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VICTOR HUGO. EL HOMBRE QUE RIE. DONDE SE VE EL ROSTRO DE AQUEL DE QUIEN HASTA AHORA SOLO SE HAN VISTO LOS ACTOS La naturaleza había sido pródigamente bondadosa . Le había dado una boca que se abrìa de oreja a oreja; Unas orejas que se doblaban encima casi de los ojos, una naríz deforme y propia para inclinarla a uno y otro lado, una mueca y una cara que no se podían mirar sin reir. Tal como acabamos de decir , la naturaleza había colmado a Él con sus dones. Pero ¿Era solo la naturaleza? Unos ojos que recordaban días de sufrimiento, un corte por boca, una protuberancia roma con dos agujeros que eran las aletas de la nariz, un rostro como aplastado, y todo eso daba como resultado la risa. Pero la verdad es que la naturaleza sola no produce esas obras maestras. ¿Solo la risa es manifestación de alegría? Si ante aquel bufón-pues, era un bufón-uno dejaba que se disipase la primera impresión de alegría y si se lo observaba atentamente, se advertía en su rostro la huella del arte. No se debía al azar, sino que estaba hecho adrede. Rostros como aquel no son obras de la naturaleza. La finalidad no fue otra que exhibirle y especular con él. Según todas las apariencias, la industria había remodelado su rostro. Era evidente que una ciencia misteriosa, probablemente oculta, que era a la cirugía lo que la alquimia es a la química había cincelado aquel rostro. Esa ciencia hábil en las disecciones, en las oclusiones y en las ligaduras, había hundido la boca, desfigurando los labios, descarnado las encías, distendido las orejas, deshecho los cartílagos, desordenando las cejas y las

El hombre que ríe

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(Fragmento) El hombre que ríe; Victor Hugo- 1869

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Page 1: El hombre que ríe

VICTOR HUGO.

EL HOMBRE QUE RIE.

DONDE SE VE EL ROSTRO DE AQUEL DE QUIEN HASTA AHORA SOLO SE HAN VISTO LOS ACTOS

La naturaleza había sido pródigamente bondadosa . Le había dado una boca que se abrìa de oreja a oreja; Unas orejas que se doblaban encima casi de los ojos, una naríz deforme y propia para inclinarla a uno y otro lado, una mueca y una cara que no se podían mirar sin reir.

Tal como acabamos de decir , la naturaleza había colmado a Él con sus dones.

Pero ¿Era solo la naturaleza?

Unos ojos que recordaban días de sufrimiento, un corte por boca, una protuberancia roma con dos agujeros que eran las aletas de la nariz, un rostro como aplastado, y todo eso daba como resultado la risa. Pero la verdad es que la naturaleza sola no produce esas obras maestras.

¿Solo la risa es manifestación de alegría?

Si ante aquel bufón-pues, era un bufón-uno dejaba que se disipase la primera impresión de alegría y si se lo observaba atentamente, se advertía en su rostro la huella del arte. No se debía al azar, sino que estaba hecho adrede. Rostros como aquel no son obras de la naturaleza.

La finalidad no fue otra que exhibirle y especular con él. Según todas las apariencias, la industria había remodelado su rostro. Era evidente que una ciencia misteriosa, probablemente oculta, que era a la cirugía lo que la alquimia es a la química había cincelado aquel rostro. Esa ciencia hábil en las disecciones, en las oclusiones y en las ligaduras, había hundido la boca, desfigurando los labios, descarnado las encías, distendido las orejas, deshecho los cartílagos, desordenando las cejas y las mejillas, ensanchando el musculo cigomático, difuminado las costuras y las cicatrices, extendiendo la piel sobre las lesiones, manteniendo siempre el semblante boquiabierto…y de aquella escultura poderosa y profunda había salido una máscara: ÉL.

No se nace así.

Conseguido por los medios que fuera, él estaba admirablemente logrado.

Era un don conseguido por la providencia para aliviar la tristeza de los hombres. ¿Por qué providencia? ¿La providencia Demonio? si ha de existir la providencia Dios

Planteamos la cuestión sin resolverla.

Él era saltimbanqui. Se exibía en publico, causando un efecto incomparable. Curaba las hipocondrias solo con dejarse ver. Las gentes que estaban de luto debían evitarle, pues si lo veían no podían resistirse a la inconveniencia de reir.

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Un día fue a verle un verdugo y Él lo hizo reir.

Cuando hablaba la gente se revolcaba por el suelo, era el polo opuesto de la aflicción. Por eso había alcanzado rápidamente, en las ferias y en las plazas, un fuerte y satisfactorio renombre de hombre horrible.

Riendo, hacía reír. Y no obstante el no reía. Su cara reía, pero su pensamiento no. La especie de rostro inaudito, que el azar o una industria extraña le había proporcionado, reía solo. Él no contribuía. El exterior no dependía del interior. No podía despojarse de aquella risa que le habían impreso en la frente, en las mejillas, en las cejas, en la boca…

La llevaba para siempre en su rostro. Era una risa automática y más irresistible cuando el permanecía impasible. Nadie escapaba a los efectos de aquella risa.

Hay dos convulsiones de la boca que son comunicativas, la risa y el bostezo.

El arte antiguo aplicaba ya entonces en el frontón de los teatros de Grecia una alegre cara de cobre. Esta cara se llamaba la Comedia. Aquel bronce parecía reír, hacía reír estando pensativo. Toda la parodia que conduce a la demencia, toda la ironía que conduce a la sabiduría, se condensaban y se amalgamaban en aquella cara; el conjunto de preocupaciones, de desilusiones, de penas, de sinsabores, se marcaban en aquella frente impasible, y daban un resultado lúgubre: La alegría.

Un extremo de la boca estaba levantado por el lado del género humano, por la burla; y el otro extremo por el lado de los dioses, por la blasfemia; los hombres iban a confrontar con ese modelo de sarcasmo ideal el ejemplar de ironía que cada uno lleva en sí, y la multitud, renovada sin cesar alrededor de aquella risa fija, se admiraba fácilmente ante la inmovilidad sepulcral de la mofa.

Aquella sombría mascara muerta de la comedia antigua injertada en un hombre vivo. ¡Que carga para los hombros de un hombre la risa eterna!

Risa eterna. Entendamosnos y expliquemosnos. Según creencia de los maniqueos, lo absoluto cede alguna vez, intermitencias. Entendamosnos también sobre la voluntad. Que jamas pueda ser totalmente importante. Toda existencia se parece a una carta que modifica la posdata.