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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Departamento de Historia Contemporánea TRABAJO ACADÉMICAMENTE DIRIGIDO PRESETADO POR Manuel Guerrero Boldó Bajo la dirección del doctor Don. Rubén Pallol Trigueros Madrid, septiembre de 2012

El PCE en la II República. Un balance historiográfico

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Autor: Manuel Guerrero Boldó Email: [email protected]

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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRIDFACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

Departamento de Historia Contemporánea

EL PCE EN LA II REPÚBLICA. UN BALANCE HISTORIOGRÁFICOEL PCE EN LA II REPÚBLICA. UN BALANCE HISTORIOGRÁFICOEL PCE EN LA II REPÚBLICA. UN BALANCE HISTORIOGRÁFICO

TRABAJO ACADÉMICAMENTE DIRIGIDO PRESETADO PORManuel Guerrero BoldóBajo la dirección del doctorDon. Rubén Pallol TriguerosMadrid, septiembre de 2012

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"Imagínate que la URSS, para ganar tiempo, pone una sordina a los comunistas de Francia y Bélgica". Brunet se encoge de hombros, "¡Pone! ¿Cómo te imaginabas tú las relaciones entre la URSS y el PC? ¿No sabes que hay en el PC células cuyos compo-nentes discuten y votan?". Schneider sonríe e insiste pacientemente: "No quería molestarte. Digo lo mis-mo de otro modo: imagínate que el PC, deseoso de no crear dificultades a la URSS, se pone una sordi-na...". "¿Sería nuevo?".

La muerte en el alma. Jean-Paul Sartre

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Índice

Introducción ........................................................................................................... 17 - 21

Capítulo 1. Génesis del PCE ................................................................................. 23 - 33

•La problemática entorno a la III Internacional ................................................... 26 - 35

Capítulo 2. Algunos ejemplos de la praxis del comunismo oficial en España .... 35 - 70

•El PCE y el sindicalismo .................................................................................... 38 - 55

•Políticas unitarias, el surgimiento de las JSU .................................................... 58 - 66

•El asociacionismo comunista .............................................................................. 68 - 74

Capítulo 3. La intelectualidad, la URSS y el PCE .............................................. 73 - 83

Capítulo 4. La particularidad catalana ............................................................. 85 - 107

•Alumbramiento de la sección del comunismo oficial ....................................... 90 - 100

•Estancamiento, contradicciones del PCC y formación del PSUC .................. 101 - 111

Conclusión y posibles líneas de investigación a seguir .................................. 109 - 112

Bibliografía........................................................................................................... 115 - 120

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Cronología

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CRONOLOGÍA DE REFERENCIA

1919 (diciembre) Adhesión “provisional” de la CNT a la Tercera Internacional.

1920 (abril) Fundación del Partido Comunista Español.

1921 (abril) Fundación del Partido Comunista Obrero Español (PCOE).(Noviembre) Fusión de los dos PC y creación del PCE.

1922 La CNT retira su adhesión a la Profintern.(Marzo) Primer Congreso del PCE.

1923 (julio) Segundo Congreso del PCE.

1924 Primer triunvirato (Maurín) y segundo triunvirato (Bullejos, Portela, Trilla).

1929 (agosto) Tercer Congreso del PCE, en París. Bullejos Secretario General. Separación de la Federación Catalano-Balear.

1930 (marzo) Conferencia de Bilbao-Pamplona.(Agosto) Aparece Mundo Obrero, semanario. Fundación del Bloque Obrero y Campesino en Cataluña.

1931 (Abril) Proclamación de la República. (14 de noviembre) Primer número de Mundo Obrero.

1932 (7 de enero-30 de noviembre) Suspensión de Mundo Obrero.(Marzo) Cuarto Congreso del PCE. Eliminación de la troika Bullejos-Trilla-Adame y su sus-titución por la troika Díaz-Ibárruri-Hernández.(10 de agosto) Sublevación de Sanjurjo.(Septiembre) Leyes del Estatuto de Cataluña y de Reforma Agraria.

1933 (marzo) Fundación en Barcelona de la Alianza Obrera. Campaña del PCE contra la misma.(19 de noviembre) Victoria electoral de la derecha; Lerroux, jefe del Gobierno.

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1934 (septiembre) Ingreso del PCE en la Alianza Obrera. (Octubre) Dimisión de Samper; Gobierno Lerroux con tres ministros de la CEDA. Movi-miento revolucionario en Cataluña y Asturias.

1935 (13 de julio) Primer número de Claridad (órgano de los socialistas de Largo Caballero).(Julio-agosto) Séptimo Congreso de la Internacional Comunista, que lanza la consigna del Frente Popular.

1936 (enero) Firma del pacto del Frente Popular español, en el cual figura el PCE. Reapari-ción de Mundo Obrero; finaliza la censura de prensa.(16 de febrero) Elecciones. Dieciséis diputados comunistas elegidos en listas del Frente Popular. Apoyo “en el Parlamento y en la calle” a los gobiernos de Azaña y Casares Quiroga. Esfuerzo por frenar las huelgas y protestas.(Abril) Formación de las JSU. Carrillo, Secretario General de las mismas.(12 de mayo) Casares Quiroga, jefe del Gobierno tras la negativa de Prieto.(18 de julio) Alzamiento militar.(23 de julio) Formación del Partit Socialista Unificat de Catalunya. Joan Comorera, Secreta-rio General.

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Lista de abreviaturas

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AIT Asociación Internacional de Trabajadores

AO Alianzas Obreras

ASO Agrupación de Abogados Defensores de los encartados por los

sucesos de Octubre

BOC Bloque Obrero y Campesino

CC Comité Central

CE Comité ejecutivo

CEDA Confederación Española de Derechas Autónomas

CGTU Confederación General del Trabajo Unitaria

CNR de la CNT Comité Nacional de Reconstrucción de la CNT

CNT Confederación Nacional del Trabajo

CR Comité Regional

CSR Comités Sindicalistas Revolucionarios

FAI Federación Anarquista Ibérica

FCC-B Federación Comunista Catalano-Balear

FJS Federación de Juventudes Socialistas

IC Internacional Comunista

ICE Izquierda Comunista de España

IJC Internacional Juvenil Comunista

IJS Internacional Juvenil Socialista

IOS Internacional Obrera Socialista

ISR Internacional Sindical Roja

JSU Juventudes Socialistas Unificadas

MORP Unión Internacional de Escritores Revolucionarios

OCE/OCI Oposición Comunista Española / Oposición Comunista

Internacional

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OSR Oposición Sindical Revolucionaria

PCE Partido Comunista de España

PCC Partit Comunista de Catalunya

PCOE Partido Comunista Obrero Español

PCF Partido Comunista de Francia

PCI Partido Comunista de Italia

PCP Partit Comunista Proletari

PCUS Partido Comunista de la Unión Soviética

POUM Partido Obrero de Unificación Marxista

PSOE Partido Socialista Obrero Español

PSR Partido Social Revolucionario

PSUC Partit Socialista Unificat de Catalunya

SFIO Sección Francesa de la Internacional Obrera

SRI Socorro Rojo Internacional

UEAR Unión de Escritores Proletarios y Revolucionarios

UGT Unión General de Trabajadores

UJC Unión de Juventudes Comunistas

URSS Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas

USC Unió Socialista de Catalunya

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Introducción

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INTRODUCCIÓN

Al acercarnos al tratamiento historiográfico dado al PCE de la II República, nos encon-tramos con algunos problemas fundamentales tales como que los estudios realizados suelen encontrarse bastante fragmentados o ser generalizantes en exceso. Y también, que los estudios que se realizaron en las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo pasado, se encuentran en un estado de precariedad debido a que no han sido completados a posteriori con enfoques de tipo cultural o con estudios de aspectos secundarios del comunismo oficial en España.

Más allá del brillante trabajo realizado por Rafael Cruz, y algunos estudios puntuales de historia local, o bien un tratamiento perteneciente a obras de carácter más global; el PCE de la II República ha tenido un escaso protagonismo historiográfico que debería ser abordado. Ciertamente, acercarnos al Partido Comunista en los años treinta nos puede proporcionar un conocimiento más completo de uno de los contextos político-sociales más ricos y complejos de la España contemporánea, un conocimiento ensamblado en la naciente sociedad de masas española. Así como una mayor comprensión de uno de los movimientos políticos más influ-yentes que, además, marcó culturalmente a diversos sectores de la sociedad republicana con la exportación de lo soviético, la imagen de la Unión Soviética. Que fue utilizada constantemente para definir lo que ocurría en España, tanto para demonizar o legitimar procesos o sectores político-sociales del momento.

Cuando nos acercamos al PCE de los años treinta, nos acercamos irremediablemente al movimiento comunista internacional, a través de la Internacional Comunista y sus directrices enviadas a las sucursales comunistas entre las que se encontraba el propio PCE. Esto, pese a resultar una obviedad, puede suponer y ha supuesto un obstáculo para los estudiosos del Par-tido Comunista de España. La IC responde a unas motivaciones, a unas interpretaciones de la realidad y de cómo se ha de exportar la experiencia soviética, que se enclavan directamente en el pensamiento y la experiencia de teóricos como el propio Marx, fundamentalmente Lenin, o Stalin. Si no se conoce el legado, el corpus teórico-político y filosófico que dejó Lenin tras su muerte, así como el contexto en el que se forjó, difícilmente se puede llegar a hacer una inter-pretación válida y completa de las secciones nacionales de la IC y de su posterior desarrollo en los años treinta tras el asentamiento de Stalin en el poder. Sin embargo, en ocasiones, los estudios sobre el PCE no han ido acompañados de un poso de abundante conocimiento teórico marxista leninista; lo que empobrece y limita las interpretaciones de los investigadores.

Para enfrentarme al Partido Comunista de España en la II República, he elegido una serie de temas que a mi juicio pueden ser de utilidad para comprender la problemática entre los par-tidos comunistas y la Internacional Comunista, sin la que no se entiende el desarrollo del PCE.

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Comenzar con el capítulo que hace referencia a la III Internacional, responde a una motivación bastante obvia, y es que si no conocemos las razones que empujan a la creación de la Interna-cional Comunista, es complicado llegar a hacer una interpretación sostenible. El apartado del sindicalismo, quizás, es el más complicado para intentar aportar algún tipo de innovación o enfoque pendiente de estudio; ya que las investigaciones realizadas hasta el momento mues-tran una solidez interpretativa y una cantidad de información, satisfactoria para cualquiera que pretenda abordarlo. Pero es un tema que, probablemente, necesite un estudio específico por la ausencia del mismo. Analizar un ámbito como el sindicalismo permite, entre otras cosas, descifrar el contexto político copado por otras formaciones ya asentadas al que se enfrentaba el PCE durante la II República. La CNT y la UGT fueron obstáculos demasiado enraizados como para poder competir en este sector, pero, lo que no es menos cierto es que el sectarismo y el anacrónico dogmatismo estalinista fueron unos condicionantes absolutamente determinantes para el devenir sindical del PCE.

Acercarse a los estudios realizados sobre la formación de las Juventudes Socialistas Uni-ficadas, es un ejercicio realmente formativo como historiador. Cuando uno aborda la biblio-grafía disponible sobre el tema, primero se ha de enfrentar a su escasez y, posteriormente, a la fuerte politización y posicionamiento inherente a algunas interpretaciones. Pese a que existen estudios específicos y completos sobre la formación de las JSU, como pueden ser los de Ricard Viñas y Ramón Casterás (éste enclavado en el ámbito catalán), lo cierto es que pertenecen a los años setenta del siglo pasado, y se muestra necesario llevar a cabo nuevas investigaciones que mejoren lo realizado hasta el momento. Así como huir de un posicionamiento ideológico que empobrezca las mismas, como ha ocurrido en algunos tratamientos puntuales insertados en estudios dedicados al PCE.

El comunismo oficial en Cataluña nos ofrece un campo de estudio de gran riqueza debido a la excepcionalidad de su alumbramiento y desarrollo. Engarzado en un contexto sociopolí-tico que difiere en la correlación de fuerzas políticas de carácter obrero al resto de la geogra-fía peninsular. Así como en la conceptualización del Partido Comunista, que debido al matiz nacionalista necesario para su creación y su puesta en escena en la región catalana, evidenció de un modo, si cabe, aún más palpable la incomprensión kominterniana respecto a las realida-des sociopolíticas de sus sucursales nacionales. El anarcosindicalismo y el trotskismo, por su parte, resultaron también condicionantes para el desarrollo de un PCC que, en un contexto tan específico como el catalán, se vio obligado a competir en un ámbito político extremadamente rico y complejo. Y, precisamente, por esta complejidad y riqueza mencionadas, el comunismo oficial en Cataluña merece una atención que no ha recibido, ya que ha sido tratado de un modo exiguo y anecdótico, siempre relacionado a estudios de otras formaciones marxistas catalanas

como el BOC o el POUM, o bien para completar estudios sobre la creación del PSUC.Otro objeto de estudio del presente trabajo ha sido la relación de una parte de la intelec-

tualidad española, de sensibilidad comunista, que ofreció una problemática (común al resto de partidos comunistas pertenecientes a la IC) que evidenció, una vez más, como el dogmatismo estalinista sólo ofrecía una adhesión sin reservas o una traición anunciada. Por la profundidad de pensamiento de los protagonistas, el análisis que podemos realizar de las tensiones entre el PCE y los intelectuales, este tipo de investigaciones pueden enriquecer enormemente el análisis de los partidos comunistas de los años treinta. Una vez más, la cuestión, ha tenido un tratamiento historiográfico complementario a estudios sobre el PCE pero no ha sido tratada con exclusividad y, por lo tanto, su desarrollo podría ser de una mayor entidad.

Por último, el asociacionismo comunista, es un apartado que responde a la intención del autor por mostrar, ejemplificar, lo que podría ser una nueva línea de investigación para futuros estudios sobre el PCE de la II República. Investigaciones sobre aspectos secundarios como el asociacionismo comunista y aportaciones de tipo cultural, pueden ayudar considerablemente a reinterpretar y ampliar sustancialmente nuestro conocimiento sobre el Partido Comunista en el periodo republicano. Un periodo que, por su complejidad y por enclavarse en la naciente sociedad de masas española, como se ha destacado anteriormente, justifica por sí mismo la necesidad de nuevos estudios y enfoques historiográficos que renueven y amplíen una biblio-grafía escasa y envejecida.

Precisamente este último apartado del trabajo me ha permitido plantearme una cuestión relacionada con los estudios realizados hasta el momento sobre el PCE en la II República: pese al evidente control kominterniano sobre sus sucursales, ¿es posible vislumbrar acciones, comportamientos, actitudes o iniciativas de los partidos comunistas de los años treinta, que contengan cierta independencia respecto a la Internacional Comunista?. Y si es así, ¿deberían realizarse nuevas investigaciones en esta dirección?.

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Capítulo 1. Génesis del PCE

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Problemática entorno a la III Internacional

“La exportación de revoluciones es un camelo. Si lo desea, cada país puede realizar su revolución, pero

si no lo desea, no habrá revolución”. Stalin, 1935

Para comenzar este trabajo, es preciso abordar el origen de los partidos comunistas adhe-ridos a lo que se conoció como III Internacional. Las causas de su surgimiento y de la ruptura con la socialdemocracia adscrita a la II Internacional serán objeto de estudio en este capítulo.

Este contexto permitirá descifrar las causas de males posteriores como fueron el cons-tante sectarismo, dogmatismo, esquematismo estalinista, etc., con su consecuente alejamiento de la realidad político-social española. Así como la mejor comprensión de la deriva de la IC y por ende de los Partidos Comunistas, que se irá desarrollando casi paralelamente al afian-zamiento de Stalin en el poder. Y es en el II Congreso de la IC celebrado en verano de 1920 se consideró que “el desarrollo y afianzamiento del poder soviético en Rusia aparece como la realidad histórica más importante desde la fundación de la Internacional Comunista”1. La trascendencia que iba a tener esta organización, para el devenir del movimiento comunista internacional, se puede intuir en esta pretenciosa afirmación.

En 1919 fue creada la que conocemos como III Internacional o Komintern con el objetivo claro de exportar la revolución a todos los rincones del planeta donde fuera posible, y de este modo aplastar el capitalismo, una organización construida desde la firme convicción de la traición de la socialdemocracia, que conformaba la II Internacional, a la esencia revoluciona-ria latente en Marx. Pero en los países occidentales, “la escisión entre una minoría de comu-nistas comprometidos y una mayoría de trabajadores que permanecían fieles a los dirigentes reformistas se perpetuaría y se haría más profunda con el paso del tiempo”2.

Esta traición formulada por Lenin se basa en una serie de cuestiones fundamentales. Gros-so modo vamos a desglosar estas, que sin duda nos ayudarán a comprender desarrollos pos-teriores: en primer lugar hemos de destacar la interpretación economicista por parte de los socialistas desde fines del siglo XIX hasta 1914, de los cambios que se iban produciendo en la sociedad gracias a la expansión capitalista como el desarrollo de monopolios, la expansión colonial, etc., lo que les llevó a formular la teoría del capitalismo de estado, para estos un equivalente del socialismo3.

1 SAÑA, Heleno, La Internacional Comunista 1919-1945, Madrid, Editorial Zero, 1972, p. 31. La cursiva es mía.2 CARR, E. H, La Revolución Rusa, de Lenin a Stalin (1917-1929), Madrid, Alianza Editorial, 2009, p. 30.3 Véase: CARR, E. H, La Revolución bolchevique. La Rusia soviética y el mundo, Madrid, Alianza Universidad, 1985 y La Revolución Rusa, de Lenin a Stalin (1917-1929), Madrid, Alianza Editorial, 2009; ESTRUCH, Joan, Historia del PCE (1) (1920-1939), Barcelona, El viejo topo, 1978.

En definitiva, los socialistas verán en el reformismo la vía a seguir para conseguir susob-jetivos, y este reformismo tildado por Lenin de oportunista, no será el único motivo de aleja-miento por parte de las diferentes facciones de la II Internacional.

La interpretación nacionalista, tildada de chovinista por los revolucionarios, que hará el sector reformista de la I Guerra Mundial, será para Lenin otro motivo de traición: por banca-rrota de la Internacional, “estos obreros entienden la flagrante traición de la mayoría de los partidos socialdemócratas oficiales a sus convicciones y las solemnes declaraciones hechas durante los discursos pronunciados en los congresos internacionales de Stuttgart y Basilea”4.

Lenin irá configurando un corpus teórico en el proyecto de resolución del Congreso So-cialista Internacional de Stuttgart (VII Congreso de la II Internacional), que se celebró entre el 18 y el 24 de agosto de 1907. Proyecto de resolución recogida en El militarismo y los con-flictos internacionales, presentado por A. Babel, a partir del cual, Lenin logró (en cierto modo) mediante sus enmiendas, apoyadas por los representantes de la socialdemocracia polaca, cam-biarlo de raíz.

En la resolución se introdujo la tesis siguiente, de importancia esencialísima:

En caso de que, a pesar de todo, la guerra sea desencadenada, ellos [los obreros de los distintos países y sus representantes en los parlamentos] deben […] procurar con todos los medios aprovechar la crisis económica y política provocada por la guerra para agitar a las masas populares y acelerar el hundimiento de la dominación capitalista de clase5.

Posteriormente, este proyecto de resolución se convalidó en el Congreso Socialista Inter-nacional de Copenhague (VIII Congreso de la II Internacional), que se celebró entre el 28 de agosto y el 3 de septiembre de 1910. Y esta resolución obligaba también a los partidos socia-listas y a sus representantes en los parlamentos a exigir a sus gobiernos reducir el armamento y a que intentasen que los conflictos se solucionasen mediante arbitrajes, así como también se alentaba a los obreros de todos los países a organizar protestas contra el peligro de guerra.

Lenin se apoyó en estos precedentes para legitimar su postura frente a la I Guerra Mundial, que él calificó de imperialista y a sus partidarios de socialpatriotas, y es que:

Sólo el partido bolchevique y algunos sectores de otros partidos europeos se opusieron a esta traición de los principios internacionalistas, denunciando la alianza de los socialdemócra-tas con las burguesías de su país y propugnando una política de oposición a la guerra imperia-lista basada en transformar en guerra civil la guerra entre burguesías imperialistas6.

4 LENIN, Vladimir, La bancarrota de la II Internacional. Moscú, Editorial Progreso, 1976, pp. 219-220.5 Ibíd., p. 520.6 ESTRUCH, Joan, Historia del PCE (1) (1920-1939). Barcelona, El viejo topo, 1978, pp. 6-7.

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Se puede observar como paulatinamente se fue creando una alternativa revolucionaria real en el seno de la socialdemocracia de la II Internacional, pero un acontecimiento que sin duda marcó el desenlace fue la reunión de los socialistas revolucionarios, los cercanos a las premi-sas leninistas, en la localidad suiza de Zimmerwald (septiembre de 1915). En esta reunión se lanzaron duras críticas a los denominados socialpatrotas y se insistió constantemente en el carácter imperialista de la guerra desde la facción partidaria de los postulados de Lenin. Estos no eran mayoría, pero se propuso ya la creación de una nueva Internacional, considerando a la II como obsoleta, debido a que interpretaba que ya no servía a los intereses del socialismo sino a los del propio capitalismo.

Lenin verá realizarse las tesis que como izquierda de Zimmerwald había sostenido en las dos conferencias suizas (que se dieron inmediatamente después que la arriba mencionada) sobre la transformación de la guerra capitalista en guerra revolucionaria del proletariado, “y la Revolución rusa se proyectó con toda fuerza sobre el proletariado internacional reforzando las posiciones de las minorías revolucionarias y pacifistas en cada país”7.“Cuando en la con-ferencia de Berna de 1919 se renovó, la II Internacional abarcaba solamente el ala derecha del movimiento obrero internacional”8.

Estos antecedentes históricos dentro del seno de la socialdemocracia de la II Internacional son de capital importancia para poder comprender el origen, y parte de la esencia de la for-mación de los partidos comunistas que surgen en su mayoría de una escisión de los partidos socialistas, y al calor de la Revolución de Octubre de 1917. Quizá la clave sea que esta pos-tura radical de Lenin no es un puro vanguardismo alejado de la realidad. Tiene sus raíces en la realidad rusa, desgarrada por los conflictos de clase agudizados por la guerra imperialista, tre-mendamente impopular entre las masas rusas. Lenin, que ligaba en todo momento el avance de la revolución rusa con el avance de la revolución, creyó que era necesario aprovechar la crisis del sistema capitalista en guerra para transformarla en el inicio de la revolución mundial9.

“Su decidida voluntad de romper con la II Internacional, de crear una nueva sobre bases revolucionarias, procedía de su cotidiana experiencia de enfrentamiento con los representantes de la línea socialdemócrata en Rusia, los mencheviques.”10 Estas reflexiones surgidas de una experiencia concreta, es decir, de la experiencia rusa, son la esencia del éxito de la Revolución de Octubre y a su vez la esencia del fracaso de la Komintern y su intención de exportar al resto

7 FORCADELL, Carlos, Parlamentarismo y bolchevización, el movimiento obrero español (1914-1918). Barcelona, Edito rial Crítica, 1978, p. 171.8 HAJEK, Milos, Historia de la III Internacional. Barcelona, Editorial Crítica, 1984, p.15.9 Obras de Lenin de referencia para una mejor comprensión de la problemática: LENIN, Vladimir: La bancarrota de la II Internacional. Moscú, Editorial Progreso, 1976, El socialismo y la guerra y El imperialismo, fase superior del capitalismo.10 ESTRUCH, Joan, Historia del PCE…, ob. cit., P. 7.

del mundo la Revolución. “Así se formaba un Partido Mundial con un centro y mando único [Moscú] cuyas deci-

siones eran vinculantes para todos sus afiliados”11, y el que fueran decisiones vinculantes para todos sus afiliados no era una cuestión nimia. Puesto que las interpretaciones de las situaciones políticas dadas en los diferentes países en los que se establecían los partidos comu-nistas, así como las estrategias a seguir para exportar la revolución; además de ser erradas casi en su totalidad por intentar hacer de la experiencia rusa algo universal, algo generalizan-te. Supondrá que el conjunto de los partidos comunistas pertenecientes a la III Internacional estén obligados a seguir este débil corpus teórico si es que querían seguir perteneciendo a la Komintern, con la legitimidad, prestigio, apoyo logístico y económico que les aportaba esta organización, o bien optar por la traición al marxismo-leninismo12.

Esta visión sectaria, excesivamente rusa, y de un precario nivel teórico se asentará e in-crementará paralelamente al ascenso de Stalin. Una hegemonía rusa que Lenin entendía como puramente coyuntural, fue criticada por éste en el IV Congreso de la Internacional. Lenin cri-tica la resolución por “ser rusa hasta la médula”, afirmando al mismo tiempo que “no hemos comprendido cómo se debe llevar la experiencia rusa a los extranjeros”13, pero esta reflexión, como veremos posteriormente, no calará en absoluto, y el que interpretase las estrategias de la Komintern de un modo similar incurría en delito de herejía, traicionando al leninismo. Esto lo comprobaremos a lo largo del trabajo, proyectado desde la IC a sus sucursales europeas, al PCE en nuestro caso concreto.

En su esencia, la IC se construyó con “varios grupos extranjeros, débiles y embrionarios, [que] se engancharon a una organización esencialmente rusa, cuyos recursos y principal ma-triz, procedían […] del partido ruso y el gobierno soviético”14. Y al parecer esto era compren-dido por Lenin.

La Internacional estalinista, lejos de reelaborar concepciones obsoletas, (aplicadas por Lenin pero que objetivamente habían quedado desfasadas) que pudieran resultar efectivas en el contexto histórico en el que se encontraba, optó por un enrocamiento que le permitiría de-fender los intereses internacionales de la URSS, una coyuntura en la que tenía que utilizar la Revolución y contenerla al mismo tiempo, y a su vez apropiarse del leninismo.

Hemos de reflexionar acerca de una obviedad repetida hasta la saciedad de un modo a to-das luces interesado, y es que: aunque la esencia mantenida, tras la muerte de Lenin, en la

11 CRUZ, Rafael, Historia del PCE en la II República, Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 21.12 Véase: HOBSBAWN, Eric. H, Historia del marxismo, tomo I, Vol. 7, Barcelona, Bruguera, 1983; HAJEK, Milos, Historia de la III Internacional. Barcelona, Editorial Crítica, 1984.13 ESTRUCH, Joan, Historia del PCE…, ob. cit., p. 12.14 CARR, E. H, La Revolución Rusa…, ob. Cit. p. 30.

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Komintern tiene una profunda raíz leninista, esto es del todo evidente ya que corresponde a las vicisitudes acaecidas en la vida política del protagonista. Resultaría ciertamente anacrónico e interesado aventurarnos a dictaminar que los derroteros seguidos a posteriori son un mal en-démico del leninismo.

No podemos saber con certeza el rumbo que hubiera tomado el protagonista realizando un ejercicio de historia ficción pese a afirmaciones, que puedan apoyar estas hipótesis, del tipo:

El movimiento que había nacido en Zimmerwald se diluía desde el momento en que Rusia se convertía en el centro de referencia de todo el movimiento obrero internacional, etc., se separaba del marco zimmerwaldiano para enmascararse en el contexto de la revolución rusa y convertirse en el centro del movimiento obrero internacional15.

El intento de crear una unidad entre la Internacional leninista y la Internacional estalinista es evidente en gran parte de la literatura concerniente al tema, mediante, como se ha señalado anteriormente, una argumentación anacrónica e interesada. Y es que se puede intuir que “el esquematismo de Lenin en su análisis de la coyuntura internacional creó las condiciones para que en el período estalinista, aparecieran graves errores que marcaron profundamente la histo-ria del movimiento comunista”16. Pero este esquematismo se da en un contexto profundamente diferente al que se enfrentaron los estalinistas, aplicando medidas atemporales que a su vez les legitimaban por ser leninistas. Desde luego que esto no fue responsabilidad de Lenin, a no ser que le queramos acusar también de no ser vidente. El esquematismo estalinista tendremos oportunidad de analizarlo a lo largo del presente trabajo, ejemplificándolo con la relación IC-PCE17.

Es interesante anunciar estos cambios futuros, que desarrollaremos posteriormente en ma-yor profundidad, para poder descifrar mejor el origen, la esencia, y el rumbo del PCE en la II República. Y es que “el Partido Comunista había nacido en España como escisión del PSOE tras los debates en torno a la III Internacional y todo lo que significaba en cuanto a estrategia, objetivos o análisis político”18. Autores como E. Comín Colomer afirman que:

El cataclismo registrado en la propia organización juvenil [del PSOE], en cuyo núcleo madrileño, prendiendo las doctrinas bolchevistas[sic] que trajo a España Borodin [enviado de

15 FORCADELL, Carlos Parlamentarismo y bolchevización…, ob. cit., p.171.16 ESTRUCH, Joan, Historia del PCE…, ob. cit. P. 11.17 Para un acercamiento a la problemática PCE-IC: ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos camaradas, Barcelona, Editorial Planeta, 1999. Es necesario completar con obras de referencia como: ALBA, Víctor, El Partido Comunista en España, Barcelona, Editorial Planeta, 1979; CRUZ, Rafael, Historia del PCE en la II República, Madrid, Alianza Editorial, 1987.18 BARRANQUERO TEIXEIRA, Encarnación, “El Partido Comunista de España”, Revista Jábega, Málaga, núm. 94, (2003), p. 1.

la III Internacional para acelerar el proceso de escisión], había cuajado plenamente en el ya titulado Partido Comunista, como primer dispositivo que en nuestro país actuaría a las órdenes de Moscú.19

Lo de cuajado plenamente, en el sector de la Juventud Socialista resulta una afirmación un tanto optimista, ya que “al crearse el Partido Comunista español desgajándose de las juventu-des, reunió a unos dos mil miembros de los siete mil que en diciembre integraban las Juventu-des Socialistas, y de ellos doscientos cincuenta en Madrid”20.

También encontramos a otros autores como Stanley G. Payne, que es menos optimista en este asunto, y observa que en realidad “solo unos mil, de entre los más de cinco mil miembros de la FJS, se unieron al naciente PCE [sic]”21, aunque proporcionalmente obtendríamos un resultado similar.

En este ámbito es donde se fraguó el Partido Comunista español, que es la primera mitad de lo que posteriormente será el PCE. Pero este proceso es el resultado de un fracaso, el fraca-so de generar el PC desde el PSOE, donde encontraron un panorama aún más desalentador los emisarios de la Komintern, encargados de formar el Partido Comunista en España.

Estos tuvieron que enfrentarse a posiciones conservadoras, reconciliadoras, etc., por parte de miembros del PSOE partidarios de la III Internacional (terceristas). He de dar unas pince-ladas para comprender este fracaso a grandes rasgos: Los primeros contactos de los enviados de la Internacional Comunista fueron con Daniel Anguiano, secretario general del PSOE, y con Mariano García Cortés, director de la revista Nuestra Palabra, cuyo deseo de mantener la cooperación con el sector contrario al ingreso inmediato a la III Internacional calificaron de erróneo. “A propuesta de Anguiano se acordó organizar dentro del PSOE un comité que propondrá un referéndum para decidir el ingreso”22.Borodin formuló la teoría leninista de la escisión necesaria a sus interlocutores socialistas:

Todos los socialistas realmente revolucionarios han dejado ya la Segunda. No tiene sentido esperar o proponer nuevas conferencias antes de unirse a la Tercera. Si quieren ustedes escribir una carta a los socialistas independientes alemanes porque les da miedo entrar solos en el agua fría adelante, escríbanla. Escríbanles que ustedes se han ido a la Tercera, y pídanles que hagan lo mismo como socialistas revolucionarios. En cuanto a mantener la unidad del partido, les dije que consideraba su cooperación con la vieja guardia del todo incongruente, una alianza antinatural,

19 COMÍN COLOMER, Emilio, Historia del Partido Comunista de España, primera etapa (I). Madrid, Editora Nacional, 1967, p. 6.20 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos camaradas, Barcelona, Editorial Planeta, 1999, p.28.21 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética, comunismo y revolución en España (1931-1939), Barcelona, Plaza Janés, 2003, p.24.22 AVILÉS FARRÉ, Juan, La fe que vino de Rusia. La revolución bolchevique y los españoles (1917-1931), Madrid, Biblio teca Nueva, 1999, p.117.

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una boda de elementos incompatibles23.

En 1920, mientras Borodin se encontraba en Ámsterdam siguiendo instrucciones de la Komintern, todo giraba en torno al soñado referéndum (el que supuestamente daría lugar al split que provocaría el salto a la III Internacional)…pero “los dirigentes de la izquierda del PSOE habían votado en el Comité Nacional a favor de una de esas maniobras dirigidas por Julián Besteiro para que dos delegados, él y Anguiano, asistieran en Rotterdam a una reunión de los reconstructores de la Segunda (Internacional).”24 En diciembre de 1919 se celebraron en Madrid los congresos de las principales organizaciones obreristas españolas.

En el PSOE se decidió permanecer en la II Internacional [postura de consenso entre las tesis de Besteiro y Anguiano], pero con idea de que en el congreso próximo de la misma se propusiese la fusión de ambas internacionales, “que en caso de no producirse, llevaría a la adhesión a la III. La FJS, decidieron por su parte, adherirse de inmediato”25. Estas posiciones, como hemos citado, reconciliadoras y en cierto modo oportunistas, se vieron oficializadas el 27 de febrero en una reunión plenaria del Bloque de Izquierdas. “Todos confirmaron esa sumi-sión, salvo Merino Gracia, quien propuso anunciar públicamente la existencia del ala izquier-da. Los demás se opusieron.”26 Lo que llevó a Phillips (el sustituto de Borodin, ahora que éste se encontraba en Ámsterdam) a concluir que los maximalistas y los reformistas no distaban mucho entre sí.

La imposibilidad de crear una escisión de garantías, revirtió el proceso de formación del partido comunista, como se ha destacado con anterioridad, focalizándose ahora en las Juven-tudes del PSOE. En las Juventudes, verán los emisarios de la Komintern una posibilidad real para poder formar el ansiado Partido Comunista en España, y tras consultarlo Phillips a los representantes terceristas como Merino Gracia, se concluyó que sí, que esa era la salida. El comité de Federación de Juventudes aprobó con sólo un voto en contra, la transformación de éste en Comité Ejecutivo provisional del PC español (decidieron que el 15 de abril de 1920 se daría a conocer el manifiesto fundacional del partido). Ya tenemos, por tanto, conformada la génesis de lo que posteriormente conoceremos como PCE, pero para poder llegar a la confor-mación definitiva de la criatura política necesitamos dar dos pasos más.

El siguiente paso es la soñada escisión y fundación de lo que fue el PCOE, en abril de

23 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. cit., p. 23.24 Ibíd., pp. 24-25. Los terceristas del PSOE actuaban con mucha cautela, conservadurismo… y se daban posturas favora bles a la reconciliación. Esto nos da cuenta de que la constitución del PC a modo de escisión del PSOE no fue una tarea sencilla, precisamente, para los enviados de la Komintern.25 MÍGUEZ MACHO, Antonio, “El nacimiento del partido comunista en la Galicia de anteguerra: la escisión tercerista en Santiago de Compostela”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977(vol. I). Ed. FIM, 2007, p. 182.26 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. cit., p.25.

1921. La escisión se produjo fundamentalmente por una serie de factores elementales: las va-cilaciones de los terceristas durante el intento frustrado del Bloque de Izquierdas son de capital importancia para la forja de una concienciación, el establecimiento de una complicidad con los planteamientos de los jóvenes en cierto modo, y quizá los futuros escisionistas comenzaron a constatar por sí mismos el oportunismo señalado por el PC español.

Esto, sin duda, ligado a que el régimen de la Restauración eligió reprimir y no democrati-zarse, creó un malestar social que tiene reflejo en las luchas económicas y una creciente sim-patía a la Revolución de Octubre. Lo cual se sumó a la escasa capacidad del PSOE de ofrecer una salida a las aspiraciones maximalistas de un sector del partido. Esto resulta más razonable que una escisión surgida del espíritu solidario y filantrópico de un pequeño número de miembros procomunistas del partido que vieran al Partido Comunista español como “un puñado de militantes políticos carentes de cualquier vínculo real con los trabajadores, [y en-tonces] convencieron a unos pocos militantes de la UGT de que se unieran a ellos para formar el Partido Comunista Obrero Español (PCOE)”27.

Sea como fuere:

Hasta mediados de 1920, la mayoría del partido parece inclinarse por la adhesión a la naciente Komintern, pero tras el viaje (a Moscú) de Anguiano y De los Ríos, la balanza se inclina al lado adverso y en el III Congreso extraordinario del PSOE, en abril de 1921, la adhesión fue rechazada. Desde la minoría nació inmediatamente el Partido Comunista Obrero Español28.

En el último y definitivo paso, nos encontramos con un proceso bicéfalo de formación del PCE al que tendrá que enfrentarse la IC para poder conformar de forma ortodoxa la organi-zación comunista en España. La Komintern tenía que reconciliar dos sectores, dos tendencias con una misma sensibilidad. El emisario de la Komintern encargado de llevar a cabo la fusión de ambos partidos será el italiano Antonio Graziadei, llegado a Madrid el 3 de noviembre de 1921. Se aplica a celebrar reuniones nocturnas con los miembros de ambos partidos, concre-tando las negociaciones en un representante por organización, Gonzalo Sanz por el PC español y Manuel Núñez de Arenas por el PCOE.

Los primeros [PC español] hubieron de ceder en las expulsiones que solicitaban de dirigentes del PCOE y los segundos [PCOE], considerados centristas, cedieron en la composición de los órganos directivos a pesar de tener unos cuatro mil quinientos afiliados por dos mil de los jóvenes. El 14 de de noviembre nacía el Partido Comunista de España (PCE)29.

27 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética…, ob. cit., p.24.28 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. cit., p.32.29 Ibíd., p.34.

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Los partidos comunistas, creados por el Partido Bolchevique a partir de la escisión de distintos grupos socialistas europeos, actuaron en el marco de la competencia política. Aun-que al formar parte de la Internacional Comunista, (como se ha señalado anteriormente) estos partidos parecían continuar la tradición internacionalista de las organizaciones obreras, “su dependencia política del Estado Soviético y las alianzas en sus respectivos países, los convir-tieron en sucursales europeas del PCUS, a la vez que aspirantes a representar las identidades nacionales”30.

Fundamentalmente se estaba fraguando otro modo de entender el enfrentamiento al ca-pitalismo, y su instrumento de lucha sería el Partido, pero debía ser un partido un partido de vanguardia de trabajadores elegidos, que rompiera con la socialdemocracia sistemáticamente, que se adaptase a las condiciones de ilegalidad y que, además, liderara las diversas formas de lucha del movimiento obrero (sindical, cooperativas, comités…), poniendo así las bases para la dirección por medio del partido de la política de sindicatos comunistas; “del mismo modo debía imponer la participación y guía en las organizaciones más amplias de trabajadores que reivindicaran medidas favorables para la clase trabajadora”31.

Este papel que debían adoptar los partidos comunistas, de único representante legítimo de los intereses de la clase trabajadora, y en consecuencia llamado a ser aglutinador y líder de toda organización o movimiento que luchase por y para ésta, como veremos, generará grandes contradicciones en la praxis una vez que el PCE entre en el juego político desarrollado en la II República. Y es que, como se informa en el programa electoral del PCE de 1931:

El Partido Comunista participa en la lucha electoral para movilizar las masas alrededor de su programa revolucionario de lucha sin cuartel contra el régimen de dictadura de la monarquía feudal y militar de Alfonso XIII y contra el capitalismo que explota a las masas obreras y campesinas de España32.

Aquí podemos observar claramente ese papel redentor, vanguardista, aglutinador, etc., que se asignan para presentarse a las masas, una vez llevado a cabo el ingreso en los resortes políticos legales. Pretenden mantener la esencia, la identidad revolucionaria, pese a que esta posición contradiga la originaria, reacia a participar de las ilusiones democráticas creadas en los estados capitalistas, y es que como vamos a tener oportunidad de observar, la bajeza del corpus teórico se traducirá en un constante salir del paso, siempre convenientemente teorizado

30 CRUZ, Rafael, “Del partido recién llegado al partido de todos. El PCE, 1920-1939”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977 (vol.), FIM, 2007, p. 143.31 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. cit., p.23.32 ARTOLA, Miguel, “Programa electoral del Partido Comunista de España (15 de febrero de 1931)”, en Partidos y pro gramas políticos, 1808-1936, Madrid, Alianza Editorial, 1991, p. 362.

a posteriori. Pero hasta que llegue ese momento, y lo que se ha denominado la bolchevización del Par-

tido Comunista, nos encontramos con un partido minúsculo, que paradójicamente pretendía imitar al Partido Bolchevique. En definitiva el anterior concepto de partido ligado a la traidora II Internacional debía ser erradicado, “debía ser un partido que estuviera preparado para la ile-galidad y que impusiera una auténtica ruptura con los miembros y partidos reformistas de los diferentes países”33.

Mientras, por lo demás, los partidos realmente pioneros, como el espartaquista alemán o el comunista húngaro, ya habían fracasado en sus intentos de proseguir la experiencia rusa. Se configura de esta forma el dilema de los partidos comunistas, constituidos aceleradamente para orientar una situación considerada revolucionaria, que sin embargo, a raíz de su dramático nacimiento, se ven obligados a desenvolverse en condiciones de reflujo de los movimientos de masas, en un sentido de estabilización, o de involución franca, según los casos34.

33 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. cit., p.22.34 ARRANZ, Luis, Los “cien niños” y la formación del PCE, Madrid, FIM, 1980, p.88.

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Capítulo 2. Algunos ejemplos de la praxis del comunismo

oficial en España

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El PCE y el sindicalismo

En este apartado se va a tratar el desarrollo de la política sindical del PCE y sus cambios de concepción de la misma. A través de estos cambios se observarán contradicciones teóricas, así como un claro reflejo del desconocimiento de la situación española, por parte de Moscú, que fue convenientemente tratada con el dogmatismo de la Komintern. No será hasta 1934 cuando podamos percibir cierto grado de concordancia entre las políticas lanzadas desde la Internacio-nal Comunista y realidad político-social española. Ya que los sucesos de Octubre acentuaron la solidaridad obrera y el antifascismo, un contexto político-social que facilitó la conexión entre el PCE y amplios sectores de la izquierda decepcionados con la política socialdemócrata desarrollada ante la amenaza fascista. Así como también influyó muy positivamente la capita-lización del movimiento por la solidaridad y pro amnistía por los represaliados de Octubre, por parte del PCE, mediante el Socorro Rojo Internacional.

Se originó un contexto, que al ser europeo, por así decir, generalizado, se engarzaba los intereses de la política exterior de la URSS con la situación político-social española. Se solapa-ba la amenaza fascista con los intereses del proletariado, y por pura coincidencia, comenzaban a coexistir los intereses del PCUS con los de las demás sucursales. La generalización de la polarización fascismo-antifascismo propiciaba el acierto de la IC en la aplicación de sus políti-cas. Esta vez sí se podía aplicar la misma receta a Moscú y al resto de los Partidos Comunistas europeos, y ésta se concretó en el VII Congreso de la IC en el verano de 1935.

Pero el problema fundamental al que se enfrentó el PCE fue al dominio sindical de CNT y UGT. El panorama sindical estaba copado por ambas centrales y el PCE, como veremos, no consiguió dominar un sector en el que partía con gran desventaja y en el que por méritos pro-pios no logró aumentar de la forma esperada su influencia.

Los antecedentes de la política sindical del PCE en la II República, se comprenden mejor desde el conocimiento de las figuras protagonistas del sindicalismo comunista español en los años veinte, como lo fueron Andreu Nin y Joaquín Maurín. Pero antes de comenzar con ellos, citaré unas líneas que considero arrojarán luz al lector de cara a enfrentarse al desarrollo de la política sindicalista del PCE en la II República. Dichas líneas corresponden a Drizdo Losovs-ky, en 1920 presidente del Consejo Regional de los sindicatos de Moscú y uno de los fundado-res de la Internacional Sindical Roja (ISR), donde ocupará el puesto de Secretario General:

La unidad de la clase obrera, ¿es un medio o un fin? El fin es el socialismo, la unidad no es sino el mejor de los medios para realizar este fin, y nosotros estamos a favor de esta unidad en la medida que aproxime al proletariado a la meta del socialismo.

Esto no quiere decir que hay que fraccionar y disolver los sindicatos existentes; se trata de

conquistarlos, de elevar la conciencia de las masas, de arrastrar a los obreros a la lucha y de crear sobre esta base la unidad proletaria. La clase obrera tiene el máximo interés en que se forme un frente único, si quiere vencer a la burguesía. […] Los obreros revolucionarios aspiran siempre a la unidad de acción, pero no pueden edificarla sobre el terreno de la colaboración de clases. Y mientras los jefes sindicales persistan en su criterio, la unidad será imposible, pues ningún obrero revolucionario aceptará semejante unidad1.

Las consignas de clase contra clase y del frente único por la base, que son las que se dilucidan en este fragmento, marcarán la trayectoria sindical del PCE durante gran parte la II República pese a que la posición radical frente a los líderes sindicales de otras formacio-nes políticas se vaya moderando y las exigencias de la política exterior soviética modifique paulatinamente la táctica a seguir. En 1929 se lanzó una campaña oficial “anti Bujarin” en la Komintern. Entre otras cuestiones, esto supuso “un renovado énfasis en la táctica de “frente unido desde abajo”, al tiempo que se rechazaba categóricamente el “frente unido desde arriba” que había sido adoptado en 1924”2. A partir de estas fechas se estableció también con renovado entusiasmo el discurso de identificación de la socialdemocracia con “socialfascismo”.

Andreu Nin y Joaquín Maurín en los años veinte perfilarán la política sindical comunista, ya que durante la Dictadura de Primo de Rivera3:

El enorme desgaste provocado por la represión de Martínez Anido [Ministro de Gobernación en la Dictadura de Primo de Rivera], la fuerte presencia de los grupos terroristas y la tensión interna entre anarquistas y sindicalistas hicieron pensar a los defensores de la vinculación con Moscú [de la CNT] que no todo estaba perdido. Entre ellos destacaban dos ex secretarios del Comité Nacional entre 1920 y 1922, el antiguo socialista Andreu Nin y Joaquín Maurín, procedente del republicanismo, ambos maestros de formación4.

“La komintern no apoyaba a los CSR [Comités Sindicalistas Revolucionarios] de forma oficial, pero anteriormente había adoptado la táctica de crear facciones comunistas en el seno de otros grupos sindicales”5. El CSR eran, por sus siglas, los Comités Sindicalistas Revolucio-narios, y dentro de estos se encontraban algunos miembros escindidos del PCE.

1 LOSOVSKY, Drizdo, La Internacional Sindical Roja, Madrid, Akal, 1978, pp.139-140.2 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética…, ob. Cit., p.41.3 Véase: ALVA, Leandro, Bajo el fuero militar: la dictadura de Primo de Rivera en sus documentos (1923-1930), Sevilla, Universidad de Sevilla Servicio de Publicaciones, 2006; GONZÁLEZ CALBET, María Teresa, La dictadura de Primo de Rivera: el Directorio Militar, Madrid, Universidad Complutense, 1988; TAMAMES, Ramón, Ni Mussolini ni Franco: la dictadura de Primo de Rivera y su tiempo, Barcelona, Editorial Planeta, 2008.4 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos camaradas, Barcelona, Editorial Planeta, 1999, p.39.5 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética, comunismo y revolución en España (1931-1939), Barcelona, Plaza Janés, 2003, p.27.

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Esto ocurre en los años veinte, cuando Maurín lidera uno de los grupos miembro de estos co-mités, y comienzo citando este episodio para que se pueda contrastar a posteriori el cambio desarrollado en la política sindical comunista, la cual no volverá a ser tan sutil.

Posteriormente se intentarán crear células comunistas que dominen las centrales sindicales con mayor influencia, sí, pero la oficialidad del PCE estará presente en cada acción, y ya no ha-blemos de apoyar a miembros escindidos del Partido, ya que estos dejarán de ser comunistas. “La situación creada era paradójica, porque venía a situar como protagonista del obrerismo español para la Komintern a una organización y a un líder [Joaquín Maurín] que no pertenecía al Partido Comunista, suscitando la consiguiente desconfianza, destinada a tener una larga historia”6.

Hemos de recordar que en noviembre de 1922 se celebra el IV Congreso de la Komintern en el que se aprobó oficialmente la táctica de “frente unido desde abajo” o “desde la base”, con esta interpretación política se pretendía que los partidos comunistas se unieran a otros gru-pos obreros para de este modo aglutinarlos y liderarlos con el objetivo a largo plazo de crear gobiernos revolucionarios. La táctica del frente único por la base, permitía tanto luchar por reivindicaciones económicas menores como para alcanzar la huelga general o la insurrección armada; y ambas cosas se plantearon en el Partido a mediados de los 30. Pero siempre sin co-laborar con los líderes de otros partidos o de sindicatos a los que se consideraba traidores de la clase obrera.

“Al finalizar el año [1922] hay en España un Partido Comunista unificado, adherido a la Tercera Internacional, con los CSR adheridos a la Profintern (Internacional Sindical Roja), que actúan dentro de la CNT”7 pero en vísperas de Dictadura de Primo de Rivera se puede palpar la marginalidad en la que se encuentran los sindicalistas procomunistas catalanes, así como la escasa presencia del propio PCE, hasta el punto de que las políticas dictaminadas desde la Komintern, marchaban a paso cambiado respecto de los acontecimientos españoles. Los objetivos propuestos, de atraer y aglutinar a otros grupos obreros fuera de la órbita del comu-nismo, eran del todo surrealistas.

La trayectoria de la organización comunista en los años veinte “se basó progresivamente en la existencia y escasa actuación de varios aparatos propagandísticos sucesivos, más al estilo republicano del último tercio del siglo anterior que al de un partido obrero de nuevo tipo”8, José Antonio Balbontín calificó al partido de este periodo como “la sagrada familia”, y es que “a finales de los años veinte el partido no es una comunidad de afiliados, sino un auténtico y

6 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. cit., p.41.7 ALBA, Víctor, El Partido Comunista en España, Barcelona, Editorial Planeta, 1979, p.82.8 CRUZ, Rafael, Historia del PCE en la II República. Madrid, Alianza Editorial, 1987, pp.110-111.

solitario aparato de directores y agitadores”9.Durante la dictadura militar, el PCE y la Komintern se enfrentan a un período en el que

o bien, se mantenían en actividad dentro de la legalidad, si permanecían inactivos; o bien tomaban partido por la acción, lo cual derivaba en las grandes dificultades que provocaba la represión por parte de la dictadura, con el agravante de que el PCE, ciertamente, se encontraba en un proceso de desarrollo, de aprendizaje, crecimiento y adquisición de experiencia política; lo que se ha denominado como la infancia del PCE10.

Bajo la dictadura de Primo de Rivera, en plena represión, “se organizó, en 1927, la Fe-deración Anarquista Ibérica, la FAI, tan misteriosa como poderosa, y que muy rápidamente dominó por completo a la CNT”11. Este acontecimiento determinó la táctica a seguir, nos hará comprender mejor el cambio de política sindicalista llevado a cabo por el PCE en el futuro, pero a su vez, en febrero de 1927, José Bullejos (Secretario General del PCE) concluía que: “disuelta la Confederación –en comunicación con Moscú –, creen nuestros camaradas que el descrédito de los anarquistas hace posible a nuestro partido reorganizar la CNT”12. Y es que ahora se pretendía reconstruir la CNT desde el comunismo, esta era la solución, al escaso pro-tagonismo sindical, propuesta por los comunistas españoles. En el Congreso de 1927, el PCE proponía lo siguiente:

Declaramos abiertamente que nuestra máxima preocupación está en los sindicatos, a los cuales queremos llevar nuestro espíritu revolucionario para apartarles del colaboracionismo que corroe a muchos de ellos y entorpece los movimientos del conjunto. Son los sindicatos, en ligazón estrecha de afinidad espiritual con nuestro partido, los que han de regir después las funciones de la producción. Indispensable es, por tanto, que con ellos colaboremos y nos pongamos a la cabeza de sus luchas, desarrollando una acción conjunta que dé la sensación de nuestros propósitos inmediatos y finales.

Los comunistas que pertenecen a la CNT deben procurar su ingreso definitivo en la ISR y los que pertenecen a la UGT deben influir intensamente con sus sindicatos para que en el próximo congreso de ese organismo se acuerde romper toda clase de relaciones con la Internacional de Ámsterdam, nido de cucos y traidores, e incorporarles a la Internacional Sindical que está apoyando a una República obrera triunfante [URSS] y empuja sus huestes por las vías revolucionarias13.

Con los reformistas de la UGT no había muchas posibilidades de entendimiento, y cierta-

9 Ibíd., p.111.10 ARRANZ, Luis, Los “cien niños” y la formación del PCE, Madrid, FIM, 1980.11 BROUÉ, Pierre y TÉMIME, Émile, La Revolución y la guerra de España. Madrid, Colección Popular, 1977, p.54.12 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. cit., p.53.13 ALVAREZ, Ceferino, “El fracaso del PCE en el sindicalismo minero de Asturias”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977, Madrid, FIM, 2007, vol. I, p.214.

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mente la situación crítica de la CNT resultaba atractiva para formular estas propuestas de reconstrucción de la misma desde el PCE. A priori esta táctica resulta coherente y simple al mismo tiempo, y más si cabe con la dimisión de Primo de Rivera en enero de 1930. El pano-rama era alentador.

Se puede conformar un contexto más claro si somos conscientes de que un “dato incontes-table es la pérdida continua de afiliados, que pasan de varios miles en 1922 a unos cientos en 1930”14. Un viraje táctico se mostraba necesario.

El período transitorio de gobierno del General Berenguer, que sucedió a Primo de Rive-ra, fue interpretado desde el PCE como una política de clase contra clase, que era la política lanzada desde la IC durante este periodo, como sabemos. Un frente único lanzado desde la burguesía y sus aliados contra el proletariado.

Fue en los primeros meses de 1930, “cuando desde París se ordenó a la Federación de Transporte de Sevilla reunir una Conferencia y una Comisión que convocaran un Congreso Nacional de Reconstrucción de la CNT”15. Era el momento de intentar capitalizar la central sindical.

A principios de marzo de 1930 se celebró la Conferencia de Pamplona, la cual se denomi-nó así por razones de seguridad, ya que en realidad se celebró en Bilbao. El problema sindical fue uno de los temas más polémicos tratados en esta conferencia, en la que se concretó la política de clase contra clase y frente único por la base del VI Congreso de la Internacional Comunista, con la construcción de sindicatos controlados directamente por los comunistas.

La propuesta escisionista de formar una Confederación del Trabajo Unitaria, o Comité para la Reconstrucción de la CNT, chocó con la fuerte oposición de las delegaciones de Andalucía, Cataluña y Levante. A pesar de esta fuerte oposición, la política escisionista en el terreno sindical fue puesta en marcha por el PCE en los meses siguientes16.

Se redactará el programa de la nueva CNT por el PCE, contenía reivindicaciones intrín-secas al Partido así como el esquema orgánico; pero la táctica de reconstrucción se estancó debido a dos factores fundamentalmente: la oposición dentro del propio PCE por el carácter de escisión que adjudicaban algunos sectores al nuevo sindicato, y la escasez de respaldo en las bases confederales, ya que estaban afiliándose en su mayoría a la CNT anarcosindicalista, ya reconstruida en 1931. “Pero no todos los sindicalistas aceptaron de buen grado el dominio de la FAI. A partir de 1931, buen número de dirigentes se rebelaron contra la política de aventuras

14 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.111.15 Ibíd., p.119.16 ESTRUCH, Joan, Historia del PCE (1) (1920-1939). Barcelona, El viejo topo, 1978, pp.57-58.

y de putsch que imponía la central”17.Se puede observar cómo el fin perseguido por el PCE, de atraer sindicatos a las posiciones

comunistas no fructificó. Y es que además del factor mencionado del anarcosindicalismo, “ha-cia el final de la dictadura, [el PCE] recibió la adhesión de militantes de la CNT andaluza [que dirigían José Díaz -futuro Secretario General- y Mije], [pero] perdió los 3000 militantes de la federación de Cataluña y de las Baleares que dirigían Maurín y Bonet y que se fusionó con el Partido Comunista catalán que dirigían Arquer y Fané Gassó, formando así el Bloque Obrero y Campesino cuyo secretario será Maurín”18. Acontecimiento que se tratará posteriormente.

Otro factor que sin duda influyó negativamente en sus intentos de monopolizar la CNT, fue “la abrumadora distancia organizativa entre las prácticas asamblearias y descentralizadas [de la CNT] y el carácter rígido y centralizado de la estrategia sindical comunista”19.

Así pues, “la ISR hubo de reconocer el fracaso del intento de captación puesto en marcha sobre el anarcosindicalismo. Surge entonces, a partir de 1931, la consigna de <<unidad sindi-cal revolucionaria>>”20. Esta consigna venía a ser una vuelta de tuerca del frente único por la base.

En el período republicano, por lo tanto, el PCE se ve obligado a dar un viraje en la prác-tica y es que a excepción de algunas zonas como Asturias, donde la minoría comunista era influyente y respetada, Málaga, Cádiz y Sevilla sobre todo, donde los comunistas consiguieron monopolizar algunos sindicatos, el PCE no tenía más trascendencia en el movimiento sindical, y se buscará revertir esta situación.

En Moscú parecía que se comenzaba a dar cierta importancia a los cambios acaecidos en la política española, pero a su vez también habían cambiado allí algunas cosas. “Nin ya no estaba en la Profintern, Humbert-Droz cayó en desgracia y había sido sustituido por un ruso-búlgaro, Stepanov”21. Pero el hecho de que enviaran a Humbert-Droz como instructor a España era indicador de que tampoco se tomaba demasiado en serio los acontecimientos españoles, ya que éste había caído en desgracia, como se ha citado. Era un degradado al que se le ofrecía un destino menor para el retiro.

“Pero antes de que llegara a Barcelona, donde se instaló en diciembre de 1930, la Komin-tern había enviado a España al francés Jacques Duclos […] que estuvo durante dos años al frente de la delegación”22. La misión de estos delegados era la de velar por el cumplimiento de

17 BROUÉ, Pierre y TÉMIME, Émile, La Revolución y…, ob. Cit., p.55.18 Ibíd., pp. 69-70.19 CRUZ, Rafael, “Del partido recién llegado al partido de todos”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977, Madrid, FIM, 2007, vol. I, p.145.20 BIZCARRONDO, Marta, Historia de la UGT, entre la democracia y la revolución, 1931-1936, Siglo XXI, 2008, p.148.21 ALBA, Víctor, El Partido Comunista…, ob. Cit., p.105.22 Id.

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la aplicación sin fisuras de las políticas dictaminadas por la komintern. En el caso de Duclos, le tocó vigilar el cumplimiento de la línea adoptada en 1928 por la IC de clase contra clase. En ju-lio de 1931 se confirma la expulsión de Maurín del PCE argumentando un supuesto liberalismo y menchevismo de éste. La traición cometida por Maurín fue “su defensa de una Repúbli-ca federal democrática; de ahí su iniciativa de reclamar la formación de juntas revolucionarias de obreros y campesinos que actuasen como salvaguardia de la revolución comenzada”23.

Puede verse cómo las principales figuras del movimiento sindical comunista en los años 20, y que en gran medida conformaron la política o la deriva sindical del Partido hasta el mo-mento, están ausentes ya en el organigrama del PCE en tiempos republicanos. Esto es sinto-mático de los cambios que se están produciendo en el PCE y su línea sindical. El caso de Nin difiere con el de Maurín, ya que “se adhirió a la Oposición de Izquierda y defendió, contra Stalin, las posiciones políticas de Trotsky. Vuelto a España en 1931, fundó con Andrade la Izquierda Comunista”24.

El PCE adopta una estrategia que consiste en convertir a los sindicatos donde había pre-sencia de militantes del Partido en “permanentes redes de reivindicación y movilización, con la convocatoria frecuente de huelgas tanto por razones laborales y salariales como por solida-ridad con los huelguistas de otros ramos de la industria”25.

Se pretendía crear la imagen de únicos representantes legítimos de los intereses de la clase obrera y trabajadora, mediante esta incesante actividad reivindicativa, que contrasta con su escasa influencia dentro de las instituciones políticas y el ámbito sindical. De este modo se intentaba combatir la inferioridad y la escasez, pero esta actitud chocó con las estrategias de las federaciones, en especial con UGT.

De ahí que el PCE decidiera primero la creación de plataformas sindicales en las que aparecer sólo como una organización sindical más -p. e. comités de fábrica, comités de unidad sindical, etc.- y con posterioridad, en el verano de 1932, la creación de su propia central sindical con la integración de unos cincuenta sindicatos y algunas decenas de miles de afiliados a ellos, mientras mantenía el comité de unidad sindical, mera fachada de [lo que será] la CGTU [Confederación General del Trabajo Unitaria]26.

No será hasta la llegada del otoño de 1931 cuando se dio luz verde a la convocatoria de una Conferencia de Unidad Sindical. El PCE encargó la preparación de esta tarea a la Federación Local de Sociedades Obreras de San Sebastián, y este sindicato lanza dos llamamientos a todas las organizaciones obreras y trabajadoras de España. Se hace hincapié en el objetivo de uni-23 GARCÍA, Hugo, “Cultura política, democracia y violencia en la Segunda República española 1931-1936”, (ref. HARD2009-11492).24 BROUÉ, Pierre y TÉMIME, Émile, La Revolución y…, ob. Cit., p.70.25 CRUZ, Rafael, “Del partido recién llegado…”, ob. cit., p.146. 26 Id.

ficar el movimiento sindical español y luchar contra el enemigo común, así como “se incidía también en el hecho de que la división de la clase obrera española no se mantenía por razones ideológicas, sino por la actitud anticlasista de sus jefes sindicales; por eso la unidad debía hacerse por abajo”27.

Se pretende crear ahora una sola central que comprenda a los obreros sindicados y a los desorganizados, y se aprobó también una plataforma de lucha de clases que tendría que com-batir el capital e implantar las condiciones necesarias en pos de la mejora de la situación de la clase trabajadora.

En esta conferencia colaboraron sólo unos pocos sindicatos, la influencia fue escasa entre las bases de UGT y CNT, y el impacto entre el resto del ámbito sindical fue también exiguo debido a la escasa implantación del PCE en el mismo. De todos modos la conferencia se ce-lebró el 30 de junio de 1932, y el objetivo principal era “crear un nuevo organismo sindical por medio del agrupamiento de todos los sindicatos participantes que elegirían un Comité de Unidad Sindical”28.

Todos los temas tratados en el orden del día giran en torno a consideraciones y tesis del PCE respecto a la situación política y sindical, y finalmente no se nombró al Comité de Unidad Sindical, esto se aplazó a una reunión del secretariado del PCE el 9 de julio. Además será en esta conferencia cuando se constituya la CGTU, y es que “unos días antes de la celebración de la conferencia, la dirección del partido recibió una carta de la IC, en la que supuestamente se ordenaba la constitución de la CGTU a partir de los sindicatos afiliados a la CNR [Comité Nacional de Reconstrucción] de la CNT que era comunista”.29

Se formó un Comité provisional, elegido por la dirección del PCE, y se nombró a Antonio Mijé secretario general. Este fue designado para convocar un congreso que oficializase la crea-ción de la CGTU. Ahora la estrategia consistía en atraer a la mayoría de la clase trabajadora al nuevo sindicato, así como la unidad sindical.

José Bullejos fue destituido, y sustituido por José Díaz en septiembre de 1932, al frente del partido. Fue nombrado nuevo Secretario General. “Los nuevos miembros de la dirección se caracterizaban por su adhesión dogmática a la URSS y por su escasa capacidad teórico-política. Eran, como José Díaz, luchadores honrados, fácil instrumento de los delegados de la IC”30. Con este cambio en la dirección del Partido, la IC, instauraba su dominio absoluto sobre el PCE.

El sectarismo aumentó con la nueva cúpula, y el PCE no se acercó tímidamente a la rea-

27 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.144.28 Ibíd., pp.144-145.29 Ibíd., p.146.30 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p.75.

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lidad española hasta 1934-35, como se ha selado en el comienzo del presente trabajo. Se con-tinuará definiendo como socialfascistas y contrarrevolucionarios a los dirigentes de UGT y CNT.

Un buen ejemplo de ellos es el siguiente: el 9 de noviembre, al respecto de la aprobación del Estatuto de Cataluña, el Partit Comunista de Catalunya (creado en 1932) comentará lo si-guiente a través de Catalunya Roja:

Camaradas: Hace un año y medio que la lucha de las masas trabajadoras de la ciudad y del campo, el esfuerzo del proletariado hacía caer mediante la revolución el nefasto poder de la monarquía. Pero con el concurso del Partido Socialista, de los jefes socialfascistas de la UGT y de los dirigentes contrarrevolucionarios de la CNT, la burguesía se hizo dueña del poder para consolidar sus intereses y el de los grandes terratenientes. Gracias a esto se pudo impedir el desarrollo de la revolución y la organización efectiva del Poder de los obreros y campesinos (…)31.

En el otoño de 1932, el Gobierno de Azaña alcanza su máximo apoyo parlamentario32. Se dio forma a una mayoría segura con las varias facciones republicanas y el Partido Socialista. “La UGT apoyaba al gobierno a pesar de la impaciencia de millares de sus afiliados más exal-tados y de la creciente influencia sobre las masas de la CNT, dominada por los anarquistas”33. Se había iniciado ya la reforma del ejército, la inversión pública en grandes obras, y construc-ción de escuelas públicas, así como la puesta en marcha de una tibia ley de reforma agraria que generará conflictos debido a sus objetivos propuestos y finalmente, también, por su finan-ciación, que terminará recayendo en el capital financiero. Esto no favoreció especialmente los intereses del campesinado, y agravará el conflicto social.

A fines de 1932 y comienzos de 1933, el movimiento campesino por la tierra adquirió el carácter de una verdadera revolución agraria. “De enero a marzo de 1933, solamente en las provincias de Andalucía y Extremadura, los obreros agrícolas llegaron a ocupar 211 grandes fincas”34. Y también se concedió el estatuto de autonomía a Cataluña, mencionado arriba. El conflicto sociopolítico se iba cocinando en diversos frentes, y esto justificaría las pre-misas de la IC que vamos a tratar a continuación.

La Komintern ya había señalado en el Congreso de 1928 el papel de los posibles aliados en el proceso revolucionario español. Los que recibieron mejor apreciación fueron el campesina-do y las minorías nacionales. “Se consideraba que las revueltas campesinas desempeñaban un 31 Ibíd., p.76.32 Véase: CASANOVA, Julián, República y Guerra Civil, Barcelona, Crítica, 2007; JACKSON, Gabriel, La República española y la Guerra Civil, Barcelona, Crítica, 2008; Ed. VIÑAS, Ángel, En el combate por la historia: la República, la Guerra Civil, el franquismo, Barcelona, Ediciones de Pasado y Presente, 2012.33 JACKSON, Gabriel, La República española y la Guerra Civil, Barcelona, Crítica, 2008, p.105.34 ALVAREZ, Santiago, El Partido Comunista y el campo, Madrid, Ediciones La Torre, 1977, p.26.

papel muy importante y a veces decisivo; un papel que, de hecho, se contemplaba como una importante diferencia entre los países de la primera y la segunda categoría”35.

La Komintern en 1928, afirmaba que la revolución mundial se había de dar en cuatro categorías de sociedades diferentes: 1) “sociedades sumamente desarrolladas o capitalistas avanzadas; 2) “sociedades de desarrollo capitalista medio”; 3) “sociedades dependientes, co-loniales o semicoloniales”, y 4) “sociedades muy atrasadas y primitivas.

España quedaba reservada para la segunda categoría, aunque más bien sería un apéndice de la primera, ya que la división sociopolítica que realizaba la Komintern para exportar sus tesis, era de países capitalistas y coloniales, aún más simplista.

La interpretación de la situación española, por parte de la Komintern, era casi la de un país al borde de la Guerra Civil, y la instauración de una dictadura fascista era cuestión de tiempo. Se consideraba que el papel de los comunistas debía consistir en “desenmascarar la política traidora de los jefes reformistas y anarcosindicalistas y reunir a las masas en un potente frente único revolucionario de lucha”36.

Según las propias fuentes del Partido, [a finales de 1932] se adhirieron a la nueva central un total de 36.935 afiliados agrupados en 57 sindicatos. Estaba en cabeza, como siempre, Andalucía, abrumadoramente mayoritaria, pero sin los 50.000 afiliados que habían acudido anteriormente a la CUS [Conferencia de Unidad Sindical]. Por otro lado, Asturias conservaba el Sindicato Único de Mineros, y como puede verse por el número de adhesiones, la mayoría de los sindicatos permanecieron autónomos y no pasaron a pertenecer a la CGTU37.

Se puede observar que aparentemente la fuerza sindical comunista era mayor que la del propio partido, pero se ha de precisar que esta fuerza se manifestaba principalmente a nivel de sindicatos autónomos, y que cuando sindicalistas comunistas lograban sus objetivos y des-tacaban como eficaces luchadores, no lo hacían como comunistas oficialmente, por lo que se mezclaban en la lucha obrera pero no desempeñaban el papel de vanguardia y aglutinador que se supone debían llevar a cabo. Las contradicciones entre teoría y praxis se manifestaban de este modo, no existía una correlación clara entre sindicato y Partido.

El 10 de agosto de 1932 se dio la intentona de golpe de Estado del General Sanjurjo, “laactitud práctica del partido en ese 10 de agosto consistió en convocar una huelga general en Sevilla junto a los sindicatos locales de CNT y UGT”38. La huelga tuvo éxito, paralizó Sevilla

35 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética…, ob. Cit., pp.39-40.36 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. cit., p.160.37 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.147.

38 Ibíd., p.149.

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y fue determinante para frenar la Sanjurjada en la capital hispalense. Y, en Madrid, el PCE convocó una manifestación, y lanzó consignas que incitaban a la lucha revolucionaria y a ejecutar el programa de la revolución democrática, basado el gobierno obrero y campesino, los soviets, expropiación de los bienes de la iglesia, disolución de la Guardia Civil, etc. Esto nos da una idea aproximada de la metodología comunista del momento, así como su intención de presentarse como el verdadero representante de la clase trabajadora.

El Partido Comunista, desde finales de 1932, modificó su política. Combinó una política defensiva, enfocada principalmente contra la represión y el recorte de los derechos democrá-ticos, con otra política de corte ofensivo, para lograr la consecución del gobierno obrero y campesino. Todo esto forma parte del contexto estratégico que se fundamenta en la lucha con-tra el gobierno republicano-socialista (“clase contra clase”). “La política defensiva se plasmó fundamentalmente en la lucha contra la represión gubernamental, el hambre, la pérdida de algunos derechos políticos de los trabajadores, etc. Este fue el cometido y la estrategia de la CGTU en este año, acentuándose en el siguiente”39.

Hasta ahora, la táctica del frente único por la base, alianza de obreros de base de distintos sindicatos y partidos, siempre bajo la dirección del PCE, no se había visto alterada. Y en 1933, tras la llegada de Hitler al poder, “la IC había continuado con su política izquierdista y sectaria. El ascenso del fascismo se atribuía a la traición de los socialfascistas”40. La base táctica, cuan-do esto cambie en el verano de 1934, es la misma; hay una llamada a la unidad obrera frente a una amenaza común, pero siempre entendida desde la base, las críticas y ataques a los jefes socialistas y anarquistas no cesan, aunque se irán matizando a la par que se van estableciendo contactos con los mismos.

A partir de finales de noviembre de 1933 hasta el otoño de 1934, se dieron novedades, aparecen términos como “unidad de acción” que tendrá tanta trascendencia posteriormente, aunque con distinto significado. En este momento, “unidad de acción”, es una nueva construc-ción nominal del frente único por la base frente al ascenso de la derecha. Se daba un contexto favorable para plantear una acción común, y para ello se recomendará la formación de comités de lucha en todo sector laboral, comités de lucha que consiguieran liderar la lucha antifascista. Pero el intento de “desenmascarar” a los líderes socialistas y anarquistas, dificultaba enorme-mente la unidad de acción entre las bases; el frente único obrero nunca se materializó también por la indiferencia mostrada al respecto por el PSOE.

En septiembre de 1934 un proceso unitario similar se originó con el ingreso del PCE en las Alianzas Obreras. “Se pasó de los ataques verbales a las Alianzas, a considerarlas idénticas al Frente Único. Para eso, los comunistas intentaban incluir en las Alianzas […] delegados de 39 Ibíd., p. 165.40 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p.80.

fábricas y de centros de trabajo y tener más influencia en las decisiones”.41 El ingreso del PCE en esta organización unitaria de la clase obrera, criticada anteriormente por estar bajo el con-trol de la socialdemocracia, obedecía al viraje impuesto por la IC. Este viraje se produjo por el auge del fascismo y se encuadra dentro de los intereses de la política exterior de la URSS.

El PSOE se consideraba también el líder de la clase obrera, el representante legítimo, ado-lecía de un mal similar al PCE en este sentido y desestimaron a las Alianzas Obreras como base fundamental para tomar el poder pese a que se llegaron a constituir comités de enlace entre el PCE y el PSOE. “Las organizaciones socialistas, con UGT al frente, miraban con sumo recelo el proceso en que las Alianzas Obreras actuaban como verdadero sujeto de la revolución”42.

En opinión de Andreu Nin, “la idea de la Alianza conquistó una enorme simpatía entre las masas con rapidez extraordinaria, y hoy es la aspiración ardiente de la inmensa mayoría de la clase obrera”43.

El 7 de diciembre de 1934, la CE del PSOE daba el visto bueno a la formación de un comité de enlace entre ambos partidos para estudiar “los objetivos inmediatos que han de constituir el nervio de nuestras campañas”. Dicho comité se verá ampliado por representantes de la UGT, de la CGTU e incluso de la Federación Tabaquera Española, sindicato autónomo próximo al comunismo. Florecían asimismo las Alianzas Obreras y en ellas los comunistas intentaban formar organismos unitarios de base, lo cual a su vez suscitó la desconfianza socialista44.

Desde octubre de 1934 se había desarrollado una comunicación con cierta regularidad entre la dirección del PCE y la del PSOE y UGT45, algo sin duda novedoso, y trascendente, respecto a etapas anteriores. Tras el fracaso de la táctica aglutinadora desde abajo, en el verano de 1934, y tras el informe de la Komintern sobre las tareas a realizar, se modificaría la táctica organizando un Congreso en el que se dieran cita todas las fuerzas sindicales con representa-ción proporcional en los órganos dirigentes. Es decir, se empezaba a valorar la solución “desde arriba”, pero hasta que esto sucediese debía la CGTU ingresar en UGT o CNT allí donde am-bos sindicatos tuvieran una influencia mayoritaria. Pero se dará una excepción, Cataluña; aquí se propone la reconstitución de la CNT, una vuelta de tuerca a anteriores tácticas.

“La política de unidad sindical de la CGTU formaba parte de una táctica global para la lucha por las reivindicaciones obreras y para la obtención de la influencia de la mayoría de la

41 ALVAREZ, Ceferino, “El fracaso del PCE en el sindicalismo…”, ob. Cit., p.217.42 BIZCARRONDO, Marta, Historia de la UGT, entre la democracia…, ob. Cit. p. 143.43 NIN, Andreu, La revolución española 1930-1937, Madrid, Ediciones Intervención Cultural, 2011, p. 206.44 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. cit., p.228.45 Véase: BIZCARRONDO, Marta, Historia de la UGT, entre la democracia y la revolución, 1931-1936, Siglo XXI, 2008.

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clase obrera española”46. La huelga era utilizada como método preferente de lucha, y siempre que fuera posible debía de ampliarse a toda la extensión de la industria de la localidad o región, así como sus diferentes ramificaciones industriales. Esto unido a los comités de lucha o de huelga, que eran elegidos por los obreros, y los comités de fábrica y de campesinos, creados tras una lucha concreta; formaban los métodos de lucha sindical del PCE en este momento, los cuales no diferían mucho de los métodos utilizados en etapas anteriores.

Dos episodios que permiten constatar este continuismo metodológico es el análisis de huelga general campesina de junio de 1934 y las reflexiones que se harán tras la derrota en el Octubre asturiano. El análisis que se hizo de aquella huelga la define como un movimiento de los trabajadores del campo que luchan por sus reivindicaciones económicas, “pero tam-bién como una lucha por el poder, en la que participaron igualmente los socialistas, prime-ro, para no perder influencia entre los trabajadores de la tierra, y después, para abortar la huelga”47.

El PCE, por lo tanto, acusaba una vez más de traición al PSOE, a UGT y CNT, y refuerzan su construcción teórico-política especulando sobre la cantidad de militantes activos y cuadros medios que se habrían decepcionado ante la traición de sus organizaciones a la clase traba-jadora. Y por ende se verían iluminados por el camino, previamente señalado, por el único representante de los intereses de la clase obrera y campesina, el PCE.

Culpables que volverán a ser señalados tras el fracaso del octubre asturiano. Y según se acerca octubre del 34, el único modelo revolucionario contemplado por la IC y el PCE, era el de la Revolución de Octubre de 1917; con todo el componente anacrónico que esto podía conllevar. “El único pequeño cambio se materializó en el papel de las Alianzas Obreras que constituirían, junto con los comités de fábrica y de campesinos, los órganos embrionarios de los soviets”48. Las diferencias que podemos percibir son sutiles, pero existen, existen y se van perfilando. Pese a que pueda parecer que las reformulaciones teóricas, como ingresar en las Alianzas Obreras compartían la finalidad de imitar o llevar a cabo la Revolución en España, lo cierto es que esta conceptualización iba perdiendo fuelle. Los objetivos originarios, la esencia marxista, sólo se podía encontrar de forma nominal en estas reformulaciones teóricas.

Tras la derrota en Asturias, el PCE se propuso afianzar la reciente política de alianzas con el PSOE a través de los comités de enlace y las Alianzas Obreras, citados con anterioridad; ylas propuestas que hacían referencia a una revolución de tipo soviético se irán diluyendo aún más desde el año 1935 en favor de una política frentista antifascista que favoreció los intereses de la política exterior soviética.

46 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.199.47 Ibíd., p.202.48 Ibíd., p.203.

“El día 26 de noviembre de 1934, los dirigentes del PCE propusieron por primera vez la formación de un comité de enlace orgánico con los socialistas”49.

A partir de octubre, la dirección de los sindicatos comunistas se había propuesto tres frentes de lucha: la reorganización de sus sindicatos desde la ilegalidad y la represión, la lucha por las reivindicaciones económicas, políticas y sociales de los trabajadores y la unidad sindical bajo los criterios expuestos por la IC en su informe de julio de 193450.

Las reivindicaciones contra la represión, por la liberación de los presos, y por la unifica-ción de las fuerzas antifascistas componen la base táctica del PCE en 1935. Se trata de rei-vindicaciones concretas, parciales, ya que los planteamientos maximalistas y sectarios podían resultar contraproducentes de cara a conseguir los objetivos inmediatos de alianzas y antifas-cismo. Durante 1935, se impulsará “el desarrollo y refuerzo de las Alianzas Obreras, conce-bidas como eficaces instrumentos conjuntos de la izquierda obrera para preparar la transición a los soviets revolucionarios”.51 Aunque, ciertamente, esta supuesta transición a los soviets revolucionarios formaba más parte de la justificación teórica estalinista que otra cosa.

En mayo se anunció un programa conjunto de los partidos francés, español e italiano, por parte de la Komintern, que se basaba en la combinación de un programa democrático con un programa revolucionario. Lo que Rafael Cruz denomina como tándem Alianzas-revolución, y frente popular-democracia, que conformará la política del PCE desde este momento. En el caso español, las Alianzas Obreras formarían el núcleo revolucionario (siempre bajo hegemo-nía comunista). Estas eran algunas de las características más importantes del programa:

- La confiscación sin compensación de toda la tierra de los grandes terratenientes, la iglesia y el gobierno, para su libre distribución a los agricultores, individual o colectivamente, “conforme a sus propias decisiones”. [Esta última “aclaración” es algo tremendamente llamativo, recordando siempre que nos encontramos en los años treinta].

- La confiscación y nacionalización de la gran industria, las finanzas, el transporte y las comunicaciones.

- El reconocimiento de la plena autonomía de Cataluña, el País Vasco y Galicia, incluso como estados independientes.

- La liberación inmediata e incondicional del norte de Marruecos y las demás colonias españolas.

- La disolución de las fuerzas armadas, y la distribución de armas a los trabajadores y campesinos. La purga de “enemigos del pueblo” en todo el gobierno.

49 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética…, ob. Cit., p.87.50 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.240.51 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética…, ob. Cit., p..89.

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-La creación de una “Guardia Roja Obrero-Campesina”, con elección de sus oficiales.- La solidaridad proletaria con los oprimidos del mundo y la alianza fraternal con la

URSS52.

Teniendo en cuenta el discurso de etapas anteriores, en el nuevo programa se puede ob-servar una menor insistencia nominal en el modelo soviético, las referencias a éste van siendo más discretas. Ahora la prioridad del partido se encontraba en concertar pactos de unidad con otras fuerzas obreras y antifascistas. Pactos que se reflejarían en la constitución de organismos unitarios y plataformas conjuntas, basadas en la lucha contra la represión y por la amnistía (movimiento surgido tras el fracaso de la huelga general y la derrota en el levantamiento de Octubre), mediante los citados comités de enlace con el PSOE, Alianzas Obreras, unidad sin-dical CGTU-UGT, unión de las juventudes y el BPA (Bloque Popular Antifascista).

Los principales objetivos de la campaña organizada tras el fracaso de Octubre eran: “luchar contra la pena de muerte, ayudar a los represaliados y solicitar la amnistía; todo ello buscando la colaboración de las fuerzas obreras y sus organizaciones”53. En cierto modo, el aprovecha-miento de la derrota en el Octubre asturiano con un incremento de la “unidad de acción”, podía reforzar las iniciativas unitarias, iniciadas tímidamente, con anterioridad al conflicto.

El nuevo objetivo unitario se complementaba muy bien con los conflictos que se estaban fraguando en España, y el organismo que tendrá más importancia a nivel de actuación genera-do de esta tendencia unitaria será el Comité Nacional de Ayuda a las Víctimas de la represión de Octubre. Formado por socialistas, comunistas y miembros de los sindicatos de UGT, CGTU y autónomos. Se fundamentará en la distribución de dinero para las familias afectadas, siempre controlado por el SRI (Socorro Rojo Internacional).

La nueva etapa, comenzó de forma oficial tras el VII Congreso de la Komintern; celebrado entre julio y agosto de 1935 en Moscú, y que supuso la aprobación de la política de frentes populares54, así como la oficialización del enemigo trotskista. Tras el VII Congreso, el partido adopta un tono de creciente cordialidad con respecto a otros grupos de izquierdas. “Incluso moderó la calificación oficial del CEIC de “traidores” dada a los anarquistas catalanes, que sustituyó por la insulsa acusación de haber adoptado “la posición contraria al movimiento”55.

“El VII Congreso de la IC y su política de Frente Popular fue, pues, ante todo una políti-ca de adecuación de los partidos comunistas de los países capitalistas a las necesidades de la

52 Ibíd., pp.90-91.53 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.222.54 Véase: BIZCARRONDO, Marta, Octubre del 34: reflexiones de una revolución, Madrid, Ediciones Ayuso, 1977. JACK- SON, Gabriel, Octubre de 1934: cincuenta años para la reflexión, Madrid, siglo XXI, 1985. JULIÁ, Santos, Historia del socialismo español, Barcelona, Instituto Monsa, 1997. Dirigida por Manuel Tuñón de Lara.55 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética…, ob. Cit., p.91.

política exterior soviética”.56 Como producto de esta creciente cordialidad, las relaciones entre el PSOE y el PCE se intensificaron, y “como colofón, dos hechos destacan a finales de año: el pase de los sindicatos rojos a la UGT y la negociación de un programa electoral para presen-tarlo a los republicanos”.57

La política del PCE se va definiendo en respuesta a un enemigo común, el fascismo, acer-cándose a otras formaciones políticas que eran antes el enemigo. Y es que “el problema no consiste ya en cómo favorecer el desarrollo de la revolución española, sino en construir un dique eficaz contra el avance de un tipo de fascismo sólidamente anclado en los terratenientes y en la iglesia”58.

En 1935 El PCE y la CGTU comprobaban que la fuerza sindical comunista no aumen-taba su influencia; el riesgo de quedarse al margen de los acontecimientos político-sociales, y no ser una referencia para la clase trabajadora española, era un hecho. “La unidad sindical fue, como ya se vio, una de las principales propuestas del partido durante su existencia, y una vez más, después del movimiento de octubre, se retomó la propaganda y la actividad con ese objetivo”59.

La clase obrera de los países occidentales debía subordinar el objetivo de la revolución en favor de la unidad antifascista, un contexto que podía favorecer la unidad sindical, como favorecería después la unión de las juventudes.

Tras el VII Congreso, las iniciativas del PCE iban encaminadas en la dirección señalada; y en una carta fechada en octubre de 1935 proponía a los socialistas: “la unidad sindical, con la entrada del CGTU en la UGT, el desarrollo de las Alianzas, la creación del Bloque Popular Antifascista e incluso la perspectiva de fusión de ambos partidos sobre la base de las tesis del VII Congreso”60.

El PCE y la CGTU reclaman a lo largo de todo el año un congreso de fusión, así como la unificación de los sindicatos socialistas y comunistas por la base; “la unificación sindical por abajo, sin contar con los dirigentes de la UGT, constituyó la única perspectiva comunista, sin olvidar las propuestas epistolares a la dirección de UGT”.61 La UGT se negaba a la fusión si no se aprobaba mediante un congreso del sindicato, “sin embargo el PCE afirmó que aceptaría el ingreso puro y simple de los sindicatos pequeños de la CGTU en la UGT, así como congresos y conferencias de fusión allí donde las fuerzas de la CGTU fueran iguales o superiores a las de UGT”62.UGT por medio de Claridad, responderá a la propuesta del PCE negativamente, ya

56 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p.87.57 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.237.58 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. cit., p.245.59 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.241.60 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p.89.61 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.241.62 Ibíd., pp.241-242.

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que sólo aceptaría el ingreso puro y simple de los sindicatos comunistas en la UGT, por lo que los comunistas perderían toda oportunidad de dirigir algún sindicato. “A partir de entonces, los sindicatos comunistas ingresarían poco a poco en la UGT sin más condiciones”63.

El proceso de unidad sindical se vio favorecido por diversos factores; la lucha de octubre ofreció una experiencia de lucha conjunta, así como el padecimiento de la posterior represión o la lucha contra un enemigo común como lo era el fascismo. El contexto era favorable a la unificación, pero desde luego, fue determinante también el VII Congreso de la Komintern, y su vocación unificadora, y el informe de la Komintern de julio de 1934, en el que se abordaba la marginalidad del PCE en la clase obrera organizada española; así como también facilitaba el proceso la influencia izquierdista de Largo Caballero en la UGT.

El 18 de noviembre de 1935, la UGT llegó a un acuerdo de unificación con el minoritario sindicato comunista CGTU, pero para comprender en su totalidad dicha fusión, es preciso citar a Largo Caballero, en la explicación por su preferencia por la unificación sindical frente a las Alianzas Obreras datada en el 11 de diciembre de 1935:

La mayor parte de las organizaciones – informa- estaban pidiendo siempre que se hiciese la fusión, porque esto, además, habrán observado los compañeros, ha venido a disolver una campaña pro alianza; pero éste no es el momento de hablar sobre ello, ya que se hablará a su debido tiempo, porque las alianzas siempre significan una división de la clase obrera, porque éstas sólo pueden existir por dos, tres o cuatro partes, y , sin embargo, la fusión va a ser una cosa de unificación obrera, y de esta manera ya no se hablará de alianzas, y estimo que es mucho mejor la unificación que las alianzas. Yo vería con más cuidado las alianzas obreras porque en dichas alianzas incluso se da personalidad e influencia a los elementos que están enfrente, y yo, particularmente, he llegado a polemizar con elementos que venían a discutir conmigo a las rejas de la cárcel, porque yo no era entusiasta de las alianzas obreras, y si yo no lo soy es porque veo que ellas venían a sustituir a la Unión y al Partido, y eso sí que no se puede consentir. Hay alianzas obreras que quieren tomar acuerdos que son de la competencia del Partido y de la Unión, y eso yo no lo acepto, porque por encima de todas esas alianzas están la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista64.

Largo Caballero no estaba dispuesto a que los socialistas perdieran ni un ápice de prota-gonismo, de liderazgo en la clase obrera española; en cierto modo también se consideraban, como el PCE, los únicos, legítimos y verdaderos representantes de los intereses de aquella. “Las Alianzas se convertirían en el caballo de Troya de la política de Frente Único comunista. La desconfianza del líder de la Unión estaba justificada”65.

63 Ibíd.64 BIZCARRONDO, Marta, Historia de la UGT, entre la democracia…, ob. Cit., p.144.65 Ibíd., p. 145.

Seguramente el Octubre asturiano creó un poso de identificación ante un enemigo común, y una experiencia práctica vital para emprender la política antifascista y de “unidad de acción” y orgánica. Pero la anhelada fusión de la CGTU con la UGT, fue, más bien, la absorción de la central sindical comunista por la socialista.

La intervención del PCE en los sindicatos “siguió siendo minoritaria y la izquierda socia-lista continuó controlando la UGT”66. Pese a que para la Komintern, fue una entrega estratégica, “la aceptación por parte comunista de la absorción de hecho de sus sindicatos por la UGT, tendrá así lo que en el juego de ajedrez se denomina una entrega de calidad”67.

El sindicalismo comunista es un tema tratado y conocido historiográficamente, pero se echa en falta bibliografía específica sobre el mismo. El trato que se le ha dado siempre ha sido complementario, formando parte de un análisis más global del PCE, con algunas excepciones pertenecientes a estudios más exhaustivos de historia local. Sería recomendable, por lo tanto, llevar a cabo un estudio sobre el sindicalismo comunista en los años treinta de manera exclu-siva, tal como se han realizado sobre el socialista o el anarcosindicalismo68.

66 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p.90.67 BIZCARRONDO, Marta, Historia de la UGT, entre la democracia…, ob. Cit. P. 147.68 Algunos ejemplos del tratamiento historiográfico sobre el anarcosindicalismo: BRADEMAS, John, Anarcosindicalismo y revolución en España, Barcelona, Ariel, 1974; GÓMEZ CASAS, Juan, Historia del anarcosindicalismo español, Bilbao, Zero, 1978; MINTZ, Frank, Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria, Madrid, Traficantes de Sueños, 2006. Y para el sindicalismo socialista: ALTED VIGIL, Alicia, El sindicalismo socialista español: aproximación oral a la historia de la UGT (1931-1975), Madrid, Fundación Francisco Largo Caballero, 2010; BIZCARRONDO, Marta, Historia de la UGT, entre la democracia y la revolución, 1931-1936, Siglo XXI, 2008; GABRIEL, Pere, Historia de la UGT, un sindicalismo en guerra, 1936-1939, Siglo XXI, 2011.

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Políticas unitarias, el surgimiento de las JSU

Total, que nos encontramos con la horma de nuestro zapato: el imberbe jefe de las Juventudes Socialistas

era más revolucionario, más leninista, más bolchevique, que todos nosotros (los de UJC)1.

Este apartado va a abordar el proceso consistente en la puesta en marcha de la fusión de la Federación de Juventudes Socialistas (FJS) y la Unión de Juventudes Comunistas (UJC), formando parte, obviamente, del contexto político de clara tendencia unitaria que se está de-sarrollando.

Se intentará ensamblar el avance del mismo con una parte importante de la interpretación historiográfica ofrecida hasta el momento, para facilitar al lector una posición crítica sobre un tema del que escasean las publicaciones. Su tratamiento puede originar confusión al profano debido a interpretaciones un tanto antagónicas, sospecho que originadas por la politización latente en las mismas. La fundamentación de éstas, la iremos desarrollando a lo largo del pre-sente trabajo.

Evidentemente no es una excepción, este tema, dentro de la historiografía contemporánea, ya que existen otros procesos históricos que desatan también la militancia de algunos autores. Pero, ciertamente, debido a la mencionada escasez de tratamiento historiográfico2 acusado por el tema, unido a una fuerte politización de las interpretaciones; hacen del surgimiento de la JSU un hecho histórico un tanto delicado al que acercarse. Pero tenemos acceso también a interpretaciones como la de Sandra Souto Kustrín que pueden mejorar, en mucho, la compren-sión de este interesante episodio, que no es para nada autóctono, sino que se engarza dentro de un “proceso de atracción de los jóvenes socialistas por los comunistas [que] se produjo en muchos países europeos en este período”3. Que consiste, fundamentalmente, en un aumento de la politización y del tamaño de las organizaciones juveniles, en toda Europa, en respuesta a una crisis económica (desde 1929) que estaba afectando especialmente a los jóvenes. Pero la conceptualización comunista de este tipo de organizaciones, fue la que ofreció una mejorespuesta a muchos jóvenes socialistas, marxistas, que anhelaban una posición expeditiva, más

1 CLAUDÍN, Fernando, Santiago Carrillo. Crónica de un Secretario General, Barcelona, Planeta, 1983, p. 25.2 Obras de referencia, continúan siendo: VIÑAS, Ricard, La formación de las Juventudes Socialistas Unificadas (1934- 1936), Madrid, Siglo XXI, 1978. Ésta respecto al proceso de formación de las JSU a nivel nacional. Centrado en el ámbito catalán encontramos la obra de CASTERÁS, Ramón, Las JSUC: ante la guerra y la revolución (1936-1939), Barcelona, Nova Terra, 1977. Es imprescindible acudir también a Sandra Souto Kustrín para poder llevar a cabo un trata miento más completo de la juventud en los años treinta. Se muestra necesario un nuevo tratamiento del proceso de for mación de las JSU desde la conceptualización mostrada por ésta en: SOUTO KUSTRÍN, Sandra, “La atracción de las Ju ventudes Socialistas por el PCE en el contexto europeo de los años treinta”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977, Madrid, FIM, 2007, vol. I.3 SOUTO KUSTRÍN, Sandra, “La atracción de las Juventudes Socialistas por el PCE en el contexto europeo de los años treinta”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977, Madrid, FIM, 2007, vol. I, p. 114.

política, frente a la amenaza fascista. Amenaza que no fue tratada conforme a las expectativas, de éstos, por parte de los partidos socialistas y sus organizaciones juveniles. El tipo de organi-zación comunista ofreció un encuadramiento que posibilitaba una mayoracción política, participación real en la política, frente a las organizaciones socialistas que adolecían de un mayor paternalismo, ausencia política; “se les prohibía el debate político y sus actividades se centraron principalmente en la educación y en la organización de actividades de ocio para los jóvenes obreros”4.

Desde las elecciones de noviembre de 1933 hasta el otoño del año siguiente, “el Partido va a realizar algunos cambios tácticos sobre todo en lo que concierne a su política de alianzas con otros grupos sociales y partidos políticos”5. Las elecciones de 1933 significan la victoria de los partidos de centro-derecha, un contexto que aprovecha el PCE para legitimar su política, hasta entonces, de clase contra clase denun-ciando el fascismo inherente a la democracia burguesa, “enlazando este planteamiento contra las ilusiones democráticas de los trabajadores surgidas tras la proclamación de la República en 1931”6.

Ante la subida de Hitler al poder, la Komintern continuó con su política sectaria e izquier-dista de clase contra clase. El auge del fascismo era una consecuencia lógica de la traición de los socialfascistas y “era considerado más como síntoma de debilidad de la burguesía y de proximidad de la revolución proletaria que como una grave derrota del movimiento obrero”7. El cambio en las políticas comunistas, “el viraje no hay que buscarlo en el PCE, sino en la IC y, más concretamente, en la política exterior de la URSS”8. Y es que, el 26 de enero de 1934, el tratado firmado entre Alemania y Polonia, era un indicativo de que la hostilidad de la Alemania nazi hacia la URSS era cada vez más intensa.

Hasta entonces la Komintern no había puesto en marcha el intento de alianzas políticas con los partidos socialistas, seguía en vigor la postura tomada desde 1926 con el pacto firmado entre soviéticos y alemanes que había sido ratificado por Hitler tras llegar al poder. “El 26 de julio de 1934 se iniciaron las primeras conversaciones entre las Juventudes socia-listas y Comunistas para tratar la unidad de acción”9. Las conversaciones tuvieron lugar entre los días 26 y 30 de julio, y aunque no se alcanzó ningún tipo de acuerdo, se da lugar ya a un tímido acercamiento hacia los socialistas; en septiembre de este mismo año el PCE ingresaría en las Alianzas Obreras.El PCE a lo largo de los años 30 se mostraba incapaz de aglutinar a los grupos sociales que se

4 Ibíd., p. 118.5 CRUZ, Rafael, Historia del PCE en la II República. Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 182.6 Id. 7 ESTRUCH, Joan, Historia del PCE (1) (1920-1939). Barcelona, El viejo topo, 1978, p.80.8 Id. 9 BIZCARRONDO, Marta, Octubre del 34: Reflexiones sobre una revolución, Madrid, Editorial Ayudo, 1977, p.144.

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suponía representaba. Por lo que “la dirección del PCE intentó impulsar la creación de plata-formas frentistas, en las que agrupar y dirigir a trabajadores sin partido, militantes y grupos locales adscritos a otras organizaciones”10. Esta estrategia originará a los comités de Frente Único (1931-1934), el Frente Antifascista (1933), los Bloques Populares (1935), los comités de Frente Popular (1936), y el ingreso del PCE en los comités de Alianza Obrera (1934).

El 1 de noviembre de 1934, tras los acontecimientos de Octubre en Asturias, están las “delegaciones de la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) y la Federación de Juventudes Socialistas (FJS), planteándose por primera vez desde la FJS la unificación de am-bas organizaciones”11. Las Revolución del Octubre asturiano, como se ha citado en anteriores apartados, creó un poso de identificación ante un enemigo fascista común, pese a que no se diera un acercamiento ideológico al uso en 1934 entre ambas organizaciones. En abril de 1934 tuvo lugar el II Congreso de la UJC y en este se puede observar que todavía “existe una gran contradicción interna, ya que se sigue haciendo una fuerte crítica a la FJS y a los libertarios, mientras que al tiempo la UJC aprueba dirigirse a la FJS para poder llevar a cabo acciones conjuntas”12. Este contexto propiciaría que en julio de este mismo año se dieran las primeras conversaciones entre ambas organizaciones, como se ha señalado con anteriori-dad.

El acercamiento ideológico se podrá ir palpando en 1935, en el que la FJS “había mostrado su rechazo a la política de la IOS [Internacional Obrera Socialista] e IJS [Internacional Juve-nil Socialista] y su acercamiento a las posturas de la Internacional Comunista y su referente juvenil, la IJC”13. Pero en la reunión de noviembre del 34 la UJC hablaba ya “de una nueva organización juvenil, y la FJS, de ingreso de otros grupos en su organización”14. Y es que “tras los congresos de la FJS y la UJC [en la primavera del 34], y a pesar de los ataques mutuos, las bases de estas dos organizaciones continúan coincidiendo en acciones concretas, sobre todo de carácter antifascista”15.

Si algo acercaba en estos momentos a los jóvenes afiliados de la FJS a la UJC era la con-ceptualización de la lucha antifascista. Conceptualización, la de la IOS, que decepcionaba a gran parte de la FJS.

La celebración del VI Congreso de la Internacional Juvenil Comunista entre septiembre y

10 CRUZ, Rafael, “Del partido recién llegado al partido de todos”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977, Madrid, FIM, 2007, vol. I, p. 147.11 SOUTO KUSTRÍN, Sandra, “La atracción de...”, ob. Cit. p. 113.12 CASADO GÓMEZ, Alejo Alonso, “De la unión de Juventudes Comunistas a la Juventud Socialista Unificada”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977, Madrid, FIM, 2007, vol. I, p. 294.13 Ibíd., pp.113-114.14 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.243.15 CASADO GÓMEZ, Alejo Alonso, “De la unión de…”, ob.cit., p. 294.

octubre de 1935, “con la propuesta de una organización –unificada con las juventudes socia-listas- abierta, antifascista”16. Así como el VII Congreso de la Komintern en agosto de 1935, y su vocación unitaria y su tono cordial hacia otras organizaciones de izquierda, fueron fun-damentales en el contexto de formación de la unión de juventudes. Pero es preciso destacar también “la influencia de la URSS como modelo de construcción del socialismo y el auge de los movimientos fascistas en Europa”17.

Y desde luego el viaje de la delegación de la FJS a Moscú, que resultará definitivo. El viaja tuvo como objetivo la realización de la unidad orgánica de las dos organizaciones juveniles. De este viaje, Carrillo comenta que “las reuniones fueron largas pero no surgió ninguna dife-rencia importante. Desde el punto de vista ideológico los jóvenes socialistas estábamos ya en posiciones marxistas leninistas”18.En palabras del mismo protagonista, el VI Congreso de la IJC celebrado en junio de 1935:

Se había pronunciado por un tipo amplio, flexible, no demasiado politizado de organización, lo que rompía todos los esquemas en que nos habíamos estado moviendo. La nueva concepción era audaz, se orientaba hacia la conquista no de minorías sino de grandes masas juveniles, con un compromiso político menor. En la práctica se trataba de ir hacia una federación de clubes juveniles diversos, dotados de mucha autonomía, a los que paso a paso había que ir infundiendo una conciencia política; justo lo contrario de lo que pasaba entonces en ambas organizaciones a las que se entraba a partir de una convicción política forjada previamente al ingreso19.

Rafael Cruz señala que la unificación de ambas organizaciones se había llevado a cabo “dentro de la organización socialista, sin ningún signo de comunistización antes de la guerra. Esta cambió los resultados, pero esto no puede achacarse al proceso inicial de unificación”20. La interpretación de Rafael Cruz es discutible ya que existen evidencias que nos indican más bien lo contrario, más allá del desencanto de un alto porcentaje de afiliados y dirigentes de la FJS ante la política de la IOS, como se ha señalado con anterioridad y el acercamiento a las posiciones de la IC; pueden ser reveladoras las líneas de Stanley G. Payne:

Más prometedor resultaba el entusiasta interés de los dirigentes de la FJS en promover una rápida unificación del grupo. Los jefes de la Komintern estaban algo preocupados por el extremismo y el posible trostskismo de los activistas de la FJS, y subrayaban la necesidad de una organización juvenil unificada que aceptara la dirección del Komintern, y que reconociera a la URSS como patria del auténtico socialismo y también la dirección de Stalin; el 21 de febrero [de 1936], sin embargo, Codovilla pudo enviar ya un telegrama diciendo que los dirigentes de la FJS

16 Ibíd., pp.243-244.17 SOUTO KUSTRÍN, Sandra, “La atracción de...”, ob. Cit. p. 114.18 CARRILLO, Santiago, Memorias, Editorial Planeta, 2006, p. 151.19 Ibíd., p.152.20 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.244.

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aceptaban todos aquellos requisitos21.

Parece que esto se ajusta un poco más a las afirmaciones de Carrillo mostradas con an-terioridad en las que se indica que los jóvenes socialistas estaban ya en posiciones marxistas leninistas o lo que es lo mismo, lo suficientemente comunistizados como para aceptar las con-diciones de la Komintern pese a que además de Rafael Cruz, “tanto la FJS como gran parte de los líderes del PSOE creían que la preponderancia numérica de las juventudes socialistas sobre las comunistas permitiría a las primeras controlar el proceso de unidad”22. Tras el viaje a Moscú por parte de la delegación de la FJS en abril de 1936:

Únicamente a modo de “cláusula transitoria, los comunistas aceptaban el mantenimiento de la denominación de Juventudes Socialistas hasta el congreso del PSOE “para que la juventud socialista continúe trabajo de bolchevización del Partido Socialista con vista a su adhesión a la Internacional Comunista. No era, pues, una concesión excesiva, ya que se subordinaba a la maniobra de captación de las fuerzas socialistas por parte del PCE, para lo cual las JJSS constituían una pieza clave. En lo demás, era completa la subordinación de los jóvenes socialistas a las exigencias de la Komintern. Estaban dispuestos a aceptar y aplicar los acuerdos del VI Congreso de la Internacional Juvenil Comunista23.

Pero si profundizamos un poco más en la cuestión se puede entender como lógica la comu-nistización, de la FJS, también por el propio contexto político en el que participaba la FJS. Al parecer, en palabras de Carrillo, “en aquel momento estábamos convencidos de que el PSOE y el PCE iban hacia un partido único de la clase obrera”24.

Si se quiere se puede cuestionar las palabras del protagonista, pero lo que no es cues-tionable es que en las elecciones al Parlamento, la izquierda había salido victoriosa y Largo Caballero fue nombrado presidente del grupo socialista, habiendo derrotado a la candidatura centrista. Y esto se consideraba una condición fundamental para bolchevizar al PSOE. “No obstante, ambas organizaciones [FJS y UJC] son partidarias de la unidad de los partidos, y de una única central sindical”25.

Esta era la situación en el PSOE, de clara tendencia izquierdista; no es descabellado pensar que en la organización juvenil, la curva izquierdista podría ser aún más pronunciada. De he-cho el viraje izquierdista en la FJS precede al del PSOE, ya que tras el V Congreso de la FJS,

21 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética, comunismo y revolución en España (1931-1939), Barcelona, Plaza Janés, 2003, p. 121.22 SOUTO KUSTRÍN, Sandra, “La atracción de…”, ob. Cit., p.113.23 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos camaradas, Barcelona, Editorial Planeta, 1999, p. 276. La cursiva es mía.24 CARRILLO, Santiago, Memorias…, ob. cit., p.152. 25 CASADO GÓMEZ, Alejo Alonso, “De la unión de…”, ob.cit., p. 294.

celebrado en abril de 1934, “fue elegida una nueva Comisión Ejecutiva Nacional, en la cual se daba un giro a la izquierda. […] Así pues, la nueva ejecutiva la componen entre otros: Santiago Carrillo, José Laín y José Cazorla”26.

Desde el citado congreso, la posición de la FJS respecto a la unificación ya estaba perfila-da: “existían unas desviaciones centristas y reformistas que era preciso separar de la dirección del partido para poder convertir al PSOE en un partido plenamente revolucionario”27. Pero ya desde diciembre de 1933 la FJS “realizó duros ataques contra Besteiro y sus segui-dores, y tras la salida de éstos de la dirección de UGT, las críticas se dirigían a las posturas prietistas”28. La tendencia izquierdista tiene su recorrido.

Quedaba claro que las Juventudes Socialistas por razones de izquierdismo, radicalización y mayoría de edad tendían a dejar de ser una juventud de partido para lanzarse a una experiencia política que las convertía en partido independiente, si bien su entrada en el área de influencia del Partido Comunista y de la Internacional Juvenil Comunista era inminente29.

El proceso de depuración de facciones tibias se llevaría a cabo mediante la bolchevización del PSOE; aglutinando organizaciones marxistas que ingresarían en el PSOE y favorecieran el proceso. El objetivo era convertir al PSOE en un partido revolucionario. Se puede intuir “la fuerte influencia que la Federación de Juventudes Socialistas tiene en el proceso de radicaliza-ción del PSOE entre 1934 y 1937”30.

En 1934 se sucederán dos acontecimientos trascendentes en lo simbólico, para el desa-rrollo de lazos entre ambas organizaciones. Uno fue el asesinato de Joaquín de Grado, miem-bro del Comité de la UJC, que repercutió en que el entierro se transformara en una auténtica manifestación antifascista. En la que se pudieron reunir unas 70.000 personas y en el mitin de despedida intervinieron representantes del PSOE y del PCE, algo que no ocurría desde la fundación del PCE.

Aún habría tiempo para un acto conjunto más antes de que se desarrollara la insurrección asturiana en el mes de octubre. “En septiembre se convoca un mitin en el Estadio Metropolita-no, contra un decreto del gobierno que prohibía la afiliación de jóvenes menores de 23 años a organizaciones políticas”31. Este mitin entra dentro de los pactos de unidad de acción entre la UJC y la FJS, y sería una experiencia unitaria más, que fomentaría el acercamiento de ambas organizaciones.

26 Ibíd., p. 293.27 VIÑAS, Ricard, La formación de las Juventudes Socialistas Unificadas (1934-1936), Madrid, Siglo XXI, 1978, p. 26.28 SOUTO KUSTRÍN, Sandra, “La atracción de…”, ob. Cit., p.120.29 CASTERÁS, Ramón, Las JSUC: ante la guerra y la revolución (1936-1939), Barcelona, Nova Te rra, 1977, p.96.30 CASADO GÓMEZ, Alejo Alonso, “De la unión de…”, ob.cit., p. 285.31 Ibíd., p.295.

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Tras el fracaso de Octubre, la FJS saldrá reforzada en sus posiciones teóricas anteriores almismo. “Sus posiciones políticas anteriores a la insurrección son pulidas a partir de la inter-pretación del fracaso revolucionario, la causa del cual se atribuirá a la falta e bolchevización del partido”32.

Ahora la bolchevización se concebía como una necesidad, un requisito fundamental para realizar la revolución. “La bolchevización no debe esperar el triunfo de una hipotética revolu-ción, sino que debe ser previa a la insurrección para posibilitar su éxito”33.La Internacional Socialista condenó las jornadas de Octubre; se confirmaban, así, las sospe-chas de la FJS basadas en la ineficacia de los planteamientos de la IOS ante la amenaza fas-cista, así como la carencia de todo contenido revolucionario que sin duda decepcionaba a gran parte de los jóvenes socialistas. Esto provocará el resurgir de una tendencia tercerista en los años treinta, dentro del movimiento socialista internacional.A modo de síntesis, nos sirve la propuesta por Ricard Viñas para reflejar la táctica de la FJS tras el fracaso asturiano:

Bolchevización: necesidad de expulsar a la fracción reformista del PS como culpable principal del a)

fracaso de la insurrección de Octubre. Desplazamiento en la Ejecutiva de los “reductos socialde-mócratas”, con el objetivo de transformar el PS en un partido “conductor de las masas revolucio-narias”.

Como complemento, unificación de las fuerzas obreras en un solo partido –el socialista- y en un b)

mismo sindicato –UGT-.

Rechazo de la IOS y establecimiento de relaciones con la IC, con el fin de reconstruir la unidad c)

obrera internacional sobre la base de la revolución rusa.

Luchar por la conquista del poder político con el objetivo de instaurar la dictadura del proletaria-d)

do34.

La creación de comités de enlace se inició tras la derrota en octubre. Seguramente la re-lación entre comunistas y socialistas desarrollada en las cárceles contribuyó a fortalecer las tácticas unitarias, ya que gran parte de ambas ejecutivas se encontraban en la Cárcel Modelo de Madrid.

El VII Congreso de la IC celebrado en agosto de 1935 resulta determinante, ya que oficia-liza la nueva política del PCE, proclive a los contactos con otras organizaciones políticas. Se refuerzan las tácticas unitarias, se da a conocer la estrategia de los frentes populares. A este Congreso asistió una delegación socialista, lo que sugiere que la voluntad de cooperación y

32 VIÑAS, Ricard, La formación…, ob. Cit., p. 30.33 Ibíd., p.31.34 Ibíd., p.35.

diálogo seguía su curso. Y es que quedaban ya lejos los tiempos del socialfascismo. En su esencia la unificación de las juventudes responde a la misma lógica que la política

frentista, ya que mediante la unificación de ambas organizaciones consiguieron el esperado dominio de la resultante en un sector, el de la juventud. Bajo el sectarismo desarrollado hasta el momento no había conseguido, el PCE, toda la influencia que quisiera; por lo tanto, roman-ticismos aparte, no es más que otro frente de lucha por la influencia política, ergo se debía conquistar el sector de la juventud.Dimitrov era consciente de esto, y en el mencionado VII Congreso de la IC propuso lo siguien-te:

Nuestras Juventudes Comunistas siguen siendo, en una serie de países capitalistas, organizaciones predominantemente sectarias, desligadas de las masas. Su debilidad principal radica en que se esfuerzan todavía en copiar las formas y métodos de trabajo de los Partidos Comunistas, y olvidan que las Juventudes Comunistas no son el Partido Comunista de la Juventud […] Sus métodos y formas de trabajo, de educación, de lucha, han de adaptarse al nivel concreto y a las exigencias de la juventud […]

En el campo de la lucha por la juventud, los Partidos Comunistas y las organizaciones juveniles deben dar un viraje verdadero y resuelto. La misión principal del movimiento juvenil comunista en los países capitalistas consiste en marchar valientemente por la senda de la organización y de la unificación de la joven generación trabajadora35.

Mediante la unificación, los comunistas lograrían una influencia política orgánica en un

sector político-social que hasta entonces no controlaba. Integrarse en diferentes ámbitos político-sociales para dominarlos a posteriori, ésta sería la premisa; lo que Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo denominan “canibalismo político”36. Esta comunistización se hizo ya oficial en el viaje a Moscú de la delegación de la FJS ci-tado anteriormente, pese a que meses antes la FJS impusiera unas condiciones basadas en:

La futura organización juvenil unificada será miembro de la Internacional Juvenil Socialista, con 1.

el

objetivo de hacer girar hacia la izquierda a esta institución. No obstante, se mantendrán estrechas 2.

relaciones con la IJC, en tanto no se produzca la deseada unidad de las internacionales.

El proceso de unidad orgánica se dará sobre la base de la FJS, aceptándose sus carnés y teniendo 3.

la sede en la Casa del Pueblo (socialista). Lo que se explica por los dirigentes socialistas como una estrategia para radicalizar el PSOE. No obstante, se mantendrán relaciones fluidas con el PCE y se aspira a la futura unidad de ambos partidos.

35 Ibíd., p.43.36 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p.451.

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Por el momento no se unifican las milicias, existiendo por un lado las MAOC (comunistas) y por 4.

otro las milicias socialistas37.

Tras el VI Congreso de la IJC, en el que ya se desarrolló el nuevo tipo de organización juvenil propuesta por Dimitrov un mes antes en el VII Congreso de la IC, en España la FJS se dividió ante el nuevo esquema propuesto. “Un sector de la Ejecutiva mostrará su oposición a los criterios evocados en la IJC, abriendo inmediatamente la polémica sobre la necesidad o no de crear un movimiento juvenil de masas con unos objetivos generales”38. Pero pese a algunas resistencias dentro de la FJS lo cierto es que el proceso unificador se resolvió a favor de las tesis te la IC, como se ha tenido oportunidad de comprobar.

No por ello me decanto por las interpretaciones tradicionales, que resuelven el asunto como una hábil maniobra comunista que consigue hacerse con la mayoría de la Juventud So-cialista. Como si estos hubieran sido inteligentemente estafados, adoleciendo de una conside-rable ingenuidad política que les hubiera llevado allí casi sin darse cuenta.

O bien se explica la comunistización de la JSU como una consecuencia lógica del contexto bélico, en el cual la mayoría de los dirigentes y la militancia tendió al PCE, por ser este partido el que mejor representaba la conceptualización de la guerra y de la lucha antifascista para una mayoría de militantes y dirigentes de las JSU. Es decir, una suerte de comunistización forzada por los acontecimientos, que poco tiene que ver con el desarrollo teórico-político que se va forjando en la FJS desde 1934.

Ambas interpretaciones inciden en un mismo error, el no otorgarle trascendencia algu-na a las consideraciones e iniciativas de los propios jóvenes socialistas en este proceso, y es que pese a que la comunistización es evidente, poco tiene que ver con que “las Juventudes Socialistas,dada la fórmula de fusión, se convertían de hecho en juventudes comunistas tran-sitoriamente encubiertas”39.

Es un error recurrente ya que ambas interpretaciones no tienen en cuenta que este fenó-meno no es exclusivo de España, como se ha señalado al comienzo del apartado, y tampoco se presta excesiva atención a “el diferente papel que socialistas y comunistas daban a sus or-ganizaciones juveniles”40.

Y es que, finalmente, como señala Carrillo: “el esquema de organización juvenil de nuevo tipo fue el que comenzamos a desarrollar tras la unificación y hasta el final de la guerra civil con indudable éxito”41.

37 CASADO GÓMEZ, Alejo Alonso, “De la unión de…”, ob.cit., p. 296.38 VIÑAS, Ricard, La formación…, ob. Cit., p.47.39 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p 277. La cursiva es mía.40 SOUTO KUSTRÍN, Sandra, “La atracción de…”, ob. Cit., p.114.41 CARRILLO, Santiago, Memorias…, ob. cit., p.152.

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El asociacionismo comunista

El PCE, en la II República, tuvo que competir en un espacio político-social copado, domi-nado por otras formaciones que le superaban en número e influencia. Más allá del sector de los partidos políticos al uso, el ámbito sindical también estaba capitalizado por otras tendencias, que no eran la comunista, como CNT y UGT. Esto obligó al PCE a intentar atraer a nuevos simpatizantes, votantes o nuevos militantes a través de estrategias de captación o la capitali-zación de organizaciones o movimientos (frentistas) que obedecían a necesidades políticas del momento, como podría ser el Frente Popular, las Alianzas Obreras y demás políticas de carác-ter unitario. O bien de otro tipo de organizaciones o movimientos que no pertenecían al juego político tradicional, sino que respondían a la cultura y movilización generada en esta naciente sociedad de masas, y en concreto a la cultura comunista. Se intentó buscar nuevas oportuni-dades dentro de la recién estrenada sociedad de masas, mediante otro tipo de organizaciones o cauces. Como fueron el Socorro Rojo Internacional, el asociacionismo deportivo o el sector de las juventudes, por ejemplo.

El PCE, durante la II República, se enfrentaba a:

Un proceso de maduración política que entrañó la específica dificultad de hacer frente a un electorado de izquierda en que no sólo existía un partido socialista altamente desarrollado e implantado entre la clase obrera y que con 40 años de existencia se había convertido en uno de los pilares del régimen republicano recién construido, sino en el que también se encontró con la particularidad española de la masiva presencia de un anarquismo de fuerte protagonismo sindical y que tradicionalmente venía desempeñando el papel de opción obrera revolucionaria y radical a una socialdemocracia cada vez más reformista e institucionalizada1.

Pero en ocasiones, el contexto, benefició al PCE. El importantísimo movimiento de solida-ridad desarrollado tras los acontecimientos de Octubre de 1934, resultó un éxito para el PCE, “que se vio reforzado por la debilísima solidaridad internacional socialista […], a la socialde-mocracia no le había hecho feliz el ensayo revolucionario de octubre y ello se traducía en un comportamiento cicatero”2. Y no hemos de olvidar que en estos momentos “las numerosas propuestas de unidad de acción se presentaban bajo el prisma de la liberación de

1 PALLOL TRIGUEROS, Rubén, “Los soviets deportivos-el surgimiento de un partido en la socie dad de masas: el PCE, el asociacionismo deportivo y las nuevas formas de ocio de la clase trabajadora en la España de la II República”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977, Madrid, FIM, 2007, vol. II, pp. 476-477.2 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos camaradas, Barcelona, Editorial Planeta, 1999, p. 229.

los presos y contra la represión”3, es decir, el hecho de que el PCE controlase la organización más importante dedicada a la solidaridad con los presos y a combatir la represión, hacía del SRI un instrumento eficaz para poder aumentar la influencia de los comunistas en la sociedad. “El PCE sumaba así un objetivo unitario a una táctica de unidad de acción que constituiría su principal quehacer durante 1935”4.

El SRI fue un servicio social fundado en 1922, sin embargo, la organización e interna-cionalización de la solidaridad soviética kominterniana “se inicia en 1924, año en el que se despliegan las razones concluyentes para la difusión del SRI, fuera de los límites geopolí-ticos soviéticos”5. Ya que se dará el reconocimiento del gobierno bolchevique por parte de las potencias europeas, el V Congreso de la IC con sus nuevas directrices y “un rebajamien-to de las expectativas soviéticas en su política exterior de una pronta extensión del proceso revolucionario”6. (Y el fallecimiento de Lenin).

En el contexto señalado con anterioridad, tras Octubre de 1934, se creará un organismo de gran trascendencia por su actuación, que fue el Comité Nacional de Ayuda a las Víctimas de la represión de Octubre:

Designaron los cargos de dirección y Chacón, dirigente de la Federación Tabaquera, fue elegido presidente; el resto se repartió entre el PCE (Vicepresidenta), CGTU (Secretaría), SRI (Tesorería), Partido Socialista (Contaduría) y como vocales, la Juventud Comunista, la Socialista, Izquierda Republicana e Izquierda Radical Socialista7.

La propuesta unitaria, con claro predominio comunista, no fructificó, y cada organización obrera o antifascista continuó con sus propios organismos pro presos. Y lo cierto es que, de esta división, el claro beneficiado resultó el PCE, ya que será su organización y la actividad de la misma, capitalizando la ola solidaria y el importante movimiento por la amnistía, la que le proporcione una reputación muy positiva, un poso de identificación de los comunistas como un grupo que respondía en momentos realmente complicados, y de verdadero compromiso an-tifascista. El PCE se iba mostrando, a las masas, cada vez más como un partido que defendía la revolución democrática frente a la legalidad pactada, si esta no beneficiaba al pueblo. Este discurso se integraba a la perfección en la cultura política republicana de los años treinta “con la que se entendía que el sistema político debía favorecer inevitablemente a las clases

3 CRUZ, Rafael, Historia del PCE en la II República. Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 222.4 Ibíd., p. 223.5 BRANCIFORTE, Laura, El Socorro Rojo Internacional (1923-1939), relatos de la solidaridad anti fascista, Madrid, Biblioteca Nueva, 2011, p. 29.6 Id.7 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p. 223.

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desposeídas”8. Esto, unido a la pasividad socialista, probablemente fueron factores determi-nantes de cara al éxito del PCE durante la Guerra Civil o en la consolidación de lo que Rafael Cruz denomina el partido de todos9.

Un éxito, que se fue forjando desde su respuesta a la represión de Octubre de 1934, pero al que podríamos añadir 3 factores, que determinaron el mismo, a saber: las políticas guberna-mentales, tras el fracaso insurreccional de Octubre, estaban dirigidas a “la exclusión del sistema político y de los derechos de ciudadanía para los seguidores de las fuerzas de la izquierda”10. Lo cual creó el marco necesario para el afianzamiento de las tácticas comunistas que domina-ban el movimiento solidario pro presos. A éste factor podemos añadir que el proyecto unitario de la izquierda se ampliaba a grupos republicanos y socialistas (véase VII Congreso de la IC, verano de 1935), lo cual podía aumentar, a su vez, la influencia política del PCE. Y, por último, la crisis política que desembocó en una nueva convocatoria electoral a principios de 1936 con “la presencia parlamentaria de los comunistas y la realización de un programa electoral con las principales reivindicaciones del movimiento por la amnistía de 1935”11. Los resultados de estas elecciones dieron al PCE 16 diputados en la primera vuelta y uno más en la segunda. Por lo que de los 22 candidatos que optaban a entrar en el Parlamento, sólo se quedaron fuera12.

El Socorro Rojo se enfrentaba, en este estado de las cosas, a una ardua tarea por la amnis-tía, contra la represión y la solidaridad con los presos.

Lo principal que consiguió el SR por medio de sus campañas fue el acercamiento a la parte de la población española que se hallaba políticamente desamparada. Se dirigió de lleno a las familias de los represaliados y de los refugiados políticos, haciendo que una serie de iniciativas solidarias se transformasen en el eje de la unidad de acción. La principal bandera de su política unitaria fue la campaña por la amnistía que tuvo su comienzo oficial en un gran mitin organizado en el cine Europa de Madrid [noviembre de 1934]13.

Como se ha citado anteriormente, la táctica unitaria no tuvo éxito, pero el PCE conceptua-lizaba al Socorro Rojo como una organización política de frente único. Al terminar capitalizan-do el SR el movimiento pro amnistía, resultaba obvia la oportunidad frentista, de monopolizar políticamente el movimiento creado tras la derrota de Octubre. Como señalaba

8 CRUZ, Rafael, “Del partido recién llegado al partido de todos”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977, Madrid, FIM, 2007, p. 152.9 CRUZ, Rafael, “Del partido recién llegado al partido de todos”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977, Madrid, FIM, 2007.10 Ibíd., p. 151.11 Id.12 Datos extraídos de: CRUZ, Rafael, Historia del PCE en la II República. Madrid, Alianza Editorial, 1987.13 BRANCIFORTE, Laura, El Socorro…, ob. Cit., p. 165.

este informe del Comité Central: “El SRI puede ser un potente instrumento en la realización de la política de frente único sobre el más amplio terreno de la solidaridad y de la ayuda a las víctimas de la represión de todas las tendencias”14.

Pese a que las propuestas unitarias no fructificaban y se criticaba, entre otras cosas, la pasividad del PSOE, el tono ya no era el mismo, términos como socialfascistas o insultos co-munes del pasado, se rebajaron. El PSOE, por su parte, se dividía en dos tendencias claramente diferenciadas:

La de centro-derecha que tenía una política posibilista, tendente a arrastrar a la organización socialista hacia la reconstrucción del bloque del 14 de abril, colaborando, así, estrechamente con la burguesía, y el ala izquierda, que seguiría en cambio una táctica verbalista y maximalista, descuidando la teoría y práctica leninista15.

La influencia del SR entre el socialismo podía existir, una incidencia indirecta en las bases socialistas, que, desde luego, la división en el Partido Socialista facilitó. De hecho, reflejo de estas contradicciones fue la presencia de socialistas de renombre como Jiménez de Asúa en la Comisión Nacional Pro-Amnistía, y también ilustres de otras formaciones políticas como el diputado Balbontín, líder del Partido Social Revolucionario (absorbido por el PCE en 1933), y Ortega y Gasset, afiliado al Partido Republicano Radical-Socialista, que pertenecían al So-corro Rojo. Por su parte, los socialistas se encontraban “entre el rechazo programático y la voluntad de participar en actos de unidad de acción”16.Se ha de señalar que la ayuda aportada por el SRI era muy importante para los socialistas, ya que “apenas recibían respaldo financiero de una Segunda Internacional que miraba con malos ojos sus actividades revolucionarias. Además, alrededor de la cuarta parte de los refugiados españoles [de Octubre de 1934] acogidos en la Unión Soviética eran socialistas”17.

Tuvieron lugar reuniones comunistas para determinar el sentido de la ayuda del SRI, y una de las premisas que las fundamentaron fue el no romper con los socialistas, se pretendía “hacer del Socorro Rojo una de las organizaciones más populares del país […] y penetrar pro-fundamente en las masas de los trabajadores socialistas y conquistarlos”18. El PCE se vio en condiciones de poder desarrollar una organización de frente único por la base, con una estructura basada en comités provinciales, que podría llevar a cabo una la labor de captación entre las bases socialistas.

14 Ibíd., p.168.15 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p. 225.16 BRANCIFORTE, Laura, El Socorro…, ob. Cit., p. 166.17 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética, comunismo y revolución en España (1931-1939), Barcelona, Plaza Janés, 2003, p. 88.18 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit. p. 230.

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En efecto, el SR, fue el principal –si no el único- portavoz y ejecutor de acciones concretas

que de forma automática le fueron reconociendo un liderazgo en la organización de la solidaridad. La presentación de la solidaridad como un concepto sin sesgo político la convertía en una de las vías preferenciales del PCE para el alcance del frente único y, a menudo, en la propaganda del Socorro Rojo ambas cosas coincidían19.

Se desarrollaron, tras la insurrección de Octubre, aparte del Comité Pro Amnistía, más frentes de inspiración comunista como el Comité de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, la Asociación Pro Infancia Obrera (enfocado a ayudar a los hijos de los revolucionarios de Octubre) o la Agrupación de Abogados Defensores de los Encartados por los Sucesos de Oc-tubre (ASO). “<<La ASO tenía entre sus finalidades la de arrancar a los presos de las cárceles y salvar de la muerte a los encarcelados>> y <<pedir para ellos el indulto>>”20.

Este tipo de organizaciones, pertenecientes a la naciente cultura de la sociedad de masas, tenían su impronta comunista local. Pese a ser organizaciones creadas por las necesidades político-sociales del momento, y en el caso del SRI, estar dirigido y financiado desde Moscú, lo cierto, es que poseían un claro sesgo local. Un ambiente vecinal, de mayor complicidad, que podía facilitar la labor proselitista. Agrupaciones que, pese al control político de la IC, conservaban una iniciativa y carácter popular que posibilitaba la captación, el atraimiento o la movilización de posibles nuevos simpatizantes o futuros militantes procedentes de grupos políticos como el Partido Socialista, y a su vez funcionaban como una propuesta de frente único por la base. Esta mayor espontaneidad, y cierta independencia respecto al PCE, en un sentido metodológico, y que responde a cuestiones sociales determinadas en su origen pese a que se puedan compartir entre diferentes países, hace de estas asociaciones u organizaciones periféricas del Partido, instrumentos alternativos para aumentar su influencia en una sociedad, como hemos señalado con anterioridad, ya copada, en el ámbito político y sindical, por grupos políticos ya plenamente asentados en la misma.

El SRI promocionó el deporte popular, y el PCE se veía inmerso en un proceso de creación de clubs y asociaciones que respondieran a necesidades provenientes de la sociedad, de claro carácter popular, pese a que los procesos pudieran estar, en mayor o menor medida, controla-dos por la IC.

Si hasta la fecha [verano de 1934], todo había sido silencio en relación a la práctica del deporte por los obreros, ahora se convertía en un tema de trascendental importancia para la lucha obrera.

19 BRANCIFORTE, Laura, El Socorro…, ob. Cit., pp. 167-168.20 Ibíd., p.168.

El PCE acometía la preparación del festival deportivo como si de uno de sus mítines se tratara y animaba a los obreros y estudiantes a acudir a un festejo cuyos objetivos eran tanto deportivos como políticos; así, en los artículos que anunciaban el acto, se mezclaban las reclamaciones de instalaciones para la práctica del sport con la exigencia de libertad de los presos sociales21.

La organización de eventos, asociaciones o clubs deportivos, lo que conocemos como el asociacionismo deportivo, fue otra de las prácticas secundarias del PCE. Que respondía tanto a la necesidad de influir en la sociedad desde otros ámbitos, no los políticos al uso, como se ha señalado con anterioridad, y a su vez, al igual que el SRI, podía funcionar como otra propuesta más de frente único por la base. Tal y como se señalaba en Mundo Obrero, en julio de 1934:

El deporte en las masas obreras tiene una importancia verdaderamente trascendental. Primero, porque entraña la creación de nuevas entidades clasistas; en segundo lugar, por la magnífica preparación física que supone en beneficio inmediato de toda acción de masas, y finalmente, por la tarea proselitista que puede hacerse a su sombra, sin otro esfuerzo que marcar el contraste que ofrece ante la especialización deportiva en el régimen capitalista.

La primera y quizás primordial ventaja que se observa en el cultivo del “sport” –en su aceptación más amplia-, al dar origen a la constitución de las entidades de clases a las que nos hemos referido, es la de que, al mismo tiempo facilita la formación del frente único. Existe un lugar en el que la aproximación cordial entre los obreros de diferente ideología es espontánea: el club deportivo22.

Bajo el gobierno cedista, y durante el año y medio que siguió a Octubre de 1934, las inten-ciones del PCE, de fomentar el asociacionismo deportivo, se veían truncadas por la escasa ca-pacidad organizativa, por la carencia de medios, añadida a la fuerte represión impuesta por el gobierno de derechas. Pero pese a esto, tras el fracaso de Octubre, el PCE, intensificó el trabajo en el ámbito asociativo, en el que se daba la posibilidad de atraer a jóvenes encuadrados en asociaciones deportivas sin partido, además de miembros pertenecientes a otros grupos políti-cos, y se estaba disputando también, no lo olvidemos, el sector juvenil con la derecha. Ya que la juventud también se sentía atraída por organizaciones fascistizantes que ejercían cierta fas-cinación en un sector más proclive a la radicalización. La polarización fascismo-antifascismo irá en aumento, y es algo que no pasará inadvertido en este tipo de agrupaciones.

Estas asociaciones deportivas estaban vinculadas a la Federación Cultural Deportiva Obre-ra (FCDO) o a la Casa del Pueblo, “y encontraron en las páginas de la prensa comunista el

21 PALLOL TRIGUEROS, Rubén, “Los soviets deportivos…, ob. Cit., p. 479. La cursiva es mía.22 Ibíd., p. 480. La cursiva es mía.

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perfecto canal de publicidad para sus actos y competiciones”23. Y con el aumento de la pola-rización política, el deporte popular se convirtió en un terreno más de lucha, como nos puede hacer pensar este artículo de Mundo Obrero del día anterior a las elecciones de 1936:

¡DEPORTISTAS!Dentro de doce horas se libra una gran batalla contra el mayor enemigo del deporte: el

fascismo. No olvidéis que están en lucha estos dos programas:Persecución de los deportistas o fomento del deporte. Clausura de organizaciones deportivas

o ayuda oficial a las mismas. Campos de concentración o campos de juego para la juventud. El Estado contra el deporte o el Estado en ayuda del deporte. Incultura brutal o escuelas y gimnasios para el pueblo. El hacha del verdugo o los útiles del deporte. La desesperación y el hambre de millares de jóvenes o el camino abierto hacia el triunfo definitivo24.

He de concluir que se manifiesta necesario realizar un estudio sobre aspectos secundarios del PCE en la II República, ya que la bibliografía al respecto es prácticamente inexistente25, más allá del brillante trabajo dedicado al SRI por parte de Laura Branciforte, y algunos estu-dios puntuales.

Se trata de un ámbito que nos ofrecería una mayor comprensión y conocimiento del co-munismo oficial de este periodo. El tratamiento historiográfico dado al PCE del periodo re-publicano queda, en cierto modo, desfasado e incompleto si no se conforma con estudios relacionados con la cultura y la movilización política comunista del momento. El estudio, la investigación, la profundización en la cultura comunista es un ámbito básico, también, para ampliar los conocimientos, de forma más global y precisa, de la naciente cultura y sociedad de masas en la España de los años treinta.

23 Ibíd., p. 486.24 Id.25 Rafael Cruz ya insistió en lo necesario de tratar aspectos secundarios relacionados con la cultura y movilización política del PCE en El Partido Comunista en la II República, a los que dedica el capítulo 4: medios de adoctrinamiento y movilización política. Ciertamente, el capítulo tiene un enfoque del tipo KRIEGEL, ANNIE, Los comunistas franceses, destinado a desarrollar aspectos de la militancia, más que un fin explicativo de la cultura y movilización política comunista en sí misma. Pero, indirecta-mente, es la honrosa excepción a la que podemos hacer mención, eso sí, de los años 80 del siglo pasado.

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Capítulo 3. La intelectualidad, la URSS y el PCE

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La intelectualidad, la URSS y el PCE

Después de mi estancia en la Unión Soviética, vuelvo con la mayor fe en el triunfo completo y definitivo. Y no sólo definitivo sino inquebrantable. Después de todo lo que aquí he visto, no hay razón para que un intelectual esté indeciso. En la trinchera hay un uniforme y un fusil más. Al llegar aquí era un intelectual. Hoy es un soldado del frente de lucha y de la edificación socialista el que os deja.

Ramón J. Sender, Una carta de Ramón J. Sender (4 de julio de 1933).

Este capítulo va a tener como objeto de estudio el impacto positivo causado por la URSS en un sector de la intelectualidad española durante la II República y su posterior repercusión en el PCE. Se indagará cómo se producían los procesos de acercamiento al PCE, la fragilidad de los mismos, y la trascendencia de este sector para la IC. Para analizar este fenómeno, nos acercaremos a figuras como María Teresa León, Rafael Alberti o Ramón J. Sender. Funda-mentalmente a estos dos últimos, pese a que podríamos rescatar a otros1, tanto a nivel nacional como internacional, ya que la fascinación por la URSS y los testimonios de los viajes a la Pa-tria del Socialismo son un fenómeno bastante común en los años treinta (tanto entre intelectua-les como otros sectores de la sociedad que de un modo u otro terminaban realizando el soñado viaje). A partir de nuestros protagonistas, por lo tanto, se puede ejemplificar la problemática URSS-PCE-intelectual. A través de ésta podemos localizar y analizar en profundidad las con-tradicciones y el débil corpus teórico exportado por la IC a sus sucursales europeas.

Para comenzar este trabajo, la interpretación que hace Annie Kriegel, de la relación del Partido con este tipo de militantes, es de gran utilidad:

La línea de interpretación ortodoxa del marxismo […] asume la tarea de fundamentar teóricamente el derecho del Partido, como “intelectual colectivo”, a decir lo que es verdad; a decirlo y a promulgarlo. De aquí estas tensiones perpetuamente recurrentes en las relaciones del PC con los intelectuales. Para éstos es algo totalmente incomprensible el que un Partido, por el solo hecho de considerarse la prefiguración de la sociedad futura, pretenda ser la fuente de la ciencia, un partido-ciencia. De aquí también la originalidad del intelectual comunista y el reto que se lanza a sí mismo, pues no sólo es un hombre que “honra” a su partido, un militante que aporta su contribución a la vida política de su organización; el intelectual comunista es […] una persona que, en lo más íntimo de su ser, es capaz de una compleja experiencia, en la que la afiliación al Partido marca el principio de un largo y aleatorio proceso al final del cual, “situado en posiciones de la clase obrera” como reza la fórmula clásica, debe aparecer un “intelectual de nuevo tipo”2.

1 Algunos ejemplos: Rodrigo Soriano, Pedro de la Cerda, Chaves Nogales, Eugenia Lefevre, Magdalena Lauret, Pedro de Répide, Luis Hoyos, César Vallejo, Margarita Nelken, Nikos Kazantzakis, Henri Barbusse, etc.2 KRIEGEL, Annie, Los comunistas franceses, Madrid, Editorial Villalar, 1978, pp. 140-141.

El concepto, “intelectual colectivo”, señalado por Annie Kriegel es la base de la proble-mática URSS-PCE-intelectual. Ya que una interpretación tan rígida, autoritaria y cerrada del papel del intelectual unido a la conceptualización de la IC de la verdad como una verdad revelada, contribuirá, como veremos, al desencuentro con intelectuales que podrían haber defendido la causa comunista.

Los orígenes de la fascinación por la URSS hay que buscarlos en el contexto político social que se vivía en los años veinte, “dentro de ese marco español de intensidad social y cultural, de profundo arcaísmo y tremendas desigualdades, la experiencia soviética constituyó un hilo conductor de nuevas lealtades y preocupaciones”3. La Unión Soviética significó un ejemplo tangible de que la situación social podía revertirse, evocaba una igualdad, una justicia social anhelada por amplios sectores de la sociedad. De este modo, “La Revolución Rusa no era un acontecimiento producido en un país bajo unas condiciones políticas determinadas, sino que se elevaba a la condición de mito y contenía en su misma esencia la verdadera manera de conquistar el poder político”4.

En los años treinta, el auge del fascismo, se mostró como un factor fundamental que pro-pició el aumento del prestigio de la URSS frente al descrédito de las democracias occidentales. Era clara “la influencia de la URSS como modelo de construcción del socialismo y el auge de los movimientos fascistas en Europa y la incapacidad de los partidos socialistas de hacerles frente”5. Este elemento, quizás, donde mayor repercusión tuvo fue en el sector de la juventud, que buscaban un ejemplo consistente en la lucha contra el fascismo, una conceptualización radical ante este nuevo movimiento de masas.

La influencia de la Unión Soviética también resultó fundamental “hasta el punto de acabar jugando entre 1933 y 1936 un papel de referencia esencial en torno a la cual se articulan las posiciones de unificación orgánica y de expectativas revolucionarias”6, tanto de la izquierda socialista como de los comunistas. Y esto hay que tenerlo muy en cuenta, ya que aunque los métodos soviéticos no fueran compartidos por algunos sectores políticos del socialismo, por ejemplo, “sí servían para oponerlos a otros sistemas y prácticas políticas como el fascismo”7.

El que la Unión Soviética fuera un ejemplo recurrente para la inspiración de la izquierda, en un principio podría resultar positivo para el PCE, que era su representante en España.

3 CRUZ, Rafael, Historia del PCE en la II República. Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 90.4 CRUZ, Rafael, “¡Luzbel vuelve al mundo!, las imágenes de la Rusia soviética y la acción colectiva en España”, en Cul ura y movilización en la España contemporánea, Madrid, Alianza Universidad, 1997, p.276.5 SOUTO KUSTRÍN, Sandra, “La atracción de las Juventudes Socialistas por el PCE en el contexto europeo de los años treinta”, en Historia del PCE, I Congreso 1920-1977, Madrid, FIM, 2007, vol. I, p. 114.6 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos camaradas, Barcelona, Editorial Planeta, 1999, p. 79.7 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p. 90.

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Pero, precisamente, esa amplia acogida que tuvo la URSS en diversos sectores de la iz-quierda dificultó enormemente la labor de apropiarse de la imagen de la URSS al PCE. Pese al apoyo expreso de la IC, de la URSS y de la imagen de la construcción soviética, “el PCE infravaloró su dependencia respecto a esos factores, no recogió todos los frutos de tal situa-ción y hasta la guerra civil no logró totalmente sus objetivos”8.

El acercamiento de intelectuales de izquierda al PCE, teniendo como referencia a la URSS, tuvo también mucho de esta idealización, de abstracción con la que se simpatizaba desde am-plios sectores de la izquierda con el País de los Soviets. Tanto para la militancia con un trayec-to sin fisuras como para los que sufrieron un posterior desencanto, que desembocó en algunos casos en un “visceral alejamiento de las posturas comunistas y de una experiencia personal sembrada de incomodidades”9.

El escritor socialista (caballerista), Luis Araquistain, comentaba lo siguiente, cerca ya la guerra civil:

En España se dan condiciones históricas en extremo análogas a las de Rusia a fines del siglo XIX y principios del XX: un capitalismo ya en su fase financiera, sin una alta burguesía directora eficaz y con una pequeña burguesía sin partidos políticos, que tendrá que acabar viniendo al socialista; un Estado débil y un proletariado ávido de poder, consciente de su misión histórica y con una capacidad revolucionaria como ningún otro en el mundo, fuera de Rusia, curado, también como ningún otro, de las ilusiones de la democracia en régimen capitalista10.

Un escritor, un intelectual que no pertenecía al PCE, compartía el análisis exportado por la IC para el caso español11. El origen de esta afinidad se encuentra en una idealización de la Revolución de Octubre que se cree exportable a todos los rincones del planeta. Este simplismo analítico es una de las características compartidas por los afines a la URSS, y a su vez, como veremos, una de las causas del fracaso político del PCE en los años treinta; que se chocó una y otra vez con una realidad que difería en mucho a la de la Rusia de principios de siglo12.

En un contexto en el que el avance del fascismo era cada vez más evidente, el ejemplo de la URSS, entre socialistas, no hablemos ya en el sector juvenil es, como hemos señalado, habitual. Pero lo cierto es que la imagen que estaba exportando la URSS al exterior también

8 Ibíd., p. 93.9 VIVES MAIRAL, Jesús, Ramón J. Sender, Madrid, Páginas de Espuma, 2002, p. 264.10 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., pp. 79-80.11 Véase: ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos camaradas, Barcelona, Editorial Planeta, 1999; HUMBERT-DROZ, Jules, De Lenine a staline. Dix ans au service de l’Internationale Communiste, Neuchatel, Éditions de la Baconnière, 1971.12 Una visión necesaria acerca de la Revolución Rusa: CARR, E. H, La Revolución Rusa, de Lenin a Stalin (1917-1929), Madrid, Alianza Editorial, 2009; TROTSKY, León, Historia de la Revolución Rusa, Madrid, Veintisiete Letras, 2007; FITZPATRICK, Sheila, La Revolución Rusa, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.

ayudaba “con el doble espejismo de los planes quinquenales y la colectivización a ultranza, bajo una cobertura política finalmente estabilizada en torno a la figura de Stalin”13. La crisis que estaba viviendo el capitalismo, el contexto de crisis mundial favoreció, sin duda, la atrac-ción hacia una Unión Soviética que transmitía una solidez que parecía dar la razón a Stalin y su teoría del socialismo en un solo país14.

Entre los intelectuales cercanos al comunismo del momento, por ejemplo, “encontramos el caso de Sender, que marchó a Moscú para asistir a la olimpiada del arte revolucionario, al final de la primavera de 1933, y se quedó allí un mes, invitado por la Unión Internacional de Escritores Revolucionarios”15.

El caso de Sender se puede apreciar mediante su libro Madrid-Moscú, pero evidentemente hay más casos destacables como César Vallejo, los citados Teresa León y Alberti, también po-líticos socialistas como Zugazagoitia, Alvarez del Vayo, Rodolfo llopis. Pero este peregrinaje realizado por intelectuales, políticos y personajes de toda índole que les dirigía a la Unión Soviética, para después dejar constancia escrita de ello, no fue un fenómeno ni mucho menos reducido a España. La curiosidad, el entusiasmo que despertaba el experimento soviético, fue compartida por personajes procedentes de muchas partes del mundo. Citaré como ejemplo de ello al ilustre Nikos Kazantzakis.

Considerado por la crítica como un libro de viaje, y en el que es evidente el apoyo a la Revolución de Octubre. Es más, las alabanzas al Partido de la URSS serán constantes, aunque existe un “ocasional pero afilado sentido crítico que apuntaba suficientes reticencias como para no pensar que el escritor pudiera acomodarse con plena satisfacción en los parámetros políticos y estratégicos del comunismo”16. Existe en Sender un apoyo conceptual a la obra que se estaba llevando a cabo en la URSS, pero las reticencias hacia algunos métodos o prácticas del PCE, que no terminaba de aceptar y que es capaz de achacar a la IC, resultaban eviden-tes, como veremos a continuación. En Madrid-Moscú escribe lo siguiente: “yo he estado casi siempre en la Unión Soviética en una posición de crítica, sobre todo con los primeros miem-bros del partido que yo suponía tenían alguna responsabilidad”17. Se observa en Sender una tendencia crítica evidente. Un informe del delegado de la Internacional Comunista, Vittorio Codovilla, señalaba lo siguiente: “manifestaba [Sender] una serie de reservas respecto de la línea política de nuestro Partido y de la IC. No así del Partido de la URSS, sobre el cual no

13 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p. 80.14 Para conocer las interpretaciones de Stalin sobre la obra de Lenin y el marxismo: STALIN, Iósif, Los fundamentos del leninismo, Pekín, ediciones en lenguas extranjeras, 1972.15 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p. 92.16 VIVES MAIRAL, Jesús, Ramón…, ob. Cit., p. 264.17 J.SENDER, Ramón, Madrid-Moscú: notas de viaje (1933-1934), Madrid, Pueyo, 1934, p. 221.

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hacía más que alabanzas”18. La URSS desempeña la conceptualización de un mundo más justo para muchos intelec-

tuales de izquierda, en algunos casos esto provocó una ceguera integrista que anulaba toda capacidad crítica. En un segundo grupo, se encontrarían, intelectuales que compartían la con-ceptualización estalinista de la construcción del socialismo, de forma completamente cons-ciente y racional. Y, probablemente, Sender se encontraba en un tercer grupo de intelectuales pertenecientes a la izquierda, que pese a su fascinación inicial por la URSS y la Revolución de Octubre, le acompañaba un sentido crítico que le alejó del estalinismo por convicción y de la idealización exacerbada. No es intención del autor caer en una acotación simplista por definición, pero grosso modo se puede llevar a cabo una organización similar para facilitar la labor explicativa.

Quizá, Sender, era el intelectual español más estimado por los soviéticos debido a la temá-tica de sus novelas; se le podría considerar un novelista social. Se establecieron medidas cau-telares ligadas a las sospechas que despertaba en el PCE, ya que “aunque vuelve transformado en un soldado de la revolución, modera su entusiasmo porque la política comunista y la forma de control del partido no le gustan para España”19.

Alberti y María Teresa León viajaron a la URSS en diciembre de 1932, financiados por la Junta de Ampliación de Estudios en su previo paso por Berlín, y una vez en Moscú recibieron la invitación del MORP (Unión Internacional de Escritores Revolucionarios) para quedarse dos meses como huéspedes oficiales. Alberti no escatimó en elogios hacia una realidad mos-trada gracias a “la hospitalidad de su anfitrión institucional, el MORP, y a la gentileza de su acompañante, el traductor Teodoro Kelyn, [y] no puede sino ponderar la excelencia de un sistema en el que hay trabajo para todos hasta para los poetas”20. Alberti se convirtió, al re-gresar, en el representante del MORP “tan cargado de entusiasmo como con deseos de ejercer de responsable de la organización soviética en España”21. El caso de Alberti, dista en mucho del de Sender. Alberti se muestra como un comunista prosoviético convencido, un firme par-tidario de trasladar la realidad soviética a España. No compartía las reticencias metodológicas de Sender.

A finales de diciembre de 1932, se había constituido en Madrid la Unión de Escritores Proletarios y Revolucionarios, y en el proyecto participaron Isidoro Acevedo, De Pedro de Répide, Joaquín Arderius y Felipe Fernández Armesto. Cuando regresaron, Alberti y María Teresa León, se reunieron con ellos el 13 de marzo, y estos acontecimientos aportan una prue-ba evidente de la militancia sin fisuras de Alberti, que dirigió a aquellos el poema Al volver a 18 VIVES MAIRAL, Jesús, Ramón…, ob. Cit., p. 266.19 Id.20 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p. 196.21 Id.

empezar:

Llegué aquí,volvíy vi cadáveres sentados,cobardes en las mesas del café y del dinero,cuerpos podridos en las sillas,amigos preparados a recibir de balde el sueldo de la muerte de otros.

Vine aquí y os escupo.

Otro mundo he ganado.

Alberti acusa y desprecia a los que no “no comparten su entusiasmo […] Era una demos-tración del [discurso de] clase contra clase, pero no debió contribuir mucho al proselitismo que deseaban en Moscú”22. Alberti y María Teresa León habían pasado por Berlín, como se ha señalado con anterioridad, para llegar a Moscú, a finales de 1932. Las experiencias vividas en allí, es seguro que influyeron en el duro juicio que emitió hacia intelectuales no comprometi-dos con la causa comunista, y la conceptualización que hacían éstos de la lucha antifascista. En sus memorias, Alberti nos cuenta:

Allí [en Berlín] conocí a Erwin Piscator, gran director de escena, a Bertolt Brecht, ambos muy jóvenes aún, a Ernest Toller, […] y a muchos más artistas, escritores e intelectuales que el nazismo arrojó de Alemania, en donde ya, en aquel final de 1932 no se podía vivir. Un tremendo clima de violencia la sacudía en todas direcciones. El hambre y la desocupación andaban por las calles, cruzadas de las escuadras nazis, que pateaban las aceras, salpicando de agua de los charcos a los aterrados transeúntes23.

Alberti no encontraba fisuras en su abstracción, en su conceptualización, mientras que “Codovilla [delegado de la Internacional Comunista] organizó una entrevista con Sender a la que también asistió Uribe, miembro del buró político del Partido Comunista de España”24, con el fin corregir las desviaciones de Sender y atraerle hacia el PCE. La entrevista es previa a la redacción final de Madrid-Moscú, y seguramente este episodio influyó en la misma. Se ha especulado mucho acerca de la relación que mantuvo Sender con el PCE, y en el prólogo de

22 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p. 197.23 ALBERTI, Rafael, La arboleda perdida (segunda parte), memorias, Barcelona, Seix Barral, 1987, pp. 19-20.24 VIVES MAIRAL, Jesús, Ramón…, ob. Cit., p. 266.

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Los cinco libros de Ariadna, señala que:

Desde el primer día hasta el último de nuestra corta relación les expuse todas mis discrepancias. No conseguimos resolverlas y me alejé lo mismo que me había acercado. Eso de que estuve en el Partido y me echaron son cuentas de vieja ad majorem Vozdi gloriam. Si fuera verdad, lo diría, porque hace muchos años que eso no constituye para nadie un motivo de vergüenza, sino todo lo contrario25.

Los viajes a la URSS tenían la misión de convencer, y en Sender tuvo el efecto de acercar su abstracción a la realidad, y en concreto, lo que no hizo fue trasladar su idealización al caso español, sino que paradójicamente le acercó a la realidad del comunismo en España. La idea contrastada con la práctica, la práctica de los Partidos Comunistas, y esto lo podía comprobar en España con el PCE, lo que descubría a la IC. Observó métodos y rasgos (como el secta-rismo, el pretendido autoritarismo en su relación con otros grupos políticos de izquierda, etc.) que no le gustaron del PCE y, por ende, de la IC; la mentalidad es algo fundamental en estos procesos. Sender fue director de La Lucha, órgano comunista para el frente único, a principios de 1934, pero con él nos encontramos ante una interpretación diferente de la realidad soviética y de la praxis comunista. Pese a su entusiasmo mostrado en Madrid-Moscú, es éste un entu-siasmo proyectado al concepto URSS y partido originarios, que no se ha de confundir con el integrismo estalinista. Por eso Sender, como se ha comentado con anterioridad, “mostraba una serie de reservas respecto de la línea política de nuestro Partido y de la IC. No así del Partido de la URSS, sobre el cual no hacía más que alabanzas”26. Las alabanzas al Partido Comunista de la Unión Soviética responden a una idealización del bolchevismo procedente de la Revolución de Octubre, no a un estalinismo por convicción. Esto se pudo deber a diversos factores culturales y políticos, propios del protagonista, entre los que se podría encontrar su poso anarquista, influencias teórico-políticas que influyeron en que la filtración fuera diferente. Rafael Cruz rescata la esencia de esta problemática:

Las pretensiones de objetividad no existen desde el momento en que [Sender] describe un mundo ideal, sin contradicciones, donde toda la miseria que se encontraba estaba al margen del Estado proletario; la libertad y la marginación se llevaban de la mano. Además, particularmente en un par de temas, [Sender] estaba convencido de lo que se le había dicho, pero sólo podía imaginárselo27.

25 J. SENDER, Ramón, <<prólogo>> a Los cinco libros de Ariadna, Barcelona, Destino, 1977, p. VII.26 VIVES MAIRAL, Jesús, Ramón…, ob. Cit., p. 266. La cursiva es mía.27 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p. 92.

Esta reflexión bien nos puede servir para ambos protagonistas que estamos tratando. Las contradicciones, en Alberti, no se producen porque probablemente pertenecen al dominio de la lealtad. Se confunde lealtad con honestidad con la misma facilidad que trotskismo y contra-rrevolución.

Pero los viajes a la Unión Soviética no estaban reservados a una casta privilegiada de in-telectuales:

Al mismo tiempo, el viaje a la URSS significaba un premio para los militantes y dirigentes del partido que no dudaban en querer ser designados y ratificados por un sindicato o una fábrica. Así, la estancia de los obreros <<dudosos>> en la Unión Soviética podía representar la conversión de anarquistas, socialistas y sin partido a la corriente comunista española, y, además, sus declaraciones posteriores –que el PCE cuidaba de que se hicieran- servían para señalar el camino justo a los compañeros de fábrica, de sindicato, etc., y a los lectores de la prensa obrera28.

El intento de proselitismo es siempre una constante en las estrategias comunistas pese a que se contradiga con el sectarismo que suele imperar, y más en este momento (hasta 1935), en el que la política de clase contra clase está asentada. Pero otro aspecto fundamental de la fun-ción ejercida por la URSS como ejemplo es “la definición de las identidades de los seguidores y oponentes –rojos, bolcheviques, comunistas y sus contrarios-; caracterización de lo justo e injusto –asociando la injusticia a la situación social en Rusia o identificándola, por el contra-rio, con el capitalismo desterrado de Rusia”-29. La Unión Soviética funcionaba como ejemplo de lo bueno y lo malo, y un gran elenco de las formaciones políticas de la II República, tanto cercanas a la izquierda como a la derecha, utilizaban a la Unión Soviética para legitimar o deslegitimar tal o cual opción política, “convirtiendo así el discurso sobre ese país en una au-téntica lucha sin cuartel por definir Rusia, ya que de ello dependía cómo se podría imaginar lo que estaba sucediendo en España”30.

Alberti asumía la versión que daba la IC de la situación político-social de España en 1933, de inminente revolución31. En sus poemas se enfatiza en la polarización, el dualismo es claro:

Toda España arde. / Sevilla está en llamas. / Grita Extremadura / cruzada de balas / En Asturias, huelgas / de minas y fábricas. / ¡Cantad compañeros! / De norte a sur pasa / un

temblor de olas / revolucionarias.

28 Ibíd., pp. 94-95.29 CRUZ, Rafael, “¡Luzbel…, ob. Cit., p. 281.30 Ibíd., p. 295.31 Para un seguimiento de las diferentes políticas impuestas por la IC en España: CRUZ, Rafael, Historia del PCE en la II República. Madrid, Alianza Editorial, 1987; ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos camaradas, Barcelona, Editorial Planeta, 1999; ALBA, Víctor, El Partido Comunista en España, Barcelona, Editorial Planeta, 1979.

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Los niños de Extremadura / van descalzos. [Sin embargo en la URSS] la risa de los niños / se desprende en trineos por las cuestas heladas32.

Las figuras de Sender y Alberti, contrapuestas, son de gran utilidad para comprender la relación tan especial que existía con este sector tan particular de militantes, como eran los intelectuales. Estos podían aportar prestigio al Partido, pero el propio prestigio social de los intelectuales podía resultar dañino para la imagen del Partido si estos no eran atraídos o se distanciaban del mismo. Si intelectuales con influencia en la izquierda criticaban al Partido, éste podía ver afectada su ya reducida influencia social.

No era conveniente tener a intelectuales de peso en la izquierda en una posición tibia hacia el PCE, era necesario el proselitismo, era necesaria una lealtad sin fisuras. Al no aceptarse el debate, la discrepancia, o el ejercicio de la autocrítica en este tipo de partidos estalinistas; se tiende a forjar hostilidad entre sectores o individuos que podían sentir cierta simpatía hacia la idea del comunismo pero que se encontraban dubitativos hacia el Partido. La IC contribuyó de forma definitiva en el aislamiento de sus sucursales comunistas occidentales, y el sector de la intelectualidad, por su notoriedad, por la riqueza de sus discrepancias, nos ofrece a pequeña escala la esencia del enrocamiento estalinista, de su constante alejamiento de la sociedad. Sin duda, no es más que otro ejemplo de los métodos sectarios, autoritarios y carentes de autocrí-tica del movimiento comunista ortodoxo del momento. Pero la profundidad de pensamiento de los intelectuales, su relación con el Partido, puede resultar un campo muy valioso para la interpretación de los investigadores.

A comienzos de abril en 1933, el PCE, apoyado por destacados intelectuales y políticos comunistas, convocó una asamblea para constituir el Frente Antifascista, y con una composi-ción casi exclusivamente comunista: “este organismo tenía como misión la atracción orgánica de intelectuales próximos al PCE, como, por ejemplo Ramón J. Sender que estará cada vez más cerca de la política unitaria del partido”33. Algunos de los notorios firmantes de la asam-blea para convocar el Frente Antifascista fueron: José Antonio Balbontín, Ramón J. Sender, Wenceslao Roces, Pasionaria, Francisco Galán, etc., “pero el Frente Antifascista no tendrá más actividad relevante que la celebración de mítines”34. No consiguieron, los comunistas, au-mentar considerablemente su influencia entre la intelectualidad, ni que su propaganda cuajase mejor en la sociedad de masas.

Pese a la creación, también, de la revista Octubre en 1933 por iniciativa de Rafael Alberti,

32 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p. 198.

33 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p. 167.34 Id.

el efecto de la propaganda no fue el deseado, y la influencia entre la intelectualidad no cre-ció.

En 1934, “el censo de colaboradores sigue siendo muy reducido: Arderius, María Teresa León, Arconada, Sender, Prados, Serrano Plaja y Cernuda”35. La labor de captación, el pro-selitismo, resultó en este ámbito también una decepción, que seguramente sea un reflejo de la incapacidad de la IC por saber influir de forma determinante en la sociedad española hasta Octubre de 1934.

La represión tras los sucesos de Octubre acosó a los militantes de la agrupación de escrito-res revolucionarios, que constaba de unos 200 miembros y “secciones muy activas, como la de cine, que había editado la revista Nuestro Cinema”36. Tras la represión, el movimiento de soli-daridad aumentó la influencia de los intelectuales integrados en el Frente Popular, traducido en un aumento en el número de simpatizantes e intelectuales que se sumaban a la causa antifascis-ta, pero Rafael Alberti continuó siendo la referencia, el símbolo de la militancia intelectual.

Sender, tras conocer el asesinato de Andreu Nin en 1937 confesó lo siguiente: “esto no hay quien lo pare, y yo no quiero ni una España en poder de Hitler y Mussolini, ni una España sovietizada”37.

35 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p. 201.36 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p. 208.37 Id.

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Capítulo4. La particularidad

catalana

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Alumbramiento de la sección del comunismo oficial

Los obreros españoles miran con confianza a la Unión Soviética nacida de la Revolución de Octubre, y eso constituye un capital precioso para el comunismo. Pero no podemos permitir que se abuse de la fidelidad de los obreros a la Revolución de Octubre para imponerles una política que contradice todas las lecciones y enseñanzas legadas por Octubre.

Lev Trotsky, La revolución española y los peligros que la amenazan (28 de mayo de 1931)

En este capítulo nos vamos a enfrentar a la peculiaridad de los orígenes, formación y desarrollo de la sección del PCE en Cataluña, al PCC (Partit Comunista de Catalunya). Cier-tamente, los orígenes de este partido son más accesibles para el lector, ya que han despertado un aceptable interés historiográfico. Pero el período concerniente a su corta existencia como sección, sin estar en coalición, desde 1932 a 1936, año en el que entrará a formar parte del PSUC, no ha sido tratado de manera exclusiva. Se va a tratar también la formación del BOC (Bloc Obrer i Camperol), ya que tanto su proceso de formación como su posterior desarrollo teórico político son fundamentales para comprender a su vez el origen del PCC y la construc-ción del PSUC. Así como también se trazarán líneas periféricas sobre otros agentes políticos, que influyeron en el entramado marxista catalán, para el proceso que nos ocupa.

No es un tema de fácil acceso, la información se encuentra muy fragmentada, y sería po-sitivo que se le dedicaran futuras investigaciones para, de este modo, completar los estudios realizados sobre el PCE y también sobre el marxismo en Cataluña. En 1930 tuvo lugar una importante escisión en el seno del PCE. El sector escindido fue el de la Federación Comunista Catalano-Balear (FCCB). “Las raíces de la división habría que bus-carlas en los distintos orígenes y tradiciones de los que surgieron el PCE y el grupo La Batalla, convertido en FCCB tras su entrada en el partido en 1924”1. Las construcciones teórico-políticas del grupo La Batalla, procedente de la CNT, tenían un claro sesgo sindical. Se puede intuir, que ya desde su origen, el PCE y la FCCB estaban en una disposición proclive a futuras fricciones, ya que el PCE “había nacido de forma burocrática, y además, su fuerte dependencia de la IC había impedido el brote de una política adecuada a la realidad española”2.

El III Congreso del PCE, celebrado en París en agosto de 1929, marca de forma definitiva las relaciones entre el PCE y la FCCB. “Desde el excarcelamiento de Maurín, la oposición de la FCCB a los métodos burocráticos de la dirección, se había profundizado hasta adquirir un carácter más político”3.

1 ESTRUCH, Joan, Historia del PCE (1) (1920-1939), Barcelona, El viejo topo, 1978, p. 58.2 Id. 3 DURGAN, Andy, Comunismo, revolución y movimiento obrero en Catalunya 1920-1936, Barcelona, Laertes, 1996, p.25.

“La Federación Catalano-Balear dio su mandato a Maurín y Bonet, pero no fueron ad-mitidos en las sesiones”4, para ello se aludieron motivos de carácter ordinario. Ya que como Maurín y Bonet vivían en París, se argumentó que debían ser miembros del partido francés, y por ende no podían participar como miembros del PCE. “Aunque los motivos fueron de tipo formal, este suceso demuestra el grado de antagonismo a que había llegado el conflicto entre el grupo dirigente del PCE y la FCCB”5.

La FCCB presentaría en el Congreso su propia tesis política, y en ella se insistía en que la revolución burguesa todavía no había sido llevada a cabo en España, por lo que todo proceso revolucionario que se desarrollara, sería inevitablemente democrático. Esta interpretación de la realidad socio-política española se enfrentaba a la consigna oficial lanzada desde la IC que apostaba por “la dictadura democrática de los obreros y campesinos”. Finalmente, “Las tesis de la FCCB fueron rechazadas por la IC como derechistas. En cambio, se tradujeron al español las tesis de exportación de la dictadura democrática de los obreros y campesinos”6.

Otro asunto conflictivo fue la interpretación de la Dictadura de Primo de Rivera y su caí-da. “Bullejos comentó el fin de la Dictadura diciendo en La Correspondencia Internacional que no ha pasado nada. Manuilski […] afirmó que los acontecimientos de España no tienen importancia”7. Y es que en el PCE, “encorsetados en el ultraizquierdismo de la IC, considera-ron que nada fundamental había cambiado y vieron en el gobierno de Berenguer la continua-ción de la dictadura fascista de Primo de Rivera”8.

En la conocida como Conferencia de Pamplona, celebrada el 1 de marzo de 1930, “la fe-deración catalana había seguido defendiendo su análisis de que la inminente revolución iba a ser democrática.”9. Esta tesis volvió a ser derrotada, y pese a que Maurín asumió, en un viaje a Moscú, como propia la línea tomada por el PCE tras el III Congreso, parece que no sirvió de mucho ya que “los dirigentes del partido se sirvieron de la Conferencia de Pamplona para atacar con virulencia a Maurín”10.

Y no fueron estos los únicos puntos de fricción, ya que la FCCB rechazó “la propuesta de constitución de Comité de Reconstrucción de la CNT, por considerarla escisionista del movi miento obrero y por creer que esta política aislaría a los comunistas de las masas obreras”11.

Maurín quedó fuera del PCE tras una estricta e interesada interpretación de la normativa

4 ALBA, Víctor, El marxismo en España (1919-1939 (Historia del BOC y del POUM), México, Costa-Amic Editor, 1973, tomo I, p. 32.5 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p. 58.6 MAURÍN, Joaquín, El Bloque Obrero y Campesino, Barcelona, 1932, pp.18-197 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., pp. 32-33.8 DURGAN, Andy, Comunismo…, ob. Cit., p. 269 Id. 10 Id.11 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p. 58.

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de la IC, según la cual, el protagonista, tras vivir dos años en París sólo estaba habilitado como miembro del PCF, tal y como se ha señalado con anterioridad. Era una forma de ir apartando al elemento conflictivo. También fueron puntos calientes “la cuestión nacional catalana y la Esquerra, además de no aceptar las medidas disciplinarias tomadas contra Joaquín Maurín”12.

El Comité Ejecutivo del PCE, planteó el tema de su readmisión, que estaría sujeta a “que éste escribiese varios artículos contra el trotskismo, y a que firmarse una declaración en la que suscribiese las políticas de la IC”13, y, a posteriori, se le exigió también romper con los oposi-tores, y se le instó a que reconociera sus errores del pasado públicamente.

Maurín se negó a seguir estas recomendaciones, “replicando con una declaración en la que se reafirmaba en sus principios y en su crítica al grupo dirigente. Al mes siguiente, Maurín y la FCCB, que se había solidarizado con él, fueron expulsados del PCE”14. Desde finales de 1929 “los organismos directivos de la FCCB ya habían comenzado a reunirse sin informar de ello a la dirección del partido y los comunistas catalanes habían prácticamente cesado de cotizar al PCE”15.

El sectarismo, el alejamiento y la marginalidad provocada por las políticas de la IC, en este período; “junto con la debilidad orgánica en el partido durante estos años, estas escisiones y nuevas políticas al margen de la organización oficial multiplicaban a largo plazo los problemas para el PCE”16.

La particularidad catalana en su construcción marxista comienza a ser determinante de cara a dificultar al PCE su labor en este territorio, “pero sobre todo debemos encontrar en estos hechos una de las circunstancias más importantes para la no implantación del partido en Cata-luña por lo menos hasta 1936”17.

Ciertamente, en Cataluña, a comienzos de 1930 existían algunos grupos comunistas, entre los cuales se encontraba el sector estudiantil, así como a trotskistas organizados alrededor de Andreu Nin. Estos grupos carecían de una organización eficaz que pudiera desarrollar una influencia considerable en la sociedad. “Pero había dos grupos organizados: uno era la Federa-ción Catalano-Balear. El otro, el Partit Comunista Català (PCC) […] el PCC [no debeconfun-dirse con el Partit Comunista de Catalunya, que será la sección del PCE en esta región] tenía un origen más reciente”18.

El origen del PCC, quizás se encuentre en una gran atracción y admiración por la URSS,

12 CRUZ, Rafael, Historia del PCE en la II República, Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 123.13 DURGAN, Andy, Comunismo…, ob. Cit., p. 27.14 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p. 59.15 DURGAN, Andy, Comunismo…, ob. Cit., p. 27.16 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p. 123.17 Id.18 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., p.37.

algo muy común en estos momentos. Aunque no tuvieran una formación teórica marxista, es un fenómeno desarrollado también entre intelectuales, y por diversos grupos político-sociales que veían, en la URSS, la prueba palpable de que se podían realizar los objetivos emancipato-rios de la clase obrera y campesina.Tal y como señala Stanley G. Payne:

En España existía ya una amplia literatura de viajes a la Unión Soviética, y el advenimiento de la nueva República –que elevaba enormemente las expectativas de cambio de muchos sectores de la población- coincidió con una nueva explosión de literatura marxista. El Komintern incrementó sobremanera sus actividades propagandísticas; la editorial de Maurín, Ediciones Europa-América, se trasladó de París a Barcelona, y aparecieron muchas ediciones nuevas de obras marxistas, algunas de ellas incluso publicadas por editoriales no comunistas, como la Editorial Cenit19.

Una de las estrategias básicas de la IC para fomentar la influencia del PCE fue la que “instaba al partido español a copiar la experiencia soviética lo más estrechamente posible, for-mando una red de soviets que creara una especie de URSS ibérica, con repúblicas oficialmente autónomas en Castilla, Portugal, Cataluña, el País Vasco y varias regiones más”20.

“Al mismo tiempo veían con desconfianza al PCE, por estar demasiado atado a Moscú y porque estimaban que no comprendía el problema catalán”21. Es decir, se buscaba un partido comunista que consiguiera resolver la errática interpretación de la cuestión catalana, que lo-grase conciliar el problema nacional, y para ello debería conservar cierta independencia res-pecto a la IC.

El PCC fue fundado en el 2 de noviembre de 1928 por un grupo que se separó de la FCCB, liderado por Víctor Colomé, porque “estimó que no podía seguir creyéndose en la posibilidad de regenerar el Partido desde dentro”22. A este grupo escindido hay que sumarle algunos miem-bros que no eran de la FCCB pero que simpatizaban con la nueva propuesta, entre los cuales destaca Jordi Arquer. El órgano del PCC fue el boletín Treball, y se calcula que “a la caída de la Dictadura, contaba con unos 200-250 miembros, es decir, más que la Federación”23.La FCCB estaba entorno a los 150-200 miembros24.

En julio de 1930, Maurín fue detenido, y durante las semanas que pasó en prisión, compar-tió estancia con Jordi Arquer y otros miembros del PCC. “Hablan sobre la cuestión catalana y […] deciden trabajar juntos para formar con la Federación y el PCC un solo partido”25.19 PAYNE, Stanley. G, Unión Soviética, comunismo y revolución en España (1931-1939), Barcelona, Plaza Janés, 2003, p. 47.20 Id.21 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., p.37.22 Id.23 Ibíd., p.38.24 Datos aportados por Víctor Alba: El marxismo en España (1919-1939).

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El PCC, alrededor de enero de 1930, “ya contaba con alrededor de 400 afiliados […] sin duda contribuyó a que el grupo de Maurín se interesase por la fusión de ambas organizaciones”26.

En el verano de 1930, por lo tanto, hubo una reunión de militantes de la FCCB para apro-bar la fusión, lo cual fructificó. Y en el mes de octubre, el PCC celebró un congreso, “en el que la mayoría se pronunció por la fusión. Un grupo de profesionales, sin embargo, se opuso a ella y quedó fuera”27.

En septiembre de 1930, Adreu Nin regresó a Barcelona, y Maurín probablemente pensaba en la posibilidad del ingreso de aquel en el nuevo partido que se estaba fraguando. Nin informa a Trotsky de lo siguiente, el día 23 de octubre:

Actualmente tenemos: 1) el Partido [comunista] oficial, que no tiene ninguna fuerza efectiva y cuya autoridad en las masas es nula; 2) las Federaciones Comunistas de Cataluña y Valencia, excluidas del partido, y que, en realidad, junto con los otros grupos más influyentes de Asturias y de otros lugares, constituyen, de hecho, un partido independiente; 3) el Partit Comunista Català, que tiene un buen equipo dirigente y cuenta con cierta influencia entre los obreros del puerto de Barcelona y domina el movimiento obrero de Lérida, y 4) la Oposición de Izquierda [trotskista] que no tiene ninguna fuerza en Cataluña28.

A finales de diciembre de 1930, Nin se encontraba entre dos aguas, ya que por una parte po-dría desear ingresar en el nuevo partido. “Pero al mismo tiempo, por lealtad a Trotsky, conside-ra que esta entrada debería ser para conquistar el nuevo partido y convertirlo en trotskista”29. El congreso de fusión, se celebra en marzo de 1931, en Terrasa; y paradójicamente, Nin escribía lo siguiente en septiembre de 1931 (haciendo referencia a una conferencia, dada por Maurín, en el Ateneo de Madrid el día 8 de junio):

Maurín empezó declarando que los comunistas de la Federación Catalano-Balear, en cuyo nombre hablaba, eran considerados como estalinianos por los trotskistas y como trotskistas por los estalinianos. La cosa es lógica. La suerte que está reservada a los que, como es el caso para Maurín y para la organización que representa, no tienen una posición política definida, es recibir los golpes de unos y de los otros, y verse obligados,

a fin de cuentas, a pronunciarse de una manera concreta incorporándose a una de las tendencias o ser eliminados de una manera definitiva de la arena política30.

25 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., p.60.26 DURGAN, Andy, Comunismo…, ob. Cit., p. 31.27 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., p.61.28 Ibíd., p.62.29 Id.30 NIN, Andreu, La revolución española 1930-1937, Madrid, Ediciones de Intervención Cultural, 2011, p.66.

Se pretendía apostar por un nuevo partido con una estructura más democrática, en el que los militantes fueran determinantes en su rumbo. Pero teniendo en cuenta que el partido estaba compuesto por pocos marxistas de formación, “se propuso crear un partido con dos niveles, uno de marxistas militantes y otro, por decirlo así, de noviciado, de simpatizantes, para que, una vez la experiencia les hubiera formado, pasaran a ser militantes de otro nivel”31.

Para solucionar esta cuestión se crearon dos organizaciones dentro de un mismo partido: la Federación Comunista Catalano-Balear, de la cual formarían parte los más preparados polí-ticamente. Y la otra organización, que estaría enfocada a atraer a las masas, a un sector lo más amplio posible de la sociedad, que se bautizaría como Bloc Obrer i Camperol, comúnmente conocido como BOC. “Una de las condiciones exigidas por el PCC para la unificación con la FCCB fue que se crease una amplia organización de simpatizantes, […] el embrión de un verdadero partido comunista de masas, en un gran partido político obrero y campesino”32. En último término, este partido estaba conceptualizado para desarrollarse también en el resto de España.

El nuevo partido congregó a unos 700 miembros, “esos setecientos afiliados eran todos mi-litantes y todos conocidos en sus lugares de trabajo, en su sindicato, ateneo, pueblo o barrio”33.Las memorias de Humbert-Droz (enviado de la IC en España) son esclarecedoras respecto a la situación en la que se encontraba el comunismo oficial en Cataluña:

El PC no existía en Barcelona. La dirección nacional de cinco miembros vivía y trabajaba en la clandestinidad, con un aparato escaso y de una lentitud desesperante. El número de miembros del partido en Barcelona era, en teoría, cuarenta. Pero yo sólo vi una docena. Era la primera vez que tenía que poner en marcha un partido inexistente. […] Nuestro partido continua viviendo en una pasividad absoluta y sin atreverse a salir a la luz del día […] Se ha cuadriplicado el número de miembros en Madrid y quintuplicado en Barcelona, pero se partía de 20 en Madrid y de 10 en Barcelona… Catorce miembros en Bilbao […] la censura no deja pasar nada y, como nuestra filial está fuera de todavida política y obrera, no se entera uno de nada, ni siquiera de lo que ocurre en la propia ciudad. Gracias al Berliner Tagbatt supimos que había una huelga en la Universidad34.

En este contexto se dio la creación en 1932 “por decisión no de los afiliados catalanes, sino del comité central del PCE, de un Partido Comunista de Catalunya, cuyo órgano será Catalun-ya Roja”35. Pero, antes, es preciso destacar una serie de cuestiones que afectaron a la dirección

31 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., p.67.32 DURGAN, Andy, Comunismo…, ob. Cit., p. 33.33 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., p.68.34 HUMBERT-DROZ, Jules, De Lenine a staline. Dix ans au service de l’Internationale Communiste, Neuchatel, Éditions de la Baconnière, 1971, pp. 403-457.35 ALBA, Víctor, El Partido Comunista en España, Barcelona, Editorial Planeta, 1979, p. 126.

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del PCE y, por ende, al comunismo oficial en Cataluña, que asentaron, de forma definitiva, el dominio de la IC sobre su sucursal española.

En febrero de 1931, el gobierno de Berenguer convocó elecciones a Cortes, y este acon-tecimiento provocó nuevas fricciones en el PCE, ya que “los delegados de la IC, sin consultar a nadie, decidieron que el PCE debía presentarse a las elecciones, alegando la estabilidad del régimen monárquico y la necesidad de aprovechar las posibilidades legales”36.

Las discrepancias surgieron porque Bullejos, desde la cárcel sugirió que la situación que se estaba desarrollando en España era “prerrevolucionaria, siendo la tarea principal del partido la preparación de la insurrección armada contra la monarquía”37, y también colaborar con la oposición republicana y boicotear las elecciones.

De la interpretación defendida por Bullejos, Humbert-Droz escribió lo siguiente en sus memorias:

La situación interna del partido de repente se vio agravada por una carta de Bullejos, el líder del partido, que fue encarcelado en Madrid. Él era el prototipo de estalinista con palabras “revolucionarias”, pero con una táctica bien oportunista, a remolque de los republicanos, que deseaban utilizar a los comunistas para encender la insurrección, y ser los chivos expiatorios si ésta fracasaba38.

Ciertamente los acontecimientos se desarrollaron más acorde con la interpretación de Bu-llejos, ya que las elecciones se tuvieron que suspender debido al abstencionismo de la opo-sición republicana. Al gobierno de Berenguer le sucedió el del Almirante Aznar, que decidió convocar elecciones municipales para el 12 de de abril de 1931, y de este modo dar un cauce al malestar general.

Las elecciones dieron la victoria a las candidaturas republicano-socialistas en los núcleos poblacionales de mayor importancia, con el resultado conocido de la proclamación de la Re-pública ante una monarquía muy desgastada y una considerable presión popular. Entonces “Bullejos se dirigió a Barcelona, donde residían los delegados internacionales Rabaté y Droz. Allí sostuvo fuertes discusiones con ellos tanto por cuestiones políticas como por cuestiones organizativas”39.

Las discrepancias tenían su origen, fundamentalmente, en una valoración diferente de los acontecimientos sociopolíticos que se estaban desarrollando, como se ha señalado con ante-rioridad, y también en que Bullejos no era partidario de mantener la dirección del Partido en

36 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p. 63.37 Id.38 HUMBERT-DROZ, Jules, De Lenine…, ob. cit., p. 413.39 Ibíd. P. 64.

Barcelona; quería trasladarla a Madrid.

La Internacional Comunista calificaba la revolución democrática como tarea estratégica fundamental del momento, y para el partido, a partir de ahora, el 14 de abril significará el comienzo de la revolución, pero al mismo tiempo su negación, al estar dirigida por las mismas clases que antes. Era la revolución por iniciativa popular y contrarrevolución por estar dirigida por la burguesía y sus agentes40.

Esta conceptualización es la razón por la que el PCE acudió en solitario a las elecciones municipales sin llegar a ninguna coalición ni compromisos con otras organizaciones políticas. Y esta conceptualización es el germen de la expulsión del grupo de Bullejos, provocada por las diferentes posturas tomadas respecto a los ataques realizados contra la República por parte de sectores reaccionarios. Como fue la sublevación del general Sanjurjo en agosto de 1932. Se reflexionaba acerca de cuál debería ser la política a seguir por el Partido, y se contemplaba el seguir manteniendo “la táctica de luchar en dos frentes –contra la derecha reaccionaria y con-tra la izquierda republicana y socialista- o considerar como peligro principal la reacción y, por tanto, apoyar la República tratando de imponer un avance de las posiciones revolucionarias”41. Esta última conceptualización, fue la sostenida por el grupo de Bullejos.

La insistencia en su defensa provocó la expulsión del grupo dirigente, se alegaron motivos como el sectarismo, indisciplina, etc., pero la realidad es que sostener un análisis político dife-rente a la IC les condenó. La Correspondencia Internacional publicó el siguiente resumen de la resolución tomada contra el grupo de Bullejos:

En medio de esta creciente lucha de masas, cuatro antiguos miembros del Partido Comunista de España, Trilla, Adame, Vega y Bullejos, habiendo mostrado con desprecio su falta de fe en los campesinos y obreros, rompieron con la Internacional Comunista.

Durante muchos meses lucharon para impedir la creación de un verdadero partido de masas en España […] apoyando así la política de la contrarrevolución española […] Si el Partido ha crecido, no ha sido gracias, sino a despecho de Adame, Trilla, Vega y Bullejos […] Que se reúnan a los trotskistas divisionistas o se vayan directamente al lado del fascismo español, es cosa secundaria. Lo seguro es que la contrarrevolución española ha ganado cuatro reclutas más42.

En este estado de las cosas se fue dando a luz al proyecto de la sección del PCE en Ca-taluña. Como se ha señalado con anterioridad, el Partit Comunista de Catalunya fue fundado en 1932 (en otoño, pero existen discrepancias respecto al mes de fundación) y el objetivo fue

40 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p. 128.41 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p. 72.42 ALBA, Víctor, El Partido Comunista…, pp. 132-133.

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“establecer el esqueleto de un partido de apariencia catalana pero completamente dependien-te del PCE. El PCC [a partir de ahora siempre nos referiremos al Partit Comunista de Cata-lunya, sección del PCE] tenía un objetivo fundamental: combatir al BOC”43.

El 29 de octubre, el Secretariado Político presentó el siguiente texto aprobado:

Para asegurar una mejor dirección a la lucha de clases revolucionaria del proletariado catalán y a la lucha de liberación nacional de las masas obreras de Cataluña, el Secretariado Político juzga necesario que la organización regional catalana del PCE se organice como Partido Comunista de Cataluña, que debe permanecer en relación con el PCE como los partidos de Bielorrusia y de Ucrania Occidental con el PC de Polonia al que pertenecen. Se encarga a la Comisión Política comunicar las directrices oportunas al PCE44.

El 9 de noviembre de 1932 se celebraron elecciones al parlamento de Cataluña, y la declara-ción de un portavoz del PCC en Catalunya Roja define ya la actitud del partido respecto a la República y el Estatuto de Cataluña:

Camaradas: hace un año y medio que la lucha de las masas trabajadoras de la ciudad y el campo, el esfuerzo del proletariado hacía caer mediante la revolución el nefasto poder de la monarquía. Pero, con el concurso del Partido Socialista, de los jefes socialfascistas de la UGT y de los dirigentes contrarrevolucionarios de la CNT, la burguesía se hizo dueña del poder para consolidar sus intereses y el de los grandes terratenientes.El régimen del 14 de abril es el régimen de dominio del bloque burgués y agrario, régimen de opresión de las grandes masas, régimen de la opresión nacional […].El Estatuto marca con la complicidad de Macià y la Esquerra la sumisión catalana al imperialismo español […]Frente al Parlamento contrarrevolucionario, base de la alianza entre la burguesía catalana y el imperialismo español, ¡opongamos los soviets (consejos) de obreros, campesinos y soldados!45.

Se puede comprobar cómo la interpretación de la IC, estaba puesta en marcha, y la expul-sión del grupo de Bullejos supuso su implantación sin fisuras. Ciertamente, la reivindicación nacionalista era la cuestión por la que podría comenzar a influir el PCE en la sociedad catalana, “para intentar una penetración en el reducto de la CNT y del catalanismo político. Todavía en 1931-1932, los comunistas españoles habían intentado sin éxito alguno hacer residir en Barce-lona al Secretariado del Partido”46.

La intención de crear el Partit Comunista de Catalunya se dio a conocer en el IV Congreso

43 Ibíd. p. 126.44 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos camaradas, Barcelona, Editorial Planeta, 1999, p. 180.45 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p. 76.46 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p. 179.

del PCE en Sevilla, celebrado en marzo de 1932. Y “la Comisión Política del Secretariado de la IC examinó, el 15 de julio de 1932, la proposición común de su delegación en España y del BP del PCE de organizar en Cataluña una asamblea constituyente”47. Con la intención de aglu-tinar al catalanismo utilizando la interpretación leninista del “derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas”, siempre bajo la supeditación de la libertad de separación ante la libertad de unión, es decir anteponiendo el interés emancipador del proletariado y el campesi-nado a conceptualizaciones nacionalistas de tipo burgués48.

La justificación nacionalista del PCE para su sección catalana, basada en la tesis del de-recho de las naciones a la autodeterminación, no es más que otra tergiversación de la obra de Lenin, que además se basaba en una problemática que difiere en mucho a la de los años 30 planteada en España. Lenin hacía referencia al anticolonialismo y al nacionalismo de las dos primeras décadas del siglo XX, y tratar de proyectar esto a la problemática catalana, resultó un completo disparate. Ya que no se correspondía ni con el conflicto político y socioeconómico analizado por Lenin, ni tenía justificación teórica marxista-leninista alguna, al contrario.

En palabras del propio Lenin:

Esta reivindicación [de la autodeterminación] no equivale en absoluto a la de separación, fraccionamiento y formación de estados pequeños. No es más que una que una expresión consecuente de la lucha contra toda opresión nacional [dentro de un contexto explicativo que hace referencia al anticolonialismo y al nacionalismo en las dos primeras décadas del siglo XX]. Cuanto más se acerque el régimen democrático del Estado a la plena libertad de separación, más débiles y raras serán en la práctica las aspiraciones de separación, pues son indudables las ventajas de los Estados grandes, tanto desde el punto de vista del progreso económico como desde el punto de vista de los intereses de las masas. […] El objetivo del socialismo no consiste sólo en acabar con el fraccionamiento de la humanidad en Estados pequeños y con todo aislamiento de las naciones, no consiste sólo en acercar a las naciones, sino también en fundirlas49.

Y respecto al catalanismo, sí se puede aplicar la siguiente premisa leninista:

En el problema nacional, toda burguesía desea o privilegios para su nación o ventajas exclusivas para ésta; precisamente eso es lo que se llama “práctico”. El proletariado está en contra de toda clase de privilegios, en contra de todo exclusivismo. Exigirle “practicismo” significa ir a remolque de la burguesía, caer en el oportunismo50.

47 Id.48 Para profundizar más en este tema véase de LENIN, Vladimir, El derecho de las naciones a la autodeterminación.49 LENIN, Vladimir, El derecho de las naciones a la autodeterminación, Moscú, Editorial Progreso, 1976, pp. 352-353. La cursiva es mía.50 Ibíd., p. 113.

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Es lógico que en una zona que adolecía de una problemática nacionalista como

Cataluña, el PCE encontrara un plus de dificultad para influir en la sociedad, pero el intentar remendar la situación con complicadas reformulaciones teóricas del tipo:

La independencia catalana pasaba por la lucha común con el resto del proletariado de España en favor de un gobierno obrero y campesino. Para la Komintern, según la ortodoxia leniniana, había dos naciones, la emancipadora de los obreros y campesinos revolucionarios, y la burguesa, vacilante en sus reivindicaciones nacionales y explotadora, que debía ser superada por la primera, subordinando en el punto de llegada, tras lograr la independencia, el interés particular al interés general51.

Y de este modo intentar adaptar el leninismo a la realidad catalana, además de resultar un fracaso, es otra evidencia más de la desviación del esquematismo estalinista, que desembocó al oportunismo citado por Lenin. Probablemente, para un sector de la sociedad potencialmente afín al comunismo por su identificación con la URSS, y no por formación marxista, el desco-nocimiento de la teoría leninista supondría un escollo considerable para la dirección del PCE. Pero la tergiversación de la misma terminó por separarles tanto de la realidad catalana como de la marxista.

51 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p. 179.

Estancamiento, contradicciones del PCC y formación del PSUC

Se eligió como Secretario General del PCC a Ramón Casanellas, ya que era un aspirante con un perfil incondicional a la IC. “De cara al BOC, el PCC no consiguió nada. Ni uno de sus militantes se pasó al PCC. En la dirección de éste figuraban varios –Sesé, Arlandis- que habían pertenecido en sus orígenes al BOC”52, y Ramón Casanellas había mantenido, en el pasado, relaciones de amistad con algunos miembros dirigentes de la FAI, pero ninguna de estas pasa-das relaciones o contactos con otras formaciones políticas, sirvió para nada considerable a los responsables del PCC. El 25 de octubre de 1933, Casanellas falleció en un accidente de tráfico y Miguel Valdés pasó a ser el nuevo Secretario General. Valdés tuvo que enfrentarse también, como problema principal, a la cuestión catalana. Maurín comentó lo siguiente al respecto de la política desa-rrollada hasta el momento por el PCC:

Creyendo que la posición verdaderamente revolucionaria, comunista ciento por ciento, era en todo momento la posición más extremista, la estridencia, se ha colocado siempre al margen de la realidad, apareciendo, por consiguiente, como algo artificioso, con ribetes de provocación. Claro está, los efectos que ha conseguido han sido completamente nulos53.

Hasta ahora, el PCC continuaba atascado, y lo suficientemente alejado de la realidad cata-lana como para aumentar su influencia en los sectores a los que supuestamente representaba. “El I Congreso, de abril de 1934, hablará de sólo ochocientos afiliados, más sensibles a la atracción de la URSS que a la atracción del mensaje catalanista y, por supuesto, de un PCE con el que pronto surgirán problemas”54.

La victoria de la derecha en las elecciones generales de noviembre de 1933, unido a la con-solidación de Hitler en Alemania, no supuso una variación de los planteamientos políticos del PCE, como se ha señalado en anteriores capítulos, ni se atisbaba síntoma alguno de autocrítica. Tal como señala Fernando Claudín:

La XIII sesión plenaria del Comité Ejecutivo de la IC (diciembre de 1933), sigue contraponiendo el frente único “por abajo” al frente único “por arriba”, persiste en ver a la socialdemocracia en bloque como la principal base social de la burguesía, y a su ala izquierda como la fracción más peligrosa y solapada de la socialdemocracia. Ateniéndose a este criterio los partidos comunistas

rechazan las propuestas unitarias que se les hacen55.

52 ALBA, Víctor, El Partido…, ob. Cit., p.126.53 Ibíd. P.129.54 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta, Queridos…, ob. Cit., p. 180.55 CLAUDÍN, Fernando, La crisis del movimiento comunista, Barcelona, Ruedo Ibérico, 1978, p. 136

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Será a remolque de la política exterior de la URSS, cuando la situación varíe, ya que tras el pacto entre Polonia y Alemania de enero de 1934, “la política soviética da un viraje radical. Casi inmediatamente, se produce un acercamiento entre Francia y la URSS, con vistas a reali-zar un pacto franco-soviético contra la Alemania Nazi”56. Paralelamente, en octubre de 1934, Maurice Thorez, Secretario General del PCF, propuso el “amplio frente popular” que incluía a socialistas y a radicales.

Dentro de este contexto internacional, el 11 de septiembre de 1934, en la reunión del Co-mité Central, “se decidió por mayoría la adhesión del PCE a las Alianzas Obreras y Campe-sinas. En el informe de José Díaz se señalaba la madurez de las condiciones objetivas para la revolución, tanto por la radicalización obrera como por los intentos gubernamentales de fas-cistizar el Estado”57. Las alusiones a la fascistización irán en aumento y será una de las claves para el afianzamiento de los procesos unitarios.Santos Juliá, haciendo referencia al contexto político-social de formación de la estrategia de los frentes populares, señala que:

Los orígenes de la nueva política son múltiples y de muy diverso tipo: la crisis económica, la ascensión de Hitler y el rearme alemán, los escándalos financieros, la inestabilidad gubernamental, el auge de las ligas fascistas armadas. Pero, además de los específicamente franceses, hay que señalar sin duda la acción directa de la Internacional Comunista58.

La integración en las Alianzas Obreras, forma parte del mismo viraje político impuesto a las secciones nacionales de la IC. En este sentido estoy de acuerdo con la interpretación de Santos Juliá, y pese a que habían sido continuamente criticadas por los comunistas, ya que es-taban dirigidas por la socialdemocracia, y se convertían, por ende, en una organización unitaria que escapaba a su influencia. Pero lo realmente curioso es que el intento de integración en las mismas ya “lo hizo el Partit Comunista de Catalunya en 1933”59.

Como señala Rafael Cruz, “estas iniciativas se podrían inscribir en esos <<errores en la aplicación del frente único>> que consideraba la dirección nacional del partido”60. Se pueden interpretar como iniciativas autóctonas surgidas de la confusión teórica creada por la táctica del Frente Único. Pero precisamente, estos “errores de aplicación” pueden constatar diferentes interpretaciones o iniciativas espontáneas por parte de organizaciones locales o provinciales pertenecientes al PCE.

56 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p. 81.57 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p. 193. La cursiva es mía.58 JULIÁ, Santos, Los orígenes del Frente Popular en España, Madrid, Siglo XXI, 1979, p.12. La cursiva es mía.59 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.188.60 Id.

En las organizaciones locales resultaba relativamente fácil sellar un pacto con otros grupos y acordar ciertas condiciones de no beligerancia y camaradería, máxime cuando el PCE –su dirección Nacional- hablaba de frente único y había aplaudido pactos en algunas localidades o reseñaba en su prensa con gran alborozo casos señalados61.

Estos “errores en la aplicación del frente único” fueron combatidos por la dirección del PCE, que no aceptaba la integración del PCE en las Alianzas Obreras si éstas no estaban di-rigidas política e ideológicamente por los comunistas. Y cuando en septiembre de 1934 se decidió la adhesión del PCE a las Alianzas Obreras, la confusión alcanzó su punto máximo. Reacciones como las de algunos integrantes del PCC, comentadas por Vicente Arroyo, que fue miembro de la Dirección Nacional en 1924-1931 y representante del CC en Cataluña en 1934, al Secretariado por carta, son significativas:

Al llegar la noticia por Mundo Obrero hubo hasta uñas entre algunos compañeros. Dos se presentaron pidiendo la baja. Se les convenció, pero hay un mar de fondo bastante considerable. Ayer, de Sabadell, un compañero vino a decirnos que allí también les había hecho caer de espaldas, tanto que por parte de algunos jóvenes se hablaba de darse de baja colectivamente. Es de suponer que esto pasa en muchos sitios de Catalunya, donde no hay que olvidar hemos tenido una lucha violentísima contra la Alianza. Y donde es francamente odiada por los trabajadores a causa de sus traiciones62.

Pero a este informe de Vicente Arroyo, podemos contraponer lo siguiente:

Sin embargo, lo más importante era la posición discrepante en el tema de la Alianza Obrera. Algunos dirigentes catalanes tuvieron que ceñirse a la disciplina del partido mientras Madrid afirmó, hasta finales de agosto de 1934, que el PCC no debía entrar en el organismo unitario catalán. Esto, sin embargo, se contradice con los comentarios de Vicente Arroyo, representante del CC en Cataluña en 1934, que señaló en una de sus cartas [la cita contrapuesta] al BP de Madrid lo mal que había sentado en el PCC la adhesión del partido a las Alianzas63.

Probablemente, la crispación se originó más bien porque era una táctica que el PCC ya había apoyado antes de que el Partido les corrigiese. Y no sea una indignación provocada por un desprecio inherente de los militantes y trabajadores catalanes hacia las Alianzas Obreras, que proviniese del convencimiento en la política, anterior del PCE, hostil a las Alianzas. De todos modos, las únicas referencias que he encontrado a este episodio del PCC, más allá de

61 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.19262 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., pp.194-195. La cursiva es mía.63 Ibíd., p.214.

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la de Rafael Cruz, al respecto de un intento anterior a septiembre de 1934 de ingreso en las Alianzas, son las siguientes:

Los dirigentes de la Alianza no se preocupan por la posición del Partido comunista oficial. Este participó en un par de reuniones de la Alianza catalana, trató de conseguir que se eliminara a la Izquierda Comunista [trotskistas] y, al no lograrlo, se retiró y comenzó una campaña contra la Alianza, acusándola de ser un instrumento de la burguesía, de ocultar la “traición socialista” y de querer impedir, con su constitución, la formación de soviets64.

Víctor Alba no especifica la fecha exacta del “par de reuniones” pero lo que está claro es que se produjeron meses antes de ingresar el PCE en las Alianzas Obreras. Rafael Cruz y Víc-tor Alba probablemente están hablando de lo mismo, en cualquier caso, considero que es una cuestión de gran interés para futuros investigadores. Encontrar esos resquicios de iniciativa, de autonomía, de los partidos comunistas respecto a la IC, es un ámbito que enriquecería enorme-mente el estudio sobre los mismos.

Brevemente, Josep Lluís Martín i Ramos, señala que “la Alianza Obrera de Cataluña co-mienza a gestarse en la primavera de 1933, de hecho, el PCC participa brevemente en este período inicial”65. Esta referencia es coincidente con la de Rafael Cruz y es seguro que engloba a la de Víctor Alba, pero las motivaciones de aquel aislado intento del PCC de integrarse en la Alianza Obrera siguen quedando en interrogante. El añadido de las contradicciones de Vicente Arroyo, a las que se ha hecho referencia, genera una mayor inconsistencia historiográfica al respecto.

Esclareciendo estos episodios aislados, se puede alcanzar una mayor comprensión de la naturaleza de ciertas iniciativas del PCC, y de este modo poder llevar a cabo una Historia del comunismo oficial en Cataluña con garantías.

En cualquier caso, Vicente Arroyo informó, del siguiente modo, de la interpretación que se hacía de las Alianzas Obreras:

Nuestro Partido dentro de ellas [de las Alianzas Obreras] trabajará para transformarlas de conglomerados de direcciones de partidos en organismos vivos de frente único, pues como se decía en el informe del secretario del Partido: “los delegados de las Alianzas deberán ser elegidos democráticamente en asambleas de sindicatos, de organizaciones, comités de fábrica, campesinos y parados”66.

64 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., p.148. La cursiva es mía.65 MARTÍN I RAMOS, Josep Lluís, Els orígens del Partit Socialista Unificat de Catalunya (1930-1936), Barcelona, Cu rial, 1977, p. 8466 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., p. 156.

Con una estrategia enfocada, entonces, a la conquista de la mayoría de la clase obrera utilizando la integración en frentes obreros para posteriormente capitalizarlos, y con la movi-lización constante, como medio, inherente al Frente Único por la base, llegamos a octubre de 1934.

No se va a tratar aquí el episodio revolucionario del octubre de 1934 español en profun-didad67, ya que no es el objetivo del capítulo ni del trabajo. Pero sí nos vamos a centrar en algunos de los aspectos que conforman la particularidad del caso catalán en este contexto re-volucionario de octubre de 1934 en España.

Tras la entrada de la CEDA en el gobierno junto a los radicales, el día tres de octubre de 1934, el PSOE había decidido lanzar ya la idea de la insurrección armada. Dicha insurrección sólo prendió en Asturias y Cataluña, “en Barcelona, la Alianza Obrera convocó una huelga general que, a pesar de la oposición de la CNT, fue seguida por la mayoría de los trabajadores de la ciudad condal y de numerosas comarcas catalanas”68. Se llegó a proclamar la República Catalana desde la Esquerra de Companys, aunque se trató de un acto simbólico más que de una acción organizada y sólida.

La revolución de 1934 fracasó en Cataluña como en el resto de España pero, ciertamente, se sucedieron actuaciones que convierten al contexto catalán en singular.

En un principio, la Generalitat se puso al frente del levantamiento; la Alianza Obrera formada por todos los partidos obreros la secundó, pero al estar el movimiento siempre bajo la dirección del gobierno catalán y de su partido, su decisión de “vuelta atrás” tuvo como consecuencia el repliegue del resto de los participantes y del mismo movimiento69.

Seguramente, la participación de la Generalitat en la insurrección catalana es una caracte-rística que aporta singularidad al caso que nos ocupa. Pero, precisamente, esta particularidad condicionó el octubre catalán;

En Asturias, la Alianza obrera no había tenido que esperar la colaboración de los republicanos. No sintió miedo a la revolución. Se luchó durante dos semanas y el gobierno tuvo que recurrir a las fuerzas del Tercio (Legión Extranjera) para aplastar el alzamiento de los mineros70.

67 Para profundizar en este acontecimiento es fundamental: BIZCARRONDO, Marta, Octubre del 34: reflexiones de una revolución, Madrid, Ediciones Ayuso, 1977. JACKSON, Gabriel, Octubre de 1934: cincuenta años para la reflexión, Madrid, siglo XXI, 1985; JULIÁ, Santos, Historia del socialismo español, Barcelona, Instituto Monsa, 1997. Dirigida por Manuel Tuñón de Lara.68 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p. 83.69 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.213.70 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., p.175.

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“Los únicos que atribuyeron al PCE un papel dirigente en el movimiento fueron los órga-nos periodísticos de extrema derecha y la propaganda oficial del gobierno”75, el PCE podría ejemplificar todos los miedos de la derecha, pero lo cierto es que le regalaban un estatus que no poseía.

Tampoco la situación política catalana de 1934 fue aprovechada para conseguir una mayor incidencia; su inflexibilidad para identificar Estatuto y burguesía, y por ende contrarrevolución, le impidió, en contra de sus propósitos, jugar ningún papel en el movimiento nacionalista. En el pleno del comité central del PCC de julio de este año [1934], Arlandis, con gran aplomo, manifiesta que: <<no puede haber conflictos entre estos dos gobiernos (el de la República y el de Cataluña) ya que la Generalidad no es el gobierno de los obreros y campesinos, sino el de la burguesía y los terratenientes. La Esquerra no es un partido representativo de la pequeña burguesía, como dijo Maurín (…) toda su política ha estado defendiendo los intereses de la burguesía terrateniente, y si admitimos esto, no pueden existir conflictos entre dos gobiernos que defienden los mismos intereses generales, por muchas que sean las contradicciones internas de la burguesía…>>76.

El análisis del PCC en los meses previos a los acontecimientos de octubre, una vez más alejado de la realidad catalana, ya presagiaba el papel testimonial que ejercería el PCC en los mismos. Y es la realidad catalana, su especificidad, la que crea la particularidad del comunis-mo oficial en Cataluña y no al revés.

El PCC, “no crecía en militantes y tampoco en influencia social o política a pesar de que, pronto, tendría que hacer frente a las negociaciones tendentes a crear un partido único del pro-letariado en Cataluña”77.

Tras los sucesos de octubre, la primera respuesta a los mismos por parte de la IC consistió en un acercamiento a la IOS. “Las gestiones comunistas consiguieron una entrevista entre los delegados de la IC (Cachín y Thorez) y dirigentes de la IOS (Vandelvelde y F. Adler), el día quince [de octubre de 1934]78. Y ya desde finales de 1934, el PCC estuvo al tanto de las con-versaciones que se estaban llevando a cabo entre diferentes grupos obreros catalanes. En un comienzo “el PCE consideró tal proceso una maniobra para desviar la atención de los que se orientan hacia nuestro partido”79, en la línea de las interpretaciones sectarias y completamente surrealistas formuladas hasta el momento.

75 ALBA, Víctor, El Partido…, ob. Cit., p.150.76 MARTÍN I RAMOS, Josep Lluís, Els orígens…, ob. Cit., pp. 84-85.77 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.216.78 MARTÍN I RAMOS, Josep Lluís, Els orígens…, ob. Cit., p. 181. Para tratar el proceso de formación del PSUC son básicas las obras de MARTÍN I RAMOS, Josep Lluís, Els orígens del Partit Socialista Unificat de Catalunya (1930- 1936), Barcelona, Curial, 1977. Y BALCELLS, Albert, Marxismo y catalanismo, 1930-1936, y Trabajo industrial y organización obrera en la Cataluña contemporánea, 1930-1936.79 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.245.

A partir de aquí, tras la derrota en octubre, se desarrollará un conflicto entre el PCE y elPCC. Las discrepancias tuvieron su origen, fundamentalmente, en la interpretación del papel de los anarquistas en la contienda por parte del PCE, y la réplica de la sección catalana que no estaba conforme con la valoración que se hacía de la actuación socialista. De cara a aprobar una resolución conjunta sobre los resultados de octubre, el Buró Político del PCC propuso “la sustitución de la frase <<la traición de los jefes anarquistas>> por esta otra: <<la posición contraria al movimiento de los dirigentes de la CNT y FAI>>”71.

La postura de la sección catalana se ha de entender desde la dificultad que entrañaría au-mentar la influencia del partido en la sociedad catalana si trataban de traidores a los anarquis-tas. Estos eran mayoría en Cataluña, realizar una interpretación de ese calibre cerraría también las puertas a un posible proselitismo.

Además de estas discrepancias en torno al papel de los anarquistas en los sucesos de octu-bre, también se originaron fricciones, como se ha señalado anteriormente, por la interpretación generosa que hacía el PCE de la actuación del PSOE en los mismos. Dicha actuación fue ca-lificada de “posición no muy honradamente revolucionaria”72. Desde el PCC se buscaba una igualdad ante las diferentes interpretaciones que hacía el PCE de anarquistas y socialistas.

En el PCC, por su parte, según Víctor Alba:

Trataron de atribuirse todo lo que se hizo. Afirmaron que se cometió el error de pedir armas a la Generalidad, en vez de quitárselas a la policía, como si esto hubiera sido posible sin romper con la Generalidad. Y se vanagloriaban de los éxitos parciales, en los que no tuvieron parte alguna. Por ejemplo, dijeron que “en Lérida se levantaron barricadas bajo los pliegues de nuestra bandera roja”, cuando en realidad era la bandera del Bloque73.

Más allá de las discrepancias producidas por diferentes las interpretaciones al desarrollo del movimiento revolucionario de octubre de 1934, así como disputas personales generadas entre miembros del PCC: “el enfrentamiento entre Ardiaca –secretario político del PCC en octubre- y tres integrantes de la sección catalana –Sesé, Arlandís y Del Barrio-, y por otra, el enfrentamiento entre estos tres y parte de la base del Partido en Cataluña”74. Enfrentamientos fundamentados en reproches por ciertas actuaciones desarrolladas en el contexto revolucio-nario, la realidad fue, que así como el PSOE fue el partido con mayor peso en la revolución asturiana, en Cataluña, el partido obrero más influyente fue el BOC. Pero la Alianza Obrera fue la clave de la insurrección, sin ella no se puede comprender su alcance ni su formación.

71 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.214.72 Id.73 ALBA, Víctor, El marxismo…, ob. Cit., p.176.74 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.215.

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de la Izquierda Comunista (trotskista) de las negociaciones”82. Pero otro obstáculo considera-ble para llevar a cabo la creación del nuevo partido fueron las diferentes concepciones orgáni-cas que exponían el PSOE y USC, frente a las de la ICE y el BOC.

La federación socialista y USC, en un comienzo se mostraron proclives a una fusión por separado de las tendencias socialistas y comunistas, pero más adelante propusieron la unifica-ción de todas las organizaciones marxistas, siempre realizada dentro del PSOE. Esto está en clara sintonía con la política socialista enfocada hacia las Alianzas Obreras, rechazadas éstas porque debía ser el PSOE quien capitalizara a la clase obrera y no las Alianzas. Del mismo modo se conceptualizaría la unión de las juventudes.

El BOC, el PCP y la ICE se mantuvieron a favor de la fusión, “a Catalunya és on i ha crea-des condicions del tot favorables per la unificació, que en cas de realizar-la, repercurtirà tot seguit a Espanya”83. Es decir, “en Cataluña es dónde están creadas las condiciones favorables para la unificación, que en caso de realizarse repercutirá al resto de España”. Esta era la posi-ción de la ICE, compartida por el BOC y el PCP. Quizás la proyección nacional marcada por la ICE era más compartida por comunistas y socialistas que por organizaciones más ceñidas al ámbito catalán, pero lo cierto es que las posiciones se iban perfilando a lo largo de 1935.

“El PCP rompió finalmente, en primavera, sus relaciones con la ICE y el BOC, ya que estos ratificaron públicamente su voluntad de crear un tercer partido, el cual, según las pala-bras del bloquista Lluís Portela, desplazaría al resto”84. La ICE y el BOC conceptualizaron un proceso de unificación catalán que pasaba por la creación de un nuevo partido obrero al mar-gen del PSOE y del PCE, para, de este modo, superar el carácter no revolucionario de estos. Lo que les desmarcó del proceso unitario que se estaba forjando, y en septiembre de 1935 “el BOC y la ICE se fusionarían creando el POUM, y la USC prometió algún tipo de acertamiento a la Internacional Comunista después del fracaso negociador con el PSOE en Cataluña”85.

Llegados a este tramo del proceso de formación de un partido marxista que aglutinase el espíritu unitario latente en la base del movimiento obrero catalán tras el fracaso de octubre de 1934, nos encontramos un proceso de unificación restringida. Por un lado tenemos al BOC y la ICE que optan por desmarcarse y formar el POUM, y por otro lado encontramos a la USC y el PCP, que tras sus conflictos con PSOE y BOC e ICE se encontraban en una posición expectan-te y receptiva al proyecto original. Pero estas formaciones no podrían nunca capitalizar todo el movimiento unitario proveniente de la base. En estos momentos, el factor determinante, elelemento que condicionó el posterior desarrollo de este proceso unitario, fue el VII Congreso

82 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.245.83 MARTÍN I RAMOS, Josep Lluís, Els orígens…, ob. Cit., pp. 188-189.84 Ibíd., p.192.85 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.246.

En marzo de 1935, Gil Robles entró en el ministerio asumiendo la cartera de defensa80, promocionó a militares que tendrían una incidencia vital en la Guerra Civil, como fueron los generales Francisco Franco o Emilio Mola, además de restablecer los Tribunales de Honor, y apartó a los hombres de Azaña entre otras medidas. En este contexto, el PCE pidió la disolu-ción de las Cortes y la constitución de un Bloque Popular Antifascista. En este mismo mes de marzo, un documento del Buró Latino (PCF, PCI, PCE), argumentaba la necesidad de ampliar el frente unitario de lucha contra el fascismo:

La creación de la Alianza Obrera y Campesina, como base de la unidad revolucionaria de las masas, en las luchas por el poder, es puesta hoy en día en el centro de la acción política. Al mismo tiempo, los comunistas declaran que en el frente de la revolución ha de bastar también todos los elementos que todavía no se han situado enteramente sobre el terreno de la Alianza Obrera y Campesina, pero que están a punto de luchar efectivamente para colocar una barrera en el camino de la contrarrevolución fascista. Cabe crear en unión con todos estos elementos un amplio frente popular antifascista, este es el principal proyecto, el cual no ha de basarse solamente en la lucha por la liberación de todos los presos políticos, por la restauración de todas las libertades democráticas, para entregar tierras a los campesinos y por la emancipación de las naciones oprimidas sino también por la instauración de un gobierno revolucionario provisional que, apoyándose en el desarrollo de las Alianzas Obreras y Campesinas, acabará con la contrarrevolución fascista, pondrá en prisión a todos los jefes fascistas, disolverá sus organizaciones, y abrirá el camino a la revolución81.

Se dieron una serie de conversaciones entre Unió Socialista Catalana (USC) y el PCC, pero fundamentalmente todos los partidos comenzaron las negociaciones en los primeros me-ses de 1935. Cataluña era uno de los puntos de referencia para aplicar los nuevos postulados de la IC que condujesen al amplio frente popular antifascista, aunque la precaria situación de la sección catalana del PCE, divorciada de la realidad catalana, como hemos observado hasta el momento, era un escollo importante.

El 3 de febrero de 1935, gracias a la convocatoria del PCP (Partit Comunista Proletari), se dio lugar a una reunión entre el PSOE, la USC, el BOC, el PCC e ICE (Izquierda Comunista). Serían varias las reuniones celebradas hasta abril. En estas reuniones de las organizaciones marxistas catalanas y la federación catalana del PSOE, “se puso de manifiesto la intransigencia del PCC –al exigir ahora el programa de la IC como premisa del nuevo partido y la exclusión

80 Para un análisis más detallado del desarrollo de la II República: CASANOVA, Julián, República y Guerra Civil, Barcel ona, Crítica, 2007; JACKSON, Gabriel, La República española y la Guerra Civil, Barcelona, Crítica, 2008; Ed. VIÑAS, Ángel, En el combate por la historia: la República, la Guerra Civil, el franquismo, Barcelona, Ediciones de Pasado y Presente, 2012.81 MARTÍN I RAMOS, Josep Lluís, Els orígens…, ob. Cit., pp. 185-186.

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y proclamaba la conveniencia de unión de los cuatro partidos en todas las luchas políticas en tanto se celebrara el Congreso de Unificación. La resolución la firmaron Joan Comorera (USC), Artur Cussó (PCP), Rafael Vidiella (FC del PSOE) y Miguel Valdés (PCC). El acuerdo recoge las condiciones de G. Dimitrov y la Internacional Comunista sobre la unificación de los partidos socialistas y comunistas89.

Quedaba definido el PSUC, el anhelado Partido Socialista Unificado de Cataluña. “El nue-vo Secretario General fue Joan Comorera, y el CE quedó formado por tres miembros de cada una de las formaciones, menos del PCP, que sólo obtendría dos puestos”90.

Ciertamente, los sucesos de octubre, empujaron a una intensificación de las relaciones entre socialistas y comunistas a nivel nacional, no sólo en Cataluña. Pero quizás, lo que haga particular al ámbito catalán es que los anarcosindicalistas eran la fuerza dominante, y esto se podría valorar como un elemento determinante que propiciase la unidad en Cataluña entre socialistas y comunistas, como anomalía peninsular. Las resoluciones del VII Congreso de la IC fueron esenciales para que el proceso unitario se produjese, pero para que estas alcanzasen una incidencia real en Cataluña, fue imprescindible que se encontrase al frente de la USC Joan Comorera. La USC era el partido de más renombre y con mayor incidencia política en Cata-luña91, y sin su participación en la unificación, el PSUC difícilmente podría haber adquirido el protagonismo que tuvo como partido de masas.

89 Id.90 MARTÍN I RAMOS, Josep Lluís, Els orígens…, ob. Cit., p. 231.91 Ibíd., p. 233.

de la IC.En julio-agosto de 1935, se celebró en Moscú el VII Congreso de la IC, y será ahora

cuando se ratifique y se desarrolle la nueva política del Movimiento Comunista. Togliatti dejó claras las razones del viraje:

“Para nosotros está absolutamente fuera de discusión que existe una identidad de objetivos entre la política de paz de la Unión Soviética y la política de clase obrera y de los partidos comunistas en los países capitalistas. Esta identidad de objetivos no puede ser motivo de dudas en nuestras filas. Nosotros no defendemos a la Unión Soviética sólo en general, defendemos en concreto toda su política y cada uno de sus actos”86.

La alianza con las democracias occidentales para hacer frente al nazismo. La política exte-rior de la URSS propiciaría ese anhelado, amplio frente popular antifascista, por las bases de las organizaciones obreras.

El cambio de dirección en la Unió Socialista Catalana “con el acceso de personas más pro-clives a la unificación con los comunistas, y las circunstancias políticas catalanas y españolas de los primeros meses de 1936, hicieron posible un punto de partida distinto y más clarificador que el de un año antes”87. La victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 fue un contexto propicio a la unificación. Pero un mes antes, el 12 de enero, se celebró una reunión extraordinaria del CC de PCC. En esta reunión se acordó ingresar en el Comité de re-laciones USC-PCP y propugnar el acercamiento con la Federación Catalana del PSOE.

La dinámica unificadora se mezcló con las elecciones del 16 de febrero, y los acuerdos materializados, probablemente fueron determinantes para la victoria en las citadas elecciones. “Así en marzo de ese mismo año, la Federación Catalana del PSOE se adhería al Comité de Enlace de los tres partidos”88.

El 6 y 7 de junio se oficializó la posición del PCC en una Conferencia Nacional, y el 23 del mismo mes, el Comité de Enlace llegó a un acuerdo final que constaba de siete puntos. Básicamente:

El nuevo partido tendrá como principio de organización el centralismo democrático; se mantendrá independiente de la burguesía, constituyéndose en un partido de clase del proletariado y de los campesinos; se manifestaba en defensa de la URSS y contra la guerra imperialista; proclamaba la necesidad de lucha por la liberación nacional, por la conquista revolucionaria del poder y por el establecimiento de la dictadura del proletariado; declaraba su simpatía por la IC

86 ESTRUCH, Joan, Historia…, ob. cit., p. 87.87 CRUZ, Rafael, Historia del PCE…, ob. Cit., p.246.88 Id.

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Conclusión y posibles líneas de investigación a seguir

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ron estos movimientos a lo largo de la II República fueron mucho mayores que el logrado por el PCE hasta el ascenso de éste ya en la Guerra Civil. Pero esto no debería ser un obstáculo para llevar a cabo, nuevos y novedosos estudios sobre aspectos del movimiento obrero español en época republicana que hicieran hincapié en el reducido, pero siempre presente, sector co-munista oficial. Probablemente, desde aquí, se podría indagar en algunas actitudes e iniciativas ajenas a las directrices a la IC. Las destacadas anteriormente como episodios aparentemente anecdóticos, que fueron consideradas como “errores en la aplicación del frente único”1, pero que cuando uno las aborda le sobrevienen las dudas interpretativas.

Un ejemplo ilustrativo fue el ingreso del PCC en la Alianza Obrera en 1933, antes de que lo hiciera el PCE en 1934. Un episodio nada desdeñable que se ha de enmarcar dentro de la polémica surgida entre el PCC y el PCE, tras el ingreso oficial de éste en septiembre de 1934 en las Alianzas Obreras. Y que sin embargo había iniciado una campaña contra la fundación de las mismas en Cataluña desde 1933. Seguramente las organizaciones locales y provinciales del PCE de la II República, sean terreno abonado para este tipo de investigaciones.

Investigar estas anormalidades o rarezas aportaría un mayor conocimiento sobre el PCE. Estas irregularidades no dejan de reflejar algo bastante lógico, y es que no hay que olvidar que una organización compuesta por personas, es imposible que se ajuste de forma inalterable a una serie de directrices, permanentemente, sin que exista excepción alguna. A través de estas excepciones podemos conocer en mayor profundidad las sinergias del movimiento comunis-ta.

Haber prestado atención al comunismo oficial en Cataluña me ha confirmado la idea de que la trayectoria del PCE en la II República no podía ser tan homogénea como pueden hacer pensar las obras consagradas al férreo control ejercido por la IC sobre sus secciones naciona-les. Es de sobra conocido que Cataluña, en los años 30, ofrece un laboratorio sociopolítico for-midable que justifica aún más la necesidad de un estudio específico sobre el comunismo oficial en esta zona. Un PCC, que por su particularidad puede ofrecer la posibilidad de desarrollar nuevas interpretaciones y que hasta ahora, como se ha señalado con anterioridad, sólo ha sido tratado de forma complementaria a otras formaciones políticas catalanas.

Otro ejemplo de tratamiento exiguo y complementario es el que se le ha dado a la relación entre la intelectualidad de sensibilidad comunista y el PCE. Sería conveniente realizar estudios al respecto, ya que la problemática que se ha mantenido entre ambos ha sido siempre muy pro-lífica y con un considerable conflicto teórico que merece la pena ser analizado en profundidad. Esto podría aportar un abundante material para la reflexión y la interpretación, de una cuestión, que mejoraría notablemente el conocimiento que hasta ahora tenemos sobre el PCE.

1 Véase: CRUZ, Rafael, Historia del PCE en la II República, Madrid, Alianza Editorial, 1987.

CONCLUSIÓN

Tras enfrentarme a la elaboración del presente trabajo, a modo de conclusión, he podido extraer una serie de reflexiones con la intención de que puedan servir de guía para futuras investigaciones. Entre ellas se encuentra la circunstancia, ya señalada, de que el tratamiento ofrecido al PCE de la II República se reduce a una escasa bibliografía, que con el paso del tiempo va necesitando nuevos tratamientos historiográficos que la complementen y la amplíen para poder ofrecer un estudio más pormenorizado de esta formación política. Una formación que por su nexo con el movimiento comunista internacional y por su especificidad puede pro-porcionar diversos campos de estudio enmarcados en el comunismo oficial, así como otros movimientos de raíz marxista en los años treinta, movimiento obrero (éstos ya estudiados pero que merecen nuevas aportaciones), la naciente sociedad de masas española y su cultura polí-tica, etc.

Hasta el momento, la línea interpretativa dominante dice que los partidos comunistas eran completamente dependientes de la Internacional Comunista. Y pese a estar fundamentalmente de acuerdo, he de insistir en que si se desarrollan investigaciones que analicen con deteni-miento episodios aparentemente anecdóticos que nos han mostrado cierto grado de iniciativa o autonomía de algunas organizaciones locales o provinciales del PCE. Y se hace el esfuerzo por descubrir otros nuevos; seguramente se puedan aportar interesantes interpretaciones, inéditas hasta el momento, sobre el PCE en la II República, y quizá aplicables a otros partidos comu-nistas. Que no servirían para discutir el inflexible dominio estalinista sobre la organización kominterniana, al contrario, lo confirmaría con sus contradicciones; que por ser escasas no dejan de ser un objeto de estudio que puede arrojar luz sobre el propio movimiento comunista oficial.

Los nuevos estudios que se realizaran, sobre el PCE en la II República, deberían inser-tarse también en canales de acción comunista que no pertenecían a los espacios políticos al uso. Se ha de abordar la práctica comunista inmersa en la cultura popular, como fueron las asociaciones o clubes deportivos, las editoriales, las escuelas de partido, mítines, la prensa, el cine, fiestas populares, etc. En definitiva otros cauces para influir en la sociedad, y la clara intencionalidad de politizar el ocio. Este ámbito de estudio puede aportar conocimiento sobre la cultura política comunista, un mayor entendimiento de las prácticas cotidianas del PCE en contextos populares cercanos al posible simpatizante o futuro militante. Que a su vez nos acerca y se puede extrapolar a las nuevas prácticas que se estaban desarrollando en la sociedad de masas española, prácticas culturales y nueva metodología de movilización política que se comenzaba a experimentar en España.

El obrerismo, ha sido objeto de un estudio historiográfico que ha descansado mayormente en las tendencias anarquistas y socialistas. Obviamente, el peso e influencia social que tuvie-

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Para el proceso de formación de las JSU sería interesante seguir la línea marcada por San-dra Souto Kustrín, para realizar una investigación al respecto. Enfocar el estudio insertado en un conocimiento de las prácticas y tendencias político-culturales de la juventud de los años treinta y sus precedentes, que a su vez se enmarque dentro de los procesos similares que se desarrollaron en otros países y en la diferente conceptualización de la organización juvenil que hacían socialistas y comunistas. Una investigación, exhaustiva, dedicada a la formación de las JSU es necesaria para renovar la episódica y vetusta bibliografía disponible.

Y para finalizar, volveré a insistir en que, de cara dedicar una investigación a una sección de la Internacional Comunista como lo era el PCE; es preciso conocer en profundidad el cor-pus teórico que la justifica, así como el contexto en el que fue formulado. Ya que sin esto, es muy común encontrar la recurrente interpretación que une inexorablemente el pensamiento de Lenin con la praxis estalinista. Una conclusión que por ser tremendamente anacrónica y sim-plista es más propia de un interesado ejercicio político que de una labor historiográfica.

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Bibliografía

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