ese tema, pero sí debo decir
que la división entre ‘gólgotas’ y ‘draconianos’ fue bastante más compleja de lo que
registra la historiografía tradicional. Su gran influencia fue el romanticismo.
Rousseau, Byron, Víctor Hugo, el mismo Espronceda contribuyeron en forma
sensible a que la mentalidad granadina quisiera también rescatar todo lo que de no
racional tiene el ser humano.
Pero, ¿qué es el romanticismo? Al mismo tiempo “es un fenómeno teorético y
especulativo y uno sentimental práctico. Es la rebelión contra el academismo
literario y el intelectualismo filosófico. En arte es el primado de la fantasía sobre las
reglas; en ética, la espontaneidad, la pasión, el individualismo anarquizante; en
historiografía, el predominio del factor local y temporal que permite resucitar
integralmente la vida pretérita. En filosofía, el idealismo, engendrado por la crítica
kantiana, que tuvo en Alemania su espléndido florecimiento desde Fitche hasta
Hegel; en derecho es Savigny y la escuela histórica; en política es, acaso, la
declaración de principios del ochenta y nueve”3.
3Darío Echandía. “Humanismo y Técnica”, Ediciones Revista Ximénez de Quesada, Bogotá 1969, p. 137
5
Semejante carga psicológica y política, que estaba detrás del suceso del
medio siglo xix, recibió también la doble influencia liberal y socialista. En la Nueva
Granada los hombres de ideas trataron de conciliar, como pudieron, el contradictorio
mensaje mientras los hombres de trabajo privilegiaron su derecho a él. Lo que
comenzó siendo una diferencia que hacía a los gólgotas más amigos de la libertad y
a los draconianos más amigos de la autoridad, evolucionó hasta termoinar
enmarcando la división entre la defensa de la libertad de comercio y la defensa de la
producción manufacturera.
Desde antes de 1850 se habían constituido las “sociedades democráticas”,
como organismos gremiales que pretendían ser atisbo de una incipiente industria.
Eran artesanos a quienes los acontecimientos empujaron hacia la acción política.
Parte de la historiografía pretende convertir a las sociedades democráticas en el
proletariado de la época. Esa afirmación reduce, simplifica, falsea el contexto
neogranadino. No había, por entonces, en la Nueva Granada ni burguesía, ni
proletariado. Pero, en fin, eso es materia de otro debate.
Por su parte la “escuela republicana” se fundo el 25 de septiembre de 1850 y,
desde su origen, estuvo conformada por un buen número de tolimenses4. Uno de
ellos, José María Samper, nacido en Honda, en discurso que no tardó en hacerse
célebre, “invocó al mártir del Gólgota a favor de las ideas socialistas e igualitarias.
Sus adversarios lo apodaron ‘gólgota’, nombre que por extensión se aplicó a todo
sus correligionarios…La mayoría de esos jóvenes, entre 20 y 30 años de edad, se
proclamaban socialistas pero formulaban ideas liberales”5. Menos teóricos, pero
igualmente románticos, eran los draconianos.
4El primer presidente de la escuela fue Domingo Buendía y su primer secretario Manuel Suárez Fortoul. Salvador Camacho Roldán cita entre sus miembros a los siguientes jóvenes de origen tolimenses o vinculados al Tolima: Los hermanos Samper, Aníbal Galindo, los hermanos Pereira Gamba, Francisco Eustaquio Álvarez, José María Rojas Garrido, Tomás y Lisandro Cuenca.5Augusto Trujillo Muñoz. “De la Escuela Republicana a la Escuela del Tolima”, Academia Colombiana de Jurisprudencia, Bogotá 2007, p. 146, nota 32.
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Probablemente fue esa misma sensibilidad romántica, la que no les permitió
el reposo necesariopara superar las tensiones producidas por su momento histórico y
para decantar mejor la influencia de dos revoluciones tan distintas, como la de 1789
y la de 1848. Pero en medio de sus agudos debates, la generación del medio siglo
xix se identificó en su profunda vocación libertaria. Aquella vocación fue nutrida
por el afán intelectual de la escuela republicana, una de las pocas entidades de la
historia nacional, creada con el exclusivo propósito de pensar.
El pensamiento tolimense durante el federalismo
A partirde la creación del estado soberano del Tolima, comenzaron a proyectarse los
tolimenses pertenecientes a generación de la anti-colonia, que formaron parte de la
escuela republicana6. Voy a mencionar sólo a algunos cuyo periplo intelectual se
destaca en medio de la dirigencia de su tiempo: dos fueron grandes políticos y dos
fueron grandes juristas. En ellos aparece el común denominador de las ideas de su
generación, pero también sus manifestaciones de originalidad.
Manuel Murillo Toro y José María Rojas Garrido son los grandes políticos.
Llenaron buena parte de aquella historia y llegaron a ocupar la presidencia de la
república. Francisco Eustaquio Álvarez y Rafael Rocha Gutiérrez son los grandes
juristas. Nació el primero en Chaparral en 1817 y el segundo en El Agrado en 1824.
A lo largo de su vida tuvieron identidades y desacuerdos. Álvarez nació en 1827 y
Rocha, bastante posterior a los demás, en 1842.
Murillo Toro era el “polo a tierra” de los radicales y siempre se movió en
torno a la visión republicana ya mencionada, según la cual la política es la expresión
de un pensamiento que, necesariamente, debía aterrizarse en función de las
6Incluso desde antes, figuras como José Hilario López, Manuel Murillo Toro, José María Rojas Garrido, Aníbal Galindo, José María Samper, Clímaco Iriarte, Napoleón Borrero, Bernardo Herrera Buendía, Francisco Eustaquio Álvarez, Joaquín María Córdoba, José Uldarico Leiva, Olegario Rivera, Eugenio Castilla, Domingo Caicedo Jurado, Ignacio Manrique y Gabriel González Gaitán forman parte del listado de dirigentes, de ambos partidos, que en más de una ocasión presionaron la creación del estado. Buena parte de ellos formuló la misma petición a Mosquera en 1861, como condición para brindarle algún respaldo político.
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realidades contextuales. No era esa una postura común en medio de la sensibilidad
romántica del liberalismo radical. En ese sentido es el político más original del siglo
xix. Ejerció un hondo compromiso con el radicalismo que, sin embargo, no
condicionó su vocación republicana. Se hizo proverbial su tolerancia, su apego a las
libertades civiles, su “respeto por los derechos de los ciudadanos, en particular por
las creencias religiosas”7. Por eso terminó tan lejos del autoritarismo de Tomás
Cipriano de Mosquera.
Como ministro propuso la libertad de los esclavos y sugirió la aplicación de
un programa agrario “para facilitar tierras a los campesinos que habían sido
obligados a salir de los ejidos…pero su proyecto no fue atendido y, antes por el
contrario, la idea que primaba en el seno del gobierno era la de someter a los
campesinos rebeldes por la fuerza, lo que originó el retiro de Murillo del gabinete
ministerial”8. Finalmente propuso la adopción del sufragio universal, en medio de
célebre debate contra de Florentino González, quien respaldaba el voto censitario.
Murillo ingresó al gobierno en 1849, en medio del rechazo de las elites y, a pesar de
ello, se empinó hacia el liderazgo nacional.
Fue, además, el gran inspirador de la constitución de 1853. Si Florentino
González elaboró un proyecto, Murillo es el autor de las modificaciones en materia
de composición del senado y de designación de los miembros del poder judicial.
Pero sobre todo son suyas las recomendaciones para adoptar un nuevo régimen
político y municipal: “La república debe dividirse en nueve o diez provincias…y a
estas debe dejarse la plana libertad de reglar todo lo concerniente a su régimen
interior, inclusive la administración de justicia…”9. Murillo es el precursor no sólo
de la descentralización, sino de la autonomía local.
7 Hernández Quintero, Hernando Antonio (Coord.) “”Manuel Murillo Toro”, Cátedra Darío Echandía, Universidad de Ibagué, 2008, p. 69.8Darío Ortiz Vidales. “José María Melo, la razón de un rebelde”, Producciones Géminis, Ibagué 2002, p. 119.9Manuel Murillo Toro. “Obras Selectas”, colección pensadores políticos, Cámara de Representantes, Bogotá 1979, p. 58.
8
Por su parte, Rojas Garrido fue el ideólogo de Mosquera, con quien colaboró
para la creación del estado soberano del Tolima. En el decreto de creación, del 12 de
abril de 1861, aparece su firma al lado de la del “gran general”. Miembro de la
escuela republicana, desde muy pronto mostró sus cualidades de brillante orador y
su inteligencia dialéctica. “En 1848 figura Rojas entre los fundadores de una de las
‘sociedades democráticas’ de la época, cuyo objetivo era difundir las ideas de la
revolución francesa de ese año, iniciándose como gólgota, después radical, aunque
pronto se convirtió en ideólogo del grupo draconiano…”10.
Como Francisco Eustaquio Álvarez, que supo encarnar el pensamiento
radical, Rojas fue el mejor vocero intelectual del sector draconiano. Defensor de las
sociedades democráticas y del gobierno de su paisano José María Melo, fue también
el más constante partidario de la creación del estado soberano del Tolima. Como
miembro de la asamblea constituyente del estado de Cundinamarca, al cual fueron
anexadas las provincias de Mariquita y Neiva, Rojas promovió, sin éxito, la unión de
éstas en un estado que podría llamarse del Alto Magdalena o del Tolima. A todo
parecer fue el primer tolimense que se comprometió con ese propósito.
En la convención de Rionegro se distingue como el gran orador y se convierte
en crítico acérrimo de los fueros eclesiásticos. En un momento dado, haciendo eco al
suceso de la comuna de París, sugirió proscribir la gramática por considerarla como
expresión de un pensamiento dogmático11. Rojas fue una de las figuras más
impregnadas por la sensibilidad romántica de su tiempo. A lo largo del régimen
federal su inteligencia se proyectó hasta convertirse en un dirigente altamente
respetado en el escenario político.
Pero también fue Rojas Garrido un hombre de disciplinas jurídicas. Además
de sus intervenciones en el congreso y en la cátedra, escribió un tratado de Derecho
10Delimiro Moreno. “Estado Soberano del Tolima, personajes de su historia”, Instituto Huilense de Cultura, Neiva 1995, p. 304.11Ibidem, p. 320.
9
Constitucional y formó parte de la Corte Suprema de Justicia en varios períodos. En
su primera designación derrotó a su paisano Eugenio Castilla Soria, uno de los
colombianos más eruditos de su tiempo12. Fue profesor universitario y, por lo
mismo, educador de juventudes. Rojas no fue un guerrero, pero utilizó el talento de
su inteligencia y la brillantez de su oratoria para ganar la guerra de las ideas.
Como Rojas, Francisco Eustaquio Álvarez sobresalió en el campo político
pero, ante todo, fue un jurista, un académico, un educador, un hombre de
insobornable vocación civil. Presidió la primera asamblea constituyente del estado
soberano del Tolima reunida en Neiva y, como tal, suscribió su primera
constitución. Fue un doctrinario del radicalismo. Riguroso y, si se quiere, intolerante
en el sentido de que entendía más el blanco y negro del mundo de las ideas que los
matices propios del ejercicio político, Álvarez fue adversario irreductible de Melo, a
quien en algún momento detuvo en su caballo para increparle sus procederes.
Ángel María Céspedes es el primer presidente del estado soberano del
Tolima, pero funge como tal a título provisorio. Su primer presidente titular es José
Hilario López, elegido por la asamblea constituyente del estado, reunida en Neiva,
bajo la presidencia de Álvarez y la vicepresidencia de Zoilo Cuellar13. Álvarez se
afincó luego en Bogotá en donde se desempeñó comorector del Colegio Mayor de
Nuestra Señora del Rosario y más tarde como magistrado y presidente de la Corte
Suprema de Justicia.12En su obra sobre la “Formación histórica de las élites locales en el Tolima”, el historiador Hernán Clavijo sugiere estudiar mejor las biografías de Castilla y de Clímaco Iriarte, líderes del radicalismo tolimense. Castilla era dueño de una gran biblioteca que contenía obras de derecho, historia, literatura, cosmografía y de un tema muy próximo a su experiencia histórica: las persecuciones políticas y religiosas. Ediciones Biblioteca Banco Popular, tomo ii, Bogotá 1993, p. 150.13Carlos Restrepo Piedrahita en “Constituciones de la primera república liberal” (1855-1885), Universidad Externado de Colombia, tomo iv (2) Bogotá 1985 p. 1671, cita a los siguientes integrantes de la asamblea constituyente: Por el departamento de Ambalema Rafael Buenaventura, Baza Cázares, Nicanor Guerra y José Romero; por el departamento del Espinal Pedro J. Caicedo, Manuel J. Monsalve, Francisco Reyes, Fermín Rocha y Francisco Vélez; por el departamento de Honda Juan González Zapata; por el departamento de Neiva Salvador Álvarez, José María Buendía, Montegranario Durán, Daniel Manrique y Plácido Serrano; por el departamento de La Plata Ramón Céspedes, Manuel Mendoza y Saturnino Zapata; por el departamento de Purificación Marcelo Barrios, Abundio Cuenca, Inocencio Leiton, José Daniel Parga y José A. Vanegas. Como secretario de la convención actuó Clímaco Iriarte.
10
Álvarez fue también senador y, como tal, defendió un liberalismo puro y
duro. “Par él, el mejor gobierno era el que menos gobernara. Confiaba todo al
derecho y a la iniciativa individual y no admitía la intervención gubernamental en la
esfera de la acción privada, de la industria y del comercio. Admirador del sistema
inglés, pensaba que la mejor forma de gobierno era la que daba más libertad y más
seguridad dentro de un marco institucional donde el mandatario fuera un mero
gerente público, cuyo oficio era el de asegurar la libertad de todos por medio del
estricto cumplimiento de las leyes”14.
La generación de la anti-colonia sintió la necesidad de enfrentarse al desafío
del desarrollo económico. Por eso terminó comprometiéndose con una política que
privilegiaba las exportaciones y la liberación de la economía. “La política del libre
cambio ha sido muy criticada a posteriori por algunos historiadores de la
economía…pero sus críticos no han podido establecer con claridad qué otras
alternativas se tenían en ese momento para impulsar el desarrollo económico, ni
comprobar cómo de las incipientes manufacturas de entonces hubiera podido surgir
la industrialización del país”15. Ese debate tampoco está, históricamente, resuelto.
Durante sus veinticinco años de vigencia como estado soberano, el Tolima
tuvo cinco ciudades capitales y cinco constituciones distintas. La primera capital fue
la villa de Purificación, en calidad de provisional, según se lee en el decreto de
creación, que suscriben Mosquera, Andrés Cerón, Julián Trujillo y Rojas Garrido.
Las otras fueron Neiva, Natagaima, Guamo, Ibagué y, de nuevo Neiva, donde se
expide la constitución de 1877, la última del estado.
La primera, como está dicho, fue aprobada en Neiva en 1863, la segunda en
Natagaima, en 1866 y la tercera en El Guamo. “Esta misma asamblea eligió como
presidente del estado a Domingo Caicedo Jurado, hijo de quien muchas veces
14Fernando Mayorga García. “Francisco Eustaquio Álvarez, jurista, educador, político y periodista radical del siglo xix” en Revista de la Academia Colombiana de Jurisprudencia nº 326, Bogotá 2004, p. 160.15Jaime Jaramillo Uribe y otros. “Núñez y Caro 1886”, centenario de la constitución, Banco de la República, Bogotá 1996, p. 21.
11
presidió, provisionalmente, los destinos de la nación. Caicedo, tolerante y
conciliador, adoptó muchas de las medidas creadas por Clímaco Iriarte, sobre todo
en las relacionadas con la educación y los asuntos fiscales del estado”16.
Las dos últimas constituciones se expidieron sucesivamente en 1870 y en
1877. La primera oficializó las doctrinas del conservatismo para efectos de la
instrucción pública pero adoptó, por primera vez en Colombia, una ley defensa de
los derechos de las minorías políticas. Según el periódico “La Ilustración” de
Bogotá, “el derecho de las minorías ha quedado vigente en todo lo relativo a las
elecciones para funcionarios del estado…El Tolima sólo, en toda la extensión de la
república, llama a los habitantes de él para formar parte del gobierno con voz y voto,
acatando así las opiniones de todos”17. Es este un gran aporte del pensamiento
tolimense a la ciencia política y al derecho constitucional colombianos.
El pensamiento tolimense durante la regeneración
Después de que, según la célebre frase de Núñez, la constitución de Rionegro dejara
de existir, en el Tolima surgió la dirección del general Manuel Casabianca, cercano
amigo de Núñez y de Caro, quien se había vinculado al Tolima por su amistad con la
familia Caicedo Jurado. Casabianca casó con Laura Castro, oriunda de Purificación
y consolidó una fortuna apreciable. Con el advenimiento de la regeneración fue
inicialmente jefe civil y militar del nuevo departamento y luego gobernador en
varias ocasiones.
La primera vez, Casabianca asumió la gobernación el 7 de septiembre de
1886 en la ciudad de Neiva, capital del nuevo departamento del Tolima. “Prestó
juramento a la nueva constitución ante cinco testigos: los ministros del Tribunal de
Justicia doctores Lisandro López, Juan N. Méndez y Antonio Gutiérrez. También se
16Hernando Bonilla Mesa. “El estado soberano del Tolima” (1861-1886), diario El Nuevo Día, separata especial, Ibagué 2011.17Citado por Helio Fabio González Pacheco en “Un viaje por el Tolima”, El Poira Editores, Ibagué 1990, p. 114.
12
hicieron presentes el procurador Fidel Peláez y el presidente del Tribunal Superior
José Santos Valencia”18.
Durante el período de la regeneración el pensamiento colombiano estuvo muy
condicionado por el centralismo. La nueva carta política, que reconstituye al país en
forma de república unitaria, cerró espacios para el debate y centró su propósito en
construir instituciones con sentido de jerarquía. La centralización política fue una
formula expresa y la descentralización administrativa un planteamiento tímido. Pero
la regeneración no fue producto del azar, ni de una decisión aislada de dirigentes con
personalidad autoritaria.
Fue producto de un federalismo que no sirvió para aproximar acuerdos en
medio de las diferencias sino para consolidar unas elites regionales cuyo poder
insular se expresaba en contravía del proceso de un país en formación. Hubiera sido
distinto, de seguro, si aquel período no se gobierna con la carta de Rionegro sino con
la constitución de 1853 en la cual, como está dicho, no había estados soberanos sino
provincias autónomas.
No sin razón, al final de sus días, el propio Murillo Toro, que seguía siendo
estrella del liberalismo, expresó en privado a sus amigos, discípulos y paisanos
Nicolás Esguerra y Clímaco Iriarte, la siguiente opinión: “Yo no puedo levantar hoy
decorosamente una bandera para que acabemos con esta federación del 63, y que
volvamos al régimen del 53, para no pasar por inconsistente; pero de ahí no hemos
debido pasar: allí estaba consagrado nuestro credo, y esa constitución era un estatuto
nacional que había sido aceptado por el partido conservador y que debía
conservarse”19.
Su fino sentido político le indicaba a Murillo que los días del radicalismo
estaban por concluir. “La adhesión –irrestricta y casi religiosa- de los radicales a las
doctrinas del liberalismo desvió su acción del eje cultural de su patria. La dimensión
18Álvaro Cuartas Coymat. “Tolima insurgente”, Pijao Editores, Ibagué 1991, p. 231.19Citado por Eduardo Rodríguez Piñeres en “El Olimpo Radical, Editorial Incunable, Bogotá 1986, p. 55.
13
histórica de Murillo Toro –su máxima figura- reside precisamente en que, sin
renunciar a los principios de su generación, tuvo siempre presente la idea del país
que debían gobernar”20. Ahora llegarían otros tiempos, más propicios para un nuevo
tipo de liberalismo que irían a representar líderes como Rafael Uribe Uribe y
Benjamín Herrera.
Probablemente las reservas que Murillo puso de presente a Esguerra y a
Iriarte, influyeron en el último de los grandes publicistas del liberalismo tolimense
de aquellos tiempos. Rafael Rocha Gutiérrez fue protagonista de tres épocas
sucesivas y políticamente distintas: el radicalismo, la regeneración y el
republicanismo. La primera en pleno siglo xix, la segunda en sus finales y la tercera
en los albores del siglo xx. Rocha alcanzó a ser contemporáneo de Murillo Toro,
pero claramente pertenecía a otra generación. No sólo sobrevivió a su ilustre
paisano, sino a la escisión del Tolima grande en los departamentos actuales de Huila
y Tolima.
Vástago de una de las familias tolimenses de mayor vocación empresarial,
nació en Bogotá en 1848 y murió en Girardot en 1912. Sus mayores “tenían la más
grande fortuna entre las familias que componían la élite de Chaparral a fines del
siglo xix”21. Después de hacerse abogado, el gobernador del estado soberano del
Tolima Clímaco Iriarte Castro, oriundo de Neiva, lo designó como secretario de
Gobierno. Fue convencionista de 1870 y, probablemente, influyó allí para que se
adoptara la mencionada ley de defensa de los derechos de las minorías políticas.
Hacia 1910 vio cómo el republicanismo acogía también algunas otras de sus tesis.
Ajeno al espíritu banderizo y defensor de una auténtica democracia
representativa, insistía en que la república no es el gobierno de un hombre, ni de un
partido. Es el gobierno de todos, a través de corporaciones electivas en que todos
20Augusto Trujillo Muñoz. Op.Cit., p. 230.21Hernán Clavijo Ocampo. “Formación histórica de las élites locales en el Tolima”, Ediciones Biblioteca Banco Popular, Bogotá 1993, tomo ii, p. 148.
14
tengan representación. Constitucionalista de rigurosa formación y magistrado de la
Corte Suprema de Justicia, vivió en París durante algún tiempo. Allí escribió su libro
“La verdadera y la falsa democracia”, aparecido en 1887, en el cual crítica las ideas
de la regeneración y el texto de la carta del 86, y formula propuestas
constitucionales de hondo contenido democrático y clara visión de futuro.
Para Rocha “la alternación de los partidos en el ejercicio del poder es el ideal
de la república y se cree posible obtenerla con un sistema electoral prudentemente
resguardado contra la astucia y el fraude”22. Propone, además, la conveniencia de un
ejecutivo plural capaz de superar el vicio originario de la unicidad, que suele
considerarse una ventaja, porque se olvida que procede de una lejana fuente
monárquica. Dicha propuesta está inspirada en el sistema suizo el cual, en su
criterio, evita el caudillaje y la ambición egoísta.
Fue Rocha el jurista que con mayor inteligencia y perseverancia y, desde la
época más remota, nos habló de la necesidad de modificar los sistemas electorales y
de garantizar la representación de las minorías en las corporaciones públicas. La
reforma de 1905 es, en ese sentido, hija de sus enseñanzas y, de alguna manera,
puede señalársele como precursor del republicanismo. A su muerte, el diario “El
Liberal” dirigido por el general Rafael Uribe Uribe, publicó una columna de Fabio
Lozano Torrijos en la cual se lee: “Rafael Rocha Gutiérrez fue como Murillo Toro,
como Rojas Garrido, como Galindo, como Francisco Eustaquio Álvarez, como
Patrocinio Cuellar, como González Gaitán, como Marcelo Barrios, hijo del Tolima.
Aquella tierra desbordaba de su seno –en tiempos idos- las grandes inteligencias, los
grandes caracteres y, sobre todo, los grandes luchadores de la libertad”23.
Murillo, Rojas, Álvarez y Rocha constituyen excepcional muestra de una
dirigencia que el Tolima le entregó al país en el siglo xix. Sin mencionar a Samper, a
22Rafael Rocha Gutiérrez. “La verdadera y la falsa democracia”, Biblioteca Banco Popular, Bogotá 1974, p. 123.23Ibidem p. 8.
15
Galindo, a Leyva, a tantos otros. Tampoco a Tulio Varón ni a Vicente Carrera, de
Ibagué el primero y de Palermo el último, quienes más que soldados fueron
guerrilleros defensores de sus ideales libertarios en la guerra del tránsito entre los
dos siglos. Ni a figuras como Rafael Parga Cortés y César García Álvarez que en el
siglo xx formaron, en unión de otros hijos del Tolima Grande y bajo la inspiración
de Alfonso López y Darío Echandía, toda una escuela de pensamiento. Los
especialistas deben ahondar sobre el estudio de estos temas, pues en materia de ideas
políticas y de luchas libertarias, Huila y Tolima conforman una región cuya historia
se confunde, a menudo, con la historia colombiana.
16