El Misterio Del Salto Angel

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  • 7/24/2019 El Misterio Del Salto Angel

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    La escalera de Laimel

    por Jos Manuel Novoa / Madrid

    Una historia en la tierra de los tepuyes

    Arthur Conan Doyle situ en ellos su novela El Mundo Perdido e imagin que sus cimaseran el hbitat de enormes dinosaurios.

    En la lengua indgena pemn, la palabra tepuy significa montaa o morada de los diosesy se trata de una meseta especialmente abrupta, con paredes verticales y cimasmuy planas, y son caractersticos del Escudo de las Guayanas y, en especial, de laGran Sabana venezolana.

    "No, no; de eso no voy a hablar. Eso son cosas que se ven y si no se entienden se queda uno totalmente loco... Pero los mutantes lo van a pasar muy mal. Quizs no, pero si uno es descubierto seguro que les destruiran... Pero de eso no quiero hablar. Si quieres, te puedo ensear un dibujo de un animal muy raro, que vive all arriba".Alexander Laimel se levant y comenz a hurgar en un cajn de madera, que estaba sobreuna estantera de bamb encima del fogn. Era ya muy tarde. Jimnez, un buscador de dimantes que me prestaba sus servicios como gua, y el indio camaracoto que nos ayud

    aba en la navegacin por el Carrao, haca tiempo que dorman en sus chinchorros, bajoun cobertizo, en la orilla de ro. Estbamos en 1975. Yo tena 21 aos y era mi primeraexpedicin. Regresbamos del Salto ngel, el salto de agua ms alto del mundo. El caudadel ro Churun, se precipita al vaci desde la cresta del la meseta del Auyan Tepuy, a mil metros de altura, en el corazn del Macizo Guayans venezolano.En aquel tiempo, todava no haba turistas, ni tours operations. Slo los que se atrevn a aventurarse por el interior de esa vasta extensin de selva virgen con sus propios medios, podan gozar de la visin del salto y de ese mundo misterioso de los tepuyes, mesetas de unos mil metros de altura de media, con paredes verticales, que las aslan de la selva pluvial que las rodea. Es uno de los lugares ms antiguosde la Tierra geolgicamente hablando. Los tepuyes eran montaas de cuatro y cinco mil metros de altura en la era precmbrica. La erosin las ha convertido en las actual

    es mesetas, tocones sagrados, para los indios de la zona, que se elevan como islas perdidas en el ocano verde de la jungla impenetrable. All arriba la vegetacin es distinta, al igual que algunas especies animales que las habitan.Para los indios pemones de la regin, el Salto ngel, al igual que el Auyen Tepuy son tab. Creen que all viven monstruos infernales y serpientes gigantes de tres cabezas. El indio que nos acompaaba, se sent de espaldas al salto antes de llegar. Segnsus creencias, si lo miraba quedara embrujado para siempre, atrapado en el poderdel conjuro de los canaima, los diablos que matan y se comen a la gente.

    En las paredes verticales del Auyen Tepuy, dicen que existen cuevas donde se renen los brujos para realizar sus siniestros rituales. Cuando los indios escuchan el canto de las rapaces nocturnas, saben que los canaima han salido para cazar ho

    mbres. Golpean a sus vctimas con los terribles palos de guachimaca, un arbusto extremadamente venenoso. Slo el contacto con la piel, produce dolores agudos y lamuerte por envenenamiento.

    Alexander Laimel por fin encontr el dibujo que buscaba. Con su marcado acento deEuropa del este, continu explicndome: "Mira que animal tan raro" - Me dijo, ensendoe un dibujo que haba hecho en lo alto del Auyen Tepuy - "Tiene el cuello como culebra y sus patas parecen aletas. Les vi en una quebrada, salan de una especie decueva. Yo dira que son prehistricos. Parecen brontosaurios o algo as" - Realmente el animal que haba dibujado pareca una especie de dinosaurio.

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    Alexander Laimel, era un apatrida. De origen letn, haba salido de su pas antes de que lo invadiesen los rusos. Llevaba 35 aos viviendo slo en la selva y careca de documentacin alguna. Era cartgrafo. Llego a Venezuela con la misin de realizar un trabajo para el gobierno. Cuando termino, se asocio con Jimy ngel y Chorti Martn, parabuscar una mina de oro en la cima del Auyen Tepuy. Jimy era piloto del correo postal y dispona de su propia avioneta.Pretendan aterrizar en la meseta, en una enorme pradera, que Jimy haba sobrevoladoanteriormente. Cuando tomaron tierra, resulto que la pradera era un pantano. Laavioneta capot y clav el motor en el barro. Nunca ms volvera a volar. Los expedicinarios tuvieron que descender andando. Una dursima experiencia que dur cuatro o cinco das, en la que vieron el gran salto de agua.Aunque el verdadero descubridor del Salto fue un explorador espaol llamado Flix Cardona, desde el accidente de Jimy ngel, se le comenz a llamar Salto ngel.

    Nadie sabe si encontraron la mina de oro, pero desde entonces, Alexander Laimelse qued all y dedic su vida a explorar el Auyen Tepuy.

    "Tambin he visto un pajarito, muy raro. Tiene una bolsa ventral, donde lleva a sucra. Es muy extrao. Parece como canguro o algo as" - Laimel segua describindome lanimales raros que haba visto all arriba, donde nadie suba y donde l pasaba tempordas absolutamente slo. El acceso hasta el pie de la meseta encierra mucha dificul

    tad, por lo espesa y enrevesada que es la selva y luego, hay que saber escalar paredes absolutamente verticales.

    Tras los primeros das de mi vida en la selva; los primeros encuentros con serpientes y otras alimaas; y la locura de atravesar con nuestra pequea curiara los peligrosos rpidos del ri Carrao; lo que ms me haba impactado eran los misteriosos caminoLaimel. Cuando caminbamos en la penumbra, bajo la bveda vegetal de la selva, paracazar, o durante el acercamiento al Salto, encontrbamos trochas abiertas. Nosotros tenamos que ir abriendo camino a golpe de machete y de repente haba trochas, que no se saban a donde conducan. "Esos son los caminos de Laimel" - Me deca Jimnez -"Los hace l. Conoce esta selva como si fuese su casa".

    Poco a poco mi inters por este excntrico letn fue acrecentndose. Jimnez me cont q

    va aislado, en la isla de la orqudea, un pequeo islote del ri Carrao, por el que paamos cuando comenzamos la expedicin. Haba dedicado su vida al Auyen Tepuy. Nadie saba por qu, pero algo interesante habra visto all arriba.

    Tambin me cont que tena miles de libros en cuevas escondidas de la selva. Poco a poco mi inters por aquel misterioso personaje fue creciendo, por eso habamos paradoen la isla de la orqudea a nuestro regreso.Laimel era un hombre afable, aunque reservado. Tendra unos sesenta y cinco aos. Una enorme barba canosa, tan slo dejaba ver su frente y sus pmulos curtidos por el sol y el viento. Sus ojos azules le conferan una mirada penetrante. Era fuerte y gil.

    A pesar de su fama de loco, Jimnez me cont que toda la gente de la zona le respetaba. Era como un ermitao que persegua otras cosas diferentes al comn de los mortales. De vez en cuando desapareca. Suba al Auyen Tepuy y se quedaba all slo durantemeses. A veces le vean caminar por la selva con una larga escalera de madera. Nadie saba para que la utilizaba. Tampoco saban de dnde sacaba el poco dinero que lehaca falta para vivir, aparte de lo que le daban los escasos viajeros, que comonosotros, colgaban sus chinchorros para dormir, en el techado que a este fin, haba construido en la orilla del ro."Son animales muy raros" - continuo explicndome Laimel - "hay cientficos que han e

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    scrito algunos libros sobre estos cerros. Dicen que en ellos viven, no s qu monstruos. Y que estuvieron habitados por antiguas civilizaciones".Cuando le pregunt si haba vivido all arriba, me contesto que s, que haba estado enrias ocasiones, durante meses y que la ultima vez estuvo casi un ao. Mientras mehablaba me fij en los detalles de su casa. Era de bamb, de planta rectangular, deunos siete metros por cuatro. Desde donde estbamos sentados, al lado de la puerta, vea enfrente de m, una larga estantera llena de libros y encima, otra llena de baes y cajas de madera, donde segn me dijo, guardaba el resultado de sus investigaciones. En el lado opuesto, junto al banco donde me sentaba, se encontraba el fogn. Lo que ms me llamo la atencin fue el mosquitero que haba en la esquina opuesta adonde estbamos. Era como un acorazado, con varias capas de tela de algodn y de tuly con cierres por todas partes. Me resultaba raro, que un hombre que viva all hacia treinta y cinco aos tuviese tanto miedo a los bichos.Yo quera saber ms del Auyen Tepuy y de lo que l haba visto. Pero una y otra vez se egaba a contrmelo. "No; de eso no voy a hablar. Te puedo contar otras cosas. Porejemplo, la gente piensa que aquello es llano y no es as. All arriba hay muchas quebradas y extensos pantanos. Es muy difcil moverse".

    Tiene alguna canoa con un pequeo motor para moverse? - Le pregunt."No, como voy a tener eso, se espantara todo el mundo - Me respondi rpido - "Adems s imposible subir con tanto peso". El mismo se dio cuenta que haba metido la pata

    . Inmediatamente le pregunte a que "todo el mundo" se refera. Y una vez ms me dijoque de eso no quera a hablar.Sin embargo me cont como suba: "Yo conozco una cueva, en la pared del cerro. Su entrada esta oculta por la vegetacin. Es muy grande. Yo tardo mucho en llegar hastael final, donde hay algo muy especial, que no es natural. Sobre un pilar de piedra hay una gran losa, que parece estar en equilibrio, sin duda, eso lo ha tenido que hacer la mano del hombre. El pilar es de unos cuatro metros de alto y la plataforma de piedra que sostiene, como de dos metros de dimetro. Cuando subo a esa plataforma, puedo trepar hasta la cima del Auyen, por un tnel que hay en el techo de la cueva".Y quin cree que ha hecho esa plataforma? - Le pregunt.

    "A mira yo no lo s, pero seguro que no es natural, alguien tuvo que hacerla".La noche transcurra lenta. El calor denso y hmedo, y el sonido de la selva, parecanaliarse con los relatos entrecortados de aquel enigmtico personaje. Aunque se negaba a satisfacer mi creciente curiosidad, Laimel tena tal poder de fascinacin que, pese al cansancio acumulado, me mantena en estricta vigilia. Por lo menos, ya saba para que utilizaba esa escalera de la que todo el mundo hablaba. Sin duda erapara subirse al pilar de piedra de la cueva.La conversacin se iba de vez en cuando a otros temas: lo mala que era la nicotina; el poco inters que tenia por volver a su pas, ahora invadido por los rusos; o las experiencias que vivi junto a Jimy ngel. "No haba mina de oro, aunque muchos pien

    sen que la encontramos, y adems eso no vale nada. En la vida lo importante noes eso. El camino mira, eso es lo importante, y a veces es angosto hasta que se llega. El hombre est aqu para ver y a veces miran pero no ven nada. Hay quesaber mirar y darse cuenta". - Al terminar solt una gran risotada satisfecho.Tena la sensacin de que la gente que normalmente le visitaba: Jimnez, algunos indios o los pocos colonos de la regin, no se haba interesado nunca por su vida, de lamanera que lo estaba haciendo yo. Quizs por eso, pese a su hermetismo, vislumbraba un cierto inters en contarme algo de su vida. As que volv al ataque.

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    Por qu vive aqu slo hace tanto tiempo? - Le pregunte."Yo vivo bien aqu en la selva. Tengo todo lo que me hace falta. Adems llevo aos investigando. Esta tierra encierra muchos misterios. Es un lugar donde el hombre deciudad se mueve muy mal. Hasta aqu no han llegado los especuladores. Slo algunosbuscadores de diamantes, como Jimnez. Yo busco otras cosas all arriba, si lo encuentro me ir all a vivir y no volver a bajar".Era ya muy tarde y Laimel me dijo que estaba cansado, as que terminamos nuestra charla y nos fuimos a dormir.Al da siguiente, mientras navegbamos hacia la laguna de Canaima, no dejaba de pensar en el excntrico personaje que acababa de conocer. Ahora miraba las paredes delAuyen Tepuy de otra manera. Una fuerza extraa me cautivaba. Realmente el paisajeque nos rodeaba era espectacular. Las nubes cubran de vez en cuando la cima delcerro. Entre los claros se divisaba el Salto ngel. Varios chorros se precipitabandesde la cumbre y al poco el agua pareca volatilizarse y seguir su descenso en forma de lluvia. Las rosadas paredes del Auyen contrastaban con el verde intensode la lujuriante vegetacin, que slo se interrumpa al llegar a la ribera del Carrao.Un ro de agua granate por la gran concentracin de tanino que arrastran, lo que la hace ser potable sin necesidad de depurarla. Se podra decir que aquello era loms prximo al paraso que hubiese visto jams.Volvamos con un pasajero ms llamado Gunars. Era otro letn que haba estado varios me

    es con Alexander. Ahora regresaba a Caracas.Jimnez vio que Cumbarracho, su pequeo perro de caza, puso de punta las orejas, habra olido alguna presa. Una vez ms encall la curiara y lanz su sabueso a la orilla, oco despus cogi su escopeta y lo sigui. Yo aprovech para hablar con Gunars.Me cont que llevaba una vida muy estresante en Caracas y que haba llegado un momento en el que entr en crisis. El mdico le recomend unas vacaciones, por eso haba vendo a ver a Laimel. Haca ms de quince aos que no se vean.

    Le pregunt qu opinin tenia de l. "Es un hombre fascinante, algunos le toman por loc, pero te aseguro que est ms cuerdo que nosotros. Cuando llegu, yo dudaba sobre loque me contaba del Auyen Tepuy, pero ahora creo que algo inslito ha descubierto a

    ll arriba. Una noche nos emborrachamos con unas botellas de ron que le haba llevado. Aquella fue una velada inolvidable. Me cont cosas que nunca me hubiese contadosin los efectos del ron aejo. Lleva aos tratando de abrir una puerta que encontr en la cima del cerro. Segn me dijo, en la pared de un profundo barranco, encontr una especie de esfinge muy erosionada por el paso del tiempo. En uno desus laterales descubri una puerta ciclpea que todava no ha podido abrir. l desciene por el barranco con cuerdas y se queda colgado mientras trata de abrirla. Diceque desde fuera escucha sonidos inquietantes que provienen del interior".Los ladridos de Cumbarrancho interrumpieron su relato. Jimnez regresaba con un vaquiro, una especie de jabal enano, colgado a la espalda, como si fuese una mochila. Poco despus arrancamos y no paramos hasta Canaima, donde llegamos al anochecer. Ya no volv a ver a Gunars. Al da siguiente vol hasta Ciudad Bolvar. Mi expedicin

    Salto ngel haba terminado.Julio de 2000 (25 aos despus)

    Desde temprano habamos recogido todo el equipo. El lejano sonido de unos motoresnos hizo levantarnos de un salto. Ya venan a por nosotros, pero no sabamos con certeza quienes eran.

    Los yecuanas se haban enfadado con nosotros el da anterior cuando regresamos de nuestra visita a los indios snemas. No nos quedaban ms regalos para darles. El jefe

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    llam por radio a la Guardia Nacional y nos delat. Estbamos a unos 900 kilmetros al ur de Ciudad Bolvar, en Canaracuni. Como de costumbre en Venezuela, no tenamos permiso de rodaje. Es imposible conseguirlo. Puedes estar meses yendo de un ministerio a otro y al final, ni ellos mismos saben quien tiene que otorgar la autorizacin. As que siempre bamos sin permiso, camuflando como podamos nuestra misin. Ralstro compaero venezolano de expediciones, era el encargado de disear nuestra estrategia clandestina desde unos meses antes a nuestra llegada. Pero nunca habamos sido delatados abiertamente. El jefe yecuana de Canaracuni, un pequeo poblado aislado en la selva, nos dijo la noche anterior, que por la maana, iba a llegar la guardia nacional para detenernos. De inmediato llamamos a nuestros pilotos, con eltelfono va satlite, para decirles que en cuanto levantase la niebla matinal despegaran y viniesen a recogernos.Ahora escuchbamos el ruido de los motores, pero... y si era la Guardia Nacional? Todos mirbamos al cielo, nosotros y los yecuanas. Por fin distinguimos la avionetade "Condorito", y al poco, la que pilotaba Jos Manuel. Eran los nuestros. El jefe yecuana nos miro desairado. Me acerqu a l, y le dije para contentarle, que mis pilotos traan sal, machetes y anzuelos. Al fin y al cabo no nos convena que siguieran hablando de nosotros por la radio.Veinte minutos despus de que aterrizasen en la llanura llena de matojos, despegamos con las dos cesnas, a las que les habamos quitado las puertas para poder filmar. All quedaron los yecuanas, unos indios que viven intoxicados por los regalos de los misioneros protestantes de Nuevas Tribus. Les dijimos que bamos a Puerto Ay

    acucho, para cuando hablasen por radio. En realidad bamos a Camarata, donde nos esperaba una curiara para llegar hasta el Salto ngel.Tras filmar desde el aire las simas de Sarisariama, las ms profundas del mundo, nos dirigimos hacia el Auyen Tepuy, a casi tres horas de vuelo. Queramos realizar unas tomas areas del Salto ngel.Nuestros pilotos, que tambin eran participes de las estrategias clandestinas quediseaba Ral, controlaran el tiempo que podramos estar dando vueltas encima del salt, antes de que llegase el helicptero de la Guardia del Parque Nacional de Canaima. Ahora era distinto que la primera vez que estuve all. Haban pasado veinticinco aos y El Salto ngel era uno de los principales destinos tursticos de Venezuela.

    La imagen lejana del Auyen Tepuy removi mis recuerdos. Segua siendo imponente. Susparedes anaranjadas por el sol de la tarde, emergan del tupido manto de la selvacomo un coloso anclado en el tiempo.Entramos por el Can del Diablo y giramos a la derecha. Al poco, el majestuoso Salto pasaba por las ventanillas de la avioneta. Subimos y sobrevolamos el Auyen Tepuy. Era la primera vez que lo vea desde el aire. Enseguida pens en Laimel. Era taly como me lo haba descrito, lleno de quebradas y barrancos labrados por el aguay el viento, un territorio inhspito y difcil de recorrer. Volvimos a sobrevolar elSalto ngel una y otra vez, hasta que quedamos satisfechos con las filmaciones. Era ya tarde cuando nos dirigimos a Camarata, para aterrizar. La pista de Canaima, el centro de operaciones del Parque, estaba llena de peligros para nosotros.

    Al da siguiente comenzamos la navegacin por el Carrao hacia el Salto ngel. Los caleteros pemones que nos acompaaban, haban conocido a Laimel, antes de que se le diese por muerto, unos aos atrs. Me contaron algunas historias sobre l, que ya conoca dla otra vez.Antes de emprender el viaje por el ro, tena miedo de que aquel escenario sobrecogedor que haba conocido estuviese deteriorado por el trnsito de tantos turistas, pero no era as. Aquello estaba intacto. Segua siendo el paraso perdido que conoc en elao 1975.

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    Despus de dos das de navegacin por el Carrao y el Churun, el ro que nace del Salto,llegamos a Ratoncito, un pequeo apeadero que han construido, desde donde se asciende al lugar desde el que ms cerca y mejor se puede contemplar el espectculo. Me sorprendi que llegramos al mismo sitio al que habamos llegado el buscador de diamantes y yo haca veinticinco aos. Ahora se llamaba el Mirador de Laimel. En honor delmisterioso letn.Me qued absorto mirando aquel espectculo de la naturaleza, sobrecogido por su magnitud. Mis pensamientos se fueron atrs en el tiempo. Todo estaba igual. Miraba lasparedes del Auyen y la cresta de la meseta y pensaba en aquel excntrico letn queconoc en la Isla de La Orqudea. Sus palabras resonaban en mi mente, como si hubiesen sido pronunciadas ayer. Qu habra sido de l Habra encontrado lo que buscaba? Cra abrir la puerta? Podra haber estado horas y horas sentado en aquella losa frente al salto, pensando en aquel personaje, deleitndome en la contemplacin de uno delos paisajes ms bellos del planeta. Mi nimo experimentaba una especie de felicidadmelanclica que me enajenaba.La voz de uno de los caleteros me sac de mi intromisin: - Es bonito, verdad?Le mir y asent con la cabeza. Luego le pregunt cmo haba muerto Laimel. Me cont quda haba desaparecido y nunca ms se le volvi a ver."La Guardia Nacional registr su casa y encontraron varios fajos de dlares escondidos bajo el fogn. Sus libros haban desaparecido. All no quedaba nada, ni siquiera la

    escalera con la que se paseaba por la selva".Mi corazn palpito al escuchar esto ltimo. Yo saba dnde poda estar aquella escaleralgn da alguien descubrir su cueva y encontrar la escalera apoyada en el pilar de pidra. Alexander Laimel haba conseguido su sueo. Subi para no volver jams. Estara alriba habra encontrado lo que busc durante toda su vida? Sonre, estaba feliz contempado el Salto y siendo cmplice de aquel viejo letn, que ahora pareca mirarme desde la cresta del cerro.

    Jos Manuel Novoa es viajero, antroplogo, periodista y director de documentales para la productora Explora Films. Es el Socio n 22 y Premio Nacional 2006 del Club d

    e Exploracin y Aventura de Espaa 1997.