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El hombre Nuevo. El hombre se levantaba todos los días muy temprano, con luces prendidas y la radio bajita para que los niños no se despertaran. La voz lejana de la Cooperativa más de una vez hizo perder el sueño de alguno de ellos que dicen, lo acompañó alguna vez en su rito diario de café de mañana laboral. Luego se iba en la camioneta que devolvía el silencio tras llevarse consigo el ruido del motor. De niño supe que mi familia era de izquierdas. Supe de Victor Jara en cuanto tuve edad segura para saber. En esa época había que tener edad segura porque Chile no era seguro. Era oscuro a veces y desconfiado por las tardes. También por las mañanas y en la noche sobretodo. Supe de Violeta Parra que era la señora que cantaba otras canciones además de Gracias a la Vida. Supe además de Pablo Neruda y de Salvador Allende. Supe también de Luis Emilio Recabarren y de don Clotario Blest. Supe que tenía una identidad y que esa identidad, era un lugar dolido por la historia. Dolor de balas, de muerte. Pero también supe de unas fotos de marchas gigantes con banderas rojas y azules, supe que de jóvenes mis padres se juntaban en las marchas y arrancaban enamorados de la consecuencia de sus colores. Él era rojo, ella era azul. Mi padre se levantaba temprano todos los días y encendía la radio bajita para que no nos despertáramos. La voz cotidiana de Sergio Campos en la radio Cooperativa me despertaba y más de una vez lo acompañé mientras tomaba su café en silencio, pensando. Luego después de dejarme acostado, se iba en la camioneta que sonaba unas cuantas cuadras más. Cuando joven entendí el dolor histórico y tuve todas las rabias que las canciones pueden tener en sus acodes de protesta. Marché muchas veces y les grité ¡asesinos! También canté y tiré piedras. Me gustaba ver por la tele las manifestaciones y me enrabiaba aún más con la acción represiva de las fuerzas armadas. Teníamos

El Hombre Nuevo

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El hombre Nuevo.

El hombre se levantaba todos los días muy temprano, con luces prendidas y la radio bajita para que los niños no se despertaran. La voz lejana de la Cooperativa más de una vez hizo perder el sueño de alguno de ellos que dicen, lo acompañó alguna vez en su rito diario de café de mañana laboral. Luego se iba en la camioneta que devolvía el silencio tras llevarse consigo el ruido del motor.

De niño supe que mi familia era de izquierdas. Supe de Victor Jara en cuanto tuve edad segura para saber. En esa época había que tener edad segura porque Chile no era seguro. Era oscuro a veces y desconfiado por las tardes. También por las mañanas y en la noche sobretodo. Supe de Violeta Parra que era la señora que cantaba otras canciones además de Gracias a la Vida. Supe además de Pablo Neruda y de Salvador Allende. Supe también de Luis Emilio Recabarren y de don Clotario Blest. Supe que tenía una identidad y que esa identidad, era un lugar dolido por la historia. Dolor de balas, de muerte. Pero también supe de unas fotos de marchas gigantes con banderas rojas y azules, supe que de jóvenes mis padres se juntaban en las marchas y arrancaban enamorados de la consecuencia de sus colores. Él era rojo, ella era azul.

Mi padre se levantaba temprano todos los días y encendía la radio bajita para que no nos despertáramos. La voz cotidiana de Sergio Campos en la radio Cooperativa me despertaba y más de una vez lo acompañé mientras tomaba su café en silencio, pensando. Luego después de dejarme acostado, se iba en la camioneta que sonaba unas cuantas cuadras más.

Cuando joven entendí el dolor histórico y tuve todas las rabias que las canciones pueden tener en sus acodes de protesta. Marché muchas veces y les grité ¡asesinos! También canté y tiré piedras. Me gustaba ver por la tele las manifestaciones y me enrabiaba aún más con la acción represiva de las fuerzas armadas. Teníamos banderas, afiches, insignias y logos con nuestros muertos y desaparecidos.

Todos los días se levantaba temprano porque todos los días trabajaba. Pero había un día en especial en que se levantaba y aunque nunca noté nada especial porque hacía su rutina igual que cualquier jornada, me era incomprensible que trabajara los once de septiembre. Era feriado en tiempos de la dictadura. Unos celebraban y otros nos dolíamos en la conmemoración de la noche absoluta de la violencia fascista. Pero él se levantaba e iba a trabajar, once tras once, año tras año tal como lo hizo el once del setenta y tres cuando que se presentó en el ministerio para seguir con su trabajo y nunca más abandonó ese don, ese privilegio de trabajar porque el hombre nuevo ese del que hablaban es un trabajador, es de clase trabajadora. Además, Allende el presidente dijo muy claro “yo no voy a renunciar” y si el compañero presidente no renuncia, el hombre nuevo no puede hacerlo, carajo. Y mi padre trabajó porque no abandonó al compañero presidente, no abandonó la idea, no se salió de su marcha en la alameda y cada día se levantó temprano porque más temprano que tarde… y no dejó de cantar el venceremos y cuando todos protestamos él trabajó y trabajó más.

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Mi padre se levantaba cada día al amanecer de sus grandes alamedas, así con su silencio amoroso y su sonrisa de padre, me dejaba acompañarlo en su rutina de hombre nuevo cuando la cocina olía a café y despuntaban los días para volver a vencer una y otra vez. Luego se iba y me dejaba su enseñanza de dignidad, de ética de trabajador. Me entregaba la dignidad del socialismo, me estaba enseñando que el hombre nuevo no murió en la Moneda, que de las cenizas de la traición hay que levantarse para luchar trabajando tal y como lo comprometió con el compañero presidente, tal como lo hace hasta el día de hoy mi padre, el hombre nuevo.