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EL PLANETA ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS ANDRÉ TRIGUERO Hace muy poco, fue lanzado en Brasil, por la Federación Espírita Brasileña, el libro “Espiritismo y Ecología” y desde este momento la obra se volvió todo un éxito en el medio espírita y periodístico. Su autor ha sido invitado a muchas charlas en las Instituciones Espíritas y a entrevistas en programas de televisión. Aun no lo tenemos traducido al español, pero conmemoramos su éxito y les regalamos uno de sus capítulos. Somos hechos rigurosamente de los mismos elementos que constituyen el planeta. La palabra hombre, de donde viene Humanidad, tiene su origen en el latín humus. La palabra Adán, que aparece simbólicamente en el Antiguo Testamento como la

El planeta está dentro de nosotros andré triguero

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EL PLANETA ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS ANDRÉ TRIGUERO

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EL PLANETA ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS

ANDRÉ TRIGUERO

Hace muy poco, fue lanzado en Brasil, por la Federación Espírita Brasileña, el libro “Espiritismo y Ecología” y desde este momento la obra se volvió todo un éxito en el medio espírita y periodístico. Su autor ha sido invitado a muchas charlas en las Instituciones Espíritas y a entrevistas en programas de televisión. Aun no lo tenemos traducido al español, pero conmemoramos su éxito y les regalamos uno de sus capítulos.

Somos hechos rigurosamente de los mismos elementos que constituyen el planeta. La palabra hombre, de donde viene Humanidad, tiene su origen en el latín humus. La palabra Adán, que aparece simbólicamente en el Antiguo Testamento como la primera criatura humana, significa tierra fértil, en hebraico. Esta misma tierra - que da nombre al planeta y a nuestra especie - se revela en el más rudimentario de los análisis de sangre, cuando descubrimos que por nuestras venas, transportamos minerales que yacen en las profundidades del suelo. Hierro, zinc, calcio, selenio,

fósforo, manganeso, potasio, magnesio y otros elementos absolutamente fundamentales para nuestra salud y bienestar. Si nos descuidamos de la ingesta de esos nutrientes – presentes en gran parte de los alimentos – nuestro metabolismo queda expuesto a diferentes géneros de desequilibrio y enfermedades.

Lo mismo ocurre respecto al agua. Las primeras estructuras microscópicas de la vida del planeta aparecieron en las aguas saladas y calientes de los mares primitivos. Es también caliente el líquido que nos envuelve durante todo el período de gestación en el útero materno. El suero fisiológico – como el suero casero – salva vidas cuando recompone a tiempo nuestra necesidad de este precioso líquido. Por un capricho divino, la proporción de agua en el planeta (el 70%) es la misma que compone nuestro cuerpo físico. Precisamos ingerir por lo menos 2,5 litros de agua por día para asegurar el buen funcionamiento del metabolismo, irrigando células, glándulas, órganos, tejidos. Además, precisamos de una cantidad mínima de agua en el aire que respiramos.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), si la humedad relativa del aire oscila entre un 20% y un 30%, debe ser considerada como un estado de atención; entre un 12% y un 20%, es un estado de alerta; por debajo de un 12%, es estado de emergencia. Respirar en un ambiente con poco vapor de agua mezclado al aire es absolutamente desagradable y una amenaza a la salud.

El elemento fuego se revela simbólicamente en diferentes fenómenos fundamentales a la manutención de la vida. Viene del Sol la energía que sustenta todas las estructuras vitales del planeta, cuyo núcleo es compuesto por una masa de magma incandescente. Lo que se estableció llamar de EFECTO ESTUFA es la capacidad que tiene la atmósfera de retener parte del calor irradiado por el Sol. Se trata de un fenómeno natural que asegura la manutención de la temperatura media del globo en un promedio de un 15C°. Si no fuera posible retener ese calor a través de los gases que componen la atmósfera, la temperatura promedia del planeta sería de un 20C° bajo cero, reduciéndose drásticamente la presencia de vida en la Tierra.

El calentamiento global es el agravamiento del efecto estufa, causado principalmente por la quemada progresiva de petróleo, carbón y gas, que genera incontables problemas a la Humanidad a través de los cambios climáticos. Por fin, somos animales de sangre caliente gracias al trabajo ininterrumpido de un poderoso músculo con un tamaño de una mano cerrada, que irriga vida a todas partes del cuerpo humano. El corazón es la gran usina de calor del organismo, símbolo mayor del amor y de nuestra capacidad de donar, de entregarnos y de manifestar los más nobles sentimientos.

El aire es el elemento más urgente para nuestra existencia. Podemos pasar varios días sin ingerir alimentación sólida, un número menor de días sin líquidos, pero solamente algunos pocos instantes sin aire. En la milenaria tradición de la India, el prana – o fuerza vital – es absorbido por la respiración. Numerosas prácticas de meditación preconizan la necesidad de que respiremos con consciencia, entendiendo la inspiración y la expiración como una importante herramienta de cambio de energía con el medio que nos rodea. La respiración profunda regula los latidos cardiacos, armoniza los centros de fuerza (o chacras) que acumulan y distribuyen la energía vital, ayuda a clarear el raciocinio y a apaciguar las emociones.

Considerando la importancia estratégica de todos esos elementos para nuestras vidas, es forzoso reconocer que sin agua potable, tierra fértil, aire respirable e incidencia adecuada de luz y calor, nuestro proyecto evolutivo se encuentra amenazado.

Las condiciones cada vez menos acogedoras de nuestra casa (oikos) tornan el ambiente hostil a la vida humana por nuestra propia impericia, imprudencia o negligencia.

Sufrimos las consecuencias de los estragos que determinamos al medio que nos rodea porque en realidad, lo que está afuera también está adentro. No es más posible separar la Humanidad del planeta. “El medio ambiente comienza en el medio de uno”.

En el capítulo X de La Génesis, Allan Kardec ratifica este principio común cuando dice que “los elementos constitutivos de los seres

orgánicos y los inorgánicos son los mismos y los vemos constantemente bajo el imperio de ciertas sustancias formar piedras, plantas y frutos”.3 Lo que es válido para el cuerpo físico también es válido para la sustancia que envuelve el Espíritu, como aparece explicado en el primer capítulo de El Libro de los Espíritus. Es lo que se estableció llamar de periespiritu en la Doctrina.

- ¿De dónde toma el Espíritu su envoltorio semi material? - Del fluido universal de cada globo. De ahí que no sea idéntica en todos los mundos. Al pasar de un mundo a otro el Espíritu cambia de envoltura, como cambiáis vosotros de vestimenta. - ¿De qué manera, pues, que cuando los Espíritus que habitan los mundos superiores vienen aquí, a la Tierra, toman un periespiritu más grosero? - Precisa que se revistan con vuestra materia: ya lo hemos dicho.4

Ese fluido cósmico universal – materia primitiva de todo lo que existe – asume diferentes formas y texturas en la exuberante red de sistemas que se desdoblan por el Universo. Somos todos hechos esencialmente de la misma cosa. La comprensión de esa realidad podrá determinar el surgimiento de una nueva ética existencial, en la cual nos reconozcamos como parte del Todo, y la razón por la que el Universo existe