El Pibe - Gabriela Cerruti

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    Más preocupado en mostrar la interna familiar que en cuidar supropia imagen, el Gobierno Nacional se ocupó de difundir la carta yamplificar las declaraciones de Macri padre por los medios. «Yo siem-pre creí en la necesidad de estructurar un país para los argentinos.Realmente debo decir que por primera vez me ha llegado ese concep-to con fuerza y con sinceridad de nuestro Presidente, que manifies-

    ta, insiste y lo demuestra que quiere una Argentina para todos los ar-gentinos.»Mauricio sabía perfectamente lo que estaba sucediendo: él lo ha-

     bía acompañado a su padre a reunirse con los militares, con Raúl Al-fonsín y con Carlos Menem y cada vez que salían de allí habían di-cho frases similares. Esta vez, él era político. Y era opositor. Su padreno podía hacerle esto.

    Su equipo político trataba de calmarlo con un argumento incon-trastable: el Gobierno se había equivocado. Si hasta ahora la gran acu-sación que tenían era que padre e hijo eran lo mismo, la difusión dela carta sólo comprobaba que ya no lo eran.

    Admitió a regañadientes utilizar ese argumento públicamente,pero nada alcanzaba. «Claro que estoy molesto e incómodo. Peroesto es una muestra más de que no tengo nada que ver con mi padre.El padre de uno es el padre de uno, estoy muy agradecido de la edu-cación que recibí, pero no tengo la misma visión sobre lo que pasaen nuestro país.»

    Los más incómodos eran sin duda los gerentes de socma, comoAndrés Ibarra y Néstor Grindetti. Querían acompañar a Mauricio ensu aventura política, pero sabían que Franco estaba haciendo lo co-rrecto para defender los intereses de la empresa. ¿Cómo iban a pelear-se públicamente con el Gobierno al que le estaban pidiendo contrata-

    ciones, licitaciones millonarias, préstamos y hasta alguna ayuda parasolucionar causas judiciales en las que todos ellos estaban implicados?Su amigo Nicolás Caputo había comenzado a hacer malabares

    para sostener las negociaciones con el Gobierno Nacional por la par-ticipación de su empresa en el boom de los aires acondicionados ysu inserción en el plan de infraestructura energética para el transpor-te de energía por el país. Ya era ineludible que en las reuniones conlos equipos del Gobierno Nacional le preguntaran qué le pasaba a suamigo Mauricio, hasta dónde pensaba llegar.

    Hasta su mujer, Isabel Menditeguy, intentó mediar: «Mauricio, o

    tos e intereses antagónicos en los que se desenvolvía. Avanzaba conimpunidad y torpeza, como si ser empresario oficialista, político opo-sitor, economista de derecha y personaje público de centro fuera par-te de un juego inofensivo.

    Los gerentes de socma seguían cuidando sus intereses en la em-presa, intentando nuevos negocios con el Gobierno Nacional y de la

    Ciudad y preparándose para ser los ministros de las áreas relaciona-das con Obra Pública, Infraestructura y Vivienda, aquellas en dondepodían aplicar lo que habían aprendido toda la vida dentro del grupo.El grupo Sophia, liderado por Horacio Rodríguez Larreta, presenta-

     ba planes eficientes y modernos de gestión, con un discurso sobre lasáreas sociales «políticamente correcto», que seguía los lineamientosdel Banco Mundial para el tema. Y la política quedaba reservada a lavieja estructura del peronismo, liderada por Eduardo Duhalde o Ra-món Puerta, según la ocasión, y por Miguel Ángel Toma y los herede-ros de Carlos Grosso en la Capital Federal.

    En esa lógica, la Plaza del Sí de Néstor Kirchner era básicamen-

    te una demostración de fuerza contra el duhaldismo derrotado en laselecciones de noviembre. La senadora Cristina Fernández de Kirch-ner se había impuesto sobre Hilda «Chiche» Duhalde. Los Kirchneraspiraban a la hegemonía dentro del justicialismo y para eso necesi-taban aglutinar a gobernadores, intendentes y sindicalistas.

    Mauricio Macri se convirtió en el portavoz de la derrota duhaldis-ta, protestando por las incomodidades que causaba el acto, acusandode clientelismo al Gobierno, tratando de emparentar lo que fue unamovilización masiva con un mero acto de aparatos.

    Mientras tanto, los gerentes seguían haciendo sus carpetas y susnegocios con el Gobierno Nacional; Rodríguez Larreta sus power

     point, y los duhaldistas marcaban la línea política.

    Franco Macri se encerró en su escritorio de Eduardo Costa y re-dactó la carta que una hora después su chofer entregaba en mano enla Secretaría Privada del presidente Néstor Kirchner.

    En esa carta, Franco lo felicitaba por el éxito del acto y se mos-traba satisfecho porque «recibimos un mensaje de esperanza: el país,el pueblo y todos los sectores deben colaborar con la reconstrucciónde la Argentina».

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    realidad en la composición accionaria de la empresa en ese momento.Primero enumera a los administradores: Roberto Leonardo Maffioli;Armando Amasanti; Carlos Cappelli; Andrés Horacio Ibarra y RafaelSardella. Pero luego también a sus controlantes a través de sideco:Angelo Calcaterra, Roberto Leonardo Maffioli, Jorge Rubén Agua-da, Justo Solsona, Manuel Sobrado, Néstor Grindetti y Juan Garro-

    ne. Para sostener finalmente que «la interdicción dispuesta se haráextensiva al administrador de hecho de todo el grupo, señor FrancoMacri, quien goza a su favor del derecho de usufructo vitalicio de lacasi totalidad de las acciones».

    Franco había distribuido las acciones entre sus cinco hijos. Pero sehabía reservado el usufructo de por vida. No obstante, Mauricio ma-nejaba el 60% de las acciones de socma si sumaba a sus dos hermanosvarones. Contaba además con su primo, Angelo Calcaterra, accionistay gerente en sideco. Y toda la línea de gerentes, encabezada por Leo-nardo Maffioli, le respondía. Podía tomar la decisión que quisiera so-

     bre la empresa, si lograba quitarle a Franco la cláusula del usufructo.

    En marzo de 2006, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires,presidida por Santiago de Estrada y con amplia mayoría del macris-mo, logró la destitución del jefe de Gobierno Aníbal Ibarra bajo laacusación de ser responsable político de la tragedia de Cromañón, elincendio de un boliche en el barrio de Once donde murieron calci-nados 194 jóvenes. La mayor tragedia de la historia de la ciudad fueutilizada por los macristas para allanar el camino político de su jefe.Mauricio Macri casi no opinó durante el desarrollo del juicio políti-co, y fueron sus legisladores y representantes en la Ciudad los encar-

    gados de llevar adelante el tema. «Mis legisladores me explicaron porqué creían que tenía que ser destituido, y a mí me pareció correcto ylos apoyé», fue su lacónica explicación.

    Alentados por la nueva situación, durante los meses que siguie-ron, la discusión volvió a instalarse entre los miembros de su equipopolítico ante la inminencia de las elecciones de 2007. Había que deci-dir si sería candidato a Presidente o a jefe de Gobierno de la Ciudad.Macri había contratado a un nuevo gurú en Comunicación, que ma-nejaba incluso sus decisiones políticas: Jaime Durán Barba. Y habíarelegado al grupo peronista en las decisiones para intentar mostrarse

    seguís con los negocios o seguís con la política. Todo no se puede. Nopodés querer sacarles millones mientras los criticás públicamente».Macri ensayó por primera vez una explicación frente a su mujer: «Note podés llevar bien con todos, lo que hace papá ya es de otra época.Si yo soy Presidente, voy a poder hacer lo que quiera con la empre-sa sin tener que chuparle las medias a nadie. El viejo se arrastra… Yo

    quiero manejar yo mismo todo… ya vas a ver…»Menditeguy había comenzado ya a pensar en su separación, y es-taba al tanto de todos los negocios, las asociaciones y las cuentas desu marido. Conocía perfectamente que, como siempre en la historiadel Grupo, los balances favorables dependían una vez más de la aso-ciación con el Gobierno. Y que Mauricio no entendía nada de nego-cios y, parecía ahora, tampoco de política.

    Nadie lo podía decir en voz alta, pero los comentarios se repetíanen las conversaciones telefónicas y los encuentros semiclandestinosdonde los parientes y los gerentes trataban de encontrar una salida.—Franco es un capo… El pibe es un pelotudo…

    Macri vs. Macri

    La pelea pública entre padre e hijo dividió a los hermanos. Contralas expectativas de Franco, Mariano y Gianfranco apoyaron a Mauri-cio. Sandra y Florencia, a Franco.

    Los varones comenzaron a tramar el take over  del holding: «Papáya está viejo, está gagá… dice cualquier cosa…», repetían mientrasimaginaban conspiraciones tejidas desde China por Nuria Quintela yla mafia china para quedarse con las acciones de la empresa.

    Las hijas mujeres se aliaron a su padre: el argumento era sencillo,pero contundente. La plata es de él, la hizo él, ustedes nunca labu-raron, repetían, simpáticas pero firmes, en los encuentros familiares.

    Franco seguía conservando el usufructo de las acciones de socma pero advertía que los gerentes respondían a sus hijos y no a sus direc-tivas. No hacía falta escarbar demasiado para ver que la mayor partede ellos ya habían sido reclutados por Mauricio para su Fundación ysu futuro gobierno.

    Es la sentencia del juez Eduardo M. Favier-Dubois, que decretala quiebra del Correo Argentino, la que aporta más claridad sobre la

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    culos con el macrismo.

    Franco Macri anunció la venta de iecsa y creaurban a su sobri-no, exactamente el mismo día en que Mauricio Macri hacía públicasu decisión de competir por la Jefatura de Gobierno en la ciudad deBuenos Aires.

    Fue, en principio, una batalla ganada. Franco no quería que Mau-ricio compitiera por la presidencia. El Gobierno Nacional le había di-cho ya de mil maneras diferentes que preferían verlo circunscripto ala Capital Federal y esperando unos años más antes de dar la bata-lla nacional. El mismo Franco lo expresaba sin pruritos: «Yo creo quepara los negocios con China es preferible que se siga manejando elGobierno Nacional. Que Mauricio haga su experiencia en la ciudady después ya tendrá tiempo, es muy joven». Franco parece decidido amarcarle la vida pública a su hijo: «No digo que no pueda ser Presi-dente. Creo que este Gobierno necesita otros cuatro años más para se-

    guir profundizando lo que está haciendo. Y que Mauricio le puede ha-cer mucho bien a la ciudad otros cuatro años. Después, ya veremos».

    La venta de iecsa y creaurban deja demasiados puntos sin re-solver.

    La decisión fue anunciada formalmente en la asamblea anual dela empresa. Según consta en el balance de iecsa de 2006, «la socie-dad ha tomado conocimiento de que su accionista mayoritario se en-cuentra realizando negociaciones para concretar la transferencia desu tenencia accionaria. A la fecha de emisión de los presentes estados

    contables se desconocen detalles de la posible operación, sólo se hainformado que la misma se realizaría por un precio no inferior al quesurge de los libros de la sociedad y dentro de las condiciones y térmi-nos usuales para este tipo de operaciones».

    Franco Macri hoy prefiere explicarlo así: «En vista del hecho deque Mauricio se había decidido por la política y mis otros hijos teníanotras inclinaciones, yo pensé la posibilidad de vender todo el Grupo ydarles la plata a cada uno para que hicieran lo que quisieran». El re-lato elude que Mariano Macri había sido puesto en ese momento alfrente del Grupo por el mismo Mauricio, y que estaba a cargo tanto

    como «la nueva política», dándole más preeminencia a la presencia deGabriela Michetti, Marcos Peña y otros jóvenes que lo acompañaban.

    Pero las decisiones no eran sólo políticas. Aunque Mauricio in-tentaba compartimentar los temas, los gerentes de socma que partici-paban de la Fundación y del equipo sabían bien que, apenas se anun-ciara una candidatura presidencial, todos los acuerdos con el kirch-nerismo comenzaban a peligrar.

    El nuevo Capo

    Franco Macri sonríe e insiste.«La verdad… no tengo idea de quién compró iecsa.» Angelo Cal-

    caterra, el nuevo dueño de iecsa según los papeles formales, es el hijode su hermana Pía, y él no quiere más problemas familiares.

    Pero Franco Macri se pregunta si es Calcaterra quien compróiecsa, o es Ghella. Y en voz baja sugiere si detrás de Ghella no está su

    hijo Mauricio y sus hermanos Mariano y Gianfranco. Sabe que deli- beradamente está tendiendo un manto de duda que se suma a la com-plejidad de la operación y a los puntos oscuros de la misma.

    Le sobran los motivos. Angelo ingresó a la empresa traído porMauricio, a pedido de su tío Antonio. Su hermana María Pía era laprotegida de Antonio, y los dos solían hacer causa común contra Fran-co. «Es que crecimos separados, como Franco estuvo pupilo en uncolegio, no nos veíamos muy seguido. Y naturalmente nosotros éra-mos más unidos», solía recordar Antonio. Angelo trabajó bajo las ór-denes de Mauricio y tiene una buena y fluida relación con su primo.

    Una carta de lectores publicada en el diario La Nación por uno

    de los más estrechos colaboradores de Mauricio Macri, Marcos Peña,también lo llenó de dudas. Allí, Peña aclara que Macri había decidi-do desprenderse de iecsa para no tener problemas de incompatibili-dades cuando fuera jefe de Gobierno. Pero, en realidad, iecsa no te-nía en ese momento ni contrataciones vigentes ni futuras importan-tes con la Ciudad. Sí, en cambio, Ghella, que estaba a punto de ganarla licitación para la construcción del túnel aliviador del Maldonado,una de las obras hídricas más importantes de la ciudad.

    Licitación que iba a ser otorgada por Juan Pablo Schiavi, en esemomento ministro de Jorge Telerman, pero que nunca dejó sus vín-