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El misterio del eunuco...informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin

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EnlacortecordobesadelcalifaAl-Hakeniisehaproducidounterriblesuceso:Sudri, el eunuco favorito del califa, ha aparecido muerto.Todos los indiciosapuntan a un jovenmozárabe,Rodrigo, como único culpable; sin embargo, elmédico Hantal Idrissi y su hijo comenzarán una investigación que destaparátraiciones,odiosyvenganzas.UnanoveladeintrigasenclavadaenelambientedelaCórdobacalifal.

Elmisteriodeleunuco

JoséLuisVelasco

PremioGranAngular1994

JoaquínTurina,39-28044MadridColeccióndirigidaporJesúsLarribaPrimeraedición:mayo1995Segundaedición:agosto1995Terceraedición:marzo1996Fotografíadecubierta:SonsolesPradaDiseñodecubierta:AlfonsoRuano/CésarEscolar©JoséLuisVelasco,1995©EdicionesSM,1995JoaquínTurina,39-28044MadridComercializa:CESMA,SA-Aguacate,43-28044MadridISBN:84-348-4672-1Depósitolegal:M-10036-1996Fotocomposición:Grafilia,SLImpresoenEspaña/PrintedinSpainImprentaSM-JoaquínTurina,39-28044MadridNoestápermitidalareproduccióntotaloparcialdeestelibro,nisutratamientoinformático,ni la transmisióndeninguna formaoporcualquiermedio,ya sea

electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin elpermisoprevioyporescritodelostitularesdelcopyright.

1LOStruenosretumbabancomosiestallaseelcielotrasunfogonazodeluzyelintensochaparrónformabaunoscurorumorsobrelaciudad.Bajolasarcadasque rodeaban el patio, un hombre delgado, que sobrepasaría ya los cuarentaaños,paseabanerviosodeunladoaotro.Sucasaeraunahermosavillaalejadadel ruidoso centro deCórdoba, rodeada por un amplio jardín que cerraba unatapia.A veces, se detenía paramirar las burbujas que la lluvia formaba en elagua del estanque situado en el centro del patio. Luego seguía paseando congestodepreocupación. —¡Este chico! ¿Dónde se habrá metido? —murmuró para sí mismo—.Precisamentehoy. Anochecía, pero los oscuros nubarrones que se aplastaban sobre la ciudadhacían que ya pareciese noche cerrada. El hombre llevaba una sencilla túnicablanca hasta los pies y una especie de casquete de fieltro en la cabeza. Sellamaba Hantal Idrissi. De pronto se detuvo, y al momento desapareció lapreocupaciónqueensombrecíasurostro.Habíaoídolacampanilladelapuertaexterioryunavozquesiempreleemocionaba.—¡Abrid,padre!¡Soyyo!¡Quememojo!Elhombreseechóunamantasobrelacabezaycruzóligeroelsombríojardínparaabrir lapuertade la tapia.Anteélaparecióunmuchachodeunoscatorceaños,mediorubio,conelpelomuyrizadoyexpresiónvivaz. —Pero, ¿dónde te hasmetido? ¿Cómovienes tan tarde?—ledijo con tonosevero.—Esque...—Vamos;vamosdentro...Yaacubierto,enelpatiodelacasa,elmuchachoseexcusó.—MeentretuveconelhijodeBanisahljugandoalastabas...Perdonadme.Sindecirnada,elhombreseacercóalchicoypusolasmanosensushombros.Le miró, y en aquellos ojos inteligentes se transparentó la emoción y casiafloraron las lágrimas.Luegoapretóalmuchachocontrasucuerpomientras lebesabaenlasmejillas.—¡QueDiostedétantasventurascomohastaahora,hijomío!Yquenotedejemarchardemiladoenmuchotiempo...—Gracias,padre. —Hoy cumples catorce años. ¿Lo habías olvidado? Es una edad especial,¿sabes?Todovaacambiarenti.Vasapasardeserunniñoaserunhombre...O

casiunhombre.Anda,sécateycámbiatederopa.Lacenanosesperaconalgoespecialquetegustamucho.—¡Yalosé!:pasteldehojaldreconpichónypastadealmendras...Esoes...Ynuestrasopadesiemprecuandoentraelotoño.Pocodespués,HantalIdrissiyelmuchachosehallabansentadosfrenteafrentesobre cómodos almohadones en una habitación acogedora de cuyas paredescolgaban ricos tapices. El suelo estaba cubierto de alfombras y un candelabrocon seis velas nuevas iluminaba la estancia. Ya se habían tomado la sopa desémolayelchicoengullíaconavidezuntrozodepastel.—Padre...—dijoelmuchacho.—¿Sí?—¿Osacordáisdevuestrasdospromesas? —A ver... ¿Cuáles? Te he hecho muchas y creo que todas las he idocumpliendo. —Hace tiempomeprometisteis dos cosas para el día en que cumpliese loscatorceaños.¿Lasrecordáis?—Dímelastú.—Bueno,meprometisteisdecirmeporqué,siendovosmusulmán,mehabéisenseñadolareligióndeloscristianos.Nuncalohepodidocomprender.—¿Ylasegunda?—Dijisteisquemeenseñaríaisvuestracuevasecreta. Antes de hablar, Hantal Idrissi tomó un trocito de pastel con muchaparsimonia,elúnicoentodalanoche.Luegomirófijamentealmuchacho.—Estábien,cumplirélasdospromesasahoramismo.Sí,loibaahacer.Nolohabíaolvidado.Empezaréporlaprimera.Esperabaqueterminaseselpastel. Lacuriosidaddelchicohizoquesetragaseelúltimotrozoatodavelocidad.Después,susojossóloreflejaronexpectación. —Escucha: lo que te voy a contar no debe cambiar nada entre nosotros.Siempre he vivido solo en esta casa, con nuestro esclavoHuki.Y, desde hacecatorceaños,contigo.Yonuncatuveesposa.Losojosdelmuchachoseabrieroncomoplatos.—¡Oh!Pero,entonces...Vosmehabéisdichosiemprequemimadremurióalnaceryo.—No.Noesasí.Yo...Nosécómodecírtelo.Yonosoytupadreverdadero.Ahoraelmuchachosequedócomopetrificado.Porunmomento,parecióqueladecepciónibaahacerquelaslágrimasbrotasendesusojos.HantalIdrissilecogióconfuerzalasdosmanos. —Pero te quiero tanto como a un hijo de mi sangre y siempre será así.Siempre.

—¡Oh,miseñor!¡Vossoismipadreyyovuestrohijo! —Claro que sí, Fernando. Pero quiero contarte una historia: después loentenderástodoysabrásporquétehedadolareligióncristiana.Yasabesqueyosirvocomomédicoanuestrograncalifaal-Hakencasidesdequeocupóeltrono.Hace catorce años,me designó para formar parte de una embajada que debíavisitaralreycristianodeLeón,SanchoI,queaúnreinaallí.Erancuestionesdefronterasytodosearreglóbien.Elviajefueaccidentadoypenoso.Deregreso,aún en territorio cristiano, una tormenta como la de esta noche nos cogió aloscurecerenmediode loscampos.Lacomitiva ibamojadahasta loshuesosyteníaprisapor llegaraalgúnpoblado.Seríamosunoscincuentahombresynosmandabaungeneral.Y,¿sabesloqueocurrió?Deprontooímoselllantodeunniñoaunasvarasdelcamino.Nadiehizocaso.Aningunoparecíaimportarlequeun niño llorase en aquellas soledades y con aquel tiempo.Yome detuve paraaveriguar de dónde provenían aquellos berridos. «¡Vamos, continuad, señor!»,megritóelgeneral.Peroyonolehicecaso.Desviémimuladelcaminoymeacerquéallugardedondesalíaaquelllantodesconsolado.Entreunosmatorrales,algoseremovíaenvueltoenunamanta.Bajédelamulaymeaproximé.Levantéun pico de lamanta empapada: era un niño.Tendría pocos días,muy pocos...Aquel niño eras tú. ¿Ves esa cruz que cuelga de tu cuello? Ya la llevabas.Tambiénteníasalladounabolsitadecuero. Hantal Idrissicallóunosmomentos.Habíadejadode llovery los truenosseoíancadavezmáslejos.Elsilencioenlacasasóloerarotoporelgoteodelosalerosenelpatio.Losojosdelmuchachodelatabanasombroyansiedad. —«¡Volved, señor!», oí al general. Sí, regresé, peroya te llevaba entremisbrazos. Tenías la cara y el cuerpecitomás preciosos delmundo. ¿Cómo iba adejarteallí?Teenvolvíenotramantasecaquesaquédeuncofredemimula.Yte llevé acunado en mis brazos todo el viaje. La soldadesca se reía de mí...Decían que tenía lasmañas de unamujer para llevar a un niño. En el primeralberguequeencontramosmeprocurélecheparati.¡Estabashambriento!Caísteenseguidacomounlirón.Yapenastevitranquilo,abrílabolsitadecueroqueencontréatulado.Mequemabalacuriosidad.Sóloconteníauntrozodeburdopergaminoconunasletras.—¿Yquéponían?—Aúnlotengoguardado.Nosépordóndeanda.¡Haytantospapelesenestacasa...! Pero recuerdo punto por punto aquellas palabras, escritas en romancecastellano con las letras de alguien que apenas sabía trazarlas. Poníaexactamente: «El niño se llama Fernando. Somos pobres y ya tenemos otrosnuevehijos.Nopodemosdarledecomer.Ledejamosalbordedelcaminoparaquealgúnalmacaritativaseapiadedeél.PorlaVirgenSantísima,recogedley

educadleenlafedeNuestroSeñorJesucristo.QueDiososlopague».—¿Yquémás? —Nada más, hijo mío. Nada más. Siempre fui un hombre respetuoso contodos.Cumplíloquepedíantusverdaderospadres.Encontrademife,teenseñélareligióndeCristo,queconozcotanbiencomolamía.Alfinyalcabo,sólohayunDiosqueeselmismoparamusulmanesycristianos...YasabesqueJesúsesunodenuestrosprofetas,aunqueMahomaeselmásgrande.—Yosiemprequisesermusulmáncomovos. —Haz lo que gustes cuando seas algomayor. Pero yohe cumplido conmiobligación.—¿Ysabéisquiénessonmispadres? —Tupadre soyyo.Despuésde todo loque tehedicho, ¿creesquealguienpodráapartartedemí?—¡Oh,noseñor!Niyoquiero.—¡Ay,quédifícilfuecriarte!Yoteníamisobligacionesenelalcázar.Notuveotroremedioquecontrataraunama. —LaviejaWafah... ¡Quérabiaquesemuriera!Laqueríacasi tantocomoavos.—¡Claro!Ellatediodemamarytesacóadelante.—¿AquenosabéisunacosadeWafah,padre?—Sí,lasé.—¿Deverdad?¿Quées?—Queellatratabadeenseñarteaescondidaselislam...—¡Esoes!¡Cómosevequesoisunsabio! De pronto, Fernando se quedó callado, mirando fijamente los restos de lacomida. Y Hantal Idrissi advirtió que por su rostro pasaban a la vez milemocionesdistintasycontrarias.—Bueno,yalosabes.Yaconoceselsecreto.—Sí.Ycreo...Creoquemegustaríasaberquiénessonmisverdaderospadres,encontrarlos.¡Oh,cómosufriríanaldesprendersedemíacausadesupobreza!Perdonadme,perosinconocerlos,sientocomositambiénlosquisieraunpoco.—Tehagootrapromesa:undíalosbuscaremos.Pero,entonces,¿teirásdeestacasa?¡Oh,nopadremío!Esonoloharénunca.Vos...Sólovos... Elchiconopudoseguir.HantalIdrissiadvirtióquelacongojaatravesabasugarganta.Entonces,conuntonojovial,cambiódeconversación.Bien,chiquillo.Recordarásquequedaporcumplirlasegundapromesa. —¡Vuestra cueva secreta! —exclamó Femando olvidando sus cuitas almomento.

—Vamos.Vamosya. La emoción hacía palpitar intensamente el corazón de Fernando mientrasseguía a su padre hacia el interior de la casa.Al fondode un estrecho pasilloiluminadoapenasporuncandil,estabalapuertanegraaseguradaconungruesocandado.Detrás existía un subterráneo al que, durante toda su niñez, nadie lehabíadejadobajarnunca. Hantal Idrissi,médicopersonaldelgranal-Haken II, astrólogo,matemático,alquimista y botánico, tenía allí su obrador. Y, para Fernando, aquella puertasignificó siempre la frontera con un mundo prohibido sobre el que se habíaforjadolasmásfantásticasimaginaciones. Hantal Idrissi buscó algo entre sus ropas y sacó por fin la gruesa llave delcandado,queteníaatadaauncordón.Lapuertarechinóalabrirse.Unaescaleradedesgastadospeldañosdepiedradescendíaadosadaaunaparedcurvadeladrillosrojosennegrecidosporeltiempo.Lallamavacilantedelavelaque portaba Hantal en una palmatoria iba esclareciendo apenas las tinieblas.Aquel lugar desprendía un olor especial, que a Fernando le recordó el de lasmedicinas y las tintorerías.Una vez abajo, su padre encendió varios candiles,cuyaluzmortecinadibujabaen lasparedesgrandessombrasfantasmales.Antelos ojos del muchacho se desveló con dificultad una estancia que casi le diomiedo. Estaban en una gran sala polvorienta, de techo tan bajo que agobiaba.Todoparecíadesordenadoyantiguo.Habíamesasmuyreciasllenasdelibrosypapelesescritoscon la letradesupadre.Seveíanpor todaspartes frascosconlíquidosdedistintoscolores,astrolabios,dioptras,clepsidras,esferasarmilares,reglas paralácticas, cuadrantes murales, redomas, alambiques, fuelles... En unrincón, al fondo de un hornillo de piedra, el rescoldo de unos carbonesencendidosproducíaunaluzmisteriosayarcana. Durante losprimeros instantes,Fernandocasinoseatrevióahablar.Luego,tímidamente,empezóahacerpreguntascontinuas:«¿Quéesesto?»«¿Yesto?»«¿Paraquésirve?»«¿Cómofunciona?»—Calma,calma...Desdehoy,podrásbajarconmigosiemprequeyolohagay,poco a poco, lo irás sabiendo todo.Ahora ten cuidadoy no toques nada.Haysustanciaspeligrosas. LavozdeHantalIdrissisonabaenaquel lugardeunaformadistinta.Comomásapagadaysolemne.—Pero,¿paraquéossirveelhornillo?Decidmeeso—insistióFernando.—Paramistrabajosdealquimia.Apenasmededicoyaaellos.Peroestatardeheestadohaciendoalgo...—Conlaalquimiatransformáistodoslosmetalesenoro,¿verdad?—No...Algunosdicenqueesposible,peroyocasitengolacertezadequeesa

teoríaesfalsa.—¿Porqué?—Losantiguosymuchosalquimistasdeahoracreenquelosmetalessontodosdelamismamateriaysólosedistinguenporelcolor.Perono.Yoestoysegurodequecadaunoestáformadoíntimamenteporátomosinvisiblesdenaturalezadiferente.Loúnicoquehacenalgunosesteñirdedoradociertosmetales.—¿Yestosdibujos?—dijoFernandoseñalandoungranpergaminosobreunamesa.Seveíanenéllossímbolosdelasconstelaciones,listasdenúmerosycasillasconrarossignos. Es una carta astral.La estoy preparando.Es la que corresponde estemes anuestrocalifa.Letengoquehacerlasdocedelañopuntualmente...—Y¿paraquésirve?—Verás:enunacartaastralserefleja...¿Eh?¿Quéeseso?¿Estánllamandoalapuertadeljardín?—Yo...Yocreoquesí—dijoFernandoarrimándoseasupadre.Losdosguardaronsilencioduranteunosinstantes.Debidoalaprofundidaddelacueva,escuchabandistantelacampanilladeljardín,asícomogolpesrepetidoseimpacientesenlapuertadelatapia.UnsobresaltorecorriótodoelcuerpodeHantalIdrissi.—Esextrañoquellamenasíaestashoras.—¿Quiénpuedeser?—dijoFernandounpocoasustado.Entoncesllegóhastaellosunavozenérgicaylejana,apagadaporelrumordeunnuevochaparrónylorecónditodelsubterráneo.—¡Abrid!¡Abridaghá(1)Idrissi!¡Abridennombredelcalifa!—¡Elcalifa!—exclamóelmédico,mientrastomabauncandilycorríahacialaescalera— ¡Oh, sin duda algograve ocurre en el alcázar para queme llame aestashoras!¡Vamos,vamos!Fernandosefuetrasél.

2HANTALIdrissisepusorápidamenteunalbornozdepielconcapuchaparaprotegersedelalluvia.Fernandolesiguiótalcomoestabaycruzaroneloscurojardín.Al otro lado de la tapia se veía resplandor de luces y podían escucharmetalesdesoldadosyresoplidosdecaballos.Alabrirsupuerta,seencontraroncondiezhombresdelaguardiadelalcázar,quellevabanfarolesylesmiraban.Unmilitardebarbanegrapuntiagudasedirigióalmédico: —Mi señor Idrissi, traigo órdenes personales del califa para que nosacompañéis al alcázar. Podéis montar en esa mula. yo qué hago? —dijoFernando. —Vente conmigo—respondió elmédico—. Pero, ¿qué ocurre?—preguntóHantalIdrissialmilitar.—NuestroEmirdeseaverosdeinmediato.—¿Paraqué?—Noloséconcerteza,señor.SedirigieronalalcázarcorriendojuntoalamuralladeCórdoba,porsuparteinterior.Asíevitabanel laberintodecallejuelasque formaban losbarriosde laciudad por el sur. Muchos de ellos estaban cegados por calles sin salida.Terminabanenunatapiaconunapuerta,quelosvecinoscerrabandenocheparaevitar la entrada de ladrones. Avanzando junto a la muralla se llegabadirectamente al alcázar sin obstáculos. Los relámpagos y los truenos,acompañados de una lluvia intensa, se abatían de nuevo sobre la ciudad.Cruzaroncomounhuracánlasfortificacionesquerodeabanlaalmedina (2).Alfrentevieronyaelalcázar.Porlosalrededoresdesupuertaprincipalseadvertíaunmovimientoinfrecuentedesoldadosysiervosconfarolesyantorchas.Alotrolado de las fortificaciones se había congregado mucha gente del pueblo, ycorríandebocaenbocatodaclasederumores.HantalyFernandofueronconducidoshastaunasaladeespera,concolumnasdemármolrosa,arcoslobuladosyricasornamentacionesdoradasporparedesytechos.—Aguardadaquí—dijoelmilitardelabarbapuntiaguda,ysedirigióhacialasestanciasinterioresdeledificio.—Padre,¿osfiguráisloquepasa?—dijoFernandoenvozbaja.—No,hijo,enabsoluto;nopuedoimaginarlo.—Yyo,¿querepresentoaquí?—HoynotehequeridodejarsoloencasasinqueestuvieraHuki.Perotenen

cuentaque,apartirdeahora,meacompañaráscondiscreciónamuchossitios.Esaserátuescuelasuperior.Ahoravasaconoceralcalifa.—¡Quériquezas,pa...! De pronto, los soldados y siervos que había en aquella sala, se echaron debrucesa tierraypusieronsus frentes sobreel suelo.Hantal IdrissiyFernandohicieron lo mismo. Rodeado de esclavos negros y sirios, así como por unacomitiva de personajes civiles y militares, había aparecido por una puerta elEmirdelosCreyentes,elgrancalifaal-HakenII. Sus ropas eran sencillas si se comparaban con las que lucía en las grandesrecepcionesosolemnidades.Eraunhombrenomuyalto,decomplexiónfuerte.Los ojos, de un negro intenso, contrastaban con sus cabellos, que eran rubiostirandoa rojizos.Destacabanen su rostrounanariz aguileñayunamandíbulafuerteyprominentequeleproporcionabamuchocarácter.—Levántate,HantalIdrissi—dijoenseguida. Cuandoelmédico sepusoenpie, advirtióenel rostrodelcalifaunahondaafliccióneinclusosignosdehaberllorado.—¿Quiéneselmuchacho?¿Tuhijo?—dijoelcalifarefiriéndoseaFernando. —Sí, mi señor. Me acompañará con frecuencia a partir de hoy, que hacumplidocatorceaños.Elcalifahizoungestoparaquetambiénseincorporase. Los ojos de Fernando, ya de pie, permanecieron tan abiertos como sicontemplaranunaaparición.Veralcalifatancercacasileasustaba.Selohabíafiguradosiempremásalto.Todoeltiempoestuvocomohipnotizado,pasandosuvistadeundignatarioaotro,observandosusvestiduras,susbarbas,lasarmasdelos soldados. Incluso los siervos y esclavos parecían seres superiores de otromundo.Alfin,sumiradasiemprevolvíaalEmirdelosCreyentes. —Mi divino señor —dijo Idrissi, apenas se incorporó Fernando—, ¿quéocurre?¿Quépenaosaflige?—Venconmigo—dijotansoloelcalifa.Todalacohortequeleseguíasedirigióentonceshaciaelexteriordelalcázar.Alsalir,comollovíamucho,dosesclavosnegroscubrieronalcalifaconsendassombrillasdecueromuygrandes.Otrosiluminabanelcaminoconteasyfaroles.La hierba empapadamojaba los pies del califa.Caminaban junto a la fachadaprincipal del alcázar y elEmir avanzaba con los ojos humedecidos fijos en elsuelo,agobiadoporunadesconocidacongoja.Dieronlavueltaalaesquinadeledificio.Allíbatíaelaireconmásfuerza.Eralacaranorte.Enseguidallegaronfrenteaunaventanaconrejasdeforja.Todalacomitivasedetuvo.Conungestodesumano,elcalifaindicóaHantalIdrissiquemirasealinterior.Apenaslohizo,elcorazónlediounvuelcoyentornólosojosparavermejor.

A través de los hierros, estaba contemplando una habitación sencilla, peroacogedora, con pocos muebles, alfombras y almohadones. Una lamparilla deaceite iluminaba tristemente el espectáculo.Sobreunaalfombra ensangrentadayacía un hombre más bien grueso, de unos cuarenta años, con el cráneocompletamenteafeitado.Sólolaempuñaduradeunadagaemergíadesupecho.Sindudaestabamuerto.Alpunto,otrohombre,quedebíadehallarseagazapadoen un rincón, se abalanzó sobre las rejas. Hantal Idrissi dio un paso atrás,sobresaltado.—¡MiseñorHantal!—dijoelaparecido,aferradoalosbarrotes—.¡Ah,porfinllegáis!¡Defendedme!Soyinocentedeestecrimen.¡Lojuro!Yonohesido.Setratabadeunjovenconvestidurasmozárabesquenollegaríaalostreintaaños.Hantal lo reconoció de inmediato.Era su amigoRodrigoSantibáñez, unarquitectoqueestabatrabajandoenlaampliacióndelagranmezquitaordenadaporal-Haken. —Pero,¿quéocurre?—preguntóHantaldesconcertado,sincomprenderbienloquepasaba—.Saliddeesahabitación.—Nopuedo,señor.—Vamos,vamosya.Memojoyhacefrío—dijoelcalifa—.Yoteloexplicarétodo,sabioIdrissi,ytediréporquéestásaquí.Queuncerrajeroabralapuertadeesahabitaciónyllevenalmozárabeamipresencia...Vamos,vamosya—repitióimpacienteal-Haken. —¡Ayudadme, noble Hantal! —gritó con angustia el mozárabe cuando lacomitivasealejaba.Pocodespués,enunalujosasaladelaplantabajaquedabaaunpatiointerior,Hantal Idrissi y elEmir de losCreyentes hablaban frente a frente sentados enalmohadonesde seda.Alrededor, permanecían enpie los palaciegos, siervosyescoltas que siempre rodeaban al califa. También Fernando, a cierta distancia,que seguía mirándolo todo como quien vive un sueño. Al Haken cogió confuerzalasmanosdesumédico. —Sóloporelamorque teprofesoyporque tecreoelhombremássabioyhonestodeestereinoheconsentidoquevinierasenestanochefunesta. —Pero,¿quéocurre,mi señor?Hevistoaunhombremuertoyamiamigoencerradosenlamismahabitación. —Asíes.ElpropioRodrigoSantibáñezhapedidoquevengasadefenderle.También le amo a él. Por eso he consentido. PeroAlá es justo y veo que susesperanzassontanfrágilescomoelhumo.ElmuertoesHemnéSudri,eleunucoeslavo al que yo he amado como a un hijo desde que lo trajeron aquí a losdieciocho años. Ha sido para mí el hombre más fiel, noble y discreto de loscientosdesiervosquehanpasadoporelalcázaryvivenahoraenél.

Las lágrimas empañaron los ojos del califa. Siguió hablando con la vozenronquecidaporlapesadumbre.—Alanochecer,gentedelaguardiahadescubierto,atravésdelaventana,loquetúhasvisto:miesclavomuertoyelmozárabedandogritosenlahabitaciónparaquelesacaran.Lapuertaestácerradaconllavepordentro.Lossoldadoslehandichoquebuscaselallaveparaqueabrieseélmismo.Peroelmozárabenoha podido dar con ella. Por eso sigue ahí. Hay algo muy grave: la daga quetraspasaelcorazóndemieunucoesladetuamigoyelmío.LosojosdeHantalseentornaronhastaparecerdosrayas,delatandolaintensaactividaddesumenteenaquellosinstantes. —Ahora traeránalmozárabe—siguióelcalifa—y lo juzgaréyomismodeinmediato.HapuestosumanosobreunseramadopormíyesoesunaofensadirectaaAláyanuestroprofeta,delquesoydescendiente.Medueledecirtequenotienedefensaalguna.—Miseñor—dijoHantal—.ConocíadevistaaleunucoHemnéSudri.¿Quémisiónleteníaisencomendadaenelalcázar?,simepermitíspreguntaros. —En losúltimos tiempos, sobre todo, servíayguardabaami favoritaenelharén.—¿ABouchra,ladecabellosrubios?—Sí.—Estambiéneslava,sinomeequivoco. —PeroconvertidaalIslám,comodemuestrasunombre.Perosaciarémástucuriosidad:HemnéSudrimeservíadeconfidenteenmuchosasuntospersonalesdelicados;aveces,eramiconsejero.Esunapérdidairreparableparamicorazónyparamicasa... Depronto, lasmiradasde todos sedirigieronhacia la entrada.Esoguió losojosdelcalifaydeHantal.Enaquelmomento,rodeadodeguardiasymaniatado,introducíanenlasalaalmozárabeRodrigoSantibáñez.Susfaccionesreflejabancansancio y miedo. Fernando miró espantado al prisionero. Le conocía bien,pues había estado en su casa varias veces y era muy agradable. Ahora, suexpresióndemudadalehacíaparecerotrohombre.Nolediotiempoapostrarseentierra.—Acércate—leordenóelcalifa. Aungestodesumano, tambiénseaproximarondosescribanos judíosyuncadíchupadodebarbarojizateñidaconalheña.TodossecolocaronalosladosdelEmirdelosCreyentes. Mientras se adelantaba, Rodrigo delató su leve cojera, consecuencia de unflechazosufridocuandosirvióenlosejércitosdeAbdalRahmanIIIsiendomuyjoven.

—Lacategoríadelmuertoenmicorazón—dijoelcalifa—mefuerzaaqueyomismoresuelvaestejuicioaquíyahora,RodrigoSantibáñez.Tehetraído,comohaspedido,aundefensordelasabiduríademiamadoHantalIdrissi.Nadafaltaparaempezar,salvoqueAlápermitaquemienconohaciaelautordeesamuertenomehaga errar en la sentencia.Tomadnota de todo cuanto se diga aquí—indicóalosescribanosjudíos.

3MIseñor—intervinoentoncesHantalIdrissi—,¿mepermitíshablar?—Di.—¿Podréisordenarquenadasetoqueenlahabitacióndondesehacometidoelcrimen?Nisiquieraalmuerto.Desearíadespuésobservarlotodocondetalle.—Queasísea—dijoelcalifa,ehizoungestoconlacabezaaunmilitaraltoydelgadoquesehallabajuntoaRodrigo.Inmediatamente,estehombreabandonólasala.Elcalifasedirigióentoncesalmozárabe.—Cuéntametodocuantohaocurridoenesahabitaciónsinfaltaralaverdad.Deellodependetuvida. —Mi...Mimuyamado señor...—comenzóRodrigo casi temblando—.Estamañana, mientras yo estaba ocupado en los trabajos de la gran mezquita, viacercarse al eunuco Hemné Sudri. Me extrañó verle allí, pero más aún alcomprobar que se dirigía directamente hacia mí. Señor, me dijo que deseabahablarmedeciertoasuntomuyimportanterelacionadoconmihonor.Ymecitóen la habitación donde vuestra guardia me ha encontrado al anochecer.Extrañado,lepreguntésobreelasuntodelquequeríahablarme,peromedijoqueesperaraalatarde...—Sigue. —A la hora prevista,me presenté en el lugar de la cita.Nadieme impidióllegar hasta esa habitación, pues vuestro esclavo había dado las órdenespertinentes para que me dejaran entrar. Nada más pasar a la habitación, eleunucoHemnéSudrihizoalgoquemeinquietó.Cerrólapuertapordentroconsu llave y echó el cerrojo. Pero sus maneras eran tan amables y su trato tansincero,queprontorecobrélaconfianza...—¿Tehablódelasuntoquedeseabacomunicarte?—Primero,despuésdelossaludoshabituales,estuvimosunratocharlandodecosasgeneralessinimportancia.Luegocomenzóahablarmedelasunto.—¿Cuáleraeseasunto? Hubo un silencio. El rostro de Rodrigo reflejó una intensa lucha interior.Sudaba.—Nopuedorevelároslo,miseñor.No...Nopuedo. Un rumor de sorpresa e indignación se extendió por la sala. Sólo al-Hakenpermanecióimpasible.—¿Atucalifanopuedesrevelárselo?

—No,mimuyamadoseñor.Perdonadme...Nopuedo.—¿Sabesloqueesosupone?—Sí,miseñor.—Dejadlecontinuar,oh,príncipe—intervinoHantal.—¿Quéocurriódespués?—siguióelcalifa.—Medormí,miseñor.Ahoraelmurmullodeasombrofueescandaloso,mezcladoaalgunasrisas.Enelrostrodeal-Haken,porprimeravez,Hantaladvirtióunairaqueapenaspodíacontener. —¿Québurlaesésta?¿Quieresdecirque tú tedormistemientrasmiamadoHemnéSudritehablabadeunasuntoquetocabaatuhonor?—OsjuroporvuestroDiosyelmíoquefueasí.Intentéevitarlo,perounsoporinvenciblenublómimente...—Meengañas.¿Quéocurriódespués?—No,miseñor;noosengaño...¡Oslojuro!—¡Sigue! —Cuan...Cuandodesperté,noséel tiempoquehabíapasado.UnatormentacaíasobreCórdobayllovíamucho.Entonces,aterrorizado,viaSudritumbadobocaarribaenelsuelo,conunadagaclavadaenelpecho...Muerto...—Esadaga,¿eralatuya?—Sí,miseñor.—¿Quémás?—Miprimerimpulsofuehuirdeallí.Descorríelcerrojo,perolapuertaestabacerradaconllave.Labusquéportodaspartes;entrelasropasdevuestroesclavo,bajoalfombrasycojines,encualquierhuecoo ranura...Peronopudehallarla.Entoncesempecéagritarparaquealguienvinieseyfuecuandounossoldadosaparecieron en la ventana... El resto, ya lo sabéis... Pero os juro por elTodopoderosoqueyonomatéalesclavo.Al-Hakencerrólosojosycallóunosmomentos,intensamenteconcentradoensuspensamientos.Luego,volvióahablar.—Hasdichoquecuandodespertasteelcerrojoestabaechado.—Sí,miseñor.—¿TeníasalgoencontrademiamadoHemnéSudri?—No,miseñor. Unesclavonegroyaviejo,queestaba juntoa lossoldadosqueguardabanaRodrigo,seechóalsuelodeprontoanteelasombrodetodos.—¡Oh!¡EmirdelosCreyentes!¿Medaispermisoparahablar?—Hazlo,sitienesalgoqueverconestejuicio. —YooíalmozárabeamenazarundíaaHemnéSudri.Fueenelzocode la

almedina.EstabanjuntosalladodelcuchitrildelzapateroIsmael.Ningunomevio. Pero oí como el mozárabe decía entre dientes: «¡Te mataré, esclavo; temataré!»—¿Esesocierto?—preguntóelcalifa.—Sí,miseñor,loes.Peroeraunaformadehablar.Nolohubierahechonunca.¡Nunca!—¿Porquéleamenazaste?AcabasdedecirquenadateníascontraSudri.¿Quésecretasrencillashabíaentrevosotros?¿Esalgorelacionadoconelasuntoquetecomentóestatarde?—Sí,miseñor.—¿Ysiguesdiciendoquenohablarásdeél?—Nomepidáiseso,miseñor.Elcalifavolvióacallarybajólosojosdenuevo.Meditóunosinstantes.—Tengolasentenciaysurazonamiento—dijodespuéssolemnemente—.Oídtodos:nadiepudoentrarenesahabitación,puesestabalallaveechadapordentroy corrido el cerrojo. Podría ser cierto que te hubieras dormido, arquitecto,inclusoenmediodeunaconversaciónquesereferíaatuhonor...Yque,mientrasestabasdormido,miamadosiervoHemnéabrieselapuerta,alguienentraseylemataracontudaga.Mas,¿cómohizoesesupuestoasesinoparasalirdespuésyvolveraecharelcerrojopordentro?Hayunaventana.Peroporloshuecosquedejansusrejasesimposiblequequepaelcuerpodeunhombre.Asípues,nadiemásquetúpudoacabarconlavidademiamadoSudri...Ytudaga...Tudagatedelata como culpable. No tanto por el hecho de que esté ahora clavada en elcorazóndeSudri,sinoporquela llevastea lacita.¿Cuándosehavistoqueunarquitecto vaya armado a una reunión? Eso evidencia, por lo menos, unaintenciónanómala.—Señor,teníamiedo.—¿Dequé?—HemnéSudrinomeinspirabatotalconfianza. —Jamás hubo nadie más noble e inofensivo, y eras tú quien le habíaamenazado.Talvezteayudemuchocontarelasuntoqueosuníauosseparaba...—Esonolorevelarénunca,miseñor.Aunquemematéis. —Está bien; escribid—les dijo a los judíos que tomaban nota de todas laspalabras a su lado—: condeno a este hombre, cristiano y bien tratado por unpueblo que profesa la religión verdadera, a morir decapitado de inmediato.Añadid que lo hago con un dolor de corazón que no deseo a nadie. Porqueamabaalquehasidomuertovilmente,yteamabaati,RodrigoSantibáñez.Nosólo porque te creía de una naturaleza noble y fiel, sino por el méritoirreemplazabledetutrabajoenlaampliacióndelagranmezquita.Dadmepara

firmar—lesdijoalosescribanos.Elmozárabehabíapalidecidodetalmodoquesurostroparecíadecera.Dabalaimpresióndequequeríahablar,perolaturbaciónleimpedíaarticularunasolapalabra.—Señor—intervinoentoncesHantal—,mehabéistraídoaquíparadefenderamiamigoynomedejáisningunaoportunidad... —Es cierto, es cierto. Pero, ¿acaso tiene alguna defensa? De acuerdo. Nofirmaréhastaescucharte,siéseestudeseo.LaexpresiónaceradadelosojosdeHantalrevelabaquesucerebrotrabajabarápidocomoelrelámpago.Asuvez,elcorazóndeFernandolatíacomosidentrodesupechoretumbasencientambores.—Mimuyamadoseñor—empezóelsabioHantal—,esverdadquevoshabéisjuradofidelidadabsolutaalajusticiaqueenseñaelCorán.—Asíes. —Y un juramento no puede hacerse a medias. No puede hacerse mediojuramentoounjuramentoenparte.—No. —Este hombre dice que es inocente, y yo le creo. Puede estar diciendo laverdad.—Esimposible.Laspruebascontraélsonconcluyentes. —Perodecidme,miseñor,¿nocabe la remotaposibilidaddequehayaalgoquenohemosdetectado,algúndetalle insignificante, inclusounprodigio?¿Noes cierto que sólo podríamos asegurar con toda certeza que Rodrigo era elcriminalenelcasodehaberlevistoclavarladagaenelcorazóndeSudri?Elcalifadudó.—Sí,quizás...—¿Levioalguienclavandoladaga?—No.—Puessiesasí,hayunapartededudaenlasentencia.YvuestrojuramentodefidelidadalajusticiadelCoránnoseríacompleto.Sóloseríacompletosiladudanoexistieseenabsoluto.Yesoesimposibleenestemomento. Al-Haken II, unode loshombresmáscultivadosygenerososde su tiempo,volvió a callar durante unos instantes.En su semblante se leía la lucha de lossentimientosmáscontradictorios.—¿Quépropones?—dijoalfin. —Dejad en suspenso vuestra condena sólo durante diez días, mi señor, ydadme credenciales para investigar con toda libertad esta muerte en sus másmínimos detalles. Si no consigo demostrar que Rodrigo es inocente en esetiempo,queseejecutevuestrasentencia.

—¿Quéharemosmientrastantoconél?—Dejarlelibre. Unmurmullo de incredulidad rebotó en los artesonados de la sala. HantalIdrissisiguió: —Señor,yorespondodeélbajo juramento.Osaseguroquenosserámuchomás útil en libertad que en las mazmorras. Y no olvidéis que casi resultaimprescindible para que los trabajos de la gran mezquita se terminen en eltiempoprevisto.Quesigaensupuesto;siqueréis,vigilado...Elcalifa,conlabarbaapoyadaensuspuños,meditóduranteunosmomentosque parecieron eternos. La expectación en el lujoso salón era tanta, que seescuchabaelrepiqueteodelalluviaenlosestanquesdelpatio.—Seaasí—dijoalfin—.Ledejolibrebajoturesponsabilidad,ytútambiéntendráslibertaddemoverteenelalcázarsinrestricciones.Exceptoporelharén.Paravisitarlo,si loprecisas,necesitarásmipermiso.Elmozárabe,noobstante,seráapaleadoconelrigorqueindicalaley.SudelitoesocultacióndehechosalEmirdelosCreyentes.Yotracosa:túcomprometestupalabraporél,peroesono impide que pueda escapar de Córdoba y del reino... Sé que tiene unaprometida de nuestra religión llamada Sulaima. Esa muchacha quedará comorehénenestealcázarhastaquetodoseresuelva.Quelabusquenyledenbuenaposentoconlasdemásmujeres.—¡No!—casigritóRodrigoaloírlaúltimadecisióndelcalifa.ElEmirsehabíaincorporado.—Escribidlodichoyhacedlocumplir—dijo,dirigiendounamiradageneralaloshombresquedebíanejecutarsusmandatos.Inmediatamente,conairecansinoyencorvadoporlapesadumbre,seretiróasus aposentos seguido por la cohorte que le rodeaba de continuo como unenjambredemoscas.Almismotiempo,losguardiasquecustodiabanaRodrigolesacabandelasalaconbrusquedadparacumplirlapenadeapaleamiento.Enelsaloncito,sóloquedaronunaguardiadecincohombres,elmédicoysuhijo. —¿Le..., le van a pegar?—dijo Fernando, que temblaba de pies a cabezadespuésdecuantohabíavistoyoído.—Desgraciadamente,sí.Peroluegoquedarálibre.Anda,tranquilízate.—¿Yquéharéisahora? —Empezar a trabajar en estemomento.Vamos a la habitación del crimen.Quieroverlaendetalle.Yalmuerto.—Pero,¿nonecesitáisningúnpapelqueosdépasofrancoatodaspartes?—¡Esverdad!Quizásselehayaolvidadoalcali...Pero,enaquelmomento,unfuncionariojovenconairesigilosoapareciódesde

unrincón.Llevabaunpapelconlatintaaúnfrescayelsellodelcalifa. —Tomad, señor—dijo el funcionario—. Este salvoconducto os permite elacceso a todas las estancias del alcázar,menos a las cámaras del tesoro, a losarchivossecretosyalharén.Encasodequenecesitéisveralgoenellos,deberéisconsultarloalcalifaatravésdemipersona.—¡Vamos!—dijoHantalIdrissiaFernando,casiarrancándoleelpapeldelasmanosalfuncionario.

4CONpasotanvivoqueFernandocasinopodíaseguirle,HantaiIdrissisalióalmomentodelsalón.Susmuchosañosvisitandoelalcázarlepermitíandirigirsesin vacilaciones hacia la zona del palacio donde se hallaba la habitación delcrimen. De todos modos, las continuas encrucijadas de corredores y pasillos leobligaronapreguntarmásdeunaveza loshombresquemontabanguardiaenesquinasolugaresestratégicos.Yanollovíayparecíaqueenelalcázartodoelmundohubiesedejadodehablar,abrumadosporeltrágicosuceso.Sóloseoíaelmúltiple gotear de aleros y canalones por los patios. La iluminación de lospasillos, proporcionada por aisladas lámparas de aceite, hacíamás tétricos losespaciosde la fortaleza.Sóloprovenientedealgún lugarsubterráneoy remotodeledificio,Fernandoescuchóalgoquelehizodetenersealarmado.Erangritosdesgarradoresdealguienqueparecíaestarsufriendotortura.—Pa...,padre...Esosgritos,¿serándevuestroamigo?¿Leestaránpegandoya?—Sí,esposible.¡Oh,nopienseseneso!Asídebeser. Porfinsehallaronfrentea laentradadelcuartodondesehabíacometidoelcrimen.Aambos ladosde lapuertadescerrajadahabíadosguardias,aquienesHantalmostrósusalvoconducto.Apenaslomiraron.—Pasad.Tenemosórdenesdequeseáisrápidoenvuestrasinvestigaciones.Elcalifa desea rendir enseguida honores extraordinarios al eunuco. Muchos delalcázarquierenveniraquíencuantoterminéis.Fernando,apenasentrevioelcuerpodeSudritendidoenelsuelo,seescondiótrassupadre.Habíavistoyavarioscadáveresocasionalmente,noenbaldeerahijodeunmédico,peroaquél ledabamásmiedoque losotros;conelcráneocompletamenterapado,unatúnicablancahastalospiesyaquelloquesobresalíadesupechoensangrentado:lacruzformadaporlaempuñaduradeunadaga.Laestanciadesprendíaunintensoolorahierbasaromáticassecas.Iluminadaapenasporunalamparillaapuntodeextinguirse,eraellugarmástristeyopresivoquepodíaimaginarse. Elmédicoempezóamoverseconrapidezportodalahabitación.Suvistadelincecaptóenunosinstantestodocuantohabíaallí.Comolageneralidaddelashabitacionesmusulmanas,aunenlascasasricas,aquellapequeñaestanciateníamuypocosmuebles.Alaizquierda,mirandodesdelapuerta,estabalaventana.En el rincón del fondo, a la derecha, se veían tres almohadones, dondeseguramente estuvieron sentados Rodrigo y Sudri. En el centro de los

almohadoneshabíaunamesabaja. —¡Padre,mirad!—exclamóFernando—.Unpasteldehojaldrecomoelquehemostomadonosotros.—Yalohevisto.Ytambiénquesecomieronmásdelamitad...Fernandosequedófijoenelpastelyechóunamiradadereojoalmuerto.¡Padre!—volvióaexclamar—.Eleunucotienepintadaunamanchaamarillaenlafrente.—Tambiénlohevisto.Fernandoibaaresponderalgo,perosupadresehallabayaenotroextremodelahabitación.Estabaparadodelantedeunaespeciedearquetaaltaymirabacongranatenciónciertoobjetoquehabíasobreella.Fernandoseaproximó:—¿Quées?Encimadelmueblehabíaunacajitadeplomo,cuadrada,conlatapalevantada.Hantalobservabaconcentradoloquecontenía.Erapinturaamarilla,aúnpastosa. Con un giro brusco, el médico se volvió para irse decididamente hacia elmuerto. Se arrodilló junto a él y comenzó una detallada inspección visual portodo su cuerpo: la cara, las manos, las vestiduras, los pies con sandalias. Seagachóaúnmásparaobservarsumanoderecha.—Fíjate,Fernando,tambiénenlapuntadelosdedostienemanchasamarillas,perodeuntonomásdébilqueenlafrente.Yhayseñalesamarillasenlatúnica,comosisehubieselimpiadolasmanosenlateladespuésdeusarlapintura...Noentiendonada.¡Guardia!Fernandosequedósorprendidoantelaimprevistallamadadesupadre. —¿Quéocurre,señor?—dijounode losvigilantesqueguardabanlapuerta,asomandolacabeza.—¿Podríaisproporcionarmeunzurróndebuentamaño?—Lointentaré.Elvigilantesilbódesdesupuestodeunmodopeculiar. Mientras, elmédico, colocado en el centro de la habitación, hacía extrañasmedicionesvisuales:sumiradaibadelaventanaalmuerto,delmuertoalrincóndelosalmohadones,altecho,alosrincones;lomismoquesicalculaseposiblestrayectoriasdeproyectiles invisiblesoalgoparecido.Deprontosearrodillódenuevojuntoaleunucoyobservóladaga. —Mira esto, Fernando: la daga penetra recta en el pecho, sin ningunainclinación,comosielasesinohubieseasestadoelgolpedefrenteyconSudriderodillas.—¿Cómo?Noosentiendo.Hantal,mostrandounaextraordinariaviveza,sepusoenpiecasideunsalto.—Arrodíllate.

—¿Yo?—Sí. El muchacho obedeció. Luego, simulando empuñar un arma imaginaria,HantalhizoungestoenérgicodeataqueaFernandosinllegaratocarle.—¿Loves?Sóloencontrándosederodillaslavíctimaesposibledarungolperecto con una daga, siempre que el agresor y el agredido tengan una estaturaparecida.Yésteeselcaso.HabíaunarmariopequeñoqueHantalinspeccionódeprisa.—SólohayropadeSudriyunosmanojosdehierbasaromáticassecas.Nadaimportante.Despuésvolvióaarrodillarsejuntoaleunucoy,sinmáspreámbulos,agarrólaempuñaduradeladaga.—Pero,¿quéhacéis? —Retirar estamaldita arma.Nadiemejorqueunmédicoparaello. ¡Por lasbarbasdelProfeta!Estáincrustadaafondo...Hantalsepusorojomientrastirabahaciaarribadeladagaconlasdosmanos.—¿Os...,osayudo?—No,no.Hummm...¡Ya!¡Oh!Elhombrequedioestegolpeteníaunafuerzabrutal...—Puesvuestroamigonoparecetanfuerte...—Bueno,según.Colocadoenunasituaciónfavorable...Comotehedicho,conlavíctimaderodillas. —Señor, aquí teneis la bolsa —dijo uno de los soldados entrando en lahabitación.Selaacababadetraerunniñoesclavonegro.—¿Ossirve?—Sí,sí.Gracias. Después, siempre con movimientos rápidos, cerró la cajita de plomo queconteníalapinturaamarillaylametióenelzurrón.Lomismohizoconelpastelyladaga.—¡Vámonos!—dijoantelasorpresadeFernando.—Padre,¿noseosolvidaalgo?—¿Lallave?—Sí. —No está aquí. Más que la buscó Rodrigo en su desesperación, no lapodremosbuscarnosotros...Estáfuera.Quienfuese,laarrojóporlaventana.Nocabeotraposibilidad.Ahoramiraremos.Detodasformas,carecedeimportanciaencontrarlaono.Altraspasarlapuerta,sedirigióalguardiaconquiensiemprehabíahablado.

—Quesecomuniquealdivinoal-HakenquesuamadosiervopuederecibirloshonoresquemerececuandonuestroEmir locreaoportuno.Ahora,necesitounfarolyunamulaparavolveracasa.—Creoqueesoosloproporcionaránenelreténdelaguardia,alaspuertasdelalcázar.Nosotrosnopodemosabandonarestepuesto,aghá.Elvientoazotabaconfuerzaenlacaranortedelalcázar.Bajolaventanadelahabitaciónfunesta,yalolargodetodalaextensafachada,corríauntupidosetodealigustre.Fernandoencontróprontolallaveentreelfollaje,mientrassupadrealumbraba con un gran farol que le costaba trabajo sostener. Había quedadoenganchadaentrelaespesurayquedabaocultaaunaprimeramirada.Huboqueapartarhojasyramasparadarconella.Hantallaechótambiénalabolsa.—Todocorrecto—dijo. Poco después, avanzando junto a la parte interior de la muralla, Hantal yFernandoregresabanacasaenunabuenamulaquemarchabaal trote.La lunahabía salido entre los últimos celajes de la tormenta y una agradable brisahúmedarefrescabaelrostrodelosdosjinetes.—¿Tenéisprisa,padre?¿Porquévamosaltrote?—Yoiríaalgalope.Sí,tengoprisa.Quierosaber... Hantalnosiguió,comosicomplicadascavilacioneslehubiesenhechocallarenmediodelafrase.Alentrarenlavivienda,vieronaHukienelpatio.ElesclavodeHantalestabamediodormido,sentadoenelsueloyapoyadoenunacolumna.Apenaspercibióla presencia de su amo, se puso en pie adormilado. Era un hombre de unostreintaycincoaños,bereber,enjutoyconunabarbatancortaquenosesabíasierabarbaoquenosehabíaafeitadoenvariosdías.Todosuportedelatabaesacondicióndesiervofielque,sinembargo,nohaperdidosudignidad.—Señor,estabainquieto...—Acuéstate,Huki—dijoHantalcasisindetenerse—.Notenecesitaréyveoqueestáscansado.—He...,heoídorumoressobreuncrimenespantoso.Enelalcázar...—Sí,asíes.Yovengodeallí.Mañanatecontaré.Anda,veteadormir.—Gracias,miseñor—respondióHuki,alavezqueseretirabahaciaelinteriordelacasa.—Ytúacuéstatetambién,Fernando.Yotengoquehaceraúnalgunascosasenlacueva.—¡Oh,señor!Laverdadesquecontodoloquehapasado,notengoelmenorsueño.Dejadmebajarconvos.Además,mañanaesviernesynohayescuela...—Estabien;vamos. Momentos después, estaban descendiendo por las escaleras del agobiante

obradordelsabioHantal.Unavezabajo,encendiódeprisaloscandilesycolocólabolsaencimadeunaviejamesaabarrotadadelibrosypapelesdesordenados.Sacósucontenido.Buscóalgoporaquíyporallá,hastaqueFernandovioquetraíaensusmanosunatablillademaderapulidayunbisturí.Tambiénloscolocósobrelamesa.Abriólacajitaqueconteníalapinturaamarillay,tomandoconelbisturíunapoca,laextendiósobrelatablillahastaquefueunadelgadaláminadecolor. Acercó la nariz para oler la pintura. Luego la observó con una lente.Tambiéntomóunapizcaconeldedopulgaryelíndiceylosfrotóentresí,comosicalibraseladensidaddelapasta...—Esunamarillonatural,sí.Noesdealquimia...Peroyonoloconozco.Nosedapornuestroreino...—dijocomosihablaseparasímismo.—¿Yquéconclusiónsacáisdeeso?—preguntóFernando,untantoadmiradoporlasoperacionesdesupadre.—Ningunaporahora.Perosídospreguntas:¿PorquéteníaHemnéSudriunamarcadeesteamarilloenlafrente?¿Dedóndesehatraídoelcoloryparaqué?—¿Yesoesimportante? —¡Quién sabe! Intenta pensar tú también en lo que puede significar esamancha.Yahora...Probaremoselpastel.—¡Oh,señor!¿Quédecís?Yonocomodeeso.—No,no.Túno.Loprobaréyo.—Pero,¿paraqué?—Nolosébien.Algomerondaporlacabeza...Mientrasdecíaesto,HantalIdrissiyahabíatomadounbuentrozodepastelylomasticabadespacio,tragandoconevidentedesagrado,puesnuncalegustaronlos dulces, y menos aquél. Conforme iba consumiendo porciones de hojaldrerelleno, permanecía con los ojos entornados, o los cerraba, como si estuvieseconcentradodeltodoenlasreaccionesinternasdesuorganismo.Estasituaciónseprolongóunratonodemasiadolargo.Fernandoleobservabasinpestañear.Depronto,Hantalsellevólamanoalafrente. —No..., no te asustes, Fernando... Pero, pronto... Pronto... Voy a perder elsentido.—¡Padre!¿Quéospasa?¡Huki! —No, no llames a nadie...No ocurre nada... Tranquilo.Me voy a dormir...Sólo eso... Luego despertaré. Sí... Lo que yo pensaba... Ese pastel... Ya... Yasabemos queRodrigo no hamentido al decir que se durmió...Acércame esasmantasparaquemeeche... Fernando corrió a coger unasmantas que se veían debajo de un fregadero.Llegóatiempoparaquesupadrepudiesetumbarseenellas.—Pero,padre,¿estáisenfermo?

—No...Sólo...Mevoyadormir...Sí,esepasteltienedentro...—¡Unnarcótico!—exclamóFernando.—Mucho...Comoparatumbaraun...Auncaballo...Sí,auncaba...HantalIdrissinopudoarticularunapalabramás.Pocodespués,elsilenciodela misteriosa estancia sólo era perturbado por los profundos ronquidos delmédico. Fernando,muynervioso,buscóportodaspartesalgoqueecharalsueloparatumbarse.Encontróunaviejapieldecorderoenunrincónylacolocójuntoalasmantasdondedormíasupadre.Setumbóallado,conlavistafijaenelrostrodelmédicoyeloídoatentoa su respiración irregular, vigilandoasustadoel sueñoartificialdelapersonaquemásqueríaenelmundo.

5Aaquellamismahora,lasmujeresdelbarriodelosorfebresmiraronatravésde las celosías de sus ventanas y los hombres salieron a la calle. Les habíaalarmadoel ruidode soldadosquegolpeabancon fuerza lapuertadel callejónsin salida que cerraba el barrio. Tras la tapia que cortaba la calle se veía elresplandor de teas y faroles y se escuchaba ese ruido abrupto que forma lacaballeríamilitar.—¡Abridennombredelcalifa!¡Abridenseguidaoecharemoslapuertaabajo!Unesclavodelintendentedelosorfebresvinocorriendoparaabrir.Sehabíareunidoallímuchagenteyelmiedoylasorpresasereflejóentodaslascarasalaparecerlossoldados.Unmilitarenjuto,decejasmuynegras,preguntóavoces:—¿CuáleslacasadelorfebreRachidalFarisi? La muchedumbre, entonces, se desplazó calle abajo y dobló la primeraesquina.Muchosdedosseñalaronunafachadapróximadeaspectosencillo.Enseguidaaparecióporsupuertaunhombredepelocano,sinbonete,contodaslastrazasdehabersevestidoapresuradamente.Laslucesdelossoldadosiluminaronconuntonorojizosusojosespantados.—¿ErestúRachidalFarisi?—dijoelmilitar.—Yosoy,miseñor.¿Qué...,quéqueréisdemí?Mitrabajoymicasasonmisúnicoscuidados...¿Quéhehecho? —Venimos por tu hija. Se llama Sulaima, ¿no? Y es la prometida de unarquitectomozárabe.—Sí,sí,miseñor.Peroella,¿qué...?—Órdenesdelcalifa.Lapidecomorehén.—Pero,¿rehéndequién,miseñor?¿Porqué?—Vamos,sácalapronto.Nopuedodecirmás.¡Traedlasilla! Momentos después salió a la calle una jovenmuy tapada y temblorosa. Sumadreapareciódetrás,presadeunaccesodehisteria,golpeándoselosmuslosylacaraentregritosdesgarradores.—Acomodaosenlasilla—ledijoelmilitaralamuchacha.Lamultitud,iluminadaporlasantorchasyfaroles,observabaconunsilenciotemeroso,ysussombrasseproyectabanaungrantamañoenlasfachadasdelascasas.Lamuchacha,cuyosvestidosintentabaagarrarsumadre,entróenlasilla,unaespeciedepequeñocamarínconcuatrovarasparaportarlo.Unsoldadocorrióen

seguidalascortinillasylajovenquedóocultaatodaslasmiradas.Deinmediato,cuatroesclavoscogieronlasvarasdelsencillovehículoysedirigieronhacialasalidadelbarriocasialacarrera.Elfragordelossoldadossealejóconruidodearmasycorreajes.Todoocurriómuydeprisa,comosihubierasidounsueño.Elbarrio se convirtió después en un vasto rumor de comentariosmedrosos, y lamuchedumbre se congregó en torno a la casa del orfebre al Farisi.El hombresóloatinabaadecir«¿porqué?,¿porqué?».Dentro,losalaridosdesesperadosdelamadrecortabanelairecomouncuchillo. HANTAL IDRISSI se incorporó de pronto hasta quedar sentado sobre lasmantas.Vio a Fernando profundamente dormido a su lado. Se sentía un pocomareado, pero perfectamente lúcido. Tras unos instantes de desconcierto,recordó todos los sucesos de la noche anterior.Almomento oyó golpes en lapuerta situada al final de la escalera. Seguramente esos golpes le habíandespertado. —¡Aghá Hantal! ¡Aghá Hantal! Es media mañana... ¿Os ocurre algo, miseñor?EralavozalarmadadeHuki,acostumbradoaquesuamoselevantaraconelsol.—¡Yavoy,Huki!Nomepasanada.Voy...ElmédicozarandeósuavementeaFernando.—Vamos...Despierta,muchacho.Haymuchoquehaceryestarde. —¿Eh?¿Qué..., quépasa?—dijoFernando incorporándose tambiéncon losojosmuyabiertos.—¡Elpastelconnarcótico!Medormí.¿Recuerdasya?—¡Oh,escierto!¿Cómoestáis?—Estupendamente.Unligeromareo,quesevapasando,ynadamás.Elmédicoyaestabadepieyhusmeabaentrelamultituddefrascosqueteníarevueltosenunanaquel.Alfin,dioconelquebuscaba,unopequeñodecristalambarino,yloguardóentresusropas.—Vamosarriba.Pocodespués,Hantalhacíasusablucionesyoracionesmatinalesconbastanteprisaysindemasiadaatención.Rápidamente,salióaljardínquerodeabalacasa.Allímerodeóporárbolesyarbustos, recogióunascuantashojasdeunsauceylasmetióensubolsa.Fernandoibadetrásdeélobservandoconcuriosidadtodolo que hacía. No preguntaba nada porque sabía que, cuando su padre estabaconcentradoenalgo,lemolestabanmucholaspreguntas.Luegosedirigióhacialacalle.Enlapuertadelatapia.Han-tailedijoaHuki: —Novolveréentodoeldía.Sivienealguienabuscarme,dilequenosabesdónde estoy, ni cuándovoy a regresar.Si es algún enfermograve,mándalo al

sabioBenBarra.Despuéscomenzóacaminarapasomuyvivohaciaelcentrodelaciudad.—Padre,¿adondevamosahora? —A casa de Rodrigo. Supongo que ya le habrán llevado allí después delcastigodeanoche.ElbarriodelosmozárabessehallabahaciaelnortedeCórdoba,másalládelajudería.Despuésdeatravesarun laberintodecallejasestrechasmuyanimadas,salieron al zoco que llamaban de «los ladrones». Era una plaza rodeada depequeñastiendas,unasjuntoaotras,dondeseofrecíantodaclasedeproductos:telas, tapices y alfombras, orfebrería, cerámica, armas, perfumes, cestos. Losbereberesbajabande lasmontañasy colocabanallí sus tenderetesparavenderhortalizas, y por todas partes, yendo y viniendo, se veían borriquillos muycargados,asícomoperrosygatosquehusmeabanporelsuelo.Habíacuchitrilesdezapaterosyguarnicioneros,yentodaslastiendecillasotendereteslosclientesregateabancon loscomerciantes.Diseminadosporelcentrode laplaza,yconcorrillosdecuriososasualrededor,había faquires,encantadoresdeserpientes,adivinos,astrólogos,equilibristasocontadoresdecuentos.Fernandoseasomóaun corrillo, en cuyo centro, sentado sobre una alfombra vieja, le llamó laatención el imponente aspecto de un anciano de ojos azules y barbas blancasmuy largas, que eraunnarradorde cuentos.Resultabamás impresionante aúnporque llevaba un gran turbante, tocado que no se usaba por aquel tiempo enCórdoba.CuandoseasomóFernando,estabaempezandounrelato.Lonarrabadespacio,cambiandodevozsegúnlassituacionesylospersonajesquehablabanparahacerlomásmisterioso.—Oh,sabedquehubounavez,haceaños,muchosaños,unhombrehumildequevivíaenElCairo.¿Ysabéisquéleocurría?Todaslasnochesteníaelmismosueño... Se le aparecía un hombre de barbasmoradas que le decía: «Coge unhatocontuscosasymárchateaBasora...Allíencontrarásuntesoroqueteharáricoentrelosricos...» —¡Fernando!—oyóa su espaldaelmuchacho,mientrasunamano le cogíaconfuerzaporelbrazo.EraHantalIdrissiconcaradepocosamigos. —¿Cómoesque tequedasembobadoconesashistoriassabiendoque tengoprisa?¡Hetenidoquevolversobremispasosparabuscarte!Anda,corre.Fernandoseseparódelcorroadisgustoysiguióasupadre.Trasatravesarunatupida red de callejuelas y entrar en una que tenía muchas macetas en lasventanas,Hantalsedetuvofrenteaunacasadeaspectosencillo. Llamódiscretamentealapuertay,pocodespués, trasescucharseunospasosquedos aproximándose, asomó la cabeza de un hombre medio calvo, con los

pocospelosqueteníarevueltos.Susojosestabanenrojecidosporelllanto. —¡Oh, aghá Idrissi! ¡Al fin llegáis! ¡Mi hijo os esperaba! Está muymaltrecho...Leacusandeuncrimenhorribleylehanmolidoapalos.¿Quéhahecho,miseñor?—Tranquilo;yocreoquenadamalo. La casa era sencilla, pero con las comodidades que se podía permitir unarquitecto de al-Haken. Se escuchaban lloros en el interior. En un rincón delpatio central había una puerta abierta. Cuando Hantal Idrissi la traspasó,precedido por el padre, contempló un espectáculo lastimoso: Rodrigo estabatumbado en un jergón de poca altura, boca abajo, rodeado por sumadre, doshermanosmásjóvenesyunahermanapequeña.Teníalaespalda,loshombrosylos antebrazos llenos de laceraciones y marcas rojizas hinchadas, algunassangrantes,acausadelosgolpesrecibidoslanocheanterior.—¡Oh,señorHantal!—dijolamadre—.¡Hacedalgopormihijo!¡Semevaamorir!¡Élnohapodidomataranadie!—No,nosevaamorir.Dejadmeunalmirez,pronto—respondióelmédico—.Yunpocodevinagre.Voyaprepararleunascataplasmas.LuegoseacercóaRodrigo.—Calma,tevoyacurarysealiviarántusdolores.—¡MiseñorHantal!Me...,medieronveintepalos...Creíquememataban.—Esperaunmomento.HantalIdrissicolocóelalmirezsobreunamesa.Echódentrolahojasrecogidaseneljardínyunaespeciedesemillasquellevabaensubolsa.Sobreestovertióun chorrito del líquido que contenía el frasco ambarino sacado de la cueva.Luegolomachacótododuranteunosminutoshastaformarunapasta.—Padre,¿quéhabéisechadoahí?—preguntóFernando.—Aguaconmiel,hojasdesauceycabezasdeadormidera.Máselvinagre.Esolecalmaráeldoloryayudaráaquelaheridacicatrice.Después,sirviéndosedelosdedos,aplicólamezclaconmuchoesmerosobrelaspartesdañadasdeRodrigo.—Ahorasetecalmaránlosdolores—dijo.LamadrellevóunajofainaconaguayunpañoparaqueHantalselavaselasmanos.Después,elmédicosesentóenunabanquetajuntoasuamigo.Sevolvióhacialafamilia.—Querríahablarconélasolas.Todossalieroncallados,peroadisgusto.—¿Yotambiénmevoy,padre?—dijoFernando.—Quédate.ElmédicosedirigióaRodrigoconuntonosuaveytranquilizador.

—¿Sabes? Ya sé que nomentiste al decir que te habías dormidomientrashablabasconeleunuco.Rodrigolemiróconexpresiónconfundida.—¿Cómolosabéis?—Elpastel...Sudriteofrecióunpastel,¿noeseso?—Sí;elpastelquemásmeagrada.—Comoamí...—dijoFernando.—Callaahora—leatajóelmédicomuyserio—.Esepastelconteníagrandesdosisdeunnarcótico.—¿Unnarcótico?—Asíes.Loheprobadoenmímismo.¿Comistemucho?—Sí,laverdadesquebastante.Mientrashablábamosfuitomandotrozossindarmecuenta.—¿YSudri?¿Comió?—No...Nosé...Quizásalgo.Peromuypoco.Nopodríaasegurarlo.—Oye—siguióHantal—.Yosoytuamigosinceroyconocesmicarácter.Sécallar como unmuerto cuando es preciso, sobre todo si eso sirve para que sehaga justicia. ¿No puedes revelarme a mí ese asunto secreto, tu misteriosarelaciónconSudri,queteatrevisteaacuitaralcalifa?¿Tangravees?—Mucho.Nomepidáiseso.—Pero,¿atañeatuhonorverdaderamente?—Sí.Amihonoryaldeotrapersona.—¿Quépersona?¿Melopuedesdecir?Sóloeso. Rodrigodudóunos instantes.Sucara reflejabaeldolorque leproducían lasheridasylasdudassobresidebíapronunciaronounnombre.—Atañetambién...alhonor...del...,delcalifa.—¿Deal-Haken?¡PorlasbarbasdelProfeta! —Sí. Y no me pidáis que añada nada más. Me hacéis sufrir. He juradofidelidadalapersonadelEmirydivulgarloqueséseríalastimarsudignidadysureputación.Porfavor.—Estábien;estábien. Hantalcallóunos instantesyfijósuvistaenelsuelo,comosiporsumentepasaranmil ideas distintas sobre qué inimaginable asunto unía aRodrigo y alcalifa que lastimase el honor de ambos. ¿Y qué significaba el esclavoHemnéSudri en medio de todo? Era un jeroglífico que resultaba incomprensible. Sehabíapuestoenpieybuscabaalgoentresusropas.SacóladagadeRodrigo.—Toma.Telahetraído.Ladejóenlamesa.—¿Aver?Acercádmela,porfavor.Hantalcolocóelarmacercadelacaradelmozárabe.

—¡Ah!Melahanestropeado.Ylateníaenmuchaestima.—¿Estropeado? —Aquí...Elpomode laempuñadura.Estámachacado,comosi lohubiesengolpeadoconunmartillo.—¿Ah,sí?—dijoHantalmirándolaconatención.—Sí. —Entonces...,me gustaría retenerla unos días.Quiero observar ese detalle.¿Puedollevármela?—Desdeluego.—Vendréacurartetodaslasmañanas.Yparatenerteinformadodeloquevayaaveriguando.Creoqueenunasemanaestarásbien.Vamos,Fernando.Porlatarde,juntoasuhijo,HantalasistióalasexequiasdeHemnéSudri.Elprotocolodelacortenopermitíaqueaunesclavoselehiciesenunosfuneralescomohubieradeseadoal-Haken.Noobstante,asistiópersonalmentealentierroconotrosdignatariosdelacorteyordenóqueSudridescansaraensucementerioprivado,unterrenojuntoalafachadatraseradelalcázar.Latardesetornóoscuraytormentosa.Eleunuco,sobreunasparihuelas,ibaenvueltodepiesacabezaenunsudarioblanco.Sobreel lugarqueocupaban losojos, lanarizy laboca,sehabíanvertido,comoeraritual,tresgotasdeambarderretido.Lecolocaronenlatumba sobre el costado derecho, mirando hacia La Meca. Y se rezaron lasúltimasoracionescuandounvientohúmedosellevabalashojasmarchitasdelosárbolesylaslágrimasaflorabanalosojosdeal-Haken. Después, todosvolvieron al palaciopara celebrar la cena funeraria.En estacenadebíaleerseelCoráncompleto.Paranohacertanlargoyfatigosotalrito,ellibro se leía por partes durante noches sucesivas, en las que se servían otrastantascenas.Altérminodeaquelprimerbanquete,elEmirsedirigióatodosconpalabrasescuetas:—Dignidadesreligiosas,nobles,militares,siervosyesclavos:estáprevistoquemañana llegue a Córdoba el general Yamal al-Katib. Trae cuantiosos botinesdespuésde laúltimaaceifadeesteañopor tierradecristianos.Pesea lapenaque nos abruma, le recibiremos con todos los honores, pues los merecen susbrillantesserviciosamipersonayatodoslosfielesdeAlá.Porlanoche,seguirálacenafunerariaenhonordelnobleHemnéSudri.Mientrasdecíaestoelcalifa,HantalcuchicheabaenvozbajaconFernando.—Esdifícil;peroloprimeroquetenemosquehacerahoraesinvestigarsobrelavidaprivadadeSudri.Nosemeocurreotracosa.Ahídebeestarlaclavedetodo.—Pero,¿cómoloharéis?Parecequeeramuyreservado,ynoteníaniamigosniparientesenCórdoba...

—Nolosébien.Hablaremoscon losotroseunucosal serviciodelharén.Obien...Enfin,algoplanearé.Vepensandotútambién.Peroyocreoqueéseeselcaminoaseguir. Fernando, que estaba a reventar de tantas golosinas y pasteles como habíatomado, se puso a pensar enseguida. Jamás había visto reunidos en unamesatantosmanjaresexquisitosyatrayentesalavista,elolfatoyelgusto.Susojosnohabían perdido detalle de las caras y las vestiduras de los nobles y altosdignatarios, de las armas y uniformes de los soldados, de las copas de vidriofinísimoolasbandejasdeoro,delosmovimientosdecuantossiervosestabanenaquella salaohabíancirculadoporella...Ypensóque,enunanocheyundíaacompañandoa supadre,habíaconocidomáscosasnuevasqueen loscatorceañosanteriores.

6 AL día siguiente, muy demañana, Hantal Idrissi se dirigió al alcázar sinFernando y pidió ver al joven funcionario que le había entregado elsalvoconducto. Aguardó unos momentos en una estancia cercana a la puertaprincipal y, en seguida, apareció el diligente palaciego, muy atildado ycircunspecto. —Desearía hablar con todos los eunucos del harén—dijo Hantal tras lossaludosderigor.—¿Contodos?Sonunosveinte.Veintitrésjustamente.—¿Veintitrés?Nocreíquehubieratantos...Pero,bien;hablarécontodos.—¿Juntos? —No, no. Uno a uno. Si pudiera utilizar una salita discreta a la que ellosfuesenbajando...Eljovenfuncionario,quecarecíadebarba,pensóunosmomentos.—Sí,enelpatiodelasfuenteshayunsaloncitoquecreoosservirá.Venid. El funcionario atravesó el primer patio del alcázar, y tras cruzar varioscorredoresyestancias,llegóaotromuyfresco,llenodefuentesypalmitos.Enun ángulo, al fondo, se abría una puerta que daba a un pequeño salón conalmohadones, alfombras, un par de arquetas y varios maceteros. A Hantal lepareciómuyadecuado.—Yolosiréavisandoybajaránunoauno...Aguardadaquí.¿Queréisqueossirvanalgunabebidaoalgodecomer?—Sinoosincomoda,tomaríaunacopadeaguadeazahar.Elprimereunucoqueentróenlasala,todovestidodeblancoenseñaldelutoyconelcráneorapado,eramuygruesoymiróaHantalconojosdesconfiados.—Sentaos—dijoelmédico.Elhombreobedeció. —SabéisqueelcalifamehadadocompletalibertadparainvestigarsobrelamuertedeSudri,yquerríahacerosalgunaspreguntasacuantosservíaisconélenelharén.¿Osimportacontestarme?Elotrohizoungestonegativoconlacabeza. —Estábien...Veamos:¿sabéisalgosobrelavidadeSudrifueradelalcázar?Quierodecir,siteníaamigos,parientes...—No,miseñor.Apesardeconocernosyamuchosaños,yonosénadadeélenese sentido, ni creo que lo sepan mis compañeros —respondió con una vozatipladaqueparecíademujer—.Sudrieramuyreservado;apenashablabacon

nosotrosdecosasquenoestuvieranrelacionadasconeltrabajoenelharén.No;yonoconozcoquetuvieraningúnamigofueradelpalacio.Parientes,seguroqueno.Losgermanoslecapturaronaélsolo...YsololotrajeronaAl-Andalus.—¿Cuálerasutrabajo?—Eraelintendentedetodosnosotros.—Vuestrojefe,digamos. —Sí.Perotambiénteníauncometidopersonalconcreto,queeralaguardayserviciodeBouchra,lafavoritadenuestroEmir.—¿Yenquéconsistíanesoscuidados?—Serviralaseñoraentodoloquedeseara...Eraelintermediarioentreellayel califa: buscary traerle losvestidos, perfumeso cosméticosquepedía...Lascomidasdiarias...Proporcionarlelibros,entretenerlaconsuconversaciónsiellalopedía...Traerdanzarinasuorganizarfiestasenelharéncuandoloordenaba...En fin, hacerle toda clase de servicios o recados. Unas cosas, las resolvía élpersonalmente.Otras,selasencargabaaesclavosdemenorrango.—Habéisdichoque«guardaba»aBouchra.¿Quésignificaeso?—Esosignifica,enrealidad,vigilarla.—¿Vigilarla?¿Dequé?Enloslabiosdeleunucosedibujóunasonrisaburlona,comosilapreguntadeHantallepareciesellenadeingenuidad. —¡Ah, mi señor! Ya sabéis que el hombre muy enamorado es celoso. Ynuestro Emir no es una excepción. Sudri dormía en un cuarto contiguo al deBouchra,tansóloseparadoporunascortinas.Yvigilabasusmovimientos. —Ya... Parece que Sudri tenía toda la confianza de nuestro señor, el Emir.¿Hablabaconélamenudo?—Sí.Aveceslellamaba.Y,enocasiones,lasconversacionesseprolongabanmuchotiempo.Talvezdemasiado...—¿Quéqueréisdecircon«demasiado»?—Nadaenparticular.Pero...Talvezseaunaqueja.Otrostrabajamoscontantafidelidad al califa como Sudri y nunca nos mostró la misma deferencia...Además, ¿no creeis que la dignidad suprema de al-Haken sufría mengua algastarsutiempoconalguienque,alfinyalcabo,sóloeraunesclavo? Hantal Idrissimiró fijamente a los ojos de su interlocutor y dudó antes dehacerlasiguientepregunta.—¿CreeisqueSudriteníaenemigosentreloshombresdelharén?Tambiéneleunucodudóencontestar.—No.Enemigos,no.—Enemigosno;perosídespertabaenvidias,¿noeseso?—Puedeser.

—Estábien;podéisretiraros,sinotenéisnadamásenparticularquedecirme.CuandoHantalIdrissillevabaentrevistadosacincoeunucos,estuvoapuntodecortar aquellos interrogatorios, puesto que los cinco, sin excepción, lecontestaronaproximadamentelasmismascosasqueelprimero.Y,noobstante,haciendounesfuerzodevoluntad,continuócontodoslosquerestaban.Pensabaquetalvezalgunopodríadecirlealgonuevo,unasolapalabrareveladora,algúndetalle significativo. Al llegar el mediodía, el funcionario sin barba, atento atodoslosdetalles,ordenóquesirvieranalmédicounafrugalcomida.Esdecir,loqueHantalpidió.Ycuandodespidióalúltimodeloseunucoserayaentradalatarde y se sentía cansado, con ganas de caminar al aire libre y decepcionado.Ningúneunucohabíadichonadadistintoqueelprimero.YHantalpudosacardos conclusiones claras, ya fueradel palacio,mientras sedirigía al zocode laalmedina,dondehabíaquedadoconFernando.Primero:HemnéSudrino teníaun solo amigo en Córdoba, ni dentro ni fuera del alcázar; tampoco parientealguno.Segundo:muchosde los compañerosdel harén, por nodecir todos, leenvidiabandebidoaltratoespecialconqueelcalifaledistinguía. Absorto en sus pensamientos, Hantal se encontró de pronto recibiendocontinuos empujones de unamuchedumbre formada por hombres y chiquillosquecorríanvociferanteshacialaentradadelaalmedina.—¡Pero,¿quépasa?!¡Cuidado!¡Eh,mibonete!¡PorlasbarbasdelProfeta!—¡Padre!EraFernando,quetambiénibamediocorriendoenlamismadirecciónquelamultitud.—Pero,¿quéocurre?—exclamóHantalIdrissicolocándosebienelbonete—.¿Quéalborotoeséste,eh? —¡Señor, es que llega el general al-Katib con todo su ejército y el puebloquiereverle!Venid.¡Yonopiensoperdérmelo!HantalyFernandoseacercaronalamasadegentequeseagolpabafrentealaspuertas de la segunda muralla. En aquellos momentos, entre dos filas deapretadosespectadorescontenidosporsoldados,lafiguradelgeneralYamalal-Katib hacía su entrada en la almedina. Iba rodeado de soldados a pie queatronaban el aire aporreando unos tambores enormes. Abriendo camino, ungigante de brazos hercúleos untados de aceite portaba un gran estandarte coninscripcionesdelCorán.Eraevidentequeelgeneralsehabíaacicaladoaconcienciaparahaceraquellaentrada triunfal. Llevaba sus prendasmilitares de cuero bien engrasadas y losmetales relucientes: el sol de poniente sacaba en su casco brillos quedeslumbraban.Eraunhombredeunos treinta y cinco años, deporte gallardo,conunabarbanegracomoelcarbónquedelatabaunteñidoreciente.Montabaun

nervioso caballo africano. Tras él venía la caballería en pleno, lo mismo delimpia y reluciente. Los jinetes formaban dos filas y, en medio de ellos,avanzabanhastacienmuíascargadascongrandesfardosycofresdondellegabaaCórdobaelbotíncobradoenlaaceifa.Elpasodelgeneralyelcuantiosobotíneran las dos cosas que más enardecían a la muchedumbre. De este botín,divididoencincopartes,cuatrolescorrespondíanalossoldadosyunaalcalifa.Cerrandoelcortejomarchabanlospeones,tambiénformadosendoscolumnas.Entre ellos caminaban hasta unos treinta cristianos de aspecto lastimoso,encadenadosunosaotroscongrilletesligerosycuyodestinoeralaesclavitud.Aquíyallá,entrelaturba,algunostiposconpintadetruhanesinsultabansinpiedadalosprisioneros.—¡Esindignante!—murmuróHantalentredientes,enarcandolascejas.—¿Elqué,padre?—Esosinsultosalosprisioneros...¡Bastantedesgraciatienenya! Elgeneralal-Katibpasabafrentealmédicoenaquelmismoinstante.Hantalentornólosojosypareció taladrarel rostrodelmilitar.«Altivo,ambicioso,sinescrúpulos»,pensóparasí,haciendounrápidoretratodelalmadeaquelhombre.Yfueentoncescuandounamanodura,comosifuesetodadehuesos,seposópordetrásenunhombrodelmédico.Hantalvolviólacabezacomounrayo.Asuespaldaestabaunancianoderazanegra,alquereconociódeinmediato.Eraelesclavoque,duranteeljuiciodeRodrigo,habíadeclaradocómoleoyóamenazaraSudrifrentealatiendadeunzapatero:«¡Temataré,eslavo;temataré!».—¿Quéquieres?—ledijomuyserioHantal.—Señor,perdonadmiinsolencia.—Habla.—Señor,yosirvoenelalcázar...—Sí,teconozco.—Esoaligeralascosas.Hesabidoque...Pero,¿porquénovenísalatabernade Huzail? En aquella puerta. No es un lugar para vos, pero allí podríamoshablartranquilos.—¿Dequé?—Deloquehabéisestadobuscandotodoeldíaenvuestrointerrogatorioaloseunucos.Hantallemirófijamenteduranteunossegundos.—Vamos.Pocodespués,enciertocuartoreservadodeuntuguriosucioyangosto,llenodegentedemalatraza,Hantal,elesclavoyFernandoocupabanunamesa,bajouncandilquecolgabadeltecho.Frenteaelloshabíaunajarradehorchataytrescuencos.Fuera,lamayoríadelaclientela,pesealaprohibicióndelCorán,loque

bebíaeravino.Laconversación,apesardeestarenunahabitacióncerrada,semantuvoenvozqueda.—Señor—dijoelesclavo—,séquehabéisestadogranpartedeldíahablandocon los eunucos del harén, tratando de saber algo sobre Sudri... Yo quizás ospuedadeciralgunacosa...—Teescucho.—¡Oh,señor!,soyunesclavoyaviejo.Ydesdequeerajovenheidojuntandoconmuchossacrificiosunospocosdinaresparacomprarmi libertadalgúndía.Perosinomedoyprisa,esedíanoloverénunca.Losaños...—¿Cuántoquieres?—Loqueavuestraliberalidadleparezcabien.—Habla.Nollevodineroencima.Perovecuandoquierasamicasayrecibirásturecompensa.Siemprequeseaimportanteloquemedigas.—Esimportante,señor.—Puesbien...—Yo,señor,conozcoaunhombrequeestimabaaSudridecorazónyquenoesdelserviciodelalcázar.UnhombrequeviveenCórdobaysindudaospodrácontarcosasdesuvidaquenadieconoce.—¿Quiénes?—preguntómuyexcitadoHantal.—¿ConocéisaljudíoSamuelibnSaprut?—No. —Vive en la calle de las Palomas; es prestamista. Sudri le visitaba confrecuencia.Ypermanecíahorasensucasa.Alsalir,elviejoSamuelledespedíasiempreconmuestrasdelmayorcariño.Deloquededuzcoquenoibaasucasaporcuestionesdedinero...—¿Ycómosabestútodoesocontantodetalle?Elesclavonegrocallóunosmomentos.—Porqueyo,señor,cuandoSudrisalíadelalcázar,teníalaordendeespiarle.Estosólolosabéisvosyquienmeloordenaba.—¿Espiarle?—Sí,miseñor.Esaeralaorden.—Orden,¿dequién?¿Dequién?—interrogóHantalcadavezmásexcitado.—¡Oh,señor!,AláesmisericordiosoyvossoisunfielsiervodeAlá...Yoyasoyviejoy...—Tedarémásdinero;sigue.—¡Oh,gracias,miseñor!Séquesoisgenerosocomopocos.Gra...—¡Habla,vamos!¿Quiénteordenabaespiarle?Elesclavodijounasolapalabra,quedejópetrificadoaHantalIdrissi.—Bouchra.

—¿Quédices?¿Bouchra?¿LafavoritadelEmir?—Asíes,miseñor.Aláqueestáenloaltolosabe.Y,porelcielo,jamásdigáisanadiequeestohasalidodemiboca.Correríapeligromivida.

7AHORA,vete—ledijoHantalalesclavonegro,unavezqueseratificóensuasombrosadeclaraciónylediolasseñasprecisasdeljudío—.Quieroquedarmeaquíunratoconmihijo.—Comogustéis,miseñor.Yasabéisdóndeestoysimenecesitáis...Yelviejoesclavonegroseretiróhastalapuertasinvolverse,caminandohaciaatrásyhaciendoreverenciascontinuas.—¿Porquénoshemosquedadoaquí,padre?—dijoFernandoapenasestuvoasolasconelmédicoenellóbregoreservado—.¡Oh!EstáiscasipálidodespuésdehaberoídolodeBouchra. —Sí, me ha sobresaltado. No lo esperaba. Fíjate: el califa tenía toda laconfianzadelmundoenSudri.PeroBouchrano.Bouchralehacíavigilar.¿Porqué?—Esmuyfácil.Hantalentornólosojosparaescucharasuhijo.Sintió,alavez,ungrangozo,alcomprobarquequizásteníaunarespuestarápidaparaunproblemaintrincado.—¿Ah,sí?—Sí,padre.BouchrahacíavigilaraSudriporqueellahacíaohacealgomaloque tal vez el eunuco sabía.Ymandabaque le espiasen para conocer en todomomentoconquiénse relacionaba fueradelalcázar,aquiénpodíacontarle susecreto...—Algomalo...—dijoHantalcasiparasímismo.Yestuvounbuenratocallado.—Bueno,padre,¿quéhacemos?Nomegustaestesitio.¿Iraveraljudío?Séqueestáispensandoeneso.—Enefecto;esloquevamosahacer.Perodebemosaguardaraquíhastaquelanochecaigadeltodoylascallesesténdesiertas.Nomegustaríaquenadienosviesemerodear por la casa del prestamista. Demodo que Bouchra hace algomaloqueSudrisabía...—Esocreoyo,señor.¿Nopodríaisaveriguarlopormediodelaastrología,conunadeesascartasdelosplanetasylasconstelaciones? —¡Oh, no! La ciencia de las estrellas sólo advierte sobre sucesos muygenerales,nosobredetallesconcretos. —¿Me enseñaréis a conocer los augurios del cielo, padre? Me gustaríamuchísimo.—Puesclaro.Teenseñarátodoloqueyosé,miFernando.Pocoapoco.

Alahoraqueloscristianosllamabandecompletas,dossombras,unamásaltaymenoságilquelaotra,sedeslizabanporlasdesiertascallejuelasdelaaljamaobarriojudío.Sehabíalevantadounvientohúmedoquesilbabaporlasesquinasyamenazaba de nuevo tormenta. Los callejones eran tan estrechos a veces que,abriendolosbrazosencruz,sepodíantocarlasdosfachadas.Lascasastenían,enlapartequedabaalacalle,lapequeñatiendaotallerdeljudíoquevivíaenella,puestodossededicabanaalgúntipodeoficioartesanal.Algunos,además,eranprestamistas.PeroSamuelibnSaprut,alparecer,eraunodelospocosquese dedicaban sólo al préstamo de dinero con interés y la venta demercancíasfinasaplazos.LajuderíasehallabamuycercadeltuguriodondeHantalyFernandohabíanestado,alladodelagranmezquitayelalcázar.Demodoqueprontoestuvieronantelamodestaviviendadeljudío.Eraunacalleangostaysilenciosadondetodoel mundo parecía dormir. La casa tenía una sola ventana y, a través de suscelosías,sefiltrabalavacilanteluzdeunalamparillaodealgunavela.—Estádentro—dijoHantalalvereldébilresplandor.—Elesclavonoshadichoquevivesolo,sinfamilianisirvientes.Alomejorseasustaynonosabre. —Sí; amíme abrirá. Le diré que cumplo unamisión encomendada por elEmir.Además,conoceráminombre. Hantal llamó a la puerta con dos o tres golpes discretos. Pero ningunarespuesta nimovimiento se escuchó dentro.Repitió la llamada golpeando conmásfuerza,aunquetambiénconprecaución,temiendoalarmaralosvecinos.—¿Quéhacéis,padre?—dijoFernandoalverqueelmédicobuscabaalgoporelsuelomedioatientas.—Siencontrasealgúnchinarroparadarconélenloscristales...Fernandoleproporcionóenseguidauno.Metiendolamanoentreloslistonescruzados de la celosía, elmédico golpeó repetidamente con la china sobre losvidriosemplomadosdelaventana.Tampocohuborespuesta. —Padre,¿ysiestáalotroladodelacasaynonosoye?Quizásseadurodeoído. La parte trasera de la casa daba a otra calle paralela. A la luz de la luna,tuvieron que efectuar un buen rodeo hasta llegar donde querían. Ahora seencontrabanfrentealatapiaaltaquecerrabaelcorraldelacasaporlapartedeatrás,enuncallejónaúnmásestrechoqueelotro.Porélsólocorríantapiasdecorrales.Apenasavanzaronunosmetrosjuntoalmuro,Fernandosedetuvo.—¡En,padre!¡Mirad!Lapuertafalsaestásincerrar.Hantalseacercó.Lapuertecillasehallabamedioabierta,dejandopasofranco

alcorral,algoimpensableaaquellashorasenlamoradadeunjudíoprestamistaquevivíasolo.Elmédicodudó.—¿Entramos,padre?—Quizásseatemerario...Puedehaberdentroladronesogentepeligrosa.Estoesmuyraro...Pasaréyo.Túesperaaquí.—No,no,padre;yotengoqueirdondevosvayáis. Instantes después, con paso sigiloso, Hantal y Fernando penetraban en elcorral.A la luz de la luna se veían las siluetas de hasta cinco o seis higuerascuyasramaszarandeabaelviento.Enelcentro,seadvertíalasombradelbrocaldeunpozo.Alfrente,teníanlafachadatraseradelavivienda. —Ahí debe de estar la cocina —dijo Hantal—. ¿No ves un poco deresplandor?—Sí,ylapuertatambiénestáabierta.—¡AgháSamuel!—llamóHantalamediavoz. Nadie respondió.Y,entonces, sin tenerlas todasconsigo, se fuerondespaciohacialacocinaypenetraronenellaconlasmayoresprecauciones.Elresplandorqueseveíadesdeelcorralprocedíadelhogar,dondeelrescoldodeunasbrasashacíahervirelaguadeunolla.Habíaunamesamuygrandeyuncandilapagado,quecolgabadeltecho.—Enciendeelcandilenlasbrasasyvamoshaciaelinteriordelacasa—ledijoHantalaFernando. Avanzaronmuy arrimados el uno al otro por un pasillo desnudo al que seabrían habitaciones sumidas en la oscuridad. Se guiaban siempre por elresplandordeunaluzquedebíadeestarencendidaenunaposentoquedabaalacalle;laqueelloshabíanvistodesdelafachadadelantera.Y,depronto,seencontraronfrentealapuertadelcuartoiluminado.HantalyFernandosedetuvieronenelumbral.Estabanviendouncuchitrilestrechoquedesprendía olor a trastos viejos hacinados. Sobre la únicamesa que había allílucía en una palmatoria el último cabo de una vela. Vieron rápidamente queaqueltabucoestabatanarebosardeestanterías,arquetas,libros,papeles,cajasyarconesqueunapersonaapenassepodríamoverporél.Perosusojossehabíanclavadodesdeelprimermomentoenotracosa:inclinadosobrelamesa,comosise hubiese quedado dormido con la cabeza apoyada en los brazos, había unhombreviejo,conelcasquetedelosjudíosenlacoronilla,largasbarbasblancasalgosuciasylanarizaguileña.Hantaldiounpasoalfrenteenseguidayacercósucabezaaladelviejo.—Señor...—ledijocasialoído—,señorSamuelibnSaprut...Elhombrenohizoelmenormovimiento.Entonces,elmédicolepusolamanosobre el hombro con la intención de zarandearle suavemente.Mas, apenas le

empujóunpoco,elcuerpomenudodelviejoseempezóadesplomarlentamentehaciaelsuelo.Fernandoestabaalotrolado.—¡Cógele,Fernando!¡Sederrumba!Amediocaminodelpavimento,elmuchachologróatraparlacabezadeaquelhombre,evitandounrudogolpecontraelpiso.Hantalsólotuvoqueversucaramacilentaparaconvencersedeloquetemía.Letumbaronconcuidadosobrelaslosasrojasy,rápidamente,elmédicoaplicósuorejaalcorazóndelanciano.Luegoletomólospulsos.—¡Oh!¡Maldición!¡Maldición!—¿Es...,estámuerto?—Sí,desgraciadamente.Muerto.Elmédicolepalpóconprisasportodaspartes.Lepusodecostadoymirósuespalda. —Nohayseñalesdeviolen... ¡Ah,sí! ¡Síque lashay,Fernando!Mira,ven.Acerca la palmatoria. En el cuello... Esas moraduras horribles... Unos dedoscriminaleshanpresionadobrutalmentelagarganta.¿Loves? Fernando, con los ojosmuy abiertos, sólo tuvo fuerzas para asentir con lacabeza.—Estehombrehasidoestrangulado.Ysusasesinoshandebidodehuirporelcorral.—Pe...,peroquizáshanentradoporlapuertadelacalle...—EntoncesleshabráabiertoelpropioSamuel.—¡Oh,señor,vámonosdeaquí!VuestrasesperanzasdesaberalgosobreSudriparecequesehanacabadoy...—Aguarda,aguarda.Talvez... Hantalsehabíaincorporadoyahorabuscabafrenéticamenteportodaspartessinsaberacienciaciertaqué.Abrióarquetasycajones.Habíamuchoslibrosdecontabilidadllenosdeinfinitaslistasdenúmerosminúsculos,balanzaspequeñaspara pesarmonedas y joyas, los instrumentos empleados para saber la calidaddel oro o las piedras preciosas, toda clase de cajitas, tinteros, plumas... Losmuebles estaban llenos de polvo. De pronto, Fernando llamó la atención delmédico.—Padre,miradloquehabíaenestearcón.Lemostrabauncartapacioatadoconcintas.ApenaslovioHantal,seprecipitósobreFernando. —¡Pergaminodecolorpúrpura! ¡Está llenodehojasdepergaminopúrpura!¡Sóloseusaenpalacio!¿Cómoesposible?Conmovimientosnerviosos,desatólascintasyretirólagruesatapadecueroquecubríalaspáginasdetonorojizo.Susojossequedaronabsortoseneltexto

árabeescritoenlaprimerahoja.—¿Leestúloqueyo,Fernando? —Padre, aquí pone «TESTIMONIO DE LA VIDA, SUFRIMIENTOS YCONGOJAS DE HEMNÉ SUDRI, ESCLAVO DEL EMIR DE LOSCREYENTES,NUESTROAMADOSEÑORAL-HAKENII,CONTADAPORÉLMISMO».Hantalpasólaprimerapáginaconrapidezyensurostrosereflejósúbitamentelasorpresaeinclusolairritación.Luegoabrióelbloqueporvariaspartesy,trasunarápidaojeada,locerróconviolencia.—¡Oh,porunalegióndedemonios!Todoloquesigue,loquenosinteresaanosotros,estáescritoenunoscaracteresyunalenguaquenoconozco.—Señor,serálalenguanataldeSudri.Eslavooalgoasí.Pero,vámonosya;nomegustaestaraquí.—Nosllevamoselcartapacio.—Padre,¿noesesounrobo?—Sí,peroAlámeperdonarásinduda.QuizásdeesteescritodependelavidadeRodrigo.—¿Yeljudío?¿Lodejamosasí? —Está bien como está. Lo descubrirán en cuanto amanezca. Nosotros nodebemos dejar rastro alguno de nuestra presencia aquí. Nadie debe saber queestuvimosenestacasayquetenemosestecartapacio. Ataron de nuevo las hojas con rapidez y, en unmomento, estaban otra vezcruzandoelpatiodelashigueras.Antesdesaliralacalleseasegurarondequenadie rondaba por las cercanías.Avanzaron deprisa bajo relámpagos cada vezmáscegadoresyfrecuentes,azotadosporunvientoquesellevabalosfaldonesdelalbornozdeIdrissi.—Padre,hayquebuscaraalguienquetraduzcaesosescritos.—¿Yquién? —Algunapersonadelalcázar.Haymuchoseslavosenel serviciodelcalifa,¿no? —Sí, pero lo que pone aquí, y nuestra presencia en casa del judío, y todocuantoqueremosquequedeocultopor ahora, lo sabríamediaCórdobaalotrodía. Caminaban de prisa y, cuando se encontraban ya fuera de la aljama,comenzaronacaer lasprimerasgotasde la tormenta,gruesascomogarbanzos.Hantalmetióelcartapaciobajosusvestidurasparaquenosemojara.—Detodasformas,mañanatratarédeveralcalifa.Porque,¿quiénhamatadoaljudío?—Porloqueseve,sabíademasiadascosasdeSudri.

—Y hay alguien que quiere que eso quede en el silencio. Resultaimprescindiblehacerunacosa,Fernando.Algograve...—Mefiguroloquepensáis.—Simelodices,sabréquetuinteligenciaesdignadecuantoesperodeti.—Bouchra.QueréishablarconBouchra.—¡Esoes!Pero,¿cómo?Tengoquepedirlepermisoalcalifa,masocultándolelosmotivos.Sólovepor losojosdeesamujer.¿Lediréquesospechoalgodeella?No,¿verdad?TampocodebesaberqueelesclavonegrovigilabaaSudri...Habráquehilarfino. —Padre, vos siempre lo decis: «hay que saber caminar por el filo de uncuchillosincortarse».Sabréishacerlo.Hantalmiróasuhijoconsuspicacia.¿Leestabadandoleccionesunchicodecatorceaños?Elgozotraspasósucorazón;bueno,aquelchicoerasuhijo. Pero dejó de pensar pronto.La lluvia se desencadenó entonces como si loscielosabriesentodassuscompuertas.Elaguacorríaporlaspendientesformandoviolentos arroyos terrososy el silencio era completo en todas lasviviendasdeCórdoba.Cuando llegaronasucasa,HantalyFernando ibancaladoshasta loshuesos.Sefuerondirectamentealsaloncitodelpatiodondecomíanysolíanestarmástiempo, mientras Huki recogía el albornoz del sabio, hacía preguntas y lesllevaba paños a fin de que se secaran. Con dedos nerviosos, Hantal volvió adesatarelcartapacio. Yunanuevaydesagradablesorpresa lecondujo rápidamenteaungradodeirritaciónque su rostro casi tomóel tono rojizode lospergaminos: apesardellevarlo resguardado, el agua del chaparrón había borrado la tinta en grandesfragmentosdelastresprimeraspáginasdelmanuscrito. Dio tal puñetazo sobre la mesita baja, que derribó el candelabro al suelo,mientrasunjuramentogolpeabalosoídosdeFernandocomounlatigazo.Jamáspensóqueaquellopudierasalirporlabocadesupadre.

8 FROTÁNDOSE las manos con suavidad, el circunspecto funcionario queatendía a Hantal cuando iba al alcázar, hablaba con cortesía en la sala decostumbre.—Losiento,agháIdrissi,perolasórdenesdenuestroEmirnoofrecendudas.Nodebemolestárselebajoningúnpretexto...—¿Aunqueelmotivoseagrave?—Notengocapacidadparadiscernirloqueesgraveonoparaél.Sóloséquesumandatoesése:nomolestarle.LascejasdeHantalseenarcaron.—Naturalmente,nosesabecuándobajará.—Miseñor,cuandoelEmirsubealharénnuncaesposiblehacerprevisionessobrecuándovolveremosaverle.Puedenpasarhorasodías... Aquellamañana,al-Haken,mientrasrecibíaaunosembajadoresdelreinodeLeón,sintióquelamelancolíatraspasabasucorazónhastaelfondo.LamuertedeSudrilehabíallenadodetristezalosdosdíasanteriores.Peroahora,mientrasel embajador leonés hablaba sin que él pudiese concentrarse en sus palabras,notó que la aflicción se adueñaba de su alma y que necesitaba consuelo.Entoncespensóenelharén,ensusesposas,concubinasoesclavasynotóqueallípodría encontrar lenitivo para su desencanto. Despidió a los embajadores conciertaprecipitaciónyordenóaunesclavoqueanunciaraenelharénsupresenciainmediata. Ascendió lasescalerasquedabanalpisoaltodelalcázarcomosi lecostasetrabajo arrastrar su cuerpo. Antes de llegar al inmenso salón donde todas lasmujeres le aguardaban, ya había penetrado en su olfato la mezcla de densosperfumes que exhalaban de continuo las dependencias femeninas: almizcle,esenciasderosas,violetas,limonesosándalo;elpenetrantearomadelámbar. Dos siervos abrieron las cortinas de una espléndida estancia alegrada porfuentes y plantas. Todas las mujeres aguardaban con la cara descubierta,envueltas en sus finos mantos de sedas de colores vivos: púrpura, amarillos,azules. Permanecían maquilladas, peinadas y engalanadas de continuo por siaparecía el Emir. Las joyas más deslumbrantes brillaban en aquel aposento.Muchasteníanlaspalmasdelasmanosylasplantasdelospiespintadasderojoconalheña.Encuantoaparecióelcalifa,unahermosísimamuchachadiounpasoalfrente.Sudensacabelleradeunrubiopajizolellegabahastalacintura.Demovimientos

armoniososysuaves,suestaturasobrepasabaladeal-Haken.Lapieldelajoven,blanca y tersa, resplandecía entre las demásmujeres. Tenía los ojos azules, lanariz recta y unos labios rojos que parecían dibujados con una punta de platamuyprecisa.Suexpresióndulceescondíaunmatizdefrialdad.EraBouchra. —¡Oh,mimuy amado señor!Venid, sentaos.Vuestra presencia nos llena atodasdegozo. Más que sentarse, al-Haken se derrumbó en un blando lecho de cojinesdispuestosparasupersona.Todas lasmujeressesentaronentonces tambiénenlos innumerables almohadones que rodeaban el lugar reservado al Emir. Sequedócomoabsorto,mirandoal frente conaire ausente.Boucha, zalamera, sesentóasuladoapoyandoelbrazodesnudoenunapiernadelcalifa. —Mi amado señor, ¿qué os pasa? Por vuestro semblante, siempre lleno devida,cruzaahoralamelancolíamásintensa.Ysospechoquehabéissubidoaquípara olvidar vuestra pena... ¡Vamos Saida, Fadila,Narysh!Cantad las tonadasquemásagradananuestroseñor. Las tres muchachas, acompañándose ellas mismas por sendos raveles,iniciaron con voces de ángel unas coplas cuyo tema eran alegres historias deamor. —¡Ah,miseñor!—dijomuyprontoBouchra—.Veoquevuestrosemblantesigue sombrío y que las hermosas canciones no consiguen apartar vuestrapesadumbre. ¡Callad!—ordenó a las cantoras—. ¿Qué queréis? ¿Danzarinas?¿Algúncuento?¿DeseáisquecuenteunahistorialahermosaAmitha?Al-Haken,distraído,acaricióeldensoyonduladocabellodeBouchra. —¿Tienes túalgoquepedirme?—dijo—.Quizásdarosalgomealegremásquerecibirlodevosotras...—Ah,puessí,miseñor.Lohabíamoscomentado.Mirad:atodasnosgustaríaqueconvocaseisalosmejorescaballerosdelreinoparaunasjustas.Hacemuchotiempoquenogozamosdetangallardoespectáculo.Yhemospensadoqueahoraesunbuenmomento,cuandohanllegadolastropasdelgeneralal-Katib.Losojosdeal-Hakenquizássealegrarontenuemente.—Llamadauneunuco.Casialinstante,aparecióunhombreenlaestancia.—Comunicaalcondestable(3)queconvoquejustasparadentrodetresdías;enlas riberas del río, como de costumbre. Ya sabes lo que nos place: ataque abaluartes,encuentrosacaballoentrecaballeros,tiroconarco...EleunucodesaparecióyBouchrasiguióhablando. —Veo, señor, que eso os ha avivado algo el espíritu y vuestra rápidadisposiciónparaordenarlomehacenpensarqueseospasavuestramelancolía...Peronodeltodo.Hayunjuegoqueosgustaydeleita...

—¿Lospoemas?—Sí.¿Empezáisvos?Eljuegodelospoemasconsistíaenqueelcalifaimprovisabalosdosprimerosversosdeunacuarteta,yalgunadelasmujeresdebíaterminarlaconlosdosquefaltaban, tambiénimprovisados.Ganabaladamaqueprimeroacertabaconunabuenacontinuaciónyelcalifaseveíaobligadoahacerleunregalo.Esteregalosolía consistir en una joya de gran valor cuando los versos le agradabanespecialmente. Si nadie respondía o lo hacía con versos vulgares, eran lasmujeresquienesdebíanentregarlealgunaprendaalcalifa.Eljuezeraélmismo,gran aficionado a la poesía.Al retirarse del harén, el Emir siempre se dejabasobre los almohadones las prendas ganadas por él, de modo que las mujeresnuncaperdíannada.—Bien,empezad,miseñor—dijoBouchra. El Emir, pensativo, giró la cabeza y miró con aire triste a través de unaventana. Abajo, a unas trescientas varas, se veía discurrir el Guadalquivirpasando bajo los arcos del puente romano. El día era soleado después de latormenta de la noche anterior. Una brisa suave rizaba las aguas del río. Depronto,sinvolverlacabeza,al-Hakendijolosdosprimerosversos:«Labrisaconviertealríoenunacotademalla». Lasmujeres semiraron unas a otras, cuchichearon entre sí, se removieron,pero parecía que ninguna era capaz de continuar aquellos dos versos. Fueentonces cuando, surgiendo del grupo de damas que ocupaban los últimoslugares,aespaldasdelcalifa,seescuchóunavozlimpiadetimbreprecioso:«Mejorcotanosehallacomolacongeleelfrío».Sevioalpuntoquedoschispasdeluzbrillabanenlosojosdelcalifa.Volviórápidamentelacabeza.—¿Quién?¿Quiénhasido?¿Quiénharematadolaestrofacontantahermosuraytimbretanmelodioso? Las mujeres giraron la cabeza y algunas de las que estaban tras el califainclinaronelcuerpohaciaunladoparadejarlibrelamiradadesuseñor.Detrásde todas, junto a una columna, al-Haken descubrió la figura de casi unaadolescente.Susnegroscabellos,muylargos,brillabanalaluzdeunventanal,ypermanecíaconlamiradabaja,presadelazoramiento.ElEmirentornólosojos.Eraunpococortodevistaynolaveíaconprecisión.

Peroadivinabaunafiguraesbeltadehermosuradelicadayfina.—Ven,acércate...Ponteaquídelante—dijo. La muchacha se incorporó y avanzó temblando entre las mujeres hastacolocarseanteelcalifa.—¡Arrodíllate!—ledijoBouchraconungestoinesperadodondeseadvertíalasoberbia.Lamuchachaobedeció.Elcalifa,antesdedecirnada,deslizósuvistadespacioporunodelosrostrosmáshermososylimpiosquehabíavistonunca.—¿Quiéneres?Noteconozco.¿Cuálestunombre?—Sulaima.Señor,desearíacubrirme.—Hazlo. Un murmullo de asombro se extendió entre las mujeres. No sólo por laatrevida petición de lamuchacha, sino también por la concesión del Emir. Lajovenseechósuvelosobreelrostro.—Sulaima...Mesuena.¿Quiéntehatraídoaquí?—Miamadoseñor,eslarehénquepedisteis—seadelantóBouchracontonodespectivo—.LatrajeronlanochedelamuertedeSudri.—¿Ycómovaasí?—¿Cómo,miseñor? —Susvestidosvulgares,sinaderezos...Unacriaturatanhermosamerecelasmejoresprendasylasjoyasmásresplandecientes.Quetraiganvestidosyalhajasparaella. Bouchrahizoungestocon la cabezaaunade lasmujeres,que saliómediocorriendodelsalón.—Yahora,dime—siguióelcalifa—:¿Cómoteencuentrasaquí?—Desesperada,miseñor.Deseovolverconmispadres.—Melastimadecirtequeesonoesposibleporahora,criatura.Perotejuroqueharétodoloposibleporquenoañoresnada.¿Eresbientratada?—Nolosé,miseñor.Nosécómoeseltratoaquí. En aquel momento, cinco eunucos pasaban al salón. Entre dos de ellos,llevaban un arcón por el que rebosaban las sedas y brocados de innumerablesvestidos.Losotros tresportabanotros tantoscofresdemenor tamaño.Todolodepositaron a los pies del califa. La piel de Bouchramostraba la palidez queprovoca la iracontenida.Elcalifaabrió loscofresybuscóenellos.Metiósusdedos finos en elmás pequeño y sacó un deslumbrante collar de oro en cuyocentrolucíaelmisteriosocolorgranatedeltopacio.—Toma,estuyo;queadornelabellezadetucuello.Yescogelosvestidosquemástegustendeestearcón.Ylasjoyasquedesees.

Lamuchacha,sinlevantarlosojostraseltenueveloquecubríasurostro,nohizounsolomovimiento.—Miseñor—dijo—,nopuedoaceptarnadadeloquemeofrecéis.Nosoyniesposa,niconcubina,niesclavavuestra.Soyunarehén.Nohayningunacausaparaque reciba regalos.Tengounprometidoalqueamoyaquienvoshabéisordenadomartirizar.Nadacogeré—terminóconfirmeza. Al-Hakenmantuvo sus ojos fijos en ella conuna expresión ambiguadondedestacabalaadmiración.—Noteobligaré.Noeramiintenciónofenderte.Miregaloeselquehacemossiempre a la ganadora del juego de los versos. Los que tú has dicho eranhermosísimos.—Niaunasí,miseñor.—Estábien.permíteme,almenos,quepuedaexpresartemiadmiraciónportuhermosuray tusensibilidad.Tambiénpor tuvalentíaaldecirmeloquemehasdicho.Tecomprendo.Debessaberquehasalegradomiánimodecaídoyque,sifuerapormigusto,jamásabandonaríasestealcázar.—Retírate—leordenóBouchra,ysereclinósobreelcalifaconlosademanesmásseductoresquesabíaponeren juego—.Miseñor,¿nomehabéisofendidoconhalagostanexageradoshaciaunaplebeyaquesóloesunaprisionera?—¡Oh,miBouchra,miBouchra!¿Celos?—Talvez,miseñor.¿Noosapeteceríaestarahoraasolasconmigo?Ospuedocontaralgunascosasdeesamoza... AQUELLA TARDE, mientras Fernando hacía sus deberes escolares en elsaloncito de estar, Hantal Idrissi, con el ceño fruncido, medía sin parar lahabitaciónconpasostanlargosquemásbieneranzancadas.Deunladoaotro,deunladoaotro.Sedetuvoenseco.Habíadesaparecidosuexpresiónhosca.—¡Miamigo!—exclamó.Femandolevantólacabezaydejólaplumaensuspensoparamirarle.—¡Miamigo,elsabioBenBarra!Quizásél...—¿Quélepasaavuestroamigo,señor?—Mira,creo...,creorecordarqueélaprendióeslavo.—¿Eslavo?¿Cómo?—Esunpolíglota.Apartedenuestralengua,sabeperfectamentegriego,latín,hebreo,romancecastellanoynosécuántasmás.Yundíamecontóque,mirandoaunodesussiervoseslavosenunmomentodeocio,seleocurriólaideadequeleenseñasesuidioma.Loqueyanoséessiesepropósitollegóabuentérmino.

¡Anda,vamos!—¿AcasadelagháBenBarra?¿Ahora?—Ahoramismo.—Peronoheterminadomisdeberes.—Bueno...Ejem...YocreoquetevaaaprovecharmásconoceraunhombretanextraordinariocomoBenBarra.Mañana...Sí,mañanatedaréunanotaparatu maestro, excusándote. No sé... Diré que has tenido calentura o algo así.Cualquiercosa.¡Vamos,vamos!

9¡AH,sinvergüenza!¡Túporaquí!Ya,ya...Siemprequeaparecespormicasa,cadaseisosietemeses,esparapedirmealgo. Estaspalabras lasdijoelsabioBenBarraconunterriblevozarrón,mientrasabrazabaaHantalcontalfuerzaqueporpocolerompetodosloshuesos.Esqueaquelhombreteníauntamañoenorme,ancho,altoygrueso,ycadaunadesusmuestrasdeafectodejabamaltrechoasudestinatario.—¿Quiénesesterenacuajo?¿Tuhijo?—Sí,BenBarra.Yyonoleveoningúnparecidoconunrenacuajo. —¿Quétal,mozo?—dijoelsabiogigantedándoleaFernandounatremendapalmadaenlaespalda.Lelanzódosotrespasoshaciadelante.—¡Ay!Bien...Bien,miseñor.¡Uf! —Bueno, sentaos, sentaos —dijo Ben Barra indicando varios cojinescolocadosentornoaunamesabaja. Estabanenunaestancia lujosaquedabaaunpatiocentralconplantasyunpequeñoestanque.—¡Eh,Osmín,truhán!¡Venaquí!Unesclavojovendeaspectovivazsepresentóenlasala.—¡Pediddecomerybeberloqueosapetezcayseosservirá!—dijoelenormemédico. —Yo acabo de cenar—respondió Hantal—. Tal vez una copa de agua deazahar.—¡Puaf!¡Aguadeazahar!Repugnantemejunje.¿Ytú,bergante?—¿Horchata?¿Tenéishorchata,señor?—¡Puesclaro!Yasabes,ladrón—ledijoBenBarraalesclavo—.Paramílodesiempre.Hantalhabíapuestosobrelamesaelcartapacioquehallóencasadeljudío.—¿Quéeseso?¿Tutestamento,viejomalandrín?—No.—Pergaminopúrpura,¿eh?Cosasdepalacio,serviladuladordelcalifa.¡Ah,muchacho!—sedirigióaFernando—.EsepuestodemédicoprivadodelEmirdebía sermío, pero tu padre es un embaucador. Sabemanejar lasmañasmásruines.—¡Oh,porAlá!—exclamóHantalmedioenfadado—.Hablemosenserio.Esmuygraveloquequierotratarcontigo.—¿AlgodeeseSudricalvo?Séqueinvestigassobresumuerte.Losétodo...

¡Ah,albricias!Aquíestánnuestrasbebidas. El esclavopuso sobre lamesa las copasdehorchatay aguade azahar paraHantal y Fernando. Junto a Ben Barra colocó otra vacía y vertió en ella unlíquido amarillo claro del jarro que llevaba en lamano. El rosto de Idrissi sedemudó.—¡PorAlá!¿Quéeseso?¡Bebesvino!NolopermitirédelantedeFernando.—¡Ah,ja,ja,ja!Sí,tomovinoyyalosabías...Túnotepreocupes,muchacho.Nomires. ¿Sabes?Yo tengo un privilegio especial deAlá, concedido pormislargosañosdeestudios,esfuerzosylogrosenprodelaciencia,asícomopormisobrasdemisericordiaconlospobres.¿Entiendes?Yonopecocuandotomovino.Estoysegurodeello.Bueno,sigue,Hantaladulador.¿Loves?Traesesecartapacioymevasapediralgo.Nomeequivocaba.—¿Sabeseslavo?—Mmmmm...Así,así...Puedotraducirloengeneral,menosalgunaspalabrassueltas que se me escapan. Pero eso tiene fácil solución: se las preguntodirectamenteaHemntí,elhombrequemeenseñóamí,yasuntoresuelto.—¡No!Nadiedebesaberloqueponeaquí;nadie.—¿Cómo?¿Esospergaminosestánescritoseneslavo?—Sí,yquizásseanvitalesparasalvaraunhombredemorirdecapitado. —Bueno,si lepreguntoalgunapalabrasueltaamiesclavo,nadaaveriguarádelcontenidogeneral.Aver...ElgestodeBenBarrasetornóahoramásserio,mientrasdesatabalascuerdasdelcartapacioy,luego,observabalashojasdecolorpúrpura. —Lastresprimerasplanasestánhechasunaporquería.Sóloquedanalgunospárrafosypalabrassueltos.—Tradúcelastambién.Tengolaesperanzadequeloimportanteestéalfinal.—¡Ja,ja,ja!Ah,pero,¿habíaspensadoqueyoteibaatraducirtodoesto?—Sí.Sólosondiecisietehojas.Esunfavorquetepido.—Notengotiempo.—Sácalodedondesea.Porlaamistadquenosunehacemásdetreintaaños.Esunasuntodevidaomuerte.—Humm...Aver,¿quévalortieneparatilatraduccióndeestospergaminos,viejoabusón?—Todo.—Estábien.Tepropongountrato:tecambiolatraducciónportusviñedosdelaeradelPuente.—Pero,¿quédices?—¿Notienetodoelvalorparati?Luegotienemásvalorquelosviñedos.—Eresunladrón.Traeelcartapacio.

—Unmomento.Podemosrebajarloaesemolinoqueheredastedetupadre,elde...—No.Mevoy.—¿Loves,Fernando?Tupadrefuesiempreunmalditoaprovechado.YodebíaserelmédicodelEmir.Esepuestomecorrespondeamí.Peroéleselfísicomásmarrullerodetodoelreino...BenBarraseechóunacopadevinoasuenormevientreyporsusojospasóunimprevistogestodeseriedad.ClavósuspupilasenlasdeHantal.—¿Tecorreprisa?—Mucha.—Dosdíasygratis.—Dosdías,¿qué?—Quevengasdentrodedosdíasaestamismahoraylotendrás. —¡Ah, te loagradezcoenelalma,nobleBenBarra! ¡Te loagradezco!Perooyeesto:porahora,nadiedebesaber loquepongaahí.Nadie.¿Hasmiradoeltítulo? Ya ves de qué se trata. Mi agradecimiento está en el corazón, perotambiéntendrásunobsequio.—¡Bah,bah!Eresuncuentistaredomado.Acualquiercosallamatupadreunobsequio,muchacho.Seguroquememandaunsacodehigossecosocosaasí...—¡Eresinaguantable! —Bien, el trato estáhecho.Ahora, apasarlobien.Charlemosdecosasmásdivertidas.¿Sabéiselcuentodelaviejaquesiemprele llamaba«piojoso»asuyerno?—Cuidadoconloquecuentasodicesdelantedelmuchacho—advirtióHantal. —¡Ja,ja,ja!Loquenosepahoy,losabrámañana.Y,sino,pasadomañana.¡Ja,ja,ja! Laveladaseprolongóhasta lamadrugada,cuandohacíamucho tiempoqueFernandosequedaradormidoentreloscojinesquelerodeaban.BenBarrahabíadejadosuschanzasdelosprimerosmomentosysehabló,inevitablemente,delamuertedeSudriydelascuitasdeHantalsobreelasunto.Peroalfinal,ambossabios terminaron discutiendo vivamente, en torno a un tema científico, comosiempreocurría:sedebatiósobrelaexistenciaonoenelorganismohumanodelallamadabilisnegraoatrabilis.YcuandoBenBarraentrabaentemasdeestaclase,suelocuenciaysusabiduríanoteníanigual.ALOSDOSDÍAS,Hantalsepresentóencasadesuamigo.Noestaba,perouno de sus esclavos le entregó el cartapacio y las hojas de la traducción,

perfectamenteenvueltasenunpañoatadoconcintaslacradas.Decaminohaciacasa, nuestro médico corría más que andaba, impulsado por la impaciencia.Cuandollegóasupequeñafinca,eralahoradelcrepúsculo.—Fernando—ledijoasuhijo—,vamosalacueva.Tengolatraducción.Laletraesmuypequeñaymecuestatrabajoleerla.Loharástú.—Sí,padre—respondióelmuchacho,queestabatanansiosodesaberloqueponíaallícomoHantal—.Pero,¿porquéenlacueva?—Huki.Nomegustaríaquesorprendieraniunapalabradeloqueponeaquí. Cerraron la puerta del lóbregoobrador con llave.Bajaron rápidamentey seacomodaron en dos inestables banquetas, uno junto al otro, entre frascos,aparatos,papelesylibroshacinadosenelmayordesorden.AcercaronunavelayFernando,convozclarayprecisa,empezóaleerlaletrapequeñaybiendibujadadeBenBarra...

10LAStresprimeraspáginasdelmanuscritomostrabanlamayoríadesustextosborradosporelagua.Loúnicoquesepudo traducirdeellas lo leyóFernandohaciendopausasentrelasfrasesopalabrassueltas: Soy eslavo búlgaro... Danubio... Mi familia era muy humilde... De... Almercado...Venderhortalizas...Meenseñóaleerun...Contandoyo...Dieciséis...Germanos como bestias feroces... A mis padres... Entre palos y maltratos...Hastael...Caminandocongrilletes...Bizancio...DeesclavosenBizancio...Ellatínyelárabe,aficionándome...Miamo...Estehombre,apesardeleertantoslibroserabárbaroybrutal.Porlamenorfaltameapaleaba...Enlaruinaytuvoquevenderme...Traficantesmusulmanesque llevabanesclavosaAl-Andalus...Embarcadocon...Porla...Estoeraloúnicosalvadodelastresprimeraspáginas.—Aver...Repítelo—dijoelmédico.Fernandotuvoqueleeraquellosfragmentossueltoshastacuatroveces.Hantalsequedómeditandotraslaúltima.—¿Quépensáis,padre?—Bueno,parecequeSudrinacióyvivióenalgúnlugarcercanoalDanubioyque su familia era pobre. Quizás iban al mercado de alguna aldea a venderhortalizas.Talvezhubounainvasióno,másbien,unaaceifagermanacuandoélteníadieciséisaños...«Amispadres»,¿quépuedesignificar?¿Quelosmataron?Parece deducirse que Sudri fue hecho cautivo y trasladado a Bizancio, almercadodeesclavos.Talvez locompróunhombreque teníamuchos librosyallí aprendió el latín y nuestra lengua. Este hombre le pegaba y se arruinódespués.Tuvoquevenderle,yunostraficantesárabesloembarcaronconrumboanuestratierra.—Sí,pocomásomenos,esoesloquepiensoyotambién.Loquevieneahora,yaestátodoseguido.—Lee.Despuésdecarraspearunpardeveces,Fernandoleyódeuntirónloquesigue:...terrible.Eraunbarcopequeño.Enlabodega,llenadeporquería,íbamoshacinadoshastatreintahombresenunaoscuridadcontinua.Nossacabanporlamañanayporlatardealacubiertaparaquenosmoviéramosagolpedelátigo,

dandosaltos,puesnohabíasitioparaotracosa.Estolohacíanparaquenoseentumecieran nuestrosmúsculos. Entonces, toda la tripulación se desahogabacon nosotros infligiéndonos las bromasmás feroces.Nos daban un pedazo depan con bichos al día y un cuenco de agua podrida. A la altura del golfo deItalia, la tempestadazotónuestradébilembarcación.Oíamosarriba losgritosaterradosdelostripulantes,peroanosotrosnonossacarondelabodeganinosquitaron los grilletes.Algunos de los que compartíanmi suerte chillaron y serevolcaronpor el suelo pegajoso, presas del pánicoa lamuerte enmediodelmar.Yomehiceunovilloenunrincónyrecé. Al fin, se calmaron los vientos. El hambreme roía el estómago de formalacerante, y estaba tan débil que casi no podíamantenerme en pie. No sé eltiempoquepasó.Perotodotienesufin.Undía,desembarcamosenunlugarquellamanPechina,aunasleguasdeAlmería.Allí,antemisorpresa,empezaronadarnosmejordecomer:algunosarenques,verduras,avecesunpocodecarne.Estuvimosenlosestablosdeunacasagrandetresdías.Y,unanoche,vinieronadespertarnosdemadrugada. Bajo la luz de la luna y rodeados demercenarios sirios al servicio de losmercaderes,emprendimosunamarchadeunasdosleguasmásomenos.Yconlasprimeraslucesdelalba,vimosquellegábamosauncaserónaisladopróximoa una aldea. Nos metieron con secreto en aquella casa grande, de una solaplanta,ynoscolocaronenfilaalolargodeunpasillosucioydesnudodesdeelque se veía un corral con nogales. Nos habían quitado los grilletes. Losprimeros de la fila empezaron a entrar por una puerta que se abría en aquelsiniestro corredor. Y, enseguida, pudimos escuchar con espanto sus chillidosdesgarradores y sus gritos pidiendo clemencia. Pronto supimos lo que estabaocurriendo.Sólocontaréque,cuandollegómi turno,meencontréenunasalaenorme.Teníaeltechomuyalto,lasparedesmostrabanmanchasdehumedadydesprendía un olor acre y pesado. Había allí cinco o seis mesas grandes einmundas,dondevarioscautivosestabaninmovilizadosmediantecorreas.Unoshombres de aspecto zafio, con los brazos desnudos y vellosos,manejaban loscuchillos. Supe después que los castradores de puercos eran los mismos quecastrabanaloshombres. Yo luchécomouna fieracuando llegómi turno,grité,merevolquépor lossuelosyrecibípalos terribleshastaque lograronamarrarmesobreunade lasmesas.Estabamanchadadesangre.Teníadieciochoaños.Enpocos instantes,entreterriblesdolores,fuireducidoparasiemprealacondicióndeeunuco.Laformadehacerlaoperacióneratanatropellada,suciaydesidiosaque,deveinticuatrohombresqueentramosallí,oncemurieron.Losquenossalvamos,estuvimos en aquella casa hasta que pudimos caminar. Y, desde el primer

momento, comenzaron a alimentarnos mucho mejor. Estábamos destinados aalgúnmercadodeesclavosynopodíanllevaresqueletos.Uneunuco,debidoalriesgoqueconllevalaoperaciónyloadecuadodesucondiciónparaservirenlosharenes,adquiereunvalorextraordinario. Nos condujeron a pie no sé cuantos días, caminando hacia el oeste, porllanuras áridas donde crecían olivos, olmos y chopos bajo el sol de agosto.Hacíamosunaparadaamediodíaenalgúnsitioconsombra,y lanocturna,aserposibleenlugarpoblado. No tengo el arte literario suficiente para describirmi estado de ánimo enaquellosdíasatroces.Conmispadresasesinadoseinsepultosallá,enmipatria,yconvertidoenuneunuco,caminabaausenteyalelado.Y,sinohubiesesidoporlos grilletes que me unían a la cadena de cautivos, hubiera hecho todas laslocurasimaginablesparaquemisguardianesmematasenallímismo. Al fin, llegamosaCórdoba,unaciudadquemepareció tanhermosacomoBizanciodesdelalejanía.Nostuvierontresjornadasdescansandoenunossilosdetrigo,bienalimentados.Ylamañanadeunjuevescaluroso,nosllevaronalmercadodeesclavosdelaalmedina.Hombresbienataviadosseacercabanamíy me miraban los dientes como a un caballo; me tocaban el cuerpo paracomprobarmicomplexión,observabanmismanos.Elmercaderquetratabaconellos repetía siempre: «Un eunuco eslavo de dieciocho años, en la flor de lavida, que sabe leer y escribir nuestra lengua y el latín. ¡Inmejorable para unharéndealtaalcurnia!»Viaunhombreenjutoentrelagente,quememirabaconfijeza.Ibaataviadoconropasdeunaeleganciapocovistaynoseacercóamíenningún instantepara mirarme los dientes y tocarme. En un momento dado, hizo un gestodiscreto con los dedos al mercader que me ofrecía. Al punto, con grandesmuestras de adulación, me puso junto a aquel caballero, que le entregó unabolsallenademonedas.«Señor,noosarrepentiréisdeestacompra.EselmejorejemplarquehemostraídodesdeBizancio.Gracias,milgraciasporvuestragenerosidad.QueAláosguardelavidamuchosaños». Enseguida, sin preocuparse de mí, mi comprador me volvió la espalda ycomenzóacaminarhaciaelalcázar,queseveíadesdeallí.Pero,almomento,cuatrosoldadosmerodearon.—Sigueaesehombre—medijounodecaratorva. Misorpresafuegrandecuandocomprobéqueentrabaenelpropioalcázar.Me llevaron a lo que llamamos el «retén de los esclavos», esas cuatrohabitaciones en la parte trasera del palacio donde permanecen los siervosnuevos que entran al servicio real en espera de ser enviados a su destino.

ReinabaentonceselgranAbd-al-RahmanIII.Yunatarde,despuésdequemebañasen,meraparanlacabezaporcompletoymecolocaranunatúnicaamarillanueva,ciertoeunuco,acompañadoporunsoldado, me dijo que le siguiese. El sol ya declinaba. Me llevaron hasta laterraza que se abre con vistas alGuadalquivir, la de las parras.Allí, vi a unhombreataviadocondeslumbrantesropasde linoypedrería, lujosascomonohabíacontempladootras.Estabasentadoenunahamaca. —Mi príncipe —dijo el hombre que me guiaba—, éste es el eunuco quesolicitasteisparavuestroservicio.Losexámenesquelehemoshechonoshacenpensarquenoosdefraudará.Aquelpríncipealzósumiradaylafijóenmisojos.Alpuntoadvertíbondadysabiduríaenellaymetranquilicé.—Dejadmesoloconél—dijo.—¿Solo,señor?—Sí. Losdosservidoressemarcharonvolviendocontinuamente lacabeza,comodesconfiandodedejarasuamosinprotección.Cuandonosquedamossolos,medijo:—¿Cuálestunombre?Yaséqueereseslavoytienesdieciochoaños.—HemnéSudri,miseñor. —Yo soy el príncipe al-Haken, sucesor demi padre, el granEmirAbd-al-Rahman...Mehandichoquesabesescribirárabe.—Sí,miseñor.—¿Dóndeaprendiste?—EnBizancio.—¿Tegustanloslibros?—Pudeleerpoco,miseñor...Pero,sí;megustan.Enseguidamehablódesubiblioteca.Yaporentoncesteníavariosmilesdelibros,ysufervorporellosibaenaumento.Hoyendía,miseñor,elgranEmiral-Haken II, no acumulará menos de cuatrocientos mil volúmenes en losanaquelesdesubiblioteca,queestáreputadacomolamayordelorbe.Medijoque necesitaba un hombre más en el equipo que ya tenía para clasificar ycatalogar sus libros. Yme explicó cuál seríamimisión.En principio, sólo setratabadeanotarenciertoscuadernoslostítulos,autoresytemasdeloslibrosqueotrosme traíanyaagrupadospormaterias.Aquelatardecer, lo recordarésiempre,al-Hakenmedijo:«Entusojosadivinounasensibilidadpococomún,HemnéSudri.Esperoque,coneltiempo,sigassiendomiesclavo,perotambiénmiamigo».Aquellaspalabrasmehicieronrevivir.

PasaronsieteañosantesdequemurieraelgranAbd-al-Rahmanyal-Hakensubiesealtrono.Paraentoncesyohabíaalcanzadoyaelgradodeintendentedelos libreros del califa y había hecho innumerables viajes, en ocasiones muylargosypeligrosos,parabuscaryadquirirvolúmenesraros,únicosopreciososquefaltabanenlabibliotecayelcalifadeseaba.También,paraesetiempo,misrelacionesconal-Haken,elhombredemayorbondadqueheconocido,eranlasde pura amistad. Me hacía confidencias que a mí mismo me sorprendían y,siendoyacalifa,meconsultómuchasvecessobregravesasuntosdeestadoensecreto. Con frecuencia me llama para charlar cuando se siente solo omelancólico. Jamáspodréagradecer loquemi señorhahechopormí;nuncarecibí unmal trato o unamala palabra de su persona. Su amor haciamí escorrespondidodetalformapormiparte,quedaríalavidaporélsinesfuerzosimelopidiera.Mitratodiarioconmilesdelibros,ylalecturademuchos,mehahechoconeltiempounbibliófiloreputado,yéstecreoqueeselpuntodondeseunenintensamentenuestrosespíritus.Tododiscurriófelizmentedurantemuchosaños,todo.Hastaquehacetansólounoymedioaparecióenelalcázarunamujermalvadaydemalosinstintos,unacautivademiraza,pérfidacomolaserpiente,quehafraguadomidesgraciaylademiseñor.SellamaBouchrayeseldemonio.Miseñor,taninteligenteysabio,hatenidoladebilidaddeenamorarsedeesamujerhastatalpuntoquerayaenlalocura.Talfuesuceloporestasabandijaque,siendoyosuesclavodemayorconfianza,medestinódeprontoal harén como intendentede los eunucosquesirvenenélyceladorcontinuodeesaarpía. Este escrito está motivado por todos los sucesos que se han precipitadodurantelosúltimosochomeses.Quieroquequedeconstanciadetodocuantoséyescriboestasnotasescondidoeneltallerdelotrohombrequemehaamadoenestavida,apartedemispadresyelcalifa.EselviejojudíoSamuelibnSaprut.Un día le visité para canjear por dinero cierta joya regalo de mi señor.Hablamos.YsupequeelagháibnSaprutestabatansolocomoyoenelmundo.MecontósuazarosavidaymehablódeBizancio,donderesidióunosañosensujuventud. Yo, salvo el afecto demi señor, tampoco tenía ni un solo amigo enCórdoba. Se anudó una amistad entrañable y, cuando ocurrieron los sucesosquenarraréahora,lepedíquemedejaraescribirensucasaesterelato,queélguardaríaconelmayorcelo.Yotemopormivida.Loshechosdesdichadosquemeafligenhastanodejarmedormirsonlosquerefieroacontinuación.Enunmomentodado,haceahoraunosochomeses, lavíbora de Bouchra comenzó a tratarme con una deferencia exagerada yzalamera que a mí me extrañó. Ponía en juego todas sus malas artes yembelecos.Y,a la semana, supe la causa.Yodormía todas lasnoches enuna

habitacióncontiguaa lasuya.Yunatardecerenqueyoestaba leyendoenmiaposento, ella apareció sigilosamente y se sentó junto a mí, insinuante ycariñosa.Medijoque,porfavor,nodurmieseallíaquellanoche.Ibaarecibiren secreto a cierta pariente suya, otra eslava con quien se había criado y noveía desde que abandonara nuestra patria. Había averiguado que estaba enCórdobaporsusconfidentes.Queríahablarconella librementeysin testigos.Yo sabíaqueestaba terminantementeprohibidoquenadie entrase enelharéndurantelanoche.PeroBouchramedijoqueeralaúnicaformadepoderverasu pariente. El califa se lo había negado varias veces, lo que me produjoextrañeza, pues no era una reacción propia demi señor.Bouchrame confesóquelosguardiasdelaentradaexterioralharén,yotrosvigilantesdelinterior,estabanyasobornados.Sólofaltabamiconsentimiento.Tengouncarácterquenosabedecir«no».Esmidesgracia.Alavezquemehablaba,esamujerzuelapusoenmismanosunajoyadeincalculablevalor.¡Oh,Alámisericordioso!Lacodicia me cegó durante unos instantes y yo la aferré con fuerza entre misdedos.Accedíy,aquellanoche,meretiréalotroextremodelharén. Desdeaqueldía, laconcienciameacusócon tan feroces reprochesquenopodía permanecer en sosiego ni un sólo instante.Me había traicionado amímismoyamiseñoryestabaatrapadoenuncírculosinsalida.PordosvecesmásBouchravinoconlahistoriadesupariente,metentódelamismaformaypusoenmismanosotrastantasalhajas.Mialmasetornónegracomoelcarbón.Eraunsuciotraidoratodoelamorquemiseñormehabíadispensadodesdeeldíaenquenosconocimos.Pero la terceranochenome retiré.Mi instintomedecía que en aquellas visitas clandestinas había algo turbio y peligroso.Permanecí agazapado en el recodo del pasillo pequeño que da a los baños yaguardé.Seríalamedianochecuandooípisadassigilosasqueascendíanporlaescaleraquepartedelacancela.Yunasombrarecortadaporlalunaapareciópor la puertecilla que conduce a nuestras habitaciones. Mi corazón no sesobresaltó:sintiólamásinfinitadelaamarguras.¡Eralasombradeunhombre!LeviapenaseltiempoquetardóencruzarhaciaelaposentodeBouchra.Sólopudepercibirquecojeabaligeramente.Elcorazónmelatíacomosituvieseuncaballodesbocadoenelpecho.Aquellasiluetadehombrosunpococargadosyaquellaligeracojeramerecordabanaalguien.AccedídosnochesmásalosdeseosdeBouchra,peroyasóloconlaintenciónde identificar al intruso. Y la quinta noche, un rayo de luna reflejado en superfil,sushombroscargadosysulevecojerameiluminaronelcerebro.¡Aquelhombre era Rodrigo Santibáñez, el arquitecto mozárabe que trabaja en lamezquita,honradoconlaamistadyelmayorafectoporpartedenuestroEmir!Yolehabíavistomuchasvecesyleconocíabien.

Pero, ¿qué hacer? ¿Cómo desvelarle ami señor aquella infamia? ¿Cómogolpear su espíritu con un mazazo tan atroz? ¿Cómo explicarle que dospersonas a las que amaba le traicionaban de la formamás villana?Hubierasidosufin.Tratédearreglarlopormicuentay,despuésdedudarlomucho,decidíhablarcon el mozárabe. Los regalos que me había hecho Bouchra quemaban miconciencia.YlanocheanterioramientrevistaconSantibáñezsalídelalcázaryme acerqué a las riberas delGualdalquivir. La luna sacó brillos en las joyascuandoseprecipitabanalagua. Fui en buscadel arquitecto a lamezquita y le rogué que viniese a hablarconmigo a un lugar reservado, pues quería tratar con él de un asunto graverelacionadoconelcalifa.Lohicimosasolasenunahabitaciónvacíadelacasadel buen ibn Saprut. Le dije lo que sabía después de algunos rodeos, y sureacciónfueextraordinaria:lacóleraencendiósurostroymellamóloco.ÉlnoteníanadaqueverconBouchra.Élteníasupropiaprometida,alaqueamabamásqueanadaenelmundo.Saliódeallíenfurecidoyyoseguíasuladoporlascalles, diciéndole que le había visto con mis propios ojos, haciéndolecomprender la ingratitudde sucomportamiento.Recuerdoque,ante lapuertadelzapateroIsmael,élsevolviórabiosohaciamíymedijo:«¡Vete!¡Largodeaquí!¡Sigueimportunándomeytemataré,eslavo;tematare!». Durantetresmesesnovolvióahabervisitasnocturnas.Perosólohacetresnoches, Bouchra me contó de nuevo las mentiras de siempre. Y yo aguardéescondidoenmiescondrijo.Eltraidorapareciódenuevoporlapuertecilla.Visu sombra. No cabía duda: la misma estatura, sus hombros cargados, lacojera... Hemeditado durante dos días. No, no puedo seguir así. No puedo seguirsiendocómplicedelengañoalapersonaaquienselodebotodoenestavida.Tampocopuedocontárselo.YheelaboradounplanprecisoqueacabaráparasiempreconlasvisitasdelmozárabealosaposentosdeBouchra.Nadalediréamiseñor,perolamuertetodolosoluciona.Nocreoquequedeningúndetallesinatar. Sólo existe un problema: después de la indignación que produjo enSantibáñez nuestra primera conversación, ¿conseguiré convencerle de quevengaamihabitaciónderetiro,ladelcostadonortedelalcázar?Tendréqueiralamezquitaensubusca,mostrarmearrepentidodemiprimeraacusación.Dealgúnmododeberásaberquequierohablarledealgorelacionadoconsuhonor,perosinacusarleabiertamente...Actuarécomosicreyeraensuinocencia.Creoquetododependedelosmodales.Lavezanterior,talvezfuidemasiadobrusco.Darélasórdenesnecesariasalaguardiaparquenadieleimpidallegarhastamí...

Fernandodetuvolalectura.—Sigue—dijoHantal.—Señor,aquítermina.—¿Cómo?¡Maldición!¿Queterminaahí?—Sí,padre.ElmédicoseprecipitósobrelashojasqueFernandoteníaensusrodillasparacerciorarseporsímismo.—¡Perofaltaloesencial!LaexplicacióndelplanqueteniapreparadoSudri...Lo que pensaba hacer en esamaldita habitación. Oh,Alá. Dejaría de escribirparaseguirotrodía.Perolamuertellegóantes... —Señor,yocreo...,yocreoqueaquíyaponebastantescosas tremendas.Yocreo...—Dime.—Bueno,parecequevuestroamigoRodrigoesculpabledealgomuygrave...LodeBouchra.Hantalsujetósucabezaentrelasdosmanosysequedómirandoalsuelo.—¡Alá,Alá!Measaltanlospensamientosmáshorribles,Fernando.Meestoydandocuentade...—¿Dequé?¿Delomismoqueyo?—¿Quéesloquepiensastú?—preguntóHantal,siempreintentandocalibrarlainteligenciadesuhijo. —Pues,señor,que...,quepodríaserciertoqueRodrigomatóaSudrienesahabitación.—Justo.¿Puedesexplicarmecómohasllegadoaesaconclusión?

11PUESveréis...LoqueplaneabaSudritienetodaslastrazasdeserunatrampapara vuestro amigo. Habla de que... Aquí lo pone: «La muerte todo losoluciona».Yo creo que Sudri pensabamatar a Rodrigo en esa habitación. Yseguroquetendríaplaneadocómodeshacersedespuésdelcadáver...LoquepasaesqueRodrigosedefendió.Quizáslucharany,alfinal,fuevuestroamigoquienclavóladagaenelpechodeleslavo.—¿Porquécerrólapuertaconllaveeleunuco?—ParaqueRodrigonotuvieraescapatoria,digoyo.—¿Yelpastelconnarcótico?Fernandocavilóunosmomentos.Depronto,surostroparecióiluminarse.—¿Porquénopodríaseralrevés?—dijodespués.—¿Quéquieresdecir?—QueelpastellollevaseRodrigo.—¿Rodrigo?¿Paraqué?—Bueno,fijaos;tambiénllevósudaga.QuizásacudióalacitaconestasdoscosasporqueyasospechabaqueSudrileibaaacusarotravez.Talvezpensóqueeleslavolepreparabaunatrampayapareciócondosarmasdedefensa:sudagayelpastel.ConelpastelsóloqueríadormirleyluegoirsedeallíenelcasodequeSudrisemostraraamenazadordesdeelprincipio.Quizásllegóconelpastelenvueltoparaofrecérseloaleunucosilascosastomabanmalcariz.Perolapeleaseprodujoprontoylapuertaestabacerrada.Entonces,cuandoRodrigolematóysediocuentadequenopodíasalirdelahabitación,pensóenusarelpastelasufavor.Diríaquese lohabíaofrecidoSudriyélhabíacomido,durmiéndose.Ycomió y se durmió de verdad, en un esfuerzo desesperado por aparecer comoinocente. —Oh, me parece que hay mucha fantasía en todo eso último. Es suponerdemasiadascosassobreelpastel...Enfin,lociertoesquenotengomásremedioquehablarconRodrigomañanatempranopararevelarletodocuantodiceSudrien su historia. Si es cierto lo deBouchra—y lo parece—,mi amigono tienesalvación....¡Oh,Alá,Alá!¡Quéhorrorsiesehombrehahechounacosaasí!Alamañanasiguiente,cuandoHantalabriólapuertadesujardíndispuestoasalirenbuscadeRodrigo,casichocócondosemisariosque llegabandesdeelalcázar.—Oh,señor,sinosretrasamosunosmomentos,noosencontramos...Hantallesmiróconlascejasarqueadas.

—¿Quémandamiseñoral-Haken?—Ostraemosestemensajedesuparte.Yleentregaronunpergaminopúrpuraenrolladoyconunacintadeseda.Allímismo,Hantalloextendióyleyósucontenido,queeraescueto:«DelEmirdelosCreyentesasuMédicoPersonal,elSabioHantalIdrissi. Hoy, a mediodía, en la pradera de la Alondra, se celebrarán justas decaballerosyarqueros,alasquedeseoasistasjuntoamí.QueAláteguarde».Llevabalafirmadelcalifaysusello.LacaradeHantalnopudodisimularunaintensacontrariedad.Perocualquierinvitacióndelcalifaequivalíaaunaorden.YesosignificabaquedebíadejarlavisitaaRodrigoparaeldíasiguiente. —Deacuerdo;comunicadleanuestrodivinoseñorque iré—dijoelmédicoconcaradepocosamigosalosdosmensajeros.Luego,maldiciendoentredientes,volviósobresuspasosparaentrarenlacasaysefueallamaraFernando,quedormía.—Despierta,muchacho;vamosauntorneoqueorganizahoyelcalifa. Fernandoabrió losojos instantáneamentey sepusoenpiedeun salto. ¡Untorneo! Nunca había estado en uno y aquella extraordinaria sorpresa matinalsobrepasabacualquiersueñoimaginable.Eldíaerasoleado,yelambientedelapraderadelaAlondra,juntoalaorilladerechadelGuadalquivir, se fuehaciendofestivoy tumultuoso.TodaCórdobaparecíahabersedadocitaallí.Sehabíanhechounoscercados—alaalturadeltalledeunhombre—quedelimitabanelcampodelalid.Enunodeloscostadosdel mismo se alzaba una especie de estrado con cuatro filas de escalonestapizados y llenos de cojines. Allí se acomodaba el califa, rodeado por sunumerosacortededignatarios,decenasdesiervosysutemibleguardiapersonalde raza negra. Todos llevaban galas suntuosas, y un gran toldo de lona losprotegíadelsol.Alladoderechodelcalifaestabasuhijo,eljovenAbul-I-Walid.Alotro,elpropioEmirhabíaordenadoquesesentasenHantalyelasombradoFernando.Todoestaba llenodebanderasygallardetesy,comohacíacalor, losesclavosservíanbebidasconhielo.Estehieloseconservabadesdeelinviernoenlos llamados pozos de nieve. Al otro lado del campo, y en un estrado quequedabafrentealdelcalifa,estabanlasmujeresdelharényotrasdamasdealtorango,tapadasacualquiermiradaporunagrancelosía. En un extremo del campo, a la derecha del califa, la gente miraba lospabellones donde los contendientes se vestían, armaban y preparaban paraintervenir en los juegos. El pueblo se agolpaba junto al cercado tratando de

colocarse en los primeros puestos, y pululaba entre la gente toda clase devendedoresderefrescosyproductosartesanales. Sonaron trompetasyaparecieronhasta treintacaballerosarmadoscon largaslanzas de caña. Parecía que iban a atacar un baluarte construido con tablas,situado al extremo opuesto del campo y defendido por otros guerrerosdisfrazados de cristianos. Aunque parezcamentira, Hantal Idrissi jamás habíaestadoenuntorneoynoentendíamuybienloquepasaba.Demodoquecuandose produjo el ataque de los caballeros al baluarte y todo el pueblo gritabaenardecido,élpermanecíabastanteperplejoyconfundido.Habíaunjuezqueavecesdeteníalacontiendaycolocabaalosdefensoresyatacantesenposicionesdeterminadas.Obienexpulsabadelcampoaalgúnparticipante.Luego,dabaunaordenconlamanoyempezabaotravezelasedio.—Veoqueteaburres,nobleHantal—dijoelcalifa.—Esque,señor,noconozcolasreglasdeestejuegoynoentiendobienloquepasa. —Yomismote lo iréexplicando.Pero,dime:¿cómovantusaveriguacionessobrelamuertedemiamadoSudri?—Avanzoenellas,miseñor.—¿Parabienoparamaldetuprotegido?—Nopodríadecirloahora,miseñor. Un grito unánime brotó de todas las gargantas cortando la conversación.Parecíaquelosatacantesdelbaluartehabíanvencido,puesunodelosguerrerosmusulmanesalzabasobreunatorretalabanderadelcalifa.—¿Yahaterminado,señor?—dijoHantal,conlaesperanzadepoderiraúnenbuscadeRodrigo.—¡Oh,no!Ahoravieneelenfrentamientoalanzaentrecaballeros...—¿Conlanzas?Supongoquenoseherirán.—No,no...Estáterminantementeprohibido.Setratadederribardelcaballoalcontrariosinhacerledaño.Aunquetambiénpuedesereliminadounparticipanteporotrasfaltas...Yoteirécontando. En esta ocasión, Hantal quedó prendido de la belleza del espectáculo.Contendían treinta y dos caballeros, que primero dieron una vuelta depresentación al campo, todos con sus armas, capas, plumas, cascos, escudos ylorigas relucientes y engrasados. En primer lugar, se atacaron dieciséis contradieciséis.Habíaunárbitroque,sinsaberHantalporqué,dabavencedoresaunosu otros en un momento dado. Desde luego, los que caían del caballo eraneliminados. Eso sí lo entendía nuestro médico. Luego lucharon ocho contraocho; cuatro contra cuatro y dos contra dos.Yprecisamente cuando se estabaproduciendo esta contienda, los ojos incrédulos de Hantal se clavaron en una

personamezcladaentrelagentedelpueblo.Contuvounvivoimpulsodeponerseen pie. Era el mozárabe Rodrigo. Parecía increíble un restablecimiento tanrápido, aunque por su rostro macilento y la postura de su cuerpo, el médicoadvirtióenseguidaqueestabapadeciendofuertesdoloresen laespalda.Noseexplicaba para qué estaba en el torneo encontrándose maltrecho y resultabaimposible intentar bajar y hablarle en aquellas circunstancias. Pero Idrissicomprendió enseguida la causa que le había llevado hasta allí haciendo undenonado esfuerzo: los ojos de Rodrigo se desviaban de continuo hacia lascelosíasquetapabanalasmujeresdelharén,enunintentovanodeentreverasuamadaSulaima.CuandoHantalvolviósuatenciónalcampo,alertadoporelcalifa,vioquesóloquedaban en liza dos caballeros. El silencio se hizo absoluto. Uno de ellosllevabasobresucascounpenachodeplumasdepavoreal.Elotro,rojas,deavedelparaíso.Elárbitrohizounaseñal, losdos rivalespicaronsuscaballosyselanzaronelunocontraelotrocubriéndosebienconlosescudos.Elrumorsordodeloscascosdesusmonturascontraelsuelodehierbaeraloúnicoqueseoía.El choque fue tremendo; se escuchó un grito desgarrado, y uno de los doscaballeros salió disparado de su montura. Rodó por el suelo exánime ymanchado de sangre. Un rumor sobrecogido recorrió todo el campo. VariosmédicosqueconocíaHantal salierondeno se sabedóndeycorrieronhaciaelhombrequeyacía inmóvil en el suelo.En seguidahicieron signos al califa dequeestabamalherido.Al-Hakenordenóqueseacercaseunodelosfísicos.—Miseñor,elcaballeroWalidibnAbdhaalcanzadoconsulanzaelpechodeMadianibnal-Tawil.Laheridaesmortal.Enelrostrodeal-Hakensereflejólacólera.—¡Headvertidosiemprequesecuidealmáximonohacerdañoalcontrario!Lohevistoconmispropiosojos.EseWalidibnAbd,ensudeseodevencer,hacontravenidomisórdenes.¡Queseaencarceladodeinmediato,procedadedondeprocedayseadelafamiliaquesea!Entonces,elpropiocalifa,suhijoytodalacorte,sepusieronenpie.—¿Terminóyatodo,miseñor?—dijoHantal.—No,no...—respondióelEmirmalhumorado—.Quedalomásinteresante:elconcursodearco.Peroahorahayunlargodescansoparareponerfuerzas. HantalqueríabuscaraRodrigoentre lagenteparaadvertirlede sudelicadasituacióndespuésdelalecturadeltextodeSudri.Peroelcalifaleretuvotodoeltiempo. A unas varas del campo de la lid, bajo amplios toldos, se habíancolocadoalfombras,cojinesenabundanciaymesasbajas,dondesesirvieronlosmejoresmanjaresybebidas.Comoelcalorerasofocante,esclavoscongrandesabanicos de plumas oreaban continuamente a los altos dignatarios. El pueblo,

contenidoaunadistanciadetreintavarasporuncordóndesoldados,seagolpabaparaveralcalifayaloshombremásnotablesdelacorte.—Hantal,mehasdichoantes—hablóelcalifa—quenosabesbiencómovantusaveriguaciones.¿Quésignificaeso?—Señor,tengoalgunosdatos,peronosuficientesaúnparasacarconclusiones.—¿Quédatossonesos?Fernandomiróasupadreconcaradesusto.—Miseñor,mehabéisdadodiezdíasdeplazo.—Ysólofaltancuatro...—Sí;quierodecirosquesiyoosdesvelaseahoralosdatosquetengo,vuestramente no haríamás que confundirse con detalles que sólo os proporcionaríanpreocupaciones inútiles y ninguna certeza. Es mejor que no penséis en ello.Cuandoyooshable,serápararevelaroslaverdadcompleta.—Pero,¿estásenbuencamino?—Lointento,miseñor.—Hevistoalmozárabeentreelpueblosinquitarlavistadelpabellóndelasdamas.—Señor,piensaensuSulaima...—Oh,Sulaima...Sulaima...—musitóelcalifa,comosiasumemoriahubiesevenidounsueñomaravilloso—.¿Sabes?Eslacriaturamáshermosaquehevistonunca... Hantal lemirócon losojosentornadosy,alpunto, sucorazónseconmovióllenodetemores.Aquellaspalabras,aquellosojossoñadores... Al iniciode la tarde, las trompetasanunciaronelcomienzodelconcursodearquerosytodoelmundoocupósuspuestosdenuevo.Habíanllegadoarquerosdetodaslasprovinciasdelcalifato:Sevilla,Almería,Toledo,Granada,Valencia.Incluso había uno,Mundir ibnAbd, que se había desplazado desdeZaragoza.Corríalavozentreelpueblodequejamáshabíasidoderrotado.Sedecíaque,acincuenta varas de distancia, era capaz de tronchar el vástagomás fino de unarbustoconuntirodesaeta.Participabanenlapruebamásdecienhombresynohabíareglassobreelarcoolasflechas.Cadaunopodíausarelquedeseara.Setirabaaunasdianasdemadera,revestidasdearpillera,sobrelasquesecolocabaunpañoblancoconuncírculorojodeunpalmodediámetro.Aunenelcentrodeestecírculohabíadibujadounpuntonegro.SevioenseguidaqueelhombredeZaragozasiempreclavabasuflechaenladiana.Perohabíaotro,cordobés,llamadoYoussefibnRushd,quenoleibaalazaga. El pueblo se pusomuy pronto a favor de su paisano prorrumpiendo enensordecedoresaullidoscadavezquesuflechaseinscrustabaenelblanco.Alfinal,sóloquedaronenlizaelhombredeZaragozayelcordobés.Losdos

hicierondianaeneltirodefinitivo,ylosjuecesseacercaronalasarpillerasparamedircuálde lasdosflechasestabamáspróximaalpuntonegropintadoenelcentro del círculo. El público esperaba expectante en silencio. Los juecescuchichearonentresí,hastaqueelprincipal,conungestounpocoteatral,señalóconsuvaraaMundiribnAbd,elhombredeZaragoza.Elpueblo,apesardenohaberganadoelarquerolocal,prorrumpióenvivasmuestrasdealabanzahaciaelzaragozano,rendidoantesumaestría.Y,entrevítoresyalabanzas,MundiribnAbd se fue hacia el centro del campo, donde se detuvo. Desde allí saludóinmóvil,girandolacabezahaciaunladoyotro,comoquienesperaalgo.—¿Quéhaceahora,miseñor?—preguntóHantalalcalifa. —Es costumbre—dijo al-Haken— que el vencedor de un torneo con arcoespereunosinstantesenelcentrodelcampo,porsiaparecealgúnretadorentreelpueblo,lossoldados,oinclusolosnoblesoesclavos.Y,enaquelmomento,sonóuntoquebrevedecorneta. —Ylohay—dijoelcalifaconexpresióncomplacida—.Eseavisosignificaquealguienquiereenfrentarsealzaragozano.Elcampoenmudeció.ElhombredeZaragozamiróhacialospabellonesenquese preparaban los contendientes y por donde debería aparecer su inesperadoadversario.Ydepronto,porunodeloscostadosdeestospabellones,aparecióunafiguravestidatodadenegrosobreunbriosocaballodelmismocolor.Avanzódespacioygallardohastaellugardesdedondedebíandispararlosarqueros.Un«oooh»desorpresaresonóunánimeentreelpúblico:aquelhombresecubríaelrostroconuncapuchónigualmentenegro.Sólodosagujerosenlateladejabanversusojos.—¡Ajá!Estoesinteresante—dijoelcalifa—.Perosupongoqueesearquerosedescubriráalfinal.Otracosaseríaindelicadezahaciamipersona.—¿Nosospecháisquiénpuedaser,miseñor?—preguntóHantal.—Enabsoluto. Elcaballeroechópiea tierraypermaneció inmóvil.Unescudero le llevóelarcoylasflechas.ElcampeóndeZaragozaseacercóyambossesaludaronconuna inclinación de cabeza. La prueba era a cinco tiros. Entre el asombro y latensióndelpúblico,elcaballeroencapuchadohizocincoblancosjustamenteenelpuntonegrodeladiana.Elzaragozanorepitiólahazaña. Los dos contendientes hablaron entre sí y en seguida se dedujo que habíanllegadoal acuerdodealejar lasdianasdiezvaras.Ahora se lanzarían sólo trestiros. Entre los bramidos de lasmasas, el encapuchado repitió su proeza, y elzaragozanolaigualó.Enelcampoelsilencioeracompletocuandolosdosadversarioshablarondenuevojuntoalosjueces.Muypronto,unodeéstossedirigióaunesclavo,que

llevópocodespuésuncestoconmandarinas.Eljuezgritóentoncesalpúblico:—¡Unmuchacho!¡Necesitamosunmuchachodiestroenlanzarpiedras! Hantal sintió al punto un aleteo de aire a su izquierda y al instante vioasombradocómoFernando,saltandoentrelosdignatariosquerodeabanalcalifa,llegabahastalacercadelcampo,lasalvabayseibacorriendohacialosarqueros.—Tuhijotieneimpulso—dijoelcalifa—.Esoesbueno. LamiradadeFernandoa losdoscampeones, cuando los tuvocerca, fuederendida admiración.Enun abrir y cerrar de ojos se fijó en todo: los correajesclaveteados, los arcos, el calzado, lasmanos nervudas, los anchos cinturones,inclusosusolores;labarbaamediocrecerenelbravorostrodelzaragozano,losmisteriosos ojos claros del hombre tapado tras los agujeros de la capucha. Eljuezestabahablándole. —Cuandoyotediga«ya», lanzarásestasdosmandarinasaloaltoytodololejos que puedas—luego se dirigió a los dos rivales—.La que salga hacia laderecha será vuestro objetivo, señor tapado. La que se vaya a la izquierda, elvuestro,MundiribnAbd.¿Preparado,muchacho?—Sí,miseñor.EstarjuntoaaquellosdoscolososeraelacontecimientomásemocionantequeFernandohabíavividoentodoslosdíasdesuexistencia.Temíanotirarbienlasmandarinas.—Vamos—dijoeljuez—.Una,dos,tres...¡Ya!Fernando,queeraelmáshábillanzadordepiedrasdesubarrio,cogiólasdosmandarinasconlamanoderechaylascatapultócontodassusfuerzasmuylejos.Llegaronalomásalto,comenzaronadescender,seescuchóelzumbidosecodelas saetas al partir. A unas tres varas del suelo, el público vio como las dosflechasatravesabanambasmandarinaslimpiamente.Lasaclamacionesdelirantesatronaronelcampo. Y, una vez más, conversaron los contendientes. Fernando, casi temblando,escuchó sus voces. La del encapuchado era grave y bien modulada. La delaragonés,roncayrecia,propiadeunhombrerústico.Unasolamandarina.Esteera el acuerdo para la prueba definitiva. Fernando lanzaría todo lo lejos quepudieraunasolamandarinayganaríaelarqueroquelaatravesara.Eljuezlepusosobreaviso.Losdosrivalescurvaronsusarcos.Seadvirtióqueelencapuchadolotensabamásqueenocasionesanteriores.Fernandooyó«uno,dos,tres...¡Ya!»Y,contodossusbríos,lanzólamandarinacuanlejospudo,quefuemucho. Todos vieron cómo el zaragozano disparaba unos instantes antes.Inmediatamente, el encapuchado. La saeta del campeón cortaba el aire pordelante y derecha a su objetivo. Pero, entonces, ocurrió algo extraordinario,

calculadoporelhombredelacapucha.Suflechasedeslizabamásvelozqueladelzaragozano.Laalcanzóenelairey,anteelasombrodetodos,larozóapenasdesviándola de su curso. Luego, libre de obstáculos, atravesó limpiamente lamandarinacuandoestabaaunavaradelsuelo. El propio califa se puso en pie. Incluso Hantal. El público estalló enaclamaciones ensordecedoras ante la habilidad sin igual del encapuchado. Porloshuecosdelacelosíaqueocultabaalasmujeres,innumerablesmanosblancasagitabanalairepañuelosdesedasmulticolores.Elganador,tranquilo,montódenuevo en su caballo. Dio una vuelta de honor abrumado por los vítoresincesantes del público y luego condujo sumontura hasta el centro del campo.Miróprimeroalpabellóndelasdamasehizounareverencia.Después,haciaellugar que ocupaba el califa, inclinándose aún más sobre el cuello del corcel.Actoseguido,sumanoenguantadasubióhastalacabezay,conungestoeleganteyrápido,sedespojódelacapucha.UnsordorumordeasombroyadmiraciónseextendióentreelpueblodeCórdoba.Elcalifanoalterósurostro.Hantalentornólosojos.AquelhombreeraelgeneralYamalal-Katib.

12 EL ruido era ensordecedor en la explanada que se abría frente a la granmezquita: canteros, picapedreros y talladores finos de piedra, golpeaban sincesarbloquesdemármolformandounrepiqueteometálicoincesante.Losaltosandamios demadera se alzaban por todas partes; tiradas por bueyes cansinosllegabancontinuamentecarretascargadasdematerialespesados,yloscapatacesiban y venían impartiendo órdenes o inspeccionando el trabajo. Carpinteros,herrerosyfundidorestrabajabantambiénalairelibre,mezclandoelruidodesusherramientasal restodelconcierto,yerancontinuas lasvocesde«¡adelante»!,«¡apartaos de ahí!», «¡cuidado con esos tablones!», «¡más aprisa!». La granMezquita, levantadaporAbd-al-RahmanI,habíasidoposteriormenteampliadaentiemposdeAbd-al-RahmanII. Y ahora, al-Haken, ante el rápido crecimiento de la población cordobesa,estaba empeñado en una tercera ampliación. Incluía doce nuevos tramos dearqueríasqueculminabanenunflamantemihrab.HantalIdrissicruzóentreaquelestrépitoparapenetrarenlassombrasllenasdeandamios del tramo recién construido, que ya estaba cubierto.Muy temprano,fueenbuscadeRodrigoasucasa,peroallísuspadresledijeronquesehabíaidoalamezquita.Añadieronquesucarácternolepermitíaestarsequietoy,apesarde que aún le dolía la espalda, había decidido ir a echarles una ojeada a lostrabajosdeltemplo. Hantal entornó losojosal entraren lanuevayamplia saladecolumnas.Ellugarera frescoypermanecíaenunagratapenumbra.También semovíanporallí multitud de obreros, mientras otros, encaramados en los andamios,colocabanlosriquísimosartesonadosenunconciertoderuidosquerebotabanenlasbóvedas.BuscóconlamiradaentretodaaquellagenteintentandoidentificarlafiguradeRodrigo.Y,alfin,despuésdeunbuenratodevagabundeodespistado,leviodeespaldas,juntoaunacolumna.Alprincipiodudóunosinstantes:ibavestidoconropasmusulmanas,costumbrequedesconocíaensuamigo,yleacompañabaunmilitar.Lereconocióenseguidaporsuaspectoinconfundible:loshombrosalgocargadosysulevecojera.Parecíaqueleibaexplicandoalmilitarlamarchadelasobras.Hantalsequedóperplejo.Ensusmovimientosnoseadvertíaelmenorsignodequeledolieselaespalda.Alcontrario,todasucomposturaeramásbienairosaogallarda,propiadeunhombrepletóricodesalud.Conpasodecididosedirigióhaciaély,cuandoestuvoadosotresvaras,entreviosuperfildesdeatrás.

Casi se detuvo, porque aquellos rasgos, siendo muy semejantes a los delmozárabe,quizásnofuesenexactamentelossuyos.Otalvezeraunefectodelapenumbraydesuvistacansada.—¡Rodrigo!—llamóelmédico. Cuando el hombre que creía su amigo se volvió, Hantal permaneciódesconcertado,conlosojosmuyabiertos.—¿Mehabláisamí?—dijoelcaballeroalgirarse—.Creoqueosconfundís. En efecto, el rostro de aquel personaje tenía cierta semejanza con el deRodrigo,peronoera,evidentemente,elarquitectomozárabe.Setrataba,nimásnimenos,deljovengeneralal-Katib.—Ah,perdonadme,general.Oshetomadoporotrapersona...—SoiselagháIdrissi,¿no?Elmédicopersonaldenuestroseñor. —Sí, así es... Y estoy admirado. De espaldas, incluso de perfil, parecéisexactamenteelamigoquebusco.Vuestroshombrosunpococargados,esalevecojera...—¡Ah!Songajesdemioficio.Tengounaviejaheridadeguerraenunarodilla.Lasrodillassondifíciles... —Sí, eso es cierto... En fin, queAlá esté con vos. Seguiré buscando amiamigo. ¡Ah!Desearía felicitaros por vuestra triunfal entrada en Córdoba haceunos días. Yo no entiendo mucho de asuntos militares, pero lo que más meadmirófuecómovosmismoyvuestroshombresibaistanlimpios,enceradosybrillantes nada más llegar de tan duras jornadas de acción. ¿Es cuestión dedisci...?—¡Ja,ja,ja!—rióabiertamenteelgeneral—.Haytruco,miseñorIdrissi.Haytruco. Yo había llegado a las cercanías de Córdoba hacía ya tres días y tuvetiempo de acicalarme a conciencia. En cuanto a mis hombres, también sedetuvierondosjornadasaunaleguadeaquíparaponersepresentables. LascejasdeHantal seenarcaron,comosiporsumentehubiesecruzadodeprontoalgunaclasedeideareveladora,peroaúnconfusa. —Y, sobre todo—siguió elmédico—, os felicito sinceramente por vuestrotriunfodeayerenlapruebaconarco.Jamáshabíavistopunteríasemejante...—¡Ja,ja,ja!—volvióareírelgeneralconungestountantosuficiente—.Meesmeréunpocomásdelohabitual.Estabaenjuegomihonorante...—¿Elcalifa?—Desdeluego,anteelcalifaenprimerlugar—hizoungestopicaro—.Pero,muyespecialmente,anteunamujer.¡Ja,ja,ja!—¿Osestabaviendo?—preguntórápidamenteHantal.—Mmmm...Puedeser.Hantalsiemprehabíasidounimpulsivo,desdemuyjoven.

Yesoaveceslehabíapuestoensituacionesembarazosas.Desubocasalióalpuntounafrasedeformacasiinvoluntaria:—¡Ah!TenéisunaamanteentrelasdamasdeCórdoba... —¡Oh, mi señor Idrissi! ¿No creéis que tal afirmación no corresponde avuestradignidad?¿Noesdemasiadoatrevida?—respondióelgeneraldibujandounasonrisairónica,mientrassusojosclarosseendurecían.—Desdeluego,general.Soyuntonto.Nosécómohepodidodecirtalcosa,nicómoexcusarme... —Comprendo vuestra expectación. Los asuntos relacionados con el amorsiempreproducenunaespecialcuriosidad,aunenlosmássabios... —Sí, eso debe de ser... Bien, buenos días, general. Seguiré buscando amiamigo.QueAláosguarde.Ydisculpaddenuevo. Hantal estuvo dando vueltas no sólo por la zona en obras de la mezquita,también se asomó a los sectores ya terminados hacía decenios por losantecesoresdeal-Haken.PeroRodrigonoestabaporpartealguna.Cuandosalióalzocodelaalmedinaeramediodía.Elsolcaíaconfuerza,yelvariopinto ambiente delmercado, atronadopormil voceríos y el ir y venir degentesyanimales,casilemareaba.Depronto,sedetuvo. HaciaélveníanFernandoyRodrigo.Elchicodiounapequeñacarreraparabesarasupadre.PeroRodrigosequedódetenido,conlatezpálidayevidentesmuestrasdecansancio.Hantalseprecipitóhaciaél.—¡Pero,diablos!¿Porquésalesdecasasinmipermiso?Loúnicoqueharásesretrasartucuración.Ynocreasquenoteviayereneltorneo.... —Estoybien,maestro.Vuestrascataplasmassonmilagrosas.Loquepasaesqueestamañanamehemovidomucho.AcabodeencontraraFernandoymehevenidoconél.Segúndiceandáisbuscándome...Depronto,HantalseretiróunospasosdeRodrigoyleestuvoobservandodearribaabajoconexpresiónabsorta.—¿Quéhacéis,padre?—Pensar...Tratardeponerenordenmilideasconfusas...Rodrigo,¿sabesquetufigura,tuaspectogeneralvistodesdelejosesigualqueeldeotrapersona?Elarquitectolemirócongestointerrogativo.—Sí,separecemuchísimoalgeneralal-Katib—dijoFernando.—¡Ah!¿Túyatehabíasdadocuenta? —Sí, padre. Ayer, cuando estuve al lado de los dos arqueros tirando lasmandarinas,deprontopenséqueelencapuchadoeraelseñorRodrigo.Teníalamismapinta.Hastaqueleoíhablar.Entoncesyamedicuentadequenoeraél.Ymehanpasadoporlacabezamuchascosas...—Amítambién—dijoHantal—.Peroyahablaremosmástardesobreesto...

Depronto,lamiradadeHantalsehizoabsolutamentepenetranteyfijósusojosenlosdeRodrigo.—Tengoquehablarteinmediatamentedealgomuygrave. —¿Es sobre lamuertedeSudri?Mi señor, sólo faltan tresdíasparaque secumplaelplazodadoporelcalifa...Estoyasustado.—Sí,ya.Hehechoaveriguaciones.Mira,vamosaesetugurioapestosoquevesahí...Hayunosreservadosdondepodremoshablartranquilos.—Eslahoradecomer.—Ahípodremoshacerlo.ElreservadoeraelmismodondeyaestuviesenHantalyFernandoconelviejoesclavonegro,yfueraseoíanlosgritosdelazafiaclientelahabitualdelfigón.El tabernero les sirvió lo que tenía de comer: puré de lentejas y escabeche desardinas. Agua de azahar para Hantal, vino para Rodrigo y horchata paraFernando.AunqueeraplenodíayelsolcaíadellenosobreCórdoba,enaquelreservado, sin una sola ventana, era necesario tener encendido el candil. Lasvocessonabanallíapagadasyopacas. Mientras comían,Hantal le expuso aRodrigo punto por punto todo lo quedejaseescritoSudri,alavezqueobservabalasreaccionesdelmozárabe.Éstenodijounasolapalabraentodoeltiempo.Perocuandoelmédicollegóalfinaldesu relato, el arquitecto dio rienda suelta a la rabia acumulada durante lanarración.Conojosdesorbitadosyrojodeiraasestóunpuñetazoenlamesa: —¡Maldito eslavo! ¡Maldita sea toda su ralea!Me ha estado persiguiendocomounpulpoconesahistoriadurantelosúltimosdíasdesuvida.¡Estabaloco!YojamástuvenadaqueverconesaBouchra.¡Jamás!Pero,¿cómo?¿Noosdaiscuenta, aghá Idrissi? Yo nunca he visto a esa mujer. ¿Dónde, cuándo podríahabertenidotratoconellaparaconocerlayenamorarmehastaelpuntodeasaltarelalcázarunanochesíyotranoparavisitarla?¿Cómo?Decidme...—JúrameporelDiosdeAbrahánquediceslaverdad.—Oslojuromilveces.Esahistoriaesunainfamia.—Entonces,Sudrimentíaensusescritos.—No,miseñor.Yocreoquenomentía—intervinoFernando—.YocreoqueSudrierademasiadohonradoparamentirdeunaformatandescarada.—Ytangratuita.Sí,yotampococreoquemintiese.—¡Peroquédecís!—casichillóRodrigo—.Entonces,sinomentía,quienibaavisitaraesaeslavaerayo,¿no?¡Yo!—Tampoco—dijeronalaparFernandoyHantal.—Noosentiendo...Noentiendonada. —Pues... —comenzó Fernando, pero se calló por respeto a su padre, quetambiénhabíadicho«pues...».

Hantalnocontinuó,intentandocomosiemprediscernirsobrelacapacidaddesuhijo.—Hablatú,Fernando.Quizáslosdospensemoslomismo... —Pues señor, yo... Yo creo que Sudri no mentía. Sudri se equivocaba depersona.—¡Exacto!—exclamóHantalconunavivaexpresióndealegría. —Sudri—siguió Fernando—, desde su escondite nocturno, sólo veía unasombra.Ensuescritodicequeunavezdescubrióelperfildelintrusoalaluzdelaluna.Pero...Fernandocortódeprontosuspalabrasporque,enaquelmomento,unosgolpesdiscretoshabíansonadoenlapuerta.Lostressemiraronentresí.—¡Adelante!—dijoIdrissi.Anteelasombrodetodos,lapuertaseentreabriódespacioyapareciólacabezacautelosadelesclavonegroquetantasrevelacioneshabíahechoaHantal.—¡Ah,erestú!¿Quéquieres?—dijoelmédico.—Señor,anteayerfuisteismuygenerosoconmigocuandofuiavuestracasaenbuscadeloquemeprometisteis.Yesperoquelosigáissiendo.Yoyasoyviejoy...—Vamos,déjatedehistoriasypasa.¿Tienesalgomásquedecirme?—Creoquesí,miseñor. —Siéntate, comey habla.Nome cuentes que eres viejo otra vez y todo lodemás.Tendrástupremiosiloquedicesresultadeinterés.Elesclavonegro,quesellamabaKuraish,seacomodótranquilamentejuntoalamesaytomóunpocodeescabeche. —Señor,enestaocasión,quizásmirevelaciónnotenganadaqueverconelpobreSudri.Otalvezsí.Nolosé...Esalgoqueafectamásbienavuestroamigoaquípresente,alseñormozárabe.—¿Quées?—dijoRodrigoalinstante,muyexcitado.—Nosésiosvaadoler,miseñor...—¡Hablaya!—Serefiereavuestraprometida;alabellaSulaima...ElrostrodeRodrigopalidecióintensamente.

13COMORodrigocasisehabíaquedadomudoaloírelnombredesuprometida,fueHantalquienapremióaKuraish.—Vamos,hablaya.¿QuéocurreconSulaima?Laspartesblancasdesusojos,debidoalanegruradelrostro,parecíanrojizas.—¡Oh,misseñores!YasabéisqueyosirvoensecretoaBouchra,lafavoritadenuestroEmir;cumploencargossuyosmuydelicados,comooshecontadoavosmismo,agháIdrissi.—Sí,sí;continúa. —Pues, por mi señora, y por otros esclavos muy cercanos a ella, puedoaseguraros...,puedoasegurarosqueanuestrodivinoseñor,grandecomocalifa,pero humano como todos los hombres, parece haberle nacido una desmedidapasión amorosa por la joven Sulaima nada más verla por primera vez. Unapasión,segúndicen,quenoledejaniconciliarelsueño. —¡Qué dices, insensato!—saltó Rodrigo atenazándole bruscamente por lapecheradesutúnica.—¡Oh,miseñor!Yonooshehechonada...Sólooscuentoloquesé.MiamaBouchraconoceelasuntomejorquenadie:estárabiosacomounapanterayseríacapazdetodoparahacerledañoavuestraprometida... —Pero, ¿qué ha ocurrido? —casi rugió Rodrigo—. ¿Cómo responde miSulaimaantelosacososdelcalifa? —Miseñor, tambiénpuedoasegurarosqueella sóloosamaavos.Rechazacuantos obsequios le ofrece nuestro Emir, rehúsa verle a solas, no accede aningunodesusofrecimientos.Inclusoyodiríaqueespeligrosamenteariscaconél.Nuestrodivinoseñordesconoceloqueeseldesprecioyesamuchacha...LosojosdeRodrigomirabanacienpuntosdistintosencadaparpadeo,comosisucabezamaquinaralosmáslocosproyectos.—¿Esseguro?¿Esseguroloquedices?—¿Qué,miseñor?—QuemiSulaimarechazatodoofrecimientodelcalifa.—Seguro,miseñor.Sihubieseotracosa,miamaBouchralosabría.Rodrigoclavósuvistaenlamesayseencerróenuntensomutismo. —¿Quién mató a Samuel ibn Saprut? —dijo de pronto Han-tai mirandofijamentealesclavonegro.—Oh,miseñor,nomemetáiseneso.Nolosé,nolosé;osjuroqueesonolosé.

—Esextrañoquenolosepas,siendotúquienrevelasteatuseñoraqueSudriibaacasadelviejojudíoyteníarelacionesamistosasconél...Túlosabestodo.—Peroesono.Osjuroqueno.Señor,creedme.Podríaserquefuesenórdenesde Bouchra, sí... Pero no pasaron por mí. Creedme. Sé cuánta es vuestragenerosidadynoosmentiría.Y,ahora...,ahoradebomarcharme.Nopuedoestarmás tiempo aquí. Señor, desconfíomucho... Temo pormímismo. ¿Quiénmeasegura que alguien no me espía a mí también? ¿Cuándo..., cuándo puedopasarmeporvuestracasa?Yasabéis...—Mañana.Ysindecirnadamás,Kuraishabandonóellúgubrereservado. Rodrigo,duranteunos instantes, sequedómirandoconojosenloquecidosallugar por donde había salido el esclavo. Y, de pronto, saltó de su silla paraabalanzarsesobrelapuerta.—¡Espera!¡Espera!¡Tengoquehablarcontigo!—gritó. Enunsantiaménsehabíaesfumadodelcuartucho.Duranteunosmomentos,HantalyFernandosemirarondesconcertados.Hastaqueelmédicoreaccionó.—¡Vamostrasél!Veomalaesehombre.Escapazdecualquierlocura. Perojustoentoncesaparecióeltaberneroparaindicarlealmédicoelimportede la comida. Bastante nervioso, se buscó torpemente entre sus ropas hastaencontrarunabolsitadelaquesacóalgunasmonedasdecobre.Tardóunpocoencontarsiete,quepusoenlapringosamanodeaquelhombre. Atravesaroncasia lacarreraelvoceríode los truhanesquese reuníanenellocalexteriorysalieronalzoco.Habíamuchamenosgenteensurecintoalserlahoradecomer.Rápidamente le echaronunaojeadaa toda laplaza, intentandodescubriraRodrigooalesclavo.Peronolosatisbaronporpartealguna.—¿Losvestú,Fernando?—No,miseñor.—¡Correalascuatrocallesquedanalaplaza!Fernandovolóhastalaentradadeloscuatrocallejonesquedesembocabanenelzoco.Fuedeunoaotrocomounaliebreyseasomóaellos.Volviójadeantejuntoasupadre.—Noestán,señor.Yteníanqueestar.Oenlaplaza,oenalgunacalle...Hantalsequedópensandounosinstantes.—Sehandebidometerenalgúnsitio...Sehanescondido.YesosignificaqueRodrigotramaalgoquedeseaocultarme.—Seguro,padre.

ALAHORADECOMPLETAS,FernandoyelsabioIdrissi,despuésdecenarensilencio,estabanbrazocontrabrazoalfondodelacueva,frenteaunaviejamesamuy revuelta. Habían cerrado la puerta con llave a fin de queHuki nooyeralamásmínimapalabradecuantohablasen.Durantetodalatarde,yhastael anochecer, intentaron dar con Rodrigo sin resultado. Habían recorrido losalrededores del zoco, estuvieron en casa de sus padres y en lamezquita, peroparecíaquelatierrasehubiesetragadoalmozárabe.Alfin,habíanregresadoacasa.Ahorahablabanalaluzdeunavela,quesumíaensombraslamayorpartedeaquelextrañosubterráneo. —Dejemos de pensar en Rodrigo —dijo Hantal—. Si se labra su propiaperdición,nosotrostenemoslaconcienciatranquila.Quieroquesigamosconlonuestro,querecapacitemossobretodocuantosabemosahorasobrelamuertedeSudri.—¿Ypordóndeempezamos?—PorlapersonaqueSudriveíaentrarenlosaposentosdeBouchra.—Miseñor,yocreoquelosdosestamospensandolomismo.—Sí.—Estamospensandoesto:¿seríaposiblequeesapersonafueseelgeneralal-Katib? Tanto vos como yo creimos por un momento que ese hombre eraRodrigo,yesoaplenaluzdeldía...Bueno,sinverlelacaranioírsuvoz.Perolapintadelosdoseslamisma.LuegoSudripudoequivocarsetodavíamás,puessóloteníatinieblasalrededorcuandoelintrusollegabaalharén. —Bien,yotengolaseguridadcasicompletadequeeseintrusoeraal-Katib.QuienpasabaalosaposentosdeBouchra,yseguirápasando,eselgeneral.—¿Porquéesaseguridad,miseñor? —Porque, efectivamente, Rodrigo no tuvo nunca ocasión de ver o tratar aBouchra.Demodoquemalpudoenamorarsedeella.Perosíal-Katib.Yoestuveen una fiesta organizada por al-Haken a la que asistieron tapadas algunasmujeres del harén. Y el general estaba allí. Y seguramente hubo otrascelebracionesparecidasconsupresencia.—Pero,señor,¿cómopudieronllegaraintimar?¿Noestánenesasfiestasloshombres con los hombres y las mujeres con las mujeres? O sea, un pocoapartadosunosdeotros... —¡Oh!Eresmuyjovenaúnparaconocer todas las tretasdelamor.Primero,unas miradas significativas. Después, alguna nota o carta encendida de amorentregada secretamente por confidentes...Más tarde, algún regalo del general,tambiénentregadoensecreto...Hastallegaraconcertarunacita.Porlosescritosde Sudri sabemos cómo Bouchra se las arreglaba para comprar a guardias yeunucos a fin de que el encuentro fuera posible. Incluso sobornaba al propio

Sudri.—Entonces,señor,¿aseguráisqueal-KatibeseltraidorquevisitaaBouchra?—Casi. —Perohayunacosa,padre.Según loquediceSudriensusescritos,parecequelaúltimavezquealguienvisitólosaposentosdeBouchra,elgeneralaúnnohabíahechosuentradaenCórdobadespuésdelaaceifa.Esoledescarta. —No,no...Al-Katibestabaen lascercaníasde laciudad tresdíasantesdeldesfileoficial.—¿Ah,sí?¿Cómolosabéis?—preguntóFernandolamardesorprendido.—Melohadichoélmismoestamañana,enlamezquita.YHantalcontórápidamenteasuhijolaconversaciónmantenidaconelgeneralenelinteriordeltemplo.Luegosiguió:—Unadeesasnoches,elgeneralnopudoresistirlanecesidaddeacercarseaverladespuésdetantotiemposinunencuentro.Yotracosa:laaceifahaduradotresmeses.Justoeltiempoenquenohubovisitas,segúnSudri.Todoconcuerda.Fernandosequedócallado.Luego,comosiunanuevaideahubieseaparecidoensucabeza,saltódepronto:—Miseñor,pero,detodasformas,estamosigualqueantes.Aunqueal-Katibsea quien visita a Bouchra, eso no resuelve el asesinato de Sudri. Seguimoscomoalprincipio.Quienestabaconeleunucomuerto,encerradoconélenunahabitación, eraRodrigo.Y la dagaque atravesaba el pechodeSudri era la devuestroamigo.—Desgraciadamente,asíes.AcusadoyperseguidoporSudri,queleconfundíaconal-Katib,Rodrigopudomatarleenesahabitacióncerrada.Estabansentados,unojuntoalotro,frentealareciamesarevueltayllenadepolvo, atestada de papeles, libros, reglas, plumas, un tintero, una lente deaumento... Sobre los papeles, destacaba la daga de Rodrigo, que dejara allíHantal varios días antes. La tomó entre sus manos y observó la bola querematabasuempuñadura.—Comosilahubiesengolpeadoconunmartillo...—dijoparasímismo.Alaluzdelavela,Fernandoobservabaasupadre.—SegúnRodrigo,estasabolladurasseprodujeronlatardedelcrimen,nosabecómo.Estabadormido.¿EsqueselaclavaronaSudriamartillazos?—Esonopuedeser—dijoFernando. —Yopiensoqueno.Pero...Mañana, ademásdebuscar aRodrigo, tenemosquevolveraecharleunaojeadaa lahabitacióndelcrimen.Quieromirarmás.Anda,vamosaacostarnos.Tengosueño.¿Túno?—Yomecaigo,miseñor.

DURANTEMUCHO TIEMPO, a pesar de su cansancio, Fernando estuvodandovueltassobrelasblandaspielesdecorderodondedormía.Permanecíaenunainquietaduermevelallenadeimágenesquesesucedíansinpausa:lacaradeKuraish, el lóbrego reservado de la taberna, palabras y frases sueltaspronunciadasduranteeljuiciodeRodrigo;elsemblantedelcalifaaquellanoche,yeldelgeneralal-Katibeldíaenqueentró triunfanteenCórdoba...Elcráneopálido y rapado de Sudri tumbado en la habitación del crimen... La manchaamarilladesufrente.Nopodíadiscernirsipensabaosoñaba.Depronto,seincorporócomounrayoensulechoparaquedarsesentado,casisinrespirar,mirandohacia laventanailuminadapor la luna.Lehabíaparecidoescuchar unos golpecitos en los cristales.No sabía si era un sueño o lo habíaoídodeverdad.Esperóconlosojosmuyabiertos.Cuandolosimpactosdedosotreschinasserepitieron,permanecióinmovilizadoporelespanto.Alguienhabíasaltadolatapiadeljardínyseencontrabaalladodesuventana.Estabaapuntodegritarcuandounavozquedallegóasusoídos.—¡Fernando!¡Fernando!Soyyo...Rodrigo.Asómate.Elmuchachoseprecipitóalaventanaylaabrió.Unasombra,acontraluzdelaluna,aparecióanteél.—Fernando,tenecesitourgentemente...Ahora...Vísteteyvenconmigo.Quenadasepatupadre.Vaenellomivida.Fernandotemblaba.—Pero,señor,yonopuedo...—PorelamordenuestroDios.Telopidoderodillas.Tejuroquenecesitodeti.Tendrásenmíunamigoyundeudordeporvida.¡Corre,porfavor!—Pero,señor,¿dóndevamos?—Telodiréporelcamino.Nohaytiempo¡PorDiosSanto,dateprisa! LavozdeRodrigoera tanprofundamente lastimeraqueFernando,sinsaberpor qué, se encontró vistiéndose a toda velocidad. Poco después, junto almozárabe, cruzaba el sombrío jardín avanzando hacia la tapia. Un vientecillofrescooreabalanoche.Fernandosequedóatónitoalverunaescalaquecolgabadelmuro.Rodrigodiounospequeños tironesdeellayalguien,alotro lado, lasujetóconfirmezaparaquelaparejapudierautilizarla.Cuandollegaronarriba,alaluzdelaluna,Fernandoreconocióatemorizadoalapersonaqueaguardabaenelexterior.EraelesclavonegroKuraish.

14AVANZABANdeprisaenlaoscuridadporlaparteexteriordelamuralla.ElvientohabíaarreciadoysilbabafrescodesdeDespeñaperros.—Pero,¿adondevamos,señor?—dijoFernandoaturdido.—Alalcázar.—¿Aqué,señor?—VoyallevarmeaSulaima.Nopuedodejarlaahíamerceddeloscaprichosdelcalifa.Fernandosedetuvoenseco,inmovilizadoporlasorpresayelmiedo.Sevieronbrillarsusojosmuyabiertos,iluminadosporlaluna.—¡Vamos,camina!—dijoRodrigo.—Yonovoy,señor.¿Esquequeréisasaltarelharén?—Sí;esoes.Ytenecesito. Rodrigoretrocedióunospasos,agarróconfuerzaunbrazodeFernandoylohizoavanzar.—Pero,señor,esoquedecísesimposible:habráguardiasysoldadosportodaspartes...Moriremos.—Todoestápensado—seoyólavozdeKuraish. Fernando siguió a los dos hombres, que habían callado, y por su cabezarondabaacadapasolaideadesalircorriendoporsorpresahaciasucasa. Según comprobó, se trataba de llegar al alcázar bordeando lamuralla de laciudadporsuparteexterior.Asíalcanzarían lapropiamuralladelpalacio,queera una continuación de la primera. Por allí sólo había campo y soledades.Pasadounbuenrato,Rodrigosedetuvodepronto.—Aquíes.Hacemedioañoreviséestapartedelamurallaporordendelcalifa.Estamos cerca de una grieta que aún no se ha reparado. Por ella cabe condificultadesunhombreynoestáguardadapornadie. Alcabodeunosmomentosde tantearporelmuro,Rodrigoencontró loquebuscaba. —Hasta luego, Kuraish. Ya sabes todo lo que debes hacer. Tú, sígueme,Fernando.Elmuchachoyanopensabasalircorriendo.Habíacomprendidocuántaeralaobcecacióndelarquitectoyestaba segurodequeemplearía la fuerzaconél sitratabadehuir.—Damelamanoysíguemeconcuidado.—Moriremos,señor.

Casidesollándoselapielyrasgándoselasropas,atravesaronlagruesamurallaporunahendeduraangostayoscuradondeseoíanrocesdebichosoderatas.—Ya...,yaestamos.Cuandolograrontraspasarelmuro,seencontraronentreunamarañadealtosmatorrales.Loqueveíanatravésdesusramaseralafachadatraseradelalcázar.Porunaspocasventanassepercibíalaclaridadtristedealgunabujía.Lasdemáspermanecíanaoscuras. —Ahora tenemos que irnos unas veinte varas hacia la derecha, entre losarbustosysinquenadanosdelate—dijoRodrigo.—¿Paraqué?—Ahoraloverás. Tardaronmuchotiempoenrealizarelbreverecorrido,puesparanohacerelmenor ruido sus movimientos debían ser muy lentos y sigilosos. Cuando sedetuvieron,ocultosentrelaespesura,RodrigoledijoaFernando: —Mira:¿vesunacancelaahíenfrente?Enseguidacomienzalaescaleraquesubealharén.—Haydosguardiasconunfarol,señor. —Es la única dificultad, más la ronda de noche y el eunuco sordomudo.Escuchabien.—Sí...Síosescucho.Peroyoestoyyarezandoydespidiéndomedelmundo,señor. —¡Bah!Mira:Kuraishmeha informadocondetalleysehamovidomuchodurante el día para prepararlo todo. Él sabe que esta noche se encuentra ahíarriba el hombre que visita a Bouchra. Por eso he decidido actuarinmediatamente.—¿Noespeorsiestádentroeseindividuo?—No,muchomejor.Cuandoconciertanunencuentro,Bouchraconsiguequelos pasillos del harén queden desiertos. Los eunucos de la guardia y lossirvientes, sobornados, abandonan sus puestos para dejar en soledad lasinmediacionesdelaposentodondetienelugarlacita.Setratadequenadieveaalintruso. Encontraremos un pasillo en ángulo. Al fondo del mismo, Sulaima,avisadaporKuraish,estáaguardándometrasunacortinaquecierraesecorredor.Nohabránadie...SalvouneunucosordomudoquesecolocafrentealacortinaquedaaccesoalosaposentosdeBouchra.—¿Paraqué?—Paraavisarasuseñoraencasodequenotealgoanormal. —Osea,quedeberemosdeshacernosdelosdosguardiasdelacancelaydeleunucosordomudo... —Sí.Y tener encuenta la rondadenoche.Sondoce soldadosque recorren

continuamenteelperímetrodelpalaciotomandolasnovedadesdeotrospuestosdeguardiaquenonosafectan.Kuraishsabequesuelentardarunamediahoraendar una vuelta al edificio. Ese es el tiempo que tenemos para hacer nuestrotrabajo.Ahora debemos esperar aquí a que pase la ronda por la cancela de laescalera.Yapenassealejenunpoco,empezaraactuar.—¿Y...,yquétengoquehaceryo?—Escuchabien.NohabríapasadouncuartodehoradesdequeFernandoyRodrigoaguardabanentrelosmatorralescuandovieronaparecerlarondanocturnaporunaesquinadela fachada.Erandocesoldadosqueavanzabanen tres filasdecuatrohombres.Llevaban faroles, alfanjes, arcos y escudos. Pasaron frente a la cancela de laescaleraycontinuaronsumarchahastaperderseenlaoscuridadporelextremoopuestodeledificio.—¡Ahora!—dijoRodrigo.—Pero,señor...Yo...—¡Vamos,porDios! Entonces,Fernandocomenzóaavanzarentre lamaleza,arrastrándoseporelsuelo y en dirección a los guardias de la cancela, sin cuidarse ya de no hacerruido. En un momento dado, terminaban los arbustos y comenzaba unaexplanada que llegaba hasta el edificio. Casi al borde de los matorrales,Fernandosedetuvo,setumbóenelsueloycomenzóaemitirquejidosahogados,comolosdealguienquesufrefuertesdoloresperonogrita.Rodrigoestabamuycercadeél,agazapadotrasotrosarbustos.Ensumanosujetabaconfirmezaunaporrademetalrecubiertadecuero. Apenas empezó Fernando a quejarse, los dos hombres que guardaban lacancela se miraron y hablaron entre sí señalando hacia donde se oían loslamentos. En seguida, con muchas precauciones, avanzaron despacio hacia ellugardondeseagazapabaFernando.Unodeellosllevabaelfarol,yambos,losalfanjes en la mano. El muchacho comenzó a oír sus pasos cada vez máspróximos.Elmiedolehizocallarse.—¡Siguequejándote!—oyólavozdeRodrigoenunbisbiseo.—¡Aghhhh!¡Uff!¡Ay!¡Ughh!—prosiguióFernandoconvoztemblorosa.Y,depronto,unamanoapartóbruscamentelasramasquelecubrían.Viodossombrassobreélyunfarolledeslumbró.Porpocolanzaungrito.Pero,casialmismo tiempo que los vigilantes le descubrían, escuchó un golpe sordo, pocomás omenos como suena una cabeza cuando recibe una pedrada.Una de lassombrascayóa tierra.Aprovechando lasorpresadelotrovigilante,Rodrigosemovió como un relámpago para colocarse tras él. La daga que sostenía elmozárabeseposóalinstanteensugarganta.

—¡Silencio!¡Diunasolapalabrayteatraviesoelcuello!Fernandoyasehabíaincorporado.RápidamentesacóunascuerdasquellevabaRodrigoenunzurrónyatóconnudosprietoslasmanosylospiesdelhombreque estaba incorporado. El mozárabe le obligó a abrir la boca para meterledentrovariostrapos.Luegoselavendóconfuerzausandounatiradetela.TodoestolollevabaRodrigopreparadoensubolsa.Enseguidahicieronlomismoconelvigilantequehabíacaído.Losarrastraronhastadejarlosbienocultosentrelamaleza. —Hay otro hombre escondido aquí cerca—mintióRodrigo al guardia quepermanecíadespierto—.Almenor ruidoomovimientoquehagáis, os corta elcuellodeuntajo.¿Entendido?¡Vamos,Fernando! Atravesaron la explanadaque los separabade la cancela a todavelocidadysubieronlasescaleras.Enelpenúltimoescalón,Fernandosedetuvo.Sobresusornamentadosbaldosineshabíaunpañuelodesedaazul.—¡Vamos,vamos!—acucióRodrigo.Femando,guiadoporunaextrañacorazonada,tomóelpañueloyseloguardó. Estaban ante la puerta que daba al harén y se detuvieron a un lado. SegúnKuraish, tras aquella puerta había un pasillo en ángulo con seis columnillas yricos cortinajes tendidos entre ellas. Frente a unode estos cortinajes estaría elsordomudobienarmado.—Vamos,Fernando.Hazloquetehedicho.¡Rápido!Entonces,elmuchachoseagachójuntoalbordedelapuertayasomólacabezahacia el interior del pasillo. Vio al eunuco sordomudo, que era enorme.Inmediatamente comprobó que el vigilante, con ojos de asombro, desviaba suvista como un rayo hacia aquella aparición. Fernando retiró la cabeza haciafuera.—Otravez—dijoRodrigo,quepermanecíaalertajuntoasujovencompañero.Fernandoasomódenuevolacabeza.Ahoravioqueeleunucoestabaatresocuatropasosdelapuerta,consuespadaenlamanoyojosintrigados.Volvióaretirarseatodavelocidad.—Yanotedejesvermás—indicóRodrigo—.Ahoraseráélquienseasome. Y,enefecto,primeroseviolabrillantehojadesuespada.Despuésapareciólentamenteuncráneorapadoypulidobuscandoaquellacabezademuchachoqueaparecíaydesaparecía.Elporrazoen la limpiamollera sonóahueco.Rodrigorepitióelgolpeyel eunuco sedesplomócomoun fardo sobreel rellanode laescalera.—Tomalaporra—dijoRodrigo,alqueparecíantemblarletodossusmiembrosdebidoalaexcitación—.Sisedespierta,ledasotravez.YovoyporSulaima.Si

nadafalla,estepasillohaceunángulo.Alfondodelrecodo,meesperatrasunacortina.¡Diosmío,quenadaextrañohayaocurrido! Fernando se quedó solo. El olor dulzón que había allí a densos aceitesperfumadoscasilemareaba.Elsilencioeraabsoluto,yenlapartedepasilloqueélveíasóloalumbrabaunavacilantelámparadeaceite.Y,depronto,llegaronasus oídos palabras que casi eran un susurro desde la cortina donde antesestuvieraeleunuco.Era lavozdeunamujer.PensóenBouchra.Charlabaconalguien en voz casi inaudible. Había en aquel pasillo gruesas alfombras queahogabanporcompletoelruidodelospasos.Fernando,sinpodersecontener,seaproximó un poco a aquel cortinaje. A veces, también se escuchaba una vozmasculina. Un hombre y una mujer hablaban, pero tan quedo que era casiimposible entender sus palabras. Pudo distinguir, sin embargo, unas pocassueltas.Leprodujeroncomounasubidadesangrealacabeza.—Elmuerto...Manchaamarilla...NoserárecibidoporSvarog...—¿Svarog?—dijoelhombre. Aguzaba el oído todo cuanto podía cuando, surgiendo por la esquina delpasillo,vioapareceraRodrigo.Veníatanradiantecomonervioso,yllevabadelamanoaunajoventapadaqueparecíahermosísima.—¡Ahorasólohayquecorrer,Fernando!Corrersinpararhacialosmatorralesylamuralla...—¿Quiénes?—dijolapreciosavozdeSulaima,temblorosaporlaemoción.—EsFernando,elhijodelagháIdrissi.Mehaayudadoenesto.Soysudeudordeporvida. La mano de Sulaima, mientras avanzaban hacia la escalera, rozócariñosamenteloscabellosrevueltosdelmuchacho.Fernandosepusorojo. Bajaron a saltos los escalones y corrieronhacia la espesura.Unos instantesantesdesumergirseensus tinieblas,apareció larondadenochepor laesquinasurdeledificio.—¡Tiraosalamaleza!—exclamóRodrigo.Sequedaroninmóvilesentrelahierbaylosarbustos.—¿Noshabrándescubierto,señor?—Nolosé.Perolaguardiaavanzónormalmente,dandomuestrasdenohaberdetectadolapresenciadelostresfugitivos. —Señor, pero ahora verán que no están los dos guardias de la puerta.Y aleunucotiradoenloaltodelaescalera—dijoFernando.—¡Puescorred!¡Corredhacialamuralla! Avanzaronhaciéndosearañazos con las ramasde los arbustos, sinvolver lacabezaenningúnmomento.Hastaquellegaronalagrietadelafortificación.A

lolejos,loshombresdelarondahablabanavocesyalgunoparecíadarórdenes.Seguramentehabíandescubiertoaleunucosinsentidoysepreguntabanporlosdossoldadosquenoocupabansuspuestos. Atravesaron lagrietaentre jadeosy raspaduras,hastaqueseencontraronencampoabierto.Apenasestuvieronfuera,Fernandodistinguióalaluzdelalunalasombradedoscaballos.AlladoestabaKuraish. En un momento, Rodrigo montó a Sulaima sobre la grupa de uno de losanimales.Luego,volviéndosehaciaFernando, leestrechóconfuerzacontrasupecho. —¡Adiós, queridoFernando!Espero que todo esto termine bien para podervolveraabrazarte...Jamásolvidaréloquehashechopormíestanocheynuncatefaltarámiayudamientrasviva.¡Adiós! De un salto subió al caballo y le dio dos recios taconazos en los ijares. Elcorcel partió al galope hacia el norte con los dos enamorados, hasta que sussombrasfuerontragadasporlanegruradelanoche.—¿Adondeosdirigís,señor?—gritóFernandosinobtenerrespuesta.Alotroladodelamurallaseoíanvocescadavezmáscercanas. —Vamos, muchacho, corre. Nosotros nos vamos en este caballo —dijoKuraish.—¿Adónde?—preguntóFernandounpocoasustado.—MitratoconelseñorRodrigoesdevolverteatucasa.—Pero,¿sabéiscuálessudestino?—Esoesalgoqueguardacelosamenteensecreto.Nadapuedodecirte. Pocodespués,elbriosocorcelavanzabaalgalopecortandoelairecadavezmásfríodelanoche.Depronto,Kuraishvolviólacabeza.—Unjinetepareceseguirnos—dijoescuetamente.—¡Oh!¡Esnuestramuerte!—casigritóFernando.Kuraishtaconeóconfuerzalosflancosdelamontura,alavezquesacabadeentresus ropasunaafiladadagacurva.Peroelanimalquegalopabadetráseramásrápidoysólotransportabaaunhombre.Conenormeinquietud,Fernandoyel esclavo negro vieron cómo el jinete que venía tras ellos los adelantabadejandounaesteladeaireasulado.Nisiquieravolviólacabezaparamirarlos.Prosiguió subriosacarrerahasta sumergirseen las sombrasdelantede losdosfugitivos. Sólo siguieron escuchando durante un rato los cascos de su caballogolpeandolatierra.Porunmomento,enelinstantedesobrepasarlos,Fernandoentrevioelperfildel jinetea la luzde la lunaysucorazónpalpitóconfuerza.Hubiera jurado que era al-Katib oRodrigo. Pero el amigo de su padre estabadescartado.Dealguna forma, advertidoyayudadoporBouchra, aquelhombrehabíahuidodelalcázaralproducirseelalborotodelaguardia.

CuandoelcaballoquemontabaFernandosedetuvojuntoalatapiadesucasa,el muchacho sintió como si regresara de un sueño imposible. Allí estaba laescalaparasaltaraljardín.—SupusequenotendríasllavedelapuertaynodesearíasdespertaramiseñorIdrissi —dijo Kuraish—. Hasta otro día, muchacho. ¿Sabes? Nunca creí quefuesestanvaleroso...Anda,subeyveteadormir.MehadichomiseñorRodrigoqueobresatulibrevoluntadcontupadre.—¿Quéqueréisdecir?—Quelecuentesono,segúncreasconveniente,loquehapasadoestanoche. —Bueno, pues adiós... ¿Tengo..., tengo que decirle a mi padre que os dédinero?—No,miseñorRodrigoyamehamostradosugrangenerosidad. Momentosdespués,Fernandoestabadenuevoen suhabitación.Niun soloruido seescuchabaen la casa, loque significabaquenadiehabíaadvertido suausencia. Cuando se estaba desnudando, algo liviano cayó al suelo desde susropas.Seagachópararecogerlo.Lohabíaolvidadoporcompleto:eraelpañueloencontrado en el penúltimo peldaño de la escalera que conducía al harén.Desprendíaoloraesenciadevioletas.Seacercóalaventana,buscandolaluzdelalunallena,ylomiró.Teníaescritounnombre,quizásconhilosdeoro,pueslasletrasbrillaban.Aproximandomucholosojos,pudoleerloquehabíaescrito:«Yamalal-Katib,general».Mirópensativoaljardín.Ahorayanocabíadudadequién era la persona que visitaba a Bouchra. Pero, ¿quién mató a Sudri? Sederrumbó con gusto sobre las cálidas pieles de cordero. Al instante, surespiraciónprofundaindicóquehabíacaídorendidoporelsueñocasienelacto.

15 ¡INAUDITO!Pero,¿quéhashecho, insensato?¿Quédices?¿Tedascuentadellíoenquemehasmetido?¡Ah,Alá,Alá!¡Nuncahubieraesperadodetiunacosaasí!¡Estáscastigadoindefinidamentesinsalirdecasa!Delaescuela,aquí,ydeaquíalaescuela.¡YacompañadoporHukiparaquenoteescabullas! Hantal, rojopor la excitación, caminabadeun lado aotrodel saloncitodelpatio,mientraslanzabaimprecacionescontinuascontraFernando.Elmuchacho,conlacabezabaja,nodecíanada.Despuésdeundíayunanochetanllenosdeemociones,sehabíaquedadocomounlirón.Ysupadretuvoqueiradespertarlecuando, a media mañana, Huki le dijo que aún dormía y no había ido a laescuela. Entonces, Fernando, sin poderse contener, le contó de una tirada laaventuravividalanocheanterior. —¿Nolocomprendes?—siguióHantal—.Yosoyel fiadordeRodrigobajojuramento.EncuantoelEmirsepaquehaescapado,yademásconSulaima,meprenderáamí.¡Dialgo!—Señor,heaveriguadocosasimportantes...Cosasquepuedenservirnospara...—¡Cállate!—depronto,Hantalpareciórecordaralgo—.¡Oh,Dios,elcalifa!Yotengoqueverdenuevolahabitacióndelcrimen...Antesdeque él sepa lo de anoche. Suele levantarse amediodía. ¡Me voy! ¡Y no se teocurrasalirdeaquí!Hantalsedirigióapasovivohacialapuerta.—Señor,escuchadme,porfavor:anocheencontréunpañuelodeal-Katibenlaescaleraquedaalharén.Elmédicosedetuvoenseco.—¿Eh?¿Esesocierto?Averlo.Elmuchacholosacódeentrelasropasparamostrárseloasupadre.Loobservóacercándoselomuchoalosojos.—YoíhablaraBouchraconelgeneral...—añadióFernando.—¿Quelesoístehablar?¿Esposible? —Sí,escondidodetrásdeunacortina.Pero lohacían tanbajoquesólocogíunascuantaspalabrassueltas.Mirad,oíesto:«elmuerto»,«manchaamarilla»,«noserárecibidoporSvarog».—¿Svarog?¿QuiénesSvarog?—Sivosnolosabéis,¿cómolovoyasaberyo,miseñor? —Bueno; está bien, está bien... Pero yo debo irme ahora mismo. Yahablaremosdeesodespués.¡Ojalánosehayadespertadoelcalifaantesquede

costumbre! Hantal se presentó con todos los temores del mundo ante las puertas delalcázar.Lerecibió,comosiempre,eljovenycomedidofuncionario. ¿Está despierto nuestro Emir? —fue lo primero que preguntó Hantalprecipitadamente.—No,agháIdrissi.Ayertuvoundíaagotadoryseacostótarde.Dioórdenesde que no se le despertara bajo ningún concepto hasta que no lo haga por símismo.Yesoque,alparecer,hanocurridosucesosgravesestamadrugada.—¿Quésucesos? —Perdonad,perodeesonopuedohablarossinpermisodelhachib(4).¿Quédeseáis?—Doscosas:Verdenuevolahabitacióndelcrimenyquevengaaesecuartocualquiersirvientequeseaeslavo. —De acuerdo, señor. Podéis pasar ya a la habitación. Yo os mandaré alsirvienteenseguida.Elsiniestrocuartodelcrimenseguíaguardadopordossoldados,eIdrissipasóentreellosmostrandoelsalvoconducto.AlfondodesusropasguardabaladagadeRodrigo. Sabía loquebuscaba.Nadamásentrar, susojossedirigierona lapareddelfondo.FrenteaellasehabíaencontradoelcadaverdeSudri.Habíaallíunavigaque sobresalía horizontalmente delmuro, a la altura de su cuello.Tendría doscuartasdelarga,eracuadradayestabarevestidadeazulejos.Yalahabíavistolavez anterior, pero entonces no le dio ninguna importancia. Ahora se acercó aella. El azulejo que cubría su cara frontal estaba roto. Tenía un impacto en elcentroyluegoseveíacuarteadoapartirdeestepunto.SacóladagadeRodrigoycolocólaboladesuempuñadurasobrelazonagolpeada...¡Ajá!—dijoparasí.Almismotiempo,notótraséllapresenciadealguienysevolvió.Uneunucoestabaalaentradadelahabitación. —Señor,memandaelsecretarioal-Dawla.Mehadichoquenecesitabaisuneslavo...—Sí;sóloquierohacerteunpardepreguntas.—Decidme,señor.—¿HasoídohablaralgunavezdeuntalSvarog?Elsiervolemiróconextrañezaygestodedesconcierto.—Desdeluego,miseñor.—¿Quiénes?—Oh,miseñor,sunombrenopuedepronunciarseenunlugarimpuro,dondesehacometidounasesinato.

—Puesvamosfuera.CuandoHantalsehuboenteradodetodocuantodeseaba,salióatodaprisadelalcázarycasicorrióhastallegarasucasa,temiendoacadamomentooírtrasélpisadasdecaballosmilitaresqueibanensubusca. Cruzó el patio de su vivienda a toda velocidad y, mientras se dirigía alsaloncitodeestar,llamóconvozrecia:—¡Huki!Elesclavoasomóporlasescalerasdelpisoalto.—Baja,acércate.Elberebersecolocójuntoasuamo.—Escucha:Fernandoyyonosvamosaencerrarenlacuevayestaremosahítodoeldía...Omejordicho,hastaquevengansoldadosdelcalifaabuscarme.Siaparecenpronto,nolesabras;quederribenlapuertadeljardínyqueluegonosbusquen... Tú diles que no sabes dónde estamos. Déjales también que echenabajolapuertadelacuevacuandodenconella...Esonosharáganartiempo. —Pero, señor, ¿quéocurre? ¿Esquevendrán en sondeguerra?—preguntóHukiasustado.—¡Oh,ensondeguerraesdemasiado!Perosíllegaránconintencionesquenosonbuenasparamí.—Señor,¿habéisdichoquederribenlaspuertas?—Asíes.Harásloqueteheordenado.¿YFernando?—Estáensuhabitación,miseñor.—Dilequevenga.Fernandoapareciópocodespuésenelpatio,conlacabezabaja,temiendounanuevareprimendadesupadre.Pero,nadamásverle,Hantalsefuehaciaélyleacogió entre sus brazos con fuerza, lleno de entusiasmo, como si hubieseolvidadocompletamentesuenfado.—¡Creoquelotengo!—exclamóeufórico.—¿Qué...,quédecís? —Creo que el caso de Sudri está resuelto, Fernando. ¡Vamos a la cueva!Debemosordenar todos los datos que tenemos con lamayor rapidezposible...Antesdequeacabeeldía,esseguroquevendránaprenderme. Fernando lemiró con ojos espantados.Cuando se iban a la cueva,Huki seaproximóasuamo.—Señor,¿lessirvolacomidaalahoradecostumbre?—preguntóconojostanespantadoscomolosdeFernando.—Sinohanvenidoantesenmibusca,hazlo.Déjalaenlapuertadelacueva.Nosotroslacogeremos.—¿Quédeseáiscomer,miseñor?

—Preparaloquetúquieras. Huki estuvo realizando las faenas cotidianas de la casamientras sus amospermanecíanmisteriosamenteencerradosen lacueva.AnduvonerviosotodoeltiempoporcuantolehabíadichoelsabioIdrissi.Amediodíacolocólosplatosdelacomidajuntoalapuertadelsubterráneo.Y,pocodespués,comprobóquehabíandesaparecido.Sóloalanochecerescuchótraslatapiadeljardínrelinchosdecaballos,vocesdesoldados,tironesviolentosdelacampanillaygolpesenlapuerta.Comoyahabíapasadoeldía,nosupoquéhacer,sidejarquesiguieranllamandoyderribasenlapuertaoavisarasuamo. La duda duró muy poco, porque apenas se oyeron las llamadas, Hantal yFernando aparecieron en el patio encaminándose hacia el jardín. El médicotrasportabaelcartapacioconlosescritosdeSudri.—Tardesehalevantadoelcalifa—dijoHantalalpasarjuntoasuesclavo.Trasdarunospasos,sevolvióhaciaél. —Huki, no sé cuándo regresaré. Ocúpate de la casa tan bien como lo hashecho hasta hoy. Y, sobre todo, cuida de Fernando, que volverá esta mismanoche.¿Nosestimas,Huki?—Señor,¿cómolodudáis?Vosymimuchachosoisloquemásquieroenestemundo. —Eres libre.Eselpremioa tufidelidadde tantosaños—dijoescuetamenteHantal.Hukilemiróincréduloconlosojosmuyabiertos.Luegoseechóatierraytocóelsueloconsufrente. —Miseñor,¡queAláosbendiga!Milgracias,miseñor...Peroyoseguiréenestacasahastamimuerte.Permitídmelo. —Porsupuesto,yteloagradezco.Ahora,hastaotrodía.Nosécuándoserá,peroesperoregresar.—Señor,decidmequéocurre—pidióHukiconfundido.—Venconnosotrosaljardínytúmismoloverás. Losgolpesenlapuertasonabanyaconlaviolenciapropiadequientienelaintencióndelderribo. —¡Alto, señores! ¡Yaabroyo!—gritóHantal, a cuyo lado ibamuypegadoFernando.Cuandoelmédicodejófrancalaentrada,viofrenteaélhastaquincesoldadosacaballoconarmasyluces.Unoficialdetezmuyoscurasedirigióalmédicorespetuosamente.—MiagháIdrissi,yo...—Vamos,habladsinmiedo. —Señor, tengo órdenes directas del califa... He de llevaros preso ante su

presencia. Vos os presentasteis como fiador bajo juramento del mozárabeRodrigo Santibáñez..., y éste ha huido a paradero desconocido. Se cree quetambiénharaptadoaunamujerqueestabacomorehénenelalcázar.—Comprendo,comprendo.Proceded. —Por consideración a vuestra dignidad, el califa ha ordenadoque no se ospongan grilletes y que salgáis de vuestra casa como si fueseis a realizar unavisitahabitualalalcázar.Montadesecaballo.—Mihijovendráconmigo.Eloficialdudóuninstante. —Sobrevuestrohijono tengoordenalguna.Pero llevadlo si eseesvuestrodeseo.Elcalifadecidirásobreél.—Vamos,pues—dijoHantalcontonoanimoso. Hukisequedó inmóvilenelumbralde lapuerta,viendocómosusamossealejaban rodeados por los soldados. La noche estaba cayendo sobre Córdoba.Más que pena, sintió una intensa melancolía al verse solo. Dos gruesoslagrimonesrodaronporsusmejillas.

16CUANDOHantalIdrissipenetróenlamismasaladondesehabíacelebradoeljuicio de Rodrigo, ya estaba allí el califa. Los ojos de Idrissi se clavaron alinstante en el hombre que el Emir tenía a su derecha. Conversaban. Era elgeneralal-Katib.«Esbuenoqueestéaquí»,pensóelmédico.Lesorprendió lapresenciadeunosveinteceñudosarquerosquerodeabanelsalón.Alrededordelcalifa se hallaba la caterva acostumbrada de palaciegos y siervos atentos acualquiera de sus gestos. El aire estaba cargado de un olor denso, mezcla deperfumes,gasesdelas lámparasytranspiracioneshumanas.HantalyFernandose postraron en tierra y en la sala se hizo un silencio expectante. El califapermanecióunosmomentosmirándolosconexpresiónapesadumbrada.—Levantaos—dijoalfin.CuandoHantalestuvoenpie,miróasualrededorconunesbozodesonrisa.—Miseñor,¿porquétantoarquero?¿Tanpeligrososoy? —Noes tiempodebromas, Idrissi.Pero,¿puedoestarseguro tras loquehaocurridoestanoche?Sonhombresescogidosdelgeneral,quedurantetodoeldíahanestadorastreandoloscamposenbuscadetuamigo.HubounsilencioduranteelqueHantalyelcalifasemiraronfijamente.—Denuevonosencontramosencircunstanciasqueparamísonmuypenosas,sabio Idrissi, pues debo arrojar a las mazmorras a uno de los hombres másnobles de este reino y de todos los reinos. Además, eres mi amigo. Pero elmozárabeRodrigoSantibáñezhacometidoundelitogravísimoestamadrugada:haasaltadoelharénllevándosealarehénSulaimayhadesobedecidolasórdenesdenoabandonarCórdoba.AntesmatóamiamadoSudri.Túerassufiadorbajojuramento...¿Podráslibrartedelahumillacióndelosgrilletesdiciéndomedóndeseescondeesehombre?—No,miseñor.Esonolosé.Unprofundosuspirobrotódelpechodeal-Haken. —¿Tienesalgoquedecirantesdequetebajenalossubterráneos?Tepuedojurarqueesteesunodelosmomentosmástristesdemivida... —Sí, mi señor; tengo algo que deciros. Pero me temo que cuanto deborevelaros os va a provocar algo más que tristeza. Puedo aclararos ya cómoocurriólamuertedeSudri. Un relámpago de sorpresa cruzó los ojos del califa,mientras en la sala selevantabaunsúbitomurmullo.—¿Losabes?¿Sabesquiénlohizo?

—Sí,miseñor.Ydosdíasantesdequesecumplaelplazoquemedisteis.Peroantesdeseguir,quierorecordarosalgo.MandasteisapalearaRodrigoSantibáñezporocultarosreiteradamentelaclasedeasuntoquelerelacionabaconSudri.Noquisorevelároslo.¿Sabéisporqué?—Túmelodirás. —Por amor y lealtad a vos. Por no hundiros en la desesperanza y eldesprestigiomásamargos.Unnuevomurmulloseextendióportodalasala.—¿Cómo?¿Quédices?—intervinoelcalifaconelgestomásgravedelmundo—.¿Sabestúcuáleraeseasuntosecreto? —Sí,miseñor.Ymeveoforzosamenteobligadoa infligirundurogolpeenvuestraalmasideseáissabertodalaverdad.Losojosdelcalifaseentornaron,fijosenlosdeHantal.—¿Quieresasustarme,Idrissi?Hablacuantotengasquedecir.—Señor,necesitoatrespersonaspararevelarosloquedebéissaber—girólacabezacomobuscandoaalguien—.Dosdeellasestányaenestasala.Perofaltauna.—Nombraaesaspersonas.—LaprimeraeselvalientegeneralYamalal-Katib,sentadoavuestraderecha.También el esclavo Kuraish, a quien he visto a mi espalda. La tercera..., laterceraesvuestrafavorita:Bouchra. Lascejasdelgeneralseenarcarondesúbitoyunaligerapalideztraspasósurostro.Al-Hakenagravósugestoentreelmurmullodelaconcurrencia.—No,Bouchranobajará.Noesestocosademujeresnientiendoquérelaciónpuedatenerconelcaso.—Señor,yoinsistiría...—Nobajará—concluyóelcalifa. Hantal no perdió la serenidad. Llevaba bajo el brazo el cartapacio con losescritosdeSudri. —Mi señor, se ha estado cometiendo contra vos desde hacemeses una viltraiciónquenoimagináis.Sobornos,compradeguardiasyeunucos, todaclasede vejaciones a vuestra persona cometidas en secreto. ¿Veis este cartapacio?Contiene diecisiete hojas de pergamino donde vuestro amado siervo HemnéSudricuentapuntoporpuntoesatraición...Éllaconocía.Losojosdeal-Hakenmiraronasombradoselcartapacio.—Tráeloaquí.Hantaldesatórápidamentelascuerdasyselomostróabiertoalcalifa.Apenasleechóunamiradarápida.—Sí,eslaletradeSudricuandoescribíaeneslavo.Léelo.

—¿Ahora?Tendráqueserlatraducción...Esalgolargo,miseñor.—Tenemostodalanoche.¿Quiénhizoesatraducción?—ElsabioBenBarra.Hombredetodaconfianza,comosabéis.—Lee.—Yonoveomuybienletrastanpequeñas.¿Podríahacerlomihijo?Elcalifaasintióconlacabeza.Pocodespués,sentadoenelsuelo,Fernandohizooírsuvozclarayprecisaenaquel recinto, leyendo página por página las tristes memorias de Sudri.Conformeavanzabaenelrelatoyelasuntomásgravesedesvelaba,lapieldelgeneral fue tomando diversos tonos, entre la palidez y el rubor, mientrascomenzaba a sudar intensamente. Al fin, haciendo un esfuerzo por serenarse,irguióelmentónconorgulloyescuchóimpávidolalectura.LosrumoressubíanobajabansegúnlospasajesqueleíaFernando.Yelsilencioerasepulcralcuandodijo:—Aquíterminaelescrito,miseñor.Yanosiguemás.Al-Hakensehabíareclinadohaciaatrásenloscojines,conlacabezainclinadasobreelpechoyunamanocubriéndolelamirada.Surespiracióneraagitada.—Miseñor—dijoentoncesHantal—,elhombrequeentrabaalosaposentosde Bouchra no era Rodrigo. Siento deciros algo que añadirá más amargor avuestroespíritu:esehombreesvuestrogeneralal-Katib.Uninmensovoceríosealzóentoncesenlasala.Elcalifaapartólamanodesusojos.—¡Mentira!—exclamóelgeneral.—¿Porquédiceseso,Idrissi?—preguntóal-Hakenentonosombrío.—Miseñor;Sudri,enlaoscuridad,seconfundíadepersona.Elmozárabeyelgeneral tienen un aspecto parecido que vos ya habréis advertido: la mismaestatura,una levecojera, unperfilmuy semejante, loshombros cargados...Yomismolosconfundíayerenlamezquita,alveralgeneraldeespaldas.Al-Katibhabíarecobradotodasuserenidad. —¿Permitiréisesteultrajeaungeneraldevuestrosejércitos,miEmir?Estámuyclaroeljuegodelmédico:sielparecidoescierto,¿cómopruebaquesoyyoquienentraenelharénynoesesemozárabe?¿Porqué laconfusióndeSudrifavoreceprecisamentealamigodelagháIdrissi?Al-Haken,pálido,sedirigióaHantal.—¿PuedesprobarqueeraelgeneralynoRodrigoquienpasabaalharén?Esmuygraveloquedices.—Sí,miseñor.Yalhacerlo,pongoenpeligrolavidaolalibertaddemipropiohijo. Señor, anoche, Fernando ayudó a Rodrigo en su aventura de llevarse aSulaimadelharén...Alllegarallí,yasabíandeantemanoqueelgeneralestaba

convuestrafavorita...—¿Quédices,insensato?—Hayaquíunhombrequepuedeatestiguarlo,pueseralamanoderechadelaseñoraBouchraparamuchosasuntosdelicados.—¿Quiénes?—ElesclavoKuraish.Otraoleadaderumoresresonóenlostechosabovedadosymuchasmiradassedirigieron hasta el fondo de la estancia. El califa tambiénmiró desconcertadohaciaelmismolugar.—¿Kuraish?Norecuerdo...¿Estáaquí?Hantal,decidido,sefuehaciaelesclavonegro,lecogiódeunbrazoylehizoavanzarhastacolocarloanteelEmir.Todoelcuerpodelancianotemblaba.—¿Sabestúsielgeneralestabaanocheenelharén?—lepreguntóHantal.Elhombreseechóatierragimoteando.—¡Oh,midivinoseñor!Yo...Nosé...¿Mevaisacastigar?Yasoyviejoy...—exclamómediollorandodirigiéndoseaal-Haken. —¡No! ¡No habrá castigo alguno si contribuyes a que yo sepa la verdad!¡Habla!Nadatepasarádigasloquedigassiescierto.—Yo...Sí...,miadoradoseñor...Elgeneralestabaallí;loséporvuestrapropiafavorita, mi señora Bouchra. Todo se preparó para que pasara al harén sindificultades,comolasotrasveces.Peroyo,miseñor...—¿Haréiscasodeunesclavotraidorquesiempresehavendidoaquienmejorbolsaleofrecía?—atajóelgeneral.Elcalifalemiróconunaterribleseveridad.—¿Ycómosabestúeso? —Además, señor—intervino sin aguardar Hantal—,mi hijo encontró estocuando subía con Rodrigo por la escalera que da a los primeros pasillos delharén.Elmédicomostrabaelpañuelodesedaazul.Losojosdeal-Katibparecieronbrillarconunachispasalvaje.—Acércate.¿Quées?—dijoal-Haken.—Miradlovosmismo.Elcalifatomóelpañueloyloobservó.Susojossedetuvieronenunaesquinadelmismo.Diolaimpresióndequesequedabanclavadosallí,puesnolosapartóenunosmomentosqueparecieroneternos.Ensurostro,másquelaira,sereflejólamayordecepción,mientrasleíaunayotravezelnombredelgeneralbordadoconhilosdeoroenlaseda.Después,sólogirólacabezahaciaal-Katib.—¿Túhassidocapazdehacermeesto?—dijoelEmir.Nadamás. El general no respondió.De improviso, ante el sobresalto de la asombrada

concurrencia,sepusoenpiedeunbrincofelinoapartándosedelEmir.Sugritosonóenlasalacomounlatigazo. —¡Apuntadalcorazóndelcalifa,misarqueros!¡Vuestrosdíasdegloriahanllegado!¡Vamos,sinmiedo!¡CapitánHamed!Ocupaosdequevenganaquídeinmediatotodaslasguarnicionesqueyomandoyquerodeenelalcázar.Losdieciochoarquerosqueenvolvíanlasalahicieronunmovimientovistoyno visto al unísono. Los arcos tensados estaban ya en susmanos y dieciochosaetas apuntaban al pecho de al-Haken. Se oyeron gritos ahogados, algunossiervos de las últimas filas huyeron despavoridos; otros dignatarios seagazaparontraslosvoluminososcojines. —¡Ja, ja, ja! —rió al-Katib con los brazos en jarras—. ¡Califa, me hasobligadoaadelantarunospropósitosqueteníaprevistosparamásadelante!¡TutronoyBouchra!Tenerlasóloparamí,sincompartirlaconnadie,sinnecesidaddeveniralharénpor lasnochescomoun ladrón...Sereldueñodel reinomáspoderosodeOccidente.¿RecuerdaslamatanzadelosOmeyasenDamasco?Esovaaocurriraquíestanoche...YunanuevadinastíareinaráenCórdoba:lademisgeneraciones.Al-Hakennohabíamovidounmúsculoysumiradasóloexpresabagravedad.—Mátameamí,peroanadiemás...Esotebasta. —¡Ah,no!Túsolo,no.Estántushijos, tushermanos,hastaelúltimodetusparientes...Turaleadebedesaparecerdelatierrasindejarrastro.YesteidiotadeIdrissitambiéncaerá;sabedemasiado...Ytú,viejonegro—miróaKuraish,quetemblabadepies a cabeza—,y tú, repugnante conejo—ledijo aFernando—,queerescapazdeencontrarunpañuelomíoenellugarmáscomprometedor...Ytú,ytú,ytú...Conformehablaba,al-Katibibaseñalandoacadíes,funcionarios,imanes...—VuestraprimeravíctimafueelviejoibnSaprut,¿noesasí?—dijodeprontoHantalconentereza,mirandofrenteafrentealgeneral.—Serásdelosprimerosencaer,sabio.Eresdemasiadolisto.Perotediréqueyosólomemancholasmanosenloscamposdebatalla.Tengohombresdesobraparahacerlostrabajosdesprecia...Elgeneralcortósuspalabras.Procedentesdelpatioseoíanvocesyalborotodegentes. —¡Seguid apuntando al califa!—ordenó nervioso a sus hombres,mientrastratabadeverquéocurríafuera. Y, de pronto, apareció en el salón un grupo de soldados que arrastraban aRodrigoySulaima.Aquellosguardias,nadamásveralcalifabajolamiradelosarqueros, desaparecieron asustados dejando a los dos prisioneros en la sala.Nadie osaba producir el menor ruido y el silencio resultaba opresivo. El

mozárabe miró al general, a los arqueros, al califa. Tras unos instantes deconfusión,comprendiórápidamente.—¡Ah!Elquefaltabaaquí—dijoal-KatibaproximándoseaRodrigoconairealtanero—. Has venido a meterte en la boca del lobo como un corderitoinocente...¿Paraqué,estúpido?¡Habla! —Deseaba entregarme al califa... Confiaba en el aghá Idrissi —respondióescuetamenteconvozronca,sinmirarledefrente. —¡Ja,ja,ja!Yhacíasbien.ElvenerableIdrissiparecequelohadescubiertotodo...Comoves,yomandoaquíahora.Sí...,quizásnosparezcamos...Observa,califa;esloúltimoquevanacontemplartusojos.—elgeneralsecolocójuntoaRodrigo,que teníaa suespaldaunacolumna—.Sí, talvez...Elperfil, losdoscojeamosunpoco,loshombroscargados...¡Atención,arqueros!Algoocurrióentoncesquenadiecomprendióhastaquepasólaconfusión.UnmovimientoinstantáneodeRodrigo,unbrilloenelaire.Después,unbrazodelmozáraberodeabapordetráselcuellodeal-Katibyladagaqueempuñabacasipinchabasugarganta.Eraladelpropiogeneral,queRodrigohabíaextraídodesufundacomounrelámpago.—¡Ordenaatussoldadosquetirensusarcosytodaslasarmasoereshombremuerto!¡Vamos!¡Ya!—apremióRodrigo.Rojoporlapresióndelbrazo,al-Katibdudóunosinstantes.—Prometedmeantesquesalvolavidaomoriremostodos.—pidióalcalifa. El Emir hizo un movimiento afirmativo con la cabeza. De inmediato, elgeneral ordenó a sus hombres con otro ademán que depusieran las armas.Unesclavocorrióhaciaelexteriordandovocesparaalertaralossoldadosfielesdelalcázar. Se produjo una embarullada confusión en la sala. Muchos altosdignatarios huían de allí y otros asomaban las cabezas por detrás de losalmohadones. Llegaron soldados que rodearon a los hombres de al-Katib.Al-Hakennosehabíamovidodesulugar.TampocoHantal.FernandocorriójuntoaRodrigo,queenningúnmomentohabíasoltadosupresa.—Señor,¿lemaniato?—dijoelmuchacho.—¿Quéhagoconél,miEmir?—preguntóRodrigoalcalifa.Al-Hakensólohizoungestoquesignificaba«mazmorras».Algunossiervossehabíanprecipitadosobreelcalifaylehacíanaireconabanicosdeplumas. —¡Apartad! ¡Apartad!—gritó al-Haken, moviendo los brazos como quienahuyentaunenjambredemoscas. CUANDO SE RESTABLECIÓ LA CALMA, el califa permanecía absorto

entresusalmohadones,conlosojosperdidosenunpuntoinciertodelhorizonte.Parecíanocomprendercuantohabíaoídoysucedidoallí.Estuvomuchotiempoensilencio.Mientrastanto,nadiedijounasolapalabra.—Habíadejadodeamarla...—murmuróalfincomoparasímismo.—¿ABouchra,miseñor?—dijoHantal,quesehabíaaproximadoaél. —ABouchra.Hacetiempoqueapreciabafalsedadensuespírituyunocultodesdén.Yahora...,ahorahabíanacidoenmialmaotrapasión...—ysusojosseposaronenSulaima,quepermanecíaenunrincón,conlosojosbajos—.Peroesapasiónnomepertenece.—Animaos,miseñor.Todoseolvida.ElcalifamiróaRodrigo.—Hassalvadomividaylademuchosotrosseresqueridosparamí...Yalgomás importante aún: la estabilidaddel reino. ¿Quéotra cosapuedohacer sinoperdonartedetodoslosdelitos?Eresjoven...Estodocomprensible. —Mi señor—dijo elmozárabe—; agradezco vuestra generosidad. Pero yoquisiera...Yohevenidoaquíparaentregarmeavosafindenocomprometerami amigo, el sabio Idrissi. Lo comprendí apenas me alejé unas leguas deCórdoba.ElagháHantalseríaencarceladopormiculpa.Igualmente,talvezmisviejos padres...Mis hermanos. Pero también he vuelto por otromotivo: deseoqueminombrequedelimpiodeuncrimenquenohecometido.—¡Ah,Sudri!¡MiqueridoSudri!—exclamóelcalifa—¡Cuántodebiósufrirdurantesusúltimosdías!Pero,¿cómopudistenoser túquienleapartódeestemundo?Lahabitacióncerrada...Tudaga...Teheperdonadodeloquehicisteanoche.¿Podréperdonarteporlamuerte de mi esclavo si tú eres el culpable? ¡Ah, Hantal!Me has dicho quetenías lasolución...Estoymuycansado...Mucho...Peroesonopuedodejardeoírlo. ¿Lo sabes? ¿Sabes quién mató a Sudri? ¿No fue Rodrigo? Es lo quedesearíaoír.—No,nofueRodrigo.—Pero,¿cómoesesoposible?Lahabitacióncerrada...,ladaga...—repitió—.Habla,pues.Ysiéntateaquí,amilado.Sentaostodos.

17HANTALcarraspeóvariasveces.—Señor,¿seríaabusardevuestrapacienciasiospidoquemetraiganunacopaconaguadeazahar?Tengolabocaseca.Pocodespuésselessirvióatodosalgunabebidarefrescanteybandejitascondistintospastelillos.—Empiezaya,Hantal;deseoretirarmeenseguida—apremióal-Haken.—Miseñor,ayermismosupequiénesSvarog.—¿Svarog? —Sí,mi señor, Svarog: el dios principal de los pueblos eslavos. Sudri, ¿sehabíaconvertidoalislam?—Asíes.—Bien.Quizássóloamedias.Porlomenos,aúndebíanlatirensucorazónlascreenciasancestralesaprendidasenlaniñez.Señor,uneslavoquesirveenestealcázarmehareveladoque,segúnlosritosdesupueblo,ningúnmuertopuedepresentarseanteSvarogsinunamanchaamarillaenlafrente.Deotromodo,noentra en el paraíso. Y este amarillo sólo sirve si procede de ciertas tierrasexistentes en las lejanas llanurasdeBumelija,benditasporSvarogydonde sealzauntemploensuhonor.Pareceserqueloseslavosbúlgarosguardantodalavidaunacajitaconunpocodeesatierra...Luego,lamezclancongomasomielparaproducirlapastadelcolor...—¿Ybien? —Como sabéis, Sudri tenía unamancha amarilla en la frente cuando se lehallómuerto.Yo encontré su cajita de pintura en la habitacióndel crimen.Lapodéisvercuandoqueráis.Debíaconservarladesdequesaliódesupatria,puespornuestroreinonoexisteesaclasedetierra.Losdedosdevuestrosiervoteníanrestosde lapintura.Y sus ropas.Enconclusión: élmismo sepintó lamanchaparacomparecerdignamenteanteSvarog.Esdecir,Sudrinofuesorprendidoporla mano de un asesino imprevisto. Ya sabía que iba a morir. Se preparópreviamenteparaello.Elcalifalemirabaconlosojosentornados. —CuandoRodrigollegóalahabitación,aúnnosehabíapintadolamancha,¿verdad?—dijomirandoalmozárabe,queasintióconlacabeza—.Ahorapuedohablaros del segundo elemento decisivo en mi investigación: el pastel connarcotico que Sudri ofreció a nuestro amigo para que cayese en un soporinvencible. Aún lo guardo enmi cueva y lo probé enmímismo. Tenía tanto

somníferoquepodríahaberdormidoaunbuey.—Sí,sigue. —SudriofrecióelpastelaRodrigo,yéstecomiólosuficiente.Cuandocayódormido, vuestro amado siervo actuó rápidamente. Se pintó la mancha en lafrente,tomóladagadeSantibáñezycolocólapuntasobresupecho.Después...,despuésprecipitósuvoluminosahumanidadcontralavigarevestidadeazulejosquesobresaledelmuro,justoalaalturadesucorazón.Elpomodeladagaestáabollado, el azulejo roto. El peso de Sudri hizo que el arma quedase tanfuertementeincrustadajuntoalesternónque,alextraerlayomismo,meparecióalprincipioquehabíasidomuertoporunhombredefuerzabrutal. También pensé que la trayectoria recta del puñal se debía a que Sudri fueatacado mientras estaba de rodillas. No. Era recta porque la viga quedaba alniveldesupecho... —Pero...—dijo el califa—, ¿porqué lo hizo? ¿Por qué se quitó la vida élmismo?¡Oh,Alá,perdónale! —Señor, cuando Fernando ha leído sus escritos, ya habéis oído que él seconfundía de persona. Para Sudri, quien os traicionaba con Bouchra eraRodrigo...Tambiénhabéisoídoquesesentíaincapazdeconfesarostal infamiatemiendoelgolpetanterriblequerecibiríais.Sufidelidadhaciavoseraabsolutay decidió terminar personalmente con el engaño eliminando al culpable... ARodrigo.—Perosematóél.Noteentiendo... —Sí, sucarácterpacífico le impedía cometerunasesinato.Loquehizo fueofrecersuvidaporvos,miseñor.Además,seguramenteseinmolóparapagarsupropiaculpa.Sentíaqueoshabíatraicionadoyestoeraunpesoensuconcienciaque no podía soportar. Vos le habíais tratado como a un hijo y él aceptó lossobornosdeBouchra...Elcalifasetapólacaraconlasmanos.Hantalcontinuó:—Lopreparótododemodoquedieseelresultadoquevosmismocreisteismáslógico.¿CómonoculparycondenaraRodrigocuandoseleencontróencerradoenunahabitacióna laquenadiepodíahaberentradosinoél?Paraeso,Sudricerró lapuertadesdedentroy tiró la llavepor laventana sinque loadvirtieranuestroamigo.Además,cuandoleencontrasenmuerto,tendríaclavadasudaga.Murió por vos para que fuera condenado amuerte el que creía culpable de latraición.Yéstacesaría... —¡Oh, Alá, Alá!—exclamó casi para sí mismo al-Haken—. Lo veo todoclaro, Idrissi. Pero, a pesar de su debilidad ante las tentaciones de esamujer,¿cómohonrarlafidelidadsinlímitesdemisiervo?¿Cómo?Todassusfaltaslasreparóconlamuerte.¿Dequéformatestimoniarmigratitudhacia...?—suvoz

sequebróporlacongoja.Hantalaguardóunmomentorespetandolaafliccióndelcalifa. —Comparto vuestros sentimientos, mi señor —dijo después el médico—.Pero...Peropiensoquepodríaishaberhechounaobjeciónamisargumentos.—¿Sí?—respondióelcalifacondesgana—.¿Cuál? —SuponedqueRodrigo teníaalgúnconocimientosobre lamitologíaeslava:Svarog,lamanchaamarilla...EntoncesresolviómataraSudriparalibrarsedesuacosocontinuoporelasuntodeBouchra.DecidióaceptarlainvitacióndeSudriparairasucuarto,peroconlaideadeacabarconél.Todopudoocurriralrevés:fueRodrigoquienllevóelpastelconnarcótico.Sudricomióynuestroamigolematómientrasdormía.Luegopreparótodoslosdetallesquehicieranparecerunsuicidio la muerte de vuestro siervo... La baldosa rota, el pomo de la dagaabollado,lamanchaamarillaenlafrentedeleslavo...ElcalifaabriómáslosojosymirófijamenteaHantal.—Sí,¿porquénopudoserasí? —Esta teoría seviene abajode inmediato en cuantopensemosunpoco,miseñor.EncuantopensemosquelapuertaestabacerradapordentroyRodrigosehallaba atrapado. Esa trampa no se la pudo poner él mismo impidiéndoseescapar. La había cerradoSudri.Y aun en el caso de que lo hubiera hecho elpropioRodrigoafindeconseguirunfingimientoaúnmásverazdesuhistoria,¿cómo habría reaccionado en un juicio donde le iba la vida? Declarandoinmediatamente, para salvarse, que se tratabadeun suicidio.Habría explicadopuntoporpuntoelasuntodeSvarog, lamanchaamarillay todo lodemás.Nohabría dicho que se durmió, sino que había contemplado los hechos con suspropiosojos.Sinolohizofueporquenadasabíademitologíaseslavasyporque,enefecto,estuvodormidomientrasSudriactuabafunestamente.Elcalifanodijonadamás.Trasunosmomentosenquepermanecióinmóvil,seincorporótrabajosamentedesusalmohadones.Tresesclavosseprecipitaronparaayudarle.Diounospasoshacia sus aposentos interioresy sedetuvo.Volvió lacabeza. —Soislibrestodos...Sí, todos...Libres...Mañana,vuelvealamezquita—ledijoaRodrigo. Permaneció en elmismo lugar unos instantes y habló comopara símismo,apenasdirigiendolamiradahaciaunfuncionario.—Bouchra...Laamémucho...Nomorirádebidoaeso.Peronodeseovolveraverla jamás. Destierro inmediato. África... ¡Oh, quiero dormir! Sólo dormir...Quenadiemedespierte...Paranada. Y reemprendió su camino hacia el interior del alcázar. Dos esclavos leayudabanacaminarcogiéndolede losbrazos.Arrastraba lospiesysuespalda

iba encorvada. A punto de desaparecer por una puerta del fondo, se paró denuevoyvolviólacabeza.Susojos,llenosdemelancolía,seposaronenlafrágilfigura de Sulaima. Entonces, por primera vez desde que la conociera, ellalevantó los párpados y las dos miradas coincidieron. En las pupilas de lamuchacha se advirtieron dos chispitas de dulzura y agradecimiento.Inmediatamente,elcalifadesaparecióenbuscadeldescanso. DOSDÍASMÁSTARDEsecelebróunaanimadacomidaencasadeHantalIdrissi.Sefestejabaelventurosofinalparatodosdelosdramáticossucesosquehabía provocado la muerte de Hemné Sudri. Estaban allí, con el médico yFernando,Rodrigo,SulaimayeltremendoBenBarra.HantalhizoqueHukisesentaraconellos,ylapotentevozdeBenBarraresonótodoeltiemposobrelasdemás. Se habló del caso Sudri y de la secreta conspiración de al-KatibconchabadoconBouchra.Perotambiéndemilcosasmás.YBenBarraintercalósushistoriascómicasacostumbradas.Peroresultóque,enestaocasión,tuvounrivalcapazdeoscurecerle.Lashistoriasmásgraciosasde todas fueron lasquecontó Huki. Nadie conocía esta faceta del bereber. Al final, como siempre,HantalyBenBarra terminaronenzarzadosenunadisputacientífica.Yaunquelos demás no entendían bien sus argumentos, era divertido verles a causa delafán que ambos sabios ponían por vencer en la controversia. Esta vezpolemizaronsobresilosespírituspodíanaparecersealoshombresono.Amediatarde,entreabrazosypromesasdenuevasreuniones,losinvitadossemarcharon,quedandosolosHantal,FernandoyHuki.—Voyalacueva,Fernando,¿meacompañas?—dijoHantal.—¡Oh,sí!—Tengoqueterminarlacartaastraldelcalifaparaestemes.Nolahetocadoentodosestosdías...—Padre,¿meenseñaréisahaceresascartasalgunavez?—Noexactamente.Bajarássiempreconmigo,mirarásloqueyohagoyharáslaspreguntasquequieras.Asíloaprenderássindartecuenta.Abajo,enlacueva,Hantalsesentófrentealamesadondepermanecíaamedioterminar la carta astral del califa correspondiente a septiembre. Comenzó atrabajar sobre el pergamino usando reglas y escuadras, haciendo mediciones,trazandolíneasycírculos...—¿Quésignificaestesigno,padre?—EsMarte.—¿Yéste?

—ElSol.Fernandocallóunmomentoyparecióquesuspensamientossedesviabandelacarta.—Padre,¿osacordáisdelapromesaquemehicisteiseldíademicumpleaños?—¿Tehiceunapromesa?Norecuerdo... —Sí, me prometisteis ir a buscar algún día a mis padres verdaderos. Megustaríaconocerlos...,siviven.—Bueno,esollevarátiempo.Unviajealosreinoscristianos,indagaciones...Yyotengomuchotrabajoaquí.—PerosóloenochodíashabéisresueltoelcasodeSudri,queparecíanotenersolución.Hantalcalló,mientrasparecíareflexionar.—¿Sabes?Estoycansado.Hacemuchotiempoquemesientocansado.Podríatomar un permiso. Pedirle autorización al califa y enviarmis enfermos aBenBarra...Unmes.Mejordos.—¿Noesdemasiadoparadescansar,padre?—Paradescansar,sí.Paraencontraratuspadres,creoquenecesitaremoseso.—¡Oh,miseñor!¡Québuenosois!¡Gracias! Y Femando se abrazó entusiasmado al cuello del sabio, mientras ésteestrechaba contra su cuerpo al valeroso muchacho rubio de los cabellosrevueltos.

notes

Notas(1)Aghá.Señor,enárabe.(2)Almedina.Zonaamurallada,dentrodelaciudad,dondeestabanelalcázar,lamezquitaylosprincipalesmercadosozocos. (3)Condestable. En árabe, sahid al-jayl, encargado de las caballerizas y,probablemente,deorganizarjustasytorneos.(4)Hachib.Cargosemejantealdeunprimerministroactual.