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EL PATRIMONIO FUNERARIO DEL CAMINO REAL DE TIERRA ADENTRO EN EL ESTADO DE DURANGO | 155 L a colonización del extenso territorio del norte de México y suroeste de Es- tados Unidos tuvo como origen la explotación minera. El descubrimiento de los yacimientos de plata y la fundación de la ciudad de Zacatecas en 1546 fueron el inicio de este proceso histórico cuyo eje generador fue el Camino Real de Tierra Adentro. Éste, alentado por nuevos descubrimien- tos, se extendió hacia el norte y llegó al río Bravo o Grande para internarse en territo- rio de Nuevo México, apegado al curso del río hasta el sitio de fundación de la villa de Santa Fe, que en 1610 sería la capital de la provincia y el último asentamiento del Camino Real, situado a más de 2,500 km de la capital de la Nueva España. En torno de su recorrido por el territorio de la Nueva Vizcaya se establecieron villas y pueblos, reales de minas y presidios, haciendas y misiones jesuitas, sin los cuales habría sido imposible la explotación de la plata y su transporte a la ciudad de México. Al llevar a cabo la identificación del patrimonio cultural creado durante este pro- ceso histórico resultaron evidentes manifestaciones culturales poco estudiadas, por ejemplo el arte y la arquitectura funerarios que expresan el carácter cultural itineran- te del Camino Real, dado que reflejan los grandes movimientos de población, el inter- cambio cultural y el sólido vínculo establecido entre el patrimonio cultural y el medio físico generados durante las diversas etapas del desarrollo histórico del estado. La provincia de la Nueva Vizcaya estaba conformada por el territorio de los actua- les estados de Chihuahua y Durango; la colonizó Francisco de Ibarra, que en su man- dato como primer gobernador de la Provincia (1563-1575) logró consolidar el territo- rio con la fundación de la ciudad de Durango y los primeros reales de minas. Desde la ciudad de Durango, en dirección hacia el norte, el Camino Real tenía tres El patrimonio funerario del Camino Real de Tierra Adentro en el estado de Durango FRANCISCO JAVIER ZAMORA QUINTANA * * Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH. Publicamos este trabajo en memoria de Paco, nues- tro querido amigo y compañero, quien lo presentó en el VII Encuentro de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales, celebrado en Buenos Aires, Argentina, en 2006.

El patrimonio funerario del Camino Real de Tierra Adentro

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EL PATRIMONIO FUNERARIO DEL CAMINO REAL DE TIERRA ADENTRO EN EL ESTADO DE DURANGO

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La colonización del extenso territorio del norte de México y suroeste de Es-tados Unidos tuvo como origen la explotación minera. El descubrimientode los yacimientos de plata y la fundación de la ciudad de Zacatecas en1546 fueron el inicio de este proceso histórico cuyo eje generador fue elCamino Real de Tierra Adentro. Éste, alentado por nuevos descubrimien-

tos, se extendió hacia el norte y llegó al río Bravo o Grande para internarse en territo-rio de Nuevo México, apegado al curso del río hasta el sitio de fundación de la villa deSanta Fe, que en 1610 sería la capital de la provincia y el último asentamiento delCamino Real, situado a más de 2,500 km de la capital de la Nueva España.

En torno de su recorrido por el territorio de la Nueva Vizcaya se establecieron villasy pueblos, reales de minas y presidios, haciendas y misiones jesuitas, sin los cualeshabría sido imposible la explotación de la plata y su transporte a la ciudad de México.

Al llevar a cabo la identificación del patrimonio cultural creado durante este pro-ceso histórico resultaron evidentes manifestaciones culturales poco estudiadas, porejemplo el arte y la arquitectura funerarios que expresan el carácter cultural itineran-te del Camino Real, dado que reflejan los grandes movimientos de población, el inter-cambio cultural y el sólido vínculo establecido entre el patrimonio cultural y el mediofísico generados durante las diversas etapas del desarrollo histórico del estado.

La provincia de la Nueva Vizcaya estaba conformada por el territorio de los actua-les estados de Chihuahua y Durango; la colonizó Francisco de Ibarra, que en su man-dato como primer gobernador de la Provincia (1563-1575) logró consolidar el territo-rio con la fundación de la ciudad de Durango y los primeros reales de minas.

Desde la ciudad de Durango, en dirección hacia el norte, el Camino Real tenía tres

El patrimonio funerario del Camino Real de Tierra Adentro

en el estado de Durango

FRANCISCO JAVIER ZAMORA QUINTANA†*

* Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH. Publicamos este trabajo en memoria de Paco, nues-tro querido amigo y compañero, quien lo presentó en el VII Encuentro de Valoración y Gestión deCementerios Patrimoniales, celebrado en Buenos Aires, Argentina, en 2006.

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156 | rutas alternativas cuyo uso estaba condicionadopor factores diversos, como el auge o decrementode la producción minera, las rebeliones indígenasy las incursiones de grupos de nómadas hostilesque atacaban los sitios poblados e impedían eltránsito por el Camino Real. Durante la época co-lonial y el siglo XIX la ruta de uso más frecuenteera conocida como el Camino Real de los Pre-sidios y fue por mucho tiempo el único caminohacia al norte que permitía el paso de carretas.1

El viaje de ida y vuelta a Santa Fe comenzabaen el Presidio de Pasaje al concluir la temporadade lluvias; ahí se formaba el convoy de carretasy animales de carga que transportaban mercan-cía procedente del centro de México y de lasregiones de Parras, La Laguna y el Pacífico nor-te. El camino aprovechaba los antiguos senderos

prehispánicos y seguía el curso de las corrientesestacionales para cruzar los valles de la AlcaldíaMayor de Cuencamé y arribar al vado del ríoNazas; luego continuaba con rumbo norte hastael presidio de San Pedro del Gallo, cruzaba laLlanura de La Zarca con una trayectoria parale-la a la Sierra Madre Occidental y la zona desérti-ca del Bolsón de Mapimí. Al final, después dedos jornadas de viaje, la travesía terminaba en elpresidio de Cerro Gordo, última guarnición enDurango. El viaje de regreso salía de Santa Fe alfinal del otoño, llegaba a Pasaje y proseguíadirectamente a Zacatecas sin hacer escala en laciudad de Durango.

Para la segunda mitad del siglo XVIII, la regiónoriental de Durango ya estaba configurada y sereconocía por un sistema de asentamientos esca-sos y muy dispersos, separados por grandes lati-fundios y tierras baldías; esta configuración per-maneció sin cambios hasta la época del Méxicoindependiente, cuando se introdujo en 1840 elcultivo intensivo del algodón en el valle del ríoNazas y la cercana región de La Laguna. Enton-ces se fundaron nuevos asentamientos, como lashaciendas algodoneras del Nazas y las fábricastextiles de Peñón Blanco y La Laguna. En la épo-ca porfirista (1876-1911), la región modificó elpatrón de asentamientos, puesto que la inver-sión extranjera posibilitó el descubrimiento denuevos yacimientos y la aplicación de tecnolo-gías modernas hizo rentable la explotación de an-tiguas minas abandonadas; todo ello suministróun fuerte impulso a la minería.

Este proceso de cambios tuvo como culmina-ción la entrada del Ferrocarril Central en 1887,cuya trayectoria corría paralela al trazo delCamino Real comprendido entre los ríos Nazas yFlorido, pero ubicado a 120 km al oriente y ten-dido sobre el terreno firme y llano del Bolsón deMapimí. En 1893 se inauguró el ramal del

1 Pastor Rouaix, Diccionario geográfico, histórico y biográficodel Estado de Durango, México, Instituto Panamericano deGeografía e Historia, 1946, p. 60.

Figura 1. Camino Real de Tierra Adentro.

Santa Fe

Socorro

Paso del Río

México

Zacatecas

Durango

Chihuahua

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Ferrocarril Internacional que une a la ciudad deDurango con la de Torreón, con lo cual resultóposible la comunicación con la frontera estadou-nidense2 y el transporte de las materias primasa mercados extrarregionales.

Por un tiempo, el camino y su red vial fun-cionaron como alimentadores del ferrocarril,pero fueron abandonados de manera paulatina yya en 1930 habían caído en desuso. El estado deDurango, y en especial su región oriental, fueronescenario de la gesta revolucionaria. El movi-miento armado contra el gobierno federalcomenzó en 1907 y en él participaron mineros,obreros, campesinos y pequeños propietarios;durante las acciones militares fueron incendia-das las fábricas y las haciendas y se levantó eltendido del ferrocarril.3

Después de la Revolución, el reparto agrariode las grandes haciendas y la creación de ejidosgeneraron nuevos asentamientos que modifica-ron la distribución territorial de la región. Elpatrimonio cultural tangible e intangible delCamino Real de Tierra Adentro se distingue porla presencia de expresiones culturales que no soncomunes respecto de otras regiones de México.Esto puede explicarse por varios factores, entreellos la constante movilidad social, el carácter defrontera cultural, la total dependencia de la mine-ría como la principal actividad económica y lascondiciones climáticas adversas de este territorioárido, si bien no carente de recursos naturales.Todo ello conforma la esencia de su patrimonio,que puede reconocerse en centros históricos,conjuntos y construcciones aislados con una

morfología urbana distintiva, tipologías arquitec-tónicas con soluciones, técnicas y materiales pro-pios. Tienen también características únicas lasciudades, villas, pueblos y haciendas agrícolas,ganaderas y de beneficio de minerales, templos ycapillas, caminos e instalaciones mineras y, enlos siglos XIX y XX, obras de irrigación, instalacio-nes industriales y obras ferroviarias.

El patrimonio funerario estudiado se localizaen los cementerios generales de las poblacionesdel Camino Real, dentro de los templos parro-quiales y en las capillas de las haciendas. Conalgunas excepciones, dichas manifestaciones secrearon en el periodo comprendido entre lasegunda mitad del siglo XIX y la década de 1940; enconsecuencia, encontramos expresiones de todaslas tendencias arquitectónicas y artísticas delperiodo señalado, así como monumentos funera-rios procedentes de marmoleros y escultores de laciudad de México o importados de Estados Unidos,o la obra de escultores y canteros locales.

Sobre el patrimonio funerario anterior al pe-riodo especificado, queremos confirmar la exis-tencia de expresiones culturales de la épocaprehispánica localizadas en varios sitios y zonasarqueológicas, así como constatar la desapari-ción de manifestaciones correspondientes a laépoca colonial que, infortunadamente, no se hanconservado.

Antes de la Conquista este territorio se consi-deraba una frontera cultural entre la Mesoaméricanuclear y las denominadas Culturas del Desierto;en consecuencia, su patrimonio funerario eviden-cia características de ambas regiones culturales.Tal es el caso de los entierros de la zona arqueoló-gica de La Ferrería y otros localizados en sitiosarqueológicos pertenecientes al complejo LomasSan Gabriel al pie de la Sierra Tarahumara, dondese hallaron tumbas excavadas en patios hundidos,estructuras de clara influencia teotihuacana.

2 En 1836 Texas, que formaba parte de la Provincia de Coa-huila, se independizó de México y se incorporó a EstadosUnidos. Como resultado de la invasión de este país (1846-1848) y de la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, Méxi-co perdió la mitad de su territorio y la frontera se recorrióhacia el sur hasta el curso del Río Bravo.3 Pastor Rouaix, op. cit., p. 125.

Las Culturas del Desierto están representadaspor los hallazgos arqueológicos situados en laregión del Bolsón de Mapimí: restos humanosque en forma de bultos mortuorios fueron depo-sitados en las cuevas de La Candelaria y La Paila.El bulto mortuorio está formado por el cuerpoflexionado en posición fetal, cubierto por unamanta tejida con fibra vegetal y fuertemente ata-do con cuerdas del mismo material; acompañanal difunto sus instrumentos de caza y objetos depiedra, hueso, concha y madera como ofrenda.

El estudio científico de estos restos óseos, texti-les y ofrendas hizo posible acrecentar el conoci-miento de diversos aspectos de la vida cotidiana deestos grupos nómadas y establecer que la cueva deLa Candelaria se mantuvo en uso del siglo XI al XIV.4

La información sobre los ritos funerarios y lasinhumaciones durante el Virreinato proviene delas crónicas de los conquistadores, los relatosde los viajeros y los informes de viajeros civilesy eclesiásticos. Son de especial importancia lascartas annuas, informes anuales que los misio-neros mandaban al padre provincial en la ciudadde México en los que daban cuenta de la vidacotidiana de las misiones del Camino Real.5

La evangelización de la Nueva Vizcaya estuvo acargo de la Compañía de Jesús, que estableció cin-co misiones con sus respectivos pueblos de visitaen el trayecto del Camino Real estudiado. La pri-mera fue la de San Antonio Cuencamé, fundada en1605 y trasladada al presidio de Pasaje; después sefundan las misiones de Cinco Señores en Nazas,San José del Tizonazo, cercana al Real de Indé, lade Santiago en Mapimí y finalmente en 1630 lamisión tarahumara de San Miguel de Las Bocas delRío Florido. Sobre esta misión que atendía también

a las haciendas del Florido y las de los Llanos de LaZarca, además del presidio de San Miguel de CerroGordo, el jesuita Rodrigo del Castillo, en su annuade 1662 hace un relato detallado de la vida cotidia-na del pueblo de San Miguel, en el que describe eledificio misional e indica que en

[…] esta iglesia están enterrados muchos españolesy gente de servicio a quienes la fiereza de losindios, que se han alzado estos años, despojó vio-lentamente de las vidas, muriendo a manos de sucrueldad. A todos se les ha dado sepultura y hécho-seles el funeral sin estipendio o limosna alguna.

Señala también que “están enterrados en laiglesia de este partido tres padres misioneros de suadministración”. En las cartas annuas de 1668 secomenta que la obra de la iglesia está terminada.6

La Compañía de Jesús fue expulsada de laNueva España en 1767 y las misiones quedaronbajo la administración de los franciscanos. En1830 fueron suprimidas todas las misiones enterritorio mexicano.

En la actualidad se conservan en buen estadolas capillas de San José del Tizonazo y la de lamisión de Las Bocas (Villa Ocampo, Durango),donde se observan además las ruinas del edificiomisional. No se ha encontrado evidencia depatrimonio funerario dentro de las capillas ni ensu entorno inmediato.

Desde 1793 las autoridades virreinales habíanordenado la creación de cementerios fuera delas poblaciones. En 1803 el virrey le pidió alarquitecto Manuel Tolsá un proyecto de cemen-terio general que pudiera construirse en todaslas poblaciones del reino; el proyecto, aunqueaprobado y respaldado por la Academia de SanCarlos, no se aplicó para esas fechas en estaregión. La Iglesia mantuvo el control de las inhu-

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4 Beatriz Braniff C., La Gran chichimeca, México, Conacul-ta/Jaca, 2001, p. 80.5 Luis González Rodríguez, Crónicas de la Tarahumara,México, SEP, 1984, p. 253. 6 Ibidem, p. 258.

maciones, cuya práctica continuó en atrios ypatios y en el interior de los templos, no obstan-te que a partir de 1830 se trazaron los primeroscementerios municipales.

Como resultado de las Leyes de Reforma seinstituyó en 1857 el Registro Civil y las autorida-des civiles tomaron el control administrativo delas defunciones; poco después se tornó obligato-ria la creación de cementerios laicos.

Todas las poblaciones del Camino Real esta-blecieron un cementerio municipal durante lasegunda mitad del siglo XIX y en todos ellos iden-tificamos patrimonio funerario de diverso interés,desde expresiones populares como túmulos for-mados con piedras sueltas hasta construccionesde tipo mausoleo en cementerios más urbanos.

El partido arquitectónico de todos los cemen-terios o panteones, como se los conoce enMéxico, es el mismo y sólo difiere en aquellosque tienen la capilla de descanso, sitio donde seposaban los ataúdes en espera de que se cavarala fosa, como en el caso de Mapimí, Cuencaméy la ciudad de Durango; los demás panteonescuentan con una simple banqueta ubicada cercadel acceso principal destinada a ese fin.

En las capillas de las haciendas, que a menu-do funcionaban como parroquias, encontramosel sepulcro de los propietarios de la hacienda,algunas veces una simple lápida en el pavimen-to o las paredes del presbiterio, como en lashaciendas de La Zarca, Dolores, y Guadalupe dePeñón Blanco, o un mausoleo neogótico como elque construyó Benigno Montoya en alabastropara la capilla de la hacienda de La Ferrería.

Las parroquias de Analco, Santa Ana y el San-tuario de la ciudad de Durango tienen en lasparedes de la nave o el presbiterio losas conme-morativas que señalan sólo el nombre y la fechadel fallecimiento de algún párroco o mecenas deledificio.

En esta ocasión únicamente se analiza el pa-trimonio funerario del cementerio municipal deSan Pedro del Gallo, reconocible por un conjun-to de sepulcros de manufactura popular, y el delPanteón de Oriente en la ciudad de Durango,donde se encuentra gran parte de la obra fune-raria del escultor Benigno Montoya, así como elmuseo que lleva su nombre.

El antiguo Real de Minas de San Pedro delGallo está situado al inicio de la región de losLlanos de La Zarca, en el centro y oriente delterritorio duranguense; por su estratégica situa-ción en el Camino Real, fue sede del presidio deEl Gallo y se ha mantenido vivo por la explota-ción minera a baja escala y por actividades agro-pecuarias de autoconsumo.

El cementerio, situado en una loma cercanaal poblado, tiene el recinto rodeado por una bardabaja con un acceso central; en la zona inmedia-ta se encuentra la parte más antigua del cemen-terio, donde se halla un conjunto de sepulcros demanufactura popular, obra de un cantero local,construidos entre 1930 y 1943. Los túmulos enforma de triclinio, tienen la cabecera levantadaen la que se apoya una lápida de cantera escul-pida en relieve, redondeada, semejante al talladohecho en madera.

La iconografía se basa en la imaginería popu-lar católica: vírgenes de Guadalupe y laInmaculada Concepción, Jesucristo y el SagradoCorazón, ángeles, querubines y cruces, ademásde la imagen del Santo Niño de Atocha, patróndel Camino Real. En otras losas está tallada larepresentación arquitectónica de la puerta o por-tal de un templo, que tal vez sea el tema de usomás frecuente en los cementerios estudiados.

Durante la primera mitad del siglo XIX la ciudadde Durango mantuvo activos y bajo control eclesiás-tico los cementerios, localizados en la catedral y losconventos de San Agustín, San Francisco y La

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Figuras 2-6. Cementerio Municipal de San Pedro del Gallo, Durango, Durango.Fotos de Francisco Zamora Quintana.

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Figuras 7-12. Panteón de Oriente, Durango, Durango. Fotos de FranciscoZamora Quintana.

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Figuras 13-17. Obra de Benigno Montoya en el Panteón de Oriente, Durango,Durango. Fotos de Francisco Zamora Quintana.

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Compañía; si bien fueron tan numerosas las defun-ciones ocasionadas por las epidemias de principiode siglo que la capacidad de estos cementerios fuerebasada y obligó a la ampliación de los cementeriosde barrios periféricos, como San Miguel y Analco, yal establecimiento de cementerios en Santa Ana y elSantuario de Guadalupe conocidos, respectivamen-te, como el panteón de los ricos y el panteón de lospobres. Una vez prohibidas las inhumaciones dentrode la población, estos espacios funerarios se supri-mieron y el crecimiento urbano los absorbió.7

En 1860 se creó un cementerio general en unterreno de 26 hectáreas, situado a 4 km del centrode la ciudad: el Panteón de Oriente. Las depen-dencias del edificio están organizadas a partir deleje central donde se ubica el acceso principal y elárea de oficinas y servicios, punto del que parte eldistribuidor central que terminaba en la glorietadonde está la capilla; el área de enterramientosestaba conformada originalmente por dos manza-nas con distribuidores periféricos y andadores inte-riores que limitaban bloques de 16 lotes cada uno.

En 1895, el cementerio se amplió hacia el orien-te y el sur y las tumbas de segunda categoría y la fosacomún se trasladaron a la parte posterior de la capi-lla. El patrimonio funerario se concentra en las man-zanas señaladas y la primera manzana de la amplia-ción sur. La tumba más antigua que se conserva datade 1867, aunque el primer lote fue adquirido en1865, fecha en que se construyó el columbario concien nichos y una zona porticada (“los portales”).

El Panteón de Oriente se caracteriza por monu-mentos sepulcrales: lápidas, esculturas y capillas,realizadas en cantera por artistas locales; la fechade construcción está comprendida entre 1867 y1940 y, si bien es arriesgado mencionar estilosarquitectónicos, podemos señalar que las cons-

trucciones presentan elementos formales caracte-rísticos de los estilos vigentes en el país en dichoperiodo.8 Al neoclásico heredado de la época colo-nial corresponden los dos mausoleos y el colum-bario contiguo a la capilla, y a la época porfirista(1877-1911) los monumentos y capillas con ele-mentos neogóticos y eclécticos. Este es el periodomejor representado y con la obra de mejor calidaddel panteón, entre la que destacan los sepulcros ylas piezas escultóricas de Benigno Montoya (1865-1929),9 arquitecto, escultor y pintor. Montoya tra-bajó a lo largo del Camino Real y construyó alta-res, capillas, sepulcros y obra civil en las ciudadesde Chihuahua, Torreón, Parral y Durango, y en pe-queñas poblaciones como Mapimí, Valle de Allen-de y La Ferrería. Su obra funeraria se concentra enel Panteón de Oriente, donde trabajó desde 1898hasta el año de su muerte, en 55 monumentos, 50de ellos ángeles, una piedad, tres conjuntos escul-tóricos, todos esculpidos en cantera local y elsepulcro de la familia Bracho con dos lápidas dealabastro grabadas en bajorrelieve.

Los ángeles de Montoya son adolescentes, ves-tidos con túnicas, colocados sobre columnas opedestales y, de acuerdo con su advocación, por-tan trompetas, guirnaldas de flores o cruces; todostienen un carácter individual, son retratos de granexpresividad que reflejan tristeza y resignación.Como excepción a la regla, figura el caso de tresángeles niños, o “angelitos” como se los llamapopularmente en México, representados en plenovuelo o posados sobre las nubes. Los conjuntosescultóricos de la familia Morales (1915) y la deDolores Branchetti (1913) son sepulcros ideadoscon una concepción escenográfica: figuras orantesarrodilladas ante un crucifijo, como acompañan-

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7 Pilar Alanís Quiñones, El Panteón de Oriente, guía para elvisitante, Durango, Instituto Municipal de Arte y Cultura,2003, p. 2.

8 Israel Katzman, Arquitectura del siglo XIX en México, México,UNAM, 1974, pp. 158-160.9 F. Rutilio Martínez Rodríguez, La cantera de Durango. Obrade Montoya, Durango, Canteras de Durango, 1958.

tes perpetuos del difunto. El monumento de PedroGüereca representa a una mujer joven en actitudmás reflexiva, con las manos entrelazadas y conuna rodilla apoyada en la cornisa de una lápidavertical (1916). La última obra de Montoya es unapiedad con la virgen arrodillada cargando al hijomuerto y cubierta por una túnica de amplios plie-gues que deja al descubierto sólo el rostro y unamano; se trata de su obra más conocida.

En 1917, Montoya realizó en el sepulcro de laesposa del general Gavira, gobernador del esta-do, una escultura de tema único por su icono-grafía, un árbol truncado, sin ramas ni hojas, queen el hueco de un nudo cobija un nido con trespichones a punto de alzarse en vuelo. Sobre eltronco se colocó una urna de cantera, con unaplanta de siempreviva y al pie, en dos lápidasparalelas, se esculpió un verso como epitafio;esta es la única escultura firmada por el autor.10

El taller-escuela de Benigno Montoya estuvoen activo hasta la década de 1940, cuando la lle-gada de elementos arquitectónicos, lápidas yesculturas prefabricados en cemento armado ogranito artificial provocó la caída de la produc-ción de obra funeraria, lo cual se reflejó en lacalidad de ejecución y la escasa diversidad ico-nográfica de los canteros locales.

El Museo Municipal de Arte Funerario Benig-no Montoya se inauguró en noviembre de 2002en el Panteón de Oriente de la ciudad de Duran-

go; el material expuesto en sus salas comprendeinformación sobre la vida y obra de Montoya ysu taller, esculturas rescatadas de sepulcrosabandonados y fotografías de obras desapareci-das, así como esculturas localizadas en otros ce-menterios. La visita al museo incluye un reco-rrido por la zona antigua del panteón donde seencuentra la obra escultórica realizada entre1898 y abril de 1929, año de su muerte; el sen-dero está señalado con guijarros sueltos y al piede cada sepulcro se encuentra una ficha técnicacon las características de la obra y, en su caso,datos del personaje sepultado.

La protección del patrimonio funerario estáimplícita en la legislación mexicana vigente. Ce-menterios como el de la ciudad de Jalapa y el pan-teón de San Fernando en la ciudad de México sehan declarado monumentos históricos y están enproceso el Panteón Francés, el de la Villa deGuadalupe y el de Dolores, también en la ciudadde México. Empero, no se han creado las condi-ciones legales que garanticen su protección nacio-nal. Tampoco se dispone de acciones para recupe-rar sepulcros abandonados y asegurar supermanencia en su emplazamiento original, evi-tar o regular la entrada de la obra funeraria al librecomercio de compra-venta y, sobre todo, resolverel problema de la propiedad del terreno, antes pro-tegido por un recurso legal como la propiedad aperpetuidad, que en fecha reciente se abolió.

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10 Fausto Ramírez, “Tipología de la escultura funeraria enMéxico 1860-1930”, en Arte Funerario. Coloquio sobre la His-toria del Arte, México, UNAM, 1987, p. 184.