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(1-2, blancas) EL FARO DE LAS MAREAS DE SOL Y SILENCIO

El Faro de Las Mareas de Sol y Silencio ORIGINAL ARMADO

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De Juan Calderón, Fides ediciones 2014

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El extrao caso de la dama del gotero

(1-2, blancas)EL FARO DE LAS MAREAS DE SOL Y SILENCIO

Juan Caldern

(legal)

ndice

Introduccin

De la oscuridad a la luz: la lucha eterna entre el bien y el mal

El diario de un orco

Prefacio

El diario de un orco

El faro de las mareas de sol y silencio

Captulo I

Captulo II

Captulo III

Captulo IV

Captulo V

Captulo VI

Captulo VII

Captulo VIII

Captulo IX

Captulo X

Captulo XI

Captulo XII

A mis padres, por quienes soy lo que soy, por serlo todo.A Daniela, por todo lo que la extrao y la amo.A Vernica, por ser mi timn y mi vida.

Y a la vida misma que me puso enfrente a todas las personas que aprecio y me han acompaado en el viaje por esta tierra, por ser mis compaeros de aventura.

DE LA OSCURIDAD A LA LUZ: LA LUCHA ETERNA

ENTRE EL BIEN Y EL MAL

Para m todo es magia

Todo es totalmente mgico. Mire la gata,

no le parece mgica?

Leonora Carrington

La historia de un hroe, la herona y el villano parecen ser lugares comunes, especialmente en el campo de la fantasa; pero no pueden faltar, indudablemente. As sucede con El Faro de las Mareas de Sol y Silencio de Juan Caldern, un relato poblado de seres extraordinarios que revelan las fuentes en que el escritor abrev.

El inicio sucede en una geografa maravillosa donde habitan un delicado unicornio, una ondina o nyade deslumbrante y l, un solitario guerrero, Hannas. Ah encuentra el amor en la tambin solitaria y extraviada joven Ekkaianar, una princesa al borde del paroxismo en una bsqueda por sus padres.

Ese lugar enigmtico nos da una visin atemporal de los jvenes, quienes, como en La espada encendida de Neruda, Rosa y Rhodo viven una inmensa soledad, pero entre volcanes nevados y un paisaje austero; en cambio, la pareja tiene un enfrentamiento inicial en una geografa esplendorosa, padeciendo un terrible desamparo.

Muerta de su reino ardiente y convulso, la describe Juan; adems de poderosa e indomable; coincidencias en las que ambos muestran los filos ms sensibles de su humanidad; soberbios, dos fuerzas que chocan brutalmente hasta la saciedad de un hambre de dominio, como es el amor. Es imposible no asociarlo con Neruda se convirtieron en dioses desamparados, vencidos por la furia del relmpago, aniquilados por el amor hostil.

Ahora, en plena marea alta de silencio, ests frente a m, t y yo, desconocidos, espada en puo, a sangre dispuesta. Mirada sostenida, firme, como entre las manos la empuadura y entre dientes tu llanto contenido, fuimos el uno hacia el otro decididos, a qu? Por mi parte no lo saba, pero antes del primer embate vino la pregunta ma...; as se inicia el tejido del lazo de la pareja.

La tragedia de la joven los une y l, enamorado, decidido y valiente, va a acompaarla a encontrar una familia secuestrada por la entidad maligna de la obra: un dragn con poderes extraordinarios, ms all de los que tradicionalmente hemos ledo.

Desde el principio la magia est presente en la pieza y atrapa, como es natural; la magia y la fantasa son hipnticas, pues se avecinda en nuestra vida como una tabla de salvacin. Para millones es irresistible e imposible evitar ser seducido por estos entes de razn que provocan, incluso en lo trgico y maligno, una sensacin de bienestar, satisfaccin y plenitud.

Los ancestrales ritos a deidades, la estructuracin de un pensamiento religioso, el arte, el cine y la literatura han sido el mejor vehculo para involucrarnos en momentos magistrales en los que lo imposible se percibe real, se legitima y se le tiene fe; en otras palabras, est arraigado en el imaginario colectivo.

Este binomio nos sorprende con sucesos donde lo maravilloso es garanta de realidad. Por eso, los seguidores de Tolkien, de las sagas medievales y las historias fantsticas, parecen aferrarse a esas creaciones.

Lo sobrenatural es una constante en la narracin; a seres que son cotidianos los convierte en personajes nicos con virtudes y capacidades para solucionar situaciones complicadas. As, un halcn peregrino es un lder de parvadas cuya actuacin tomar un significativo papel en el desarrollo de la obra.

La maldad es representada por un poderoso dragn, capaz de dominar la mente de los dbiles y anidar el odio en sus corazones. La imponente presencia de la bestia sobrecoge en el vvido relato:

sobrevolaba la gran tormenta purulenta y ftida que a lomos de mar cabalgaba a la costa. Era una marejada de oscuro odio, provocada por una erupcin submarina de antigua clera que ennegreca todo desde gran altura hasta el ras de las oleadas gigantescas que levantaba su furioso viento. Esta impactante descripcin me llev a la llegada de Drcula a Whitby; aunque el estilo narrativo de Juan Caldern es muy peculiar.

En cada captulo hay un verso libre que introduce al tema; un ritmo y una meloda especial en cada uno de estos poemas, variando el muy rico manejo del lenguaje del cuento, donde las metforas y los tropos son resueltos magnficamente, con un rico vocabulario y descripciones apasionantes. Cuando se tiende a razonar lo mgico y lo fantstico se cae inevitablemente en paralogismos; lo atractivo de la obra de Juan es la belleza de las sincdoques y otras proezas de un escritor avezado y prolfico.

Es innegable el regodeo esttico de los componentes tradicionales de la literatura medieval: el caballero y la dama; pero, como obra del siglo XXI, la dama es una combatiente, una luchadora, una mujer con la fuerza y la libertad sexual de este, su tiempo.

El relato es tan vvido que es fcil que las imgenes pasen frente al lector. Juan Caldern es un indudable heredero de esta literatura; en una novela indita del autor queda patente el dominio del estilo de los romances de la Baja Edad Media, aunque El Faro de las Mareas de Sol y Silencio, sin abandonar lo potico, est escrita en un lenguaje contemporneo.

Es una aventura donde, a la manera de los hroes del siglo XX, ya no se trata de salvar un feudo, un reino, a la dama en peligro, es a la Tierra; para ello, luego del intenso encuentro de la pareja, aparecen los nuevos paladines, el ideal de los caballeros cuya hermandad permite en triunfo sobre la esencia de la maldad en un combate donde no hay piedad ni misericordia.

Resulta difcil aportar algo distinto a los miles de pginas de hroes, combates, villanos, situaciones inslitas; pero en esta novela corta -o cuento largo- el enigma principal hace al lector buscar azarosamente qu es lo que sugiere el escritor en algunos prrafos e intentar descifrar los enigmas que se descubren entre lneas; pero adems, el casi infaltable dragn trasciende las caractersticas usuales; as, tambin un extrao ser, Hannar, el alter ego, la nmesis de Hannas?, un hbrido de humano y el monstruo. Los rasgos fisonmicos deslumbran: hay algo del mutante ngel con la serenidad de un monje aunque es el personaje trgico con la nobleza de Cyrano. Un enigmtico individuo con la sabidura de un viejo y la capacidad cristiana de dar sin esperar: luego de ayudar a la princesa, aquel hombre de cavernas termina con El rostro baado en lgrimas de profunda emocin brill con su ltimo rayo, entonces un corazn sacudido y un nudo atrapado en la garganta le impidieron decir algo, pero no haca falta.

Aqu un tenue asomo de la tragedia griega en la que alguno debe perder todo para que otro triunfe. Es el otro yo que enlaza a dos fuerzas por ser producto de ambas y es el que tiene ms conciencia de la inmolacin.

Una terrible guerra desigual se avecina y como general griego alienta a sus tropas: Hombres cuya noble sangre ha poblado el mundo, que lo ha regado para hacerlo florecer, ahora, tendrn que ser valerosos para derramarla, para que sea preservada tal como es este da, para que siga guardando los huesos de sus ancestros y la vida de sus hijos, y de los hijos de sus hijos no morirn, slo vivirn de otro modo, ardiendo en el cielo como estrellas, pues si cayeren, ser defendiendo la luz!Por otro lado, su acuacin de nombres de los guerreros denota una innegable influencia vikinga todos escritos con una gramtica que recuerda vocablos de los pueblos nrdicos.

La emocin y la tensin, los nervios la angustia que provoca la batalla en la que participan los dragones es sobrecogedora, uno desea leer ms rpido para saber quin morir, quin lograr vivir.

Ninguna guerra es agradable y esta, al igual que en las batallas de Tolkien, provoca una sensacin de que no la ganarn los buenos. El dolor, la tristeza, la desazn de los combatientes se arraiga en el alma y el corazn a medida que las tragedias suceden en las magnficas lneas de la historia.

El autor no se permite concesiones; hace que el personaje sacrifique lo ms querido, quedndose casi en la orfandad de nuevo pero, luego de su triunfo contra la representacin del mal, despus de un duelo silencioso sin tormentos, entendiendo el suceso como inevitable, la esperanza renace.

As se cierra una saga intensa que alcanza los propsitos de una obra de fantasa, darle consistencia interna, hacerla real en medio de sucesos inslitos en los que subyacen verdades humanas; entre situaciones pergeadas maravillosamente da vida a situaciones apasionantes que, como buen hijo de Tolkien, responde a las advertencias que hace acerca de la creacin de fantasa; no resulta peligrosa y refleja una forma de creatividad natural en el hombre.

Creo que cerrar esta resea con un poema del maestro Tolkien expresa mejor el logro de la pieza que construy Juan Caldern:No ve ninguna estrella quien no ve ante todo

hebras de plata viva que estallan de pronto

como flores en una cancin antigua,

que el eco musical desde hace tiempo

persigue. No hay firmamento,

slo un vaco, o una tienda enjoyada

tejida de mitos y adornada por elfos; y ninguna tierra,

sino la matriz de donde todo nace.FIRMA?

EL DIARIO DE UN ORCO(falsa)PREFACIO

El diario de un orco es un carioso cuento basado en la obra The Lord of the Rings, cuyos sucesos ocurren en el episodio de la Guerra del Anillo, con una narracin en primera persona desde la ptica del orco, el personaje principal, a partir de su nacimiento. En el transcurso de la vida del orco, el lector revivir pasajes y personajes conocidos y descubrir nuevos con experiencias en el conflictivo espacio de la Tierra Media, donde la fantasa del autor nos obsequia lo que supone sera la vida oculta de los odiados orcos, en una inslita historia cuyo eje son las emociones, los motivos y sentimientos del individuo. A los seguidores de Tolkien les ser muy grato encontrar nichos nuevos de un ser esencialmente maligno cuya humanidad es descubierta por el escritor intensa y apasionadamente.EL DIARIO DE UN ORCOPrimero fue el ruido. Solo sonidos confusos y violentos; no saba qu ocurra ni qu era ni quin era yo, tampoco dnde estaba. Poco despus sabra que estaba en el interior de mi madre, y as me enterara de que yo era un orco, pero daba igual, no tena idea de qu era un orco ni lo que haca.

Vi la primera luz (o mejor dicho, la oscuridad) en una cueva hmeda y estrecha y fui arrojado entre unos cueros peludos y malolientes sin delicadeza alguna. Pasada la agitacin del parto y el trauma del cambio de hbitat, me percat de que los sonidos que escuch antes eran gruidos, alaridos y maldiciones de todos los que moraban en el lugar. Todos pasaban y me echaban una ojeada desdeosa; algunos me revisaban la boca y jalaban mis brazos y piernas como verificando mi estado. Aquello no me agradaba y le fui tomando tirria a esos estpidos seres deformes de caminar maltrecho y torpe; cada vez que los vea acercrse los reciba con gruidos y, al ir creciendo, con mordiscos y escupitajos; era lo nico que saba hacer con cierta precisin y lo entend rpido.

Tambin aprend pronto a recibir y dar golpes. La lucha diaria por la comida era dura pues haba mucha competencia. Toda la camada, que era abundante porque la especie prosperaba en ese tiempo, pareca querer ser engordada y desarrollada rpidamente por los mayores y ms avezados lderes.

Tambin se nos vigilaba y cuidaba cuando nos internbamos en las oscuridades del bosque. All habitaban grandes araas en los rboles; ah tejan sus redes para atrapar presas que, frecuentemente, eran cachorros orcos u orcos pequeos dbiles o distrados que se enredaban y eran convertidos en capullos e iban a parar a las alacenas de los arcnidos. Nuestra infancia no estaba exenta de peligros; infancia breve adems, debo decirlo.

Recuerdo el da que recib de mi madre mi nombre. Un cazador lleg con algunas liebres y otros animales, los despellej y nos arroj al suelo carne y vsceras. Todos los pequeos cachorros hambrientos nos abalanzamos por el alimento. En la disputa, abofete con fiereza a otro que me arrebataba una piernita y recib un seco puntapi en la barriga, Haug!, me quej, y de la tosca boca de mi madre brotaron unos gruidos que no haba escuchado jams, eran diferentes, pareca disfrutar de ellos. Eran risas, nunca las volv a escuchar de ella pero he aqu mi nombre: Haug, orco del Bosque Negro, cerca de Dol Guldur; por cierto, el cro con el cual pele tambin recibi su nombre ese da; Plaf.

Plaf y yo crecimos juntos por necesidad pues nos desagradbamos mutuamente y las peleas constantes en las que nos enfrascbamos nos hacan destacar de entre todos. Notoria era tambin la destreza que bamos logrando y, nuestra fuerza, lograda a golpes, no pasaron inadvertidas para Grishnkh, jefe de la manada y de las hordas de la regin. Un da fuimos tomados con brusquedad por varios soldados orcos y conducidos ante el jefe, y sin importar que ramos casi cachorros, se nos integr a las hordas guerreras a recibir entrenamiento. As, da a da, semana tras semana, fuimos sometidos a la rigurosa rutina de los ejrcitos del Seor Oscuro, del que apenas sabamos algo.

Plaf y yo seguamos siendo enemigos ntimos y habamos sido colocados en la misma tropa, pues, para diversin de los jefes orcos, aun nos odibamos. Premeditadamente, en algunas ocasiones se nos entregaba una escasa racin de comida, conocedores de nuestras famosas peleas y la fiereza con la que nos entregbamos a ellas. A veces creo que la comida solo era un pretexto para rompernos los dientes.

Pero el extenuante ritmo del ejrcito tena sus recompensas; justo despus de esas golpizas, los capitanes complacidos nos premiaban con grandes raciones de carne fresca de jabales o ciervos, y no con la carne a menudo putrefacta o seca del resto de la tropa. Entendimos tambin que, a mayor golpiza mayor racin, pero que acabar con el enemigo era acabar con las recompensas; se haba creado as una violenta y sangrienta complicidad para satisfaccin de los jefes y envidia del resto de jvenes soldados de la horda.

Eran temidas por todos las frecuentes excursiones y patrullajes por bosques, ros y montaas, cavernas y llanuras; eran largas, agotadoras y devastadoras para la resistencia del maltrecho cuerpo, adems de peligrosas.

La instruccin era constante: indicaciones sobre cmo olfatear, cmo moverse de noche, arrastrarse o permanecer quieto y callado; se nos detallaban y repetan constantemente, acompaadas de golpes de vara o ltigo. Los escasos descansos los aprovechbamos principalmente en alimentarnos, beber y curar nuestra heridas, si bien insignificantes, eran molestas y propensas a las infecciones dadas las nulas condiciones de limpieza. Nuestra piel, negra de por s, cargaba con costras de mugre en algunas zonas; en otras, sangre, lodo y sudor iban formando una capa grasienta y hedionda que, por formarse poco a poco, daba tiempo a las sensibles narices de acostumbrarse al ftido olor que siempre nos acompaara, porque tal era nuestro odio al agua que jams nos babamos y, si acaso esta nos tocaba, sera por no poder escapar de la lluvia, y, cuando as suceda, al secarnos el olor era como de una manada de wargos mojados. A esto haba que agregar que muchas veces las provisiones que cargbamos se pudran por los largos das de llevarlas sobre nuestras espaldas y, al ser devoradas en ese estado, la peste sala por los poros y los hocicos.

En una de esas incursiones, lo recuerdo bien, explorando las profundas cavernas de las Montaas Nubladas, nos perdimos Plaf, otro joven orco y yo, en los rocosos laberintos subterrneos. La inexperiencia nos hizo equivocar el rumbo y fuimos a dar a un lago oscuro. Gritamos por un rato y al no obtener respuesta decidimos descansar unos momentos para pensar mejor qu hacer.

El profundo silencio de pronto se vio roto por un acechante chapoteo en el agua, pero no vimos nada; despus un siseo apenas perceptible para el odo, pero que nos eriz la piel, nos hizo ponernos alerta y en guardia, mas no vimos nada. Acordamos dejar rpido el lugar y a los pocos minutos de ponernos en marcha volvimos a escuchar aquella voz sibilante a nuestra espalda Sss tesssoro, comida para nosssotros, pero no vimos nada. Empez a desesperarnos el no hallar la salida y el silbido amenazante que pareca seguirnos los pasos; de pronto, el joven orco se vio derribado; miramos asustados y desconcertados al ver cmo tomaba desesperado su cuello; lo vimos recibir un golpe invisible y sangrar copiosamente retorcindose hasta que su cuello tron siniestramente y se qued quieto. Despus, el fantasma lo arrastr lentamente, mas no supimos cmo haba sucedido aquello.

Creo que fueron dos aterrorizantes das en aquellas oscuridades, pero por fin Plaf y yo dimos con la salida; exhaustos y hambrientos, pero aliviados, empezamos la bsqueda de la tropa o el campamento.

Luego de los azotes que recibimos por extraviarnos y perder al tercer compaero, se nos orden explicar detalladamente los sucesos en aquella caverna. Esto caus gran inters a los capitanes y a los jefes ms altos y por varios das se deliber sobre nosotros. Se rumor entonces en el campamento que vena un gran jefe proveniente de la mismsima torre de Barad Dur en Mordor. Todos temamos escuchar ese nombre y ms an recibir entre nosotros a un sirviente cercano del Gran Ojo.

Para entonces los reclutas ya habamos sido instruidos sobre nuestras obligaciones hacia aquel a quien debamos nuestra obediencia y la esclavitud: Sauron, el terrible Seor Oscuro.

Algo se preparaba en Mordor en aquellos das; algo grave, de grandes dimensiones. Espas iban y venan por toda la Tierra Media, mensajeros y soldados de hombres tambin; incluso se capturaban a varias especies como wargos o trolls. A nosotros por supuesto se nos paseaba por todos los territorios del Seor Oscuro y ms all, incursionando en lugares hostiles. As conoc Gondor, Ithilien, Montaas Nubladas, Vados del Isen y ms sitios. Pero tambin conoc otras razas, propias y ajenas a Sauron.

Las jornadas de trabajo incluan la recoleccin y tala de rboles para distintas aplicaciones, sobre todo militares; continuamente era destinado a la confeccin de lanzas, arcos y flechas, as como al trenzado de cuerdas, en las cuales yo era hbil y tenaz, tanto como para trepar, seleccionar y fabricar, al igual que Plaf, que nunca se dejaba de m y no se permita quedarse atrs. Grishnkh, el jefe, siempre en busca de agradar a sus generales, nos exiga lo mejor de nuestras obras para los ms destacados guerreros de los campos de Mordor, leyendarios por su brutalidad y eficacia en combate.

Alternbamos nuestras labores de armeros con el entrenamiento de espionaje y el marcial; segn alcanzbamos mejor desempeo, las misiones se hacan ms frecuentes. En esa ocasin se nos envi de avanzada a Plaf, otros dos soldados y a m en la regin de Lorien, ms prxima al Bosque Negro. Caminbamos entre los rboles; ya oscureca cuando una luminosidad tenue, a unos metros adelante, nos hizo agazaparnos. Nos acercamos arrastrndonos y, ocultos en la maleza, vimos en aquel claro algo diferente.

Unos seres altos y esbeltos, que parecan despedir de sus cuerpos una luz azulosa, bailaban en la tarde. Esa luz nos produca una mezcla de atraccin y repulsin. Las que seguramente seran sus hembras se movan como flotando sobre la hierba de un lado a otro mientras los hombres las miraban regocijados. No sabamos qu o quines eran esas cosas. Son elfos dijo uno de los jvenes orcos. Desconoca esa informacin; solo tenamos datos primarios, como que eran enemigos acrrimos de Sauron, sanguinarios y despiadados. Capturemos una dije obviamente refirindome a las hembras, pero el orco con la cabeza me hizo notar las lanzas, los arcos y las largas espadas colgadas en la cintura y la espalda de todos ellos. Nos aventajan en nmero, -dijo- terminaramos desperdigados en pedazos por todo el bosque. Vaymonos!-. As, reptando, nos alejamos de nuestro primer encuentro con uno de los enemigos del Gran Ojo.

Un da un gran alboroto nos hizo salir de las tiendas. Los exploradores en turno haban capturado a un par de guerreros elfos, muy apreciados para el entrenamiento. Fueron provistos con espadas de madera al igual que todos nosotros. Los rodeamos uno a uno y fuimos enfrentados a ellos. Era mi turno; me par decidido e intrigado por su actitud; su semblante no reflejaba expresin alguna; salvo la frente altiva y la mirada desafiante y segura, nada deca su cara sobre su estado de nimo. Debo confesar que me atemoriz por un momento lo majestuoso de su apostura, la fuerza que se adivinaba bajo su esbeltez y la facilidad con que haba noqueado a los orcos anteriores. Pero cuando mi mirada se encontr con la de Plaf, burlona y retadora, resopl y acomet con ira; pero una y otra vez fui esquivado, lanzado, golpeado, pateado, incluso abofeteado, y fui de la mirada desdeosa del elfo a la compasiva, hasta llegar a la de cierta admiracin, pues nunca retroced ni dej de atacar; solo exhausto y maltrecho tuve que ceder mi lugar a otro. Pero mi recompensa no tard; Plaf no dur ms de dos minutos antes de caer inconsciente, con el hocico destrozado de un puetazo y la cara cruzada por un espadazo de madera. Dos das estuve tumbado con fiebre por el cansancio y la golpiza; pero se me orden levantarme para presenciar las ejecuciones de los prisioneros, quienes, con paso maltrecho pero sin perder su digna pinta, se dejaron colocar en un tocn. Su aspecto impresionaba; estaban despellejados en muchas partes del cuerpo y les faltaban algunos de sus dedos, a uno de ellos incluso la mano completa; cubiertos de verdugones y sangre, la cara tumefacta, los ojos cerrados de hinchazn y su ropa estaba desgarrada. Se les forz a arrodillarse y, antes de recibir el golpe del hacha gritaron A Elbereth Gilthoniel! Sus cabezas fueron puestas en una pica en el sendero de entrada al campamento y sus cuerpos, bueno, pues los devoramos gustosamente en una fiesta orca en la noche.

Una gran hoguera en el centro del campamento iluminaba las grotescas danzas y torpes contorsiones sin nada que ver con la delicada y grcil versin que vi antes en las mujeres elfo. Se coreaba el nombre de Sauron, pero no con alegra sino con temor; se levantaban vasos y odres del amargo licor de races para brindar, los cuchillos tajaban carne de las vctimas del da y la tendan sobre las brasas mientras se disputaban torneos de espada y arco o de simples puetazos y patadas. Los premios: las armas y pertenencias de los prisioneros, comer y beber sin control e incluso acoplarse con las hembras con el placer del instinto carnal y violento desatado. Comer y beber hasta el vmito, la inconsciencia y hasta la muerte por indigestin. Se consumi la noche como las brasas; las cenizas se las llev el viento del amanecer; los huesos de los elfos se los llevaron los lobos y los cuervos. Al medio da y a hurtadillas arranqu un diente de la cabeza del elfo que me golpe, lo colgu de mi cuello con una tira de cuero de jabal y me jur jams dejarme ser tocado por uno de ellos.

Los das transcurran dura y vertiginosamente en la vida de los orcos; los movimientos militares a gran escala se volvan frecuentes as como las selecciones de soldados y su colocacin estratgica segn sus aptitudes; por supuesto el entrenamiento se recrudeca, las incursiones aumentaban y las fraguas trabajaban a marchas forzadas. Un da martilleaba con fuerza forjando una espada cuando de pronto se quebr, yendo a parar un fragmento caliente a la espalda de Plaf, quien dio un furioso alarido de dolor y se volvi hacia el culpable. Al darse cuenta de que era yo se acrecent su ira y arremeti contra m con la espada que l forjaba; apenas tuve tiempo de defenderme con el trozo que quedaba de la ma, los dems orcos gritaban azuzndonos a matarnos y ello nos enardeca ms. l hizo valer rpidamente la ventaja que le daba una espada completa; me derrib y se prepar para acabarme, dej caer el tajo pesadamente sobre mi, cerr los ojos, pero la espada fue detenida por una poderosa mano que sin problemas la tom por la hoja, la arrebat y la arroj lejos. Todos nos congelamos. Ante nosotros se ergua la siniestra y poderosa silueta de uno de los nueve; un Nazgul. Luego, con voz cavernosa le orden al jefe nos enviara a ambos inmediatamente a los campos de Mordor.

Creo que fue la fiereza con la que combatamos por el odio que nos profesbamos lo que llam la atencin del Nazgul. Nuevamente esa enemistad cambiaba nuestro destino, pero haba una razn ms para ser llevados a Barad Dur, pronto lo sabramos. As, marchamos durante varios das casi sin descanso y pasando por varios puestos de revisin hasta ver por fin la imponente puerta negra y las infames torres de los dientes ante nosotros.

A lo lejos, entre las torres se divisaba la torre de Barad Dur sobrevolada por criaturas aladas que me recordaron los murcilagos de las grutas descubiertas durante nuestro extravo; y ms all se elevaba el Monte del Destino cuyo pico siempre en llamas humeaba sin descanso, extendiendo una larga oscuridad por todo el valle, salpicado por las luces de las fogatas de los ejrcitos que por doquier se agrupaban y alistaban miles y miles de orcos de varios tipos; jams pens que existieran ni que fueran tan numerosos.

A diferencia de los orcos del exterior, estos se hallaban muy bien equipados, con gruesas espadas y escudos de metal y armaduras o cotas de malla y yelmos que por s mismos eran un arma; mazas, arcos, lanzas, catapultas y toda suerte de artilugios de guerra eran fabricados y almacenados all, y yo esperaba ser asignado a cualquiera de esas labores, mas no fue as, nos llevaron directamente a la torre.

Atravesamos las puertas de hierro y los mltiples puestos de control fuertemente custodiados. Al llegar a un gran saln iluminado intensamente con antorchas se nos at de manos y nos vendaron los ojos con gruesas correas de cuero, de tal manera que era imposible ver algo, salvo un casi imperceptible halo de luz por una leve rendija a la altura de las mejillas. Caminamos, luego comenzamos a subir unas escaleras que parecan no terminar nunca; por momentos nos llevaban casi cargando para acelerar la marcha; a los costados se escuchaban quejidos y lamentos, ruidos de cadenas y grilletes y el ambiente se espesaba. Llegamos, se abri otra puerta que, por su sonido, imagin sera enorme y tremendamente pesada y un viento ftido y helado nos golpe la cara; nunca me sent tan indefenso y tan pequeo. Son entonces una voz aterradora que pareca envolvernos y provenir de todos lados y al mismo tiempo de ninguno; es decir, como si no fuera de este mundo, pero tan real que todo se cimbraba en el lugar y sentamos temblar el suelo bajo nuestros pies y rechinar hierro y maderamen cada que la voz tronaba.

Nos orden contar a detalle los acontecimientos en las cavernas de las Montaas Nubladas cuando nos perdimos. Conforme lo relatbamos su voz se tornaba febril, denotaba una ansiosa avidez y constantemente nos haca repasar la historia concienzudamente. Por la rendija que solo me dejaba ver el resplandor reflejado en el suelo me percat de cmo la rojiza luminosidad en el lugar se intensificaba notablemente cuando mencionbamos algo de particular inters para quien, estaba seguro, era Sauron; pareca como si se arrojara aceite a una hoguera por la forma como se escuchaba arder el aire alrededor del saln, si se avivaba la curiosidad del Seor Oscuro y no pareca ser saciada pronto. Pareci una eternidad pero al fin termin. Se nos orden quedarnos en Mordor y estar disponibles para salir en cualquier momento; quedamos bajo las rdenes de Gothmog, un legendario servidor de Sauron que a su vez estaba bajo el mando del rey brujo de Angmar; as que habamos arribado a la instancia ms alta de los ejrcitos del Seor Oscuro, prximo amo absoluto de la Tierra Media.

Pasado el susto del angustioso encuentro fuimos alimentados abundantemente en las bodegas y cocinas de la torre, privilegio solo de los ms altos, pues afuera se racionaba todo previendo la escasez durante la guerra. Era comn devorar a los prisioneros y esclavos muertos, incluso a otros orcos sobre todo los ancianos y los enfermos, pues no producan y eran una carga costosa e innecesaria.

Hice de todo en aquel tiempo turbulento: armero, espa, viga y, durante los castigos, hasta de criador de alimaas; tambin fui enviado a saltear caminos y saquear aldeas, pero una regin en particular nos cost muchos intentos y muchas vidas.

La regin conocida como La Comarca nos represent una orden permanente pero imposible de cumplir, siempre estaba resguardada por los montaraces que no perdonaban, eran imperceptibles a simple vista y aparecan de repente cual fantasmas, nos arrasaban e igual desaparecan; jams logrbamos evadirlos o pasar sin que nos vieran. Pero tantos fracasos en la zona no tenan conformes a los jefes y se nos envi a una nueva incursin pese a los consejeros militares que sugeran no sacrificar fuerzas. No les import, solo ramos nmeros para ellos y la frustracin los cegaba. Gothmog dispuso una fuerza al mando de Ufthak, un experimentado capitn.

Partimos de noche, sin antorchas, arrastrndonos palmo a palmo y no fue suficiente. Se escucharon unos graznidos de rbol en rbol, nos quedamos expectantes; de sbito, de la espesura los montaraces surgieron, fugaces y oscuros, solo distinguibles por el brillo de las espadas, cercenando, atravesando, decapitando, y aunque los aventajbamos en nmero rpidamente nos emparejaron. De todos ellos sobresala uno que pareca un vendaval a cuyos pies caa cualquiera que se acercaba. Me distraje por un segundo mirando sobre el hombro del guerrero la cobarde huida de Ufthak y recib una cortada y un golpe en la cabeza que me aturdieron e inmovilizaron por unos instantes, suficientes para darme cuenta de que no quedaba ni uno de mis compaeros con vida. Los montaraces paseaban entre los cadveres rematando a los moribundos, entonces vi venir hacia m al majestuoso guerrero; contuve la respiracin debajo de mi yelmo. Me pate pero no me mov, me pinch con su espada en la pierna, y no hice movimiento alguno. Aragorn le gritaron y se alej; entrev que algo le fue informado hacindolo montar en su caballo y, como llegaron, se fueron en silencio; igual que si los hubiera barrido la brisa nocturna. Yo me alej reptando hacia el lado contrario y as continu toda la noche; cuando estuve seguro de que no me seguan me puse de pie y corr a avisar a mis superiores.

Haba taponado el pinchazo en mi pierna con un jirn de trapo pero no me alcanzaba la herida en la espalda y el golpe en la cabeza me la hinch tanto que no poda sacarme el yelmo; la senta adormecerse y acercarme peligrosamente al desmayo. Con todo, me alcanz la fuerza para regresar. La versin de la batalla de mi parte no favoreci en nada al capitn Ufthak y la contradeca por completo; sobre todo en lo que se refera a su salvacin. Gothmog enfurecido le perdon la vida solo por su experiencia, pero lo destin a la puerta de atrs en la torre de Cirith Ungol, lugar temido por razones que ponan los pelos de punta a los orcos: era un puesto de viga en la cordillera de Ephel Dath o Montaas de las Sombras, que tena realmente poca actividad pero de gran peligro, curiosamente no causado por enemigos del amo Sauron.

Otra de las misiones era acechar las migraciones de los elfos a los Puertos Grises. Al principio para asaltarlos, pero por el peligro que representaban y la poca ganancia a conseguir, puesto que no cargaban con mucho e iban bien custodiados, se cambi la orden por la del espionaje. Mucho interesaban al Seor Oscuro las actividades de los elfos de aquellos das; se crea que viajaban a las Tierras Imperecederas por refuerzos. Un enorme miedo, casi pnico, le causaba la posibilidad de un nuevo regreso de los Valar, como aquella donde fue definitivamente vencido Morgoth, el primer Seor Oscuro, antao su amo. Pronto se dio cuenta de que el nuevo xodo obedeca a la creencia de los elfos del fin de la Era de los Primeros Nacidos, lo cual equivala al inicio de la Era de los Hombres. Por tal motivo, el Gran Ojo volvi su mirada y sus odos prestaron atencin a un insistente rumor arrancado a punta de tormento a los prisioneros en Barad Dur y en las mazmorras de Isengard sobre la aparicin de un heredero al trono de Gondor, el retorno de un rey su nombre, ya lo mencion: Aragorn.

Esto me signific salir a los caminos con otros encargos; Gothmog saba que yo conoca fsicamente al ya legendario dunedain y esperaba lo localizara e identificara. Fue intil; desapareci por largo tiempo de aquellos lugares y tras el desastre de la ltima vez, ya no se incursionaba fcilmente por esos sitios.

Pero la guerra no se detuvo, y despus de muchas batallas, la balanza se inclinaba a favor de Mordor. Plaf y yo marchamos a la espalda de Gothmog a Osgiliath para dirigirnos despus a los campos de Pelennor donde se esperaba dar el golpe final al sitio de la Ciudad Blanca.

Pero el general, por alguna razn, nos envi despus de varios das con un mensaje secreto a Mordor, justo al comenzar el ataque a Minas Tirith. Al parecer, luego de interrogar a un espa rohirrim capturado durante nuestra estancia, algunos planes cambiaron. Gothmog nos salv la vida sin saberlo, pero no salv la suya. Ms tarde nos enteraramos de que arribaron los ejrcitos de Rohan y de que los corsarios nunca alcanzaron su destino. A lo lejos podamos ver desde las colinas la humareda negra que se extenda por Pelennor; pensamos que la victoria era un hecho. Nada ms lejos de la verdad.

Ya en Barad Dur, habiendo entregado el mensaje, los planes cambiaron nuevamente. Se inici la movilizacin inmediata de todas las huestes hacia la Puerta de Hierro. Los capitanes se encontraban muy alterados; en el cielo negro de Mordor se miraban patrullando sin descanso a los Nazgul montados en sus criaturas aladas, debido quiz a la irritacin reinante. Dos pequeos orcos que un poco antes haban sido sorprendidos intentando escabullirse iniciaron una pelea durante una inspeccin. Se hizo un alboroto generalizado en el cual vi escurrirse sigilosamente a los culpables; iba a delatarlos pero un golpe de ltigo me restall en el hocico, quise protestar, sealar a los prfugos, pero otro golpe, esta vez en las manos tron volvindome a la fila.

Ahora solo esperbamos arracimados ante las Puertas de Hierro a que sucediera algo; y sucedi. Hubo un reto, un llamado al Seor Oscuro a presentarse; ms quien se present fue otro sirviente portando algunos extraos objetos. Se dirigi a la puerta y orden abrirla; los tambores redoblaron y los cuernos sonaron por todo el valle; cuando se abri, lo primero que pude ver fue la imponente figura del tal Aragorn que, ataviado ahora con el odiado uniforme de Gondor, haba cobrado una nueva majestuosidad, como la de un antiguo rey. Encabezaba un peculiar grupo, compuesto por varios representantes de diferentes razas y portando estandartes diversos. Cruzaron un breve dilogo y luego el lugarteniente regres hecho una furia tras las puertas. Los cuernos y los tambores volvieron a sonar y se abrieron ahora de par en par dejndonos salir como una arrasadora marea. Nos abalanzamos sobre el pequeo ejrcito apostado all, a rodearlo, pero a lo lejos en el cielo se dibujaron las siluetas de grandes aves que jams haba visto; las cosas cambiaban para mal.

De pronto, el cielo y la tierra se estremecieron y todos nos congelamos; a la distancia se escuchaban grandes estruendos y explosiones y se vea una gran humareda. Los Nazgul caan desde el aire envueltos en llamas y desintegrndose entre alaridos al igual que muchos de los servidores ms connotados de Sauron. Ya no sabamos qu hacer. Plaf y yo intentamos cruzar desesperadamente la cinega cuando sentimos una lluvia de flechas a nuestra espalda; casi lo logrbamos, pero un dardo me atraves la pierna y sent como una punta en mi espalda se abra paso para salir por mi pecho. Ca dando maromas y pude ver al certero tirador; lo nico que me humill fue ver al elfo de cabellos dorados disparando a los dems orcos que intentaban huir; entonces me desmay.

No se cunto tiempo pas; abr los ojos y me top con la mirada perdida y nublada de Plaf de cuya frente sala una flecha. Pareca tranquilo; seguramente muri contento pensando que ca primero. Me arrastr por horas hacia alguna de las muchas grutas que se hallaban excavadas por aquellos pramos. Nada hall, todo estaba derrumbado. Recog de los cadveres algunas jofainas de licor amargo con el que nos curaban y algunos das com de mis hermanos de raza, pero todo era intil, vea venir el final de mis fuerzas acercarse lentamente. Levant la vista al cielo.

En el principio solo era oscuridad, hoy al final de mis das tambin.

EL FARO DE LAS MAREAS DE SOL Y SILENCIO

(falsa)En un tiempo atrs, en el que brillaba el sol a travs de unas nubes que no lo saba yo, anunciaban das de tormentas de oscuridad, te conoc. En medio del bosque y del fro. Ya te acechaba el dragn, quera tu carne y tu alma.

En tu boca, la risa y el llanto tomaban sentido para m. La sangre como el ro alimentaba el transcurso del tiempo, por el universo de tu cuerpo indefenso y expuesto al mal, y tus ojos vendados por lienzos de miedo, no me vieron, tus manos por estar atadas, no percibieron cuando fueron tocadas.

Ah! el campo verde y hmedo se abra extenso delante de nosotros, y lo referamos y lo recorramos sin valorarlo, Quin sabe si se encuentre aun all si acaso regresamos?

CAPITULO I

HANNAS GURIN DE LAS TIERRAS ALTAS

(Antes de cada captulo entrar una imagen, dejar espacio correspondiente)He pisado siniestros lugares recnditos y oscuros

Perdidos en mi mente en sueos, si acaso eran sueos

Mis suelas se resbalaron en las hmedas losas de sus pasillos,

Un olor de carne y alma muerta hiri mi nariz,

Pero descend hasta or huesos crujir bajo mis pasos.Los dedos que se apoyaban en los muros sent viscososDe la sangre que manaba de entre las piedras, y en las palmas

Se adhirieron trozos de piel rasgada.Pero baj aun ms.

Una puerta por fin apareca. Me cegaba la luz afuera y vi una playa,

Una playa prpura al sol del ocasoSilenciosa, sembrada de muertos y de llamas, nublada de negro humo.

Mir al cielo que agonizaba, el mal chillando con las alas abiertas

Se abata sobre m vomitando fuego.

Intua que en algn lugar se encontraba as que no me ocup en buscarla, ni me preocup de si ella me hallaba a mTodo aquello que fuera apacible y bello en este mundo se deformaba poco a poco, despus de cada noche que pasaba bajo las alas del dragn, que estaba cerca de ti, quemando tus jardines con su aliento, fundiendo las piedras de los cimientos de tu castillo entre sus garras. Tu corazn empezaba tambin a arder y no te percatabas por mirar hipnotizada en el abismo, contemplando en sueos tu propia cada.

Not en tus lgrimas que tus retinas en apariencia vacas aun albergaban promesas de vida Sobre las ruinas ardientes y despojos de tu reino, tus pies podan aun caminar, a pesar de tu semblante lunarmente plido, la sangre que en tus venas corra desbocada, tenue sonrosaba tus labios en los que o por primera vez mi nombre, y sent que se encontraba a salvo en ellos. Me descubr pensando demasiado en ti, en el pas frtil y hmedo de tu cuerpo, y el mo, despertando, apenas l amaneca.Descubr lo ilusorio de cuanto me rodeaba, lo breve de la existencia de flores y hierbas, lo efmero del viento que avivaba las brasas que entibiaban mis pies en las noches, y lo aterrador del silencio que infringa sordera a mis pasos en las soledades, que andaba y desandaba. Vi lejanas oscuridades precipitarse huyendo delante de las luces de ficticias hadas que, se ahogaban en ros mticos, pero que no las mojaban ni saciaban su sed de amor, su magia se perda pues entre tinieblas.

Hace falta ver en tus manos la ausencia de lo que no tienes, para aorar motivos y razones para necesitarlo. Mi castillo esta lleno de puertas que dan a ningn sitio y pasillos cclicos y negros, con luz mortecina muy lejos y salientes rocas tan filosas en las paredes, qu difcil es recorrerlos buscando locamente sin saber qu, sin poder imaginar qu se encontrar.

A veces besaba mi propia espada para sentir por lo menos mi sangre tibia, viva, resbalar por su fro filo, o para reflejarme en su espejo de acero gris y verme de algn color. Su empuadura cuando se clavaba en el suelo, fue tanto por tiempo mi reclinatorio y confesionario, cuntas veces mi armadura fue relicario, cuntas veces mi cota de malla un rosario! En esa llanura de soledad, bordeada de bosques de nublada oscuridad, el viento que meca la hierba y las ramas de los rboles, era el mismo que haca golpearse al mar rabioso contra los acantilados descarnados y cortantes, hacindose desgarrar en mis sueos, y era el mismo que terminaba congelando las cimas de las montaas de las tierras altas, tan erguidas, silentes y solas, como yo.Slo tena un par de amigos cercanos, motivos para tratar de hacer sonar esa vacuidad, uno viva en los bosques lluviosos mas all de mi tierra, alimentndose de los pastos tiernos y los frutos maduros que hallaba. Pero era temeroso y tmido, en su piel tena adherido el miedo, sus odos estaban siempre atentos a cualquier aviso, hasta el viento que enmaraaba su crin le haca levantar un galope apresurado, si el olor no le gustaba. Ms nunca el pequeo unicornio dejo de responder a mi llamado ni de corresponder a mi abrazo, tambin como yo sufra la nostalgia en el adis de cada encuentro, y aguardaba el prximo, tan ansioso, que venca siempre su temor de salir de la espesura y estar a la vista y al alcance del fuego del dragn. Ah! Como te echaba de menos amigo en esas largas ausencias, como necesitaba mirarme en tus ojos grandes y redondos, brillantes como si siempre estuviesen a punto de llorar. Tus pisadas entre la hierba y la hojarasca al alejarte, resonaban en mi cabeza como lamentos. La noche caa pronto despus de irte, y siempre era amarga y desoladora.DU

Dentro, muy dentro del bosque y ms profundo aun de ros y lagos, moraba Du, una hermosa hada, un nima del agua ms cristalina y pura. Slo tena que lanzar un guijarro en cualquier arroyuelo o estanque o lago para que apareciera respondiendo a mi llamado. Pero aquel sereno lago, brumoso y oscuro perdido entre la espesura era mi lugar predilecto para verle. Alta, esbelta, dorada como espiga de trigo silvestre a la cada de la tarde, de nariz respingada. Que bella era al emerger con sus cabellos rubios y tan largos que se perdan a sus pies bajo el agua. Cunto quise besar sus labios rosados y nadar en sus pupilas color miel, cunto dese no soltar sus manos jams una vez que las tomaba y como me hacia bien su peculiar tono de voz, mansa y conciliadora que arrullaban dulcemente junto con su abrazo.Se hizo hada por voluntad propia, por una promesa hecha a los espritus superiores que crearon la lluvia y las corrientes y las nieves que salvaron su vida un da. Era por ese juramento que nunca pudo ir conmigo a Las Tierras Altas y yo, yo no podra vivir bajo el agua jams y tena mis propios deberes. Y sin embargo, tal como los rpidos que zanjaban las montaas, un profundo y clido sentimiento de amor fraterno flua entre nosotros.Qu magia puede hacer posible detener el agua entre las manos, y la luz del sol argentando en ella para siempre?

Aquel soleado da llegaron a la rivera del lago, Hannas acompaado de Annday el potrillo de unicornio. Como de costumbre despus de unos momentos emergi Du. El unicornio qued maravillado por la dulce hermosura del hada, no despegaba sus ojos cristalinos de ella y la simpata fue mutua. Du los anim a entrar en el agua y as lo hicieron, acarici el testuz del animalito y tan slo a su tacto comenz a dar brincos y chapotear mojndose las largas y blancas crines y salpicando al sacudirse. Extraa aceptacin, considerando que Annday slo se dejaba tocar por Hannas y a nadie se acercaba nunca, mucho menos daba esas expresiones de jbilo si ste se haca acompaar particularmente por una dama, eso era motivo suficiente para escapar y no dejarse ver por algn tiempo. Ms Du no era cualquier dama y a partir de ese da tambin fue visitada a menudo por el unicornio de Las Tierras Altas.Dnde lo hallaste? pregunt Du, mientras descansaban tomados de la mano a la orilla del lago en el bosque, no fue difcil acercarme, confi en m, le gusta jugar y mostrarme lugares y que yo le lleve conmigo, adems le encantan los terrones de azcar. debes sentirte orgulloso y afortunado dijo ella es realmente extrao que un unicornio acepte la presencia humana, ms aun su compaa, cudalo, s responsable con ese don continu sonriendo mientras lo miraba galopar por las orillas vertiginosamente hasta desaparecer con la tarde. Tema a la oscuridad, al mal que con ella se desataba y nunca se arriesgaba. Hizo un alto de un brusco freno, se volvi hacia la pareja y levanto las patas delanteras relinchando escandaloso en seal de despedida.Entonces Hannas la tom por los antebrazos con profunda delicadeza y sus miradas se entrelazaron, una vez ms dese besarla y quedarse all, pero se conform con decirle cuanto la amaba y estrechar la esbeltez de su cuerpo fro. Sinti los labios mojados y abri los ojos para mirar como Du se converta en agua y se escurra por su ropa y entre sus dedos regresando a su lacustre morada. As emprendi un regreso envuelto en la templada melancola que siempre le dejaba, esta vez era por partida doble.Todava se enseoreaba el sol forjando horizontes, cuando como martillo de herrero caa sobre el yunque de la tierra, hiriendo la lejana. Pero lejos de el, lejos de la vista limitada de las criaturas de sta tierra, en algn lugar profundo y olvidado del mar, a borbotones, del lecho arenoso emanaban todos los espritus negros y corruptos y amargos, que habran de emerger a la superficie a tomar el mundo y a devorarlo, como una brutal plaga de langostas. Demasiado haban permanecido atrapados en el centro del mundo, ardiendo atormentados en el ncleo, hasta ese da, cuando la tierra tembl y se abri.

Qu poco podran hacer las armas si ste mal arribaba al reino del dragn! De momento, el mar en calma visto desde un solitario faro, no provocaba sospecha alguna.La fuerza de las cosas buenas radica a veces en su simpleza y fragilidad, en su pureza. Lo devastador del mal, casi siempre es lo impredecible, nunca lo vemos venir, puede incluso vivir junto a ti, esperando, acechando, latente y silencioso.Remolinos agitaron el agua, primero muy lento y tenue, apenas perceptible, luego, turbulencias violentas hicieron huir a los escasos y extraos habitantes de aquella regin del fondo mar donde no llegaba la claridad. Cada vez ms, se empez a calentar hasta la superficie, antes tranquila y azul, antes callada y plcida, ahora comenzaba e hervir y vaporizar ennegrecida, las ondas antes suaves y frescas se levantaban como llamas al cielo y al regresar, sonaban a clamor de lamentos y luego gritos de demonios ansiosos por escapar. El firmamento cerr los ojos y las nubes conquistadas marcharon como tropas malditas y apresuradas rumbo a tierra, seguidos por las olas y la borrasca que arrancaba llanto del cuerpo del ocano. Todava nadie poda aterrarse con lo que se avecinaba, slo las garras de una bestia se crispaban con ansia, y sus ojos amarillos inyectados de fuego se posaban hasta donde nadie poda ver, resoplando y revolvindose inquieta sobre la tierra muerta de su reino ardiente y convulso.

Mientras tanto, caminaba yo absorto mirando los leos vivos que me regalaba la naturaleza, mojaba mis pies en las riveras de los ros y beba de ellos con gozo, dorma abrazado de la noche, inventando constelaciones y atesorando en la memoria las melodas que cantaba la tierra, armonizando insectos, agua, ranas, viento, hojas y ramas. Dorma confiado en despoblado por saberme amo y seor de mi territorio. Una de esas tardes en plena contemplacin, te vi emerger de entre bosque y oscuridad, como una aparicin, descalza, de blanco voltil vestida, y de mirada entre temerosa, furiosa y triste, dispuesta a todo, a pelear, huir, o llorar desenvainaste tu espada, tuve que hacer lo mismo, no te lo permitira, no en mi tierra.

No lejos de ah, una sombra negra mancillaba el ocre cielo del da que declinaba con su infame sombra, oteando, presintiendo, olfateando con ansiedad.

CAPITULO II

HECTTENT, EL DRAGN NEGRONadie medita sobre el porqu de los motivos y procederes malvados del temible dragn, seguro los haba, ms a nadie le importaba saberlos. Se encontraba mejor as, de leyenda, de mito nocturno para asustar a los nios, atemorizar aldeas y angustiar adultos perdidos en parajes solitarios y despoblados, pero, qu lo llev a convertirse en un monstruo abyecto? Dispuesto siempre a devorar carnes y almas morando en cavernas estriles y profundas. Tal vez era la venganza la fuerza que lo haca caminar gruendo, esperando que la tormenta de odio lo liberara y extendiera su reinado de fuego. Era pues un ser vencido sobre si mismo deprimiendo su existencia atormentada, insalvable hasta haca poco. Hasta que un mal da, cuando se liber del mar una tempestad compuesta de demonios y espritus malignos, todo se tornaba propicio. No olvidaba que como cualquier ser derrotado, fue humillado, maldecido, calumniado y finalmente por s mismo desterrado. 2 As pues, nada bueno poda emanar de una bestia carente del amor ms elemental, de perdn y de tolerancia Fugitivo de espadas, lanzas, flechas y ejrcitos de rencor, vctima de mares de miedo a su tenebrosa figura, trgico destino marcado injustamente ya desde el inicio del tiempo vivo. Basta pensar en lo hermoso del cielo amaneciendo, en sentir bajo las plantas la fresca humedad del espritu de la tierra y olerlo, sentir si aterciopelada piel de musgo y tierna hierba y tener que renunciar a todo. Yo, que he sentido retumbar en los largos pasillos de mi castillo el hueco sonido de la soledad, y como hiela el aliento el fro vaco en el ambiente y escarcha las sus paredes, yo que lo he sufrido, puedo entenderlo. Es tal vez que por eso no le temo a sus garras, no me intimidan sus afiladas escamas, ni puede engaarme con su lengua bfida, justo al contrario, creo que de algn modo me teme, le teme a lo que a el lo hizo dragn y no me enfrenta, pero s que el tiempo es caprichoso e implacable aliado del destino, y le dar la manera y la oportunidad de vencerme, mi ventaja resida en estar tan vivo y tan muerto como l, ramos dos seres de oscuridad.

LA OSCURIDAD VIVE

Slo exista fro y silencio, una quieta y descomunal coraza de oscuridad protegiendo un ncleo de an ms densa oscuridad y sta, rodeada de vaco congelante. Luego, despert perezosamente sin aparente razn, sin ningn motivo, una insignificante lucecilla que comenz a crecer vertiginosamente, desmesurada, devastadora. Rasg la perpetuidad de la coraza y dividi como con hacha su centro. Sus rayos disparados viajaron esparcidos en todas direcciones, perturbando el sueo de grandes agujeros de vaco cruel, destruyendo, horadando, iluminando violentamente. Y atropellar tanto caus el odio del ente negro y vacuo que gobern antes, y no se quedara impvido. Comenzaba la gran e interminable guerra. La luz continu viajando ms y ms rpido. Tal velocidad funda el polvo antes errante en la ceguera y se creaban rocas y stas al amalgamarse con otras una y otra vez, formaban planetas, todos girando por la inercia que la veloz luminosidad les imprima a su paso. Mas algunas de estas creaciones atraparon en su interior sombras heladas, resquicios de odio latente. Hoy, despus de un tiempo ajeno al entendimiento, la luz contina viajando y la negrura que sobrevive, envidiando y aborreciendo.CAPITULO III

EL IMPLACABLE ENCUENTROCmo recuerdo la fuente y cascada de sol de tus ojos,el fugaz adis de cada parpadeo, y cmo recuerdo tus pasos atravesando parajes perdidos,cuando te ibas con las aves peregrinas y tus vueltas.La campia dulce de tu piel, baada en sudor, niebla y perfumada de pino,

negando siempre, siempre sin paz.

Cuanto dorm en orfandad de ti, cuantos das de temor o de tormenta

de los que sal solo y ciego.

Evoco el velo del maana descorrindose y tu final ausencia detrs,

lo fantstico de lo que fuiste, lo aorante de lo que pudiste ser,

el estigma cruel de lo que ya no podrs ser.Mi lecho es cada noche ms profundo y el techo cada vez ms alto, mi ventana con cada soplo del viento vespertino, ms lejana.

Pienso en ti, pienso en el momento en el que abandonaste la seguridad de tu castillo princesa. Dejaste atrs tu campia extraa pero amable, lo que haya sido, que te llev a atravesar tierras desconocidas, ridas unas, exuberantes otras, debi ser terrible para vaciar tus ojos de brillo, para palidecer mas tu cara y enmudecer tu sonrisa. No s que te llevaba en direccin al mar, Qu pudieras encontrar en esa torre solitaria, tu faro? Por ahora y aqu princesa, riges las mareas de sol y silencio de esta historia, de nuestra historia. Abres ante ti abismos que le impiden pasar a la ms osada ternura, zanjas en mis montaas pasos sin rumbo claro, no s a quien pueda guiar tu faro mar adentro. Ahora, en plena marea alta de silencio, ests frente a m, t y yo, desconocidos, espada en puo, a sangre dispuesta.

Mirada sostenida, firme, como entre las manos la empuadura y entre dientes tu llanto contenido, fuimos el uno hacia el otro decididos, de qu? Por mi parte no lo saba, pero antes del primer embate vino la pregunta ma...Joven dama, quin eres, qu buscas arma en mano en mi tierra? En tus pupilas medio extraviadas la respuesta era fra, y en tus labios era silente. Chocaron las hojas de acero una vez y nos trabamos aliento con aliento, largos segundos de ira en tu cuerpo, de intriga en mi mente le siguieron y ms silencio. Arremetiste furiosa una vez ms con la fuerza de una avalancha, pese a tu frgil apariencia, ms temblaba tu cuerpecillo si dejar de empujar. Por fin tus rodillas tocaron tierra y ya sin respiracin desmayaste vencida por el cansancio del camino, nada ms. Todava transpirando clera, en brazos de mi desconcierto, pude verte al hacer a un lado los cabellos castao oscuro que ocultaban tu cara, pude verte y descubrir algo que nunca antes sent anegarme el espritu

Cuando irrumpe el amor y te golpea su caudal, cambia, trastorna el paisaje de todo mundo anteriormente conocido, la percepcin, la sensibilidad y hasta su sentido, nada parece ser igual, se enceguece, se perturba la quietud y aun despus de irse, se queda, persisten por aos sus hechizos. No obedece mas que a s mismo, y el como nace, es una incgnita, y sea lo que fuere, es avasallador, a pesar de pocas veces ser retribuido, y de, menos ocasiones aun, prosperar. Como una monumental roca es cimiento de grandes proezas, o causa de grandes desastres, defiende y hiere hasta involuntariamente, es un veneno preciso y puntual, adictivo pese a lo letal, mas es suelo frtil para la inmortalidad, tanto bueno como malo, ni sus vctimas lo saben concientemente, casi nadie lo ve venir, slo hasta sentirse aplastado por su masa se es consiente de se presencia, que pesa tanto como su ausencia. Pero este huracn tiene su ojo, este desierto su oasis, este infierno su paraso en s mismo. Yo si lo presiento, ya viene, caer sobre m.

No dejaba de mirarle, en su rostro cansado, su belleza sobreviva a la extrema palidez y el polvo pegado y escurrido por su sudor. Inconcientemente me entretuve jugando a hacer sombras con su pelo y la luz del fuego que encend para velarle el sueo, limpi su faz. No saba quin era, pero no importaba, debajo de la sucia y delgada tela de su sencillo pero fino vestido sent su corazn latiendo intranquilo y triste, inmensamente triste y anhelante, y sent agitarse asustado su espritu de princesa. Despus de arroparle enterr la espada en la hierba, at al caballo y dorm a corazn abierto, tan indefenso como ella.

Al amanecer, el precioso sol en mitad del concierto de aves y agua entre guijarros, no me trajo buenas nuevas, all donde crea cuidar del sueo de la dama, no estaba ya, sera la primera de sus muchas huidas. Desconcertado corr entre los rboles, iba a gritarle, pero no saba su nombre. Corr cuesta arriba y al llegar a una pequea cima, vi pasar al dragn chillando frenticamente, volando bajo y ansioso y tem por su suerte, volv sobre mis pasos vertiginosamente y as mismo rod por la pendiente para, como siempre, quedar de pie, nunca ileso pero en pie. Aprest espada, arco, flechas, armadura y montura, y no s de dnde, el deseo irrefrenable de seguirla.

Apenas amaneca su vida cuando su reino comenz a desmoronarse. No hay reino sin rey y su padre, perdido en ocanos delirantes no poda cuidar de el y todo cuanto posea, incluso su familia, padeci su abandono. Por demasiado tiempo, susurros constantes alteraban el sueo y al despertar, la lucidez del rey Tirod. Un da, se levant ella, percibi a la nada, recorri las estancias sin hallar a nadie, sin or, qu gran vaco, le pareci estar en el fondo de un pozo cuya boca est demasiado arriba. Grit, pero no fue escuchada ni contestada y en su desespero, dej el reino del bosque de piedra atrs, para buscar y pelear por lo que no supo como perdi. Se encamin siguiendo al sol rumbo al mar, parti enmudecida y con incertidumbre sobre sus hombros, pero resuelta y engallada.Brillaba el da, luego oscureca y volva a brillar iluminando deslumbrante, radiante en su trnsito de un pas al otro, ella regaba pasos de madrugada, lgrimas de soledad en el polvo de los caminos a cada arribo, sin conocer a nadie, porque a nadie le permiti acercrsele, ni se permiti tocar otra piel. Su corazn era un cofre cerrado. Su ser completo se ocupaba slo de hallar a sus seres amados. Su castillo qued abandonado, el bosque de piedra no la vera ms paseando bajo su sombra.

CAPITULO IV EL REINO DEL BOSQUE DE PIEDRAMe conmueve la vida, me cimbra, me sacude,

tan sencilla que se encuentra en todas partes y de todas partes puede irse

eriza mi piel la vida al hablarme en la msica de los juglares

en el soplo de unos labios acercndose

me humedece la piel y los ojos cuando aparece ante mi como un beb o una doncella desnuda en el agua, o al pararme en el risco

a mirar su magnitud y lejana, su alcance, su poder...

me hace temblar la voz esa vida, cuando se me atrapa en la garganta el sentirla latiendo envolvindome, y s, lo s bien, lo he entendido como le entiende bien mi reino,

que un da habr de irse, mejor dicho, habr de irme, cuanto y cmo voy a extraarla...

En tiempos de los que nadie poda tener cuenta por lo antiguos, despert un gran volcn, sin demasiada violencia, pero los constantes ros de lava y nubes de ceniza que por aos se liberaron, tuvieron un curioso impacto en los exuberantes bosques que lo circundaban. El cielo oscurecido por largos meses se enfri, y desat lluvia sobre la comarca, sta se mezcl con la materia volcnica adherida a los rboles frondosos y fuertes, mas lluvias de polvo y cenizas se acumulaban y luego mas agua, petrificndolos paulatinamente, ms las ltimas emisiones tuvieron un beneficio, sirvieron de frtil lecho a las variadas plantas que crecieron obstinadas sobre el fantasmal paraje, con ayuda de otros grandes testarudos, el viento y el sol. La naturaleza hizo poesa en esa lenta era, pues los ros de magma al enfriarse quedaron diseminados por toda la extensin del valle como largas calzadas de piedra, de apariencia de descomunales races brotando de las faldas del coloso, ahora de pico nevado, altivo y apaciblemente majestuoso. La msica del universo creciente y creativo, concluy con el regreso de la vida animal, dando movimiento y equilibrio definitivo al nuevo paisaje. Ahora tocaba el turno a los seres humanos, que vivan con abundancia, recolectando y cazando a la sombra del imponente bastin del rey Tirod, administrador avezado, pero poco preocupado de la gente y poco reflexivo.Extensa era la tierra que habramos de atravesar, t buscando a tu familia, yo buscndote a ti, el alado engendro aguardando a que aparecieras, la tormenta acercndose vertiginosamente a la costa, y la alegra de esa tierra, fugndose delante de todos nosotros. Las montaas y los bosques y valles que nacan a sus faldas antes de la nieve, ya lo intuan, tambin las playas y los acantilados frente al mar, en ellos resonaba el lejano rumor del mal, en los ros y lagos, las criaturas que los habitaban sentan algo, pero no eran capaces de concebir tanta maldad junta y movindose. Slo los seres de los lugares de densa oscuridad, cuevas profundas, el fondo de los pantanos y cinegas, fosos y aquellos que la noche liberaba, lo perciban mas ntidamente en sus ponzoosos amasijos de carne purulenta que llamaban corazones, y se regocijaban en la espera y la sospecha de lo que pasara.

Todo eso lo veran mis ojos, y no es slo el demonio alado contra lo que peleara, tampoco mis armas o mi caballo serian mis nicas ayudas durante el viaje, viaje que me hizo olvidar mi pas para acompaarte. En medio del bosque del sur, el ms verde y lluvioso, el mas bello, de tarde, volv a encontrarte, mojando tu cuerpo en el lago De La Quietud, el ms grande, con los ojos entre dedos y cabello, callaY call yo como t, por un rato, preguntndome como acercarme, Cmo llamar t atencin sin asustarte? As que avanc lento sumergindome en el agua fra y quebrando el vitral celeste y blanco del reflejo y no sin temor habl. Soy el dueo de estos parajes, me llaman Hannas Gurn, seor de las tierras altas, tierras amables, hospitalarias para ti si as lo deseas a tus pies pongo la fortaleza de las cinco torres, el campo verde de la soledad a su alrededor y el bosque del sueo. Nia me miraste tranquila, pero sin levantar la cara. Continu avanzando y hablando,- por favor no temas ni huyas otra vez, habla conmigo, quin eres t y de donde vienes? Creo que eres de cuna noble, siento tu sangre, y tu espritu tempestuoso y altivo, yo, pongo mi espada a tu servicio.Volvi el rostro por primera vez, con calma, y con velada desconfianza. Deposit suavemente su mirada en la ma de nuevo, entrelazando un mudo dilogo de sensaciones inciertas y tras un prolongado silencio pude escuchar, como se escucha el mar en una caracola por fin su voz contestando, mientras una fina y fresca brisa proveniente del lago agit sus cabellos hmedos, medio descubriendo sus hombros blancos, y dijo, mi nombre es

Su nombre se aloj en mis venas desatando un vendaval que aun hoy no amaina. Ekkaianar del bosque de piedra dijo airadamente como si yo fuera el culpable de sus desgracias por quin el faro de las mareas de sol y mar fue construido por orden del rey Tirod, mi padre, pero este rey se ha perdido, y con l mi madre Carbad y mis hermanos, y les busco ahora, como a todos lo habitantes de mi apartado castillo, slo s que debo tener el sol a mis espaldas, recuperar mi vida como era, o la perder definitivamente, me es igual. De esa actitud desafiante se desprenda casi imperceptiblemente, un halo de miedo e indefensin, de necesidad de cercana y proteccin, dijo, poco interesa extraviar la noche para hallar el daTan diminuta, tan frgil y delicada fantasmal blancura casi transparente de su piel, y el coraje manando de sus pupilas encendidas, como si un espritu indomable se agigantara dentro de ella desbordndose de un cuerpo incapaz de contenerlo, y sus labios comprimidos resaltaban carmes como una herida en su cara, que era sostenida por dos crispados pilares en su cuello.Saba ahora pues quin era y que buscaba, pero no saba qu buscaba yo al encontrarla. Hablamos poco, eras como un potro salvaje al que hay que acercarse muy lento y cauto. La tensin disminuy, desapareci poco a poco de tu cuello, se borr de tus labios, se desmayaron tus manos. Pas la tarde y parte de la noche, en medio de una comunicacin tensa y austera, te quedaste dormida, te abrac tmidamente y dorm tambin.Vi al despertar con el da resbalar una gota de lluvia, alargarse de la flor al tallo perezosamente y luego a la hoja, as hasta llegar al suelo e irse filtrando poco a poco entre la tierra generosa del bosque, y mientras caa, en ella jugueteaba la primera luz del da descomponindose en mltiples colores que, lanzando destellos horadaban las sombras oquedades en las races y cortezas rugosas de los rboles vivos y de los troncos muertos, en cuyo fondo se perciban bullendo las voces claras de los seres nocturnos de bien y de mal, en apresurado tropel de huda, as como la algaraba de la diminuta gente de luz arbrea, tan ntida en mi imaginacin de nio al escuchar los cuentos que la referan, sentado en las rodillas de los viejos, que en las tierras altas, era tradicin, concluyeran sus das como narradores. Los oa siempre pasmado, con una expresin en la cara de susto-asombro-avidez, y suspir pensando en la imposibilidad de un retorno a la inocente niez, donde la oscuridad ms impenetrable y perturbadora terminaba tan slo con un candelabro, y el silencio ms desesperante, con los pasos de mi madre acercndose a mi cama. El horizonte tragndose al sol pareca llamarnos a conocerlo algn da, para pararse en l y ver qu allende, hay otro horizonte esperando ser tambin conquistado. As que todos los pequeos caballeros de mi tierra nos preparbamos para las guerras futuras, a golpe de espadas de madera y formando clanes y compaas de ataque, defendiendo los lindes de nuestros propios jardines (reinos imaginarios), de ejrcitos, dragones y malignos hechiceros.El castillo de mi padre ya era lo bastante grande para ser explorado, l, incansable se encargaba de mantenerlo creciendo casi a diario. Con tantos claroscuros y recnditos recovecos excitando nuestras mentes impresionables, fue el lugar ideal, ramos hacedores de magia, videntes y oyentes de voces tan extraas, voces llamndonos, voces susurrndonos, voces... Elevando la vista hacia las copas de los pinos, cedros y abetos irguindose al cielo, donde era difcil calcular su tamao real, record a mi padre y como era, como lo miraba. Acudieron a mi mente los momentos en que mis pies se sacudan al viento cuando era yo izado por la fuerza de sus poderosas manazas, esas mismas que le fueron suficientes para edificar un castillo, que al pasar el viento raudo de la tercera estacin del ao a travs de sus arcos, columnas y pasillos, cantaba, gema e incluso grua como bestia hambrienta o hablaba como fantasma, susurros para los nios del clan. Sus cinco torres se levantaban orgullosas sosteniendo gruesos muros, cada una tan diferente en forma y tamao y sin embargo todas tan fuertes. En albas y ocasos se recortaban sus siluetas en el limpio cielo de mi pas, y cuando el mismo viento arrastraba las nubes, parecan gigantes marchando a la guerra y quin los viera, sabra que venceran.Un prado extenso y verde se construy como campo de batalla y de juegos, fue all que recib las primeras lecciones, fue tambin en esa grama tumbando enemigos de madera que lo vi por primera vez, y l me vio a m, su nombre; Rowann, maestro errabundo de diversas artes, quizs de todas, vidente adems. Tena dominio sobre aquella energa que emana de todo ser, la conoca, la moldeaba hbilmente. Nunca sabr que encontr en mi pero, detuvo su caballo y su camino, recogi la espada que haba cado y la puso nuevamente mis manos. Con paciencia no exenta de sutil dureza me enseo a usarla, a dominarla en materia y espritu, me mostr el alma que vive en las espadas y en su hoja tan brillante y pulida vi parte de mi destino, en una fugaz visin supe que su filoso metal estara ligado al futuro por venir, aunque por un tiempo infelizmente lo olvidara soando perdido entre tinieblas. Mi atencin regreso del viaje a la infancia que se haba ido y me percat que ella tambin. Ahora por lo menos saba como llamarle y la posible ruta que seguira, siempre con el sol a mis espaldas -dijo- sonre, y mi vista busc al astro rey, era hora de continuar la marcha.Mientras arriba del caballo intentaba seguir tus huellas, regres a la evocacin de mi niez y al preciso momento en que me top de frente con un ser tierno, enigmtico y de presencia ineludible. La conoc al medioda, en mitad del campo verde de mis juegos, y no poda dejar de verle. De cabellos largos, cayendo en lluvia hasta el nacimiento de la espalda, tan negros, que al golpe del sol reflejaban deslumbrantes, despus de su frente de luna, estaban sus cejas del mismo espejo de su pelo, protegiendo una fuente de miradas penetrantes e inquisitivas, pero de enorme dulzura y que se dirigan hacia mi, nariz fina techando la boca rosada que semi sonrea, acaso divertida con mi cara de desconcierto que escudriaba ya su cuello, ste, blanco, delgado, largo, descansando sobre unos hombros delicados de donde nacan unos senos pequeitos, y un frgil cuerpo que un vestido de terciopelo verde con sencillos bordados en oro no me ocultaban, ni ocultaban sus diminutos pies. Mi inquietud comenz en ella y nunca a pesar de todo la olvid. Ankehel, era ella, del acaudalado reino del valle del Diam que aun no conoca. Aprend con ella, en su cuerpo de la poderosa fuerza que hace incontrolable al hombre, para pelear contra el mal ms grande, y vencerle. Mi primera mujer, mi primer amor, Ankehel! Moriste un da durante la estacin helada del ao, la misma en que naciste, te despediste sobre mi boca mezclando lagrimas, adis y sonrisa triste para no vernos nunca mas.En el instante de conocer Hannas Gurn el amor, muy lejos, parado en un risco, Hecttent, el dragn, sinti disturbios en el agua y en su tranquilidad, puso en l sus ojos amarillos que hendan cualquier distancia intrigado, pero sin darle demasiada importancia. Ya el tiempo y destinos convergentes les enfrentaran. La espada y el fuego de un infierno fundido y en ebullicin bajo tierra, en el mismo momento, en el mismo lugar.

Las nubes amontonadas desfilan lento sobre el techo del mundo, son empujadas por el viento helado de la primera estacin del ao. Poco a poco se deshacen en lluvia sobre el hombre, nada tan parecido a la melancola o a la esperanza, tan similar a la sensacin de alivio ante la adversidad y as de efmera. El agua sigue un largo camino que va al cielo por el aire al llamado del sol, cruza grandes distancias para cambiar su forma fsica y poder dormir quieta en la cimas de las montaas, esperando para regresar llegado el momento, cuesta abajo tallando piedras al pasar de los aos, pacientemente, piedras que luego sern casas o chimeneas. Fra dar de beber a animales plantas y hombres, o estar all slo para que stos, en su en el peor de los cansancios, de espritu o de cuerpo, la tomen haciendo cuenco con sus manos y hundan ah sus caras alivindoles las penas. As de amorosa es porque amorosa es el hada que vive en ella, no debern hablar alto si se desea orla, si se es paciente y callado, su canto cristalino y ntido va escabullndose por los riachuelos bosque abajo. Pero no podrn verle, pues es transparente y esquiva, dulce y preocupada, pero huidiza. Muchas veces al atravesar cortinas de lluvia o lechos acuosos Aileind la oy acompandole. El sol descenda clido sobre mi vigilando la marcha, iluminando mis pasos en busca de la princesa, y en sus momentos mas severos me haca ver cosas inexistentes en el cercano horizonte del sendero polvoriento, y yo, atesoraba cada rayo como un bien inapreciable que se interrumpa entre las breves ramas para caer a plomo sobre m. El yelmo plata y negro destellaba devolvindolo al cielo. Me despertaba igual que se despeda al crepsculo, llevndose una parte del nombre de ella, la que buscaba neciamente y que a pesar de todo, poda sonrer al evocarla.El extrao vnculo que ligaba hombre y espada, le avis que pronto enfrentaran un peligro que ya les acechaba, y ambos prepararon su espritu, helndolo para el casi seguro combate, la noche como el mal, se cerna sobre ellos. La brillante hoja fue desenvainada y empuada, Hannas arrodillado frente a ella a al luz plateada de la luna, or antes del ocultamiento del sol con un antiguo canto de batalla.OH! Tierra que alimentaste mi carne

y que soportas mis pasos y los conoces,

acoge con piedad mis huesos si es que muero en batalla.OH! Tierra t, de donde viene la roca y el fuego que forjaron mi espada

que vivieron en tu entraa,

OH! Cielo, que me diste sol, aire y agua,

recoge con dolor esta alma si caigo,

y eclipsa por m slo un da por duelo.

Descomunal era el vaco que senta lo envolva, le espesaba el camino a su montura. Muy nio le ensearon a combatir y a ganar, a orar en la posibilidad de ser derrotado, pero nada lo aproxim a la factibilidad de la muerte. La sensacin de estar a su alcance era abrumadora, devastadora por lo tangible. Visiones de su propia piel desgarrndose y su sangre saliendo por las heridas del cuerpo revolcado le venan una y otra vez, sus sentidos se agudizaban, transpiraba copiosamente y fro, sinti el golpeteo del agitado corazn vomit.Se ape del caballo y en el ocaso de ese da, bajo un cielo rojo y desgarrado de nubes fue que combati, se esparci la primera sangre a sus manos en el pasto que creca de la tierra, y venci.Caminaba al lado de su caballo dispuesto a no rehuir a la pelea, atento, expectante, callado, percibiendo atento la voz del sendero, ste le dijo en un susurro del aire, que sobre su cabeza se cernan filosos metales. Slo intuy el primer tajo brotando de entre la espesura como fantasmal garra, y echando el cuerpo atrs rod para terminar de pie, espada en mano pronta y ardiente, bloqueando el traicionero embate. Mascullando oraciones blicas, el rostro extraamente sereno y plido, slo frunca el ceo al dar o recibir mandobles, pero la mirada glacial iba perdiendo su transparencia, se enturbiaba de prpura intenso, ya no tena su aire profundo, amable, pareca alto y arrogante ms que orgulloso, crispado y muy erguido. Gir rpidamente esquivando, y con una estocada violenta por debajo de su brazo, atraves al agresor por la espalda hasta la empuadura, casi al tiempo, sac el arma lenta y casi con exquisitez por sobre su hombro, para partir de arriba abajo y casi hasta la mitad al siguiente adversario, y quedar de frente, entero, rgido y dispuesto, espada en alto con el filo entre los ojos, mirando al suelo y de soslayo al oponente. Sinti el tibio carmes escurrir por el acero hasta sus puos enguantados y luego lo oy goteando en sus botas. Una sonrisa que rayaba en lo perverso tajaba su cara ahora. Avanz entonces firme, paso a paso sobre el ltimo y despus, un veloz intercambio de golpes de metal y giros, embestidas, en una garganta cnticos, en otra, infames maldiciones. Luego, la agona, la espada de Hannas se detuvo, miraba a su alrededor con la respiracin agitada y la sangre agolpndose en sus sienes rabiosamente, y como un tornado fue diluyndose, desapareciendo se volvi segundos despus a ver lo que haba hecho, se horroriz, se borr la sonrisa mordindose y escuch despus a su corazn lamentndose por la vida diseminada entre piedrecillas, hierba y polvo conforme la calma iba llegando. Arrastr los cuerpos y los apil, junt algunas ramas secas y encendi una pira que ilumin ofensivamente la noche naciente, permaneci un rato frente a ella en silencio, abatido sobre una piedra. Algo de consuelo vino a l con el calor del fuego, se levant y reinici su viaje.

Los maleantes despus de todo, haban conseguido robarse algo, la pura ingenuidad de un nio escondida en el nimo y la armadura de un caballero y en la hoja virgen de una espada forjada para honrar la vida, la paz, la grandeza de los reinos. La ingenuidad fue devorada por el demonio de la arrogancia. En su acostumbrado pico de vigilancia el dragn se carcajeaba y sus ojos perversos centellearon en la oscuridad de la noche.

Mientras caminaba, la luna plateaba si, pero en las lagrimas que enjugaban la muerte carmes salpicada en el rostro cruzado ahora por una pesada sombra de amargura.Encontr como un tesoro un cristalino y fresco manantial donde lav su cara y su ropaje y su arma y en esa agua pura fue que le dio nombre, como para expiarle la falta, la que senta como brasa arderle en el alma. Bett, de empuadura y hoja largas y bellamente labradas con su nombre y emblema de su Casa y una piedra incrustada, de filo glido y definitivo a toda la interminable longitud de su hoja de acero gris azulado que, pareca incendiarse al golpear la luz de la luna en ella. Todava tendra muchas labores durante la travesa emprendida.Transcurrieron varios das y nada estaba claro para esos ojos profundos y esa mente vida, todo pasaba espeso y brumoso, callado, como guardando un luto respetuoso y doliente por los muertos sobre la tierra del bosque y sobre la conciencia de Hannas. Tanto era el marasmo en el que se iba sumergiendo, para hacer lentos sus pasos y apartarle atencin y sentidos de las variaciones del clima, del hambre y la sed, ni siquiera los bellos paisajes tan apreciados para el, ni los pinceles del sol matizando al mundo lograban sacarle del trance y el adormecimiento, y se extravi por largos laberintos internos. Los das avanzabanSobre el jinete una pertinaz lluvia se desat. Por fin volvi a la vida de manera inesperada y curiosa. De las gotas de agua que resbalaban por su cabello y se descolgaban algunas por las orejas, salieron susurros que inmediatamente hicieron efecto, Du no lo dejara slo jams y esta vez desde el cielo baj para ayudarle. Sus sentidos regresaron del limbo y se agudizaron, reconoci la voz haciendo un cuenco con las manos bes y bebi agradeciendo al hada pronunciando su nombre y llorando. Y fue en esa renovada percepcin que oy los ventanales del cielo abrindose, dejando llover agua sobre su cabello y notas a travs de sus odos, la brisilla llevaba por el inmenso bosque la voz de Ekkaianar humedecindose, refrescndose, recitando lo que crey era una oda de alegra y esperanzadora belleza. Por ese salmo, todo en ese momento pas a segundo trmino, y fue casi olvidado.Y corri a su encuentro, a entender porqu la segua, a protegerla en su andar, quizs slo a verla, a encontrarse con motivos para amar ms la vida y crear ms vida. Pretextos para que el mundo siguiera siendo mundo y cada cosa en el mereciera ser amada, tal como ella para que todas las cosas poseyeran un alma clida y frtil. S, haba algo parecido a la fe en ese canto que se abra paso entre agua, aire, ramas y bruma. Y sinti el corazn nuevamente arder en llamas.Me preguntaba al ver en el cielo jirones de noche enredarse furiosos con los del da naciente, qu pasara si en esa lid se detuviera el tiempo? Justo entre da y noche, entre noche y da, en mitad del sueo de los hombres con los destellos de amanecer apenas pintados, inmvil, detenido el tiempo para todo el tiempo, luna y sol mirndose frente a frente de horizonte a horizonte de esta tierra por siempre. Me lo pregunt mientras iba con tu voz al sol que ya asomaba. Pude verte de espaldas a mi, con tu silueta impresa en el dorado disco ardiente, con el contorno de tu figura helada, como estatua de hielo reluciendo, y al volverte cruzaron tu cara uno de sus ms bellos rayos y una sonrisa igual de luminosa, que aunque no sin un dejo de impaciencia, era la primera que me regalabas. Enmudec conmovido en lo ms profundo, y temeroso de que no durara y desapareciera, el tambin primer brillo alegre que despedan tus retinas. Tuve la respuesta entonces, me contest sin palabras lo que sucedera si se detuviera el tiempo en la transicin de los das. Morira, morira all mismo de viejo, slo contemplndote.Te abrac, me abrazaste, necio me llamaste, y lloramos la misma lgrima viviente y abrigadora, sent tu pequeo cuerpo y su calor aun a travs de la opaca y mancillada armadura, y tu mirada, rebozante de un imposible maridaje de luminosidad y negrura, de fatalidad velada pero anhelante tenacidad y, por encima de todo eso, sonreas, y reas por momentos casi infantilmente. La maana pas de puntitas para no distraernos de nuestro abrazo, del enlace de nuestros silencios, de la mezcla de llantos sin intiles palabras enturbiando nuestras bocas.Aun hoy da no s que provoc en ti tal cambio pasajero, sea lo que fuere, bendito sea. -Al medio da, con la resonancia de un tronco hueco en la voz, le cont lo sucedido con los salteadores. Intent explicarle del instinto que se me desbord por la piel para, en cada movimiento encarnar al antiguo demonio de ira que los ancianos dicen, vive paciente en un lugar no referido dentro del alma de los hombres, esperando ser liberado. Me tom ella las manos fras entre las suyas, su vista se desparram lento alrededor y por fin se detuvo en m, profunda y compasiva enmarcada por sus cejas ligeramente arqueadas en un gesto extraado y duro, puso sus dedos suavemente en mis labios y dijo, la vida y la muerte son en un mismo cuerpo los filos de una espada, y del mismo corte pueden fluir ambas continu el azar no est en la hoja, sino en las manos que la esgrimen, acta con honor si has de usarla, y con piedad y justicia si as lo haces, cegando una vida cruel podras dejar florecer la de hombres ms nobles si has decidido bien luego murmuro como para s desde el principio me pareciste un arrogante y call de nuevo recostando su cabeza en mi pecho y yo, bes su frente y me le aferr refugindome en la dulce tibieza de la paz que me dio.El camino descendente rumbo al gran mar era aun largo y desconocido, en este momento abrupto y lento. Hecttent, no lo sabamos, mirando en el pozo de lodo hirviente de su laberinto de cavernas, conoca de nuestros pasos, y la inquietud creci en l sin comprender del todo qu odiaba o a qu tema de aquella nuestra alianza.Asom la cabeza, protuberante y escamosa, coronada de dos pares de cuernos en delta y hacia atrs salientes de la frente y armada de pavorosas fauces humeantes y grandes y afilados colmillos, del tamao de una espada. Observ detenidamente su reino chamuscado, consumido por su propio aliento. Las garras largas y nervosas desplazaron las cenizas terrosas aun calientes, aferraron unas piedras con las que tropezaron, stas crujieron y se desmoronaron humeando con apenas una leve presin. Haba decidido ya, y ahora, vol, su territorio convulso siempre desde que lo pisara, qued atrs bajo sus membranosas alas y no mir ms lo que dejaba.Dejamos la paz de aquel paraje y continuamos, pasamos Ekkaianar y yo por un desmesurado dispendio de espesura y verdor, no exento de un velo de bruma griscea- de el iban emergiendo cada paso en mayor cantidad, unas rocas monumentales, dispuestas sobre el terreno como si cayeran del cielo durante una tromba, esto se prolong por varios miles de metros, sin aviso se descolgaban gruesos cortinajes de aguaviento, y de sbito cesaban, esto al parecer era frecuente en la regin, pues la vegetacin se tornaba ms y ms espesa y por arte de magia, al retirar con la espada corta unas tupidas enredaderas, apareci ante nosotros un campo parecido a una necrpolis, pero no podamos bien discernir si de esto se trataba, pues la niebla se haba ido concentrando y cayendo al piso, o emanando de el, as que no podamos vernos los pies que adems sentimos helados y moverse sobre un mullido lecho arenoso igual de fro y yerto. Nos internamos cautelosamente para darnos cuenta de que, no eran tumbas lo que naca del suelo del supuesto cementerio. Eran armaduras, todas erguidas y con espada, stas vueltas hoja abajo, con la empuadura sujeta con la mano derecha y la izquierda descansando la palma sobre el pomo. Armaduras herrumbrosas ligeramente, negruzcas algunas y parcialmente carcomidas otras pero completas y perfectamente ensambladas. Todas las formas que la imaginacin de los mejores forjadores haba podido concebir, estaban representadas all, y al parecer todas las pocas tambin. Dentro de su solemne postura cada una tena una expresin diferente, como si en su entraa habitara aun su original dueo. Mas no osamos echar una ojeada en su interior. Al adentrarnos en el laberinto de metal, el fro aumentaba, el aire transportaba susurros y tenues lamentos en tonos e idiomas mltiples que se entrecruzaban por el espacio, adems de rechinidos y ruidos como de dientes masticando vidrio. El aire se volva viento repentino sibilante y siniestro, intimidante. Un escalofro me subi reptando por la espalda espolendome el corazn, varias de estas armaduras presentaban mordeduras o magulladuras enormes, varias llevaban en el peto o la espalda la inconfundible impresin de la descomunal garra de Hecttent perforando el metal, arriscndolo violentamente, extrayendo almas y vidas. Casi tocbamos el silencio.Hecttent sobrevolaba la gran tormenta purulenta y ftida que a lomos de mar cabalgaba a la costa. Era una marejada de oscuro odio, provocada por una erupcin submarina de antigua clera que ennegreca todo desde gran altura hasta el ras de las oleadas gigantescas que levantaba su furioso viento. En ella se sumergi la bestia, reuniendo fuerza de la maldad en estado puro que se aglutinaba all, dentro de la negrura no se distinguan ms que sus ojos amarillos y las llamas que su aliento generaban al hacer combustin con aquella atmsfera voltil y pestilente. Emergi satisfecho y emprendi el vuelo de regreso trabando las quijadas ansioso.Al fro y al viento sobre la niebla en el suelo de aquel viejo lugar, se sumaron delgados haces de luz que desafiando a las altas montaas conseguan llegar al pramo, horadando las sombras y dndole matices espectrales al paisaje y otorgando movimiento a las inmviles armaduras Hasta entonces nos percatamos de un detalle significativo. A pesar de la herrumbre y el xido de las armaduras, las espadas relucan ntidas, limpias como espejos a los que se adhera la humedad formando gotitas que atrapaban la luz y la devolvan, pequeos diamantes de agua rasgando la oscuridad y la ausencia de colores reinantes. Al dar vuelta siguiendo lo que suponamos era un sendero, nos deslumbr la brillantez de una capa metlica sobre los hombros de una armadura. Estaba compuesta por delgadas laminillas a manera de escamas y un susurro apenas perceptible me invit a tomarla, se senta muy ligera, mas no me atrev a llevarla conmigo, no me perteneca y no saba que digno caballero era su dueo, as que la dej pese a las voces que me ordenaban poseerla. Delante el ejrcito vaco miraba impasible, imperturbable y silente. La visin era esplendorosa y as continu por un tiempo ms, haciendo del trayecto una sorpresa a cada movimiento de las nubes. De esta manera arribamos al pie de un gigantesco menhir con un grabado en escritura antigua del que se lea:La tumba del guerrero ser eterna en su armadura. El mausoleo para su alma, su espada. Descanso placentero por siempre a los hombres con pureza y honorAlgo intangible brillaba en dorados caracteres de la inscripcin, lo comprendimos, o por lo menos lo comprend, y proseguimos con serenidad y sosegado el espritu. Pero al dar el primer paso tropezamos con la capa metlica, nos miramos azorados, confundidos, sin saber que hacer. Por fin Ekkaianar dijo al parecer alguien quiere que tengas esa prenda, no la desprecies y vaymonos mirando hacia atrs y lentamente se alejaron del lugar. Buscaron un lugar elevado y seguro donde pasar la noche, del que se pudiera otear la distancia, no eran tiempos de dormir tranquilos. Una vieja torre abandonada y derruida les brind la proteccin necesaria. Mientras Hannas encenda una fogata, Ekkaianar subi por la escalinata mohosa de piedra hasta lo que ahora era la cima, mir largamente y levant la espada de su padre y el cetro de su madre por encima de su cabeza, con los ojos cerrados y musitando entrecortadamente baj lentamente la hoja apuntada ahora al mar en lontananza, sopl entonces una rfaga glida y cortante aullando aguda entre la vegetacin. Un trozo diminuto de cristal de cuarzo que portaba engarzado en una cadena de plata, eman una plida luz azulosa primero, pero cada vez ms intensa. Aileind arrodillado vio aparecer ante si en el suelo su propia sombra, la andanada ces, se incorpor contemplndola erguida en lo alto, rodeada de esa aura brillante. Ella abri los ojos, y l not que de sus mejillas lvidas, las lgrimas que caan una tras otra apenas se descolgaban al vaco, se congelaban en minsculos copos de nieve que bajaban a la hierba con profunda melancola. l subi corriendo y se detuvo tras de ella, ms no se atrevi a llamarla ni a tocarla, ella se arrodill despacio llorando desconsolada, l pase su mano con suavidad por su pelo y la cubri con la capucha de su capa negra aterciopelada, y se inclin tambin, ella lo mir con pupilas brillantes con la voz quebrada de nia, extrao en la luz del atardecer la sombra de mi casa No dijo ms.CAPITULO VEL RETORNO A LA INOCENCIA

Aves, aves volando sobre tu pecho en llamas,ardiendo tus entraas, ni da ni noche o crepsculo en tus besos dulces,

alas de hadas planeando al ras de tus senos y tus mejillas rosas,

de arcilla en mis alas.

cielo a slo dos besos vientre abajo donde morara por siempre,

en el agravio al tiempo de pertenecer y permanecer.

Dos das despus dimos con un manantial no muy grande, pero de abundante y variada vegetacin, atestado de colores y de flores enormes coronando la maleza que lo rodeaba. Pese a su tamao, el verde era de plantas tiernas, no el verde definitivo de hierbas maduras y los rboles eran tan altos, gruesos y tupidos que no