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EL JUEGO DE LA GUERRA “Había una vez” es tal vez la manera más popular de iniciar una historia pero esta vez no había una vez, sino dos, uno era Simón, que se encontraba con su uniforme bastante sucio de barro y algo desgastado, su respiración se escuchaba como el jadeo de un perro victima del agotamiento, una de las causas por las cuales mantenía en su rostro el ceño fruncido y el otro era Thomas, que siendo un poco más joven siempre enfrentaba con una sonrisa el malestar que le causaba el peso de su incomodo fusil y aunque siendo de baja estatura tenía un tierno y hermoso rostro; ese soy yo. Caminando cabizbajos por la densa selva, se escuchaban los sonidos de la fauna, lo único que observábamos por el agotamiento era el suelo y entre las sombras de las hojas y musgos de aquella jungla húmeda se colaban pequeñas entradas de luz, era el ambiente perfecto para propiciar el lento deslizamiento de gotas de sudor frio bajo los gruesos uniformes, Simón marchaba siempre adelante mío a paso apresurado, lo único que le miraba era su figura de espaldas. A causa del rozamiento con las botas al caminar, las llagas laceraban como cuchillos cada vez más mis pies y en un acto de frustrante desesperación le grité: ¡Simón por favor paremos un momento!- y me respondió con su voz arrogante. -Negativo aún estamos acordonados por el enemigo y nada que localizamos al capitán Bravo, así que seguiremos. El dolor en mis pies era tajante, así mismo disminuí el paso y Simón me fue dejando atrás, le grite muchas veces que me esperara pero no me esperó, así que me recosté en un árbol, me quite las pesadas botas y vi que algo se movía constantemente en el matorral de enfrente y de inmediato empuñe mi fusil, decidí inspeccionar acercándome pausadamente al matorral, de repente una sombra inmensa salió de el, tapando mi pequeño cuerpo que temblaba de pánico, atónito sin pestañear detallé una figura humanoide con el rostro tapado por la oscuridad de la selva, mis pies no respondían, en un segundo pensé en el juramento de volver a casa que hice a mi madre y en mi honor que estaba puesto en cumplir la

El juego de la guerra

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Page 1: El juego de la guerra

EL JUEGO DE LA GUERRA “Había una vez” es tal vez la manera más popular de iniciar una historia pero esta vez no había una vez, sino dos, uno era Simón, que se encontraba con su uniforme bastante sucio de barro y algo desgastado, su respiración se escuchaba como el jadeo de un perro victima del agotamiento, una de las causas por las cuales mantenía en su rostro el ceño fruncido y el otro era Thomas, que siendo un poco más joven siempre enfrentaba con una sonrisa el malestar que le causaba el peso de su incomodo fusil y aunque siendo de baja estatura tenía un tierno y hermoso rostro; ese soy yo. Caminando cabizbajos por la densa selva, se escuchaban los sonidos de la fauna, lo único que observábamos por el agotamiento era el suelo y entre las sombras de las hojas y musgos de aquella jungla húmeda se colaban pequeñas entradas de luz, era el ambiente perfecto para propiciar el lento deslizamiento de gotas de sudor frio bajo los gruesos uniformes, Simón marchaba siempre adelante mío a paso apresurado, lo único que le miraba era su figura de espaldas.

A causa del rozamiento con las botas al caminar, las llagas laceraban como cuchillos cada vez más mis pies y en un acto de frustrante desesperación le grité: – ¡Simón por favor paremos un momento!- y me respondió con su voz arrogante. -Negativo aún estamos acordonados por el enemigo y nada que localizamos al capitán Bravo, así que seguiremos. El dolor en mis pies era tajante, así mismo disminuí el paso y Simón me fue dejando atrás, le grite muchas veces que me esperara pero no me esperó, así que me recosté en un árbol, me quite las pesadas botas y vi que algo se movía constantemente en el matorral de enfrente y de inmediato empuñe mi fusil, decidí inspeccionar acercándome pausadamente al matorral, de repente una sombra inmensa salió de el, tapando mi pequeño cuerpo que temblaba de pánico, atónito sin pestañear detallé una figura humanoide con el rostro tapado por la oscuridad de la selva, mis pies no respondían, en un segundo pensé en el juramento de volver a casa que hice a mi madre y en mi honor que estaba puesto en cumplir la

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promesa de localizar al capitán Bravo, mis pies recobraron su fuerza y mi corazón se salía del pecho, la adrenalina eyecto de velocidad mi cuerpo y descalzo impulsado por el deseo de vivir salí corriendo por la espesa jungla sin mirar a donde ir, no miraba atrás solo corría, sin abrir los ojos sentía como el impacto de las hojas cortantes de la selva rasgaban mis mejillas y en un instante tropecé con Simón, nuestros cuerpos rodaron por un barranco hasta que el cuerpo de Simón impacto con un pequeño árbol al borde de un abismo, él inmediatamente me agarró de la mano y yo quede descolgado en el aire, balanceando su cuerpo hacia atrás y haciendo fuerza contra el árbol en un grito de valor me levantó, se escucho el rechinar de la madera, una rama se quebrantó derribándose encima de la pierna derecha de Simón, con ello el sonido escalofriante del crujir de un hueso fracturado y de inmediato un alarido desgarrador que hizo eco en la selva, provocando el vuelo de muchos pájaros, Simón en un ataque agonizante de sufrimiento, sollozo me dijo: - ¡Vete, lárgate de aquí, déjame solo, tienes que salvarte y localizar a Bravo!

-No, Simón no te voy ha abandonar, no puedo. -¡Thomas no seas terco, todo en la vida tiene un precio y este es el precio que debes asumir! -¡Simón entiende que el amor no tiene precio, tiene tu nombre hermano mío! -Siempre has sido un niño ingenuo, y si no encuentras a Bravo, ¿qué será de tu futuro? -¡Cállate, hoy es el futuro por el que me preocupaba ayer! Gotas de lluvia empezaron a caer como granizo, Thomas con toda su fuerza empezó ha levantar aquella rama y repentinamente encima de ellos apareció una estampida de mariposas que irradiaban luz blanca, tenían alas transparentes a las cuales solo se les podía observar las líneas blancas de su contorno, rodearon sus cuerpos con un remolino de luz que los cegaba, hedía una esencia a fresa muy dulce al escuchar su aletear, aquellas mariposas se envolvieron en la rama y la levantaron permitiendo a Simón sacar su pierna, pasaron varios segundos hasta que las mariposas poco a poco se fueron dispersando en el ambiente, quedaron estupefactos por aquel

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fenómeno enigmático. Thomas con una sonrisa y con los ojos llorosos alzo a Simón en su espalda diciéndole: - Ahora hermano no caminarás adelante mío porque pueda que no te siga, ni caminarás atrás mío porque pueda que no te guie, ve encima mío y se mi amigo, recuerda que todo es posible en la medida que lo veas posible Thomas descalzo y bajo la incesante lluvia en un acto de amor pese al agotamiento subió con todas sus fuerzas a gatas por el barranco, al llegar al camino de nuevo, los dos se encontraban desarmados y el miedo los tenía inundados, cayeron de rodillas al suelo rogando salvación, llorando en un segundo sus vidas transcurrieron, con la deshonra de una promesa rota, dieron sus vidas a la suerte y no pudiendo ser peor, la misma sombra inmensa se visualizó al frente de ellos, lánguidamente fue creciendo muy sombría e intimidante, despacio abrió su boca mostrando sus dientes vehementes y con una voz autoritaria pero dulce y cálida a la vez gritó: -¡Niños a comer!

Del jardín donde abundaban las mariposas, se levantaron del suelo y se asomaron dos cabezas por encima de una selva de flores, un par de niños de 10 y 8 años, para dar por terminado su juego, limpiaron sus rostros sucios con sus pequeñas manos, recogieron sus armas de plástico, y salieron corriendo a comer. Terminada la comida el cachetón de Thomas de mejillas coloradas bajó de la mesa y con una tierna sonrisa llena de sopa le dio un pico a su madre, Simón a diferencia de Thomas se acerco cabizbajo, con pucheros y una tristeza en su rostro para preguntarle: -Mami, ¿mi capitán Bravo cuando va regresar a casa?, ya ni lo recuerdo. -Mi amor, tu papá regresará a casa cuando termine el juego. La infancia tampoco debe ser victima del conflicto armado en Colombia.

Juan Francisco SanchezSuescun

Tercer puesto en concurso gotas

de tinta