8
2013 EL mundo como voluntad y representación

El mundo como voluntad y representación

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: El mundo como voluntad y representación

2013EL mundo como voluntad y representación

Page 2: El mundo como voluntad y representación

El mundo como voluntad y representación

Dice Schopenhauer: “Mi filosofía no es consoladora porque digo la verdad, pero la gente quiere oír que Dios el Señor lo ha hecho todo bien. Que vayan a la iglesia y dejen a los filósofos en paz”. En este tipo de frases podemos ver el tipo de filosofía característica de Schopenhauer, la negatividad, la cual –a mi parecer- fue modificada por las diversas circunstancias negativas por las que atravesó desde temprana edad, no es un pensamiento que él supuso era el indicado para encontrar la verdad absoluta sobre el mundo sino fue el único al cual él podía sentir y pensar como verdadero. Todas las experiencias negativas sufridas fomentaron en él una naturaleza pesimista, generándole un punto de vista relacionado a lo negativo para todo. Para él “La vida es un asunto desagradable…”, algo muy diferente a lo que pienso, para mí, la vida sería un asunto más que agradable, es un universo sin fin de experiencias y emociones (positivas y negativas), y por las cuales es que el ser humano puede crecer como tal. Pienso que un tipo de pensamiento tan negativo es una especie de enfermedad que carcome poco a poco nuestro ser, convirtiéndonos en seres que despiden de nuestra boca nada más que basura que destruye las esperanzas de nuestro prójimo. Desde el punto de vista cristiano, el ser humano no puede jamás ser así, la sonrisa debe hermosear nuestro rostro y la tristeza no puede formar parte de nuestra vida, creo que es algo que Schopenhauer no supo comprender, el lado positivo de las cosas. Es por eso –según su madre- que él era “un aficionado a cavilar sobre la miseria del ser humano”, pero no puedo culparlo por pensar así, creo que las personas (cuando carecen de orientación) ajustamos nuestra manera de pensar y ver el mundo de acuerdo a nuestras experiencias vividas.

Para Schopenhauer el verdadero ser de las cosas es una voluntad ciega e irracional, y en esta basa su pensamiento filosófico. Para él la voluntad es aquella cosa en si que se constituye como fundamento metafísico de la realidad, es la esencia íntima de todas las cosas. "La voluntad es para todos el fondo en sí de su naturaleza fenomenal", y dice más adelante: "enseño que la voluntad es la esencia íntima de todas las cosas y la llamo la cosa en sí", "la voluntad como cosa en sí no es su causa, sino la esencia misma de las cosas". También aparecen múltiples referencias de esta índole en otras obras como ser: "allí donde observamos una inmediata y primera fuerza de

Page 3: El mundo como voluntad y representación

algo originariamente movido, nos vemos obligados a pensar en la voluntad como su interna esencia, la vida misma es manifestación de la voluntad".

Schopenhauer asume que lo que conocemos de la realidad no es más que nuestra representación de lo que hay. Es decir, aquello que causa en nuestro cuerpo todo lo que está fuera de nosotros. Schopenhauer dice que esa representación no proviene de nuestro entendimiento sino de nuestra intuición vital, a partir de la cual opera después la razón y los conceptos abstractos (los conceptos abstractos vienen siendo las ideas).

Schopenhauer compara la representación con una metáfora proveniente de la filosofía hindú. La representación no es sino lo que los hindúes llamaron el “Velo de Maya”: “el velo del engaño que envuelve los ojos de los mortales y les hace ver un mundo del que no se decir que sea ni que no sea”, o bien, el conjunto de ilusiones producidas por nuestros deseos y apetencias vitales que encubren lo que no les interesa y embellecen lo que prefieren. En resumidas palabras, la representación viene siendo el escenario en el cual opera después la voluntad. Schopenhauer afirma que llegará un momento en que la razón encontrará su límite, no cabrán más razones y que para esas alturas se habrán terminado los recursos del conocimiento apartando la razón y dando lugar a la voluntad. Pienso que él está confundido, no se puede afirmar que el conocimiento no será capaz de brindar los suficientes recursos intelectuales para razonar, el conocimiento es infinito, lo finito es la capacidad intelectual de las personas. No se puede pensar que la voluntad superará a la razón, sería como regresar a la época de las cavernas donde la razón no estaba desarrollada en los seres humanos y los cuales se guiaban por el instinto para sobrevivir.

Schopenhauer sostiene que la voluntad es irracional y ciega, pienso que tiene razón, pero por alguna razón el ser humano ha empleado la razón -y no la voluntad- para evolucionar su entorno. La voluntad vendría siendo una especie de espíritu o fuerza que envuelve al ser humano en los momentos en que la razón y el conocimiento no son suficientes para continuar con una actividad. Albert Einstein sostiene un término acertado –a mi juicio- sobre la voluntad: “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.”. Como bien dice Einstein, la voluntad no

Page 4: El mundo como voluntad y representación

es más que una fuerza interna que impulsa al ser humano a desempeñarse de una gran manera en momentos cuando ya no se tienen fuerzas físicas para continuar. Siguiendo esta definición podemos ver que la voluntad carece de racionalidad y como tal sería imposible tratar de explicar la metafísica del mundo.

Respecto de nuestra existencia, Schopenhauer dice que nuestra vida «oscila como un péndulo entre el dolor y el hastío». Cuando queremos algo sufrimos porque no lo tenemos. Cuando lo logramos, o comenzamos a desear otra cosa (nuevo dolor) o ya no deseamos nada (hastío). Estamos encerrados en este círculo.

Así pues, Schopenhauer es el primero que hace de un sentimiento específico, el dolor, una aparición patente del ser mismo, la primera manifestación del hombre en el mundo. Dentro de una voluntad metafísicamente siempre insatisfecha al carecer de fin, en la interpretación de Schopenhauer, una bipolaridad sentimental dolor/placer constitutiva del ser queda definitivamente inclinada en una constante y ontológica negación de la felicidad. Esta condición primaria hace que los sentimientos adquieran una potencia de realidad subjetiva recurrente en nosotros que convierte a la afectividad en un proceso que supera a la voluntad y a la representación.

De todas formas, Schopenhauer tiene una propuesta: huir del mundo. No acepta el suicidio como camino, porque el suicida no renuncia a la vida sino a la vida que le ha tocado vivir, buscando otra mejor. Sí reconoce como alternativas válidas la contemplación artística y la vida ética. Quien contempla algo bello lo admira pero no pretende lo observado para sí. Suspende por un instante el deseo, la voluntad, y durante ese instante se escapa de este mundo. Pero esta salida es para pocos, e incluso para esos pocos dura poco tiempo. Por ello, el camino más recomendable es el de la vida ética. El sabio sabe que, en el fondo, él y los demás son lo mismo. Supera todo egoísmo y vive la mayor de las virtudes, la piedad. El sabio sufre tanto su dolor como el ajeno y hace lo posible por aliviarlo. Si se quiere lograr una perfección mayor, se puede intentar vivir la "santidad", la

Page 5: El mundo como voluntad y representación

negación de la voluntad de vivir. Así se logra una perfecta indiferencia y una castidad perfecta. Si nos aceptamos como seres contingentes, tendríamos necesariamente que aceptar la carencia como algo intrínseco a nuestra existencia.

No creo que alguien se atreva a dudar de la contingencia del ser humano, así como tampoco creo que alguien acepte que su existencia no es incompleta, inacabada, o perfectible.

El hombre es perfectible, el hombre no es el Ser, la existencia del hombre no es necesaria, el hombre muere, el hombre es contingente: el hombre es carencia. El hombre necesita, el hombre desea. El hombre es necesidad, el hombre es deseo. Si fuéramos seres acabados, completos, no nos haría falta nada, no nos haría falta alimento, no nos haría falta salud, no nos haría falta compañía, etc. Pero no lo somos, todo nos hace falta, sin importar cuanto tengamos; inclusive sentimos que nos hace falta vida.

Tradicionalmente se ha sostenido que el dolor solo existe negativamente como ausencia de bienestar; que el mal solo existe como ausencia del bien. Schopenhauer sostiene lo contrario: la maldad es lo que en realidad posee una existencia positiva. El dolor es el pan nuestro de cada día, y el placer tan solo es la ausencia de dolor; así como el hambre es lo que nos acompaña como carencia y necesidad día con día, y los momentos de barriga llena tan solo son instantes de mitigación de esta sensación que, ciertamente, en el mejor de los casos, son bastante placenteros, pero que siempre devendrán hambre o empacho.

El dolor nace junto con el hombre, diríamos más bien, el hombre cuando llega al mundo nace al dolor. La miseria que llena la existencia humana no es accidental, es inherente, intrínseca a la vida. La vida es deseo siempre insatisfecho; la vida oscila como un péndulo entre el aburrimiento y el dolor, transitando de un lado a otro a través de breves momentos de alegría pasajera. El corazón del hombre nunca encuentra sosiego, es un pozo sin fondo que mientras más se intente llenar, más vacío se siente. Ahora bien, ¿cómo se puede vivir una vida que no tiene valor alguno, que acaba y comienza en llanto? ¿Acaso la vida, nuestra existencia, no tienen ningún

Page 6: El mundo como voluntad y representación

valor? ¿Es preferible no haber nacido nunca? Lamentablemente esa pregunta es tan incontestable como desesperada, y cualquier intento de hacerlo sería tan absurdo como preguntarnos, en caso de no haber nacido nunca, si hubiéramos preferido existir.Schopenhauer sostiene que el sufrir es la respuesta a la vida humana, aunque suene escandalosa. Para Schopenhauer esta vida no tiene otro fin inmediato que no sea el sufrimiento.

Schopenhauer dice, que al igual que nos esmeramos en inflar una burbuja de jabón a pesar de que sabemos que tarde o temprano, debido a su condición efímera estallará, nos esmeramos en vivir.

Si en alguna forma, y yo pienso que es en muchas, la vida humana es comparable con una burbuja de jabón, creo que podemos desprender que el único valor que, Schopenhauer considera, tiene la vida humana es el valor estético. Ya que al igual que nos esmeramos en la bomba de jabón a pesar de que sabemos que se convertirá en nada, el motor que nos mueve a construir nuestra existencia, es el placer que encontramos de ella misma ante nuestros ojos, siendo esta vida, no solo el objeto del placer estético de la existencia, sino al mismo tiempo, la condición de posibilidad de todo placer estético.

Sin importar si la vida es sueño, farsa o tragedia, experimentamos placer estético al contemplar y al actuar nuestra historia personal y su desenvolvimiento afortunado o desgraciado. Al igual que las grandes tramas nos atrapan, nuestro proyecto de vida también se nos presenta como un intrincado reto, que a veces nos abate, y otras nos entusiasma, y que a pesar de terminar indudablemente con la muerte del protagonista, no deja de entretenernos. Por esto considero que vivir conlleva placer estético, y que este placer estético que coexiste con el sufrimiento, sin llegar a ser el sentido de la vida, es posiblemente el único valor que la vida tiene a los ojos de Schopenhauer.

De igual forma creo que el mensaje que Schopenhauer intenta transmitir con su pensamiento, este mensaje eudemonológico, se podría resumir en un simple: la vida ya es demasiado mala de por sí, como para hacérnosla todavía peor, y la única forma de evitar eso es mitigando nuestra voluntad de vivir, escapando así del sufrimiento.

Creo que Schopenhauer acierta cuando explica que la experiencia cotidiana nos hace querer algo, que posteriormente la inteligencia ha de conseguir. Y creo que el equívoco surge cuando no se hace la diferenciación entre la

Page 7: El mundo como voluntad y representación

voluntad pura y la voluntad humana: voluntad evidentemente "inteligenciada".

La voluntad siempre tendrá un lugar privilegiado por encima de la inteligencia; lo único que quiero decir es que el querer puro sólo se podría encontrar en una voluntad pura, y que en la voluntad del individuo humano, lo más consecuente es que encontremos una voluntad que no es querer puro; que nos invita a imaginar una inteligencia que no sólo alcanza lo que la voluntad desea, sino que también le muestra a la voluntad el menú del cual ésta ha de escoger.