El Pasado No Perdona

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  • 7/27/2019 El Pasado No Perdona

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    El pasado no perdona

    Carlos Melndez

    Hemos vuelto a los noventas, sentencia el despistado observador de la realidad

    peruana, como si la ltima dcada nuestra poltica hubiese estado exenta dechuponeos, servicesde seguridad, reglajes y delincuentes con traje de lobistas. Lacrisis poltica e institucional actual tiene su origen en un pasado irresuelto, en elirresponsable y enorme descuido (ineptitud?) de no caminar derecho

    Primer flashback: tenemos un Estado montesinista, una mafia que ha penetrado alEstado y no solo al actual gobierno. Empero, luego del autoritarismo fujimorista, sehace difcil erigir estructuras polticas o parapolticas que funcionen con precisinmaquinal. Los poderes paralelos tambin estn fragmentados y atomizados comoel resto de nuestra poltica. Son sobrevivientes desarticulados de la implosin delhampa y el espionaje del SIN de Vladimiro Montesinos. As resulta improbable

    acoger o controlar sofisticadamente un andamiaje de poder alterno. En realidad, lasituacin es peor: la pasividad del gobierno ante una competencia desordenada decamarillas criminales dispersas, de pymes de servicios especiales que usufructanla demanda de empresarios y polticos ambiciosos en un pas cuya economa einseguridad crecen de la mano.

    Segundo flashback: estamos frente a la construccin de un proyecto autoritario.Sin embargo, no toda anti-poltica se origina en los deseos reeleccionistas de suspromotores, tambin puede derivarse de su inexperiencia poltica. El presidenteOllanta Humala es un militar que desconfa de los polticos. Su gobierno refleja esapremisa: delegacin de gestin pblica en tecnocracias y prescindencia de cuadros

    polticos. Su crculo ms cercano reproduce ese recelo. El resultado es unamilitarizacinpor defaultque reemplaza la poltica (el dilogo, la formacin decoaliciones) por la peor versin de la inteligencia (escuchas ilegales, vigilancia aopositores).

    Sumemos las partes. Se ha consolidado una antipoltica posmontesinista distinta enlo fundamental a la de los aos noventa: la desconcentracin de modalidades deseguridad y de inteligencia ilcitas como patrn de comportamiento polticogeneralizado. Con un agravante: su aceptacin y justificacin por gobernantes,empresarios y periodistas. Todo aqul que haya utilizado privada opblicamenteun audio ilegal, ha contribuido a la legitimacin de estas prcticas y

    de personajes como scar Lpez Meneses. No es casual el perfil de este tipo deanimal (anti)polticoque deambula en el limbo de la poltica del delito: traficantesde influencias, administradores de tecnologas de espionaje, topos que se camuflande asesores o nexos congresales o de servidores asociados a las fuerzas del orden.

    Las consecuencias son perversas para la institucionalizacin poltica. Laincompetencia del Ejecutivo para dirigir a los cuerpos armados, el caos permanenteen los sectores de interior y defensa (con magros desempeos en seguridad

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    ciudadana), la torpeza para resolver crisis polticas y evitar su escalamiento, laimprovisacin y volatilidad de jefes de gabinete, ministros, asesores presidenciales yhasta operadores (a la espera de un milagro), y la traicin al electorado de lasegunda vuelta (que vot por una oferta distinta al fujimontesinismo) son elproducto de un pasado que no perdona y que no se cura llorando.

    Publicado en El Comercio, 19 de noviembre de 2013.