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CURSO DE INTRODUCCIÓN A LAS SAGRADAS ESCRITURAS El Libro de los Salmos

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CURSO DE INTRODUCCIÓN A LAS SAGRADAS ESCRITURAS

El Libro de los Salmos

ÍNDICE

1. CONTEXTO BÍBLICO

2. INTRODUCCIÓN AL LIBRO DE LOS SALMOS

3. ESTRUCTURA, NOMBRES Y NUMERACIÓN

4. AUTORES Y FECHAS

5. GÉNEROS LITERARIOS

-Los himnos o salmos de alabanza

-Las súplicas, salmos de sufrimiento, o lamentaciones

-Salmos de acciones de gracias

-Géneros irregulares y géneros mixtos

-Salmos reales o salmos mesiánicos

-Salmos históricos

-Salmos sapienciales o didácticos

-Salmos penitenciales o salmos de confesión

-Salmos litúrgicos o cultuales

6. VALOR ESPIRITUAL DEL LIBRO DE LOS SALMOS

7. GUÍA DEL LIBRO DE LOS SALMOS

8. BIBLIOGRAFÍA

1. CONTEXTO BÍBLICO

Las Biblias actuales siguen, o bien el canon hebreo (en tres conjuntos) o bien el canon griego (en cuatro

partes).

Atendiendo al canon hebreo (que fue seguido por los judíos y recogido por los protestantes), el libro de

los Salmos se encuentra en el grupo denominado “los Escritos (Ketubim)”. Está a la cabeza de los

Ketubim porque es el libro de oración del pueblo judío. También lo es del pueblo cristiano. Se trata no ya

de palabras de Dios a los hombres, como los otros libros, sino de palabras de los hombres a Dios.

De acuerdo con el canon griego (que fue adoptado por los católicos y los ortodoxos), el libro de los

Salmos se incluye dentro de los libros poéticos.

Libros Sapienciales es la denominación que habitualmente reciben cinco libros del Antiguo Testamento, a

los que luego se añaden dos, que son más bien poéticos, líricos. Esto no quiere decir que sean los únicos

libros que encierran poesía y sabiduría, porque hay partes importantes de los libros históricos, de los

profetas y de los salmos que tienen las características del género sapiencial; no obstante, claramente dos

de ellos son fundamentalmente poéticos: El “Libro de los Salmos” y el “Cantar de los Cantares”, y la

sabiduría es el centro de los otros cinco: Job, Proverbios, Eclesiastés (=Qohelet), Sabiduría y Eclesiástico

(=Sirácida, sabiduría de ben Sira).

Los salmos son composiciones poéticas que buscan provocar en el oyente la sensación que se describe a

través del lenguaje. Se pretende provocar en el oyente la experiencia de Dios que tengo yo, contagiarle

un sentimiento. Por este motivo eran composiciones para ser cantadas. La lírica despierta la parte

sentimental del ser humano, parte que también participa de la experiencia de Dios.

2. INTRODUCCIÓN AL LIBRO DE LOS SALMOS

Israel, como sus vecinos de Egipto, Mesopotamia y Canaán, cultivó desde sus orígenes la poesía lírica en

todas sus formas. El pueblo de Israel era conocido por su amor al canto, y expresaba su fe y su piedad

cantando. Algunas piezas se hallan en los libros históricos: el Cántico de Moisés, el Cántico del Pozo, el

himno de victoria de Débora, la elegía dedicada por David a Saúl y Jonatán, etc. hasta los elogios de Judas

y Simón Macabeo, y más tarde los cánticos del Nuevo Testamento, el Magnificat, el Benedictus y el Nunc

dimitis1. Numerosos pasajes de los libros proféticos pertenecen a estos mismos géneros literarios.

Pero el tesoro de la lírica religiosa de Israel ha sido conservado en el Salterio.

1 El Nunc dimitis, también llamado El cántico de Simeón, es un cántico del Evangelio de Lucas, así llamado por sus

primeras palabras traducidas al latín, que significan «Ahora dejas».

3 ESTRUCTURA, NOMBRES Y NUMERACIÓN

ESTRUCTURA

El Salterio se dividió en cinco partes, cuyo último salmo en cada una de ellas acaba con la doxología

«Benedictus Dominus. Amen. Amen» (Sal. 41, 14; 72, 18-20; 89, 53; 108,48 y todo el Sal. 150. Se supone

que esta artificiosa división obedece al interés por acoplar el Salterio a la tradicional división del

Pentateuco –La Tohrá- en cinco libros. La tradición judía dedujo de ello la siguiente conclusión: «Lo mismo

que Moisés do a Israel los cinco libros de leyes, así también David dio a Israel los cinco libros de Salmos».

LOS NOMBRES

El Salterio (del griego Psalterion, propiamente nombre del instrumento de cuerda -lira o arpa- que

acompañaba a los cantos, los salmos) se llama en hebreo Tehil.lim, alabanzas (se trata de la misma raíz

que el imperativo hallelu-Yah (Alabad a Yahvé). También se denomina «Himnos» o «Libro de Himnos»,

pero el nombre no encaja con exactitud más que en cierto número de salmos. En realidad, en los títulos

que encabezan la mayoría de los salmos, el nombre de himno sólo se da al Sal. 145.

Otra posible denominación, más frecuente, es Mizmor, que alude a un canto con acompañamiento

musical –psalmoi en la traducción griega de los LXX- , y que se traduce muy bien con la palabra «salmo».

El nombre griego psalmós designa un canto acompañado con lira o arpa. A algunos de estos salmos se

les llama también «canciones», y el mismo término, cuando va solo, sirve de introducción a cada pieza de

la colección «Canciones de las subidas», Sal. 120-134. Esta serie que lleva el título «cántico de las subidas

o de las gradas» está formada por los llamados cantos «graduales», que eran cantados por los peregrinos

al entrar en el templo.

LA NUMERACIÓN

El Salterio está formado por ciento cincuenta salmos en todas sus versiones, pero no se sigue en ellas

una numeración uniforme. Del Sal. 10 al Sal. 148, la numeración de la Biblia hebrea (seguida por las

ediciones modernas de la Biblia) se adelanta en una unidad a la Biblia griega de los LXX y a la Vulgata, que

siguen la misma numeración, y que unen los salmos 9 y 10 y los salmos 114 y 115, pero dividen en dos el

Sal. 116 y el Sal. 147. Las versiones latinas y la traducción litúrgica siguen la numeración de los LXX, lo cual

origina confusiones u obliga a consignar una doble numeración, por ejemplo, Sal. 103 (102), que indica

que el salmo 103 de la versión en hebreo corresponde al 102 de la versión en griego (el usado en la

liturgia oficial).

En resumen, a partir del salmo 10, la numeración del texto hebreo se adelanta en una unidad,

volviéndose a igualar en el 147.

Versiones de la Biblia

Hoy leemos la Biblia en traducciones, solo los exégetas profesionales acuden al texto original. A lo largo

del tiempo se han hecho innumerables versiones o traducciones de la Biblia en muchas lenguas. De las

antiguas versiones, las más famosas fueron dos: la de los Setenta, en griego, y la de la Vulgata, en latín.

BIBLIA SEPTUAGINTA O BIBLIA DE LOS SETENTA (LXX)

Después de que Alejandro Magno arrasase Oriente Próximo y construyese su imperio, el griego se

convirtió en la lingua franca2, y en el siglo III a.C. se acometió una traducción al griego de las escrituras

judías. Dicha traducción se la conoce como la Septuaginta («setenta» en griego) porque, según la

leyenda, setenta (o setenta y dos) eruditos judíos realizaron traducciones independientes que resultaron

ser idénticas. Esta traducción fue realizada en Egipto para los judíos de la Diáspora o de la «dispersión»,

es decir, para el culto de las comunidades judías que vivían en el mundo grecorromano, especialmente en

Alejandría, porque estos judíos, conociendo mal el hebreo, necesitaban una traducción. Esta traducción,

tan valiosa para los judíos que hablaban el griego, obtuvo un clamoroso éxito, se extendió por los países

mediterráneos, preparando providencialmente el camino del Evangelio.

Todos los libros de las Escrituras judías se incluyeron en la Septuaginta, además de algunos otros libros

que después se extrajeron del canon protestante. Estos libros suplementarios, escritos entre 300 a.C. y 70

d.C., son los llamados apócrifos. Un apócrifo es un libro de autor desconocido, que tiene cierta afinidad

con los libros sagrados en el argumento o en el título, pero al que la Iglesia universal no reconoció jamás

autoridad canónica por no ser inspirado.

La Biblia de los Setenta tiene para los cristianos un valor insuperable, puesto que fue la versión bíblica

que usaron los Apóstoles y los primeros cristianos.

La Iglesia, desde sus comienzos, se fue extendiendo en las provincias pertenecientes al imperio romano,

en cuyas ciudades la cultura helénica estaba arraigada. Se comprende que utilizara la versión de los LXX

en griego. Conforme a esta tradición, la versión Vulgata (en latín) realizada en gran parte por san

2 Una lengua vehicular o lengua franca (también lingua franca), es un idioma adoptado de forma tácita para un

entendimiento común entre personas que no tienen la misma lengua materna. Casi siempre responde a una

situación donde muchas personas de manera informal y por conveniencia adoptan una lengua para la comunicación

aun cuando no exista una norma jurídica preferente que así lo indique.

Jerónimo, que manejó originales hebreos, recogió sin embargo la numeración griega por razones

prácticas. Quedó así ésta última como numeración oficial de la Iglesia y, por tanto, fue la adoptada en el

misal de altar, leccionarios, rituales, liturgia de las horas, etc.

LA VULGATA

Durante los dos primeros siglos se utilizaba en la Iglesia el griego común (koiné), que era el que se hablaba

en el Imperio romano. A partir del siglo III, el latín se fue imponiendo en Occidente, por ello se hicieron

muchas traducciones latinas de la Sagrada Biblia. La más célebre de todas fue la Vulgata –denominada

así porque fue la más divulgada de todas-, llegando a predominar sobre las demás. Esta versión fue hecha,

en su mayor parte, por el monje S. Jerónimo en el siglo IV, a ruegos del Papa Dámaso.

La Iglesia, en el Concilio de Trento, recogiendo toda una tradición multisecular, la reconoció

solemnemente como la versión latina oficial, sin negar por eso el valor de las otras versiones. No

obstante, el mismo Concilio tridentino señalaba la necesidad de corregir la Vulgata, corrección que vienen

realizando actualmente, de manera científica, los benedictinos romanos de la abadía de S. Jerónimo.

Díez días antes de la conclusión del Concilio Vaticano II, el 29 de noviembre de 1965, Pablo VI instituyó la

Pontificia Comisión para la Neovulgata, con la finalidad de dotar a la Iglesia de una edición latina de la

Biblia para el uso litúrgico, que tuviera en cuenta el progreso de los estudios más recientes. Esta edición la

promulgó Juan Pablo II (1979) como claro punto de referencia para las versiones destinadas al culto y

como base segura de los estudios bíblicos. Con todo, el texto es susceptible de mejoras en la medida de

los avances que puedan darse en el estudio de los textos originales.

En nuestros días contamos con excelentes traducciones en lenguas modernas sacadas directamente de

los textos escritos en las lenguas originales y que han tenido en cuenta las versiones de los Setenta y de la

Vulgata.

San Jerónimo traduciendo la Biblia

4. AUTORES Y FECHAS

Los títulos atribuyen 73 salmos a David, 12 a Asaf, 11 a los hijos de Coré y salmos aislados a Hernán,

Etán (o Yedutún), Moisés y Salomón; 35 salmos quedan sin atribución. Los títulos de la versión griega no

coinciden siempre con el hebreo y atribuyen 82 salmos a David. La versión siríaca difiere aún más.

Estos títulos quizás no pretendían designar a los autores de los salmos. La fórmula hebrea solamente

establece una cierta relación del salmo con el personaje nombrado, sea por razón de la conveniencia del

tema, sea porque este salmo pertenecía a una colección puesta bajo su nombre.

Entre los más antiguos estarían los de una colección puesta bajo la autoridad de David (Sal. 3-41). La

atribución es legendaria, seudoepigráfica3, aunque se basa en el hecho de que éste era músico. La

atribución de los salmos al rey David (1050 a.C.) o al sabio rey Salomón (950 a.C.) hasta el momento no

suele ser aceptada, al menos desde un examen riguroso y crítico. No cabe duda que David representa un

papel importante en los orígenes de la lírica religiosa del pueblo elegido. La expresión «salmo de David»

que se apunta al comienzo de numerosos salmos, a juicio de los estudiosos no se ajusta a la realidad.

Conforme al texto primitivo hebreo, su traducción precisa y más acertada sería la de «salmo para David»,

subrayando de esta manera que el salmo en cuestión habría sido compuesto para ser usado en el culto

propiciado incluso desde tiempos del rey David. Esta finalidad de culto se mantiene hasta la redacción

definitiva del salmo.

El impulso dado en tiempos del rey David continuó después, y el Salterio reúne varios siglos de actividad

poética. Un número bastante nutrido de salmos se remontaría a la época monárquica, especialmente los

salmos «reales». Por el contrario, los salmos del Reinado de Yahvé, cargados de reminiscencias de otros

salmos y de la segunda parte de Isaías, fueron compuestos durante el Destierro; y también,

evidentemente, los salmos que, como el 137, hablan de la ruina de Jerusalén y de la deportación. El salmo

126 canta la Vuelta. El periodo que siguió parece haber sido fecundo en composiciones sálmicas: es el

momento de la expansión del culto en el Templo restaurado, donde los cantores ganan en dignidad y son

equiparados a los levitas, donde igualmente los sabios adoptan el género sálmico para difundir sus

enseñanzas, como lo hará Ben Sirá.

3 La seudoepigrafía o «falsa atribución» consiste en adjudicar o firmar un documento con el nombre de alguien

famoso. Fue un recurso "propagandístico" muy usual en los primeros tiempos de los textos escritos, ya que al

atribuir el nombre de algún personaje bíblico notable se le otorgaba un respaldo mayor, propiciando una mayor

difusión porque todo el mundo lo leía.

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Óvalo

5. GÉNEROS LITERARIOS

Desde el punto de vista de los estilos literarios, se distinguen tres grandes géneros: los himnos, las

súplicas, y las acciones de gracias. No se trata de una división exhaustiva, porque existen formas

secundarias, irregulares o mixtas, y no siempre corresponde a un agrupamiento de los salmos que se

pudiera hacer según sus temas o sus intenciones.

1. Los himnos o salmos de alabanza Los salmos de alabanza son la mejor escuela de oración. La alabanza es el mejor camino para el

conocimiento de Dios.

Son los Sal. 8,19,29, 33, 46-48, 76, 84, 87, 93, 96-100, 103-106, 113, 114, 117, 122, 135, 136, 145-

150. Su composición es bastante uniforme. Todos comienzan con una exhortación a la alabanza

divina: Alabad…Cantad…Dad gracias…. El cuerpo del himno detalla los motivos de esta alabanza,

los prodigios realizados por Yahvé en la naturaleza, especialmente su obra creadora, y en la

historia, particularmente la salvación concedida a su pueblo. También suele alabarse a ambos, al

Creador y al Salvador. La conclusión repite la fórmula de introducción o expresa una oración. La

primera parte y la última de los salmos de alabanza constituyen el «invitatorio».

En este conjunto se pueden distinguir, según su tema, dos grupos de salmos. Los Cánticos de

Sión, Sal. 46, 48, 76, 87, ensalzan, con una nota teñida de escatología, a la ciudad santa, Jerusalén,

morada del Altísimo y meta de las peregrinaciones. Los Salmos del Reinado de Dios, en especial

Sal. 47, 93, 96-98, celebran, en un estilo que recuerda a los profetas, el reinado universal de

Yahvé. Los Salmos del Reino de Dios proclaman la realeza del Dios único sobre el pueblo judío,

tras el regreso del exilio. Algunas alabanzas están ligadas a liturgias concretas: el Arca de la

Alianza (132) o la fiesta de las Tiendas (118).

2. Las súplicas, o salmos de sufrimiento, o lamentaciones

A diferencia de los himnos, las súplicas no cantan las glorias de Yahvé, sino que se dirigen a él.

Son salmos numerosos, una tercera parte del total tienen esta característica de demanda de

ayuda a Dios, junto al deseo de superar una situación difícil y sin esperanza.

Generalmente comienzan con una invocación, a la que acompaña una petición de ayuda, una

oración o una expresión de confianza. En el cuerpo del salmo se intenta conmover a Yahvé

describiendo la triste situación de los suplicantes, con metáforas que son tópicos y que rara vez

permiten determinar las circunstancias históricas o concretas de la oración: se habla de las aguas

del abismo, de la asechanza de la muerte o del Seol, de enemigos o de bestias (perros, leones,

toros) que amenazan, de huesos que se secan o se quiebra, del corazón que palpita y se

estremece. Hay protestas de inocencia (Sal. 7, 17, 26) y confesiones de pecados como el

Miserere4 (Sal. 51) y otros salmos de penitencia. Se le recuerdan a Yahvé sus antiguos beneficios o

se le reprocha porque parece olvidadizo o ausente, por ejemplo, Sal. 9-10, 22, 44. Pero también

se afirma la confianza que se tiene en Él (Sal. 3, 5, 42-43, 55-57, 63, 130, etc.) y, en ocasiones, el

salmo de petición no es más que una larga invocación de confianza (Sal. 4, 11, 16, 23, 62, 91, 121,

125, 131). La súplica concluye a menudo, y en forma a veces abrupta, con la certeza de que la

oración es atendida y con una acción de gracias, por ejemplo, los Sal. 6, 22, 69, 140.

4 Se conoce como «Miserere» (expresión latina que se traduce como Apiádate o ten piedad) al Salmo 51 de la Biblia.

Es usado en la liturgia católica en las Laudes de todos los viernes del año, dado su carácter penitencial. Juan Pablo II

lo definió como: El más intenso y repetido salmo penitencial, el canto del pecado y del perdón, la más profunda

meditación sobre la culpa y sobre la gracia. Este salmo se escribió después de que David se llevara a Betsabé para

hacerla su esposa.

Estas súplicas pueden ser colectivas o individuales.

a) Súplicas colectivas (Sal. 12, 44, 60, 74,79, 80 83, 85, 106, 123, 129, 137). Su contenido puede

ser un desastre nacional, derrota o destrucción, o una necesidad común; en estos casos, se

pide la salvación y la restauración del pueblo. Los Sal. 74 y 137, así como la colección de

lamentaciones atribuidas por la tradición a Jeremías, reflejan las consecuencias de la ruina de

Jerusalén del año 587; el Sal. 85 expresa los sentimientos de los repatriados. El Sal. 106 es una

confesión general de los pecados de la nación.

b) Súplicas individuales (Sal. 3, 5-7, 13, 17, 22. 25, 26, 28, 31, 35, 38, 42-43, 51, 54-57, 59, 63, 64,

69-71, 77, 86, 102, 120, 130, 140-143). Estas plegarias son particularmente numerosas, y el

contenido de las mismas es muy variado: además de los peligros de muerte, las

persecuciones, el destierro y la vejez, los males cuya liberación piden son, en especial, la

enfermedad, la calumnia y el pecado. No quedan suficientemente definidos los enemigos,

«los malhechores», aquellos de quienes se quejan o contra los cuales se enojan. Son gritos del

alma y expresiones de una fe personal. No son nunca puras lamentaciones, sino confiadas

súplicas a Dios en la tribulación.

3. Salmos de acciones de gracias.

Las súplicas podían concluir con un agradecimiento a Yahvé por haber escuchado la oración.

Este agradecimiento puede convertirse en lo esencial del poema en los salmos de acción de

gracias, que no son muy numerosos (Sal. 18, 21, 30, 33, 34, 40, 65-68, 92, 116, 118, 124, 129,

138, 144. Rara vez son colectivos. El pueblo da en ellos las gracias por la liberación de un

peligro, por la abundancia de las cosechas, por los beneficios concedidos al rey. Más a

menudo son individuales; los particulares, tras evocar los males padecidos y la oración

atendida, expresan su agradecimiento y exhortan a los fieles a alabar con ellos a Yahvé. Esta

última parte sirve frecuentemente de ocasión para introducir temas didácticos. La estructura

literaria de los salmos de acción de gracias es afín a la de los himnos.

4. Géneros irregulares y géneros mixtos.

La frontera entre los géneros anteriormente descritos es imprecisa, y éstos frecuentemente

aparecen mezclados. Hay, por ejemplo, lamentaciones que siguen a una oración confiada (Sal. 27,

31), o que preceden a un canto de acción de gracias, Sal. 28, 57. El Sal. 89 comienza con un

himno, prosigue con un oráculo y termina con una lamentación. El Sal. 119 es un himno a la Ley,

pero es también una lamentación individual y expone una doctrina de Sabiduría. Esto se debe a

que son muchos los elementos extraños en sí mismos a la lírica, que se han introducido en el

Salterio.

Otros salmos han recogido oráculos o no son más que oráculos amplificados: Sal. 2, 50, 75, 81, 82,

85, 95, 110.

Salmos reales o salmos mesiánicos Hay cierto número de cantos «reales» en el Salterio y que pertenecen a diversos géneros literarios.

Nacieron con ocasión de la coronación del rey o de su aniversario, de una victoria, una derrota o algún

grave peligro contra su persona. Los deseos expresados no se cumplieron al pie de la letra en ninguno de

los sucesores de David, hasta que llegó Jesucristo. De ahí la importancia de estos salmos llamados

mesiánicos, porque se refieren al Mesías, es decir, a Jesucristo, rey consagrado por la unción de Dios.

En Israel el rey recibe la unción, que le convierte en vasallo de Yahvé y sobre el que reposa su poder en la

Tierra. Es el Ungido de Yahvé, en hebreo el «Mesías». Algunos de estos antiguos cantos reales, que

siguieron utilizándose después de la caída de la monarquía y fueron incorporados al Salterio,

posiblemente con retoques y adiciones, alimentaron la esperanza de un Mesías individual, descendiente

de David. Esta esperanza seguía viva entre los judíos en vísperas del comienzo de nuestra era, y los

cristianos vieron su realización en Cristo (Cristo en griego, como Mesías en hebreo, significa Ungido).

El Sal. 110 será el texto del Salterio que más a menudo se citará en el Nuevo Testamento. El mismo

canto nupcial del Sal. 45 terminó por expresar la unión del Mesías con el nuevo Israel, en la línea de las

alegorías matrimoniales de los profetas, y Hb 1, 8 lo aplica a Cristo. En la misma perspectiva, el Nuevo

Testamento y la tradición cristiana aplican a Cristo otros salmos que no eran salmos reales, pero que

expresaban por anticipado el estado y los sentimientos del Mesías, el Justo por excelencia, por ejemplo,

los Sal. 16 y 22, y algunos pasajes de numerosos salmos. Asimismo, los salmos del reinado de Yahvé han

sido relacionados con el reinado de Cristo.

Hay oráculos en favor del rey (Sal. 2 y 110), oraciones por el rey (Sal. 20, 61, 72), una acción de gracias por

el rey (Sal. 21), oraciones del rey (Sal. 18, 28, 63, 101), un canto real de procesión (Sal. 132), un himno real

(Sal. 144), incluso un epitalamio5 para una boda de príncipes (Sal. 45). Se trata de poemas antiguos, que

datan de la época monárquica y reflejan el lenguaje y el ceremonial de la corte. Aludían sin duda a un rey

de su época. Se dice del rey que es hijo adoptivo de Yahvé, que su reino no tendrá fin, que su poder se

extenderá hasta los confines de la tierra, hará que triunfen la paz y la justicia, será el salvador de su

pueblo.

Salmos históricos No cantan nada, no alaban nada, no piden perdón. Relatan la grandeza de la historia de la nación de

Israel, y los tratos de Dios con el pueblo. Algunos, como el Salmo 105, son salmos de alabanza por las

maravillas que Dios hizo con el pueblo. Otros, como el salmo 78, tienen una nota triste de

remordimiento, cuando recuerdan las murmuraciones y rebeliones de Israel. Todos tienen por objeto

mostrar el gran amor de Dios por su pueblo, demostrado por las muchas maravillas en la historia de la

nación.

Los salmos históricos pueden ser, en teoría (en la práctica se mezclan):

-sapienciales

-lamentaciones nacionales

-de plegaria, petición

-con esperanza escatológica

-poéticos

Su función era instruir a los niños de Israel en la historia nacional de su pueblo.

Salmos sapienciales o didácticos Pretenden comunicar la sabiduría divina y lo hacen de manera muy similar a los libros sapienciales. Para

el pueblo de Israel, la sabiduría constituía un auténtico punto de referencia. Son meditaciones sobre la

naturaleza de la vida humana y de las acciones divinas. Predominan en ellos las características instructivas

con un cierto sabor sapiencial de reflexión y meditación. El tema de la Ley y de su observancia está bella

y repetidamente tratado.

Son salmos doctrinales que exponen una enseñanza práctica sobre la vida del hombre. Cantan la fidelidad

y la felicidad del que ama al Señor. Algunos de ellos plantean el problema del sufrimiento y del dolor de

los justos, dando diversas soluciones.

Esas razones explican que los ejemplos de salmos sapienciales abunden. Por ejemplo, el Salmo 133 utiliza

símiles en forma de proverbios. El salmo 128, por su parte, recoge afirmaciones que apuntan a lo que

puede esperar aquel que orienta su vida de acuerdo a la voluntad de Dios. Los salmos 1, 19 y 119 insisten

5 Composición poética del género lírico, en celebración de una boda.

en la necesidad de aferrarse a la Palabra de Dios revelada en la Biblia ya que es la guía que permitirá vivir

sabiamente.

Otros salmos sapienciales entran incluso en problemas muy concretos. Por ejemplo, el 37 va referido al

destino de justos e injustos. El salmo 49 discute de manera crítica la necedad que significa confiar en las

riquezas como algo seguro. Con todo es el salmo 111 en su versículo 10 el que describe algo tan esencial

como que el principio de la sabiduría es el temor del Señor. La sabiduría no resulta, pues, un fruto de la

especulación humana sino de hacer lo que Dios dice aunque eso implique enfrentarse a los hombres,

instituciones religiosas incluidas.

Los siete Salmos penitenciales o salmos de confesión es el nombre con el que se designan

los salmos números 6, 31, 37, 50, 101, 129 y 142 (numeración de la Vulgata). Se usaban en las liturgias

penitenciales del pueblo, por ejemplo, en el día de la Expiación6.

Originalmente el nombre de salmo penitencial fue dado por la Iglesia primitiva al salmo 50, el Miserere,

que era recitado al final del servicio matutino. A comienzos del siglo V, San Agustín (quien los rezaba aún

en su lecho de muerte) aplicó el nombre de "Salmos penitenciales" a cuatro de ellos. En la Exposítio

Psalmórum del escritor Casiodoro Senador (siglo VI), aparece la lista actual. Desde Inocencio III (quien

ordenó su rezo durante la Cuaresma), se mandó rezar los Siete Salmos para combatir los siete pecados

capitales, alcanzar las siete virtudes (las tres teologales y las cuatro cardinales) y restaurar los siete dones

del Espíritu Santo que nos fueron comunicados en el Bautismo.

Es importante destacar que en los salmos penitenciales Dios actúa en parte como juez, pero también es

el ofendido por el pecado, y busca la reconciliación amistosa con el hombre. En el proceso de perdón,

Dios recuerda los pecados cometidos, y después revela Su perdón. El motivo de la queja es que se ha roto

la alianza, y hay que ver cómo restaurarla.

6 Iom Kipur es la conmemoración judía del Día de la Expiación, perdón y del arrepentimiento de corazón o de un

arrepentimiento sincero. Son diez días de arrepentimiento.

Salmos litúrgicos o cultuales

Son salmos compuestos expresamente para el culto en las grandes festividades, para los peregrinos que

llegaban al Templo, para la entronización del rey, etc.

El Salterio es la colección de cantos religiosos de Israel. Entre el personal del Templo figuraban los

cantores y, si bien éstos no son mencionados explícitamente hasta después del Destierro, es cierto que

existieron desde el principio. Las fiestas de Yahvé se celebraban con danzas y coros. Según Am 5 23, los

sacrificios se acompañaban con cánticos y, puesto que el palacio real tenía sus cantores en tiempo de

David y de Ezequías, el Templo de Salomón debió de tener los suyos, como todos los grandes santuarios

orientales. De hecho, hay salmos que se atribuyen a Asaf, a los hijos de Coré, a Hernán y a Etán (o

Yedutún), todos ellos cantores del Templo preexílico según los libros de las Crónicas. La tradición que

atribuye a David muchos de los Salmos hace también remontarse a él la organización del culto, incluso los

cantores, y se une a los viejos textos que le presentan danzando y cantando ante Yahvé.

Muchos de los salmos llevan indicaciones musicales o litúrgicas, lo que prueba que fueron compuestos

para el servicio del Templo, y se recitaban allí. Así, algunos salmos llevan indicaciones como ésta: «para la

dedicación do la casa», «para memoria», «para la dedicación del Templo», «para la consumación del

tabernáculo» Otros, si bien no tuvieron al principio tal destino, fueron al menos adaptados al mismo

mediante la adición de bendiciones (Sal. 125, 128, 129).

Son, pues, innegables tanto la relación de los salmos con el culto como el carácter litúrgico del Salterio

tomado en conjunto. Pero, en general, se carece de datos para concretar la ceremonia o la fiesta en el

curso de las cuales se utilizaba un salmo determinado.

El Libro de los Salmos estaba destinado al culto del Templo y de las sinagogas o casas de oración de los

judíos, como complemento a la lectura de la Ley y de los profetas.

El grupo de los salmos 113-118 es llamado en la tradición rabínica «Gran Hallel», y se cantaba en las

fiestas de Pascua, Pentecostés y Tabernáculos.

6. VALOR ESPIRITUAL DEL LIBRO DE LOS SALMOS

Los salmos fueron la oración del Antiguo Testamento, en la que el mismo Dios inspiró los sentimientos

que sus hijos deben albergar con respecto a él y las palabras de que deben servirse al dirigirse a él. Los

recitaron Jesús y la Virgen, los Apóstoles y los primeros mártires. La Iglesia cristiana ha hecho de ellos, sin

cambiarlos, su oración oficial. Esos gritos de alabanza, de súplica o de acción de gracias, arrancados a los

salmistas en las circunstancias de su época y de su experiencia personal, tienen un eco universal, porque

expresan la actitud que todo hombre debe adoptar ante Dios.

Las esperanzas cantadas por los salmistas se realizan; el Mesías ha venido y reina, y todas las naciones son

llamadas para que lo alaben. El libro, por tanto, debe leerse e interpretarse escuchando las voces

procedentes de otros libros del Antiguo Testamento y percibiendo los ecos que resuenan en el Nuevo

Testamento.

8.BIBLIOGRAFÍA

«Salmos I-II». Alonso Schökel, L. / Carniti, C.. Editorial Verbo Divino, 1982.

«Biblia de Jerusalén». Descleé de Brouwer. Bilbao, 2009.

«Cómo leer el Libro de los Salmos». Girard, Marc. Editorial San Pablo, 2007.

«Para leer el Antiguo Testamento». Gruson, Philippe / Billon, Gérard. Editorial Verbo Divino. 1994.

“Descubre la Biblia”. Martínez Galdeano, Fernando. EDICEL. 2004

«Libros sapienciales y otros escritos». Morla Asensio, Víctor. Editorial Verbo Divino. 1985.

«Biblia para la iniciación cristiana»- 3 Tomos. Editorial: Secretariado Nacional de Catequesis, Madrid,

1977

«El Libro de los Salmos: Himnos y Lamentaciones» Trebolle Barrera, J., Ediciones Trotta, Madrid 2001.