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EL PENSAMIENTO DE PEDRO DE VALENCIA Escepticismo y modernidad en el humanismo español

El Pensamiento de Pedro de Valencia Escepticismo y Modernidad en El Humanismo Espanol

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Artículo sobre el pensamiento de Pedro de Valencia. Filósofo escéptico español de época moderna.

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  • EL PENSAMIENTO DE PEDRO DE VALENCIA Escepticismo y modernidad en el humanismo espaol

  • JUAN LUIS SUAREZ SNCHEZ DE LEN

    EL PENSAMIENTO DE PEDRO DE VALENCIA Escepticismo y modernidad en

    el humanismo espaol

    COLECCIN MONTANO

    DIPUTACIN DE BADAJOZ Departamento de Publicaciones

    1997

  • Coleccin Montano n 7

    JUAN LUS SUREZ SNCHEZ DE LEN

    De esta edicin: Dpt. de Publicaciones de la DIPUTACIN PROVINCIAL DE BADAJOZ

    Printed in Spain - Impreso en Espaa ISBN: 84-7796-831-4 Depsito Legal: S. 956-1997

    Diseo y Maquetacin: ARTURO PORTILLO MERINO Maquetacin: AMELIA MOLINA SNCHEZ

    Impresin: Grficas VARONA Polgono El Montalvo, parcela 49. Telf. (923) 190036. Fax (923) 190027 37008 Salamanca

  • ndice general Introduccin 13

    Cap. 1 Entre el Renacimiento y el Barroco 19 1. De Felipe II a Felipe III 19 2. Algunas ideas escpticas 36

    Fantasa 40 Probabilidad 44 Epokh 46

    3. La preocupacin por el hombre y la situacin de Espaa.. 52

    Cap. 2 El alcance de las Acadmica 61 1. El escepticismo en el siglo XVI 61 2. Escepticismo, fidesmo y razn prctica 82

    Pirronismo epistemolgico 85 Escepticismo y fidesmo 93

    3. Las posibilidades del escepticismo 99 Era escptico Pedro de Valencia? 99 Diferentes escepticismos 107

    Cap. 3 Escepticismo y humanismo 123 1. El escepticismo prctico o moral 123

    Escepticismo prctico 123 Los aspectos prcticos del pirronismo 131

    2. Neutralidad y subversin 136 La influencia de Din de Prusa 140 Cinismo, estoicismo y criticismo 152

    3. El humanismo de Pedro de Valencia 167

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  • Cap. 4 Fe y razn en Pedro de Valencia 181 1. La teora del justo medio 181 2. Filosofa y religin 195

    Precursor? 195 El hombre, centro del discurso 201 Razn y religiosidad 206

    3. Humanismo, conocimiento y modernidad 216 Tres problemas: Dios, la comunidad y el sujeto 216 Touraine y la modernidad cartesiana 220 Humanismo y modernidad: la aportacin de Pedro de

    Valencia , 228

    Cap. 5 Un problema de identidad 241 1. El reconocimiento del otro 241

    La construccin del yo 241 Los moriscos de Espaa y la idea de trabajo 250 Las mujeres 257

    2. El caso de los pobres 260 La herencia de Vives 260 La novedad de Pedro de Valencia 264

    3. Derecho natural, pblico bien y justicia social 272 El buen monarca 273 Pblica utilidad y derecho natural 277

    Cap. 6 El humanismo moderno 283 1. Racionalidad y subjetividad 283 2. El Arte de la vida humana 295 3. El humanismo moderno. Conclusiones 303

    Bibliografa 311

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  • A mis padres

  • Agradecimientos

    El origen de este trabajo es la investigacin que realic para la obtencin del ttulo de Doctor en Filosofa en la Universidad de Salamanca y que con-cluy un perodo de siete aos de estudio en aquella universidad. Mi tesis de licenciatura ya haba estado dedicada a la obra del humanista extreme-o, aunque en aquella ocasin el objeto de estudio fue el pensamiento socioeconmico y, concretamente, su doctrina sobre los pobres y margina-dos en a Espaa del XVI. En gran medida, las ideas sociales y econmicas de Pedro de Valencia haban sido el asunto que mayor atencin haba sus-citado entre los estudiosos de su obra (incluyendo una excelente tesis en la misma Universidad de Salamanca por Jess Paradinas); la importancia de tales ideas sigue vigente, sobre todo a la luz de los ltimos descubrimientos, que han desvelado la situacin destacada de nuestro autor en la corte de Felipe III. Sin embargo, haba una tarea pendiente en relacin con el estudio de nuestro autor y sta era precisamente poner a la vista las fuentes y los fundamentos de su pensamiento. Es lo que trat de hacer en mi tesis doc-toral y lo que he pretendido a partir de las nuevas investigaciones que han dado como resultado este libro. Tales pretensiones -quizs algo arriesgadas-se concretan en dos objetivos ms modestos: de un lado, he intentado des-velar la importancia del escepticismo en el pensamiento de Valencia, tanto desde un punto de vista exclusivamente interno, como en relacin con las principales corrientes de pensamiento que marcan el trnsito desde el Renacimiento hasta la llamada "Modernidad". Por otra parte, el estudio del pensamiento de Pedro de Valencia quiere ser un paso ms en la aclaracin de lo que el humanismo y sus ideales, sus sueos, significaron para los pro-tagonistas de aquella poca tan llena de todo. Los ltimos captulos del libro quieren poner estas ideas en relacin con algunas de las propuestas de reforma social y poltica que el extremeo hizo al rey.

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  • En la realizacin de esta labor ha sido de especial importancia el direc-tor de la tesis, el Prof. Laureano Robles, no slo por su eficaz tarea de acom-paamiento, sino sobre todo por su talante abierto, liberal y respetuoso. He de agradecer tambin la formacin y los consejos recibidos por el que fue presidente del tribunal que evalu la tesis, el Prof. Cirilo Flrez; sus inves-tigaciones sobre la conexin entre el humanismo espaol y la filosofa moderna fueron de gran importancia para fijar los lmites de mi investi-gacin. Por ltimo, he de agradecer sinceramente la labor de los que con-tribuyeron a mi formacin en la Facultad de Filosofa de la Universidad de Salamanca, especialmente a la Prof. Mara Teresa Lpez de la Vieja y al Prof. Jos Luis Molinuevo. stas y otras cosas hicieron de los aos en la Uni-versidad de Salamanca una poca especial y divertida.

    Tambin he de mencionar a quien ms ha contribuido en los ltimos tiempos al estudio de la vida y de la obra de Pedro de Valencia y de algu-no de los ms grades humanistas espaoles. Sin la labor del Prof. Gaspar Morocho, de la Universidad de Len, director de la edicin de las Obras Completas de Pedro de Valencia (entre otros), este libro no slo no habra sido posible tal y como finalmente ha resultado, sino que habra carecido del contexto adecuado para aportar algo positivo, si es que lo hace, al conocimiento del humanismo de nuestro pas.

    De los aos en Salamanca no puedo olvidar a los que ms contribu-yeron al desarrollo de sta y otras ms productivas investigaciones. Las tertulias y discusiones en "La Biblioteca" han sido fundamentales para lu-minar este camino y para aclarar los verdaderos sueos de aquel huma-nismo, que fue de las armas y de las letras. Sirva la enumeracin de sus nombres de reconocimiento, aunque ser siempre insuficiente: Joserra Alonso de Linaje, Jos M. Bustos, Luis Lucas, Emilio Beites, ngel Eguiluz y Carlos Moreno.

    He de agradecer a la Excelentsima Diputacin de Badajoz el inters que mostr desde el primer momento por el manuscrito, as como la labor de impulso de las investigaciones sobre el humanismo en Extremadura que est llevando a cabo desde hace tiempo. Una mencin especial merecen, por su eficacia y paciencia, Antonieta y Luca. Asimismo, he de recordar las facilidades y el apoyo que siempre tuve de quienes dirigen y han dirigido el Centro de Estudios Extremeos, la Revista de Estudios Extremeos y la Real Sociedad Econmica de Amigos del Pas de Badajoz. Sin su colabora-cin el trabajo habra sido muy difcil de realizar.

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  • A Sandra he de agradecerle la revisin de las pruebas. La calidad de su trabajo habla por s sola y los errores se deben solamente al autor. Lo nico que siento es que sta haya sido la forma de acercarse al humanismo. Pero ms vale...

    A Pepa y a Juan Jess he de agradecerles su amistad y apoyo en todo momento. Como a Juan Antonio, cuya literatura epistolar marca un tiempo de esperanza en las maanas en el extranjero.

    Finalmente, he de decir que la posibilidad de continuar stas y otras labores es en gran medida posible gracias al apoyo de McGill University (Montreal), que me acogi hace algo ms de un ao como si siempre hubie-ra sido miembro de esta comunidad. Adems, el hecho de sentirme como en casa tan lejos de Espantaperros slo ha sido posible porque mis amigos de Montreal se han empeado en ello.

    Esta vez, no voy a olvidar a Ana, que desde que empec a tratar con Pedro de Valencia se interpuso agradablemente entre nosotros. Desde entonces est, dones de la diosa Fortuna, conmigo.

    Montreal, Indian Summer de 1997.

    ??

  • Introduccin

    U n espaol entre el Renacimiento y el Barroco. Esta frase podra sin-tetizar adecuadamente un primer postulado orientativo para alguien que nunca hubiese odo hablar de Pedro de Valencia. El inters por este humanista extremeo (Zafra, 1555 - Madrid, 1620)

    surge iniciamente debido a las incgnitas y estmulos que sigue provocan-do esta poca de la Historia de Espaa. Cuando el potencial poltico de la monarqua de los Austrias y su dominio sobre medio mundo estaba llegan-do a su fin se produce la aparicin de este polgrafo que dedic casi todo el tiempo de su vida a estudiar, solamente a estudiar, y a escribir.

    La coincidencia de las peculiares caractersticas de la situacin de Espaa -la necesidad de plantear y proyectar de nuevo el futuro de una nacin que viva por encima de sus posibilidades y con poca, o ninguna, rigurosidad-con el inicio de la poca Moderna de la historia occidental incrementan considerablemente la curiosidad hacia un autor poco conocido a pesar de su inmensa produccin intelectual.

    Pues bien, si el primer acercamiento se debe a lo que rodea esta figura, a su poca y a sus coetneos, al inicio de la modernidad filosfica, no es menos cierto que una vez que se leen ios primeros discursos de Pedro de Valencia son las propias trayectorias intelectuales que se van abriendo las que motivan para descubrir, pensar y relacionar todo lo que aparece ante la vista.

    Normalmente, el contacto con la obra de Pedro de Valencia se produce gracias a la lectura de la principal de sus obras filosficas, las famosas Aca-dmica sive de iudicio erga verum ex ipsis primis fontibus, y contina hacia sus textos de carcter social y econmico, en ios que analiza la situacin de los habitantes del pas y la del propio gobierno de Espaa.

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  • El paso desde un sector de su produccin hasta el otro sorprende por la calidad y rigurosidad conceptual del trabajo desarrollado en ambos, pero ayuda todava ms en el estudio de este autor el hecho de que entre los dos se abren numerosos campos temticos que el humanista aborda siendo fiel a la imagen que hoy tenemos del verdadero intelectual. Pedro de Valencia hace bueno el calificativo de humanista, ya que es capaz de conseguir un grado de rigurosidad y de lucidez muy elevado en todos los asuntos que afronta, sean stos religiosos, escrituarios, teolgicos, de costumbres, socia-les, filosficos, hacendsticos o literarios.

    Esta diversidad de temas y el discurso claro, realista y tcnicamente correcto que desarrolla nuestro autor son las causas fundamentales de que tantos intelectuales espaoles se hayan acercado, en pocas posteriores, hasta este cambio de siglo que vivi Pedro de Valencia, con la intencin de desentraar lo que se esconda detrs de tal abundancia de pensamiento.

    Menndez Pelayo, Costa, Maravall, Serrano y Sanz, Vias y Mey, Pare-ja Fernndez y Romn Caldern son algunos de los que ya hace bastantes aos se ocuparon con su figura, tratando casi siempre aspectos especficos de su pensamiento. Solamente Serrano y Sanz concibi un librito1 en el que expone de manera coherente un dibujo concreto de la forma de pensar y de las principales propuestas de nuestro autor.

    Ms recientemente han sido Croch de Acua, Oroz, Morocho Cayo, Paradinas Fuentes y Gmez Canseco los que han dedicado su atencin, con gran acierto casi siempre, al humanista de Zafra.

    Croch de Acua se acerc a su paisano para desentraar hechos y datos incompletos y para exponer nuevos descubrimientos referentes a la biogra-fa de Pedro de Valencia. Oroz, por su parte, edit la moderna versin de las Acadmica y se preocup sobre todo por aclarar lo que las relacionaba con el escepticismo renacentista, especialmente, con el academicismo de Cicern.

    Paradinas sigue siendo el autor que ms rigurosamente ha estudiado el pensamiento socioeconmico de Valencia y ha intentado elaborar un an-lisis de la influencia que los fundamentos filosficos de su formacin han tenido en el conjunto de su obra. Tanto en su tesis doctoral como en el estu-

    Serrano y Sanz, 1981.

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  • dio introductorio a los volmenes dedicados al pensamiento social y eco-nmico en las Obras Completas, ha sido capaz de articular las diferentes propuestas reformistas del zafrense dando sentido a un discurso econmico original y coherente, algo distante de los arbitristas de la poca y prximo a algunos de los movimientos de pensamiento econmico que abrirn la poca Moderna.

    Gmez Canseco dedic su tesis doctoral a Pedro de Valencia, pero lo hizo intentando dar una interpretacin de su obra dentro del contexto de lo que l llama el "humanismo tardo", es decir, las ltimas manifestaciones de humanismo que se dieron en Europa, concretamente en Espaa, despus de la muerte de Francisco Snchez de las Brozas. Tambin ha sido objeto de su inters la presencia de actitudes escpticas y estoicas en el trasunto de su pensamiento y la relacin de estas corrientes de origen helenstico en el conjunto de sus textos. Sin embargo, su tesis adopta tambin los rasgos propios de una visin global.

    Por ltimo, hay que destacar los trabajos de Morocho Gayo, que es posi-blemente quien mejor conoce la figura y el pensamiento de Pedro de Valen-cia despus que, a principios de siglo, se publicara la monografa de Serra-no y Sanz. Las lneas de investigacin de Morocho en relacin con Pedro de Valencia han seguido tres direcciones bien diferenciadas, que marcan, sin duda, el rumbo de cualquier investigacin que se haga en adelante.

    Por un lado, ha puesto de manifiesto diversos aspectos de la biografa de Pedro de Valencia que no se conocan y que sirven para ir completan-do un cuadro vital que presentaba numerosas carencias. Los datos relati-vos a sus nombramientos como cronista del reino y de Indias, aquellos que tienen que ver con la redaccin de una historia de Felipe III, la publicacin del testamento de Pedro de Valencia y algunos otros, suponen un nuevo caudal de sugerencias para interpretar mejor tanto al hombre como su pen-samiento.

    Por otro lado, Morocho ha mostrado perfectamente la influencia que el cinismo de Din de Prusa ha tenido en los trabajos sociales, polticos y filo-sficos de nuestro intelectual, destacando la presencia de este movimiento filosfico por encima de otras corrientes del pensamiento helenstico que se crean de mayor presencia entre los humanistas espaoles. Despus de las averiguaciones de Morocho es inevitable destacar la importancia de las corrientes helensticas en la formacin de la cosmovisin de Pedro de Valencia y, especialmente, del cinismo que representa Din de Prusa.

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  • En tercer lugar, la incorporacin de Pedro de Valencia al movimiento humanista espaol que tuvo como maestro a Cipriano de la Huerga y del que formaron parte, entre otros, Arias Montano y El Brcense, no es slo una prueba definitiva del nivel intelectual de nuestro autor en el contexto de las letras clsicas, las Escrituras y la filologa pol grfica, sino que supo-ne abrir una lnea de estudio que aclare las peculiaridades de esta manifes-tacin tarda del humanismo espaol, sus conexiones con otras formas europeas de humanismo y, en resumen, el autntico nivel intelectual de sus representantes.

    Por ltimo, hay que destacar que se debe a Morocho el impulso y la direccin de la edicin de las Obras Completas de Pedro de Valencia. La calidad de los volmenes aparecidos hasta el momento y el mismo plan de la obra son elementos ms que suficientes para ensalzar el trabajo que en este sentido se est realizando desde la Universidad de Len.

    Aun a sabiendas de que solamente la finalizacin de las Obras Completas permitir dibujar una primera figura que comprenda armnicamente todos los aspectos de su obra, el presente trabajo no quiere ser ms que una interpreta-cin parcial y, posiblemente sesgada, de una parte de su pensamiento.

    Quiere ser una interpretacin -y no una exposicin-del pensamiento de Pedro de Valencia porque tanto en el aspecto biogrfico como en el socio-econmico ya se ha avanzado bastante en la direccin de una exposicin articulada. Por otra parte, y una vez puesto en marcha el proyecto de edi-cin de sus textos, toda exposicin pecar de incompleta mientras no se cierre la edicin de las Obras.

    Adems, creo que era necesario llevar a cabo una interpretacin del pensamiento de Pedro de Valencia que se situara en la perspectiva de la filosofa y, a la vez, que tuviera en cuenta el valor y el sentido de sus dis-cursos en relacin con la poca que le toc vivir. La altura de los tiempos est marcada a principios del siglo XVII por el inicio de la modernidad filo-sfica y por la exaltacin y posterior fragmentacin de la naciente y triun-fante racionalidad.

    La presencia y las formas de la razn en Pedro de Valencia, el peso del discurso racional en el conjunto de su obra, las relaciones de su pensa-miento con el escepticismo y las determinaciones de los discursos escpti-co y acadmico en e! uso que hace de la racionalidad, son algunos de los temas que crea necesario aclarar.

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  • Al mismo tiempo, me resultaban insuficientes las explicaciones que se haban dado respecto a la presencia del discurso propiamente filosfico en su obra y las afirmaciones sobre el carcter exclusiva y definitivamente reli-gioso de su interpretacin del mundo. Creo que no era coherente ensalzar la calidad de un libro como las Acadmica, reconocer su inmenso valor como historia de la filosofa, maravillarse ante la modernidad de un traba-jo como se e, incluso, reconocer la influencia de las corrientes estoicas y cnicas, para afirmar finalmente que todo quedaba anegado por el peso de la escolstica, el cristianismo o la teologa.

    Tampoco me era adecuado atribuir solamente a la caridad cristiana las teoras que en materia de reforma social y de reforma econmica haba pro-puesto Pedro de Valencia en los veinte primeros aos del siglo XVII.

    Por eso, el objeto de este trabajo era ms que nada aclararme respecto a todos estos puntos, ya que ios trabajos realizados anteriormente, aunque de gran valor, no me parecan del todo completas desde el punto de vista no de la exposicin de su pensamiento, sino de una interpretacin cohe-rente y conjunta de la obra de Pedro de Valencia.

    La interpretacin que pretendo hacer debe casi todo a los trabajos que he citado antes, no slo porque una buena parte de las ideas de Pedro de Valencia las he conocido a travs de ellos, sino porque este trabajo est pensado en dilogo con ellas.

    Un dilogo que ha intentado aclarar la presencia del escepticismo y de sus diferentes formas y que ha pretendido tambin armonizar la filosofa escptica con el resto de las preocupaciones de nuestro autor. A la vez, ha querido rastrear la importancia del pensamiento escptico en la formacin y en el uso de una forma de la razn que es eminentemente moderna, la razn crtica, y que en Pedro de Valencia tiene uno de los primeros expo-nentes. Creo que este uso crtico de la razn posibilita una interpretacin de la racionalidad del humanista extremeo que no choca con su religiosi-dad y que, incluso, se sirve de sta para hacerle un hueco a la subjetividad en el conjunto de su obra.

    La influencia del hecho religioso tiene, en mi opinin, un triple sentido en el caso de Valencia. Por un lado, contribuye como elemento cultural fundamental a su idea general de la realidad, a su cosmovisin; por otro, introduce al hombre concreto en el centro de las reflexiones de Pedro de Valencia, haciendo de este hombre concreto el objeto fundamental de sus

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  • preocupaciones intelectuales; por ltimo, con la religin entra plenamente en su pensamiento la subjetividad, la consideracin del hombre como suje-to, con lo cual se evitan las tentaciones absolutistas de la racionalidad moderna y el equilibrio se convierte en la mejor virtud de una nueva forma de ejercer el pensamiento.

    Pedro de Valencia es un humanista y, a la vez, un intelectual, sin embar-go tambin es un hombre moderno. La modernidad se da en l en muchas de las dimensiones que ms adelante se desarrollarn de manera indepen-diente, pero es fundamental, sobre todo, considerar que Pedro de Valencia vive la poca en que se va a acabar imponiendo una forma determinada de racionalidad y que esta nueva forma es deudora del debate que en el siglo XVI hubo sobre el escepticismo y al que contribuy nuestro autor.

    Adems, su fe sincera, sus preocupaciones por problemas religiosos y teolgicos y su inters por la investigacin hermenutica de los libros sagra-dos son otros elementos de igual trascendencia en la conformacin de un pensamiento que, precisamente por gozar de todas estas influencias y tra-yectorias, es eminentemente moderno.

    Por todo ello, creo que la mejor forma de definir lo que desde el lti-mo tercio del siglo XVI hasta 1620 hizo Pedro de Valencia es afirmar que no fue ms que la prctica cotidiana de una forma de entender el "huma-nismo moderno". Prctica, y no teora, de un humanismo que es tanto ms moderno cuanto que olvidemos sus races renacentistas, su subjeti-vidad de origen cristiano, su talante eminentemente antropolgico, la pre-tensin sintetizadora y la influencia clsica, pero que es tanto ms huma-nista en cuanto deja de ser, en virtud de los elementos anteriores, un pensamiento prctico, crtico, de discursos diferentes y autnomos y de claras pretensiones racionales.

    W

  • CAPTULO 1

    Entre el Renacimiento y el Barroco

    1. De Felipe II a Felipe III

    Terminando el siglo XVI, en 1596, naca en una pequea ciudad de Turena, en La Haya, el primero de los grandes racionalistas modernos, Rene Descartes. En marzo del ao anterior, Henrijk Sibert Dungh, censor de Amberes1, daba su autorizacin para la publicacin del opscu-lo de un espaol que en la dcada de los setenta haba estudiado Leyes en la Universidad de Salamanca. Apenas cuatro aos antes de la publicacin de este librito, haba muerto en el castillo familiar, en Francia, Michel de Montaigne, el primer gran escptico moderno, sin haber conocido la edi-cin de sus Ensayos.

    Aquel libro publicado en Amberes se titulaba Acadmica sive de iuducio erga verum, ex psis primis fontibus y su autor era Pedro de Valencia. Adems, el encargado de esa primera edicin de 1596 haba sido, cmo no?, el impre-sor Juan Moreto, que se hizo cargo del negocio que tanto prestigio alcanz con el trabajo de Cristbal Plantino, su suegro, en las dcadas anteriores.

    Parece que la redaccin de las Acadmica tiene su origen en el encargo que Pedro de Valencia recibe de un amigo. Segn refleja la carta introduc-toria que abre la edicin de Oroz2, Pedro de Valencia responde al requeri-

    1 Valencia, Pedro de: Acadmica, p. 245.

    2 Oroz, 1987, p. 61.

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  • miento de Garca de Figueroa, tambin natural de Zafra3 y por estas fechas ocupado como ayuda de cmara de Felipe III. Garca de Figueroa quiere un estudio sencillo y claro que le ayude a entender las Cuestiones acadmicas de Cicern y que, adems, le allane a entrada en el que era problema de fondo para el ayudante del rey, el problema del criterio de verdad. Por esto recurre a su paisano.

    Pedro de Valencia, que en estos aos viva en Zafra, acababa de conse-guir el grado de Licenciado en Leyes por la Universidad salmantina4 y estaba prcticamente en la mitad de su vida cuando se dispone a cumplir el encar-go de Figueroa. Dedicaba sus das por entonces a su recin formada familia y a los trabajos de amanuense que todava haca para Arias Montano; asi-mismo, el estudio y la traduccin de los autores griegos y latinos le llevaba la mayor parte del tiempo que poda entregar a la labor intelectual.

    El hecho de que escribiera las Acadmica en slo veinte das sugiere que estaba ms que familiarizado con los autores que analiza en el texto. Pode-mos suponer, pues, que una buena parte de sus estudios, tanto en casa de Arias Montano, cerca de Sevilla, como en su casa de Zafra, los haba diri-gido -con anterioridad al encargo de Garca de Figueroa- hacia los princi-pales representantes de la Academia. En cualquier caso, es cierto que una de sus preferencias intelectuales a lo largo de su vida fueron los clsicos, tanto historiadores como poetas y filsofos.

    Con respecto a estos aos de su vida, Morocho se esfuerza por determi-nar sus verdaderas tareas y algunos de los autores clsicos sobre los que estaba trabajando con la intencin de saber si realmente haba ejercido alguna labor como profesor de lenguas clsicas en Zafra5.

    3 Haba nacido tambin en Zafra, lo que puede explicar que Pedro de Valencia le

    dedicara sus Cuestiones acadmicas. Oroz, 1987, p. 11. 4 Luego Pedro de Valencia obtuvo el grado de licenciado en Leyes entre el 21 de

    febrero de 1592 y el 5 de enero de 1594. Morocho Gayo, C , 1993, p. 29 (nota 32). 5 "En 1587 contrae matrimonio, previa dispensacin de Roma, cuya solicitud pidi

    Arias Montano, con su prima Ins Ballesteros. El matrimonio tiene siete hijos y de ellos sobreviven cinco al humanista.

    A partir de su matrimonio Pedro de Valencia vive en Zafra durante veinte aos, reti-rado y consagrado al estudio de las Sagradas Escrituras y de los clsicos griegos y latinos, en medio de las solicitudes y cuidados que conlleva una familia numerosa". Morocho Gayo, G., 1989, p. 609.

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  • Lo cierto es que hasta entonces sus escritos se haban limitado a cues-tiones variadas, principalmente traducciones de autores clsicos (el prlo-go a las poesas latinas de Arias Montano, fechado el 13 de junio de 1587), alguna obra moral basada en la recomposicin de textos griegos (principal-mente en Epicteto y Demstenes) y, sobre todo, numerosas cartas a sus ami-gos, especialmente a Fr. Jos de Sigenza y a Alonso Ramrez (la famosa carta-discurso a Alonso Ramrez con motivo de su nombramiento como Fis-cal de Hacienda). Aunque las Acadmica sern su nica obra publicada en vida, la difusin del resto de sus opiniones y dictmenes ser considerable.

    A partir de la redaccin de las Acadmica su obra tendr una mayor variedad y versar en muchas ocasiones sobre cuestiones ajenas a la filo-sofa, especialmente acerca de los problemas sociales y econmicos del pas. Sin embargo, una buena parte de su esfuerzo lo dedic siempre al estudio y traduccin de la literatura y del pensamiento clsicos y a la inves-tigacin bblica. De este empeo por estudiar las doctrinas antiguas queda constancia en ejemplos como el de la influencia que en su mtodo de tra-bajo dej el pensamiento escptico de pirrnicos y acadmicos. El rigor analtico y el carcter crtico y exhaustivo de sus estudios socioeconmicos guardan, en mi opinin, una cierta deuda con algunas de las enseanzas escpticas.

    Desde luego, la gravedad de los problemas que asolaban Espaa no conceda a las cuestiones relacionadas con la investigacin de los autores griegos y latinos un puesto prioritario en el inters social. Ms bien, la situa-cin de la economa, las inestables posesiones espaolas en el exterior de la pennsula y el carcter intrigante de una Corte en gran medida corrupta y, sobre todo, poco eficaz en las tareas de gobierno, deban ser los asuntos que preocuparan a alguien en el lugar de Garca de Figueroa. Por eso sor-prende an ms la peticin del cortesano.

    En cualquier caso, Pedro de Valencia se congratula por el hecho de que alguien dedicado a labores polticas tenga tiempo e inters por cuestiones filosficas de tal ndole y se dispone a cumplir el encargo con celeridad6.

    6 Y mientras tanto las mismas circunstancias proclaman una alabanza muy grande

    de tu persona, y es que t, de linaje y prestigio tan nobles, a tu edad y en los tiempos que ahora corren, a pesar de residir en la corte real, te preocupas por el cultivo de las letras. Valencia, Pedro de, o.c, p. 63.

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  • A la vez, avisa a su impaciente interlocutor de que lo que ha escrito en esta ocasin no es ms que un adelanto, una parte de lo que en el futuro le habra de enviar7.

    El carcter parcial, como manifiesta el texto citado, del estudio de Pedro de Valencia nos servir ms adelante para concretar algunas afirma-ciones que se han hecho acerca de la ndole de las Acadmica y de las pre-tensiones intelectuales del autor cuando traz el plan de la obra. Es cierto que el hecho de que nunca se llevara a cabo esa anunciada segunda parte va a dejar en hiptesis lo que se diga sobre este punto, pero sin duda es preciso, por este mismo motivo, hacer estas determinaciones, ya que entre las opiniones mencionadas destacan sesgadamente algunas de las lneas argumntales del texto de Valencia (la consideran como una obra de carc-ter meramente histrico), ignorando o aminorando la importancia de las restantes.

    El argumento de las Acadmica no es unidimensional ni puede limitar-se su estudio a la constatacin de la destacada calidad cientfica que tiene una obra de historia de la filosofa por el hecho de escribirse en el siglo XVI. Claro que ste es un aspecto fundamental, pero, en nuestro caso, no lo es tanto porque lo consideremos desde el punto de vista de la historiografa, sino porque nos permite afirmar con certeza el grado de familiaridad que el autor tena con los autores acadmicos. El hecho de organizar temtica-mente un discurso como el que publica Pedro de Valencia en 1596, que lo hiciera en tan slo veinte das8 y que proyectara una segunda parte nos hace pensar que el acercamiento a este problema epistemolgico no se pro-dujo de forma ocasional.

    En realidad, el inters por el criterio de verdad no surgi para Pedro de Valencia con el encargo de Garca de Figueroa. Este inters est ntima-mente relacionado con el debate abierto en Europa a raz de las crticas de Lutero a la autoridad eclesial y las consiguientes respuestas de Erasmo al reformador de Sajonia. Posiblemente, la publicacin del texto latino de Sexto Emprico y la gran difusin que tuvo por toda Europa contribuyeron

    7 Por eso, esclarecido varn, te envo una parte de lo que me habas encargado,

    como primicias de mi ingenio, mientras va madurando el resto: se me antojaba que tus prisas no iban a admitir una mayor dilacin, bid., p. 61 .

    8 Carta a fr. Jos de Sigenza, fechada en Zafra, a 23 de mayo de 1595, en Serra-

    no y Sanz, 1981, p. 15.

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  • de manera decisiva al inters que, en mbitos tan dispares como la corte de Felipe II y la casa familiar de los Valencia en los confines de la Btica9, suscit el problema del criterio de verdad.

    Si ei libro de Pedro de Valencia pretenda fundamentalmente servir de propedutica al texto ciceroniano, si cumple con acierto el objetivo de dar cuenta de la escuela acadmica desde las enseanzas de Platn hasta los ltimos escolarcas, para qu haba de enviarle una segunda parte a su amigo Figueroa cuando los objetivos propiamente histricos se haban logrado? Cul era el plan de esa segunda parte? Por qu consideraba Pedro de Valencia el texto escrito como un mero avance mientras va madurando el restoV.

    Estas cuestiones quedan explicadas slo en parte si atendemos a! carc-ter histrico de las Acadmica. Creo que la respuesta a stos y a otros inte-rrogantes contribuir a conformar ms exactamente el perfil filosfico de nuestro autor. En mi opinin, este libro alcanza un gran nivel como texto de historia de la filosofa, pero su valor no se agota aqu. La organizacin de la obra, las diferentes perspectivas que utiliza para su anlisis y ias opiniones del autor permiten considerar este texto como un trasunto del pensamiento de Pedro de Valencia en lo relacionado con la epistemologa, es decir, como base y fundamento de sus ideas filosficas. Esto no quiere decir que Pedro de Valencia fuera escptico; el problema es algo ms complejo. Lo que s parece claro es que la rigurosidad del texto como obra histrica no es tampoco argumento suficiente para negar la presencia del pensamiento acadmico en nuestro autor. As es que en este punto ms vale poner en prctica la discusin in utramque partem; ser la mejor manera de ser fie-les al espritu que anima las intenciones de Pedro de Valencia.

    Pero volvamos a 1596, a Zafra y tambin a Madrid. En estas fechas esta-mos ante los ltimos aos de vida de Felipe II, con toda la nacin pendien-te del desenlace y con el gobierno paralizado por la situacin de su rey. Debido a la cantidad de funciones que el monarca asuma directamente era casi imposible desarrollar la accin de gobierno con eficacia en el momen-to en que la capacidad fsica de Felipe II disminua.

    9 De esta forma ilama Pedro de Valencia a Extremadura en la carta introductoria en

    la que dedica la obra a Garca de Figueroa. Vase: Valencia, Pedro de, o.c, p. 63. 10

    ibid., p. 61.

    jC *J*

  • La sensacin de que una poca se estaba acabando y la necesidad de que el heredero asumiese la direccin del pas contribuan, junto a la mala situacin econmica de la poblacin, al general estado de provisionalidad y ansiedad en que viva la nacin. Las esperanzas estaban puestas en el nuevo rey, en Felipe III11.

    La desmoralizacin se apart momentneamente con la coronacin de Felipe III y el pueblo consigui ilusionarse ante la perspectiva del cambio en la cabeza visible del pas. Los informes que circulaban en la calle sobre el nuevo rey eran esperanzadores, lo que contribuy a crear algunas expecta-tivas. Lo cierto es que duraron poco y pronto se comenz a aorar la senci-llez y el tino del anterior monarca. Inmediatamente se puso de manifiesto la incapacidad y la desidia del nuevo rey y los negativos resultados de la pro-gresiva acumulacin de poder en manos del favorito Lerma. La inmensa corrupcin de la que fue protagonista Lerma se unira a la incapacidad del gobierno para modernizar la estructura social y econmica del pas. La falta de productividad de la agricultura, la baja calidad del comercio con las Indias y los excesivos gastos derivados de la mala administracin, de las posesiones fuera de la pennsula y de las prebendas reales confluiran con la pretensin de ociosidad de un pueblo pobre e incipientemente urbanizado.

    Pedro de Valencia vive de lleno esta situacin, conoce la pobreza direc-tamente y ve las escasas perspectivas de los agricultores en su villa natal. Esto le impulsar a escribir numerosas cartas y memoriales recomendando un cambio en la accin de gobierno y una sustitucin de las estructuras sociales y econmicas del pas. Finalmente es llamado a la Corte, lo cual le proporcionar un puesto de observacin privilegiado para comprobar la situacin real de la poltica espaola.

    11 Una novela reciente, que recrea las andanzas por tierras sevillanas de un hidalgo

    en los itimos aos de vida de Felipe II, refleja perfectamente el espritu de la poca y el sentir de una gran parte de la poblacin:

    "Cuando regres a Espaa pens merecer algn oficio de servir al rey en las escribanas de la Corte en pago a sus servicios de soldado y en compensacin por su cautiverio en Argel, pero hall Madrid hecho un hormiguero de pretendientes, todos tan certificados como l pero muchos de ellos con mejores aldabas, y cada cual con su canuto de lata lleno de cdulas y recomendaciones (...). Fueron pasando los das descorazonadores y, al cabo, desengaado y mal contento, desesperando de hallar acomodo en la Corte y de cohabi-tar con la pobreza, pens en pasar a Indias donde, por la mayor incomodidad, los oficios no estaban tan solicitados, pero ni eso le sali concertado". Eslava Galn, 1994, p. 8.

    .Aw ffl

  • Tanto su formacin intelectual como sus vivencias en Zafra y en Madrid pertrechan a Valencia de un conjunto de experiencias excepcionales para ser testigo de las inquietudes y esperanzas de los espaoles que vivieron a caballo entre el Renacimiento y el Barroco. Por eso sus escritos son un buen lugar para introducirse en las corrientes espirituales que movieron esta poca, as como para identificar su posicin ideolgica y las medidas que propuso con la intencin de consolidar una Monarqua estable y hacer la vida de sus conciudadanos un poco ms feliz.

    Si el origen concreto de la inquietud de nuestro autor por los acadmi-cos se debe a Garca de Figueroa, lo cierto es que el inters general por el movimiento escptico hay que retrotraerlo unos aos ms atrs, a medida-dos del siglo XVI.

    La recuperacin de los textos de Sexto Emprico durante el siglo XVI constituye un hecho fundamental en el desarrollo del debate escptico que hubo en los comienzos de la modernidad. La coincidencia del descu-brimiento de los manuscritos de Sexto con uno de los momentos de mayor fragor en la lucha entre los reformadores protestantes y los catlicos orto-doxos colabor de manera considerable a modificar el curso de los acon-tecimientos. Mientras que Erasmo haba evitado por todos los medios a su alcance caer en las redes de un racionalismo extremo y optaba por una pie-dad cristiana en la que no era decisivo el aparato intelectual que sostena tales creencias, Lutero atacaba duramente esta posicin indignado ante lo que consideraba una flagrante falta de cristianismo, ya que a cualquier cris-tiano haba de imponrsele la verdad de la Revelacin.

    El problema de fe se aproxim y acab saltando al campo epistemolgi-co al buscar denodadamente ambos partidos un criterio de verdad religio-sa que les permitiera cierta superioridad sobre el rival. Haba que encontrar una verdad infalible en religin ya que las devastadoras crticas de Lutero, primero, y de los otros reformadores, despus, haban socavado de manera definitiva la autoridad de la Iglesia de Roma.

    La bsqueda de la verdad se uni al intento de encontrar un criterio que fuera universal y que permitiera la anulacin del rival, es decir, que fuera exclusivo12. La justificacin del criterio, la regla de fe, el ltimo pilar sobre

    12 La universalidad y la exclusividad, en mi opinin, son dos de las notas constitu-

    yentes de la razn modernizadora tal y como surgi en el siglo XVII, la cual se ha con-cretado despus en razn tcnica, por un lado, y razn de Estado, por otro.

    25

  • el que edificar todo el aparato intelectual que sostena las creencias, se con-virti en tarea primordial para los ms destacados personajes de cada bando. Sin embargo, lo ms que pudo conseguir cada uno de ellos fue ase-verar con certeza que el otro, el rival, no tena un fundamento ltimo racio-nalmente aceptable de lo que sostena13. Como ha dicho Popkin, Lutero haba abierto una caja de Pandora y en el futuro sera difcil cerrarla.

    La falta de criterio de verdad y la certeza -la nica quizs- de que no sera posible conseguirlo traslad, pues, el debate desde el campo religioso hasta ei intelectual14. La coincidencia de este momento con la recuperacin de los manuscritos pirrnicos de Sexto y la circulacin previa de los textos acadmicos de Cicern y Digenes Laercio -Vidas- introdujo de lleno el escepticismo helenstico en el comienzo de la modernidad.

    La batera de argumentos que los escpticos utilizaron para destruir los criterios de verdad que proponan los estoicos fue adaptada por los hom-bres del siglo XVI para aplicarla a la solucin de sus propios problemas. De esta forma nace la modernidad preada de la duda escptica. El problema del conocimiento se torna en este momento el principal de los problemas para cualquier hombre de letras, ya que la crisis religiosa que provoc la Reforma le obligaba a dar cuenta, si no de su mundo, s de todo lo que lo sustentaba, de sus creencias.

    El recurso al escepticismo en cualquiera de sus versiones se vuelve algo habitual. Recordemos que haba sido el propio Erasmo el que haba reco-mendado la "suspensin del juicio", es decir, uno de los principales argu-mentos que Arcesilao y Carnades haban utilizado para justificar su postu-ra. Quizs esto explique en gran medida el inters de Garca de Figueroa por estas cuestiones y la familiarizacin de Pedro de Valencia con un asun-to que en el siglo XVI era fundamental y al que no se le ha prestado la debi-da atencin cuando se ha estudiado ia vida del humanista zafrense.

    13 Lutero realmente haba abierto una caja de Pandora en Leipzig en 1519, y se

    necesitara toda la fortaleza de los hombres ms sabios de los dos siglos siguientes para encontrar una manera de cerrarla (o al menos, para que la gente no notara que nunca ms podra cerrarse). Popkin, 1983, p. 41.

    14 El problema del conocimiento, que la reforma coloc en lugar principalsimo, fue

    resuelto de dos maneras distintas en el siglo XVI: por una parte, la suspensin escptica del juicio, propuesta por Erasmo, apelando a la fe; por la otra, la solucin "razonable" de Castalin, ofrecida despus de reconocer que los hombres no podan llegar a la cer-tidumbre completa, ibid., p. 42.

    26

  • El rechazo que sufren algunas mentes por la consideracin de Pedro de Valencia como escptico tiene su origen, en mi opinin, en una estimacin demasiado burda de lo que fue el movimiento escptico. Las dimensiones que encierra el escepticismo helenstico -a lo cual me referir ms adelan-te- son, adems de numerosas, ms atractivas de lo que se ha insinuado; el escepticismo no es -al menos, no lo es siempre- sinnimo de incredulidad. Los hombres que, como Pedro de Valencia, vivieron en el espacio crtico comprendido entre el Renacimiento y el Barroco vieron en el escepticimo de la Academia, unos, y en el pirronismo, otros, un abanico de posibilida-des suficientemente amplio y, lo que es ms importante, suficientemente abierto, para dar mnima cuenta de su fe sin tener que entrar en grave con-flicto con la racionalidad moderna que se iba imponiendo.

    Descartes, fundador de la modernidad triunfante, se tiene que hacer escptico para poder dar cuenta de su racionalidad -una racionalidad que se vuelve enseguida hacia su metodologa escptica para destruirla- y, sin embargo, se mantiene creyente hasta el final de sus das. En este sentido es curioso comprobar cmo ya aparecan en las Cuestiones acadmicas cice-ronianas conceptos que varios siglos despus emple Descartes para fun-damentar el moderno racionalismo; trminos como "claridad y distincin", "evidencia" e, incluso, la hiptesis del "genio maligno" ya fueron recogidas por Cicern al repasar las doctrinas de Arcesilao y de Carnades.

    El reto en todos los casos era conjugar la profunda fe de estos hombres con la aprendida y emergente racionalidad moderna. En el caso de Des-cartes la solucin fue rpida y radical; en el caso de otros como Pedro de Valencia la evidencia de la razn no se impona con la fuerza {enargeia) que tuvo que imprimirle Descartes; por eso, la postura de Pedro de Valen-cia se presenta compleja y por eso tambin el error tan extendido de solu-cionar el problema de adscripcin del autor de las Acadmica con un apre-surado no era moderno, no era escptico porque era creyente o su obra era un libro de historia de la filosofa.

    No es casual que en 1596 Pedro de Valencia publicara una historia del antiguo movimiento escptico. Comprender adecuadamente el comienzo de la modernidad y de la trayectoria triunfante de la razn tal y como la entendi Rene Descartes supone necesariamente pensar el escepticismo tal y como se les present a estos hombres del siglo XVI, es decir, en el marco de sus profundas y sinceras -al menos en el caso de Pedro de Valencia- cre-encias religiosas.

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  • Por el contrario, hacer esto no implica afirmar la adscripcin de Pedro de Valencia a alguna de las escuelas escpticas antiguas con prioridad sobre las dems, ni siquiera dar por sentado su escepticismo15.

    Por tanto, el caso de Pedro de Valencia habr de ser considerado desde una perspectiva ms amplia, con la presencia simultnea de las dos direc-trices que marcan su biografa intelectual, esto es, su fe y la utilizacin que hace de la razn.

    Una de las cuestiones en que coinciden todos los que han estudiado alguno de los aspectos de la obra de Pedro de Valencia o de su vida es el carcter profundamente sincero de su religiosidad. Se puede discutir cul es el sesgo de su cristianismo y su proximidad o distancia de las corrientes de la espiritualidad cristiana en estos aos16. Pero sobre lo que no parece haber duda es sobre su sincero cristianismo.

    Sus numerosos escritos sobre problemas teolgicos, su conocida defen-sa de la edicin que hizo Arias Montano de la Biblia Polglota y su inter-vencin en asuntos relacionados con as errneas prcticas religiosas que tenan lugar en diversos puntos del pas parecen confirmar la opinin acer-ca de su sentir como cristiano.

    La reconocida religiosidad de Pedro de Valencia se confirma si atende-mos a textos como el que cierra su estudio sobre los filsofos acadmicos.

    El que sienta conmigo que le falta la verdadera sabidura, que no la busque en esta filosofa humana, sino que se la pida a Dios que la da a todos con generosidad, y a nadie echa en cara. Si alguien pien-sa que es sabio en este mundo, hgase necio para ser sabio, pues Dios, que escondi la verdadera sabidura a los amantes de la falsa sabidura, la revela a los pequeos.

    A Dios, nico sabio, toda alabanza por medio de Jesucristo. Amnu.

    15 En este sentido, Popkin extiende los lmites del problema al explicar lo que supo-

    na el escepticismo: ya que escepticismo significaba una visin filosfica que plantea dudas acerca de lo adecuado o fidedigno de las pruebas que puedan ofrecerse para justificar alguna propo-sicin, ibid., p. 1 7.

    16 Ver el libro de Ben Rekers sobre Arias Montano, Madrid, Taurus, 1973.

    17 Valencia, Pedro de, o.c, p. 243.

    28

  • Este texto y otros similares18 han sido utilizados como ejemplo demos-trativo del talante cristiano de nuestro autor y de la separacin radical que se aprecia en sus escritos entre la esfera de la fe y la de la razn. Los argu-mentos de unos van encaminados a destacar la preeminencia del aspecto religioso de su pensamiento, mientras que otros optan por afirmar su escep-ticismo o su racionalismo19.

    Lo que importa destacar de estas opiniones es el intento de hacer pre-valecer una de las tendencias que presenta la personalidad intelectual de Valencia, anulando en casi todos los casos las otras. Estos anlisis parten del hecho de que es contradictorio un cierto grado de racionalismo o la propia instalacin en el escepticismo con una sincera creencia y prctica de la reli-gin cristiana. Es decir, que era imposible para un intelectual de finales del siglo XVI ser un autntico cristiano y a la vez ejercer de racionalista.

    Pero hemos visto que es precisamente una cuestin religiosa el origen del debate escptico. Son Lutero y Erasmo los que abren la caja de Pan-dora y obligan a que los intelectuales de la poca adopten una posicin acerca de la capacidad racional del hombre y, lo que es ms importante, acerca de cmo hacer compatible ese incipiente racionalismo con sus pro-fundas creencias religiosas. El desenlace en el plano religioso va a ser nada menos que la escisin de la Iglesia entre protestantes y catlicos.

    Las salidas a la crisis escptica no fueron fciles. La diversidad de cami-nos empleados coincide en el empeo por salvar el elemento religioso. La lucha por hacer compatible la religin practicada y la racionalidad emer-gente es un argumento esencial para entender a hombres como Pedro de Valencia. Hacer la diseccin de su pensamiento desde la perspectiva de un intelectual posterior a Descartes es cometer un grave error de perspectiva, no porque se haga desde una poca diferente, sino porque el perodo inme-diatamente anterior al del autor del Discurso del mtodo es determinante

    18 Las palabras que anteceden al anterior texto de Pedro de Valencia en las Acad-

    mica son tambin tiles en este caso. 19

    Es cierto que hay autores, como Menndez Pelayo, que afirman que Pedro de Valencia fue un pensador escptico, e incluso quien lo califica de racionalista, como Serrano y Sanz. En nuestra opinin se trata de exageraciones. Valencia es crtico ms que escptico, (...). Tampoco creemos que se pueda calificar de racionalista a quien procu-raba siempre buscar en la Sagrada Escritura la fuente primera de sus conocimientos. Paradinas Fuentes, 1994, p. CXV.

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  • para comprender el camino tomado en esta obra. La opcin cartesiana y con ella, la opcin modernizadora y racionalista que se impuso, responde direc-tamente a la crisis escptica y religiosa que se desencadena en el siglo XVI.

    La bsqueda racional del criterio de verdad y la prctica de la fe eran las dos partes de una misma obligacin para los intelectuales del XVI como Pedro de Valencia y eso independientemente de la preeminencia que le atribuyeran a cada campo del conocimiento20.

    Popkin pone el nfasis en una de las salidas de lo que l denomina "cri-sis pirrnica". En su opinin, el camino de! fidesmo -que inici Erasmo- es el ms interesante de los que se abrieron como fruto del choque que supu-so el desafo contenido en los textos de Sexto. La acotacin semntica de lo que entiende por "fidesmo" cobra importancia para entender la posicin de Pedro de Valencia21, ya que -segn Popkin- el humanista zafrense est encuadrado dentro de los que optaron por la va fidesta22.

    Pedro de Valencia da a la fe prioridad sobre la razn, s, pero nunca abandona el camino de ia razn. En este sentido podemos hablar del "fide-smo" de Valencia. Lo que ocurre es que desde nuestro punto de vista decir esto es casi lo mismo que decir irracionalismo. Recordemos sin embargo, que la fe a la que hace referencia Popkin cuando habla de la aceptacin de alguna proposicin no es necesariamente la fe religiosa; se trata simpie-

    20 Luego, los escpticos recomendaron la suspensin del juicio sobre la cuestin de

    si estas creencias eran ciertas, sin embargo, an se pueden mantener las creencias pues toda clase de factores persuasivos no deben tomarse como evidencia de que la creencia era cierta.

    Por tanto, "escptico" y '"creyente" no son clasificaciones opuestas. Popkin, R. H., o. c.,p. 17.

    21 Refirindose a las lneas finales de las Acadmica, Popkin dice lo siguiente: Por

    tanto, no a causa de los argumentos escpticos, sino por el estudio de la historia del escepticismo, el lector, presumiblemente, deba descubrir el mensaje fidesta: que la ver-dad slo se encuentra por la fe, no por la razn, ibid., p. 73. Esta ltima idea niega a la razn toda certidumbre completa y absoluta de la verdad ante-rior a la aceptacin de alguna proposicin o proposiciones por fe (...), aun cuando la razn pueda desempear alguna funcin relativa o probable en la bsqueda o explica-cin de la verdad, ibid., p. 18.

    22 El fidesmo abarca un grupo de posibles opiniones, que van desde: 1) la de una fe

    ciega que niega a la razn toda capacidad de llegar a la verdad, o de hacerla verosmil, y que fundamenta toda certidumbre en una adherencia completa e incondicional a algu-nas verdades reveladas o aceptadas, basta 2) la que da a la fe prioridad sobre la razn.

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  • mente del establecimiento de un punto sobre el que sostener el resto del aparato de creencias. Es decir, para encontrar la verdad lo primero que hay que hacer es decidir cul va a ser el criterio de verdad que vamos a emple-ar. Para Descartes ser la duda metdica23 y para fidestas como Pedro de Valencia habr de ser la Sagrada Escritura o la fe cuando as corresponda, pero tambin sern elementos procedentes del uso crtico de la razn, del conocimiento histrico y de la autolimitacin de la razn provocada por el ataque escptico. El procedimiento en ambos casos es el mismo. Y es que la razn, hasta que se acepta una proposicin primera, no ofrece certidum-bres completas.

    Que las Acadmica es un texto de historia de la filosofa en el sentido moderno del trmino no lo pone en duda nadie24. Tampoco es cuestionada en ningn caso la calidad de este trabajo. Los elogios hacia esta obra de Pedro de Valencia se han repetido sucesivamente y no tanto por lo intere-sante del tema sino por la altura cientfica que alcanz como libro de his-toria. En el siglo XVI pocos textos son comparables al de nuestro autor en rigurosidad, en el manejo de las fuentes y en el reflejo fiel de las opiniones de los autores estudiados. Este aspecto es resaltado por todos los que se han acercado al texto de las Acadmica desde cualquier ngulo25. Su talante riguroso ha hecho que se considere el texto como un libro moderno en el sentido en que hoy hablaramos de un manual de historia de la filosofa.

    La constatacin del carcter histrico de esta obra la podemos encontrar en el testimonio del propio autor, el cual deja claro en numerosas ocasio-nes cul es el procedimiento que utilizar en su redaccin.

    Me voy a limitar a seguir el curso de aquel ro que, procedente de Scrates hasta llegar a la Academia, propagndose al travs de diferentes sabios hasta la poca de Cicern, desapareci en tiempos del filsofo romano ...26 o tambin,

    23 No hay que olvidar que Descartes se tiene que hacer escptico y dudar de todo

    para poder establecer un punto sobre el que apoyarse. 24

    Vanse entre otros ios trabajos de Menndez y Pelayo, Serrano y Sanz, Marcial Solana, Rodrguez Bachiller, Holgado Redondo y Oroz.

    25 Solamente Marcial Solana pone algn reparo a la calidad cientfica de las Acad-

    mica, aunque enseguida delimita el alcance de su crtica. Vase Solana, 1941, p. 375: Sin embargo, hay que poner algn reparillo a la obra de Pedro de Valencia ....

    26 Valencia, Pedro de, o.c, p. 69.

    31

  • Pero ahora no vamos a examinar el problema mismo, ni expon-dremos nuestro parecer, sino que vamos a referir un hecho, a la manera de los gramticos, como dice Galeno, esto es, reduciendo nuestro trabajo a repetir y poner de manifiesto las palabras de los antiguos...27.

    La posibilidad de considerar a Pedro de Valencia como pensador escp-tico o bien como creyente enemigo de la razn condiciona las opiniones de quienes consideran este libro como un mero texto -aunque de gran altu-ra- de historia de la filosofa, el cual debe su gran calidad y prestigio preci-samente a la objetividad de que hace gala en todas sus pginas28. La rigu-rosidad y precisin en el manejo de las fuentes excluira la posibilidad de asignar a Pedro de Valencia adscripcin a algunas de las etapas de !a Aca-demia y considerar siquiera la opcin de que fueran ciertas sus simpatas hacia la filosofa acadmica.

    Ei nivel cientfico de la obra y su carcter histrico parecen, en ocasio-nes, elementos suficientes para deslegitimar cualquier otra interpretacin de la obra de Valencia que no sea la de su consideracin histrica. Sin embar-go, podemos encontrar en las Acadmica otros prrafos que muestran sufi-cientemente que, en varias ocasiones, el autor expresa sus opiniones acer-ca de las doctrinas que est exponiendo. Por otra parte, creo que siempre es ms acertado considerar lo que hace Pedro de Valencia teniendo pre-sente ei marco intelectual expuesto anteriormente que eliminar de raz el debate escptico y las salidas fidestas que se ensayaron durante el siglo XVI. Optar por la segunda opcin me parece descontextualizar la obra de Valencia y hacer de la redaccin de las Acadmica un inesperado aunque plausible accidente histrico, pero accidente en cualquier caso.

    El hecho de considerar -como hace Popkin29- esta obra desde la pers-pectiva de su objetividad histrica no supone eliminar otras consideracio-

    27 Ibid., p. 85.

    28 Nuestro autor muestra a lo largo de toda esta obra una extraordinaria habilidad

    en poner en claro y de una forma crtica la evolucin de las doctrinas escpticas en la antigedad, aunque en general podemos afirmar que le interesa ms establecer los hechos histricos que aplicarlos a su propia filosofa. Es decir, se nos manifiesta ms como historiador de la filosofa que como filsofo. Oroz, 1987, p. 49.

    29 Existe un interesante obra de Pedro de Valencia que al parecer fue poco cono-

    cida en sus das, pero que fue leda con atencin en el siglo XVIII. En 1596, este autor

    ijf Jim*

  • nes. Ms an, en mi opinin, la calidad cientfica del texto no hace sino resaltar cualquier propuesta de acercamiento a la autntica postura de Pedro de Valencia, siempre que tales propuestas se lleven a cabo con sere-nidad y se apoyen en hechos suficientes. El propio Pedro de Valencia toma partido, en varias ocasiones y de modo diferente, p.e., a travs de la perio-dizacin que hace de la Academia, en su opinin sobre los pirrnicos y en la crtica acadmica de la teora estoica del conocimiento.

    Pero vamos a presentar de forma resumida qu es lo que pensa-mos acerca del pensamiento de Filn, y entonces traeremos a cola-cin los testimonios de los antiguos, de los que podremos sacar nues-tro pensamiento3,0.

    En el caso de la periodizacin de la Academia, Pedro de Valencia opta en primer lugar por sealar a Scrates como iniciador del mtodo que despus van a utilizar las diferentes escuelas acadmicas. Ms adelante estudia algu-nas de las aportaciones que hizo Platn a la filosofa en el campo de la teo-ra del conocimiento31, aclarando que aunque fuese el fundador de la Aca-demia no es correcto atribuirle a l e! origen de la corriente escptica; ms que en los dilogos de Platn es en las enseanzas de su maestro, de Scra-tes, donde hemos de buscar el germen del escepticismo acadmico.

    Scrates, en cambio, no era de los que emprenden cosa alguna sin su tcnica propia, ni de los que piensan que se puede actuar segn el capricho de cada uno. En consecuencia, cuando, dejando a un lado el estudio y la especulacin caprichosa de la naturaleza y de los fenme-nos atmosfricos, decidi utilizar la razn como gua de la vida prcti-ca, al tiempo que modelaba sus costumbres y las de los dems hombres, descubri la tcnica de todo ello, es decir, la dialctica y la tica32.

    Del origen socrtico de la escuela acadmica, o al menos, de su mto-do, Pedro de Valencia toma -segn creo- dos elementos que habr de

    public Acadmica, una historia totalmente objetiva del escepticismo antiguo. Popkin, R.H., o.c, p. 73.

    30 Valencia, Pedro de, o.c, p. 85.

    31 Pedro de Valencia recoge la distincin platnica entre conocimiento sensible o

    dixa y conocimiento cientfico o epistme y establece que esta distincin es el origen de la discusin acerca del criterio de verdad.

    32 Ibid., p. 67.

    33

  • incorporar a su aparato filosfico. Por un lado, la utilizacin de la razn como gua en la vida prctica. Esto se debe a que las diferentes soluciones concretas que deparaba el escepticismo en cualquiera de sus modelos supona dejar un camino demasiado abierto para la tica, camino que slo se estrechara si se aceptaba un cdigo moral estricto y normativamente determinado. La otra posibilidad era hacer de la razn el parmetro de la conducta, sin atenerse de manera especfica a un cdigo cerrado, de mane-ra que el sentido comn, es decir, lo razonable junto a lo racional, opera-sen de forma autnoma en el mbito tico. Lo cierto es que esta posibilidad es la que ms fcilmente concuerda con la doctrina acadmica de la sus-pensin del juicio y con su vertiente prctica, el probabilismo: hay que actuar pensando que lo que es verosmil o probable es lo verdadero y, por tanto, el criterio de conducta.

    El otro elemento propiamente socrtico que asume Pedro de Valencia es la divisin de la filosofa en dialctica y tica. La dialctica, entendida como el resultado de utilizar la discusin in utramque partem, se constitu-ye en el mtodo de conocimiento por excelencia. La aproximacin a la argumentacin desde ambos lados y la observacin de los hechos o de los razonamientos desde todas las perspectivas es la nica forma de disminuir la capacidad de error en el juicio y acercar al investigador a una afirmacin probabilstica. La tica, por su parte, es el ltimo paso del conocimiento; el desapego que siente el talante intimista de Pedro de Valencia hacia la vida pblica y la imposicin vital de su facticidad, le obligan a adoptar una deci-sin acerca de los criterios con los que desenvolverse en la vida cotidiana, criterios que han de ser suficientes, no necesarios. La razn es la gua, aun-que no la nica, de un camino que tiene como ltima etapa la verdadera sabidura, concebida en gran medida como estado beatfico.

    Nos dice este autor -se refiere Pedro de Valencia a Sexto Emp-rico- que Arcesilao mand que, en la vida prctica, se siguiera lo que se creyera probable, pues el que se conduce con prudencia alcanza la felicidad. Ahora bien, la prudencia se muestra en la rectitud de las acciones, y se considera hecho rectamente todo aquello de que se puede responder de una manera conforme a la razn. Segn esto, el que sigue lo probable, se conduce rectamente y alcanza la felicidad. Todos estos principios son muy propios de a doctrina acadmica33.

    33 Ibid., p. 97.

    34

  • Pero volvamos a las etapas de la Academia. La escuela acadmica empieza para nosotros con Arcesilao y tiene su continuacin con el esco-larcado de Carnades, personaje de gran talla intelectual34. Estos dos per-sonajes son los que configuran el entramado intelectual que habra de cons-tituir el escepticismo acadmico, el cual surge y se desarrolla en constante polmica con los filsofos estoicos. Pero adems de estas dos corrientes fundamentales del escepticismo acadmico apareci otra formada por los seguidores de Pirrn de Elis, a los que se ha denominado escpticos radi-cales por lo extremado de sus teoras en lo referente a la posibilidad que tiene el hombre de un conocimiento seguro. Estas tres corrientes - la que ini-cia Arcesilao, la de Carnades y la pirrnica- son las tres principales varie-dades del escepticismo antiguo para Pedro de Valencia.

    Para evitar problemas conceptuales y para no caer en el error de asignar equivocadamente a Valencia a alguna de las escuelas escpticas, lo ms adecuado ser hacer algunas precisiones terminolgicas. De esta forma, llamar en adelante "acadmicos" a los pensadores que siguieron en lneas generales las doctrinas de Arcesilao y de Carnades -especificando en cada caso a cul de ellos me refiero- y filosofa acadmica a la que ensearon estos escolarcas o sus discpulos. Por otra parte, denominar "pirrnicos" a los que antes me refer como escpticos radicales cuya principal fuente en el siglo XVI es la edicin latina de Sexto Emprico. Por ltimo, cuando hable de "escepticismo", en sentido amplio, y especialmente referido a los auto-res del siglo XVI -aunque la mayora de estos autores identificaran "escp-tico" con "pirrnico"- estar usando la definicin de Popkin cuando dice que escepticismo significa una visin filosfica que plantea dudas acerca de lo adecuado o fidedigno de las pruebas que puedan ofrecerse para jus-tificar alguna proposicin35.

    Para finalizar, habra que decir que la inclusin de Epicuro en esta historia de las Academias media y nueva y la insistencia de Pedro de Valencia en el criterio de verdad epicreo, esto es, en la evidencia, son hechos significativos para determinar cul era la postura de nuestro autor respecto al problema del conocimiento. La evidencia que recomienda Epicuro como criterio de verdad

    34 Es ste aquel Carnades cuyo nombre es clebre tanto en la oratoria como en filo-

    sofa, puesto que es considerado como el verdadero fundador de la Academia nueva. ibid-, p. 145.

    35 Popkin, R.H., o.c, p. 17.

    35

  • es importante porque se basa en una distincin previa de gran valor. Epicuro parte de la diferencia entre el mundo de los hechos -de la realidad en sentido lato- y el mundo de las proposiciones, es decir, de aquello que decimos acerca de la realidad. Lo que perciben los sentidos es, segn Epicuro, cierto y evi-dente, sin embargo, las opiniones unas veces son verdaderas y otras son falsas. El problema radica en que no somos capaces de reconocer adecua-damente estas opiniones ni separarlas de las percepciones de los sentidos.

    Dice que a cada una de las fantasas se aade inmediatamente una opinin que le sigue de cerca, opinin que se llama dxa e hyplepsis, en virtud de la cual depositamos en nuestro interior la percepcin que ha producido aquel objeto. Aade que esa opinin o dictamen es la que se equivoca; y como no sabemos distinguirla de la evidencia y de la fantasa verdadera que se ha producido, atribui-mos su equivocacin a la fantasa. Por lo cual es de sabios distinguir la opinin de la evidencia, sin confundirlas entre s/V6.

    Los juicios, por lo tanto, para ser ciertos han de estar apoyados en la evi-dencia. El recurso de Epicuro a la evidencia es lo que mueve a Pedro de Valencia a darle tal importancia a su teora del conocimiento, a pesar de que se trata, en gran medida, de una teora sensualista con algunos matices muy parecidos a la que sostuvieron los estoicos37.

    2. Algunas ideas escpticas Una gran parte de las doctrinas acadmica y pirrnica se conform a tra-

    vs del debate que Arcesilao inici con el estoico Zenn. Para los acad-micos, la filosofa estoica constitua el caso ms denostable de pensamien-to dogmtico38 y por ello se dispusieron a combatirla con todos los medios que tenan a su alcance.

    36 Valencia, Pedro de, o.c, p. 227.

    37 La evidencia ser ms adelante uno de los argumentos principales utilizados por

    Descartes en !a construccin de su mtodo. 38

    Recordemos la divisin de la filosofa que al comienzo de las Acadmica hace Pedro de Valencia. Todos ios filsofos, en general, se pueden calificaren dos grupos prin-cipales: dogmticos, que establecen doctrinas y principios dogmticos; y aporematicos o

    36

  • El origen de la disputa est en el debate por ei establecimiento de un cri-terio de verdad. Mientras que los acadmicos pusieron sus esfuerzos en limitar su asentimiento a lo meramente probable, los estoicos elaboraron una compleja teora del conocimiento basada en la distincin entre las par-tes sensible e inteligible del alma.

    Para los estoicos el papel de los sentidos era clave en el proceso del conocimiento, ya que lo percibido por los sentidos era cierto en cuanto que ha de ser producido por lo que es, tal cual es y nunca podra haber sido producido por lo que no es. Se trata de la fantasa aprehndeme, que viene al encuentro de la mente y queda impresa en ella; como la mente goza de la facultad de discernir, enuncia en su interior lo que le comunica la fan-tasa y si el discernimiento no aprecia en tal fantasa nada que se oponga a la naturaleza entonces decimos que se ha producido ia sensacin.

    Ahora, bien, si la realidad, cuya visin fue percibida y aceptada por la mente, es juzgada acorde con la naturaleza, se sigue la horm o apeticin o apetencia. Pero si resulta disconforme con la naturaleza, entonces se da la aphorm o klisis, es decir, el alejamiento y la fuga del almaiq.

    Uno de los problemas principales que inclinan a Pedro de Valencia con-tra la teora estoica del conocimiento es la conclusin que Zenn y sus dis-cpulos extraan de esta primera parte de su doctrina. De acuerdo con la aceptacin por parte de la mente de la sensacin que haba trado la fanta-sa aprehensiva, habra de darse necesariamente el asentimiento de la parte racional del alma, de manera que esta necesidad se impona ontolgica-mente. De esta forma, a Stoa -adems de mezclar ambas partes del alma-cometa el error epistemolgico de hacer inseparables la dimensin sensi-ble del conocimiento de la dimensin inteligible, lo cual era inaceptable para quien en este punto segua a Platn40.

    escpticos, que dudan de todo, que discurren e inquieren en todas direcciones sin afir-mar nada, sin prestar su asentimiento a nada. Valencia, Pedro de, o.c, p. 73.

    39 Despus contina Pedro de Valencia: La horm es "un impulso del alma hacia

    algo". La logik horm o "apetito racional" se define como "un impulso, movimiento o inclinacin de la mente hacia algo que existe en la accin", ibid., p. 129.

    40 Para Olaso los acadmicos no son nada ms -y nada menos- que platnicos que

    no admiten las Ideas.

    37

  • Pedro de Valencia simpatiza, en mi opinin, con la distincin platnica de entendimiento y sentidos que abre el captulo primero de su libro. Esta distincin ontolgica lleva implcita una separacin epistemolgica que es insuperable y que debe permanecer como tai, ya que si -como hacen los estoicos- relacionamos de tai forma el entendimiento con los sentidos, no es que cometamos un error en el campo de la teora del conocimiento, es que lo estamos cometiendo en el mismo mbito de la estructura de la realidad.

    La mente o inteligencia humana -la anthrpinos nos-, juzga de las cosas por medio de la razn. Y dado que las cosas, unas caen dentro del mbito de la inteligencia y otras dentro del campo de los sentidos, o lo que es lo mismo, las prgmata, unas son noet o inte-lligibilia, inteligibles, y otras son aisthet o sensilia, sensibles. En con-secuencia, el logos o razn humana, que de ellas juzga, debe ser tambin doble. Es decir, la razn que percibe las aisthet se llama opinante u opinadora -doxastiks lgos-, y las realidades expuestas a los sentidos, las llamamos opinables o doxast; y la percepcin de estas realidades es la dxa, opinin o parecer. En cambio, las cosas que caen dentro del mbito de la inteligencia y son captadas por otra razn -el epistemoniks lgos- constituyen la ciencia o epistme, que se funda en la inteligencia41.

    Valencia expone los argumentos que utilizaron tanto Zenn como Arce-silao y seguidamente, apoyndose en las razones que ofrece San Agustn, se pone del lado de los acadmicos frente a la teora del conocimiento de los estoicos. El error de Zenn es -para Pedro de Valencia- haber llevado al extre-mo materialista su sensualismo epistemolgico y defender que las almas y el mismo Dios no eran sino cuerpos42. En efecto, para los estoicos era una ver-dad fundamental la que afirmaba que no slo el alma, sino todo lo que hay en la naturaleza, es decir, toda la realidad, tena un cuerpo, era material43.

    Esta afirmacin -de por s rechazable para Pedro de Valencia- tena una importante consecuencia gnoseolgica. Como hemos visto, la fantasa sen-sible se produca en el alma, sin que el hombre participara activamente en ella, ya que era la propia alma -su parte principal o hegemonikn- la que

    41 Ibid., p. 73.

    42 Ibid., p. 87.

    43 Ibid., p. 111.

    38

  • comprobaba de forma automtica si la sensacin llevaba implcito algo no natural. La conclusin de todo este proceso es que el asentimiento no era algo que el hombre pudiera decidir, sino que se impona por la fuerza misma de la fantasa aprehensiva convertida en sensacin. Mientras Arcesi-lao rechazaba toda comprehensin as entendida y su conclusin, el asen-timiento, Zenn negaba la posibilidad de la opinin que defendan los aca-dmicos. El rechazo de la suspensin del juicio por parte de los estoicos llev a Arcesilao a extremar su posicin hasta tal punto que en algunas oca-siones Valencia lo califica como "pirrnico"; esta postura fue corregida pos-teriormente por Carnades -pensador de mayor agudeza- quien se convir-ti en el enemigo ms poderoso para todos los dogmticos y, en especial, para los estoicos44.

    La teora estoica del conocimiento, tal y como la expone nuestro autor, supone la negacin de la libertad en el proceso del conocimiento, ya que el asentimiento se produce como algo automtico para el hombre desde el momento en que se acepta la doctrina de la fantasa aprehensiva y de la sen-sacin. Una teora del conocimiento que parte de la consideracin material del alma, del mundo y de Dios y que, adems, niega la libertad del hombre en el mbito intelectual era inaceptable para un pensador de profundas con-vicciones cristianas como Pedro de Valencia. Este rechazo de la teora estoi-ca del conocimiento habra de extremarse necesariamente si tal doctrina haba pasado -como es el caso en Pedro de Valencia- por el tamiz de la visin agustiniana del hombre concebido como un ser eminentemente libre.

    El hecho destacable es que Valencia sigue a San Agustn en la concep-cin de la libertad como una de las caractersticas constitutivas de su natu-raleza, lo cual habr de ser importante a la hora de interpretar las opinio-nes del zafrense en cuestiones sociales y econmicas.

    La presencia de la Stoa en el debate epistemolgico no slo sirve a los acadmicos y pirrnicos para criticarla de forma radical, sino que, produc-to de tal debate, nacen algunas de las ideas positivas de estos filsofos acer-ca del tema del conocimiento. La teora epistemolgica de los acadmicos descansa fundamentalmente en las nociones de "fantasa", "probabilidad" y "epokh", las cuales guardan cierta similitud en las propuestas de los dife-rentes escolarcas de la Academia.

    Ibid., p. 145.

    39

  • Fantasa

    Lo que obliga a los acadmicos a dudar sobre la realidad es la doctrina estoica de las fantasas. La divisin de las fantasas que hizo Zenn supo-na que haba verdadero conocimiento cuando en el alma se produca una phantasa kataleptik. Zenn cifr en esta visin comprehensiva el criterio de verdad, ya que una visin de este tipo constitua por s misma un crite-rio indubitable de que lo que la haba producido era cierto y que adems era tal y como haba quedado representado en el alma.

    En efecto, para que podamos afirmar de una visin que es apre-hendida, es preciso que provenga de lo que es y represente el obje-to tal cual es, y al mismo tiempo sea tal que no pueda darse ningu-na otra visin de la misma e idntica forma, hasta el punto de que en modo alguno pueda distinguirse de la visin verdadera4^.

    La postura de los acadmicos era ya de por s contraria a la preeminen-cia que los estoicos daban a los sentidos en el proceso cognoscitivo y lo que hacen en la mayora de sus razonamientos es, simplemente, poner de mani-fiesto las contradicciones argumntales que se derivaban de la actitud sen-sualista de la Stoa. La radicalidad del enfrentamiento implic que los aca-dmicos invirtieran los trminos del problema e hicieran residir la aprehensin en el asentimiento, es decir, en la aprobacin racional como paso previo para la concesin de valor alguno al testimonio de los sentidos.

    La crtica acadmica de la teora estoica de las fantasas se basa en el hecho de que stos las clasifiquen apriorsticamente en verdaderas y falsas, aprehendidas y no aprehendidas, cuando para el sujeto que las percibe en-riada se diferencian las verdaderas de las falsas, y ninguna de las dos puede ser aprehendida por l4b. Para los acadmicos la verdad o falsedad de un hecho pertenece fundamentalmente al campo de la razn, de los razona-mientos y, en ltima instancia, de los juicios, de las proposiciones acerca de la realidad, de manera que la determinacin de la verdad o falsedad de una fantasa no puede ser establecida por los sentidos -que son un rgano receptivo, pasivo- sino que ha de ser determinada por la propia razn, que es la nica que puede establecer si lo que se afirma se corresponde o no con la realidad que parece representar.

    45 Ibid., p. 125.

    46 Ibid., p. 163.

    40

  • Los acadmicos no aceptan que las fantasas sean de por s ms que pro-bables, es decir, que para los seguidores de Arcesilao y Carnades la per-cepcin no tiene ms valor que el aproximativo en tanto que la razn no haya juzgado detenidamente si lo percibido guarda relacin con la reali-dad. La postergacin de lo sensorial tiene como objetivo evitar e! error, ya que la primera condicin necesaria para alcanzar la felicidad es evitar caer en el estado de error.

    La mxima del escepticismo, la mirada cuidadosa de lo que es objeto de investigacin47, se hace patente en esta ocasin. Las sensaciones son vli-das siempre que se las considere dentro del mbito cognoscitivo que les corresponde, porque las pruebas de que los sentidos fallan son numerosas. Adems de percibir, hay que juzgar lo percibido y hay que hacerlo de acuerdo con las directrices que marca la razn. De esta forma, la comproba-cin se convierte en una imposicin para el que quiera dar algo por seguro. El acadmico tiene que cerciorarse de que lo que ha credo experimentar es cierto, tiene que atender a un nivel que est por encima del sensorial y que da cuenta de ste. El nivel de los juicios es la clave de la teora episte-molgica de la Academia.

    De esta forma establecen dos instancias para no incurrir en error. La pri-mera es la que nos avisa de si las sensaciones que han producido las fanta-sas son correctas o no, con lo cual han elaborado una especie de teora de la verdad como correspondencia, pero en el doble plano de las sensacio-nes y de la realidad. La segunda instancia es la que comprueba que lo juz-gado -nivel del lenguaje- se corresponde con lo realmente percibido, es decir, que al juzgar no se han cometido contradicciones internas.

    Carnades elabora su propia teora de las fantasas, criticando la doctri-na estoica y concediendo a los sentidos solamente la posibilidad de ser fia-bles. Todas las fantasas no son, pues, ms que probables. Ahora bien, en la divisin que hace Carnades hay varios grados de probabilidad, los cuales se establecen segn haya sido la profundidad del examen que la razn ha llevado a cabo de las mismas. As, junto a las fantasas meramente proba-bles, Carnades establece las que adems de ser probables no han produ-cido sospecha alguna en la mente, es decir, su percepcin no ha perturba-do inicialmente a la mente; por ltimo, las que ofrecen un mayor nivel de

    Ferrater Mora, 1988, vol. II, p. 972.

    41

  • probabilidad son las que cumplen las condiciones de las dos previas y ade-ms han sido revisadas en profundidad y han sufrido un examen completo.

    Unas fantasas, dice, son pithanao, probables; otras pithanaka aperspastoi, es decir, probables y adems no rechazadas por nadie, acerca de las cuales la mente no se distrae, es decir, indistractae, por decirlo con una palabra. Otras son pithana", aperspastoi ka" perio-deumnai o exodeumnai, o lo que es lo mismo, probables, no rechazadas o no distradas, y revisadas o recorridas,..48.

    El objetivo de esta divisin de las fantasas que hacen los acadmicos es tener algunos criterios para los casos en los que se impone la necesidad de actuar, criterios que sern ms rigurosos segn sea el grado de importancia del asunto que estemos tratando. De esta forma consiguen un criterio bas-tante abierto, es decir, poco comprometido con sus propios principios, ya que siempre dirn que todas las fantasas son probables y, a la vez, evitan el ingenuo dogmatismo estoico.

    En cualquier caso, Carnades solamente autorizaba a prestar el asenti-miento a una fantasa y deca que poda afirmarse su credibilidad cuando se haba llevado a cabo un examen completo y riguroso de todos los detalles que estn en torno al objeto y fuera de l49 y una vez finalizada esta revi-sin se comprueba que nada es rechazado por la mente ni por el espritu.

    Con esta teora salvan el problema que supona la determinacin de los criterios de decisin en el mbito prctico. Si no se establecan unos mni-mos criterios -aunque slo fuera el de la probabilidad-, era fcil combatir la doctrina acadmica apelando a un caso concreto de la vida normal. Con la divisin que hace Carnades de las fantasas y con la condicin de pro-babilidad como mnimo comn a todas ellas, fortalecen su crtica a la Stoa y evitan la consiguiente rplica de los seguidores de Zenn y Crisipo. La divisin de las fantasas es un recurso utilitarista para, sin caer en la con-tradiccin de declararse dogmticos, salir del paso en el mbito prctico. Si se produca error en la consideracin de las fantasas o en la aplicacin prctica de lo juzgado bastaba con recurrir al probabilismo que est en la base de la doctrina - lo que afirmamos era slo probable- y as quedaba jus-tificado el error y derrotados los adversarios.

    46 Valencia, Pedro de, o.c, p. 1 73.

    49 lbid p. 175.

    42

  • Con toda diligencia ensean qu clase de examen, qu especie de atencin espiritual, qu solcita circunspeccin conviene aplicar para conseguir una fantasa de este tipo (...). Y ordenan que hay que prestar atencin a otros muchos detalles. Y cuando ninguno de estos detalles se opone, entonces autorizan a admitir la representacin y a servirse de ella incluso en los asuntos de mayor importancia50.

    A pesar del proverbial cuidado acadmico, !a teora de las representa-ciones o fantasas tiene alguna pequea contradiccin que Pedro de Valen-cia pone de manifiesto al finalizar su estudio de la doctrina de Carnades. No es que nuestro autor est en desacuerdo con lo que proponen en mate-ria de fantasas y exmenes cuidadosos los acadmicos, sino que, siguien-do ios argumentos de los propios acadmicos, la doctrina presenta una falla en su desarrollo:

    Pero se me antoja que a esta clarsima divisin le falta un ele-mento, pues puede darse una visin que sea periodeumne y que no sea aperspastos 5].

    Es decir, que puede darse el caso en que una visin sea rechazada ini-cialmente por todos y que una posterior revisin en detalle la incorpore al grupo de las aceptadas. Ser rechazada por todos supone un grado de pro-babilidad diferente e inferior del que se consigue con el examen comple-to y detallado de todo lo que concurre con la representacin. Ser acepta-da porque no haya creado rechazo es condicin necesaria de su probabilidad -parece querer decir Pedro de Valencia-, pero haber pasado el examen detallado confiere una probabilidad diferente, de mayor cali-dad, ya que pertenece a la segunda instancia de verosimilitud, a la que proviene del juicio exhaustivo. Por eso Valencia propone una divisin ms exacta:

    La divisin perfecta sera sta: de las fantasas probables, una ser slo probabilis; otra, probabilis aperspastos; otra, probabilis periodeumne; y, finalmente, la cuarta ser probabilis aperspastos y periodeumne, a la vez52.

    50

    51

    52

    Ibid., p. 177. Ibid., p. 179. Ibid., p. 179.

    43

  • Probabilidad

    La doctrina de las fantasas sirve a los acadmicos para salir del paso en el problema de los criterios que hay que seguir en la vida prctica. En el fondo de esa doctrina est la nocin de "probabilidad", una de las cuestio-nes ms discutida en el pensamiento de los filsofos acadmicos.

    Arcesilao y, sobre todo, Carnades negaron la posibilidad del conoci-miento tal y como la concibieron los filsofos dogmticos y declararon su rechazo a establecer a priori ningn criterio de verdad que fuera vlido um-versalmente y cuya legitimidad se viera respaldada por el testimonio de los sentidos. Las pruebas de los errores que nos hacen cometer los sentidos son numerosas y, por lo tanto, el criterio que aportan las representaciones que se dan en los sentidos habrn de ser estimados en su justa medida. No se podr aceptar que este criterio sea cierto en todos los casos si ya se ha pro-bado suficientemente su incompetencia en varias circunstancias.

    Sin embargo, los acadmicos se ven obligados a dar alguna respuesta al problema que supona la actuacin prctica. No se trataba de cmo conse-guir hacer lo correcto ticamente, sino que la mirada de Carnades estaba ms bien puesta en la vida prctica entendida en sentido tcnico. Qu hacer para no equivocarse al obrar era la cuestin. El problema se enfo-caba de esta manera porque la posibilidad de alcanzar cierta felicidad era incompatible con la permanencia en el estado de error, ante lo cual slo caban dos posibilidades: abstenerse de juzgar -la epokh- o actuar utili-zando un criterio que implicara un margen pequeo en las posibilidades de equivocarse. Y al imponerse e quehacer como una condicin sine quae non de la vida, haba que determinar la manera de afrontar con los mni-mos riesgos la vida cotidiana53.

    ...las representaciones verdaderas que penetran en nuestra mente no estn dotadas de ningn signo especial, de modo que, al percibir ese signo, podamos afirmar al instante: "esta imagen es verdadera"'. A pesar de todo, algunas imgenes nos impresionan tanto, y nos ve-

    53 Como quiera que no conviene que los hombres pasen su vida en ociosidad, sino

    que deben moverse y obrar algo, y dado que todos los conocimientos y percepciones humanas -estoy hablando como acadmico y no de acuerdo con mi propio pensamien-to- no logran ms que la probabilidad, tendremos que servirnos necesariamente de la fantasa probable, ibid., p. 165.

    44

  • mos tan movidos hacia ellas, que aparecen como probables, y noso-tros las consideramos ms bien como verdaderas. En la manera de obrar de nuestra vida, siempre que carezcamos de fantasas verda-deras y percibidas, deberemos emplear estas obras que no son ms que probables, si queremos actuar de alguna manera. De la misma manera podremos hablar tambin de las ideas y las opiniones, y de todo lo que se sabe o se anuncia de las realidades, de modo que nada pueda darse como percibido o aprehendido, es decir: no hay nada que pase de ser meramente probable54.

    Los acadmicos establecen, pues, un criterio de verdad por el que regir-se en la vida prctica, pero con la clara conciencia de que ste es un crite-rio, no el criterio cierto de verdad. No hay criterio de verdad en sentido riguroso, el hombre no tiene los elementos suficientes para poder determi-narlo, pero como aiguno hay que seguir en las decisiones de actuacin, pues el de la probabilidad es el que ms garantas ofrece dentro del sistema acadmico55.

    Lo nico que los acadmicos aceptan es endurecer el criterio de proba-bilidad en virtud de la consideracin que el sujeto le d al asunto que tiene que decidir. Ya vimos que para justificar esto Carnades haba modificado la divisin estoica de las fantasas y haba elaborado una ms coherente con las reticencias acadmicas; de esta forma, e! cuidado y la atencin con que se examine un problema sern mayores si se ha juzgado56 que ste es de mayor o menor importancia. As, Carnades aproxima la nocin de proba-bilidad -en los casos en los que el examen sea riguroso- a la de verosimi-litud, dando un paso hacia la criticada zona de la filosofa dogmtica.

    Sin embargo, San Agustn critica el acercamiento de los acadmicos al campo de lo verosmil, ya que -en su opinin- si los seguidores de Carn-ades dicen no conocer la verdad ni nada cercano a ella, cmo pueden

    54 Ibid., p. 147.

    55 ...Que todo es del dominio de lo opinable y de las costumbres; y, en una palabra,

    que para la verdad no quedaba lugar alguno y, por el contrario, todo est rodeado de tinieblas, ibid., p. 81 .

    56 Habra que preguntarle a Carnades cmo se determina, es decir, cul es el crite-

    rio con el que juzga el grado de importancia de un asunto. El recurso de llevar el tema del criterio hasta el infinito ser el causante del miedo que provoc la revisin escptica en el siglo XVI.

    ,:>

  • decir que es vlido lo que es verosmil? Pedro de Valencia hace uso de sus conocimientos filolgicos y pone de manifiesto que la argumentacin del santo est viciada porque su punto de partida es la etimologa latina de "verosimilitud", es decir, "verisimile", lo que se parece a la verdad. Si no se conoce la verdad cmo van a conocer lo que se parece a ella, critica San Agustn. Valencia, por su parte, advierte que el problema desaparece si se atiende a la lengua en que escribi Carnades -al griego- y se utiliza el tr-mino "pithann", que derivara en latn ms bien como ''perspicuo simile" que como "vero simile"57.

    Por ltimo, hay que llamar la atencin sobre la diferencia que Pedro de Valencia reconoce en Carnades entre lo incierto y lo incomprensible. Siguiendo a Eusebio, estima Valencia que Carnades no afirmaba ms que !a incomprensibilidad de todas las cosas, es decir, que eran de por s oscu-ras para el hombre, pero que no todas ellas eran inciertas. El problema est en que el hombre no puede percibir adecuadamente las cosas porque los sentidos son incapaces, pero eso no quiere decir que sea imposible la cer-tidumbre en algunos casos; lo cierto y lo incierto se determinan en funcin de los criterios que artificialmente establezca el que tiene que actuar y esto, como hemos visto, lo ha solucionado Carnades a travs de la nocin de probabilidad.

    Epokh

    El otro gran tema de discusin con los estoicos y punto fundamental entre las ideas acadmicas es el de la "suspensin del juicio" o "epokh".

    La suspensin del juicio es la otra posibilidad que se desprende del reco-nocimiento de la imposibilidad de conocer y es -podramos decir- la ver-tiente terica de aquel principio cuya consecuencia prctica era seguir el criterio de lo probable.

    Dicen los acadmicos que si se aceptan los principios fundamentales de la enseanza socrtica, esto es, "El sabio no debe opinar" y "Nada puede ser percibido", la nica posibilidad que permite el entendimiento es acep-tar y reconocer la necesidad de la epokh. Reconocer la imposibilidad de

    57 Valencia, Pedro de, o.c, p. 171.

    46

  • hacer afirmacin alguna es, pues, una obligacin para el que dice tener en Scrates al fundador de su escuela.

    La aceptacin de la autoridad socrtica como condicin necesaria de la declaracin de la suspensin del juicio es, en este caso, un argumento ms que se une a los de la imposibilidad que tiene el hombre de conocer y a la discusin en favor y en contra en un mismo asunto para sealar como con-tradictorios los diversos criterios de verdad que establecen los filsofos do