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EL RETEJADOR DEL GRADO DE COMPAÑERO
Enviado por Masoneria Vasca el 08/01/2008 a las 23:21
Q:. H:. Manuel Eduardo Contreras SeitzR. Logia "Reflexión" Nº 103Gran Logia de Chile
Introducción
“La Leyenda Masónica personifica el trabajo en Adonhiram, quien tuvo a su cargo la provisión de los materiales que se utilizaron en el templo de Salomón. /.../ Una vez que dio fin a la obra continuó prestando sus servicios al Rey como asesor jurídico y financiero, como Sacerdote de los Misterios, como amigo y confidente. Es, por tanto, un ejemplo de la multiplicidad que debe tener el Masón para servir al prójimo y a la sociedad en cuanto sea necesario”.
(Ortega, Cámaras de Instrucción para el Segundo Grado Simbólico).
Muchas veces damos por sentado que la significación de una expresión o de una idea es lo
que, en la práctica, ha sido su uso. Sucede con la palabra retejador. Todas las definiciones
exotéricas señalan que el verbo retejar se refiere al hecho de poner en el techo las tejas que
faltan. En el sentido masónico, implica “poner a cubierto de la indiscreción” de quienes no están
preparados para recibir la intensidad de esta luz que ahora nos alumbra.
El retejamiento, entonces, sirve a los fines de poder reconocer al iniciado que ha recibido su
aumento de salario y que está capacitado, desde ahora, para ejercer el trabajo masónico tanto
intra como extramuros.
Muchas cosas tal vez pudieran decirse, pero como nos vemos enfrentados al reconocimiento
del FM de 2º grado, es evidente que la alusión aquí se refiere a los medios con que contamos
para ello, esto es, el signo, el toque y la palabra; porque claro, cuando el tejador de la Lo
acude a verificar quien golpea a las puertas del templo con la batería del grado, lo primero que
debe observar es a un QH en la posición al orden. Luego, al acercársele, se debe ejecutar
el toque y entregar la palabra correspondiente. Una vez efectuado esto, el tejador reingresa al
templo y comunica la calidad masónica de quien espera ser admitido en los trabajos, lo que es
anunciado y permitido por el VM, ante lo cual el ComM ingresará con la marcha respectiva.
En este escrito me referiré a la perspectiva esotérica que implican los temas considerados.
Desde ya, mis excusas por la extensión del trabajo, y a los QQHH que ya han leído parte de
las ideas, ojalá toleren mis reiteraciones.
Desarrollo
“El Ser no se manifiesta sino por la acción: no trabajar equivale a no ser: también lo que es se encuentra en perpetuo trabajo. Nada está inerte o muerto, todo vive, los minerales y los cuerpos celestes, así como los vegetales y los animales”.
(El Libro del Compañero, p. 104). Como ya dijimos en otra parte (Contreras 2003, El Símbolo) respecto de las
particularidades del simbolismo masónico, podemos establecer una clasificación entre símbolos
visuales y gráficos, gestuales y ritos y sonoros y vocales . Dentro de los primeros, hallamos
todos aquellos referidos a la Geometría y al Arte constructivo; en los segundos, se hallan los
ritos que son "una serie de gestos y posturas corporales que 'fijan' en el plano psicosomático
del ser la energía-fuerza que precisamente el símbolo geométrico vehicula" (González et al.
1985-1988); mientras que en los últimos, encontramos las palabras sagradas y las palabras de
paso, así como las leyendas iniciáticas. En este ensayo trataremos de los dos últimos,
agregando, además, dentro del grupo de símbolos gestuales que éstos se hallan referidos al
corazón y al número 5.
En el primer grupo, tenemos la batería del grado, la posición al orden, el toque y la
marcha, como ya dijimos, símbolos referidos al corazón y al número 5. La batería, aparte de su
acompasamiento y solemnidad ritual, constituye uno de los signos del grado, dedicado a
comunicar al Guarda Templo la calidad iniciática de quien solicita ser admitido en los trabajos,
por medio de aquellos 5 golpes que se dan a la entrada del templo. Del mismo modo, la
marcha del grado se encuentra en este mismo conjunto de símbolos: los 3 pasos del A y los 2
siguientes del Com, hacia el Sur, para avanzar a la columna de M y recibir allí más luz, yendo
al encuentro de nuevas disciplinas con las cuales adentrarse en la búsqueda de la Verdad,
haciendo un esfuerzo consciente, luego, para retornar a la línea primigenia, lo que ocurre con el
quinto paso, el cual corresponde, precisamente, al número sagrado, al símbolo del Centro, del
Sol naciente y del movimiento, y con este paso el Com queda “situado” en su lugar de trabajo
y en la posición correcta. Señala respecto de la marcha, Ortega (1980:105) que: “Los ecos de
sus Pasos resuenan como los Golpes misteriosos de la Batería. De esta manera anuncia a los
Hermanos de las Columnas que es un Iniciado en el Segundo Grado y que conoce el número
5”.
En cuanto al Toque, éste contempla 2 fases e indica la relación con el número 5 que
es, como dijimos, el número del centro y del corazón, ya que se efectúa precisamente en el
dedo cordial. Debe recordar al Com su edad, o mejor dicho, sus edades, ya que el ComM
tiene 5 edades: la cronológica (años de vida), la fisiológica (desarrollo físico), la intelectual
(desarrollo mental), la masónica (número de años que ha permanecido en la Institución) y la
mística o simbólica (representada por el Número Sagrado).
Tal vez la mayor interrogante para un reciente Com– al menos eso me ha sucedido en
lo personal – se refiere al simbolismo que encierra la posición al orden del grado, aún a pesar
de las explicaciones que se dan en el momento de la ceremonia de aumento de salario. En una
breve referencia, Adoum (2002:25) señala lo siguiente:
El poner la mano derecha sobre el corazón, órgano de Vida y Altar de Dios, significa “Prometo, como Dios Hombre o Hijo de Dios, y reafirmo mi promesa de cooperar en la obra del G.A.D.U.”. La mano izquierda abierta y levantada forma la Estrella de Cinco Puntas, que es el símbolo del hombre triunfante en sus pruebas.
Básicamente, seguiremos esta línea argumentativa, analizando el porqué de la
relevancia del corazón y de su conexión con el número 5, como forma de explicar todos los
símbolos pertenecientes a este grupo.
Partimos señalando que el corazón, como ya muchos sabrán, no es una representación
de lo sentimental, como se le hace parecer contemporáneamente, sino que constituye el centro
del ser, elemento que se halla presente en las más diversas tradiciones. Este hecho permite
que, esotéricamente, este órgano se constituya como el receptor de las ‘emanaciones celestes’
que vivifican al ser en su totalidad; de allí que se le considere como el punto de establecimiento
del principio divino del hombre, esto es, el espíritu universal o “quintaesencia” que permite
alcanzar al ser humano el resplandor del Logos, disipando la oscuridad de los instintos. Desde
ese momento, disipadas las tinieblas que reinaban en su interior, brilla la estrella flamígera.
Guénon (1949), refiriéndose a la instancia “etérea” del corazón, cita el siguiente texto:
“En esa residencia de Brahma (es decir, en el centro vital de que tratamos) hay un pequeño
loto, una morada en la cual está una pequeña cavidad (dáhara) ocupada por el Éter (Âkâça); ha
de buscarse lo que hay en ese lugar, y se lo conocerá”. A esta morada se le conoce, también,
como el centro de la cruz elemental –“cavidad del corazón” – , símbolo de todo lo manifestado,
por cuanto aquí vemos representados a los cuatro elementos, dispuestos formando parejas, en
cada extremo de esta cruz, según la disposición aristotélica de sus características
fundamentales; en el centro, la quinta essentia, el quinto elemento o Éter que es, como dice
Guénon, “primero en el orden de desarrollo de la manifestación, pero último en el orden inverso
que es el de la reabsorción o del retorno a la homogeneidad primordial”. Esta quintaesencia es
representada, habitualmente, como una rosa de cinco pétalos en el centro de la cruz,
equivalente al loto de las tradiciones orientales. Si ya vamos vislumbrando algunas
semejanzas, podremos apreciar que este simbolismo se corresponde con nuestro pentagrama
pitagórico de la estrella flamígera, cuyo centro es, precisamente, el hombre, desde donde se
irradia toda su capacidad e inteligencia.
Precisamente, desde aquí conectamos, brevemente, con la relación numérica: el 5 es,
por una parte, el eje de los primeros nueve números; por otro lado, es la unidad que se
formaliza en el centro del cuadrado y de la cruz (cfr. González 1985-1988).
Esta unidad cumple la función de síntesis. En nuestra simbología dicho número se ve
representado por la mano en el corazón y, además, por la mano en la sien izquierda. Demás
está decir aquí la coincidencia que esto tiene con la piedra piramidal. Asimismo, como ya se ha
deducido, el 5 se representa geométricamente por el pentagrama, al cual hemos hecho alusión
anteriormente. Del mismo modo, debemos recordar que el ComM debe efectuar cinco viajes
misteriosos, con diversos instrumentos que representarán sus características: el primero, con
mazo y cincel (voluntad e inteligencia); el segundo, con regla y compás (lo absoluto y lo
relativo); el tercero, con la palanca (voluntad inquebrantable, inteligente y desinteresada); el
cuarto, con regla y escuadra (rectitud y perfeccionamiento) y el quinto, con las manos vacías
(intelectualización iniciática).
En la P al O de Com, por ejemplo, si la mano a la altura de la sien izquierda
representa el pentagrama que nos indica el número esencial del grado, no es menos cierto que
la mano en el corazón nos deja entrever lo que será el anhelo propio del Com. En la ejecución
del signo, la mano se proyecta desde el corazón que irradia, hacia el exterior que recibe las
luces de la inteligencia, por medio de la quintaesencia, o mejor, de la actividad benéfica del ser
humano, producto de la transmutación alquímica de los elementos, la cual se realiza en el
athanor que constituye el propio hombre. No es un proceso externo ni que involucre elementos
materiales en sí, es la naturaleza del propio individuo la que, mediante diversos trabajos y
purificaciones, debe dar paso al “oro” de los alquimistas.
Esta irradiación del corazón y su lugar central, en todas las tradiciones antiguas, decía
relación con el Sol. No por nada al Sol se le llama “corazón del cielo”. Así, Proclo (cit. en
Guénon 1946) señala: “Ocupando por sobre el éter el trono del medio, y teniendo por figura un
círculo deslumbrante que es el Corazón del Mundo, tú colmas todo de una providencia apta
para despertar la inteligencia”. Esta última corresponde a la inteligencia pura, universal,
trascendente, no a la razón que se asimila con el cerebro, y sobre la cual ya haremos alusión.
Este corazón irradia tanto calor como luz, lo que lleva a Guénon (1946) a decir que:
si el “hálito” está allí referido a la luz, se debe a que es propiamente el símbolo del espíritu, esencialmente idéntico a la inteligencia; en cuanto a la sangre, es evidentemente el vehículo del “calor vivificante”, lo que se refiere más en particular al papel “vital” del principio que es centro del ser. /.../ Por otra parte, cabe observar que la irradiación, incluso cuando están reunidos los dos aspectos, parece sugerir, de modo general, una preponderancia reconocida al aspecto luminoso; esta interpretación se ve confirmada por el hecho de que las representaciones del corazón irradiante, con distinción o no de ambas
clases de rayos, son las más antiguas, pues datan en su mayoría de épocas en que la inteligencia estaba aún referida tradicionalmente al corazón
Inteligencia y razonamiento es lo que distingue al ser humano de otros seres
biológicamente similares; maravillosa síntesis representada en el simbolismo de la posición al
orden del grado de Com, puesto que es el hombre, en su acción conjunta con los elementos,
es el que ejecuta el trabajo interior que lo llevará a irradiar sus luces a la sociedad, pues, como
dice el texto bíblico (Mateo 5, 14:16):
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse ciudad asentada sobre un monte, ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a cuantos hay en la casa. Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.
No por nada los masones se consideran “hijos de la luz”. Ahora bien, ¿cómo se
conecta la inteligencia y el razonamiento en la posición al orden del grado? Dijimos que con la
acción del hombre, quien es representado por la mano derecha en el corazón, con sus cinco
dedos abiertos – en esta caso en forma de garra – y con la mano izquierda en posición a la
altura de la sien izquierda. Es la conexión, además, de dos chakras esenciales del ser humano,
considerando que el último, el que reside en la cabeza, representa precisamente la conexión
con la divinidad, simbolizada mediante la flor de loto.
En todo caso, Darel (cit. en Guénon 1927) señala que: “El cerebro, instrumento del
pensamiento encerrado en el mundo, y transformador, para uso del hombre y del mundo, de
ese pensamiento latente, hace a éste realizable por intermedio suyo. Pero solo el corazón, por
un aspir y un expir secreto, permite al hombre, permaneciendo unido a su Dios, ser
pensamiento vivo.”.
Como quiera que sea, sólo en un ser humano “desintegrado” puede considerarse
ambos puntos como una dualidad, una oposición o como términos antagónicos de una relación,
lo cual pasa, en todo caso, por un cierto carácter adámico de la explicación de la génesis
humana. Con todo, debemos dejar en claro que, de todas maneras, el aspecto involucrado aquí
es de subordinación, no de complementariedad. Para aclarar algo más este concepto,
convengamos en que el corazón se representa por medio del sol y, el cerebro, a través de la
luna (como ya vislumbramos en el Oriente de la Lo, en el sitial del VM). Si proyectamos las
características de estos cuerpos celestes, podemos apreciar que el sol es fuente de luz,
mientras que la luna refleja aquella luz solar, esto es, desde el punto de vista de la irradiación
luminosa, la luna existe en función del sol. El mismo principio alquímico es válido para la
relación que pretendemos establecer, esto es, entre la intgeligencia intuitiva y la discursiva o
racional. No por nada, también, la actividad del pensamiento es una reflexión, es decir, un
proceso de transmisión o tranformación, a manera del reflejo que produce un espejo.
El mismo Tomás de Aquino nos recuerda en De Veritate (quaestio 15, arg. 1) que:
“Intellectus enim simplicem et absolutam cognitionem designare videtur. /.../ Ratio vero
discursum quemdam designat, quo ex uno in aliud cognoscendum anima humana pertingit vel
pervenit” (El intelecto parece designar un conocimiento simple y absoluto. /.../ La Razón
designa un discurrir por el cual el alma humana llega a conocer una cosa a partir de otra”.).
En cuanto al otro grupo de símbolos, los sonoros y vocales, se halla constituido por las
palabras sagradas y las palabras de paso. Las primeras dicen relación con la "búsqueda de la
Palabra perdida", que constituye la armonía del ser en la unidad trascendental, el Verbo
creador de los orígenes, con lo cual su articulación sonora tiene una finalidad similar a la de los
mantras. En tanto, las segundas, se refieren más bien a una interioridad hermética que es
develada y permite la apertura de un espacio y tiempo interior sagrado y cualitativo, vinculado
al principio valorativo de los números y de la ciencia de los nombres. En el caso del Com,
éstas son J y shi, respectivamente.
J hace alusión a una de las columnas del Templo de Salomón, y significa estabilidad,
pero más lejanamente en el tiempo, y representando este mismo principio, la hallamos como
símbolo de uno de los reinos egipcios, de cuya unión surgía el establecimiento, esto es, la
unidad en un solo Reino del Alto y Bajo Egipto. Cada una de las columnas sagradas se hallaba
instalada en la sede de los respectivos reinados y se proyectaban en el espacio sagrado para
“constituir” la base de asentamiento de todo el sistema. Ese mismo significado nos fue legado a
través de las columnas del místico Templo y es por ello que las consideramos como
representación de los límites del mundo creado, del mundo profano.
Según el Catecismo del Grado, el Com inicia la secuencia de la Palabra Sagrada, ya
que, a diferencia del A, está en condiciones de dar antes que de recibir, por cuanto ha
mostrado pruebas suficientes de su iniciativa intelectual.
Shi, en tanto, se ha traducido como “numerosos como las espigas de trigo”, en
referencia a los Mas esparcidos por la faz de la tierra. Pero en su sentido alegórico, simbólico,
nos recuerda los más profundos misterios de la Madre Tierra y de nuestra procedencia de sus
entrañas: el grano de trigo que es el A ha madurado y es hora que comience a dar sus frutos.
No es casual que en este símbolo se encuentre representado uno de los aspectos más
fundamentales de todo ciclo: el del nacimiento, muerte y resurgimiento, ya que el grano de
trigo, para dar paso a la espiga fecunda, amarilla y abundante, debe primero visitar el interior
de la tierra y, tras su muerte – tras nuestra muerte alquímica, expresada por el acróstico
VITRIOL (Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem) – recién se verán
sus verdaderos frutos.
El ComM debe, con esta maduración en los misterios del grado, ser capaz de
proyectarse hacia el exterior y entregar la fecundidad de la espiga a quienes de ella necesiten.
No está demás recordar aquí que, en la tradición egipcia, la espiga de trigo era el símbolo de
Osiris y representaba su muerte y resurrección.
¿Tiene algún sentido vincular J y Shi como las palabras del grado? Al parecer, al
menos desde la óptica de este análisis, debieran tener una significado más que profundo y, por
lo tanto, poco perceptible. Me atrevo a sugerir algunas ideas al respecto, en el entendido de
que sólo sigo por la vía de la especulación simbólica.
El reino vegetal, por su propia naturaleza, se halla más fuertemente vinculado al fluir de
los ritmos y ciclos cósmicos, tal como dice González et al. (1985-1988): “reflejados en la
renovación periódica y anual de las plantas, en la regeneración de la potencia fértil y fecunda
de su savia, propiciando de esta manera la alimentación y el sustento necesario a hombres y
animales.”
En este sentido, la simbólica de las espigas de trigo participa del principio de las leyes
universales de correspondencia y analogía – armonía, en suma – entre lo terrestre y lo celeste,
entre el orden de lo visible y de lo invisible. El proceso que experimenta se manifiesta como
una combinación entre las fuerzas telúricas y cósmicas, entre las energías activas y pasivas,
masculinas y femeninas, para re-crear el principio armónico, el mismo que encontramos como
indicio en la columna J, ya que la unión de la estabilidad con la fuerza permiten el
asentamiento o establecimiento de las energías motrices.
Particularmente, el trigo, además, viene a representar a la substancia y esencia
reunidad en el Hombre Universal, el iniciado o neófito (el “nuevo nacido” o “nueva planta”)
quien, como bien pone de relieve González (1985-1988) es:
comparado a una semilla o germen que ha de "morir" en el interior de la tierra para renacer al mundo de arriba y de la luz, que es su verdadero origen, pues al contrario que el vegetal el hombre tiene sus "raíces" en el Cielo, tal y como nos relata Platón en el Timeo cuando dice que "el hombre es una planta celeste, lo que significa que es como un árbol invertido, cuyas raíces tienden hacia el cielo, y las ramas hacia abajo, hacia la tierra".
En ambos símbolos, lo que se recalca, por cierto, son vías para alcanzar el
Conocimiento. Vías simbólicas, por cierto, que tendremos que ir develando por medio del
esfuerzo, del estudio, de la praxis y del asentamiento axiológico al que nos llama la Orden, para
luego poder proyectarnos cabalmente a la sociedad que requiere constantemente de nuestros
mayores afanes.
Conclusiones
Aunque nuestra obra se perfecciona de nuestro solo mercurio, a pesar de eso necesita de fermento rojo o blanco, pues se mezcla más fácilmente con el sol y con la luna, y se hace una sola cosa con él, siendo así que estos dos cuerpos participan más de su naturaleza, luego son más perfectos que los demás.
La razón es porque los cuerpos son de tanta mayor perfección cuanto más contienen de Mercurio. El sol, pues, y la luna, teniendo más de él, se conmezclan para la rubio y para lo blanco, se fijan estando en el fuego, porque el mismo mercurio solo es el que perfecciona la obra y en él hallamos todas las cosas de que necesitamos para la Obra, al cual no se debe juntar cosa extraña.
(Tomás de Aquino, Tratado en el Arte de Alquimia) El trabajo del ComM, a diferencia del trabajo profano, debe tener una finalidad que
sea coherente con “nuestras prácticas y doctrinas”, como solemos decir. Esto significa que ya
no basta la labor de cantería, sino que el proceso ahora se complejiza y se dinamiza. Si
recordamos el viejo adagio, aquél de que “el hábito no hace al monje”, bien podremos darnos
cuenta que el actualizar un cierto ritual –unas determinadas prácticas–, junto con los símbolos
a los que haga alusión – en el caso en comento, la posición al orden del grado –, no hace Mas
de por sí. La “doctrina” a la cual hacen referencia, además, es una primera luz, creo, para ir
develando lo que está más allá de lo visible.
En las líneas que precedieron, se trató de hacer una referencia a unos símbolos
particularmente complejos, en cuanto a su red de relaciones, que nos presenta la Orden, sin
pretender, por cierto, hacerlo de manera exhaustiva. Lo central en este sentido, se ha podido
apreciar en la tríada corazón – cerebro – hombre, a la cual aludimos.
Si bien es cierto el trabajo masónico se hace con las luces de la razón, de acuerdo con
lo que hemos dicho, no podría un cuerpo secundario o “accidente” estar por sobre un cuerpo
primario o “esencial”. El desequilibrio en nuestra realidad como seres integrales se debe,
precisamente, al predominio lunar ante el solar. La conjunción de la naturaleza alquímica de los
trabajos, de este modo, queda alterada y los elementos dejan incompleta su amalgama en el
athanor humano.
Los símbolos analizados nos muestran la interacción que se produce en el ser humano
mismo, eje y principio de la Gran Obra, a fin de poner en acción las fuerzas vitales que le son
propias, para que el pentagrama estelar realmente se transforme en una estrella flamígera. El
Com, si recordamos bien, es reconocido como tal por conocer la letra G, la que se nos
presenta, en la ceremonia de aumento de salario, precisamente inscrita en el pentáculo
radiante. Esto no es una casualidad; se trata de recalcar las potencialidades que deben
actualizarse en el hombre para que se transforme en un instrumento de reflexión.
La inteligencia que nos conecta con nosotros mismos, con los demás y con la vibración
universal, materializa su acción a través de la razón. En este sentido entendemos el cogito,
ergo sum cartesiano. No porque el pensamiento racional sea anterior o conditio sine qua non
de la existencia, sino más bien porque la naturaleza propia del ser humano, condición sin velos
puestos por delante, se concreta en la acción dentro de la sociedad, la que a su vez se
mediatiza por la acción de la voluntad guiada por el entendimiento razonado.
La conjunción de estas características permite al Com entregarse a los trabajos para
los cuales ha sido llamado y de los cuales deberá rendir cuentas, pues el aumento de salario
no es una mera formalidad que nos pone por sobre otros, sino que es la asignación de nuevas
responsabilidades, la conducción por nuevos caminos y la comprensión de otros
conocimientos, todo lo cual nos hace más conscientes de nuestra propia ignorancia y de la
enorme labor que aún queda por delante. Sin embargo, como señala el dicho medieval, ora et
labora, esto es, concentremos las energías vitales de la inteligencia y la reflexión para actuar
sobre el mundo, irradiando paulatinamente las luces que permitan el desarrollo humano de la
sociedad.
Termino esta exposición, recordando algunas palabras de Guénon (1927):
El “conocimiento del corazón” es la percepción directa de la luz inteligible, esa Luz del Verbo de que habla San Juan al comienzo de su Evangelio, Luz irradiante del “Sol espiritual” que es el verdadero “Corazón del Mundo”.
SFU
Bibliografía
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