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EL INTERÉS DEL DESIERTO Como toda manifestación extrema, el desierto despierta en el hom- bre potencias que permanecían ignoradas. Todos cuantos han visitado el desierto coinciden en un común sentimiento de respeto y entusiasmo ante el hecho extraordinario del complejo seco. Ni un solo humano, luego de haber vivido su misterio, se ha mostrado indiferente o desde- ñoso hacia este hecho natural que aun se conoce de un modo demasiado imperfecto. Nosotros mismos, escépticos de los paisajes pobres en vegeta- ción, no sospechábamos que nuestro recomdo por el Sáhara español iba a dejarnos una huella tan profunda, nacida de un estímulo que desconocíamos hasta que pasamos por la experiencia del Sáhara. De nada sirvió que en nuestra conciencia sólo vivieran unos cuantos pro- blemas de Botánica geográfica y biológica. A despecho de nuestros prejuicios, de nuestra devoción por todo lo que sea cultura y espfritu de equipo; a pesar de nuestra fe en las grandes agrupaciones humanas, nos sentimos con el desierto metido dentro desde nuestros primeros pasos por la llanura calcinada. Todo el que ha visitado el desierto siente la nostalgia de volver a verlo. Cualquiera que sea su condición social y su formación espiritual, la reacción es idéntica hacia ese ambiente extraño y tan dispar de las sensaciones habituales del hombre civi- lizado. . A1 escribir estas consideraciones huímos, en lo posible, de la forma literaria y no entra en nuestros propósitos hacer propaganda del desierto. ^scribimos en un estado especial de ánimo y al dictado de una necesidad elemental, como fascinados en cierto modo por su lejana influencia. No quisiéramos de ninguna manera participar en la res- ponsabilidad de empuj ar a alguien a que visite el desierto, ni queremos en modo alguno que se nos tome por sus propagandistas. Pero ello no puede impedir que estampemos aquí aquellas reflexiones que des- pierta en nosotros la experiencia del desierto. A pesar de sus nume- rosas incomodidades y muchas veces penalidades, nada enturbia el

EL INTERÉS DEL DESIERTO · 2007-04-09 · EL INTERÉS DEL DESIERTO Como toda manifestación extrema, el desierto despierta en el hom-bre potencias que permanecían ignoradas. Todos

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EL INTERÉS DEL DESIERTO

Como toda manifestación extrema, el desierto despierta en el hom-bre potencias que permanecían ignoradas. Todos cuantos han visitadoel desierto coinciden en un común sentimiento de respeto y entusiasmoante el hecho extraordinario del complejo seco. Ni un solo humano,luego de haber vivido su misterio, se ha mostrado indiferente o desde-ñoso hacia este hecho natural que aun se conoce de un modo demasiadoimperfecto.

Nosotros mismos, escépticos de los paisajes pobres en vegeta-ción, no sospechábamos que nuestro recomdo por el Sáhara españoliba a dejarnos una huella tan profunda, nacida de un estímulo quedesconocíamos hasta que pasamos por la experiencia del Sáhara. Denada sirvió que en nuestra conciencia sólo vivieran unos cuantos pro-blemas de Botánica geográfica y biológica. A despecho de nuestrosprejuicios, de nuestra devoción por todo lo que sea cultura y espfritude equipo; a pesar de nuestra fe en las grandes agrupaciones humanas,nos sentimos con el desierto metido dentro desde nuestros primerospasos por la llanura calcinada. Todo el que ha visitado el desierto sientela nostalgia de volver a verlo. Cualquiera que sea su condición socialy su formación espiritual, la reacción es idéntica hacia ese ambienteextraño y tan dispar de las sensaciones habituales del hombre civi-lizado. .

A1 escribir estas consideraciones huímos, en lo posible, de la formaliteraria y no entra en nuestros propósitos hacer propaganda deldesierto. ^scribimos en un estado especial de ánimo y al dictado deuna necesidad elemental, como fascinados en cierto modo por su lejanainfluencia. No quisiéramos de ninguna manera participar en la res-ponsabilidad de empuj ar a alguien a que visite el desierto, ni queremosen modo alguno que se nos tome por sus propagandistas. Pero ellono puede impedir que estampemos aquí aquellas reflexiones que des-pierta en nosotros la experiencia del desierto. A pesar de sus nume-rosas incomodidades y muchas veces penalidades, nada enturbia el

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entusiasmo vivo y desinteresado por él: ni la escasez de agua, con lanatural falta de limpieza impuesta en el nomadeo, ni sus noches fríasy sus días calurosos, ni la andadura incómoda del camello (a la queuno acaba habituándose), ni las comidas monótonas, ni las penalida-

n Reaé 1[atrs.

^ Joaqnia Yatba.

-^ 1[. Marat q B. N. Zolotare^rt^.

des que saltan al paso del viajero. Todo esto pasa y se borra y en elrecuerdo sólo queda una emoción especial, diferente de toda otra,mezcla de admiración y de respeto ante un ambiente tan lleno decarácter, tan rico en enseñanzas, en contenido espiritual y en espre-

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sión austera. Aún no hemos vivido directamente la exuberancia del

paisaje ecuatoriano y, por consiguiente, desconocemos qué suerte. de

reacción última dejará su huella en nuestra conciencia; pero sí pode-mos decir que la estructura simplista y magistral del 5áhara es una

limpia lección de bien vivir (polo opuesto del vivir bien). Allí no sólo

se aprende Botánica y Geografía, se tiene un concepto claro de la vida

en bloque. I,a sensualidad, reducida al mínimo, deja paso a una sensi-

bilidad refinada al puro pulimento del viento y de la arena. I,a inco-

modidad física hace al espíritu fuerte y elástico. En aquel ambienteseco y simple se siente más viva que nunca la potencia espiritual. Con

la limitación del mundo externo se percibe, dilatado y ágil, el mundo

interno. Pero no para aquí la novedad del ambiente extraño. I,a sole-

dad es allí más perfecta que en parte alguna del mundo. Un horizontevisual que dibuja una circunferencia perfecta en la llanura amiga,

con un radio de cincuenta, cien o ciento cincuenta kilómetros, es para

uno solo, con la seguridad de que más allá de lo que alcanza la vista

continúa idéntica soledad. iVlaterialización de la geometría y de la

metafísica. Gran banquete de ideas hechas cuerpos sálidos. I,os con-

ceptos más sutiles e incorpóreos cobran al contacto mágico del de-

sierto el relieve de las cosas vistas en primer término. I,a broza que

enmaraña la vista del hombre urbano ha desaparecido, y los ojos,

limpios, pueden deslizarse asombrados por la superficie de las ideasobjetos. jCon qué claridad se perciben perfiles que permanecían terca-

mente difusos allá en el mundo civilizado! Hasta el silencio se oye.

Sí; el enrarecimiento sonoro es tan grande en el desierto que uno

percibe clara y distintamente el levísimo zumbido de la sangre al

circular por la zona auditiva. El silencio se oye.

Si el desierto es el ambiente más propicio para las grandes mar-

chas espirituales del filósofo y del matemático, a su lado cabe muy

bien el biólogo. F,l problema de la vida física, sometido a las circuns-

tancias y condición más rigurosas. Pocos son los seres vivos a los queles cabe el privilegio de gozar del desierto. De disfrutar dp 1as condi-

ciones de vida más hostiles. Que no se nos califique a la ligera de afi-

cionados a la paradoja. Privilegio es disfrutar de lo duro y difícil

conseguido con esfuerzo y dolor. I,as plantas y animales que están

afirmando con su vida que han dominado al desierto no son cualquier

vulgar castaño de Indias o gorrión de aldea. Son un pequeño grupo de

seres vivos que han pasado por las pruebas más difíciles y por las adap-

taciones más minueiosas y lentas hasta lograr la costosa conquista.

Y aun así, con el constante peligro de morir de sed. Se conocen desier-

tos eii que el período cíe sequía ha durado diez y ocho, veinticinco y

aun treinta aí`ios, sucumbiendo incluso los seres vivos desertícolas

^nejor dotados para la feroz lucha en la frontera de la vida. Sucumbie-

ron las individuos como tales, pero allí, en el escenario de su derrota,

quedaron sus semillas y gérmenes para proseguir la lucha en que sus

padres fueron aniquilados.^Puede pedir el biólogo problemas más vivos e interesantes? Y

este mismo interés hallarán en el desierto el meteorólogo, el geógrafo,

el geólogo, el agricultor, el forestal y, en términos generales, el ser

humano.Mas no se crea que su interés se centra y limita a lo especulativo

y teórico. Todo el gran ínterés filosófico, científico y literario que

el desierto puede despertar tiene su prolongación utilitaria y práctica,

con las soluciones que ofreee a los grupos humanos, agobiados ya

por la falta de espacio eii que desenvolverse.

^ Cierto que las condiciones vitales de los climas templados son muy

superiores a las circunstancias hostiles del ambiente desértico y que

la conquista de éste por el hombre le supondrá un esfuerzo mayor.

Pero esto es más aparente que real. I,a conquista más difícil, hecha

por el hombre en el desierto, se ha realizado ya y es multimilenaria.

^l hombre primitivo, con el solo recurso de su débil complexión física,

pudo temblar en el borde del desierto antes de adentrarse en él.

^1 hombre actual, con su maquinismo perfecto, puede instalarse a

vivir en el desierto tranquílamente.Primero, en labor de avanzada y estudio y preparación del terre-

no, para dar paso a los grupos numerosos que van a realizar el prodi-gio de hacer habitable el desierto.

Aquí nos limitaremos a exponer algunas orientaciones generalesque conviene seguir en la conquista del desierto; las necesidades queplantea el fenómeno del desierto.

I:n las naciones propietarias de desiertos se advierte en estos

últimos años un intenso movimiento hacia su conocimiento más pro-

fundo. I,o mismo en ^rancia que en Inglaterra, ^stados Unidos de

Norteamérica, U. R. S. S., son numerosos los céntros oficiales y empre-

sas particulares que financian expediciones científicas y centros de

experimentación agrícola o de prospección minera para la explota-

ción de las riquezas que encienan sus desiertos.I,a bibliografía ya eaistente, sólo de biogeografía desertícola, es

muy copiosa. Th. Monod, en su versión francesa La vie dans les

déserts, i942, trae una lista de publicaciones que no baja del medio

Yal^nar yue rodea ]a laguna dd oasis ^lc "1'inz;;arreniz, i•n ^i 1"cbcl l arksis.

(Goto Hrruáii^lez-Pac.hecoJ

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i huto Ileruau^le^-P^ichecu,l

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millar. En este movimiento general de curiosidad hacia el místeriodel desierto, l^spaña no podfa permanecer indiferente ante los pro-blemas que le plantea su desierto, y afortunadamente parece que laempresa ya iniciada continuará con ritmo creciente hacia la solucibndel problema sahariano español.

I,a orientación actual del estudio del desierto no nace del esfuenoaislado de unos hombres movidos por un espíritu romántico, curiosode lo exótico y extraordinario, sino de un plan ya maduro en quecolaboran todas las fuerzas de la nación y tienden a resolver cuestio-nes vitales para la agricultura colonial y explotación del suelo y sub-suelo, además de la riqueza pesquera, desarrollando al mismo tiempouna labor cultural y de acercamiento a la metrópoli, de los pueblosindígenas.

No es de nuestra competencia hablar de la intensa labor coloniza-dora de F,spaña en el Sáhara occidental, y por eso nos referimos aquía nuestro desierto como problema biogeográfico, y más concretamen-te, geobotánico.

Para obtener el máximo rendimiento de este complejo natural espreciso empezar por tener de él un profundo conocimiento.

^` No se puede dudar que en el desierto se encierran riquezas cuan-tiosas, todavfa en estado potencial, y que llegará el momento en queel hombre proceda a su explotación. El defecto de su aridez no puedeser razón suficiente para que el hombre moderno desista de poneren marcha sus cuantiosos recursos, perdidos hasta la fecha sin utili-dad alguna.

Todavía nuestro conocimiento del desierto es muy poco profundo.A lo sumo, unas listas de especies vegetales y animales, con susáreas geográficas insuficientemente conocidas y sin que se indiqueo conozca su interés y posibilidades económicas. Algunos datos bio-lógicos sobre las épocas de emigración de las aves y de los peces, suspuestas y otros detalles de su ciclo vital. También se han reseñadofenómenos tan interesantes como el mimetismo, tipos especiales dehojas de las plantas desertícolas, sus recursos para retener el agua,eliminación del exceso de sal, etc., etc. A esto se reduce el conocimientoexterno y puramente descriptivo del paisaje.

Hoy las cosas deben cambiar y es preciso interesarse en la parteconstructiva de los trabajos del desierto. Hecho el arqueo de sus ri-quezas es hora de edificar una economía; es decir, trazar un programacompleto de la explotación racional de sus capacidades productoras.Pensar en la utilización de su fauna y de su flora silvestres, así como

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introducir nuevas especies con posibilidad de prosperar y con rendi-miento económico apreciable. Pero todas estas cuestiones sólo puedenplantearse desde el campo científico, si han de tener la suficiente ga-rantía de seriedad y seguridad.

Todos estos trabajos se ofrecen a la capacidad edificadora delhombre, que puede convertir el desierto de hostil en amical y de pobreen fuente de riqueza.

El desierto, como complejo natural, ofrece a las posibilidades hu-manas ancho campo donde ejercitar su iniciativa y espíritu cons-tructor.

Fs preciso que intervengan todos 1os hombres de ciencia en van-guardia: el meteorólogv, el geálogo, el edafólogo, el botánico, el zoólogo,con el agrónomo y el forestal. Hay que estudiar la flora y la faunadesde un punto de vista biológico y en relación con el medio. De estaforma se conocerán en su realidad los mil problemas que encierrael cómplejo desértico.

Pero conviene no olvidar que nuestro desierto no es un hechoaislado, sino que fenámenos parejos se repiten en inmensas zonas deAfrica, Asia, América y Australia.

Los resultados obtenidos por los hombres de ciencia que en laactualidad trabajan intensamente sobre ellos deben ser conocidos denosotros y comparados con los resultados que nosotros obtenga-mos, estudio comparativo lleno de sugerencias y de resultados fe-cundos. Tanto su fauna como su flora pueden proporcionar especiesy formas que se aclimaten con gran rendimiento a nuestro desierto.Se hace necesaria una biología y una ecología comparativas de losdiversos desiertos. Por eso es aconsejable un mayor contacto y rela-ción entre los investigadores que se ocupan en el estudio de los desier-tos del Globo, y nos sumamos de buen grado, con el mayor entusias-mo, a la sugerencia de Th. Monod de que se funde una HAsociaciónInternacional para el Estudio de los Desiertosa.

Si la extensión del Sáhara español no es demasiado grande, encambio encierra problemas de carácter genuinamente desértico yocupa casi toda la extensión de lo que llaman los autores franceses,con gran acierto, el Sáhara occidental.

Con este trabajo inauguramos la era de los estudios españolessobre el complejo vegetal desértico y hacemos vótos por que nuestrosfuturos trabajos y los de nuestros continuadores estén a la altura dela calidad y número de los que se publican en las naciones más civi-lizadas.