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Historia sobre la identidad de los pobladores de Sonora y las marcadas diferencias con el resto del paías.
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EL REGIONALISMO SONORENSE
Por: Armando Hopkins Durazo
Los sonorenses tenemos fama de ser extremadamente regionalistas
y se nos acusa con frecuencia y a veces con mucha razón de
cometer actos no solo descorteses sino ofensivos con visitantes
y gentes de otras latitudes. ¿Qué tan real es ese regionalismo
y por qué existe? ¿Cuáles son sus orígenes y por qué se
manifiesta tan crudamente?
Las repuestas a estas interrogantes podrían dar lugar a todo un
estudio de orden histórico-sociológico-psicológico, sumamente
interesante, pero este pequeño trabajo no pretende llegar a
esas alturas sino solo apuntar algunos aspectos de orden
histórico que quizás podrían servir para estudios más serios.
El regionalismo del sonorense es absolutamente cierto y se
manifiesta en miles de formas no solo desagradables y ofensivas
sino también constructivas y edificantes. Quizás el
regionalismo del sonorense esté más acendrado y se muestre con
mayor crudeza que el de otros estados de la República, pero la
verdad es que en los habitantes de todas las entidades se puede
apreciar un cierto grado de regionalismo.
Por lo que respecta al regionalismo sonorense yo creo que
empezó a manifestarse desde la época colonial, cuando debido a
la tremenda distancia que nos separaba del centro del
virreinato se descuidaban los asuntos políticos y militares de
la administración española en la provincia forzando a que sus
habitantes se acostumbraran a resolver los problemas por su
propia cuenta.
Ejemplos de esta situación los tenemos durante el período
colonial con la explotación minera en Sonora, que a diferencia
de lo que sucedía en el territorio del centro del virreinato
donde ésta constituía una operación apoyada militar y
moralmente por la Corona, aquí dependía primordialmente y casi
en absoluto de la audacia y tenacidad del empresario minero y
el trabajo libre y remunerado de los indígenas.
Después del período colonial, las luchas por definir las
diversas corrientes políticas, étnicas a ideológicas en el
capital del México independiente hicieron aún más agudo el
olvido de la provincia.
El historiador norteamericano, Stuart F. Voss dice que uno de
los legados más importantes que recibió la América Latina de la
época colonial fue precisamente el regionalismo y apunta, entre
las causas más importantes que lo generaron las siguientes: a)
El colapso de la sociedad de conquista a fines del siglo XVI,
b) La falta de dirección en el gobierno de la corona española
después del siglo XVI y la erosión continua de su autoridad, c)
Las barreras naturales aislacionistas de la geografía
latinoamericana, d) Las distintas mezclas de los elementos
raciales, y, e) En muchos casos una contracción económica.
Todo esto, - dice Voss,- contribuyó a la creación de diversas
sociedades regionales con diferentes experiencias históricas al
través de toda la América Española y es la explicación de por
qué surgieron la gran cantidad de pequeñas naciones al lograrse
la independencia.
Durante la colonia las sociedades regionalistas pudieron
coexistir con el imperio porque los unía el respeto y lealtad a
la corona, pero al venirse la independencia y al substituirse
las fuerzas imperiales por estructuras de gobierno que
pretendían dar forma a las naciones-estado, muchas fracasaron
teniendo que dividirse en pequeños países, cada uno de ellos
correspondiente a una sociedad regional que existió durante la
colonia.
Así nacieron las repúblicas centroamericanas y las de Ecuador,
Paraguay y Uruguay. Otras, como Argentina, Perú, Colombia y
Venezuela se dividieron en pequeños grupos que perdieron mucho
tiempo tratando de identificar y conciliar los intereses de las
sociedades regionales con los de interés nacional.
No obstante que en nuestro país existían las diversas
sociedades regionales, erigidas como consecuencia de las mismas
causas que señala Voss, fue México el único país de la América
española que al consumarse la independencia conservó los mismos
límites geográficos que tenía durante la época colonial; ya que
Guatemala era prácticamente autónoma del gobierno virreinal.
Y esto sucedía cuando por razón de su inmenso territorio eran
mucho más fuertes los efectos divisionarios y separatistas de
las sociedades regionales, especialmente los de las localizadas
en la periferia. Por eso se perdió Texas y aunadas a otras
circunstancias forzosas también California, Nuevo México y
estuvo muy cerca de suceder con Yucatán.
La sociedad colonial de la Nueva España no tenía puntos de
identificación, no existían entre las diversas sociedades
regionales los mismos planes y propósitos, no los ligaba nada
en común, solo se identificaban en su lealtad a la Corona y era
lo único que les mantenía artificialmente unidas; cuando el
imperio cayó se creó un vacío de poder.
En el caso de Sonora se repiten las mismas causas señaladas por
Voss, pero inciden con mucha fuerza las últimas tres y se
agregan aún otras muy importantes.
En primer lugar, la Sierra Madre era y es hasta la fecha una
tremenda barrera natural que mantenía a Sonora y a todas las
entidades del noroeste muy alejadas del centro. Cualquier acto
de autoridad que se generaba en el virreinato y después, en el
México independiente, difícilmente se ejecutaba fielmente en
una provincia tan distante del lugar de donde emanaba. Por esa
razón, quienquiera que jefaturara la sociedad regional tenía
muy fuertes bases de autonomía y libertad de acción. Por eso
surgieron los hombres fuertes tan frecuentes en Sonora en el
siglo XIX.
En segundo lugar, es también de gran importancia en el caso de
Sonora la diferente mezcla de elementos raciales que se dio en
estas tierras. Por una parte los indígenas sonorenses eran muy
diferentes en muchos aspectos los que encontraron los españoles
en Mesoamérica, por la otra, la integración étnica de los
mismos para formar la nueva raza fue también más intensa.
Además, a fines del siglo XVIII llegaron a Sonora muchas
familias españolas atraídas por las reformas instituidas por el
gobierno de la casa borbónica que ofrecía también
características raciales diferentes a la mayoría de los
españoles que habitaba el centro pues provenían del norte y
oriente de la península. Estas eran las familias que ya ricas y
fuertes, se disputaron durante mucho tiempo el predominio de su
autoridad en Sonora.
En el caso de la sociedad regional de Sonora incide también la
última causa apuntada por Voss, la contracción económica.
Durante la guerra de independencia, - que en nada afecto a
Sonora en el aspecto militar -, se cancelaron abruptamente las
posibilidades de desarrollo que habían abierto las medidas
borbónicas, teniendo un gran efecto en la sociedad sonorense.
Los precios de herramientas, utensilios y materiales que se
utilizaban en la explotación minera, por ese entonces principal
sostén de la economía sonorense, se fueron para arriba debido a
la escasez que se originó cuando ocasionado por la guerra se
cortaron las líneas de abastecimiento desde el centro. Muchas
minas tuvieron que suspender sus operaciones y se suscitó un
problema grave de desempleo y miseria en la clase trabajadora.
Los productores agrícolas y ganaderos que tenían dificultades
para encontrar mercados fueron gravados con impuestos
especiales de la Corona para financiar la guerra y al término
de misma se encontraban en serias dificultades económicas. El
comercio que abastecía la demanda de las operaciones mineras,
agrícolas y ganaderas se vio grandemente afectado al
suspenderse muchas de las compras y al cortar también su
principal fuente de abastecimiento que era la metrópoli
virreinal.
A todas estas causas señaladas por el historiador
norteamericano como elementos importantes para hacer surgir en
el noroeste de México una sociedad desligada del centro habría
de agregar otras muy importantes, entre ellas, el aspecto
religioso.
Es bien conocida la fuerza que durante la época de la Colonia
adquirió, política y económicamente el clero, pero esta fuerza
en el norte del País nunca tuvo la magnitud alcanzada en los
núcleos urbanos del centro, México, Puebla, Guadalajara,
Valladolid, etc. y ello se debió principalmente a que el clero,
en una gran parte del territorio mexicano, - la antigua
provincia de la Nueva Vizcaya,- estaba representado y ejercía
su influencia al través de las misiones jesuitas que no estaban
tan íntimamente ligadas al clero político, ni a la autoridad
virreinal.
Después de la expulsión de los jesuitas y al arribo de
franciscanos y el clero secular no se logró nunca substituir la
influencia eclesiástica local perdida con los jesuitas y
durante la guerra de independencia no se crearon los problemas
en que se vieron inmersas las sociedades del centro del País.
Sonora pues, en este aspecto, el religioso, quedó también muy
desligada del centro y con una práctica religiosa mucho menos
comprometida con el clero político.
Todos estos factores influyeron en una a otra forma para ir
formando en los sonorenses una mentalidad regionalista que
después conocería y gustaría de la ambición sajona que tan
cercana tenemos al norte y adoptaría el pragmatismo y la
afición al trabajo que le permite satisfacerla. Factor que,
aunado a los anteriores, ayuda a crear en los sonorenses una
mentalidad regionalista que en ocasiones de expresa
equivocadamente, pero que en momentos de prueba ha sabido
responderle la nación. Los episodios guerreros de Guaymas,
Caborca, Ures, etc. son ejemplos de mexicanidad y de
regionalismo al servicio de la Patria.