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1 El origen de lo que hacemos Así quiero hacerlo Cuando hacemos cualquier cosa y nos cuestionamos acerca del porqué, rápidamente logramos encontrar miles de explicaciones, justificaciones o inclusive historias con diferentes versiones, todas son conocidas vulgarmente como pretextos. Generalmente los seres humanos hacemos diferentes cosas, algunas veces planeadas, otras improvisadas, pero finalmente seguimos procesos para hacer lo que hacemos. Por ejemplo: —Tiene que viajar el próximo jueves a Monterrey —le dice el gerente de una empresa a su subordinado. Ira Monterrey se convierte en un sinnúmero de opciones, en avión, en automóvil o en autobús, o incluso en tren. Ir solo o con otro compañero de trabajo, llegar a un lujoso hotel o a otro más modesto. Hacer rápidamente el trabajo y regresar el mismo día o tomarse tiempo paradescansar y tomar un par de días. Todas son opciones para ese viaje. Con ellas creamos expectativas: Quiero salir por la mañana, ir en avión, hacer lo que tengo que hacer allá y regresar en un vuelo por la noche. Así en la mente del subordinado queda todo el itinerario planeado. Sin embargo, al hacerlo de esa forma queda a merced de las circunstancias y sobre todo de su anfitrión, la persona del trabajo que irá a recibirlo al aeropuerto. —¿Es usted Juan López? —pregunta alegremente con un letrero en la mano el empleado de la sucursal de la misma compañía en el aeropuerto. —Sí, soy yo —dice apuradamente el empleado—. Si le parece podemos irnos, para no perder tiempo no traigo equipaje, solamente este bolso de mano. —Nada de eso —dice el anfitrión— la junta se pospuso para la tarde, tenemos tiempo de sobra, así que si quiere lo puedo llevar a dar un paseo. Y Juan López se queda terriblemente frustrado, atónito y disgustado. Se sienta en un café y empieza a hacer ajustes a su plan original: si salgo a las 8 de la noche de la junta tendré tiempo de tomar el vuelo de las 9:30 y entonces llegaré un poco tarde a la ciudad de México, pero llegaré. El nuevo plan lo tranquiliza y ya más resignado acompaña a su anfitrión a dar una vuelta por las instalaciones de la compañía. Al llegar la hora para la junta, las 5 de la tarde, se presenta ante los asistentes y se sienta. La junta da inicio y empiezan a tocarse los puntos de la agenda. Son ocho. Juan López ve su reloj y calcula que en dos horas pueden tratarse todos los puntos. No obstante el gerente de la sucursal no piensa lo mismo.

El Origen de Lo Que Hacemos

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1 El origen de lo que hacemos

Así quiero hacerlo

Cuando hacemos cualquier cosa y nos cuestionamos acerca del porqué, rápidamente logramos encontrar miles de explicaciones, justificaciones o inclusive historias con diferentes versiones, todas son conocidas vulgarmente como pretextos. Generalmente los seres humanos hacemos diferentes cosas, algunas veces planeadas, otras improvisadas, pero finalmente seguimos procesos para hacer lo que hacemos. Por ejemplo: —Tiene que viajar el próximo jueves a Monterrey —le dice el gerente de una empresa a su subordinado. Ira Monterrey se convierte en un sinnúmero de opciones, en avión, en automóvil o en autobús, o incluso en tren. Ir solo o con otro compañero de trabajo, llegar a un lujoso hotel o a otro más modesto. Hacer rápidamente el trabajo y regresar el mismo día o tomarse tiempo paradescansar y tomar un par de días. Todas son opciones para ese viaje. Con ellas creamos expectativas: Quiero salir por la mañana, ir en avión, hacer lo que tengo que hacer allá y regresar en un vuelo por la noche. Así en la mente del subordinado queda todo el itinerario planeado. Sin embargo, al hacerlo de esa forma queda a merced de las circunstancias y sobre todo de su anfitrión, la persona del trabajo que irá a recibirlo al aeropuerto. —¿Es usted Juan López? —pregunta alegremente con un letrero en la mano el empleado de la sucursal de la misma compañía en el aeropuerto. —Sí, soy yo —dice apuradamente el empleado—. Si le parece podemos irnos, para no perder tiempo no traigo equipaje, solamente este bolso de mano. —Nada de eso —dice el anfitrión— la junta se pospuso para la tarde, tenemos tiempo de sobra, así que si quiere lo puedo llevar a dar un paseo. Y Juan López se queda terriblemente frustrado, atónito y disgustado. Se sienta en un café y empieza a hacer ajustes a su plan original: si salgo a las 8 de la noche de la junta tendré tiempo de tomar el vuelo de las 9:30 y entonces llegaré un poco tarde a la ciudad de México, pero llegaré. El nuevo plan lo tranquiliza y ya más resignado acompaña a su anfitrión a dar una vuelta por las instalaciones de la compañía. Al llegar la hora para la junta, las 5 de la tarde, se presenta ante los asistentes y se sienta. La junta da inicio y empiezan a tocarse los puntos de la agenda. Son ocho. Juan López ve su reloj y calcula que en dos horas pueden tratarse todos los puntos. No obstante el gerente de la sucursal no piensa lo mismo. Así, el primer punto de la agenda tarda 45 minutos. —¿Queda claro para todos la necesidad de la capacitación en nuestra área de ventas? —Sí —dicen todos y cuando alguien de los asistentes trata de intervenir Juan López lo fulmina con la mirada. — ¿Podemos pasar al siguiente punto? —Claro que sí, o si lo prefiere tomamos un receso, dice el gerente—¿Un receso? —dice Juan casi gritando— pero si tenemos casi una hora hablando de un proyecto que ya ha sido autorizado y todavía faltan cuatro puntos para que les pueda explicar a qué he venido. Los asistentes se quedan perplejos. —¿Y cuál es el problema? —preguntan. —Es que —dice Juan— yo quería regresarme en el vuelo de las nueve y media de la noche. —No faltaba más —dice el gerente— pasemos al punto cinco.

Así, a las 7 de la tarde con quince minutos Juan sale apresuradamente de la compañía, su anfitrión de la mañana lo acompaña y lo conduce al aeropuerto. —¿Podemos pasar a cargar con gasolina mi coche? —pregunta precavidamente el chofer. Juan López voltea como ráfaga y lo mira con el ceño fruncido. —Bueno —rectifica el chofer— yo creo que con la que tenemos a lo mejor nos alcanza. Y así enfilan rumbo al aeropuerto. Pero, caray, las buenas inten- ciones del chofer y hasta del auto no bastan y la gasolina se acaba cuando se encuentran todavía a más de cinco kilómetros del aeropuerto. A Juan López le sale lumbre por las orejas. —¿Por que no le puso gasolina? —dice indignado y nuevamente tiene que proyectar nuevos planes, ¿Pedir aventón? ¿Esperar un taxi?

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¿Parar a cualquiera que pase y suplicarle que lo lleve? Finalmente eso fue lo que hizo, pedir a un particular que lo llevara al aeropuerto para tomar el avión y fue precisamente en ese automóvil donde Juan López y yo nos conocimos. Visiblemente alterado y ansioso se subió al automóvil en el que yo viajaba y juntos recorrimos una avenida larga tapizada de anuncios comerciales en la orilla del camino. —Hoy todo me ha salido mal —dijo Juan López. Y a pesar de ello cabe la pregunta: ¿realmente salieron las cosas mal?, ¿en qué falló este buen trabajador que anda a 78 revoluciones por minuto? Veamos: ¿Acaso era él capaz de exigirse un viaje tan atropellado? Sí, fue capaz de hacerlo. El problema es que sus planes del día dependían de hacer diferentes mancuernas con diversas personas para que las cosas salieran. El error de Juan López fue, desde mi punto de vista, el atreverse a hacer solo, planes que involucraban a otras personas. Juan López tiene un gran talento para actuar con rapidez pero tiene dificultades para negociar acuerdos con otras personas. Podría haber hablado con el gerente de la compañía en Monterrey y decirle algo así como: soy la persona que asistirá a la junta de la sucursal, estoy planeando un viaje de un solo día, si no tiene inconveniente me gustaría que la junta fuera concisa para que yo pudiera regresar a buena hora. O bien podría haber preguntado el programa de actividades, o mandado un fax con su propio itinerario tentativo. En fin, tendría que haber compartido con los otros sus intenciones para el viaje. Pero lo más importante, negociar con uno mismo las condiciones del viaje. —¿Por qué viajar con tanta prisa? —le pregunté en el avión. Juan López me vio con cara de qué le importa, pero hizo aparentemente un esfuerzo y me dijo. —Para optimizar el tiempo. No me atreví a hacer más preguntas. Resulta claro que a veces planeamos actividades sin tomar en cuenta ni siquiera nuestros propios intereses y así, como si fuéramos máquinas, programamos todo lo que puede suceder. Y si lo conseguimos nos sentimos muy tranquilos pero, ¿y si no sucede? Nos va como dijo Juan López, muy mal. Seguramente si se le hubiera preguntado por la planeación de su viaje al señor López, hubiera encontrado siempre justificaciones o explicaciones para sus conductas. Ésa es la raíz de los argumentos que utilizamos para relacionarnos con nosotros y con otros en la vida. Para todo ensayamos un argumento, una justificación, una teoría. —¿Para qué regresar tan temprano? —Para dormir en mi casa. —¿Para qué dormir en la casa si siempre ha dormido ahí?

—Porque me preocupa que se quede sola mi familia. —¿Por qué le preocupa? —Porque hay mucha inseguridad. —¿Por qué dice usted que hay mucha inseguridad? —Por el gobierno. —¿Por qué por el gobierno?... Y así podríamos llegar hasta agotar los argumentos que tenemos para justificar lo que hacemos. Sin embargo, es válido preguntarnos ¿realmente creemos en los argumentos que empleamos para hacer las cosas que hacemos? ¿No sería mejor ir construyendo y explorando nuestros argumentos mientras neqociamos con otros las circunstancias que esperamos? Definitivamente no negociar con otros involucrados es un error que además de ejercer presión sobre nuestros planes puede llevarnos a que éstos fracasen. Y asimismo puede hacer que los fracasos de nuestros planes sean recurrentes, es decir, que continuamente se presenten. "Si se halla usted mismo en una situación en donde pueda ver que se mueve a una y otra crisis continuamente, quizá necesite hacer un alto y pensar a dónde quiere llegar realmente." George Morrisey (1992)

Si descubre que las cosas no salen como las ha planeado puede ser porque no ha tomado en consideración a otras personas en sus planes. Y si además las crisis suceden de manera constante, una y otra vez, quizás es un buen momento para reflexionar sobre la posibilidad de entender y cambiar algunas circunstancias de los procesos que utiliza para hacer las cosas.

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Cuadro interactivo:

Subraye por favor la manera en la que usted considera que le gusta hacer las cosas: rapidísimo, rápido, regular, lento o muy lento.

Mencione al menos tres argumentos que le indiquen por qué prefiere ser así: 1. __________________________ 2. ___________________________________________________ 3. ___________________________________________________ ¿Comparte con los involucrados sus planes para que sepan lo que espera de ellos? Todo, la mayor parte, alguna parte, muy poco, nada. Escriba al menos tres argumentos por los que prefiere hacer las cosas de esa manera: 1. ___________________________________________________ 2. ___________________________________________________ 3. ___________________________________________________

Referencias:

Morrisey, G. (1992) Creating your Future. Personal Strategic Planning for Professionals. San Francisco: Berret-Koehler Publishers.