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Una versión levemente distinta apareció, con el título “Peronismo y misterio” en Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes. Buenos Aires, Entropía, 2006 [ISBN 987-21040-6-9] La resolución del enigma y la escritura racional. Sobre el policial en la Argentina Daniel Link Universidad de Buenos Aires En el contexto de la literatura argentina, por su propia dinámica histórica, 1 lo que queda para el comentario son las transformaciones del género policial, antes que las transformaciones de cualquier otro género industrial (la ciencia ficción, por ejemplo, que en nuestro país nunca tuvo demasiado desarrollo aunque sí ejemplares memorables: La invención de Morel, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, en el período que nos ocupa). De las muchas opciones que la cultura industrial le brindaba, la literatura argentina eligió investigar las versiones low tech. La teoría de la verdad del policial, como muy bien sospechó Jacques Lacan 2 , escapa por completo a la política (y la literatura policial servirá en Argentina, precisamente, para negar la política en nombre de la razón). En "La carta robada" (1844), uno de los cuentos seminales del género 3 , hay un delito propiamente político. Su resolución, sin embargo, es por completo ajena a la política. La famosa carta, de cuyo contenido casi nada sabemos, es recuperada bajo el aspecto de una carta de amor y sólo se nos concede el derecho de entender esa carta como formando parte de ese género. La política transformada en pasión: ese proceso es constante en el policial y esa tensión explicará el desarrollo del género en la Argentina. Si algo debería quedar claro es que el policial constituye una mitología que, mutatis mutandi, oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Edgar Allan Poe percibió algo y generó un modelo formal para contarlo: el individuo y la masa, la cuestión de la propiedad y el espacio, la justicia y la verdad, lo público y lo privado, en fin: una topología, determinados personajes, una lógica de la verdad y una lógica de las acciones. “La realidad (como las grandes ciudades) se 1 Ver Link, Daniel. La chancha con cadenas. Buenos Aires, del Eclipse, 1994. Para una teoría completa sobre el género policial ver Link, Daniel (comp.). El juego de los cautos. Buenos Aires, la marca, 2003 3 2 Lacan, Jacques. “Seminario sobre La carta robada” en Escritos II. México, Siglo XXI, 1975 3 El cuento policial encuentra en Poe, es sabido, a su príncipe. La novela policial se desarrolla a partir de La piedra lunar (1868) de Wilkie Collins.

El Policial en Argentina Daniel Link

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Literatura policial argentina

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  • Una versin levemente distinta apareci, con el ttulo Peronismo y misterio en Leyenda. Literaturaargentina: cuatro cortes. Buenos Aires, Entropa, 2006 [ISBN 987-21040-6-9]

    La resolucin del enigma y la escritura racional. Sobre el policial en la Argentina

    Daniel LinkUniversidad de Buenos Aires

    En el contexto de la literatura argentina, por su propia dinmica histrica,1 lo que

    queda para el comentario son las transformaciones del gnero policial, antes que

    las transformaciones de cualquier otro gnero industrial (la ciencia ficcin, por

    ejemplo, que en nuestro pas nunca tuvo demasiado desarrollo aunque s

    ejemplares memorables: La invencin de Morel, Tln, Uqbar, Orbis Tertius, en el

    perodo que nos ocupa). De las muchas opciones que la cultura industrial le

    brindaba, la literatura argentina eligi investigar las versiones low tech.

    La teora de la verdad del policial, como muy bien sospech Jacques

    Lacan2, escapa por completo a la poltica (y la literatura policial servir en

    Argentina, precisamente, para negar la poltica en nombre de la razn). En "La

    carta robada" (1844), uno de los cuentos seminales del gnero3, hay un delito

    propiamente poltico. Su resolucin, sin embargo, es por completo ajena a la

    poltica. La famosa carta, de cuyo contenido casi nada sabemos, es recuperada

    bajo el aspecto de una carta de amor y slo se nos concede el derecho de

    entender esa carta como formando parte de ese gnero. La poltica transformada

    en pasin: ese proceso es constante en el policial y esa tensin explicar el

    desarrollo del gnero en la Argentina.

    Si algo debera quedar claro es que el policial constituye una mitologa

    que, mutatis mutandi, oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Edgar

    Allan Poe percibi algo y gener un modelo formal para contarlo: el individuo y la

    masa, la cuestin de la propiedad y el espacio, la justicia y la verdad, lo pblico y

    lo privado, en fin: una topologa, determinados personajes, una lgica de la

    verdad y una lgica de las acciones. La realidad (como las grandes ciudades) se

    1 Ver Link, Daniel. La chancha con cadenas. Buenos Aires, del Eclipse, 1994. Para una teora completa sobre el gnero policial ver Link, Daniel (comp.). El juego de los cautos. Buenos Aires, la marca, 200332 Lacan, Jacques. Seminario sobre La carta robada en Escritos II. Mxico, Siglo XXI, 19753 El cuento policial encuentra en Poe, es sabido, a su prncipe. La novela policial se desarrolla a partir de La piedra lunar (1868) de Wilkie Collins.

  • Una versin levemente distinta apareci, con el ttulo Peronismo y misterio en Leyenda. Literaturaargentina: cuatro cortes. Buenos Aires, Entropa, 2006 [ISBN 987-21040-6-9]

    ha extendido y se ha ramificado en los ltimos aos. Esto ha influido en el tiempo:

    el pasado se aleja con inexorable rapidez, escribe Adolfo Bioy Casares en el

    prlogo a El perjurio de la nieve (1944) incluido en La trama celeste (1948), y

    que muchos consideran un cuento que participa de los rigores del gnero policial

    (pero es fantstico).

    Como observa Marshall McLuhan4, Poe fue el primero en el campo de

    la literatura: pero el mecanismo estaba ya all como lgica de funcionamiento del

    mercado y, especialmente, como lgica de la produccin cultural. Y es por eso

    que el policial no slo forma parte de la cultura industrial, sino que, en gran parte,

    le cede sus rasgos. El policial concentra bien un conjunto de determinaciones que

    afectan a toda la cultura.

    Qu habra en la literatura policial para llamar la atencin de los

    historiadores? Nada: apenas una ficcin. Pero una ficcin que, parecera,

    desnuda el carcter ficcional de la verdad. O una ficcin que, parecera, preserva

    la ambigedad de lo racional y de lo irracional, de lo inteligible y lo insondable a

    partir del juego de los signos y de sus significados. O una ficcin que, parecera,

    sirve para despojar a las clases populares de sus propios hroes al instaurar la

    esfera autnoma (y apoltica) del delito. De los folletines criminales de Eduardo

    Gutirrez a los cuentos de Leonardo Castellani o Manuel Peyrou lo que se pierde

    es, precisamente, la dimensin popular del delincuente y la dimensin poltica del

    delito5.

    Hablar del gnero policial es, por lo tanto, hablar del Estado y su

    relacin con el crimen, de la verdad y sus regmenes de aparicin, de la poltica y

    su relacin con la moral, de la Ley y sus regmenes de coaccin.

    Otra de las razones que vuelven interesante el gnero policial es

    estructural: el policial es un relato sobre el Crimen y la Verdad. Es en este sentido

    que el gnero se vuelve, adems, el modelo de funcionamiento de todo relato:

    4 Mc. Luhan, Marshall. "Reestructuracin de la galaxia, o condicin del hombre-masa en una sociedad individualista" en La Galaxia Gutenberg. Barcelona, Planeta-Agostini, 1985.5 Cfr. especialmente Foucault, Michel. "Entrevista sobre la prisin: el libro y su mtodo" en Microfsica del poder. Madrid, Ediciones de la Piqueta, 1980 y "La resonancia de los suplicios" en Vigilar y castigar. Mxico, Siglo XXI, 1987. Ver tambin Barthes, Roland. "Estructura del suceso" en Ensayos crticos. Barcelona, Seix Barral, 1983.

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    articula de manera espectacular las categoras de conflicto y enigma sin las

    cuales ningn relato es posible. Cualquier relato, cualquier texto es una

    determinada ecuacin de tantas acciones distribuidas de tal modo y tal enigma

    resuelto a partir de tantos hermeneutemas6.

    Se trata de un algoritmo sencillo que se ha generalizado rpidamente

    hasta hacer perder de vista sus propias condiciones de existencia, de las que se

    hace abstraccin: cuando un cuento resulta "lento", cuando una novela parece

    "aburrida", cuando se habla de la velocidad narrativa (ms all del gnero de que

    se trate), es porque se est pensando en esas categoras y en una distribucin

    ms o menos ideal de las cantidades que se relacionan con ellas.

    El hecho de que el policial se articule siempre a partir de una pregunta

    cuyo develamiento se espera, plantea consecuencias importantes tanto respecto

    de las operaciones de lectura como respecto de "la verdad" del discurso y,

    tambin, respecto de un determinado oficio de narrar, que es precisamente lo

    que durante la dcada del cuarenta se consolida en Argentina.

    El relato clsico, parecera, tiene su condicin de existencia en la cantidad de

    preguntas que plantea y el tiempo que tarda en resolverlas: en ese sentido el

    folletn y otras variedades discursivas con l relacionadas son un punto de

    exasperacin del modelo: las respuestas se dilatan de entrega en entrega.

    Hroes de la verdad

    Si hay verdad (y no importa de qu orden es esa verdad), debe haber alguien

    encargado de comprenderla y revelarla al lector. Es el caso del detective, un

    elemento estructural inevitable en la constitucin del gnero. El detective, como

    seala Lacan, es el que ve lo que est all pero nadie ve: el detective, podra

    decirse, es quien inviste de sentido la realidad brutal de los hechos,

    transformando en indicios las cosas, correlacionando informacin que aislada

    carece de valor, estableciendo series y rdenes de significados que organiza en

    6 La mejor definicin de conflicto y enigma como categoras del relato est en Barthes, Roland. S/Z. Mxico, Siglo XXI, 1980.

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    campos.

    Paradigmticamente, el chevalier Dupin de Poe es el que puede ver lo

    que nadie (su parodia es el Isidro Parodi de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy

    Casares: preso, es capaz, sin embargo, de verlo todo). Otros escritores

    disimularn esa jactancia del detective mostrndolo como el que tarda en ver,

    pero finalmente ve, lo evidente.

    Juan Sasturain, uno de los principales cultores contemporneos del gnero, ha

    insistido en la dificultad que tiene la construccin del detective en el contexto de la

    cultura argentina:

    En rasgos generales, no hay muchos detectives ni muchas novelas policiales. Ni mucho menos sagas de detectives. Los detectives en la Argentina tienden a ser comisarios, tipos bonachones, policas comprensivos, confidentes. Pero cul es el problema: ese tipo de detectives tiene que ser de zonas rurales como esos pueblos en los que los pone a veces Walsh o no sobrevive al cambio de los tiempos: cuando a partir del 70 la polica se convierte uniformemente en Maldita Polica, esa figura policaca no sirve ms. O est obligada a permanecer fuera de la institucin, en ambientes chicos donde se manejan cosas chicas, cosa cada vez menos probable. En mi caso y creo que es algo ms bien generacional, escribir policial en la Argentina es como lo de Oesterheld en los 50: trasladar la aventura; que las cosas que leamos pudieran pasar ac. Eso era todo un gesto de descolonizacin. Esa es la lectura poltica. Aunque tengo que decir que cuando descubr a Hammett y a Chandler me gustaron. Me gustaba cmo escriban. Y en la prctica, empec a escribir policial como ejercicio de estilo, a la manera de..., como un molde en el que calzarme, una forma de entrar en la literatura. Pero lo ms inverosmil era hacer un detective. Ahora todos te salen que con Yabrn se puede hacer un flor de policial. No tiene nada que ver. Lo que uno quiere escribir es un tipo que se dedica a ser detective7.

    Si hay verdad, entonces, y hay alguien responsable de la aparicin de esa

    verdad, es porque el sentido es posible. O mejor an: es porque los signos son

    inevitables y su significado, a veces oscuro, puede y debe ser revelado. La

    literatura policial instaura una paranoia de sentido que caracteriza nuestra poca:

    los comportamientos, los gestos y las posturas del cuerpo, las palabras

    pronunciadas y las que se callan: todo ser analizado, todo adquirir valor dentro

    de un campo estructural o de una serie.

    Los detectives argentinos son siempre un poco ridculos. Es el

    7 Testimonio incluido en Boido, Juan.

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    resultado de la imposibilidad de la que habla Sasturain, pero tambin del carcter

    pardico que asume el policial en la Argentina: desde Isidro Parodi hasta el padre

    Metri de Leonardo Castellani o don Pablo S. Laborde, el padrino del narrador en

    los cuentos de Manuel Peyrou8. Slo el Daniel Hernndez de Rodolfo Walsh (en

    Variaciones en rojo9) se sostiene como un personaje consistente (es decir:

    complejo).

    La otra variable que define el policial es, naturalmente, la Ley,

    entendida en un arco que va desde las posiciones ms formalistas (el caso de la

    novela policial inglesa, el caso de Borges) a las sustancialistas (el caso de la

    novela negra norteamericana). En la Argentina, podra decirse, la literatura policial

    funciona en el arco que va de Borges a Walsh, por razones ideolgicas, pero

    tambin por razones institucionales (volveremos sobre este punto).

    Que haya Ley no implica que haya Justicia o Verdad, problema que

    articula, ms bien, el caso jurdico. Simplemente garantiza que hay Estado, una

    instancia cada vez ms formal en las sociedades contemporneas. Que haya

    Estado es una hiptesis garantizada no tanto por la sustancia de la Ley como por

    su carcter formal.

    En la medida en que el detective permanece al margen de las

    instituciones de Estado, y hasta se les enfrenta, su estatuto ser cada vez ms

    sustancial y menos formal. A la legalidad formal de la polica (siempre predicada

    por la inepcia), el detective opone la legalidad sustancial de su prctica

    parapolicial (de ah su imposibilidad en el contexto de las letras argentinas), slo

    sujeta a los valores de su propia conciencia.

    El asesinato como una de las bellas artes

    Verdad, Ley, detective. Conflicto y enigma. He ah todo lo que el policial muestra.

    En s, el gnero es un dispositivo para pensar las relaciones entre el sujeto, la Ley

    y la Verdad que deviene modelo general de funcionamiento discursivo: de Poe

    8 El rbol de Judas. Buenos Aires, Emec, 19619 Primera edicin: Buenos Aires, Hachette (Serie naranja), 1953

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    (ledo por Benjamin10) a cualquier caso policial contemporneo, de Chandler

    (ledo por Jameson11) a la teora psicoanaltica, de Isidro Parodi a Daniel

    Hernndez, se trata siempre de lo mismo.

    De qu ndole son los conflictos que cuenta el policial

    Necesariamente, se trata del delito. Principalmente, se trata del crimen. Para que

    haya policial debe haber una muerte: no una de esas muertes cotidianas a las

    que cualquiera puede estar acostumbrado (si tal cosa fuera posible), sino una

    muerte violenta: lo que se llama asesinato12. Es curioso, para que un relato

    comience, para que una o dos lgicas temporales se pongan en movimiento es

    necesario un suceso extraordinario, un desencadenante casi irreal en la

    conciencia del lector: cuntos, en efecto, de quienes consumimos vidamente

    relatos sobre crmenes hemos estado alguna vez cerca de uno?

    Nada de pequeos comportamientos, nada de conflictos cualesquiera

    que cualquiera podra vivir o padecer. El policial desdea, incluso, los delitos ms

    o menos frecuentes: el asalto a una casa, la cartera arrebatada en plena calle. El

    mundo del policial es el mundo de la muerte estetizada (y autonomizada). Es que,

    como seala Foucault, se trata de una literatura que separa al crimen de las

    clases y que separa al criminal de sus semejantes. La casustica criminal parte de

    singularidades excepcionales para proponer regularidades ordinarias: en ese

    proceso de generalizacin y abstraccin se pierden no slo las condiciones

    materiales del crimen sino todo aquello que, socialmente, habra podido

    explicarlo. Naturalmente: el asesino es siempre un Otro con independencia de

    sus condiciones de existencia. El carcter completamente fantasmtico de las

    ficciones policiales, su irrealidad ejemplar y los decorativos telones psicolgicos o

    sociolgicos contra los que se recorta lo nico que importa (el crimen y su

    develamiento) muestran hasta qu punto el policial es una mquina de lectura (y

    de ah el inters que despert en escritores como Borges o Bioy Casares).

    As como las antiguas religiones semiotizaron la muerte con arreglo a paradigmas

    10 Benjamin, Walter. Poesa y capitalismo (Iluminaciones II). Madrid, Taurus, 1980.11 Jameson, F. "On Raymond Chandler" en Most, G. y Stowe, W. (eds.). The Poetics of Murder. New York, HBJ, 1983.12 En su Foucault (Barcelona, Paids, 1988) Gilles Deleuze define la muerte violenta como modelo de muerte de la modernidad y de la biologa moderna.

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    ms bien irracionales ("es el llamado de Dios"), el policial semiotiza la muerte con

    arreglo a un paradigma pseudocientfico, tal como Brecht observ

    tempranamente13.

    La nica garanta que exhibe el policial es sta: mientras haya muerte

    (y ese parece ser el caso) habr relatos.

    La amenaza de la historia

    En 1896, el naturalista Eduardo Holmberg (1852-1937) miembro de la

    generacin del `80, primer aracnlogo argentino, positivista y darwinista a

    rajatabla- suma a sus ms de doscientos artculos, libros y monografas sobre

    ciencia, arqueologa, medicina, fsica, mineraloga, geologa, botnica y zoologa

    los que para muchos son los primeros cuentos policiales argentinos: Nelly,

    La bolsa de huesos y La casa endiablada (incluidos luego en sus Cuentos

    fantsticos). En los tres cuentos, Holmberg recurre, como corresponde a un

    hombre de su poca y de su ideologa (y a un cultor del gnero), a la explicacin

    de fenmenos extraos a travs de un paradigma lgico-cientfico.

    Inspirado sobre todo por Hoffmann, Holmberg va, sin embargo, ms all y

    experimenta, como otros de sus contemporneos14 con las nuevas formas de

    relato que vienen de la incipiente cultura industrial: la ciencia ficcin y el policial.

    La importancia de Poe, el padre de la criatura, no puede ser

    disimulada. As lo seala, una vez ms, Juan Sasturain:

    Los cuentos de Holmberg se publican dos aos despus de que Carlos Olivera publica sus primeras traducciones de Poe. Y los tipos que beben el policial de Poe no beben el policial, sino que beben todo Poe. Quiroga es un caso ejemplar: escribe cuentos policiales, de terror, de ciencia ficcin. Holmberg es ms torpe que l, pero sus fuentes son las mismas. En ese origen del policial argentino tambin es muy importante la herencia francesa de Gastn Leroux. Y el peso de Chesterton es muy

    13 Cfr. Brecht, Bertold. "De la popularidad de la novela policaca" en El compromiso en literatura y arte. Barcelona, Pennsula, 1973. 14 Luis V. Varela publica (con el seudnimo Ral Waleis) La huella del crimen en 1878. Paul Groussac publica el cuento El candado de oro en la revista Sud Amrica en 1884 que, para Fermn Fevre es el primer relato policial escrito en el pas con conciencia y conocimiento del gnero (en Estudio preliminar a su seleccin de Cuentos policiales. Buenos Aires, Kapelusz, 1974).

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    fuerte: para empezar, es la nica figura literaria dentro del gnero que produce el catolicismo; adems, es un inventor de tramas extraordinario; y, en ltima instancia, al Padre Brown lo nico que le importa es el Otro: por qu el criminal peca? Lo importante no es salvarlo sino salvar el alma. sa es muy linda idea para un policial15.

    Pero las incursiones en la literatura policial son, todava, espordicas. Horacio

    Quiroga, el padre del cuento argentino, publica en la revista El Gladiador un breve

    cuento policial inspirado en Poe, El tripe robo de Bellamore, luego incluido en El

    crimen de otro (1904), pero es recin en 1912 cuando aparece la primera serie de

    cuentos que participan sistemticamente del gnero: se trata de Casos policiales,

    que recopila textos previamente publicados entre 1907 y 1910 en La vida

    moderna, y su autor es Vicente Rossi (1871-1945), un uruguayo radicado en

    Crdoba, que los firma con el seudnimo William Wilson.

    Se puede (se debe) sostener un inters terico por el relato policial. Es el caso de

    Holmberg y sus contemporneos, es el caso de Quiroga y los suyos. Es el caso,

    incluso, de Borges, fascinado por la maquinaria de relojera que el policial implica

    como composicin y como dispositivo de lectura.

    Pero el desarrollo del gnero en Argentina habra sido imposible sin

    una industria editorial que configurara al pblico del policial. Tratndose, como se

    trata, de una narrativa de efectos (Mc Luhan, Brecht, Deleuze), para la narrativa

    policial el pblico es el tercero del crimen. As, lo que importa sealar en estos

    aos previos al perodo considerado es la creciente consolidacin de un mercado

    de publicaciones peridicas que, al mismo tiempo que alimentan la demanda del

    pblico, la generan: La novela semanal, El cuento ilustrado, La novela

    universitaria y otras populares colecciones para quiosco que comienzan a

    distribuirse a partir de 1915.

    Ms adelante, el Magazine de Sexton Blake, publicacin quincenal que

    puso en circulacin la editorial Tor a partir de 1929, inspirada en los pulps

    norteamericanos, y la coleccin Misterio de J. C. Rovira Editor (tambin

    distribuida por Tor a partir de 1931), permitieron una difusin del gnero hasta

    entonces imposible en el contexto de las letras argentinas, al mismo tiempo que

    15 op. cit.

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    instalaron una demanda de relatos que participaran del gnero y que muchos

    escritores se vieron llamados a llenar. Es significativo que muchos de los autores

    hasta ahora mencionados -y muchos ms de los que publicaron relatos policiales

    (cuentos o novelas) durante la primera mitad del siglo XX en Argentina- lo hicieran

    con seudnimo. Una prctica todava vergonzante pero que formaba parte del

    arsenal de posibilidades de profesionalizacin para los escritores de la Argentina

    de comienzos del siglo XX.

    Hacia fines de la dcada del treinta, editorial Molino lanza dos

    colecciones: Hombres Audaces (accin y suspenso), que traduce a John Dickson

    Carr y Sax Rohmer, entre otros, y Biblioteca Oro, que difunde en dos series la

    produccin ya exitosa en otras latitudes de S. S. Van Dine, Agatha Christie, Edgar

    Wallace y Erle Stanley Gardner, por ejemplo.

    Tratndose, como se trata, de un gnero de la industria cultural, el

    policial no reconoce fronteras y, ms all de las declinaciones que cada cultura

    nacional pudiera imponerle, se disemin por igual en cualquier lengua y en todas

    las culturas que contaran con un dispositivo industrial de produccin y distribucin

    de gneros. Su funcin en cada contexto, sin embargo, fue especfica.

    La mquina cultural

    El final de la Guerra Civil Espaola (1936-1939) impacta profundamente en los

    mbitos intelectuales y editoriales de Buenos Aires, donde se instalan muchos

    emigrados espaoles de convicciones republicanas. Se fundan empresas que

    rpidamente revolucionan la industria editorial: Arturo Cuadrado funda Emec;

    Antonio Lpez Llauss, Sudamericana; y Gonzalo Losada, editorial Losada.

    Los nuevos proyectos necesitan de un mercado masivo para poder sobrevivir y es

    por eso que se dedican a ampliar el pblico lector, que en la Argentina de la

    poca era bastante importante gracias a la inmigracin y la accin pedaggica de

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    uno de los mejores sistemas educativos del mundo. Al mismo tiempo, brindan

    nuevas posibilidades laborales (como asesores literarios, directores de coleccin,

    correctores de prueba y, sobre todo, traductores) a los intelectuales locales.

    La mquina editorial es ya un aparato que funciona con posiciones y categoras

    abstractas ante que con nombres. Para Emec trabajan Borges (ya fogeado

    durante los aos previos en el trabajo periodstico), Mallea y Bioy Casares; Para

    Losada, Francisco Romero, Guillermo de Torre, Amado Alonso y Pedro Henrquez

    Urea; para Hachette, ms tarde, Rodolfo Walsh. Son los nombres que las

    historias tradicionales de la literatura recuperan, pero lo que importa es la

    cualidad del trabajo que realizaban.

    Si, por un lado, se consolida el gnero fantstico (cuya vocacin por lo

    siniestro liga bien con las preocupaciones polticas del momento)16, y se abandona

    la tediosa mana hacia la interpretacin nacional, caracterstica de la dcada del

    treinta, los escritores educados al calor de la mquina cultural y sus valores (el

    entretenimiento, el relato bien fait el wonder, el suspense, el internacionalismo y

    la traduccin de formas y contenidos ya probados en otras latitudes) se vuelcan

    masivamente a la experimentacin del gnero policial, que tena todo para gustar

    a las masas, para alimentar a la industria editorial que necesitaba de esas masas

    para sobrevivir y para agradar an a los ms sofisticados escritores.

    Refirindose conjuntamente a la literatura fantstica y policial, Bioy Casares y

    Borges (sobre todo el segundo, cuya voz es la ms reconocible en lo que sigue)

    sealaban:

    Ambos gneros exigen una historia coherente, es decir, un principio, un medio y un fin. Nuestro siglo propende a la romntica veneracin del desorden, de lo elemental y de lo catico. Sin saberlo y sin proponrselo, no pocos narradores de estos gneros han mantenido vivo un ideal de orden,

    16 As, por lo menos, lo entiende ngel Rama. Ver los captulos anteriores en este mismo volumen. Baste sealar que Jos Bianco, secretario de redaccin de Sur desde 1938 hasta 1961 publica dos obras maestras que participan del gnero fantstico: Sombras suele vestir (1941) y Las ratas (1943). Borges (ver el texto de Beatriz Sarlo que encabeza este volumen) publica en la dcada del cuarenta lo mejor de su produccin. Adolfo Bioy Casares entrega a la imprenta la que ser, sin dudas, la mejor novela de ciencia ficcin argentina de todos los tiempos (an en su reaccionarismo), La invencin de Morel (1940). Manuel Peyrou y Santiago Dabove, amigos de Borges, publican respectivas incursiones en la literatura fantstica: El estruendo de las rosas (1948) y los cuentos recopilados luego en La muerte y su traje (1961). Anderson Imbert, entonces un autor mejor considerado que en la actualidad, saca El mentir de las estrellas (1940) y Las pruebas del caos (1946).

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    una disciplina de ndole clsica. Aunque slo fuera por esta razn, comprometen nuestra gratitud17.

    Pero no hay que pensar, ingenuamente, que Borges y Bioy hayan inventado el

    policial en la Argentina. Ms importantes que ellos en la creacin de sus

    condiciones de existencia en el contexto de la literatura nacional fueron

    escritores que, como Conrado Nal Roxlo, Anderson Imbert18 o Leonardo

    Castellani19, no gozan hoy del mismo prestigio:

    En noviembre de 1936, Dante Quinterno comienza a publicar Patoruz;

    en 1941, Emilio Villalba Wesh funda Cascabel; tres aos despus, aunando la

    experiencia de ambas revistas, surge Rico Tipo, dirigida por Divito. Enb estas tres

    publicaciones ineludibles en cualquier historia, tanto del periodismo argentino en

    general como en particular de la historieta y del humorismo nacionales- aparece

    reiterado el nombre de Nal Roxlo, que entonces populariza el seudnimo de

    Chamico. A partir de septiembre del 37 puede consignarse en Patoruz la

    aparicin de El misterio de la galera gris, novela policial por entregas y con un

    autor distinto por entrega, cuyo primer captulo cae en suerte a Nal Roxlo; en las

    otras dos revistas pueden leerse los ejercicios de su famosa serie A la manera

    de..., donde, en lo que hace al gnero, parodia a Borges (Homicidio filosfico),

    Chesterton (Nuevas aventuras del Padre Brown) y Conan Doyle (Los crmenes

    de Londres).20Entre los argentinos, el gnero policial llevar para siempre la

    marca pardica inicial de Nal Roxlo.

    En 1943 la Biblioteca Oro de editorial Molino publica la primera

    traduccin de Adis mueca (1940) de Raymond Chandler, que se llam

    entonces Detective por correspondencia. En 1944, la coleccin Pandora de

    editorial Poseidn traduce La ventana siniestra (1942) y en 1945 la coleccin

    Rastros de la editorial Acme Agency incorpora (con el nmero 25) la recopilacin

    17 En Borges y Bioy. Prlogo a Cuentos policiales (Buscar referencia)

    18 Que publica en La Nacin el cuento Las maravillosas deducciones del detective Gamboa el 29 de noviembre de 1930).19 Quien tambin public sus cuentos en La Nacin.20 Lafforgue, Jorge y Rivera, Jorge B. Asesinos de papel. Buenos Aires, Calicanto, 1977. Muchos datos de los datos incluidos en este captulo estn tomados de ese libro, que sigue siendo la mejor historia del gnero en Argentina.

  • Una versin levemente distinta apareci, con el ttulo Peronismo y misterio en Leyenda. Literaturaargentina: cuatro cortes. Buenos Aires, Entropa, 2006 [ISBN 987-21040-6-9]

    Cinco asesinos que, entre otros cuentos de Chandler, incluye Los chantajistas no

    matan (1933).

    Cuando Borges y Bioy Casares crean para Emec ese mismo ao de

    1945 la coleccin El sptimo crculo, el gnero policial (en sus variantes ms

    clebres: el policial analtico britnico y la novela negra norteamericana) ya

    estaba suficientemente instalado en la industria editorial y en la conciencia del

    pblico lector como para garantizar el xito de una coleccin que, por otra parte,

    no haca ms que publicar las recomendaciones del Times Literary Supplement:

    sofisticadas y elegantes ejemplares de literatura de evasin.

    El sptimo crculo compite con las colecciones Rastros y Pistas de

    Acme Agency, que incluye ms escritores nacionales, y la series Naranja y

    Evasin de Hachette, con las cuales colabora Rodolfo Walsh, en su mltiple

    condicin de lector, traductor, antlogo y autor. Para comprender mejor este

    mapa, conviene citar, una vez ms, a Juan Sasturain:

    Muchos fechan el origen del policial en la Argentina en los 40, y eso es bastante cierto. Entre el 41 y el 42 salen los primeros cuentos de Castellani sobre el padre Metri, donde se ve la influencia del padre Brown de Chesterton; sale el Isidro Parodi y una novela de Abel Mateo con su Inspector Verano21. Tambin por esos aos se popularizan los policiales de bolsillo modernos, que aparecen en libreras y quioscos. Por un lado, aparece la tendencia a la inglesa, tanto en el objeto libro como en la temtica: El sptimo crculo, dirigida por Borges y Bioy, que titulan con un guio culto, aludiendo al infierno dantesco de los violentos. Esa coleccin forma parte de un proyecto editorial de Emec, que reparte las colecciones entre los intelectuales capos que tena: desde El sptimo crculo y La puerta de marfil con Borges y Bioy a Cuadernos de la Quimera con Mallea (donde sale toda la novela tradicional inglesa del siglo XIX y parte de la norteamericana). Al mismo tiempo aparece Rastros, que en la prctica carece de mentores. Si el primer libro de El sptimo crculo es La bestia debe morir de Nicholas Blake, con una tapa muy abstracta, casi puramente geomtrica, el primero de Rastros es Scarface, firmado con seudnimo y con un gngster en la tapa, muy quiosquero y popular. Y es en Rastros donde est mucho ms presente el escritor argentino. De hecho, ni Bioy ni Borges publican argentinos en sus colecciones22. Despus est Acme, con pockets que se hacen bosta y tapas

    21 Se refiere a Con la guadaa al hombro (1940), firmada por Diego Keltiber (seudnimo de Abel Mateo), Novela encuadrada, segn Yates, en la tradicin de las novelas fair play de Ellery Queen y S. S. Van Dine de los aos treinta. Cfr. Yates, Donald. La novela policial en las Amricas, Temas culturales, publicacin del Servicio Cultural e Informativo de los Estados Unidos, III: 3 (Buenos Aires: 1963). 22 Las nicas excepciones: El asesino desvelado (1945) de Enrique Amorim, Los que aman, odian (1945) de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, El estruendo de las rosas (1948) de Manuel Peyrou, Bajo el signo del odio (1953) de Alexander Rice Guinness (seudnimo de

  • Una versin levemente distinta apareci, con el ttulo Peronismo y misterio en Leyenda. Literaturaargentina: cuatro cortes. Buenos Aires, Entropa, 2006 [ISBN 987-21040-6-9]

    con mucho color. Consideremos que tanto en Acme como en Rastros el autor casi no existe, es un tipo que firma arriba chiquitito. En cambio, en Emec el autor es un escritor que tiene una ficha biogrfica. Y ah, casi al final, aparece la Serie Naranja, de Hachette, para la que trabaja Rodolfo Walsh, y que se convierte en un bicho raro, porque publica Cornell Woolrich pero tambin Ellery Queen, que tendra que haber sido de cabeza de Emec. La oleada siguiente, la que da un nuevo viraje y reabastece el stock23, es una coleccin de editorial Fabril, El club del misterio. Es la que introduce sistemticamente a Chandler, del que Borges y Bioy haban apenas publicado unos cuentitos de Asesino en la lluvia. Rastros slo haba metido Cinco asesinos, aunque haba publicado mucho de Hammett. Y con esa coleccin entra Ross MacDonald.24

    La marea policial, en un pas que, como la Argentina de la dcada del cuarenta,

    crecientemente se interroga por la legitimidad de la Justicia, la relacin entre las

    masas, el Estado y el delito y la racionalidad de la poltica, es ya imparable y

    constituir una de las matrices a partir de las cuales la literatura argentina (junto

    con la gauchesca y la fantstica) definir su futuro.

    La dcada infame

    En el prlogo a la antologa Diez cuentos policiales argentinos, Rodolfo Walsh

    escriba en 1953: Hace diez aos, en 1942, apareci el primer libro de cuentos

    policiales en castellano. Sus autores eran Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy

    Casares. Se llamaba Seis problemas para don Isidro Parodi25.

    Adems de los antecedentes antes mencionados (y otros tantos que podran

    sealarse), conviene sostener el ao 1942 como el momento de articulacin del

    gnero policial (como cosa de la cultura industrial) en las letras argentinas (como

    cosa del arte) porque ese ao se publican, tambin, La muerte y la brjula, la

    clebre deconstruccin del gnero que debemos a Borges y Las 9 muertes del

    Padre Metri de Leonardo Castellani (firmado con el seudnimo Jernimo del

    Rey)26, un autor completamente ajeno a las preocupaciones y al crculo de Borges.

    Alejandro Ruiz Guiaz), La muerte baja en el ascensor (1955) de Anglica Bosco y Sanatorio de altura (1963) de Max Duplan (seudnimo de Eduardo Morera).23 Hacia fines de la dcada del cuarenta y hasta finales de 1960.24 op. cit.25 Buenos Aires, Hachette, 1953, pg. 726 Buenos Aires, C.E.P.A. La segunda edicin aparece en 1952 (Buenos Aires, Ediciones Sed), se llama Las muertes del Padre Metri (es una edicin aumentada) y lleva ya la firma de Leonardo

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    Restara explicar, para citar a Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera, por qu la fecha

    y el texto elegidos poseen indudable representatividad desde el punto de vista de

    la historia del gnero, y sealan, por lo menos, un momento decisivo en el

    proceso de su configuracin en nuestro medio27.

    La entonacin argentina del gnero coincide con el ascenso del

    movimiento peronista y la identificacin de las masas rurales y urbanas con el

    proyecto poltico de Pern. Lo que, entre 1942 y 1953 poda aparecer a los ojos

    de cualquiera de los intelectuales comprometido en el desarrollo del gnero en

    Argentina, desde Manuel Peyrou hasta Rodolfo Walsh (para citar los dos

    extremos de un vasto y variopinto arco ideolgico) era, precisamente, el problema

    de la Ley, el Estado, las masas y la Verdad. Era lgico que esas preocupaciones,

    pues, ligaran con los contenidos del gnero y permitieran hablar indirectamente

    (la mayora de las veces, demasiado indirectamente) de aquello que se haba

    convertido en hechos en bruto a ser interpretados (la paranoia del sentido, la

    semiosis infinita).

    El racionalismo a rajatabla que el gnero impona (sobre todo en la

    versin analtica, que fue la de mayor triunfo en la cultura Argentina de esta

    poca) funcion histricamente como espacio de contencin para el

    irracionalismo que, desde la perspectiva de sus cultores, progresivamente iba

    dominando en la sociedad argentina.

    Las reivindicaciones clasistas que el peronismo incluy desde el

    comienzo en su programa poltico como estrategia de captacin de las simpatas

    populares no constituyen nunca el tema de la literatura policial de la poca (lo que

    es, de por s, bastante notable), pero en cambio resultan necesarias para

    comprender, en la Argentina, el carcter moralizador y despolitizador del gnero,

    en el cual el crimen y los criminales aparecen como una categora puramente

    abstracta.

    Mientras la Argentina se transformaba en otra cosa (dividiendo en dos

    Castellani.27 Op.cit., pg. 13

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    el perodo de oro del policial argentino, la Convencin Constituyente promulg

    una nueva Constitucin en 1949) los escritores argentinos se entregaban a la

    fantstica o al policial, cosa que pocos aos despus ya ni siquiera podran hacer.

    El peridico La Prensa fue clausurado en marzo de 1951. A partir de septiembre

    de 1952 comenzaron las persecuciones a los opositores al rgimen.

    En agosto de 1999, Edgardo Cozarinsky recordaba las polmicas

    sobre la obra de Borges en la dcada del cuarenta:

    En 1941, ao en que aparece El jardn de senderos que se bifurcan, los premios nacionales de literatura fueron atribuidos, el primero a Cancha larga de Eduardo Acevedo Daz, el segundo a Un lancero de Facundo de Csar Carrizo. En el jurado, donde estaban entre otros Roberto F. Giusti, Enrique Banchs y Horacio Rega Molina, slo Alvaro Melin Lafinur vot en contra; Eduardo Mallea, miembro de la Comisin Nacional de Cultura, consider escandaloso el veredicto y renunci. Recurdese que esas obras de inspiracin "telrica" halagaban el gusto de las tendencias ms nacionalistas, cuando no pro-nazis, tan relevantes en la neutralidad argentina de principios de la Segunda Guerra Mundial. Jos Bianco, entonces secretario de redaccin de Sur, decidi consagrar el nmero de julio de 1942 a un "desagravio a Borges". Entre los testimonios reunidos, algunos son muy graciosos. "No haber elegido el libro de Jorge Luis Borges entraa un criterio y una lnea de conducta. Nuestras academias demuestran con su acto negativo pero categrico tener una misin determinada que cumplir con la literatura: perseguirla" (Patricio Canto).28

    Es contra la literatura filo-nazi (de inspiracin telrica), pues, que el gnero estaba

    proponiendo un modelo de legalidad y de racionalidad pero tambin un modelo de

    cultura (la literatura cuenta, antes que un estado de la realidad, un estado de la

    imaginacin).

    A comienzos de la dcada del cincuenta, toda ilusin de apoliticidad se

    28 Edgardo Cozarinsky. Borges: un texto que es todo para todos, Cuadernos de Recienvenido, 11

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    haba desvanecido en el aire y ni siquiera la escritura racional poda sostener el

    carcter abstracto de la Ley y la Justicia. Como dir un historiador del gnero

    aos despus: haba terminado una era.

    1953 no es slo el ao de publicacin de la primera antologa nacional del gnero

    (es decir, una mirada retrospectiva) sino tambin el de la publicacin de

    Variaciones en rojo, el ms slido ejercicio nacional de policial analtico, el libro

    del cual su autor, Rodolfo Walsh, abjurara aos ms tarde pero que entonces le

    vali un Premio Municipal de Literatura.

    Entre una fecha y otra, entre 1942 y 1953, la literatura argentina se

    vuelca a investigar el gnero policial, lo adopta, lo parodia, lo distorsiona y lo

    abandona. Donald Yates seala: En 1953, el inters del pblico por la ficcin

    policial de autores nacionales haba llegado al pice. Un ao despus, en 1954,

    ese inters se haba prcticamente desvanecido. Haba terminado una era 29.

    De modo que el caso policial (como invencin del periodismo moderno)

    constituye gneros, y de los gneros participan textos. El ejemplo de Rodolfo

    Walsh, que funciona como cierre de un conjunto de operaciones, es complejo

    porque muestra, por, una parte, el momento de adhesin al gnero como gnero

    (sus leyes, sus reglas, sus mecanismos formales y sus matrices perceptivas). Los

    relatos de Variaciones en rojo son ejemplares perfectos de esa adhesin y al

    mismo tiempo marcan un lmite.

    Cuando escribi esos relatos, habra de confesar Walsh aos despus

    (como si de un juicio se tratara, el juicio de la historia), pensaba ms en el dinero

    que en la literatura30. Es que hay algo de la literatura que escapa a las poticas de

    los gneros y, en el siglo XX, ese algo es sencillamente lo que se reconoce como

    la literatura31. En algn sentido, los relatos de Variaciones en rojo resultan

    29 Yates, Donald. op. cit. Lafforgue y Rivera intentan desmentir la terminante afirmacin de Yates sin demasiado xito. La recuperacin del policial negro en la dcada del setenta por parte de Ricardo Piglia y otros autores no alcanza, ciertamente, a devolverle al gnero un esplendor perdido para siempre. El propio Borges abomina de su juvenil predileccin por los artificios del gnero en los Interrogatorios incluidos por Lafforgue y Rivera en su insuperable librito (op. cit.).30 En la "Noticia autobiogrfica" incluida ahora en Walsh, Rodolfo. Ese hombre. Diario y otros papeles personales. Buenos Aires, Seix-Barral, 1996.31 Desde Croce, para quien las poticas genricas representan el "maggior trionfo d'ell'errore intellettualistico", los gneros representa falsos universales y sistemas de constriccin ajenos al arte. Lo que debera quedar claro, en todo caso, es que el gnero se sobreimprime al arte, sin

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    llamativos porque su originalidad slo puede medirse en el contexto del gnero

    policial (y especialmente en su versin analtica). La ambicin de Walsh adquiere

    aqu la siguiente forma: querer figurar en el cielo de los grandes autores

    policiales, querer integrar una serie hipottica de consagrados del gnero, como

    quien dijera: Wilkie Collins, Conan Doyle, Rodolfo Walsh. Pero esa desmesura es,

    adems, una trampa. Los gneros se tragan no slamente los textos que

    pretenden seducirlos, sino tambin las obras completas y los imaginarios de los

    temerarios que a ellos se aproximan.

    Glosa

    Nacionalizar un gnero cultural (que, como tal, opera con prescindencia de las

    variables nacionalitarias) es una operacin colectiva compleja que involucra la

    nacionalizacin de las temticas pero tambin de los estilos. Suponer que el

    gnero pueda sobrevivir a tales transformaciones puede ser un acto de

    ingenuidad o un deseo utpico. Los norteamericanos y los franceses, en ese

    orden, consiguieron imponerle al policial dinmicas diferenciales, pero tampoco es

    indudable que en un caso o en otro se trate de lo mismo:

    No me gusta la violencia que exhiben los norteamericanos. En general son autores truculentos. Raymond Chandler es un poco mejor; pero los otros, Dashiell Hammett, por ejemplo, son muy malos. Adems, ellos no escriben novelas policiales: los detectives no razonan en ningn momento. Todos son malevos: los criminales y los policas. Lo cual puede ser cierto. (Borges, segn el testimonio reproducido en Lafforgue y Rivera. op. cit.)

    En todo caso, el desafo para los argentinos del perodo pasaba por un lado por la

    creacin de una figura verosmil de detective o investigador y ya se ha visto que la

    tarea fue y sigue siendo prcticamente imposible, porque esa figura chocaba

    contra la vocacin realista (que, justo es decirlo, habra aniquilado el gnero en

    cualquier lugar del mundo). El Isidro Parodi de Borges y Bioy, que inaugura el

    perodo de oro del policial en Argentina es un signo de esa imposibilidad. El

    problema del detective no es slo un problema de representacin o tipo social. Es

    coincidir con l, y ste es un rasgo del arte moderno en general, y en particular, de la literatura del siglo XX.

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    sobre todo, un problema de inteligencia: cmo operara una inteligencia

    argentina puesta a resolver un enigma policial? No es casual que muchos

    autores (Castellani, Peyrou) ubiquen a sus hroes de la Verdad en un pasado

    ms bien remoto.

    Por otro lado, se trataba de adecuar las tramas (de por s limitadas, porque el

    gnero supone un ars combinatoria bastante mecnico) a la realidad local. Pero

    como una de las reglas del gnero exige continuamente nuevos misterios y

    nuevas soluciones (de acuerdo con la lgica del mercado), los escritores

    argentinos se enfrentaban al doble problema de la dignidad de la trama en

    relacin con el contexto argentino y, tambin, en relacin con las ficciones previas

    en las que se inspiraban. Los ms olvidables ejemplares de policial argentino son

    precisamente los que meramente tradujeron a nuestro contexto cultural tramas

    previamente existentes.

    El tercer problema es el del lenguaje. Y es all donde Borges y Bioy, por

    un lado, y Castellani, por el otro (y al mismo tiempo) coinciden en dotar al gnero

    de un lenguaje fluido, verosmil, y reconocible: la entonacin argentina del gnero.

    Los relatos de Castellani resultan todava hoy sorprendentes por la diversidad

    estilstica que incluyen y la cantidad de hablas que incorporan a la literatura.

    Como pocos escritores argentinos, Castellani tuvo el valor de sostener el

    cocoliche como una lengua literaria legtima.

    Las tramas de los Seis problemas para Isidro Parodi, como las de Las

    9 muertes del Padre Metri no son particularmente originales. La originalidad que

    todava hoy puede leerse en esos libros es de otro orden: lingstico, desde ya,

    pero tambin cultural, y sirve para sealar la dimensin de lo que se pona en

    juego.

    Leonardo Castellani (1899-1981) naci en Reconquista. En su niez

    perdi (en distintas circunstancias) a su padre y el ojo izquierdo. En 1918 ingres

    al noviciado jesuita. Estudi adems Letras, Filosofa y Teologa. En 1931 se

    orden sacerdote y continu sus estudios de Filosofa, Teologa y Psicologa en

    Roma y Pars. En 1935 volvi a Argentina. Su biografa (que no ha sido todava

    escrita) es fascinante. Escribe a lo largo de su vida ms de cincuenta libros de

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    todos los gneros. Participa en poltica (es un fervoroso adherente del Partido

    Nacionalista). Presionado por la Iglesia para que abandone la Orden Jesuita, es

    recluido en Manresa (Espaa) durante dos aos, de donde escapa en 1949 para

    volver a Buenos Aires. Expulsado de la Orden y suspendido como sacerdote, se

    dedicar a un sinfn de actividades hasta que en 1966 se le restituye el ministerio

    sacerdotal. Entre 1935 y 1946 publica las recopilaciones de cuentos Historias del

    Norte Bravo, Martita ofelia y otros cuentos de fantasmas, El crimen de Ducadelia

    y otros cuentos del tro y Las 9 muertes del Padre Metri, publicado en 1942 con el

    seudnimo Jernimo del Rey y reimpreso en 1952 como Las muertes del Padre

    Metri ya con su nombre y una serie de textos (algunos tomados de El crimen de

    Ducadelia)32.

    De opiniones la mayora de las veces exaltadas y desmesuradas,

    Castellani lleg a sostener que existen en la vida solamente 13 problemas

    fundamentales; acerca de los cuales estoy escribiendo un libro, con la solucin

    exacta de cada uno33. Sus gustos literarios eran la ms brutal expresin de

    ideologa:

    Con tal estrategia [se refiere a El problema editorial] se ha eliminado del conocimiento pblico entre nosotros a escritores tan grandes como Guido Spano (escritos polticos), Estanislao Zeballos, Rubn Franklin Mayer... el cual muri tronchado y amargado por la conspiracin del silencio. Esa conspiracin quiere eliminar tambin hoy da34 (impotentemente) a Manuel Glvez, cuyas eximias biografas han merecido bien del pas, a Hugo Wast, narrador nato, sano y ameno novelista popular de primer orden... y otros conocidos que no hay para qu nombrar: en suma, est en contra del escritor veramente argentino, del que edifica la patria, del que brega por sus ms altos intereses. Aborrece a los escritores criollos, los que no tienen aqu cnsules. Nos inunda de literatura extranjera, mala por lo general. La logrera editorial, la camarilla de los snobs, arribistas y despechados, y (digamos la verdad) la desidia de los buenos, producen de consuno este diluvio de traducciones extranjeras al rumbo, de libros argentinos estpidos, de literatura pseudocientfica y pseudofilosfica, de bodrios manifiestamente antinacionales, de libros perversos de toda la gama hasta llegar a lo nefando (literatura sodomtica), de bazofia intelectual, de chchara hertica, de

    32 Primera edicin: Buenos Aires, C.E.P.A. La segunda edicin aumentada aparece en 1952

    (Buenos Aires, Ediciones Sed).

    33 En Notas a caballo de un pas en crisis. Buenos Aires, Ediciones Dictio (Biblioteca del

    Pensamiento Nacionalista Argentino), 1974.

    34 El texto original fue publicado en Tribuna (San Juan: 20 de agosto de 1962)

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    mensajes caticos... que se sirve para alimento intelectual al sufrido pueblo argentino35

    No importa lo que hoy pensemos de las atrabiliarias predilecciones y los

    peregrinos argumentos de Castellani; lo que es imposible es permanecer

    impasible ante la exaltacin casi demente de su prosa de brillante polemista, la

    misma que hace de Las 9 muertes del Padre Metri un libro insoslayable mucho

    ms all del alucinado mundito del policial en Argentina.

    Yo me form en la literatura de los humoristas ingleses, conoc a

    Chesterton a los 22 aos, recuerda Castellani36. Es natural que el hroe de la

    verdad que elige para sus cuentos, el Padre Metri, nacionalice al Padre Brown de

    Chesterton. Lo que en Chesterton era candor, sin embargo, en Castellani es pura

    socarronera criolla.

    Fray Demetrio Constanzi, misionero del Chaco santafecino y capelln

    de los Lanceros de San Antonio, amigo del to Celestino del narrador, es famoso

    en su provincia (y tambin en Resistencia), por la agudeza de su juicio y la solidez

    de su cultura. El Padre Metri viaja de aqu para all resolviendo crmenes

    enigmticos: en un barco, en Montevideo, en diferentes pueblos de la provincia,

    donde constata:

    el estado de abandono civil de la regin quebrachera. La justicia y la autoridad no existan sino como tenues sombras o como repugnante mscara; en todo caso, si existan realmente, era al margen y a veces en contra de las autoridades que llevaban el nombre. Jefe poltico, juez de paz, comisario, receptor de rentas y hasta el maestro, y Dios quiera que el cura no, eran siervos o al menos cautivos de la poltica (...). En ese estado de cosas de an-arqua, en el sentido primitivo del vocablo-, el mens, el obrajero, el pen, el bolichero y el colono perdan necesariamente la fe en la justicia; y desesperados de encontrarla donde deban, cada vez que eran vctimas de un malhecho, se vean impelidos a buscarla por su mano...-Aqu comprendo sola decir l- cmo naci en Crcega la famosa y horrible institucin de la Vendetta. No es un instinto criminal; es el mismsimo profundo instinto de la justicia que crea esas aberraciones, cuando ella escasea en su sede natural. Aqu comprendo cun profunda es la palabra del ms grande de los estadistas santafecinos, el brigadier Estanislao Lpez: El primer derecho de un pueblo es elegir su caudillo. El mal es que aqu no los eligen; antes ellos se les encaraman, a veces criminalmente. Aqu comprendo la necesidad de los poderes extraordinarios: todo el poder, aun el de la muerte, en manos de uno

    35 op. cit., pg. 497

    36 op. cit., pg. 505

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    solo que merezca ejercerlo... (en El caso de Ada Terry).

    En Leonardo Castellani encontramos el momento ms poltico del gnero, donde

    delito, Estado, Verdad, Ley y moral son categoras todava vacas y que necesitan

    ser llenadas. Casi podra decirse que estos cuentos fueron escritos, de acuerdo

    con la larga cita antes transcripta, para llenar el vaco de Justicia, que es,

    tambin, en Castellani, un vaco de lenguaje: cmo contar el crimen y su

    resolucin y, de manera mucho ms importante, qu hacer luego de la resolucin

    del enigma.

    Es muy frecuente (prcticamente la norma en los relatos reunidos en

    Las 9 muertes), que el Padre Metri vea (ms tarde o ms temprano) aquello que

    nadie ms ve (ley del gnero) pero que, al mismo tiempo, no haga nada para

    castigar al criminal o, deliberadamente, deje el crimen impune (escndalo del

    gnero): guiado slo por su propia conciencia, el Padre Metri se parece en esto a

    los hroes de la verdad norteamericanos (paradigmticamente, Philip Marlowe),

    para quienes la Verdad es una cosa y la reparacin de la falta es otra. Sobre todo

    porque, como queda dicho, el campo de operaciones de Metri es una sociedad

    incivil, trtese de la poca representada en los cuentos (el siglo XIX) o los das en

    qu stos fueron escritos (principios de la dcada del cuarenta).

    En esa Argentina que atraviesa el Padre Metri, los crmenes

    investigados representan la reparacin de una falta (Ley del Talin, vendetta) que

    la Justicia (dbil o inexistente) no puede realizar: Qu Constitucin ni qu

    macanas!, exclama Metri, y con sus palabras parece estar hablando la voz de la

    poca. A los criminales, Metri les propone un pacto de silencio y una penitencia

    personal, pero no los entrega al brazo secular de la Ley, salvo cuando pudiera

    peligrar la vida de un inocente.

    Ninguna colaboracin con la polica es posible (es la leccin que Walsh

    termina por comprender precisamente de Castellani: hoy es imposible en la

    Argentina hacer literatura desvinculada de la poltica) y as, el gnero (como

    reflexin abstracta sobre la Justicia, la Ley y la Verdad) se deshace en el

    momento mismo en que su versin nacional es propuesta.

  • Una versin levemente distinta apareci, con el ttulo Peronismo y misterio en Leyenda. Literaturaargentina: cuatro cortes. Buenos Aires, Entropa, 2006 [ISBN 987-21040-6-9]

    Manuel Peyrou (1902-1974) perteneci al ms cercano crculo de

    amigos de Jorge Luis Borges. En Historia de la noche (1977) se incluye el

    (horrsono) poema que Borges le dedic a su muerte: Suyo fue el ejercicio

    generoso/ de la amistad genial. Era el hermano/ a quien podemos, en la hora

    adversa,/ confiarle todo o, sin decirle nada,/ dejarle adivinar lo que no quiere/

    confesar el orgullo (...). Era, en efecto, una amistad de confidencias, a diferencia

    de la que sostuvo con Bioy Casares. Sobre la obra de Peyrou, su confidente ha

    sido tajante:

    Entre los argentinos, Manuel Peyrou escribi cuentos muy buenos, los de La espada dormida, a la manera de Chesterton; otros libros de Peyrou me gustan menos, El estruendo de las rosas, por ejemplo, est escrito contra las dictaduras; y a m personalmente no me gusta que la poltica intervenga en la literatura. Es sabido que yo soy antiperonista, pero no he escrito nada en tal sentido, porque eso no me interesa como literatura, se entiende.37

    Adems de los cuentos de La espada dormida (1944), La noche repetida (1953) y

    El rbol de Judas (1961), Peyrou public las novelas El estruendo de las rosas

    (1948) y El hijo rechazado (1969). Producto de su virulento antiperonismo es la

    triloga compuesta por Las leyes del juego (1960), Acto y ceniza (1963) y Se

    vuelven contra nosotros (1966).

    El estruendo de las rosas38 transcurre en una vaga escenografa: un

    pas germnico en el que hay un plesbicito mediante el cual se decidir la anexin

    a una igualmente vaga Unin del Norte, mientras una coalicin de pases

    amenazan a la Unin con la guerra. Hay mdicos que narran experimentos

    aberrantes (probar la resistencia al fro en pobres infelices desnudos, por si

    alguna vez tenemos una campaa en el rtico) y dependencias del Estado que

    se llaman Departamento de Mitologa Didctica o Ministerio de Instruccin

    Pblica y Religin. La intencin es satrica: el texto evoca de manera sistemtica

    (trivializndolo) el Tercer Reich. En esa escenografa vagamente austraca hay un

    dictador, Cuno Gasenius, y una cohorte de colaboradores estrechos. Hay,

    adems, un movimiento de resistencia del que participa Flix Greisz, quien una

    37 Reproducido por Lafforgue y Rivera. op. cit.

    38 Hay una versin digitalizada (con bastantes erratas) en http://www.la-lectura.com/novela/novela-1-indice.html.

  • Una versin levemente distinta apareci, con el ttulo Peronismo y misterio en Leyenda. Literaturaargentina: cuatro cortes. Buenos Aires, Entropa, 2006 [ISBN 987-21040-6-9]

    maana de octubre (la misma de la compulsa electoral) asesina a Gasenius en un

    acto pblico.

    El magnicidio, sin embargo, no es tal: Gasenius haba sido asesinado

    la noche anterior y la vctima de Greisz es su doble de cuerpo.

    El responsable de investigar la muerte de Gasenius y determinar si fue

    vctima de la resistencia o de un complot interno al gobierno es Hans Buhle, del

    Ministerio de Defensa. Suponiendo que Greisz puede llevarlo hasta el verdadero

    asesino, Buhle ordena su liberacin, y todo el texto no ser sino la forzada

    confrontacin de esas dos inteligencias abstractas y la demostracin del fracaso

    de ambas. El asesino del tirano resulta ser, en efecto, un miembro de su crculo

    de allegados. Greisz comprende desde el comienzo la gratuidad de su intento: no

    slo asesin a un fantoche sin responsabilidad alguna sino que adems no

    evalu correctamente la situacin poltica: Yo pens que la muerte de Gesenius

    hara fracasar el plebiscito. Yo pensaba en la idea clsica, medieval, del jefe de

    estado autocrtico. Me olvid que los dictadores han evolucionado, se han

    perfeccionado, se han hecho casi invulnerables. Ahora cuentan con la

    democracia...

    Si se suprimieran las reflexiones altisonantes y las largas y tediosas

    descripciones que inauguran cada captulo, la novela El estruendo de las rosas se

    convertira en un cuento largo y ni an as resultara un ejemplo memorable de

    policial.

    En todo caso, y habida cuenta de la escasez de novelas que la crtica

    ha sealado en el contexto del policial argentino, conviene detenerse en esta obra

    de Peyrou precisamente por su rareza: escrita cuando ya la Segunda Guerra

    Mundial haba terminado, su presentacin de la poltica del Reich resulta casi

    ofensiva por su superficialidad, y es muy fcil sospechar que la intencin satrica

    de Peyrou tiene como blanco antes la tirana argentina que la alemana.

    Considerada ya no como stira sino como relato policial, El estruendo

    de las rosas es igualmente fallida. En primer trmino porque el crimen a investigar

    es un magnicidio, lo que trastrueca por completo las reglas del gnero. Al

    introducir en la trama dos organizaciones clandestinas, complots, traiciones, etc.,

  • Una versin levemente distinta apareci, con el ttulo Peronismo y misterio en Leyenda. Literaturaargentina: cuatro cortes. Buenos Aires, Entropa, 2006 [ISBN 987-21040-6-9]

    el texto habra funcionado con mayor fluidez en el contexto del thriller de

    espionaje, un gnero por dems ausente en la imaginacin de los escritores

    argentinos.

    En segundo trmino porque el enigma slo se sostiene presuponiendo

    la inepcia de los servicios de seguridad del tirano muerto y la completa

    imbecilidad de todos los investigadores (es nula la investigacin de la escena del

    crimen, la hora del asesinato de Gesenius se determina exclusivamente por la

    indicacin de un reloj detenido y ni siquiera el caballeresco Buhle es capaz de ver

    lo que los dems no ven hasta que ya es demasiado tarde y una inocente muere).

    Y en tercer trmino porque el teln de fondo elegido obliga a Peyrou a una

    presentacin completamente desencarnada de lugares, personajes y conflictos (lo

    que no sera demasiado grave: despus de todo el gnero permite esas licencias,

    pero es poco interesante) y, sobre todo, de las inteligencias puestas en juego: a

    diferencia de Borges, Bioy, Castellani o Walsh, no hay aqu puesta en juego una

    inteligencia argentina, ni para cometer el crimen, ni para resolverlo, ni para

    contarlo.

    Planteado como un metapolicial, el texto incluye una monografa de

    Greisz sobre el policial, en la que el fallido magnicida discurre sobre Hamlet y el

    gnero, estableciendo un paralelismo entre el prncipe de Dinamarca y el

    protagonista de La bestia debe morir (como sabemos, el primer ttulo de la

    coleccin El Sptimo Crculo), paralelismo que, por otro lado, estaba inscripto ya

    en la novela de Nicholas Blake. La conclusin de Greisz es notable: A medida

    que disminuyen los motivos justos para matar a alguien, aumentan la complejidad

    y la genialidad de concepcin que requiere un crimen perfecto. Hoy en da un

    buen asesinato ya no est al alcance del hombre comn (yo subrayo).

    Ese hoy en da, que remite a 1942, escrito en 1948 habla, ya, de determinadas

    condiciones que volvern imposible o estril (al menos hasta la dcada del

    setenta, cuando surja una nueva ola de cultores del gnero, pero esta vez de otra

    variedad muy diferente del policial analtico caracterstico de este perodo) la

    prctica del policial en la Argentina.

    Enrique Anderson Imbert (1910-2000) es el autor del ltimo texto que

  • Una versin levemente distinta apareci, con el ttulo Peronismo y misterio en Leyenda. Literaturaargentina: cuatro cortes. Buenos Aires, Entropa, 2006 [ISBN 987-21040-6-9]

    aqu comentaremos. No porque no existan textos posteriores que merezcan un

    tratamiento pormenorizado -Rosaura a las diez (1958) de Marco Denevi ha sido

    repetidamente celebrado como la mejor novela policial argentina y varios cuentos

    de Rodolfo Walsh (Cuento para tahres y otros relatos policiales) fueron

    publicados con posterioridad al relato de Anderson Imbert- sino porque El

    general hace un lindo cadver, publicado originalmente en el nmero 242 de Sur

    (Buenos Aires: septiembre-octubre de 1956), puede ser ledo tambin como un

    cuento que habla de la historia del policial en la Argentina y marca, en ese

    sentido, una clausura.

    Anderson Imbert ser sobre todo recordado por su Historia de la

    literatura hispanoamericana (1954), pero fue desde su juventud un entusiasta

    cultor del cuento breve (El grimorio de 1961, El gato de Cheshire de 1965 y

    Victoria de 1977 son algunas de sus recopilaciones). Public tambin dos novelas

    y una veintena de libros de crtica literaria. En 1933, el joven Anderson Imbert -por

    ese entonces responsable de la pgina literaria en La Vanguardia, semanario del

    Partido Socialista- particip de la "discusin sobre Jorge Luis Borges" que

    patrocinaba la revista Megfono, expresando sus reservas sobre un autor que, a

    su juicio, le daba la espalda a la realidad nacional.

    El general hace un lindo cadver es un texto inquietante que vuelve a

    plantear un magnicidio como enigma. Protagonizado por Alfonso Quiroga, un rico

    cirujano cincuentn miembro del patriciado criollo, sucede en un lugar de

    Sudamrica, de cuyo nombre no quiero acordarme. Como a su antecesor

    manchego, al cirujano se le sec el cerebro de tanto leer novelas policiales, de

    manera que perdi el juicio y se plante el propsito de cometer un crimen

    perfecto, sin que hubiera detective en el mundo que lo desenmascarara.

    Razonando en los estrictos lmites del gnero, Quiroga piensa que un crimen

    perfecto es, debe ser, una aventura intelectual. Desecha, por lo tanto, todas las

    facilidades y se plantea elegir metdica, azarosamente a su vctima: de la gua de

    telfonos surgir su apellido, del santoral su nombre de pila. El resultado: Jos

    Melgarejo. Est de ms decir que Quiroga no puede encontrar persona que lleve

    ese nombre que el azar y el mtodo le dictaron.

  • Una versin levemente distinta apareci, con el ttulo Peronismo y misterio en Leyenda. Literaturaargentina: cuatro cortes. Buenos Aires, Entropa, 2006 [ISBN 987-21040-6-9]

    Hasta que una tarde, la urbe reson con la caballera del Ejrcito

    marchando sobre la Casa de Gobierno. Horas despus se anunci por radio que

    una Junta de militares, presidida por el general Veintemilla, gobernara

    provisionalmente para salvar la patria. Agotado el gobierno de Veintemilla, surge

    un nuevo caudillo, un general que acababa de regresar de la Italia de Mussolini

    despus de varios aos de agregado militar en la Embajada. El nuevo presidente

    provisional es el general Jos Melgarejo.

    Quiroga se hace colaborador estrecho y amigo ntimo del presidente de

    facto, mientras prepara su crimen perfecto. En efecto, durante un acto proselitista

    asesina a Melgarejo (la escena del crimen es un cuarto cerrado por dentro) y

    hace desaparecer el cadver. Cocina sus restos y los sirve como banquete a sus

    seguidores. Desparecido Melgarejo, sin embargo, las pesquisas llegan

    rpidamente a un punto muerto:

    Antes de fin de semana todo el mundo saba que el general Melgarejo haba desparecido. La oposicin sali a la calle. Se distribuyeron volantes revolucionarios. Se empapelaron las paredes con carteles contra el gobierno. Hubo huelgas. Los estudiantes vociferaban. Tiroteos. Muertos. Un sector del ejrcito aprovech la confusin para dar un golpe de Estado. El nuevo dictador, general Villa, desde los balcones de la Casa de Gobierno anunci que el rgimen de Melgarejo se haba podrido; que hubo que cortar por lo sano y que ahora el pas estaba a salvo. El pueblo gritaba: Viva el general Villa! Alguien en un caf insinu en voz baja que a lo mejor el general Villa haba mandado eliminar al general Melgarejo. Otro dio la conjetura por cierta.

    Cuando comprueba que le haban arrebatado su crimen perfecto (Villa, al robarle

    el crimen, se lo envileci), Quiroga se subleva ntimamente (Por qu las

    novelas de detectives se escriben en ingls? Ser porque slo en los pases

    civilizados hay aversin a la muerte violenta?) y quema todos sus libros

    policiales. El desorden de la historia y la voracidad de la poltica argentina le

    haban arrebatado el placer del crimen perfecto, la escritura racional y la

    resolucin del enigma. Parafraseando a Rodolfo Walsh, una vez ms, podra

    decirse que el retablo de la poca de oro del gnero en Argentina se traduce en

    una suscriptio indeleble: Hoy es imposible en la Argentina hacer literatura policial

    desvinculada de la poltica.