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1 “EL POSTILLÓN” (LAS PRIMERAS EXPEDICIONES DE CORREOS Y TRANSPORTES) JORGE ANDÚJAR ESCOBAR

EL POSTILLÓN

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“EL POSTILLÓN” JORGE ANDÚJAR ESCOBAR 1 “EL POSTILLÓN” 2 3 1 de Abril del 2011. Jorge Andujar Escobar 4

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“EL POSTILLÓN”

(LAS PRIMERAS EXPEDICIONES DE CORREOS Y TRANSPORTES)

JORGE ANDÚJAR ESCOBAR

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“EL POSTILLÓN”

(LAS PRIMERAS EXPEDICIONES DE CORREOS Y TRANSPORTES)

Postillón era el mozo que iba a caballo delante de las postas, ganado o viajeros para guiarlos. Los postillones estaban subordinados, no solo al maestro de postas de quien dependían, sino a los demás en cuyas paradas se encontraban, en todo lo que concernía al buen servicio del ramo. En los viajes, dependían igualmente de los mayorales de las sillas correos y de los conductores de la correspondencia pública. No podían excusarse de servir los viajes que les correspondían, ni estaba permitido que los beneficiaran o cedieran a otros. En cada parada había constantemente un postillón de guardia que era el primero en turno para correr y en el momento en que llegaba cualquier relevo, avisaba a sus compañeros para que se ocuparan en ensillar los caballos si fuese a la ligera o enganchar el ganado al carruaje si fuese en ruedas. El número de postillones se arreglaba al de las caballerías de la dotación de la posta, no pudiendo exceder de cuatro en cada una de las paradas de línea general.

En España las carreras de postas se desarrollaron con cierto atraso respecto a los vecinos europeos del Norte. Las primeras que funcionaron en Andalucía fueron las que unían Cádiz y Madrid (tres días y medio de viaje) y Sevilla con Badajoz. En el mapa oficial de 1760 aparecen, además, las postas que unían Jaén, Granada, Málaga y Algeciras con el camino de Andalucía (aún por Almodóvar y Toledo), y por tanto con Madrid, y las establecidas entre Murcia y Granada. Poco después se establece el servicio de postas sobre ruedas en la nueva carretera de Andalucía (por Despeñaperros), se unen administrativamente correos y caminos, y se fijan tarifas en función de pesos y distancias, y para la suscripción a periódicos. Durante varias décadas más se mantuvo la carrera de Madrid como la única que podía hacerse en silla de postas, además de a la ligera, es decir, a caballo. A partir de 1840 los servicios de diligencias fueron haciéndose cargo del transporte de correos, tomando el ferrocarril más tarde el relevo, acabando con los viajes por la posta, que durante más de tres siglos fueron la forma más rápida de viajar.

El Reglamento de 23 de Abril de 1720 regula el servicio de correos y el uso de la posta por los particulares. Había cinco modalidades de correos, una a caballo y cuatro a pie. La primera es la designada “en diligencia”, como sinónimo de rapidez, y los correos tenían obligación de hacer treinta leguas en veinticuatro horas, cuando seguían una carrera donde estaban establecidas las postas; reduciéndose el recorrido diario a veinticinco leguas si no existían postas en el camino a seguir.

Los correos a pie podían servir los viajes “a las veinte”, “ a las quince”, “ a las doce”, o “a las diez”, entendiéndose que se obligaban a caminar, en un período de veinticuatro horas también, veinte, quince, doce o diez leguas. La velocidad de los correos “en diligencia”, podía utilizarse por los particulares “que corriesen a dependencias propias y no de mi Real Servicio”, que, por tanto, podían hacer las mismas velocidades diarias. Era preciso obtener una licencia, cuyo coste se cifraba en veinte reales de plata equivalentes a cuarenta reales de vellón. Las licencias las otorgaban el Correo Mayor en la corte y los administradores de estafetas en las otras ciudades, “con la presunción de que han de tener especial cuidado, los otorgantes, en no concederla a persona que no sea conocida, y en quien no recele sospecha de delito”.

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La tarifa era de ocho reales y medio de vellón por legua en la que se incluía el coste del alquiler de los dos caballos y la propina, agujeta, para el postillón que obligatoriamente había que llevar. Si viajaban más de una persona al mismo tiempo, la tarifa se liquidaba a cuatro reales y cuarto por caballo pero incluyendo siempre otro tanto por el postillón “preciso para restituir los caballos a la posta de donde salen”. Había que abonar, también un impuesto consistente en un diez por ciento de la tarifa.

El servicio de diligencias se inaugura en España entre Bayona y Madrid, en 1789. Hay referencias a varios viajes de la familia real. Del primer viaje que se tiene constancia en el siglo XVIII es del realizado por la comitiva real que fue a recibir a Felipe V en la frontera francesa y, luego, lo trajo a Madrid para tomar posesión del trono de España en cumplimiento del testamento de Carlos II, fallecido el 1 de Noviembre de 1700. Asimismo las galeras siguen transitando por los viejos caminos y por las nuevas carreteras como en siglos anteriores. Conducían no sólo viajeros, sino también mercancías; son un antecedente, en su concepción de transporte, de los trenes mixtos de la época del ferrocarril. Los animales de carga eran mulos y mulas, caballerías mayores, y asnos, caballerías menores. El uso de los caballos estaba prohibido por las disposiciones legales, excepto en la ciudad de Sevilla y en las recuas de maragatos y gallegos.

De los empresarios de transporte, especializados en la actividad, son de destacar, en primer término, los ordinarios, que hacían servicios, más o menos regulares, de paqueterías, cartas y recados, e incluso de transporte de personas entre sus pequeñas localidades y ciudades de mayor importancia comercial, las cuales visitaban con periodicidad para adquirir, por cuenta de sus clientes, especias, herramientas, telas, etc. En segundo término, los arrieros maragatos especializados en la actividad arrieril, y que dejaban las labores de campo a las mujeres, esposas, madres, etc. Se estima que unos 14000 carros transitaban por las carreteras y caminos peninsulares en el siglo XVIII. Estos carros tradicionales españoles son de origen muy antiguo, y desde el siglo XVI aumentan su participación en la oferta de transporte por las mejoras en los caminos y por los privilegios que los carreteros consiguen a través de la institución de la Cabaña Real. Los privilegios de la Real Cabaña de Carreteros se mantienen y consolidan en el siglo XVIII; en 1730, una provisión de Felipe V ratifica esos privilegios y aun en 1804 una circular del Consejo ordena a las justicias, en sus respectivas jurisdicciones, que “celen, no se cometen tropelías ni insultos con los carreteros, sus haciendas y demás efectos que conduzcan, dexándoles aprovechar con sus ganados todos los pastos y aguas como a los demás vecinos con arreglo a sus privilegios, sin que obste el que estén o no las carretas dentro o fuera de su jurisdicción”.

Nuestra villa de Linares, aunque no se encontraba en la vía principal entre la corte del reino de España y Sevilla, (como era el caso de Bailén), si era un núcleo ya de importancia en el siglo XVIII, situado en el camino entre dicha localidad y las villas de La Loma de Baeza, Ibros y Úbeda, entre otras. El día 1 de Enero de 1773 se inaugura el servicio de correos entre Bailén y la ciudad de Úbeda, pasando por Linares y Baeza. El servicio constaba de “dos expediciones de correos semanales”, y estaba regulado por un reglamento cuyo texto era el siguiente “se indican los días y horas en que los Conductores de esta Carrera deben llegar de ida y vuelta, y pasar sin más detención, que la precisa para dexar y tomar Pliegos por los Pueblos que aquí se expresan, regulandoles ocho horas para la ida y otras tantas para la buelta desde Úbeda hasta Baylén”.

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A pesar de que podemos pensar que las normas que regulaban estos servicios podían no ser tan estrictos como hoy en día, lo cierto es que no era así, según se desprende del siguiente documento de la época que regulaba los mismos, y en el que se dice: “Previenese que este conductor, además de la Valija que siempre debe caminar cerrada con su llave, y bien acondicionada, ha de llevar a mano un Parte del Administrador de Baylén, expresando en el día y la hora en que de esta villa sale despachado para Úbeda; y que anotando a continuación de el el Administrador de esta Ciudad los días y horas en que arriba y sale para Baylen, pondrá segunda vez el de esta Villa el dia y la hora en que lo recibe, y lo remitirá con estos requisitos al Administrador principal de Andujar, para que en el caso de que no se haya cumplido el viage, providencie lo con teniente, consultandolo a la Superioridad”.

“El postillón”, que era como se llamaba popularmente al citado carro de correos en Linares, pasaba por nuestra villa dos veces por semana: los Lunes y Viernes, en dirección Bailén-Úbeda y los Domingos y Jueves, de Úbeda-Bailén. Las salidas de Bailén eran a las cuatro de la tarde “o a la hora que llegue el Correo de Cádiz” y de Úbeda a la una de la tarde. Los pasos por nuestra villa eran alrededor de las seis de la tarde, estando su parada situada en la calle conocida como “La Corredera”, “sitio o lugar destinado para correr caballos”, como la define el diccionario, (hoy llamada Corredera de San Marcos), lugar muy importante de Linares debido a las numerosas posadas y mesones que allí siempre hubo y a ser también final de jornada de postillones y diligencias que dieron vida a todo un gremio compuesto por esquiladores, albardoneros, arrieros y tratantes. Tras la parada, “el postillón” continuaba viaje hacia Úbeda, saliendo de nuestra ciudad por el “camino viejo de Baeza”, (conocida hoy como calle Antonia López Arista), deteniéndose brevemente en dicha villa y llegando a la ciudad ubetense pasada la medianoche.

Aunque Linares contaba en aquella época de finales del siglo XVIII con una población de más de 5000 habitantes, habría que concretar que, en su mayoría vivían de la agricultura y la ganadería, ya que de forma paradójica la explotación de sus ricas minas de plomos había venido prácticamente abajo. Por otra parte, la riqueza de la villa estaba en manos de unos pocos propietarios, así que casi todos los ciudadanos eran siervos de los mismos, trabajando como jornaleros, muleros, pastores, criados, etc. Al ser una villa autosuficiente y no contar con excedentes de elementos productivos, el comercio era más bien escaso, por lo que el movimiento de carros o diligencias entre nuestra villa y otras de otros lugares era más bien escaso. La llegada del “postillón” en los días señalados era por tanto motivo de curiosidad y expectación entre los linarenses de aquel tiempo. Afortunadamente, con el nuevo siglo, y con el arreglo de caminos durante el reinado de Carlos III, y posteriormente por el conde de Floridablanca, llegarían también las grandes explotaciones mineras, el enorme aumento de la población y posteriormente el ferrocarril; todo ello hizo que Linares llegara a convertirse en la gran ciudad conocida en todo el mundo.

FUENTES: CORREOS Y POSTAS. ( www.juntadeandalucia.es/.../atlashistorico/.../64) Viajes y transportes en el siglo XVIII. (WIKIPEDIA)

1 de Abril del 2011. Jorge Andujar Escobar