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EL ESTRUCTURALISMO, EL POST-ESTRUCTURALISMO Y LA PRODUCCIÓN DE CULTURA Anthony Giddens Del libro: LA TEORÍA SOCIAL, HOY El estructuralismo y el post-estructuralismo son tradiciones de pensamiento muertas. A pesar de la promesa que contenían en la flor de su juventud, en último término no han conseguido producir la revolución de la comprensión filosófica y de la teoría social a la que en otro tiempo se obligaron. En esta discusión no trataré tanto escribir su esquela como de indicar qué partes de su legado intelectual pueden ser aún aprovechables. Pues aunque no transformaron nuestro universo intelectual del modo en que a menudo se pretendió, llamaron nuestra atención sobre problemas de considerable y perdurable importancia. Como se sabe, muchos dudan de que haya existido nunca cuerpo de pensamiento lo suficientemente coherente como para ser denominado «estructuralismo», y no digamos «post-estructuralismo», nombre todavía más vago. (vid. Runciman: 1970). Después de todo, la mayor parte de las figuras destacadas que suelen encuadrarse bajo estas etiquetas han negado que tuviera algún sentido aplicar estos términos a sus propios intentos. Saussure, a quien suele considerarse el fundador de la lingüística estructuralista, apenas emplea siquiera el término «estructura» en su propia obra (Saussure: 1974). Hubo una época en la que Lévy-Strauss promovió activamente la causa de la «antropología estructural» y, más en general, del «estructuralismo», pero a lo largo de la última parte de su carrera se ha hecho más prudente al caracterizar su enfoque de esta forma. Quizá Barthes estuviera fuertemente influido en sus primeros escritos por Lévy-Strauss, pero más tarde se alejó bastante de él. Foucault, Lacan, Althusser y Derrida divergen radicalmente tanto de las ideas principales de Saussure y Lévy-Strauss corno entre sí. Parece que falta casi por completo la homogeneidad precisa para hablar de una tradición de pensamiento definida. Pero a pesar de su diversidad, existe cierto número de temas que afloran en las obras de todos estos autores. Además, a excepción de Saussure, todos son franceses y han estado situados en una red de influencias y contactos mutuos. Al usar en lo que sigue los términos estructuralismo» y «post-estructuralismo», considero que Saussure y Lévy-Strauss pertenecen a la primera categoría, y los demás a la segunda. Es sabido que la de «post-estructuralismo» es una categoría considerablemente laxa que se aplica a un grupo de autores quienes, si bien rechazan ciertas ideas características del pensamiento estructuralista anterior, al mismo tiempo adoptan algunas de ellas en su propia obra. Por tanto, aunque traten estos temas de formas diferentes, las que siguen pueden considerarse características distintivas y persistentes del estructuralismo y del post-estruturalismo: la tesis de que la lingüísticao más exactamente, ciertos aspectos de determinadas versiones de la lingüísticatiene una importancia clave para la filosofía y la ciencia social en su conjunto; su insistencia en la naturaleza relacional de las totalidades, ligada, a la tesis del carácter arbitrario del signo, y relacionada con su énfasis en la primacía de los significantes sobre lo significado; el descentramiento del sujeto; una peculiar preocupación por la naturaleza de la escritura, y por consiguiente por los materiales textuales; y su interés en el carácter de la temporalidad como componente constitutivo de la naturaleza de objetos y sucesos. No hay uno solo de estos temas que no toque problemas de importancia para la teoría social actual. Del mismo modo, sin embargo, tampoco puede afirmarse que sean aceptables los puntos de vista de los escritores arriba citados sobre ninguno de dichos temas. Problemas lingüísticos Es sabido que, en su origen, el estructuralismo fue tanto un movimiento dentro del ámbito lingüístico como un intento de demostrar la importancia de los conceptos y métodos de la lingüística para una amplia variedad de problemas de las disciplinas humanísticas y de las ciencias sociales. La distinción de Saussure entre langue y parole puede considerarse con justicia la idea clave de la lingüística estructuralista. Con esta distinción, el estudio de la «lengua» se apar

El Estructuralismo y El Postestructuralismo Giddens

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Tema que forma parte del libro "La Teoria Social, hoy" de Anthony Giddens, en el que plantea las limitaciones y aportes del estructuralismo y sus máximos representantes. Interesante

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EL ESTRUCTURALISMO, EL POST-ESTRUCTURALISMO Y LAPRODUCCIÓN DE CULTURAAnthony Giddens

Del libro: LA TEORÍA SOCIAL, HOY

El estructuralismo y el post-estructuralismo son tradiciones de pensamientomuertas. A pesar de la promesa que contenían en la flor de su juventud, en últimotérmino no han conseguido producir la revolución de la comprensión filosófica yde la teoría social a la que en otro tiempo se obligaron. En esta discusión no tratarétanto escribir su esquela como de indicar qué partes de su legado intelectualpueden ser aún aprovechables. Pues aunque no transformaron nuestro universointelectual del modo en que a menudo se pretendió, llamaron nuestra atenciónsobre problemas de considerable y perdurable importancia.

Como se sabe, muchos dudan de que haya existido nunca cuerpo depensamiento lo suficientemente coherente como para ser denominado«estructuralismo», y no digamos «post-estructuralismo», nombre todavía másvago. (vid. Runciman: 1970). Después de todo, la mayor parte de las figurasdestacadas que suelen encuadrarse bajo estas etiquetas han negado que tuvieraalgún sentido aplicar estos términos a sus propios intentos. Saussure, a quien sueleconsiderarse el fundador de la lingüística estructuralista, apenas emplea siquiera eltérmino «estructura» en su propia obra (Saussure: 1974).Hubo una época en la que Lévy-Strauss promovió activamente la causa de la«antropología estructural» y, más en general, del «estructuralismo», pero a lo largode la última parte de su carrera se ha hecho más prudente al caracterizar su enfoquede esta forma. Quizá

Barthes estuviera fuertemente influido en sus primeros escritos porLévy-Strauss, pero más tarde se alejó bastante de él. Foucault, Lacan,Althusser y Derrida divergen radicalmente tanto de las ideas principalesde Saussure y Lévy-Strauss corno entre sí. Parece que falta casi porcompleto la homogeneidad precisa para hablar de una tradición depensamiento definida.Pero a pesar de su diversidad, existe cierto número de temas que afloranen las obras de todos estos autores. Además, a excepción de Saussure,todos son franceses y han estado situados en una red de influencias ycontactos mutuos. Al usar en lo que sigue los términos estructuralismo» y«post-estructuralismo», considero que Saussure y Lévy-Strausspertenecen a la primera categoría, y los demás a la segunda. Es sabidoque la de «post-estructuralismo» es una categoría considerablemente laxaque se aplica a un grupo de autores quienes, si bien rechazan ciertas ideascaracterísticas del pensamiento estructuralista anterior, al mismo tiempoadoptan algunas de ellas en su propia obra. Por tanto, aunque traten estostemas de formas diferentes, las que siguen pueden considerarsecaracterísticas distintivas y persistentes del estructuralismo y delpost-estruturalismo: la tesis de que la lingüística—o más exactamente,ciertos aspectos de determinadas versiones de la lingüística— tiene unaimportancia clave para la filosofía y la ciencia social en su conjunto; suinsistencia en la naturaleza relacional de las totalidades, ligada, a la tesisdel carácter arbitrario del signo, y relacionada con su énfasis en laprimacía de los significantes sobre lo significado; el descentramiento delsujeto; una peculiar preocupación por la naturaleza de la escritura, ypor consiguiente por los materiales textuales; y su interés en el carácterde la temporalidad como componente constitutivo de la naturaleza deobjetos y sucesos. No hay uno solo de estos temas que no toqueproblemas de importancia para la teoría social actual. Del mismo modo,sin embargo, tampoco puede afirmarse que sean aceptables los puntos devista de los escritores arriba citados sobre ninguno de dichos temas.

Problemas lingüísticos

Es sabido que, en su origen, el estructuralismo fue tanto un movimientodentro del ámbito lingüístico como un intento de demostrar laimportancia de los conceptos y métodos de la lingüística para una ampliavariedad de problemas de las disciplinas humanísticas y de las cienciassociales. La distinción de Saussure entre langue y parole puedeconsiderarse con justicia la idea clave de la lingüística estructuralista.Con esta distinción, el estudio de la «lengua» se apar

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ta de la esfera de lo contingente y contextual. En tanto que forma estructural global,la lengua se separa de los múltiples usos a los que pueden aplicarse los actos dehabla particulares. La parole es lo que Saussure denomina "aspecto ejecutivo dellenguaje», mientras que la langue es «un sistema de signos en el que lo únicoesencial es la unión de significados e imágenes acústicas" (Saussure: 1974); Lalengua es por tanto un sistema idealizado, deducido de los usos particulares delhabla pero independiente de estos. Los contenidos acústicos reales del lenguaje son,en cierto modo, irrelevantes para el análisis de la langue, pues se trata de estudiar lasrelaciones formales entre sonidos, o signos escritos, no su propia sustancia. Aunqueen Saussure persisten un cierto mentalismo y una cierta dependencia de lapsicología, en principio la lingüística se desl iga claramente del resto de lasdisciplinas que se ocupan del estudio de la actividad humana. También lafonemática se diferencia con claridad de la fonética, que tiene una importanciarelativamente marginal respecto al núcleo central del análisis lingüístico.

Existe una inconsistencia en el corazón de la concepción saussuriana de la langue.Por una parte, se considera que la langue es en último término un fenómenopsicológico, organizado en función de propiedades mentales. Por otra—comoindicaría la aparente influencia de Durkheim en Saussure— la lengua es un productocolectivo, un sistema de representaciones sociales. Como los críticos han señalado,si la lengua es esencialmente una realidad psicológica, los signos no son arbitrarios.Como las relaciones que constituyen la lengua estarían estructuradas en función decaracterísticas mentales, tendrían una determinada forma regida por procesosmentales. Por tanto, si la lengua se considera una realidad mental, el signo no puedede ninguna manera ser arbitrario, y su significado no puede en modo algunodefinirse por sus relaciones con los elementos sincrónicos de la lengua (Clarke:1981, p. 123).

Hablando en un sentido amplio, la mayoría de las formas de lingüísticaestructuralista han optado por la versión «psicológica» de la Langue más que por laversión «social". Adoptando este enfoque, Chomsky pudo efectuar una fusión de lasideas tomadas de la lingüística europea con el «estructuralismo conductista» deBloomfield, Harris y otros lingüistas estadounidenses. Bloomfield y Harris trataronde separar por completo la lingüística de cualquier otro tipo de mentalismo opsicología (Bloomfield: 1957; Harris: 1951). Para ellos, el objetivo de la lingüísticaconsiste en analizar el lenguaje, hasta donde sea posible, exclusivamente comosecuencias de sonidos regulares. No debe centrarse la atención en las relacionesinterpretativas de los hablantes con el uso del lenguaje. Si bien en un primermomento este punto de vista parece sustancialmente d is t in to de la

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lingüística saussuriana, y si bien es cier to que sus defensores más conspicuosrechazaban la diferenciación entre langue y parole, no cabe duda de que existenciertas afinidades subyacentes que Chomsky consiguió poner de manifiesto.Redefiniendo la distinción entre langue y parole como distinción entre competenciay actuación, y apartándose radicalmente del conductismo de Bloomfield y Harris,Chomsky pudo reconstruir un elaborado modelo de lingüística formal sobre unabase mentalista. Dada la diferenciación que se establece entre competencia yactuación, la lingüistica chomskiana concede necesariamente una importanciacentral a la sintaxis (vid., por ejemplo, Chomsky: 1968). Su objetivo no es explicartodos los actos lingüísticos de los hablantes de una determinada comunidadlingüistica, sino únicamente las estructuras sintácticas de un hablante ideal de dichalengua. La teoría de Chomsky reintroduce la interpretación, pues la definición de lacorrección lingüística depende de lo que los hablantes consideren aceptable.También otorga una cierta prioridad a los componentes creativos del lenguaje, en elsentido de que el hablante competente puede generar un corpus indefinido de frasessintácticamente aceptables. Es posible mantener que la distinción entre competenciay actuación es en algunos aspectos superior a la diferenciación entre langue y parole,pues Chomsky al menos presenta un modelo de agente lingüístico. Como Chomskyseñala cr i t i cando a Saussure, este ú l t i m o consideraba la langue,fundamentalmente, como un depósito de «elementos semejantes a palabras» y«frases hechas», al que oponía el carácter más flexible de la parale. Se carece de unaexplicación del «término mediador» e n t r e langue y parole. Según Chomsky, es enel agente donde se produce lo que el considera la «creatividad gobernada pornormas» del lenguaje como sistema (Chomsky: 1964, p. 23).

La gramática transformativa de Chomsky es uno de los enfoques influidos poralgunas ideas centrales de Saussure; otro es la lingüística de la escuela de Praga que,a través de Jakobson, fue la corriente que más influyó sobre Lévy-Strauss. En unsentido amplio cabe afirmar que el grupo de Praga sigue la concepción «social» dela langue más que la concepción «psicológica». Mientras que la lingüística deChomsky se centra en la competencia del hablante individual, la lingüística de laescuela de Praga se concentra fundamentalmente en el lenguaje como medio decomunicación. Por tal motivo, la semántica no se separa completamente de lasintaxis, y se considera que la naturaleza de la langue expresa relaciones designificado. Como afirma Trubetzkoy, la lingüística debería investigar «cuáles sonlas diferencias fonéticas que se encuentran vinculadas, en el lenguaje queconsideramos, a diferencias de significado, cómo se relacionan unos con otros estoselementos diferenciadores o rasgos distintivos, y de

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acuerdo con qué normas se combinan para formar palabras y frases» (Trubetzkoy:1969, p. 12). Podría parecer que la insistencia sobre el significado y sobre el uso dellenguaje en tanto que medio de comunicación comprometería el carácter autónomode la lingüística tal como fuera definido por Saussure (y Chomsky). Pues en tal casosería preciso analizar el lenguaje en las instituciones de la vida social. Y, en efecto,los lingüistas de Praga rechazaron la distinción inflexible entre langue y paroleestablecida por Saussure, así como la división entre sincronía y diacronía,relacionada con dicha distinción. No obstante, el grupo de Praga tendía a centrar sutrabajo en la fonología, donde puede estudiarse el sistema acústico de un lenguajesin atender a las connotaciones externas del significado. En particular, en la obratemprana de Jakobson se sostenía la idea de que era posible lograr una «revoluciónfonológica» (la expresión es de Lévy-Strauss) analizando los fonemas en función delas oposiciones que son los rasgos constituyentes del lenguaje en su conjunto.Aunque la justificación de esta idea era de índole metodológica y noepistemológica, el resultado fue que la lingüística volvió al estudio de lasestructuras internas de la langue (Jakobson: 1971).

Lévy-Strauss y Barthes han reconocido en diversas ocasiones que el principiobásico del estructuralismo consiste en la aplicación de procedimientos lingüísticosen otras áreas de análisis. Lévy-Strauss considera que la lingüística estructuralproporciona modos de análisis aplicables en otros ámbitos e indica clavesesenciales de la naturaleza de la mente humana. En Las estructuras elementalescompara explícitamente sus objetivos con los de la lingüística fonológica, y añadeque los lingüistas y los científicos sociales «no solamente aplican los mismosmétodos, sino que estudian el mismo objeto» (1969a, p. 493). Pues la lingüísticaestructural nos permite distinguir lo que Lévy-Strauss más tarde consideraría«realidades fundamentales y objetivas consistentes en sistemas de relacionesproducto de procesos de pensamiento inconscientes» (Lévy-Strauss: 1968, p. 58).Como señala Culler, pensar que la lingüística posee una importancia central para elestructuralismo generalmente conlleva varias implicaciones. En primer lugar, lalingüística parece proporcionar un rigor que falta en las ciencias sociales y en elresto de las disciplinas humanísticas. En segundo lugar, la lingüística ofrece ciertonúmero de conceptos básicos que parecen susceptibles de una aplicación muchomás amplia que la que tenían en su entorno original —en particular, tal vez, languey parole, pero también distinciones relacionadas con esta, como las distincionesentre lo sintagmático y lo paradigmático, significante y significado, la idea de lanaturaleza arbitraria del signo lingüístico, etc. En tercer lugar, la lingüística pareceproporcionar una serie de líneas maestras para la formulación de programas se-

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mióticos. Esta idea fue esbozada por Saussure y desarrollada con cierto detalle porJakobson y otros.

Por razón de las relaciones entre la lingüística estructuralista y elestructuralismo en general, a menudo se afirma que el estructuralismo participó enel «giro lingüístico» general característico de la filosofía y teoría social modernas.Sin embargo, por motivos que ahora indicaré, esta es una conclusión especiosa. Porun lado, hoy parece evidente que las esperanzas de que la lingüística proporcionaraprocedimientos generales susceptibles de una aplicación muy amplia estaban fuerade lugar. Por otro, el «giro lingüístico», al menos en sus formas más valiosas, noimplica una extensión de las ideas tomadas del estudio del lenguaje a otros aspectosde la actividad humana, sino que explora la intersección entre el lenguaje y laconstitución de las praxis sociales. Se trata aquí, pues, de una crítica de lalingüística estructural como enfoque del análisis del propio lenguaje, y de unavaloración crítica de la importación de nociones tomadas de esta versión de lalingüística a otras áreas de la explicación del comportamiento humano.

Es bien sabido que se han hecho numerosas críticas de la concepción saussurianade la lingüística —o, al menos, de la versión de esta lingüística que ha llegado hastanosotros por intermedio de sus discípulos—, incluidas las que tan convincentementeha expuesto Chomsky. No hay razón alguna para repetirlas aquí en detalle. Lo másimportante, con vistas a las líneas de argumentación que desarrollaremos másadelante en esta discusión, son las deficiencias que muestran prácticamente todas lasformas de lingüística estructural, incluyendo la de Chomsky. Estas se refierenfundamentalmente al aislamiento del lenguaje (o de ciertos rasgos que se consideranfundamentales para la estructura y propiedades del lenguaje) del entorno social deluso lingüístico. Por tanto, aunque Chomsky reconoce, e incluso subraya, lasfacultades creativas de los seres humanos, esta creatividad se atribuye acaracterísticas de la mente humana, no a agentes conscientes que realizan susactividades cotidianas en el contexto de instituciones sociales. Como señala unobservador, «la capacidad creativa del sujeto ha de descartarse tan pronto como se hareconocido y atribuido a un mecanismo inscrito en la constitución biológica de lamente» (Clarke:. 1980, p. 171). Aunque en muchos aspectos es la forma delingüística estructural más desarrollada y elaborada, la teoría del lenguaje deChomsky se ha mostrado esencialmente deficiente respecto a la comprensión derasgos del lenguaje bastante elementales. Estos defectos no se refieren tanto a loinsatisfactorio de la división entre sintaxis y semántica como a la identificación delos rasgos esenciales de la competencia lingüística. En opinión de Chomsky, elhablante ideal puede captar inconsciente-

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mente las reglas que hacen posible la producción y comprensión de algunas o todaslas frases gramaticales de un lenguaje. Sin embargo, este no es un modelo decompetencia apropiado. Quien en cualquier contexto dado pronunciara una frasecualquiera, por más que esta fuera sintácticamente correcta, sería sin dudaconsiderado anormal. La competencia lingüística no consiste solo en dominarsintácticamente las frases, sino también en dominar las circunstancias en las que sonapropiados determinados tipos de frases. En palabras de Hymes: «la competenciaadquirida se refiere a cuándo hay que hablar y cuándo no, así como de qué hablarcon quién, cuándo, dónde y de qué manera» (Hymes: 1972, p. 277). En otraspalabras, el dominio del lenguaje es inseparable del dominio de la variedad de con-textos en los que se usa el lenguaje.

Las obras de autores tan diferentes como Wittgenstein y Garfinkel nos hanhecho conscientes de las implicaciones que esto conlleva para la comprensión de lanaturaleza del lenguaje y la captación del carácter de la vida social. Conocer unlenguaje supone, ciertamente, conocer sus reglas sintácticas pero, y esto esigualmente importante, conocer un lenguaje es adquirir una serie de instrumentosmetodológicos que se aplican tanto a la construcción de frases como a laconstitución y reconstitución de la vida social en los contextos cotidianos de laactividad social (Giddens: 1984, cap. 1). No quiere esto decir que conocer unlenguaje suponga conocer una forma de vida o, más bien, una multiplicidad deformas de vida que se entretejen: conocer una forma de vida significa poderdesplegar ciertas estrategias metodológicas en conexión con cualidades indéxicasde los contextos en los que se llevan a cabo las prácticas sociales. En estaconcepción del lenguaje la lingüística no tiene el grado de autosuficiencia queSaussure, la escuela de Praga, Chomsky y otros pretendían, ni tampoco tiene muchosentido sostener, como ha afirmado en ocasiones Lévy-Strauss, que la vida social es«como un lenguaje». La lingüística no puede ofrecer un modelo para el análisis dela agencia [agency] social o de las instituciones sociales, pues en un aspecto básicola lingüística solo puede explicarse mediante estas. El «giro lingüístico» puedeinterpretarse como un distanciamiento de la lingüística concebida como unadisciplina independiente, un giro hacia el examen de la coordinación mutua entrelenguaje y Praxis.

La naturaleza relacional de las totalidades

En la doctrina de Saussure el carácter relacional de la langue estáestrechamente ligado a la tesis del carácter arbitrario del signo y a su insistencia enla importancia de los significantes en comparación

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con la más tradicional preocupación por los significados. A menudo se ha señaladoque la diferenciación entre langue y parole de Saussure, que a t r i b u í a prioridad a laprimera respecto a la segunda, refleja la afirmación de Durkheim de que lascualidades de las totalidades sociales son más que la suma de sus partes. Pero es muyprobable que esta afirmación sea errónea, y subestima la sutileza con que Saussurecaracteriza la forma sistemática de la langue. Al explicar la langue como sistema dediferencias, Saussure reformula la naturaleza de lo que constituye la «totalidad» y delo que son sus «partes», indicando que lo uno se define únicamente en función de lootro. Decir que el lenguaje es un sistema sin términos positivos, es decir, que estáformado mediante las diferencias entre sonidos o signos escritos cuya existencia sereconoce, muestra que las “partes» sólo lo son en virtud de las mismascaracterísticas que componen el "todo». Esta idea es fundamental en la medida enque demuestra que la totalidad lingüística no «existe» en los contextos del uso dellenguaje. La totalidad no está «presente» en las ejemplificaciones que son vestigiosde ella.

Es fácil definir el nexo entre esta concepción y la noción del carácter arbitrariodel signo. La afirmación de la naturaleza arbitraria del signo lingüístico puedeinterpretarse como una crítica a las teorías objetivas del significado y a las teorías dela referencia ostensiva. Pero esta crítica no se deriva del tipo de demostración queWittgenstein, Quine y otros filósofos posteriores hicieron de la imposibilidad de queel uso de unidades léxicas «corresponda» a objetos o sucesos del mundo. La críticade Saussure se basa enteramente en la idea de la constitución de la langue mediantela diferencia. Co mo una palabra deriva su significado únicamente de las diferenciasque se establecen entre ella y otras palabras, las palabras no pueden «significar» susobjetos. El lenguaje es forma, no sustancia, y solo puede generar significadomediante el juego de diferencias internas. Por tanto, esto ocurre tanto en el caso de larelación entre las palabras —o frases— y los estados mentales que puedanacompañarlas como en el caso de la relación entre las palabras y los objetos ysucesos externos.

Puede parecer que el énfasis en la constitución de la totalidad mediantediferencias nos aleja de los significantes en vez de conducirnos hacia ellos; pues loque importa no es lo que se emplee para significar, sino únicamente las diferenciasque crean la «ordenación espacial» [spacing] de los significantes. Sin embargo, lospuntos de vista de Saussure tienden a centrar el interés en las propiedades de lossignificantes, debido a que se rechaza la existencia de una entidad «subyacente» allenguaje que explica su carácter (aparte de la vaga suposición de algún tipo decualidades mentales innatas). Aunque

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carezca de importancia qué sustancia constituye realmente los significantes, nopodría existir ningún tipo de significado sin las diferencias que crean los sonidos,los signos escritos u otros elementos distintivos materiales. De aquí que en laformulación saussuriana el programa de la semiótica no sea un mero accesorio dela lingüística, sino que es, necesariamente, coextensivo con el estudio de la propialangue.

El carácter relacional de las totalidades, la naturaleza arbitraria de los signos yla noción de diferencia son conceptos presentes en el conjunto de las perspectivasestructuralistas y post-estructuralistas. Al mismo tiempo, son el origen de lasdivergencias principales entre los autores estructuralistas y sus sucesorespost-estructuralistas. Jakobson y Lévy-Strauss ofrecen dos casos claros de laut i l ización de la idea saussuriana del carácter relacional de las totalidades. Para elprimero, el estructuralismo se define en función del estudio de fenómenos«considerados no como aglomeraciones mecánicas, sino como un todo estructural»(Jakobson: 1971, p. 711). Lévy-Strauss es todavía más enfático al afirmar: «elauténtico estructuralismo trata... por encima de todo de captar las cualidadesintrínsecas de determinados tipos de orden. Estas propiedades no expresan nadaque sea externo a ellas» (Lévy-Strauss: 1971, pp. 561-2). Sin embargo, las críticasdel propio Jakobson a Saussure evidencian que el principio de identificación derelaciones mediante la diferencia es independiente de la afirmación de que lalangue es un todo claramente definible. Es extremadamente difícil trazar los límitesde la «totalidad» que constituye la langue de Saussure, o de la «totalidad» queconstituye el corpus lingüístico conocido por el hablante competente de Chomsky.Por consiguiente, puede afirmarse que más importante que el principio deestablecer la coherencia de la totalidad es el esfuerzo por examinar la naturaleza dela propia diferencia. Jakobson inició en la lingüística estos esfuerzos al intentarcentrarse en las propiedades estructurantes básicas de los códigos más que en losparámetros de los mismos códigos.

La filosofía de Derrida radicaliza esto mucho más. Su rechazo de la«metafísica de la presencia» deriva directamente de su tratamiento de la idea dediferencia como elemento constitutivo, no solo de los modos de significación, sinode la existencia en general (De-rrida: 1976; 1978). Derrida no tratará de buscarpropiedades mentales universales, ni hará ningún intento de construir una filosofíasistemática. En su discusión de Lévy-Strauss y del estructuralismo en las cienciassociales, Derrida subraya la irrealizabilidad del programa de Lévy-Strauss,irrealizabilidad que deduce de contradicciones supuestamente implícitas en lospropios textos de Lévy-Strauss. El estudio de culturas orales emprendido porLévy-Strauss es él

mismo, paradójicamente, una forma de «logocentrismo» occidental. La crítica de lametafísica de la presencia de Derrida deriva más o menos directamente del estudiode las implicaciones de la idea de diferencia tal como la formuló Saussure por vezprimera, idea contrastada con las nociones de negación contenidas en la obra deHegel, Freud y otros. Gracias a su distinción entre langue y parole Saussure pudotratar la idea de diferencia como relacionada con un «sistema virtual»extratemporal. La transmutación de la versión saussuriana de diferencia en ladifférance de Derrida se lleva a cabo introduciendo el elemento temporal. Diferir dealgo es también diferir algo. Si esto es así, pregunta Derrida, ¿cómo puede algo,como las formas de significación, considerarse presencia? Los escritos de Saussureya contenían la noción de «totalidad ausente» que es el lenguaje. Sin embargo, enesta idea de totalidad queda todavía, en opinión de Derrida, una persistentenostalgia por la presencia. Toda significación opera a través de huellas: huellasmnémicas en el cerebro, el desvanecerse de los sonidos una vez pronunciados, lostrazos que deja la escritura.

La inversión derridiana de la prioridad que suele otorgarse al lenguaje habladocon respecto a la escritura manifiesta una intensa preocupación por los significantesa expensas de lo significado. También deriva, en cierto modo, de una críticainmanente a Saussure. El habla, sostiene Derrida, parece representar un momentoen el que la forma y el significado se encuentran simultáneamente presentes. Sinembargo, una vez que hemos visto, como demuestra el propio Saussure, que esto nopuede ser así, nos vemos llevados a cuestionar el supuesto de que el habla es laforma más elemental del lenguaje. Cuando me oigo hablar parece como si laspalabras expresadas fueran simplemente vehículo de mis pensamientos, como si laconciencia se revistiera con el lenguaje y encontrara expresión a través de este. Seconsidera que el acceso a los contenidos íntimos de la conciencia es la base real delos significados inherentes al lenguaje, algo que la escritura sólo puede esperarreaprehender indirectamente. Sin embargo, en momentos cruciales de susargumentos sobre la estructuración del lenguaje mediante la diferencia, Saussureabandona las unidades acústicas en favor de ejemplos tomados de la escritura. Así,por ejemplo, Saussure señala que cualquier letra del alfabeto puede escribirse dediferentes formas; lo que importa es que sea distinta de todas las demás letras quepodrían confundirse potencialmente con ella. La escritura aparece como la mejorilustración de la diferencia. Los rasgos de ausencia y carácter diferido implicados enla naturaleza de los textos escritos indican las condiciones de significación engeneral. El habla «personaliza» el lenguaje vinculándolo con los pensamientos delhablante. De hecho, el lenguaje es esencialmente anó-

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nimo, nunca constituye la propiedad de hablantes individuales, y su forma dependede sus propiedades recurrentes. Como es n a tu r a l , Derrida no intenta con estoconceder la primacía a la genuina escritura frente a los casos de habla, lo quecarecería de sentido, aunque no sea más que por la razón de que la escritura es,históricamente, un desarrollo relativamente reciente en comparación con elpredominio de las culturas orales. Más bien se trata de que el lenguaje es una«proto-escritura» (archi- écriture), un proceso de ordenación temporal y repeticiónde fenómenos significantes. La proto-escritura, afirma Derrida, «es invocada por eltema de la arbitrariedad del signo y por el tema de la diferencia», pero «nunca sereconocerá como el objeto de la ciencia» 2. Es decir, no será el objeto de in-vestigación de cierto tipo de lingüística no logocéntrica.

La noción del carácter arbitrario del signo lingüístico es responsable no sólo dealgunos de los puntos fuertes, sino también de las persistentes debilidades presentesa lo largo de las tradiciones de pensamiento estructuralistas y post-estructuralistas.Tal como fue formulada por Saussure, la doctrina del carácter arbitrario del signotiene ella misma cierto aspecto arbitrario. El término «arbitrario» no es unadenominación particularmente feliz para el fenómeno en cuestión. Como el propioSaussure reconocía plenamente, no cabe duda de que las convenciones implicadasen el uso del lenguaje no son arbitrarias en el sentido de que quien emplea ellenguaje sea libre de elegir entre las realizaciones que prefiera. Por el contrario, eluso aceptado tiene una gran fuerza vinculante. Pero importa que la tesis de lanaturaleza arbitraria del signo es, en último término, oscura, especialmente en tantoque se refiere a la naturaleza del significado más que a la naturaleza delsignificante. Si Saussure únicamente pretendía afirmar que las palabras tienen tansolo un nexo convencional con los objetos que designemos o a los que nosrefiramos al emplearlas, esto es obvio hasta el extremo de resultar trivial. Si—como muchas veces parece ser el caso en la tesis de Saussure— por «naturalezaarbitraria del signo» entendemos que el lenguaje está constituido mediante ladiferencia, es cierto que esto tiene implicaciones relativas a la naturaleza delsignificado, pero estas implicaciones no se desarrollan: la naturaleza de lossignificados se deja en gran medida sin explicar. Es evidente que Saussurepretendía afirmar que el significado de una palabra no es el objeto al cual puedereferirse la palabra; sin embargo, como no analiza en ninguna parte la naturaleza dela referencia, esta afirmación queda, en lo esencial, sin elucidar filosóficamente. Elresultado es la confusión señalada por Benveniste. Como observa este autor:

2 Citado en Culler: 1979.

incluso aunque Saussure dijera que la idea de «hermana» no tiene relación con elsignificante s-ö- r [soeur], él pensaba, nada menos, en la realidad de la noción.Cuando hablaba de la diferencia entre b- ö- f [boeuf] y o-k-s [ox, buey], se estabarefiriendo, a pesar de sí misino, al hecho de que estos dos términos se aplican a lamisma realidad. Por consigu ien te , la cosa, expresa mente excluida en unprincipio de la defin ic ión de signo, se desl iza ahora en esa definición dando unrodeo. (Benveniste: 1971, p. 44).

Los escritos de Saussure propiciaron una «retirada al código» que desdeentonces ha sido característica de los autores estructuralistas y post-estructuralistas.Es decir, el descubrimiento de que los elementos constitutivos de la langue solotenían identidad mediante su diferenciación en el conjunto del sistema sirve paraapartar al lenguaje de cualquier tipo de nexo referencial que pueda tener con elmundo objetivo. Ni el pensamiento estructuralista ni el post-estructural i s ta hanconseguido generar una explicación de la referencia, y seguramente no es unacasualidad que estas tradiciones de pensamiento hayan concentrado tanto sua t en c ió n en la organización interna de los textos, en los que el juego de lossignificantes puede ser analizado como un asunto interno (vid. Giddens: 1979,capítulos 1 y ss.). Es importante observar que, si bien los énfasis saussurianospotenciaron la «retirada al código», las modificaciones y adaptaciones queintrodujeron en ellos autores posteriores impidieron que esta «retirada» seargumentara filosóficamente. Se derivó de la asimilación de la doctrina de lanaturaleza arbitraria del signo y de la del papel desempeñado por la diferencia.

En ciertos aspectos, los escritos de Derrida son el producto mas elaborado de latransición del estructuralismo al post-estructuralisrno. Aunque las obras de Derridaparecen en un primer contacto bastante extrañas a una mentalidad anglosajona,existen ciertas afinidades bastante estrechas entre estas y las concepcionesexpresadas por el último Wittgenstein. El rechazo de la «metafísica de la presencia»por parte de Derrida no es en modo alguno enteramente ajeno ni en sus objetivos nien sus métodos al intento de Wittgenstein por acabar con las aspiraciones de lametafísica en sus Philosophical Investigations (1953). Para ambos autores, losobjetivos de la metafísica no pueden ser simplemente reexaminados o puestos aldía; tienen que ser «deconstruidos» más que «reconstruidos», porque se basan enpremisas erróneas. Ambos sugieren que esto se debe a una aprehensión equivocadade la naturaleza de la realidad. No exis ten esencias aprehensibles medianteformulaciones lingüísticas apropiadas. Wittgenstein sostiene, con igual firmeza queDerrida, que ni las palabras ni las frases implican ningún tipo de imágenes mentalescorrespondientes que les confieran significado, como tampoco los objetos o sucesosdel mundo externo a los que las palabras pueden

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referirse. Aunque no cabe duda de que Wittgenstein rechazaría la ambiciosaextensión del concepto de escritura de Derrida, se mostraría de acuerdo con esteautor en que el lenguaje no puede interpretarse en función de los significadossubjetivos de los agentes individuales. El rechazo por parte de Wittgenstein delargumento del «lenguaje privado» no es, obviamente, una analogía inmediata de laadopción de la idea de escritura de Derrida, pero en ambos casos el lenguaje esnecesariamente un producto «anónimo» y que por tanto, en un sentido importante,«carece de sujeto».

Es discutible, como mínimo, que Wittgenstein hubiera tenido en gran estima laidea de diferencia. Sin embargo, en su elaboración del concepto de juegos delenguaje la «ordenación espacial» de proposiciones y actividades tiene,evidentemente, una importancia central. Se insiste en el carácter recursivo yrelacional del lenguaje. Sin embargo, parece indiscutible que las líneas maestras deldesarrollo de la filosofía de Wittgenstein son más defendibles que las delpost-estructuralismo. Más que defender una «retirada al código», Wittgenstein tratade entender el carácter relacional de la significación en el contexto de las praxissociales. Su decidida preocupación por el lenguaje ordinario tiende a inhibir laatención prestada a la poesía, el arte o la literatura. Pero no parece que existanbarreras lógicas claras que impidan extender las ideas de Wittgenstein a estosdominios, y la explicación del lenguaje y del significado que puede generarse de lafilosofía de Wittgenstein (o al menos de ciertos conceptos básicos contenidos enella) es más elaborada que las ofrecidas por el estructuralismo y elpost-estructuralismo (extremo que desarrollaré más adelante).

Lo insatisfactorio de la tesis de la arbitrariedad del signo, tal como se difundióentre las tradiciones estructuralistas y post-estructuralistas, ha empobrecidoradicalmente las explicaciones del significado que han propuesto estas tradiciones.La preocupación por los significantes a expensas de los significados es, en granparte, un énfasis impuesto por esta circunstancia. Para Wittgenstein, el significadode las unidades léxicas se encuentra en la integración de lenguaje y praxis dentrodel complejo de juegos de lenguaje implicados en las formas de vida. Aunque escierto que esta concepción, tal como fue formulada por el propio Wittgenstein, dejaa un lado ciertos aspectos fundamentales del significado —en particular, el pro-blema de en qué sentido la comprensión del significado implica (si es queefectivamente implica) una captación de las condiciones de verdad de ciertas clasesde aserciones—, sin duda es una perspectiva de considerable fertilidad.

E1 descentramiento del sujeto

Aunque la expresión «descentramiento del sujeto» ha llegado a asociarse alestructuralismo y al post-estructuralismo de modo peculiar, las ideas relacionadascon ella derivan de muchas fuentes. Como los propios autores estructuralistas ypost-estructuralistas gustan de señalar, el psicoanálisis ya había mostrado que el yono era el dueño en su propia casa, y que sus características solo se revelan dando unrodeo a través del inconsciente. Aunque esta no era la interpretación de Sartre,puede considerarse que los escritos de Heidegger desde Ser y tiempo en adelanteafirman la primacía del ser sobre la conciencia (Heidegger: 1978). Además, existeuna nexo bastante claro entre Freud, Heidegger y Nietzsche. En efecto, los escritosde todos estos autores suelen figurar de forma prominente en la obra de los autoresrelacionados con el post-estructuralismo. Dicho esto, es evidente que podemosdistinguir los orígenes del concepto de «sujeto descentrado» en Saussure.

De acuerdo con Saussure, el lenguaje es un sistema de signos, constituido pordiferencias, con una relación arbitraria con los objetos. Si esto se refiere a losobjetos del mundo externo, debe también referirse a las características delproductor del lenguaje, el hablante. Igual que el significado de «árbol» no es elobjeto árbol, tampoco los términos que se refieren a la subjetividad humana, y muyen particular el «yo» del sujeto pensante o del sujeto agente, pueden ser estados deconciencia de aquel sujeto. Como cualquier otro término de un lenguaje, «yo» solose constituye como tal signo en virtud de sus diferencias respecto a «tú»,«nosotros», «ellos», etc. Como el «yo» solo tiene sentido en virtud de que es unelemento de una totalidad «anónima», no tiene sentido atribuirle ningún privilegiofilosófico distintivo. En Saussure esta idea no se desarrolla directamente; además,las propias concepciones de Saussure son algo confusas, debido a la persistencia deun cierto mentalismo en sus escritos. Por tanto, quedó para otros la tarea dedesarrollar lo que Saussure dejaba implícito, y estos no dudaron en llevarla atérmino: probablemente no haya tema alguno que aparezca de forma máspersistente en la literatura estructuralista y post-estructuralista.

Lévy-Strauss ha escrito menos explícitamente acerca del descentramiento delsujeto que la mayoría de sus sucesores. Sin embargo, en ciertos aspectos susescritos han sido la mediación principal entre Saussure y las críticas al«humanismo» de la filosofía post-estructuralista. Refiriéndose a su análisis de losmitos, Lévy-Strauss observa en una frase célebre que no pretende mostrar «cómopiensan los hombres en los mitos, sino cómo los mitos actúan en la mente de loshombres sin que estos sean conscientes de ello»; o, en otra oca-

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sión, «los mitos significan la mente que los desarrolla empleando el mundo del cualella misma forma parte" (Lévy-Strauss: 1969b, pp. 12, 341). No hay un «yo pienso»en esta caracterización de la mente humana. Las categorías inconscientes de lamente son el telón de fondo constitutivo frente al que existen los sentimientos dernismidad [selfhood]. La conciencia se hace posible por medio de estructurasmentales a las que no tiene acceso directo.

El descentramiento del sujeto surge bajo diversos aspectos en la literaturapost-estructuralista. En la discusión de Foucault del principio y el fin de la «edad delhombre» es sobre todo un conjunto de observaciones históricas sobre el desarrollode la filosofía occidental y de la cultura occidental en su totalidad. En Barthes, unaserie de afirmaciones sobre la naturaleza de los autores en relación a sus textos. EnLacan forma parte de un intento de reelaborar los conceptos principales delpsicoanálisis, prestando, naturalmente, una especial atención a la idea de que loinconsciente ejemplifica ciertas características del lenguaje. Todos ellos compartenuna clara actitud crítica hacia el cartesianismo y hacia toda filosofía (como ciertasversiones de la fenomenología) que trate la conciencia como un dato sobre el quepuede establecerse el fundamento de las pretensiones de conocimiento. El «pienso,luego existo» se descalifica por varias razones. El «yo» no es inmediatamenteaccesible para sí mismo, puesto que deriva su identidad de su inserción en unsistema de significaciones. El «yo» no es la expresión de un cierto núcleo demismidad continua que constituye su base. El «ser» sugerido en el «existo» no se damediante la facultad del sujeto para usar el concepto «yo». Se considera que lo queLacan llama «el discurso del Otro» es el origen tanto de la facultad del sujeto paraemplear el «yo» como de la afirmación de existencia del «yo existo». Como observaLacan: «el Otro es, por consiguiente, el lugar en el que se constituye el "yo" quehabla con el "él" que escucha, eso que es dicho por el que es ya la réplica, decidiendoel otro escucharlo haya hablado o no» (Lacan: 1977, p. 453).

Todos estos autores concuerdan en la irrelevancia del autor para lainterpretación de los textos. El escritor no es una presencia que de algún modo hayque descubrir tras el texto. Igual que la preeminencia atribuida al autor es unaexpresión histórica del individualismo de la Edad del Hombre, el «yo» del autor esuna forma gramatical más que un agente de carne y hueso. Como el texto seorganiza en función del juego interno de significantes, aquello que quien o quieneslo originaron trataron de poner en él es más o menos irrelevante para nuestracomprensión del texto. Los autores se encuentran en todos los lugares de sus textos,y por tanto en ninguno: como señala Barthes, «un texto es... un espaciomultidimensional en

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el que se fundan y chocan diversas escrituras, ninguna de las cuales es original»(Barthes: 1977, p. 146). Tampoco es esta, naturalmente, una conclusiónenteramente peculiar al estructuralismo o post-estructuralismo. La concepción de la«autonomía» de los textos a la que llega Gadamer, quien se basa principalmente enHeidegger, es en muchos aspectos claramente comparable con la que se alcanzó enlas tradiciones de pensamiento francesas (Gadamer: 1975). En ninguno de amboscasos se piensa que el autor tiene ningún tipo de relación privilegiada con su texto.Por consiguiente, el anál is is de los textos y la crítica literaria han de romperdecididamente con las concepciones «intencionalistas».

El del descentramiento del sujeto es, sin duda, un tema a considerar seriamentepor cualquiera que tenga in terés por la fi loso fí a o la teoría social modernas.Pero si bien probablemente ha de aceptarse la perspectiva básica, la elaboraciónconcreta de este tema en el estructuralismo y en el post-estructuralismo esdeficiente. Rechazar la idea de que la conciencia —sea la conciencia de sí o elregistro sensorial del mundo externo— puede ofrecer un fundamentación alconocimiento significa participar en una de las principales transiciones de lafilosofía moderna. Aquellas formas de filosofía (y por tanto los tipos de análisissocial basados en ellas) que presuman un acceso inmediato a la conciencia están porel momento enteramente desacreditadas. Como la mayoría de las escuelas depensamiento filosófico, y sobre todo la fenomenología, han estado estrechamenterelacionadas con estos puntos de vis ta , es inevitable que el rechazo de dichospuntos de vista también comprometa a estas escuelas. Pero los desarrollosestructuralistas y post-estructuralistas de la idea del descentramiento del su je toestán, de modo inevitable, estrechamente ligados a concepciones del lenguaje y delinconsciente relacionadas con la lingüística estructuralista y su influencia. El rodeopreciso para recuperar el «yo» no solo discurre en gran medida a través del lenguaje,sino que, además, también está filtrado a través de una particular teoría del lenguaje.Si consideramos el lenguaje en tanto que situado en el contexto de las prácticassociales, y rechazamos la d is t inción estructuralista y post-estructuralista entre loconsciente y lo inconsciente, alcanzamos una concepción diferente del sujeto hu-mano: la de dicho sujeto en cuanto agente. Este es otro de los temas sobre los quevolveré más adelante.

La escritura y el texto

Comparando a Wittgenstein con Derrida, es interesante considerar por qué elúltimo concede tan fundamental prioridad al tema de

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la escritura, mientras que en el primero apenas se da la preocupación por elsignificado de la escritura. La preocupación de Derrida por la escritura estáestrechamente ligada con su rechazo de la metafísica de la presencia. En palabrasde Derrida:

Ningún elemento puede funcionar como signo sin estar en relación con otro elemento que noestá simplemente presente. Este nexo significa que todo «elemento» —fonema o grafema—se constituye con referencia al trazo que dejan en él los restantes elementos de la secuencia...Nada, ni en los elementos ni en el sistema, está jamás presente o ausente sin más. (Derrida:1981, p. 92)

Por tanto, en opinión de Derrida es erróneo suponer que la escritura es un modoparticular de dar expresión al habla. La escritura —en el sentido ampliado queDerrida le atribuye— expresa con más claridad que el habla la naturaleza relacionalde la significación en cuanto constituida en el espacio y en el tiempo. Podríamosreferirnos, hablando con mayor exactitud, a la «ordenación temporal y espacial»[timing and spacing] de la significación, más que a su «ocurrencia» en un contextodado. Existen similitudes con lo que Wittgenstein diría en este punto con respecto ala «deconstrucción» de las cuestiones metafísicas relativas al tiempo y al espacio ycon respecto a su sugerencia de que el espacio-tiempo es constitutivo de laidentidad de los objetos y sucesos. Comentando críticamente las reflexiones de SanAgustín sobre la naturaleza del tiempo, Wittgenstein afirma que los enigmas conque lucha San Agustín están vacíos de contenido, pues se basan en la erróneaatribución de una esencia a la temporalidad. Lo que de verdad es preciso elucidar esla «gramática» del tiempo. El tiempo no tiene esencia, y por consiguiente no existeuna formulación abstracta que pueda expresar su naturaleza. Solo podemosexperimentar y observar la temporalidad en el desarrollo de los sucesos. Puedeaducirse que Wittgenstein no dio de hecho el siguiente paso, y que no trató, comoDerrida (y antes que él Heidegger) el tiempo como constitutivo de sucesos vobjetos. Pero pienso que no existe más forma de entender la filosofía deWittgenstein que suponer que esta idea es intrínseca al análisis que desarrolla.

Las luchas de Wittgenstein con la forma —su aversión a escribir en un estilonarrativo y el aparente desorden de sus Investigaciones filosóficas— guardan unaclara afinidad con el uso que hace Derrida de varios tipos de innovaciones gráficas;pues ambos escritores desean expresar concepciones refractarias a la«descripción». Los dos afirman que no es la presencia de algún tipo de realidad,física o mental, lo que sirve para fundamentar los componentes significativos de lossistemas de significación.

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Pueden entenderse las limitaciones de la concepción de la escritura de Derridacuando consideramos las implicaciones de su «ordenación temporal y espacial». Laconcepción de la escritura de Derrida es un desarrollo directo de la separaciónsaussuriana del significante de un mundo externo de objetos y sucesos. Derridaparticipa en la «retirada al texto», al universo de significantes, característica de lastradiciones de pensamiento estructuralistas y post-estructuralistas en su conjunto. Su«texto» es el del juego de diferencias intrínsecas a la significación en cuanto tal.Aunque el concepto de différance le permite a Derrida comprender la temporalidad,su tratamiento del espacio es puramente nominal. O, dicho de otro modo, aunquehabla de «ordenación temporal y espacial», a todos los efectos ambas cosas sonidénticas. La «extensión» de la escritura está implicada en la ordenación de lossonidos o los signos escritos, pero este es un fenómeno exactamente idéntico a sudiferenciación temporal. La descripción del carácter relacional de la significación deWittgenstein tal como se expresa en la organización de prácticas sociales, sinembargo, no implica que el tiempo se colapse en el espacio. El espacio-tiempo noentra en la estructuración de la significación a través de la dimensión «horizontal»de la escritura —conceptualizada incluso como proto-escritura—, sino a través de lacontextualidad de la propia praxis social. Durante mucho tiempo, la idea de que elsignificado de las palabras o proposiciones consiste en su uso confundió a losfilósofos influidos por Wittgenstein; pues podría parecer que de esto se sigue que loúnico que hacemos es sustituir «uso» por los objetos a los que, según las anterioresteorías del significado, corresponden las palabras. Pero lo que está en cuestión no esel «uso», sino el proceso de usar las palabras y frases en contextos de conductasocial. El significado no es construido por el juego de los significantes, sino por laintersección de la producción de significantes con objetos y sucesos del mundo,enfocada y organizada por el individuo que actúa. Si esta concepción es básicamentecorrecta, hemos de cuestionar la prioridad que Derrida confiere a la escritura sobre elhabla. Pues el habla —o, más bien, la conversación informal— recupera la prioridadsobre otros medios de significación. La conversación informal que se lleva a cabo enlos contextos cotidianos de actividad es el principal «vehículo» de significación,porque actúa en contextos conductuales y conceptuales saturados. La escritura (enun sentido convencional más restringido) tiene ciertas propiedades distintivas quesolo pueden ser explicadas con precisión contrastándolas con el carácter de laconversación cotidiana. Es más: la constitución del significado en este tipo deconversación es la condición de las propiedades significantes de la escritura y lostextos.

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El énfasis de Derrida en la escritura inspira toda una filosofía. Pero hay otrostres sentidos, de menor importancia, en los que las tradiciones de pensamientoestructuralistas y post-estructuralistas tienden a generar una preocupación por laescritura. Uno se refiere al nexo entre escritura y poder. Tanto en Lévy-Scrausscomo en Foucault este tema se estudia mediante la relación entre oralidad yescritura. Supuestamente, el método estructuralista de Lévy-Strauss solo se aplica aculturas orales. Las sociedades sin escritura son "culturas frías» porque existendentro del marco de una tradición reiterada, transmitida mediante el ejemplo y lapalabra hablada. Las civilizaciones suponen la existencia de la escritura, que es enprimer lugar y sobre todo un instrumenta del poder administrativo, no simplementeun nuevo modo de expresar lo que ya se había formulado de forma oral. La escriturano solo genera la «historia", sino que también exige nuevas formas de ajuste almundo social y material. La sociedad y la naturaleza pasan a considerarse desde elpunto de vista del dinamismo y la transformación, no ya desde el de la saturación delpresente por el pasado. En la obra de Lévy-Strauss este tema nunca se desarrolla condetalle, pues no propone un análisis de las civilizaciones. Antes bien, las sociedadescon escritura forman un telón de fondo en contraste con el cual se pueden concretarcon mayor facilidad las características distintivas de las culturas orales.

En Foucault se manifiesta de forma mucho más directa y extensa unapreocupación por los nexos entre escritura, oralidad y poder. Foucault muestra queel discurso de las ciencias sociales y de la psiquiatría no forma simplemente unconjunto de teorías y hallazgos sobre un objeto «dado». Por el contrario, losconceptos y generalizaciones desarrollados en estas disciplinas llegan a constituirnuevos ámbitos de operación del poder. Tales ámbitos de poder son codificadosmediante la escritura, y dependen de ella. El mantenimiento de registros escritos—como, por ejemplo, el registro de las actas de los tribunales o de las historiasclínicas psiquiátricas— es esencial para las formas de organización disciplinar queFoucault trata de analizar.

Al mismo tiempo que la escritura «hace historia» mediante el registro de losacontecimientos, aquellos cuyas actividades no llegan a la atención de losregistradores son excluidos de la «historia». Es decir, que si bien, como es natural,sus actividades constituyen «historia» en el sentido de decurso de acontecimientos,ni sus acciones ni sus ideas forman parte de esa apropiación reflexiva del pasadoque es la historia escrita. Como Foucault señala en Yo, Paul Riviére (1978), elhistorial de un criminal o de un vagabundo es uno de los escasos modos que tienende figurar en el campo de discurso de la

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historia escrita aquellos que, de ordinario, no son registrados en ella.Un segundo sent ido en el que el tema de la escritura es recurrente en el

estructuralismo y el post-estructuralismo es como simple fascinación por los textosen general. Al bosquejar un programa semiológico, Saussure introdujo laposibilidad de estudiar sistemas de signos más allá de los materiales textuales. Nose ignoró esta invi tación a un desarrollo de la semiología, y muchas obrassubsiguientes desarrollaron la idea de que toda diferencia cultural puedesuministrar un medio de significación. Pero aunque la idea de una disciplinasemiológica unificada, o semiótica, t iene sus defensores, hemos de decir que, enconjunto, el estudio de los signos culturales sigue siendo una empresa escasamentedesarrollada. Quienes se encuentran bajo la influencia del estructuralismo y delpost-estructuralismo siguen volviendo al texto como su principal preocupación.Seguramente no es una casualidad que estas tradiciones de pensamiento hayantenido mayor influencia en el campo de la l i tera tu ra que en ningún otro ámbito.

La atención excluyente que se presta a los textos simboliza algunos de lospuntos más fuertes, al tiempo que mas débiles, de las tradiciones estructuralistas ypost-estructuralistas. Por un lado, ha permitido a autores pertenecientes a dichastradiciones desarrollar análisis sin parangón en la filosofía anglosajona. La teoríadel texto se hace esencial para cier tas cuestiones filosóficas elementales y seelucida mediante la consideración de estas cuestiones. Dejando aparte a quienespertenecen al campo relativamente especializado de la crítica l i teraria, losfilósofos y teóricos sociales anglófonos han hecho una contribución muy escasa atal discusión. Por otra parte, la preocupación absorbente por los t e x to s reflejalimitaciones en las teorías de la naturaleza de la significación, deficiencias que seremontan a Saussure. La tesis de la arbitrariedad del signo, tal como la desarrollóSaussure, tiende a el idi r la diferencia entre tex tos que pretenden proponer algúntipo de descripción verídica del mundo y los textos de ficción . El valor positivo detal elisión se demuestra fácilmente, por ejemplo, en los su ti les tratamientos deluso de mecanismos figurativos en textos científicos. Sus debilidades son mani-fiestas por lo que respecta al problema básico que ha obsesionado a estastradiciones: cómo volver a relacionar el texto con el mundo exterior. Lastradiciones estructuralistas y post-estructuralistas no solo no han logrado generarexplicaciones satisfactorias de la referencia, explicaciones capaces de hacercomprensibles los logros científicos, sino que han dejado a un lado de forma más omenos total el estudio de la conversación ordinaria. La conversación ordinaria esprecisamente aquel «instrumento para vivir en el mundo» en el que engarzan lareferencia y el significado. Creo que es esto, como mí-

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nimo, lo que ocurre, y pienso que el ahondar en esta cuestión puede permitirnosabordar algunas de las deficiencias más profundas del estructuralismo y delpost-estructuralismo.

El tercer sentido en que estas tradiciones de pensamiento tienden a producir uninterés por la escritura se refiere a la escritura como proceso activo. El término«escritura» es ambiguo, pues puede referirse a lo que se registra en un medio dado oal propio proceso de elaborar tal registro. Con respecto al segundo de estossignificados, el término «escritura» ha venido a adoptar el significado particular deredacción de libros de imaginación o invención. En la cultura moderna existe lainclinación a otorgar una estima especial al «escritor», o autor literario. Al fijar suatención en el tema del «autor», los estructuralistas han podido hacer contribucionesesenciales a nuestra comprensión de la producción cultural. En este punto esevidente que existe un solapamiento muy importante con el tema más general deldescentramiento del sujeto. No se descubrirá en el individuo o individuos que losescribieron la fuente de la creatividad que se manifiesta en los textos. El textogenera su propio y libre juego de significados, constantemente abierto a laapropiación y reapropiación por diferentes generaciones de lectores. También aquíexisten nexos interesantes entre el estructuralismo, el post-estructuralismo y losrecientes desarrollos de la hermenéutica. En la obra de Gadamer y otros autores,como ya he mencionado anteriormente, encontramos también una afirmación de laautonomía del texto con respecto a su autor y un énfasis en la multiplicidad delecturas que puede generar un texto. Los procesos de escritura y lectura se entretejeníntimamente, y la lectura se considera la estabilización temporal del espectroindefinido de significados generado por los procesos de escritura. Pero una vez másencontramos debilidades características. A veces se describe la escritura como si lostextos se escribieran a sí mismos; el relegar al autor al papel de un oscuro ayudantede la escritura es manifiestamente insatisfactorio. Podemos aceptar la importanciadel tema del descentramiento del sujeto, y por tanto la necesidad de elaborar unaidea de lo que es un «autor». Pero no captaremos adecuadamente el proceso deescritura a menos que podamos recombinar los elementos «descentrados». En miopinión, el estructuralismo y el post-estructuralismo han sido incapaces de elaborarexplicaciones satisfactorias de la agencia humana, en gran parte a causa de lasdeficiencias que ya se han mencionado, y esta debilidad reaparece en forma de latendencia a equiparar la producción de textos a su «productividad» interna.

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Historia y temporalidad

Podría parecer que el tema de la temporalidad se encuentra totalmentereprimido en los escritos de Saussure. Después de todo, la mayor innovación deSaussure consistió en tratar la langue como si tuviera una existencia extratemporal.Mientras que las lingüísticas anteriores se habían centrado en seguir los cambios enel uso de los componentes de la lengua, Saussure situó el lenguaje en cuanto sis-tema en primera línea del análisis lingüístico. La langue no existe en un contextoespacio-temporal: se construye infiriéndola de la praxis real de los hablantes de unlenguaje. Naturalmente, Saussure reconoció la diferencia entre el estudiosincrónico propio del análisis de la langue y el estudio diacrónico propio delseguimiento de los cambios reales del uso lingüístico. Pretendiera o no Saussureotorgar prioridad a la sincronía sobre la diacronía, lo cierto es que gran parte de laatracción que más tarde despertaron sus escritos concierne al análisis de laspropiedades de la langue. Resulta paradójico que sea este énfasis lo que haestimulado una preocupación recurrente por la temporalidad en el pensamientoestructuralista y post-estructuralista.

Algunas de las cuestiones aquí implicadas se manifiestan con bastante claridaden la obra de Lévy-Strauss. La represión metodológica del tiempo que conlleva elconcepto de Iangue de Saussure es traducida por Lévy-Strauss a la represiónsustantiva del tiempo que implican los códigos organizados mediante el mito. Losmitos, más que despojar la vida social de su temporalidad, lo que hacen es procuraruna determinada movilización del tiempo, separándolo de lo que más tarde seentiende por «historia». La idea de tiempo reversible de Lévy-Strauss se contrastadeliberadamente con el movimiento del tiempo en la historia, entendiendo«historia» como esquema lineal del cambio social (Lévy-Strauss: 1966). ComoLévy-Strauss ha subrayado en su debate con Sartre, la preocupación por la historiano es necesariamente lo mismo que la preocupación por el tiempo. La máximamarxista de que «los seres numanos hacen la historia», más que representar unadescripción de la existencia pasada de la humanidad considerada en su conjunto,expresa en realidad la dinámica de una cultura particular. Las culturas «calientes»existen en intercambio dinámico con su entorno, y se movilizan internamente en lapersecución de la transformación social. La cultura moderna acelera de formaesencial este dinamismo. Por tanto, la historia se convierte para nosotros en eldesarrollo lineal de las fechas en las que se desarrollan ciertas formas de cambio.Las culturas orales son genuinamente «prehistóricas» comparadas con estedinamismo. Para ellas el tiempo no se moviliza como historia. De este modo, la es-

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critura de la historia está en relación con esa misma historicidad que separa lasculturas «calientes» de sus precursoras orales.

Aunque con frecuencia se ha tachado de ahistórica la concepción de lasestructuras mentales de Lévy-Strauss, sería más exacto considerar que lo que élpretende es ofrecer una explicación sutil y matizada de lo que significa la historiacon relación a la temporalidad. A Lévy-Strauss se le ha llegado a acusar a veces de«anti-histórico», pero tal crítica no acierta a distinguir la sutileza con que sudiscusión contrasta tiempo e historia. No cabe duda de que la forma levy-straussianadel estructuralismo no se ha demostrado refractaria a la historia, como algunos hanpretendido. Lévy-Strauss lleva efectivamente a cabo lo que Foucault denominaríamás tarde una «arqueología», excavando bajo la conciencia histórica de las culturascalientes para sacar a la luz la base de temporalidad que caracteriza a aquellasformas de cultura que dominan la «historia» humana.

En Derrida, la temporalidad aparece, naturalmente, como un elementofundamental de la crítica a la metafísica de la presencia. Diferir de algo es tambiéndiferir algo, y se considera que el tiempo es inseparable de la naturaleza de lasignificación. El deslizamiento de la presencia hacia la ausencia se convierte en elinstrumento para la comprensión de la temporalidad. Aquí no se trata tanto de la«historia», real o escrita, como de la comprensión del ser en cuanto que deviene. Eltiempo es para Derrida una cuestión íntimamente ligada a su estimación de laslimitaciones del estructuralismo tal como lo ejerce Lévy-Strauss. Forma parteintrínseca del proceso por el cual la significación genera un juego de significados(Culler: 1979). En palabras de Culler, al sustituir la «angustia del retorno in f in i topor el placer de la creación infinita», Derrida afirma el carácter evanescente de losprocesos de significado: todo debe entenderse «como un movimiento activo, unproceso de desmotivación, y no como la estructura dada de una vez por todas»(Derrida: 1981, p. 103). Ya he criticado este punto de vista, pero añadiría que latendencia a reducir el tiempo al espacio de significación imposibilita de hecho tratarde forma satisfactoria las relaciones espacio-temporales dentro de las cuales se da lapraxis significativa.

Foucault escribe como historiador, y en su obra se estudian sobre todo lostemas de la temporalidad y el análisis estructural. La crítica de Foucault a la«historia continua» está, en su opinión, estrechamente relacionada con la necesidadde descentrar el sujeto. La historia no solo carece de una teleología global, sino quetampoco es, en un aspecto importante, el resultado de la acción de los sujetoshumanos. Los seres humanos no hacen la historia; por el contrario, la historia hacelos seres humanos. Es decir, la naturaleza de la sub-

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jetividad humana está configurada en y por los procesos de desarrollo histórico. Lahistoria continúa depende de

la certeza de que el tiempo no dispersará nada sin devolverlo como unidadreconstituida; la promesa de que algún día el sujeto —en forma de concienciahistórica— volverá a apropiarse de, a tomar de nuevo bajo su dominio todasaquellas cosas que se mantienen distanciadas mediante la diferencia, y a encontraren ellas lo que podríamos llamar su morada. (Foucault: 1973, p. 12)

El estilo de historia que escribe Foucault no discurre, por tanto, enconcordancia con el tiempo cronológico. No depende de la descripción n ar r a t i v ade una secuencia de acontecimientos. La lectura de Foucault no es una experienciaagradable para quienes están acostumbrados a formas más ortodoxas de escribirhistoria. Los temas no se discuten en orden temporal, y hay cortes en la descripcióncuando el lector espera continuidad. Hay muy pocas indicaciones sobre lasinfluencias causales que pueden actuar en las transformaciones o cambios queanaliza Foucault. Por oscuras que puedan ser en tantas ocasiones sus reflexionesepistemológicas, Foucault manifiesta con suficiente claridad que su estilo históricose deriva de una particular concepción del tiempo y de la naturaleza histórica de laescritura que tiene por objeto la historia. El pasado no es un área de estudio formadapor la secreción de tiempo. Si puede decirse que el transcurrir del tiempo pasadotiene alguna forma, dicha forma es la del entrecruzamiento de estratos deorganización epistémica, estratos que deben ponerse al descubierto por medio de la«arqueología». Hay algo más que un eco de Lévy-Strauss en la idea foucaul-t ianade que la historia es una forma de conocimiento entre otras —y, por supuesto, comootras formas de conocimiento, un modo de movilizar poder.

El haber separado el tiempo de la historia, el haber mostrado que existenpropiedades de los sistemas de significación que existen independientemente delespacio y del tiempo, y el haber relacionado estas propiedades con una revisión dela naturaleza del sujeto humano constituyen los logros principales delestructuralismo y post-estructuralismo. Pero en estos aspectos, igual que en los quese han discutido previamente, los resultados no son del todo satisfactorios. Laforma de escribir historia de Foucault tiene, sin duda, gran valor revulsivo. Pero apesar de sus elaboradas discusiones metodológicas, el modo en que practica lahistoria no deja de ser sumamente idiosincrásico. No se consigue una unificaciónverdadera entre la diagnosis de epistemes en tanto que existentes«extratemporalmente» y el proceso generativo implicado en la organización y elcambio históricos. Una vez descentrado el sujeto, Foucault no es más capaz de

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desarrollar una explicación convincente de la agencia humana que otros autorespertenecientes a las tradiciones estructuralista y post-estructuralista. Puedeaceptarse sin dificultad que la «historia no tiene sujeto». Pero la historia deFoucault tiende a no tener ningún sujeto activo en absoluto. Es historia desprovistade agencia. Los individuos que aparecen en los análisis de Foucault se muestranimpotentes para determinar sus propios destinos. Además, esa apropiaciónreflexiva de la historia, esencial para la historia en la cultura moderna, no apareceen el nivel de los propios agentes. El historiador es un ser reflexivo, consciente dela influencia de la escritura de la historia sobre la determinación del presente. Peroesta cualidad de autocomprensión no parece extenderse a los propios agenteshistóricos.

Significación, producción cultural y escritura

No puede desarrollarse una teoría satisfactoria de la producción cultural amenos que dispongamos de una explicación adecuada de la naturaleza de losagentes humanos. Al exigir una «teoría del sujeto» en lugar de la hipótesis de quela subjetividad es el fundamento inmediato de la experiencia, el estructuralismo ypost-estructuralis-mo han hecho una contribución importantísima, aunque noprivativa de estas tradiciones de pensamiento. Pero es esencial insistir en lanecesidad de una interpretación del agente y no del sujeto, y de la agencia en vezde la mera subjetividad. Los «sujetos» son, en primer lugar y sobre todo, agentes.Al explicar la agencia humana es necesario destacar dos elementos que las teoríasestructuralistas suelen omitir o subestimar. Uno es lo que en otro lugar he llamado«conciencia práctica», el otro la contextualidad de la acción. El pensamientoestructuralista tiende a operar en términos de un constraste entre lo consciente y loinconsciente. Para Lévi-Strauss y Lacan, el inconsciente es la «otra cara» dellenguaje. El inconsciente es lo que no puede decirse con palabras pero posibilitaese «decir». Ahora bien, podemos aceptar que el concepto del inconsciente esnecesario para lograr una explicación comprehensiva de las razones por las que losagentes humanos actúan como lo hacen. Podemos aceptar también que la relaciónentre lo que se puede y lo que no se puede expresar con palabras tiene unaimportancia fundamental para la actividad humana. Sin embargo, si, a diferenciadel estructuralismo y del post-estructuralismo, tratamos de captar la vida humanadesde marcos de acción práctica, alcanzamos una visión que difiere de la que escaracterística de estas escuelas de pensamiento. Como propone Wittgenstein, loque no puede decirse es lo que ha de hacerse.

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La acción humana no se desarrolla como resultado de impulsos programados. Alcontrario, forma parte intrínseca de la actividad de los seres humanos el control deesa misma actividad. De ordinario, este control no se expresa discursivamente; seejerce en el nivel de la conciencia práctica. Sin embargo, es extraordinariamenteelaborado, y constituye una característica constante de las actividades humanas,incluso de las más triviales.

Al hablar de la contextualidad de la acción trato de reelaborar la distinción entrepresencia y ausencia. La vida social humana puede entenderse en función de lasrelaciones mutuas entre individuos que «se mueven» a través del espacio y deltiempo, que vinculan la acción y el contexto y diferencian los contextos. Loscontextos conforman las «situaciones» de la acción, situaciones a cuyas cualidadesrecurren continuamente los agentes al orientar recíprocamente lo que hacen y dicen.(Giddens: 1984, capítulo 1). La conciencia común de estas situaciones de acciónconstituye un elemento de afianzamiento en el «conocimiento mutuo» mediante elque los agentes hacen inteligible lo que los demás dicen y hacen. El contexto no hade confundirse con los rasgos que constituyen la idiosincrasia de un ámbitodeterminado de la acción. Las situaciones de la acción y de la interacción, repartidasa lo largo del tiempo y del espacio y reproducidas en el «tiempo reversible» de lasactividades cotidianas, son esenciales para la estructuración que poseen tanto lavida social como el lenguaje.

En esta concepción se supone que la significación está saturada en lassituaciones de acción práctica. Los significados generados en el lenguaje noexistirían de no ser por la naturaleza situada, aunque reproducida, de las praxissociales. La ordenación espacial y temporal tienen una importancia básica para lageneración y el mantenimiento del significado, tanto por lo que se refiere a laordenación de las situaciones como al uso reflexivo de estas situaciones paraformular el intercambio verbal. En vez de referirnos al «habla», con susconnotaciones formales, hablaremos de la «conversación informal». Laconversación informal, el intercambio casual de conversación en las situaciones dela vida social cotidiana, es la base de todos los aspectos más elaborados yformalizados del uso del lenguaje; esta es, al menos, la posición que quierodefender aquí. La conversación informal, como ha mostrado mejor que nadieGarfinkel, actúa mediante la indexicalidad del contexto y los «recursos metódicos»que utilizan los agentes para crear un mundo social «con sentido» (Garfinkel:1984). No debe identificarse la indexicalidad con la dependencia del contexto. Talidentificación fue uno de los principales problemas con que tropezaron las primeraselaboraciones de los estudios etnometodológicos. La indexicalidad se refiere tantoal uso de

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la situación para crear una independencia respecto al contexto como al uso deelementos específicos de un tiempo y un lugar determinados para generar elsignificado. El hecho de que el significado se crea y mantiene mediante el uso derecursos metódicos es fundamental para corregir los errores del estructuralismo ydel post-estructuralisrno. El significado no está incorporado a los códigos o seriesde diferencias relacionados con la langue. El uso de cláusulas «etcétera»,- de laformulación y de otros recursos metódicos organiza el significadocontextualmente. Un hablante competente no solo domina series de normassintácticas y semánticas, sino también la gama de convenciones relativas a lo que«ocurre» en los contextos cotidianos de la actividad social.

El análisis cultural se centra en la relación entre el discurso y lo que a partir deahora voy a denominar «objetos culturales». Por objetos culturales entiendoartefactos que trascienden los contextos de presencia/estado pero que son distintosde los objetos en general en la medida en que incorporan formas de significación«ampliadas». De acuerdo con esta definición, los textos son el tipo de objetosculturales por excelencia; sin embargo, en la modernidad hemos de contar entreestos objetos culturales los medios de comunicación electrónica. En ciertosaspectos los objetos culturales se diferencian claramente de la «transmisión» dellenguaje en cuanto conversación informal. Podemos enumerar estas característicasde la siguiente manera:

1. Los objetos culturales implican un distanciamiento entre el «productor» yel «consumidor». Dichos objetos comparten esta cualidad con todos losartefactos materiales. Todos los artefactos, no solo los objetos culturales,implican un proceso de «interpretación» distinto en parte del control de laconversación informal en contextos de co-presencia. En la conversacióninformal ordinaria los individuos emplean continuamente diversosaspectos de la situación para entender a los demás y para «adaptar» lo quedicen a dicho proceso de entendimiento. La interpretación de los objetosculturales se verifica en ausencia de determinados elementos delconocimiento mutuo que se dan en la co-presencia dentro de una situación,y sin el control coordinado que los individuos presentes ejercen como partede la conversación informal.

2. Como consecuencia de esto, el «consumidor» o receptor adquiere mayorimportancia que el productor en el proceso interpretativo. En los contextosde co-presencia la producción e interpretación de los actos de hablatienden a tener una

relación estrecha, como p ar t es de la naturaleza secuencial yparticipativa de la conversación.

3. Los objetos culturales, en tanto que diferentes de los artefactos en general,tienen las siguientes características:

(a) Un medio duradero de transmisión a través de los contextos. Debeentenderse que «medio» se refiere tanto a la sustancia física del objetocultural como a los modos a través de los cuales se difunde end i s t i n to s contextos.

(b) Un medio de almacenamiento. En el caso de los objetos culturales estoimplica codificación. «Almacenamiento» s ign i f i ca en este casodejar huellas mediante las cuales puede «recuperarse» la informaciónde la evanescencia de la conversación. La información no puedealmacenarse igual que los recursos materiales. La información sealmacena —afirman los estructuralistas y post-estructuralistas—como especificación de diferencias. La «codificac ión » se refiere alas propiedades ordenadas de las diferencias entre las huellas.

(c) Un medio de recuperación. Recuperar la información significadominar las formas de codificación que esta incorpora. Larecuperación presupone un agente humano que posea determinadascapacidades, como la de leer, y puede también implicar, al menos enla época moderna, el uso de instrumentos mecánicos sin loscuales es imposible acceder al material codificado.

La naturaleza de los objetos culturales únicamente puede entenderse con relación ala conversación. Todos admitimos que existe una relación estrecha entre cultura,lenguaje y comunicación. De acuerdo con las observaciones precedentes, estarelación debería entenderse en función del papel básico que la conversacióndesempeña en la generación y mantenimiento del significado en contextos deacción práctica y de co-presencia. El lenguaje es un medio de comunicación, perola comunicación no es el «objetivo» de la conversación. Antes bien, laconversación expresa y se expresa en las múltiples y variadas actividades queinspira. La importancia de los objetos culturales o informativos consiste en queintroducen mediaciones nuevas entre la cultura, el lenguaje y la comunicación. Enla conversación, el agente y la situación son los medios por los cuales la cultura sevincula a la comunicación. En los contextos de acción práctica, la comunicaciónmediante la conversación siempre tiene que ser «elaborada» por los interlocutores,aunque la mayor parte de tal «elaboración» se lleva a cabo rutinariamente comoparte del

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proceso de control reflexivo en el control práctico. Los objetos culturalesrompen esta simetría. Como el lenguaje en cuanto «transmitido» por losobjetos culturales ya no es conversación, pierde la saturación de laspropiedades referenciales que posee el uso del lenguaje en los contextos de laacción cotidiana. Como huella visible o recuperable, aislado de la inmediatezde los contextos de conversación, el significante adquiere una importanciapeculiar. La preocupación del estructuralismo y el post-estructuralismo porla escritura y el significante a expensas de lo significado seguramente tieneaquí su origen. Al mismo tiempo, la diferenciación del significante de loscontextos prácticos de acción da un nuevo valor a la comunicación debido almayor esfuerzo interpretativo necesario. La comunicación deja de ser algoque se da más o menos por supuesto como consecuencia de los procesosmetodológicos implicados en el mantenimiento de las conversaciones. Paraforjar el nexo comunicativo entre el objeto cultural y su intérprete es precisollevar a cabo tareas hermenéuticas más definidas y explícitas. Admitido esto,no es sorprendente que como disciplina formal la hermenéutica surgiera apartir de las dificultades que conlleva la interpretación de textos. Si en elestructuralismo o post-estructuralismo nunca ha sido particularmentedestacado el elemento hermenéutico, esto se debe a que la significación se hatratado sobre todo en función de la organización interna de códigos, o comojuego de significantes, más que como «recuperación del significado».

¿Qué es la escritura y en qué medida contribuye la propia escritura a laautonomía de los textos? ¿Qué relación tienen, si es que tienen alguna, lasintenciones del autor al escribir los textos con la interpretación queposteriormente se hace de ellos? ¿Debe una «teoría del texto» seresencialmente una teoría de la lectura? Estas preguntas deben afrontarse araíz del impacto del estructuralismo y post-estructuralismo, que, comomínimo, nos han obligado a considerarlas de un modo nuevo.

La mejor forma de explicar qué es el lenguaje o la significación no es laescritura. Derrida se equivoca en esto. Debemos afirmar no la prioridad delhabla, sino la de la conversación sobre la escritura. Pero esto no debehacernos suponer que la escritura es simplemente una «representación» de laconversación. No puede serlo por las razones ya mencionadas. Igual que lainvención de la escritura introdujo un elemento nuevo en la historia, laproducción de textos posee cualidades distintas a las de la conversacióncotidiana No cabe duda de que los orígenes de la escritura son relevantes paracaptar su significado genérico. La escritura no surge en un principio comomedio de describir los objetos o sucesos del mundo. La escritura fueoriginalmente un simple modo de registro; almacenamien-

to en forma pura. En los primeros estados agrarios la escritura era un instrumentoadministrativo que posibilitaba la coordinación de los recursos materiales y la acciónhumana a través del tiempo y del espacio. Por tanto, la escritura nunca fue una«traducción» de lo verbal a lo visual. Señalaba y expresaba nuevos modos decoordinar las actividades en el tiempo y en el espacio. Los primeros textos—listas, cotejos de artículos— no tienen autor. Más importante que las personas quelos produjeron es para quién fueron producidos y qué uso se hizo de ellos (Giddens:1981).

Esto indica claramente que la escritura diverge de la conversación no solo enrelación a las características intrínsecas de cada una, sino también en relación a lasformas generales de organización social en que se encuentran situadas. En ciertosentido, la escritura da una primacía a la «ordenación temporal» sobre la«ordenación temporal» que no se encuentra en la conversación. Seguramente esto esmás importante que el mero hecho de que la escritura sea visual y la conversaciónacústica. La conversación (en contra de la opinión de Saussure) es secuencial y serial,no lineal. La escritura no tiene diferenciación temporal a pesar de que, obviamente, taldiferenciación es inherente a todo proceso de lectura de un texto. Por otra parte, elorden espacial de la escritura, al ser «extratemporal», no le impone al lector losmismos límites de secuenciación propios de la conversación. Es decir, el lector notiene por qué seguir un texto paso a paso, pues puede leer el final antes que elprincipio, etc.Una vez que trasciende el mero listado, la escritura se abre al «arte», cosa que noocurre del mismo modo con la conversación. Incluso las formas más triviales deconversación cotidiana implican una gran técnica y presuponen un intensoaprendizaje. La conversación puede convertirse en arte en el sentido de que puedenemplearse formas particulares de convención o invención para lograr ciertos finesexpresivos o comunicativos. La narración de historias, la conversación ingeniosa, laretórica y el drama existen en todos los tipos de sociedad. El «éxito» de estas formasverbales, sin embargo, depende directamente de su representación en contextos deco-presencia. La escritura como arte, concebida como proceso de producción más quecomo forma dada, tiene características considerablemente distintas. La escritura no esuna representación ante una audiencia. Las facultades de un escritor no dependen desu capacidad para emplear las cualidades disponibles en los contextos de co-presenciacon el fin de influir en los demás de la forma deseada. Además, la conversación es,necesariamente y de una forma en que no lo es la escritura, una producciónindividualizada. El habla tiene carácter secuencial porque solo un hablante puedehablar en un momento determinado en un contexto de co-presencia dado. En el caso

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de la escritura no suele importar a efectos de juzgar el «éxito» de un texto el quefuera un individúo o varios quienes lo produjeron.Los textos, sea cual sea su longitud, han de producirse a lo largo dedeterminados periodos de tiempo, periodos que pueden ser muy largos.Aunque incluso en la conversación más casual se «elabora» la construcción delsignificado, los textos tienden a ser una «obra» en un sentido más amplio; es un«trabajo» en el que pueden confluir disciplina y originalidad en laconformación de la ordenación espacial de la escritura.

El lenguaje ordinario está «abierto» en un sentido importante. La mayoríade las palabras y frases usadas en la conversación cotidiana no tienendefiniciones léxicas precisas. Pero, como mostró Wittgenstein, el lenguajeordinario no es por ello necesariamente vago o indefinido. Lo que confiereprecisión al lenguaje ordinario; es su uso en un contexto. Los interlocutoresusan la situación conversacional para definir la naturaleza de lo dicho. El tipode apertura de la escritura es bastante diferente, cosa que puede quedar ocultapor el hecho de que tanto en la comunicación como en la escritura puedenusarse formas lingüísticas similares, tales como la metáfora y la metonimia. Laapertura de la escritura deriva de su «suspensión" de la referencia. Debemosdefinir cuidadosamente qué significa esto.Las propiedades referenciales de la escritura no dependen de las cualidadesreferenciales de la conversación, aunque siempre son parasitarias respecto deellas. Por lo general, el significado y la referencia están estrechamentecombinados en la conversación, pero no porque la conversación esté en modoalguno orientada principalmente hacia la descripción, sino porque se lleva acabo y se organiza en contextos prácticos de acción. Es decir, el significado sesustenta mediante la vinculación constante de la conversación a lasmodalidades de la experiencia cotidiana. Las propiedades referenciales de laescritura no pueden estar vinculadas a las situaciones del mismo modo. Porconsiguiente, incluso la proposición más directa y neutramente referencialpuede interpretarse en sentido retórico y figurativo, y a la inversa. Comodemuestran ejemplos tomados del haiku japonés, si es que este precisademostración, una lista muy bien puede leerse como si fuera un poema.

Todas estas consideraciones son relevantes para la cuestión de laautonomía de los textos. El tradicional problema de en qué medida puedeentenderse un texto sin referencia a las intenciones de su autor puedeabordarse a la luz de estas consideraciones y de la teoría de la agencia antesmencionada. Los agentes, como señala Schütz, tienen proyectos globales conarreglo a los cuales se organiza la intencionalidad de sus actividades (Schütz:1972). La escritura de un texto; puede implicar dicho o dichos proyectos. Esdecir, un autor puede

"pensar en determinados objetivos al crear un texto dado. Sin embargo esimprobable que estos sean tan relevantes para la comprensión del texto comopara el proceso de control reflexivo que conlleva el gira-bajo de construccióndel texto. Un texto es, repitámoslo, una "obra» en el sentido de que conllevaun proceso crónico de producción «controlada». Un «autor» no es por tanto niuna amalgama de intenciones ni una serie de depósitos o huellas que hanquedado en el texto. El autor es más bien un productor que trabaja ensituaciones específicas de acción práctica.

Esto no resuelve el problema que ha polarizado la discusión de lanaturaleza de los textos, la cuestión de hasta que punto puede establecerse unainterpretación «correcta» de un texto con relación a las intenciones de su autor.En contra del «relativismo textual», Hirsch y otros han sostenido que laintención del autor ofrece una base para la recuperación del significado originalde un texto. Ahora bien, aquí solo puede entenderse «intención» como«proyecto» en el sentido de Schütz. Pero es fácil ver que, probablemente, losproyectos que llevan a un autor a producir un texto solo tienen unaimportancia marginal para quien lo lee. Los autores pueden decidirse aescribir un texto dado por diversos motivos particulares: para adquirir fama,conseguir dinero, para su propia satisfacción, etc. Además, no tiene muchosentido preguntar qué es lo que «significa» un texto en su conjunto. Es muchomás probable que preguntemos qué quiso decir un autor, o qué argumentos sehilvanan en un texto, que preguntemos qué es lo que un texto quiere decir en suconjunto; lo que está en consonancia con la forma en que usamos la frase«¿Qué querías decir?» en la conversación cotidiana. Cuando dirigimos a lostextos este tipo de pregunta es evidente que no estamos planteando ningunacuestión referente al productor concreto del texto. Si se pregunta: «¿Que quisodecir Marx con tal sección de El capital?», es improbable que al responder sehaga referencia a las características de Marx corno individuo. En la mayoríade los casos podríamos reemplazar esta pregunta por la más anónima de:«¿Qué quiso decir el autor?» En la conversación ordinaria, al preguntar: «¿Quéquiso decir x con eso?», generalmente estaremos preguntando: «¿qué pretendíax al decir eso?», es decir, nos referimos a la cuestión de la fuerza ilocucionariade lo que se dice. Pero esa pregunta puede también implicar: «¿qué es lo quequería comunicar?» El «significado» en este sentido implica, como afirmaGrice, que el hablante «pretendía que la expresión x produjera un efecto en otrou otros al reconocer estos que esa era su intención» (Grice: 1957; vid.también Grice: 1982). Aquí, «significado» equivale a intención comunicativa,y puede mostrarse que tal intención solo puede discernirse cuando losparticipantes en un contexto interaccional dado comparten for-

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mas de conocimiento mutuo. En la conversación ordinaria es posibleaveriguar la intención si se plantean preguntas directas y si el hablanteoriginal reformula lo dicho. No parece que haya razón alguna para negar quepodemos interrogar a un texto de forma idéntica. Es decir, podemospreguntar cuál era la intención comunicativa de una determinada sección deun texto. Cuando no sea posible dirigirse a un autor podemos tratar deresponder tal pregunta investigando las formas de conocimiento mutuoimplicadas en aquello que escribió el autor. Esto supone, a su vez, queexisten criterios para determinar la exactitud de las interpretaciones.

Pero estos criterios y los tipos de materiales que es necesario conocerpara confirmarlos son complicados. En lo esencial, conllevan lainvestigación de la situación en que se produjo el texto en cuanto que obra.Implican también un buen conocimiento del modo en que el autor comenzó aproducir el texto y los recursos intelectuales empleados en dicha producción.Pero también implican un conocimiento del público al que el texto se dirigióoriginalmente.Skinner y otros han señalado con razón la importancia de este último punto,que en modo alguno niega la autonomía inherente a los textos (Skinner:1969). Los textos se escriben atendiendo a diversas convenciones de forma,estilo y público. Al producir el texto, el autor «elabora» el «cómo» ha deentenderlo el lector.

Las discusiones estructuralistas y post-estructuralistas de la«desaparición del autor» han sido valiosas en diversos aspectos. Nos hemosvisto obligados a reconocer que muchos textos no tienen «autores» en elsentido en que lo tienen la mayoría de las obras discutidas en la modernacrítica literaria. Esto no solo se aplica a los textos escritos en el periodopremoderno: textos bíblicos, sagas, archivos, etc. También se aplica a lainmensa mayoría de los textos que circulan en las sociedades modernas.Registro, archivos, historiales facturas: textos que, de forma característica,carecen de autores en el sentido de que no son atribuidos a un individuo, ypueden en efecto ser el producto de muchas manos, sin que por lo generalnadie crea que merece la pena investigar qué individuos específicos loprodujeron. Es obvio que las condiciones de su producción en cuanto textoshan de entenderse en relación a las características que comparten con losartefactos en general y en función de los rasgos de la escritura previamentediscutidos. Todos los artefactos de carácter duradero pueden llegar asepararse de forma más o menos completa del contexto en que inicialmentese produjeron y de los proyectos de quienes los crearon. De modo similar,todo artefacto puede aplicarse a propósitos (o incluso “interpretarse”) deformas que sus productores puede que jamás soñaran. En los textos no esposible clausurar y fijar el carácter abierto del lenguaje del mismo

modo que en la conversación. Es probable que el grado en el que un texto está abiertoa múltiples interpretaciones tenga muy poco que ver con la naturaleza intrínseca delpropio texto. En este punto es necesario que nos ocupemos de las lecturas que lostextos pueden ayudar a generar. También se aplican a la lectura la mayor parte denuestras observaciones sobre la comprensión de la producción de textos con relaciónal control reflexivo de la acción. No hay texto quese lea aisladamente;toda lectura se da enel marco de una «intertextualidad» y en situaciones que implican el recurso alconocimiento mutuo. Existen muchos enfoques recientes prometedores —y que soloderivan parcialmente del estructuralismo y el post-estructuralismo, si es que puededecirse que deriven de ellos— para el desarrollo de teorías explicativas de la lectura.Un ejemplo es la «estética de la recepción» de Jauss (Jauss: 1974). En esta concepción,el lector aborda un texto con un «horizonte de perspectivas» sin el que el texto no seríainteligible. Según Jauss, entender la relación entre las obras y sus lectores implicaresponder diversas preguntas. Debemos saber qué es lo que los lectores entienden delgénero particular en el que se encuadra la obra. Tenemos que conocer qué sabe ellector de textos previos semejantes al texto en cuestión. Y tenemos que poder percibirla diferencia entre la conversación práctica y el lenguaje poético, diferencia queprobablemente no será la misma en los diversos lugares y situaciones culturales.Como todo autor es también, presumiblemente, lector, dicha discusión ha de estarintegrada en la explicación de la producción de textos.

Conclusión

En este análisis no he pretendido abarcar todos los temas importantes suscitados porlas tradiciones del estructuralismo y del post-estructuralismo. Existen numerosasdivergencias entre las ideas de los autores mencionados, divergencias que he ignoradoo pasado por alto sin más. He tratado de describir grosso modo las aportaciones delestructuralismo y el post-estructuralismo a fin de sugerir ciertas cuestiones generalesque han planteado a la teoría social actual. Sin duda, la afirmación de que estastradiciones se han mostrado incapaces de tratar los mismos problemas que han sacadoa debate es discutible. Sin embargo, confío en haber justificado esa acusación, y enhaber mostrado como pueden analizarse de forma más satisfactoria algunos de estosproblemas.

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