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El futuro no superado Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) El futuro no superado Enviado por Juan Vera el Dom, 03/29/2015 - 08:00 Antetítulo portada: Brigitte Reimann Foto portada: Antetítulo (dentro): Brigitte Reimann Sección principal: Culturas Cuerpo: «El futuro no superado» era la expresión certera, la contraseña a algo, que en aquel momento excitaba la conciencia y el ánimo de la escritora Brigitte Reimann y de su amigo y fiel corresponsal, el arquitecto Hermann Helsenmann. Brigitte Reimann nos dejó un puñado de obras, otro de cartas y un enjundioso diario. Vivió en la Alemania oriental entre 1933 y 1973. Apenas treinta y nueve años. Su legado está siendo traducido al castellano por Ibor Zubiaur a quien también corresponde la autoría de los prólogos que son, debo señalar, de una exquisita factura. Comenzar por uno de sus escritos es querer acabar todos. Conocido gesto éste, impaciente y depredador, que el lector imprime a la lectura cuando se halla frente a una personalidad irreducible. Quienes conocieron a Reimann la describen como una mujer de una inusitada independencia, portadora de una lucidez singular –sus escritos dejan sentir su recorrido: de la credulidad al desencanto sin perder la sed de vida–, una afilada capacidad de observación, una exigencia desmesurada y un espíritu, si se me permite la contradicción de términos, también carnal, fogoso, indomable y volcánico. Atributos todos ellos que la llevarían a «renegar de lo acomodaticio y elegir la entrega como forma de estar en este mundo». Amaba con ese tipo de amor omnímodo que puede abarcar tanto a los hombres como las flores, el trabajo o las obras de arte y que tiñe cada gesto, cada idea y cada acción como sólo sucede en cierto tipo de artista al cual pertenecía. Amaba con ese tipo de amor omnímodo que puede abarcar tanto a los hombres como las flores Con similares palabras a éstas últimas se referiría Reimann a Helsenmann en su diario. Fueron almas gemelas, de modo que la descripción anterior puede, a grandes rasgos, dirigirse indistintamente a uno u otro. Ambos encarnaron a esos pocos ciudadanos de la RDA que «ejercieron el coraje Página 1 de 5

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El futuro no superadoEnviado por Juan Vera el Dom, 03/29/2015 - 08:00 Antetítulo portada: Brigitte ReimannFoto portada:

Antetítulo (dentro): Brigitte ReimannSección principal: CulturasCuerpo:

«El futuro no superado» era la expresión certera, la contraseña a algo, que en aquel momentoexcitaba la conciencia y el ánimo de la escritora Brigitte Reimann y de su amigo y fiel corresponsal,el arquitecto Hermann Helsenmann.

Brigitte Reimann nos dejó un puñado de obras, otro de cartas y un enjundioso diario. Vivióen la Alemania oriental entre 1933 y 1973. Apenas treinta y nueve años. Su legado está siendotraducido al castellano por Ibor Zubiaur a quien también corresponde la autoría de los prólogos queson, debo señalar, de una exquisita factura. Comenzar por uno de sus escritos es quereracabar todos. Conocido gesto éste, impaciente y depredador, que el lector imprime a lalectura cuando se halla frente a una personalidad irreducible.

Quienes conocieron a Reimann la describen como una mujer de una inusitadaindependencia, portadora de una lucidez singular –sus escritos dejan sentir su recorrido: de lacredulidad al desencanto sin perder la sed de vida–, una afilada capacidad de observación, unaexigencia desmesurada y un espíritu, si se me permite la contradicción de términos, tambiéncarnal, fogoso, indomable y volcánico. Atributos todos ellos que la llevarían a «renegar de loacomodaticio y elegir la entrega como forma de estar en este mundo». Amaba con ese tipo de amoromnímodo que puede abarcar tanto a los hombres como las flores, el trabajo o las obras de arte yque tiñe cada gesto, cada idea y cada acción como sólo sucede en cierto tipo de artista al cualpertenecía.

Amaba con ese tipo de amor omnímodo que puede abarcar tanto a los hombres como las flores

Con similares palabras a éstas últimas se referiría Reimann a Helsenmann en su diario. Fueron almasgemelas, de modo que la descripción anterior puede, a grandes rasgos, dirigirse indistintamente auno u otro. Ambos encarnaron a esos pocos ciudadanos de la RDA que «ejercieron el coraje

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cívico y el compromiso político» en un contexto de persecución policial, burocratismoparalizante y régimen dogmático con que algunos aspiraban a alcanzar el NuevoOrden. «Su[s] simpatías por el socialismo fueron sinceras» incluso cuando vieron llegar a su fin losaños de ilusión y deshielo –la década del sesenta– aunque siempre matizadas por un «talantelibertario». Helsenmann, más mayor y versado en el camino de la diplomacia y la mascarada, suponavegar entre los bloques tectónicos trazados por el dogma y consolidados por los espíritustemerosos de errar. Hablaba de éstos en términos de «dictadura de mediocres». Decía lo quequerían escuchar para que le dejaran hacer lo que pensaba que tenía que hacer. Y lo hacía. Su obradebería interpretarse «como un llamamiento a la dorada apuesta de la vida y a la jovialidad frente atodas las amenazas».

Iniciaron la correspondencia de modo casual. Al mismo tiempo que Reimann publicaba unartículo en el cual se preguntaba dónde estaban los lugares para besarse –tan poco íntima, cercanay natural era la atmósfera que imprimía a las ciudades el funcionalismo de la “nueva arquitectura”–,Helsenmann leía su novela Los hermanos y se convertía en uno de sus más fervientes admiradores. Inmediatamente después vino el afán de apropiarse del otro, de comprenderlo hastahacerlo suyo, de acomodar el pensamiento del otro al propio. No hicieron falta grandesesfuerzos. Eran más las semejanzas que las diferencias y mayor el deseo de amar que el depretender quedar por encima llevando la razón. En En la ciudad del mañana quedan recogidosalrededor de los veinte años que estuvieron intercambiando reflexiones, ideas, noticias, puntos devista, preguntas y también sentimientos, deseos, atracciones, temores y afectos. Les unía: elpaisaje (tras los años de guerra y postguerra) donde casi todo estaba por hacer, el deseode contribuir a construir un mundo nuevo más humano, igualitario y fraterno y elsentimiento de responsabilidad que el futuro arrojaba sobre ellos a través de esa enormetarea proyectada… Pero “lo nuevo”, o mejor dicho, aquello que ellos señalaban como nuevo peroque era, de alguna manera, más primitivo y elemental, se distanciaba cada vez más del espíritu deltiempo. La virginidad de los paisajes originales se encontraba más y más lejos.

Fue esa virginidad la que aún pudo observar Reimann en Siberia con motivo de un viaje oficial a laURSS. Durante un par de semanas acompañaría, en calidad de corresponsal –único miembroindependiente–, a la Comisión de Juventud del Comité Central alrededor de las repúblicas soviéticasmás punteras del momento. El encuentro debería servir para dar publicidad a los logros técnicos deaquellas regiones y dirigir el empuje de la juventud apareciendo a sus ojos como la másprometedora y deseable meta.

Pero el foco de atención de Reimann estaba lejos de apreciar aquellos logros en la misma direcciónen que lo hacía el resto. Su atención no podía fijarse en las cifras ya fuesen éstas de estadísticas ode patrones productivos. Tenía siempre que traducirlas «para hacer[se] una idea de “grande, rápido,moderno”» a la medida humana, esto es, a la escala de la cercanía como única guía de relacionescon la que ser capaz de comprender. Tampoco podía sentir el entusiasmo ciego de sus camaradashacia la tecnología militar o la energía nuclear o los nuevos sistemas de producción que abarcaban,por poner sólo un ejemplo, la manipulación de los intereses de la población mediante la sociologíaaplicada. Su punto de vista estuvo siempre más atento al paisaje, a los rostros y aldesarrollo cotidiano de la vida, de los que se serviría para dejar caer una sutil objeción alrégimen y soltar, «bajo el manto de la ingenuidad», «unos cuantos recaditos en elburocrático mantel de cierta gente».

El resultado fue que la crónica de su viaje se alejó del panfleto de propaganda encubierta quealgunos esperaban para convertirse en un breve libro de viajes, La luz verde de las estepas, donde las impresiones personales sobresaldrían en el límite de lo permitido por el canoncomunista. En la edición de Errata-Naturae, donde se acompaña la crónica con extractos de sudiario privado, es posible apreciar no sólo «cuánto hubo de táctico en su elección» sino tambiéncuánto hubo de auténtico en aquello que estimulaba su entusiasmo.

Así, Siberia fue de los paisajes que más hondamente le impresionaron. Le impresionó «elgozo primigenio por la vida», «la sed tangible de romanticismo y superación», la inquebrantable fede que el mañana será mejor que el día de hoy, «la calma no ociosa», «el sosiego sin desidia», «laconfianza sin resignación»… la seguridad de que «el extranjero podría llamar a cualquier puerta y eldueño de la casa le abriría y le diría: “pasa, bebe, duerme y sé bienvenido”». En Siberia donde «uno

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puede estirar el cuello sin chocar con la cabeza en ningún sitio» sintió que se albergaba «la calma yseguridad que brinda la continuidad». En Siberia acertó a responderse sobre aquello que se busca yse espera: «si se fija una bien –escribió– la gran aventura consiste en cotidianidad y trabajo,quemaduras al sol y sabañones» y «esa mirada orgullosa sometida a la atracción que irradian labondad y la sabiduría». La bondad y sabiduría resultantes de la necesidad de conquistar lasupervivencia sin el temor a que el futuro nos rinda las cuentas.

En Siberia, Reinmann descubrió que allí "el comunismo había llegado antes que a Moscú"

En Siberia pudo en efecto echar «una mirada a la era comunista de estilo sencillo y decente» donde«realmente los hombres sirven a su pueblo» «limpios de toda arrogancia, engreimiento [y] afán degloria». Encontró, como decían los siberianos, que allí «el comunismo había llegado antes que aMoscú». Y es que, en aquella tierra durmiente, en aquel paisaje entonces virgen, nohabía más que una ruta de sentido único. Ninguna bifurcación permitía la más mínimavacilación. La coherencia de aquella marcha, de aquel impulso vital, fue entonces –como en otrasocasiones donde la Historia o las circunstancias estrechan las opciones– de un gran poder deatracción. Esa coherencia encerraba la esperanza sin espera; ahuyentaba el sinsentido; respondíaclaramente a las exigencias del existir… En tal contexto, no parece difícil mantener la rectitud. Lanobleza de ánimo resulta más común allí donde sólo hay que vérselas con la naturaleza salvaje y losgestos responden a la necesidad dirigidos por una incuestionable fe teleológica.

Hoy, cincuenta años después, sabemos que Bratsk, la ciudad que llenó a Reimann dealegría y esperanza, se ha convertido en una de las zonas más contaminadas del mundo.Nuestra civilización, con toda su cultura –o precisamente por su cultura–, nos muestra la otra caradel celo de superación y conquista. En consecuencia, muchos de nosotros titubeamos. Permanecemos sumergidos en el escepticismo como resultado de haber visto tantasveces las manos alzadas como veces caídas esas mismas manos: el rostro más sombríode las utopías. La imagen de futuro no está o lo que es peor, se sale de cualquier relación decercanía: el individuo atomizado, la supervivencia como fuente de negocio, el comportamientohumano y su diversidad predecidos y subsiguientemente controlados por la neurociencia y lagenética, los hombres sirviendo a las máquinas, las máquinas programadas para atacar, la atenciónexoplanetaria anticipando el desentendimiento hacia el interior, el control interesado del climaintercediendo en el orden natural (y por el momento, conocido) de todas las cosas… Con talpanorama, alarma la casi total ausencia de responsabilidad. Como si el futuro no arrojasesobre nosotros más que horror y deseos de huida. Sin ninguna tarea proyectada a escalahumana, todo deriva.

Decía Reimann reflexionando sobre su propio contexto que «la lucha contra el burocratismoexige tanto coraje y tesón como la lucha contra el salvaje Angará». Estas palabras deberíaninvitarnos a mirar nuestro presente como un reto; animarnos a proyectar un futuro ideal que viertasobre el paisaje presente una virginidad figurada que imprima a nuestros gestos superación,coherencia e integridad; que nos despoje de arbitrios; que nos señale dónde está la verdaderanecesidad… Pues a pesar de todo, también ha habido logros mientras las manosconseguían mantenerse en alza. Pero esta vez –y de nuevo he de recurrir a las palabras de laautora–, «reconociendo sin pánico negro y sin ilusiones doradas las posibilidades de la ciencia, lasamenazas y esperanzas que encierra». El futuro no debería superarse.

Reimann murió de cáncer en plena juventud dejándonos con la sensación de que sólohabía esbozado su vida. Murió, por así decir, sin dejarnos un final. La novela que se afanaba enescribir durante sus últimos años, Franziska Linkerhard, quedaría de modo similar, inconclusa. Sobrela misma –y por extensión, sobre la propia Reimann, anotaría Henselmann estas observaciones quemerece la pena transcribir aquí: «Ya no pudo acabar el último capítulo. Sin embargo, el modo en queel argumento del libro va apagándose y queda en suspenso tiene en la inconclusión su propialógica poética. La conclusión no es, en sentido estricto, una categoría marxista. [La heroína] seidentifica a sí misma con la evolución de “su” ciudad. De su impaciente exigencia de conclusiónderivan sus conflictos, aunque no piensa en la perfección de aspirar el mejoramiento. […] Ese altogrado de exigencia “irrazonable” consigo misma y con su misión refleja exactamente la actitudfundamental de mucha gente joven en nuestra República. Es el absolutismo que, en último término,hemos engendrado nosotros mismos durante los veinticinco años previos. El heroísmo del pasado

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[…] sólo se acepta en su función de modelo si a la vez cabe reconocer en él una fuerzamotriz en la conquista del presente».

Es de este modo como hoy nos debería interesar pensar en Reimann, como fuerza motriz: un alientopara afrontar la frágil situación en la que estamos y seguir apostando por el gozo de la vida frente atodas las amenazas. Leámosla.

Pie de foto: Briggite ReimannTemáticos: SocialismoComunismoliteraturaGeográficos: AlemaniaURSSEdición impresa:

Licencia: CC-by-SAPosición Media: Cuerpo del artículoCompartir:

Tipo Artículo: Normal

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Autoría: Juan VeraFormato imagen portada: sin foto

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