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“EL FUTURO DEL PAÍS” LA JUVENTUD URUGUAYA ENTRE EL FRACASO ESCOLAR Y EL
DESEMPLEO.
Adriana Marrero [email protected]
I. Introducción
Los uruguayos hemos tomado partido acerca de cuáles sectores serán favorecidos en el
reparto del producto, y los jóvenes han salido perdiendo. De hecho, ellos constituyen
hoy el sector más vulnerable de la sociedad uruguaya: Casi el 50% de los niños
uruguayos nacen por debajo de la línea de pobreza, un altísimo porcentaje no alcanza a
culminar la escolaridad obligatoria, casi la mitad de los desempleados son jóvenes, y
existe acuerdo en señalar a este sector como el más castigado de la sociedad. Hay
escasas políticas dirigidas a la inclusión de los jóvenes, y aunque han tenido resultados
positivos, los programas de capacitación para jóvenes desempleados tienen un alcance
limitado, tanto en cobertura, como en sus posibilidades de compensar las carencias
derivadas de la insuficiencia de educación formal.
En este artículo, nos proponemos mostrar el modo como estos problemas han sido
abordados desde la reflexión teórica, la investigación empírica y la evaluación de
políticas por parte de organismos públicos y privados, nacionales e internacionales. A
partir de un relevamiento de más de una veintena de trabajos producidos sobre el caso
uruguayo en los últimos cinco años, se señalarán las coincidencias y divergencias sobre
una problemática unánimemente señalada como crítica.
II. Los estudios recientes sobre juventud y empleo: las teorías y los métodos.
Una lectura de los documentos recientes sobre el tema permite encontrar ciertas
regularidades y recurrencias, dentro de líneas teóricas y metodológicas definidas. Desde
el punto de vista teórico, la discusión remite a los siguientes problemas y enfoques.
1) La Teoría del Capital Social y su impacto en los procesos de emancipación juvenil,
en términos de abandono del sistema educativo e inserción en el mercado de trabajo.
Dentro de este marco se ubican de modo casi unánime, los documentos que han venido
produciendo los organismos internacionales, CEPAL, PNUD, etc. La hegemonía del
paradigma es explicada, desde sus sostenedores (Katzman et al., 1999), como resultado
del agotamiento de las usuales medidas del ingreso, de las necesidades básicas
insatisfechas y del índice de desarrollo humano, para dar cuenta de los procesos de
empobrecimiento, segmentación y marginalidad. La teoría examina la disponibilidad de
ciertos recursos de los hogares que son necesarios para hacer uso de la estructura de
oportunidades que ofrecen el mercado, la sociedad y el Estado. Esta estructura de
oportunidades no es constante, sino relativa al momento y al lugar determinados. La
noción de capital social descansa sobre tres supuestos: Primero, que los sistemas de
relaciones sociales modelan la capacidad de desempeño de los individuos en la
estructura social; segundo, que el concepto se refiere a un tipo particular de relaciones
que operan a través de interacciones y redes sociales informales asentadas en
mecanismos ajenos al mercado; y tercero, que tales redes tienen como consecuencia
facilitar el desempeño tanto de los individuos como de los hogares y de los grupos
sociales, proveyéndolos de recursos cuya ausencia haría más dificultoso su desempeño.
Tanto en su inspiración teórica como en sus análisis empíricos, el papel de la familia
(que desde el ocaso del modelo de la familia nuclear empieza a ser denominada en
plural como “familias”) adquiere aquí una relevancia clave. A diferencia de otras
formas de capital que son de propiedad individual (como el capital humano), el “capital
social” es una propiedad de las redes en las cuales los individuos se inscriben, y sus
beneficios alcanzan, por lo tanto, a todos los miembros. Junto con la noción de “activo”
adquieren centralidad las de “estructura de oportunidades” y “vulnerabilidad”.
Puestos a explicar la deserción en enseñanza media, o la elevada desocupación y
precarización entre las poblaciones de jóvenes pobres, la teoría aporta una visión
novedosa: los fracasos en el ámbito escolar y en el mercado de trabajo se atribuyen a la
escasa “salud” o extrema “homogeneidad” de las redes en las que se haya inmerso el
joven, las que no estarían facilitando el aprovechamiento pleno de la estructura de
oportunidades existente.
2) La crítica a los procesos de liberalización de la economía en el contexto de la
globalización y sus efectos en la pobreza, en la educación, el mercado de empleo y las
condiciones de trabajo. Este tipo de críticas es visible en documentos de gremios y
sindicatos. En general, se atribuye la pobreza, la marginalidad y el debilitamiento del
mercado de empleo a las transformaciones económicas de las últimas décadas: es
ascenso del paradigma neoliberal, la globalización de la economía mundial y la
aplicación de políticas liberales a nivel nacional como resultado de los
condicionamientos externos ligados a los organismos multilaterales de crédito. Dentro
de este marco, se puede apreciar una fuerte crítica a los procesos de reforma educativa
de la última década. Para esta crítica, se subraya la persistencia de la deserción escolar,
sobre todo en la enseñanza media, y la asociación persistente entre pobreza y fracaso
escolar. Además, se critican otros aspectos de la reforma educativa, tales como la escasa
participación de los actores involucrados.
3) Las discusiones sobre los tipos de competencias requeridas por el mundo de trabajo a
los jóvenes que se incorporan al mercado laboral, y su relación con los tipos de
educación que ofrece el sistema escolar, es casi exclusivamente un tópico académico.
Aunque existen referencias a estas cuestiones en los documentos elaborados por
sindicatos, no es un tema que se convierta en tema de reflexión desde los organismos
internacionales que financian investigaciones en la línea del capital social. Esto es
comprensible: si el acento se pone en los activos relacionales de las familias, los
contenidos curriculares que se adquieren en el proceso de enseñanza pasan a un plano
subordinado. De esta manera, es posible observar que los trabajos académicos que
enfocan la relación entre educación y trabajo, discuten, al menos someramente, los
cambios en el perfil de las calificaciones como resultado del ocaso del modelo fordista y
el ascenso de la producción flexible, en el contexto de la revolución científico-técnica.
Se destaca la importancia de las competencias “generatrices” y se las relaciona con la
polivalencia y la flexibilidad de los trabajadores en los procesos industriales
postfordistas. Aunque se puede percibir una pérdida relativa de la relevancia del debate,
los documentos elaborados desde la Universidad de la República, por ejemplo,
confluyen en señalar las ventajas de la educación general sobre la educación
especializada, como forma de proveer una mejor preparación a los jóvenes ante su
ingreso al mercado laboral. Esta línea es también crítica con los procesos de
liberalización de las relaciones laborales, y su impacto en la destrucción de puestos de
trabajo y la precariedad del empleo.
4) Existe una línea de trabajo sobre inserción social y empleo desde una perspectiva de
relaciones de género. Sin embargo, esta está mucho más claramente ligada a la
consideración de las mujeres como colectivo y raramente se enfoca la problemática
concreta de las mujeres en tanto categoría juvenil. Al mismo tiempo, se dirige mucho
más a la comparación de condiciones de trabajo entre hombres y mujeres que a la
especificación de las diferencias entre mujeres de diferente edad y condición social.
También acá predominan los trabajos basados en recategorizaciones de los microdatos
de la ECH, aunque existen documentos basados en otras metodologías, aún cualitativas.
Los hallazgos que se muestran sobre las poblaciones juveniles femeninas de estudiantes
y trabajadoras, son resultado de análisis multivariados en estudios sobre juventud en
general, pero casi nunca como fruto de análisis desde una perspectiva de género.
Desde el punto de vista metodológico, predominan muy ampliamente enfoques
cuantitativos, basados en reprocesamientos diversos a partir de los datos de la Encuesta
Continua de Hogares (ECH) realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Estos reprocesamientos presentan niveles de sofisticación diversa, que va desde la
confección de tablas porcentualizadas hasta la de modelos de regresión logística.
También es evidente, sobre todo en los informes de evaluación, la aplicación de
formularios estandarizados, en la forma de encuesta, para relevar la opinión de los
actores relevantes, y su posterior tratamiento estadístico.
Algunos de los documentos producidos desde la ANEP, presentan una característica
consistente que vale la pena destacar por sus consecuencias adversas en la difusión de
los resultados y el control de estos por parte de investigadores independientes:
proporcionan información agregada y porcentualizada, sin referencia a las cifras
absolutas en las que se basan dichos porcentajes. Es más, es posible ver documentos
donde casi no hay cuadros, y las gráficas que se presentan tampoco registran las cifras o
porcentajes exactos en base a los cuales se elaboró la presentación. Este es un serio
defecto que, por su reiteración, no puede considerarse como fruto de un descuido
ocasional. Pocos trabajos utilizan enfoques cualitativos para el relevamiento de la
información.
III. Principales hallazgos
Desde el punto de vista de los hallazgos en sí, es posible encontrar los siguientes puntos
de acuerdo entre los trabajos consultados.
1) La situación actual de los jóvenes en lo que respecta a su nivel educativo y su
inserción laboral, es en parte resultado de transformaciones políticas, económicas y
sociales de los últimos quince años. Estas transformaciones pueden sintetizarse
como sigue: a) Liberalización de la política comercial, que generó cambios en la
estructura productiva, en el ritmo de incorporación del progreso técnico y en la
demanda de trabajo. El empleo total creció lentamente, disminuyeron los trabajos de
baja calificación y crecieron los de calificación media y alta. Se amplió la brecha
entre asalariados de distinto nivel de calificación: al final de la década, los menos
calificados sufrían una desocupación mayor, ganaban menos, y tenían empleos más
precarios que los más calificados. b) Retiro del Estado como empleador; c)
Segregación locativa y residencial que refuerza la segmentación social y genera una
dinámica de factores negativos que se potencian.
2) Los factores anteriores se traducen en un aumento del abandono temprano de los
jóvenes del sistema educativo, especialmente a nivel de educación media, fenómeno
fuertemente asociado a la segmentación económica y cultural de los hogares de
origen. Uruguay es el país de Lationamérica con mayor porcentaje de jóvenes de
entre 15 y 19 años que han abandonado la educación formal. La deserción, que tiene
un fuertes sesgos sociales y económicos (desertan más los más pobres y los varones)
tendrá efectos a su vez en el tipo y calidad de la inserción laboral y en la
reproducción de la pobreza.
3) En efecto, estudios de ANEP (Furtado, 2003) muestran que Uruguay comparte con
México la peor ubicación de un ranking de 18 países latinoamericanos en cuanto a la
deserción estudiantil. Además, es el país con mayor deserción asociada a la pobreza.
Mientras que para América Latina, el 43% de los desertores proviene del primer
cuartil de ingresos, en Uruguay esa cifra alcanza al 63%. La mayor proporción de
desertores se registra en los primeros años de la Educación Media. En esta
perspectiva, el leve retroceso de la deserción en el período 1991-2002 se estaría
debiendo a un incremento de los alumnos con extraedad.
4) En Uruguay sigue predominando el paradigma generalista en educación, desde
varios puntos de vista: 1) en cuanto a la preponderancia de la matrícula en educación
media general frente a la educación técnica, que alcanza una relación de 80 a 20
respectivamente; 2) en cuanto a prevalencia en el imaginario social de la
superioridad de la formación generalista y la preferencia por el “liceo”, que
desvaloriza la formación técnica en general, y al Consejo de Educación Técnica
(UTU) en particular, 3) en los discursos de los seleccionadores de personal, que en
sus discursos, hacen énfasis en las fortalezas de una cultura general sólida sobre la
cual asentar competencias específicas diversas y cambiantes, y en sus prácticas –al
menos en el sector exportador- prefieren contratar a egresados de la educación
media general frente a los egresados de UTU; 4) en las perspectivas teóricas
utilizadas para el estudio de las calificaciones, donde predomina una perspectiva
“generalista”.
5) Esta preferencia por la educación general parece no carecer de justificación, pero en
todo caso, se trata de una profecía autocumplida. En primer término, la educación
técnica UTU es vista como una educación para pobres, porque, al menos en la
Formación Profesional Básica1, atiende principalmente a pobres: el 37% de su
alumnado pertenece al primer quintil de ingresos; La misma tendencia se observa en
el Ciclo Básico y también, aunque en mucho menor medida, en los bachilleratos. En
segundo lugar, las reformas educativas de la última década apenas la alcanzaron,
excepto para el caso de los bachilleratos, lo que ha supuesto serias dificultades
presupuestales. Los últimos años, caracterizados por el impulso a las formaciones
técnicas de grado medio y superior (Formación Profesional Superior, Bachilleratos
Tecnológicos, Tecnicaturas y Tecnólogos), marcaron una incursión en un modelo de
enseñanza orientado a la producción, lejos del propósito fuertemente social de la
formación técnica básica. Sin embargo, su cobertura no puede compararse con la de
la Enseñanza General. En suma, la educación técnica en Uruguay no logra
desprenderse de la tradicional desvalorización del trabajo manual y de la asociación
entre pobreza-trabajo manual-pobreza.
6) La inserción laboral de los jóvenes se ve fuertemente condicionada por su pertenencia
a circuitos de relacionamiento que le proporcionen los “contactos” necesarios para
conseguir un trabajo, así como del conocimiento de las pautas y necesidades propias de
la cultura organizacional donde se insertará, lo que no es asequible a través del sistema
educativo formal. Desde el punto de vista de los empresarios y seleccionadores de
personal, fuertemente alineados al paradigma “generalista”, el reclutamiento juvenil
está marcado por dos tipos de exigencias: de conocimientos y habilidades por un lado,
y de características personales, por otro. En materia de formación, se demanda
educación media completa, inglés y una cierta afinidad con el computador. Las
opiniones están divididas en cuanto a la importancia de la experiencia previa, y hay
quienes subrayan la conveniencia de que el joven no traiga a la empresa “hábitos
perniciosos”. Se subraya la importancia de la iniciativa y la actitud positiva frente al
esfuerzo y al cumplimiento de las obligaciones. La polivalencia, la flexibilidad y la
creatividad son mencionadas explícitamente como requerimientos de los nuevos
procesos productivos, lo que expresa además, la relativa actualización teórica de los
directivos de las empresas. Las características personales del joven (aspecto,
desenvoltura, manejo del idioma hablado y trato) aparecen como fundamentales. El
proceso de selección de los aspirantes se encuentra caracterizado por altos niveles de
particularismo (la contratación a través de contactos personales o familiares es muy
1 Formación Profesional Básica son los cursos a los cuales acceden los mayores de quince años con sexto año de escuela aprobado.
frecuente) y de opacidad, ya que pocos de los aspirantes conocen cuáles son los
criterios por los cuales son evaluados.
7) Existe coincidencia de opiniones acerca de la adversa evaluación que recibe la
educación media general por parte de padres, empresarios y universidades. Los
empresarios la consideran una especie de mundo aparte, desconectado de casi todo y
sometido a su propia dinámica, poco capaz de socializar a los jóvenes en pautas de
comportamiento y en hábitos de pensamiento y de articulación de las propias ideas
en discursos, pero manteniendo todavía ciertas fortalezas sobre las cuales es posible
edificar: conocimientos diversos y una visión general de algunos procesos. Los
universitarios admiten también ciertas fortalezas, sobre todo del bachillerato, pero
consideran que la enseñanza media no brinda conocimientos pertinentes, y que no
proporciona hábitos de estudio y de razonamiento lógico, pero tampoco
competencias básicas de lectoescritura y expresión oral. Los padres, añaden a la
crítica la idea de una pérdida de calidad de la educación, y manifiestan un conflicto
con el personal docente referido a un cuestionamiento sobre su desempeño.
8) Existe una multiplicidad de entidades que desde el Estado, desde ONGs, o desde
ámbitos de cooperación conjunta entre ambos, desarrollan programas de
capacitación laboral destinados a la inserción de los jóvenes en el mercado de
trabajo, en particular dirigidos a los jóvenes en situación de mayor vulnerabilidad
social. Para muchos de estos jóvenes, estos programas han resultado clave para su
incorporación al trabajo y a la ciudadanía social. Sin embargo, dichos esfuerzos
tienen también limitaciones: a) por la naturaleza de los servicios que prestan, no
pueden compensar los importantes déficits cognitivos (ligados a la lectoescritura o a
la aritmética) que muchas veces caracterizan a su población objetivo, en la medida
en que se trata de desertores tempranos del sistema educativo; b) por las limitaciones
de su alcance, no logran acompasar los acelerados procesos de marginalización y
desafiliación que caracterizaron, en los últimos años, a la sociedad uruguaya; c) ni
los programas de inserción laboral ni las entidades de capacitación, ni los
organismos que los coordinan, pueden tener una efectividad que no dependa de la
dinámica de la creación y destrucción de empleos; d) muchas veces se trata de
esfuerzos, fragmentados, diversos e inconexos. En otros términos, la población
objetivo crece con mayor velocidad de la que puede hacerlo cualquier programa de
capacitación e inserción laboral, y estos se encuentran muy fuertemente
condicionados por las racionalidades de los empleadores y por la vitalidad del
mercado de empleo.
9) Existen pocos estudios sobre la inserción social de las mujeres jóvenes desde una
perspectiva de género. No obstante, los documentos relevados permiten mostrar
ciertos acuerdos sobre los siguientes puntos: a) En cuanto a su performance dentro
del sistema educativo y con relación al mercado de trabajo, existe una segmentación
clara por nivel económico que marca la existencia de concepciones diferenciales del
rol femenino. En sectores más pobres y menos educados, las jóvenes muestran un
comportamiento más tradicional, abandonando el sistema educativo pero sin
convertirse en activas, es decir, sin incorporarse al mercado de empleo, dedicándose
a tareas tradicionales dentro del hogar. Mientras, en sectores socioeconómicos más
altos, las jóvenes tienden a permanecer en el sistema educativo aún más que los
varones (las mujeres representan casi dos tercios de la matrícula universitaria) y a
tener pautas de inserción laboral similares a ellos. b) En cuanto a su inserción
laboral, las mujeres presentan tasas más altas de desocupación y salarios más bajos.
Sin embargo, las jóvenes mujeres se encuentran mejor posicionadas que las de
mayor edad, debido a que su diferencia salarial con los varones es menos acentuada.
En la última década, se produjo una fuerte incorporación de las mujeres al mercado
de trabajo, principalmente al sector de servicios financieros. c) Confirmando las
impresiones intuitivas sobre el tema, parece existir entre las alumnas mujeres de
enseñanza media superior, una mayor predisposición al esfuerzo para encarar el
futuro, delinean estrategias más complejas y se orientan hacia ocupaciones más bien
universalistas y escalafonarias.
IV. Las áreas vacantes: Varios temas quedan pendientes de una revisión como la
precedente. Por ejemplo, aún para los jóvenes que tienen un empleo, o que trabajan a
través de otras modalidades ¿en qué condiciones desarrolla su trabajo? ¿Cuál es su nivel
de remuneración? ¿cuál es el grado de formalidad? ¿qué cobertura de salud y seguridad
social tienen? Realmente, es muy poco lo que sabemos del trabajo de los jóvenes. Pero
además, llama también la atención la falta de datos sobre el éxito a mediano plazo de los
programas de inserción laboral: ¿cuál es la suerte de los jóvenes atendidos por ProJoven
después del período obligatorio de contratación en las empresas participantes en el
Programa? Y, en términos numéricos, ¿cuál es el impacto real de experiencias como las
de Tacurú, por ejemplo, también a mediano plazo? El seguimiento de los jóvenes
participantes en los programas y la medición de impacto, son instrumentos
imprescindibles para retroalimentar las políticas de inserción social de los jóvenes.
Finalmente, llama la atención la escasa atención que han recibido las mujeres jóvenes,
máxime cuando ellas son las más vulnerables entre los vulnerables. Hace falta mucha
más información sobre los procesos de transición de las jóvenes a la vida adulta y sobre
las condiciones sobre las cuales basan sus decisiones relativas a su educación y a su
trabajo.
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