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El Gatito Glotón Érase una vez un gatito al que le gustaba mucho las sardinas sin embargo, rara vez tropezaba con alguna. Un día llegó un mercado ambulante: numerosas vendedores ofrecían sus mercancías al público que pasaba por allí. Se fijó en un hombre que vendía pescado. ¡ Allí, a su alcance, podía ver una caja entera llena de sardinas!. Trastornado por el hambre, comenzó a acechar al vendedor. En un momento de descuido por parte de éste, el gato saltó con gran agilidad sobre el tenderete y arrebató una hermosa sardina de las que allí se exhibían. El vendedor enfurecido, inició la persecución del gato; este muy veloz cruzó a toda prisa un prado cubierto y fue a dar a un arroyo que fluía perezosamente entre las hierbas. En sus limpias aguas, el gato vio algo que le llenó de envidia; un colega suyo parecía estar junto a él; llevaba en su boca una sardina mayor que la suya ¿Cómo era posible? ¡No podía consentirlo! Sin pensarlo ni un momento, el gato se arrojó al agua, intentando arrebatar a su colega, tan suculenta sardina. Pronto comprendió que no había tal gato ni tal sardina; en realidad había contemplado sobre el agua su propia imagen deformada y ampliada. Tuvo que emplear todas sus fuerzas en salir del agua y ponerse a salvo, entretanto la sardina había desaparecido en las profundidades del arroyo.

El Gatito Glotón

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El Gatito Glotón

Érase una vez un gatito al que le gustaba mucho las sardinas sin embargo, rara vez tropezaba con alguna. Un día llegó un mercado ambulante: numerosas vendedores ofrecían sus mercancías al público que pasaba por allí. Se fijó en un hombre que vendía pescado. ¡ Allí, a su alcance, podía ver una caja entera llena de sardinas!. Trastornado por el hambre, comenzó a acechar al vendedor. En un momento de descuido por parte de éste, el gato saltó con gran agilidad sobre el tenderete y arrebató una hermosa sardina de las que allí se exhibían. El vendedor enfurecido, inició la persecución del gato; este muy veloz cruzó a toda prisa un prado cubierto y fue a dar a un arroyo que fluía perezosamente entre las hierbas.En sus limpias aguas, el gato vio algo que le llenó de envidia; un colega suyo parecía estar junto a él; llevaba en su boca una sardina mayor que la suya ¿Cómo era posible? ¡No podía consentirlo! Sin pensarlo ni un momento, el gato se arrojó al agua, intentando arrebatar a su colega, tan suculenta sardina. Pronto comprendió que no había tal gato ni tal sardina; en realidad había contemplado sobre el agua su propia imagen deformada y ampliada. Tuvo que emplear todas sus fuerzas en salir del agua y ponerse a salvo, entretanto la sardina había desaparecido en las profundidades del arroyo.Amarga lección la que había recibido; en vez de conformarse con la sardina que había obtenido se dejó llevar por la glotonería.