El hombre: personaje y autor en la literatura peruana / Abraham Arias Larreta (1950)

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  • 7/27/2019 El hombre: personaje y autor en la literatura peruana / Abraham Arias Larreta (1950)

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    El hombre: personaje y autor en laliteratura peruana

    UN erdadero mosaico de tipos humanos tena la poblacin pe-ruana a principios del presente siglo. El aceleramiento delcruce y una creciente definicin de sus tipos en los ltimos 50 aos,muestran las dos principales direcciones que toma el proceso delmestizaje: hacia los grupos cholos y hacia los grupos mulatos, conresidencia en las regiones de la sierra y de la costa, respectivamente.

    Esclareciendo los orgenes y la evolucin de nuestro procesotnico, recordemos que el primer contacto de razas comenz en laConquista. Descartada la tesis autoctonista -en lo que se refiere alorigen del hombre americano, no a su cultura que es posible consi-derar "como nacida de la propia tierra"- queda en pie la hiptesisde la ascendencia asitica con races mongoloides y polinsicas. So-bre tal raza, secularmente trabajada por el acento csmico de suresidencia, cay el aluvin de la raza espaola, perteneciente a lafamilia ligur o mediterrnea, con raies pirenaica occidental, alpinay armenoide. Sobre sus cimientos celtas e iberos, bien es sabido, laraza espaola soportaba materiales fenicios, griegos, cartagineses;aportes romanos; elementos irnicos o arios, brbaros: germanos,rabes con mezcla berberisca y etiope, aportaciones flamencas, ita-lianas y de gitanos errantes. Este complicado mestizaje, evolucio-nando en las distintas regiones de Espaa, di a su vez los frutosdiferenciados de andaluces, extremeos, vascos, catalanes.

    Los hombres que conquistan y colonizan el Nuevo Mundo traan,de este modo, una tnica regional perfectamente definida, aunquemantuvieran inalterables las caractersticas tnicas comunes y funda-mentales del nmestizaje que les di origen. Respetando los rasgos

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    singulares y solidarios de la raza aborigen en el mapa americano,naturaleza, economia y cultura haban labrado tambin matices ycontrastes en el tipo humano. Los espaoles encuentran la gamatipolgica de los pueblos serranos y costeos que forman la unidadeconmico-social del Tahuantisuyo: chibchas, quitus, tallanes, mo-chicas, quechuas, chibchas, huancas, aymaras, huanucos, caxamalcas,pocras, huaylas, araucanos. Del cruce inicial -varones espaoles,hembras indgenas- surge el mestizo. Arquetipos de este primerayuntamiento son, para el Per, Garcilaso de la Vega y Almagro elMozo.

    Pronto intervino un nuevo afluente: fue el negro, cazado enAfrica, trado entre cadenas con destino de esclavo "para liberar alindio" de sus yugos. En realidad no lo libert, comparti con l laesclavitud. Indio, blanco y negro se convierten en los elementosprecursores de una integracin racial que da paso a la nueva familiahumana. Tras el choque violento de la Conquista acelranse lasfunciones de cruce, asimilacin, mezcla y aleaciones. Durante la Re-pblica entran en accin nuevos afluentes: europeos y asiticos.Los ltimos han logrado producir un nuevo tipo: el injerto, frutode su cruce con el elemento mestizo existente. El vasto intento defusin biolgica, social y cultural no termina an, gravemente en-torpecido por contradicciones de orden econmico, poltico y es-piritual.

    El ltimo censo anota 7 millones de habitantes para el Per.En una estimativa general se puede asignar los siguientes porcien-tos a los grupos humanos: 80%, indios y cholos (50% indios:3.500.000-30% cholos: 2.100.000); 10%, negros y grupos afines(700.000); 5% , blancos (350.000); 4% , poblacin de la selva(280.000); 1% , asiticos (70.000). La poblacin est integradapor indios, negros, blancos, asiticos y los productos del cruce delas razas entre s: cholos (razas blanca e india de costa y sierra);mulatos (razas blanca y negra); zambos (razas negra e india); in-jertos (razas asitica y mestiza).La costa es el asiento de blancos, mulatos, zambos e injertos,predominantemente. Aunque residencia de slo el 22% de la pobla-cin total del Per, esta regin alberga el 61% de la poblacinurbana. El blanco -de ascendencia espaola o descendiente de laposterior inmigracin europea- dirige industrias, bancos, vias de

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    comunicacin, comercio. Su preponderancia econmica gravita enla poltica e indirectamente sobre la cultura a travs de los mediosde difusin (prensa, radio, editoriales), de la educacin oficial yparticular regimentada por el clero o ejercida, caso de la segunda,por las congregaciones religiosas. En Lima y ciudades principalesde costa y sierra, el blanco se agrupa en crculos "aristocrticos",basados en privilegios de fortuna, ms que en prejuicios raciales,pues la sangre aventurera y renovadora del mestizo ha cruzado sustnicas inyecciones en los pedigrees ms orgullosos. De ah quecholos o mulatos que arriban a situaciones espectables en la econo-ma, la vida profesional o las letras, alcanzan a codearse familiar-mente con la clase dominante; y cholos y mulatos, sin los recursosanteriores, pero qu e cobran sorpresiva notoriedad pblica capita-neando una insurreccin armada, llegan a los ms altos puestos p-blicos y circulan homenajeados en los salones del "gran mundo"presidido por los blancos. 1

    El negro retinto no tiene esas oportunidades. El mismo parecelimitarse a su condicin subalterna desde la Colonia. No pasarona la sierra sus padres venidos en los barcos negreros: arraigaron yse multiplicaron en los valles costeos. Como islas de color se su-cedan las poblaciones negras a lo largo de la costa, cuando Castilladeclar su libertad en 1868: Tangal, Talambo, Zana, Facal, Picsi,Caete, Chulucanas, Ica. El negro prefiri el llano, al igual de losespaoles, y en contradiccin a su desdn por el indio, brind sussimpatas al blanco desde el primer momento. Andando el tiempolos amos blancos buscaron mujeres de color -no indias- para lacrianza de sus hijos. (Las "mamas" negras, las ayas de color querecuerdan en sus evocaciones Jos de la Riva Agero y VenturaGarca Caldern.) Y no resistieron la tentacin fresca, picante, ava-salladora de las. esclavas sensuales. A la inversa -desde abajo-mulatos ardientes y escultricos rindieron el sexo de las blancas;lances que revelan en dramticas captaciones Ricardo Palma y En-rique Lpez Albjar. Pero el cruce de las "piezas de bano" noapresura su ritmo sino cuando el aluvin negro invade los pobladosy ciudades -tras su liberacin- y se une a los frutos de l mestizajecosteo de blanco y aborigen.

    Mulatos y zambos preponderan numricamente, hoy en dia,sobre los ncleos blancos, las concentraciones de cholos serranos en9*

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    los valles, los grupos injertos y los reductos de cholos costeios des-cendientes de los yungas. Alguien habl por eso de una costa zambao mulata. Y es que la personalidad de los frutos negroides ha im-puesto su sello en muchas manifestaciones de la vida costefia. Elnegro no slo trajo su tipo extico, la sonrisa melosa, las leyendasmaternales, el tranco voluptuoso de sus hembras, la pasin por elcolor detonante, la lujuria primitiva y dispuesta. Junto al yugo deesclavo import la magia fetichista, la naturaleza de insurrecto, sutendencia anarquista, el prodigioso sentido musical. No hay en lacosta peruana guitarristas de tan admirable digitacin o cantoresms expresivos y de mayor registro vocal, que zambos y mulatos.Los negros olvidaron voluntariamente su estilo musical y repitieronen el Per la proeza de adoptar el estilo de sus dominadores paracrear nuevos gneros. Asi lo hicieron en Cuba, Venezuela, Brasily Estados Unidos. Son, festejo y tonderos peruanos tienen raicesnegras, al igual que la Marinera, hermana de la Cueca, y ambashijas de la arrebatadora zamba o zambacueca. Nuestro vals criollo,lnguido, dulzn, matizado de cadas, arrastres y floreos, no pue-de ocultar el dejo mulato de su ritmo ni el verso barroco de lamayor parte de sus letras.

    La musicalidad del negro es cualidad gemela de aquella facun-dia verbal que a diario observamos en la flexible y melosa labia desus descendientes. La superabundante energa verbal se gasta enel canto o busca los vertederos de la charla sostenida o la discusininacabable. Una de sus tipicas expresiones es la oratoria pomposa,narrativa o de elogio, discursiva y a veces esttica. Fernando Cassfu el ejemplo peruano ms perfecto de la oratoria poltica plsticay caudalosa, avasalladora ms que persuasiva. La deslumbradoralujuria verbal de Chocano no tendria algn remoto antecedente decolor ? Abraham Valdelomar -conjuncin de tres ratas: india, blan-ca, negra- canaliz la insolencia mulata a travs de sus estilizadasposturas esnobistas; pero no pudd esquivar el amor femenino decualquier negro por el retoque personal ni el subconsciente anhelobarroco por el rito y la fastuosidad. Ricardo Palma amain la befadel mulato cernindola en el humor sonriente y alusivo de su pulidairona. No ha surgido an el poeta de color qu e traduzca el almade la raza, al estilo de l cubano Nicols Guilln. Aparte Palma, msque Valdelomar, el relato no tiene autor mulato ms representativo

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    que Enrique Lpez Albjar. Un autor, adems, orgulloso de suscabeceras negras, al revs de los literatoides sacalaguaque acostum-bran renegar de sus races. Cuando Lpez Albjar me obsequiMatalach -novela del gallardo mulato qu e viol, a instancia ena-morada de la duea, el sexo prohibido del ama blanca- puso estasignificativa dedicatoria: "Para A. A. L. a quien le ha merecidotan buen juicio este hijo mo, en la Literatura, y abuelo mo en lasangre".

    En general, y hasta hoy, mulatos y zambos son actores ms queautores en la literatura peruana. Todo el rico folklore costeo -- co-mezado a remover en el norte por R. Paredes y Len Barandiarn(A golpe de arpa)- muestra su oscura y sugestiva presencia enla letra de los cantares, la trama popular de cuentos y refranes, elsacerdocio de los despenadores: -personajes casi desaparecidos quepracticaban la eutanasia con enfermos incurables- las hazaas ban-doleras, el ejercicio de la brujeria, la historia de motines y contra-bandos, el anecdotario judicial de raptos y violaciones.

    Fernando Romero contina en este siglo la tarea literaria deintroducir y reivindicar al negro en la literatura. Angela Ramos yJ os& Torres de Vidaurre empezaron a traducir la emocin lricade la zamba limea y la tpica sacalagua del arrabal. El zambo de lhampa se exhibe en los cuentos de J. Diez Canseco, Heraldo FalconSevilla, Ricardo Alcalde, Fernando Romero. En Panoramahacia elalba, de Jos Ferrando, acciona la mulata mrbida y codiciada dellupanar, frente a su macho oscuro y atltico. El brujo negro apare-ce en El dao de Camino Caldern. Quien ha realizado el estudioms serio y documentado es el socilogo Roberto Mac Lean (Ne-gros en el Per-Negros en el Nuevo Mundo).

    La presencia del hombre de color en el folklore nos est pro-bando tanto su contacto con el pueblo como su posicin social den-tro de las clases populares. Zambos y mulatos pertenecen en sumayora al proletariado urbano y campesino. Algunos alcanzan laclase media como empleados, pequeos comerciantes, pequeos in-dustriales, pequeos propietarios, maestros de taller, profesionales,artesanos. Muchas de las caractersticas del costeo tienen seguroantecedente en las levaduras raciales de l aluvin negro: indolen-cia, extraversin, volubilidad, amor por la jarana y la poltica, en-

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    tusiasmo explosivo, imaginacin viva, locuacidad, sentido de adap-tacin, tendencia a la improvisacin.

    Al lado de estos frutos del cruce negro, grandes legiones decholos serranos comparten vida y trabajos de los valles costeos.Antes formaban una poblacin flotante que tornaba a la sierraapenas terminadas las faenas agrcolas. Poco a poco ha ido arrai-gando en los campamentos, mal adaptada al clima, al trabajo ya ciertas costumbres de la costa, pero manteniendo intactos susviejos usos, su msica, la indumentaria, el lenguaje amagado demodismos. Y no se curan jams de la aoranza. Son una especiede modernos mitimaes, 2 atados inexorablemente a la tierra lejanapor el vinculo de una ruda y penetrante nostalgia. No han surgidoan ni el poeta ni el cuentista que inscriba en la literatura la vidade esta tpica y vigorosa cholada en trasplante. Como no salta elautor que haga la revelacin definitiva de paisaje y drama del vallecosteo a travs de proletarios petroleros, raumadores de algodn,regadores de arroz, cortadores de caa, yanacones y enganchados,trgicos soportes humanos de una industria de gran avance tcnico,pero que sigue anclada en el absurdo rgimen feudal del trabajo.Slo existen algunas notas poticas aisladas 3 y el pen del vallese empieza a insinuar con Simache (Ortiz Reyes), con Valle algodo-nero (A. Manco Campos), y dbilmente en Rastrojo (M. R. Ma-cedo).

    Hay otros ncleos humanos que pueblan campias o se agru-pan en poblados pescadores al lado de puertos y caletas. Son comolos eslabones rotos de la gran cadena humana tendida a lo largode la costa por las civilizaciones de tallanes, mochicas, chimus, rimacs,nazcas, chibchas. De trax amplio, rostro cetrino, ojos almendrados,narices afiladas, tienen la estampa clsica que han hecho perdurarhuacos y telas de Batn Grande, Pachacamac, Chanchan, Parakasy Nepea. Persiste la nomenclatura autctona para los pueblos:Moche, Eten, Huacho, Supe, Monsef, Sechura, Catacaos, Chicama,Chocope, Sullana, Chimbote, Vir. Pescadores, agricultores, tejedo-res, mantienen en parte el antiguo rgimen comunal de vida y per-vive la tradicin en las leyendas, supersticiones y cantares; peroel arte nativo ha muerto o se ha eclipsado. Aunque subsisten loscaballitos de totora4 y la vieja fauna marina, no existe una alfa-rera que, como la precolombina, haga la reproduccin idealizada

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    de ellos, y han desaparecido los pescadores de perlas perennizadosen tapices y vasijas chims. El arte aborigen reflej la intensa ycompleja vida social de sus pueblos, revelando su entraable vincu-lacin con la naturaleza. Huacos y tejidos representan verdaderosmensajes de una cultura, con valores estticos y humanos que noha repetido el hombre costeo de la Colonia y la Repblica. Buenagua para conocer algo de la poderosa vibracin humana, "del vi-talismo que acompaa de principio a fin la voluntad expresiva" delarte mochica, es el libro de A. Jimnez Borja (Moche).

    Pero estas tpicas poblaciones costeas son de hecho fuentesde inspiracin literaria. Tienen escenario propio, tipos humanos de-finidos, modalidades econmicas peculiares. De ellas salieron auto-res de esperanza como el poeta Berrios y el relatista Nicho, a msde Alejandro Manco Campos, autor de Valle algodonero. La ma-dre de Jos Carlos Maritegui, el clebre invlido y gran amauta,fue de Huacho y tuvo el perfil aguileo inconfundible del yunga.Jos Olaya, acaso el personaje ms ejemplar del herosmo peruanoen la lucha por la Independencia, proceda de una comunidad pes-cadora de Chorrillos. En un ensayo anterior (La naturaleza y suexpresin literaria), registr a los primeros reveladores de la chola-da costea: Valdelomar, Fernando Romero (Cuentos de mar yplaya), Jos Flix de la Puente (Las islas azules), los relatistasde Chancay, provincianuestra,s Jos Eulogio Garrido (Estampas deMoche) y la contribucin literaria de Jos Meja Baca (Aspectoscriollos), al lado del estudio sociolgico de Hildebrando Castro Pozo(Nuestra comunidad indgena)

    No es menos definida la personalidad del injerto en el mapacosteo. Aunque a veces se le excluya en los cuadros raciales, sufigura est presente en la vida cotidiana de los pueblos. Tambero,pen, comerciante, cocinero, soldado, profesional, el injerto se mez-cla y acta en la vida nacional. La pintura tiene notables exponen-tes, el teatro lo ha caracterizado y hay nombres como los de Zuleny Fonken, inscritos con orgullo en nuestra vida intelectual y enla historia de las luchas obreras. Correspondera a Jos Ferrandosu introduccin en la novela (Panorama hacia el alba). Csar Va-llejo haba captado la psicologa del chino -no propiamente delinjerto- en sus conocidos menesteres de los fumaderos de opio ylas casas de juego (Cera, Escalasmelografiadas).

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    El escenario abrupto de la sierra es el verdadero asiento decholos e indios. Pocos blancos figuran en los medios urbanos, cam-pamentos mineros, latifundios, comandando el gobierno, las indus-trias de extraccin, la institucin feudal de l gamonalismo. La sie-rra alberga el 73'o de la poblacin peruana, pero tan slo el 36%de la que vive en ciudades. Un mapa racial de la poblacin serrana,tomando como ndice el porcentaje de sangre indgena, dara poraproximacin 50, 70 y 80% para Norte, Centro y Sur. Esta ltimaregin es predominantemente indgena; el mestizaje muestra clara-mente sus flujos en el Centro; el Norte es una regin chola mayo-ritaria. Las correspondencias lingiisticas del mestizaje indican queAymara y Quechua son ms puros en el Sur, predominan en el cam-po y son preferidos al Castellano en las ciudades, para todas lasefusiones de la vida ntima; el Centro equilibra el uso de Quechuay Castellano, pero el idioma nativo ha ido adquiriendo diferenciasde zona a zona y aun de provincia a provincia (quechuas de Aya-cucho y Junin; Huanta y Jauja); aunque amagado de quechuismos,voces tallanes, mochicas y chims, el Castellano prepondera en elNorte, sobre las pequeas islas quechuas -reductos supervivientesde los principales ayllus incaicos de la regin- en las campias deConchucos, Contumaz, Huamachuco, Cajamarca, Chota, Huanca-bamba.Las variantes de raza y lengua tienen sus equivalentes en in-dumentaria, costumbres y folklore. La bella acuarela de ponchos,llicllas, anacos y chullos de Centro y Sur desaparece o atena suscolores en la regin nortea, donde los ponchos lucen la simplegama de los tintes nogal; los colores netos pero individuales depollerones y faldellines; el amarillo vegetal de los sombreros de jun-co y palma. No faltar por completo el guiio colorista -alforjasbicolores, fajas de trama policroma, faldas y rebozos talqueados-,pero dominan colores y texturas de driles, manfores, percales, eta-minas, cretonas y pauelos floreados, de importacin. Pinkullos ypututos no resuenan familiarmente en los Andes norteos. Msque la penetrante melancolia de las quenas, riega su liviana tristezael borbotn meldico de las antaras. Marineray serranita son losbailes regionales de l Norte, mientras cashuas, huaynos y cachasparisdominan en Centro y Sur. El yaravi arequipeo o la muliza cerrea,corresponden al triste de Cajamarca, la Libertad y la sierra de Piura.

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    ESTUDIOSArpas y guitarras son usuales en el Norte, como en campias ypueblos de Cuzco, Ayacucho y Arequipa. El instrumento comn-como si fu el comunitario expresador del sentimiento musical ycoreogrfico de los Andes- es la caja o tinya, el viejo tambor in-caico que presidi el comps de los taquis fastuosos y los hayllestriunfales del Imperio. g

    Estas lgicas diferencias que ha marcado el ritmo lento o apre-surado del mestizaje, no alcanzan a borrar en la poblacin serranalas identidades profundas que le nacen de la comunidad geogrfica,la ubicacin social, la historia comn. El serrano no ha perdido elsentimiento de la naturaleza; sigue atado a los Andes "por el cordnumbilical de su propia alma". Nuestra sierra es fundamentalmenteagraria, rural. En las comunidades indgenas y mestizas supervivela parafernalia ritual de l indio, en torno a cultivos y ganados. Es lasubsistencia o el renuevo secular de la religin panteista y trascen-dente a la Mama-pacha, la madre Tierra. El vnculo a ella se vuelvem s entraable con "la actitud y la manera de trabajarla", esto es,con el congnito agrarismo indigena. El hombre sigue siendo el tra-bajador orgnico que no entiende la vida sino trabajando, comoel productor de Tahuantisuyo, del alba a la noche, con pasin yesmero, codo a codo al hermano, al vecino, al prjimo de la comuni-dad. Y tal como en los Ayllus imperiales, el trabajo comunal man-tiene las tnicas cualidades estimulantes de entusiasmo, alegra, cultoritual, emocin religiosa, solidaridad.

    Pero estas virtudes no saldrn a luz cuando la tierra es ajenay el trabajo forzado. Ellas presiden el trabajo de los comuneros,pero la sierra no est ocupada nicamente por comunidades. Lamayor porcin de tierra cultivable es propiedad de latifundios, unavariante de la encomienda costea, y, ambas, tipicos productos delmismo rgimen econmico feudal subsistente en la Repblica. Comoel rgimen de trabajo no escapa a las determinaciones del rgimende propiedad, propiamente en la agricultura, la poblacin enyugadaal servicio de los gamonales soporta una trgica servidumbre. Por loque una parte de indios y cholos vive en comunidades; algunos enpequeos poblados o en campias con pequeas parcelas; una terce-ra parte de l total corresponde a los que son colonos, pastores, yana-cones o aparceros en las haciendas serranas. Aunque la explotacinfeudal tiene diferencias de grado, es comn el brbaro rgimen de

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    opresin y esquilmamiento. El gamonalismo es toda una institucinqu e no ampara la ley, pero s la odiosa tercera prepotente de auto-ridades y gobiernos. Representa la actitud mental de un Estadoregido por la feudalidad intacta de los grupos privilegiados.

    Contra esta institucin serrana del feudalismo, la comunidadha librado dramticas batallas. El duelo no termina an. En granparte de las tierras comunales cayeron en manos del gamonal veci-no , o los comuneros se han uncido, impotentes y acorralados, a laesclavitud del pongaje, el tributo de los brazos, el prstamo usurariodel agua. Ha supervivido, pese a todo, bien que desgarrada y enzozobra constante, la vieja institucin imperial. Tanto como el man-tenimiento de parte de sus tierras propias, nos importa comprobarque perpeta las fecundas tradiciones del esfuerzo cooperativo, elfolklore secular, sus cdigos morales, el rgimen colectivista de la pro-piedad y el colectivo usufructo de l trabajo y la produccin.

    El indio ms o menos libre, vigoroso, altivo, productor, es elcomunero. El colono de los latifundios casi es un ex-hombre, de-rrotado, impotente, aplastado bajo el yugo del amo, perseguido porlas turbias acechanzas del fraile, el gobernador, los tinterillos ytoda la jerarqua de explotadores puesta al servicio del gamonalis-mo rapaz y opresor. Las insurrecciones serranas han salido de lascomunidades indias o mestizas: Jos Gabriel Condorcanqu y sugran rebelin social, ' el gallardo levantamiento del amauta Atus-paria y Ushcu Pedro 8 y los cientos de sublevaciones ahogadas ensangre, y sin historia, qu e han conmovido la sierra peruana. El in-dgena humillado por el abuso, con la degradacin de l yugo, dege-nerado por el vicio es el qu e observan generalmente los turistas oexportan algunos relatos peruanos incomprensivos o interesados. Elotro "indio", orgulloso y sobrio, potente y desdefioso, conserva lomejor de la tradicin nativa y tiene en la sangre los acentos viriles,la tnica masculina, el elemento dominante para trasmitir la energacreadora de la raza. En ese hecho se funda el orgullo del cholo porsus cabeceras indias. Ah arraiga, tambin, la conviccin de que lasuerte del Per no podr definirse "sin el indio o contra el indio". 9

    Sol, estn devorando a tus hijos, La tierra es el hombre, Loscampesinos y otros condenados (Serafn Delmar) son relatos querevelan aquella doble realidad del indio comunero y colono. Debe-mds recurrir a Jos Mara Arguedas (Agua), para entender el mun-

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    E S TUDI 1OSdo peculiar, trgico, indisculpable de un sector quechua del Sur.Clorinda Matto de Turner (Aves sin nido) puso al indio como pro-blema en el tapete de las letras, descubriendo las cartas sucias deljuego republicano. No hay exhibicin ms cruda de sus verdugos,particularmente del aquel espcimen, renuevo de los Valverdes yArriagas de l pasado. Como documento para comprender esta reali-dad opresora del fraile y fundamentar la posicin anticlerical inob-jetable de las conciencias honradas, recordemos el acusatorio librode Narciso Arstegui (El Padre Horn. Escenas de la vida delCuzco), para no salir del campo puramente literario y llegar a lasfuentes primordiales de Vigil, Rosell y Gonzlez Prada.

    Antes qu e Clorinda Matto y Narciso Arstegui, Humboldt ha-ba visto al indio en su categora de problema y lo inscribi en susrelatos, ensefindonos a mirar la tierra en su dimensin esttica debelleza geogrfica, al propio tiempo que en su dimensin dinmica,como escenario del hombre que la vive con su tragedia a cuestas.Los ensayistas -Suln, Gonzlez Prada, Maritegui, Haya de laTorre, Basadre, L. A. Snchez, Castro Pozo, Abelardo Sols, C. A.Espinoza Bravo, Ugarte, Valcrcel, Encinas, Uriel Garca, M. Arrio-la , Velazco Aragn- ven mejor el tremendo rango del problemadel indio, manoseado desde la ingenuidad hasta la impudicia, comoelemento decorativo, motivo patritico, seiuelo turstico, en polticay literatura.Sara-cosecho (M. Robles Beltrn) es un documento reciente

    para conocer el status de indios y cholos en la zona de Apurimac yadvertir los interesantes flujos del mestizaje. Pero la entrafia psi-colgica de indios de arriba y abajo, de la quebrada o la jalca, co-muneros o colonos, no tiene traduccin literaria mejor lograda quela de Enrique Lpez Albjar (Cuentos andinos, Nuevos cuentosandinos).

    En la sierra no hay una realidad uniforme. Junto a la rea-lidad indgena est la de los cholos y se puede hablar de una reali-dad intermedia que corresponde a los trances culminantes del mes-tizaje. Dijimos que la regin nortea es predominantemente cholay que el acholamiento sigue una lnea de avance lento pero seguro,de Sur a Norte. Iguales condiciones geogrficas condicionan lavida de cholos e indios, y el serrano tiene un acento comn de expre-sin frente a la costa, origen y fundamento del dualismo geogrfico

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    REVISTA IBEROAMERICANAy espiritual, bien estudiados por Maritegui y el mexicano Senz (7ensayos de interpretacin de la realidad peruana, Sobre el indio pe-ruano, respectivamente). Agreguemos que, junto al cruce procrea-dor de tipos humanos contrastados, factores de diversa indole si-guen operando en la sierra para determinar nuevas modalidades devida. Carreteras y ferrocarriles soldaron contactos entre pueblos yregiones, movilizando el comercio y estimulando las industrias loca-les. La explotacin minera en gran escala abri la perspectiva deltrabajo "libre" y mejor remunerado. El enganche 10 de braceros alas haciendas de la costa -hurfana de l brazo esclavo de negrosy coolies- provoc emigraciones temporales o definitivas.

    La sierra no albergara ya slo sus tipos clsicos: comuneros,colonos, arrieros, pastores, artesanos. Surgieron el trabajador de lasminas y el enganchado; al lado de campesinos y pastores aparecenmecnicos indios, choferes mestizos, trabajadores aventureros. Elsalario alto, la nueva indumentaria, los flamantes hbitos, la asimi-lacin de los injertos tcnicos y culturales representan conquistasindudables, pero impotentes para desarraigarles el tenaz sentimien-to por la tierra, sus realidades y tradiciones.

    Jos Ferrando cruzando el Per de costa a selva, pasa porlas tierras mineras de Junin (Panorama hacia el alba). Contemplan-do a indios y cholos les grita esta frase dura y esperanzada: "Indiocobarde: levntate y pelea; prale al blanco; forja tu destino";"Cholo animal: despierta, que eres nuestra esperanza". La doble ex -presin comprueba la existencia de los do s tipos representativos dela sierra y su significacin social presente y futura. Tales frases,lanzadas en el nuevo escenario econmico, llevan agazapada la de-nuncia de una realidad que, si bien emancipa al hombre de la brutaltutela gamonalista, lo unce a la nueva servidumbre de l overall, elsalario "libre" y el time-check.

    Csar A. Vallejo (Tungsteno) muestra con un "realismo sinliteratura" el drama de las minas que comanda el gringo con su ca-marilla mestiza y obsecuente de capataces, confidentes, jueces y sub-prefectos. Revelar al enganchado fu el intento, no definitivo, de J.Ortiz Reyes (Simache). El logro ms honrado y constructivo enla presentacin literaria del mestizo serrano del Norte fue obra deAbelardo Gamarra (La vida en Pelagatos, Cien aos de vida per-dularia). Para estudiar la psicologa real del mestizo en la vida

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    ESTUDIOS

    urbana, tanto como su conducta moldeada por las imposiciones co-rrompidas y corruptoras de la poltica criolla, el centralismo, la Igle-sia, no hay documentos ms sinceros e inobjetables que los delgran huamachuquino, olvidado con injusticia por la crtica oficialu oficializada, y evitado en los "panoramas" de la literatura peruanaqu e fraguan pupilos y lacayos de unas castas vapuleadas' inolvida-blemente por el inolvidable Tunante.

    Ciro Alegra tiene una exposicin ms amplia de tipos serra-nos en La serpiente de oro, Los perros hambrientosy El mundo esancho y ajeno. Su obra representa, tambin, un extraordinario es-fuerzo para exhibir la vida anmica, la tradicin, el folklore, lasmodalidades econmicas y la ubicacin social de los cholos, desdela banda fluvial de los temples hasta las jalcas pastoras. Cholos sonigualmente los personajes de El Donato (Guillermo Mercado), Cho-leras (Porfirio Meneses), Escalas melografiadas (Csar Vallejo),Tierrasde l alba (F. Izquierdo Ros), Tierramia (A. Pelaes Bazn),La Guacha (J. Garrido Malaver) los relatos de Crnicas de andary ver, Carbunclos (J. Eulogio Garrido), Diez acuarelasy un pueblo,Cuentos cholos (A. Arias Larreta), y los tipos que accionan encuentos no reunidos en volumen, pero que revelan la fuerza creado-ra y el porvenir literario de sus autores: A. Contreras Sosa, RubnBarrenechea, Jorge Moscol, Mario Negro, Arturo Bricefio Zapata,Tefilo Espejo Nfiez, Maurilio Arriola Grande, Rmulo Len,Juan Camino Varela.

    No est agotada ni mucho menos la mltiple temtica de lasierra peruana. Desde el paisaje hasta el pueblo, pasando por el hom-bre y su problemtica humana y social, hay una riqusima canteraesperando el voluntarioso equipo de relatistas que la saque cabal-mente en hombros a la literatura nacional. Por supuesto qu e nosirven hombros turistas o deshumanizados, para esta tarea. Respe-tando las calidades puramente estticas de toda obra literaria, nove-la o cuento se despersonalizan si no hunden la garra sincera enlas realidades de su mbito, para traducir del paisaje, el sentimiento,la emocin del hombre, las vicisitudes de la comunidad. Desde estepunto de vista, relato serrano sin antenas para captar las resonan-cias de la lucha anticaciquil, no es versin fidedigna; relato queelude el registro de los impactos imperialistas en la economa yla libertad de los pueblos mineros, es engendro antiperuano; rel4to

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    REVISTA IBEROAMERICANAfugado de la tierra o del hombre o de la comunidad, es, en finde cuentas, masturbacin intrascendente en la legtima tentativa deestructurar una literatura peruana.

    Igual en la poesa. Algunos poetas provincianos envalentona-dos por la gloriola de un galardn de aldea, discutible y aldeano,hablan con candorosa insistencia de su inefable "mensaje de belle-za", tal si la poesa fuera una suerte de "exudacin esttica" aut-noma y desarraigada del mundo, la vida, la historia. Por una viejay elemental verdad sabemos que el poeta no nace por generacinespontnea y que sus creaciones no son fenmenos ultraterrenos,de origen etreo o mero sentido mgico. Esta no es ocasin deahondar el tema. Me remito al captulo respectivo de mi libro Radio-grafa de la literatura peruana ("El purismo o la evasin"). Y ami prximo ensayo El onanismo lrico en la literatura. laste decir,por hoy, que en el supuesto de que exista obra de arte en plenitudaxiolgica, aun con tema fuera del motivo econmico, social o sim-plemente humano, si tal obra adquiere valor esttico, por el estiloy la forma interior en que sus emociones se alumbran, combinan yexpresan, en cambio la tnica emotiva de la obra y las directivasformales de la cristalizacin han de corresponder a la sensibilidadtpica del medio y de la poca. Martnez Bello les aconsejaria: "aun-que el poema no cante la lucha revolucionaria ni la trinchera, hade poseer el ritmo de vida, el sentimiento de la naturaleza, la con-cepcin del mundo, el sentido emocional del estado de nimo quevive la humanidad". No les digamos que hay funcin social de lArte -esto hace levantar en protesta las manos clorticas de losdeshumanizados- pero s, y sin remedio, funcin social de l artis-ta. Porque una cosa es que el Arte no tenga fin utilitario inmediatoy otra cosa que carezca de sentido. Ese sentido, tal rumbo, su ten-dencia trascendente, afloran inexorablemente en el mensaje de poe-tas, pintores, novelistas, msicos que no planifican la belleza, nodeliberan el sentido tendencioso de sus obras, pero cuyo espritucreador responde, bien o mal, a los estmulos sociales de su con-ciencia individual, de la sensibilidad colectiva, de la tradicin y delmomento histrico que viven. El arte, adems, es un lenguaje, unvnculo de relacin humana, de comunicacin social. Quien creauna obra de arte tiene algo que decir al mundo y a la sociedad enque vive. Ese mensaje, ya lo han dicho antes de m, no puede darse

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    ESTUDIo 3Sen lenguaje paranoico o equilibrado en el maromeo verbal de unapoesa sin clave para la emocin del hombre y sin acstica para losecos sociales de su espacio y su tiempo.

    Nadie negar el rumbo definido y la trascendencia social deamautas y haravicus, 11 como leales intrpretes de la sensibilidad co-lectiva del Tahuantisuyo. La copla mestiza colonial -con altos, ba-jos o medianos quilates literarios- es una neta expresin de lacombativa actitud psicolgica de las clases populares. Garcilaso dela Vega y Mariano Melgar procrean, en dos ortos histricos, laefusin lrica inicial del cruce de sensibilidades. uin discutela evasin de los romnticos peruanos, como la resultante de unaconciencia individual desconcertada dentro de un subconsciente co-lectivo, enturbiado ya por el desencanto republicano, en un perodoanrquico que mangonean los caudillos y capitalizan las castas colo-niales supervivientes? Gonzlez Prada es la primera afirmacin dela conciencia nacional, y el mensaje de su poesa ataca las fortalezasacadmicas y espafiolizantes, pero abre su sensibilidad a las resonan-cias del mundo ms all de Lima y sus muros, ms lejos de la costay sus castas, por encima de los clanes literarios y de l avemarafeudal.

    El que lo s colnidas no hayan definido sus tendencias, no quitanada a la emocin nacional que se insina en los primeros y quedespunta mejor en su segundo grupo "emancipado del Girn dela Unin y su Palais Concert". El contenido de su "descontentoliterario" es claro signo del malestar social del Per, como lo fu,en forma ms concreta, la Insurgencia literaria provinciana repre-sentada por los Grupos de Norte y Sur, (Trujillo, Arequipa y elGrupo Kollavino de Puno).

    Pero seran los sucesos polticos, econmicos y sociales de estesiglo, a partir de l ao 26, los que empezaran a bocetar mejor losperfiles de la conciencia peruana. Derivacin o integracin lgicade este fenmeno son los recados poticos que intentan expresarla nueva sensibilidad. Contrastados, dispares, a veces contradictorios,ya pueden exhibir orgullosamente el comn denominador de pe-ruanos. El mensaje nacional de nuestra sensibilidad, andando eltiempo, no ha de ser sino la conjugacin por venir de estas tnicasregionales.10

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    3EREISTA I BEROAME RI CANA

    Desde Alejandro Peralta -- o mejor desde el Grupo Kollavinointegrado por Peralta, Gamaliel Churata, Luis de Rodrigo, Landae-ta , Navas- comenz en el Sur la revaloracin potica del indio.Gonzlez Prada es el antecedente precursor con Mariano Melgar,como lo es Clorinda Matto en la novela para toda Indoamrica.Peralta descarna al indio de la estepa y se da con su angustia meta-fisica, su agobio social y la expresin potica que traduce vigorosa-mente en El Ande y Kollao. Luis de Rodrigo moviliza esa sensibili-dad a lo ancho del paisaje kolla, hacindola parlar en todos lostambos del trabajo, el amor, la injusticia. Eustasio Arewanka des-cubre su impulso social cantando en quechua al amauta J. C. Mari-tegui. Al grupo de reveladores de hombre y paisaje del Titicacapertenecen Emilio Vsquez, Mario Chvez, Dante Navas, AlbertoCuentas y aquella voz desgarrada y agresiva, de arrullo melodiosopero de garra ruda y sensual, de Emilio Armaza (Falo).

    Guillermo Mercado, Luis Nieto, Angel Aragn representanal cholo dinmico, rijoso, optimista del valle serrano del Sur. Laestampa lrica del mestizo se cuartea aqui y all por el aguacerotenaz del abuso, la miseria, los rencores, pero el "nuevo indio" for-cejea con su drama, y su grito de rebelda, de alborozo o de amor,parece encresparse como un arcoiris que sostiene al horizonte so-bre los lomos voluntariosos. Este no es el cholo que pinta el versode Jos Varallanos o Fabio Xammar. Ms identidades tiene aquelcholo con el voluntario enrolado en las tropas de la emocin social(Magda Portal-Serafn Delmar) y con el mestizo antirretrico yde vitalidad agresiva qu e revel el Samaniego de Cntaro, no elSamaniego deshumanizado inconcebiblemente en el trapecio verbalde El canto inefable.

    Csar A. Vallejo expresa parcialmente el trgico desbarajustede emociones mestizas (Los heraldos negros). Ese mismo mestizosantiaguino tiene la traduccin honda y cristalina de Felipe AriasLarreta (Antara). La emocin mestiza alcanza el dramatismo pico-lirico en el ancho registro de Julio Garrido Malaver. No puedo serjuez y parte, por lo que me inhibo de comentar mi contribucin ala poesa chola, desde el libro inicial La baraja del Cholo hastaPregones, pasando por Voces que recogi mi meridiano y El honde-ro de la laja encendida, as como mis trabajos por la reivindicacin

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    ES T U D IO S

    literaria del cholo (Realidad lrica peruana,Tnica regionaldel cholo,Radiografade la literaturaperuana).

    He dejado para el final a Mario Florin, Anaximandro Vegay Nestor Gastaadu. Pertenecen a tres pueblos norteos de acentua-da influencia indgena: Contumaz, Chota, Huamachuco. Son lasislas quechuas a que me he referido ya. Anaximandro Vega antecedecronolgicamente a los dems, pues actu en el magnfico equipode la revista Sierra, 1927. Gastaadu tiene tono menor y emocinsuave, pero su verso capta el brioso discurrir de unos mestizos quesienten algo ms que las emociones del amor y la siembra, la em -briaguez de la chicha y la cocana secular, de los ritos catlicos. Enuno y otro, las expresivas seales de los vocablos quechuas cruzaniluminando la trama del castellano. La personalidad lrica de Vega,superior a muchos "puristas" que propagandea la crtica tartufay tribal, la rescat en parte, justicieramente, para inscribirla enlos anales de nuestra literatura (Realidad lrica peruana, Wash-ington).

    Mario Florin obtuvo el Premio Nacional de Poesa el ao1945, con Urpillay, versin potica siglo xx de los eternos haravi-cus, cuya trascendencia esttica no ha sido estudiada en nuestra nue-va poesa. Es la nica vez hasta hoy, que ese Premio Nacional seconcede con justicia. Por sus valores estticos y humanos cualquierPastorala d.P Urpillay r-t sobre todos los Sonetos de la rosa deMartn Adn; por su jerarquia cetticasu aliento social, un poe-ma de la Pequea antologa de Floridn vale por diez variacionesdeshumanizadas de la misma melopea purista de Gustavo Valcrcel,en Conf n del tiempo y de la rosa.

    Florin manipula las calidades lricas de Vega, la contenidaemocin de Gastaadu, el juego natural y sugestivo del castellanoquechuizado en arnbos; pero introduce una lnea meldica igual osuperior a la de l Csar Vallejo de los Heraldos negros y un alegatoreivindicador que no puls en tal libro tal poeta. Esa tnica poticapopular, multitudinaria, humansima, lo aleja de la retrica pedes-tre o del purismo escapista y le da capacidad para poner su propiohito significativo en el camino de la literatura peruna -no delPer- jalonada por el trnsito de Garcilaso, los copleros, Melgar,Clorinda Matto, Abelardo Gamarra, Gonzlez Prada.

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    40E VISTA IBEROAMERICANA

    Jos Carlos Maritegui hablaba de la ninguna significacinsociolgica y econmica de la selva, convertida en una especie dedominio colonial del Estado peruano. Tal status va modificndoselentamente, merced a los intentos civilizadores y de explotacin in-dustrial; pero no se ha transformado al punto de poder contradecirla afirmacin de los Siete ensayos de interpretacin de la realidadperuana. La selva sigue siendo un mundo salvaje e inaccesible ensu mayor extensin, con unas cuantas poblaciones erigidas a lolargo de sus ros, como un Per aparte que gravita al Este por sugeografa y su comercio, al estilo de todas las aguas de la granhoya amaznica.

    Aparte de los ncleos mestizos y los grupos de blancos inmi-grantes, la poblacin de la selva se compone de tribus semiciviliza-das y salvajes. Usan arcos y flechas o manejan cerbatanas y lanzas;se cubren co n la tpica cushma o viven desnudos; siguen en vidanmade o han iniciado' la etapa agrcola. Hablan multitud de dia-lectos, desde el primitivo inje-inje hasta el ms evolucionado agua-runa-campa. Los estudiosos de la geografa humana distinguen alos aguarunas agricultores; los huitotos (algunos antropfagos, se-gn Wiesse); los combis de l Alto Ucayali (en contacto con blancosy mestizos); los campas del Urubamba; los cashivos, que empleanan herramientas de piedra, y los sirineires en la regin de Madrede Dios. Con blancos y mestizos forman una poblacin calculadaen 280,000 habitantes.

    El captulo de la selva es els reducido en la literatura pe-ruanajAbundan lb de;cripciones geogrficas y los relatos de ex-ploradores, desde Orellana y Pizarro hasta Raymondi y MesonesMuro. Poetas forneos y no nativos -con excepcin del esfuerzode Hernn Medina Pinon (Esquifes de la tarde)- han cantado ala selva. No hay un libro cabal de poemas co n la versin picay lrica de la floresta amaznica. Chocano tiene cuadros impresio-nantes (El derrumbe) y cuaja su poesa con la novedosa nomencla-tura de fauna y flora. Julio Garrido ha producido el poema msvigoroso posiblemente, en su Trptico de costa, sierra y selva.

    A novela y cuento pertenecen las primeras avanzadas en lainterpretacin humana y paisajista de la selva. Manuel Beingoleay J. C. Chirif sacaron los primeros cuadros en sus cuentos. Fernan-do Romero dara luego muestras ms completas de ese mundo verde

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    ESTUDO 1s4y fluvial en 12 novelas de la selva. Francisco Izquierdo Ros yAlfonso Pelez Bazn han captado la vida de cholos y montuvios,en las cabeceras de la selva. La novelacin de Ciro Alegra esotra cosa; conjuga los elementos de vida, paisaje y drama, conlas dos bandas del Maran, en un bello concierto del flujo y re-flujo de acciones entre la naturaleza y la comunidad. Arturo BurgaFreytas (Ayahuasca) y A. Hernndez (Sangarima), sin olvidarel escenario, se empean en descifrar el dialecto mgico de mitos,tabs y leyendas, cuya clave se enraiza al subconciente colectivorespondiendo a la requisitoria inmemorial de los influjos csmicos.Jos Ferrando (ltimo captulo de Panorama hacia el alba) llevasus personajes al corazn de la selva, para rematar el drama vi-goroso que comenz en el Callao. En ese captulo traza la estampaliteraria del hazaoso cauchero Fitzcarrald. Este mismo formida-ble personaje ha sido tratado en una biografa completa, por ErnestoReyna (Fitzcarrald, el rey de l caucho).

    * * *Tras este suscinto panorama podemos expresar que los cholos

    costeos, zambos, mulatos e injertos de la costa son ms persona-jes qu e autores literarios; cholos de la sierra -con mayor o menorsangre india- son a la vez actores y autores; ningn creador mon-tuvio tiene la selva. En un balance general, el cholo tiene un mayorporcentaje, entre autores de todos los gneros -novela, poesa,cuento- y los personajes de la sierra han sido incorporados msintensa y mayoritariamente en la literatura peruana. No hay unindio de pura sangre en la Repblica -la arqueologa tiene al in-signe Tello, la literatura colonial al famoso Lunarejo; EustasioArewanka fu una promesa- ni la selva engendra sus propios au-tores. Ello nos recuerda los do s vastos problemas que ha de resol-ver el Per, para integrar su economa, conciencia y cultura: elproblema del indio y el problema de la selva. Capitalizar al indioy capitalizar la selva representan dos deberes de vieja y desodajusticia. Hasta ahora son problemas qu e tienen irremediablementebaldado el porvenir del Peru.

    ABRAHAM ARIAS-LARRETA10*

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    NOTAS

    1 Intencin de este trabajo es registrar autores y personajes peruanostratando al hombre en cuanto a su aptitud para crear y expresarse original-mente en la literatura, y en cuanto a su actitud humana y social, como actoren la poesa, la novela y el cuento. La necesaria divisin en tipos y sub-tiposraciales obedece a ese propsito, no a prejuicio racista alguno, aunque es inevi-table la deduccin del antagonismo social y literario que se entabla entre lasclases media, campesina, proletaria y los grupos dominantes, dentro de unrgimen econmico injusto y anacrnico. Por otro lado, se trata de la litera-tura peruana -no del Per-, por lo que no se incluyen obras de prosa overso ni escritores y poetas de mayor o menor valor literario, pero de categoraindefinida para los fines de este ensayo ; obras que pueden merecer un trabajoaparte y que podran agruparse en un ncleo singular sin partida de naci-miento en el Registro Civil Peruano de la inquietud, la emocin, el estilo yla expresin.

    2 Mitimaes: poblaciones rebeldes trasladadas a regiones lejanas o sb-ditos leales llevados a las zonas levantiscas del Imperio de los Incas.3 Notas poticas del enganchadoo: Anaxmandro Vega: poema Qquera,publicado en Sierra. A. Arias Larreta: Poema V (La baraja del cholo) ; Trn-

    sito y pasin del enganchado (El hondero de la laja encendida).4 Caballito de totora: embarcaciones de paja de totora, parecidas a los

    caballitos de mar, usadas por los pescadores de la Costa y del lago Titicaca.5 Chancay, provincia nuestra. (Ver Bibliografa.)6 Taqui: baile colectivo. Haylle: cancin alegre del trabajo y la vic-toria (Imperio de los Incas).7 Libros de Francisco Loayza (Tupac Amaru) y de Valcrcel Carlos

    (Tupac Amaru, Edit. Fondo de Cultura Econmica, M1Vxico, 1945).8 El amauta Atusparia (Ernesto Reyna, Edt. Minerva, Lima, 1930).9 Tngase en cuenta que uso el trmino de indio, con las limitacionesapuntadas en "Realidad lrica peruana" (Revista Iberoamericana, noviembre de

    1941) y en "Radiografa de la literatura peruana".10 Enganche: contrata de peones serranos, para los valles de la costa.11 Amautas y haravicus: creadores de la literatura pica y lrica, en el

    Tahuantisuyo.

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