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EL OCÉANO Y SUS RECURSOS: BENTOS Y NECTON Autor: JUAN LUIS CIFUENTES LEMUS, PILAR TORRES-GARCÍA, MARCELA FRÍAS M. COMITÉ DE SELECCIÓN EDICIONES PRÓLOGO NOTA I. ORGANISMOS DE LOS FONDOS OCEÁNICOS O BENTÓNICOS II. UN PASEO POR LOS FONDOS OCEÁNICOS ILUMINADOS III. LA VIDA BENTÓNICA EN LAS FACIES ROCOSAS IV. COMPARACIÓN ENTRE LA VIDA BENTÓNICA .... EN FONDOS ARENOSOS Y FANGOSOS V. LAS ESPONJAS COMO COMPONENTES COMUNES DEL BENTOS. ....SU UTILIZACIÓN VI. LOS CELENTERADOS SOLITARIOS Y COLONIALES. ....UTILIDAD DE ALGUNOS DE ELLOS VII. LOS ARRECIFES DE CORAL VIII. ORGANISMOS SIMBIONTES EN LOS ARRECIFES DE CORAL IX. LOS PECES DE LOS ARRECIFES DE CORAL X. LOS MOLUSCOS BENTÓNICOS. SU UTILIDAD XI. LOS EQUINODERMOS DEL BENTOS ....Y LOS PROCESOS DE REGENERACIÓN XII. LOS CRUSTÁCEOS DEL BENTOS,SUS ADAPTACIONES MIMÉTICAS. IMPORTANCIA XIII. PECES DEMERSALES. SUS ADAPTACIONES E IMPORTANCIA XIV. LA VIDA EN LOS FONDOS OCEÁNICOS ABISALES XV. TÉCNICAS DE COLECTA Y ESTUDIO DEL BENTOS XVI. LA VIDA EN EL DOMINIO PELÁGICO. NECTON XVII. ADAPTACIONES DE LOS ORGANISMOS DEL NECTON XVIII. LOS MOLUSCOS DEL NECTON XIX. PECES DEL NECTON XX. MAMÍFEROS MARINOS XXI. MÉTODOS PARA LA COLECTA Y EL ESTUDIO DEL NECTON APÉNDICE GLOSARIO BIBLIOGRAFÍA

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EL OCÉANO Y SUS RECURSOS: BENTOS Y NECTON

Autor: JUAN LUIS CIFUENTES LEMUS, PILAR TORRES-GARCÍA, MARCELA

FRÍAS M.

COMITÉ DE SELECCIÓN EDICIONES PRÓLOGO NOTA I. ORGANISMOS DE LOS FONDOS OCEÁNICOS O BENTÓNICOS II. UN PASEO POR LOS FONDOS OCEÁNICOS ILUMINADOS III. LA VIDA BENTÓNICA EN LAS FACIES ROCOSAS IV. COMPARACIÓN ENTRE LA VIDA BENTÓNICA

.... EN FONDOS ARENOSOS Y FANGOSOS V. LAS ESPONJAS COMO COMPONENTES COMUNES DEL

BENTOS. ....SU UTILIZACIÓN

VI. LOS CELENTERADOS SOLITARIOS Y COLONIALES. ....UTILIDAD DE ALGUNOS DE ELLOS

VII. LOS ARRECIFES DE CORAL VIII. ORGANISMOS SIMBIONTES EN LOS ARRECIFES DE

CORAL IX. LOS PECES DE LOS ARRECIFES DE CORAL X. LOS MOLUSCOS BENTÓNICOS. SU UTILIDAD XI. LOS EQUINODERMOS DEL BENTOS

....Y LOS PROCESOS DE REGENERACIÓN XII. LOS CRUSTÁCEOS DEL BENTOS,SUS ADAPTACIONES

MIMÉTICAS. IMPORTANCIA XIII. PECES DEMERSALES. SUS ADAPTACIONES E

IMPORTANCIA XIV. LA VIDA EN LOS FONDOS OCEÁNICOS ABISALES XV. TÉCNICAS DE COLECTA Y ESTUDIO DEL BENTOS XVI. LA VIDA EN EL DOMINIO PELÁGICO. NECTON XVII. ADAPTACIONES DE LOS ORGANISMOS DEL NECTON XVIII. LOS MOLUSCOS DEL NECTON XIX. PECES DEL NECTON XX. MAMÍFEROS MARINOS XXI. MÉTODOS PARA LA COLECTA Y EL ESTUDIO DEL

NECTON APÉNDICE GLOSARIO BIBLIOGRAFÍA

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COMITÉ DE SELECCIÓN

Dr. Antonio Alonso

Dr. Gerardo Cabañas

Dr. Juan Ramón de la Fuente

Dr. Jorge Flores Valdés

Dr. Leopoldo García-Colín Scherer

Dr. Tomás Garza

Dr. Gonzalo Halffter

Dr. Raúl Herrera

Dr. Jaime Martuscelli

Dr. Héctor Nava Jaimes

Dr. Manuel Peimbert

Dr. Juan José Rivaud

Dr. Julio Rubio Oca

Dr. José Sarukhán

Dr. Guillermo Soberón

Coordinadora:

María del Carmen Farías

EDICIONES

la ciencia/2 para todos

Primera edición (La Ciencia desde México), 1986

Cuarta reimpresión, 1996

Segunda edición (La Ciencia para Todos), 1997

Page 3: EL OCÉANO Y SUS RECURSOS: BENTOS Y NECTON

La Ciencia para Todos es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que pertenecen también sus derechos. Se publica con los auspicios de la Secretaria de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

D. R. © 1986 FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, S. A. DE C. V.

D. R. © 1997 FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Carretera Picacho-Ajusco 227, 14200 México, D.F.

ISBN 968-16-5256-8

Impreso en México

PRÓLOGO

Fecunda idea es la publicación de El océano y sus recursos, primer libro de su índole en México ya que la extensión y variedad de sus costas, bañadas por los dos mayores océanos del planeta, le ofrecen valiosos tesoros, cuyo aprovechamiento total no podrá lograrse sin contarse con un cúmulo de conocimientos científicos sobre el tema.

México, como se ha dicho, ha vivido "de espaldas al mar", dando mínima atención al debido aprovechamiento de sus recursos marinos. Y, desde luego, prácticamente ninguna a la investigación científica de sus variados recursos. Hace apenas seis lustros que se dieron, en 1923 y 1926, los primeros y más modestos pasos al respecto, promovidos por el más brillante biólogo que ha producido México, Alfonso L. Herrera, en la benemérita Dirección de Estudios Biológicos, que había fundado en 1915 y a cuyo frente se encontraba. En tal trabajo participó quien esto escribe, y que posteriormente inició, en 1934, la primera cátedra de hidrobiología y pesca en la Escuela Nacional de Agricultura.

Para entonces ya existían algunos centros de investigación, que paulatinamente fueron creciendo en número. Y también planteles profesionales en que se formaban los nuevos investigadores. Los más activos eran la Facultad de Ciencias (UNAM) y la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas (IPN).

En la Facultad de Ciencias, desde 1962, el maestro Juan Luis Cifuentes tenía a su cargo — y la tiene aún— una cátedra de zoología de invertebrados, que con sus sólidos conocimientos y dinamismo no tardó en convertirse en polo de atracción para los alumnos que anhelaban formarse bajo las enseñanzas del brillante catedrático, quien en el periodo 1973-1977 fue designado director de la Facultad de Ciencias. Esta institución recibió entonces un notable impulso en sus diversas ramas, en un tiempo que puede ser considerado como la Edad de Oro del Departamento de Biología.

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Paralelamente a estos desarrollos, se había ido acumulando una abundante y sólida bibliografía especializada, de gran valor de consulta, para guiar las investigaciones marinas, pero faltaba una obra, escrita por mexicanos, que pudiera servir al lector deseoso de tener una visión panorámica de la materia. El océano y sus recursos viene hoy a llenar ese vacío. En esta serie de doce volúmenes, cuidadosamente equilibrados, se enfocan todos los ángulos de las investigaciones oceánicas, con especial referencia a los aspectos biológicos y muy particularmente a la pesca, que cada día va tomando mayor importancia en la economía mexicana.

La solidez y autoridad de la obra la avala el nombre de sus autores: el maestro por antonomasia, Juan Luis Cifuentes, y dos de sus más brillantes discípulas y colaboradoras: la maestra en ciencias María del Pilar Torres García y la bióloga Marcela Frías Mondragón.

Para mí, que he tenido la incomparable oportunidad de ver crecer la biología mexicana desde sus albores hace más de seis décadas, y que di mis primeros pasos de investigador en el campo de la hidrobiología, es una satisfacción y un honor que Juan Luis Cifuentes, mi discípulo de antaño y hoy brillante colega a quien tanto estimo, me haya honrado pidiéndome estas líneas, que con placer he redactado.

ENRIQUE BELTRÁN

NOTA

La presente serie, dividida en doce volúmenes, "El océano y sus recursos", tiene básicamente el propósito de atraer la atención de los jóvenes que cursan la enseñanza media-básica y superior, y dar al público en general una información amena y en lengua clara sobre el maravilloso mundo que representan los océanos. Todo con el fin de despertar su interés por los fenómenos que se producen en la inmensidad de sus aguas, y sobre los recursos que el mar contiene.

En este primer libro se describe, a grandes rasgos, las maravillas del mar; su inmensidad, su asombrosa fecundidad, y sus múltiples y, en numerosas ocasiones, raros habitantes. Cómo el hombre lo ha conquistado poco a poco, al luchar contra quien le parecía un enemigo y convertirlo en un gran colaborador; y lograr que el mar, en un principio considerando una limitación a su expansión, se convirtiera en útil vía de comunicaciones gracias a los barcos: primero, movidos a fuerza de brazo con la ayuda del remo; luego con la del viento y finalmente, con la del vapor, los hidrocarburos y la fisión nuclear.

Asimismo se estudia la historia de los diversos océanos, su evolución, las técnicas de investigación y la penetración del hombre en el mundo submarino. Esta información introductoria permitirá adentramos en la ciencias del mar.

LOS AUTORES

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I. ORGANISMOS DE LOS FONDOS OCEÁNICOS O BENTÓNICOS

UNO de los grandes grupos de comunidades del mar es el bentos, constituido por los organismos tanto vegetales como animales que viven relacionados con el fondo, semienterrados, fijos o que pueden moverse sin alejarse demasiado de él, desde la marca de la pleamar hasta los fondos de las fosas más profundas.

Las comunidades bentónicas son muy diversas según la naturaleza del sustrato (roca, arena, limo) y la profundidad. En los fondos marinos suele reinar una estabilidad de condiciones muy superior a la propia de las aguas pelágicas, donde se encuentran el plancton y el necton, y que están sometidas a movimientos y cambios incesantes.

Los organismos bentónicos tienen escasa o ninguna capacidad de natación, lo cual les permite adoptar formas que no se ajustan a exigencias hidrodinámicas y, como no se enfrentan con problemas de flotación, pueden desarrollar estructuras esqueléticas gruesas como conchas y alcanzar tamaños considerables; por ejemplo, el molusco bivalvo del Pacífico, la Tridacna, puede tener hasta 2 metros de diámetro.

Los organismos vegetales se fijan directamente en el fondo, mientras que los animales se pueden anclar, enterrar o reptar. Su hábitat suele ser la superficie y los pocos centímetros superiores del material del fondo oceánico formado por arena, rocas o fango.

Los seres que habitan el sistema bentónico abarcan la plataforma costera, la continental, el talud continental, la zona abisal y las grandes fosas oceánicas, es decir el bentos se extiende por toda la superficie del fondo de mares y océanos, de norte a sur y de este a oeste de la Tierra, aunque, como es natural, su densidad varía mucho de unas zonas a otras, decreciendo progresivamente su abundancia de acuerdo con la profundidad.

Son muchas las clasificaciones que se han hecho del sistema bentónico y una de las más utilizadas lo divide en cuatro regiones de profundidades progresivamente crecientes: la supralitoral o subterrestre; la costera o intermareal, también llamada sublitoral; la litoral propiamente dicha o batial, y la abisal. En estas regiones, las condiciones del medio: luz, temperatura, presión y salinidad, así como el tipo de materiales sedimentarios del fondo, van cambiando de manera gradual de acuerdo con la profundidad y la distancia de la costa, lo que ocasiona modificaciones características en la distribución de los organismos del bentos.

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Figura 1. Sistema bentónico.

La región supralitoral, que raramente cubren las aguas y en la que se encuentra un intenso grado de humedad ambiente, puede considerarse como la frontera entre el medio terrestre y el marino; en esta zona se localizan muchos seres de origen terrestre más o menos habituados al régimen especial de vida en las arenas o en las rocas costeras. Insectos como las llamadas cicindelas son abundantes en las dunas de las partes altas de las playas, y conviven con las pulgas de mar que son, por su parte, crustáceos marinos acomodados a la vida casi permanentemente terrestre.

Dentro de la región supralitoral, pero más próxima al agua y en parte en la zona afectada por las mareas, se encuentran adheridas a las rocas de forma íntima y encerradas en sus caparazones las "bellotas de mar", crustáceos del género Balanus que resisten prolongadísimos periodos de sequía e insolación. Suelen estar también algunos moluscos como las litorinas, pequeños caracoles que tienen gran resistencia a los largos periodos de emersión.

En la zona costera o intermareal, sujeta a la acción de las mareas y del oleaje, la fauna y la flora se incrementan de manera extraordinaria, tanto en lo que se refiere a la riqueza de grupos zoológicos y botánicos que la integran, como al número de individuos que la componen. Esta riqueza de grupos animales y vegetales se debe al extraordinario polimorfismo de la región en cuanto a las características fisicoquímicas y de tipo de suelo que se presentan, lo que da lugar a la existencia y desarrollo de las más diversas formas posibles de seres vivos.

Dentro de esta zona pueden considerarse, a su vez, dos tipos de fondos diferentes: los rocosos y los arenosos o fangosos, ambos poblados por gran variedad de especies distintas.

En las zonas rocosas existe un número grande de tipos de celenterados, como hidrozoarios, anémonas, abanicos de mar y corales, que cuando abundan forman los arrecifes coralinos. Son frecuentes también los moluscos de muy variados géneros, como las lapas, que se pegan fuertemente a las rocas, y los quitones, que tienen su concha formada por muchas placas.

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Otros moluscos son los bivalvos como mejillones, ostras y ostiones que se adhieren directa y firmemente por su concha a los soportes rocosos de los que casi es imposible despegarlos.

En los intersticios de las rocas es frecuente que se escondan algunos cefalópodos, como los pulpos.

Son característicos también de esta zona los equinodermos, representados por las estrellas de mar, los ofiúridos o bailarinas de mar y los erizos, cuya forma globosa les permite rodar ante los embates de las aguas y que también suelen perforar las rocas, por la acción continua de sus espinas, formando oquedades hemisféricas donde se guarecen.

Son muy frecuentes los crustáceos, entre los que se encuentran los cangrejos ermitaños habitando dentro de las conchas abandonadas de moluscos para proteger su cuerpo; sobre ellas se fijan esponjas y actinias. Entre los anélidos o gusanos anillados están los tubícolas que forman tubos calizos donde viven. Finalmente, abundan los peces de los más variados grupos, formas y colores.

En las zonas no rocosas de la región costera, los fondos se suceden desde las arenas gruesas, cascajos y conchuelas, pasando por las arenas finas y las fangosas, hasta los fangos todavía más finos del inicio de las grandes profundidades de la plataforma continental. Sobre estos fondos son frecuentes las praderas de fanerógamas marinas, que forman ambientes especiales con faunas características como el camarón, los nudibranquios, peces como los caballitos de mar, otros de cuerpo deprimido como las rayas, torpedos, lenguados y una variedad de especies nadadoras.

La siguiente zona, la litoral, ya no se descubre con las mareas y abarca, en su nivel más profundo, hasta la región limítrofe de la plataforma continental con el talud de caída a los grandes fondos; las características de variabilidad de los organismos van desapareciendo progresivamente con la profundidad; éstos tienden a uniformarse en el medio bentónico abisal.

Existen en esta zona algunas áreas rocosas, pero lo normal es la presencia de grandes masas de sedimentos, tanto más abundantes cuanto mayor es la profundidad. Son habitantes característicos de esta región las esponjas, frecuentemente fijas a conchas de moluscos; hidrozoarios y celenterados como los corales rojos, y equinodermos de todos los grupos como erizos, estrellas, ofiúridos, holoturias y crinoideos.

En la región litoral se observan numerosísimos anélidos y moluscos; los crustáceos abundan en sus variadas formas y finalmente se encuentran los peces cartilaginosos en grandes cantidades, siendo algunos de sus representantes los escualos de profundidad, como algunas especies de tiburones que presentan escasa movilidad, así como una multitud de familias de peces que tienen importancia en la economía pesquera, por ser las que forman la base de la pesca de arrastre.

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Figura 2. Pez abisal con enorme boca.

A la última región, la abisal, corresponde una serie de características especiales, ya que a los 200 metros de profundidad la luz no se recibe en suficiente cantidad, aunque las últimas alcancen los 1 200 metros; como consecuencia de ello, no hay vida vegetal autótrofa, puesto que no existe posibilidad de que se lleve a cabo la fotosíntesis.

Los seres que viven en esta región tienen un régimen de alimentación heterótrofa, nutriéndose a expensas de otras presas animales o de los detritos que descienden de las capas superiores; la falta de luz y la escasez de alimento determinan el tamaño desmesurado de las bocas de muchos peces abisales, que de esta forma aseguran la captura de sus presas.

Los fondos son casi exclusivamente fangosos y de poca consistencia, lo que obliga a los organismos sedentarios a disponer de bases de sustentación para no hundirse. Algunos de los animales de ese bentos tienen patas muy largas, como los llamados "cangrejo araña", o presentan su estructura desparramada, como en las estrellas de mar, para garantizar la distribución de su peso en mayor superficie y aligerarlo.

La fauna abisal es uniforme y esto se refleja en las formas de adaptación que presenta: es igual en unos mares que en otros, de norte a sur y de este a oeste de los océanos, lo que repercute en que disfrute de amplísimas áreas de distribución geográfica.

Esta fauna es la más pobre de todas las que pueblan las distintas regiones del océano, aunque ello se compensa por su rareza y curiosidad en las formas de adaptación.

La profundidad a la que empieza la verdadera pobreza es a los 4 500 metros, donde la fauna abisal bentónica presenta las más variadas adaptaciones, como la extensión de los elementos de sustentación; en esta área se encuentran representados corales, esponjas, moluscos, equinodermos, artrópodos y peces, entre otros seres vivos.

La vegetación bentónica se encuentra principalmente sobre las rocas y otros sustratos duros. Son muy pocas las plantas superiores o fanerógamas que viven en el mar, y predominan grupos de algas, entre las que destacan especies pluricelulares, cuyas células se agregan en filamentos, a veces ramificados, y en láminas a menudo recortadas.

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Existen tres grandes grupos de algas del bentos con coloraciones muy diversas: las feofitas o algas pardas, las rodofitas o algas rojas, y las clorofitas o algas verdes.

Las feofitas contienen pigmentos carotenoides, como la ficoxantina, que les confieren una coloración parduzca; sus células están revestidas de gruesas capas de mucílago que les permiten acumular en sus tejidos grandes cantidades de agua para evitar la deshidratación durante los periodos de bajamar.

Las algas pardas viven preferentemente en mares fríos, en las comunidades del litoral. Pertenecen a este grupo las mayores algas conocidas, las grandes Macrocystis del Pacífico, de 50 a 70 metros de longitud.

Típicos de las regiones tropicales son los "sargazos o uvas de mar", que presentan frondas en forma de hojitas y flotadores esféricos que simulan uvas. Algunas especies de sargazos se han adaptado a la vida planctónica y viven flotando, dispersas por grandes extensiones en la superficie del llamado Mar de los Sargazos, pero la mayoría cubren los fondos.

Las rodofitas presentan clorofila acompañada por pigmentos rojos como la ficoeritrina y azules como ficocianina, que les permiten aprovechar un amplio espectro de radiaciones luminosas.

Las células de las algas rojas tienen su pared formada por una sustancia que se gelifica dando coloides complejos, a modo de una jalea más o menos compacta que reúne las células y llena los huecos que quedan entre ellas. Algunas de estas sustancias, como el agar-agar que se obtiene del alga Gelidium y la carragenina, son de un elevado interés industrial.

El grupo de las rodofitas comprende casi 4 000 especies, en su mayoría marinas, predominando en los mares templados y cálidos; en general viven fuertemente adheridas a las rocas. En las costas del Japón se encuentra un alga del género Porphyra, con aspecto de lámina fruncida, de coloraciones violáceas o rojizas, que es ampliamente cultivada para la obtención de un alimento muy popular, el "laver púrpura".

Dentro de este grupo existe uno muy diferente por su aspecto, el de las "algas coralinas", cuyas membranas se impregnan de carbonato de calcio, formando revestimientos rosados o blanquecinos sobre las rocas o sobre mejillones, moluscos y otras algas y plantas superiores.

El tercer grupo de las algas del bentos es el constituido por las clorofitas, las más parecidas a las plantas superiores por su contenido en pigmentos, sobre todo clorofila, que les proporciona una coloración casi siempre de tono verde.

Es un grupo con una distribución muy amplia y con formas muy variadas, desde unicelulares hasta pluricelulares de organización compleja; algunas son filamentosas simples o ramificadas que forman penachos verdes; otras son láminas más o menos recortadas, como las "lechugas de mar", o tubitos reunidos en haces, a veces abiertos por la parte superior a modo de delicadas cintas de bordes rizados.

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La mayoría de las clorofitas vive en las aguas dulces y sólo secundariamente se han localizado en las costas en la zona de rompientes y en los estuarios. Muchas especies prefieren las aguas contaminadas como las de los puertos, ricas en sales minerales nutritivas.

Algunas especies pueden ser dañinas debido a su rápida proliferación, como la denominada "enteromorfa", la cual llega a ser tan abundante que al caer al piso se pudre, agotando las reservas de oxígeno del agua y provocando la muerte de la rica fauna enterrada en el fondo de las zonas ribereñas, de la que son componentes principales las almejas y los berbechos, fuente fundamental de riqueza de estas localidades.

El conjunto de algas arrojadas por las olas se denomina "varec" y su estudio ofrece siempre puntos de interés, ya que en algunas costas las arribazones de varec son tan importantes que justifican su recolección para la extracción de alginatos o para el abono directo de los campos.

Con respecto a las plantas consideradas como las más evolucionadas, en el mar viven muy pocas fanerógamas que constituyen praderas sobre los fondos costeros bien iluminados. Entre los principales géneros que forman estas praderas están: Zoostera, Posidonia y Thalassia; este último es el más abundante en América.

Entre estos vegetales y sobre ellos vive una compleja comunidad de peces, crustáceos y pequeños animales solitarios o coloniales que encuentran en la penumbra, creada por estas praderas, el refugio ideal para cuidar y defender a sus pequeñas crías de los ataques de las especies mayores. A medida que se desciende y la luz escasea, las plantas, cada vez más raras, se tornan amarillentas, las hojas se retuercen y la vegetación acaba por desaparecer, disminuyendo la productividad de alimento a través de la fotosíntesis.

El fondo oceánico, además de representar un espacio grande para vivir y de ofrecer lugares donde los organismos encuentran mayor protección, es una zona de colecta de alimentos, que llegan al fondo desde las aguas superficiales.

Los animales bentónicos deben consumir las partículas alimenticias que provienen de la superficie o bien depredarse unos a otros. El alimento es abundante en los fondos de las regiones litoral y sublitoral, pero comparativamente hay menos en la abisal, lo cual es compensado por las bajas temperaturas que hacen que el metabolismo de los organismos que en ella se encuentran sea menor y que, por lo tanto, también disminuya el requerimiento de nutrientes.

Para contrarrestar la escasez de alimento, los animales del bentos desarrollan ciertas estructuras especializadas que les permiten obtenerlo; por ejemplo, los peces abisales que aumentan su capacidad olfatoria y forman apéndices para atraer y capturar sus presas.

En las regiones litoral y sublitoral existen animales herbívoros que se alimentan principalmente de algas, pero dominan los organismos que lo hacen de otros animales; pueden ser suspensívoros, depositívoros y carnívoros.

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Los suspensívoros también son llamados filtradores, porque se alimentan filtrando plancton y materia orgánica dispersa en el agua del mar; son particularmente importantes por ser los responsables del consumo del plancton y su conversión en concentraciones mayores de carne sólida. Casi todos los animales bentónicos sésiles, como las esponjas y los corales, tienen este tipo de alimentación.

Los depositívoros, también conocidos como "comedores de fango", son organismos que se alimentan de la materia orgánica que se encuentra en el sedimento; pueden ser de dos tipos: los que se entierran en el sustrato y pasan el sedimento a través de su aparato digestivo, como los anélidos poliquetos, y los que son selectívoros, es decir que toman del sedimento sólo las partículas alimenticias, como algunos moluscos que con sus sifones capturan estas partículas.

Los carnívoros son organismos que cazan y se alimentan de otros animales, por lo que desarrollan órganos especializados para lograr la captura, como los tentáculos de las anémonas cargados con células urticantes que paralizan a sus presas. Muchos peces bentónicos tienen este tipo de alimentación y compiten con algunos del necton.

Los animales bentónicos pueden localizarse sobre el fondo oceánico formando la llamada epifauna, que se puede encontrar sobre las rocas o los guijarros o presentando algunos desplazamientos; otros viven dentro de los sustratos, principalmente arcillas y barros, y constituyen la infrafauna.

La distribución del bentos depende de los factores físicos, químicos y biológicos que se presentan en el fondo del océano. Algunos de ellos controlan la distribución horizontal y otros la vertical; por ejemplo, la luz caracteriza la distribución de la flora y la fauna de los fondos oceánicos iluminados, mientras que el tipo de fondo caracteriza la vida bentónica en las facies rocosas, en los fondos arenosos y fangosos, y la profundidad a los organismos de los fondos oceánicos abisales.

Todo este torrente de vida que se encuentra en los fondos marinos hace que la realidad tome apariencia de superchería, lo que realza el interés del estudio del mundo acuático viviente, en donde la naturaleza subraya la enorme variabilidad de su obra.

II. UN PASEO POR LOS FONDOS OCEÁNICOS ILUMINADOS

CUANDO una persona se coloca frente al mar en la playa, no imagina el acuario espléndido que está observando: la riqueza y variedad de los vegetales y animales que se encuentran en las zonas oceánicas iluminadas compiten en rareza de tipos y de formas con los que puedan vivir en otros parajes del planeta.

La gran diversidad de seres vivos que se localizan en los fondos iluminados se debe a que el incesante trabajo del oleaje y las corrientes, las aportaciones de las aguas continentales que diluyen las del mar, las bruscas variaciones de temperatura y de composición química del líquido y del ambiente, ofrecen gran variabilidad en las condiciones de vida a los organismos que pueblan esos fondos. Esta riqueza y

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profusión de especies hacen de dichos ambientes una de las zonas preferidas por los biólogos para sus estudios y observaciones.

Según las características que se presentan en las diferentes áreas que forman los fondos del mar que están iluminados por la luz solar, se establece la distribución de los diversos tipos de organismos.

Los peñascos de los acantilados, modelados por el continuo golpear del mar, encierran un conjunto de seres que se cobijan temerosos en grietas y hendiduras, condenados de por vida a la amenaza de la fuerza de las olas que se producen en la zona de marea, en donde se inician los fondos iluminados.

Entre estos peñascos se forman los llamados charcos de marea, verdaderos acuarios que albergan gran cantidad de algas, entre las que dominan las clorofíceas, así como animales que viven fijos, como esponjas de diferentes colores (amarillas, rojas, azules, etcétera) y las anémonas de mar, también llamadas flores de mar, que habitan sobre las rocas abriendo las vistosas coronas que forman sus abundantes tentáculos con colores vivos y brillantes, y se pueden encontrar aisladas o bien reunidas formando vistosas colonias.

También son comunes en estos charcos de marea los balanus o bellotas de mar, que están fijos sobre las piedras del fondo y sacan sus branquias plumosas por la abertura de su exoesqueleto que tiene forma de un cono truncado. Estos balanus compiten por espacio con pequeños moluscos bivalvos del grupo de los mejillones y con caracolillos como el de las litorinas.

Algunos animales se mueven muy lentamente en los fondos de estos charcos, como las lapas, que tienen su concha formada por una sola placa, o los quitones, que la presentan hasta de ocho placas; en la bajamar el organismo adhiere firmemente su concha al sustrato conservando el agua para realizar sus funciones.

Figura 3. Los charcos de marea, verdaderos acuarios.

También se mueven lentamente en la cara inferior de las piedras las planarias, con su cuerpo aplanado en forma de hoja y su extremo anterior triangulado con dos manchas oculares negras que dan la apariencia de que estuvieran bizcas.

Los equinodermos se encuentran en estos charcos representados por las holoturias o pepinos de mar, de cuerpo alargado y cilíndrico con la boca rodeada por diez tentáculos que pueden ser ramificados y que se retraen cuando son sacados del agua;

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son muy correosas y se pueden meter entre las rocas. En estos animales se observa un curioso fenómeno, que consiste en que son capaces de desprenderse por autotomía de sus vísceras y las arrojan al exterior cuando se ven en peligro; sin embargo, el animal no muere, ya que las regenera en poco tiempo y recupera su actividad.

Otros equinodermos que viven sobre las rocas son las estrellas de mar de los géneros Heliaster y Solaster, que reciben este nombre por presentar brazos cortos alrededor de su cuerpo.

Multitud de pequeños pececillos se mueven en estas aguas encharcadas, algunos de ellos son juveniles de especies pelágicas costeras como los peces mariposa, también de vistosos colores con una llamativa mancha negra en su aleta caudal; las damiselas, de cuerpo alargado y amarillo verdoso con su aleta caudal en forma de arpa; o los pomacéntridos que tienen su cuerpo de color grisáceo, recorrido por franjas negras.

En las ensenadas de aguas transparentes, entre las algas, bulle una población de animales más delicados y vistosos, y aunque felices en apariencia, no dejan por ello de tener que afrontar con toda crudeza la lucha despiadada por la existencia.

En la zona litoral, la vegetación marina policromada prospera más y mejor; sus plantas multicolores contrastan con el monótono verdor de los vegetales terrestres. Entre las algas viven representantes de los celenterados, destacando algunos que se reúnen para formar colonias, como las llamadas "colonias de hidrozoarios", las que están formando diminutas ramitas sobre las cuales se implantan los pequeños organismos que tienen aspecto de florecillas cristalinas de tejidos delicados y transparentes que son los verdaderos pólipos, habitantes de una pequeña ciudad ramificada asociados para formar el conjunto, uniéndose unos individuos a otros a través de sus propios tejidos. Estas colonias llegan a medir de uno a varios centímetros de longitud.

Figura 4. Ciclo de vida de los hidrozoarios.

Si se examina la colonia con la ayuda de una lente de aumento o con el microscopio, se observa que no todos los animales que la constituyen son iguales; unos son diferentes a los otros no sólo por su forma, sino también porque desempeñan actividades muy distintas. Se produce en ellos un proceso de diferenciación de trabajo, que no deja de tener ciertas semejanzas con la que ocurre en las asociaciones humanas, en las que los distintos individuos desempeñan oficios o profesiones

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diferentes, lo cual determina que adquieran, además de singulares destrezas o habilidades, una determinada fisonomía.

Las dos grandes funciones que realizan todos los seres vivos, las nutritivas y las reproductoras, son las primeras que se imponen y las que determinan que en las colonias de hidrozoarios se encuentren pólipos nutritivos cuya única misión es comer y digerir, pero no sólo para ellos, sino en beneficio del conjunto; a estos individuos se les llama gastrozoides y sus tentáculos están entrenados para capturar presas, al mismo tiempo que las inmovilizan con una sustancia tóxica. Los encargados de la reproducción, los gonozoides, desempeñan con maestría su cometido, tomando formas muy variadas según la especie. De ellos se origina la medusa, que es libre nadadora y produce las células reproductoras femeninas y masculinas, las cuales al unirse constituyen el huevo o cigoto, del que se forma un organismo fundador que desarrollará una nueva colonia.

Otros pólipos que llaman la atención en la colonia son los encargados de la defensa, denominados macozoides, que tienen sus tentáculos cargados de células urticantes o nematocistos y que son los responsables de producir en la piel humana una irritación cuando se hace contacto con ellos.

Sobre las algas de los fondos iluminados se observan graciosos dibujos con aspecto de encajes sencillos, que no son otra cosa que colonias de briozoarios adheridas a las frondas de algas como los sargazos. Con el auxilio de la lente de aumento se puede ver cómo aparecen en ellas diminutos espacios poligonales de pequeñas dimensiones, dentro de los cuales se alojan los individuos de la colonia, que por su extraordinaria semejanza con los pólipos de los celenterados se llaman polipidios. Cada una de estas casitas forman el conjunto de las colonias y cada individuo saca por la abertura el airoso penacho de tentáculos de que está provisto, no sólo con el fin de respirar más libremente el oxígeno disuelto en el agua, sino también para capturar pequeñas presas que son conducidas hasta su boca.

Alternando con algas bentónicas de los fondos iluminados se encuentran las plantas superiores o fanerógamas, capaces de formar flores como órganos de reproducción; la más común es la talasia, que constituye los pastos marinos o ceibadales. La distribución de estas fanerógamas marinas está determinada por la temperatura del agua, la turbiedad, es decir la penetración de la luz en el agua, las corrientes y la acción de las olas; también depende de la dispersión de sus frutos y semillas que se lleva a cabo por las corrientes y por algunos animales en cuyos apéndices se pegan las semillas, como cangrejos y camarones.

La formación de flores de estas fanerógamas marinas es una adaptación a condiciones favorables del medio, relacionada con la variación estacional de temperatura y cantidad de luz; las flores son unisexuales, apareciendo en verano, pero cambian según el área donde habitan y no se conoce si se forman en la misma planta o en diferentes; este fenómeno de la reproducción de las fanerógamas marinas es el más interesante dentro del estudio de su biología, problema que necesita de mayor investigación.

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Se debe considerar que estos vegetales también pueden reproducirse asexualmente por un crecimiento vegetativo realizado por medio de estructuras llamadas estolones que se desprenden del vegetal adulto y van a colonizar nuevas áreas.

Asociada a los vegetales de los pastos marinos se localiza una fauna formada, principalmente, por invertebrados que reptan sobre las hojas y el sedimento. El molusco Aplysia o liebre de mar se encuentra en forma abundante en aguas tropicales hacia finales de la primavera, sobre todo cuando la intensidad luminosa disminuye entre las hojas de la talasia; se mueve reptando sobre las hojas y moviendo elegantemente dos proyecciones laterales del pie, con aspecto de aletas, que se doblan hacia la región dorsal y dan la impresión de desarrollar movimientos alados cuando desean nadar. Las aplisias se alimentan de la talasia y de algas del tipo de las feofitas o algas pardas, y cuando se ven en peligro producen una tinta de color púrpura con la que distraen a sus atacantes para poder escapar.

También reptando sobre las frondas de las plantas marinas existen gran cantidad de representantes de otro grupo de moluscos, los nudibranquios, moviéndose entre el follaje denso de la talasia. Estos animales, generalmente pequeños ya que alcanzan de 1 a 5 centímetros, presentan su cuerpo desnudo en el estado adulto, tienen simetría bilateral y forma laminar y, en su región dorsal, el tegumento forma una serie de prolongaciones, a veces ramificadas, de vistoso colorido que desarrollan funciones respiratorias. Los nudibranquios son carnívoros, con marcado mimetismo, y entre los más comunes se encuentran Doris, Eolis, y Elisia.

Entre las frondas de los vegetales se observan rocas sumergidas en donde se fija gran cantidad de esponjas de forma, tamaño y coloración variable; las más comunes son la esponja amarilla Neopetrosia, y en menor cantidad Haliclona, esponja roja que a veces se desarrolla alrededor de las hojas de la talasia a las que aprisiona rodeándolas firmemente. Las colonias de esponjas pueden presentar formas tubulares que recuerdan los grandes edificios de las unidades habitacionales construidas por el hombre. Estas esponjas son la morada de infinidad de formas juveniles de todos los grupos de animales marinos: cangrejos que se disimulan de diferente manera, estrellas de mar que se ocultan para regenerar alguna de sus estructuras, larvas de peces, etcétera.

Los equinodermos más comunes entre el ceibadal son los erizos, principalmente Tripneutes, que tienen sus espinas sumamente cortas y de color blanquecino, por lo que se les llama "cabeza de viejo"; presentan sus pies ambulacrales fijados a piedras, trozos de conchas y restos de hojas de los vegetales marinos, para confundirse fácilmente con su medio y así pasar inadvertidos para sus enemigos y, a la vez, protegerse de la fuerte iluminación existente en aguas de poca profundidad.

Los erizos se alimentan de fragmentos de hojas de los vegetales, las que trituran con los cinco dientes calizos que forman parte de su aparato masticador, la "linterna de Aristóteles". El animal deja sus escondites para ir en busca de su alimento pero, una vez saciado su apetito, vuelve exactamente, con precisión asombrosa, al lugar que habitualmente ocupa entre las frondas del pasto marino.

Otros equinodermos que se observan en estos fondos iluminados son las estrellas de mar como las "platasterias" con sus cinco delgados brazos, las estrellas pentagonales

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de cuerpo espinoso, o las linqueas con seis brazos, y los ofiúridos o bailarinas del mar que se protegen escondiéndose, durante el día, entre las plantas marinas. Estos organismos presentan generalmente algunas de sus extremidades en regeneración, pero también pueden encontrarse brazos reconstruyendo el cuerpo de la estrella.

En el sedimento sobre el que crecen los pastos marinos se desarrolla una fauna muy abundante de invertebrados, sobre todo de anélidos o gusanos anillados, crustáceos y moluscos, reportándose datos curiosos sobre el número de estos animales marinos. La cantidad de especies de invertebrados en las comunidades de talasia de mares tropicales es mayor, comparada con la proporción de las que habitan en la arena sin vegetación. En Florida, por ejemplo, la relación es de 133 especies entre la talasia y solamente 29 en las zonas arenosas; entre estas especies, los animales más abundantes pertenecen a los anélidos poliquetos, moluscos, equinodermos y crustáceos.

Los peces proliferan en todas las épocas del año en estos fondos iluminados cubiertos por vegetales marinos; unos de los más abundantes son los sargentos, pequeños peces cuyo cuerpo de color amarillento está recorrido por líneas verticales de coloración grisácea oscura, y que se alimentan en parte de invertebrados que usualmente se localizan entre el follaje de talasia, por lo que estos peces recortan y fragmentan las hojas.

Ya entrada la primavera son frecuentes los cardúmenes de otros peces pequeños como el "pez pipa" u "hocico largo" o el "pez ángel" de cuerpo aplanado y negro, recorrido por líneas de color amarillo brillante, que se alimenta exclusivamente de hojas de talasia y que, además, interviene en la diseminación de frutas y semillas.

Estos pastos marinos se pueden desarrollar en las lagunas que forman los arrecifes coralinos llamados de barrera, en donde dominan las comunidades de algas policromadas como Halimeda, que se adhiere fuertemente con sus rizoides a conchas o colonias de corales que miden de 1 a 2 metros de diámetro, abajo de los cuales se refugian gran cantidad de invertebrados, como elegantes planarias que se deslizan sobre la superficie, comiendo pequeños filamentos de algas que están pegados sobre ella.

En las oquedades de estas colonias coralinas se encuentran los sipuncúlidos o botellitas de mar, Nereis o gusanos anillados que tienen multitud de peligrosas púas con las que se defienden de sus enemigos, y gran cantidad de pequeños cangrejos de diversas formas que enmascaran su cuerpo con pequeñas algas que los disimulan de tal modo que, de no moverse, es difícil localizarlos.

En colonias de coral de mayor tamaño se establecen interesantes ecosistemas de gran diversidad. En su región superior se fijan infinidad de algas verdes, rojas y cafés, sobre las que se mueven los nudibranquios. En la cara inferior, las esponjas de colores amarillo, rojo y azul forman cuadros policromados en donde se refugian juveniles de todos los grupos de invertebrados. En las grietas se incrustan erizos de mar que se desarrollan y van creciendo; otros equinodermos que se localizan en estos corales son los ofiúridos que forman agrupaciones de seis a siete individuos.

En los fondos arenosos de la laguna coralina se encuentran las algas Caulerpa, que se reproducen por estolones, es decir que cuando su tallo toca el fondo se entierra y en

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ese lugar se desarrolla una nueva planta, lo que asegura la difusión de estas algas en el pasto marino. Otro vegetal que abunda en esta zona es la fanerógama Halodule, que tiene hojas filiformes entre las que se esconden los peces aguja que se confunden por la forma de las frondas, pasando inadvertidos para la captura de sus presas.

También en esta zona se mueven, mostrando sus elegantes conchas, moluscos como las cipreas, de perfección estructural, color café y superficie completamente tersa; olivas con concha de trazos de belleza geométrica, conos de fuerte pie que mueven un temido gancho, así como las peinetas largas que forman las dos valvas de los callos de hacha.

En la barrera de coral la diversidad de organismos también es grande: entre los corales dominan la Acropora palmata con su forma de elegante palma y la Acropora cervicornis con la apariencia de cuernos de ciervo, además están la Siderastrea, que tiene las casas en donde se implantan los pólipos en forma de estrellas, y el Millepora, de color amarillo llamativo, que es el denominado coral de fuego, ya que cuando se hace contacto con su colonia, la piel se urtica produciendo un dolor semejante al de una quemadura.

En los corales encuentran su refugio animales como los lirios de mar, equinodermos crinoideos de color anaranjado brillante, que son de los más antiguos que existen. Los pepinos de mar u holoturias sólo sacan sus tentáculos en busca de alimento, siendo una de las especies más bellas la del género Euapta, que tiene su cuerpo completamente transparente, lo que permite observar su esqueleto formado por elegantes espículas silicosas con aspecto de figuras de vidrio; estos animales producen una sustancia antibiótica, la holoturina, que hace que las Euapta se encuentren solitarias.

Figura 5. Vista general de un arrecife.

Los peces de la barrera coralina se visten de elegantes libreas de infinidad de llamativos colores, dando un aspecto de gran belleza a esta zona del océano. Los universitarios, con su color azul y oro, se mueven ágilmente evitando ser alcanzados por sus perseguidores. Los individuos jóvenes de los Chaetodon o peces mariposa presentan cerca de su aleta caudal una mancha de color negro que les da la apariencia de tener un ojo posterior; nadan siempre juntos el macho y la hembra formando parejas.

Con frecuencia se refugian barracudas jóvenes, resultando difícil notar su presencia por la forma alargada de su cuerpo y la coloración poco llamativa que se confunde

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con el follaje; estas barracudas llegan a medir hasta 50 centímetros de longitud y sólo atacan cuando son molestadas. En las grutas que forman los corales se puede observar la amenazadora cabeza de las morenas, en donde se encuentra un boca armada de poderosos dientes.

Conforme se desciende en la barrera coralina, la variabilidad y tamaño de los organismos aumenta, aunque las coloraciones, por las propiedades de la luz, disminuyan en diversidad y sólo se observe una tonalidad azul. En estas colonias de coral es importante observar el trabajo de tantos miles de seres diminutos que estructuran maravillosas construcciones de mil formas caprichosas, cuyas ramificaciones entrelazan sus pétreos ramajes, creando selvas enmarañadas y grietas en las que se guarece una multitud de peces y cangrejos disfrazados de los más vistosos y brillantes colores, que se desplazan en grupo y van de aquí para allá, se esconden y aparecen para volverse a ocultar entre estas construcciones sumergidas, atractivo de los mares tropicales.

Sin lugar a dudas el hombre cuenta en el mar con escenarios de belleza inigualable, que pueden servir de laboratorio a las generaciones jóvenes para conocer nuevos valores que les permitan desarrollar un amor por lo que la naturaleza les ofrece, sin la competencia económica que, por desgracia, se ha establecido entre la especie humana.

III. LA VIDA BENTÓNICA EN LAS FACIES ROCOSAS

LA ZONA costera o zona de mareas presenta rocas que ofrecen residencia a numerosas especies. Las playas rocosas están expuestas a la acción directa de las olas y al ser batidas las rocas por el agua y por los sedimentos que ésta arroja contra ellas, hasta las de mayor dureza se van desgastando lentamente, y el mar forma una plataforma de erosión, es decir una franja de rocas desgastadas se convierte en grutas o en una especie de es tanque donde puede vivir una notable variedad de animales y vegetales marinos.

La abundancia de luz y el sustrato sólido y rico en minerales favorecen el desarrollo de una frondosa vida vegetal. Las formas sésiles tienen una superficie donde fijarse y las móviles encuentran protección contra los depredadores entre las propias algas y en las fisuras de las rocas.

Para lograr sobrevivir a los rápidos cambios del clima y de las condiciones fisicoquímicas ocasionadas por la subida y la bajada de la marea, los organismos que habitan en las costas rocosas tienen que poseer unas dotes excepcionales de adaptación, ya sean morfológicas, es decir de su estructura, o puramente fisiológicas, principalmente en su respiración.

Por una parte, deben resistir al empuje de las olas cuando la marea está alta; por otra, a la desecación motivada por el Sol y el viento cuando se retira el mar. Deben, además, soportar los diferentes grados de luz, calor y salinidad a que se someten

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según estén sumergidos bajo el agua o expuestos a la intemperie. Para adaptarse a estas circunstancias emplean su resistencia física, además de su instinto de conservación que, en caso de haberse retirado la marea, los lleva a trasladarse a las grietas húmedas, oscuras y de temperatura fresca.

Un animal que pasa su vida diaria contando con diversos niveles del agua, debe sentir la imperiosa necesidad de evitar la desecación; por ejemplo, un animal de playa puede vivir de 5 a 6 horas al día en agua fría y, en sólo pocos minutos, quedar expuesto al rigor del Sol, totalmente a la intemperie, y protegido sólo por una capa fina de agua. A estos factores adversos hay que añadir las variaciones que se producen en el grado de salinidad del agua, lo cual depende de la evaporación o de la aportación de agua dulce procedente de los ríos y la lluvia.

Éstas son las condiciones de vida que se presentan en las rocas litorales, influenciadas por tres factores principales: la temperatura, la acción mecánica de las olas y la humectación.

Con respecto a la temperatura, las variaciones locales son de importancia en la región litoral, ya que en ocasiones los organismos se encuentran descubiertos y expuestos al aire, en el cual las oscilaciones térmicas son más amplias que en el agua. Existen límites letales de temperatura tanto alta como baja para determinados organismos, más allá de los cuales se pueden producir mortandades catastróficas como la mencionada por el estadounidense Moore en 1958, donde al alcanzarse temperaturas de 33-38°C se produjo la muerte masiva del erizo del género Diadema, de pulpos y varios gasterópodos.

En cuanto a las temperaturas bajas, éstas producen iguales efectos que las altas, provocando grandes mortandades, aunque el punto de congelación de los fluidos orgánicos en ciertos invertebrados puede llegar a valores iguales al característico del agua del mar, es decir de -1.5 a -l.6°C. En relación con el efecto del hielo que se forma sobre los organismos sésiles, se ha determinado que los crustáceos del género Balanus, llamados también escaramojos, pueden resistir temperaturas de -10°C durante varios días.

Acerca de la acción mecánica de las olas, se ha observado que el impacto de ellas afecta desde el punto donde toca la superficie hasta otro punto cuya altitud depende de la velocidad y altura de la ola; por encima de este segundo punto, el agua pierde fuerza y barre la superficie de la roca. Si la violencia del choque es suficiente, se forman pequeñas partículas de agua que humedecen la porción superior de la roca.

Las adaptaciones de los organismos a la vida en la región costera dependen, en gran parte, de su situación en algunas de estas diferentes zonas de la costa rocosa.

La fijación al sustrato es un requerimiento de todos los seres vivos, pero los que viven en la zona de impacto precisan una mayor capacidad de adhesión a la roca y adoptan una forma casi plana; tal es el caso de unos moluscos como los "quitones". En la zona de barrido de la ola, el agua arrastra abundante alimento en suspensión; los crustáceos del grupo de los percebes sacan sus apéndices, sobre los que se desliza el agua, para luego retraerlos dentro de su concha con el alimento que han colectado.

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La zona donde el agua se pulveriza en forma de finas gotas es ocupada por gasterópodos como Littorina, capaces de utilizar dicha humedad; en estos animales los elementos de fijación no son tan fuertes como los de los organismos de las zonas anteriores.

El tercer factor es la humectación o cantidad de humedad que reciben los organismos en los lugares donde viven, determinada por los movimientos del mar en el litoral, como son: olas, mareas y cambios estacionales en el nivel medio del mar. Al bajar la marea, los animales que habitan en las playas rocosas tienen que enfrentarse al problema de la desecación, para lo que se aislan del aire en sus gruesas conchas cerrándolas con una tapita llamada opérculo, manteniendo así su humedad; viven en charcos o se esconden en grietas. La población animal que habita en una grieta varía según la parte del mundo en que se encuentre la playa.

Las lapas, moluscos característicos de estas zonas, se protegen de la desecación mediante una concha resistente, pero se desplazan por la superficie de la roca cuando llega la marea. Antes de que baje la marea, la lapa regresa a lo que se puede considerar como su "base casera" permanente, que se ha construido en la roca haciendo un movimiento cortante, el cual erosiona a la vez la roca y la concha para que ambas se ajusten estrechamente. De este modo, cuando la marea baja, el animal retiene entre la concha y el cuerpo la humedad esencial para realizar sus funciones; al perder la humedad, la lapa muere por desecación.

Los biólogos han descubierto que en la zona litoral rocosa se da una disposición de los organismos en bandas o zonas horizontales. La causa de esta zonación es la existencia de un límite entre el aire y el agua que se mueve verticalmente con las olas y mareas. Los organismos se disponen en el gradiente vertical de condiciones ambientales con su capacidad para subsistir a la desecación, la disminución de oxígeno disuelto, la insolación y los cambios de temperatura. Estos organismos presentan una forma capaz de resistir el embate del agua, lo que desempeña también un importante papel.

Se puede observar que en casi todas las costas del mundo, generalmente los seres vivos se disponen de la región superior a la mayor profundidad formando las zonas de litorinas, balanus, franja sublitoral y la zona sublitoral.

La zona de litorina es relativamente árida, sujeta a condiciones de transición entre la tierra y el agua; los organismos que la habitan dependen de la pulverización del agua, aunque ocasionalmente, con tiempo fuerte o mareas vivas, la zona puede inundarse. El número de especies es muy limitado, dominando los gasterópodos del género Littorina y otros géneros de moluscos con conchas de coloraciones llamativas. La superficie de la roca se encuentra cubierta por algas azules o cianofíceas incrustantes y líquenes formados por la asociación de algas microscópicas y hongos, que representan a los primeros vegetales que empiezan a poblar un territorio marino.

La zona de balanus es la típicamente intermareal, ya que, al menos en parte, es recubierta y descubierta cada día por el agua. La mayor parte de las especies que en ella se encuentran son crustáceos cirrípedos sésiles como los del género Balanus, que dominan en esta área y que buscan, de preferencia, los sitios de las rocas en los que es

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más fuerte la acción de las olas y las corrientes. De esta forma, su crecimiento se ve favorecido por las aguas ricas en materia nutritiva en suspensión.

Figura 6. Balanus.

Los Balanus son animales realmente marinos que se fijan en las rocas desde el límite superior de la pleamar, incluso desde la zona de salpicaduras, hasta el de la bajamar, formando una franja de color claro que marca los niveles de marea.

Otros habitantes asiduos de las rocas y acantilados costeros son los erizos y las estrellas de mar, hasta el punto que será raro el sitio donde no se encuentren estos animales, cobijados entre los escondrijos y resquebrajaduras de los peñascos en donde el mar rompe con mayor brío. Estos organismos consiguen su alimento de las pequeñas plantas que recubren la superficie de las rocas en que viven.

Algo más abajo de este nivel de los balanos se encuentra otra zona, la franja sublitoral, que delimita la zona intermareal de la región sublitoral. Esta franja, sumergida durante mareas medias y mareas muertas, sólo queda descubierta en las mareas vivas, y somete a sus pobladores a ocasionales periodos de desecación.

En esta franja se localizan otras especies de Balanus que nunca forman una comunidad compacta en la zona de balanos, acompañadas por las lapas o anatifas, crustáceos cirrípedos, que parecen un mejillón montado sobre un pie; el percebes, crustáceo comestible, es afín a la anatifa, pero vive sobre las rocas que no descubre la marea. También se encuentra una fauna abundante de moluscos, algunos de ellos móviles como los Murex y las Littorina; otros viven pegados a las rocas a las que se adhieren fuertemente por medio de un pie musculoso que funciona como ventosa, sin embargo, pueden cambiar de sitio; como ejemplo están las patelas, lapas o sombreros-chinos.

Otros moluscos bien conocidos que habitan en este nivel son los mejillones, importantes por su papel en la alimentación humana, base de una verdadera industria marina, la llamada miticultura, y el ostión de roca, que también es importante como fuente de proteínas y fósforo y cuyo cultivo recibe el nombre de ostricultura.

La zona sublitoral se extiende desde la línea de las bajamares vivas hasta el borde de la plataforma continental, aproximadamente a 200 metros de profundidad, o sea que nunca queda descubierta. Es la zona de mayor importancia económica del océano, ya que cuenta con poblaciones de organismos que permiten establecer las principales

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pesquerías del mundo y además constituye una fuente potencial de minerales útiles al hombre.

Los organismos dominantes en estas rocas sublitorales son algas macroscópicas y los invertebrados sésiles como poliquetos tubícolas, esponjas, celenterados y ascidias, entre otros. Un caso curioso es el que se refiere a los poliquetos tubícolas que viven entre las rocas de esta zona, formando sus tubos con conchas pequeñas de foraminíferos, que se adhieren por medio de un cemento secretado por el animal.

Las algas constituyen un elemento importante en los niveles superiores del mar, y la luz es un factor ambiental que determina su presencia; presentan una distribución vertical en la que las clorofitas o algas verdes son las más superficiales, luego les siguen las rodofitas o algas rojas, y a mayor profundidad se encuentran las feofitas o algas pardas.

Junto a las grandes superficies rocosas y siempre en la zona de las mareas se localizan áreas en que se constituyen asociaciones de notable diversidad entre la fauna fija y la móvil; esto es en grietas profundas, grutas, cubetas, en las que el agua del mar persiste aun en mareas muy bajas, y en los campos de rocas de diverso tamaño.

Las formas orgánicas que predominan en las grutas y constituyen la mayor parte de su revestimiento son: esponjas, hidrozoarios, ascidias, briozoarios y actinias o anémonas de mar, organismos sedentarios a los cuales pueden añadirse algunos otros errantes, como ciertos anélidos a los que por tener muchas cerdas o quetas se les denomina poliquetos y por ser urticantes se les llama además gusanos de banderilla.

El sustrato sólido desaparece progresivamente con la profundidad, cambiando a fondos arenosos y fangosos, con lo que también se modifica la vegetación y los animales que ahí se encuentran.

La distribución de los organismos vivos en los fondos de la plataforma continental depende de la mayor o menor riqueza en elementos nutritivos, o sea en materia orgánica más o menos desintegrada que es la base para que el fitoplancton inicie la cadena de alimentación. La fauna bentónica dominante de la plataforma continental la forman los moluscos, equinodermos y anélidos, es decir ya no animales fijos, pero sí poco móviles. Se encuentra también una fauna que se mueve ampliamente, compuesta en su mayoría por crustáceos, como los cangrejos y camarones, y peces que viven sobre estos fondos de rica alimentación.

Así se observa que la zona costera rocosa que sufre el azote del oleaje y rompe en ellas su blanquísima espuma, está densamente poblada por infinidad de seres que soportan la violencia del mar, para lo que presentan cambios en su estructura y función de acuerdo con las condiciones de vida que les impone el medio.

El interesado por la naturaleza encuentra entre esta multitud de seres vivos motivo de estudio, ya que muchas de estas criaturas presentan formas curiosas y comportamientos plenos de enseñanzas.

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IV. COMPARACIÓN ENTRE LA VIDA BENTÓNICA EN FONDOS ARENOSOS Y FANGOSOS

LOS materiales erosionados de las masas de tierra continentales están sometidos a un continuo transporte por el agua de las lluvias; son separados, desgastados por el rozamiento, parcialmente disueltos y eventualmente llevados al mar a través de los ríos, en donde algunos de ellos forman playas fangosas, bancos de arena, playas arenosas, deltas y otras formaciones en la orilla del mar.

También la acción de las mareas, el oleaje y las actividades de los innumerables organismos excavadores y raspadores, además de la acción erosiva del viento, lluvia, heladas, etcétera, desgastan continuamente las áreas rocosas de la zona intermareal colaborando a que unos fondos sean arenosos y otros fangosos.

Los ríos de todo el mundo transportan al mar todos los años, aproximadamente, 8 millones de toneladas de sedimentos; por ejemplo, el fondo del Golfo de México es muy fangoso a causa de la gran cantidad de sedimentos aportados por los ríos Mississippi y Grande que desembocan en él.

Grandes extensiones de la plataforma continental en todos los océanos están cubiertas de arena o fango de diversos orígenes y, en general, los fondos rocosos o coralinos constituyen más la excepción que la generalidad.

Los organismos que habitan las playas arenosas y fangosas de la región intermareal escapan a la acción dinámica de las olas, a los efectos de la desecación y a las temperaturas extremas, enterrándose en el sustrato.

Cuando baja la marea, la zona que queda expuesta al aire parece estar desprovista de vida. Esto se debe a que sus habitantes han buscado protección dentro de la arena o el fango; sin embargo, la vida en tales condiciones requiere adaptaciones estructurales y fisiológicas de gran complejidad, conseguidas plenamente por un corto número de especies.

Las características fisicoquímicas de la arena están cambiando constantemente, mientras que las del fango, que se localizan en lugares más protegidos, son más estables. Los organismos son capaces de construir galerías permanentes en el fango; en cambio, en la arena sus "alojamientos" pueden cambiar con cada movimiento de la marea.

Los animales que viven en la arena deben ser capaces de enterrarse inmediatamente en el caso de quedar expuestos al aire y restablecer contacto con el agua superior tan pronto como sea posible para poder llevar a cabo su respiración, ya que necesitan tomar el oxígeno desde el agua. Sólo organismos más activos completamente adaptados a este medio inestable son capaces de subsistir en una playa expuesta, como sucede con ciertos cangrejos pequeños. En algunos lugares más protegidos donde la arena se vuelve más fangosa pueden existir seres vivos menos activos; pero el fango, a su vez, crea nuevos problemas por contener menos oxígeno disuelto.

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Se ha demostrado que ni la dinámica marina, ni la temperatura, ni la capacidad de retención de la humedad en las playas arenosas y fangosas, son factores microambientales limitantes para la presencia de las especies; pero sí son importantes los factores que determinan la facilidad de penetración de agua en el sustrato, llamada capacidad de drenaje, su contenido y la disponibilidad de oxígeno y materia orgánica, aparte de los caracteres granulométricos y minerales de los sedimentos y la estabilidad de las playas.

Debido a las características fisicoquímicas que presentan las zonas arenosas y fangosas y a las modificaciones de los organismos en su estructura y función para adaptarse a ellas, existe una zonación especial en la distribución de estos seres vivos.

Muchas de las playas de arena están compuestas, en su mayoría, de cuarzo y feldespato, que son los minerales más duros y abundantes dejados por el desgaste de las rocas.

La distribución de los vegetales y los animales se inicia desde la parte alta de la duna en donde se encuentra una torturada y pobre vegetación, a la que se le llama vegetación pionera, que recubre los pelados montículos de arenas movedizas, azotadas por la brisa salobre, en un terreno impregnado de sales. Esta vegetación pionera va modificando poco a poco el ambiente para el establecimiento de la vegetación definitiva de las zonas costeras.

En la base de la duna se encuentran los agujeros en donde se cobijan los cangrejos de playa, animales recelosos y cautos, con una marcada actitud de prudente reserva. En las playas son frecuentes los "cangrejos violinistas", llamados así porque los machos presentan enorme desarrollo en una de sus pinzas.

Más cerca del agua viven otros pequeños cangrejos y un tipo de camarones de costumbres menos terrestres, ya que se localizan enterrados y dejando fuera sólo sus ojos para sorprender a cualquier presa que pueda satisfacer su apetito.

En el agua que se filtra en los fondos arenosos de la zona costera y que ocupa los poros y canales que dejan libres entre sí los granos de los sedimentos, se encuentra una comunidad de organismos especialmente adaptados a este ambiente, a la que se le llama comunidad intersticial.

Esta comunidad, formada por varios grupos zoológicos y botánicos, algunos exclusivos de esta zona donde se localizan bacterias, diatomeas, flagelados, es productora primaria para las poblaciones de inverteabrados fitófagos y carnívoros que ahí viven. Entre éstos se encuentran pequeños animales como los rotíferos y los copépodos, muchos gusanos redondos del grupo de los nemátodos, anélidos poliquetos, así como algunos moluscos diminutos.

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Figura 7. Cangrejo violinista.

La fauna intersticial está caracterizada por la presencia de adaptaciones convergentes, es decir que todas las especies tienen aspecto parecido: tamaño muy pequeño, de 50 a 100 micras, rara vez alcanzan un milímetro; casi todas son móviles, aunque se dan raras excepciones sésiles; los cuerpos son filiformes y están provistos de cilios adaptados adecuadamente para moverse en los espacios intersticiales. Esta fauna varía según el tamaño de las partículas del sedimento, su localización en relación con la profundidad mareal, salinidad, temperatura del agua y otros factores.

Los organismos intersticiales contribuyen en forma importante a la provisión de alimento para los seres mayores que se nutren ingiriendo sedimentos y digiriendo la materia orgánica que contienen.

A partir de la línea de las bajamares comienza la zona infralitoral, cuyos primeros metros están cubiertos por extensas praderas formadas de fanerógamas marinas, que se extienden hasta el límite más profundo de penetración de la luz. Los géneros principales son las Zostera, Posidonia y Thalassia, éste último el más abundante en el continente americano y el que forma las praderas más extensas.

Cuando crece en fondos fangosos, Thalassia forma praderas continuas, pero en sedimentos más firmes como la arena lo hace en forma de manojos algo elevados sobre el sedimento circundante. Estas elevaciones se originan por una acumulación de guijarros, conchas y fragmentos de algas calcáreas retenidos por las raíces o rizomas de esta planta.

Los habitantes de la comunidad de Thalassia no se alimentan tanto del tejido de la planta como de la capa de organismos que cubre las hojas y de los detritos que origina. El campo de Thalassia proporciona a los organismos abundante oxígeno, soporte y protección, y éstos sirven, a su vez, de alimento para camarones y peces jóvenes; es por ello que las agrupaciones de fanerógamas marinas son de importancia considerable en la productividad de las aguas costeras.

Animales característicos de tales praderas son, por ejemplo, la gran estrella Oreaster, erizos, esponjas calcáreas, corales blandos como las gorgonias, plumas de mar y

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abanicos de mar. Uno de los peces característicos es la aguja de mar, que por la forma de su cuerpo se confunde con las hojas de la Thalassia.

Figura 8. Pez aguja, difícil de observar por su camuflaje.

Los siguientes metros de la zona infralitoral van a presentar fondos arenosos y otros cubiertos por fango. Los fondos arenosos son propios de aguas agitadas, mientras que en los fangosos dominan las aguas en calma, más profundas y más alejadas de los productores primarios. Los habitantes del fango son más delicados, frágiles, con conchas más delgadas y músculos más débiles que el de los habitantes de la arena.

En las playas de fondos arenosos viven enterradas estrellas de mar de cuerpo aplanado y membranoso, erizos de mar aplanados de espinas muy débiles y frágiles, con perforaciones o no en su caparazón, como el género Mellita, conocidos como "galletas de mar" o "dólares", por su aspecto. Algunos moluscos bivalvos se han adaptado también a vivir aquí, como las almejas, coquinas, Donax y las "navajas", bivalvos excavadores muy buscados por los gastrónomos.

Más profundamente están los erizos de cuerpo acorazonado, cuyo caparazón semeja un corazón, holoturias o pepinillos de mar de diversas especies, algunas de las cuales sirven para preparar el guiso trepangs, tan apreciado en China, Filipinas, Japón y África, a pesar de su aspecto repulsivo. Estas holotuarias se alimentan de pequeños moluscos, gusanos y crustáceos principalmente.

Una de las características más notables de los fondos areno-fangosos es la abundancia de gusanos, sobre todo de nemátodos de cuerpo redondo y anélidos, que viven enterrados a diferentes profundidades, formando galerías y excavaciones de mil formas.

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Figura 9. Sabélido.

Principalmente en los fangos se encuentran ciertos poliquetos más o menos gruesos y de mayor o menor longitud, que se reconocen por su cuerpo anillado, como los de la familia de los Nereis, que presentan prolongaciones o parápodos laterales en cada anillo, llevando numerosas "quetas" o cerdas, de donde procede su nombre de poliquetos.

Otras especies, como Sabella, forman un tubo mucoso con aspecto de caucho cubierto con partículas de limo, hundido verticalmente en el sedimento. Estas especies se reconocen por su penacho branquial multicolor en forma de flor; al menor contacto, el animal se encierra bruscamente en su tubo, obturándolo con un opérculo. Estos animales capturan su alimento arrojando por su boca un líquido mucoso en donde se adhiere plancton, para después reabsorberlo.

Otros organismos que habitan estas zonas arenosas y fangosas son las esponjas, aunque se ha observado que la mayoría viven en facies rocosas, pues al ser inmóviles necesitan un soporte para poder fijarse; sin embargo, ciertas especies eligen una base insignificante como un pedrusco, guijarros, conchas o vegetales, por lo que se hallan incluidas en las facies de conjunto de los fondos blandos. Éste es el caso de las esponjas comerciales del género Euspongia que se pescan en el Mediterráneo y en el Mar Caribe, especialmente en los fondos poco profundos y arenosos, o cubiertos por fanerógamas.

Los fondos arenosos y fangosos son también muy frecuentados por una fauna "errante", que va a ellos en busca de refugio temporal y abundante comida; entre ésta se encuentran diferentes crustáceos y moluscos, quienes aprovechan este ambiente para depositar sus huevecillos o "puestas", que presentan formas características dependiendo de la especie.

El camarón gris es muy común en los fondos de arena; los cangrejos verdes o "rabiosos" corren por todas las playas y hormiguean en los bancos del fango, no son comestibles pero sirven como cebo para los pescadores de caña. En todas partes se encuentran numerosas especies de crustáceos: copépodos, anfípodos, isópodos; ciertos moluscos gasterópodos frecuentan las praderas de las zosteras, como la curiosa "liebre de mar" del género Aplysia, cuya concha muy reducida es, en parte, interna.

En medio de las praderas de zosteras, entre las hojas, se encuentra una variada fauna de actinias o anémonas de mar, ascidias, hidrozoarios y briozoarios. Y a todo este hervidero de vida viene a añadirse el molusco cefalópodo Sepia, que posee una bolsa de tinta y una concha caliza esponjosa, y presenta la facultad de enterrarse con rara habilidad por medio de movimientos oscilatorios.

También habitan estas zonas peces como los lenguados, de distintas especies, tan perseguidos por los pescadores por su carne excelente; este animal tiene su cuerpo aplanado, es asimétrico y contrahecho; sin duda por su tenaz costumbre de apoyarse de continuo sobre el fondo arenoso y plano, tiene una coloración imitativa que se confunde con la de la arena; conserva solamente, fuera de su lecho arenoso, sus ojos saltones en acecho de sus presas. Estas mismas costumbres llevan las rayas, peces

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muy voraces, el pez ángel y otros semejantes a las mantarrayas, aunque más pequeños.

Algunos peces que constituyen un peligro para el hombre, como los peces piedra y los torpedos, también se encuentran en estos fondos. Los peces piedra, que poseen glándulas venenosas en las bases de los radios de su aleta dorsal y de una espina, se esconden en el sedimento, y únicamente sacan a la superficie la espina venenosa. Si son pisados al caminar se inocula el veneno por la presión ejercida, muy tóxico para los centros nerviosos. Menos peligroso es el torpedo, parecido a las rayas, ya que sólo produce descargas eléctricas muy desagradables para el hombre.

Conforme se penetra a mayores profundidades se observa que ya no hay vegetación ni refugios naturales, tan preferidos por muchas especies. El suelo submarino está desnudo como un desierto, pues sin la luz del Sol es imposible la fotosíntesis; por ello existe otra fauna con características especiales para habitar esos fondos.

V. LAS ESPONJAS COMO COMPONENTES COMUNES DEL BENTOS. SU UTILIZACIÓN

EN LA frontera entre los seres unicelulares y pluricelulares se halla un grupo de criaturas, las esponjas, del que todo el mundo ha visto o quizá ha usado algún ejemplar, y que tienen gran interés para la ciencia y para la economía de algunos pueblos.

Las esponjas son conocidas desde tiempos remotos; Aristóteles, tres siglos antes de Cristo, menciona ya en sus escritos a algunos de estos seres, de los que hizo interesantes observaciones. Eran ya utilizadas por los griegos, quienes en las tibias aguas del archipiélago helénico, desde tiempo inmemorial, se dedicaron a su pesca, en la que llegaron a ser muy diestros. Los antiguos griegos no sólo utilizaban las esponjas en su aseo personal, sino también para acolchonar sus cascos de bronce y pesadas armaduras de guerra.

La clasificación de este grupo dentro del mundo animal o vegetal constituyó un verdadero problema para los científicos, ya que al encontrar yodo en su cuerpo se creía que eran vegetales. Hasta entrado el siglo XVIII el origen de las esponjas se justificó de diversas maneras, primero como espuma de mar solidificada, después como nidos de ciertos animales marinos o como plantas. Fue el inglés John Ellis, en 1786, quien resolvió definitivamente el enigma, declarando que las esponjas son, de hecho, organismos animales. Ellis observó los movimientos de retracción y expansión de los poros del cuerpo de la esponja, así como las corrientes de agua que atraviesan su cuerpo.

No obstante, las esponjas carecen de algunas características de los animales típicos: no tienen órganos totalmente diferenciados, en cierto modo se podrían considerar equivalentes a colonias de células donde cada una de ellas continúa alimentándose y asimilando por sí misma.

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Las esponjas presentan cámaras interiores revestidas de células, cada una de las cuales posee un largo filamento, el flagelo. Estas células toman las partículas alimenticias del agua que fluye a través del cuerpo de la esponja y de su sistema de canales, impulsada por incontables sacudidas de los flagelos.

Las colonias de animales que no se desplazan en el mar, necesitan que las corrientes marinas lleven partículas alimenticias hasta la proximidad de sus órganos de captura como los flagelos, tentáculos o penachos. Pero las esponjas, gracias a las células que producen esa corriente de agua en su interior, pueden vivir también en aguas quietas, con tal de que posean sustancias nutritivas.

El bombeo de la colonia aporta sin cesar agua nueva que, con sus partículas en suspensión, atraviesa el cuerpo de la esponja y llega a las células; éstas aprovechan el oxígeno disuelto en el agua y además capturan el alimento; después, el agua es arrojada de nuevo hacia afuera y arrastra con ella las materias de desecho y bióxido de carbono producidos por la esponja.

Como las esponjas están completamente abiertas al agua, no tienen problemas de presión a cualquier profundidad del mar donde vivan: su cuerpo siempre está lleno de agua a la misma presión de la que las rodea.

Existen esponjas macizas o incrustantes que revisten piedras o corales; las hay de cuerpo saliente con aspecto ramificado o de cornamenta, o bien de forma de abanico que se eleva varios metros del fondo a partir de un tejido con aspecto de hongo. Son organismos resistentes y córneos que dentro de la cadena trófica sólo sirven de alimento a muy pocos animales.

Un caso realmente curioso lo constituyen diversas esponjas del género Cliona, llamadas "esponjas perforantes", que viven en zonas de poca profundidad, excavando agujeros en los fondos calizos y en los corales, perforándolos de tal forma que llegan a destruirlos totalmente. No se sabe el mecanismo que emplean, pero se cree que lo hacen por el bombardeo de la superficie que quieren atacar con las puntas de sus espículas silíceas, que actúan como barrenos a pesar de su fineza. Aunque el proceso es lento, se hace eficaz debido a su continuidad. Estas esponjas son muy perjudiciales, pues atacan bancos enteros de ostras, agujerándolas, e incluso deshaciendo por completo a las escolleras de los puertos, sobre las que se encuentran fijadas las ostras.

Las esponjas son animales marinos en su inmensa mayoría, y sólo se conoce la familia Sipongillidae que vive en agua dulce; todas ellas son seres sedentarios, que viven fijos al fondo o a los objetos sumergidos. La esponja tipo puede ser considerada como un jarrón con paredes que presentan gran cantidad de poros llamados inhalantes porque dejan pasar el agua, la cual llega a la cavidad del jarrón denominada gástrica, cámara central o espongiocele, de donde vuelve a salir por un orificio situado generalmente arriba, llamado ósculo.

Las paredes del cuerpo tienen una constitución muy sencilla, iniciándose apenas la diferenciación celular para formar tejidos. Este hecho ha permitido realizar experimentos muy interesantes: por ejemplo, en algunas esponjas se ha estudiado el proceso de reasociación de sus células, para reorganizar el conjunto cuando han sido disociadas por procedimientos experimentales.

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Los experimentos del doctor Wilson son de gran importancia. Este biólogo tamizaba pequeños trozos de esponja a través de una tela de seda como las que se emplean para cernir harinas, lo cual determinaba la disociación de las células de la esponja, que aparecían separadas unas de otras; estas células eran recogidas en un recipiente lleno de agua del mar y se les dejaba en reposo; al cabo de algún tiempo, las células formaban una especie de placas en el fondo del recipiente en que se les mantenía, y poco después, si las condiciones eran favorables, se constituían pequeñas esponjas en las que se podía reconocer la organización originaria y fundamental de estos organismos.

Se observó también que si se mezclaban células de dos especies de esponjas diferentes en una suspensión, las células se separaban limpiamente, resultando nuevas esponjas diminutas de una y de otra especie, pero no híbridas. Por esto, no es extraño que surjan esponjas donde otras han sido arrancadas.

Todo el secreto del vivir de la esponja estriba en la corriente de agua ininterrumpida que penetra por los poros y circula por un sistema de canales en el interior de su cuerpo. Si un buzo vierte tinta junto a una gran esponja, el fluido desaparece, absorbido por los innumerables poros, y vuelve a salir algo diluido, como una nube azulada, a través del canal expulsor principal.

Figura 10. Tipos de esponjas.

Según la complicación del sistema de canales las esponjas pueden ser de tres tipos: el primero, llamado Ascon, es cuando se presenta la cavidad de la esponja a todo lo largo de su cuerpo; el segundo, el Sicon, tiene la cavidad dividida en canales radiales, y el tercero, el Leucon, presenta una ramificación grande en cada uno de estos canales formando pequeñas cámaras vibrátiles en donde se agrupan las células flageladas.

Medidas efectuadas demuestran que una esponja del tipo Leucon, de 10 centímetros de altura y 1 centímetro de diámetro, tiene 2 250 000 cámaras vibrátiles, cuyo trabajo es causa de que diariamente la atraviesen 22 litros y medio de agua.

El esqueleto de las esponjas también presenta gran diversidad y en algunas está constituido por una sustancia llamada espongina, muy fuerte y flexible, por lo que reciben el nombre de córneas, ya que cuando se queman desprenden olor a cuerno; otras tienen esqueleto formado por espículas, que pueden ser de carbonato de calcio, las cuales convierten al animal en algo tan duro y quebradizo como la piedra, siendo por esto que a estas esponjas se las denomina calcáreas; otras más, algunas de las más

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hermosas, tienen esqueletos de sílice, estructurados con agujas y filamentos entrelazados de vidrio hilado, conocidas con el nombre de silicosas.

Esas esponjas silicosas o de vidrio son muy comunes en las aguas profundas. Entre ellas se cuenta la Euplectella, conocida también como "canasta de flores de Venus" o "regadera de Filipinas o del Japón". Esta hermosa criatura se encuentra a profundidades de 200 a 300 metros, tiene aproximadamente 13 centímetros de largo y se asemeja a un cesto de encaje de vidrio tejido, adornado con aristas y poros colocados simétricamente.

Por regla general, cada una de esas esponjas está habitada por un par de pequeños crustáceos que entran y salen con dificultad por las aberturas de la pared de vidrio cuando son jóvenes, y que por fin crecen tanto que quedan permanentemente aprisionados en la esponja. Para obtener su alimento depende de lo que atraviese los poros y llegue hasta ellos.

En Japón esos pequeños crustáceos que viven en sus brillantes jaulas de vidrio se consideran como símbolos de la felicidad conyugal, equivalente al que alcanza entre nosotros el anillo nupcial. El significado de todo esto es que esos animalitos se encuentran encerrados en parejas, de por vida, en la bella cárcel silícea.

Figura 11. Euplectella, esponja silicosa.

Las esponjas se pueden fijar al sustrato directamente por secreciones de sus células o utilizando sus espículas. La esponja Feronema de las aguas profundas se asemeja a un cesto ovalado tejido con finas agujas, con un gran montón de pelo de vidrio en un extremo. Una especie que se encuentra en el Océano Índico a lo largo de las costas del África se llama "esponja de una aguja" porque está sujeta al fondo del mar por una gruesa aguja de vidrio en su extremo inferior.

Otras esponjas de las profundidades están ancladas por fuertes cuerdas de vidrio o aun con apéndices en forma de garfio que se asemejan a las anclas que utilizan los barcos; casi todas ellas quedan sobre largos tallos o troncos para que el fondo desprendido por las criaturas que pasan no obstruya sus poros.

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Se conocen unas 5 000 especies de esponjas, de las cuales solamente unas 150 habitan en agua dulce, todas ellas pertenecientes a las esponjas córneas. Entre las esponjas marinas, las calcáreas suelen vivir en fondos poco profundos, mientras que las silíceas habitan, preferentemente, las aguas profundas. Las córneas, también conocidas como Demospongias, se encuentran en cualquier profundidad, desde la zona de las mareas hasta más de 7 000 metros. Las esponjas córneas presentan gran diversidad de coloraciones y tonos, dando a las rocas en que se fijan el aspecto de acuarelas policromadas.

Las esponjas calcáreas tienen a menudo un agradable aspecto de filigrana pero, al igual que las esponjas silíceas, carecen actualmente de interés económico. En cambio, las esponjas comerciales pertenecen a las córneas, son capturadas en todos los mares cálidos y se venden a buen precio. En las esponjas llamadas de tocador, el esqueleto sólo tiene blandas fibras córneas dándole un suave tacto, y las esponjas que contienen inclusiones duras sirven para limpiar animales u otros usos análogos.

Se ha intentado con éxito el cultivo de la esponja de baño, debiéndose los primeros ensayos al naturalista francés Lamiral; más tarde, Oscar Schmidt, ayudado por Buccich, prosiguió estos trabajos hasta alcanzar resultados positivos, que han sido la base de la actividad de los modernos establecimientos de espongicultura, fundados en la costa del norte de África, principalmente en Argelia. La pesca de la esponja se desarrolló originariamente en el Mediterráneo. Hoy esta pesca y el cultivo se han difundido en forma notable.

A pesar de que es fácil cosechar gran cantidad de esponjas de tamaño y calidades aceptables, difícilmente se podrían extinguir por pesca abusiva, debido a que al cortarlas se deja un tallo que se encarga de regenerar una nueva esponja.

Los pescadores de esponjas del Golfo de México, las islas Bahamas o el Mediterráneo oriental, a menudo capturan a las esponjas buceando a distintas profundidades, sin protegerse debidamente de la presión de agua. Es una profesión muy arriesgada y trabajosa, pero, con todo, se ha heredado por generaciones. La realizan casi exclusivamente los pescadores indígenas, cuya técnica recuerda la de los pescadores de perlas. Suelen sacarla también por medio de buzos con escafandra, que trabajan a profundidades de 20 a 30 metros, con magnífico rendimiento. Para pescarla los buceadores libres y los buzos utilizan una especie de tridente.

También se puede realizar la captura con tridente valiéndose de pequeñas embarcaciones, en las que van tres o cuatro hombres. Localizadas las esponjas con ayuda de un anteojo de agua, el pescador desde la misma embarcación la pincha con el tridente para subirla a bordo.

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Figura 12. Cultivo de esponjas de baño.

Otro método de colecta es la pesca con una especie de draga llamada gangave, que rastrea los fondos y arranca las esponjas que se encuentran en los mismos. Con este sistema se arrasan los fondos de esponjas, sin distinción de tamaño, y los productos recogidos se hallan, muchas veces, en mal estado. Actualmente se dedica a estos menesteres una flota de unos 4 000 barcos.

Recién pescadas las esponjas se denominan "ucires", ya que llevan consigo materia orgánica. Es preciso quitarles dicha materia, así como todos los organismos que viven en ella y las impurezas que puedan tener. Por lo general, se deja que las esponjas se pudran, y después de ciertos tratamientos químicos, se obtienen las esponjas blancas del mercado.

Las esponjas naturales son siempre muy apreciadas, pese a la competencia de las esponjas sintéticas, ya que no se consigue dar a éstas la suavidad y la capacidad de retención de agua que tienen las primeras.

En Cuba, la producción de esponjas ha experimentado un incremento considerable en los últimos años. De 11 toneladas que se obtuvieron en 1962, se ha pasado a 36.5 toneladas anuales en 1984. Además, se están haciendo serios esfuerzos por elevar más aún la producción, implementando tecnología y sobre todo con métodos de cultivo.

En México, la explotación industrial de las esponjas se llevaba a cabo, principalmente, en Isla Mujeres, situada frente a las costas del territorio de Quintana Roo, en la península de Yucatán.

Algunas esponjas se han utilizado como alimento: entre ellas destaca Urondrosia reniformis por su buen sabor; otras se emplean para obtener productos industriales, tan curiosos como los polvos picantes.

También se está estudiando la producción de antibióticos a partir de las esponjas, observándose que pueden ser más poderosas que la penicilina. Por ejemplo, de la Microciona prolifera se obtiene un antimicrobiano que ataca bacterias tanto Gram positivo como negativo y también es antimicótico, es decir que destruye hongos; otras, como Haliclona viridis y Choadrilla micula, producen sustancias antitumorales.

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Hoy se cultivan esponjas en los fondos del arrecife de las Bahamas. Los ejemplares se cortan y sus pedazos se fijan con alambre a bloques de cemento que se plantan en la laguna. Al cabo de dos años, cada pedazo se convierte en una esponja bien desarrollada, que puede ser decolorada y vendida. Esto es importante en la actualidad en que persiste la demanda por lo auténtico y no por lo sintético.

Las esponjas representan para los demás organismos un nicho de protección y alimento, por lo que muchos seres vivos depositan sus huevecillos entre las bellas colonias de estos animales, pasando también ahí sus estados larvarios y juveniles. En este medio que representa la esponja se efectúan las más diversas actividades de la trama de la vida, lo que ha hecho que los naturalistas las tomen como modelos para algunos de sus estudios.

También para la humanidad han representado elementos de adorno y de comodidad dentro de su actividad diaria y en la actualidad rinden apreciables beneficios a los pescadores de diferentes países.

VI. LOS CELENTERADOS SOLITARIOS Y COLONIALES. UTILIDAD DE ALGUNOS DE ELLOS

TODOS los hombres de ciencia que se han ocupado del estudio de los seres vivos están de acuerdo en suponer que éstos tuvieron origen en el mar. Las formas más sencillas de la vida, aquellas que corresponden a los primeros eslabones del mundo de los vegetales y de los animales, es decir, los ensayos iniciales del reino animado, tuvieron como ambiente original el inmenso océano. Aquí y allá se producían brotes de vida que trataban de poblar el gigantesco acuario que a su dominio se ofrecía. Fue el mar laboratorio del mundo en el que se necesitaron milenios para que en él se gestaran gran cantidad de los organismos que lo pueblan.

Los peñascos modelados constantemente por el golpear del mar encierran un conjunto de seres que se cobijan temerosos en grietas y hendiduras, expuestos de por vida a la acción de las olas. Entre las algas, vegetales que cubren las rocas, bulle una población de animales más delicados y vistosos, como los pólipos o las anémonas, animales que semejan flores de mar y pertenecen al grupo de los celenterados o Cnidaria, que cuenta con 9 000 especies vivas.

Los pólipos pueden ser pequeños como los de los hidrozoarios, o mayores como es el caso de las anémonas o actinias que tienen la apariencia sorprendente de flores inquietas, debido a que sus tentáculos se mueven como pétalos, agitándose rápidos en diferentes sentidos; estos organismos pueden vivir solitarios o formando colonias.

Los celenterados, cuyo nombre viene de las raíces griegas coilos que significa cavidad y enteron que quiere decir intestino, son conocidos desde la época de los griegos, los que designaban al coral con el término de korallion, que representaba "adorno de mar" y atribuían su origen a una planta marina que crecía entre las serpientes de la cabeza de la legendaria Medusa de la mitología griega. El nombre de

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pólipo, que significa "con muchos pies", fue en un principio aplicado por Aristóteles para designar al pulpo, pero después lo utilizó para denominar a una de las formas que presentan los organismos de este grupo, en el que se incluyen los corales, las anémonas y las medusas.

Posteriormente el distinguido naturalista sueco Carlos Linneo, en el siglo XVIII, les dio el nombre de zoofitos o animales plantas, y fue hasta el presente siglo en el que se les llamó celenterados.

Los celenterados son animales acuáticos, en su inmensa mayoría marinos, aunque algunos viven en agua dulce como la Hydra; otros hidrozoarios, como el género Cordilophora y algunas anémonas, han penetrado a las aguas salobres; pueden vivir fijos o ser libres nadadores; son solitarios o coloniales y la simetría de su cuerpo es típicamente radiada. Durante su ciclo vital, los celenterados pueden presentar dos formas, la llamada "pólipo" y la llamada "medusa".

Los pólipos tienen un cuerpo en forma de jarrón, con una sola abertura rodeada de tentáculos y con su extremo inferior fijo al sustrato por medio de un disco; su cuerpo es alargado y tubular. Las medusas se pueden definir como un pólipo acomodado a nadar, a moverse en el seno de las aguas y a guardar equilibrio en ellas. La medusa es de forma acampanada como un paracaídas, por lo que su cuerpo recibe el nombre de umbrela, y la boca está rodeada de tentáculos en donde se encuentran infinidad de células urticantes.

Estas formas de medusa tienen el cuerpo transparente a causa de que entre sus células existe gran cantidad de agua, la que representa el 98% de su peso, circunstancia que favorece la flotación. Los pescadores, al observar esta característica, así como lo urticantes que son, les han dado el nombre de "aguas malas", y sienten por ellas gran respeto, ya que las quemaduras que producen al hacer contacto sus tentáculos con la piel pueden ser de consideración, causando en ocasiones trastornos respiratorios, desmayos y fuertes irritaciones que llegan a durar varias horas.

Los zoólogos distinguen tres clases de celenterados: los hidrozoarios, que durante su ciclo vital adoptan tanto la forma de pólipo como la de medusa; los scifozoarios, que sólo adoptan la forma medusa siendo libres nadadoras, y los antozoarios, que son pólipos que viven fijos.

Los pólipos de los hidrozoarios miden pocos milímetros y están unidos formando colonias. Se multiplican asexualmente por medio de unas pequeñas salientes de su cuerpo llamadas yemas, de las que resultan muchos animales que siguen unidos toda la vida pero desempeñando diferentes funciones; para cumplirlas, los pólipos de estas colonias presentan distintas formas y estructuras: parte de ellos proyectan sus tentáculos en busca de alimento para sí mismos y los restantes individuos de la colonia, llamados gastrozoides; otros los tienen cargados de células urticantes y se encargan de la defensa, son los nematozoides; otros más se especializan para la reproducción sexual, los gonozoides, y para ello originan medusas que, una vez liberadas, producen las células sexuales; óvulos y espermatozoides, de cuya unión surgen más tarde las larvas, que vuelven a originar otros pólipos y así forman una nueva colonia que queda fija en el fondo.

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Algunas colonias de hidrozoarios son libres nadadoras y están dotadas de un flotador lleno de gas o de un líquido más ligero que el agua del mar que les permite sobresalir de la superficie, y según la forma de este flotador las colonias reciben diferentes nombres, como en el caso de la Velella o "velero del mar" o de Physalia llamada "fragata portuguesa". Por su aspecto, a veces son confundidas con medusas, pero en realidad son colonias libres con los pequeños pólipos colocados en grandes filamentos contráctiles que cuelgan hacia abajo del flotador y que llegan a alcanzar hasta 20 metros de longitud.

Vistas desde la costa, o en alta mar desde una embarcación, las flotillas de fragatas portuguesas son un espectáculo impresionante, ya que al mecerse como fantásticos navíos de cuento infantil sobre la blanca espuma que producen las olas, el azul violáceo de su flotador despide irisados reflejos. Se dice que su nombre se debe a unos marineros ingleses que las llamaron así hace tres siglos, al navegar frente a las costas de Portugal, por haberles parecido reproducciones en miniatura de las naves de la entonces gran potencia marina. A pesar de ser tan bellas estas colonias, debajo de su flotador llevan, a manera de serpentinas, sus tentáculos cazadores provistos de millares de pólipos que presentan filamentos urticantes cuyas sustancias tóxicas son casi tan activas como la de la cobra.

Es poco lo que se sabe del ciclo vital de la Physalia, ya que apenas puede vivir unos cuantos días en un acuario o en cualquier otro tipo de cautiverio. La investigación más completa realizada hasta ahora procede del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Miami, cuyos científicos han descubierto que esta colonia produce una neurotoxina, sustancia de naturaleza proteica, que ataca al sistema nervioso y que paraliza a sus presas. En los peces de hasta 15 centímetros de longitud y en los animales planctónicos, que componen su alimento principal, el veneno causa la muerte instantánea. En el hombre esta neurotoxina produce escozor doloroso, baja la tensión arterial, la respiración se torna difícil, el pulso es rápido y débil y las marcas parecidas a quemaduras que deja en la piel pueden durar varios meses.

Tan poderosas son las toxinas que surten efecto aun después de muerta la fragata portuguesa y los bañistas que, inadvertidamente, pisan los tentáculos ya secos y azulados de una de ellas, sufren una quemadura dolorosa en el pie. En el laboratorio se han congelado los filamentos de uno de estos organismos durante seis años y el veneno no ha perdido su virulencia.

Aunque no existe antídoto contra las quemaduras, suele emplearse el alcohol, pues al parecer neutraliza la actividad de la ponzoña. Los isleños de las Bimini, en el archipiélago de las Bahamas, se valen de un remedio creado por ellos: lavan la parte afectada con un detergente enérgico o, de no haber ninguno a la mano, con orines. En las costas de México utilizan limón y ajo que frotan sobre la quemadura.

A pesar del terrible poder urticante de la fragata, existe un ágil pececillo con cuerpo listado de azul y plata que atraviesa rápidamente como una flecha por entre los filamentos urticantes para llevarse pedazos de los peces y crustáceos allí atrapados. Este intrépido pez, el "nomeo", a veces se separa de la colonia y nada en tomo a ella describiendo círculos, y cuando algún pez más grande se lanza tras él, se refugia en los tentáculos de los organismos que forman a la Physalia, lo que permite que ésta

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atrape al pez mayor que lo siguió. Apenas empiezan los pólipos a digerir al pez, el nomeo salta y muerde a la víctima para cobrar la porción que a él le corresponde.

Durante algún tiempo se creyó que el nomeo era vulnerable a la ponzoña y que sólo gracias a su agilidad lograba eludir el contacto de los tentáculos pescadores, pero recientemente se ha demostrado que durante su desarrollo va adquiriendo inmunidad al veneno, hasta ser totalmente invulnerable en el estado adulto.

Armadas de tentáculos, pescadores tan eficientes como temibles, y contando con la diligente ayuda del nomeo para atraer sus presas para alimentarse, se creía que únicamente la furia de las borrascas y de los vientos adversos pudiera acabar con estas colonias, pero se ha observado que tienen un natural y formidable enemigo: la tortuga marina, que al estar protegida por un caparazón formado por placas córneas, puede destruir a la Physalia con el pico de su boca sin ser urticada por el veneno.

Se ha visto a una de estas tortugas lanzarse en medio de una flotilla de fragatas mordiendo y engullendo, con los ojos hinchados por las toxinas de los filamentos urticantes, colgadas a uno y otro lado de la boca largas sartas de azulados tentáculos. En los bordes de la estela que deja a su paso la tortuga marina quedan balanceándose infinidad de inermes colonias.

La segunda clase de celenterados, los scifozoarios, sólo presentan la forma medusa libre nadadora y se reproducen sexualmente, siendo un buen ejemplo de este grupo la medusa llamada Aurelia aurita, que abunda en aguas de los mares tropicales, con su umbrela generalmente de 10 centímetros de diámetro, pero que puede llegar hasta medio metro. Debe su nombre a que alrededor de la boca presenta cuatro gónadas de color rojo azulado que se traslucen en la masa gelatinosa de su cuerpo, con forma de orejas.

Las medusas de los scifozoarios son llamadas "aguas malas", ya que en los tentáculos que rodean su boca y su umbrela llevan gran cantidad de células urticantes que producen sustancias tóxicas poderosas. Entre las medusas más temibles figuran las del género Cyanea llamadas "avispas de mar", propias de los mares cálidos, que poseen quizás el tóxico más potente entre todos los celenterados y son capaces de matar un hombre adulto. Se conocen casos en que la víctima, atacada en aguas poco profundas, falleció antes de ser llevada a la costa.

Los celenterados más bellos, mejor conocidos y más importantes pertenecen a la tercera clase, los antozoarios, es decir los corales y las flores de mar. Para describir sus características nada mejor que elegir una rosa de mar o anémona. Poseen cuerpo cilíndrico, se fijan al sustrato por un disco basal y en el otro extremo tienen la boca rodeada de una corona de tentáculos finos o gruesos. Las anémonas viven en general asiladas, aunque a veces quedan muy próximas entre sí; alcanzan desde unos centímetros hasta metro y medio de diámetro.

Las anémonas se alimentan normalmente de pequeños peces, pero a veces no desdeñan presas mayores. En una ocasión, en el acuario de Niagara Falls, en Nueva York, se observó que un tiburón leopardo de 75 centímetros de longitud rozó el tentáculo de una anémona que inmediatamente descargó sus tóxicas baterías, otros tentáculos entraron en acción, y poco después el tiburón colgaba inmóvil de la

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anémona que, sin más, empezó a engullir al gran pez. A pesar de no tener más de 20 centímetros de diámetro, la anémona se tragó en seguida la cabeza del tiburón para digerirla con sus jugos quedando el resto del pez fuera, pero conforme pasó el tiempo siguió engullendo más y más a su presa hasta dejar sólo algunos restos.

El tamaño de las anémonas responde más a su estado de nutrición que a su edad. En el acuario de la Universidad de Edimburgo, dos de ellas ingresaron en 1980 como ejemplares buenos y sanos y duraron 80 años, reproduciéndose con potencia inalterada. La muerte natural de las anémonas es difícil, pues nada indica en ellas síntomas de envejecimiento. Con todo, las pérdidas por accidente son frecuentes, siendo uno de los pocos motivos que pueden acabar con ellas.

En los mares cálidos es muy abundante un pececillo llamado "pez payaso" que se agazapa cómodamente entre los tentáculos de las anémonas, sin que le ocurra nada malo por la inmunidad que adquiere. Este pez, de cuerpo de vivo color rojo con bonitas rayas amarillas, ante el peligro se refugia entre los tóxicos y punzantes tentáculos; ahí duerme e incluso coloca sus huevecillos hasta que nacen las crías y se alimenta de los restos de las presas de la anémona.

Los corales son pequeños antozoarios muy parecidos en forma y estructura a las anémonas, pero viven formando colonias en donde los individuos secretan un esqueleto que a veces resulta blanco y flexible, como por ejemplo en los "abanicos de mar" o gorgonias y en las "plumas de mar", algunas de las cuales son luminosas y viven en los abismos; en otros, el esqueleto es duro y calcáreo como en la madréporas propias de los mares cálidos, en donde llegan a formar rocas enteras y arrecifes coralinos.

Los corales blandos o gorgónidos tienen un significado importante para el hombre, porque entre ellos se encuentra el llamado coral rojo o coral noble que ha sido cosechado desde tiempo inmemorial para trabajos de joyería. En los tiempos actuales también otro gorgónido, el coral negro, ha cobrado importancia en esta industria.

Varios compuestos extraídos de gorgoniáceos del tipo de los abanicos de mar han demostrado tener propiedades bactericidas, por lo que podrían emplearse como antibióticos. Algunos tienen sustancias que impiden el desarrollo de las células cancerosas. Otros producen prostaglandina, que es un compuesto químico que se utiliza para preparar sustancias que permiten regular el sistema de reproducción humano. En la actualidad se están estudiando los métodos para producir estos medicamentos a gran escala.

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Figura 13. Antozoarios: anémona y coral.

Los celenterados presentan para la especie humana un ejemplo de la distribución del trabajo en beneficio de la comunidad; por su belleza e interés siguen estimulando la mente humana, ya sea de los científicos que tratan de arrancar los secretos de su vitalidad, de la toxicidad de sus venenos y de los importantes fármacos que producen, como la de los buzos que encuentran en ellos el estimulante paisaje en que recrearse o el organismo agresivo del que cuidarse.

VII. LOS ARRECIFES DE CORAL

UN MUNDO fascinante se despliega bajo el mar; es un reino con sus propios colores, leyes y belleza. Los arrecifes de coral de los mares tropicales constituyen un típico ejemplo, formando la más grandiosa comunidad viviente que puebla los mares; colosal y fantástica creación arquitectónica edificada por unos diminutos y primitivos animales pertenecientes al grupo de los celenterados o Cnidaria conocidos con el nombre de corales. Existen aproximadamente 2 500 especies diferentes de ellos que tienen la facultad de extraer carbonato de calcio del agua del mar y elaborar con él esqueletos de piedra caliza para su propia protección.

Los arrecifes de coral representan uno de los ecosistemas más productivos del planeta y también uno de los más complejos. Las especies básicas de estas biocenosis son los corales; a medida que los animales se multiplican en un sitio y añaden capa sobre capa de sus esqueletos calcáreos se forman grandes arrecifes compuestos de millones de criaturas pertenecientes a varios grupos de vegetales y animales. La masa de uno solo de estos cúmulos representa un esfuerzo constructor mucho mayor que el realizado por el hombre desde su aparición.

La unidad viviente del coral es el pólipo, sencillo animal que puede ser observado viviendo individualmente o formando colonias, con el cuerpo en forma de saco cuyas paredes están estructuradas por dos capas celulares que rodean una cavidad gástrica que se abre por medio de una boca que también funciona como ano, circundada de tentáculos.

Estos animales poseen células especiales, los nematocistos, distribuidos por la pared de su cuerpo, concentrados singularmente cerca de la boca, en los tentáculos, y

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capaces de inyectar en los enemigos o las presas una sustancia urticante, siempre molesta para el hombre y en ciertos casos peligrosa.

Siendo el arrecife de coral la comunidad vital más próspera que se conoce, alberga la máxima riqueza y variedad de criaturas vegetales y animales, de modos de vida y de relaciones de conducta. Es un lugar que resulta un paraíso para todos los que se interesan por la vida en el mar, y muy especialmente para los buceadores deportivos.

Los pólipos pertenecen a la clase de los antozoos, la cual tiene tres órdenes: los tetracoralarios, caracterizados por tener la boca rodeada por cuatro tentáculos y que vivieron en el Paleozoico y que en la actualidad han desaparecido; los octocoralarios, provistos de ocho tentáculos, y los hexacoralarios, que tienen seis tentáculos o un múltiplo de seis.

Entre los octocoralarios se encuentran colonias ramificadas cuyo esqueleto interno es duro, pero con el extremo blando, como el "coral rojo" del género Corallium, el "coral azul" Heliopora y algunos gorgoniáceos llamados "abanicos de mar", como el "coral negro".

A los hexacoralarios pertenencen los verdaderos formadores de arrecifes coralinos; éstos son del grupo de los madreporanos, que forman un exoesqueleto de carbonato de calcio alrededor del pólipo, que a su vez se encuentra fijo sobre un cáliz.

El arrecife coralino se va estructurando poco a poco, iniciando su construcción cuando una larva microscópica, llamada plánula, se fija en un soporte rocoso, sobre el que se desarrolla el pequeño pólipo, el cual se reproduce asexualmente constituyendo yemas que originan nuevos pólipos y así la colonia crece rápidamente; los pólipos secretan su exoesqueleto formando una estructura caliza, que es diferente en forma y tamaño en cada especie.

Los poliperos calcáreos presentan las formas más extrañas y caprichosas. En ocasiones tienen aspecto de masas redondeadas, como bolas a veces gigantescas de superficie áspera, a modo de cerebro, y con frecuencia se los encuentra reunidos entre sí, dando lugar a los más extraños conjuntos. Lo más común, sin embargo, es que las colonias tomen un aspecto ramificado de vegetal, arbustos frondosos de graciosas formas, intrincado ramaje que imita la cornamenta del ciervo, representado por Acropora cervicornis, de inusitada espectacularidad, y hay otros con forma palmeada, como Acropora palmata.

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Figura 14. Arrecife coralino mostrando diferentes tipos de corales.

Sobre la superficie de cada polípero se observan innumerables agujeritos circulares, hoyitos troquelados que se repiten con igual forma y disposición, llamados cálices, y que constituyen la habitación de las pequeñas flores de mar, formadoras del coral.

Ésta es la causa del nombre madrépora que se da a estos políperos, que significa "madre de poros" por la cantidad de orificios que la ornamentan.

Otro celenterado que ayuda a la formación de los arrecifes coralinos es el del género Millepora, que pertenece a los hidrozoarios, acertadamente denominados hidrocoralarios, que tienen un exoesqueleto calcáreo de color amarillo en donde se fijan diminutos pólipos, para cuya observación es necesario el microscopio; estos pequeños animales tienen gran cantidad de células urticantes, que cuando el hombre las toca le producen una irritación aguda, por lo que se les llama "coral de fuego".

También en la estructura de los arrecifes intervienen las algas coralinas, que pertenecen al grupo de las rodofíceas o algas rojas, y cuyos tejidos están fuertemente calcificados formando costras de color rojo sobre los corales, a los cuales protegen de la acción nociva de las olas. Estas algas son muy resistentes y pueden seguir vivas a pesar de quedar expuestas durante la bajamar a la luz directa y el calor del Sol. Entre los principales géneros se encuentran Lithothamnium, que es la más abundante en las costas de mares tropicales, además de Melobesia, Porolithon y Corallina.

Los arrecifes de coral abrigan una fauna muy característica y en gran medida exclusiva, que contiene representantes de casi todos los grandes grupos animales con sus numerosas familias y especies. La gran belleza de los multiformes corales se ornamenta con formas de vida del más variado colorido, como insólitas gemas.

Invertebrados tales como equinodermos adquieren una gran importancia en esta polimorfa y polícroma población; entre ellos destaca la bella estrella de mar espinosa del género Acanthaster, voraz consumidora de coral. Existen diversas especies de crinoideos, conocidos como "lirios de mar", que se desarrollan abundantemente en las formaciones coralinas. Se encuentran también frondosos políperos calcáreos, gorgonias, briozoarios, foraminíferos, anélidos tubícolas, grandes moluscos, lo que forma una intrincada maraña en la que buscan refugio infinidad de pececillos de vistosos colores, adaptados a los hermosos tonos cromáticos del coral.

Son extraordinariamente complejas las relaciones que se establecen entre los componentes de esta comunidad, sólo comparables a las de las selvas tropicales, por lo intrincado y preciso de las interdependencias mutuas que ahí se desarrollan. Cada arrecife está dividido en una multitud de hábitats y en cada uno de ellos hay un lugar determinado para cada animal.

El trabajo de miles de seres diminutos realiza el milagro de formar políperos maravillosos, extraños, creando selvas enmarañadas y quietas en las que se guarece multitud de organismos.

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El esfuerzo gigantesco de un sinnúmero de pólipos, tanto en los mares actuales como en los del pasado, da lugar a la formación de potentes arrecifes, islas enteras y rocas firmísimas que pueden llegar a constituir cordilleras y montañas.

Los corales constructores de arrecifes sólo pueden multiplicarse en aguas poco profundas, calientes y claras, donde la luz del Sol llegue en abundancia hasta ellos, encontrándose desde la franja sublitoral hasta profundidades de 30 a 40 metros. Los factores que regulan la presencia de corales en determinadas regiones del océano son: temperatura, sedimentación, iluminación, corrientes y salinidad.

Como las especies que constituyen los arrecifes de coral son estenotermas, la temperatura del agua del mar no puede ser inferior a los 20°C; sin embargo, la media anual es más elevada, por lo que sólo crecen entre los 37° de latitud norte y sur. Los corales se desarrollan con toda su capacidad sólo cuando la temperatura media está comprendida entre los 25°C y los 30°C; aunque pueden sobrevivir a temperaturas ligeramente inferiores por cortos periodos de tiempo, una exposición prolongada destruye el arrecife.

En Indonesia, región famosa por sus arrecifes coralinos, la temperatura oscila entre los 27°C y los 28°C. Además, los arrecifes sólo crecen en aguas superficiales, entre otras causas porque muchos de los organismos que los forman necesitan luz para realizar sus funciones.

La sedimentación debe ser mínima, ya que las partículas de sedimento pueden quedar sobre los pólipos causándoles la muerte al bloquear los canales alimenticios.

La iluminación, por el contrario, debe ser máxima, ya que en las paredes de los cuerpos de los pólipos hay algas unicelulares simbióticas, llamadas zooxantelas, que requieren de la luz. El papel que estas algas desempeñan no está totalmente aclarado; se pensó que su función primordial era ceder oxígeno al animal, pero actualmente esta hipótesis ha sido descartada, pues resulta obvio que es mucho más fácil conseguir oxígeno de la enorme fuente que es el agua del mar.

Hoy se sabe que las zooxantelas consumen fundamentalmente productos de excreción del animal y, por otra parte, ceden a éste sustancias aún no reconocidas que actuarían de forma semejante a las vitaminas y hormonas, además de proporcionar alimento.

Las zooxantelas se encuentran en una proporción de 30 000 ejemplares por milímetro cúbico de tejido vivo del coral; otra de las funciones que parecen desempeñar estas algas es la de facilitar y acelerar el metabolismo del calcio, por lo que son indispensables para el crecimiento vigoroso de su anfitrión.

Debe haber corrientes o acción de las olas que muevan el agua por encima del arrecife: los corales se alimentan del plancton que capturan los pólipos con sus tentáculos, y las corrientes de agua favorecen esta provisión de alimentos.

La salinidad ha de ser igual a la del océano, ya que una disminución mayor de 25 partes por mil alteraría el arrecife.

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Las condiciones anteriores determinan que los arrecifes coralinos sólo puedan hallarse en las aguas someras tropicales y en las costas orientales de los continentes, ya que el margen occidental es inadecuado para el establecimiento de estos organismos, por la presencia de corrientes frías o por afloramiento de masas de agua fría de las profundidades, que impiden su desarrollo.

Los arrecifes ocupan un cinturón alrededor de la Tierra, limitado por los trópicos de Cáncer y Capricornio y, como ya dijimos, se sitúan solamente en el lado este de los continentes. Todo el Pacífico tropical se halla salpicado de islas madrepóricas, esparcidas unas veces y reunidas otras, formando verdaderos enjambres.

Figura 15. Distribución de los corales en el mundo

Los arrecifes coralinos tienden a adquirir formas y estructuras características debido a la acción continua del oleaje sobre ellos; el movimiento del mar estimula el crecimiento de los corales y de las algas incrustantes, lo que hace que el arrecife tome el aspecto de grandes pilares y murallas verticales.

Existen muchos tipos de arrecifes, como los "arrecifes en flecos", las "plataformas coralinas", los "arrecifes en cresta", los "arrecifes circulares"; sin embargo, clásicamente suelen distinguirse tres tipos de arrecifes coralinos: los litorales, los de barrera y los atolones. En ocasiones, como sucede en las costas de Florida, las madréporas constituyen arrecifes lineales o litorales que prolongan la línea de costa a modo de una extensa plataforma que bordea el litoral como una dilatada franja formada por áspero ramaje, que hace de estos parajes un serio peligro para la navegación.

Otras veces, están construidos a cierta distancia del litoral, de tal modo que entre el arrecife y la tierra firme se interpone un canal, unas veces amplio, otras angosto, de poca profundidad (de unos 30 centímetros a 2 metros), que recibe el nombre de "canal de embarque", ocupado generalmente por aguas limpias, transparentes y tranquilas, que encierran en su interior una o varias islas no coralinas, formando los arrecifes de barrera, como es el caso de la Gran Barrera del Queensland australiano, de 2 080 kilómetros de longitud y una superficie de 250 000 kilómetros cuadrados, o también la barrera de Belice en el Mar Caribe.

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Existen otras formas que presentan los arrecifes coralinos, los llamados atolones, islotes circulares que rodean una laguna, de una profundidad de 30 metros y un diámetro que puede exceder los 60 kilómetros, sin aparente conexión con tierras sumergidas. Casi todos los atolones se encuentran en los Océanos Índico y Pacífico y en los mares de Indonesia.

Las islas de coral son por demás extrañas: todas ellas son bajas con playas blanquísimas, formadas por los restos de las madréporas trituradas por la acción del mar, que las destroza y pulveriza hasta quedar reducidas a fragmentos cada vez más pequeños.

Figura 16. Diferentes tipos de arrecifes.

Estas sorprendentes islas coralinas, abanicadas constantemente por las brisas húmedas del mar o azotadas por el huracán, están impregnadas del ambiente marino. Su vegetación típica es la de palmeras de cocos cuyas raíces fijan fuertemente y permiten que la arena se acumule y forme nuevo suelo en donde pueden germinar otros vegetales como gramíneas. Pero lo más curioso es que estas islas casi siempre tienen la misma forma. Son una especie de anillo o círculo de coral cuyo centro está ocupado por una laguna en donde la pesca abunda prodigiosamente, separada del mar por la estrecha faja consolidada que las madréporas han construido.

Los primeros atolones fueron descubiertos durante las grandes expediciones de circunnavegación de finales del siglo XVIII; después se comprobó que un buen número de islas y arrecifes sembrados en el gran océano son atolones.

Los invertebrados coloniales formadores de arrecifes tienen una gran importancia, puesto que no sólo dan lugar al más rico ecosistema marino, sino que también ayudan a formar, gracias a su actividad, tierras emergidas donde puede asentarse una población vegetal y animal estrictamente terrestre.

Un gran número de animales y vegetales residentes en el arrecife coralino ejercen una acción destructiva, como las bacterias, hongos y algas, erizos, estrellas, bivalvos perforadores, gusanos poliquetos y esponjas, a cuya tarea demoledora hay que sumar la de los peces, algunos de los cuales se alimentan del pólipo o de ramas enteras de

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corales que trituran para aprovechar su porción orgánica. Todos ellos perforan al coral, en todos los sentidos, preparando de esta manera la acción erosiva del mar.

Mucho más selectiva y especializada es la actividad de ciertas holoturias que ingieren trozos desprendidos y muertos de las colonias de coral, triturándolos en su sistema digestivo para aprovechar la parte orgánica. Podría sospecharse que el efecto de estos equinodermos es mínimo, pero datos experimentales han confirmado que, asombrosamente, una sola holoturia produce de 10 a 80 kilogramos de detritus al año.

Pese a las ventajas que ofrecen los arrecifes coralinos, crecen con mucha lentitud, alrededor de 30 milímetros por año y sólo en determinadas condiciones ambientales; por esto se empezaron a estudiar las posibilidades de crear arrecifes artificiales para formar refugios para peces y muchos organismos marinos como pulpos, erizos, algas, corales; estos arrecifes serían construidos en playas desnudas bajo aguas no muy profundas en donde haya poblaciones susceptibles de fijarse en provecho de pescadores, biólogos y otros estudiosos de la vida marina.

Cada vez se construyen más arrecifes artificiales; prácticamente cualquier estructura que se deposite bajo el agua, como barcos y aviones hundidos, puentes, muelles, etc., constituye una base adecuada para la proliferación de crustáceos, moluscos, algas y numerosas especies de escama, a la vez que proporciona un buen sitio para la pesca deportiva.

En San Francisco, Hawai, Japón y otros lugares se han colocado algunos de estos arrecifes hechos con carrocerías de automóvil, pilotes, tubos y vigas de concreto, entre otros materiales, eligiendo los más resistentes a la corrosión rápida.

Según investigaciones realizadas en el Laboratorio de Investigación de Peces Marinos para la Pesca Deportiva, de Sandy Hook, Nueva Jersey, que inició la construcción y el estudio de arrecifes artificiales, consideró que los mejores materiales para la construcción de estos arrecifes son las llantas viejas, ya que ofrecen varias vantajas: se pueden obtener fácilmente, no se descomponen ni se oxidan y no despiden sustancias tóxicas.

El estudio de los fantásticos paisajes de los arrecifes coralinos ha permitido establecer lo magno de la increíble obra arquitectónica originada por los diminutos invertebrados, en donde se alberga una cantidad de vida no superada en riqueza por ningún otro ecosistema marino.

Esta majestuosa obra no debe ser destruida por el hombre, por lo que cada vez se tiene que convencer de que los arrecifes de coral deben ser declarados parques nacionales, con el fin de que, en esta vida tan acelerada que el hombre se ha impuesto, cuente con lugares de belleza natural para su esparcimiento y aprender lo sabia que es la naturaleza.

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VIII. ORGANISMOS SIMBIONTES EN LOS ARRECIFES DE CORAL

LOS arrecifes de coral son comunidades cuyas especies dominantes son las madréporas, seres delicados que necesitan, para prosperar, aguas muy puras, con corrientes e intensamente iluminadas y, por lo tanto, poco profundas. Estos organismos tienen su esqueleto calcáreo rígido, de formas muy distintas y en él se implantan los pólipos de la colonia. Acompañando a las madréporas se encuentran una gran cantidad de seres vivos tanto vegetales como animales, llamados simbiontes del arrecife coralino, entre los que se establecen diversos tipos de relaciones biológicas: unos se ayudan, otros compiten, otros más son indiferentes, algunos se persiguen, y así se sucede una activa vitalidad en el arrecife.

Estas características han hecho que todos los observadores de los jardines sumergidos que son los arrecifes de coral convengan en que lo más sorprendente es la riqueza de tonos y matices del arrecife mismo, así como la de la inmensa y animada población que aparece y se oculta entre sus frondas y complicado ramaje, para reaparecer de nuevo con gran actividad, como la de los pececillos que se persiguen y se acechan en un inquietante y animado ir y venir inacabable.

Los tonos del paisaje submarino varían hasta lo infinito, lo mismo que los de sus habitantes que le dan la vida. Igual variedad existe en la manera en que disponen los organismos sus elementos cromáticos fundamentales y que los definen y los caracterizan. Con razón los investigadores que descienden repetidas veces en estas bellas zonas de los mares expresan que se pintarían miles de cuadros sin que el artista tuviese que repetir un solo color; la composición variable hasta lo infinito siempre es distinta en los diversos lugares explorados; las especies de organismos que animan la escena son ricas en forma y color.

En los arrecifes viven infinidad de algas, especialmente las calcáreas, que contribuyen, en cierto modo, a la consolidación e incremento de la formación coralígena. Las clorofitas o algas verdes se localizan en las zonas más iluminadas del arrecife; son comunes entre ellas las del género Acetabularia, que crece a poca profundidad sobre el sustrato rocoso, acompañada de Valonia, que tiene sus frondas formando esferas infladas, como pequeñas uvas de color verde amarillento. En la zona arrecifal protegida del oleaje abunda Caulerpa sobre el sustrato arenoso, y también está Halimeda cerca de la barrera arrecifal sobre el coral muerto.

Las rodofitas o algas rojas son comunes en las zonas protegidas del arrecife, y entre las principales están las algas coralinas que se encuentran sobre el coral muerto formando capas incrustantes y en ocasiones cuerpos voluminosos. De las feofitas o algas pardas están Padina y Dictiota, que ocupan la parte inferior de las rocas coralinas, y la representante de las plantas superiores o fanerógamas es la Thalassia, que abunda en las zonas arenosas poco profundas, localizadas entre las formas coralinas.

Las esponjas son animales simbiontes de las comunidades del coral, en extremo abundantes, y que, como todos los seres de estas curiosas formaciones, presentan casi siempre un color intenso y brillante. Las esponjas más comunes pertenecen al grupo

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de las córneas y pueden encontrarse constituyendo colonias en la base de las formaciones coralinas o estructurando colonias tubulares que se agrupan dando el aspecto de conjunto de edificios perfectamente ordenados.

A los corales rígidos e inflexibles acompañan infinidad de políperos, es decir otros celenterados formadores de colonias de variados colores y esqueleto flexible, que oscilan y se balancean con el trajín de las aguas. Abanicos de mar firmemente reticulados, cuya delicada estructura dibuja un sutilísimo encaje, teñidos por tonos rojizos, amarillos, anaranjados, morados y que en ocasiones llegan a medir hasta un metro cuadrado. Gorgonias airosamente ramificadas, cuyos pólipos blanquísimos destacan sobre el variable color de la colonia, y que se retraen en el orificio donde están implantados cuando se tocan sus ramas.

Otro tipo de estos corales blandos, los alcionarios, a los que pertenecen el coral rojo y el coral negro, tienen sus ramificaciones formando un conjunto de tubos que se comparan con los de los cactus. A este grupo también pertenecen las plumas de mar, que airosas, erguidas y esbeltas exhiben las delicadas flores de sus pólipos.

En los arrecifes viven infinidad de gusanos anillados o anélidos y otros gusanos que se cobijan entre las madréporas, y hasta construyen en ellas los tubos en que se alojan, que pueden ser de arena o de sustancias córneas que les dan consistencia de cuero; entre estos gusanos tubícolas se encuentra el género Sabella, que tiene sus branquias para respirar como policromados pinceles en forma de penachos que con su hermosa coloración cubren y animan la superficie de los corales, para desaparecer como por encanto, metiéndose en su tubo en una fracción de segundo, cuando cualquier inquietud de las aguas lo alarma hasta que, al recobrar la calma, los penachos branquiales salen lentamente y se extienden semejando las corolas de algún vegetal.

Entre los más curiosos anélidos de los arrecifes están los llamados palolos en las islas de Samoa del Océano Pacifico, pertenecientes a la especie Eunice viridis, y que a pesar de su aspecto poco apetecible sirven de alimento a los indígenas de Samoa y Fidji.

El palolo vive a poca profundidad entre las intrincadas ramificaciones de las madréporas y entre sus grietas, donde no es fácil encontrarle y menos recogerle en la abundancia necesaria para que pueda ser utilizado comercialmente como alimento; pero en la época de su reproducción, el anélido abandona su retiro y nada en la superficie en cantidades asombrosas, al tiempo que expulsa sus productos sexuales dándole al mar un aspecto lechoso y agitado, para que se lleve a cabo la fecundación. Es tal el número de estos seres, que los indígenas realizan, en corto tiempo y con escaso esfuerzo, una copiosa pesca.

Los habitantes de Samoa y Fidji consideran de gran importancia a la época en que abundan los palolos, y por ella regulan sus actos y determinan la fecha en que colectan los frutos de ciertas plantas que también les sirven como alimento. Los palolos son ávidamente devorados por los isleños, unas veces crudos, cocidos simplemente o los guisan después de envolverlos en hojas aromáticas. Infinidad de ritos propiciatorios están relacionados con la pesca del palolo, y las mejores capturas se celebran con grandes fiestas.

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Otros gusanos anillados que se encuentran entre los corales son los del grupo de los nereis, que se mueven apoyados en prolongaciones que salen de su cuerpo y en donde se implantan cerdas o quetas, por lo que se les llama poliquetos, las cuales producen sustancias tóxicas que al encajarse en la piel de algún buzo le producen fuertes quemaduras o irritaciones; estos gusanos se defienden con dichas cerdas de sus depredadores.

Los moluscos del arrecife son los más hermosos que se pudieran imaginar, ya que presentan formas bellas y coloraciones brillantes en sus cuerpos y en sus conchas. Estos moluscos de arrecife tienen una espléndida ornamentación, como lo demuestran los "estrombos" y los "conos" con conchas de abigarradas coloraciones y estructuras. Las bellas "cipreas" y "olivas" muestran sus conchas completamente lisas y brillantes debido a que las pulen con su manto.

Muchos otros moluscos que no presentan concha son también pobladores de los jardines de coral y se deslizan entre sus animadas flores; éstos son los nudibranquios o babosas de mar, a los que pertenece Doris, que tiene una coloración verde con rayas blancas por lo que fácilmente se confunde con los vegetales del fondo, o la Aplysia, a la que por su aspecto se le ha llamado liebre de mar y que cuando se ve en peligro produce un líquido de color morado que arroja para distraer a sus atacantes, de modo que puede escapar con movimientos rítmicos.

Entre los crustáceos se encuentran los cangrejos, langostas y camarones con formas y colores de gran diversidad. En la maraña de las madréporas se refugian infinidad de cangrejitos que, no obstante ser posibles presas de los pólipos, no dudan en vivir entre ellos, ya que si logran sortear sus peligrosos y urticantes tentáculos, tienen poco que temer de otros adversarios que no se aventuran a penetrar en estos parajes, atemorizados, sin duda, por los emponzoñados dardos que se ocultan en los blandos tejidos de las madréporas. Algunos de estos pequeños organismos llegan a adquirir inmunidad contra las toxinas de los pólipos.

Ninguno tan curioso como el "cangrejito araña" de las madréporas, que parece ser gran amigo de ellas, con las que vive en la mayor armonía. Es tal el grado de interacción entre estos organismos que algunas de las ramas en las madréporas se modifican y alteran hasta convertirse en una especie de habitación en la que el cangrejo vive, no muy holgado, pero si lo suficientemente tranquilo, ya que los inquietos tentáculos de los pólipos le protegen y defienden.

Asimismo la presencia del cangrejo provoca en la madrépora un fenómeno especial, consistente en una singular irritación que obliga a sus ramas a crecer de un modo extraordinario y no habitual, hasta formar una verdadera cárcel en las que existen tan sólo algunas aberturas por las que penetra el agua, que así llega hasta el cangrejo y con ella las partículas nutritivas y los pequeños animales con los que se alimenta, resolviéndose de este modo el problema del voluntario prisionero, que logra alimentarse y respirar aun dentro de su celda.

En los arrecifes madrepóricos de algunos archipiélagos del Océano Índico o del Pacífico habita un cangrejito denominado Melia por los naturalistas, que tiene curiosas relaciones de simbiosis con ciertas anémonas o flores de mar. Cuando se contempla este pequeño cangrejo entre el complicado ramaje de las madréporas,

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sorprende que, al parecer, sus pinzas estén sustituidas por dos flores de mar que tienen sus tentáculos extendidos casi constantemente; al realizar una observación más detallada se demuestra que las anémonas están sujetas por las pinzas del cangrejo, que transporta a sus "entrañables amigos" a cualquier lugar donde él se desplaza.

La carga de las anémonas no es pesada ni enojosa para el cangrejo, que raramente se desprende de ellas; sus pinzas son tan débiles y delicadas que no sirven ni para defensa, y mucho menos para atacar a los pequeños seres de que se alimenta. Entonces el cangrejo recurre a este tipo de asociación y los órganos urticantes de las flores de mar no sólo mantienen a raya a los posibles depredadores, sino ayudan a capturar el alimento. Durante sus paseos submarinos las anémonas encuentran más fácilmente su propio alimento, y el que les sobra es aprovechado por los cangrejos y los pólipos de las madréporas en donde éstos viven.

Los erizos y las estrellas de mar de los arrecifes son notables por todos conceptos. Los erizos están armados con enormes espinas, a veces de más de un dedo de grosor, como en el género Eucidaris; otros se encuentran vistosamente adornados de fajas multicolores, provistos de elegantes expansiones o defendidos por grandes y sutilísimos aguijones de más de varios centímetros de largo, a los que no se acerca ningún poblador del arrecife, ya que cada una de estas púas está impregnada de una sustancia altamente ponzoñosa que hace que las heridas que produce, insignificantes en sí, sean en extremo dolorosas; tal es el caso del género Diadema.

Figura 17. Peces de los arrecifes de coral.

Las estrellas de mar compiten en elegancia y colorido con las madréporas entre las que viven. Son especialmente bellos los ofiúridos o bailarinas de mar que viven abajo de las grandes piedras coralinas, moviendo sus delgados brazos rítimicamente. Otras estrellas tienen su cuerpo y sus brazos, en número, forma y coloraciones muy variadas. Cuando aumenta su cantidad, estas estrellas pueden constituir una plaga para el propio coral, causando destrozos en el arrecife. En Australia las estrellas del género Acanthaster causaron grandes pérdidas en la famosa barrera arrecifal.

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Entre los diversos planos que en el panorama submarino del arrecife forman los corales blandos, pequeños grupos de pececillos salen un instante para escabullirse en seguida, escondiéndose entre las madréporas. Peces rojos, azules, amarillos, con caprichosos dibujos, armónicos en su listada variedad y trazos irregulares, fajas o zonas de vivos contrastes, cuerpos aplanados de donde salen aletas amplias y elegantes curvas. Peces multicolores que compiten y superan a las aves o a las mariposas de más brillante colorido de las selvas terrestres.

Estos pececillos forman grupos ágiles donde se persiguen unos a otros en juguetona competencia, para luego resguardarse en sus más seguros escondrijos cuando un poderoso enemigo se presenta. Las mil cuevas, grietas y hendiduras que las madréporas presentan son excelentes refugios en los que estas ágiles criaturas vivientes saben buscar segura protección. La mayoría de estos peces son herbívoros y nadan a sus anchas dentro del arrecife, ya que a los carnívoros que pudieran hacer presa de ellos les intimida lo intrincado de la selva de coral, y si acaso alguno de ellos llega a entrar al laberinto del arrecife, éste ofrece fácil modo de burlar el asedio del adversario.

Algunas veces las relaciones de los peces simbiontes del arrecife son cordiales; entre ellos existe curiosa asociación de ayuda mutua y colaboración. Esto se observa en el caso del "loro", pez de gran voracidad, que vive en las hendiduras de los corales. Este pez de dientes poderosos tiene la facultad de poder triturar con su fuerte dentadura las ramas tiernas del coral para aprovechar sus tejidos blandos vivientes. Entre sus robustas armas trituradoras quedan partículas que le incomodan y molestan y de las que se deshace de un modo curioso. El pez "loro", a pesar de su aspecto imponente, se encuentra asociado a pequeños pececillos multicolores que acuden solícitos a picotear, sin temor alguno, en la robusta dentadura del pez, a la que limpian cuidadosamente de toda partícula extraña, fuente de alimento para ellos.

Como se puede observar, no existe paraje en el mundo en donde se reúna mayor cantidad de especies que exhiban más brillantes y hermosos colores: rojos, púrpuras, azules, verdes, amarillentos, anaranjados; las más diversas gamas o tonalidades se combinan armónicamente con un conjunto de formas de los distintos corales y de sus organismos simbiontes tanto vegetales como animales.

Estos ambientes representan lugares en donde la naturaleza ha conjuntado toda la belleza de su obra, por lo que para la humanidad son lugar de esparcimiento, que debería ser mejor aprovechado por los escolares; visitándolos, aprenderían a valorar la belleza que se les ha legado y el comportamiento de los seres vivos, que es de colaboración y no de destrucción inútil; esto sería una motivación para conservar todo este mundo natural en nuestro beneficio.

IX. LOS PECES DE LOS ARRECIFES DE CORAL

LA VIDA submarina palpita en el maravilloso mundo del arrecife de coral y con su pálida luz azulada el polípero brinda a los peces lugares para ocultarse y un reducto para el acecho.

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En los transparentes y tibios mares del coral, lo primero que llama la atención es la gran policromía de los habitantes de esos jardines submarinos. De gran interés es la población piscícola de los arrecifes coralinos, que muestra una gran variedad y abundancia en formas y comportamientos.

Puede observarse en el arrecife el alegre y multicolor ir y venir de enjambres de peces como los "ballesta", los "loro", las "gallinetas", los "ángeles" y las "mariposas", cuyos colores y diseños parecen salidos de la paleta de un pintor.

La característica más sobresaliente y fácilmente observable entre los peces de los arrecifes radica en la exhibición de refulgentes estructuras que semejan libreas de brillantes colores. Al parecer, la mayoría de estas singulares coloraciones funcionan como marcas territoriales, es decir, los peces señalan con su presencia el área que les pertenece.

Son como semáforos vivientes que pretenden señalar de alguna manera, a sus congéneres, que ocupan una parcela del arrecife que defenderán encarnizadamente. Para evitar encontronazos cruentos, esos fabulosos artífices que son las mutaciones, es decir los cambios hereditarios y la selección natural, han ido perfeccionando "los colores de guerra" de los peces territoriales.

No cabe duda de que el comportamiento de la luz sobre las estructuras de los peces coralinos, así como la densidad de sus poblaciones, son los factores que han venido a determinar la aparición de tan fabulosas gamas cromáticas; porque como a cada pez "le interesa" que lo identifiquen los miembros de su propia especie, debe presentar características perfectamente diferenciables, incluso de las de sus más cercanos parientes.

Resulta interesante hacer notar que muchos de los peces son más fuertemente territoriales antes de alcanzar la madurez sexual, y es justo en este periodo de su vida cuando se cubren con coloraciones más llamativas; tal es el caso del "pez emperador", que de joven presenta su cuerpo con coloración negra recorrido por líneas concéntricas azules, moradas, blancas y amarillas, y de adulto su cuerpo es anaranjado con rayas azules horizontales.

Otro tipo de librea podría servir para descomponer la silueta por medio de líneas horizontales o verticales a lo largo de su cuerpo y hacer difícil, para la vista de los depredadores, el reconocimiento de un solo individuo en un banco, como sucede con el pez "tambor".

Cada especie o cada raza explota un nicho ecológico determinado y sólo hace la guerra a los competidores que se alimentan de los mismos productos, a los mismos niveles y de idéntica manera. Como hemos dicho, la intransigencia territorial se basa en la policromía de los peces, que se sirven del sentido óptico para identificar a los individuos de su misma especie o a sus competidores.

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Figura 18. Pez con su "pico" para romper el coral.

También existen otras estructuras, como las que lucen los peces armados de espinas venenosas, que se visten de filamentos llamativos, parecidos a plumas, por lo que reciben el nombre de "gallinas de mar", y que no son más que una manera de avisar a cualquier competidor de que el inconfundible portador del estandarte plumoso puede matar con el contacto de sus espinas.

Los policromos peces de coral no sólo encuentran protección en la pétrea estructura coralina, sino que muchos de ellos se alimentan del "pólipo", arrancando pedazos del arrecife viviente, gracias a sus dientes y mandíbulas especializadas, como los "peces papagayo" y los "peces loro".

Pero entre los muchos comedores de coral no hay dos especies que lo hagan de la misma forma, ni a los mismos niveles, por lo que estos peces que se pueden considerar como parásitos del arrecife no compiten entre sí. A su lado viven otros especialistas que capturan gran cantidad de invertebrados que prosperan en el microclima coralino, y en torno a todos los habitantes del mar del coral se entretejen complejísimas interacciones ecológicas que dan lugar a una de las más ricas comunidades marinas, si no en cantidad de biomas, sí en variedad y abundancia de especies, de familias, e incluso de clases de animales diferentes.

Entre los peces del arrecife cabe citar a un grupo que se ha especializado en buscar su alimento entre las numerosas e intrincadas grietas de la pared calcárea; en estos peces se ha desarrollado un hocico prolongado en forma de pico, transformándose las mandíbulas en una especie de pipeta, debido a una paulatina adaptación, por lo que hay parecido entre todos ellos, a pesar de que muchos no están emparentados. Esta especialización es tan rígida que a veces es difícil mantener en acuario algunas de estas especies, ya que se niegan a tomar alimento en la forma que se les puede suministrar.

El famoso etólogo Konrad Lorenz, al estudiar el comportamiento de estos peces, chocó con este impedimento al intentar mantener en cautiverio a una de esas especies comedoras en los resquicios del coral; después de varios intentos fallidos, logró, por fin, obtener éxito colocando carne de almeja entre piedras, única situación en la que el especializado pez se adaptó a comer.

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Más sorprendente aún resulta la extraña manera de conseguir alimento del llamado "pez trompeta"o de "boca de flauta", que se coloca encima de otros peces mientras éstos comen pólipos del arrecife. Las actividades del pez que sirve de apoyo, que puede ser un pez loro, atraen enjambres de pequeños pececillos que se aprovechan de los restos de comida; en tal situación el pez trompeta que, por su extrema delgadez y la proximidad al lomo del otro pez, resulta indistinguible, se lanza contra las menudas presas y las captura con facilidad.

En los arrecifes coralinos existe un pequeño pez que ha elegido un sorprendente método para alimentarse; se trata del llamado "pez limpiador", muy apreciado por los grandes depredadores, ya que los limpia de los parásitos y las excrecencias de piel que les podrían ocasionar molestias e infecciones.

Este activo pececillo parece anunciar su benéfica visita tanto por su especial coloración azulada clara con una conspicua banda negra transversal, como por una especie de danza de recepción de movimientos característicos.

Al notar su presencia los grandes peces, que hubieran devorado a cualquier otro animal de este tamaño, permanecen inmóviles dejando al aplicado desparasitador recorrer todo su cuerpo, e incluso entrar y operar en sus cavidades branquiales y bucales. Es ésta una asociación de beneficio mutuo en la que el pequeño pez obtiene alimento y el gran depredador es liberado de sus parásitos y residuos.

Otro especializado pez del tamaño del limpiador ha adquirido, por un fenómeno de mimetismo, una coloración idéntica a la del servicial desparasitador; aun más, se acerca con total impunidad a los grandes peces desplegando movimientos idénticos a los de aquél. Confiado, el depredador se queda inmóvil, esperando una nueva sesión de aseo, momento que aprovecha el falso limpiador para comerse tranquilamente los bordes de sus aletas y trozos de su piel, que es de lo que se alimenta.

También resulta una curiosa asociación en el mundo del coral la de los pequeños peces conocidos como "peces anémona" o "peces payaso", que presentan un esquema cromático inconfundible, formado por cuatro anchas bandas transversales de un brillante tono naranja, la primera cubriendo la cabeza y la última la cola, separadas por tres bandas blancas más estrechas.

Estos peces se refugian entre los tentáculos de las peligrosas anémonas que, plagados de células urticantes, matarían a cualquier animal de este tamaño; sin embargo, el coloreado pez anémona, al verse amenazado por cualquier peligro, se introduce impunemente entre la corona de tentáculos, fortín donde ningún perseguidor se atreve a seguirle.

Se han emitido varias teorías para explicar la inmunidad del osado pez; la más aceptada se basa en el hecho de que la piel del pez segrega una sustancia protectora que inhibe la descarga de las células urticantes de la anémona, y así logra su protección.

Otro pequeño pececillo, llamado cardenal, busca refugio de forma semejante entre las agudas, larguísimas y peligrosas espinas del erizo Diadema; al parecer, el pez cardenal devuelve el favor de la protección recibida del peligroso erizo

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proporcionándole un cuidadoso aseo, al igual que lo hace el pez anémona con su terrible protectora.

En los arrecifes coralinos son muy abundantes los peces percoideos, como la "perca roja", pez vivíparo, que da a luz varios cientos de miles de larvas que, al principio, viven en las aguas superficiales formando parte del plancton. Las larvas que sobreviven crecen muy de prisa y, cuando alcanzan la longitud de cinco centímetros, emigran a las profundidades, donde se alimentan de crustáceos, moluscos y otros animales del fondo.

El mero, muy estimado por su carne, es un pez de color rojo grisáceo, con radios espinosos en su aleta dorsal y vive a más de 10 brazas (16 metros) de profundidad.

Los peces del arrecife se mueven dentro de la multiforme población de organismos, donde un gran número de animales ha adquirido adaptaciones de defensa activa que, accidentalmente, pueden representar un peligro para el hombre. Por ejemplo, entre los corales están los del género Millepora o "coral de fuego", que son fuertemente urticantes y ocasionan, a veces, grandes reacciones tóxicas. Los erizos de mar del género Diadema crecen en colonias y pueden provocar muchas molestias al clavarse profundamente sus espinas, siendo difíciles de extraer. Los más temibles invertebrados son los caracoles del género Conus, por poseer una lengua provista de un diente capaz de inyectar veneno para capturar a sus presas; este veneno parece estar químicamente emparentado con el curare.

Entre los peces, un gran número de ellos puede ser peligrosos, desde los temibles tiburones, barracudas, morenas, hasta los venenosos representantes de la familia de los escorpénidos, de los que son muy frecuentes en los arrecifes coralinos las brillantemente coloreadas especies del género Pterois o "pez escorpión", provistos de radios espinosos en las aletas, relativamente largos y puntiagudos, y relacionados con glándulas venenosas.

Este pez ataca activamente pinchando con los radios de su aleta dorsal; su cuerpo está totalmente cubierto por un complicado y laberíntico diseño de bandas blancas y rojizas de espesor variable, que unido al soberbio aspecto de las aletas, da una gran belleza a la especie.

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Figura 19. Pez escorpión.

A esta familia pertenece el "pez piedra", que apenas si parece un pez, y muy peligroso ya que, además de poseer el más fuerte veneno de toda la familia, es mimético con el medio y semeja, en su posición de reposo, una pequeña roca; por ello resulta muy fácil pisarlo inadvertidamente, causándole graves molestias al hombre. Habita en los fondos del Pacífico Occidental y del Océano Índico. Sus aletas tienen 18 radios punzantes cubiertos de piel y relacionados con glándulas de veneno muy activo que ataca a los músculos y al corazón de diversos depredadores.

El "pez fuego" no espera a que lo toquen para hacer uso de su ponzoñosa arma. Tan pronto se mueve algo sospechoso en los alrededores, se lanza al ataque con sus púas venenosas.

Se ha encontrado un antídoto contra la picadura del pez piedra, que también sirve contra el veneno del pez fuego. La zona afectada ha de mantenerse sumergida en agua, lo más caliente posible, con lo cual la acción tóxica cede enseguida, debido a que las proteínas del veneno, inyectadas en la herida y que atacan el sistema nervioso, se coagulan a temperaturas superiores a los 42°C, por lo que cesa su efecto tóxico.

Con respecto a sonidos emitidos por los animales marinos, durante mucho tiempo se consideró que los peces no los producían, por lo que el medio acuoso fue calificado de "mundo del silencio"; pero durante la segunda Guerra Mundial, con el uso del sonar, se pudo comprobar que dentro del agua se escuchaban sonidos y, en algunos momentos, hasta cierta algarabía.

El descubrimiento fue casual y coincidió con el primer empleo de micrófonos para detectar el ruido de los submarinos enemigos; esto trajo como consecuencia que los científicos tuvieran que aprender a distinguir los múltiples y dispares sonidos que se registraban entre algunos peces que habitan los arrecifes de coral, como el rechinamiento de los peces papagayo cuando muelen en su boca trozos de coral, o el atractivo tamborileo de los peces esciénidos prontos a desovar.

La mayoría de los peces producen ruidos con la ayuda de la vejiga natatoria; ésta vibra por acción muscular, igual que las cuerdas de un violín hacen vibrar por resonancia la caja del instrumento. Las gallinetas, peces del grupo de los escorpeniformes que viven en los arrecifes coralinos, emiten un sonoro gruñido producido por su vejiga natatoria, que sirve para atraer o estimular al sexo opuesto, o como señal de alarma ante el enemigo.

Pero toda esta policroma población de peces se aleja muy escasamente de su zona de protección que es el arrecife coralino, porque sus llamativas libreas atraerían inexorablemente a los veloces depredadores en el mar abierto.

Los habitantes del coral no presentan grandes talles, generalmente son compactos, a veces de formas rechonchas, bien equipados muscular y morfológicamente para moverse con rapidez entre las grietas y callejones de su complejo mundo, pero a merced de sus enemigos en las aguas abiertas.

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En el mundo del coral, las criaturas que no son lo suficientemente rápidas como para escapar a la depredación, presentan los casos más asombrosos de mimetismo, semejándose a rocas, algas o fondos arenosos, como es el caso de los peces del género Caracantus que han desarrollado estructuras y colores que los hacen indistinguibles del entorno.

La competencia de individuos de la misma especie y la lucha feroz entre depredadores y presas ocasiona una serie de adaptaciones de coloración y forma de los organismos que han transformado el mundo terrible de los peligros, los venenos, las mandíbulas y las espinas en un jardín policromo que no encuentra paralelo en ninguna otra parte del mundo, siendo además los lugares ideales para el estudio del comportamiento animal. La selección natural más intensa ha tallado y decorado el fascinante mundo del coral.

X. LOS MOLUSCOS BENTÓNICOS. SU UTILIDAD

LOS moluscos han sido utilizados por el hombre en su alimentación desde tiempos prehistóricos, como lo revelan los restos de sus conchas que se encuentran en las cuevas y albergues habitados por los pueblos primitivos o en los concheros que han localizado los arqueólogos en diferentes zonas de la costa y que son de tanta importancia para esta ciencia.

Las conchas fueron empleadas también por aquellas razas antiquísimas en la fabricación de adornos para sus rudas figuras y no les ha faltado a los moluscos un significado religioso, como lo demuestra el hecho de que sus caparazones fueron objeto de ofrenda grata a los dioses, como el caracol sagrado o "chack" de los hindúes que es un atributo del dios Visnú, o dentro de las culturas prehispánicas en América, como se puede observar en el templo de Teotihuacán en donde aparecen esculpidos en piedra, juntamente con la simbólica serpiente.

También algunas sustancias producidas por estos animales tuvieron un significado religioso, como la púrpura extraída de caracoles como el Murex, que fue signo de dignidad entre los fenicios, asirios y sobre todo para los romanos.

Su aprovechamiento en joyería es muy antiguo; los vedas hablan ya de pesquerías de perlas en Ceilán, que alcanzaron su máximo esplendor en los tiempos del legendario rey Wijayo, 500 años antes de Jesucristo.

Las conchas de los moluscos fueron empleadas a manera de moneda, como la pequeña "ciprea" de la especie Moneta moneta y aún en la actualidad son usadas con este fin por los pueblos africanos o australianos.

Los moluscos son animales de agua dulce, marina o terrestres; su cuerpo presenta simetría bilateral, la que puede estar enmascarada, como sucede en los caracoles, cuando sufren el arrollamiento en espiral que les es característico. Su cuerpo tiene consistencia blanda y no está segmentado; puede encontrarse protegido por una

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concha de naturaleza calcárea, y en algunos casos la concha está envuelta por los tejidos y queda en el interior del cuerpo.

Figura 20. Moneta moneta.

Su cuerpo se divide en las siguientes regiones: la cabeza situada en la parte anterior dorsal, en la que se abre verticalmente la boca y lleva uno o dos pares de tentáculos en donde pueden ir los ojos; la masa visceral, que se halla dorsalmente detrás de la cabeza y que es en la que se localizan los órganos internos, está envuelta por un repliegue de la piel denominado manto, capaz de segregar la concha y de evitar que se peguen a ella objetos extraños; y el pie, que tiene una posición ventral, es musculoso e interviene directamente en sus lentos desplazamientos.

Los moluscos que habitan el medio marino pueden encontrarse en los diferentes ambientes que este medio presenta. Los que viven en íntimo contacto con el fondo del mar reciben el nombre de bentónicos y pueden hallarse fijos al sustrato, como los mejillones, o gozar de movilidad en la superficie del mismo, ya sea arrastrados por las corrientes o deslizándose lentamente, como los caracoles. Algunos de estos moluscos bentónicos, como los pulpos, son incluso nadadores, pero no se apartan mucho del fondo, y otros viven en el interior del suelo perforándolo o excavándolo.

Según las características de su concha, la disposición de su cuerpo y su reproducción y desarrollo embrionario, los moluscos se han clasificado en siete grupos o clases: aplacóforos, monoplacóforos, poliplacóforos, bibalvos, gasterópodos, escafópodos y cefalópodos. Todos ellos presentan especies marinas, siendo la mayoría bentónicos.

Los aplacóforos se consideran los menos evolucionados; su cuerpo es vermiforme y no está cubierto por una concha, y su pie es rudimentario; como ejemplo tenemos el género Neomenia.

Los monoplacóforos, con concha formada por una sola placa cónica, se consideraban extintos hasta que en la expedición del Galathea en 1952 se colectó la especie Neopilina galathea al oeste de Costa Rica, a 3 570 metros de profundidad.

Los poliplacóforos, también llamados anfineuros, son moluscos marinos que viven fijos en las rocas formando parte del bentos, con su concha dividida en ocho placas

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imbricadas; la boca y el ano están localizados en los extremos del cuerpo, viven en la región litoral, aunque también se les encuentra en grandes fondos abisales hasta 4 000 metros; en el Océano Pacífico son comunes los del género Chiton que están fuertemente fijos en las rocas y en algunos lugares se utilizan como alimento.

Los bivalvos o lamelibranquios tienen su cuerpo recubierto por una concha formada por dos piezas o valvas, las que presentan formas muy variadas, siendo incluso algunas de rara apariencia. Las valvas están unidas entre sí por la región dorsal y articuladas por una zona dentada llamada "charnela" que hace posible la apertura y cierre, impidiendo el desplazamiento lateral de las valvas.

Los periodos de crecimiento de las conchas de los bivalvos no son continuos, de modo que en ellas quedan marcados en las llamadas líneas de crecimiento. La superficie externa de las valvas no siempre es idéntica: unas veces es lisa, otras presenta estrías y costillas que a su vez pueden, en algunas especies, llevar dispuestos sobre ellas espinas, tubérculos, escamas u otras formaciones semejantes.

El cierre de estas valvas se hace gracias a la presencia de fuertes músculos llamados aductores, que van desde una cara interna de la valva hasta la otra, atravesando el cuerpo del animal. Estos músculos pueden ser del mismo tamaño, como sucede en la almeja, o tener diferente desarrollo, como en el caso del mejillón.

El cuerpo presenta una organización simple, carece de cabeza y el pie relacionado con el movimiento tiene diversas formas según las especies, considerado como un órgano excavador en todos aquellos casos en que la especie vive enterrada en la arena; también puede ser el órgano fijador, como en el caso del mejillón, que en su base tiene una glándula llamada ''biso'', secretora de una sustancia en forma de filamentos que en contacto con el agua se solidifica fijando al animal al sustrato. En las ostras u ostiones el pie está atrofiado como consecuencia de su vida sedentaria de permanente fijeza sobre los objetos sumergidos.

Los bivalvos son animales típicamente bentónicos, tienen todos ellos una relación con el fondo, aunque con tipos distintos de vida, ya que pueden ser excavadores y vivir enterrados en la arena, como es el caso de los llamados "donax"; nadadores, que son los que se desplazan por la acción de sus valvas que se abren y cierran rápidamente expulsando agua, como la "almeja peregrino"; sésiles, aquellos que permanecen fijos a un sustrato determinado, como el ostión, y perforadores, los que viven horadando galerías en las rocas o en la madera, a las que atacan por medio de una reacción ácida, ayudando a la penetración con procedimientos mecánicos. La circulación del agua en estos bivalvos perforadores se hace por medio de sifones que salen de la abertura, como en los "teredos".

Entre los bivalvos de gran interés para el hombre se encuentra el ostión, también llamado en algunos países ostra, del que se conocen diversas especies, siendo la más frecuente Ostrea que vive en el bentos del litoral y Crassostrea que se localiza en las lagunas litorales y esteros. Su concha caliza, muy fuerte y resistente, tiene dos valvas desiguales: con la izquierda el molusco se sujeta y adhiere fuertemente a los objetos sumergidos. Estos moluscos son comestibles y muy estimados; su cultivo ha dado origen a una importante industria, la ostricultura, que ha alcanzado un gran desarrollo en algunos países como: Japón, España, Francia, Australia y México.

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Figura 21. Ostión Crassostrea, importante en la alimentación humana.

Otro bivalvo de interés es la ostra perlera o madreperla, principal molusco productor de perlas, pero no el único; el callo de hacha, los mejillones y el abulón también son capaces de producirlas. La perla no es más que una secreción de nácar producida por el molusco en derredor de un núcleo, que puede ser un parásito de la ostra o un cuerpo extraño que coloca el hombre para cultivar estas perlas. Las principales pesquerías de este molusco están en el Golfo Pérsico, Ceilán, Australia, Tahití, Golfo de California y Costa de Brasil. En el Japón se ha logrado establecer toda una gran industria para el cultivo de la ostra y para el de las perlas.

Sobre las rocas de la zona litoral se puede localizar a los mejillones adheridos mediante filamentos que forman su biso. Miles de estos mejillones de todos tamaños, recubren superficies de unos cuantos metros cuadrados. La producción del biso del mejillón apenas admite comparación con las sedosas y doradas fibras de otros bivalvos del Mediterráneo, que alcanza hasta un metro de longitud; estas fibras fueron antiguamente muy apreciadas por los italianos para fabricar pelucas. Los romanos tejían con ellas costosas telas y extraían una sustancia que, según ellos, curaba el reumatismo.

Entre los bivalvos perjudiciales están los del género Teredo, llamados comúnmente "broma" o "taraza", que producen grandes destrozos en los maderos sumergidos de los muelles, y aun en los cascos de madera de los barcos, hasta el extremo de que se les ha llamado "calamidades navales". Se cuenta con muchos remedios para evitar sus daños, utilizándose actualmente la aplicación de la creosota en las maderas que se emplean para las embarcaciones o para construcciones tales como muelles.

Los bivalvos que no son totalmente fijos se desplazan muy limitadamente, arrastrándose con la ayuda del pie cavador que sacan de su concha; otros trepan indolentes por los vegetales marinos y muy pocos, como la concha peregrina que los biólogos llaman Vieira, son realmente capaces de huir rápidamente ante sus enemigos.

Las vieiras descansan habitualmente sobre la arena con sus valvas entreabiertas y, con ayuda de cilios, pequeñas pestañas vibrátiles, se desplazan bombeando agua a través de su cuerpo, expulsándola al mismo tiempo que cierran bruscamente sus valvas, de manera que producen el efecto de retropropulsión. La llegada de una estrella de mar a una congregación de vieiras ocasiona gran actividad, ya que el animal puede escapar

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hacia adelante o hacia atrás, o bien describir giros. Junto al borde de sus conchas estreabiertas, las vieiras poseen dos filas de puntos luminosos, que forman sus ojos.

Algunos de estos bivalvos alcanzan grandes dimensiones y aunque resulta exagerado decir que estos gigantes atrapan intencionalmente con sus valvas a los buceadores, lo cierto es que si lo hacen y que al menor contacto, cierran de pronto las valvas y pueden aprisionar la mano o el pie del hombre. Esto ocurre con el género Macra, bivalvo de mares cálidos que entierra el largo pedúnculo de sus valvas en la arena y asoma la otra mitad de las mismas, como es el caso de la Tridacna gigante, propia del Océano Índico y de los mares australes.

Los gasterópodos son moluscos que se caracterizan por tener el cuerpo cubierto por una concha de una sola pieza más o menos enrollada en espiral y su nombre significa "pie en el estómago". La concha tiene la forma de un largo cono arrollado en hélice alrededor de un eje; su extremo más adelgazado constituye el "ápice", y el más ancho está abierto y por él sale el animal.

En su cuerpo se distinguen la cabeza, la masa visceral y el pie.

El número de vueltas de la concha varía, teniendo algunos gasterópodos una sola vuelta, como en el caso de las lapas; en otros pocas vueltas, como el abulón, y en la mayoría muchas; como en el Murex. Independientemente del número de vueltas que presente la concha de los gasterópodos, pueden existir diversos ornamentos como surcos, tubérculos, etcétera, que constituyen caracteres tomados en cuenta para la clasificación de estos moluscos. En las conchas se pegan otros organismos como las algas y los corales, entre otros; sin embargo, algunos animales lo impiden cubriendo su concha con el "manto", que se encarga de quitar todo objeto extraño, manteniéndola con una tersura casi perfecta, como en el caso de "ciprea" y "oliva".

Figura 22. Gasterópodos.

Existe gran diferencia en la realización de las principales funciones en las distintas especies de gasterópodos, debido a que es un grupo adaptado a diversos modos de vida. La gran mayoría son bentónicos, y pueden estar casi fijos en un lugar, deslizándose muy lentamente en el sustrato como las lapas y el abulón, o avanzando distancias cortas por la acción de su pie como en los conos. Su alimentación puede ser herbívora, cuando sólo comen vegetales, como las algas que están fijas en las rocas; carnívora, cuando se alimentan de otros animales, tal es el caso de unos pequeños caracoles que son capaces de perforar las conchas de otros moluscos y comérselos

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con rapidez, por ejemplo los perforadores del ostión que causan grandes estragos en los bancos ostrícolas; suspensívora, cuando se alimentan de partículas en suspensión.

Los gasterópodos comprenden muchísimas especies de caracoles marinos, entre los más comunes están los abulones, las lapas, las bocinas de mar, los estrombus gigantes, los conos, los murex y la ciprea o caracol porcelana. Un grupo de estos gasterópodos, los nudibranquios, reducen totalmente su concha quedando desnudos y se deslizan sobre los vegetales del fondo, confundiéndose con ellos por su forma y coloraciones, como es el caso de las llamadas "babosas del mar" como Doris y las "liebres de mar" como Aplysia.

Muchos de estos moluscos son utilizados por el hombre, ya sea a manera de alimento, como el caracol marino gigante o Strombus que vive en el bentos de aguas tropicales, o como adornos formando grandes y valiosas colecciones que han desarrollado una actividad humana importante: la conchología o conquiliología, que permite que el hombre pueda recrearse con la belleza y diversidad de estas conchas.

Los escafópodos son un grupo poco numeroso de moluscos marinos provistos de una concha cónica, tubulosa, que se abre en ambos extremos; el género más común que vive en el bentos es Dentalium, que recibe este nombre por su forma muy semejante a un colmillo de elefante.

Los moluscos cefalópodos constituyen la clase más evolucionada del grupo; su característica más destacada y a la que deben su nombre es la de poseer una corona de brazos o tentáculos como prolongación de la cabeza.

La concha está muy reducida en la mayoría de estas especies, llegando a desaparecer en algunas de ellas. Son raros los que presentan concha, como los curiosos Nautilus del Océano Pacífico, que forman un grupo de sobrevivientes que en otros tiempos geológicos estaban representados por muchísimas especies.

Figura 23. Nautilus.

Los cefalópodos son principalmente nadadores, por lo que forman parte del necton; sin embargo, durante el día se esconden y solamente en las noches salen a buscar su alimento, constituido por pequeños crustáceos que también tienen una actividad nocturna. Los principales enemigos de los pulpos están representados por algunas especies de pesca de fondo, tales como tiburones y morenas.

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El grupo de los moluscos ha llamado la atención de la humanidad desde tiempos remotos y por ello se han logrado cultivar algunas especies, desarrollándose biotecnias como: la ostricultura o cultivo de ostras, practicada ya por Sergius Orato, 140 años antes de Cristo; la miticultura o cultivo de mejillones, inicida por el irlandés Patricio Walton en 1235, y la perlicultura o cultivo de perlas, desarrollada en Japón por Kokichi Mikimoto en 1893.

Muchos de estos moluscos bentónicos son objeto de pesca y consumo por el hombre, representando un grupo de importancia para enriquecer la dieta de la humanidad. Sus conchas son también buscadas por la belleza y brillantez de su nácar, como las llamadas orejas del mar que son un tipo de abulón cuya hermosa concha es materia prima para la industria de camafeos y otro tipo de joyería, y para una industria más modesta como la de fabricación de botones. De este modo, el hombre utiliza a los moluscos para resolver problemas alimenticios, y debe motivar a sus semejantes para conservar su belleza natural.

XI. LOS EQUINODERMOS DEL BENTOS Y LOS PROCESOS DE REGENERACIÓN

LOS equinodermos son animales exclusivamente marinos, que de manera habitual se encuentran formando parte del bentos, siendo frecuentes en las costas rocosas batidas por el oleaje; su cuerpo presenta simetría radiada y está formado, casi siempre, por cinco partes o radios iguales repetidos alrededor del eje del cuerpo del animal.

A causa de su forma llamativa, los equinodermos fueron conocidos por los pueblos de la antigüedad, y también porque algunos de ellos, como los erizos, se utilizan en la actualidad como alimento en ciertos países. La descripción más antigua que se conoce de un equinodermo es la que hizo Aristóteles de un erizo comestible del Mediterráneo en su obra Historia de los animales. En este estudio describió el aparato masticador del erizo, a lo que se debe el que hoy se le dé el nombre de linterna de Aristóteles, en su honor.

Los animales que pertenecen al grupo de los equinodermos presentan un aspecto muy diferente entre sí; sin embargo, el arreglo de su estructura anatómica es uniforme, caracterizado por el aparato locomotor constituido por un sistema de canales, que forman el aparato acuífero, terminado por unas estructuras que en su extremo llevan unas ventosas adhesivas llamadas pies ambulacrales.

Su cuerpo generalmente está recubierto por espinas delgadas o gruesas, localizadas en áreas que se arreglan formando radios que parten del centro del cuerpo, característica que permite identificar a los equinodermos, como en el caso de los crinoideos o "lirios de mar", los ofiuroideos o "bailarinas de mar", los asteroideos o "estrellas de mar", los equinoideos o "erizos de mar" y los holoturoideos o "pepinos de mar".

La mayoría de los crinoideos que se han encontrado son fósiles de los más antiguos estratos geológicos, los cuales semejan extrañas flores que por sus pedúnculos viven fijas al fondo, a las rocas o a las maderas flotantes; poseen brazos plumosos que

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emplean para capturar el alimento y están libremente expandidos en las aguas. Algunos representantes vivientes carecen de pedúnculo, como la "clavelina de mar"; aunque lo tienen durante su juventud, cuando llegan a adultos estos animales se hacen nadadores o se arrastran por el fondo.

Algunas de las formas de crinoideos más primitivas, fijas en el fondo y pedunculadas, habitan ciertas regiones muy profundas del océano, habiéndose colectado hasta 8 200 metros. En la actualidad se conocen 800 especies. Los brazos de estos animales de color anaranjado llamativo, al igual que los de sus parientes los ofiúridos, poseen franjas de finos apéndices llamados cirros, que desempeñan una doble función: impulsar al animal por las aguas mediante flexiones rítmicas y ayudar a la captura del alimento.

El oceanógrafo alemán Magnus observó cómo realizan la captura de su alimento las clavelinas del Mar Rojo que viven en aguas poco profundas y se anclan al fondo con algunos brazos, utilizando los restantes para concentrar el alimento de la superficie: las partículas alimenticias que arrastra la marea pasan por las ranuras existentes bajo los brazos y llegan hasta la placa central del cuerpo en donde se encuentra la boca, por donde penetran.

Los ofiúridos, al igual que otros equinodermos, tienen cinco brazos que nacen de un disco central y llegan a ser diez y quince veces más largos que éste; estos brazos los utilizan para arrastrarse con movimientos rítmicos, de aquí su nombre de "bailarinas del mar". En algunas especies los brazos se desprenden al menor contacto como medida defensiva, fenómeno que recibe el nombre de autonomía, ya que se desprende por sí mismo, y posteriormente lo vuelven a formar en el proceso llamado regeneración.

Figura 24. Diferentes tipos de equinodermos.

Los ofiúridos abundan en el bentos de todos los mares, aunque los hay en mayor cantidad en los mares fríos como el del Norte, en donde se les recoge en las redes como pesca secundaria, calculando que viven hasta 500 animales por metro cuadrado. En los mares tropicales adquieren gran diversidad de tamaño, forma y color, habitan zonas poco profundas concentrándose de 6 a 10 organismos abajo de cada piedra.

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A veces tienen extraños brazos ramificados que se entrelazan y producen marañas indescifrables en continuo palpitar, como en el caso de los gorgoniocéfalos que se encuentran a profundidades de 6 a 8 metros en el Golfo de México y a los que se les da el nombre de "estrellas medusas", porque evocan la cabellera de serpientes culebreantes que la Medusa de la antigua mitología portaba sobre la cabeza.

En los equinodermos se observa que de los brazos prensores y nadadores de los crinoideos se pasa a los reptadores de los ofiúridos y, de éstos, a los brazos reptadores y adhesivos de los asteroideos o estrellas de mar, animales que gracias a numerosos y diminutos pies ambulacrales, que terminan en una ventosa que forma vacío, pueden sujetarse a cuerpos sólidos para realizar sus desplazamientos.

Los brazos de las estrellas parten de un disco central en cuya cara anterior se sitúa la boca; en el dorso existe una placa con pequeños agujeros llamada "placa madrepórica" por la cual entra el agua al interior del animal; el agua sigue hasta los pies ambulacrales, que se localizan en la cara inferior de los brazos, formándose un mecanismo hidráulico que regula la actividad de los pies. Al aumentar la presión en los canales, los pies salen y con sus ventosas terminales se sujetan al sustrato o se separan de él, según la presión que exista, lo que permite a la estrella desplazarse por superficies lisas y verticales.

Estos organismos viven en todos los océanos, desde las aguas someras hasta profundidades de 4 500 metros, conociéndose unas 2 000 especies.

En las estrellas de mar los procesos de regeneración alcanzan un alto grado de desarrollo, ya que pueden remplazar partes completas de su cuerpo que hayan perdido, y es común encontrar estrellas que estén restaurando uno o varios de sus brazos o que uno de ellos esté regenerando el resto de la estrella, es decir, el cuerpo y los otros cuatro brazos.

Figura 25. Regeneración en estrellas de mar.

Las estrellas de mar son muy voraces en virtud de la capacidad que tienen de expulsar su estómago por la boca para rodear a su presa y digerirla con potentes sustancias; por ejemplo, cuando capturan un mejillón o una almeja la digieren con todo y concha. Se alimentan de bivalvos, erizos y a veces de algunos pececillos, existiendo especies que atacan a los arrecifes de coral causando grandes destrozos en ellos.

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La estrella llamada comúnmente "corona de espinas", que pertenece al género Acanthaster, puede alcanzar hasta medio metro de diámetro y presenta de 13 a 17 brazos cubiertos de agudas púas rojas de 2.5 centímetros, impregnadas con una sustancia tóxica. Este animal ha puesto en peligro las formaciones de coral en una región de millones de kilómetros cuadrados del Pacífico y del Índico.

Cuando se observa esta estrella, no se imaginan su apetito insaciable ni su increíble capacidad destructora; pero en la Gran Barrera de Arrecifes de Australia hay zonas donde la corona de espinas ha destruido el 80% del coral, y en la isla de Guam ha hecho lo mismo en el 90% de los 38 kilómetros de arrecife que se extienden a lo largo de las costas de la isla.

Arrastrándose lentamente, la estrella se instala sobre el coral, saca su estómago y digiere los pólipos con sus jugos estomacales; al retirarse, deja sólo el esqueleto calcáreo del coral, prácticamente sin un solo pólipo vivo, y se calcula que lo hace al ritmo de 200 centímetros cuadrados por día. Todavía hace unos 15 años, la corona de espinas no se consideraba enemigo peligroso de los arrecifes, ya que era una especie rara que no amenazaba mayormente a las colonias vivas del coral.

Fue hace unos 10 años cuando se registró un alarmante aumento de esta especie en los mares australianos, y empezaron a proliferar en Guam, Okinawa y Saipán, donde nunca se les había localizado. Pronto empezó a hacer tales destrozos en Okinawa, que los habitantes de esta prefectura japonesa empezaron a llamarla onihitode, lo que significa "estrella diablo", y se inició la lucha contra estos organismos.

Desde 1969, el Centro Japonés de Parques Marinos elaboró un programa para combatir a la estrella; utilizaron buzos que las destruían con métodos mecánicos, partiéndolas en pequeños trozos; sin embargo, al dejarlos en el mar, éstos proliferaron formando nuevas estrellas debido a su poder de regeneración, lo que hizo la tarea más difícil y fue necesario sacarlas para destruirlas en tierra.

Otro método fue la utilización de organismos competidores de la estrella como caracoles gigantes; y por último, está siendo combatida con drogas, como el formol y la rotenona, pero con ellas se corre el riesgo de matar a otros seres marinos. Hasta la fecha prosiguen estudios y campañas contra la corona de espinas que pone en peligro la existencia de estas importantes zonas de productividad marina que son los arrecifes coralinos.

Los equinoideos o erizos de mar presentan su morfología compuesta por cinco filas radiales de poros por donde salen los pies ambulacrales del animal; cuando se observa el esqueleto se notan mejor estas cinco filas de poros y en las zonas comprendidas entre dichas filas se implanta la maraña de espinas, cortas o largas, a las que deben su nombre este grupo de animales, las cuales utilizan para desplazarse y enterrarse. Además, gracias a sus pies ambulacrales pueden sostenerse sobre superficies lisas.

Los erizos de púas cortas se valen tanto de las espinas como de los pies ambulacrales para pegar a su cuerpo algas, sargazos, conchas y otros cuerpos extraños con los que disimulan su presencia en los fondos, y así se defienden de sus depredadores, como sucede en el género Toxopneustes.

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Los erizos de púas largas, como Echinometra, levantan ante sus enemigos todo un bosque de lanzas; estas armas afiladas atraviesan perfectamente lonas e incluso cueros y las heridas que provocan son muy dolorosas y causan inflamación. En los erizos Diadema las púas dorsales alcanzan hasta 30 centímetros de largo; el animal usa las púas cortas inferiores para desplazarse mientras dirige las superiores hacia donde se presenta el peligro; cuando estas púas se clavan en la piel humana causan molestias de consideración.

Muchos erizos disponen de métodos defensivos complementarios, como introducirse en grietas que ellos mismos cavan mediante giros continuos de sus púas; ahí permanecen escondidos durante el día y al oscurecer salen a comer diatomeas, algas en las rocas y corales, para lo que emplean los cinco "dientes" de su aparato masticador colocado en la cara ventral de su cuerpo.

Otros erizos abandonan los fondos duros para vivir en la arena de zonas de poca profundidad y para adaptarse pierden su forma globosa adquiriendo la de una galleta, de modo que puedan evitar ser arrastrados por las olas y las corrientes. En algunos lugares les llaman "galletas de mar", "dólar de arena" o "comalitos", por tener su cuerpo aplanado como el de una moneda, lo que permite que fácilmente, con ayuda de sus púas, se entierren en la arena.

Los erizos de mar son los equinodermos más conocidos y se encuentran desde aguas someras hasta los grandes abismos, siendo frecuentes en las costas rocosas.

Se consumen como mariscos en muchos países de Europa y América, aprovechándose para ello las cinco masas anaranjadas de sus ovarios; en algunos lugares también se comen las glándulas masculinas que son de color blanquecino.

Los holoturidos o pepinos de mar han encontrado una solución diferente para adaptarse de manera indistinta a fondos rocosos o arenosos: su cuerpo toma una forma cilíndrica y las cinco zonas radiales características del cuerpo de los equinodermos forman una superficie de apoyo, o región ventral. En un extremo de su cuerpo lleva la boca rodeada por diez brazos ramificados a los que se les llama tentáculos, y en el otro se encuentra el ano.

Figura 26. Erizo diadema.

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Las holoturias carecen de un esqueleto externo duro, presentando su cuerpo una consistencia totalmente carnosa ya que está formado por fuertes músculos. En su pared corporal existen unas singulares espículas calcáreas, empotradas bajo la piel, que le sirven de sostén y protección, y en algunas holoturias, como la Euapta, tienen la forma de anclas entrecruzadas con paletas de pintor, pudiéndose ver por la transparencia de la pared del cuerpo del animal.

Viven en playas arenosas o entre las rocas, aunque se han recolectado también a grandes profundidades, como la especie Scotoplanes globosa que se encontró a 6 950 metros en la Trinchera de Kermadec en el Pacífico sur.

Estos equinodermos se arrastran lentamente por el fondo, engullendo barro y arena, digieren las sustancias orgánicas que contienen estos materiales y los expulsan después. Algunas especies de holoturia pueden alojar en su ano un delgado y transparente pececillo, que a cambio de casa, se alimenta de los desechos de la holoturia manteniéndola limpia.

Cuando se atrapa una holoturia del bentos, primero reacciona expulsando el agua del interior de su cuerpo por el ano, y después se observa un curioso fenómeno: son capaces de desprender, por autotomía, la mayor parte de sus vísceras, que lanzan con fuerza al exterior. De este modo se defienden de sus enemigos, entre los que se cuentan ciertos peces que se conforman con el intestino sin preocuparse más de la holoturia. Algunos peces aprecian tanto el intestino que aprisionan al animal entero con la boca y lo sacuden hasta conseguir el deseado bocado, que devoran tan pronto aparece.

El animal no muere por tan importante y extensa mutilación, ya que tiene un gran poder regenerativo, cosa que le permite restaurar el daño y proveerse de nuevas vísceras, y al cabo de varias semanas queda con toda su anatomía completa.

Con la musculatura parietal de las holoturias la cocina china prepara el plato llamado trepang, que cuenta con adeptos en otros países. Las holoturias desvisceradas se secan al Sol, se cuecen y vuelven a secar, repitiéndose este proceso hasta que se obtiene una masa gelatinosa, con la que se hacen sopas fuertemente sazonadas. Algunos países asiáticos han resuelto promover las pesquerías de holoturias por el alto contenido proteínico y gran valor alimenticio de estos animales, casi tres veces mayor que el de los pescados y mariscos más comunes en Oriente.

En los últimos años se ha puesto de moda el trepang entre los buenos comedores de los países de Occidente, donde el manjar se comercializa conservado en botes; el sabor de la sopa de trepang es muy parecido al de la tortuga.

En este grupo de los equinodermos se ha logrado una de las más importantes conquistas de la biología moderna, el provocar la activación del desarrollo del gameto femenino por medios artificiales, sin la intervención del masculino, siguiendo métodos experimentales adecuados, proceso al que los biólogos llaman partenogénesis. Al activar el gameto femenino de los erizos de mar por medio de soluciones salinas, han llegado a fases avanzadas de su desarrollo embrionario.

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El grupo de los equinodermos ha permitido a los científicos conocer fenómenos tan interesantes como la autonomía, la regeneración, la partenogénesis, por lo que su estudio representa un campo de gran interés científico; además, este grupo puede ser utilizado por los biólogos para motivar la enseñanza de tan importante ciencia como es la biología.

XII. LOS CRUSTÁCEOS DEL BENTOS, SUS ADAPTACIONES MIMÉTICAS. IMPORTANCIA

LOS crustáceos, de los que se conocen unas 25 000 especies, la mayoría de ellas marinas, constituyen junto con los arácnidos, los miriápodos y los insectos, un mismo tronco animal, el de los artrópodos, que reciben este nombre por presentar sus apéndices formados por pequeños segmentos articulados llamados artejos.

Estos apéndices tienen forma y función muy variable, como de patas para la locomoción, de pinzas para capturar a sus presas, de filamento o antenas que son sensoriales, dentados y dispuestos alrededor de la boca, y otros que intervienen en las funciones reproductoras.

La palabra crustáceo significa que tiene la cubierta de su cuerpo en forma de una verdadera costra denominada caparazón, endurecida por la presencia de sales de calcio. Su cuerpo está típicamente dividido en cuatro regiones: la cabeza, el tórax o pereión, el abdomen o pleón y la cola o el telsón; por lo general la cabeza y el pereión están soldados, formando una sola región llamada cefalotórax.

Cuando se presenta el crecimiento en ciertas épocas del año, el caparazón se desprende y el animal deja su cubierta protectora y, después de aumentar de tamaño, forma otra nueva; este proceso recibe el nombre de "muda".

El grupo de los crustáceos presenta gran variedad de formas y tamaños; por ejemplo, los cangrejos gigantes, como la "araña del Mar del Japón", que mide con sus patas extendidas tres metros, mientras los copépodos del plancton apenas alcanzan unos cuantos milímetros y existen entre ambos una multitud de tallas.

A los crustáceos se les ha dividido en varios grupos, entre los más comunes se encuentran los braquiópodos, copépodos, ostrácodos, cirrípedos y decápodos.

Los braquiópodos, a los que pertenece el género Artemia, pasan casi inadvertidos en el mar; en cambio, los copépodos viven en el océano en cantidades inimaginables y son el principal alimento de muchos peces gregarios, como los arenques del Mar del Norte, que consumen cada año millones de toneladas del copépodo Calanus.

Los cirrípedos no sólo se encuentran viviendo libremente, sino que son parásitos de otros animales y a veces adoptan aspecto de gusano, como cuando se fijan en la boca y sobre las branquias del huésped de cuyos líquidos orgánicos se alimentan. En ocasiones, con ayuda de otros peces y de otros crustáceos, los organismos parasitados pueden desprenderse de estos intrusos.

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Los cirrípedos comprenden a organismos sésiles con su cuerpo totalmente envuelto por un caparazón; habitan en todos los mares. Los más abundantes son las "bellotas de mar", las del género Balanus, las "anatifas" Lepas y los percebes Mitella.

Las bellotas de mar, que semejan conos de un centímetro de alto, se fijan sobre piedras, postes y objetos sólidos de la costa, a menudo por encima de la línea de la marea, en la zona de salpicaduras.

Su caparazón pétreo puede medir desde milímetros hasta 5 o 10 centímetros; la vida activa del organismo sólo puede observarse bajo las aguas, cuando se abre el caparazón y saca de entre sus blancas cubiertas dos apéndices ramificados que baten regularmente las aguas para captar alimento.

Para la industria naviera las bellotas representan un problema, ya que se fijan sobre los cascos de los buques y forman capas que impiden la buena navegación y les causan deterioros. Otras bellotas de mar, de 2 y 3 centímetros de diámetro, viven sobre las ballenas, donde se enraizan en la piel y en la grasa, y no se sabe qué daño le producen al cetáceo.

Los percebes son cirrípedos muy apreciados por los consumidores de mariscos en España y México. Viven adheridos a las rocas por su pedúnculo, generalmente en zonas muy batidas por el oleaje, tales como acantilados o islotes rocosos, por lo que su pesca se hace un poco riesgosa. Son animales hermafroditas, es decir que el mismo individuo tiene gónadas femeninas y masculinas. La parte comestible del animal es el pedúnculo, el cual se ingiere después de la cocción.

Los decápodos se llaman así por tener cinco pares de apéndices de función locomotora. Su forma es muy variada y en general alcanzan grandes dimensiones; en el caso de los "cangrejos araña" que viven en el Océano Pacífico llegan a medir 3 metros de envergadura.

En estos organismos todo el cefalotórax está cubierto por el caparazón; constituyen tres grupos: los macruros, que tienen el abdomen bien desarrollado, como el camarón; los anomuros, que carecen de cubierta quitinosa en el abdomen, protegido sólo por una débil película, como en los cangrejos ermitaños, y los braquiuros, que poseen el abdomen muy reducido y replegado debajo del cefalotórax, que está muy ensanchado, como sucede en los cangrejos comunes.

Los decápodos son unisexuales y se pueden distinguir los sexos fácilmente, ya que el macho tiene el abdomen con sus apéndices abdominales, mientras que la hembra lo presenta ensanchado para poder transportar los huevecillos.

También se observa que las patas de los crustáceos decápodos se separan con facilidad del cuerpo por amputación refleja o autotomía cuando se les trata de capturar, y si la ruptura se hace por sección transversal en un nivel preciso, la pata vuelve a crecer inmediatamente sobre el muñón que ha quedado.

Entre los macruros más comunes de los mares europeos figura la cigala, provista de grandes pinzas y de caparazón fuerte, que se pesca en el Atlántico y en el

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Mediterráneo. También en esta región se encuentra el langostino que en América es generalmente de agua dulce; vive en los fondos arenosos del Mediterráneo y las costas de Huelva y Cádiz, y se alimenta de gusanos y moluscos.

Típica del Mediterráneo es la gamba, pariente cercano del langostino, y conocida en los mares cálidos del Nuevo Continente con el nombre genérico de Penaeus. Otros macruros de menor tamaño se conocen con el nombre de quisquillas o langostillas que por su abundancia en los océanos son consideradas como uno de los recursos potenciales más importantes para el hombre.

Los camarones abundan en los fondos moviéndose por los coletazos producidos por la musculatura del abdomen que los impulsa bruscamente hacia atrás, permitiéndoles así escapar de sus enemigos. Se pescan con redes de arrastre de malla fina; a bordo del barco se conservan congelados o en hielo, o bien se cuecen y, una vez pelados, el abdomen sirve para preparar platillos apetitosos. Existen varias especies de camarones en todos los mares que difieren tanto en tamaño como en colorido, de acuerdo con su género de vida y las zonas donde se les encuentra.

Figura 27. Camarón.

El "camarón de arena" puede desplazarse sobre el fondo usando su quinto par de patas, pero cuando reposa queda enterrado en la arena y deja salir sólo los ojos y las antenas. Las quisquillas, en cambio, abundan en los fondos rocosos, mientras que en el Mediterráneo la "quisquilla de pinzas" se suele introducir en las cavidades de las esponjas y en las conchas de algunos moluscos.

La quisquilla de pradera, llamada así por vivir entre las algas y vegetales marinos, se destaca por su asombrosa facultad para camuflarse mediante cambios de color: durante la noche es azul, pero de día adopta color verde, pardo, rojizo y hasta naranja o rosado, según el tono de la planta sobre la que posa, y a veces llega a imitar fielmente el dibujo de algunas plantas marinas. El cuerpo desaparece de la vista gracias a este dibujo y a su propia transparencia. Estos cambios de color son provocados por hormonas que, a su vez, controlan las respuestas de ciertos órganos nerviosos centrales y de los pedúnculos oculares, así como la concentración de pigmentos en las células del tegumento que recubre su cuerpo.

Una fuerte armadura es la característica de los bogavantes del género Homarus y langostas del Panulirus, organismos con abdomen largo. El bogavante americano es una de las especies más arrogantes en su género y alcanza avanzada edad: un

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ejemplar pescado en la costa de Nueva Inglaterra pesó 22 kilogramos y, según los expertos, contaba por lo menos 50 años.

Los bogavantes viven durante el verano resguardados en sus propios territorios, pero al llegar el invierno realizan largos desplazamientos. Muchos depredadores temen a sus dos potentes tenazas, una de ellas es más fina y prensil, y la otra voluminosa y cascadora; además su defensa queda bien asegurada con el duro caparazón.

Su crecimiento se produce por mudas, es decir, el animal se desprende de su caparazón y fabrica otro nuevo de mayor tamaño; se calcula que a los 5 años y después de 25 mudas, el bogavante mide 25 centímetros y pesa 500 gramos; su tamaño máximo es de medio metro y su peso de 5 kilogramos.

Las langostas carecen de verdaderas tenazas, pero mantienen a raya a los enemigos gracias a sus largas antenas y a que se esconden en las rocas; asomadas en sus cuevas sujetan al atacante con esos largos apéndices que funcionan como "lanzas y confunden e incluso hieren a peces pequeños.

Figura 28. Langosta.

El gran peso del caparazón impide nadar a los bogavantes y langostas, pero en cambio les es útil para resistir los embates del oleaje en las costas arenosas, donde pasan el tiempo bajo piedras o en oquedades; durante la noche salen de su escondite y recorren los fondos, cazando su alimento que principalmente son moluscos y otros invertebrados y peces.

Entre los anomuros se encuentran numerosas formas extrañas de crustáceos, una de las más notables es el "cangrejo ermitaño" del género Pagurus, cuyo abdomen es largo pero desnudo de caparazón y se enrolla en espiral.

Ante la necesidad de proteger su vulnerable abdomen, este cangrejo, que marcha pero no nada, busca una concha vacía de caracol en la que introduce su blando abdomen sin perder su libertad de peregrinaje. A partir de entonces, arrastra consigo su "casa portátil". Algunas especies pueden introducirse totalmente en la concha, cerrando la entrada con sus pinzas. Otra ventaja consiste en que la concha retiene agua, muy útil para la respiración branquial cuando el cangrejo queda al descubierto en la bajamar.

Algunos ermitaños no se conforman con la protección de la concha, y se asocian con anémonas que imponen respeto a los depredadores con sus tentáculos urticantes. La

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anémona se fija encima de la concha y también resulta beneficiada con el continuo traslado, que le permite capturar un mayor número de presas.

El estar enclaustrados les plantea algunos problemas, ya que el crecimiento de estos cangrejos es igual que el de otros crustáceos, es decir por medio de mudas, por lo que debe cambiar cada cierto tiempo el caparazón por uno nuevo que se endurece después de que el cangrejo abandona la antigua concha. A veces se producen fuertes luchas entre cangrejos para conseguir la nueva vivienda y puede ocurrir que uno de los rivales ocupe el interior de la concha y siga fuertemente entrelazado con el otro por las tenazas; el vencido se contenta con ocupar la vieja concha del vencedor.

Un segundo problema se le presenta al ermitaño que poseía una anémona sobre su vieja concha, y es que ésta no se traslada por sí sola a la nueva vivienda y necesita ser cambiada por ellos: el cangrejo rasca y estimula a la anémona hasta que ésta se contrae y se deja trasladar prendida en las tenazas, esta acción la realiza con delicadeza, pues las anémonas en ocasiones se parten en pedazos antes de desprenderse de su base.

Figura 29. Cangrejo ermitaño.

Existen anémonas que ahorran al ermitaño el trabajo del cambio de concha, ya que segregan en la base de su cuerpo una sustancia dura que van depositando en la entrada de la concha, y de este modo amplían progresivamente la vivienda del cangrejo a medida que éste crece.

Otros cangrejos ermitaños introducen el abdomen en una colonia del llamado "coral de fuego" del género Millepora, la cual va creciendo junto con el cangrejo, por lo que la relación es permanente.

Los braquiuros, con su abdomen corto, forman el grupo más grande de los crustáceos decápodos; está representado por los comunes "cangrejos de mar" de los géneros Callinectes, Carcinus, Cancer, entre otros, con unas 4 500 especies. Su cola se ha atrofiado y por lo general marchan lateralmente.

En muchos cangrejos de mar las patas están conformadas para desempeñar distintas funciones. Algunos de ellos poseen patas remadoras y son destacados nadadores; entre éstos los hay que se mueven en nutridos grupos por la superficie del mar. Otros, con sus patas cavadoras, son capaces de enterrarse con gran rapidez en la tierra o el lodo cuando acecha el peligro.

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Las hembras de muchas especies tienen el extremo del abdomen dilatado, lo que les sirve como "cuna" para portar los huevecillos; el "cangrejo azul americano" puede llevar hasta 2 millones de huevos. Una vez fecundados, la hembra los carga en su abdomen hasta que nacen las larvas.

En muchas costas cálidas pueden encontrarse grupos compactos de cangrejos pequeños que manifiestan una conducta muy curiosa; hasta más de 50 organismos llegan a congregarse en una superficie de un metro cuadrado. Al observarlos de cerca se descubre el porqué de la inquietud reinante, ya que los individuos machos tienen una de las tenazas descomunalmente crecida y la mueven rítmicamente de arriba abajo cada fracción de segundo, con el fin de atraer a las hembras para el apareamiento. Cuando una pareja de los organismos empieza con esta actividad cesa la reunión con la estampida general de los cangrejos, que desaparecen en las galerías que ellos mismos excavan, cuyas entradas obstruyen con un tapón de cieno.

Resulta sorprendente contemplar la huida del cangrejo corredor, propio de las costas tropicales, aunque también existe en el Mediterráneo; se eleva mucho sobre sus patas y corre lateralmente por las arenas a tal velocidad que le ha valido el sobrenombre de la "liebre de los cangrejos". Tienen tanta rapidez para enterrarse en la arena con sus patas posteriores como para correr por ésta y, como su cuerpo es transparente, se dificulta localizarlos.

No faltan cangrejos que son maestros del camuflaje; cubren su caparazón dorsal con algas y conchas que sujetan a ciertas espinas y cerdas de su propio cuerpo. Algunas especies usan estos restos animales o vegetales como escudo, pudiéndose observar que, cuando algún enemigo se aferra a la cubierta, el cangrejo la deja tras de sí y logra escapar.

El "cangrejo felpudo" mide 5 centímetros de longitud y corta con sus tenazas trozos de esponja adecuados para cubrir su caparazón, los que mantiene sujetos con las patas posteriores, que están diferenciadas por su forma y cortedad, apropiadas para su cometido. Si a pesar de todo el animal fuera sorprendido y obligado a huir, se desprende de la esponja; en otras ocasiones la esponja sigue su crecimiento y recubre el cuerpo del cangrejo.

Algunos cangrejos de mar tienen importancia económica, como el Cancer pagurus, que llega a pesar casi medio kilo, por lo que se pesca sistemáticamente por su tamaño y buena carne. En España, donde se le conoce con el nombre de "cangrejo buey", es objeto de un consumo muy elevado; su carne es sabrosa y los ejemplares llegan a medir hasta 30 centímetros de ancho, presentando potentes pinzas que producen heridas muy dolorosas.

En México existe la "jaiba" del género Callinectes, muy apreciada por el sabor de su carne y en algunos lugares representa una pesquería importante.

La centolla habita en Alaska, y se le llama "cangrejo rey de Alaska", famoso en el mundo entero no sólo por su exquisito sabor, sino también por sus magníficas dimensiones. Las hembras llevan en el vientre, durante 6 u 8 semanas, los huevecillos fertilizados hasta que salen los nuevos individuos. Las minúsculas larvas flotan en el océano cierto tiempo formando parte del plancton y luego se hunden hasta llegar al

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fondo, para dirigirse hacia aguas más profundas. Ahí maduran y permanecen todo el invierno, retornando a las aguas someras en la primavera para reproducirse.

Gigante entre los crustáceos es el cangrejo araña japonés Macrocheira kaimpferi, que recordarán quienes visitaron el viejo Museo de Historia Natural de la Ciudad de México, donde se exhibía un ejemplar disecado. De color escarlata, este cangrejo tiene un cuerpo de sólo 30 centímetros de diámetro, pero sus patas se extienden a más de 3 metros de punta a punta; a pesar de su arrebatador aspecto, el cangrejo gigante no es lo suficientemente fuerte para enfrentarse a un enemigo y prefiere ocultarse o escapar.

El grupo de los crustáceos bentónicos es característico por las adaptaciones que presentan para poder habitar los diferentes nichos de los fondos marinos. Además es importante en la alimentación humana, por lo que también es necesario conocer los métodos para su explotación racional.

XIII. PECES DEMERSALES. SUS ADAPTACIONES E IMPORTANCIA

Los peces son animales acuáticos, con una mayoría de organismos marinos, que viven en las diferentes regiones oceánicas, desde la costa hasta las mayores profundidades. Por la característica de su esqueleto se pueden distinguir dos grandes grupos, los elasmobranquios o peces cartilaginosos, cuyo esqueleto está formado por cartílagos, como es el caso del tiburón y las rayas, y los peces óseos, que ya presentan esqueleto óseo, como el atún, el robalo, etcétera.

Se consideran peces demersales los representantes de estos grupos que viven en o cerca del fondo de las zonas litoral, eulitoral y plataforma continental, llegando hasta profundidades de más o menos 500 metros. Estos peces, en general, presentan poco movimiento y se mantienen en contacto con el fondo, pero pueden efectuar movimientos migratorios según sus necesidades alimenticias o su ciclo de vida.

En la zona litoral algunos peces que viven en el fondo desarrollan costumbres curiosas y suelen desplazarse tierra adentro para hacer cortos recorridos antes de regresar al mar.

En las regiones tropicales, especialmente en los manglares en donde el agua es salobre, se encuentran peces que se podrían considerar "anfibios", ya que se arrastran por el suelo y trepan por las raíces de los mangles con ayuda de sus musculosas aletas pectorales. Estos peces han sido observados en Australia y cuando el hombre se aproxima a ellos, se arrojan al agua de un salto de manera parecida a como lo hacen las ranas. Nadan en la superficie con gran rapidez, dejando en ella una sola estela. Los "peces anfibios" también se localizan sobre las piedras que salen del agua en la orilla de la playa.

Los peces llamados anabas, que viven en el litoral de los mares tropicales, tienen un comportamiento análogo a estos peces capaces de vivir en los dos medios, con la

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ventaja de que están dotados de un órgano respiratorio suplementario abajo de las branquias, que les permite retener suficiente cantidad de agua para humedecerlas, de modo que pueden respirar normalmente cuando se hallan en tierra firme.

Los peces del género Gobius, llamados comúnmente "góbidos", saltarines, miden 15 centímetros de longitud y viven en las inmediaciones de las costas de todos los mares, a profundidades que oscilan entre 2 y 20 metros, cuyo fondo es cenagoso, rico en vegetación y de aguas tranquilas, pudiendo encontrarse en zonas arenosas y rocosas donde el flujo y reflujo de las mareas dejan descubiertos grandes espacios, y no les afecta la abundancia ni la disminución del agua. Durante la bajamar, al quedar en seco en el lodo, levantan del fondo la primera porción del cuerpo, apoyándose en las robustas aletas pectorales y miran en torno suyo como si quisieran cerciorarse de que no corren peligro; luego, empleando esas aletas a modo de patas, se arrastran hasta subir a la orilla, pudiendo brincar de piedra en piedra por la acción de la fuerte parte posterior del cuerpo; por esto se les ha llamado "saltadores del barro".

La larga exposición al aire y al Sol no les perjudica, porque los intercambios gaseosos pueden llevarlos a cabo también en el medio atmosférico en donde cazan insectos, gusanos y moluscos que abundan en el fango. Están de tal manera adaptados a esta vida que, como señalan los especialistas en el estudio de los peces o ictiólogos, mueren si no pueden salir del agua de cuando en cuando. Estos saltarines son muy comunes en ciertas regiones y se capturan con fines alimenticios; así lo hacen, por ejemplo, los tailandeses que los llaman con el curioso nombre de "platin".

Los peces de la familia Gobidae se consideran como los más diversificados de los peces costeros y sus 600 especies tienen en común el hecho de no rebasar los 20 centímetros de longitud y el vivir en los charcos formados durante la retirada de las mareas, en los fondos pedregosos y en las praderas de fanerógamas y de algas marinas, donde presentan un comportamiento marcado de territorialidad, ocupando áreas de aproximadamente un metro de diámetro que el macho defiende de otros organismos, delimitando así su zona de cría. Estos peces han logrado adaptarse de forma admirable a las condiciones costeras para obtener de ellas el máximo beneficio y quizá sean parientes de los peces que originaron a los anfibios como las ranas.

En las costas rocosas de la zona eulitoral se encuentra gran diversidad de peces de fondo o demersales; entre ellos se pueden mencionar a las "morenas", que tienen cuerpo serpentiforme y están provistas de extraordinarias mandíbulas, no tienen aletas ventrales y sólo un vestigio de las pectorales, quedando la dorsal y la anal cubiertas por la piel y formando un simple repliegue que el animal no utiliza para la natación, la cual lleva a cabo perezosamente por ondulaciones de su cuerpo.

Estos peces con frecuencia hacen sus guaridas en las oquedades rocosas situadas inmediatamente bajo el nivel mínimo de las mareas, y su cuerpo alargado y cilíndrico, salvo en el extremo posterior, donde se comprime lateralmente, lo acomodan fácilmente entre las piedras que forman su escondite.

La cabeza de las morenas es pequeña en relación con el tamaño de su cuerpo, pero su hocico es cónico y llevan una boca ancha provista de fuertes dientes, puntiagudos y numerosos; en el paladar portan glándulas que segregan sustancias tóxicas, las cuales producen transtornos más o menos graves, incluso en los humanos, cuando las

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inocula al morder. Su alimentación es carnívora; algunas veces son muy voraces y agresivas y desde sus guaridas se lanzan con enorme agilidad sobre todos los animales que pasan cerca de ellas. Su aspecto es feroz, como lo saben los pescadores submarinos, y poseen una vitalidad notable, ya que, en ocasiones, cuando son arponeadas, han podido escapar.

Figura 30. Morena.

Las morenas, conocidas desde la antigüedad, fueron objeto de extravagantes creencias, como que podían seguir viviendo después de haberles cortado la cabeza y que morían inmediatamente si se les amputaba la cola, donde residía su gran fuerza. Los romanos apreciaban tanto su carne, que las llegaron a criar y engordar en estanques anchos y profundos, construidos con sumo arte cerca de las playas, en los cuales el agua salía y circulaba libremente. Las morenas eran servidas por los romanos en los banquetes en que celebraban sus triunfos y así satisfacían su apetito.

Como algunos creían que tales peces resultaban más exquisitos si se les alimentaba con carne humana, arrojaban en los estanques esclavos presuntos culpables de cualquier delito para que los devorasen. En la actualidad las morenas se comen en las costas españolas e italianas y además se aprovecha su piel, que es gruesa y resistente, para confeccionar bolsas y diversos objetos de peletería.

Otros de los peces que más abundan en las costas rocosas son la "lubina" de las costas atlánticas de España, que también se conoce con el nombre de "lobo" en el Mediterráneo y que pueden alcanzar hasta un metro de longitud y pesar varios kilos.

Su extraordinaria rapidez y habilidad, así como sus hábitos voraces, convierten a los robalos en el peor enemigo de los cardúmenes de pececillos y de las agrupaciones de

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crustáceos que viven en las costas; por esta razón también se les puede considerar como especie para pesca deportiva, puesto que se prenden bien a los anzuelos.

Los "meros" de la familia Serranidae, son peces carnívoros de dientes cónicos, que habitan en los fondos rocosos o coralinos, adornando su cuerpo con manchas de muy variados tonos.

Las chernas son peces demersales de cuerpo poderoso, a veces de proporciones considerables, que viven a unos metros de profundidad en todos los mares tropicales y subtropicales, pero pueden llegar a localizarse hasta 300 o 400 metros; su carne es muy apreciada en el mercado.

Dentro de esta fauna demersal de las costas rocosas llaman la atención los "caballitos de mar" del género Hippocampus, que son peces cuya forma extraña ha llamado la atención de los científicos desde tiempos remotos. Existen en todos los mares cálidos y templados del mundo, tienen el cuerpo comprimido lateralmente y su cabeza está separada del tronco por una región que podría llamarse "cuello", hecho único en el grupo de los peces, formando un ángulo de 90 grados con el resto del cuerpo.

Figura 31. Hippocampus.

Su aspecto recuerda a la cabeza esquematizada de un caballo con el hocico tubular, no muy largo, en cuyo extremo se abre la pequeña boca; sus ojos son grandes y redondos y cerca de las aberturas branquiales se implantan las aletas pectorales en forma de abanicos. El cuerpo aplanado ancho termina en un extremo cilíndrico adelgazado que se enrolla hacia adelante. Los machos presentan en la región ventral una bolsa incubadora donde colocan a las crías durante su desarrollo; éstas salen cuando alcanzan de 10 a 12 milímetros de longitud por uno de grosor.

El extrañísimo cuerpo de estos peces tiene color variable: grisáceo, amarillo, rojo, acastañado, verdoso, etcétera, y presenta anillos transversales recorridos a lo largo por crestas y puntas.

Los caballitos de mar son depredadores de organismos de tamaño reducido que habitan las costas, como crustáceos y otros peces que constituyen su alimento, los que son capturados mediante la fuerte succión de la boca en forma de trompa. La corriente provocada arrastra a las pequeñas presas con tal fuerza, que hasta las de mayor tamaño se estrellan contra el orificio bucal y se destrozan, ingresando fragmentados al tubo digestivo de su depredador. Estos peces se encuentran casi

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siempre entre las algas ramificadas, a las que se sujetan utilizando la cola en posición vertical, haciéndose casi invisibles para el ojo humano; de cuando en cuando sueltan la cola y hacen vibrar sus aletas que funcionan como hélices, gracias a las cuales avanzan despacio.

En estas zonas rocosas, pero a mayor profundidad, se encuentran también gran diversidad de especies de peces demersales, que además de sus diferentes adaptaciones para vivir en este medio, son de gran importancia para la pesca comercial. Por ejemplo, se tiene la cherna, que llega a medir hasta dos metros de longitud y pesar 50 kilos; este pez se caracteriza por tener una mandíbula prominente; es un animal fuerte que se alimenta de invertebrados y peces, y presenta carne blanca, firme y de magnífico sabor.

Los huachinangos, guachinango o pargos colorados son peces demersales de roca de la familia Lutjanidae, con cuerpo robusto de coloración característica en rojo, que viven en mares tropicales. Los ingleses les llaman snappers que significa "mordedores" y, por su color, red snappers. Se les encuentra formando bancos de varios individuos y su carne es muy apreciada, siendo alimento común en todas las regiones del planeta. También están presentes en estas zonas de fondos rocosos las "cabrillas", Sciaenidos o curvinas.

En los fondos blandos de la plataforma continental, formados por arena y limo, se localiza una variada fauna de peces demersales. En estos fondos, los peces encuentran abundante alimentación y las especies que ahí habitan no se parecen en nada a las que viven en los medios rocosos. Las adaptaciones de los peces planos, como los lenguados, son un ejemplo muy notable del acomodo para vivir en este tipo de fondos.

En los lenguados la simetría bilateral, característica de los peces, se pierde, ya que su cuerpo se aplana, toma una forma oval y sus estructuras se desplazan a una de las caras del cuerpo, la cual también conserva los pigmentos, mientras que la otra cara que está en contacto con el fondo pierde su estructura y pigmentos. Particularmente sobre la cara pigmentada, en la cabeza, se encuentran los ojos muy próximos, la boca se tuerce quedando lateral y las aletas son más grandes en la cara coloreada.

Estos peces se entierran en la arena por movimientos de sus aletas, dejando fuera sólo los ojos, que tienen gran movilidad; en tal posición cambian de color en su porción pigmentada, adecuándolo de tal forma al medio, que hace casi imposible el descubrirlos. Llevan a cabo su natación por movimientos ondulatorios del cuerpo.

Durante su reproducción, los lenguados depositan sus huevecillos en el fondo del agua y de ellos se desarrollan larvas muy diferentes a los adultos, con cuerpo simétrico y que nadan libremente, pero esta forma cambia del todo en cierto momento de su metamorfosis. Un ojo se traslada al lado opuesto de la cabeza y termina por estar casi en contacto con el otro; a esta variación se agrega la distorsión de la boca, la presencia de pigmentación del lado destinado a mirar hacia arriba y la desaparición de la vejiga natatoria. Así transformados los jóvenes, cambian también de hábitos, bajan al fondo y se apoyan en él como los adultos.

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Los lenguados son carnívoros voraces, devoradores de pececillos, crustáceos, gusanos, etcétera. Suelen vivir a moderada profundidad, aunque existen algunas especies decididamente abisales, encontrándoseles en todos los mares la mayoría son pequeños o de mediano tamaño, aunque algunos llegan a medir tres metros y pesar varios kilos; son muy estimados por el buen sabor de sus carnes blancas.

Las rayas son organismos cartilaginosos que viven en los fondos de arena y que se caracterizan por su cuerpo aplanado de la región dorsal a la ventral y por tener sus aletas pectorales enormemente desarrolladas, también aplastadas, formando con la cabeza y el tronco un solo disco romboidal, de donde parte un pedúnculo caudal más o menos largo, terminado en aleta. En la zona donde sale la cola se localiza una espina o aguijón con el cual puede causar heridas muy graves y dolorosas al inocular sustancias tóxicas. Dentro del grupo de las rayas existe gran diversidad, siendo las más comunes las "rayas látigo", los "torpedos" o "raya eléctrica", la "mantarraya" o "diablo del mar", el "pez guitarra", etcétera.

Además de estos peces de fondo, en la plataforma continental se encuentran nadando cerca del fondo gran variedad de peces demersales, que constituyen una población muy significativa para las pesquerías del mundo.

El "bacalao" del género Gadus es un hermoso pez que suele medir unos 50 centímetros, aunque algunos ejemplares alcanzan metro y medio de longitud y pesan varias decenas de kilogramos. Tienen el dorso coloreado negrusco y el vientre blanco; su cuerpo es alargado, más bien pesado y macizo, cubierto de escamas pequeñísimas, con la línea lateral marcada dividiendo la región dorsal de la ventral. Prefieren las aguas frías, en las que se hallan entre 0°C y 7°C, siendo organismos gregarios que viven acompañados de otros de su misma especie, formando bancos a profundidades de 500 metros, o sea, en el extremo límite de la meseta continental.

Para reproducirse, el bacalao busca aguas menos profundas y más cálidas; su fecundidad es extraordinaria, pues una sola hembra puede poner entre 5 y 10 millones de huevos. Es muy voraz, y todas las presas que están a su alcance son buenas para él, incluso los bacalaos pequeños; pero sus manjares favoritos son el calamar y el bucino ondulado, molusco de concha dura. Las principales zonas para la pesca de bacalao son, actualmente, la plataforma continental islandesa, los bancos de Terranova, la costa occidental de Groenlandia y el Mar de Barents.

La "merluza" del género Merluccius es uno de los peces demersales de mayor estima, por la bondad y fácil digestión de su carne. Su cuerpo es alargado y poco comprimido lateralmente, la cabeza fuerte y puntiaguda, la boca grande, los dientes robustos y la mandíbula más larga. Mide de 30 a 80 centímetros de largo, aunque en algunos casos puede llegar a medir hasta un metro y medio. Son animales voraces que comen de preferencia otros peces, como sardinas, y van desde el fondo, en que descansan durante el día, a la superficie en busca de presas. Se pueden capturar todo el año, pero son más abundantes en los meses de febrero a mayo.

Los peces demersales representan un grupo de gran potencial pesquero, por lo que muchos países están haciendo esfuerzos por localizar nuevos fondos para su captura. Durante muchos años este tipo de peces se pescaron en la plataforma continental cerca de la costa, pero cada vez los barcos se tienen que retirar más para obtener estos

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recursos, siendo necesario dejar descansar los fondos donde tradicionalmente se habían capturado, con el fin de que se restablezcan, respetando a los peces jóvenes y protegiendo ciertas zonas en forma de reservas naturales.

Este problema lo conocen muy bien los biólogos nacionales e internacionales, lo que se necesita es hacer comprender a los gobiernos y a la industria pesquera que primero está el interés de la humanidad que los intereses particulares de pequeños grupos.

XIV. LA VIDA EN LOS FONDOS OCEÁNICOS ABISALES

HACE unos cuantos años, las profundidades marinas permanecían casi completamente ignoradas por el hombre, debido a la carencia de medios para explorar la enorme masa acuática; tan sólo la fantasía, la leyenda y la genial intuición reflexionaban sobre las formas vivientes y su distribución en los dominios abisales.

Con el desarrollo de la tecnología, el hombre ha podido asomarse a los fondos marinos y contemplar directamente la faz de la naturaleza en los niveles donde la distancia a la superficie impide la llegada de la luz solar: el reino de la oscuridad y la penumbra.

En la columna de agua que separa el fondo de la superficie marina se establece una gradación de los factores ecológicos. La luz, a profundidades superiores a los 400 metros, ha desaparecido por completo.

El oxígeno, por otra parte, decrece con la profundidad y, si bien en las zonas intermedias se encuentra disuelto en el agua en suficiente cantidad para soportar la vida animal, en ciertas fosas abisales puede desaparecer por completo y originar regiones abióticas en las que únicamente es posible la existencia de bacterias anaerobias.

La temperatura también alcanza en los fondos valores mínimos: nunca supera los 4°C y, en las zonas más profundas, se acerca a los cero grados. Finalmente, la presión adquiere un extraordinario aumento al descender en la masa de agua: por cada 10 metros de profundidad se incrementa en una atmósfera, lo que supone valores cercanos a las 1 100 atmósferas en los enclaves más profundos.

En el siglo pasado nadie se imaginaba que las grandes profundidades oceánicas tuvieran vida; los hombres de ciencia alegaban que una región tan fría, tan oscura y tan estéril debía estar privada de vida. Los primeros trabajos de investigación en estos fondos del mar tenían como objeto colectar partículas del sedimento por medio de sondas, y entonces pudieron percatarse de que había vida en aquellas profundidades, a medida que sacaron seres de formas extrañas que parecían pesadilla.

El rigor de las condiciones ambientales determinará, por tanto, una comunidad viviente no muy numerosa, pero provista de adaptaciones para prosperar en un medio que presenta condiciones tan adversas para la vida. Desde ese momento, se iniciaron

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programas para el estudio de tan extraordinaria forma de vida, y han ido diseñándose equipos especiales para recoger muestras, así como vehículos sumergibles en donde audaces investigadores han desafiado la profundidad para penetrar en ese mundo bajando a muchos millares de metros.

En 1934 la marca de esas zambullidas era tan sólo de 800 metros bajo la superficie del mar, pero un cuarto de siglo después, los exploradores han logrado descender hasta profundidades de 13 000 metros.

Vehículos de investigación

Profundidad metros

Duración máxima

Asherah

Nekton gamma

Star II

Franklin

Deep Star 400

Dowb

Cyana

Aluminaut

Archimede

Trieste

196

300

400

600

1 200

1 960

2 980

4 450

11 000

13 000

8 horas

4 horas

8 horas

42 días

12 horas

26 horas

72 horas

30 horas

10 horas

10-12 horas

Después de los 200 metros de profundidad la espesa capa de agua actúa como obstáculo insuperable que no permite que los rayos del Sol lleguen hasta los grandes fondos del mar. La vida en estas zonas del océano está representada únicamente por animales, ya que los vegetales, al no contar con luz, no pueden habitarlas.

La vida en lugares poco iluminados, algunos de los cuales alcanzan las tinieblas, determina que los animales se acomoden a estas nuevas circunstancias y que la estructura de su cuerpo se moldee para adaptarse mejor a ellas.

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La falta de luz solar en los grandes fondos hace que la vida de los vegetales no sea posible, con excepción de las bacterias, por lo cual la elaboración de materia orgánica es mínima, efectuándola sólo las bacterias a través de la quimiosíntesis; por ello los animales que habitan los fondos oceánicos no tienen otra posibilidad que depredarse unos a otros o esperar que caigan de la superficie restos de los animales y plantas que viven en las capas superiores.

Por lo tanto, las profundidades de los mares no están vacías: aunque carecen de las inmensas bandadas de peces de las aguas superficiales, tienen una vida propia que apenas se está empezando a conocer. Hay asombrosas criaturas que se mueven en esas profundidades en las que reina un terrible silencio, donde no se sienten las acciones de los vientos, del Sol, ni oleaje, de modo que el medio se encuentra casi inmóvil, oscuro y enteramente frío.

Sus músculos y medios de locomoción son débiles y consecuentemente de escasa eficacia, apenas sirven para su lento y perezoso caminar sobre el fango que tapiza el fondo o para producir, mediante ellos, una lentísima y torpe natación. Sólo efectúan los movimientos indispensables para la búsqueda y captura de sus presas o la defensa contra enemigos que son tan torpes e ineficaces como ellos.

Estos organismos dan la apariencia de estar mal desarrollados, ineptos para una vida activa y bulliciosa, seres raros pertenecientes a un mundo distinto al que el hombre está acostumbrado a observar. Cuerpos con estructuras faltas de armonía y equilibrio, pero larguísimos con un desarrollo descomunal, casi innecesario, ya que realizan torpes y lentos movimientos; quietud y moderación son las notas y características de estas criaturas, de cuyo vivir no se sabe mucho porque las muestras que han llegado a los científicos todavía resultan escasas.

En el frío cieno del fondo se arrastran pequeñas criaturas con cuerpos de colores vivos que el ojo humano no puede registrar a menos que se iluminen las profundidades con potentes lámparas.

Las esponjas representan a los organismos menos evolucionados de la región abisal y como están completamente abiertas al agua, debido a que su cuerpo está recorrido por gran número de canales, no tienen problema de presión a cualquier profundidad, ya que siempre están llenas de agua a la misma presión de la que las rodea. Son organismos resistentes y elásticos que sólo sirven de alimento a muy pocos animales, por lo que son menos atacados. El esqueleto de algunas esponjas está estructurado por una sustancia llamada espongina, que es muy fuerte y flexible; otras tienen esqueleto de carbonato de calcio y son casi tan duras como la piedra, mientras que algunas de las más hermosas tienen esqueleto de sílice formado por agujas y filamentos entrelazados, dando la apariencia de vidrio hilado.

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Figura 32. Pez de los abismos presentando características de adaptación en su cuerpo.

Las esponjas silicosas que parecen de vidrio, como la del género Euplectella o regadera de Filipinas, de la que algunos ejemplares llegan a medir medio metro de longitud, se levantan delicadamente del fondo del océano, soportando presiones que convertirían al instante un automóvil en lámina aplastada.

A pesar de la belleza de su esqueleto, las esponjas silicosas, que son las que abundan en las profundidades oceánicas, encontraron muy pocos admiradores entre el equipo investigador de la expedición Galathea, ya que tuvieron que ser muy precavidos al subir las redes de colecta para que los fragmentos de estas esponjas no penetraran como astillas de vidrio en su piel.

A los organismos del género Monurraphis, que se encuentran en el Océano Índico a lo largo de las costas del África, los llaman esponja de una aguja, porque está sujeta al fondo del mar por una gruesa espícula en forma de aguja de vidrio en su extremo inferior. Otras esponjas de las profundidades están ancladas por fuertes cuerdas de vidrio, o aun con apéndices en forma de garfio que se asemejan a las anclas utilizadas en las embarcaciones, pero en casi todas ellas el cuerpo tiene forma de largos tallos o troncos para que el lodo del fondo no obstruya sus poros.

Entre los celenterados se encuentran algunas anémonas actinias, que viven generalmente aisladas, y son más grandes que los habitantes individuales del coral: llegan a una longitud de 30 centímetros o más. Han tomado posesión de los declives continentales, de las llanuras de los abismos y del fondo de las trincheras más profundas.

Las plumas de mar, que son celenterados coloniales, presentan una parte blanda y prolongada que hunden en el limo, sosteniendo el resto de la colonia que se ve libre de enterrarse. Las colonias de estos organismos toman la forma de largos tallos en los que los individuos se agrupan en manojos parecidos a plumas. Su aspecto es muy semejante al de una pluma de ave antigua y llegan a tener hasta dos metros de longitud. A menudo las plumas de mar que habitan en los abismos son luminiscentes.

A una profundidad de 6000 metros en el Océano Índico, el Galathea encontró la gran pluma de mar del género Umbellula, cuya colonia está reunida en forma de flor en la parte superior del tallo. En esta expedición, las plumas en ocasiones se recogían todavía vivas y los exploradores daneses podían contemplar su delicada luz azulada,

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antes de que murieran, como la especie Penatula, que se ilumina cuando se le toca; el fulgor comienza en el punto de contacto y se extiende de rama en rama hasta que brilla toda la colonia.

En las profundidades del océano se han encontrado animales vivos que han existido desde hace millones de años, como es el caso de Neopilina, que se ha colocado dentro del grupo de los moluscos, aunque hubo problemas en su identificación, ya que posee características de gusano, de molusco y de artrópodo. El biólogo inglés Yonge llamó al descubrimiento de Neopilina "un acontecimiento zoológico de primer orden" que por sí solo justificaba el viaje del Galathea alrededor del mundo, por la luz que proporcionó a uno de los objetivos fundamentales de la biología, que es el proceso de la evolución.

En 1957 su descubridor, el doctor danés Henning Lemche, le encontró parecido a un fósil llamado Pilina, extinguido hacía más de 560 millones de años, por lo que le llamó "nuevo Pilina" o Neopilina. El fósil Pilina parece que es un gusano en proceso de convertirse en molusco, pero cuenta también con características de artrópodo. Un autor los ha llamado "gusanos-caracoles", para indicar que son eslabones de unión entre dos grupos animales muy distintos.

En 1958 el barco de investigación Vema encontró una variedad de neopilinas a más de 5 700 metros de profundidad a lo largo de la costa del norte de Perú. El análisis de la historia evolutiva de esas antiguas criaturas mantendrá ocupado a los hombres de ciencia en los años venideros.

Otros moluscos son poco comunes en las profundidades; los que se encuentran presentan como características mayor tamaño y el que sus conchas tienden a ser más delgadas a medida que aumenta la profundidad, como en el caso de los grandes bivalvos localizados a 3 800 metros en la fosa submarina Nankai del Mar de Japón, cercanos a los manantiales calientes de donde obtienen el metano que utilizan para producir su energía.

Es posible considerar que los animales más numerosos en los abismos son los crustáceos, los cuales se caracterizan por tener las patas articuladas y su cuerpo protegido por una cubierta quitinosa.

La capa de fango blanda y tenue que tapiza el fondo de los océanos hace que los cangrejos de cuerpo pesado se hundan en ella, quedando así resguardados y protegidos, en tanto que otros tienen delgadísimas y largas patas, a modo de zancos, para sortear el peligro de verse cubiertos por el fango.

Entre estos animales son notables los individuos del género Colosendis, que presenta sus patas inmensas y su cuerpo reducido a su mínima expresión, por esto se les coloca en el grupo de los pantópodos, nombre muy descriptivo que traducido fielmente quiere decir "todo patas", aludiendo a que son las extremidades las partes más evidentes del cuerpo, constituyendo el resto un insignificante y ridículo esbozo.

La vida en perpetua tiniebla tiene como consecuencia que los órganos del tacto alcancen dimensiones extraordinarias. Los crustáceos, como los camarones,

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quisquillas y langostas, tienen los órganos de los sentidos llamados antenas, de dos o tres veces la longitud de su cuerpo. Sus patas son también desmesuradamente largas.

Aunque generalmente las langostas prefieren vivir en aguas poco profundas, algunos ejemplares de esos grandes e importantes crustáceos se han localizado en las profundidades. La expedición Galathea encontró una langosta blanca a una profundidad de 5 200 metros a lo largo de las costas de Indonesia. A 3 000 metros en las costas del Pacífico, en América Central, recogió una langosta ciega con grandes pinzas delanteras y frágil aspecto.

Los camarones se encuentran frecuentemente a grandes profundidades. Los que viven de 4 500 a 6 000 metros abajo de la superficie del mar no son de aspecto muy diferente a los que llegan a nuestras mesas, a excepción de que son más grandes, hasta de 30 centímetros de largo, y a veces de color más vivo.

El camarón rojo de las profundidades, llamado Acantephira, lanza una sustancia bioluminiscente a través de sus glándulas situadas a los lados de la boca, con la que atrae a sus presas para capturarlas. Otro notable camarón de los abismos, el Sergestes de color escarlata, lleva una larga antena gruesa, flexible como látigo, en la punta semejando una caña de pescar. De esta antena salen muchos ganchos curvos hacia adelante, capturan a sus presas y las jalan luego hasta que quedan al alcance de sus terribles pinzas.

Entre los equinodermos, las holoturias o pepinos de mar de los grandes fondos son muy distintas y extrañas unas de otras; presentan muchos apéndices y prolongaciones que hacen que apenas se reconozcan, pero todas ellas, dentro de esta gran diversidad, tienen como rasgo común la existencia de una superficie ventral plana que les permite deslizarse suavemente por el fondo sin hundirse.

La expedición del Galathea encontró una gran cantidad de extrañas especies de holoturias recogidas a 7 000 metros en la trinchera Kermadec, del sur del Pacífico. Tenían aproximadamente 7.5 centímetros de largo y extrañas protuberancias.

Las estrellas de mar se han visto a profundidades de 4 000 metros, conociéndose unas 2 000 especies; los individuos comúnmente tienen cinco brazos, sin embargo, también los hay con 6, 12 y aun 50 brazos; varían de tamaño desde 2.5 centímetros de diámetro hasta varios metros.

Los ofiúridos o bailarinas de mar abundan en los fondos oceánicos y las cámaras fotográficas han revelado grandes masas de ellas en las profundidades, con sus brazos semejantes a culebras entrelazadas, de tal modo que forman una sola y gruesa masa. Se han encontrado hasta 500 de ellas por metro cuadrado y son tan frágiles que es muy difícil atraparlas con redes, ya que muchos centenares se rompen y desaparecen por las mallas de las redes antes de llegar a la superficie.

Los erizos de mar de las profundidades presentan glándulas cuya picadura puede ser mortal. Otro tipo de equinodermo es el lirio de mar o crinoideo, criaturas de largo tallo con una corona de cinco "hojas" semejantes a plumas en su extremo. Son los primeros fósiles vivientes dragados del mar; actualmente sus esqueletos fosilizados forman una masa de piedra caliza de 60 a 150 metros de espesor.

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Se creía que estos lirios de mar se habían extinguido hasta que en 1850 el pastor noruego Michael Sars sorprendió al mundo científico con algunos ejemplares vivos. Se han encontrado a profundidades hasta de 8 200 metros y actualmente se conocen unas 800 especies.

La sabiduría de la naturaleza al diseñar a las criaturas de las profundidades es aún más impresionante al estudiar a los peces de los abismos. Los cuerpos de los peces de las grandes profundidades son elásticos y blandos, sus huesos son flexibles y su carne se asemeja a la de una medusa.

No es necesario que se adapten especialmente a la presión, porque es la misma dentro y fuera de ellos; el agua penetra en sus tejidos a una compresión de 7 u 8 toneladas por cada 10 centímetros cuadrados de su cuerpo, por lo que proporciona toda la protección que necesitan estos peces.

Como en el abismo no hay olas ni tempestades, sino tan sólo débiles corrientes, los peces no requieren sólidos esqueletos que les ayuden a resistir la turbulencia del mar. Además, el calcio, la sustancia principal para la formación de los huesos, es muy escaso en las aguas profundas, y la vitamina D, indispensable en la composición de los huesos, no puede producirse en una región sin luz solar, por lo que los habitantes de las profundidades son raquíticos.

Causa asombro que estos peces de las tinieblas tengan ojos inmensos, pero también, por la falta de luz, algunos seres abisales carecen por completo de ojos o los tienen tan reducidos que no pueden serles muy útiles. Sin embargo, peces con ojos muy pequeños logran ver bien; carecen de las células visuales llamadas conos que controlan la apreciación de los colores y la agudeza visual, pero tienen bastones extraordinariamente bien desarrollados, células que reaccionan a la luz y dan imágenes en blanco y negro.

Los peces abisales, además, poseen detrás de la retina del ojo una capa de refuerzo llamada tapetum. En esta capa se refleja la luz que ha entrado en el ojo, y por lo tanto, pasa dos veces por la retina; de este modo, su gran sensibilidad luminosa les permite percibir una presa en la oscuridad casi completa. Además, esos extraños ojos están adaptados para reaccionar al más débil destello de luminiscencia, por lo que los colores más vivos quedan desperdiciados en los peces de profundidad, la mayoría son de color negro o pardo.

La bioluminiscencia, el proceso de la producción de la luz, es una propiedad muy común en la oscuridad de los abismos. Los seres luminosos emiten destellos que se ven constantemente en las profundidades donde nunca llega la luz del Sol. Se trata de una energía lumínica sin pérdida de calorías, emitida en unos órganos llamados fotóforos en los que se realiza un proceso químico, mediante un fermento, la luciferasa, que reacciona con la luciferina, con desprendimiento de luz.

La mayor parte de los peces abisales se encuentran provistos de fotóforos, y las transformaciones distintas que adquiere su cuerpo en orden a los diferentes tipos de caza son innumerables. Sin embargo, tal vez el método más extendido es el de situar el órgano luminoso en el extremo de un apéndice que, a manera de caña de pescar, atrae a los incautos pececillos y crustaceos.

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Otros peces abisales están provistos de aletas desflecadas cuyos radios se transforman en eficaces órganos táctiles y aparentan ser los ciegos de los mares, valiéndose de sus largos apéndices como si éstos fueran su bastón, en cuyo extremo se localiza la sensibilidad de sus fibras nerviosas.

El abismo está poblado de criaturas que comen carne; los habitantes de las profundidades presentan adaptaciones especiales, como enormes quijadas desarticuladoras provistas de feroces y afilados dientes como dragas que se hunden en su enemigo de cualquier tamaño, y un estómago inmenso, dilatable, capaz de engullir presas de descomunal tamaño, si se las compara con las dimensiones propias de estos animales.

En los encuentros al azar que ocurren en la oscuridad, los pequeños pueden devorar a los grandes. Hay algunos peces que sólo parecen cabeza y quijadas; hay otros con dientes enormes que no pueden caber dentro de la boca y quedan fuera de ella cuando las quijadas se cierran.

Si se pregunta la razón de esas formas extrañas, la explicación reside en la continua falta de alimento, que obliga a cada especie a aprovechar cuanto cae de las capas de aguas superiores. Cuentan siempre con que la siguiente comida se hará esperar mucho.

Así, al ser el alimento demasiado escaso en la región abisal, no pueden crecer los organismos en proporciones considerables, teniendo sus habitantes unos cuantos centímetros de largo. Un pez, el pescador, que pertenece a los ceratoideos, presenta conductas extrañas: el macho pasa su juventud buscando una hembra y cuando la encuentra se sujeta con sus quijadas a cualquier parte de su cuerpo y no la suelta, alimentándose a través de la corriente sanguínea de ella. Cada hembra lleva dos o tres machos adheridos, cuyos tamaños apenas pasan de unos centímetros.

Muchos peces engullen grandes cantidades de limo o fango que tapizan uniformemente el fondo. En medio de esta sustancia, que puede resultar indigesta y no nutritiva, se esconden partículas alimenticias, trozos de sustancias orgánicas, microorganismos, etcétera, que son aprovechados. Como este alimento tiene escasísimo poder nutritivo, el animal compensa tan pobre dieta ingiriendo grandes volúmenes.

Entre los peces más comunes en profundidades superiores a 1 000 metros se encuentran los macrúridos o "colas de rata", que tienen un aspecto sumamente raro: sus cabezas son muy gruesas y fuertemente blindadas, pero sus cuerpos se adelgazan rápidamente hasta convertirse en largas y delgadas colas. Sus ojos son muy grandes, de 3 centímetros de diámetro, y presentan una cola de rata de 30 centímetros de longitud. Algunas especies viven a 900 metros, pero otras llegan hasta los 3 900 metros de profundidad.

Las expediciones científicas emprendidas para explorar los grandes abismos del océano han proporcionado datos muy interesantes acerca de la manera en que los organismos están distribuidos en los grandes fondos. Parecería lo natural que estuvieran uniformemente repartidos, dada la estabilidad de las condiciones del ambiente; sin embargo, un hecho curioso es la extensa dispersión que presentan.

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Apenas se está penetrando en los misterios del abismo, pero todavía falta recorrer un largo camino para llegar a comprender y estructurar perfectamente la vida en los dominios abisales, los más recónditos e ignorados enclaves de todo el planeta azul.

XV. TÉCNICAS DE COLECTA Y ESTUDIO DEL BENTOS

POR representar el bentos una biocenosis compleja formada por organismos que viven sobre el fondo o enterrados en él, su estudio tiene gran interés y se realiza en ambientes muy variados, de acuerdo con la naturaleza del sustrato.

En el océano, la zona eulitoral comprende la parte más extensa de la ribera; bajo la influencia de las olas y de las diferencias del nivel del agua, su extensión depende de las condiciones locales, como lo escarpado de la orilla y la intensidad de las variaciones del nivel. Los espacios que se forman entre la arena y la grava de la zona eulitoral se llenan de agua y en ellos habitan animales de morfología característica, encontrándose también algas y otros vegetales en las capas superiores de estos sedimentos.

En esta zona las colectas y las investigaciones se llevan a cabo utilizando el buceo, debido a que no se pueden emplear embarcaciones por el fuerte oleaje y la escasa profundidad. Cuando se toman muestras, se debe tener en cuenta que existen diferencias en la distribución tanto vertical como horizontal de organismos, por lo que hay varios métodos para realizar esta tarea.

Uno de estos procedimientos de colecta consiste en cavar con una pala en la proximidad inmediata de la orilla hasta llegar al agua subterránea, se saca agua intersticial afluente y se filtra con una "red de mano" de gasa, llevando la muestra rápidamente al laboratorio sin añadir ningún fijador, efectuándose el recuento de los organismos y calculándose el volumen total de la muestra mediante un cilindro graduado. Se realizan varias excavaciones a diversas profundidades y distancias de la orilla, determinando así la distribución de los organismos en el sedimento.

En otro método, la muestra se colecta introduciendo verticalmente en la arena un tubo con el que se extrae una columna de arena, la que se divide cuidadosamente en discos de grosor variable, pero inferior a un centímetro, que se examinan separadamente al microscopio.

Una forma para sacar los organismos de la muestra de arena es el método de Remane, que consiste en añadir a la muestra una solución débil de formol, agitarla bien y decantarla. El formol adormece a los organismos, evitando que se sujeten a los granos de arena y que se hundan con ellos, para recogerlos después de repetidos lavados y decantaciones. La densidad de población llega a veces a 1,000 individuos por centímetro cúbico de arena.

Los organismos del bentos de la zona eulitoral no solamente están expuestos a los factores ambientales que varían con la profundidad, luz, temperatura y presión, sino

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que, además, están en relación directa con los diferentes sustratos. En el fondo existen zonas limitadas en las que las rocas afloran a la superficie, encontrándose expuestas a gran turbulencia, y por lo tanto, poco propicias a los fenómenos de sedimentación y a la implantación de organismos. El muestreo en ellas ha avanzado mucho con el buceo autónomo, la fotografía, la cinematografía y la televisión submarinas.

En la zona del oleaje, sobre las piedras, viven numerosas algas formando incrustaciones, y su colecta es difícil, por lo que lo más simple es arrancarlas con un cuchillo. Muchas formas, sobre todo las algas azules, están en una capa muy fina del sustrato; solamente en los casos más favorables se pueden desprender con una hoja de afeitar.

Si la costra de algas no se puede despegar de la roca, es recomendable salpicar la piedra con ácido clorhídrico débil o introducirla totalmente en él y, después de algunas horas o incluso días, se puede quitar fácilmente la capa de algas, habiéndose descalcificado también la piedra.

Los animales de la zona del oleaje se sujetan a las piedras, se esconden entre ellas o se entierran en la arena. Si las piedras están cubiertas con musgo, entonces buscan protección entre estas plantas; también viven en matas de algas o se asientan directamente sobre la piedra lisa. A causa de estas diferentes maneras de vida, es difícil colectar animales para realizar estudios cuantitativos de un determinado sustrato.

Para hacer una exploración cuantitativa de la fauna, se van tomando piedras y capturando los organismos unidos a ellas con unas pinzas, colocando debajo de la piedra una red de mano, que recoge los organismos sueltos y los que se dejan caer como reacción de huida. La captura se coloca en una solución de formol que la fija y la conserva o se transporta viva en grandes recipientes de vidrio, aislada contra los cambios de temperatura.

En aguas más profundas de las zonas rocosas, se recogen las piedras con un "raspador con mango", que es un marco que arrastra una red, cuyo canto inferior es una afilada placa de hierro que sale hacia adelante; con ella se desprenden las piedras y se suben a la red. Para trabajos cuantitativos es mejor delimitar una determinada superficie del fondo con un bastidor de hierro de un metro de lado, y recoger las piedras que se encuentren dentro de ella.

Después de la zona eulitoral, en el fondo del océano se localizan las grandes extensiones recubiertas por sedimentos de diverso grosor y constitución como gravas, arenas, conchuelas, fangos, etcétera. Estos sedimentos están poblados por dos tipos de fauna, la "epifauna", que vive sobre ellos, y la "hipofauna", que se encuentra enterrada, manteniendo frecuentemente relación con la superficie por medio de tubos, sifones y otras estructuras.

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Figura 33. Draga.

El equipo más común que se utiliza en el estudio de la fauna típica de la zona profunda de las aguas son las dragas, ideadas para recoger las muestras del fondo lo menos modificadas y subirlas a la superficie. Funcionan de la siguiente manera: la mayoría consta de dos palas que se mueven una contra otra, se sumergen abiertas hasta el fondo sujetadas con una cuerda o con un alambre, se hunden un poco a causa de su propio peso y entonces se cierran, es decir, las palas se juntan una con otra recogiendo una determinada cantidad de sedimento. El cierre de la draga se lleva a cabo tirando de la cuerda al llegar este instrumento al fondo, o por medio de un peso llamado mensajero que se hace llegar al disparador de la draga a través de la propia cuerda.

Las primeras dragas para estudios del bentos fueron utilizadas por Marsigli en 1750 y por Müller en 1779. Posteriormente varios investigadores más idearon nuevos modelos que impulsaron el éxito de los muestreos de la famosa campaña del Challenger.

Estos dragados tendían a obtener, con la mayor mezcla posible de sedimento, muestras faunísticas puras, lo que nunca se conseguía, ya que frecuentemente se obtenían mezclas de epifauna y de hipofauna.

La primera draga especialmente destinada al estudio de la hipofauna fue la de Robertson, de 1868, que consistía en una boca metálica con platinas de hierro inclinadas para clavar la draga en el fondo, con el problema de que si las dragas no se clavaban bien, no había representación de la hipofauna, aunque ésta fuese abundante.

Al comienzo del siglo y coincidiendo con la creación de los laboratorios biológicos y el mayor interés sobre el conocimiento del bentos como fuente de alimento, las técnicas de investigación relacionadas con el bentos comienzan a desarrollarse rápidamente, creándose nuevos tipos de dragas, como las deslizantes que sirven para tomar muestras cualitativas, y las de fondo, para las cuantitativas.

El investigador danés Johannes Petersen inicia los estudios de las comunidades bentónicas y diseña la "sonda o draga de Petersen", que es utilizada de inmediato por muchos biólogos marinos, modificándose los conceptos básicos que en esa época se

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tenían sobre las comunidades biológicas bentónicas. Antes de llegar al fondo la estructura de esta draga permite eliminar las capas superiores del fango, de modo que es posible capturar un mayor número de organismos

Posteriormente se reavivó el interés por el estudio del bentos, debido a que se pudo conocer la intervención del bentos en la productividad oceánica, como integrante de la biomasa marina. Las modificaciones modernas en la metodología del estudio del bentos afectan tanto a los procedimientos mecánicos de muestreo como al tratamiento de las muestras.

Existe una clara diferencia entre los aparatos necesarios para los trabajos biológicos y geológicos sobre bentos, aunque en muchos casos se utilice el mismo equipo para ambas finalidades; por ejemplo, para los estudios biológicos, salvo que traten de estratificación de la microfauna, no sirven las sondas de tubo, imprescindibles en los sondeos geológicos y sedimentológicos. Por otra parte, en los sondeos geológicos basta con la obtención de una sola muestra por estación, mientras que en los biológicos es necesario un mayor número.

Para estudiar estas muestras del bentos se lleva a cabo la identificación de los organismos, por medio de la lupa o el microscopio, empezando por los más grandes y después con la microfauna; también es importante el estudio de las bacterias por el papel que desempeñan en la actividad del ecosistema al descomponer la materia orgánica.

Para los fondos rocosos, las dragas rectangulares son ampliamente usadas. El copo debe ser de una malla metálica para que no se rompa y, con el fin de poder desenrocar las dragas, solamente uno de los dos brazos está firmemente unido al cable de tracción. El otro está fijo por ligaduras de cabos que se rompen con gran facilidad para su liberación.

El tratamiento posterior de las muestras tomadas con las dragas se inicia lavando y colocando el sedimento y para esto se usan redes o cribas de alambre, fabricadas con un bastidor de madera redondo o cuadrado que se recubre por un lado de malla de alambre. Pasando la muestra por la criba se obtiene un residuo que se compone de sedimento y de organismos; el siguiente paso es recoger los organismos, siendo lo más sencillo trabajar con pipeta o con pinzas.

Otro método de colecta de bentos se realiza con redes de arrastre, de las que existen dos tipos: de arrastre con puertas y de arrastre en pareja.

Como antecesora de la red con puertas para los estudios bentónicos se utilizó la "red de percha", aparato empleado por las embarcaciones de poca velocidad que consiste en una bolsa rectangular de malla que se mantiene abierta gracias a una varilla o percha transversal, que se coloca en la parte superior de la boca de la red, fija en sus extremos a dos agarraderas de fierro que sirven para jalar la red y para que se deslice sobre el fondo; a su vez la parte inferior de la boca está lastrada por una cadena.

Esta red de arrastre de percha, difícil de manejar, fue cayendo en desuso a medida que los barcos cambiaron las velas por el motor y ha sido remplazada por la "red de puertas", en donde la bolsa de red se mantiene abierta por dos puertas de madera

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rectangulares de diferentes dimensiones que llevan en su parte inferior una recia suela de hierro que les permite deslizarse, manteniéndose verticales sobre el fondo.

Cada puerta está unida a una de las dos alas de la red por un lazo, y por el otro a un cable en comunicación con el barco. La parte superior de la abertura o boca de la red está asegurada, en su parte media, por una serie de flotadores de corcho, y la parte de abajo está lastrada con una cadena. Cuando esta red se emplea sobre fondos arenosos, se le añaden a la parte inferior unas esferas de madera que ruedan por el fondo, impidiendo que se enganche. La red de puertas es arrastrada por dos cables que pasan por dos poleas sujetas a grandes pescantes.

Cuando se lanza al agua, la red de arrastre con sus dos puertas se desliza una longitud de cable igual al triple de la profundidad sobre la que ha de trabajar; posteriormente se juntan los dos cables y se fijan sólidamente con una pinza y se arrastra durante el tiempo que sea necesario para el muestro. Al recobrar la red, se fijan las puertas y con ayuda de una palanca se sube la red a la embarcación, se desata el copo de la bolsa y las muestras caen sobre cubierta.

El otro tipo de red de arrastre que se puede utilizar en la colecta es la de "arrastre en parejas", que está constituida por una bolsa larga, prolongada en su parte anterior por las dos grandes alas, la que es manejada por dos embarcaciones a la vez, que lanzan la red simultáneamente y luego se separan, deslizando cada una la misma longitud de cable. Así, la red se mantiene separada mientras va rastreando el fondo; al final de la tarea, las barcas se acercan de nuevo; una de ellas toma los dos cables e iza la red con su colecta.

Figura 34. Red de percha.

Los organismos que viven entre rocas profundas, como langostas, cangrejos y bogavantes, se colectan usando trampas tendidas en línea y con boyas para su localización, compuestas por varillas de acero de las que cuelgan redes ligeras pero resistentes. Una vez que se colocan dentro las carnadas, se dejan por tiempos que van de 12 horas a 2 días; después se recogen una a una. Cuando se sacan a la superficie, se les levanta verticalmente para colocarlas en la rampa hidráulica del barco y de ahí se seleccionan los organismos

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Las bodegas de los barcos pueden funcionar como estanques artificiales, a los que se alimenta con agua de mar que circula por bombeo, pudiendo conservar los organismos que se quieren llevar vivos al laboratorio. La capacidad de algunas de las bombas es suficiente para llenar por separado cada bodega y cambiar toda el agua que contiene, cada 15 o 20 minutos. Con este sistema, los organismos se mantienen vivos hasta cerca de 3 semanas, tiempo suficiente para llegar a puerto.

Las técnicas para estudiar al bentos han avanzado mucho, pero en varios casos, los instrumentos empleados o no han cambiado o han sufrido modificaciones. Evidentemente se ha obtenido un gran avance en la posibilidad de realizar estudios cuantitativos del bentos, que permiten valorar el número de organismos que lo componen, datos indispensables para conocerlos mejor, ya que están siendo explotados en mayor escala.

Los progresos alcanzados por la ecología hacen cada vez más necesario un análisis del bentos, por lo que los biólogos están tratando de caracterizar a los seres vivos que se encuentran en los diferentes tipos de fondos oceánicos.

XVI. LA VIDA EN EL DOMINIO PELÁGICO. NECTON

EL TÉRMINO "pelágico" deriva de la palabra griega pelagos, que significa océano, utilizada para nombrar a una de las dos grandes divisiones ecológicas del mar, es decir el dominio pelágico, siendo la otra el dominio del fondo o bentónico.

Entre los seres pelágicos se pueden considerar dos categorías, en una de ellas se incluyen aquellos que son arrastrados pasivamente por la actividad de las aguas por estar flotando en ellas, aunque en ocasiones estén dotados de débiles apéndices de locomoción, insuficientes para oponerse a la acción de las corrientes, las olas o los vientos; la otra se halla integrada por los que tienen medios adecuados para luchar y vencer estos factores al poseer órganos de natación capaces de contrarrestarlos. A los primeros se les considera estrictamente formadores del plancton y, a los segundos, del necton.

Se ha observado que esta división de los organismos pelágicos puede resultar totalmente falta de valor real, ya que es poco clara e incluso antinatural, puesto que falta un criterio objetivo, seguro y concreto para determinar cuando un organismo realmente pertenece al plancton o al necton.

En las aguas reposadas y tranquilas de los días apacibles existen infinidad de diminutos organismos que pueden moverse en el agua a su antojo sin que las olas los arrastren; pero cuando el mar se encrespa a impulso de los vientos, muchos de los animales que antes gozaban de cierta libertad de movimiento pasan, en ese momento, a ser juguete del oleaje.

Lo que sucede con los pequeños organismos acontece del mismo modo con los poderosos, que cuando aumenta la violencia del mar están a merced de las olas igual

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que los más pequeños. Ni los cetáceos, ni los tiburones, ni los gigantescos calamares son capaces de enfrentarse con un mar enfurecido, que los trae y los lleva a su antojo.

No basta considerar como animales pelágicos a todos aquellos que son susceptibles de nadar. Muchos peces, como los lenguados, las rayas y ciertos pulpos, son efectivamente capaces de nadar y hasta de desplazarse a cientos de metros sobre el fondo; pero su vida está tan ligada y dependiente de él, que sería improcedente incluirlos como animales pelágicos.

No queda otro recurso que limitar a los seres que forman el dominio pelágico a aquellos que se caracterizan por su independencia biológica con respecto al fondo, y aun así, y a pesar de la amplitud de esta limitación, se ofrecen con frecuencia muchas dudas para determinar si una especie es pelágica o no.

En gran cantidad de casos, una misma especie pasa por épocas de su vida formando parte del dominio pelágico, en tanto que en otras es netamente del fondo.

Entre los vegetales se van a encontrar los sargazos, que forman parte del dominio pelágico constituyendo grandes praderas de algas flotantes, como la que se encuentra en el Mar de los Sargazos, considerado como un inmenso remolino del Océano Atlántico que llega muy cerca de las costas del continente americano. En este mar las aguas tibias que lo forman se remansan y sobre sus olas crece una inacabable vegetación de plantas flotantes cuyas matas, al garete, son movidas de aquí para allá, debido a los impulsos del mar y de los vientos.

Estos vegetales poseen pequeñas vesículas llenas de gas que forman verdaderas boyas múltiples, esféricas y huecas, llamadas "uvas de los mares", y que actúan como eficaces flotadores; a ellas debe su nombre este mar, ya que un navegante portugués al cruzar sus aguas tranquilas empleó la voz portuguesa de salgazo, que significa uva pequeña, para nombrar a estas algas, y que finalmente se transformó en sargazo.

Los sargazos se han adaptado durante años para la flotación y prosperan tan perfectamente sobre las aguas, que han perdido los órganos de fijación y de absorción de las sustancias, es decir los rizomas, y el intercambio con el medio lo hacen a través de toda la superficie de sus frondas; también han olvidado su forma primitiva de reproducción sexual: todos los manojos flotantes diseminados por las aguas atlánticas son estériles y se reproducen exclusivamente de manera asexual por vía vegetativa.

Entre las matas de sargazo vive una población muy heterogénea de animales que apenas es distinguible, debido a que toma formas y coloraciones que imitan con exactitud sorprendente a estos vegetales.

De todos los seres que habitan en estas algas pelágicas, ninguno compite en maestría mimética con el "pez de los sargazos". Su cuerpo contrahecho y extravagante está adornado con multitud de prolongaciones de forma semejante a las frondas de las algas; estas estructuras se mueven con el impulso del vaivén de las aguas de un modo pasivo, al igual que las algas que imita. Este formidable actor de los mares, tan sabiamente caracterizado, une a su forma extraordinaria una inmovilidad casi absoluta, que rompe muy rara vez, y cuando lo hace, se mueve tan lentamente, que

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más parece un trozo de alga yendo de un lugar a otro por las aguas que un pez en movimiento, lo que le permite pasar casi inadvertido para sus enemigos y sus presas.

En compañía de estos pececillos se encuentran otros que son los "peces agujas de los sargazos", muy semejantes a los que viven entre las algas del litoral, pero adornados de diversas prolongaciones foliáceas que contribuyen a que su cuerpo quede confundido entre la enmarañada vegetación flotante en la que se cobijan.

Viven también en los mares de algas pelágicas, pequeños cangrejos parduscos de cuerpo aplanado en forma de hoja; algunos camaroncillos de color rojizo, llamados quisquillas, y varias babosas de mar, como las escielas y los glaucos adornados de airosas prolongaciones que les sirven para respirar; el color de su cuerpo es azulado por encima y blanco por debajo, lo que contribuye a que sean poco visibles entre las algas.

Toda esta población viviente cambia de cuando en cuando de lugar saltando de una planta a otra de los sargazos mediante movimientos de natación lentos, lo que puede poner en grave riesgo su vida, si estos recorridos se vuelven más largos.

Todos los seres que forman la inmensa ciudad flotante del Mar de los Sargazos constituyen una de las asociaciones biológicas de mayor diversidad y extensión de todo el planeta; corresponden a seres de claro y definido origen litoral, que por circunstancias difíciles de explicar, no obstante las teorías que han formulado los biólogos, han abandonado los lugares donde primero habitaron para ocupar las aguas superficiales del Atlántico.

En otras regiones del océano, la fauna pelágica se caracteriza por presentar baja diversidad de especies por la tendencia a formar cardúmenes, es decir agrupaciones de peces con la menor distinción de características a nivel específico, y por tener una tasa de reproducción muy elevada. Además, suelen efectuar migraciones de mayor o menor amplitud, por lo que poseen gran movilidad.

En los mares fríos que presentan condiciones ambientales más adversas se acentúan estas características, por lo que se encuentran habitados por muy pocas especies que, sin embargo, cuentan con grandes cantidades de individuos, como por ejemplo el arenque del Mar del Norte. En cambio, en los mares templados y cálidos, en donde las condiciones son más benignas, la diversidad de especies es muy grande, mientras que el número de individuos por especie disminuye.

Entre los invertebrados que pueden considerarse como pelágicos están los calamares, que tienen cuerpo pisciforme provisto de un par de aletas posteriores y que son capaces de impulsarse hacia atrás o hacia adelante expulsando de su cuerpo chorros de agua.

Los peces pelágicos pueden dividirse en dos grupos en relación con la región donde se encuentran: los pelágicos costeros y pelágicos oceánicos, y el primero aún se puede subdividir en litorales y en costeros propiamente dichos. A aquellos peces que se localizan a considerable profundidad, pero desligados completamente del sustrato, se les llama batipelágicos.

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Las familias de peces pelágicos litorales son poco numerosas; las principales son las de los aterínidos como los robalos y las de los engráulidos como las anchovetas En estas aguas se encuentran también juveniles de algunas especies pelágicas costeras y pelágicas oceánicas, que pasan los primeros estadios de su vida en este ecosistema litoral, en donde disponen de alimento y condiciones adecuadas de salinidad y temperatura.

Entre los aterínidos están el "pejerrey" y los "gruñones" de la costa de California; estos peces son de tamaño pequeño, coloración verdosa en la parte dorsal y con una banda plateada longitudinal en la línea media de los lados del cuerpo; aunque suelen encontrarse agrupados, no forman cardúmenes compactos. Están en constante movilidad y se alimentan de detritos, algas y pequeños organismos; no realizan migraciones largas, pero dentro de lo reducido de su residencia ecológica se desplazan constantemente. En las orillas de las playas protegidas y dentro de las escolleras que dan protección a los puertos pueden encontrarse concentraciones grandes de estos organismos. Su distribución geográfica es restringida y lo más común es que sean especies locales.

Los engráulidos agrupan gran cantidad de especies: la mayoría de los géneros Engraulis y Anchoa conocidos con el nombre común de anchoveta y anchoa respectivamente, distribuidas tanto en el Océano Pacífico como en el Atlántico, y todas de un tamaño no superior a los 15 centímetros. Forman cardúmenes muy grandes sumamente compactos, como en el caso de la población de anchoveta que se localiza en la corriente fría del Perú, estimándose que ha llegado a alcanzar en algunos años de 15 a 20 millones de toneladas. Viven junto a las orillas y, a veces, se alejan un poco de las costas, buscando corrientes de agua fría ricas en alimentos. La coloración de estos peces es amarillo verdoso uniforme, con una banda longitudinal en la línea media de los lados del cuerpo. Su fecundidad es elevada y su ciclo vital es muy rápido. Estos peces desempeñan un papel importante en la cadena trófica, ya que sirven de alimento a otras muchas especies piscícolas y también son perseguidos por las aves que viven en las costas.

Entre los peces pelágicos costeros, propiamente dichos, se observa un comportamiento muy particular que hace que tengan un tipo de vida gregario o que sean solitarios. Los gregarios son aquellos que viven en compañía de otros peces de su misma especie, siendo los más comunes los de las familias de los escómbridos.

Los solitarios son más comunes en esta zona costera y pertenecen a los peces cartilaginosos como los tiburones, la mayoría de los cuales son carnívoros y depredadores, y junto con el hombre representarían el nivel trófico superior de este sistema y, por tanto, su regulador.

Casi todos los peces pelágicos costeros tienen su cuerpo de un color verdoso o azulado en la mitad dorsal y blanco en la ventral, son alargados y, en general, típicamente pisciformes, aunque pueden presentar diversas modificaciones.

Los clupeidos son los más típicos pobladores de este medio, están distribuidos por todos los mares y constituyen uno de los recursos pesqueros más importantes en todos los países. Los géneros más comunes son Clupea, Opistonema y Sardinela, peces llamados generalmente sardinas, que tienen de 10 a 15 centímetros de longitud,

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formadores de grandes cardúmenes, aunque estas agregaciones compactas no son continuas, sino que existen también grupos dispersos e incluso bentónicos. Sus migraciones no son muy amplias y no suelen abandonar la zona de la plataforma continental.

Se alimentan principalmente de organismos planctónicos y su abundancia está en relación con las fluctuaciones del plancton y las variaciones de la temperatura; la distribución de la temperatura y la de la sardina son congruentes.

Otros pelágicos costeros importantes son los escómbridos, a los que pertenecen las sierras, que nadan en grandes cardúmenes cerca de la costa, migrando en relación con la temperatura del agua del mar; su cuerpo alargado con su región dorsal azul-plateada hace que el mar brille como un espejo cuando pasa un número grande de ellas.

Algunas especies de atunes pequeños, como el bonito, son frecuentes también en aguas costeras, tienen su talla adulta menor a 30 centímetros y pueden reunirse en grandes cardúmenes constituyendo, en algunas naciones, parte importante de la pesca comercial.

Los típicos depredadores pelágicos solitarios son los tiburones, que pertenecen al grupo de los elasmobranquios o peces cartilaginosos, y es muy difícil limitarlos a una residencia definida, pues algunos visitan los fondos de la plataforma y pueden encontrarse indistintamente en aguas costeras y oceánicas; sin embargo, la mayoría de las especies son costeras. Las mantarrayas visitan, por lo menos temporalmente, las aguas costeras para atacar a los bancos de peces pelágicos.

En la actualidad hay casi 300 especies de tiburones en los mares de todo el mundo, y se calcula que han existido en los océanos desde hace más de 250 millones de años. La mayoría de estos animales son inofensivos por no tener suficientes armas, alimentarse de plancton o ser pequeños y lentos; sin embargo, existen algunas especies consideradas peligrosas porque atacan al hombre y a embarcaciones; entre éstos se encuentra el tiburón blanco, el más peligroso de todos, que ha llegado a medir seis metros, con color gris o azuloso en el dorso y blanco en el vientre y que se localiza en los océanos tropicales.

Uno de los tiburones que ha sufrido una adaptación para lograr mayor visibilidad y olfato es el tiburón cabeza de martillo o cornuda, en el que la región cefálica se alarga y aplana quedando los ojos y las narinas a los lados de la cabeza; llegan a medir hasta siete metros. Estas modificaciones en los sentidos de la vista y el olfato les permiten localizar fácilmente a sus presas, aun en aguas turbias o muy profundas.

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Figura 35. Diferentes tipos de tiburones.

El tiburón ballena, que puede medir hasta 20 metros de longitud, resulta uno de los menos peligrosos de los escualos, porque se alimenta de plancton y pequeños peces. Para tomar su alimento nada con la boca abierta permitiendo que penetre agua con plancton, principalmente copépodos y pequeños peces, que se quedan en su aparato digestivo, mientras el agua es expulsada a través de las hendiduras branquiales. Se calcula que el volumen de agua que es filtrada alcanza de 2 000 a 2 500 metros cúbicos por hora.

Los ataques al hombre registrados indican que son más frecuentes en las aguas australianas, pero también se consideran peligrosas las aguas costeras de África, el Caribe, Polinesia, las costas atlántica y pacífica de Norteamérica y el Océano Índico.

La mayoría de los tiburones habitan las aguas pelágicas costeras de los mares tropicales y subtropicales, siendo menor el número que vive en aguas templadas y sólo una especie se ha localizado en los mares polares. Algunos tiburones se llegan a desplazar a profundidades considerables y unos cuantos han sido pescados a 3 000 metros de profundidad.

El medio pelágico costero ofrece el mejor ejemplo de una comunidad de gran rendimiento, formada por muchos individuos de pocas especies, en áreas relativamente amplias; con una fecundidad muy elevada y rápido ritmo de crecimiento, alcanzan, en muchos casos, la madurez sexual en el primero o segundo año de vida. Todos estos aspectos hacen de él un ecosistema ideal para la explotación pesquera.

Los peces pelágicos se caracterizan por tener un cuerpo fusiforme, robusto, con fuertes aletas caudales, lo que les permite ser buenos nadadores y por tanto realizar migraciones de considerables distancias, como los atunes, las caballas y las albácoras, que atraviesan el Atlántico y visitan zonas de condiciones ambientales tan distintas como las costas de Noruega y el Mediterráneo; pueden soportar diferentes temperaturas gracias al peculiar sistema circulatorio superficial que han desarrollado y que les permite independizar su temperatura corporal de la del medio ambiente.

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Estos peces nadan con gran velocidad para asegurar que pase suficiente agua con oxígeno por sus branquias y así tengan la energía necesaria para mantenerse a flote, ya que si se detienen se van de cola al fondo.

Muchas de estas especies tienen una distribución bastante amplia, siendo frecuente que se reúnan en cardúmenes compactos y realicen migraciones relacionadas en especial con la reproducción, como la que efectúa un tipo de atún que en determinadas épocas atraviesa masivamente el estrecho de Gibraltar para efectuar la puesta en el Mediterráneo, retornando posteriormente en pequeños grupos o en forma solitaria a las costas del Atlántico.

La comunidad de peces pelágico-oceánicos tiene unas características anatómicas y fisiológicas similares a las de los costeros, pero todo su ciclo vital es más largo, y los procesos de alimentación y reproducción están ligados a especiales condiciones que se deben a que se desplazan en zonas muy amplias, a veces muy alejadas entre sí, y que exigen largas migraciones. Aunque son de rápido crecimiento y elevada fecundidad, la densidad de su población es menor y su desarrollo más lento. La explotación económica de este ecosistema es de considerable interés, pero costosa y sujeta a fluctuaciones, por lo que se tiene que tomar en cuenta una regulación estricta de las pesquerías para evitar agotar las especies.

Figura 36. Atunes, buenos nadadores.

Otra familia de peces pelágicos oceánicos es la de los Istioforide, como el marlin, el pez vela y el pez espada, que poseen un "pico" largo y fuerte formado por la prolongación del maxilar superior; sus migraciones son muy largas y poco conocidas, pero algunos autores sostienen que van desde el Ártico hasta el Atlántico; sobre su biología y su desarrollo también se tienen pocos datos. Se distribuyen en zonas tropicales y templadas, siendo las especies poco numerosas. Son los peces más apreciados en la pesca deportiva y las zonas de mayor abundancia están situadas en la región de Florida y Venezuela en el Atlántico; Perú y Baja California en el Pacífico, y Australia en el Índico-Pacífico.

Los peces espada capturan sus presas, que son peces pequeños como la caballa y los arenques, utilizando su pico ancho y aplanado, el cual introducen a los cardúmenes de

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estos peces golpeándolos hasta aturdirlos y poderlos tragar enteros debido a que no tienen dientes.

Todas las características de estos organismos permiten observar que la vida en el dominio pelágico representa la odisea maravillosa de muchos seres que han roto sus amarras con las costas y han colonizado el pelágico, en el cual prosperan y se reproducen más y mejor, y en donde forman poblaciones de gran interés científico y económico para la humanidad.

XVII. ADAPTACIONES DE LOS ORGANISMOS DEL NECTON

EL NECTON está integrado por aquellos animales dotados de medios de locomoción capaces de contrarrestar los movimientos del mar, es decir, por los animales nadadores que viven en la zona pelágica, región del océano que representa un medio ecológico de extraordinaria uniformidad, por lo que las formas nectónicas se reducen a pocos modelos de organización tanto en estructuras como en funciones, presentándose múltiples casos de convergencia evolutiva, o sea el parecido entre organismos pertenecientes a grupos zoológicos muy distantes, como por ejemplo la similitud de los peces con los mamíferos marinos, como los delfines.

La condición de seres nadadores, que han de moverse en un medio tan denso como el marino, imprime a estos organismos características determinadas en su anatomía y en el funcionamiento del cuerpo, para contar con los elementos propulsores que les permitan su locomoción. Frecuentemente se presentan en ellos las formas hidrodinámicas pisciformes en sus más diversas modalidades y su cuerpo se encuentra lubricado por recubrimientos mucosos, que reducen la fricción con el agua al mismo tiempo que protegen a la piel contra traumatismos e infecciones.

Los principales grupos de animales que forman la asociación ecológica del necton son los crustáceos, moluscos, peces, reptiles y mamíferos dotados, todos ellos, de adaptaciones especiales para su desplazamiento por medio de la natación, para la captura de su alimento, para su defensa y el ataque de sus presas, lo que les permite aprovechar las características del medio ambiente.

Este tipo de actividades hacen que las funciones de los animales nectónicos se aceleren, lo que complica su organización anatómica, siendo frecuente el gran desarrollo de la musculatura para poder efectuar sus movimientos, de los sistemas circulatorio y respiratorio para contar con el oxígeno suficiente que les permita liberar la energía que necesitan para sus actividades, y del sistema nervioso, con gran desarrollo de los órganos de los sentidos y especialmente de los de la visión.

También en estos organismos se acentúa el proceso de cefalización, es decir la diferenciación de la región anterior del cuerpo o cabeza, lo que está relacionado con su condición de organismos depredadores, que necesitan una boca especialmente dispuesta para capturar las presas de su alimentación.

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La cefalización de los crustáceos del necton se señala por la presencia de las antenas, apéndices largos que utilizan en su función táctil, por un par de ojos pedunculados y móviles, y por la boca dotada de dos fuertes mandíbulas masticadoras con un borde interior dentado, con el que machacan a las presas, que previamente son despedazadas por las fuertes pinzas o quelas situadas en su tórax.

A este grupo pertenecen los cangrejos nadadores; éstos no tienen órganos especiales para la flotación, sin embargo, su densidad es muy pequeña en relación con la del agua, por lo que se mantienen fácilmente en la superficie, únicamente se advierte la adopción de una forma laminar y un aplanamiento extraordinario de sus patas que actúan como remos, pero que también aumentan la superficie horizontal del animal y favorecen la flotación.

Entre los cangrejos nadadores se encuentra el cangrejo azul comestible del género Callinectes, de la costa del Atlántico, que son los nadadores más potentes y ágiles entre todos los crustáceos. El último par de patas de los miembros de este grupo termina en una especie de pala o remo, ancha y aplanada, que durante la natación se extiende lateralmente y algo por encima del nivel del caparazón, ejecutando un movimiento en forma de ocho, como un propulsor o hélice; el cuarto par de patas actúa como estabilizador. Estos cangrejos pueden nadar en sentido lateral, hacia atrás, y a veces hacia adelante con gran rapidez.

Los moluscos cefalópodos, a los que pertenecen el pulpo, el calamar y el nautilus, tienen una organización muy especializada para formar parte del necton. Su cefalización es clara y en ellos se distingue una cabeza caracterizada por contener a un sistema nervioso central muy desarrollado, protegido por una cápsula cartilaginosa que recuerda el cráneo de los vertebrados inferiores, y por tener un par de ojos grandes parecidos a los ojos de los vertebrados. De esta cabeza salen de 8 a 10 tentáculos implantados alrededor de la boca, y su cuerpo es de forma alargada, fusiforme y está perfectamente acomodado para surcar las aguas, en las que nadan con gran agilidad.

En los peces se observa una cefalización muy clara: la cabeza se distingue fácilmente del cuerpo, tanto por su forma como por los órganos que presenta. En los peces cartilaginosos, como los tiburones, las rayas y los torpedos, la cabeza es más o menos triangular, prolongándose en su extremo anterior por un rostro, formando un hocico; debajo de éste se abre la boca en forma de hendidura transversal como arco o media luna y por delante de ella se encuentran los órganos olfatorios, que se conectan por dos orificios situados a uno y otro lados de la cabeza. Los ojos, localizados lateralmente, son ovalados y carecen de párpados; atrás de ellos y a cada lado de la cabeza se encuentran cinco hendiduras branquiales verticales.

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Figura 37. Pulpo.

Los peces óseos del necton, como la sardina, el atún, la sierra, etcétera, presentan una cabeza triangular con la boca en forma de hendidura horizontal situada en la región anterior, constituida por los maxilares superior e inferior. Los ojos son circulares y sin párpados. En la región dorsal de la cabeza se encuentran dos fosas nasales que se abren al exterior por dos orificios, situadas delante y cerca de los ojos; hacia atrás y lateralmente, están los opérculos móviles cubriendo a las branquias a las que comúnmente se les llama "agallas".

La natación de estos peces es un espectáculo único; se puede ver el maravilloso aspecto que ofrece un banco de atunes nadando rápidamente en alta mar, causando un brillo incomparable en las aguas al reflejarse el Sol en sus dorados dorsos; también es espectacular el destello multicolor de los peces deslizándose en los arrecifes madrepóricos o la natación rápida de un tiburón para cazar una presa.

Esa extraordinaria facilidad de movimiento y flexibilidad se deben a la estructura hidrodinámica que les da la forma de huso de su cuerpo, semejante a la de un torpedo, y que les permite deslizarse en el agua sin que ésta oponga demasiada resistencia, gracias a movimientos ondulatorios del cuerpo producidos por contracciones musculares que comienzan en la cabeza y terminan en la cola, ocasionando en ésta una sacudida que aumenta el impulso. Estas ondulaciones se pueden también realizar debido a la disposición de su columna vertebral, cuyos huesos están dispuestos de tal manera que facilitan los movimientos ondulatorios.

Las aletas constituyen órganos importantes, mas no indispensables, para la natación. En los peces óseos las aletas dorsal, anal y ventral actúan como quillas para que no pierdan el equilibrio, mientras que la caudal les ayuda a la propulsión; las aletas pectorales están atrás de las aberturas branquiales que corresponden a las extremidades anteriores y les sirven para frenar de repente y girar con brusquedad, y las pélvicas, situadas abajo de las pectorales, correspondientes a las extremidades posteriores, se utilizan también para frenar.

Además, las aletas le dan al pez la posibilidad de estacionarse en el agua, ya que con movimientos suaves se oponen a la acción de la corriente y a la gravedad, pudiendo permanecer en completo reposo. El extremo anterior de la aleta dorsal, y a veces también de la anal, forma en muchos peces una fuerte espícula punzante que puede considerarse un arma de defensa, pero que raramente llegan a utilizar como tal; con

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todo constituye un importante refuerzo, al darle mayor eficacia a la aleta en su tarea de regular la dirección del movimiento del pez.

El cuerpo de los peces termina en la aleta caudal, cuya base se implanta en la columna vertebral que se encorva hacia arriba, observándose una clara relación entre la manera de nadar y la forma de esta aleta.

En los tiburones la aleta caudal, llamada heterocerca por tener los rayos dorsales más grandes que los ventrales, está extraordinariamente desarrollada y por su estructura aumenta la fuerza del empuje hacia abajo. En otros peces, como los llamados voladores, la forma de la aleta es al contrario, es decir se desarrollan más los rayos ventrales, lo que hace que el impulso sea hacia arriba. Sin embargo, la mayoría de los peces tienen igualmente desarrollados sus radios, por lo que el impulso es en sentido horizontal.

Las otras aletas también ayudan a los peces voladores a sus espectaculares excursiones; en algunos, las aletas pectorales se transforman en desarrollados y rígidos alerones para planear; en otros, también las aletas pélvicas han sufrido esa transformación; y en general, en todos los peces voladores la parte inferior de la aleta caudal vibra rápidamente para ayudar al despegue del pez que, una vez en el aire, puede recorrer más de 150 metros fuera del agua a velocidades de 50 kilómetros por hora.

Algunos peces utilizan sus aletas con otros fines; la forma y el color, así como los variados órganos sensoriales que pueden presentar las convierten también en ayuda valiosa en la reproducción, la defensa, la caza y el camuflaje. Por ejemplo, algunos peces utilizan su aleta dorsal como caña de pescar, a la que integran comúnmente un pequeño órgano luminoso que sirve como cabo.

Figura 38. Pez volador.

La vejiga natatoria desempeña un papel importante en la natación de los peces del necton: la utilizan como órgano hidrostático que les permite flotar a un nivel determinado, sin hundirse ni ascender. Esta vejiga está localizada en la región ventral del cuerpo del pez y es por esta razón que cuando pierden el control de su función natatoria o cuando mueren se van hacia arriba y flotan.

La vejiga natatoria tiene en su pared vasos sanguíneos que permiten a los peces regular la cantidad de gases que entran y salen de ella, lo que hace que el pez ascienda

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o descienda en el agua. Los peces pueden determinar a qué distancia se encuentran de la superficie por medio del registro de la presión y contrapresión que su cuerpo sufre. El contenido de la vejiga realiza una presión hacia el exterior del cuerpo y el agua que rodea al pez presiona hacia adentro.

El órgano del oído de los peces del necton es otra adaptación indispensable para la natación, por encontrarse en él el sistema del equilibrio. Los peces tienen en su oído tres vejigas que contienen, cada una, un pequeño cuerpo esférico llamado "otolito", y en su pared, un fino nervio ramificado que es el del equilibrio. Cuando los peces cambian de postura, los otolitos se mueven dentro de las vejigas y los nervios registran este movimiento comunicándolo al cerebro del pez, el que se da cuenta de su posición, manteniéndola o cambiándola según sus necesidades.

Los peces cuentan con un órgano extra para determinar su posición en el agua, la "línea lateral", pequeñas estructuras sensoriales que se localizan a lo largo de los costados del cuerpo, desde la cabeza hasta la cola, dividiéndolo en dos regiones, más o menos equivalentes: la dorsal, más pigmentada, y la ventral, generalmente blanquecina. La línea lateral también registra los cambios repentinos de presión de agua que lo rodea. Cuando se acerca al fondo o a la orilla, a una planta u objeto cualquiera, el agua que el pez rechaza al nadar vuelve de nuevo hacia él y, entonces, ese efecto de eco hace que cambie de rumbo a fin de evitar el obstáculo.

Los reptiles del necton también presentan adaptaciones para moverse en el seno de las aguas oceánicas, como las tortugas marinas, con caracteres muy particulares que las diferencian de los demás reptiles. Su cuerpo es muy grande (algunas llegan a medir hasta 2 metros) y está protegido por un caparazón duro, dentro del cual pueden esconder su cabeza y extremidades; para nadar modifican la parte final de sus extremidades; quedan unidos los dedos, tomando un aspecto de paletas, que les sirven para desplazar fácilmente el agua. Como ejemplo está la "caguama" o "tortuga verde", característica de mares tropicales.

Los mamíferos acuáticos también presentan adaptaciones a la vida nectónica; por ejemplo, entre los sirenios la adaptación es parcial: sus extremidades anteriores tienen aspecto de aleta, pero recuerdan a las pezuñas de otros mamíferos; viven en estuarios, bahías y grandes ríos, como el manatí. Los pinnípedos ya presentan una adaptación mayor: su cuerpo es seudopisciforme, sus extremidades toráxicas tienen forma de aleta sin uñas y el extremo posterior del cuerpo se transforma en una aleta caudal horizontal, como es el caso de las focas.

Los cetáceos están totalmente adecuados a la vida nectónica, su cuerpo es pisciforme con extremidades anteriores en forma de aleta, como en los delfines y las ballenas. Los delfines, que se pueden considerar como los mejor adaptados, se desplazan en el agua a gran velocidad, sin gran esfuerzo muscular exagerado, debido a que su piel está estructurada de modo que les permite reducir los remolinos del agua y, por lo tanto, la fricción.

Existen especies de animales que durante toda su vida están integrados en el necton, sin embargo hay otras que sólo lo hacen parte de ella; por ejemplo, las que tienen vida larvaria planctónica, o aquellas que incluso siendo adultas poseen fases determinadas

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de su vida en el mar, como ocurre con los salmones, que son nectónicos en sus fases adultas, pero abandonan este tipo de vida para marchar a los ríos a reproducirse.

El necton es más pobre que el plancton en cuanto al número de grupos que lo integran; sin embargo, no deja de tener una enorme importancia, tanto desde el punto de vista cuantitativo como del de la economía de los pueblos, pues nectónicas son muchas de las especies en las que se fundamenta la economía pesquera de multitud de naciones. Sardinas, boquerones, alachas, atunes, bonitos, albácoras, jureles, ballenas, cachalotes, delfines, focas, etc., son, como es sabido, motivo de especiales y muy importantes pesquerías.

XVIII. LOS MOLUSCOS DEL NECTON

EL GRUPO de los moluscos tiene una historia que se remonta entre 400 y 500 millones de años; se conocen más de 100 000 especies entre caracoles, almejas y calamares, que son sus representantes más comunes; se encuentran en todos los mares del mundo, siendo asombrosa la diferenciación morfológica y funcional que presentan los individuos de este grupo. Basta comparar una ostra fija toda su vida en el fondo, con el lento y deslizante caracol, o con el activo pulpo.

Los moluscos constituyen un grupo cosmopolita, es decir que se pueden encontrar en todos los medios habitables de nuestro planeta. Existen moluscos terrestres como el caracol de los jardines; de agua dulce, como el género Planorvis, de concha tubular enrollada; de agua salobre, como los ostiones que viven fijos a los objetos sumergidos, y en aguas marinas, pudiendo formar parte del bentos de los fondos, donde se fijan o se encuentran enterrados o caminando lentamente, y también existen moluscos que se desplazan nadando en la superficie de los mares formando parte del necton.

El grupo principal de los moluscos del necton lo representan los cefalópodos, que se caracterizan por llevar una corona de tentáculos alrededor de la cabeza, la cual, como en todos los organismos del necton, está muy diferenciada del resto del cuerpo y en ella se encuentran los ojos y la boca provista de sus órganos masticadores, que son las mandíbulas y la rádula.

En la mayoría de los cefalópodos la concha se reduce y sólo se presenta como una delgada estructura interna; sin embargo, existen algunos que muestran una concha externa aunque son raros, como los Nautilus que habitan el Océano Pacífico y son fósiles vivientes de un grupo de cefalópodos que existió en otras épocas, que poseían concha, la cual tenía forma de bocina, recta o en espiral, y llamados Ammonite; se encuentran como fósiles en los yacimientos de tierra firme. Por su concha en forma de cuerno espiral recibieron ese nombre, derivado de Ammon, dios egipcio con cabeza de carnero.

Los calamares son los más característicos de los moluscos del necton, pertenecen al género Loligo y viven en el Océano Atlántico, en el Golfo de México, así como en el Pacífico, y son muy abundantes en el Golfo de California.

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Su cuerpo es de forma muy alargada y fusiforme y está perfectamente acomodado para surcar las aguas, en las que nada con gran agilidad. Su extremo posterior aguzado lleva a un lado y a otro unas aletas triangulares que son muy eficaces durante la natación. En el extremo anterior presenta la cabeza provista de dos ojos salientes de gran tamaño; por delante lleva una corona de tentáculos que representa el pie de los demás moluscos; estos tentáculos son 10, de los que ocho son iguales y están armados en su cara interna por varias filas de ventosas, los otros dos, más largos, terminan en un ensanchamiento donde llevan las ventosas, y tienen el aspecto de un mazo.

La boca está armada de un potente pico córneo constituido por dos poderosas mandíbulas; la forma general de este aparato bucal recuerda la de un pico de ave. Entre esas dos mandíbulas se encuentra una rádula o placa con series lineales de dientes, con los que trituran el alimento. Esta forma y estructura especiales de la boca de los calamares han inspirado descripciones descabelladas sobre estos organismos.

Los calamares presentan interiormente una concha córnea transparente en forma de pluma llamada "pluma de calamar"; esta estructura queda envuelta en el interior de los tejidos como una formación de tipo esquelético, que da consistencia al cuerpo blando del animal. En la cavidad paleal se localiza el ano y a su lado desemboca la bolsa de tinta, órgano que produce un líquido negro muy difusible que el animal lanza con violencia cuando es atacado y así enturbia el agua ambiente para poder huir.

El nombre de calamar proviene de la antigua voz calamario, que significa tintero, ya que no pasó inadvertido el hecho de la coexistencia de la tinta con la pluma que forma su concha interna, lo cual hace recordar los antiguos tinteros con orificios en los que se colocaban las plumas de ave, que se utilizaban para escribir.

Los cefalópodos nectónicos, como los calamares, nadan gracias a los repliegues membranosos que tienen en los flancos de su cuerpo y que baten horizontalmente de manera activa, pero además se puede considerar que estos moluscos practican la propulsión a chorro. En su abdomen llevan la cavidad paleal en forma de hueco donde alojan sus branquias respiratorias; dilatan esta cavidad absorbiendo agua del medio ambiente a través de una rendija; el agua es expulsada por un tubo cónico llamado sifón, que se localiza debajo de la cabeza del calamar. Con la salida del agua, el animal se impulsa por una corriente de retropropulsión y así puede recorrer grandes distancias; además forma grupos, llamados cardúmenes, que realizan evoluciones y virajes en perfecta sincronía.

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Figura 39. Calamar.

Cuando los calamares se ven en peligro, los potentes músculos de la pared de su cuerpo contraen a la cavidad paleal y el agua es expulsada a elevada presión por el sifón; así, el animal es impulsado bruscamente hacia adelante, con lo que el hidrodinámico calamar adquiere una velocidad considerable. La parte posterior de su cuerpo tiene forma de dardo y con él abre las aguas, mientras los largos brazos se estiran hacia atrás. Hay veces en que los calamares perseguidos por sus enemigos saltan fuera del agua disparados cerca de cuatro metros y caen en las embarcaciones. Sólo cuando están poniendo sus huevecillos suspenden esos movimientos.

Entre estos calamares del necton están los del género Architeuthis, que son los gigantes de todos los invertebrados; se citan algunas especies que viven en aguas del Atlántico norteamericano, que pueden alcanzar hasta 12 y más metros de longitud y que rara vez han sido vistos por el hombre, siendo lo más común que se observen sólo restos de ellos en el estómago de los cachalotes.

El pulpo es un molusco que efectúa parte de su actividad diaria nadando en el necton, ya que la otra parte se la pasa reposando en el fondo o escondido entre las piedras. Los pulpos utilizan sus ocho tentáculos, provistos de numerosas ventosas, para desplazarse y recorrer el fondo o las rocas en busca de cangrejos como alimento, pero cuando necesitan recorrer mayores distancias lo hacen por un mecanismo semejante al del calamar, con el que se impulsan en el agua para nadar.

El cuerpo de los pulpos tiende a ser corto, ancho y aplanado, es decir menos hidrodinámico que el del calamar, por lo que son nadadores más lentos. Las prolongaciones laterales del cuerpo de algunos pulpos les sirven como estabilizadores, aunque pueden emplearse también para timonear y para propulsión; la concha interna del pulpo, a pesar de que es muy pequeña, sirve para brindar capacidad de flotación al animal. En esta pequeña concha se produce un líquido y un gas que varían en cantidad, lo que regula el grado de flotación: al aumentar el gas el pulpo flota y se desplaza nadando.

La cantidad de luz es el factor principal que estimula la producción del gas, y así se observa que durante el día el pulpo permanece escondido, y por la noche se torna activo y nada en busca de su alimento. Los investigadores han demostrado que la capacidad de flotación del pulpo disminuye cuando se expone a la luz y aumenta en la oscuridad.

Para controlar los movimientos de su cuerpo y de sus tentáculos, los pulpos poseen grandes y eficientes ojos y centros nerviosos, lo que hace que sean considerados como los invertebrados de conducta más compleja; su cerebro les permite sacar muy buen partido de su aparato locomotor. Una curiosa costumbre de estos cefalópodos es su habilidad para apropiarse territorios y se ha comprobado que en el fondo del Mar Rojo existen unos pulpos que construyen "cercas" cuadradas con piedrecitas alrededor de su territorio, en forma parecida a la división de los jardines en una unidad de casas.

El comportamiento del pulpo se compara con el de los vertebrados superiores y esto se ha probado con un experimento en el que un pulpo descorchó repetidas veces una

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botella en la que se había puesto un cebo, que luego el animal extrajo para comérselo. Es también sorprendente el apareamiento de los sexos: por lo general, después de haber desplegado su cortejo, el pulpo macho convierte uno de sus brazos en órgano reproductor y con él introduce el esperma en el cuerpo de la hembra. Se conoce incluso una especie muy pequeña en la cual el brazo reproductor se desprende del macho y nada solo, como un gusano, hasta llegar a una hembra.

Una vez fecundados los huevos, los colocan formando grupos o cordones y son depositados sobre objetos sólidos. Las hembras de algunas especies cuidan su descendencia, permaneciendo varios meses junto a ellos, hasta que nacen las crías, y durante ese tiempo limpian con los brazos las cubiertas de estos huevos y los riegan regularmente con chorros de agua.

Cuando el pulpo se encuentra con algún enemigo, antes de defenderse con los brazos, ventosas y pico, suelta la tinta como niebla de protección. En aguas quietas la nube envuelve por algún tiempo al agresor, mientras el pulpo huye. Esta tinta es segregada por una glándula especial y con ella se fabricaba el colorante "sepia" antes de conocerse los colorantes sintéticos. Sepia es el nombre científico de un cefalópodo característico del Mediterráneo, que usa para producir la nube de tinta el mismo chorro propulsor que le permite nadar.

Algunos pulpos pequeños reposan en los fondos arenosos confundiéndose con la arena al adoptar el color de ésta, y si el animal es empujado se vuelve de pronto oscuro, huye y lanza una breve nube de tinta desplazándose bruscamente hacia un lado, se vuelve de color blanco y va a posarse otra vez en el fondo, donde un escaso recubrimiento de arena completa el camuflaje; si a pesar de eso es perseguido, repite varias veces la maniobra.

La tinta tiene sustancias que actúan sobre el olfato de los peces como las morenas, enemigos del pulpo principalmente en los mares cálidos. En un acuario se montó un experimento en el que colocaron juntos una morena y un pulpo, el cual mostró inmediatamente su excitación y la morena empezó a perseguir la presa; cuando llegó a unos centímetros del pulpo, éste lanzó su oscura nube y se puso en fuga, la morena siguió adelante y al disiparse la niebla, a pesar de estar tocando al pulpo con el hocico no fue capaz de reconocerlo: su olfato había quedado anulado por la tinta, efecto que se mantuvo durante una hora.

Otro cefalópodo del necton es el Nautilus, que presenta una concha externa en forma y coloración muy bella, enrollada sobre un eje en espiral, formando un plano de simetría bilateral. Solamente son visibles las dos últimas cámaras, ya que ellas cubren a las más internas, que están separadas por tabiques transversales. A medida que el animal crece, la última cámara, que es en donde el organismo habita, le queda chica y tiene que formar una nueva. Los tabiques llevan en el centro un tubo corto que comunica todas las cámaras, por donde el animal prolonga un cordón de tejido corporal cuya función consiste en secretar gas en el interior de las cámaras vacías haciendo que la concha flote y le permita nadar.

La concha está compuesta de una capa externa de porcelana que posee carbonato de calcio y de una capa interna nacarada. La superficie externa presenta bandas alternantes blancas y anaranjadas, aunque otras veces es blanca perlada.

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Estos animales realizan su actividad en la noche, descansando durante el día; cuando se encuentra nadando o en reposo las cámaras llenas de gas sostienen la concha en posición vertical y proporcionan flotabilidad, la cual contrarresta el peso de la concha. Como el Nautilus vive lo mismo cerca de la superficie que a profundidades mayores, debe regular la cantidad de gas para que se acomode a las presiones de diferentes profundidades; las cámaras se llenan de gas y el animal asciende, después, al salir el gas, las cámaras son ocupadas por agua y entonces desciende. El hombre ha imitado este hecho en la construcción de los submarinos.

Figura 40. Vista general de la superficie externa y corte transversal de una

concha de Nautilus.

El Nautilus puede nadar con sorprendente rapidez, aunque no con tanta velocidad como el calamar. El mecanismo locomotor es idéntico al de los otros cefalópodos, aunque la expulsión de agua por el sifón depende más de la retracción del cuerpo y contracción de los músculos del embudo que de la intervención del manto.

Sus hábitos alimenticios no son bien conocidos, pero es lógico suponer que capturan su presa con los tentáculos, que en él son muy numerosos (cerca de 90) y que nacen de dos áreas alrededor de la cabeza. Estos tentáculos carecen de ventosas y cada uno puede contraerse dentro de una vaina; encima de ellos y de la cabeza se observa un gancho protector, correoso y de gran volumen, que está formado por un repliegue de su piel. Cuando el animal se refugia dentro de la concha, el gancho actúa como opérculo y tapa la abertura; este gancho no existe en ningún otro cefalópodo. Los Nautilus son capturados con el arte de pesca llamado "bombo", muy utilizado en Filipinas.

Otro cefalópodo, el género Argonauta, presenta una concha muy delgada y delicada con estrías transversales gruesas. En su natación utiliza brazos provistos de membranas, parecidos a sombrillas, nadando por contracciones rítmicas de estas membranas, por lo que recuerda a las de las medusas.

Los principales enemigos de los cefalópodos son las ballenas y los peces; los calamares constituyen un elemento importante en la dieta de los cachalotes, los cuales presentan a veces cicatrices sobre la piel después de luchar con calamares gigantes. Los calamares y pulpos poco a poco se han ido incorporando en la dieta humana y ya en muchos países son utilizados como alimento.

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Los cefalópodos del necton presentan por lo tanto características anatómicas adaptadas a la natación. Su comportamiento es muy interesante por el desarrollo que su sistema nervioso alcanza; por ello, con estos cefalópodos se efectúan muchos experimentos.

El grupo de los cefalópodos cada vez tiene mayor interés para el hombre, no sólo desde el punto de vista científico, sino también para su alimentación.

XIX. PECES DEL NECTON

LAS aguas que cubren la plataforma continental constituyen un ecosistema en donde los peces pueden adoptar dos principales tipos de vida. Unos se encuentran permanentemente nadando en la superficie o entre dos aguas, formando la agrupación de los peces pelágicos o del necton, y otros, por el contrario, habitan en el fondo o sus profundidades, constituyendo los peces bentónicos, lo que ha dado como resultado muy diferentes adaptaciones, tanto en su estructura como en sus funciones.

Casi todos los peces, excepto los sedentarios, poseen un cuerpo de forma hidrodinámica que les permite deslizarse por las aguas con el mínimo esfuerzo, por esto los constructores de barcos han modelado siempre los cascos copiando formas que ofrecen reducir la resistencia al agua como las del cuerpo esbelto y flexible de los peces.

Las características que separan el medio pelágico costero del medio pelágico de mar abierto son poco marcadas, de modo que combinan las especies de ambos dominios, lo que hace más difícil su delimitación.

El medio pelágico costero se caracteriza por ser un ecosistema poco maduro, de especies que cuentan con un gran número de individuos de vida corta, crecimiento rápido y elevada fecundidad. Asimismo, sufre grandes fluctuaciones durante las estaciones del año, siendo más marcados estos cambios en aguas cálidas.

Los peces pelágicos de mar abierto son menos especializados y sus adaptaciones se encaminan a conseguir un mayor rendimiento en la natación; el comportamiento de estos peces es poco elaborado, es decir que se reduce a nadar velozmente para capturar una presa o para escapar de un enemigo.

Según su comportamiento se puede clasificar a los peces pelágicos en dos grupos: los "gregarios", que viven formando grandes grupos llamados cardúmenes o bancos, y los "solitarios", que generalmente son potentes depredadores y se alimentan de los gregarios.

Los peces gregarios, representados por muchas de las especies pelágicas costeras, acostumbran vivir reunidos en grandes grupos que pueden constar de millones de individuos, lo cual ha permitido el desarrollo de pesquerías y hace que representen una captura costeable.

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Las causas por las que estos peces forman bancos permanecen casi totalmente desconocidas. Muchos zoólogos han opinado que los bancos librarían a los individuos de los ataques de los depredadores; sin embargo, no se ha dado explicación que lo justifique. Más bien parecería que los bancos facilitan la labor a los carnívoros. Además, surge inmediatamente la pregunta de por qué razón algunos de los depredadores forman también este tipo de agrupaciones, como es el caso de las barracudas.

Se ha opinado igualmente que ayudarían a la reproducción, pero queda también sin explicarse la formación de agrupaciones unisexuales. Se ha dicho que facilitarían la búsqueda de alimento, pero la verdad es que se desaprovechan las capacidades exploratorias de los individuos que no viajan en la periferia. Quizá la única razón aceptable, pero pendiente de una comprobación experimental, sea que el nadar en banco requiere menor gasto de energía que el desplazamiento individual, por consideraciones hidrodinámicas.

Otro interesante problema es el de cómo se controla el desplazamiento de la agrupación. Al observar un gran banco compuesto por miles de peces que evolucionan como un solo individuo, animados de una voluntad común, toda explicación parece insuficiente. Se cree que cada individuo sigue a sus compañeros guiándose principalmente de manera visual y por la percepción de los cambios de presión y movimiento del agua, mediante la línea lateral. Para cada especie parece existir una distancia óptima interindividual conseguida por un equilibrio de atracción y repulsión, que coincidiría con la distancia justa a la cual el gasto de energía en el desplazamiento fuera mínimo.

Cualquiera que sea la forma y la ventaja adaptativa del desplazamiento en grupo, la organización del banco no es casual, ya que, como se ha demostrado, las tendencias gregarias se desarrollan paulatinamente con el crecimiento del individuo.

Trabajando los biólogos con crías de peces que se desplazan en grupo, han podido comprobar que cuando los alevines o jóvenes miden de 5 a 7 milímetros de longitud, cualquiera que fuera la forma de aproximación de dos individuos, ocasionaría su huida; cuando alcanza los 8 o 9 milímetros un individuo se puede acercar a la cola de otro, y cuando se encuentran distanciados unos 3 centímetros, nadan frecuentemente en paralelo por 1 o 2 segundos; pero si se aproximan de forma que se puedan ver la cabeza, de frente o en ángulo, la reacción de huida persiste.

A partir de los 9 milímetros de longitud, la aproximación de cabeza con cola resulta predominante y dos individuos pueden nadar paralelamente por varios segundos. Cuando alcanzan l0 o 10.5 milímetros, el alevín se aproxima a la cola de otro y vibran sus cuerpos, actitud que determina que los dos jóvenes naden en fila o en paralelo durante 30 o 60 segundos, uniéndoseles, ocasionalmente, un tercero e incluso un cuarto compañeros para formar un pequeño grupo. El número de individuos envueltos en este tipo de comportamiento aumenta hasta 10 cuando alcanzan los 11 o 12 milímetros de longitud.

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Figura 41. Cardumen.

Resulta también interesante que en estas primeras etapas gregarias, la distancia entre los peces pueda variar entre 10 y 35 milímetros, pero al alcanzar los 14 milímetros de longitud el espacio entre ellos persiste de forma variable entre 10 y 15 milímetros.

Estas observaciones demuestran que el proceso de formación de bancos madura con el desarrollo y no es, en absoluto, una actividad casual, sino que parece estar determinada genéticamente.

El ejemplo más típico de peces pelágicos que viven en bancos lo forman los componentes de la familia de los cupleidos, a la que pertenecen el arenque y la sardina.

Los arenques forman cardúmenes gigantescos y son propios de los mares fríos del hemisferio norte, prosperando a temperaturas entre 6 y 15�C. Los mayores bancos de arenques se forman durante la época de desove: millones de ellos abandonan las zonas donde se alimentan; que son las grandes manchas de plancton en alta mar, y van a apiñarse en las aguas poco profundas de la plataforma continental.

El sistema reproductor es sencillo, los bancos de ambos sexos se reúnen y expulsan al mismo tiempo sus células germinales, las que se fecundan en el mar, después de esto abandonan los huevos a su suerte. Al parecer, la sincronía se consigue mediante movimientos natatorios excitantes; cada hembra de arenque pone hasta 100 000 huevos y su prodigiosa fecundidad ha evitado su extinción desde hace tiempo. Su colosal abundancia los convierte en presa principal de depredadores, como los bacalaos y los atunes.

La pesca del arenque representa, en la actualidad, la cuarta parte de todas las capturas pesqueras mundiales. Sin embargo, no todo lo extraído se destina al consumo del hombre; una parte importante pasa a fábricas donde es convertida en harina de pescado y abono. De su grasa se extrae aceite para hacer lacas de colores.

Otro pez gregario es la "aguja de mar" que pertenece a la familia de los belónidos. Su grácil cuerpo de color plateado se prolonga en un largo y puntiagudo hocico provisto de abundantes y aguzados dientes y presenta espinas color verde, de ahí su otro nombre, el de "raspas verdes". Las agujas de mar suelen cazar bajo la superficie, atacando cardúmenes de peces de menor tamaño.

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Figura 42. Barracuda.

También son peces gregarios las "barracudas" que suelen vivir agrupadas en grandes bancos, son carnívoras y pueden alcanzar de 2 a 2.5 metros de longitud. El cuerpo de las barracudas, también conocidas como picudas, es un perfecto huso de potentes músculos rematado por una aguzada cabeza provista de fuertes mandíbulas extraordinariamente armadas, de las cuales la inferior sobresale.

Estos depredadores son típicos de los fondos coralinos donde suelen vagabundear en grupos considerables, y su aparición siembra el pánico entre la población piscícola.

Son peces valientes y difíciles de ahuyentar y una de sus características es la de acorralar a otros peces; describen un círculo a su alrededor, logrando que se concentren en apretado grupo; las presas se unen antes de exponerse aisladamente a una persecución fatal y de este modo, el implacable depredador dispone de un alimento del que selecciona uno o varios bocados.

Se conoce poco sobre la biología y el comportamiento de las barracudas, ya que no se sabe de sus hábitos reproductores, y sólo se piensa que lo hacen en mar abierto. En relación con su conducta, los informes se reducen a su actitud frente al hombre y parece que son más peligrosos los individuos aislados que los que viajan en grupo.

Entre los peces solitarios, que no forman agrupaciones sino que viajan solos, se encuentran representantes de los peces cartilaginosos, como los tiburones.

En las aguas cálidas destacan los extraños "tiburones martillo" que con frecuencia se introducen en los mares templados. Estos grandes tiburones son formidables depredadores que alcanzan 6 metros de longitud y 800 kilos de peso.

Se pueden encontrar solitarios o constituyendo pequeños grupos de 6 individuos, aunque posiblemente formen bancos mayores. Muy variadas son sus presas, y casi ningún pez de superficie o de fondo escapa a su ocasional depredación; sin embargo, una de las presas más frecuentes parecen ser las caballas.

También el comportamiento del pez martillo frente al hombre es muy variable, atacándolo en algunas zonas y evitándolo en otras. El nombre vulgar del tiburón

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martillo alude al insólito aspecto de su cabeza, debido a dos prolongaciones laterales en las que se encuentran los ojos. Mucho se ha especulado sobre la función que podría tener esta extraordinaria estructura; para unos zoólogos el principal efecto sería el de separar grandemente las dos mitades del aparato olfatorio, lo que daría al animal una gran precisión en la localización de presas por su olor.

Son varios los mecanismos y órganos que se ponen en acción cuando un pez se desplaza en el agua, y en algunos casos se pueden considerar verdaderas máquinas.

Los más rápidos nadadores capaces de recorrer grandes distancias en tiempos relativamente cortos se encuentran entre los peces que presentan esqueleto óseo, que constituyen el 95% de las 25 000 especies que se conocen actualmente. Y de éstos, posiblemente no hay ninguno que pueda compararse en velocidad con los túnidos.

Su cuerpo liso e hidrodinámico les confiere gran rapidez. Cuando ven o huelen comida, aceleran y alcanzan altas velocidades en menos de un segundo. De este grupo los atunes son los que viajan con mayor frecuencia por mar abierto. Estos y sus parientes de menor tamaño como las "caballas", "listados" y "albacoras", al ser más pesados que el agua que desalojan, tienen que nadar sin pausas para permanecer a flote y no reposan nunca. Si se detienen se van de cola al fondo. Este esfuerzo exige que pase suficiente agua oxigenada por sus branquias, lo que les obliga a nadar rápidamente. Sus duras aletas caudales, que tienen forma de profunda horquilla, los impulsan con vigorosos movimientos.

Además, estos peces mantienen la temperatura del cuerpo a 25-30°C, en aguas que se encuentran entre l0-30°C. Esta adaptación acelera su metabolismo y contribuye a su gran velocidad y fuerza. Sus impulsos nerviosos recorren rápidamente su cuerpo y sus potentes músculos nadadores se contraen y relajan con una rapidez casi triple a la de cualquier pez. Se han visto algunos, como el rabil, nadar a más de 75 kilómetros por hora, y al peto a casi 80, considerado esto como récord entre los peces.

Los atunes y caballas nadan a veces tan cerca de la superficie del agua que ésta parece hervir, aunque se ha observado que también lo hacen a mayores profundidades; los japoneses pescan el atún con líneas que colocan a más de 100 metros de profundidad.

En Nueva Jersey los biólogos marinos han detectado grandes bancos de atunes a 2 500 metros y han supuesto que estos animales se reúnen ahí al comenzar el invierno para marchar hacia zonas más cálidas.

Los atunes cazan sus presas de dos maneras: engullen directamente los peces pequeños, como las sardinas, nadando velozmente con la boca abierta a través del banco de su presa, y a los peces mayores, tales como arenques y caballas, los paralizan primero mediante salvajes coletazos.

La caballa hiberna a grandes profundidades en el Mar del Norte y durante este periodo no se alimenta; al llegar la primavera, retorna a sus actividades alimenticias, consumiendo casi exclusivamente zooplancton. En este momento ascienden a profundidades menores, llegando a las aguas costeras de temperatura entre 11 y 14°C para su reproducción.

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Las caballas ocupan un eslabón clave en las cadenas de alimentación de los peces del necton, ya que al consumir zooplancton y pequeños peces transforman este diminuto alimento en un cúmulo de proteínas de tamaño óptimo para los grandes depredadores, tales como atunes y tiburones.

Entre los parientes cercanos de los atunes se encuentran los "peces espada" y los "marlines", muy codiciados para la pesca deportiva. La configuración del cuerpo de estos peces les permite nadar con tanta rapidez como a los atunes. Su aleta dorsal sobresale a menudo del agua cuando nadan, a modo de vela, y su rasgo más característico es el larguísimo hocico que se prolonga rectilíneamente y al que deben su nombre.

No está bien conocida la utilidad que proporciona al pez esta estructura en espada, quizá le permite un deslizamiento más veloz, como la proa aguzada de las embarcaciones, aunque es más probable que les sirva para procurarse alimento. De los marlines se sabe que atacan los bancos de peces, blandiendo la espada como si fuera un garrote.

Según numerosos relatos, los peces espada atacan las embarcaciones sacudiendo intencionadamente contra ellas sus largos apéndices. Se considera que estos ataques son choques casuales producidos cuando el pez espada se dedica a perseguir a sus presas.

Los peces espada llegan a alcanzar hasta 5 metros de longitud y un peso de 450 kilos. Hace tiempo se calculó en Inglaterra la fuerza que puede desarrollar un pez espada que nada a gran velocidad, y se llegó a la conclusión de que un ejemplar de 270 kilos de peso, que nade a 16 kilómetros por hora y se lance contra un objetivo, aplica a su espada un empuje de 4.5 toneladas.

Son tan variadas las adaptaciones de los peces del necton que se pueden escribir varios tratados al respecto.

XX. MAMÍFEROS MARINOS

EL MAR, lugar en donde aparecieron los seres vivos, ha sido también refugio de animales que, tras poblar la tierra firme y desarrollar pelo, pulmones, extremidades marchadoras y aparato reproductor con placenta, volvieron a su medio primitivo, para lo cual modificaron sus extremidades para hacerlas semejantes a aletas, adecuaron su pelo a la vida en el agua y adaptaron al nuevo ambiente todos sus procesos fisiológicos.

El principal problema en la adaptación de los mamíferos para vivir en el agua es la respiración, que ellos resuelven tomando, de una u otra forma, aire atmosférico de la superficie; también el mantenimiento de la temperatura corporal es una de las mayores dificultades para que estos animales homeotermos o de temperatura constante vivan en el agua, resolviéndolo al recubrirse de gruesas capas aislantes.

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Estas generalmente son de grasa, excepto en la nutria de mar, cuyo material aislante es el pelo.

Los mamíferos, cuyo éxito evolutivo se inició hace 60 millones de años, no sólo han llegado a lograr su adaptación total en la tierra; también se encuentran algunos adaptados al mar, entre ellos al mayor vertebrado que haya poblado el planeta, la "ballena azul".

Dentro de los grupos de mamíferos marinos, algunos representantes viven también en los estuarios y penetran en los grandes ríos; estos grupos son: los mustélidos, como la nutria de mar; todos los pinnípedos, como leones de mar, morsas y focas; los sirenios, como manatíes y dugongos; los cetáceos, como delfines, marsopas, orcas, ballenas y cachalotes. Sin embargo, no todos están igualmente adaptados a la vida en el agua y su dependencia de la tierra varía desde la nutria de mar, que pasa su vida muy cerca de la orilla, hasta los sirenios y cetáceos, que nunca abandonan el agua.

Entre los mustélidos está la "nutria de mar" que alcanza los 40 kilos de peso, siendo la mayor nutria del mundo; vive en las costas de California, Alaska y norte de Japón. A diferencia de otros mamíferos, carece de una gruesa capa de grasa que la proteja del frío del agua, lo que prueba su naturaleza de tardío poblador del mar y su escasa especialización para la vida en el medio acuático. Para evitar la pérdida de calor retiene aire entre sus apretados pelos y éste actúa como aislante térmico; cuando el pelo se ensucia, pierde su carácter protector, por lo que el organismo lo mantiene limpio.

Durante la noche duerme envuelta o sujeta a montones de algas que actúan como flotador y al amanecer comienza su actividad, descendiendo hasta 60 metros de profundidad para capturar erizos de mar, holoturias, cangrejos y, sobre todo, mejillones, lapas y otros moluscos, pudiendo permanecer bajo el agua hasta 4 minutos.

Para arrancar las lapas de las rocas y para abrir las duras conchas de los moluscos utiliza piedras, hecho que coloca a la nutria en el grupo de animales que son capaces de servirse de instrumentos para su alimentación. Se ha podido observar que para cascar un mejillón emplea 35 golpes, en tanto que bastan sólo 9 para romper un erizo de mar.

La nutria ha sido perseguida y cazada por el valor de su piel, que llegó a ser la más cara del mundo, lo cual ha ocasionado que las poblaciones desciendan en tal medida que se teme su extinción; los países que la poseían decretaron su total protección y la prohibición de la venta de sus pieles.

Los mamíferos marinos que abundan en la franja costera son los pinnípedos, que pasan gran parte de su vida en el agua, pero se reproducen en tierra firme; se caracterizan por tener las extremidades convertidas en aletas. Estos animales forman tres tipos morfológicos claramente diferenciados, catalogados como familias, a saber: otáridos o leones de mar, odobénidos o morsas y fócidos o focas.

Los "leones de mar" son el grupo más primitivo, se les llama también "focas orejudas" por tener pabellones auditivos muy aparentes, a diferencia de los que se

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presentan en focas y morsas. Se caracterizan por la disposición de sus extremidades posteriores, que pueden dirigirse hacia adelante como las de un mamífero terrestre, lo que les permite correr con rapidez en tierra firme y trepar a las rocas. Al nadar, actividad que realizan a gran velocidad, colocan sus miembros posteriores hacia atrás a manera de cola y se desplazan nadando con las extremidades delanteras.

Entre los leones de mar existen algunos que tienen el pelaje en forma de borra, es decir pelo corto, suave y apretado, apreciado en peletería.

Los leones marinos viven en grandes rebaños sobre las costas rocosas, y algunas especies son migratorias. Estas colonias se disgregan en la época de celo, los machos conquistan entonces territorios individuales que defienden de cualquier competidor y donde reúnen un harem más o menos numeroso. Devoran toda clase de peces, incluyendo salmones, aunque otros prefieren a los pulpos y calamares.

Los osos marinos, también llamados "focas peludas", presentan una alimentación y hábitos reproductores semejantes a los de los leones marinos. Muy perseguidos por el valor de su piel, estos otáridos han sido diezmados en gran número; existen, actualmente pequeñas poblaciones de 30 a 40 individuos en islas cercanas a Chile. Un hallazgo sorprendente lo constituye la localización de estos osos marinos en la Isla de Guadalupe, en la costa de Baja California, México, a muchos miles de kilómetros de distancia de Chile, hecho que motivó el crear medidas para la conservación de las pequeñas poblaciones descubiertas.

Los odobénidos o "morsas" son animales que presentan un cuerpo robusto culminado por dos largos, blancos y relucientes colmillos verticales que pueden alcanzar en los machos hasta un metro de longitud y en las hembras 70 centímetros. Su hábitat ideal son los mares árticos y se han podido distinguir dos tipos: la morsa del Pacífico y la del Atlántico; en ambos, los machos son mayores que las hembras, y llegan a pesar más de 1 600 kilos en invierno, cuando tienen gran cantidad de grasa como reserva.

Figura 43. Morsas y focas.

Las morsas que viven en gigantescos rebaños de hasta 100 ejemplares son animales tímidos y retraídos, pero al ser acorralados o en caso de peligro no dudan en hacer uso de sus colmillos como armas de defensa. Sin embargo, los utilizan fundamentalmente para la obtención de alimento, formado por moluscos, crustáceos y equinodermos que desentierran. También tienen una importante misión: cuando la morsa marcha sobre

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el hielo, actúan como puntos de apoyo, siendo esta actitud la que les ha dado su nombre científico de Odobenus que significa "aquel que camina con sus dientes".

Los fócidos o verdaderas focas están formados por 13 géneros y 18 especies, distribuidos tanto en los mares fríos y templados como en los tropicales. Las focas tienen las patas posteriores dirigidas hacia atrás a manera de cola, en posición casi paralela al cuerpo, por lo que les son inútiles para la marcha; en tierra firme se desplazan a saltos sobre su vientre con movimientos ondulatorios alcanzando, en distancias cortas, buena velocidad. En el agua, sin embargo, no tienen rival entre los pinnípedos, pues se impulsan con las extremidades posteriores de igual modo que un pez se sirve de su cola, lo que les permite moverse muy aprisa y cambiar bruscamente de dirección. Las focas pueden pasar largas temporadas sin salir del agua, pero durante el día habitualmente alternan periodos de natación y pesca con ratos de descanso en la orilla.

Conseguir oxígeno cuando se encuentra en el agua no es difícil para un pinnípedo, ya que sale a tomarlo de la atmósfera, pero cuando duerme en el mar lo puede obtener gracias a la grasa que lo recubre y que actúa como flotador; algunas focas duermen en posición vertical, como flota una botella, manteniendo sus orificios nasales fuera del agua y respirando regularmente; otras, en cambio, duermen entre dos aguas, y de vez en cuando, sin despertarse, ascienden a la superficie y realizan varias inspiraciones profundas de aire antes de volver a sumergirse. Se ha comprobado que, incluso dormidas en tierra firme, varias especies conservan este ritmo respiratorio.

Los elefantes marinos, considerados como los más grandes de las verdaderas focas son muy gregarios; este animal respira en tierra cuando duerme durante 5 minutos y cierra sus orificios nasales durante 8; mientras respira, inspira unas 6 veces por minuto.

También los pinnípedos tienen que adaptarse para conseguir el agua dulce para beber, ya que el agua del mar elevaría el contenido de sal en su sangre. Como estos mamíferos marinos se alimentan de peces, obtienen de ellos el agua que necesitan, y los que se nutren de invertebrados disponen de riñones capaces de retener y expulsar considerables cantidades de sal.

Las focas no sólo son buceadoras de excepción, sino también magnificas pescadoras submarinas; sus extremidades transformadas en aletas y el cuerpo hidrodinámico en el que todas las salientes han desaparecido o se hallan ocultas bajo la grasa, posibilitan gran velocidad y rapidez en los movimientos para capturar a los peces. El olfato, muy fino en todos los pinnípedos y mediante el cual reconocen a sus crías, no sirve en la pesca, pues bajo el agua sus fosas nasales llamadas narinas permanecen cerradas.

Las focas, aunque pasan gran parte del año en altamar, deben forzosamente visitar la costa para cortejarse, alumbrar, amamantar a sus crías y mudar el pelo. Todas las especies lo hacen así, pero como en ese periodo no se alimentan y pierden mucho peso, en ocasiones la época de celo coincide con la de partos.

Además de la "foca gris", sólo el elefante de mar es polígamo y establece definidos territorios en la época de crianza; se localizan grandes poblaciones de ellos en Isla

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Guadalupe en Baja California, México; los machos se caracterizan por tener una llamativa excrecencia o "trompo" sobre el hocico que pueden hinchar a voluntad.

Entre los sirenios se encuentran los "dugongos" y "manatíes", que viven en las áreas costeras tropicales, penetrando profundamente en estuarios y ríos.

Los dugongos son animales inofensivos, muy tranquilos y hasta cierto punto semejantes a las focas; alcanzan de 2.5 a 3 metros de longitud y pesan de 150 a 200 kilogramos. Tienen la cabeza redonda, el cuello muy corto y ojos pequeños, situados a los lados del morro ancho de donde salen unas cerdas duras; su cuerpo es grueso y su piel tiene de 3 a 4 centímetros de espesor. Sus miembros anteriores son aletas bien formadas y aptas para la natación. Carecen de extremidades posteriores y su cuerpo termina en una cola ancha y plana a manera de paleta.

Los dugongos salen a tierra rara vez, ya que por tener costillas muy frágiles les resulta difícil respirar cuando no están flotando en el agua, además de que el sol puede producirles quemaduras si se llega a secar su piel.

Son animales sociables, viven formando grupos. Se nutren de plantas acuáticas como zoosteros y posidonias en las costas tropicales. Dan a luz una sola cría, y su periodo de gestación dura once meses.

Su carne es muy sabrosa y el resto del cuerpo tiene diferentes aplicaciones; así, su piel es usada para suelas de sandalias, en Madagascar muelen sus dientes y el polvo es empleado como antídoto contra intoxicación por alimentos, la grasa se utiliza para el dolor de cabeza y el sebo de esa grasa sirve como laxante.

Los manatíes son animales muy parecidos a los dugongos, sólo que habitan principalmente en los ríos; miden 5 metros de largo y llegan a pesar de 200 a 800 kilogramos.

Rara vez andan solos, suelen estar en rebaños, tienen un solo bebé después de 150 días de gestación y se alimentan de grandes cantidades de lirio acuático. A los dugongos y a los manatíes se les ha llamado "vacas marinas" por su aspecto y su tipo de alimentación.

El último grupo de mamíferos marinos lo componen los cetáceos, y entre ellos se encuentran los "delfines", que viven en grupos, y se ha llegado a suponer que la vida social que desarrollan representa una necesidad psíquica para los individuos. Los especímenes aislados parecen ser organismos anormales o que se separan accidentalmente de su tribu.

No parece que exista un líder en estos grupos de delfines, sin embargo, cuando viven en cautiverio se ha visto una jerarquía entre los individuos, siendo siempre un macho el dominante absoluto.

Estos grupos sociales parecen desarrollar actividades cooperativas, ayudando a compañeros en apuros; así, cuando una hembra va a dar a luz, emite llamadas peculiares que congregan a su alrededor a otras hembras del grupo que parecen

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vigilar, para evitar posibles ataques de tiburones. Cuando nace el pequeño, la madre le ayuda a ascender a la superficie para respirar, la primera cantidad de aire de su vida. Si el recién nacido presenta dificultad en la natación, la madre y otras hembras le ayudan a mantenerse a flote hasta que sea capaz de valerse por sí mismo.

Cuando estos cetáceos empezaron a estudiarse en cautiverio, se observó su extraordinaria docilidad y la facilidad con que creaban relaciones con otros animales y con el hombre; cuando son capturados mediante redes y transportados en blandas camillas, permanecen totalmente quietos, como si comprendieran todas las operaciones que se realizan en torno a ellos y evitaran lastimarse.

El hombre considera que el delfín es un animal que se orienta fundamentalmente por la vista, pero en realidad son animales acústicos y viven en un universo sonoro. El estudio de su oído demuestra que poseen el sistema auditivo más perfecto de todos los animales vivos; por esta razón los delfines emiten sonidos haciendo vibrar los labios del espiráculo u orificio respiratorio, que se localiza en lo alto de la cabeza, para comunicarse y situarse por medio de ecos o ecolocalizaciones.

Por otra parte, las experiencias realizadas con delfines en los centros de investigación han demostrado que poseen un sorprendente nivel intelectual y de aprendizaje. Algunos investigadores están convencidos del desarrollo del sistema nervioso de estos cetáceos y opinan que poseen un verdadero y elaborado lenguaje, comparable con el del humano, constituido por modulaciones de frecuencia.

Existen alrededor de 60 especies de delfines, destacando entre ellos el "delfín común", también llamado "nariz de botella" que es el más veloz de los cetáceos, ya que puede sobrepasar los 50 kilómetros por hora, escapando así de las temibles orcas.

Las "marsopas comunes" están entre los cetáceos más conocidos por el hombre, debido a que son muy abundantes en las costas. Una gran confusión existe en el empleo de las palabras delfín y marsopa; este último nombre se restringe a los pequeños delfines cuyo hocico no está prolongado en pico. Las marsopas del Pacífico se caracterizan por una mancha blanca en los flancos y realizan migraciones estacionales.

Figura 44. Delfín y orca, los mamíferos marinos más conocidos.

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Sin duda alguna, el más formidable de los cetáceos por su tamaño y por ser gran depredador es la "orca", de bellas franjas blanquinegras. Los machos adultos pueden medir más de 9 metros, mientras que las hembras sólo alcanzan de 4 a 6; su peso es elevado; en una hembra de 4 metros de longitud es de 850 kilos y en un macho grande, de 2 toneladas.

La velocidad con que se desplazan en el mar estas orcas es de 10 a 13 kilómetros por hora; asimismo son capaces de saltar fuera del agua cubriendo distancias de 13 metros, y elevarse hasta un metro y medio de altura. Tienen una distribución mundial y se alimentan de presas muy variadas, entre las que llegan a incluir ballenas.

Las orcas viven en grupos que constan de 3 a 50 individuos; se ha observado que se ayudan en la captura del alimento, y su agresividad no tiene comparación en el reino animal. Contrastando con su extraordinaria ferocidad, parece que las orcas no atacan al hombre, y los pocos ejemplares que se han mantenido en cautiverio han resultado muy dóciles, jugando con sus entrenadores en el agua sin producirles el menor daño, e incluso accediendo a transportarlos montados a horcajadas o en pie sobre sus lomos. Su desarrollo cerebral es tan alto como el de otros delfines, de modo que no sólo son los más fuertes depredadores del planeta, sino también unos de los más inteligentes.

Otro mamífero marino es la ballena, animal gigantesco e impresionante; es el más grande poblador de la Tierra. Una "ballena azul" pesa tanto como 1 600 hombres, 150 grandes bueyes o 25 elefantes, según cifras calculadas por investigadores, es decir tiene unas 130 toneladas de peso y supera los 30 metros de longitud. Aunque de menor tamaño, otras ballenas superan al más grande de los animales terrestres. Éstas son las verdaderas ballenas de barbas, por tener en su boca gran cantidad de cerdas, y los cachalotes o falsas ballenas equipados con dientes.

Un animal tan pesado no podría moverse en tierra firme; sin embargo, en el mar las cosas cambian: el elemento líquido ejerce un empuje hacia arriba que se contrapone al peso y posibilita la flotación. Resulta conocido que un cachalote varado en una playa muere por asfixia, al ser aplastado por el peso de su propio cuerpo.

Cuando una ballena sale a la superficie del agua, libera por los espiráculos, en un par de segundos, el aire contenido en sus pulmones, que saca a presión en forma de nube de vapor. Cada especie emite un resoplido característico por su forma y dimensiones, que llega a los 6 metros de altura en la ballena azul. Como este mamífero es capaz de permanecer de 20 a 90 minutos bajo el agua sin respirar, se podría pensar que tendría grandes pulmones; sin embargo, sus pulmones son menores proporcionalmente que los de un mamífero terrestre, pero en tanto cada vez que respira el hombre renueva únicamente el 10 o el 15% del aire que contienen sus pulmones, la ballena lo hace con el 80 o 90% del mismo.

Otra adaptación que presentan los cetáceos es la que les permite evitar los peligrosos efectos de la presión en las profundidades: cuando llegan a sumergirse hasta 900 metros, reducen al mínimo las cavidades llenas de aire u otro gas que poseen en su cuerpo; antes de la inmersión, vacían sus pulmones, eliminando el peligro y, para no sufrir la pérdida del calor corporal, cuentan con una gruesa capa de grasa que actúa como aislante.

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La mayoría de las ballenas se aparean y alumbran a sus pequeños en los mares cálidos, como es el caso de la ballena gris que llega a las costas de Baja California en México a reproducirse, en donde el recién nacido mide 7 metros y pesa 2 toneladas. Los ballenatos permanecen largo tiempo bajo la protección materna y crecen con rapidez, dado el elevado valor nutritivo de la leche de los cetáceos.

Estos gigantes, de los que todo es aprovechable, han despertado desde tiempo inmemorial la codicia humana, siendo perseguidos activamente por los pescadores, hasta casi agotarlos, por ello en la actualidad ha sido necesario establecer programas para protegerlos.

Como la reproducción de los mamíferos marinos es lenta y tienen pocas crías, la captura en exceso resulta peligrosa, por lo que el hombre tiene la obligación de realizar una explotación racional de estos recursos.

XXI. MÉTODOS PARA LA COLECTA Y EL ESTUDIO DEL NECTON

LOS organismos que forman el necton son nadadores activos que se desplazan en el seno de las aguas en busca de su alimento, o escapando de sus depredadores, por lo que constituyen poblaciones dispersas.

El necton está formado por los peces más grandes, que son los animales que dominan; por invertebrados nadadores, como el calamar y el pulpo, los cuales pueden alcanzar dimensiones considerables; por los reptiles marinos como las grandes tortugas, y por los mamíferos marinos también de gran tamaño.

Además, los animales nectónicos presentan amplias tolerancias a los cambios de temperatura, presión y salinidad, por lo que se localizan tanto en aguas de latitudes altas como bajas, o en aguas superficiales o profundas, con una distribución muy amplia.

Las características anteriores hacen que la colecta del necton resulte complicada, empleándose generalmente las artes de la pesca comercial para realizarla, o directamente los datos que se obtienen durante las pesquerías.

En general se usan las redes para pesca pelágica, es decir las que permiten capturar a los animales del necton que pasan la mayor parte de su ciclo vital en las aguas medias y superficiales; se utilizan incluso las redes de fondo para colectar a los organismos del necton demersales que permanecen la mayor parte de su vida cerca del fondo oceánico. También se emplean las líneas de anzuelos que se colocan a diferentes profundidades.

Una vez colectados los organismos deben fijarse y conservarse de la manera más conveniente para su identificación; generalmente se usa el formol al 10 por ciento y el alcohol etílico al 70 por ciento; las diluciones de estas sustancias se hacen con agua de mar.

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La fijación resulta difícil ya que los organismos del necton son de tamaños grandes, por lo que en la mayoría de las ocasiones sólo se conservan órganos aislados o fragmentos de éstos, como en el caso de los estudios gonadales, que se llevan a cabo para conocer la reproducción de determinadas especies.

Figura 45. Línea de anzuelos.

La identificación de los organismos presenta problemas especiales según el grupo, debido a que no se puede trabajar con poblaciones numerosas para realizar las interpretaciones interespecíficas; además, muchos de los datos del necton han sido recolectados por los pescadores comerciales y por esto, la mayor parte de la información que se tiene es sobre peces comerciales, conociéndose poco de muchos grupos de animales que no son de interés económico.

También debido a los métodos de colecta se conoce poco de los ciclos vitales, siendo escasa la información respecto a los estadios larvales y juveniles de los animales del necton.

En la actualidad, para estimar las densidades de las poblaciones de estos organismos se utiliza la ecosonda, que además permite realizar estudios de distribución y de migración de las especies. Debido a que muchas especies nectónicas son luminosas, se puede usar un fotomultiplicador para evaluar la densidad de las poblaciones.

Entre los principales estudios sobre el necton se encuentran los referentes al comportamiento, en especial los que permiten medir el grado de visibilidad de estos animales en relación con el desarrollo del oído y del olfato, así como a la gran sensibilidad que presentan a los cambios de presión.

También son importantes las investigaciones sobre la dinámica de las poblaciones explotables, para conocer el posible rendimiento de las especies comerciales con base en sus características de crecimiento, el reclutamiento y la mortalidad que presentan.

Como la mayoría de los animales del necton son selectivos en sus hábitos alimenticios, es importante conocerlos para establecer las relaciones alimentarias en las diferentes etapas de desarrollo.

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Asimismo, se está investigando sobre las adaptaciones que presentan los organismos terrestres que han invadido el océano, como las tortugas del tipo de las caguamas, las careyes, las verdes y las laudes; o como los mamíferos, ballenas, delfines, focas, etcétera.

En los estudios del necton es necesario disponer de los datos hidrográficos, como salinidad, temperatura, pH, etcétera, para conocer su relación con la presencia y abundancia de ciertas especies.

Las investigaciones sobre el necton se han logrado desarrollar gracias a la utilización de los satélites que permiten cubrir mayores extensiones; sin embargo, se tienen que intensificar los esfuerzos para conocerlo mejor, y sobre todo a aquellos animales nectónicos que no son comerciales.

GLOSARIO

actinia. Anémona de mar.

alginato. Producto que se extrae de las algas del género Macrocystis.

anélido. Animal con el cuerpo cilíndrico alargado y segmentado en forma de anillos.

anfípodo. "Pulga de playa", pequeño crustáceo de uno o dos centímetros de largo que vive en las playas.

ascidia. Animal del grupo de los cordados y del subgrupo de los urocordados, que vive en el mar, solitario o colonial y sésil. Su cuerpo está cubierto por una compleja túnica, por lo que también se le llama "tunicado".

atrofia. Falta de desarrollo de cualquier órgano del cuerpo.

autótrofo. Organismo que transforma la sustancia inorgánica en alimento orgánico.

berbecho. Animal del grupo de los moluscos, género Cardiam, que presenta concha redondeada con costillas y que es un cavador de aguas someras; vive enterrado en la arena.

biocenosis. Agrupación de vegetales y animales de acuerdo con sus comunes exigencias frente a las condiciones del medio.

bivalvo. Animal perteneciente al grupo de los moluscos con su concha formada por dos partes articuladas, como los mejillones.

biomasa. La cantidad de materia por unidad de superficie o volumen de agua, que se expresa en unidades de peso.

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braza. Medida de longitud, generalmente usada en relación con el mar, equivalente a 1.67 metros.

cefalópodo. Clase de molusco a la que pertenecen el calamar y el pulpo.

celenterados. Animales en su mayoría marinos que presentan células urticantes, simetría radial, forma fija llamada pólipo y libre nadadora o medusa. Como ejemplos se encuentran la hydra en aguas dulces y las medusas y corales en la marina.

cetáceo. Orden de los mamíferos que vive en el agua y cuyas extremidades adquieren la forma de remos o aletas, pero en respiración toman oxígeno del aire; como las ballenas y los delfines.

cilio. Pequeño filamento parecido a pestañas que presentan algunos organismos alrededor de la célula que forma su cuerpo y que les sirve para la locomoción. También puede encontrarse en algunos tejidos y producir corrientes.

cirrípedo. Crustáceo marino hermafrodita, cuya larva es libre nadadora; en el estado adulto vive fijo sobre los objetos sumergidos.

coanocito. Célula de las esponjas que presenta un flagelo rodeado por un collar, semejantes a los protozoos llamados coanoflagelados.

convergencia. Zona del océano en donde las aguas más densas se hunden por debajo de las aguas más livianas.

crinoideo. Animal del grupo de los equinodermos, de brazos largos, ramificados y plumoso, llamado lirio de mar.

cuarzo. Mineral formado por sílice, de estructura concoidea, incoloro cuando es puro y de color que varía según las sustancias con las que se mezcla.

delta. Zona generalmente triangular comprendida entre los brazos de un río en su desembocadura.

densidad. Masa por unidad de volumen de una sustancia.

detrito. Restos orgánicos producidos por la descomposición de vegetales y animales.

eclosión. Acción que realiza un organismo al terminar su desarrollo embrionario para salir del huevo.

ecosistema. Conjunto de organismos de diferentes especies que interactúan entre sí y con el medio en el que viven.

equinodermo. Animal marino, la mayoría de vida libre, con esqueleto calcáreo y espinas. Su cuerpo está dividido por cinco radios, como estrellas y erizos de mar.

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escollera. Especie de paredes sobre las que rompe la ola y que protegen contra la acción del viento.

espiración. Expulsar el aire del aparato respiratorio, generalmente de los pulmones.

estenotermo. Que tolera sólo un rango muy estrecho de temperatura. extinto. Muerto, fallecido.

familia. Grupo taxonómico que reúne géneros semejantes; por ejemplo, en peces, la familia Sciaenidae agrupa a las corvinas, los berrugatos, etcétera.

fanerógama. Planta superior provista de flores.

feldespato. Compuesto mineral de color blanco, amarillento o rojizo, brillo resinoso o nacarado, menos duro que el cuarzo.

fisiología. Rama de la biología que estudia las funciones de los organismos.

fotóforo. Célula cargada con pigmentos que permiten cambiar de color a algunos animales, como a los calamares y a los camarones, en los que forman órganos que emiten luz.

fotosíntesis. Elaboración de sustancia orgánica (alimento) a partir del bióxido de carbono y del agua, en presencia de clorofila y con la utilización de la energía solar; durante el proceso se libera oxígeno.

gasterópodo. Clase de los moluscos que tienen el cuerpo cubierto por una concha en espiral, como los caracoles.

gástrica. Región en donde se localiza el estómago.

género. Grupo taxonómico formado por un conjunto de especies que tienen cierto número de caracteres comunes.

genética. Rama de la biología que estudia los problemas de la herencia.

gramínea. Planta angiosperma monocotiledónea que tiene tallo cilíndrico comúnmente hueco y hojas con nervadura paralela.

granulometría. Estudio del tamaño y las características de los componentes de los sedimentos.

heterótrofo. Organismo que tiene que tomar las sustancias orgánicas (alimento) ya formadas por otros seres vivos; por ejemplo, los animales y los hongos.

híbrido. Organismo que resulta de la unión de dos progenitores con características hereditarias diferentes.

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hidrografía. Rama de la ciencia que se encarga de la descripción de los mares y las corrientes de agua.

hidrozoario. Animal del grupo de los Cnidaria o celenterados, generalmente marino, que puede vivir como solitario o colonial. Presenta forma pólipo y forma medusa.

homeotermo. Animal que mantiene la temperatura de su cuerpo constante, característico de aves y mamíferos.

humectación. Producir humedad.

inspiración. Entrada del aire al aparato respiratorio, generalmente a los pulmones.

isópodo. Pequeño crustáceo de cuerpo deprimido y ancho con los apéndices del cuerpo de forma similar.

lastrar. Agregar peso a una embarcación. Afirmar una cosa cargándola de peso.

luciferasa. Varias sustancias esenciales en la producción de bioluminiscencia.

luciferina. Enzima que contribuye a la producción de luz en los animales en la bioluminiscencia.

manto. Repliegue de piel de los moluscos que se encarga de secretar la concha.

medusa. Forma libre nadadora de los animales del grupo de los Cnidaria, que tiene forma de campana o sombrilla y células urticantes; también se les llama aguas malas.

metamorfosis. Cambios que experimentan muchos animales durante su desarrollo, por ejemplo, varios peces.

microclima. Características del medio que rodean a un ser vivo en especial.

mimetismo. Medida de protección de los animales al tomar la forma y coloración del medio y de otros organismos para no ser atacados.

molusco. Animal de cuerpo blando no segmentado, generalmente protegido por una concha, como caracoles, ostiones y pulpos.

morfología. Rama de la biología que estudia las formas de los seres vivos, así como las modificaciones y transformaciones que experimentan.

nemátodo. Animal con cuerpo cilíndrico no segmentado, en forma de gusano, del grupo de los seudocelomados. Lombriz intestinal.

nudibranquio. Animal del grupo de los moluscos que carecen de concha externa, liebres de mar.

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opérculo. Estructura semejante a una tapa, por ejemplo las láminas que cubren las branquias a los lados de la cabeza de los peces óseos, o la tapa que cierra las conchas de los moluscos.

ofiúrido. Animal del grupo de los equinodermos en forma de estrella con brazos largos y delgados, que se rompen fácilmente; llamado también bailarina de mar.

pectoral. Región del cuerpo localizada al frente.

pigmento. Sustancia colorante en los seres vivos que se puede encontrar disuelta o formando organoides en sus células.

pleamar. Fin o término de las crecientes de mar.

poiquilotermo. Animal cuya temperatura del cuerpo es variable y está relacionada con la del medio.

pólipo. Fase fija de ciclo biológico de los cnidarios, anémonas de mar.

productividad. Capacidad de los vegetales para producir materia orgánica.

reptar. Forma de desplazarse de algunos animales, arrastrándose como los reptiles.

retina. Membrana interior del ojo de los vertebrados y de otros animales que contiene las células receptoras sensibles a la luz.

rudimentario. Parte del cuerpo de un organismo incompletamente desarrollada.

sedentario. Animales que viven fijos y permanecen siempre en el mismo lugar.

sésil. Organismo que vive fijo sobre el sustrato, sedentario.

sifón. Largos tubos que tienen ciertos moluscos, especialmente los lamelibranquios que viven enterrados en la arena.

simbionte. Organismos de diferentes especies que viven reunidos prestándose ayuda.

tegumento. Membrana que cubre el cuerpo del animal o algunos de sus órganos.

tejido. Conjunto de células con características fisicoquímicas y biológicas semejantes, que desarrollan una misma función.

ventral. Región inferior del cuerpo de los animales de simetría bilateral.

vermiforme. Con forma de gusano.

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