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El Estado Totalitario en el pensamiento de José Antonio. José Luis de Arrese. Prólogo de Raimundo Fernández cuesta

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El Estado Totalitario en el pensamiento de José Antonio. José Luis de Arrese 

JOSÉ LUIS DE ARRESE

EL ESTADO TOTALITARIO EN ELPENSAMIENTO DE JOSÉ ANTONIO  

PRÓLOGO DE

RAIMUNDO FERNÁNDEZ CUESTA

EDICIONES DE LA VICESECRETARIA DE EDUCACIÓN POPULAR

Talleres tipográficos de fa Delegación Nacional de Prensa y Propaganda

Digitalizado por Triplecruz (11 de diciembre de 2011)

ÍNDICEPRÓLOGO ........................................................................................................................................................ 3 EL ESTADO TOTALITARIO EN EL PENSAMIENTO DE JOSÉ ANTONIO...................................................6 

I. EL FASCISMO ES UN HECHO UNIVERSAL.............................................................................................6 II. LA DOCTRINA FALANGISTA NO TIENE NADA QUE VER CON EL FASCISMO....................................7 III. EL ESTADO TOTALITARIO COMO EL TRIUNFO DEL ESTATISMO SOBRE EL INDIVIDUALISMO....9 IV. INCOMPATIBILIDAD DE ESTE TOTALITARISMO CON NUESTRA DOCTRINA ................................10 V. OTRA INTERPRETACIÓN DEL ESTADO TOTALITARIO. EL ESTADO PARA TODOS.......................11 VI. LA IDEA DE TOTALIDAD EN LOS DISCURSOS DE JOSÉ ANTONIO.................................................12  VII. CAMPAÑA CONTRA LA FALANGE ACUSÁNDOLA DE PANTEISTA.................................................13 VIII. JOSÉ ANTONIO RENUNCIA A EMPLEAR EL VOCABLO TOTALITARIO .........................................14 IX. LA UNIDAD DE DESTINO COMO CLAVE DEL ENTENDIMIENTO ENTRE EL INDIVIDUO Y EL ESTADO......................................................................................................................................................15 

NOTAS ............................................................................................................................................................16 

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El Estado Totalitario en el pensamiento de José Antonio. José Luis de Arrese 

PRÓLOGORAIMUNDO FERNANDEZ CUESTA 

CONSTITUYE el trabajo que estas líneas prologan una notable aportación a la eficaz e 

ineludible tarea de precisar muchos conceptos de nuestra doctrina que, diáfanos en la mente y en las expresiones de su creador, defectos de entendimiento o designios deliberados de interpretación, los han envuelto en brumas que permiten darles sentido equívoco o los han colocado en planos de una estimativa caprichosa. 

El propósito de José Luis de Arrese no puede ser más noble. Defender una doctrina por la que tanta sangre se ha vertido y tantos sacrificios se han realizado y defenderla, sin argucias ni oportunismos, con las armas invencibles de la verdad. 

El hecho de haber aparecido dentro del ciclo cronológico histórico de los Movimientos revolucionarios de Italia y Alemania posteriores a la guerra de 1914 y buscar, como ellos, cauces nuevos a las fuerzas económicas, políticas, sociales, que el bolchevismo había desatado, es la causa, sin duda, de que se le haya aplicado el calificativo de totalitaria. Y, sin embargo, el 

problema no debe plantearse de manera tan simplista, sino descomponiéndolo y estudiándolo en los otros varios que en él se integran. En primer lugar, conviene precisar cómo, dónde y por qué nace el totalitarismo; en segundo, qué contenido tiene, y, en tercero, ver si el sistema español es realmente totalitario. 

El totalitarismo del Estado es consecuencia, según unos, de la pugna entre Estado y Sociedad, que se inicia con la Revolución francesa al basar el Estado en la voluntad de un agregado de individuos, desentendiéndose de las fuerzas sociales en que antes lo hacía, y termina con la absorción del Estado por la Sociedad, penetrando ésta en él y haciéndose estatales todos sus problemas. Otros ven la causa del totalitarismo en el nacimiento de la Gran Potencia. Otros en la guerra y movilización total de las personas y elementos de los pueblos. Y otros, en fin, en la Revolución bolchevique, siendo éste para mí el verdadero origen del fenómeno que estudiamos, porque el Estado totalitario ha nacido con un tono polémico ante la importancia del Estado liberal para combatir el comunismo, empleando medios de defensa y movilización proporcionados al ataque y quizá con un mimetismo respecto del enemigo que se combatía, por comprender el fondo de justicia que encerraban muchas de sus propagandas. 

Pero la valoración pública del Estado como totalitaria se formula por primera vez en el discurso pronunciado por Mussolini en el teatro de la Scala de Milán, el 28 de octubre de 1925,cuando lanza la consigna «Nada contra el Estado, nada fuera del Estado, todo en el Estado»,aforismo repetido por su autor, especialmente en la Cámara de los Diputados el 26 de mayo de 1927  . Es Schmitt quien más tarde, en 1931, extiende la partida de nacimiento del vocablo que ha de calificar al Estado que simboliza aquella valoración. 

Pero, ¿qué es y en qué consiste el Estado totalitario? Al intentar contestar estas preguntas nos encontramos con las opiniones más diversas. Desde los que lo consideran como un sistema constitucional nuevo hasta los que lo entienden como pura autoridad sin contenido doctrinal. Sin embargo, un valor sobrentendido flota sobre estas diferenciaciones: el de ser un sistema político que mediante un Estado Leviathan absorbe al hombre y los derechos que le son inherentes por su propia naturaleza. 

Y tenemos, pues, ante nosotros el famoso Estado totalitario. Veamos ahora qué entronque puede tener con nuestra doctrina y en qué sentido se emplea en ella esta expresión. 

José Antonio, al concebir su doctrina del Estado, parte del principio, esencialmente católico,de restablecer la unidad íntima del hombre que la Reforma había roto. Pensaba, con acierto, que esa rotura repercutió en la valoración del Estado y en su concepción. Disociada la Razón de la Fé, a las que el Catolicismo trató siempre de mantener en armoniosa unidad, y liberada la Razón de todo enlace divino y de todo apoyo histórico social, se entrega a un formulismo vacío  y a una indiferencia ante los valores éticos, religiosos y tradicionales. Esta actitud humana, unida a la idea liberal de que el Estado es un mal necesario que debe reducirse a su mínimo, hace caer al hombre en el escepticismo estatal, viendo en el Estado tan sólo un sistema desvitalizado de 

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normas abstractas. Enfrente de tal concepción antivital, se alzó otra para la que el Estado es sólo la expresión de la conciencia histórica de una clase, de una raza; es decir, que de las soluciones del individualismo se había pasado a las del colectivismo, siendo ambas parciales y en el fondo análogas, porque si los individualistas no quieren el Estado, los colectivistas lo dejan reducido a una clase y al determinismo material de las leyes económicas, aceptándolo tan sólo como una etapa de transición, 

José Antonio considera malas las dos soluciones, y quiere armonizar al individuo con la sociedad. Para ello lo primero que intenta es arrancar al Estado de esa órbita formalista creando en el español una conciencia estatal y dándole, en definitiva, un Estado que, lejos de diluirle en la colectividad, le sirva de instrumento para conseguir el respeto de su integridad física y espiritual y para realizar su destino eterno-católico de hombre e histórico-contingente de español. Para José Antonio, las relaciones entre el individuo y el Estado no pueden construirse sobre los cimientos de la oposición, como pretenden las escuelas individualistas y estufistas. El individuo es un bien, y el Estado, un mal, dicen las primeras. El individuo es una abstracción, un momento del proceso dialéctico del Estado; el hombre es hombre en cuanto ciudadano, gritan las segundas. José Antonio, sin embargo, reconoce la realidad de ambos términos, individuo y Estado, y en lugar de exasperarlos, busca un criterio de armonía. Si el individuo y el Estado son a la postre voluntades humanas, no han de tener poder ilimitado, sino determinado por las leyes de la Moral y de la 

Justicia, y, por consiguiente, las limitaciones de aquéllas no nacen de su oposición recíproca, sino de la subordinación a esos principios superiores. El Falangismo, al dar al Estado una dignidad,una misión y un valor ético que antes no tenía, porque antes era solamente armazón o técnica, no le independiza de la Moral, ni identifica ésta con sus triunfos, ni lo constituye en fuente de ella,sino que lo concibe en el sentido cristiano de sumisión a una norma superior de ética. 

Pues bien; nada hay, creemos, que pueda calificarse de panteísmo estatal en cuanto queda dicho. Para que lo hubiera sería precisa una de estas dos cosas: la fusión de la sustancia del individuo con la del Estado, o que la intelectualidad de éste sustituyera a la del hombre, quien perdería su autonomía en una totalidad impersonal. Y nada de esto ocurre. Pero, más aún,pudiera suceder que el atribuirse a nuestra doctrina el nefando calificativo tuviera por causa la idea de que siendo la Nación sociedad civil completa, integrada por otras inferiores, Familia,Municipio, etc., el Estado debe detenerse ante esa serie de reductos sociales, que son otros tantos terrenos acotados a su actividad. Pero esta argumentación tampoco es válida, esgrimida a los fines indicados, porque es el caso que, para la Falange, el Estado es un instrumento al servicio de la unidad de destino que la Nación supone, y, lejos de negar esas sociedades inferiores, las admite como medio único a través de las cuales pueden llegar los españoles a participar en las tareas del Estado. 

Llámense o no totalitarios el Estado fascista y Nacional-Socialista, tengan éste u otro contenido,sean o no realmente panteístas, una cosa podemos afirmar, y es que son diferentes al nuestro. El Movimiento español nació del afán de España de encontrarse a sí misma, de volverse sobre su autenticidad. Pero esto no significa identidad con ningún otro, porque nuestra autenticidad nada tiene que ver con la ajena; precisamente si tuviera que ver dejaría de ser autenticidad para convertirse en falsificación. El punto de partida del Movimiento alemán está en la comunidad del 

pueblo, determinada ésta por la unidad racial; el del italiano, en la Nación; el nuestro, en el hombre.Armonizar éste con su contorno (que, como decía José Antonio, para que no se pierda en vaguedades inaprehensibles o en un concepto puramente físico, ha de ser entendido como la Patria) es la gran tarea que se propone nuestra doctrina. 

Si el Estado totalitario, en la interpretación corriente que se le atribuye, quiere decir absorción por él de los individuos, los grupos y las clases, en nuestra doctrina significa que ha de ser un Estado para «todos» y de «todos», no de individuos, grupos o clases. Nada más diáfano y claro que la oposición al comunismo de la doctrina del Movimiento , oposición fundada, de manera especial, en que la persona humana queda anulada por el Estado y el hombre convertido en un número. Y si esto es así, resulta absurdo que fuéramos a descender al totalitarismo de Estado tomando el concepto como sinónimo de anulación individual. 

Lo que en estas líneas se dice y lo que se explica en las del Secretario General de la Falange que a continuación van, quizá a algunos sorprenda y a otros enfade; es, no obstante, la pura ortodoxia falangista extraída de sus fuentes auténticas. Por sabido y estudiado no debía repetirse 

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ahora, y, sin embargo, es preciso hacerlo, porque cuando se ataca una doctrina, no por lo que es,sino por lo que caprichosa o maliciosamente se pretende que sea, aquellos que, por razón de su historia y de sus cargos, pueden hacerlo vienen obligados a defenderla, manteniendo enhiesta una bandera que ni se arría ni se pliega para ocultar sus colores; pero que no tiene por qué aceptar otros que no son los suyos y que la desfiguran. 

RAIMUNDO FERNANDEZ CUESTA 

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EL ESTADO TOTALITARIO EN EL PENSAMIENTO DE JOSÉANTONIO

JOSÉ LUIS DE ARRESE

¿Su Señoría ha dedicado dos minutos demeditación a leer algún folleto de propaganda de lasideas que yo preconizo ahora?

José Antonio, en el Parlamento. 

PORQUE toda cuestión fundamental gira siempre en torno a unos cuantos conceptosfácilmente asequibles, las pugnas políticas no son nunca pugnas de ideas, sino de vocablos. Esverdad que son siempre las minorías intelectuales quienes las suscitan y capitanean y que lasideas son específicamente patrimonio de las minorías. Pero en el quehacer rector de los pueblosse han de tener en cuenta dos cosas. Primera, que toda auténtica pugna política es siempre, pordefinición, pugna entre masas. Segunda, que la masa, en su actuar, nunca utiliza ideas, sinovocablos.

Un vocablo no es nunca la síntesis de una idea, o, al menos, no lo es en su uso. Si lo fuera, eldiálogo e incluso el propio pensamiento sería imposible. Las ideas no son cosas robustas, sinofrágiles. Para que puedan ser actuadas social-mente se hace preciso rodearlas de contornosdefinidos, y cuando alguien acierta a expresar conceptualmente esta idea, reúne enseguida, entorno a los nuevos conceptos, todas las energías que antes iban inexpresadas o falsamenteencauzadas. Por eso los grandes creadores de movimientos han sido siempre grandes forjadoresde vocablos. Todos los escuadristas que escucharon a José Antonio recibían la impresión al oírlede que les estaba formulando y expresando conceptos que ellos llevaban ya dentro de sí; peroque no acertaban a expresar.

Pero sucede algunas veces que el vocablo o los vocablos que condensan un pensamiento noresponden realmente a su auténtico contenido; entonces el vocabulario político queda atrás delauténtico vivir social, y el verdadero centro de gravedad de la política no es reflejado exactamentepor él. Se crea el confusionismo, y tarde o temprano hay que llegar a replantear el problema o arenunciar al vocablo que ha servido para establecer la duda.

Uno de estos vocablos es el de Estado totalitario. Sería vano buscar en el puro plano de lasideas la definición de éste. Lo único posible y sensato es perseguir su significación y su sentidodentro de la concreta realidad polémica que le ha dado vida, y esto es lo que vamos a hacer eneste folleto.

Mientras el mundo llame totalitario a todo lo que no se parece al individualismo, no es posibleentenderse; hay infinidad de fórmulas que rechazan en absoluto el fenómeno liberal precisamente

por lo que tiene de absorción del Estado por el individuo, y que no comulgan tampoco con eltotalitarismo, porque tampoco aceptan que el individuo sea absorbido por el Estado. Por tanto, sehace preciso desentrañar este vocablo para saber qué es lo que la gente entiende por totalitario yqué es lo que la Falange quiere al hablar contra el Estado Liberal.

I. EL FASCISMO ES UN HECHO UNIVERSAL

PUES  bien; el Estado totalitario nace con el fascismo, o, mejor dicho, no nace entonces,puesto que el socialismo es también una fórmula de predominio del Estado sobre el individuo, sino es bautizado por él, y el fascismo es dos cosas; el fascismo en sí, o, si se quiere, el mismísimo

fascismo, y el fascismo fuera de sí, esto es, como entidad presente en el vivir de organizacionespolíticas distintas.

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Podemos prescindir del fascismo como conjunto de vocablos propuestos al pueblo italiano,porque en este sentido es producto de la concreta realidad polémica de Italia y, por tanto,inseparable de ella. Pero el fascismo, y esto sí que nos interesa, es, además de un fenómenonacional, un intento de poner en evidencia y en remedio la quiebra de unas fórmulas políticasimplantadas en casi todas las naciones de la cultura cristiana; un intento de poner en evidencia yen remedio los errores establecidos con el régimen liberal parlamentario, y, en este orden decosas, no podemos ignorar el fascismo, porque el fascismo es un hecho internacional; su

aparición significa para los demás pueblos la aparición de un nuevo elemento que se suma a lapugna. Es un proyecto, una posibilidad más que, arrojada en el acontecer político, se constituyeen nuevo centro de atracción de voluntades.

Pero, sobre todo, una cosa es trascendental en los movimientos políticos para convertirse enobjeto de la atención universal, y ésta la tuvo el fascismo en alto grado; el acierto en encontrar ladefinición exacta con que expresar los males contemporáneos. Cuando el fascismo apareció,acertó a presentar un cuadro conceptual genialmente acorde en lo más sustancial con la realidadhistórica. Los términos en que se debatían las pugnas políticas hacía tiempo que habían perdidovigencia. Eran tan sólo un falso entramado bajo el cual rebullían soterradas las auténticaspugnas.

Probablemente, el fascismo, como todos los sucesos históricos fundamentales, entraña una

magnitud de tal sentido, que se escapó incluso a sus mismos fundadores. Es muy posible que elfascismo simbolice no ya la ofensiva contra un régimen que a pasos agigantados caminaba haciael comunismo, sino una voluntad latente e inexpresada todavía de ofensiva contra todo un modode entender la existencia, creado por el pensamiento moderno, y que pudiéramos llamar «la vidacomo civilización»; en nombre de una actitud de tipo religioso que propugne «la vida comoservicio». Pero lo cierto es que este acierto singular del fascismo lo convirtió desde su nacimientoen centro de gravedad de las pugnas políticas y, sobre todo, en punto de referencia en el conjuntopolítico universal.

Casi inmediatamente se erigió encima de contraposiciones que hasta entonces habían sidoestimadas como fundamentales la contraposición de fascismo y antifascismo. En cada paísaconteció esto, e incluso la misma pugna internacional fué desde entonces y, sobre todo, desde

la aparición del Nacional-Socialismo alemán (al que ya desde luego no pudo librarle nadie de sersaludado por amigos y enemigos como fenómeno fascista), considerada como pugna de lospaíses fascistas contra los antifascistas. Y es que la razón a que el movimiento fascista obedecíatenía raíces universales.

II. LA DOCTRINA FALANGISTA NO TIENE NADA QUE VER CON ELFASCISMO 

POR eso no es extraño que cuando en España surgió la rebeldía contra un estado de cosas

caduco y deshuesado, el mundo saludara al movimiento que abanderó esa rebeldía, a FalangeEspañola, como un movimiento fascista; como cuando Hítler ganó las elecciones todo el mundovio en ello un triunfo del fascismo, aunque el movimiento nazi alemán fuera un movimientoclaramente romántico y el italiano un ensayo del más puro clasicismo.

Pero nosotros tenemos de fascistas lo que un investigador de biología médica tiene deinventor de material de guerra, porque nuestro fascismo se reduce a coincidir con él en lanecesidad de encontrar una fórmula que nos libre del peligro de caer en el comunismo,considerando inadecuado para conseguirlo el régimen liberal parlamentario. Sin embargo, lagente no lo quiso ver así, y fué necesario que José Antonio repitiera mil veces nuestra diferenciapara que no nos llegaran a confundir incluso nuestros propios seguidores.

Lo más notable de Falange, lo que será anotado por la Historia como producto del esfuerzo

de una cabeza portentosa, es el hecho de que en su mismo nacimiento tomara la Falange perfil ycarácter propios frente al hecho general del fascismo. José Antonio logró separar todo lo que enel fascismo había de temporal y de contingente para poner al servicio de un pensamiento cristiano

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todo el acervo de posibilidades creadoras que el fascismo había descubierto.

Y al decir que José Antonio lo logró, quiere decirse que logró formularlo y expresarloconceptualmente, porque lo que es lograrlo, es de temer que no lo logró. En parte por el influjo yla popularidad que en el exterior había adquirido el experimento italiano, y en parte por laidiosincrasia de quienes prefieren siempre agarrarse a un tópico como quien se agarra a untranvía (con el riesgo, en un caso o en otro, de salir despedidos cuando el tranvía o el mundo danun viraje), lo cierto es que aun hay bastantes sospechosamente obstinados en no ver en nuestromovimiento otra cosa que un movimiento fascista. Quizá sea el hecho más dramático en lahistoria de la Falange el esfuerzo tenaz y constante de José Antonio por liberarla deinterpretaciones gruesas y falsas entre la desatención y la inepcia de aquellos a quienes sedirigía.

«Pero porque resulta que nosotros —decía en el Parlamento el 3 de julio de 1934— hemosvenido a salir al mundo en ocasión en que en el mundo prevalece el fascismo (y esto lo aseguróel señor Prieto, que más nos perjudica que nos favorece), porque resulta que el fascismo tieneuna serie de accidentes externos intercambiables, que no queremos para nada asumir, la gentepoco propicia a hacer distinciones delicadas nos echa encima todos los atributos del fascismo, sinver que nosotros sólo hemos asumido del fascismo aquellas esencias de valor permanente quetambién habéis asumido vosotros, los que llaman los hombres del bienio; porque lo que

caracteriza el período de vuestro gobierno es que en vez de tomar la actitud liberal bobalicona deque al Estado le dé todo lo mismo, de que el Estado puede estar con los brazos cruzados entodos los momentos a ver cuál es el que trepa mejor a la cucaña y se lleva el premio contra elEstado mismo, vosotros tenéis un sentido del Estado; ese sentido de creer que el Estado tienealgo que hacer y algo en que creer; es lo que tiene de contenido permanente el fascismo, y esopuede muy bien desligarse de todos los alifafes, de todos los accidentes y de todas las galanurasdel fascismo, en el cual hay unos que me gustan y otros que no me gustan» (1). «Se nos critica yse nos acusa —escribía José Antonio en La Nación  de 23 de julio de 1934— de emplearprocedimientos y doctrinas de otros países, tachándonos de imitadores, y se nos tilda defascistas. A los que tal dicen hemos de contestar que si por fascistas se entiende aquelloshombres que tienen una fe y una creencia en sí mismos y una fe y una creencia en su Patria,como algo superior a la suma de individuos, como una entidad con vida propia, independiente ycon una» empresa universal que cumplir, efectivamente lo somos. Pero rechazamos talcalificativo si se cree que para ser fascistas basta la parte externa, los desfiles, los uniformes, losactos espectaculares más o menos decorativos» (2).

«Nuestro régimen—decía en el discurso del cine Madrid el día 19 de mayo de 1935 — , quetendrá de común con todos los regímenes revolucionarios el venir así del descontento de laprotesta del amor amargo por la Patria, será un régimen nacional del todo» (3).

En esta última parte debía pensar José Antonio cuando se negó a asistir al CongresoInternacional fascista celebrado en Montreux, y por cierto es tan categórica en este sentido lanota que envió a la Prensa el 19 de diciembre de 1934, que no resistimos a la tentación detranscribiría. Decía así:

«La noticia de que José Antonio Primo de Rivera, jefe de Falange Española de las JONS, sedisponía a acudir a cierto Congreso internacional fascista que está celebrándose en Montreux estotalmente falsa. El Jefe de la Falange fué requerido para asistir; pero rehusó terminantemente lainvitación por entender que el genuino carácter nacional del Movimiento que acaudilla repugnaincluso la apariencia de una dirección internacional.

«Por otra parte, la Falange Española de las JONS no es un movimiento fascista;  tiene con elfascismo algunas coincidencias en puntos esenciales de valor universal; pero va perfilándosecada día con caracteres peculiares y está segura de encontrar, precisamente por ese camino, susposibilidades más fecundas» (4).

Pero como estas consideraciones no van encaminadas a descubrir la diferencia que hay entrela Falange y el fascismo en toda su extensión, sino tan sólo en un aspecto concreto, a saber, en

lo que se refiere al Estado totalitario, vamos a estudiar en qué consiste el totalitarismo y si anosotros se nos puede achacar la defensa de los mismos postulados.

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III. EL ESTADO TOTALITARIO COMO EL TRIUNFO DEL ESTATISMO SOBRE EL INDIVIDUALISMO 

CASI  toda la doctrina fascista es una doctrina acerca del Estado. Lo más característico delfascismo, lo que más fácilmente podría ver en él cualquier hombre corriente, era su carácter de

ofensiva hacia todo un mundo de organización y de actividad política concreto. El régimen liberalparlamentario.

Contra un sistema que aceptaba la existencia de una pugna entre el individuo y el Estado, yque resolvía esa pugna entregando todo al individuo y reduciendo al Estado al mero papelpolicíaco de velar por que las contiendas políticas de los individuos se realicen dentro de unorden; es decir, contra un sistema que negaba a la colectividad una conciencia política yestablecía como norma de actuación el más amplio individualismo, se levantó el Estado totalitario,o sea el triunfo del estatismo sobre el individualismo.

No hay por qué entrar a analizar los textos fascistas para ver si, en efecto, se propugna enellos un estado basado en la anulación y el desconocimiento del individuo, porque no se trataahora de hacer un estudio a fondo de su filosofía. Partimos del hecho de que por el mundo circula

la fórmula «todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado», como definicióndada al totalitarismo por la máxima autoridad fascista, y partimos de las razones históricas quehan servido de explicación al proceso de encumbramiento del estatismo y de la derrota delindividualismo.

Y para mejor entender este proceso histórico, situémonos en la Revolución francesa.

Esta sobreviene históricamente como una explosión frente al antiguo régimen. Es, o al menoslo fué para quienes intervinieron en ella, una victoria contra el absolutismo, contra la tiranía, contrael hecho de que un hombre mande sobre otro. El argumento de la Revolución tuvo que ser, portanto, la exaltación de este otro hombre y el menosprecio de aquél. Fué sobre todo lo primero. LaRevolución francesa es la explosión del valor hombre. Claro está que esto mismo hizo elCristianismo; pero así como éste exaltó al hombre como tal hombre, la Revolución, a

consecuencia de ciertas exigencias técnicas con las que se encontró y a las que alguna vez mehe referido (5), a quien en definitiva exaltó fué al individuo. La Revolución francesa es laRevolución en nombre del individuo.

Cuando el sistema que vino a brotar hizo crisis, la ofensiva contra los principios de larevolución tomó, como es lógico, la forma de una ofensiva contra el individualismo. Claro es queesa ofensiva pudo y debió hacerse en nombre del Cristianismo, esto es, en nombre de la vuelta alhombre entero. Pero no se hizo. Si la revolución resolvió el conflicto entre el hombre y lacolectividad a costa de esta última, la nueva actitud nacía bajo el significado de la anulación delindividuo ante la colectividad.

A esta línea responde el nacimiento de la idea del Estado totalitario. Parte éste de dotar depersonalidad a la comunidad política y de convertirla en el sujeto del acontecer histórico.

Esto necesita de unas premisas filosóficas: si la colectividad (no ya como tal colectividad, sinoconstituyendo un ente separado y distinto de los individuos que lo componen, el Estado) es elsujeto de la Historia, ¿qué es entonces el hombre?, pues el hombre es tan sólo el punto detránsito de un proceso dialéctico que se desarrolla en el tiempo. El hombre no tiene sustancialidadsino en cuanto es modo de realización de este proceso, y el modo a través del cual esto acontecees el Estado. El hombre «es» en cuanto se realiza en el Estado; fuera de esto, no es nada.Cuando se anuncia la fórmula que antes se transcribía, no es ya que se solucione el conflictoentre el hombre y la colectividad a base de sentenciar a favor de ésta, sino que se afirma que,fuera del Estado, el hombre no tiene sustancialidad, de igual modo, que, separado de la piezamusical en que cobra sentido, un sonido no es nada.

Esto es lo que opinan del Estado algunos defensores del Estado totalitario.

Claro es que este concepto de hipertrofia del Estado que desconoce en el hombre lo quetiene de más esencial: la persona, y cae, por tanto, en el lado anticristiano, no es solamente unafórmula fascista (si este es el pensamiento del fascismo, que, como ya hemos dicho, no entramos

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a analizar, sino que lo aceptamos tal como anda por el mundo); este concepto del Estado estambién una fórmula socialista, porque también el socialismo se levantó contra el individualismoliberal en nombre y provecho de la colectividad y también se resolvió a favor del Estado.

Pero como a la gente, por lo visto, no le dice nada nuestra acendrada postura católica, ocorno, por otra parte, el parecido de algunos de nuestros atributos externos les autoriza aclasificarnos sin más comprobación en el grupo de los países fascistas, incluso en este aspectoen el que nuestro ya probado anti-marxismo parece que nos debía eximir de la necesidad derechazar la imputación de totalitarios, vamos a ver si éste es también el pensamiento falangista, omejor dicho, si las premisas que se dan en el Estado totalitario así definido están implícitas en ladoctrina de Falange.

IV. INCOMPATIBILIDAD DE ESTE TOTALITARISMO CON NUESTRADOCTRINA

E trata, por tanto, de saber si en el programa de la Falange, dando a la palabra programa elsentido más amplio de finalidad, figura el propósito de anular en aras del Estado a ese pobreindividuo por el que tanto se atribulan nuestros amables adversarios.

¿Fué José Antonio partidario de la absorción del individuo por el Estado? Esto había deimplicar tres cosas: primera, que su posición estaba en pugna con la verdad católica; segunda,que menospreciaba el valor del hombre, y tercera, que sentía alguna simpatía por los Estadosabsorbentes.

En cuanto a la verdad católica, se expresaba así en los puntos iniciales publicados en elprimer número del semanario F. E. el 7 de diciembre de 1933: «Aspecto preeminente de loespiritual es lo religioso. Ningún hombre puede dejar de formularse las eternas preguntas sobre íavida y la muerte, sobre la creación y el más allá. A esas preguntas no se puede contestar conevasivas; hay que contestar con la afirmación o con la negación. España contestó siempre con laafirmación católica. La interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera; pero es,además, históricamente, la española» (6).

El Hombre, el individuo. En estos mismos puntos dice: «Falange Española considera elhombre como conjunto de un cuerpo y de un alma; es decir, como capaz de un destino eterno,como portador de valores eternos. Así, pues, el máximo respeto se tributa a la dignidad humana,a la integridad del hombre y a su libertad» (7).

En la norma programática de Falange Española redactada en noviembre de 1934, y que escomo una concreción de aquellos puntos, se vuelve a insistir: «La dignidad humana, la integridaddel hombre y su libertad son valores eternos e intangibles» (8).

En el discurso fundacional de la Falange de 29 de octubre de 1933 declara: «Nosotros leestimamos (al hombre) portador de valores eternos..., envoltura corporal de un alma que es capaz

de condenarse y de salvarse» (9).En el discurso pronunciado en el teatro Calderón, de Madrid, el 3 de marzo de 1935, dice

«Nosotros consideramos al individuo como unidad fundamental, porque es el sentido de Españaque siempre ha considerado al hombre como portador de valores eternos» (10).

El 19 de mayo de 1935, en el cine Madrid, dice terminantemente: «La construcción de unorden nuevo la tenemos que empezar por el hombre, por el individuo, como occidentales, comoespañoles y como cristianos» (11). En el mismo discurso del cine Madrid, al concluir y resumirloen una arenga, exclama José Antonio: «Ya veréis cómo rehacemos la dignidad del hombre» (12).

«Precisamente la revolución total —decía José Antonio en el Círculo de la Unión Mercantil el9 de abril de 1935—, la reorganización total de Europa tiene que empezar por el individuo; porqueel que más ha padecido con este desquiciamiento, el que ha llegado a ser una molécula pura sinpersonalidad, sin sustancia, sin contenido, sin existencia, es el pobre individuo que se haquedado el último para percibir las ventajas de la vida. Toda la organización, toda la revoluciónnueva, todo el fortalecimiento del Estado y toda la reorganización económica, irán encaminadas a

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que se incorporen al disfrute de las ventajas esas masas desarraigadas por la economía liberal ypor el conato comunista. ¿A eso llaman absorción del individuo por el Estado?» (13).

Y en cuanto a así, José Antonio sentía simpatía por los Estados absorbentes, podríanmultiplicarse los textos hasta lo infinito. Baste como muestra esta crítica que hace del comunismoen su discurso del 19 de mayo de 1935 en el cine Madrid: «Y esta dictadura comunista tiene quehorrorizarnos a nosotros, europeos, occidentales, cristianos, porque esta sí que es la terriblenegación del hombre; esto sí que es la absorción del hombre en una masa amorfa donde sepierde la individualidad, donde se diluye la vestidura corpórea de cada alma individual y eterna.Notad bien que por eso somos antimarxistas; que somos antimarxistas porque nos horroriza,como horroriza a todo occidental, a todo cristiano, a todo europeo, patrono o proletario, esto deser como un animal inferior en un hormiguero» (14).

V. OTRA INTERPRETACIÓN DEL ESTADO TOTALITARIO. EL ESTADO PARA TODOS 

SIN  embargo, nadie puede negar que en los primeros tiempos de la Falange, yconcretamente hasta fines de 1934, se emplea también la palabra totalitario: ¿qué significa esto?¿Por qué desde esta fecha se empieza a hablar en contra de lo que hasta entonces se defendió?¿Es que hubo alguna rectificación como en el caso del corporativismo?

Nada de eso; lo que hubo fué una coincidencia de vocablo; una coincidencia que al dar comoresultado una confusión peligrosa se renunció a seguir manteniendo.

José Antonio, efectivamente, empezó hablando del Estado totalitario, pero de un totalitarismopropio que nada tenía que ver con el totalitarismo conocido en el exterior; un totalitarismo que noquería decir absorción del individuo por el Estado, sino Estado integrador de todos los españoles,un Estado para todos, sin partidos que nos dividan, ni distinción de grupo o de clase.

Veamos en qué se fundaba este concepto de totalidad de la Falange.

Puede ocurrir que un Estado, igual que un abrigo, se vuelva estrecho. Ocurre esto cuando lavida de la sociedad aumenta, se hace más intensa o más compleja, o las dos cosas a la vez.Entonces, el Estado, que había sido construido con vistas a una determinada realidad social,resulta inadecuado. Tiene a la fuerza que desconocer el nuevo estado de cosas que hasobrevenido; no puede abarcarlo en su totalidad. El Estado liberal parlamentario sirvió bastantebien en la época en que fué creado, mas después sobrevinieron muchas cosas: el advenimientodel proletariado a la vida pública, la complejidad y el volumen de la economía, el progresivoacercamiento de los pueblos entre sí y, consiguientemente, la progresiva complicación de lasrelaciones internacionales, la relación cada vez más difícil y más tirante entre el capital y eltrabajo, etcétera.

El Estado liberal tuvo a la fuerza (y no como creen algunos porque los políticos del siglo

pasado y de principios de éste fueran sé-res especialmente monstruosos) que desentenderse demuchas cosas, de muchas urgencias y de muchas angustias. El reproche más grave que unhombre de la calle dirige siempre al Estado liberal y parlamentario en que le ha tocado vivir eseste de desentenderse de muchas cosas que, según él, debieran ser atendidas por los PoderesPúblicos. No es extraño, por tanto, que muchas censuras al antiguo régimen llevaran impreso esecarácter de queja indignada de los que lamentan el abandono en que les tienen quienes debenatenderles.

Es natural que en la crítica del Estado liberal y parlamentario se hiciera hincapié en esteaspecto tan fundamental. Nada más lógico que censurar a un Estado que sólo se preocupa dealgunas cosas y de algunas personas, y pretender que se preocupe de todas las cosas y de todas las personas. Y un hombre situado en esta situación crítica, cuando quiera escoger un vocablocon el que bautizar al Estado por cuya construcción se afana, es muy probable (y esto es lo queen realidad ha sucedido) que le llame también Estado totalitario.

Véase, pues, qué significaciones tan distintas caben bajo esta misma palabra. Si la primera

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es la de los fascismos y los socialismos, la segunda es la de la Falange. Demostrarlo es objeto deeste folleto.

Ahora bien, como nuestros adversarios suelen mostrar, cuando la Falange presenta encualquier orden una actitud enérgica, un raro afán de convertirla en una pacífica e inofensivaorganización ciudadana, y en cambio, cuando se trata del Estado totalitario, se olvidan de lo queJosé Antonio dijo o escribió, si es que alguna vez lo leyeron, para asignarnos las más atrevidasinterpretaciones, vamos a escudriñar el pensamiento de José Antonio, y para hacerlo másajustado a lo que él pretendió, vamos a hacerlo refiriéndonos exclusivamente a sus propiostextos.

VI. LA IDEA DE TOTALIDAD EN LOS DISCURSOS DE JOSÉ ANTONIO 

SON cinco las ocasiones en que José Antonio aboga directamente por un Estado totalitario,con todas sus letras. La primera es en el discurso de la Comedia, en el primer discurso de laFalange, el 29 de octubre de 1933. Dice allí: «Venimos a luchar por que un Estado totalitarioalcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes» (15). Está suficientemente

apuntado el sentido que se da a la palabra; el sentido de Estado que se refiere a todos, queatiende a todos, que es de todos.

Mas si no lo estuviera, la segunda de las ocasiones es cuando dice en los puntos iniciales aque antes nos referíamos: «El nuevo Estado, por ser de todos, totalitario, considerará como finespropios los fines de cada uno de los grupos que lo integran y velará como por sí mismo por losintereses de todos» (16). Esta afirmación es recogida en el punto sexto de la norma programáticacon estas palabras: «Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridadpatria. Todos los españoles participarán en él a través de su función familiar municipal y sindical.Nadie participará a través de los partidos políticos» (17).

La cuarta vez que José Antonio aboga por un Estado totalitario es en las manifestacionespublicadas el 11 de noviembre de 1934 en Blanco y Negro, en las que dice: «Una de dos, o el

Estado socialista que imponga la Revolución, o un Estado totalitario que legre la paz interna y eloptimismo nacional, haciendo suyos los intereses de todos» (18),

Véase hasta qué punto la idea de totalidad, de atención hacia la totalidad, es la que dominaexclusivamente en el pensamiento de José Antonio, cuando opina acerca de esto: «LaRevolución —dice en e] discurso pronunciado en Carpió de Tajo el 25 de febrero de 1934—hemos de hacerla todos juntos, y así nos traerá la libertad de todos, no la de la clase o la delPartido triunfante; nos hará libres a todos al hacer Ubre y grande y fuerte a España. Nos haráhermanos al repartir entre todos la prosperidad y las adversidades» (19).

Y en el discurso de clausura del II Consejo Nacional de la Falange, el 17 de noviembre de1935, repite que, para dejar entrar en la Falange, «habrá centinelas a la entrada que registren alos que quieran penetrar para ver si de veras dejaron fuera, en el campamento, todos los

intereses de grupo y de clase; si traen de veras encendida en el alma la dedicación abnegada deesta empresa total, situados sobre la cabeza de todos; si conciben a España como un valor total,fuera del cuadro de los valores parciales en que se movió la política hasta ahora» (20).

Y en el discurso pronunciado en el Gran Teatro, de Córdoba, el 12 de mayo de 1935, repiteesta idea de remontarse sobre los grupos y los partidos para construir un Estado que agrupe atodos en el servicio al interés de España, y dice: «Nuestro movimiento no es de derechas ni deizquierdas; mucho menos del centro. Nuestro movimiento se da cuenta de que todo eso sonactitudes personales laterales y aspira a cumplir la vida de España, no desde un lado, sino desdeenfrente; no como parte, sino como todo; aspira a que las cosas no se resuelvan en homenaje alinterés insignificante de un bando, sino en acatamiento al servicio total del interés patrio» (21).

Pero por si quedaba duda de que éste y no el otro era el sentido que daba al totalitarismo de

la Falange, ahí está (y esta es la quinta vez que lo acoge) la polémica que sostuvo pocos díasdespués del mitin fundacional de la Comedia, el 15 de diciembre de 1933, en el Parlamento con elseñor Gil Robles y que le dio ocasión para precisar una vez más su pensamiento y para someter

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a crítica razonada las dos explicaciones que aspiraban a monopolizar el significado del Estadototalitario: una, la panteísta de divinización del Estado y anulación de la personalidad humana,que rechaza en absoluto; y otra, la del Estado integral: «ni de derechas ni de izquierdas, o sea deEspaña, de la Justicia, de la comunidad total de destino del pueblo como integridad victoriosa delas clases y de los partidos» (22).

«Yo sé por dónde va S. S. —decía Gil Robles en el Parlamento dirigiéndose a José Antonio—, y he de decir, para que a todos nos sirva de advertencia, que por esos caminos marchanmuchos españoles y esa idea va conquistando a las generaciones jóvenes; pero yo, con todos losrespetos a la idea y a quien la sostiene, tengo que decir con toda sinceridad que no puedocompartir ese ideario porque para mí un régimen que se basa en un concepto panteísta dedivinización del Estado y en la anulación de la personalidad individual, que es contrario incluso alos principios religiosos en que se apoya mi política, nunca podrá estar en mi programa, y contraella levantaré mi voz, aunque sean afines y amigos míos los que lleven en alto esa bandera» (23).Y  José Antonio le contestó: «El señor Gil Robles entiende que aspirar a un Estado integral,totalitario y autoritario, es divinizar el Estado, y yo le diré al señor Gil Robles que la divinizacióndel Estado es cabalmente lo contrario de lo que nosotros apetecemos... Nosotros queremos queel Estado sea siempre instrumento al servicio de un destino histórico, al servicio de una misiónhistórica de unidad; encontramos que el Estado se porta bien si cree en este alto destino

histórico, si considera al pueblo como una integridad de aspiraciones, y por eso nosotros nosomos partidarios ni de la dictadura de izquierdas ni de la de derechas, ni siquiera de lasderechas y las izquierdas, porque entendemos que un pueblo es eso: una integridad de destino,de esfuerzo, de sacrificio y de lucha que ha de mirarse entera y que entera avanza en la Historia yentera ha de servirse» (24).

VII. CAMPAÑA CONTRA LA FALANGE ACUSÁNDOLA DE PANTEISTA

SIN  embargo, José Antonio no llegó a hacerse entender: pudo más la inercia y la malaintención que todo su empello de claridad, y a pesar del cuidado que había tenido al emplear lapalabra totalitario, de acompañarla siempre con la explicación de lo que él entendía por tal cosa; apesar de que en sus discursos proclama insistentemente la idea católica como informadora detodos sus postulados políticos; a pesar de que afirma que la Revolución Falangista empieza en elhombre y que la pugna entre el individuo y el Estado creada por el liberalismo no debe resolverseanulando al individuo ni anulando al Estado, sino haciendo que el individuo y el Estado seencuentren en su comunidad de destino a través de la cual puedan realizar su inteligencia y sucolaboración; a pesar de todo esto, digo, no faltaron quienes asignaban al totalitarismo de laFalange el significado de Estado absorbente y panteísta.

Y unos porque el rencor político les dictaba la conveniencia de presentarnos como una copiaservil de regímenes extranjeros y en pugna con el sentido católico de los españoles, y otros,porque, como decía José Antonio, no habían caído en la tentación de dedicar cinco minutos a

estudiar la Falange en sus propios textos, y encontraban más sencillo que discurrir sobre ladificultad de las cosas, envolverlas todas en la misma etiqueta y aceptarlas o rechazarlas consimplicidad de analfabetos, lo cierto es que al año de su fundación todavía andaba la genteseñalándonos como fascistas y como- totalitarios en el sentido panteísta.

La estratagema de los enemigos de la Falange era bien sencilla; consistía en hacer resaltar lavoluntad que hay en ella de un Estado fuerte; la ambición falangista hacia un Estado noindiferente; la semejanza externa de gestos y actitudes con los Estados que propugnansoluciones políticas de signo superestatista; y en vista de todas estas cosas aplicarle el calificativode totalitario al Estado de la Falange. Y una vez hecho esto, una vez calificada la Falange detotalitaria (calificativo que no había que desdeñar si se aplicara en el sentido integrador y enemigode los partidos y de las clases), aplicar a la palabra totalitario el sentido concreto y filosófico del

panteísmo y de la anulación de la personalidad humana. Con esto conseguían cargar a laFalange un sambenito que no tiene por qué aceptar.

Al principio, José Antonio no tomó demasiado en serio esta campaña, y hasta aconsejó no

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esforzarse demasiado en hacernos entender: «Al camarada Onésimo Redondo —decía enValladolid el 4 de marzo de 1934 - , yo le diría: no te preocupes mucho porque nos digan queimitamos. Si lográramos desvanecer esta especie ya nos inventarían otras. La fuente de la envidiaes inagotable. Dejemos que nos digan que imitamos a los fascistas» (25).

La verdad es que sentía un desprecio absoluto por la ligereza con que se enjuician siemprelos fenómenos históricos. «Ahora —escribía para Informaciones  y por cierto que la Censurarepublicana no dejó publicar este artículo— que oímos todos los días la Patria, el Ejército,antimarxismo, Estado totalitario, me declaro fascista... y centenares de cosas más. Pero todocomo un torbellino, como una algarabía... Más parece eso la invitación a un baile de disfraces quela invitación para embarcarse en una empresa religiosa y militar de hacer historia» (26).

Pero luego hubo de preocuparse ante el ataque de que se le hizo objeto. A fines del año 34,la campaña contra la Falange se hizo tan singularmente aguda renovando aquellas palabras queGil Robles pronunció en el Parlamento sobre el panteísmo totalitario, que ya no creyó oportunoseguir empeñado en una lucha absurda de explicaciones y de distingos, y cuando se convencióde que toda la originalidad de la Falange en esta materia se asfixiaba emparedada entre el rencorde unos y la estulticia de otros, cambió completamente de táctica, y antes de consentir que nossiguieran confundiendo con lo que nuestros enemigos entendían por totalitarismo, renunció amantener un vocablo que tan graves consecuencias nos podía traer.

VIII. JOSÉ ANTONIO RENUNCIA A EMPLEAR EL VOCABLO TOTALITARIO 

Y así, en el discurso pronunciado en Vallado-Y lid el día 3 de marzo de 1935, dice de unamanera rotunda: «Otra pretendida solución son los Estados totalitarios, pero los Estadostotalitarios no existen» (27). Y más adelante añade: «Ni la social democracia, ni el intento demontar sin un genio un Estado totalitario bastarían para evitar la catástrofe» (28). Y por si quedaalguna duda, vuelve a repetir: «Óiganlo los que nos acusan de profesar el panteísmo estatal:

nosotros consideramos al individuo como unidad fundamental, porque éste es el sentido deEspaña, que siempre ha considerado al hombre como portador de valores eternos» (29).

En el discurso del cine Madrid, el 17 de noviembre de 1935, dice así: «Esta pérdida dearmonía del hombre con su contorno origina dos actitudes: una, la del anarquismo...; otra, es laheroica, la que, rota la armonía entre el hombre y la colectividad, decide que ésta haga unesfuerzo desesperado para absorber a los individuos que tienden a dispersarse. Estos son losEstados totales, los Estados absolutos. Yo digo que si la primera de las dos soluciones esdisolvente y funesta, la segunda no es definitiva. Su violento esfuerzo puede sostenerse por latensión genial de unos cuantos hombres; pero en el alma de estos hombres late de seguro unavocación de interinidad; esos hombres saben que su actitud se resiste en las horas de tránsito;pero que, a la larga, se llegará a formas más maduras en que tampoco se resuelva la

disconformidad anulando el individuo, sino en que vuelva a hermanarse el individuo con sucontorno por la reconstrucción de esos valores orgánicos, libres y eternos que se llaman elindividuo portador de un alma, la familia, el Sindicato, el Municipio, unidades naturales deconvivencia» (30).

Y cuando el 8 de noviembre de 1935 denunciaba José Antonio ante el Parlamento elasesinato de dos falangistas en Sevilla, decía categóricamente que no se afiliaron a la Falangepara defender el capitalismo ni el anarquismo, «ni eran partidarios de ninguna forma de Estadoabsorbente y total» (31).

Podrían multiplicarse mucho más estas líneas. No parece, sin embargo, que quien de buenafe procura ilustrarse precise de más. Por tanto, para acabar, voy a transcribir solamente estos trestextos como prueba ya del mal humor que esta terquedad de nuestros enemigos le producía, y

como prueba del esfuerzo de José Antonio en eliminar de una vez el peligro de que se nossiguiera considerando partidarios de los Estados absorbentes y panteístas.

Uno es del discurso que pronunció en el Círculo de la Unión Mercantil el 9 de abril de 1935, y

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dice así: «Esta revolución en lo económico no va a consistir, como dicen por ahí que queremosnosotros, los que todo lo dicen porque se les pega al oído, sin dedicar cinco minutos aexaminarlo, en la absorción del individuo por el Estado, en el panteísmo estatal» (32).

La otra es del discurso que el 19 de mayo de 1935 pronunció en el cine Madrid: «Mañana,pasado, dentro de cien años, nos seguirán diciendo los idiotas: queréis desmontarlo (elcapitalismo) para sustituirlo por otro Estado absorbente, anulador de la individualidad. Para sacaresta consecuencia, ¿íbamos nosotros a tomar el trabajo de perseguir los últimos efectos delcapitalismo y del marxismo hasta la anulación del hombre? Si hemos llegado hasta aquí, y siqueremos evitar esto, la construcción de un orden nuevo, lo tenemos que empezar por el hombre,por el individuo, como occidentales, como españoles y como cristianos; tenemos que empezar porel hombre y pasar por sus unidades orgánicas, y así subiremos del hombre a la familia y de lafamilia al Municipio, y, por otra parte, al Sindicato, y culminaremos en el Estado que será laarmonía de todo» (33).

La tercera es del prólogo al libro ¡Arriba España!, de Pérez Cabo, en el que dice: «Pero comopor el mundo circulaban tales y cuales modelos, y como uno de los rasgos característicos delespañol es su perfecto desinterés por entender al prójimo, nada pudo parecerse menos al sentidodramático de la Falange que las interpretaciones florecidas a su alrededor en mentes de amigos yenemigos. Desde los que, sin más ambages, nos suponen una organización encaminada a

repartir estacazos, hasta los que, con más empaque intelectual, nos estimaban partidarios de laabsorción del individuo por el Estado... ¡cuanta estupidez no habrá tenido uno que leer y oíracerca de nuestro Movimiento!» (34).

IX. LA UNIDAD DE DESTINO COMO CLAVE DEL ENTENDIMIENTO ENTRE EL INDIVIDUO Y EL ESTADO 

NO, no era el Estado absorbente lo que José Antonio quería para España, y no lo era porque,en resumidas cuentas, empezaba por no aceptar el planteamiento liberal de pugna entre el

individuo y el Estado y, por tanto, no cabía hablar de triunfo del uno ni del otro. Ni individualismoni estatismo podía ser la fórmula falangista. La Falange cimienta toda su doctrina en el hombre, yen el hombre como portador de valores eternos, con un destino eterno e indeclinable, y  estedestino, que es el mismo para todos los hombres del Universo, es el que nos puede alumbrar lanueva solución, «porque los pueblos como sociedad humana pueden tener fines ocasionales máso menos variados, pero sólo uno puede ser su fin supremo, el que coincide con el fin supremo delhombre. Es decir, la misión colectiva de los pueblos en su última razón no puede ser otra que larazón individual de los hombres hecha norma» (35). Por tanto, el Estado no puede estar en pugnacon el hombre, sino encajado en una misma obligación, en la obligación de servir a esa unidad dedestino.

«Y entonces —decía José Antonio en el Círculo de la unión Mercantil el 7 de abril de 1935—

el individuo tendrá el mismo destino que el Estado..., y el día en que el individuo y el Estado,integrados en una armonía total, vueltos a una armonía total, tengan un solo fin, un solo destino,una sola suerte que correr, entonces sí que podrá ser fuerte el Estado sin ser tiránico, porque sólo empleará su fortaleza para el bien y la felicidad de sus súbditos. Esto es precisamente lo quedebiera ponerse a hacer España en estas horas: asumir este papel de armoniza-dora del destinodel hombre y del destino de la Patria...- y entonces veréis cómo se acaba esta lucha titánica,trágica, entre el hombre y el Estado, que se siente opresor del hombre» (36).

Madrid, 24 de febrero de 1945. 

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NOTAS(1) Obras completas de José Amonio editadas por la Delegación Nacional de Prensa y

Propaganda de F. E. T. y de las J. O. N. S., en Madrid, 25 de julio de 1942, páginas 336 y 337,edición en 8.° encuadernada.

(2) Ob. cit., pág. 211.

(3) Ob. cit., pág. 101.

(4)  A. B. C, núm. 9.850, 19-XII-1934.

(5)  Participación del fuello en las tareas del Estado, por José Luis de Arrese. Editada por elInstituto de Estudios Políticos. Madrid, 1944

(6) Ob. cit., pág. 562.

(7) Ob. cit., pág 560.

(8) Ob. cit., pág 591.

(9) Ob. cit., pág. 24.

(10) Ob. cit., pág 47.(11) Ob. cit., pág. 92.

(12) Ob. cit., pág. 101.

(13) Ob. cit., pág. 82.

(14) Ob. cit., págs. 91 y 92.

(15) Ob. c.t., pág. 26.

(16) Ob. cit., pág. 559.

(17) Ob. cit., pág. 591.

(18) Ob. cit., pág. 867.

(19) Ob. cit., pág. 163.

(20) Ob. cit., pág». 114 y 117.

(21) Ob. cit., pág. 225.

(22) Ob. cit., pág. 669.

(23) Ob. cit., pág. 272.

(24) Ob. cit., págs. 273 y 274.

(25) Ob. cit., pág. 36.

(26) Ob. cit., pág. 1.094.

(27) Ob. cit., pág. 45.(28) Ob. cit., pág. 46.

(29) Ob. cit., pág. 47.

(30) Ob. cit., págs. 114 y 115.

(31) Ob. cit., pág. 470.

(32) Ob. cit., pág. 82.

(33) Ob. cit., págs. 92 y 93.

(34) Ob. cit., pág. 528.

(35)  Escritos y Discursos, de José Luis de Arrese, pág. 218. Obra editada por las Edicionesde la Vicesecretario de Educación Popular. Madrid, 1943.

(36) Ob. cit., págs. 82 y 83.

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ACABÓSE DE IMPRIMIR EN LOS TALLERES DE LA DELEGACIÓN NACIONAL DEPRENSA Y PROPAGANDA, HERMOSILLA, 73, EL DÍA 1 DE MARZO DEL AÑO DEL SEÑOR DEMCMXLV