El Pasivo Agresivo

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    El pasivo agresivo: la sumisión armadaHugo Marietán

    Alcmeon , Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica, Año XVII, Vol. 14, Nº 4, junio de 2008, págs. 83 a 87.

    De aquellos tiempos

    Mi primer encuentro con este tipo particu-lar de accionar sobre el mundo fue cuandosiendo estudiante de cuarto año de medicinahacía guardias en el Hospital Vecinal de La-nús, en Buenos Aires, por los años ochenta.

    El aquellos tiempos las guardias eran or-ganizadas de acuerdo a un esquema militar.El jefe de guardia era un cirujano (ya falleci-do) cuya voluntad era indiscutida y todos de- bíamos someternos a sus ‘costumbres’. Por ejemplo, gustaba de operar a la madrugada(si la urgencia se lo permitía) y todos debía-mos estar preparados para acatar sus órde-nes. O hacía largas charlas de sobremesa yninguno, a pesar del sueño casi invencible deesas guardias de veinticuatro horas –inhuma-nas como ninguna– podía levantarse de lamesa antes que él.

    El segundo al mando era el traumatólogo,luego venía en jerarquía el Mayor, que era el

    estudiante practicante ‘más viejo’ de la guar-dia y, por lo general, un aspirante a cirugía. Éltambién daba órdenes a los practicantes y to-dos obedecíamos o lo consultábamos antecualquier duda. Y así la escala de mando seiba degradando hasta llegar al estudiante queentró en última instancia a la guardia y quellamábamos ‘el Perro’. Este desdichado (a

    todos nos tocó alguna vez esta función) era prácticamente un sirviente de todos, debíaobedecer, sin chistar, a practicantes y jefes.Hacía los mandados, compraba cigarrillos,sándwiches, gaseosas, levantaba los datos para la Historia Clínica y era objeto de burlasy bromas pesadas (el bautismo). Y este pur-gatorio duraba hasta que entraba un nuevo practicante, quien pasaba a ser, ahora, ‘elPerro’.

    Este sistema militar nos acostumbraba aobedecer sin cuestionar las órdenes (recuer-den que en ese entonces todo el país estabamilitarizado, pero de cualquier manera era unavieja costumbre en las guardias médicas). Alque no se adaptaba, le hacían ‘el vacío’, na-die le hablaba, no le asignaban tareas, lo igno-raban de tal modo que al final terminaba de- jando la guardia.

    Walter, el Perro

    Todo trascurría ‘en orden’ hasta que apa-reció Walter, el nuevo ‘Perro’. Era alto, de pocas palabras, de aspecto bonachón, agra-dable. La primera orden que recibió fue deuna de las practicantes que le pidió que com-

    prara una gaseosa. “Sí”, dijo Walter con ama- bilidad y se fue. Luego apareció en otro lugar de la guardia donde le encargaron que llenaralos datos de varias historias clínicas y el aceptógustoso. Y así, en su primera jornada, recibióvarios encargos. Walter nunca se negó y nun-ca hizo nada de lo que se le pedía. Así llegabala hora en que se debía ‘entregar la guardia’

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    al otro turno y todo lo de Walter estaba sinhacer. Los ‘jefes’ practicantes, a último mo-mento, debieron hacer todo. Walter aparecíay desaparecía. Cuando se le reclamaba por una tarea, de buenas maneras decía que laiba a hacer, que estaba ‘en eso’. Cuando selo reprochaban agresivamente Walter poníasu cara de bonachón y soportaba estoico elembate sin oponer resistencia y prometiendoel pronto cumplimiento. Cómo agarrar a unaanguila, ese parecía ser el juego. Nunca lo

    escuché discutir con nadie. Y a pesar de quehacía sólo lo que él quería (parecía pero noera un vago), nadie lo echó ni le hizo el vacío.Era un tipo querible, y en el fondo admirába-mos en él esa extraña habilidad.

    Años después pude entender que Walter era un pasivo-agresivo. Ya metido en la in-vestigación sobre los tipos de personalidadesconstaté que los Walter eran bastante frecuen-tes.

    Cómo es un PASi tuviera que dar una definición operativa

    y ‘de entre casa’ diría que los pasivos agresi-vos son aquellos que ven la ‘P’ de problema yhuyen. Son casi las antípodas del paranoide:no confrontan, no asumen responsabilidades,no gustan de las sorpresas ni del riesgo. Sonnegociadores. Quieren quedar bien con Diosy con el Diablo. Hábiles diplomáticos. Por logeneral de buen trato, a veces obsecuentes.Todas las artes para eludir un problema son practicadas: la demora, el cajoneo, la manipu-lación blanda para que otro lo haga, la menti-ra, la justificación (a veces pueril), las llega-das tarde, las promesas incumplidas…

    ¿Y lo agresivo? Se manifiesta cuando debehacer una tarea que no quiere realizar y ago-tó todas las triquiñuelas para no hacerlo (quetambién es una agresión en sí misma). Se que-

    ja, gruñe, murmura, critica a espaldas de sussuperiores, descarga los problemas de su tra- bajo en un medio donde no será reprimido,como su familia o sus subordinados. Se quejade que se le exige mucho, de que no valoransu trabajo, de que son injustos con él, que loapuran, que no lo ayudan. Que mañana ten-drá más tiempo y hará el trabajo. Sus estalli-dos se dan en un medio seguro, como dije, ysuelen ser ‘tormentas de verano’, sin la con-sistencia ni la permanencia del enojo. Suelen

    ser berrinches, como los que tienen los chicosy, muchas veces, no son tenidos en cuenta.“Ya se le pasará”, suelen decir los familiares.

    Expertos en ineficiencia

    Son ineficientes por voluntad, trabajan paraser ineficientes, como castigo para los otros,cuando la tarea encomendada los enoja. Por el mismo motivo suelen mostrar su malhumor,con esa cara especial, sin manifestar ‘por qué

    están así’, aun ante la insistencia de sus fami-liares (claro, decirlo ya implica asumir un pro- blema del cual huyen como Drácula ante lacruz). Esto no quiere decir que sean malosempleados o profesionales: su buen trato y sudiplomacia suelen ser apreciados en muchos puestos de trabajo. Gran cantidad de vetera-nos burócratas pertenecen a esta personali-dad, enquistados en sus escritorios, demoran-do expedientes… Suelen trasmitir su malhu-mor, quejas y crear un mal clima en su entor-no laboral cuando están contrariados y segu-ros de que esas acciones no los van a perjudi-car.

    Cuando tienen un cargo superior suelenobstruir a los que tienen iniciativa, son em- prendedores y pueden significar un futuro peligro para su puesto, o simplemente paraque no se destaquen. Pero jamás confrontanabiertamente, al contrario, suelen mostrarse

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    amables y hasta aparentemente colaborado-res mientras trabajan sutilmente para trabar todo lo posible la realización de las iniciativas.

    Pichón de Maquiavelo

    Uno de ellos me confesó que siendo Jefede Guardia, no le gustaba uno de los médicosa su cargo. Ladinamente fue minando el pres-tigio de este colega, hablando mal de él, gene-rando rumores, encargándole los casos más

    difíciles para luego hacerlo responsable de losresultados, inventando dichos sobre otras per-sonas para predisponerlas mal hacia él. Ge-neraba intrigas. Tendía celadas. Fue tan efi-caz el trabajo de este pichón de Maquiavelo,tan astuto y solapado su accionar que cuandoel médico cayó en una de sus trampas y esta- ba la amenaza de traslado de hospital, su víc-tima fue a pedirle consejos y ayuda para evi-tar el traslado, es decir, nunca se enteró dequién generó su caída. Y él, mostrándose

    amable y contenedor, lo consolaba y prometíaque haría todo lo posible, cosa que, desde lue-go, no ocurrió. Y me contaba todo esto rién-dose a carcajadas. Es un hombre inteligente,ha hecho carrera y sigue en ascenso.

    Casi está demás decir que suelen ser en-vidiosos y resentidos.

    El nicho del PA

    Fuera de las aristas negativas, cuando el pasivo agresivo encuentra su nicho laboral, esdecir, donde puede ejercer su autonomía, cuan-do no se siente presionado y puede trabajar asu estilo, es un empleado valioso. Su don degente lo habilita para toda tarea que impliquelas relaciones públicas o las ventas. Suelehacer buenas duplas con los paranoides y losesquizoides (una vez que éstos ‘le encuen-tran la vuelta’ y toleran su forma de ser). Los

    paranoides son ejecutivos y confrontadores,lo que complementa la falta de ejecutividaddel pasivo agresivo, el que a su vez puedeaportar el buen trato del que a veces careceel paranoide, o la sociabilidad al esquizoide.

    El PA en pareja

    Las parejas que eligen los pasivos agresi-vos son los paranoides en su mayoría, porqueaunque sufren por su dominio son ellos los que

    resuelven los problemas. Por otra parte, el paranoide tiene a quien dominar, al menos aquien aparenta ser dominado, ya que no dis-cute ni confronta o si discute cae aplastado por la maquinaria lógica del paranoide y sólole queda el recurso de resistir pasivamente ydesde atrás. Pero llega un momento en queambos sistemas se equilibran a su manera y, protestas y quejas mediante, el sistema de la pareja perdura. Él se queja del dominio, ellade la falta de un ‘verdadero hombre’ que se

    haga cargo de las cosas. No suelen formar pareja con las histéricas(a menos que tengan un buen componente paranoide) porque son una fuente inagotablede problemas. Tampoco con otros pasivosagresivos o dependientes: ¿quién se hará car-go de los problemas?

    Es decir que por necesidad buscan seresejecutivos para aparearse y, consecuentemen-te, quejarse crónicamente.

    Sí, querida

    Una vez pedí hablar con el padre de un joven de 18 años que tenía delirios místicos yalucinaciones. Quería informarle de la situa-ción real de su hijo, ya que la familia creía quese trataba de una mera depresión. El hombre,de 54 años, vino a la consulta. Antes de que ledijera nada y después del saludo se puso a

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    hablar de los ‘viejos tiempos’, de su infanciaen Italia. Lo interrumpí, la primera de las in-numerables veces, diciéndole: “Lo llamé parahablar del problema de su hijo…”. Él no medejaba terminar la frase y continuaba con susrecuerdos y su llegada a la Argentina, en bar-co. “El tema de su hijo consiste en…”. Habíatrabajado duro en la casa de un familiar quellegó primero. “No es una depresión sino…”.Luego conoció a la que ahora es su mujer,también italiana. “Se trata de un delirio…”.

    Con esfuerzo hicieron su casita y nació su primer hijo. “Justamente de él estamos ha- blando, y de su delirio”. Fue un buen chicoaunque le costaba algo cumplir con las tareasde la escuela. “Es necesario medicarlo…”.“Doctor, todos tuvimos problemas cuando éra-mos jóvenes, yo, por ejemplo…”.

    No había forma decorosa de que esa má-quina de eludir pudiera darse por enterado deque su hijo tenía un problema serio.

    Hice llamar a la madre. Una italiana de 45

    años, muy cuidada en su vestir, se sentó muyderecha y me miró fijo a los ojos. Era unamujer de autoridad. De inmediato quiso saber cuál era el problema, los fundamentos del diag-nóstico, las pautas de la medicación y la es-trategia terapéutica. En todo momento meestudió. Hizo preguntas precisas y quería res- puestas precisas. “Bien”, dijo, “está enfermo.Hay que trabajar, entonces”. Fácil, sencillo,expeditivo.

    El esposo era bancario y ella dirigía unnegocio de ropas. Más adelante me enteré dealgunos pormenores de esta familia. Ella ejer-cía un férreo dominio sobre los miembros dela familia, el padre era una figura gris que devez en cuando explotaba en discusiones con-tra la escalera. Aunque estaba disgustado por alguna orden de su esposa, nunca la encara- ba a ella sino que le hablaba a los gritos a laescalera del dúplex. Pero por lo general casi

    no se notaba, excepto en algunas circunstan-cias especiales. Por ejemplo, los hijos adoles-centes querían traer a sus amigos a la casa yla esposa a sus amigas o parejas de amigos.A él no le gustaba recibir gente en su casa, pero no se oponía a las visitas. El cuadro quese repetía ante esto era más o menos el si-guiente, según relataban los hijos y la esposa.La mesa estaba servida. La cena (o el almuer-zo) transcurría. El diálogo era animado entrelos familiares y las visitas. El padre callado,

    pero sereno, en la cabecera de la mesa. Ines- perada y ruidosamente emitía un eructo, anteel espanto y la vergüenza de la familia y lasorpresa de los invitados. “Es fisiológico”,decía él, imperturbable. Al rato se inclinabaun poco sobre el costado de su silla, se incor- poraba unos centímetros y eliminaba un es-truendoso flato. “Es fisiológico”, remarcabaimpasible, ante el enojo general. Los hijos pe-dían disculpas a sus amigos y los invitaban aretirarse, muertos de vergüenza. Él, tranqui-

    lamente, ante la mirada fulminante de su es- posa, terminaba de comer y se iba a dormir.Luego, a solas, se escuchaban los gritos y elllanto de la esposa ante el papelón. Él no dis-cutía: “Son cosas del cuerpo, es fisiológico”,repetía.

    Así una y otra vez hasta que, sin presentar batalla, conseguía que nadie trajera gente asu casa.

    Yo prometo

    Seguramente los lectores tendrán muchoscasos de pasivos agresivos que son de su co-nocimiento. Otra característica que presen-tan algunos de ellos es la de prometer. En-frentados a una responsabilidad, para zafar de ese momento y tirar el problema hacía ade-lante prometen solucionarlo.

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    Me contaba una consultante que su recien-te novio estaba enterado de sus dificultadeseconómicas urgentes. Y ante la angustia deella, le prometía conseguir dinero para pagar las cuentas e impuestos vencidos. “La sema-na que viene me darán un préstamo en el ban-co y pagaremos todo, no te preocupes”, de-cía. Esa semana disfrutaba de la zona libre de problemas. Cuando, fatídicamente, llegaba lafecha, aparecían las excusas, las mentiras ylas nuevas promesas, esta vez para la sema-

    na siguiente. Todo dicho de una manera amo-rosa, con muchos halagos, por lo cual la pro-mesa parecía creíble. Nunca había pedido nin-gún préstamo. Aun así, sabiendo esta verdad,eran tan agradables sus modos que ella aún lecreía que de alguna manera la podía ayudar,sólo que no tenía suerte con los trámites, se-gún él decía.

    Una vez que ella se enojó mucho con él porque no afrontaba los problemas, él simple-mente desapareció por una semana sin dejar

    rastros ni modos de comunicarse. Transcurri-do ese tiempo anunció por teléfono que sehabía ‘aislado’ para encontrarle una soluciónal problema y que, esta vez sí, iba a solucio-narlo. No lo hizo, pero siguió repitiendo el mis-mo esquema. Él tenía su profesión y se automantenía, por lo que no entra en la categoríade parásito.

    Conclusiones

    El pasivo agresivo (PA) es un tipo de per-sonalidad. Este solo hecho no amerita paratipificarlo como psicópata. Para ello debe es-tar acompañado de los rasgos propios de la psicopatía: necesidades especiales, formasatípicas de satisfacerlas y cosificación.

    Hay pasivos agresivos que son a su vez psicópatas, el caso del colega maquiavélicoque comentamos se asemeja en mucho. En

    esos casos son traidores por naturaleza, de puñaladas traperas, de no dar la cara. El psi-cópata PA crea un clima de hostilidad alrede-dor de su víctima a través de calumnias, men-tiras, chimentos. Predispone a los demás ensu contra. Es un trabajo pausado, sutil, cons-tante, de encerronas y trampas. Es un buen jugador de Go, el legendario juego chino queconsiste en encerrar con fichas las fichas delenemigo hasta rodearlo, dejarlo sin escapato-ria posible y así eliminarlo, sin que la víctima

    sospeche la mano que está moviendo las fi-chas.

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