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El retorno de Gog En homenaje a Giovanni Papini Me he topado con la increíble noticia de que Gog aún vive. Según me cuentan, luego de una prolongada estancia en sanatorios de Estados Unidos y Europa, fue finalmente dado de alta, con lo que se dedicó, en su espíritu barbárico y voraz, a la búsqueda de la fuente de la eterna juventud. Se dice que consultó los libros de alquimia desde Zósimo, unos manuscritos mágicos de Nicolás Flamel que encontró polvorientos en los anaqueles de una librería de París, entre otros apócrifos tratados alquímicos. Se retiró solo a los Urales (otros aseguran haberlo visto en una casa frente al lago Baikal, donde conversaba con los chamanes en un lenguaje secreto) y parece que encontró lo que buscaba. Han pasado más de setenta años, y hace no más unos días, he recibido una serie de manuscritos titulados "Diario", escritos en la característica tinta verde. El paquete no tenía emisario ni dirección, y no llevaba instrucciones o indicaciones sobre qué hacer con él. Tampoco sé cómo habrá hecho Gog para rastrearme. Ya estoy muy viejo para emprender la tarea de publicarlo, hace tiempo que dejé de trabajar. Pienso, sin embargo, seleccionar algunos apartes para enviarlos a mis colegas editores. Ellos verán qué desean hacer con ese material. Por lo pronto, me limito a copiar una curiosa visita que le hizo Gog a un filósofo eslovenio llamado Slavoj Žižek, de quien no había oído nunca hablar. Como antes, el diario no lleva más que la indicación geográfica, el día y el mes de la visita, sin hacer mención alguna del año. "Visita a Slavoj Žižek Belgrado, Yugoslavia. 17 de septiembre Cuando tenía la intención de visitar la mayor cantidad de países que me fuera posible, nunca me detuve a pensar por

El Retorno de Gog

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Pastiche que imagina un encuentro entre un personaje de Papini y un filósofo

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El retorno de Gog

En homenaje a Giovanni Papini

Me he topado con la increíble noticia de que Gog aún vive. Según me cuentan, luego de una prolongada estancia en sanatorios de Estados Unidos y Europa, fue finalmente dado de alta, con lo que se dedicó, en su espíritu barbárico y voraz, a la búsqueda de la fuente de la eterna juventud. Se dice que consultó los libros de alquimia desde Zósimo, unos manuscritos mágicos de Nicolás Flamel que encontró polvorientos en los anaqueles de una librería de París, entre otros apócrifos tratados alquímicos. Se retiró solo a los Urales (otros aseguran haberlo visto en una casa frente al lago Baikal, donde conversaba con los chamanes en un lenguaje secreto) y parece que encontró lo que buscaba. Han pasado más de setenta años, y hace no más unos días, he recibido una serie de manuscritos titulados "Diario", escritos en la característica tinta verde. El paquete no tenía emisario ni dirección, y no llevaba instrucciones o indicaciones sobre qué hacer con él. Tampoco sé cómo habrá hecho Gog para rastrearme. Ya estoy muy viejo para emprender la tarea de publicarlo, hace tiempo que dejé de trabajar. Pienso, sin embargo, seleccionar algunos apartes para enviarlos a mis colegas editores. Ellos verán qué desean hacer con ese material. Por lo pronto, me limito a copiar una curiosa visita que le hizo Gog a un filósofo eslovenio llamado Slavoj Žižek, de quien no había oído nunca hablar. Como antes, el diario no lleva más que la indicación geográfica, el día y el mes de la visita, sin hacer mención alguna del año.

"Visita a Slavoj Žižek

Belgrado, Yugoslavia. 17 de septiembre

Cuando tenía la intención de visitar la mayor cantidad de países que me fuera posible, nunca me detuve a pensar por qué había dejado de lado las tierras balcánicas. Así que, motivado por enmendar mi descuido, decidí emprender un viaje desde Albania hasta Rumania, pasando bastante tiempo en el territorio conocido como Yugoslavia. Me maravillaba con las construcciones soviéticas monumentales de Belgrado cuando recibí un telegrama de un viejo amigo para que nos reuniéramos y tomáramos unos tragos con una figura pública muy conocida en la Europa marginal. Ignoro por qué mi amigo conocía a Slavoj Žižek, pero luego de nuestro encuentro no pude seguir con mi mutismo y decidí continuar la tarea que había abandonado hacía muchos años, comenzando con este primer registro en un nuevo diario.He llegado a una pequeña cantina cerca de la Universidad de Belgrado donde quedamos de encontrarnos. Los vi a los dos al fondo, en una mesa circular de madera con una botella de vodka y tres pequeños vasos.Žižek lucía descansado. Llevaba puesta una camisa verde oscuro y tenía una característica barba que parecía ser doble, como una barba pegada encima de otra. Tenía además la curiosa manía de sorber sus propios mocos luego de rascarse la nariz como un gato. 

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–Es muy sencillo, –nos dijo– estamos cegados por la ideología. Es el mecanismo que ha movido toda la historia del siglo XX. El nazismo fue la expresión de ideología, al igual que el estalinismo. El gobierno de Tito es también una expresión de ideología. Estamos aquí, tomando vodka en una cantina gracias a la ideología.Me pareció críptica la exposición de sus ideas. En realidad nunca me he entendido con los llamados filósofos; me parece que no dicen más que patrañas. Lo único verdadero es el capital. Fue lo que me permitió concretar mis deseos de conocer a grandes personajes. He leído el libro que fue publicado en mi nombre y se dice que no hay razón para explicar mi súbita fortuna. La realidad es bastante simple: fui más astuto y más inteligente que los demás. Aproveché la crisis de 1929 para hacerme con las grandes empresas de hoy en día, en aquel momento quebradas.–No estoy de acuerdo con usted, señor Žižek –le dije–. La ideología es un eufemismo del capital, el espíritu humano en realidad es movido por el capital. Yo solamente me limito a satisfacer las evidentes deficiencias existenciales de los pueblos. Por eso ellos se merecen lo que tienen; se merecen la Coca-Cola y el vodka soviético también, todo gracias al capital.–Es por personas como usted, justamente, que se puede movilizar todo el aparato ideológico. Es usted el más puro de los creadores de ideología. Obliga a las personas a desear y a sentirse mal por no desear más, por no querer desear más.Nos habíamos servido varios tragos de vodka y la música balcánica que sonaba fue cambiada por Beethoven, por la espectacular Oda a la alegría, el himno de todos los tiempos, el que celebra el impulso de la humanidad hacia el Progreso.–Yo solo le quiero ayudar a la gente a progresar, estimado Slavoj. Todos viven aburridos como Madame Bovary. Yo les doy posibilidades, los saco de su spleen...–Es que todo lo que hacemos es potencial ideología. La ideología es omnisciente: está en la acera de enfrente y en las palomas de la fuente. Está en el aire, señor Gog.Me había comenzado a sentir un poco ebrio y no deseaba seguir bebiendo vodka. Me di cuenta entonces que los ejemplos del filósofo no eran claros (los filósofos creen comprender el mundo pero yo no conozco al primero que sea capaz de dar un buen ejemplo), así que le pedí una explicación a Žižek.–Lo más hermoso de todo es que la ideología se define por su ausencia. Es el vacío que llena todos los vacíos. Los alemanes en el periodo de entreguerras tenían unos miedos vacíos que fueron concretados por el nazismo en otro miedo vacío, es decir la satisfacción de un deseo, pero repleto de ideología: los judíos. Usted tiene sed, tiene un deseo, un vacío, y decide venir a tomar vodka con nosotros, o ir a ver un filme, o viajar por el mundo, o comprar empresas multinacionales y así. Por cierto, ¿cómo fue que le permitieron entrar a Yugoslavia? Seguro que su pasaporte es emitido por Estado Unidos. ¿No proviene usted de Hawaii?–Hace rato que renuncié a mi nacionalidad. Tengo una serie de pasaportes distintos, unos favores que me debían –le respondí–.Había estado meditando sobre esas ideas que, debo decir, encontré paranoicas, y me di cuenta de que eso era la ideología. Estaba haciendo ideología. Me desvanecí un tanto en mi soliloquio, cuando Žižek comentó:–¿Sabe por qué tengo un afiche de Stalin a la entrada de mi casa? Porque es ideología. La puedo ver, la puedo sentir. Así, cuando llego de trabajar, me acuerdo de toda la ideología

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que nos rodea gracias a la gloriosa figura de Stalin. Mi deseo se traduce en ese afiche de estilo soviético de los años 50.–¿Me sugiere que compre un afiche de Stalin? –le pregunté con ironía–.

La conversación no se alargó mucho más. Ya empezaba a anochecer y debía tomar el tren, que partía en pocos minutos, hacia Sofía. Me despedí cordialmente del filósofo y tomé un taxi a la estación central de Belgrado.Una vez sentado en mi compartimiento, me puse a bosquejar una idea de negocio consistente en la producción de figurillas de dictadores famosos y parafernalia ideológica. Los compradores podrían comprar kits con diferentes vestimentas, símbolos y objetos representativos, y así ponerle a Hitler la bandera de Sendero Luminoso o a Reagan el bigote de Stalin. Seguramente los niños en los Estados Unidos estarán encantados.”