122

El Impostor Enzo Maqueira

  • Upload
    carosi

  • View
    134

  • Download
    10

Embed Size (px)

DESCRIPTION

El Impostor Enzo Maqueira

Citation preview

  • ENZO MAQUEIRA

    El impostor

  • ENZO MAQUEIRA EL IMPOSTOR. 1a ed. milena caserola, 2011. 122 Pgs; 14,5x20,5 cm. I.S.B.N: 978 987 1583 30 8 1. Narrativa Contacto con el autor: [email protected] http://www.laputapituca.blogspot.com/ Pgina de escritores independientes: www.elasunto.com.ar Todos los izquierdos estn reservados, sino remtanse a la lista de libros censurados en las distintas dictaduras y democracias. Por lo que privar a alguien de quemar un libro a la luz de una fotocopiadora, es promover la desaparicin de lectores. Arte y diseo de tapa: Carlos Fossatti Edicin: Matas Reck / [email protected]

  • El impostor

  • 7

    1

    Chikhai Bardo

    Todo el tiempo dejo de escribir para mirar la pecera. Pasan los minutos y se me van las ganas de otra cosa, me quedo colgado en eso hasta que me mareo, me dan ganas de vomitar y tengo que elegir. A veces vomito, si tengo suerte. Cuando eso pasa me duermo al poquito tiempo y s que puedo escribir al otro da, ni bien me levanto. Pero si no vomito me distraigo sintiendo las arcadas, metindome los dedos, tratando de que el vapor oscu-ro de la comida termine de subir y aparezca como una bolita de fuego, en medio de la garganta. Puedo estar dos o tres horas as, mirando la pecera. Es esperable que me pasen esas cosas. Si uno elige un rumbo, llega a donde tena que ser. Parece una de esas alegoras orien-

  • 8

    tales que siempre quedan bien, aunque no sean ciertas. Lugar comn: las cosas tienen los resultados que se merecen. Anoche, por ejemplo, fui a consumir cocana. Lo digo as, como si fuera un presentador de noticias, por ese pudor que a veces dan los vicios cuando se miran de lejos. En realidad, lo que ms me importaba era que me hiciera un regalo. Tambin en este caso estoy usando un eufemismo. Se lo ped mientras peinaba las dos primeras lneas. Haba abierto la bolsa y la merca era un montecito blanco en el plato. Haba cortado una parte del montecito y la haba llevado hasta la mitad del plato. Haba cortado esa parte en dos y la acomo-daba con la Master Card.

    Dos rayas iguales, gruesas, olor a solvente. Ella se agach primero: con un canuto de billete de diez pesos, un mechn de pelo sobre la oreja, una aspirada fuerte que de escucharla me dio ganas de cagar. Como tres veces le dije y ella hizo como que no entenda. se es el problema: cuando uno dice las cosas en joda, si tiene ganas, capaz que agarra viaje; pero as solamente pods quedarte con las ms fciles y con las otras no tens chan-ce. Si tiene algo ms en la cabeza, quizs te sigue el chiste, le gus-ta el doble sentido. Pero nada ms. Despus, el trabajo lo tens que hacer igual, o tirarte encima como una bestia. Eso s que es algo que no acostumbro. Alguna vez, cuando ya no saba qu decir y la mina me miraba, esperando, met un beso de atropellada. Pero siempre estaba seguro que era lo ni-co que faltaba hacer. Jams agarr una cara y rob ningn beso. Lo mo siempre fue propiciar la situacin: un poco me hago el tonto y otro poco me ro de lo que digo. As la mujer entiende el doble sentido; pero si le hago un chiste sobre el doble sentido no piensa qu tonto que es, piensa qu gracioso es; me gusta porque me hace rer. Y entonces te hace el regalo.

  • 9

    Son as de boludas, las mujeres. Y as de boludo soy yo. A esta mina me la encontr hace tiempo, en un encuentro de escritores. Haba venido Varguitas y estbamos todos alrede-dor, como si fuera el patriarca de los pjaros. En ese momento me gustaba ir a esas cosas. Recin empezaba, todava crea y se me ocurra que poda aprender algo de los tipos que se haban hecho la fama en los sesenta. El problema con Varguitas era que repeta siempre lo mismo y nada tena mucho sentido. Encima usaba ese tono de voz agudo, los dientes, la cara contrada en una mueca de enojo que nunca terminaba de irse. Igual lo escu-chaba con atencin, como escuchaba en esa vida. Hasta que se me acerc ella: -Sos vos el impostor me dijo. -Vos quin sos? -Soy la loca. Habamos estudiado juntos en el secundario. Ella se sentaba en el primer banco de la fila contra la pared y yo estaba en el ngu-lo opuesto. Creo que jams nos habamos hablado. Era pelirroja, de ojos verdes y con la cara llena de pecas. Los ojos le sobresal-an y no ayudaban para cambiarle el apodo. La podramos haber llamado la colorada, como todos esos boludos que no saben poner apodos; pero nosotros bamos un paso ms all. Veamos algo que no vea cualquiera. Tena esa expresin en los ojos, se vesta con remeras amarillas, pantaln violeta, un pauelo de flores; cuando hablaba se rea todo el tiempo, haca muecas, contorsionaba el cuerpo. Te estaba hablando y se pona seria; por un momento pareca normal. Pero despus, de repente, la piel se le haca ms colorada, se rea doblando el cuerpo, el pelo le caa por encima de la cara, deca algo que pareca responder a otra cosa que ella misma se estaba diciendo (s, s, s estoy con el Impostor!) y uno empezaba a sentir miedo.

  • 10

    -Me puedo sacar una foto con vos y Varguitas? me pregunt Le dije que s. Nos pusimos uno a cada lado del tipo. Flash (cerr los ojos). Le di la mano a Varguitas, lo felicit por la conferencia y sal casi corriendo. La loca alcanz a decirme algo que no escuch. Un par de semanas despus lleg un sobre a mi casa. Era chi-quito, amarillo y con el dibujo de una margarita hecho con mar-cador. Adentro estaba la foto: la haba sacado con polaroid y estaba mal revelada. Yo sal con los ojos cerrados y la sonrisa de pelotudo que arrastro desde salita roja, 1983, los treinta y cinco nenes posando para el fotgrafo y la maestra al costado; Var-guitas estaba bien, como siempre, con esa sonrisa de hijo de puta; la loca haba salido con la boca abierta y mucha cara de loca, pero haba un detalle: de la punta de un diente le caa un hilito de baba. En ese momento decid que la iba a dejar pasar. Podamos ser amigos, pero nada ms. Hasta que fui a su casa a buscar el regalo. -Ven, pas me seal el nico ambiente de su departamento. Me ofreci algo para tomar. Le ped cerveza, pero me trajo un vaso de soda. Despus me mostr la bolsita, se la arranqu de las manos, desparram la merca en el plato, pein las dos rayas. Tom ella primero y me dieron ganas de cagar. Le hice los chistes, pero no se dio por aludida. Tom yo. Estaba por peinar la segunda tanda cuando se empez a rer. -Te puedo hacer algo? dijo, mientras se inclinaba para adelan-te y cerraba los ojos. Dud, pero con un aplomo fingido le dije que prefera que no. Ella insisti y la idea del regalo se hizo presente con una fuerza tal que ya nada ms pareci importar en sta o en ninguna vida. La loca sonri cuando le respond exactamente esa frase, con el

  • 11

    verbo en presente, con las manos temblorosas, con la mandbu-la apretada. -Ven me dijo, agarrndome del brazo. Me sent en una silla. De pronto le haba cambiado la expresin. Como si fuera una geisha preparando la ceremonia del t, la loca iba y vena por su monoambiente. Primero trajo una soga; me at las manos atrs del respaldo y las piernas a los costados de la silla. Despus trajo unos aros y me los puso en las orejas; eran dorados y se enganchaban con un clip. Tambin me puso un collar de pie-dras grandes, azules; y me tir encima un chaleco con olor a naftalina que sac de abajo de la cama. Yo segua firme, vindo-la ir y venir. La loca se rea mientras me disfrazaba. Me pona el aro, se doblaba al medio y estallaba en una carcajada. Y tambin deca cosas que me hacan sentir un pelotudo. Creo que incluso dijo: Sos un pelotudo. Mientras tanto yo pensaba cmo iba a hacer para que me hiciera el regalo. Entonces le mandaba algn chiste: -Soy un pelotudo, pero no tengo las pelotas grandes. Cosas as le deca, nada ms que para que me desabrochara el jean. Pero se quedaba callada. No me sigui ningn chiste, ni siquiera un poquito. Nada ms pareci reaccionar cuando le dije que la msica que haba puesto era para que me hiciera un striptease. -No me dijo. -Entonces para hacerme unos masajes. -No -repiti. -Entonces para que me hagas un regalito. Se qued callada, con la boca abierta como si estuviera a punto de comerse una torta gigante.

  • 12

    Por un momento, pens lo mejor. Me apur a inclinar el cuerpo hacia arriba, para ofrecerle el cierre de mi pantaln. -Ya s! grit. La loca sali corriendo, se meti en el bao. Escuch que revol-va algo. Volvi con un lpiz labial. Se par entre mis piernas y empez a pintarme los labios de violeta. Me estaba dibujando los labios ms gruesos, casi llegaba hasta los agujeros de la na-riz; me respiraba en los ojos mientras dibujaba reconcentrada. Empez a cantar algo en voz baja. Era en ingls y cuando pro-nunciaba la th me escupa una gota de saliva que mil veces me cay en el mismo ojo. Encima la cancin hablaba del amor, as que todo el tiempo la loca the love, this love, the sound of love Y yo todo escupido, con el ojo ciego de baba. Lo nico lindo era que la cancin la pona contenta. Era como si la llenara de energa. -Trame un poquito ms ped. Fue saltando hasta el plato. Apret la Master Card contra el montecito, separ un parte, me acerc el plato a la nariz. -Baj la cabeza dijo, la voz firme. Me tap el agujero de la nariz con un dedo. Con el otro aspir. No s por qu, pero en ese momento se me ocurri pensar en una frase de Janis Joplin: Nada que sienta tan bien, puede ser malo. La loca llev el plato a la mesa, se pein una lnea y aspir su parte. Cuando se dio vuelta y me mir, tena una sonrisa distin-ta. Camin como un robot hasta un cajn, lo abri, meti la ma-no y sac una tijera que levant en el aire, como si fuera la an-torcha de la estatua de la libertad. -Sos DArtagnan dije, y otra vez me temblaban las manos. Ella agit el puo y meti un estiletazo en el aire. Se par rgi-da, grit le! y camin dando pasos cortos, con la tijera

  • 13

    apuntndome al medio de las piernas, los ojos fijos en el cierre del pantaln. Trat de zafar del nudo de las manos. Mir los que me haba hecho en las piernas. En cinco segundos pens todo el plan de evasin: si la loca se acercaba ms, iba a tomar impulso y me iba a tirar hacia un costado. Tena que moverme rpido y poner las piernas contra la pared. Ahora, mientras miro la pecera, tengo una sensacin parecida. Tambin calculo: veo, por ejemplo, que falta poco para que el de color rojo d la segunda vuelta y se cruce otra vez con el ce-leste. Falta muy poco y, si sigue en el mismo recorrido, tiene que alcanzarlo. Sin embargo siempre puede pasar lo que pas en ese momento. Algo no sale como uno esperaba. La loca, por ejemplo, nunca dio el ltimo paso. Aprovech la oportunidad: -Son las tres de la maana dije, mirando el reloj que tena en la pared En quince minutos me voy. Tir la tijera al piso. Hizo una mueca de berrinche. Se acerc y me desat. Entonces me di cuenta de que no me iba a hacer ningn regalo. Me gustara saber por qu a m siempre se me pegan las locas. De un extremo del aula al otro, sin jams cruzar una palabra, habamos llegado a leer los mismos libros, habamos visto las mismas pelculas, hasta tenamos los mismos discos desparra-mados por la habitacin. Sobre todas las cosas, nos gustaban los mismos escritores. La gran diferencia entre nosotros era que ella era pelirroja. De cosas as se construyen las relaciones humanas, aunque no parezca. Uno no anda por ah con una amiga pelirro-ja con cara de loca, y mucho menos con una novia. Son cosas bsicas. No es culpa de nadie.

  • 14

    Cuando tenamos Lengua, la loca contaba siempre que era ami-ga de un escritor. Cada vez que sala el nombre, ella levantaba la mano y deca yo lo conozco y despus se empezaba a rer. As que un da, cuando ya ramos amigos, le ped que me llevara. Lo fuimos a ver un ao entero, los domingos a la tarde, poco despus de las seis. Apenas se poda mover, pero mientras tan-to seguan apareciendo libros suyos. Tena como ochenta y cin-co aos en esa poca. Todos los domingos le organizaban me-riendas con jvenes. Era en su casa: entrabas y te decan que esperaras; te quedabas un rato mirando los libros de la bibliote-ca (y con la loca comentbamos qu hijo de puta, mir lo que tiene) y despus venan y te decan que el seor ya estaba espe-rndonos. Entonces entrabas y lo tenas ah sentado, mirando para abajo con cara de triste. A veces ya haba ms jvenes sen-tados con l; otras veces iban llegando y todos decamos lo mismo: -Hola, don poniendo la voz que se pone para hablar con un viejo. El tipo te daba la mano y uno apretaba poquito, para no que-brarle algn dedo. A la loca la abrazaba y se la dejaba apoyadita sobre la pelada, le daba dos besos, uno en cada mejilla. -As que usted a Borges no lo quera? le preguntbamos des-pus, en la mesa. Siempre le preguntbamos lo mismo. Primero te deca que no, que era un pedante. Despus te deca que s, claro, que eran muy amigos; otra vez, que haba escrito algunos libros que es-taban bien, pero lo haba ledo poco. Cuando se hacan las ocho y empezaba a oscurecer vena la se-ora que lo cuidaba y nos deca que nos furamos. Era simpti-ca y siempre estaba vestida con un pullover a cuadros. Fuera verano o invierno, estaba siempre con el pullover cuando se apa-

  • 15

    reca para sacar las cosas de la mesa, lo levantaba al viejo de la silla, te lo acercaba para que le dieras la mano (y cuando al viejo le tocaba despedirse de la loca apenas le quedaban fuerzas y nada ms pona cara y se dejaba estampar un beso con ruido), lo llevaba a la habitacin y despus te acompaaba a la salida, te ibas atravesando el patio con los pinos de diez metros y pen-sando si habra algn pajarito al que, justo en el momento en que uno pasaba por ah, se le ocurriera salir a cagar a la punta de una rama. Nosotros nos quedbamos conversando en la puerta con los otros pibes que haban ido. Empezaban a sacar cosas de adentro del bolsillo. Mir lo que me traje, deca uno y te mostraba una primera edicin de Bomarzo, la foto en la casa del Che, la firma del viejo escrita debajo de una poesa. La loca tena cosas as en el departamento, pero a ella se las haba regalado. Igual, el viejo saba lo que estaba dando: si te regalaba algo te pona cara de saber que cualquier papelito que te diera iba a terminar en la subasta. Un ticket de supermercado que tuviera escrito Comprar Dogui te lo daba sabiendo que cuando se muriera lo ibas a querer vender, y que encima te ibas a llenar de plata. A m nunca me regal nada, pero tampoco me lo rob. Creo que nunca rob nada, salvo un par de palitos chinos que me llev escondidos en la media, a la salida de un restaurante. Ese da sent que tena huevos en serio. Ah noms, en medio del res-taurante y con chinos patrullando por todas partes, me met los palitos en la media, desorden la servilleta en medio de la mesa para que quedara como que estaban ah abajo, y me fui silban-do la musiquita de Amarcord, esperando que en cualquier mo-mento me clavaran una estrellita ninja en la nuca. Esa vez s rob, y ni siquiera me dio culpa; porque otras veces que me

  • 16

    llev algo (un borrador, por ejemplo, cuando iba a la escuela) me dio culpa y lo tuve que devolver. Por eso me fui con las ma-nos vacas de la casa del viejo, ni tampoco quise que me regala-ra nada. Es que siempre pareca que te lo estaba dando porque lo convencas. Dele, don le deca uno que siempre se llevaba algo -me regala el libro ste? Si usted tiene muchos!. Y don se negaba hasta que lo terminaban cansando y te lo daba, le pona la firma. Nunca saba en dnde poner la pecera, hasta que un da me levant y fue lo primero que se me ocurri. Lo que en ese mo-mento pas por alto es que la iba a mirar mientras escriba. Y para colmo la veo tan ntida que hasta la puedo estudiar. Ense-guida viene la nusea. No es una referencia sartreana, es mucho ms real y otro tanto menos aburrido. Ac se trata de mareos y sentir el calor que me viene por adentro, sube, llega hasta la entrada de la garganta. A veces alcanzo a sentir el gusto de los ravioles con tuco, la milanesa, las empanadas de pollo; otras veces es nada ms como una quemazn, como si me hubiera tragado una bombilla recin sacada del horno. Pero me es im-posible vomitar, por lo menos hoy. Por ms que siga con ganas, todo es ms difcil. A la loca le cont de eso y se empez a rer. Se rea tan fuerte que tuve fro. No s cmo hice para abrazarla, ni en qu momento lo decid. Primero la estaba mirando (tena el pelo en la cara, mostraba los dientes y haba un pedazo de algo verde entre las dos paletas) y despus, en un segundo, me haba puesto de pie y la tena abrazada. Le empec a buscar la boca. Ella corra la cara, pero me dejaba un par de centmetros que me alcanzaban para darle ms o me-nos por donde si hubiera sido un varn tendran que estar los bigotes. La tena arrinconada contra la pared, soplndole los labios; ella temblaba como un conejito y cerraba los ojos, ne-

  • 17

    gndose, implorando que la dejara tranquila. Hasta que final-mente abri los ojos, se puso recta echando furia y me mand la lengua hasta hacerme dar arcadas. Fue como haba pensado: la baba me lleg hasta la pera. Me acord de Pavlov, pens que tambin ella poda ser un perro que acude al llamado de una campana. Haba sido suficiente un abrazo para que se activara el mecanismo de besar; y el beso iba a activar otros mecanis-mos. En realidad, los dos ramos un perro respondindole a algn vivo que, en algn lado del mundo, estaba tomando nota. No me import. Ni bien pude, sub la cabeza y le empuj un poco la de ella hasta que el mecanismo de besos en el cuello qued tambin activado. Para ayudarla, levant un poco ms la cabeza. Adems, empec a gemir. Era suave, nada ms que para que la campana no dejara de sonar. Trat de subir, pero mis labios haban quedado tan lejos como yo quera, as que la em-puj un poco ms abajo, me sub la remera, le acomod la cara rumbo al ombligo. Hasta dnde ramos el perro de Pavlov, si es que haba algn lmite? De repente ella jadeaba, gema, puteaba, tena los ojos cerrados. Sent el fro de la saliva contra la piel cuando me pas la lengua por el borde del pantaln. Fue como una seal: mis manos fueron solas a bajarme el cierre. La loca hundi los dedos por abajo del calzoncillo. -Ahora me como tu cornalito dijo y se abalanz con la boca abierta. Fue en vano tratar de aguantar. Iba a buscar un vaso de agua, pero en el camino vi un reflejo y tuve que acercarme a compro-bar si la luz funcionaba bien. Me qued un rato mirando: se mueven lindo, los lebistes; apenas si se dan envin con las ale-tas y parece que estn volando. Si les pongo comida, agitan las aletas y se mandan una corrida desde las piedritas hasta las

  • 18

    burbujas que revientan en la superficie. No es joda ver los colo-res de los peces en medio de esa bruma del agua. Y adems est el ruido, el zumbido constante del aireador. A veces, cuando estoy escribiendo y de pronto me distraigo y vuelvo a la reali-dad, me olvido de que es el ruido de la pecera y creo que est por explotar una bomba. Pero el resto del tiempo lo disfruto, me dan ganas de probar de fumarme un porro adentro del agua. -Qu rica! me dijo la loca, mirndomela. Se rea con una mezcla de ladrido, lamento y una noche de luna llena donde aparece un diablo tan rojo que es como una bolsa de basura llena de sangre. Se rea doblada sobre mi cuer-po, una corbata de saliva que le iba corriendo por el costado de la boca. Adems haba hecho una premonicin, porque estaba detenida y todava mediaban algunos segundos antes de que por fin me hiciera el regalo. Pero la loca la miraba fijo y se rea. Estaba quieta, a menos de cinco centmetros. Era como esos imanes de polos iguales: cuando pareca que empezaba, una fuerza invisible la mantena esos cinco centmetros lejos de mi cornalito. Y se rea. Se rea tanto que me empez a molestar. -Bueno, loca le dije poniendo ms grave la voz-, de qu carajo te res? No se asust. En cambio, frunci las cejas, apret los dientes y con dos trancos agarr la tijera y enfil para mi lado como un enano a punto de derrumbarse. Vena con toda la cara de loca encima. La cosa fue as: La mina peg dos saltos, empez a gritar algo incomprensible, agarr la tijera con las dos manos, y mand los brazos para atrs para tomar carrera con el tijeretazo.

  • 19

    En ese momento me acord de Karate Kid: tena que concentrar toda mi fuerza en la pierna si quera pegar una patada salvado-ra. As que la fuerza me naci desde el cuello; fue bajando, se meti por la pierna derecha, la pierna rompi el nudo, sigui de largo y termin en una patada al medio de la cara de la loca. Los ojos se le dieron vuelta y escuch el crujido de un hueso. El cuello pareci doblarse al medio y la mano, abierta, solt la tijera, que qued suspendida en el aire hasta que al final le cay encima y se le clav en el pecho como una espadita triste. La loca tena el cuello roto y le sangraba el cuerpo, justo por encima de una teta, la izquierda, demasiado lejos del pezn. Me acerqu. Tena los ojos blancos; la cabeza le haba quedado girada sobre un hombro. Pareca poseda por algn demonio que le hubiera dado cuerda agarrndola de las orejas. Me agach para escuchar: un aire remoto se abra paso entre sus dientes; la loca se atragantaba con un suspiro que nunca termi-naba de salir. Tuve miedo. Mis ms horrendas pesadillas se haban convertido en uno de esos momentos en que uno prefe-rira no haber nacido y estaba tan asustado que comenc a imaginarme que la loca poda levantarse y agarrarme una pier-na, que iba a saltar sobre mi cuerpo y me iba a clavar la antor-cha de la libertad en medio del corazn, dicindome Nosferatu, Nosferatu, vade retro Satans. Senta el corazn en la boca; temblando, guard la merca en la bolsa, la cerr, la met en el bolsillo y sal corriendo. Ella viva

  • 20

    en el centro, as que agarr derecho y me cruc medio Buenos Aires movindome rpido y dndome remo con los brazos. Cada tanto empezaba a trotar, tomaba aire, me quedaba escon-dido atrs de un kiosco de diarios. Pero despus lo pensaba mejor. Era menos sospechoso caminar, ir tranquilo como si no hubiera cometido ningn crimen. De hecho, estaba bien usar esas palabras. Por qu decir como si hubiera matado a al-guien si se podan usar frases mucho ms ajenas, que parecie-ran parte de una ficcin?

  • 21

    2

    Tantra

    -Me parece que me mand una cagada dije. -Qu noticias! Ests seguro? Alan estaba en bata negra, el pelo revuelto. Sostena la puerta del edificio con un pie. -S, pero tengo dudas. Me dijo que me quedara tranquilo, que esas cosas slo pasan en las pelculas de Godard. Dos veces me ofreci que furamos juntos a buscarla, pero le dije que tena razn, que nadie se muere por una patada en la cara, ni por el pinchazo de una tije-ra. l me dijo que era obvio, que eso nunca poda pasar, que una vez le haba dado un pinchazo en la cola a un tipo con una tijera, que le haba sangrado y que el tipo le haba pedido que tuviera cuidado porque estaba enfermo. -Y vos qu hiciste?

  • 22

    -Le traje algodn y alcohol, le dije que se limpiara bien y des-pus de un rato me puse un forro y me lo cog. -Sos un pelotudo. -Vamos a bailar? pregunt. Eran las cinco de la maana y los putos bailaban sin remera, abrazados en una ronda. Alan les deca musculocas: pelo cor-to, cuerpos de gimnasio, anteojos de sol y la piel recubierta por una ptina de transpiracin. Cuando algn fumn les pasaba por el medio, los putos se abran como una planta carnvora y dejaban que el flaco se les metiera adentro. Hice un plano mental de las rondas de putos en el boliche. Cuando estuve seguro de no equivocar el camino, enfil para el bao. -Yo te espero arriba dijo Alan. Tante el bolsillo antes de entrar. El bao estaba vaco, excepto por un pibe sentado arriba de un balde. Se haba quedado dormido con un papel higinico do-blado en las manos. Tena una mesita con caramelos, encende-dores y chicles. Haca calor, pero el pibe estaba con la cabeza metida en el cuello de una campera. Me met en uno de los inodoros. Puse la traba tratando de no hacer ruido. Apoy la espalda en la puerta. Saqu la bolsa. El piso estaba mojado. Abr la bolsa con cuidado, apenas lo su-ficiente. Saqu las llaves de casa. Met la punta de una de las llaves adentro de la bolsa y levant una montaita de merca. Alguien haba entrado al bao; hablaba fuerte, casi a los gritos. Aprovech para aspirar. Cerr la bolsa y la guard otra vez. Chup la cocana que haba quedado en la llave. Tir la cadena antes de salir. El pibe segua durmiendo, as que agarr un chupetn y le dej un billete de dos pesos. Volv a meterme entra la gente, lejos de

  • 23

    la ronda de los gays. Estaba ms atento y descubr unas gordas que bailaban arriba de los parlantes, el grupito de lesbianas, dos travestis, un viejo con la camisa abierta y a Alan en el medio de la pista. Tena los brazos levantados y los mova como si tratara de abrir un agujero en el techo. Adems tena esa expresin en la cara. -Te falta la mema le dije, y saqu el chupetn del bolsillo. Alan sonri, aplaudi, me tir un beso al aire. -Te presento a mi amigo dijo y me seal a un puto que le bai-laba al lado. Estaba por irme, pero el puto me agarr del brazo. Cuando le iba a explicar que tena cosas que hacer, vi que me presentaba a su amiga. Era flaca y tena un piercing en la ceja. Tena puesta una musculosa negra y le salan los brazos finos, blancos, como de muerta. Media hora despus, estbamos los cuatro en la casa de Alan. Lo primero que hicieron fue hablar de Lost. Alan me porfiaba que me iba a gustar. Le dije que no me interesaba, que si haba tanta gente de acuerdo en que Lost estaba bueno, seguro era una pelotudez. La mina se ri. -Sos siempre as? dijo. No quise preguntarle a qu se refera. Adems, habamos ido a otra cosa. El puto pensaba igual, porque se acerc a Alan y le desabroch la camisa. La chica se tir encima del puto. -Ven, tonto dijo Alan. Yo estaba sentado en otro silln y dud. Haba estado otras ve-ces en la misma situacin y saba que Alan iba a querer aprove-charse. Me sent al lado de la chica. El puto le toc el culo a su amiga. Despus, ella toc el culo a l. Los dos se rean mientras Alan me miraba y me guiaba un ojo.

  • 24

    No le contest. Me qued sentado. Alan le desabrochaba la ca-misa al puto y los dos se besaban mientras la mina se sacaba la musculosa. Saqu la bolsa otra vez. Desparram un poco de merca sobre la mesa ratona. El puto la empuj para mi lado. La mina se ech hacia atrs y se dej sacar el pantaln. Alan ya estaba desnudo y tena la cara del puto en una mano, se lo acomodaba entre las piernas. Cerr la bolsa. Pein una raya fina y larga. -Dale, bobo Alan me miraba mientras el puto le haca el regalo. La mina me haca masajes con las tetas. La tena casi subida en la espalda, las manos en mis brazos. Me daba besos en el cuello. -As no puedo dije, y me inclin hacia la mesa. -Siempre sos as? repiti. Me tom la raya de un saque, el recorrido entero desde una punta hasta la otra. -Quers? -De tu pija, bonito. Para cuando termin de entender, la mina ya me estaba bajando el cierre del pantaln. -Puedo yo tambin? dijo Alan, las manos sobre la cabeza del puto. La mina abri la bolsa y me tir encima un poco de merca. As-pir. Chup lo que quedaba sobre la piel. -Qu pasa? dijo, agarrndome con dos dedos el pito muerto. -Ya sabs. -No funciona. -No. La merca. -Claro. Puso cara de triste y me mir a los ojos. -No? dijo.

  • 25

    -Imposible. Me dio la espalda. Mientras yo peinaba otra lnea, la mina se sumaba a Alan y al puto, que la ubicaron entre los dos. Me qued fumando. Por ms que quera, no tena la capacidad de levantarme e irme, ni tampoco el decoro para dejar de mirar-los. Pensaba en la loca. Me acordaba de la risa, la tijera, la pata-da. Y mientras me acordaba y las imgenes se repetan como en una pelcula de una misma, eterna, secuencia, vi una doble pe-netracin, vi a la mina tragndose las dos pijas a la vez, vi al pibe en cuatro y la mina hacindole chas chas; vi a los dos putos haciendo un 69, vi al puto en el piso con dos jinetes. Vi, tam-bin, el culo abierto de Alan y al pibe, con la mina, metindole la mano, la mueca, medio brazo en el orto comido por la aber-tura de Alan, rumbo a un lugar oscuro y lleno de mierda. Eran las doce del medioda cuando me vino la nusea. Haban sacado el brazo y el olor me dio ganas de vomitar. Me levant del silln y me fui sin saludar. Tena ganas de algo ms, pero no saba de qu. Lo nico que tena en claro era que me quedaba poco en la bolsa y que no tena ganas de pasarla mal en casa. Lo mejor era encontrar algo que me distrajera. Tomar lo ltimo y esperar el bajn en algn lugar donde el infierno no quemara tanto. Pensaba en eso cuando me acord que haba partido de ftbol. Por un momento dud, porque la cancha iba a estar llena de policas. Pero jugbamos contra el ltimo de la tabla y haba salido lindo da. Adems estaba a tiempo para llegar. Quizs era porque me estaba haciendo efecto el ltimo tiro, pero de repente me haba animado y me vi caminando hasta la parada. El equipo vena en picada. El ltimo partido lo habamos per-dido y el anterior lo habamos empatado cero a cero. Pero el campeonato recin empezaba y todava nadie se haba animado

  • 26

    a putear al tcnico. La cancha estaba linda, con un olor a Paty que me repiti las arcadas. Haba poca gente, as que me sent solo en medio de una fila. Haba un polica en la parte de deba-jo de la platea, pero no me preocup. Adems, justo en ese momento sala el equipo. Hubo algunos papelitos, un canto tmido y no mucho ms. Me molestaba el sol en la cara, as que me hice visera con la mano. El partido empez como para entusiasmar. Antes de los cinco minutos ya habamos llegado tres veces al arco de ellos. El cinco nuestro pareca Redondo, se coma la cancha. Iba para all, ve-na para ac; tiraba sombreritos, rabonas, tacos Peleaba la pelota en el medio, la ganaba y despus sala con la gambeta hasta el borde del rea, meta un pase en profundidad y se la dejaba servida al once para que le tirara el buscapi al nueve. En mi vida haba visto mejor ftbol que se. La gente se reven-taba los dedos de tanto aplaudir. Haba un tipo ms arriba que con cada pase deca eso, eso; y lo iba diciendo cada vez ms aflautado, como si le hubieran estado apretando los huevos un poquito ms fuerte a cada nuevo pase del cinco. Era para emocionarse lo que estbamos jugando. Pero entonces el cinco fue a cortar una pelota en la mitad de la cancha. Cuan-do barri, se llev puesta la pierna izquierda del contrario. Po-ds creer que el rbitro lo ech? bamos cero a cero, el partido haba empezado ocho minutos atrs. -Es un pelotudo! dijo el tipo que gritaba eso, a estas alturas con la misma voz del ratn Mickey Se hizo echar por pelotudo! Cmo puede derrumbarse la realidad de una forma ms abrupta? Saqu la bolsa, la abr y met la nariz en lo ltimo que quedaba. Aspir con fuerza, hasta que el nylon qued pegado a la nariz. Despus lo mastiqu y sent la cocana en la boca, la

  • 27

    lengua se me durmi y cuando quise gritar Ahora pongan huevos, hijos de puta! ya no pude, o no tuve ganas. Estaba bajo el sol de un sbado a la tarde. Un murmullo recorra la cancha. Un polica miraba cmo, del otro lado, los platestas insultaban al cinco que acababan de echar. Lo que sigui fue lo que esperbamos: un desborde por la iz-quierda, el cuatro nuestro peinndose los rulos y el pelado hijo de puta se entr, tir el centro y le qued servida al nueve que la mand a guardar. -No te puedo creer! dijo una morochita, parndose- Pasaron menos de quince minutos! -Esto es nada -le respondi el tipo del eso. En el 67 nos me-tieron un gol al minuto y medio. Estaba buena, la pendeja. Tena el flequillo recto cortado a la mitad de la frente, una camiseta anudada sobre el ombligo y un jean ajustado que se le meta bien adentro. Tena la cola de una stone. El partido se haba enmierdado: adelante nos quedaba un de-lantero, el ocho estaba marcando punta y el seis haba pasado de cinco. Nos estaban pasando por encima. En cualquier mo-mento se vena el segundo gol. Y se vino. Fue un centro a la olla. El nueve de ellos cabece y se le meti al arquero de sobre pique. -No te puedo creer! dijo la stone. -Esto es nada -le respondi el tipo del eso: en el 39 nos metie-ron dos goles antes de los cinco minutos. Haca calor. La mina tena puesta una musculosa y se le estaban humedeciendo la telita de abajo de las axilas. Estaba lejos, pero juro que le ol el desodorante Polyana. Juro, tambin, que el olor me hizo acordar a la mucama que trabajaba en casa cuando yo era chico.

  • 28

    Quietito, me deca Martina y yo segua tirando el roco de agua sobre la ropa, sobre la plancha, sobre la mano de ella que soste-na la plancha. Sala un humito blanco cuando la plancha haca ruido de vaporcito sobre la ropa mojada. Y yo le miraba las ma-nos con agua, los dedos con agua, la mucama con las manos mojadas que hace ruido de vapor si sale el humito blanco. Yo tena siete aos, me pasaba la tarde mirando televisin. Mi mam dorma la siesta y cuando se hacan las tres de la tarde no se escuchaba un zumbido en todo el departamento. Nada ms el ruido del vaporcito y, muy bajo, el televisor encendido en Yo me quiero casar. Me tiraba en el silln y me quedaba quieto; los ojos que se me cerraban solos. El sol que entraba por la ventana pegaba justo sobre la pantalla, sobre la cara de Galn diciendo que se haba formado una pareja. Desparramado en el suelo del living, el cuaderno con las tareas del colegio que siempre ter-minaba despus del almuerzo. Tambin una estampita que usaba de sealador; las medias sucias de andar descalzo. En la calle, detrs de la ventana, otoo en una Buenos Aires llena de gente. Algunos eran como yo; pero entonces no lo saba y me pareca que todos estaban contentos. Patinaba sobre el parquet hasta el cuarto de Martina. Me dejaba el pomo cerquita. Ella me iba diciendo en dnde tena que echarle. Me mostraba la camisa y yo le pona la agita. Las mangas de la camisa y un roco de agita fresca, la plancha ca-liente, el humito. A la camisa le planchaba el cuello y los puos y quedaban duros; al vestido de mam lo abra sobre la tabla como un mantel. Tambin estaban las sbanas, horas enteras con las sbanas que nunca quedaban bien planchadas. Quietito, deca Martina, los ojos fijos sobre la tabla. Yo me pona contento cuando las empezaba a doblar y las sbanas gigantes quedaban

  • 29

    hechas un cuadro tibio -un poco de agita- junto a las otras prendas. Despus les tocaba a las medias, que se planchaban secas. Me quedaba parado al lado de Martina, de lejos llegaba la voz del conductor: Se ha formado una pareja. Martina segua plan-chando. Eran las medias sucias que yo usaba para patinar por el living. Martina nunca me deca nada, pero yo igual corra a po-nerme pantuflas, volva a pararme junto a ella con el roco en la mano. Apenas terminaban las medias, venan los pauelos que lleva-ban poquita agua. Yo les echaba y despus arriba de un dedo, sobre la mano, el agua en la mano mojada, se re Martina, quie-tito, mi amor, la agita entre los dedos brillosos, quietito, el sol de la tarde que, en ese cuarto, era una luz prestada, el ruido del vaporcito, una pareja se ha formado, el humo blanco de la plan-cha sobre la tela, caricias de Martina en el pelo, quietito, beb, quietito, el roco sobre la ropa, los dedos mojados que mojan la oreja, la plancha sobre la tabla, la plancha en nivel algodn, dos lneas quemadas en una prenda. -No te puedo creer! dijo la stone, otra vez. Apenas vi cuando la pelota entr. La voz de la stone se haba llevado a Martina y me haba puesto, otra vez, en un partido de ftbol que perdamos tres a cero. -Esto es nada -dijo otra vez el tipo, la cara metida entre las ma-nos. En el 75 nos hicieron tres goles antes de los ocho minutos. La stone me mir por primera vez. Le sonre y ella nada, sigui mirando. Dos veces ms le volv a sonrer. Le empec a hacer muecas: levantaba las cejas y abra la boca, cerraba los ojos y le haca trompita con los labios Eran como esas caras que uno les hace a los bebs. Y la minita siempre igual, mirando fijo. -Coca! grit en un momento.

  • 30

    Recin entonces not que el vendedor de Coca Cola estaba atrs mo y ella lo vena midiendo desde haca un rato. Cuando me di cuenta, tuve ganas de irme a enterrar abajo del arco junto con el defensor que, en ese mismo instante, pifiaba y la pelota haca una comba extraa que terminaba adentro del arco otra vez. -No te puedo creer! volvi a decir, el vaso de coca en la mano. Eso miraba el piso: -Esto es nada arrastr las palabras En el 58 nos metieron cua-tro goles antes de los once minutos. Haba llegado el momento de las risas socarronas. En una can-cha, cuando la derrota se convierte en absurdo, aparece la ten-dencia a tomarlo con humor. La gente parece sacada de un en-sayo de Freud: para no sufrir, prefiere hacer chistes. Era mi momento de hablar con la stone. Desconoca qu iba a decirle; ni siquiera saba que iba a tomar impulso y le iba a tocar el hombro, disculpame, tens hora? y que la mina me iba a responder con los ojos fijos en la cancha y la boca abierta: -Cinco y media. En la tribuna visitante, un gordo haca un crculo con dos dedos y le meta adentro el ndice de la otra mano. Otro tipo mova los brazos y nos saludaba. Me sent al lado de la stone. -Nos estn bailando dije. Ella le dio un sorbo a la pajita; suban pelotitas de coca cola por la pajita, que enseguida se ti de negro. La mina trag. Contuvo un eructo. Entonces, por fin, gir la cabeza y me mir. Esto es nada, en el 85 nos metieron cinco goles antes de los doce minutos. Tena dieciocho aos y un novio que la iba a buscar a la escuela (haba repetido dos veces), haca poco tiem-

  • 31

    po que estaba de novia, hace cunto ests de novia? Dos me-ses, ah, dos meses, en un ao vemos si tu novio te sigue yendo a buscar. Lo que pasa es que sos muy pendeja, todava crees en esas boludeces, no es una boludez, el amor existe, existe un rato hasta la tercer cogida, y si ests muy buena aguanta cinco cogi-das ms, despus olvidate, pero vos sos un monstruo! yo te digo lo que nadie te dice, adems lo decs porque nunca te enamoraste, cuatro veces estuve enamorado, y las cuatro veces me pas lo mismo, salvo la ltima que ella me dej a m, se haba enamorado de otro?, Mir lo que hace ese cuatro hijo de puta!, No te puedo! no, descubri que yo la estaba cagando, sos un hijo de puta! ella me oblig, si no entregs como corres-ponde tengo que buscar a alguien que entregue, as que a vos lo nico que te importa es eso?... y que no me rompan las pelo-tas No lo puedo creer! Esto es nada, en el 39 nos metieron seis goles antes de los quince minutos. Te das cuenta? Mir a este arquero seguro que anoche la esposa le trajo problemas, seguro que por culpa de la esposa el tipo ataja as, al contrario, gracias a la esposa debe estar en donde est, ves cul es el pro-blema de las mujeres? nunca quieren aceptar que estn ac de prestado, que si uno avanza es a pesar de ellas y nunca gracias a ellas, Cmo pods decir eso? A vos te cri una mujer? La madre es otra cosa y todos lo sabemos muy bien, el problema de las minas es cuando se ponen en novia o se convierten en esposa; las madres y las amantes son el nico rol de mujer que sabe tratar a un hombre, las otras tienen problemas para encon-trarle la vuelta, vos habls as porque nunca te enamoraste, pe-ro querida qu eso de responder siempre con el mismo argu-mento? Y encima con un argumento sin ninguna fundamenta-cin as que porque nunca sent una cosa que te pone boludo, estoy incapacitada para entender cmo es la vida? Si es por po-

  • 32

    nerse boludo para entender las cosas, el arquero nuestro debe ser Mahatma Gandhi No te puedo creer! Esto es nada, en el 97 nos metieron siete goles antes de los diecinueve minutos, adems, cmo sabs que vos ests enamorada? Y respond sin decir que cuando lo ves sents mariposas en la panza Pero es as, boludo! Sents eso de verdad. Se te ocurri pensar que las mariposas en la panza es que ests caliente? A los hombres se nos para, a las mujeres se les revuelve el estmago Pensaste que quizs es eso? Vos entends cualquier cosa! Sos un mons-truo! Sos completamente ignorante de lo que puede sentir una mujer No pods perder esa pelota! La verdad que s, tendra un poco ms de idea si alguna expresara sus sentimientos sin involucrar al pene. Qu quers decir? Que me cuesta entender cul es la relacin entre estar enamorada y querer que te rom-pan el orto El sexo es un acto hermoso que se hace de a dos, y cuando se hace con amor es sublime, S, muy sublime la mina en cuatro echndote baranda a pedo en la cara, Vos sos un as-queroso! No lo puedo creer! Esto es nada, en el 24 nos metie-ron ocho goles antes de los veintiocho minutos Mir ese gor-do hijo de puta, cmo nos goza! Lo que pasa es que las mujeres nunca se quieren hacer cargo de nada, lo nico que les importa es andar por el mundo dando lstima, quieren casarse con al-gn tipo con plata y pasarse todo el da mirando novelas en televisin, cmo vas a decir eso? Sabs que ahora es distinto?, tens razn, me olvid que ahora tambin quieren trabajar y ser empresarias exitosas y todas esas pelotudeces, s, boludo, traba-jar y formar una familia, claro y as salen los chicos ahora, cada vez ms burros, cmo vas a decir eso? porque es la verdad: antes por lo menos servan para criar, ahora ni siquiera nun-ca escuchaste que hay mujeres importantes, boludo? S, claro! y tambin escritoras. Y porque son mujeres escriben peor? Po-

  • 33

    nete las manos, arquero, la puta que te pari! Eso es nada, en el 87 nos metieron nueve goles en el primer tiempo Error: por-que escriben son menos mujeres. La mitad son lesbianas. Y la otra mitad? Escribe mal! Esto no es nada, A vos lo que te hace falta es conocer un poco el alma de una mujer, entender cmo sentimos, y a vos lo que te falta es sumar pijas, qu que-rs decir? Hacerte coger muchas veces, a la larga vas a aprender cmo es la cosa, No te puedo creer! Cuando te digan que te van a avisar y al rato te den arcadas de leche cayndote por la gar-ganta, cuando vos ests llorando y el pibe rompindote el culo hasta hacerte cagar sangre, cuando te digan tocame los huevi-tos, pasame la lengua, ven que te abro la concha, ah vas a sa-ber cmo es la vida. Vos sos un asqueroso! Yo soy tu novio. Mi novio es distinto a vos! Yo soy el que te vas a coger toda tu vi-da. Con vos no cojo ni en pedo! Estoy hablando metafrica-mente, pedazo de pelotuda. No lo puedo creer! Esta es la peor goleada de la historia. Doce a cero en el primer tiempo, nunca pas. Hasta ah lleg mi inters por el partido; pero sobre todo por la stone. As que prepar el terreno para escaparme: mir la hora, mir el cielo, murmur algo que nadie escuch (Che, qu da de mierda!) y baj de la tribuna sin darme vuelta a pispear a los policas. Cuando llegu abajo vi las banderas. Tenan el es-cudo del club y venan con una pajita para sostenerla. Todava faltaba jugar un tiempo, pero el vendedor tambin se estaba yendo. -Cunto sale? El tipo me dijo que me la dejaba a dos pesos. -Mir que vale quince agreg, y agarr la plata de mala gana.

  • 34

    -Es para m? Gracias, mi amor! Me dijo mi novia, sostuvo con dos dedos la pajita, revole la bandera como si fuera una yan-qui festejando el 4 de julio. -Cmo sali el partido? -No s, me vine antes porque te extraaba. Estaba agotado. Tena ganas de acostarme, esconderme abajo de las sbanas y dormir hasta que pasaran doscientos das y no tuviera que preocuparme por nada ms. El problema era que no tena sueo. Por suerte, la peor parte del bajn haba pasado. Ahora, lo nico que quera era quedarme abrazado a ella, con-tarle lo que haba pasado, pedirle que me cuidara. Estaba a punto de decirle que fuera mi mam. No quers ser mi ma-m?, le iba a preguntar. Hasta me poda largar a llorar. Dos-cientos das llorando en el pecho de mam, con la cabeza meti-da entre las tetas. Que viniera la polica y ella le dijera que no, que el nene era inocente, un pan de Dios, mire qu carita de santo se era mi nico deseo: llorar y quedarme escondido con mam acaricindome la cabeza, pobrecito, ya va a pasar. -Vamos a comer, mi amor? pregunt mi novia. Entonces me vino la nusea. La miraba mientras coma una porcin de calabresa, parados los dos, ella de espaldas a la ventana y yo con el vaso de cerve-za a medio tomar. Empezaba a anochecer y la pizzera se llena-ba de a poco. La mayora estaba de paso. En el televisor, repet-an los goles del partido. Mi novia hablaba entre un bocado y otro. Yo le segua la conversacin con monoslabos, controlaba que no me hubieran filmado, que no apuntaran para el lado de la platea, que no apareciera un otro yo en el televisor, hablando con la stone. -No entiendo cmo no tens hambre dijo mi novia. -Me da asco la comida respond.

  • 35

    Me mir raro. Extra mi bolsa. Lament no tener ms para escaparme al bao. -Vamos al cine? me pregunt. -No dije. -Entonces qu hacemos? -Nada. -Pero es sbado! -Estoy cansado. -Vamos a lo de Alan! La mir fijo. Nunca quera ver a Alan. Ni siquiera lo soportaba. Me qued en silencio, tratando de descubrir si saba algo ms; pero mi novia coma su tercera porcin de pizza, tranquila, cor-tando la muzzarella que haba rebalsado de la masa y empeza-ba a endurecerse sobre el plato. -Alan? dije con cautela- Por qu? -No s. Hoy me acord de l. Tom el ltimo sobro de cerveza. Me quede pensando, perdido en la gente que pasaba por afuera, del otro lado de la ventana. Cuando termin la pizza, me apur en salir primero. -Vamos? dijo mi novia. -A dnde? -Alan! - -Por qu no quers ir? Otra vez sonaba la campana de Pavlov. Por qu no quers ir? significaba que tena que demostrarle que no haba nada de malo con ir. Si no ceda, el siguiente paso iba a ser otra pregun-ta, y despus otra ms. Mi novia pareca saber algo, pero no lo suficiente. No era la primera vez. Tena un don para descubrir mis pecados. Claro que no se imaginaba hasta dnde haba lle-gado.

  • 36

    Alan abri grandes los ojos cuando baj a abrirme y vio que estaba acompaado. Fue un segundo de zozobra. Enseguida recuper el control. -Qu hermosa ests! le dijo a mi novia y me gui un ojo. Por suerte, la mina se haba ido. Todava estaba el puto, pero Alan le hizo una sea y el puto hizo como que no me conoca. Nos sentamos los cuatro y empezamos a conversar. Ellos, por-que yo estaba casi muerto. El puto lea una revista y deca que no con la cabeza. Hablaba de prenderles fuego a las villas. -Los tens que matar a todos -dijo-. Y a todos los bolitas, devol-verlos a Bolivia. Mi novia sonrea. Deca que s con la cabeza. Aunque estaba callada, me molestaba todo lo que haca. Cada movimiento me resultaba insoportable. La manera en que lo miraba, la forma en que se haba sentado con las piernas cruzadas, la mano que usaba para acariciarme un dedo una y otra vez, siempre el mismo pedazo de piel mientras el puto segua hablando. -Sabs lo que pasa? Ac tienen que volver los militares. Con los militares estbamos mejor. Lament no tener ganas de hablar. Mir a Alan, pero l tampo-co estaba con fuerza. Por la manera en que el puto hablaba, su-puse que haban tomado merca. Al puto le haba pegado por el lado de la locuacidad; Alan, en cambio, apenas estaba en este mundo. La droga nos haba sacado del juego a los dos. Ah es-tbamos, a merced de un puto fascista y de mi novia que sonre-a, segura de que todo lo que deca era verdad. Si no lo parba-mos a tiempo, iba a decir yo pago mis impuestos, son negros de alma, se discriminan solos, tengo un amigo judo Tenamos que detenerlo antes de que mi novia le creyera. -A vos te gusta que te rompan el orto? dije.

  • 37

    El puto respondi que s, se puso colorado, me empez a contar cmo se haba hecho homosexual moviendo las manitos como si estuviera tocando un piano en el aire. Resulta que haba sido hace tres aos, en los bosques de Paler-mo. Se haban tomado unos hongos alucingenos con los ami-gos y andaban buscando enanitos entre los rboles. De repente vieron a una mina: tena tetas y culo bien parados, llevaba pues-ta una minifalda cortita, casi al lmite del comienzo de cada nalga. Arriba tena un corpio, as que se le vea el ombligo, la pancita sin grasa Encima se paraba que daba miedo. Pareca un gato de exposicin, con la cola bien parada y el quiebre justo en la cintura. Era la mejor mina que viste en tu vida, mis amigos estaban como locos y empezaron a juntar la plata. Cuando ca-minaba se le mova medio culo para un lado y medio culo para el otro, pero adems te haca el vaivn con las piernas, como si estuviera nadando. Y las tetas se le suban un poco, le volvan a bajar; eran un colchn de agua esas tetas. La mina era un trac-tor! Una perra absoluta! No te das una idea de lo tremenda que estaba esa mina! Yo para entonces me daba cuenta que me gustaban los tipos, pero todava era virgen y tampoco le haba confesado a nadie. Vos pods creer que, cuando nos acerca-mos, la mina nos habla y? -Era un travesti dije con aplomo y el puto me mir, asombra-do. -Hablando de travesti, no quieren ir a ver strippers? - pregunt Alan. Nos miramos. A mi novia se le ilumin la cara. Haba que pasar una cortina y llegabas al bar. Todava era tem-prano: habra unos cuarenta putos, dos mujeres (las dos eran camareras), Alan, el puto, mi novia y yo. Haba unas mesitas altas y cada una tena una vela encendida. Nos sentamos contra

  • 38

    la pared, bien adelante, al lado del escenario. Arriba, un travesti le haca la mmica a un tema de Pimpinela. Me engaaste, modulaba y enseguida hacia el No que cantaba Joaqun Ga-ln, Me mentiste (No!), y exageraba las muecas, Me dijiste que desde aquel da ya no la veas Alan estaba emocionado. Mi novia tambin pareca impactada. Estaba hermosa concentrada en el Pimpinela. Tena la boca abierta, los ojos enormes, las manitos sobre la mesa. De pronto tuve la sensacin de que todava la amaba. Con ella al lado, nada poda salir mal. Haba sido demasiado injusto todo ese tiempo. Era hora de aprender la leccin y sentar cabeza. Era lo ms sensato que poda hacer a partir de esa misma noche: dejar atrs mi otra vida y dedicarme slo a ser novio. Si poda lograr eso, entonces estaba salvado. Por lo menos, hasta que estuviera seguro que la loca estaba bien. Los putos aplaudieron cuando termin la cancin. -Ahora les voy a contar algo que todas ustedes quieren saber dijo el travesti. Cerr los ojos. Las luces se hicieron azules. Sonaron unas trom-petas. El travesti hizo un movimiento de zarzuela y empez a cantar:

    Nada ha sido en serio todo fue una broma que bien me enga. Yo hubiera metido las manos al fuego por l y su amor.

    Nada ha sido en serio todo fue una broma qu clase de persona

    l se cre que soy.

  • 39

    Cuando vio que hablaba de mi amor en serio

    en ese momento me mir y se ri.

    Me dijo es broma nada ha sido en serio como crees paloma

    que te quiero yo.

    As son los hombres todos son iguales

    pero qu bonito se siente cuando uno te guia un ojo

    y como una guitarra poquito a poco te coge y te toca y hace una cancin.

    Cuando termin aplaudi mi novia, aplaudi Alan, aplaudi el puto, los otros putos y aplaud yo. El travesti haba quedado de pie, inclinado en una reverencia, las luces sobre la peluca. Des-pus apagaron las luces del escenario, pusieron un disco de Aerosmith que nos tapaba la conversacin. Alan y yo tratba-mos de evitar que la charla volviera a los mismos temas. El puto se resista: seal a un morocho acodado en la barra. -Ves? dijo- Cmo dejan entrar a un tipo as? Por suerte apareci el stripper: eran negro, un metro ochenta de estatura, el cuerpo marcado como un rompecabezas. -Creo que lo conozco -dijo mi novia y la vi hacer fuerza para focalizar mejor. -A quin? pregunt. -Al stripper. Es amigo de mi hermano me respondi, con un dedito en la pera.

  • 40

    Alan not mi preocupacin, pero estaba dispuesto a divertirse: la mir a mi novia y le hizo un gesto con las manos (Vas a ver el trozo que tiene!). Yo imaginaba una excusa para irnos. Poda decir me voy, hacerme el preocupado, acaban de avisarme que est internado mi abuelo. Poda ponerle un beso a mi novia y decirle te amo hasta que el tipo se fuera. Tambin, decirle que seguro tena una prtesis de plstico duro casi real. El asunto es que el tipo en el escenario se sac el sombrero, dej caer la corbata, desabroch la camisa y la sostuvo con los pectorales abiertos; hizo deslizar la camisa por el cuerpo aceitado, afloj la hebilla del cinturn, empez a bajarse los pantalones y se qued con un boxer de leopardo. Yo trataba de concentrarme, haca control mental para evitar el destino. La mir a mi novia: pareca que le estaba contando las manchas al leopardo y les estaba poniendo nombre a cada una. Pero no era cualquier nombre: por el tiempo que le dedicaba a cada centmetro de tela, los nombres tenan que ser Mariquita Snchez de Thompson. Entonces, con un movimiento de manos dej asomar una punta (un aire fro me recorri la espalda), c o n e l p u l g a r y e l n d i c e b a j e l b o r d e d e l c a l z o n c i l l o (los ojos de mi no-via explotaban), t o m e n v i n c o n l o s c o d o s (Alan se rea, haca el gesto del trozo en cmara lenta), e s t a l l l a t e l a e n a l a i r e (mi novia de pie, mi novia inclinada sobre la me-sa y a punto de soltarse a la libertad) Quizs fue porque vena cargado con el problema de la loca, porque estaba irascible y me haca falta otro pase. Pero ah no-ms, as como estaba, me levant de la silla y arrastr a mi novia afuera. Alan, por supuesto, puso cara de puto y dijo algo sobre el atropello. El otro me grit que a las mujeres se las trata bien. No me import nada ms. Lo nico que quera era escapar.

  • 41

    -Sal de ac, puta! le grit a mi novia mientras subamos las escaleras. Cuando estuvimos en la calle, la empuj contra una pared. Us el mismo sustantivo para expresarle lo que haba sentido al ver-la -tan hermosa e inocente- con esa cara de desesperada ante el negro desnudo. Entonces baj los ojos. Por un momento pareci que estaba por llorar. Eso me provoc una infinita ternura y le dije:

    perdn Ella me mir a los ojos y segu con:

    me puse celoso Y entonces sonri y me dio un beso en la puerta de un edificio, en lo que antes hubiera sido un zagun.

  • 43

    3

    A bout de souffle

    Quizs por tanto caos agradezco estos momentos de calma. Poder escribir un poco, verlos dormir flotando o flotar dur-miendo, las colas replegadas, el zumbido de la pecera, darme cuenta si las burbujas se estn haciendo grandes y explotan en la superficie haciendo un paf que apenas se oye, o si justo les nada un lebiste por encima y se rompen antes, suben burbujas de soda. Si estuviera adentro, las burbujas importaran poco. Qu puede importarle a un lebiste que pasa el da nadando? Lo nico que vale la pena es saber a qu hora le tiran comida. El resto, apenas agua, piedritas, perseguir a las hembras que, de todos modos, no pueden escapar. Ni siquiera hay historia para cagar: los tipos siguen nadando y el rulito de sorete se va de-jando caer solo; se hace de noche hasta que al final se despren-

  • 44

    de. Un da entero consagrado a un hilo de caca que no termina de caer, que se va alargando como un poema y viborea entra las piedritas. Veinte litros de agua entre cuatro paredes de vidrio. Una planta artificial, dos aireadores, el cartel de No pescar a un costado. Elijo los lebistes porque adems tienen sexo. Todos los peces lo tienen, pero en stos es ms visible. Los machos persiguen a las hembras y le eyectan el semen, que viaja por el agua y se les mete adentro. Todo el tiempo hay alguna pareja aparendose. Todo el tiempo, tambin, hay alguna hembra em-barazada. A veces veo el nacimiento de las cras. Sale el huevo y, casi al mismo tiempo, el huevo se rompe y aparece la cra. En pocos minutos la pecera se llena de pececitos que son puro ojo negro y colita transparente. Y el macho anda por ah, comiendo pelusa de las piedritas. -Me hacs tostadas? me pidi mi novia ni bien nos desperta-mos. Me haba costado quedarme dormido. La loca se me vena a la cabeza todo el tiempo. La imaginaba rindose, dicindome pe-lotudo, caminando con la tijera en la mano. Tena la necesidad de levantarme y salir a la calle. Despus, no s cundo, por fin me dorm. Hubo un momento, en medio de la noche, en que dej de pensar en la loca. Hoy, cuando abr los ojos, lo primero que pens fue que tena que saber qu haba pasado. El problema era volver a la escena del crimen. Cualquiera que haya ledo un policial sabe que el inspector espera que el asesi-no vuelva. Pero una vocecita interior me deca que tena que ir. Era un nuevo da, y la cabeza no siempre se acomoda a lo que pensaba el da anterior. Haba recuperado una parte del yo, pero algo haba quedado del otro lado de la noche. Si quera

  • 45

    volver a vivir, tena que asegurarme de que la loca estaba bien. Adems, tena una buena para mostrar en el purgatorio1. Pero estaba mi novia, y haba que sacarla. -Me hacs? insisti. -Qu? -Tostadas! Juro que estuve a punto de levantarme a buscar el pan. Sin em-bargo, no quera empezar mi nueva vida con la carga de la loca en mi conciencia. -Mi amor le acarici la cara. -Qu? -Mi amor -Qu pasa? Me ests preocupando -Pas algo. Abri los ojos. Me sac la mano de la cara. -Me olvid de decirte: le promet a Alan que hoy lo acompaa-ba al mdico. -Un domingo? -Es hospital pblico. -A qu tiene que ir? -No te puedo contar. -Por? -Porque le promet que no te contaba. - -As que perdn, pero te tens que ir. Le cambi la cara. La boca se le endureci, trag saliva, se sac las sbanas de encima y se levant dando pisotones. Se meti

    1 En la teologa catlica, el purgatorio es el lugar de limpieza y expiacin don-de, despus de su muerte, las personas que han muerto sin pecado mortal (ofensa directa a Dios), pero que han cometido pecados leves en su vida, tie-nen que limpiar esas culpas para poder alcanzar el cielo.

  • 46

    en el bao. Al rato estaba vestida y con la cartera colgada en un hombro. -Por qu ests vestida tan puta? -Porque es la ropa de noche. -Peor! As de puta sals a la noche? -Sal con vos! Me puse el jean y una remera limpia. Me lav la cara. Cuando sal del bao, mi novia estaba parada en medio de la habitacin, moviendo el pie derecho. Esperaba que le dijera algo para em-pezar una pelea. No le di ese gusto. Bajamos, salimos a la vere-da, levant la mano y par un taxi. Le abr la puerta y le di la plata para el viaje. Ni siquiera me agradeci. No me acordaba el piso, pero tampoco estaba seguro de lo que estaba por hacer. Me qued de pie, mirando el edificio donde viva la loca. Tena dos posibilidades: tocar cada uno de los timbres preguntando por la loca o llamar al encargado. Con la primera iba a perder mucho tiempo, as que eleg la segunda. El tipo era petiso, panzn, con bigotes a lo Freddie Mercury. Le dije que tena una amiga en el edificio, pero que no me acorda-ba el piso. -Cmo es tu amiga? -me gui un ojo. -Pelirroja. -Ah! la cara se le transform; me miraba como si estuviera a punto de meter la cabeza adentro de un inodoro-. Piso doce. Pens que era una buena altura para que la loca se tirara por la ventana. Mientras pensaba, me qued ms de la cuenta frente al encargado y le di tiempo a que empezara una conversacin. Me dijo que l haba sido arquero en un equipo de primera B, que era el mejor arquero de todos, tan bueno que lo haban lle-

  • 47

    vado a jugar a la A. Parece que en la B haba jugado como cin-cuenta partidos y le haban metido nada ms que tres goles (uno de penal). Pero en primera se le hizo ms difcil: estuvo sentado en el banco de suplentes como tres aos, porque arriba de l estaba el arquero de la seleccin. Me dijo que a veces el tipo se mandaba alguna macana y siempre haba un viejo que le gritaba desde la platea:

    Entr vos, pibe! Entr vos! Pero l saba que el tcnico lo iba a proteger al otro, que iba a tener que esperar hasta que llegara el momento. Adems, el equipo vena bien y si el arquero titular se coma un gol, tena poca importancia porque los delanteros estaban afilados y me-tan de a tres goles por partido. Hasta que un da el arquero salt para tapar una pelota, vol en el aire y fue a pegarse la cabeza contra el palo del arco. Iban cero a cero, era el partido que los poda dejar primeros y estaba terminando.

    Entr vos, pibe! Entr vos! El viejo de siempre se haba levantado a los gritos y el resto del platea lo acompaaba.

    Entr vos, pibe! Entr, pibe!

    Entr vos! Pibe, entr! -Y entr dijo el encargado, hizo una pausa, mir hacia el hori-zonte. El aire de un suspiro le movi los pelitos del bigote. El tipo se par en el arco. Mir la cancha llena a su alrededor. Senta la adrenalina corrindole por el cuerpo, una fuerza inusi-tada en esas manos listas para alcanzar la gloria. No terminaba de sorprenderse cuando vio que la pelota sala desde el arco de enfrente, cruzaba toda la cancha, quedaba sos-

  • 48

    tenida en el cielo y como si estuviera teledirigida caa de golpe encima de l y se le meta justo al lado del hombro, silbndole el gol en la oreja. -Y esas cosas se recuerdan toda la vida dije y sonre. Se qued callado, la mirada al piso. Estaba por sacarme al tipo de encima cuando vi llegar un polica. Cruc la calle corriendo. Me escond atrs de un semforo. El polica se acerc al encar-gado. Tena los pulgares metidos adentro del chaleco antibalas; caminaba con las piernas rgidas. Se plant frente al encargado, le hizo la venia. El encargado pareci despertar. Vi que hablaba rpido, moviendo los brazos. Trat de leerle los labios. Pareci que deca Ac el muchacho estaba preguntando por ella, pero no estaba seguro. El bigote me tapaba la boca y era posible que todo fuera paranoia ma. Respir hondo. Ahora el polica volva a hablar y el encargado lo miraba serio. Le res-pondi. Vaya noms que yo le aviso? Empezaba a tranquili-zarme. El polica repiti la venia y dio media vuelta. Estaba a punto de irse cuando el encargado me vio. Ah est el pibe, atrs de los bigotes. El dedo apuntando al semforo que me esconda. El polica pareca sacado de Robocop. Tena la cara cuadrada, el pelo corto; el cuello slo era ms grueso que mi pierna. Cruzaba la calle dando pasos firmes, las manos en el chaleco. Pens en correr. Me imagin esquivando a la gente en medio de la calle, Robocop persiguindome con una mira lser, una voz de alto y al final el tiro en la espalda, helicpteros, somos del FBI. Me temblaron las piernas cuando se me plant delante. -Buenas tardes, seor dijo, otra vez la venia. Hice la venia yo tambin. -Me puede mostrar sus documentos, si es tan amable.

  • 49

    Me hubiera gustado decirle que yo era poco amable, que la amabilidad siempre fue una deuda pendiente en mi vida y que, adems, estaba sin los documentos. Y que me hubiera encanta-do drselos de haberlos tenido, pero que me encontraba sin ellos por causas que me eran ajenas a mi voluntad, ya que haba dejado mi domicilio en horas de la maana y haba olvi-dado munirme de los correspondientes documentos que acreditaran mi existencia como ciudadano de la repblica de-ntro de cuyos lmites se desarrollaba mi experiencia emprica, es decir, mi vida. Y que lamentaba no poseer los susodichos, por supuesto, aunque consideraba poco apropiado que un uni-formado se dedicara a solicitarle su documentacin a ciudada-nos de bien que ningn mal hacemos transitando por la va pblica en circunstancias por completo normales. -No traje documentos respond, la voz a punto de quebrarse. -Entonces me va a tener que acompaar a la comisera. Sonre. -De todas formas dije-, puedo tener alguna otra cosa Levant la mandbula y abri las manos. Busqu en los bolsi-llos. Encontr un billete de veinte pesos. Robocop mir alrededor, se hizo el distrado y manote el billete. -Le voy a solicitar que la prxima vuelta salga con documentos dijo. Otra vez sonre. Volv a casa dispuesto a una sola cosa: tirarme a dormir y des-pertarme cuando me hubiera olvidado de la loca. Antes, me prepar una hamburguesa. Recin entonces me haba dado hambre. Haban desaparecido las ganas de seguir tomando merca y, por fin, todo volva a ser normal. Algo parecido al sueo o el cansancio o una combinacin de los dos, ms la vergenza, la culpa, las ganas de pegarme un tiro, la necesidad

  • 50

    de terminar con una etapa de la vida que ya no tena nada ms para ofrecerme- apareci y me llev de la mano a la cama. Ni bien me acost, se me pas el sueo. Tena un libro en la mesa de luz, as que me puse a leer. Cuando llegu a la pgina 59 me haba aburrido tanto que dej el libro sobre la mesa de luz y camin al bao. Me sent en el inodoro con las piernas abiertas, los ojos cerrados, las manos sobre la panza. El buen cagador sabe que la fuerza arruina el placer. Dej que viajara slo a travs de los intestinos. Lo sent abrirse paso. El sorete asom en el reflejo del culo en el agua; una puntita oscura re-cin venida a morir. Empezaron las cosquillas en la espalda, el erizamiento de los pelos. Una vibracin a lo largo del cuerpo mientras el sorete se desperezaba y se dejaba caer, dcil, hacia el orgasmo. Extend lo ms que pude el final. Lo dej acomo-darse sobre el inodoro despacio, apenas una alteracin en el agua. Como en un buen maridaje, hubo el sonido y hubo el aroma de caca mezclada con agua. El sorete cruzado en el fondo del inodoro, amo y seor de su pequeo mundo antes de per-derse en el purgatorio de las caeras. Se haban hecho las cuatro de la tarde. A esa hora siempre me deprimo, sobre todo los domingos, cuando hay un sol como el que haba esta tarde. Me deprimo tanto que no se me ocurre nada para hacer. Pero hoy necesitaba hacer algo. -Hola, mi amor le dije a mi novia por telfono-, vamos a me-rendar? -Pero tengo que estudiar. -De verdad? -S. -Justo hoy? -Cundo quers que estudie?

  • 51

    -Maana. -Maana tambin. - -Qu? -Tena ganas de que furamos a merendar. -Yo tambin, pero si salgo despus no estudio. -Est bien. -No te molesta? -No. Cmo me va a molestar? -Parece que te molestara. -Por? -Tens voz como que te molesta. -Para nada. -Ves? -Qu? -Dijiste Para nada. Eso es que te molest. -Ya te dije que no. -Bueno, no hace falta que me lo digas as. -Y cmo quers que te lo diga? -Bien. -Te lo dije bien y seguiste rompindome las pelotas. -Est bien, no digo nada ms. -Me parece bien. - - -Qu? - -Qu pasa ahora? - -.Ests llorando? -No.

  • 52

    -S ests llorando. -No estoy llorando. -Y por qu habls como si estuvieras llorando? -Porque s. -Ves? Ests llorando! -No entiendo por qu me tens que tratar mal. -Quin te trat mal? -Vos! -Cundo? -Me dijiste que te rompo las pelotas! -No empieces con boludeces -No son boludeces. -Para m, s. -Bueno. Para m, no. -Est bien. -Pedime perdn. - -Pedime. -Qu? -Perdn! -Perdn. -Bueno. - - -Vos todo bien? -S. -Tens mucho para estudiar? -S. - -Igual, recin estuve hablando con Mery. -Qu dijo?

  • 53

    -Te acords que te cont que haba empezado a salir con un flaco? -S. -Bueno, parece que el pibe estuvo preso - -dice que ella ya lo presenta; viste que las mujeres nos damos cuenta de esas cosas - -y me cont que haba estado preso ocho aos. - -Sabs qu hizo? -No. -Mat a la novia! - -Terrible. -Cmo sabe? -Le cont l! -Cmo le va a contar eso? -Es lo que yo dije. Igual, mejor. -S, no s. -Por lo menos ya sabe quin es el pibe. -Sigue con l? -S. -Aunque mat a la novia? -S. -Por? -Porque lo quiere. -Justo a un tipo as? -S. -Qu loca que est esa chica. -Por qu lo decs?

  • 54

    -No te parece raro a vos? -S, pero bueno. -Bueno, qu? -Si lo quiere -As que vos estaras conmigo aunque yo fuera un asesino. -No s. -Cmo que no sabs? Si tu amiga est con ese pibe -Pero es distinto. -Por qu es distinto? -Porque ellos recin empiezan. - - - -Qu? -Nada. -Es distinto! Ya sabs.

    Me qued callado una vez ms. Esper. Como ella tampoco quera seguir hablando, le dije que me tena que baar y cort. Todava tena ganas de salir de casa. Necesitaba un cambio de aire. No s por qu, pero recin entonces me acord de Lola.

  • 55

    4

    Samaritan girl

    Durante un tiempo me obsesion con el cine oriental, as que anotarme en algo as era cerrar un crculo. Nunca me gust la violencia. Taekwon-do, Judo o Karate estaban fuera de las op-ciones. Intent con Yoga, pero haba que hacer demasiado es-fuerzo. Me tenan todo el tiempo bajando, subiendo, estirando una mano, el brazo, poniendo firme la columna Lo nico que me gustaba era la parte del final, cuando nos acostbamos y la profesora deca que nos imaginramos una nube, una luz azul, una persona que nos dice algo lindo. Un da pas por Escuela de Bonsi del Sr. Fumi. Ah conoc a Lola. Estaba sentada, podando un arbolito que le caba en la mano. Lola pareca sacada de Unknown address, pero sin el ojo roto. Has-ta se vesta como en las pelculas: una pollera corta, las medias subidas, remera marinera. Nunca supe el nombre verdadero; le

  • 56

    haban puesto Lola por la novela de Nabokov. Me gustaba por-que con ella me poda hacer el intelectual. Eso s: jams sonrea. -Para qu voy a sonrer si todo el mundo piensa igual que soy una china de mierda? deca siempre. Tena razn, la china. Hasta el seor Fumi la miraba mal y ape-nas le diriga la palabra. Al principio crea que eran parientes, que l era el padre o algo as. Pero despus ella me cont que Fumi era japons, que ella era china y que no conoca las pelcu-las de Kim Ki Duk, que, por otra parte, era coreano. Adems de hacer un curso de bonsi, Lola escriba poesa y trabajaba de cajera en el supermercado del padre. No s si era una tomada de pelo o la nica palabra que saba el padre en espaol, pero el supermercado se llamaba Sonrisas. A la sali-da del jardn del seor Fumi siempre pasbamos por el super-mercado, Lola sacaba una cerveza y nos bamos a fumar a mi casa. A veces nos tenamos que quedar ah y entonces fumba-mos en turnos, escondidos en el depsito de la parte de atrs. Pero esas cosas las hacamos cuando estbamos solos. Si apare-ca el padre, Lola me sacaba a las patadas. Recin abran cuando llegu; Lola estaba en la caja, a los gritos con el peruano. -And, vos, tra para ac las monedas que me qued vaca! le gritaba moviendo un brazo para arriba y juntando los dedos de la mano. Cuando se dio cuenta que yo estaba ah, hizo una mueca. -Te tengo que decir algo dije. -Con esa cara de pelotudo? -S. -Qu pas? -Nada. -Nada?

  • 57

    -No. -No me tenas que decir algo? -Me arrepent. -Sos boludo, eh? Abr las manos y levant los hombros. Ella respondi con otro gesto tpico: se mordi el labio inferior y me apunt con el men-tn. -Escrib un poema nuevo dijo. Siempre me haca leer sus poemas. No estaban mal, pero para ser de una oriental le faltaban ruiseores, grullas y flores de loto. Eran demasiado femeninos: la mitad de lo que deca tena que ver con la menstruacin, los ovarios y la leche; y la otra mitad con el pito de algn hombre que la haba dejado. Encima eran demasiado largos y Lola los recitaba montona, como si leyera la lista de precios de la carnicera. -Est muy lindo ment, cuando por fin termin. -De verdad? -Un poco largo, solamente. -Te parece? -Podras escribir un haiku. No probaste con los haikus? -Eso es japons, boludo. Sal a mirar a la puerta. Conoca bien esa cuadra. Haca tiempo que visitaba a Lola y haba estado en esa misma puerta, miran-do la cuadra, tantas veces que ya me senta parte del paisaje. Saba poco de lo que haba hacia el lado de la avenida, porque nosotros siempre llegbamos desde la otra parte, desde la pla-za. De la plaza y las callecitas que nos dejaban en el supermer-cado, me senta tan dueo yo como todo eso de m. Nos perte-necamos, dira un mal poeta. Pero del otro lado, de donde alcanzaba a ver los autos que pasaban por la avenida (un cruce con semforo que s era parte del pedacito mo), conoca slo su

  • 58

    potencial existencia. Jams haba estado ah, aunque quedaba mucho ms cerca. Si me pona a calcular, no haba ms que dos o tres cuadras que yo conociera de verdad. Es decir, que sintiera parte de m. Cuando uno est adentro de una ciudad durante toda su vida, el espacio se va achicando como una pelotita de papel: Buenos Aires es nada ms que un barrio para m, y el barrio es algunas cuadras mi cuadra- y de mi cuadra, el palier de mi edificio, el ascensor, la puerta, el departamento, mi habi-tacin, mi cama, la almohada. Nada ms de vez en cuando por ejemplo si uno se para en la puerta de un supermercado y se queda mirando- uno se apropia de otra parte. No s por qu se me ocurri pensar en esas cosas, pero de ese pensamiento pas a la loca, y entonces sent como que me esta-ban acariciando con la punta de un helado Torpedo en la espal-da. A m la cuadra de la loca me significaba muy poco. Ni si-quiera haba estado ms de dos o tres veces. Su cuadra, su casa y su vida me eran desconocidas. De haberla conocido antes, seguramente todo se hubiera precipitado: hubiera estado en su casa con menos edad, mucho ms joven, y me hubiera encon-trado en su living, sentado en la silla. Y ella me hubiera dicho qu estaba rica, la loca se iba a poner roja, la iba a mirar, se iba a rer con una carcajada horripilante que se iba a parecer a la risa de todas las brujas que haba visto en mi vida en los dibujitos de canal once. Se iba a rer doblada sobre mi cuerpo, apoyando la cabeza y el pelo sobre mi cuerpo, con la lengua afuera y una corbata de saliva que le iba corriendo por el costado de la boca. Y se iba a seguir riendo. La miraba fijo y se iba a rer, me miraba a m y se rea; se iba a rer tanto que me empez a molestar y me entr una furia tan grande que corro a abrazarla, le digo que me la toque, le exijo que me la toque, pero ella se niega y yo le creo, le pido perdn, le suelto la mano y me vuelvo a sentar,

  • 59

    ella me dice que le diga que la quiero, y yo te quiero, mi amor, te quiero tanto que te bajo todas las estrellas y te hago un collar distinto para cada noche, ella me dice que quiere tener hijos conmigo y yo le digo que les ponemos nombres en ingls, yes, baby, me dice ella y yo la abrazo fuerte otra vez, tanto te amo, y me pide que le diga que se va a casar conmigo, que se lo prome-ta, y entonces yo me enamoro, los dos nos besamos felices, to-dava soy incapaz de distinguir entre los sentimientos y el sexo y estoy lejos de ser quien ser cuando envejezca, entonces le prometo todo, me lo creo yo tambin y le prometo, digo la ver-dad cuando prometo, as lo siento, ella llora emocionada y yo la beso, me pongo a llorar, salimos los dos de la mano y nos llueve arroz desde los balcones, nos vamos en un descapotable blanco que hace ruido con las latas, recin casados, el amor es ms fuerte y estamos enfermos de amor, nos amamos, nos amamos, nos ambamos, -Dej de pensar pelotudeces grit Lola- Ven para ac que te quiero mostrar algo! , nos ambamos. La mir: Lola estaba parada en la caja, con un WD-402 en la ma-no, haciendo como que le echaba lubricante a un culo que haba armado juntando dos dedos de una mano. -Dejame de joder! -dije y me di vuelta. Entonces le cont todo. La pecera es un lugar en el mundo. No para m, pero podra serlo. Nada ms que con saber que el agua va a estar siempre

    2 WD-40 es un acrnimo de "Water Displacement - 40th Attempt". Se trata de un aceite compuesto en su mayora por hidrocarburos, creado por Norm Larsen en 1953 para evitar la corrosin, y cuya frmula tuvo xito en el intento 40.

  • 60

    tibia, alcanza para que toda la pecera sea como una almohada donde pasarse la vida flotando, escupiendo burbujas. Mientras tanto hay que conformarse con lo nico que se puede hacer ante un mundo que cabe sobre una mesa: mirar. Estoy escribiendo y escucho el zumbido del aireador. Es un sonido tan familiar que jams lo escucho, excepto cuando quiero que me interrumpa. Cuando eso sucede, el nico remedio es dejar de escribir, sentir otra vez el deseo de formar parte, y que ese deseo se traduzca en la imposibilidad. Entonces aparece la misma respuesta de siempre: las ganas de vomitar. Se me ocurri una novedad: poner un espejito para reflejarme adentro de la pecera. Es cuestin de probar. Si uno se mira fijo mucho tiempo, se empieza a confundir. Si miro ahora, por ejemplo, me veo reflejado en el espejo; y si adems me miro fijo, una parte de m termina siendo de los dos. No es ninguna novedad, ni hace falta tener la pecera llena de axolotls. Cuando uno tiene el deseo de desdoblarse, cualquier excusa es vlida. Por ejemplo, mirarse en un espejo adentro de la pecera hasta saber de qu lado del vidrio ests. Hay algunas paradojas: sentirse mojado significa estar del lado de afuera; sentirse volar, es estar en el agua. El fro es una sen-sacin que no conozco cuando estoy adentro. Los lebistes son peces tropicales y estn acostumbrados a una temperatura coti-diana de tarde de primavera. Yo mismo puedo estar despreocupado en el agua tranquila del Mar Caribe. Pasear entre el barco pirata y las plantas de plsti-co. Que un lebiste te salude con la cola enorme. Que la hembra te vea llegar y se escape, que su primer impulso sea siempre el escape. -Vamos juntos, yo te acompao.

  • 61

    Aunque no tena intenciones de ir otra vez a la casa de la loca, lo deca como si me estuviera haciendo un favor. Me empuj a la calle. En ese momento me pareci normal que supiera dnde viva la loca. Pas por alto que Lola tomara la delantera y me obligara a seguirla. Iba cantando algo en chino, una de esas canciones que ponen en los supermercados. Yo trataba de seguirle el ritmo, pero las piernas no me respondan. Cuando pasamos por Once camin ms despacio. A cada rato se paraba para mirar las vidrieras, entraba a preguntar por al-gn precio. En cada parada, yo pensaba en salir corriendo. Sa-ba que tena que ir para terminar con toda la historia de una vez por todas; pero, por otro lado, mientras no tuviera ninguna confirmacin, estaba a salvo. La culpa debi ser ms grande que el instinto de supervivencia, porque aunque cada vez me con-venca ms de que todo lo malo que poda pasarme se iba a activar a partir del momento que comprobase la muerte de la loca, al mismo tiempo no dejaba de caminar. Lola jugaba con eso; disfrutaba sabiendo que cada nuevo paso era una victoria de una parte de m contra otra. -Esper dijo en un momento-. Tengo hambre. Par en un kiosco y se pidi un sper-pancho. Estuvimos diez minutos hasta que el kiosquero sac la salchicha del agua, abri el pan, puso la salchicha, le agreg papas fritas, mayonesa, kt-chup y mostaza. -Pens que solamente coman arroz dije. Lola me mir, se meti media salchicha en la boca, pas el dedo del medio por el pancho y levanto la mano izquierda delante de mi cara, mostrndome el dedo parado. -sta vas a comer vos dijo con la boca llena, la lengua sucia de migas de pan y mostaza.

  • 62

    Haba que verla a la china, ya con el pancho en pleno proceso digestivo, caminando en lnea recta por la ciudad. Pareca que estaba deslizndose arriba de una patineta; era como un palito de helado comindose las cuadras, llevndose por delante la ciudad. Faltaba poco para llegar y yo empezaba a sentir la nu-sea. Le dije que mejor volviramos. No tena sentido. Si hubiera pasado algo grave, ya me habra enterado. Estaba a punto de dar media vuelta cuando Lola seal una vidriera. -Es bueno se? apuntaba a una librera. -Me ests cargando? Entramos. Sobre la mesa de novedades haba libros viejsimos, uno ms bueno que otro. En otro, sin cartel de novedades, estaban los ms nuevos. En un rincn haba una mesa con nue-va narrativa. Hubo un libro que me llam la atencin: se llama-ba El impostor y estaba escrito por m. -Mir le mostr la tapa a Lola. -Y eso? -No s. -Ser bueno? Lo abr; pas las hojas rpido. -Tiene buenos dilogos dije-. Naturales. -Con eso no alcanza. -Es algo. -S, boludo, pero buenos dilogos hay en cualquier libro. -No creas. Hay algunos donde reproducen los dilogos, por ejemplo, como si no estuvieran hablando, entends? Me refiero a esos dilogos poco naturales, artificiosos, donde el lenguaje es puesto a prueba y no consigue mantenerse a salvo en dicha prueba. -Vos te refers a esos dilogos que utilizan palabras como utili-zan.

  • 63

    -Exacto. -S, son un bajn. Nos remos los dos. -Ests mirando demasiadas pelculas de Godard, boludo. -Encima -Encima ya fueron. Ponerse a escribir un libro como una pelcu-la del ao cincuenta -Soy un boludo. -Ni hablar. Me sac mi libro de las manos y casi me arrastr a la calle. No volvimos a frenar. Me llevaba volando por la avenida. Lola se adelantaba para cruzar los semforos antes de que terminaran de dar el rojo, se mandaba unos piques de cincuenta metros, miraba la hora cada sesenta y ocho segundos, me empujaba si haba que hacerlo, me sacuda si tena ganas de violentarse Y yo trataba de hacerme a la idea mientras reflexionaba. Haba un pensamiento que no me dejaba en paz: Hasta ac haba llegado el camino con Lola. Es decir: Todos los hechos que se haban encadenado desde que la vi podando el omb en lo del seor Fumi (cuando fuimos al zoolgico y ella escupi a los monos, cuando se trajo dos botellas de champagne que le haba robado al padre, cuando la encontr llorando porque la haba dejado el novio peruano, cuando alcanc a ver adentro de su cartera las toallitas, cuando me rob la lata de atn del supermercado y ella se dio cuenta y me corri a escobazos, cuando se puso bo-rracha y yo le dije que haba que sacarle la ropa para que se le pasara el mareo, cuando tena un grano de arroz pegado en la remera, cuando hizo una mueca que se pareca algo a una son-risa una vez que aprend a putear en cantons)

  • 64

    iban a terminar en esa casa, en ese momento, con la china y yo entrando a ver a la loca muerta. -Es ac dije, pero Lola ya caminaba a tocar el timbre. Esperamos. El camin de la basura pasaba por la calle, frenaba, los basureros chiflando. -Toc otra vez. Lola dej el timbre apretado hasta que el camin volvi a arran-car. Nos miramos. -No atiende dijo. Hasta ese momento haba pensado que era imposible que hubiera pasado algo as. Siempre haba sido un tipo con suerte. A m nunca me pasaban esas cosas. Jams; ni siquiera las ms sencillas. Hasta ese momento, las desgracias siempre le haban sucedido a otro. Eran otros los que se caan de los aviones, los que quedaban en medio de un tiroteo o los que se haban roto la cadera al bajar del colectivo. Los hechos lamentables haban ocurrido siempre a una distancia tan prudencial de mi existen-cia, que me era imposible entender lo que estaba por suceder. -Es imposible repet en voz alta mientras senta que algo me apretaba el cuello. Lola neg con la cabeza. Por primera vez, se la vea triste. No saba cul era el prximo paso. Tena que entregarme? Esca-par? Poda esconderme en el supermercado? Estaba pensando cuando una vecina apareci del otro lado de la puerta. Abri. -Quieren pasar? dijo. Estaba listo para negarme, pero Lola ya tena un pie adentro. No tuve ms remedio que seguirla. Lola llam al ascensor, me empuj para que pasara primero. Cuando llegamos al octavo piso, abri la puerta y corri hasta el departamento B. Peg un

  • 65

    grito y larg una patada de karate. La puerta se desplom ade-lante nuestro. Lola entr primero, pas por encima de la puerta. La luz del departamento estaba encendida y haba un olor parecido a que-so mojado. Las piernas me temblaban. Lo nico que quera era encontrar el departamento vaco, la cama hecha, las huellas de un da normal en la vida de la loca. Pero entonces vi que Lola se tap la boca. Miraba hacia la habi-tacin. Ah estaba. Con un moretn en el medio del pecho; con la pan-za mugrienta de sangre; con la cara sonriendo una mueca de espanto; estaba mi novia, muerta.

  • 67

    5

    Samsara

    Todo el mundo tiene un perro, un gato o un canario; pero una pecera es para pocos. Hay gente que piensa que traen mala suerte, como los gatos negros. Varias veces me lo dijeron y en todas pens que quizs tenan razn. Lo que pasa es que cuando me miro en el reflejo del agua y es tan fcil nadar y mezclarse con los lebistes, me olvido de la mala suerte, me animo a navegar, saludar a mis compaeritos que pasan boqueando. A qu hora se come? Qu da toca la fiesta de las lombrices tubifex? Es cuestin de adaptarse. Est tibio en la pecera, pero al mismo tiempo siempre fresco. Es lo mismo que sea invierno o que sea verano; el agua est linda y la comida aparece desde arriba y despus se va (y uno tiene que andar comiendo de las piedritas del fondo, tragarse un poco de caca), y si no hay comida se

  • 68

    pueden chupar las plantas, aunque sean de plstico, y comerse la pelusita. De fondo, siempre, el gorgoteo de las burbujas que salen como papel picado por los tubos del aireador. Incluso la enfermedad que tambin pasa por la pecera, como la muerte- se vive con esa plenitud: cuando un lebiste se enferma, se es-conde entre las plantas y se queda quieto, con la cola replegada como si estuviera sentado arriba de un nido. Y lo mejor es que siempre se vuelve de las plantas. Pasan algunos das, pero a la larga no importa qu pase- se ve al pescadito flotando otra vez (dos modos de recuperar el espacio: mueven la colita a un lado y el otro, la frente derecha en rumbo elegido, o el cuerpo les va subiendo slo, parece que los estuvieran pescando con un pio-ln que se los lleva doblados, de costado, la cortina puesta a lavar). De este lado, Lola tan blanca y en ataque de nervios, puteando que la loca estaba muerta. Lola gritando. Lola corriendo fuera del departamento. No le expliqu que sa no era la loca. Me qued mirando. No saba cmo seguir. Solo, frente a mi novia muerta, no saba cul era el siguiente paso. Cmo se reacciona ante un cadver si nadie ms est en la habitacin? Se me ocurri que lo mejor era la muerte. Si en ese momento me hubieran dado un revolver, habra pensado en pegarme un tiro e igualarme. Tambin poda actuar el dolor, pero ante quin? Lament no creer en ningn Ms All. Me costaba pensar que mi novia poda verme desde algn lado. No tena sentido arro-dillarme a llorar. Estaba triste, pero no poda llorar. -Yo no la mat dije, en voz alta, para asegurarme. Enseguida entend que tena que encontrar a la loca si no quera ser el primer sospechoso. La ltima vez que haba hablado con

  • 69

    mi novia habamos hablado de un novio asesino. Si ella le haba contado a alguien nuestra conversacin, hasta un polica como Robocop poda atar cabos y acusarme. Con la sospecha encima, el resto saldra por descarte. Todo lo que haba hecho en las ltimas horas, todo lo que le haba dicho, todas las veces que nos habamos visto en este tiempo, iban a ser una prueba. Tena que encontrar a la loca y hacerla confesar. Al principio me sent perdido: dnde poda estar? Me respon-d cuando record qu da era: domingo a la tarde, poco des-pus de las seis. Fueron veinte minutos en tren. La tarde estaba hermosa: en la estacin apenas haba gente y brillaba el sol; las calles rodeadas de rboles; la plaza, los chicos, el xido de las hamacas; la casa del escritor. Era mejor que la hora de la siesta, porque haba un poco de vida. Camin despa-cio para aprovechar la oportunidad: estaba solo y nadie me co-noca. Durante cuatro cuadras no tuve que ser ningn otro. Iba silbando, pero me interrumpa para respirar una bocanada de aire con olor a pino. Un pajarito cantaba en una rama. El po me acompa hasta que estuve delante de la puerta de la casa. Toqu el timbre. Un perro empez a ladrar. Estaba a pocos pa-sos de enfrentarme con la loca y sin embargo todo era tan lindo, que lament cargar con el peso de una novia muerta. La seora se asom detrs de la reja: -Pas -dijo. Ya empezaron. Entr directo a la sala de estar: alrededor de la mesa, cada uno con su taza de t, estaban el viejo, un periodista, una actriz, otro escritor de unos cuarenta aos y una silla vaca para alguno que nunca haba llegado, y que reemplac sin que nadie lo notara. El viejo casi ni hablaba, nada ms mova la cabeza, esconda un poco ms los ojos.

  • 70

    -A vos cunto te dieron de adelanto? preguntaba el periodista mientras sostena, a medio metro de los ojos, el ltimo libro del escritor. -Los hijos de puta no me dieron nada respondi el escritor con la voz cascada. Ninguno tena idea de quin era el invitado que faltaba. El viejo me mir y se sonri, despus volvi a cerrar los ojos. -Yo estoy escribiendo una novela tambin dijo el periodista. -Vos? Qu pas? Te aburriste de contar historias reales? -Me entraron ganas de escribir. -Quin te va a publicar? -No s, ni siquiera la termin, todava. -Mandala a algn concurso de afuera. Ah te gans unos buenos mangos. -S, pero primero la tengo que terminar -Habl con alguien del diario, capaz te dan una mano. -Tengo que ver igual, el problema es que todava no le en-cuentro un final que me vuelva loco. -Qu te importa el final? Dejalo abierto, as se venden ms li-bros. -Es verdad, a los intelectuales les gustan los finales abiertos. Yo por eso siempre los dejo as. -Querido, con los intelectuales no vas a ningn lado. Los libros se venden cuando a los intelectuales no les gustan. -Yo tambin estoy escribiendo un libro, chicos! avis la actriz, haciendo movimientos exagerados con los brazos. -Vos escribs? -Siempre escrib no saban? Las mujeres tambin escribimos. Y nos masturbamos. -Cmo es eso de la masturbacin? -Qu pregunta, corazn! Es cuando te tocs

  • 71

    -S, ya s lo que es. Te pregunto en sentido ms amplio -Ustedes quieren saber cmo nos masturbamos las mujeres? -Claro. Meten un dedo? -O dos? -Chicos, cada una tiene una forma distinta. Incluso estamos las que preferimos hacerlo siempre con un hombre inteligente al lado. -O arriba. -O atrs! -Ustedes se masturban mucho? -l, s. -Es mentira. Los periodistas somos gente seria. -A m me parece que el periodismo es serio siempre, porque la seriedad