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El Rey de Amarillo - Robert W. Chambers

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Elreydeamarillo,juntoconelNecronomicón,deH.P.Lovecraft,esunodelos recursos literariosmás felicesde la literatura fantástica.Librodentrodeunlibro,entraysaledelanarraciónprovocandounefectodedistanciamientoque potencia su horror. Es notable la influencia que le produjo AmbroseBierce, especialmente “Un habitante de Carcosa”. La suya propia se dejasentirdentrodelcírculodeautoresde“LosMitosdeCthulhu”.

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RobertW.Chambers

Elreydeamarillo

ePUBv1.1chungalitos05.07.12

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Traducción:RubénMasada.Selección:A.Laurent.Cubierta:diseñodeStudioSymbolsobreilustraciónoriginaldeRowenaMorrilColecciónArcadia(dirigidaporJorgeA.Sánchez).Visiónlibros.(c)1984edicionesTeorema

Transcripción:J.M.C.,juniode2001

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LosrelatosdeElReydeAmarillohansidomuyimportanteseneldesarrollodelaliteratura fantástica norteamericana. Todos los principales escritores del periodo desurgimiento del pulp parecen haberlo conocido. Su influencia se extiende casimundialmente,aúncuandodurantemuchosañosellibroestuvieraagotado.Deélseextraennuevostemas,seimitanyreciclanrelatos,y—lomásimportantedetodo—losnuevosconceptosdehorrormetafísicosonretomadosporunahuestedeescritorescansadosdelosfantasmasyfenómenosocultistas,ydesconformesconelmisticismoo la investigación psicológica. En verdad, se puede señalar aEl Rey de AmarillocomounodelosmásimportanteslibrosdeficciónsobrenaturalnorteamericanaentrePoeylosmodernos.

E.F.BLEILER

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RobertWilliamChambers(1865-1933)nacióenBrooklyn,NuevaYork.AsistióalPolytechnic Instituteydespuésdesugraduaciónestudiópinturaen laAcademiaJulienexhibiendosusobrasenelSalóndeParísde1896.AsuregresoaNuevaYorkse convirtió —junto con Charles Dana Gibson— en uno de los más conocidosilustradores de las revistas de la época. Inició su carrera literaria en 1894, con lapublicación de In the Quarter, donde utilizó —como en algunos relatos de estevolumen—materialdesuvidadebohemioenParís.

Susobrasmásimportantesenelcampodelafantasíasonlassiguientes:TheKingin Yellow (1895),TheMaker ofMoons (1896), The Mystery of Choice (1897), InSearchofUnknown(1904)Police!!!(1915)yTheSlayerofSouls(1920).

Elfulminanteéxitodesu“ReydeAmarillo” lediorápidafamaypudodedicartodo su tiempo a escribir. Al morir había publicado más de setenta libros —lamayoría de ellos olvidados— de todo tipo: fantasía, biografías, temas históricos,deportivos,teatroypoesía.

Elreydeamarillo,juntoconelNecronomicón,deH.P.Lovecraft,esunodelosrecursos literarios más felices de la literatura fantástica. Libro dentro de un libro,entraysaledelanarraciónprovocandounefectodedistanciamientoquepotenciasuhorror.Esnotable la influenciaque leprodujoAmbroseBierce,especialmente“UnhabitantedeCarcosa”.Lasuyapropiasedejasentirdentrodelcírculodeautoresde“LosMitos deCthulhu”. Incluimos aquí las cinco historias del “Rey deAmarillo”(los otros relatos del libro homónimo son escenas de la vida parisina, carentes porcompleto de interés): “El reparador de reputaciones” (un extraño relato de ciencia-ficción escrito en 1895 y ubicado en los años 20; una visión devastadora de unEstadosUnidosquenoexiste),“Lamáscara”,“En laCortedelDragón”,“El signoamarillo”y“LaDemoiselled’Ys”.

Completan el volumen “El hacedor de lunas”, con una oscura proyección de“amenazaoriental”,relatoqueanticipalashistoriasdeaventurasdeSaxRohmer,tanpopularesenladécadadel’20;“Unatardeplacentera”,untemainusualenChamberspor su toque naturalista; “Elmensajero”, ubicado en esa campiña bretona que tanbien conocía y amaba; y “La Llave del Dolor”, otra muestra de la influencia deBierce,consunotableparecido—sibiensentimentalizado—con“ElpuentesobreelríodelBúho”.

TodalaobradeChambersfueescritaparaunageneraciónqueyanoexisteyesprobable que dentro de unas décadas sea completamente olvidado. Pero mientrasexistaunlectordeficciónfantástica,el“ReydeAmarillo”viviráparasiempre.

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…”Mirandohaciaarriba,enuninsólitoabismoabiertoenlas nubes, ¡seme aparecieronAldebarán y lasHíadas! Ytodo me sugería la noche —el lince, el hombre de laantorcha, la lechuza—.No había oscuridad y yo veía lasestrellas.¿Dequéatrozsortilegioeravíctima?

AMBROSEBIERCE

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ELSIGNOAMARILLO

Rompenlasolasneblinosasalolargodelacosta,Lossolesgemelossehundentrasellago,

SeprolonganlassombrasEnCarcosa.

Extrañaeslanocheenquesurgenestrellasnegras,Yextrañaslunasgiranporloscielos,

PeromásextrañatodavíaeslaPerdidaCarcosa.

LoscantosquecantaránlasHíadesDondeflameanlosandrajosdelRey,

DebenmoririnaudiblesenlaPenumbrosaCarcosa.

Cantodemialma,semehamuertolavoz,Muere,sinsercantada,comolaslágrimasnoderramadas

SesecanymuerenenlaPerdidaCarcosa.

ElcantodeCassildaenElReydeAmarilloActo1º,escena2ª

I.QUECOMPRENDEELCONTENIDODEUNACARTASINFIRMAENVIADAALAUTOR

¡Hay tantas cosas imposibles de explicar! ¿Por qué ciertas notasmusicalesmerecuerdanlostintesdoradosyherrumbrososdelfollajedeotoño?¿PorquélaMisadeSanta Cecilia hace quemis pensamientos vaguen entre cavernas en cuyas paredesresplandecen desiguales masas de plata virgen? ¿Qué había en el tumulto y eltorbellino de Broadway a las seis de la tarde que hizo aparecer ante mis ojos laimagendeunapaciblebosquebretónenelquelaluzdelsolsefiltrabaatravésdelfollajedelaprimaveraySylviaseinclinabaamediasconcuriosidadyamediasconternura sobre una pequeña lagartija verde murmurando: "¡Pensar que esta es unacriaturadeDios!"?

Laprimeravezquevialsereno,estabadeespaldasamí.LomiréconindiferenciahastaqueentróalaIglesia.Noleprestémásatenciónquelaquehubieraprestadoacualquier otro que deambulara por el parque de Washington aquella mañana, y

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cuandocerrélaventanayvolvíamiestudio,yalohabíaolvidado.Avanzabalatarde,comohacíacalor,abrílaventananuevamenteymeasomépararespirarunpocodeaire.Había un hombre en el atrio de la iglesia y lo observé otra vez con tan pocointeréscomoporlamañana.Mirélaplazaenquejugueteabaelaguadelafuenteyluego, llena lacabezadevagas impresionesdeárboles,desenderosdeasfaltoydegruposdeniñerasyociosospaseantes,medispuseavolveramicaballete.Entonces,mi mirada distraída incluyó al hombre del atrio de la iglesia. Tenía ahora la caravuelta hacia mí y, con un movimiento totalmente involuntario, me incliné paravérsela.Enelmismoinstantelevantélacabezaymemiró.Merecordódeinmediatoaungusanodeataúd.Quéeraloquemerepugnabaenelhombre,nolosé,perolaimpresióndeungruesogusanoblancuzcode tumba fue tan intensaynauseabundaquedebedehaberlemostradoenmiexpresión,porqueapartósuabultadacaraconunmovimientoquemerecordóunalarvaperturbadaenunnogal.

Volví a mi caballete y le hice señas a la modelo para que reanudara su pose.Despuésde trabajarunbuen rato, advertíqueestabaechandoaperder tandeprisacomoeraposibleloquehabíahecho.Cogíunaespátulayquitéconellaelcolor.Lastonalidades de la carne eran amarillentas y enfermizas; no entendía cómo habíapodidodarunoscolorestanmalsanosauntrabajoquehabíaresplandecidoantesdesalud.

MiréaTessie.Nohabíacambiadoyelclaroarreboldelasaludleteñíaelcuelloylasmejillas;fruncíelceño.

—¿Hehechoalgomalo?—preguntó.—No…he estropeado este brazo y, no sé cómo pude haber ensuciado de este

modolatela—lecontesté.—¿Noestoyposandomal?—insistió.—Pues,claro,perfectamente.—¿Noesculpamíaentonces?—No,esmia.—Losientomuchísimo—dijoella.Ledijequepodíadescansarmientrasyoaplicabatrapoyaguarrásalsitiocorroído

delatela;ellaempezóafumaruncigarrilloyahojearlasilustracionesdelCourierFrançais.

Nosésiteníaalgoelaguarrásoeradefectodelatela,perocuantomásfrotaba,másparecíaextenderselagangrena.Trabajécomouncastorparaquitaraquello,perolaenfermedadparecíaextendersedemiembroenmiembrodelafiguraqueteníaantemí.Alarmado,luchépordetenerla,peroahoraelcolordelpechocambióylafiguraentera pareció absorber la infección como una esponja absorbe el agua. ApliquévigorosamenteespátulayaguarráspensandoenlaentrevistaquetendríaconDuval,quemehabíavendidolatela,peroprontoadvertíquelaculpanoeradelatelanide

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loscoloresdeEdward."Debe de ser el aguarrás—pensé con enfado— o bien la luz del atardecer ha

enturbiadoyconfundidotantomivista,quenomeesposibleverbien."LlaméaTessie, lamodelo,quevinoyse inclinósobremisilla llenandoelaire

convolutasdehumo.—¿Quéhaestadoustedhaciendo?—exclamó.—Nada—gruñí—.Debedeserelaguarrás.—¡Quécolormáshorribletieneahora!—prosiguió—.¿Lepareceaustedquemi

carnesepareceaunquesoRoquefort?—No,claroqueno—dijeconenfado—.¿Mehasvistoalgunavezpintardeeste

modo?—¡Porciertoqueno!—¡Entonces!—Debedeserelaguarrás,oalgo—admitió.Se puso una túnica japonesa y se acercó a la ventana. Yo raspé y froté hasta

cansarme; finalmente cogí los pinceles y los hundí en la tela lanzando una gruesaexpresióncuyotonotansolollegóaoídosdeTessie.

Noobstante,notardóenexclamar:—¡Muy bonito! ¡Jure, actúe como un niño y arruine sus pinceles! Lleva tres

semanastrabajandoeneseestudioyahora¡mire!¿Dequélesirvedesgarrarlatela?¡Quécriaturassonlosartistas!

Me sentí tan avergonzado como de costumbre después de un exabruptosemejante, y volví contra la pared la tela arruinada.Tessieme ayudó a limpiar lospinceles y luego marchó bailando a vestirse. Desde detrás del biombo me regalóconsejossobrelapérdidaparcialototaldelapaciencia,hastaquecreyendoquizáqueyamehabíaatormentadolobastante,salióasuplicarmequeleabrocharaelvestidoporlaespalda,dondeellanoalcanzaba.

—Todohasalidomaldesdeelmomentoenquevolviódelaventanaymehablódelhorriblehombrequevioenelatriodelaiglesia—declaró.

—Sí,probablementeembrujóelcuadro—dijebostezando.Miréelreloj.—Sonmásdelaseis,losé—dijoTessiearreglándoseelsombreroanteelespejo.—Sí—contesté—.Nofuemiintenciónretenertetantotiempo.Measoméporlaventana,peroretrocedícondisgusto.Eljovendelacarapastosa

estabatodavíaenelatrio.Tessieviomiademándedesaprobaciónyseasomó.—¿Eseseelhombrequeledisgusta?—susurró.Asentíconlacabeza.—No puedo verle la cara, pero parece gordo y blando. De todas maneras—

continuó y se volvió haciamí—me recuerda un sueño…un sueño espantoso que

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tuve una vez. Pero —musitó mirando sus elegantes zapatos— ¿fue un sueño enrealidad?

—¿Cómopuedoyosaberlo?—dijeconunasonrisa.Tessiemesonrióasuvez.—Ustedfigurabaenél—dije—,demodoquequizásepaalgo.—¡Tessie,Tessie!—protesté—.¡Noteatrevasahalagarmediciendoquesueñas

conmigo!—Pueslohice—insistió—.¿Quierequeselocuente?—Adelante—lecontestéencendiendouncigarrillo.Tessieseapoyóenelantepechodelaventanaabiertayempezómuyseriamente:—Fueunanochedelinviernopasado.Estabayoacostadaenlacamasinpensar

en nada en particular. Había estado posando para usted y me sentía agotada, noobstante,meera imposibledormir.Oía lascampanasde laciudaddar lasdiez, lasonce y la medianoche. Debo de haberme quedado dormida aproximadamentealrededor de las doce, porque no recuerdo haber escuchado más campanadas.Meparecequeapenashabíacerradolosojos,cuandosoñequealgomeimpulsabaairala ventana.Me levanté abriendo el postigo,me asomé.La calleVeinticinco estabadesiertahastadondealcanzabamivista.Empecéasentirmiedo;todoafueraparecíatan…¡tannegroeinquietante!Entoncesoíunruidolejanoderuedasaladistancia,ymepareciócornosiaquelloqueseacercabaeraloquedebíaesperar.Lasruedasseaproximabanmuylentamenteyporfinpudedistinguirunvehículoqueavanzabaporlacalle.Seacercabacadavezmás,ycuandopasóbajomiventanamedicuentaqueeraunacarrozafúnebre.Entonces,cuandomeechéatemblardemiedo,elcocherosevolvió y me miró. Cuando desperté estaba de pie frente a la ventana abiertaestremecida de frío, pero la carroza empenachada de negro y su cochero habíandesaparecido. Volví a tener ese mismo sueño el pasado mes de marzo y otra vezdesperté junto a la ventana abierta,Anoche tuve elmismo sueño.Recordará cómollovía;cuandodespertéjuntoalaventanaabiertateníaelcamisónempapado.

—Pero¿quérelacióntengoyoconelsueño?—pregunté.—Usted…ustedestabaenelataúd,peronoestabamuerto.—¿Enelataúd?—Sí.—¿Cómolosabes?¿Podíasverme?—No;sólosabíaqueustedestabaallí.—¿Habías comido Welsh rarebits o ensalada de langosta? —empecé yo

riéndome,perolachicameinterrumpióconungritodeespanto.—¡Vaya!¿Quésucede?—preguntéalverlaretrocederdelaventana.—El…elhombredeabajodelatriodelaiglesia…eselqueconducíalacarroza

fúnebre.

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—Tonterías—dije,perolosojosdeTessieestabanagrandadosporel terror.Meacerqué a la ventana ymiré. El hombre había desaparecido—.Vamos,Tessie—laanimé—,noseastonta.Hasposadodemasiado;estásnerviosa.

—¿Cree que podría olvidar esa cara? —murmuró—. Tres veces vi pasar lacarrozafúnebrebajomiventana,ytresveceselcocherosevolvióymemiró.Oh,sucaraeratanblancay…¿blanca?Parecíaunmuerto…comosihubieramuertomuchotiempoatrás.

Convencí a la muchacha de que se sentara y se bebiera un vaso de Marsala.Luegomesentéjuntoaellaytratédeaconsejarla.

—Mira,Tessie—dije—,vetealcampoporunasemanaodosyyaveráscomonosueñasmásconcarrozasfúnebres.Pasastodoeldíaposandoycuandollegalanochetieneslosnerviosalterados.Nopuedesseguiraesteritmo.Ydespués,claro,enlugardeirtealacamadespuésdeterminadoeltrabajo,tevasdepicnicalparqueSulzeroaEl Dorado o a Coney Island, y cuando vienes aquí a la mañana siguiente teencuentrasrendida.Nohubotalcarrozafúnebre.Nofuemásqueuntontosueño.

Lamuchachasonriódébilmente.—¿Yelhombredelatriodelaiglesia?—Oh,noesmásqueunpobreenfermocomotantos.—TanciertocomomellamoTessieRearden,lejuro,señorScott,quelacaradel

hombredeabajoeslacaradelqueconducíalacarrozafúnebre.—¿Yqué?—dije—.Esunoficiohonesto.—Entonces,¿creequesívilacarrozafúnebre?—Bueno—dije diplomáticamente—, si realmente la viste, no sería improbable

queelhombredeabajolacondujera.Esonadatienederaro.Tessie se levantó, desenvolvió su perfumado pañuelo y cogiendo un trozo de

gomademascar anudadoenunángulo, se lometióen laboca.Luego,despuésdeponerselosguantes,meofreciósumanoconunfranco:

—Hastamañana,señorScott.Ysemarchó.

II

Alamañanasiguiente,Thomas,elbotones,metrajoelHeraldyunanoticia.Laiglesiadealladohabíasidovendida.Agradecíalcieloporello.Noporqueyosiendocatólico,tuvierarepugnanciaalgunaporlacongregaciónvecina,sinoporqueteníalosnerviosdestrozadosacausadeunpredicadorvociferante,cuyaspalabrasresonabanenlanavedelaiglesiacomosifueranpronunciadasenmicasayqueinsistíaensuserres con una persistencia nasal que me revolvía las entrañas. Había además un

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demonioenformahumana,unorganistaqueinterpretabaloshimnosantiguosdeunamanera muy persona1. Yo clamaba por la sangre de un ser capaz de tocar ladoxologíaconunamodificacióndetonosmenoressóloperdonableenuncuartetodeprincipiantes.Creoqueelministroeraunbuenhombre,perocuandoberreaba:"YelSeñorrrdijoaMoisés,elSeñorrresunhombredeguerrrra;elSeñorrressunombre.Arrrderámi irrrayyo tematarrrécon laespada",mepreguntabacuántossiglosdepurgatorioseríannecesariosparaexpiarsemejantepecado.

—¿Quiéncomprólapropiedad?—preguntéaThomas.—Nadiequeyoconozca,señor.Dicenqueelcaballeroqueespropietariodelos

apartamentosHamiltonestuvomirándola.Quizásestéporconstruirmásestudios.Meacerquéalaventana.Eljovendelacaraenfermizaestabajuntoalportaldel

atrio;sóloverlomeprodujolamismaabrumadorarepugnancia.—Apropósito,Thomas—dije—,¿quiéneseseindividuoalláabajo?Thomasresoplóporlanariz.—¿Esegusano,señor?EselSerenodelaiglesia,señor.Meexasperaverlotodala

nocheenlaescalinata,mirándoloaunoconaireinsultante.Unavezlediunpuñetazoenlacabeza,señor…consuperdón,señor…

—Adelante,Thomas.—UnanochequevolvíaacasaconHarry,elotrochicoinglés,lovisentadoallí

enlaescalinata.MollyyJen,lasdoschicasdeservicio,estabanconnosotros,señor,y él nosmiródemanera tan insultante, queyovoyy ledigo: ";Qué estámirando,babosahinchada?"Consuperdón,señor,peroesofueloqueledije.Entoncesélnocontestóyyoledije:"Venyveráscómoteaplastoesacabezadepuddin."Entoncesabrí el portal y entré, pero él no decía nada y seguía mirándome de ese modoinsultante.Entonceslediunpuñetazo,pero¡ajj!teníalacaratanfríayuntuosaquedabaascotocarla.

—¿Quéhizoélentonces?—preguntéconcuriosidad.—¿Él?Nada.—¿Ytú,Thomas?Eljovenseruborizóturbadoysonrióconincomodidad.—SeñorScott,yonosoyningúncobardeynopuedoexplicarmeporquéechéa

correr. Estuve en el Quinto de Lanceros, señor, corneta en Te-el-Kebir y me handisparadoamenudo.

—¿Quieresdecirquehuiste?—Sí,señor,esohice.—¿Porqué?—Esoesloqueyoquisierasaber,señor.AgarréaMollydelbrazoyechéacorrer,

ylosdemásestabantanasustadoscomoyo.—Pero¿dequéteníanmiedo?

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Thomas rehusó contestar de momento, pero el repulsivo joven de abajo habíadespertadotantomicuriosidad,queinsistí.TresañosdeestadíaenAméricanosólohabíanmodificado el dialectocockney deThomas, sino que le habían inculcado eltemoramericanoalridículo.

—Novaustedacreerme,señorScott.—Sí,tecreeré.—¿Novaareírsedemí,señor?—¡Tonterías!Vaciló.—Bien señor, tan verdad como que hay Dios lo golpeé, él me agarró de las

muñecas,ycuandoleretorcíunodelospuñosblandosyuntuosos,mequedéconunodesusdedosenlamano.

Toda la repugnancia y el horror que había en la cara de Thomas debieron dehabersereflejadoenlamía,porqueagregó:

—Esespantoso.Ahoracuandoloveo,mealejo.Meponeenfermo.CuandoThomassehubomarchado,meacerquéa laventana.Elhombreestaba

juntoalenrejadodelaiglesiaconlasmanosenelportal,peroretrocedíconprisaamicaballete,descompuestoyhorrorizado.Lefaltabaeldedomediodelamanoderecha.

AlasnueveaparecióTessieydesapareciótraselbiomboconunalegre"Buenosdías,señorScott".Cuandoreaparecióyadoptósuposesobrelatarima,empecéparasudeleiteunatelanueva.Mientrastrabajéeneldibujo,permanecióensilencio,peronobiencesóelrasguidodelacarbonillaycogíelfijador,comenzóacharlar.

—¡Pasamosunmomentotanagradableanoche!FuimosaTonyPastor's.—¿Quiénes?—Oh,Maggie,yasabeusted,lamodelodelseñorWhyte,yRosiMcCormick—

la llamamosRosiporque tieneesoshermososcabellos rojosquegustan tantoa losartistas—yLizzieBurke.

Rociélatelaconelfijadorydije:—Bien,continúa.—Vimos, a Kelly y a Baby Barnes, la bailarina y… a todo el resto. Hice una

conquista.—¿Entoncesmehastraicionado,Tessie?Ellaseechóareírysacudiólacabeza.—EsEdBurke,elhermanodeLizzie.Unperfectocaballero.Me sentíobligadoadarle algunosconsejospaternales acercade las conquistas,

queellarecibióconsonrisaradiante.—Oh,sécuidarmedeunaconquistadesconocida—dijoexaminandosugomade

mascar—,peroEdesdiferente.Lizzieesmimejoramiga.Entonces contó que Ed había vuelto de la fábrica de calcetines de Lowell,

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Massachusetts,yquesehabíaencontradoconqueellayLizzieyanoeranunasniñas,yqueeraunjovenperfectoquenoteníaelmenor inconvenienteengastarsemediodólar para invitarlas con helados y ostras a fin de festejar su comienzo comodcpendiente eneldepartamentode lanasdeMacy's.Antesque terminara,yohabíaempezadoapintar,yadoptónuevamentesuposesonriendoyparloteandocomoungorrión.AlmediodíayateníaelestudiobienlimpioyTessieseacercóamirarlo.

—Esoestámejor—dijo.Tambiényolopensabaasíycomíconlaíntimasatisfaccióndequetodoibabien.

Tessie puso su comida en unamesa de dibujo frente amí y bebimos clarete de lamisma botella y encendimos nuestros cigarrillos con lamisma cerilla. Yo le teníamuchoapegoaTessie.Deunaniñafrágilydesmañada,lahabíavistoconvertirseenunamujeresbeltayexquisitamenteformada.Habíaposadoparamídurante los tresúltimosañosydetodasmismodelosellaeralafavorita.Mehabríaafligidomucho,en verdad, que se vulgarizara o se volviera una fulana, como suele decirse, perojamásadvertíelmenordeterioroensuconductaysentíaenelfondoqueellaeraunabuenachica.Nuncadiscutíamosdemoral,yno tenía intencióndehacerlo,enparteporque yo no teníamuy en cuenta a lamoral, pero también porque sabía que ellaharíaloquelegustaramuyamipesar.Noobstante,esperabadetodocorazónquenose viera envuelta en dificultades, porque deseaba su bien y también por el egoístamotivodenoperdera lamejordemismodelos.Sabíaqueunaconquista, como lahabíallamadoTessie,nosignificabanadaparachicascomoella,yquetalescosasenAméricanoseasemejanennadaalasmismascosasenParís.Noobstante,yohabíavividoconlosojosbienabiertosysabíaquealguiensellevaríaalgúndíaaTessiedeun modo u otro, y aunque por mi parte consideraba que el matrimonio era undisparate,esperabasinceramente,queenestecasohabíaunsacerdoteal finalde laaventura.Soycatólico.Cuandooigomisasolemne,cuandomepersigno,sientoquetodo,coninclusióndemímismo,seencuentramásanimado,ycuandomeconfieso,mesientobien.Unhombrequevivetansolocomoyo,debeconfesarseconalguien.Claro que Sylvia, era católica, y ese era motivo suficiente para mí. Pero estabahablandodeTessie,loqueesmuydiferente.Tessietambiéneracatólicaymuchomásdevotaqueyo,demodoque,teniendotodoestoencuenta,nohabíamuchoquetemerpor mi bonita modelo mientras no se enamorase. Pero entonces sabía que sólo eldestinodecidiríasufuturo,yrezabainternamenteporqueesedestinolamantuvieraalejadadehombrescomoyoyquepusieraensucaminomuchachoscomoEdBurkeryJimmyMcCormick.¡Diosbendigasudulcerostro!

Tessie estaba sentada lanzando anillos de humo que ascendían al cielo raso yhaciendotintinearelhieloensuvaso.

—¿Sabes,Chavala,quetambiényotuveunsueñoanoche?Laobservé.Aveceslallamaba"laChavala".

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—Nohabrásidoesehombre—dijoriendo.—Exacto.Unsueñoparecidoaltuyo,sóloquemuchopeor.Fue tonto e irreflexivo demi parte decirlo, pero ya se sabe el poco tacto que

tienenlospintoresporlogeneral.—Debodehabermequedadodormidopocomásomenosa lasdiez—proseguí

—,yalcabodeunratosoñequemedespertaba.Tanclaramenteoílascampanasdelamedianoche,elvientoenlasramasdelosárbolesylasirenadelosvaporesenlabahía,queinclusoahorameesdifícilcreerquenoestabadespierto.Meparecíayacerenunacajaconcubiertadecristal.Veíadébilmentelaslámparasdelacallepordondepasaba, pues debo decirte, Tessie, que la caja en la que estaba tendido parecíaencontrarse en un carruaje acojinado en el que iba sacudiéndome por una calleempedrada.Al cabodeun ratome impacienté e intentémoverme, pero la caja erademasiadoestrecha.Teníalasmanoscruzadasenelpecho,demodoquenomeeraposiblelevantarlasparaaliviarme.Escuchéy,luego,intentéllamar.Habíaperdidolavoz.Podíaoírloscascosdeloscaballosuncidosalcocheeinclusolarespiracióndelconductor.Entoncesotroruidoirrumpióenmisoídos,comoelabrirdeunaventana.Melascompuseparaladearlacabezauntanto,ydescubríquepodíaver,nosóloatravésdelcristalquecubríalacaja,sinotambiénatravésdelospanelesdecristalalos lados del carruaje. Vi casas. Vi casas, vacías y silenciosas, sin vida ni luz enningunadeellas,exceptoenuna.Enesacasahabíaunaventanaabiertaenelprimerpiso,yunafiguratodadeblancomirabaalacalle.Erastú.

Tessiehabíaapartadosucarademíyseapoyabaenlamesasobreelcodo.—Pude verte la cara —proseguí— que me pareció muy angustiada. Luego

seguimosviajeydoblamosporunaestrechaynegracalleja.Deprontoloscaballossedetuvieron.Esperéy esperé, cerrando los ojos conmiedo e impaciencia, pero todoestabasilenciosocomounatumba.Alcabodeloquemeparecieronhoras,empecéasentirmeincómodo.Lasensacióndequealgoseacercabahizoqueabrieralosojos.Entoncesvi lacaradelcocherode lacarrozafúnebrequememirabaa travésde lacubiertadelataúd…

UnsollozodeTessieme interrumpió.Estaba temblandocomounahoja.Viquemehabíacomportadocomounasnoeintentéreparareldaño.

—¡Vaya, Tess! —dije—, sólo te lo conté para mostrarte la influencia de tuhistoriaenlossueñosdelosdemás.Nopensarásrealmentequeestoytendidoenunataúd,¿noescierto?¿Porquéestástemblando?¿Notedascuentadequetusueñoyla irrazonable repugnancia que me produce ese inofensivo sereno de la iglesiapusieronsencillamenteenmarchamicerebronobienmequedédormido?

Pusolacabezaentresusbrazosysollozócomosifueraarompérseleelcorazón.Mehabíaportadocomounimbécil.Peroestabaporsuperarmipropiorécord.Meleacerquéylarodeéconelbrazo.

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—Tessie, querida, perdóname —dije—; no tendría que haberse asustado consemejantes tonterías. Eres una chica demasiado atinada, demasiado buena católicacornoparacreerensueños.

Su mano se puso en la mía y su cabeza cayó sobre mi hombro, pero todavíatemblaba;yolaacariciabaylaconsolaba.

—Vamos,Tess,abrelosojosysonríe.Susojosseabrieronconunlánguidolentomovimientoyseencontraronconlos

míos,perosuexpresióneratanextrañaquemeapresuréareanimarlaotravez.—Fueunapatraña,Tessie,nocreerásquetodoestopodráacarreartealgúnmal.—No—dijo,perosuslabiosescarlatasseestremecieron.—¿Quésucede,entonces?¿Tienesmiedo?—Sí,peronopormi.—¿Pormí,entonces?—preguntéalegremente.—Porusted—murmuróenvozcasiinaudible—.Yo…yoloquieroausted.En un principio me eché a reír, pero cuando comprendí lo que decía, un

estremecimientomeatravesóelcuerpoymequedésentadocomodepiedra.Estaeralaculminacióndelastonteríasquellevabacometidas.Enelmomentoquetranscurrióentresuréplicaymicontestación,penséenmilrespuestasaesainocenteconfesión.Podíadesecharla conuna sonrisa, podíahacermeel desentendidoydecirlequemeencontrabamuybiendesalud,podíamanifestarleconsencillezqueeraimposiblequeellameamase.Peromireacciónfuemásvelozquemispensamientos,ycuandoquisedarmecuentayaerademasiadotarde,porquelahabíabesadoenlaboca.

AquellanochefuiadarmipaseohabitualporelparquedeWashingtonpensandoenlosacontecimientosdeldía.Mehabíacomprometidoafondo.Nopodíaecharmeatrásahora,ymirédefrenteamifuturo.Yonoerabueno,nisiquieraescrupuloso,peronoteníaintencióndeengañarmeamímismooaTessie.Laúnicapasióndemivida yacía sepultada en los soleados bosques de Bretaña. ¿Estaba sepultado parasiempre?LaEsperanzaclamaba:"¡No!"Durantetresañoshabíaesperadoelruidodeunospasosenmiumbral.¿Sylviasehabíaolvidado?"¡No!"clamabalaEsperanza.

Dijequenoerabueno.Esoesverdad,perocontodonoeraexactamenteelvillanode laóperacómica.Había llevadounavidafácilyatolondrada, recibiendodebuengradoelplacerquesemeofrecía,deplorando,aveceslamentandoconamargura,lasconsecuencias. Sólo una cosa, con excepción de mi pintura, tomaba en serio, yaquelloyacíaocultado,sinoperdido,enlosbosquesbretones.

Era demasiado tarde ahora para lamentar lo ocurrido en el día. Tanto si fuelástima,comosifuelasúbitaternuraqueproduceeldoloroelmásbrutalinstintodelavoluntadsatisfecha,daba igualahora,yanoserquedesearadañarauncorazóninocente,teníalasendatrazadaantemí.Elfuegoylaintensidad,laprofundidaddelapasióndeunamorqueni siquierahabía sospechado, apesarde la experienciaque

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creíatenerdelmundo,nomedejabanotraalternativaquecorresponderleoapartarlademilado.Nosesimeacordabaproducirdolorenlosdemásosihayalgoenmídelóbregopuritano,perolociertoesquemerepugnabanegarlaresponsabilidadporeseirreflexible beso, y de hecho no tuve tiempo de hacerlo antes que se abriesen laspuertasdesucorazónylamarejadaseexpandiera.Otrosquehabitualmentecumplenconsudeberyencuentranunasombríasatisfacciónenhacerdesímismosydelosdemásunosdesdichados,quizáhabrían resistido.Yono.Nomeatreví.Despuésdeamainadalatormenta,ledijequemáslehabríavalidoamaraEdBurkeyllevarunsencillo anillo de oro, pero no quiso escucharme siquiera, y pensé que mientrashubieradecididoamaraalguienconquiennopodíacasarse,erapreferiblequefuerayo.Yo,almenos,podríatratarlaconmteligenteafecto,ycuandoellasecansaradesupasión, no saldría de ellamal parada. Porque yo estaba decidido en cuanto a eso,aunque sabía lo difícil que resultaría.Recordaba el final habitual de las relacionesplatónicasycuántomedisgustabaoírdeellas.Sabíaqueiniciabaunagranempresapara alguien tan falto de escrúpulos como yo, y temía el futuro, pero ni por unmomentodudédequeellaestaríaseguraconmigo.Sisehubieratratadodecualquierotra, no me habría dejado atormentar por escrúpulos. Pero ni se me ocurría laposibilidad de sacrificar a Tessie como lo habría hecho con unamujer demundo.Miraba el porvenir directamente a la cara y veía los varios probables finales delasunto.Terminaríaellaporcansarsedemí,ollegaríaasertandesdichadaquetendríaquedesposarlaoabandonarla.Sinoscasábamos,seríamosdesdichados.Yoconunamujer inapropiada para mí, ella con un marido inapropiado para cualquier mujer.Porquemividapasadanomecalificabaparaelmatrimonio.Silaabandonaba,quizácaeríaenferma,peroserecuperaríayacabaríacasándoseconalgúnEdBurke,pero,precipitada o deliberadamente, podía cometer una tontería. Por otra parte, si secansaba demí, toda su vida se desplegaría ante ella conmaravillosas visiones deEddieBurke, anillos de boda, gemelos, pisos enHarlem y elCielo sabe quemás.MientrasmepaseahaentrelosárbolesvecinosalArcodeWashington,decidíquedecualquiermodoellaencontraríaaunsólidoamigoenmí,yqueelfuturosecuidaradesí mismo. Luego entré en la casa y me puse el traje de noche, porque la notaligeramenteperfumadaquehablasobremitocadordecía:"Tengauncocheprontoalaentrada de los artistas a las once", y estaba firmada "Edith Carmichel, TeatroMetropolitan,19dejuniode189-."

Esanochecenéo,másbiencenamoslaseñoritaCarmichelyyo,enelSolariyelalbaempezabaadorar lacruzde la iglesiaMemorialcuandoentréenelparquedeWashingtondespuésdehaberdejadoaEdithenBrunswick.Nohabíaunalmaenelparque cuando pasé entre los árboles y cogí el sendero que va de la estatua deGaribaldialedificiodelosapartamentosHamilton,peroalpasarjuntoalatriodelaiglesiaviunafigurasentadaenlaescalinatadepiedra.Apesarmío,meestremecíal

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ver la hinchada cara blancuzca y apresuré el paso. Entonces dijo algo que pudohabermeestadodirigidooquizásóloestuvieramusitandoparasí,peroquesemejanteindividuosedirigieraamímepusosúbitamentefurioso.Porun instantemedieronganas de girar sobre los talones y aplastarle la cabeza con el bastón, pero seguíandando,entréenelHamiltonyfuiamiapartamento.Poralgúntiempodivueltasenla cama intentando librarme de su voz, pero nome fue posible. Esemurmullomellenabalacabezacomoeldensohumoaceitosodeunacubadondesecuecegrasaolanocivafetidezdelapodredumbre.Ymientrasmerevolvíaenmilecho,lavozenmisoídos parecía más clara y distante, y empecé a entender las palabras que habíamurmurado.Mellegabanlentamente,comosilashubieraolvidadoyporfinpudieracomprendersusentido.Habíaarticulado:

—¿HasencontradoelSignoAmarillo?—¿HasencontradoelSignoAmarillo?—¿HasencontradoelSignoAmarillo?Estaba furioso. ¿Qué había querido decir con eso? Luego, dirigiéndole una

maldición,cambiédepostura,ymequedédormido,perocuandomástardedespertéestabapálidoyojeroso,porquehabíavueltoasoñarlomismodelanochepasadaymeturbabamásdeloquequeríaconfesarme.

Mevestíybajéalestudio.Tessieestabasentada juntoa laventana.Cuandoyoentrésepusodepieymerodeóelcuelloconlosbrazosparadarmeunbesoinocente.Teníaunaspecto tandulceydelicadoque lavolví abesary luegome fui a sentarfrentealcaballete.

—¡Vaya!¿Dóndeestáelestudioqueempecéayer?Tessieparecíaconfusa,peronorespondió.Comencéabuscarentrepilasdetelas

mientrasledecía:—Apresúrate,Tess,yprepárate;debemosaprovecharlaluzdelamañana.Cuando por fin abandoné la búsqueda entre las otras telas y me volví para

registrarelcuarto,viqueTessieestabadepiejuntoalbiomboconlasropastodavíapuestas.

—¿Quésucede?—lepregunté—.¿Notesientesbien?—Sí.—Apresúrate,entonces.—¿Quierequeposecomo…comoheposadosiempre?Entoncescomprendí.Sepresentabaunanuevacomplicación.Habíaperdido,por

supuesto, a lamejormodelodedesnudoquehabía conocidonunca.Miré aTessie.Tenía el rostro escarlata. ¡Ay! ¡Ay! Habíamos comido el fruto del árbol delconocimientoyelEdény la inocenciaoriginalyaeransueñosdelpasado…quieredecir,paraella.

Supongoquenotóladesilusiónenmicara,porquedijo:

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—Posaré,si lodesea.Elestudioestádetrásdelbiombo.Hesidoyoquienlohapuestoallí.

—No—ledije—,empezaremosalgonuevo.Yfuiamiarmarioyelegíunvestidomoriscoresplandecientedelentejuelas.Era

untrajeauténticoyTessieseretirótraselbiomboencantadaconél.Cuandosalióotravez,quedéatónito.Sus largos cabellosnegros estaban sujetos en su frenteporunadiademade turquesasy losextremos llegaban rizadoshasta la faja resplandeciente.Tenía los pies calzados en unas bordadas babuchas puntiagudas, y la falda delvestido, curiosamente recamadade arabescosdeplata, le caíahasta los tobillos.Elprofundoazulmetálicodel chalecobordadoenplatay la chaquetillamoriscaen laque estaban cosidas refulgentes turquesas, le sentaban maravillosamente. Avanzóhacia mí y levanté la cabeza sonriente. Deslicé la mano en el bolsillo, saqué unacadenadeoroconunacruzyselacoloquéenlacabeza.

—Estuya,Tessie.—¿Mía?—balbució.—Tuya.Ahoraveyposa.Entonces,conunasonrisaradiante,corriótraselbiomboyreaparecióenseguida

conunacajitaenlaqueestabaescritominombre.—Teníaintencióndedárselaestanocheantesdeirmeacasa—dijo—,peroyano

puedoesperar.Abrí lacaja.Sobreel rosadoalgodón,habíaunbrochedeónixnegroenelque

estabaincrustadouncuriososímbolooletradeoro.Noeraarábigonichino,nicomopudecomprobardespuésnopertenecíaaningunadelasescriturashumanas.

—Estodoloquetengoparadarlecomorecuerdo.Mesentímolesto,peroledijequelotendríaenaltaestimayleprometíllevarlo

siempre.Ellamelosujetóenlachaqueta,bajolasolapa.—¡Quétontería,Tess,compraralgotanbello!—ledije.—Nolohecomprado—dijoriendo.—¿Dedóndelohassacado?Entoncesme contó que lo había encontrado un día al volver del acuario de la

Bateríayquehabíahechopublicarunavisoenlosperiódicosyqueporfinperdiólasesperanzasdeencontraralpropietariodelbroche.

—Fueelinviernopasado—dije—,elmismodíaenquetuveporprimeravezesehorriblesueñodelacarrozafúnebre.

Recordé el sueño que había tenido la pasada noche, pero no dije nada, y enseguida la carbonilla empezóa revolotear sobre lanueva tela,yTessiepermanecioinmovilenlatarima.

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III

Eldíasiguiente fuedesastrosoparamí.Mientras trasladabauna telaenmarcadadeuncaballete aotro,mispies resbalaronenel suelo enceradoy caípesadamentesobre ambasmuñecas. Tan grave fue la luxación sufrida que resultó inútil intentarsostener el pincel, examinando dibujos y esbozos inacabados hasta que, yadesesperado me senté a fumar y a girar los pulgares con fastidio. La lluvia queazotabaloscristalesytamborileabasobreeltechodelaiglesiameprodujounataquedenerviosconsuinterminablerepiqueteo.Tessiecosíasentadajuntoalaventana,ydevezencuandolevantabalacabezaymemirabaconunacompasióntaninocente,queempecéaavergonzarmedemiirritaciónymiréamialrededorenbuscadealgoenquéocuparme.Habíaleídotodoslosperiódicosytodosloslibrosdelabiblioteca,pero por hacer algo me dirigí a la librería y la abrí con el codo. Conocía cadavolumenporelcolorylosexaminéatodospasandolentamentejuntoalalibreríaysilbandoparaanimarmeelespíritu.Estabaporvolvermeparairalcomedor,cuandomesorprendióunlibroencuadernadoenamarilloenunrincóndelarepisamásaltade la última biblioteca.No lo recordaba y desde el suelo no alzaba a descifrar laspálidasletrassobreellomo,demodoquefuialasaladefumaryllaméaTessie.Ellavinodelestudioyseencaramóparaalcanzarellibro.

—¿Quées?—lepregunté.—ElReydeAmarillo.Quedéestupefacto.¿Quién lohabíapuestoallí?¿Cómohabía idoapararamis

aposentos?Hacíayamuchoquehabíadecididonoabrirjamáseselibro,ynadaenlatierrapodríahabermepersuadidoacomprarlo.Temiendoquelacuriosidadmetentaraaabrirlo,nisiquieralohabíamiradonuncaenlaslibrerías.Sialgunavezexperimentélacuriosidadde leerlo, la espantosa tragediadel jovenCastaigne, aquienyohabíaconocido,medisuadiódeenfrentarmeconsusmalignaspáginas.Siempremeneguéaescucharsudescripcióny,enverdad,nadieseaventurónuncaacomentarenaltavozlasegundaparte,demodoquenoteníaconocimientoenabsolutodeloquepodríanrevelar esas páginas. Me quedé mirando fijamente la ponzoñosa encuadernaciónamarillacomohabríamiradoaunaserpiente.

—Nolotoques,Tessie—dije—.Bajadeahí.Por supuesto, mi admonición bastó para despertar su curiosidad y antes que

pudieraimpedírselocogióellibroy,conunacarcajada,sefuebailandoalestudioconél.La llamé,peroellasealejódirigiendouna torturadorasonrisaamis imponentesmanosyyolaseguíconciertaimpaciencia.

—¡Tessie!—gritéentrandoenlabiblioteca—,escucha,habloenserio.Dejaeselibro.¡Noquieroqueloabras!

La biblioteca estaba vacía. Fui a ambas salas, luego los dormitorios, a la

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lavandería, la cocina y, finalmente, volví a la biblioteca donde inicié un registrosistemático.Sehabía acurrucado, pálida, y silenciosa, junto a la ventana reticuladadel cuarto del almacenaje de arriba.A primera vistame di cuenta que su necedadhabíasidocastigada.ElReydeAmarilloestabaasuspies,peroellibroestabaabiertoenlasegundaparte.MiréaTessieyviqueerademasiadotarde.HabíaabiertoElReydeAmarillo.Entonceslatomédelamanoylacondujealestudio.Parecíaobnubilada,ycuandoledijequesetendieraenelsofámeobedeciósindecirpalabra.Alcabodeunratosusojossecerraronylarespiraciónselehizoregularyprofunda,peronomefueposibledescubrirsidormíaono.Durantelargoratomequedésentadoensilenciojuntoaella,enelcuartodealmacenajejamásfrecuentado,cogíellibroamarilloconlamanomenosherida.Parecíapesadocomoelplomo,pero lo llevéalestudiootravezysentándomeenlaalfombrajuntoalsofá, loabríy lo leídesdeelprincipioalfin.

Cuando debilitado por el exceso de las emociones, dejé caer el volumen ymerecostéfatigadocontraelsofá,Tessieabriólosojosymemiró.

Habíamosestadohablandociertotiempoconopacadaymonótonatensióncuandoadvertí que estábamos comentando El Rey de Amarillo. ¡Oh, qué pecado, haberescrito semejantes palabras… palabras que son claras como el cristal, límpidas ymusicalescomounafuenteburbujeante,palabrasqueresplandecenyrefulgencomolosdiamantesenvenenadosdelosMedicis!¡Oh,lamalignidad,lacondenaciónmásalládetodaesperanzadeunalmacapazdefascinaryparalizaracriaturashumanascon tales palabras! Palabras que comprenden el ignorante y el sabio por igual,palabrasmás preciosas que joyas,más apaciguadoras que lamúsica celestial,másespantosasquelamuertemisma.

Seguimoshablandosinprestaratenciónalassombrasqueseespesaban,yellameestaba rogando que me deshiciera del broche de ónix negro en que estabacuriosamente incrustado lo que, ahora lo sabíamos, era el Signo Amarillo. Nuncasabré por qué me negué a hacerlo, aunque en esta hora, aquí, en mi habitación,mientrasescriboestaconfesión,megustaríasaberquémeimpidióarrancarelSignoAmarillodemipechoyarrojarloalfuego.Estoysegurodequedeseabahacerlo,peroTessieme lo imploró en vano.Cayó la noche y transcurrieron las horas, pero aúnseguíamoshablandoquedodelReyylaMáscaraPálida,ylamedianochesonóenloschapiteles brumosos de la ciudad hundida en la niebla. Hablamos de Hastur yCassildamientrasafueralanieblarozabalosciegospanelesdelasventanascomoeloleajedelasnubesavanzabayserompíasobrelascostasdeHali.

La casa estaba ahora acallada y ni el menor sonido de las calles brumosasquebrantabaelsilencio.Tessieyacíaentrecojines,surostroeraunamanchagrisenlapenumbra,peroteníasusmanosapretadasenlasmíasyyosabíaqueellasabíayqueleíamispensamientoscomoyolossuyos,porquehabíamoscomprendidoelmisterio

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delasHíadasyantenosotrossealzabaelFantasmadelaVerdad.Entonces,mientrasnos respondíamos el uno a la otra, velozmente, en silencio, pensamiento traspensamiento,lassombrasseagitaronenlapenumbraquenosrodeabayalolejosenlas calles distantes oímos un sonido. Cada vez más cerca, se escuchó el lóbregocrujidoderuedas,cadavezmáscercatodavía,yahoracesóafuera,antelapuerta.Mearrastréhastalaventanayviunacarrozafúnebreempenachadadenegro.Elportal,abajo,seabrióysevolvióacerrar;mearrastrétemblandohastalapuertayleechélallave,peronohabíacandadonicerraduraquepudieraimpedirelpasodelacriaturaqueveníaenbuscadelSignoAmarillo.Yahoralaoíaavanzarmuylentamenteporelvestíbulo.Yahoraestabaa lapuertay loscandadossepudrieronasu tacto.Ahorahabía entrado.Conojosque seme saltabande lasórbitas tratede escudriñar en laoscuridad,perocuandoentróenelcuarto,nolavi.Sólocuandolasentíenvolvermeen su frío abrazo blando grité y luché con furia mortal, pero tenía las manosinutilizadasymearrancóelbrochedeelónixdelachaquetaymegolpeóenplenacara.Entonces,alcaer,oíelgrito levedeTessieysuespírituvolóalencuentrodeDios, y mientras caía deseé poder seguirla, porque sabía que el Rey de AmarillohabíaabiertosuandrajosomantoyahorasóloeraposibleimploraranteCristo.

Podríadecirmás,peroalmundonoleserviríadenada.Encuantoamí,estoymásallá de toda ayuda o esperanza humanas. Mientras yazgo aquí escribiendo, sinpreocuparmedesimoriréono,antesdeterminar,veoaldoctorquerecogesuspolvosyfrascosconunvagoademándirigidoalbuencuraquetengojuntoamí;entoncescomprendo.

Sentirán curiosidad por conocer los detalles de la tragedia… ésos del mundoexteriorqueescribenlibroseimprimenmillonesdeperiódicos,peronoescribiréyamás,yelpadreconfesorsellarámisúltimaspalabrasconelsellosagradocuandosusantooficiohayasidocumplido.Losdelmundoexteriorpodránenviarasusvástagosahogaresdesdichadosocasasvisitadasporlamuerte,ysusperiódicossecebaránenla sangre y las lágrimas, pero enmi caso sus espías tendrán que detenerse ante elconfesionario.SabenqueTessiehamuertoyqueyoagonizo.Sabenquelagentedelacasa,alarmadaporungritoinfernal,seprecipitóamicuartoyencontróaunvivoydosmuertos;perono saben loquevoyadecir ahora;no sabenqueelmédicodijoseñalandounhorriblebultodescompuestoqueyacíaenelsuelo…ellívidocadáverdelserenodelaiglesia:

—No tengo teoría alg una, ninguna explicación. ¡Este hombre debe de habermuertohacemeses!

Creoquememuero.Desearíaqueelcura…

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ELREPARADORDEREPUTACIONES

Neraillonspaslesfous;leurfoliedurepluslongtempsquelanôtre…voilà

touteladifférence.

I

A fines del año 1920 el gobierno de los Estados Unidos había prácticamentecompletadoelprogramaadoptadodurantelosúltimosmesesdelaadministracióndelpresidenteWinthrop.Elpaísgozabaaparentementede tranquilidad.Todoelmundosabe cómo se solucionaron las cuestiones de Aranceles y Trabajo. La guerra conAlemania, consecuencia de que ese país invadiera las islas de Samoa, no dejócicatrices visibles en la república, y la ocupación temporaria de Norfolk por elejércitoinvasorhabíasidoolvidadaenlaalegríadelasrepetidasvictoriasnavalesyelridículoapremiodelasfuerzasdelgeneralvonGartenlaubeenelestadodeNuevaJersey.Lasinversionescubanasyhawaianashabíandadounbeneficiodeuncientopor ciento y bien valía el territorio de Samoa su costo como estación deaprovisionamientodecarbón.Elestadodedefensadelpaíseraestupendo.Atodaslasciudadescosterasseleshabíasuministradounafortificaciónentierra;elejército,bajola paternal mirada del Personal General, organizado de acuerdo con el sistemaprusiano, había aumentado a 300.000 hombres con una reserva territorial de unmillón;yseismagníficosescuadronesdecrucerosyacorazadospatrullabanlasseisestaciones de losmares navegables, dejando una reserva de energía holgadamenteadecuadaparael controlde lasaguas territoriales.LoscaballerosdelOestepor fintuvieronquereconocerqueeranecesariocontarconuncolegioparalaformacióndediplomáticos como es necesaria una escuela de derecho para la formación deabogados. En consecuencia, ya no nos representaron en el extranjero patriotasincompetentes.Lanaciónerapróspera.Chicago,porunmomentoparalizadadespuésdelsegundogranincendio,sehabíalevantadodesusruinas,blancayimperial,ymáshermosa que la ciudad blanca que se había construido como juguete en 1893. Entodas partes la buena arquitectura reemplazaba la mala y aun en Nueva York unsúbitoanhelodedecenciahabíabarridounagranpartedelosexistenteshorrores.Lascallessehabíanensanchadoysepavimentaroneiluminarondemaneraadecuada,seplantaron árboles, se abrieron plazas, se demolieron las estructuras elevadas y sehicieronrutassubterráneasparasustituirlas.Losnuevosedificiosgubernamentalesycuarteleseranespléndidaspiezasarquitectónicasyelprolongadosistemademuelles

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depiedraquerodeabaporcompletolaislaseconvirtieronenparquesqueresultaronundondeDiosparalapoblación.Elsubsidiodelteatroylaóperaestatalesprodujosupropia recompensa.LaAcademiaNacionaldeDiseñode losEstadosUnidosnodifería de las instituciones europeas de la misma especie. Nadie envidiaba alsecretariodeBellasArtes,nisuposiciónenelgabinetenisuministerio.ElsecretariodeForestaciónyPreservacióndelaFaunalopasabamuchomejorgraciasaunnuevosistemadePolicíaMontadaNacional.HabíamosobtenidoprovechoconlosúltimostratadoscelebradosconFranciaeInglaterra;laexclusióndelosjudíosnacidosenelextranjerocomomedidadeautopreservaciónnacional,elestablecimientodelnuevoestadonegroindependientedeSuanee,elcontroldelainmigración,lasnuevasleyessobre la naturalización y la gradual centralización del poder en el ejecutivo fuerontodasmedidasquecontribuyerona lacalmaylaprosperidadnacionales.CuandoelGobierno solucionó el problema indio y escuadrones de una caballería deexploradores indios con sus trajes nativos reemplazaron a las lamentablesorganizacionessumadasa regimientos reducidosalmínimoporunexsecretariodeGuerra,lanaciónsuspiróconprofundoalivio.Cuando,despuésdelcolosalCongresodeReligiones, el fanatismo y la intolerancia quedaron sepultadas y la bondad y latolerancia empezaron a unir las sectas contendientes, muchos creyeron que habíallegadoelmileniodefelicidadyabundancia,cuandomenosenunnuevomundo,quedespuésdetodoesunmundodeporsí.

Pero la autopreservación es la ley primera, y los EstadosUnidos tuvieron quecontemplarcondesvalidapenacómoAlemania,Italia,EspañayBélgicasedebatíanenlaangustiadelaAnarquíamientrasRusia,vigilantedesdeelCáucaso,seinclinabaparaatraparlasunaporuna.

En la ciudad de Nueva York el verano de 1899 quedó señalado por eldesmantelamiento de los Ferrocarriles Elevados. El verano de 1900 vivirá en lamemoria de los neoyorkinos por largos períodos; ese año se eliminó la estatua deDodge.El siguiente invierno empezó la agitación para el anulamiento de las leyesqueprohibíanel suicidio,quediosu fruto finalelmesdeabrilde1920,cuando laprimeraCámaraLetaldelGobiernoseinauguróenelparquedeWashington.

Esedíaveníaandandopor laavenidaMadisondesde lacasadeldoctorArcher,donde había estado por mera formalidad. Desde que me había caído del caballocuatroañosatrás,padecíadedoloresdevezencuandoenlanucayenelcuello,perodesde hacía meses me habían desaparecido, y el doctor me despidió ese díadiciéndome que ya no tenía de qué curarme. Apenas valía la pena pagar sushonorariosparaquemelodijera;yoyalosabía.Noobstante,noleguardérencorporeldinero.Loquememolestabaeraelerrorquehabíacometidoalprincipio.Cuandomerecogierondelpavimentodondeyacíasinconocimientoyalguienmisericordiosoledisparóunabalaenlacabezaamicaballo,fuillevadoalodeldoctorArcher,yél

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considerando afectadomi cerebro,me internó en su hospicio privado dondeme viobligadoaseguiruntratamientoporinsania.Porfindecidióquemehabíarecuperadoyyo,quesabíaquemimentehabíaestadosiempretansanacomolasuya,sinomás,"paguémisderechosdematrícula"comoél lo llamó,porbroma,ymefui.Ledije,sonriente,queyamelaspagaríaporsuerror,yélriódebuengrado,ymepidióquelo visitara de vez en cuando. Así lo hice en la esperanza de un posible ajuste decuentas,peronomediolaoportunidad,yyoledijequeesperaría.

Lacaídadelcaballonotuvoporfortunamalasconsecuencias;porelcontrario,micarácter mejoró. De un joven ciudadano ocioso, me convertí en alguien activo,enérgico,atemperadoysobretodo,oh,porsobretodoambicioso.Sólounacosameperturbaba,mereíademipropiaintranquilidadperomeperturbaba.

Durante mi convalecencia había comprado y leído por primera vezEl Rey deAmarillo.Recuerdoquedespuésdehaberleídoelprimeractopenséqueeramejornoseguiradelante.Mepuseenpieyarrojéel libroalhogar;elvolumendiocontra larejillaycayóabiertoalaluzdelfuego.Sinohubieratenidounatisbodelaspalabrasde apertura del segundo acto, jamás lo habría terminado, pero cuandome incliné,pararecogerlo,fijélosojosenlapáginay,conungritodeterror,oquizádealegría,tan intenso era el sufrimiento de cada uno de mis miembros, lo arrebaté de loscarbonesymearrastrétemblorosoamidormitoriodondeloleíyloreleí,ylloréyreíy temblé presa de un horror que todavía me asalta a veces. Esto es lo que meperturba,porquenopuedoolvidarmedeCarcosadondeestrellasnegraslucenenloscielos;dondelassombrasdelospensamientosdeloshombressealarganenlatarde,cuandolossolesgemelossehundenenel lagodeHali;ymimemoriacargaráparasiempreconelrecuerdodelaMáscaraPálida.RuegoaDiosquemaldigaalescritor,comoelescritormaldijoalmundoconestasuhermosa,estupendacreación,terribleensusimplicidad,irresistibleensuverdad:unmundoqueahoratiemblaanteelReyde Amarillo. Cuando el gobierno francés incautó los ejemplares de la traducciónrecién llegada a París, Londres, por supuesto tuvo ansiedad por leerlo. Se sabeperfectamentecómoellibrosedifundiócomounaenfermedadinfecciosadeciudadenciudad,decontinenteacontinente,prohibidoaquí,confiscadoallá,denunciadoporla prensa y el púlpito, censurado aun por losmás avanzados anarquistas literarios.Ningún principio definido había sido violado en esas malignas páginas, ningunadoctrina promulgada, ninguna convicción ultrajada. No era posible juzgarlo deacuerdoconningunadelasnormasconocidas;sinembargo,aunquesereconocíaquelanotadelartesupremohabíaresonadoconElReydeAmarillo,todossentíanquelanaturalezahumananopodía soportar la tensión, nimedrar conpalabras en las queacechabalaesenciadelmáspuroveneno.Lasimplebanalidadeinocenciadelprimeractoprovocabaqueelgolpeseasestaradespuésconunefectomásespantoso.

Era, recuerdo, el 13 de abril de 1920 cuando se estableció la primera Cámara

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Letal del Gobierno en el extremo sur del parque de Washington, entre la calleWooster y la Quinta Avenida al Sur. La manzana, que anteriormente habíacomprendido un montón de viejos edificios deteriorados utilizados como cafés yrestaurantesparaextranjeros,habíasidoadquiridaporelgobiernoenel inviernode1898. Los cafés y restaurantes franceses e italianos fueron demolidos; toda lamanzanafuérodeadadeunenrejadodoradoyconvertidaenunadorablejardínconprados, flores y fuentes. En el centro del jardín se levantaba un pequeño edificioblanco de arquitectura severamente clásica y rodeado de macizos de flores. Seiscolumnas jónicassosteníanel techoy laúnicapuertaeradebronce.Unespléndidogrupo de mármol que representaba a "Los Hados", obra de un joven escultoramericano,BorisYvain, quehabíamuerto enParís cuando sólo tenía treinta y tresaños.

SeestabancelebrandolasceremoniasdeinauguracióncuandoyocruzabalaplazadelaUniversidadyentréenelparque.Meabrícaminoentrelasilenciosamultituddeespectadores. Pero fui detenido en la calle Cuarta por un cordón policial. Unregimiento de lanceros de los Estados Unidos rodeaba la Cámara Letal. En unatribuna elevada que daba al parque deWashington estaba el gobernador deNuevaYorky,detrásdeél,estabanagrupadoselalcaldedeNuevaYork,elinspectorgeneralde policía, el comandante de las tropas estaduales, el coronel Livingston, auxiliarmilitardelpresidentedelosEstadosUnidos,elgeneralBlount,comandantedelaIsladelGobernador,elmayorHamilton,comandantedelaguarnicióndeNuevaYorkyBrooklyn, el almirante Buffby de la flota del río del Norte, el cirujano generalLanceford,elpersonaldelHospitalGeneralGratuito,lossenadoresWyseyFranklindeNuevaYork,yelcomisionadodeObrasPúblicas.LatribunaestabarodeadaporunescuadróndehúsaresdelaGuardiaNacional.

El gobernador estaba terminando su respuesta al breve discurso del cirujanogeneral.Oíquedecía:

—Las leyes que prohibían el suicidio y sancionaban cualquier intento deautodestrucción han quedado sin efecto. El gobierno ha considerado convenientereconocerelderechoquetieneelhombreaponerfinaunaexistenciaqueselehayavuelto intolerable sea por padecimiento físico o por desesperación mental. Seconsidera que la comunidad resultará beneficiada si se saca del medio a gentesemejante.Desdelapromulgacióndeestaley,elnúmerodesuicidiosenlosEstadosUnidosnohaaumentado.AhoraqueelgobiernohadecididoestablecerunaCámaraLetalencadaciudad,pueblooaldeadelpaís,quedaporversiesaclasedecriaturashumanasdecuyasdesanimadasfilas,nuevasvíctimasdelaautodestruccióncaendíatrasdía,aceptaráelalivioqueseleprocura.—Hizounapausaysevolvióhacia laCámaraLetal.Elsilencioenlacalleeraabsoluto.—Allíunamuerteindoloraaguardaaquiennosoporteyalosdoloresdesuvida.Sianhelalamuerte,quelabusqueallí.

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—Luegovolviéndose rápidamentehaciaelauxiliarde laCasaPresidencial,dijo:—DeclaroinauguradalaCámaraLetal—yenfrentadounavezmásalavastamultitud,exclamó con clara voz—:Ciudadanos deNuevaYork y de los EstadosUnidos deAmérica,pormiintermedioelgobiernodeclarainauguradalaCámaraLetal.

Lasolemnequietudfuequebrantadaporásperavozdecomando,elescuadróndehúsaresdesfiló traselcarruajedelgobernador, los lancerosgiraronyformarona lolargodelaQuintaAvenidaparaaguardaralcomandantedelaguarnición,ylapolicíamontadalossiguió.YoabandonélamultitudparacontemplarboquiabiertolaCámaraLetaldemármolblancoy,cruzandolaQuintaAvenidaalSur,caminéalolargodelladooestedeesatransitoriavíapúblicahastalacalleBleecker.Luegomevolvíaladerechaymedetuvedelantedeunadeslucidatiendaqueteníauncartelquedecía:

HAWBERK,ARMERO

MirélapuertadeentradayviaHawberkocupadoenlapequeñatiendaenelextremodel recinto. El levantó la vista en el mismo instante y, al verme, exclamó con suprofundavozcordial:

—¡Paseusted,señorCastaigne!Constance,suhija,salióamiencuentrocuandocrucéelumbralymetendiósu

bonitamano,peroobservé el ruborde ladesilusión en susmejillasy supeque eraotroelCastaignequeellaesperaba,miprimoLouis.Mesonreíantesuconfusiónylafelicitéporelestandartequeestababordandodeacuerdoconelmodelodeunplatoesmaltado.ElviejoHawberkestabaremachandolasgastadasgrebasdeunaantiguaarmadurayel ¡ting! ¡ting! ¡ting!delpequeñomartillosonabaagradablementeen lacuriosatienda.Enseguidadejóelmartilloaunladoyempezóatrabajarafanosoconunapequeñallavedetuerca.Elsuavesonidodelamallahizoqueunestremecimientodeplacerme recorriera todoelcuerpo.Meencantabaescuchar lamúsicadelacerocontraelacero,eldulcechoquedelmazocontralaspiezasdelmusloylamelodíadelacotademalla.EsaeralaúnicarazónporlaqueibaaveraHawberk.Elnuncamehabía interesado personalmente, ni tampoco Constance, salvo porque estabaenamorada de Louis. Esto por cierto ocupaba mi atención e incluso a veces memanteníadespiertoporlanoche.Perosabíaenmicorazónquetodosaldríabienyqueyosolucionaríaelfuturodeamboscomoesperabasolucionareldemibuendoctor,JohnArcher.Sinembargo,jamássemehabríaocurridovisitarlossinofuera,comodije,porlaintensafascinaciónqueejercíaeltintineantemartillo.Meestabasentadohorasescuchandoyescuchandoycuandounrayodesolperdidodabasobreelacerocon incrustaciones, la sensación era casi demasiado aguda como para podersoportarla.Fijaba lamiradaconojosdilatadosdeplacerqueponíaen tensióncadaunodemisnervioscasiapuntodequebrarse,hastaquealgúnmovimientodelviejo

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armero interrumpía el rayo de luz; entonces, todavía secretamente excitado, meinclinabahaciaatrásyescuchabaotravezelsonidodelpañodepulir,¡suish!¡suish!¡suish!,quequitabalaherrumbredelosremaches.

Constance trabajaba con el bordado sobre las rodillas deteniéndose de vez encuando para examinar más de cerca el modelo del plato esmaltado del museoMetropolitan.

—¿Paraquiénes?—pregunté.Hawberkexplicóque,ademásdehabersidodesignadoarmerodelasarmaduras

atesoradas en elmuseoMetropolitan estaba también a cargo de varias coleccionespertenecientes a ricos coleccionistas. Esta era la greba que faltaba de una famosaarmaduraqueunclientesuyohabíarastreadohastaunapequeñatiendadeParísenelQuaid'Orsay.El,Hawberk,habíanegociadoyadquiridolagrebayahoraeljuegodela armadura estaba completo. Dejó a un lado elmartillo yme leyó la historia deljuegorastreadahasta1450,depropietarioapropietario,hastaquefueadquiridoporThomas Stainbridge. Cuando se vendió su soberbia colección, este cliente deHawberk compró el juego, y desde entonces se inició la búsquedade la grebaquefaltabahastaque,casiporaccidente,selalocalizóenParís.

—¿Siguióconlabúsquedacontantapersistenciasincertidumbredequelagrebaexistieratodavía?—lepregunté.

—Puesclaro—contestóeltranquilamente.Entonces,porprimeravezexperimentéuninteréspersonalporHawberk.—¿Teníaalgúnvalorparausted?—aventuré.—No—contestóriendo—,elplacerdehallarlafuemirecompensa.—¿Notieneambicióndeenriquecerse?—lepreguntésonriendo.—Miúnicaambiciónesserelmejorarmerodelmundo—contestócongravedad.ConstancemepreguntósihabíapresenciadolasceremoniasdelaCámaraLetal.

EllahabíavistopasaralacaballeríaporBrodwayesamañanayhabíatenidodeseosdever la inauguración,perosupadrequeríaqueelestandartequedara terminadoyellaportantosehabíaquedadoencasa.

—¿Vioasuprimoallí,señorCastaigne?—preguntóconunmuyligerotemblordesussuavespestañas.

—No—repliqué despreocupadamente—.El regimiento de Louis está haciendomaniobrasenelcondadodeWestchester.

Mepusedepieycogíelsombreroyelbastón.—¿Subirá a ver otra vez al lunático?—preguntó riendo el viejo Hawberk. Si

Hawberksupieracómoodio lapalabra"lunático",no laemplearíaenmipresencia.Despiertaciertossentimientosenmíquenoquieroexplicar.Noobstante,lecontestéserenamente:

—CreoqueveréalseñorWildeunoodosminutos.

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—Pobrehombre—dijoConstancemeneandolacabeza—,debedeserdurovivirsoloañotrasaño,pobre,tullidoycasidemente.Esmuybondadosodesuparte,señorCastaigne,visitarlotanamenudocomolohace.

—Creoqueesmalvado—observóHawberk,empezandootravezconsumartillo.Escuché el dorado sonido sobre las placas de la greba; cuando hubo terminado, lecontesté.

—No, no esmalvado, ni es en absoluto demente. Su cabeza es una cámara demaravillasdelaquepuedeextraer tesorosporlosqueustedyyodaríamosañosdenuestrasvidas.

Hawberkrió.Yocontinué,algoimpaciente:—Conocehistoriacomonadiemáspodríahacerlo.Nada,portrivialqueparezca

escapaasusinvestigaciones,ysumemoriaestanabsoluta,tanprecisaenlosdetalles,quesisesupieraenNuevaYorkqueexistesemejantehombre,nopodríahonrárselolosuficiente.

—Tonterías—murmuró Hawberk buscando en el suelo un remache que se lehabíacaído.

—¿Son tonterías —pregunté logrando reprimir lo que sentía—, son tonteríascuando dice que los faldares y las musleras del juego de armadura esmaltadocomúnmente conocido como el "Príncipe Blasonado" puede encontrarse entre unmontóndetratosteatralesherrumbrados,cocinasrotasydesechosdetraperosenundesvándelacallePell?

AHawberk se le cayó elmartillo, pero lo recogió y preguntó con suma calmacómo sabía yo que faltaban los faldares y la muslera izquierda del "PríncipeBlasonado".

—NolosabíahastaqueelseñorWildemelomencionóelotrodía.Dijoqueseencontrabaneneldesvándel998delacallePell.

—Tonterías—exclamó,peroadvertíquelamanoletemblababajoeldelantaldecuero.

—¿Esestotambiénunatontería?—preguntécomplacido—.¿Esunatonteríaqueel señor Wilde se refiera a usted como al marqués de Avonshire y a la señoritaConstance…?

NoterminéporqueConstancesepusoenpiedeunsaltoconelterrorescritoencadaunadesusfacciones.Hawberkmemiróyalisólentamentesudelantaldecuero.

—Esoesimposible—observó—,puedequeelseñorWildesepamuchascosas…—Sobre armaduras, por ejemplo, y el "Príncipe Blasonado" —interrumpí

sonriendo.—Sí —continuó lentamente—, sobre armaduras también —tal vez—, pero se

equivoca respecto del marqués de Avonshire quien, como lo sabe usted, mató al

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calumniador de su esposa hace años y se fue a Australia donde no la sobreviviómuchotiempo.

—Elseñorestáequivocado—murmuróConstance.Teníaloslabiosblancos,perosuvozeradulceyserena.

—Convengamos, si lo queréis, que en esta circunstancia el señor Wilde seequivoca.

II

Subílostresdeterioradostramosdeescaleraquetanamenudohabíasubidoantesyllaméaunapequeñapuertaalextremodelcorredor.ElseñorWildeabriólapuertayentré.

Después de echar doble cerrojo a la puerta y empujado contra ella una pesadacómoda,vinoysesentójuntoamímirándomefijamentealacaraconsusojuelosdecolorclaro.Mediadocenadenuevosrasguñoslecubríanlanarizylasmejillas,ylosalambresdeplataquelesosteníanlasorejasartificialesestabanfueradelugar.Penséque nunca le había visto tan espantosamente fascinante. No tenía orejas. Lasartificiales, que estaban ahora perpendiculares en relación con los finos alambres,eransuúnicadebilidad.Estabanhechasdeceraypintadasdeunrosadeconchilla,pero teníael restode lacaraamarilla.Mejorhabríahechoenconcederseel lujodeadquiriralgunosdedosartificialesparasumanoizquierda,quecarecíaenabsolutodeellos, pero eso no parecía molestarle y se contentaba con las orejas de cera. Eraextremadamente pequeño, apenasmás alto que un niño de diez años, pero con losbrazosmagníficamentedesarrolladosylosmuslostananchoscomolosdeunatleta.Sin embargo, lo que el señor Wilde tenía de más notable era que un hombre deinteligenciayconocimientostanmaravillosostuvierasemejantecabeza.Eraplanaypuntiagudacomolascabezasdemuchosdeesosdesdichadosquelagenteencierraenasilos para débiles mentales.Muchos lo llamaban loco, pero yo sabía que era tancuerdocomoyo.

No niego que fuera excéntrico; la manía que tenía por esa gata a la queatormentabahastaqueella lesaltabaa lacaracomoundemonioeraporciertounaexcentricidad.Nuncapudeentenderporquéteníaeseanimalniquéplacerencontrabaenencerrarseconlamalignaylúgubrebestia.Recuerdounavez,allevantarlavistadelmanuscritoqueestabaestudiandoalaluzdeunaveladesebo,vialseñorWildeencuclillasinmóvilsobreelasientodelasilla,conlosojosinflamadosdeexcitación,mientras la gata, que había abandonado su lugar junto a la estufa, se le acercabaarrastrándose.Antesqueyopudieramoverme,seechódevientrecontraelsueloyseagazapó,temblóylesaltóalacara.Aullandoyechandoespumaporlabocarodaron

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porelsuelounayotravez,arañándoseydandozarpazoshastaquelagatalanzóunaullidoyfueaescondersebajoelarmario;elseñorWildesetendiódeespaldasconlosmiembroscontraídosytemblorososcomolaspatasdeunaarañaagonizante.Eraexcéntrico.

El señorWilde había subido a su alta silla, y después de examinarme la cara,cogióunajadolibromayoryloabrió.

—Henry B. Mattews —leyó—, tenedor de libros en Whysot & Whysot yCompanía, comerciantes de ornamentos eclesiásticos. Se presentó el 3 de abril.Reputación dañada en el hipódromo. Conocido como estafador. Reputación porrepararel1ºdeagosto.Anticipocincodólares.

Volvió lapáginayrecorriócon losnudillossindedos lascolumnasdensamenteescritas.

—P. Greene Dusenberry, ministro de los Evangelios, Fairbeach, Nueva Jersey.ReputacióndañadaenelBowery.Porreparartanprontocomoseaposible.Anticipo100dólares.

Tosióyagregó:—Sepresentóel6deabril.—Entoncesnoestáustednecesitadodedinero,señorWilde—inquirí.—Escuche —volvió a toser—. Señora C. Hamilton Chester, de Chester Park,

ciudad de Nueva York. Se presentó el 7 de abril. Reputación dañada en Dieppe,Francia.Porrepararel1ºdeoctubre.Anticipo500dólares.

"Nota:C.HamiltonChester,capitándelAvalanchedelosEstadosUnidosregresaconelEscuadróndelosMaresdelSurel1ºdeoctubre.

—Bien,pues—dije—,laprofesióndeReparadordeReputacioneseslucrativa.Susojosdescoloridosbuscaronlosmíos.—Sóloqueríademostrarqueestoyenlocierto.Usteddijoqueeraimposibletener

buenéxitocomoReparadordeReputaciones;queaunsiloteníaenciertoscasos,mecostaría más de lo que ganaría. Hoy tengo empleados a quinientos hombres malpagados,peroquetrabajanconunentusiasmoposiblementenacidodelmiedo.Estoshombres provienen de todas las capas y matices de la sociedad; algunos son aúnpilaresdelosmásexclusivostemplossociales;otrossonpuntalyorgullodelmundofinanciero;otros,enfin,gozandeundominioindiscutidoenelmundode"laFantasíayelTalento".Elijoamiantojoentre losquecontestanamisanuncios.Esbastantefácil, todos son cobardes. Demodo que ya ve usted, los que tienen a su cargo lareputacióndesusconciudadanosfiguranenminóminadepagos.

—Puedequesevuelvancontrausted—sugerí.Sefrotólasorejasmutiladasconelpulgaryajustólossustitutosdecera.—Nolocreo—murmuróreflexivo—.Raraveztengoqueaplicarellátigo,sólo

enunaocasiónenrealidad.Ademásapreciansushonorarios.

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—¿Cómoaplicaellátigo?—lepregunté.Por un momento, fue espantoso mirarle la cara. Sus ojos menguaron hasta

convertirseenunpardechispasverdes.—Los invito a venir a sostener una pequeña charla conmigo —dijo con voz

suave.Un golpe a la puerta lo interrumpió y su cara volvió a adoptar una expresión

amable.—¿Quiénes?—preguntó.—ElseñorSteylette—fuelarespuesta.—Vengamañana—contestóelseñorWilde.—Imposible—empezóelotro,perounaespeciedeladridoemitidoporelseñor

Wildelosilenció.—Vengamañana—repitió.Oímosquealguiensealejabadelapuertayvolvíaporelcorredor.—¿Quiénesése?—pregunté.—ArnoldSteylette,propietarioy jefederedaccióndelNuevaYork,elperiódico

delaciudad.Tamnboreósobreellibromayorconsusmanossindedosañadiendo:—Lepagomuymal,peroélseconsiderabeneficiado.—¡ArnoldSteylette!—repetíasombrado.—Sí—dijoelseñorWildetosiendoconautosatisfacción.Lagata,quehabíaentradoenelcuartomientrasélhablaba,lomiróyrefunfuñó.

Elbajódelasillayagachándoseenelsuelocogióalacriaturaentrelosbrazosylaacarició. La gata dejó de gruñir y empezó un prolongado ronroneo cuyo timbreparecíaaumentarmientraséllaacariciaba.

—¿Dónde están las notas?—pregunté. El señaló lamesa y por centésima vezrecogí el paquete del manuscrito titulado "LA DINASTIA IMPERIAL DEAMERICA".

Unaporunaexaminélasgastadaspáginas,gastadassólopormispropiasmanos,yaunque lo sabía tododememoria,desdeelprincipio"CuandodesdeCarcosa, lasHíades,HasturyAldebarán"hasta "Castaigne,LouisdeCalvados, nacido el 19dediciembre de 1877", leí con arrebatada atención ansiosa, deteniéndome de vez encuandoparaleerfragmentosenvozaltaydemorándomeespecialmenteen"HildreddeCalvados,hijoúnicodeHildredCastaigneyEdytheLandesCastaigne,primeroensucesión,etcétera,etcétera.

Cuandoterminé,elseñorWildeasintióconlacabezaytosió.—Hablando de su legítima ambición —dijo—, ¿cómo van las cosas entre

ConstanceyLouis?—Ellaloama—contestésimplemente.

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Lagataensusrodillassevolvióyledioconlazarpaenlosojos,yéllaarrojóysesubióalasillaquehabíaenfrentedemi.

—¡Y el doctorArcher! Pero ese es un asunto que puede solucionar cuando lodesee—añadió.

—Sí—contesté—,eldoctorArcherpuedeesperar,peroesyahoradequeveaamiprimoLouis.

—Eshora—repitióél.Entoncescogióotrolibromayordelamesayrecorriósuspáginasrápidamente.

—Estamosahoraencomunicacióncondiezmilhombres—musitó—.Podemoscontar con cienmil dentro de las primeras veintiocho horas y en cuarenta y ochohoraselestadoselevantaráenmasse.Elpaíssiguealestado,yalaporciónquenolohaga, me refiero a California y el Noroeste, más le habría valido no ser nuncahabitada.NolesenviaréelSignoAmarillo.

Mefluyólasangrealacabeza,perosólocontesté:—Escobanuevabarrebien.—La ambición de César y Napoleón empalidece ante la que no le es posible

descansarentantonosehayaapoderadodelasmentesdeloshombresycontroladosuspensamientosaúnnoconcebidos—dijoelseñorWilde.

—Está usted hablando del Rey de Amarillo —dije roncamente con unestremecimiento.

—Esunreyalquehanservidoemperadores.—Mecomplacesersuservidor—contesté.ElseñorWildeestabasentadofrotándoselasorejasconlamanomutilada.—QuizáConstancenoloama—sugirió.Ibaacontestar,perolasúbitairrupcióndemúsicamilitardesdelacalleahogómi

voz.Elvigésimoregimientodedragones,antesapostadoenMountSt.Vicent,volvíadelasmaniobrasenelcondadodeWestchester,asusnuevoscuartelesalOestedelparque de Washington. Era el regimiento de mi primo. Era un bonito grupo deindividuos con ajustadas chaquetas celestes, elegantesmorriones de piel y blancascalzas de montar con doble listado amarillo en las que sus piernas parecíanmodelarse.Escuadrónpormedioestabaarmadodelanzasdecuyaspuntasdemetalcolgaban pendones amarillos y blancos. Pasó la banda ejecutando la marcha delregimiento, luego el coronel y los soldados: los caballos llenaban la calzada queresonababajosuscascosmientrassuscabezassealzabanybajabanalunísonoylospendones flameabanen laspuntasde las lanzas.Las tropas,quecabalgabancon labellasillainglesa,lucíanpardascomobayasalregresardelaincruentacampañaentrelasgranjasdeWestchester,ylamúsicadesussablescontralasespuelasyeltintinearde las espuelas y las carabinas me deleitaron. Vi a Louis que cabalgaba con suescuadrón.Eraunoficial tanguapocomoelquemás.ElseñorWilde,quesehabía

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subido a una silla, lo vio también, pero no dijo nada. Louis se volvió y miródirectamentelatiendadeHawberkalpasar,ypudeverqueelruborteñíasustostadasmejillas.CreoqueConstancedebiódehaberestadoalaventana.CuandolasúltimastropashubieronpasadoresonantesylosúltimospendonessedesvanecieronalSur,delaQuintaAvenida,elseñorWildebajódelasillayarrastrólacómodadesdedelantedelaventana.

—Sí—dijo—,esyahoradequeveaasuprimoLouis.Quitó los cerrojos de la puerta y yo recogími bastón ymi sombrero y salí al

corredor.Lasescalerasestabanoscuras.Tanteandoamialrededor,puseelpiesobrealgo blando que gruñó y escupió; dirigí contra el gato un golpe asesino, pero mibastón se hizo astillas que la balaustrada, y el animal se escurrió dentro de lahabitacióndelseñorWilde.

AlpasarotravezpordelantedelapuertadeHawberk,viquetrabajabatodavíaenlaarmadura,peronomedetuve,ysaliendoalacalledeBleecker,seguíporellahastaWooster, esquivé los terrenos de la Cámara Letal y cruzando el parque deWashington, fui directamente a los cuartos que ocupaba en elBenedick.Allí comícómodamente,leíelHeraldyelMeteoryporúltimofuialacajafuertedemicuartoypuseenfuncionamientolacombinacióndetiempo.Lostresminutosytrescuartos,necesarios para que se abra la cerradura de operación temporal, son para mímomentos de oro. Desde el momento en que pongo en funcionamiento lacombinaciónhasta elmomento en que cojo la perilla y abro las sólidas puertas deacero,vivoeléxtasisdelaexpectativa.EsosmomentosdebendesercomolosquesepasanenelParaíso.Séloquehedehallaralcabodellímitedeltiempo.Séloquelamacizacajafuerteguardaenseguroparamí,paramítansólo,yelexquisitoplacerdela espera apenas es superado cuando la caja se abre y levanto desde su lecho deterciopelounadiademadelmáspuroorocuajadadediamantes.Hagoestotodoslosdías y sin embargo la alegría de esperar y después tocar la diadema sólo pareceacrecentarseconelpasodelosdías.EsunadiademaparaunReyentrereyes,paraunEmperadorentreemperadores.ElReydeAmarilloladespreciaríaquizá,perosurealservidorlallevará.

Lasostuveenmisbrazoshastaquelaalarmadelacajafuertesonóconaspereza,y entonces, con ternura y orgullo, la puse en su sitio y cerré las puertas de acero.VolvílentamenteamiestudioquemiraalparquedeWashington,ymeapoyéenelantepecho de la ventana. El sol de la tarde se vertía pormis ventanas y una brisagentil movía las ramas de los olmos y los arces del parque, cubiertos ahora decapullosydebrotes.UnabandadadepalomasgirabaentornoalatorredelaiglesiaMemorial,avecesposándoseeneltechodemosaicospúrpura,otrasdescenciendoenla fuente de los lotos frente al arco de mármol. Los jardineros trabajaban en losmacizos de flores alrededor de la fuente y la tierra recién removida olía dulce y

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aromática.Unacortadoradehierba,tirabaporunpesadocaballoblanco,resonabaatravésdelverdecéspedycarrosderiegovertíanlluviasderocíosobrelossenderosdeasfalto.AlrededordelaestatuadePeterStuyvesant,queen1897reemplazóalamonstruosidadquesupuestamenterepresentabaaGaribaldi,jugabanniñosalsoldelaprimavera,yniñerasjóvenesempujabancochecitosconatolondradadesconsideraciónporsusocupantesdemejillasdepastel,locualquizáseexplicaraporlapresenciademediadocenadeelegantesdragonesquelánguidamenteocupabanociososlosbancos.Atravésdelosárboles,elArcoenMemoriadeWashingtonresplandecíacomoplataalsol,ymásallá,enelextremoestedelparque, loscuartelesdepiedragrisde losdragones y los establos de la artillería de granito blanco estaban plenos de vidacoloridaymóvil.

Miré laCámaraLetalen laesquinaopuestadelparque.Unospocoscuriosossedemoraban todavía alrededor de la barandilla de hierro dorado, pero dentro delterrenolossenderosestabandesiertos.Mirélasfuentesquemurmurabanyrefulgían;losgorrioneshabíandescubiertoyaestenuevorefugioacuáticoyloscuencosestahanhacinadosconlapresenciadeestasavecillasdeplumasempolvadas.Dosotrespavosreales blancos avanzaban picoteando por los prados y una paloma de color pardoestabaposadataninmóvilenelbrazodeunodelosHados,queparecíaformarpartedelapiedraesculpida.

Cuandomevolvíadistraídamente,unaligeraconmociónenelgrupodecuriososdemoradosentornoalaspuertasatrajomiatención.Habíaentradounhombrejoveny avanzaba con largos pasos nerviosos por el sendero de grava que llevaba a laspuertas de bronce de la Cámara Letal. Se detuvo un momento ante las Parcas, ycuandoalzólacabezahaciaesastresmisteriosascaras,lapalomalevantóvuelo,giróporuninstanteysedirigióluegohaciaeleste.Eljovenapretólasmanoscontrasucara y luego, con un gesto indefinible subió saltando los escalones demármol, laspuertasdebroncesecerrarontrasélymediahoramástardeloscuriososseretiraronconpaso indolentey la palomaasustadavolvió aocupar su sitio en el brazode laParca.

Mepuseelsombreroyfuiadarunpaseoporelparqueantesdelacena.Mientrascruzabaelsenderocentral,pasabaungrupodeoficialesyunodeellosexclamó:

—¡Hola,Hildred!Y vino a estrecharme lamano. Erami primo Louis, que se sonreía y se daba

golpecitosenlasespuelasconellátigodemontar.—AcabodevolverdeWestchester—dijo—;estuvehaciendovidabucólica;leche

yrequesón,yasabes,jóvenesordeñadorasconcofiaquedicen"vaya"y"nolocreo"cuando les dices que son bonitas.Muero por una comida decente enDelmonico's.¿Quéhaydenuevo?

—Nada —le respondí en tono amable—. Vi la llegada de tu regimiento esta

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mañana.—¿Deveras?Yonotevi.¿Dóndeestabas?—AlaventanadelseñorWilde.—¡Oh,diablos!—empezóconimpaciencia—.¡Esehombreestálocodeatar!No

entiendoporquétú…Viocuánmolestomesentíayoconsuexabruptoymepidióperdón.—De veras, viejo—dijo—, no es mi intención denigrar a un hombre a quien

estimas,peropormivida,noentiendoquédiablosencuentrasencomúnconelseñorWilde. No es de buena prosapia, para decirlo con amabilidad; es espantosamentedeforme; tiene lacabezadeun lococriminal.Túmismosabesquehaestadoenunasilo…

—Tambiényo—lointerrumpíconcalma.Louisparecióturbadoyconfundidoporunmomento,peroserepusoymepalmeó

elhombroconcariño.—Túestabascompletamentecurado—empezó,perolointerrumpídenuevo.—Supongoquequieresdecirsencillamentequesereconocióquejamáspadecíde

locura.—Claro,eso…esoesloquequisedecir—dijoriendo.Me disgustó su risa porque la sabía forzada, pero asentí con la cabeza

alegrementeylepreguntéadóndeiba.LouismiróasuscolegasoficialesquehabíanllegadocasiaBroadway.

—TeníamosintencióndeprobaruncóctelBrunswickpero,paradecirtelaverdad,estabaansiosoporencontrarunaexcusaparairaveraHawberkencambio.Ven,teconvertiréenmiexcusa.

Encontraremos al viejo Hawberk atildadamente vestido con un nuevo traje deprimaveraalapuertadesutienda,respirandounpocodeaire.

—Había decidido llevar a Constance a dar un paseíto antes de la cena —respondióalaimpetuosaandanadadepreguntasqueledirigióLouis—.PensábamoscaminarporlaterrazadelparquealolargodelríodelNorte.

EnesemomentoaparecióConstance,queempalidecióyenrojeciósucesivamentecuando Louis se inclinó sobre sus deditos enguantados. Yo traté de excusarmealegando un compromiso en el distrito residencial, pero Louis y Constance noquisieron saber nada de ello y me di cuenta que esperaban que me quedara paradistraerlaatencióndelviejoHawberk.DespuésdetodonovendríamalquevigilaraaLouis,pensé,ycuandollamaronuncocheenlacalleSpring,subíaéltrasellosymesentéjuntoalarmero.

LahermosalíneadeparquesyterrazasdegranitoquemirabanalosmuellesalolargodelríodelNorte,queseconstruyeronen1910yseterminaronenelotoñode1917,sehabíaconvertidoenunode lospaseosmáspopularesde lametrópolis.Se

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extendíandesde laBateríahasta lacalle190mirandoalnobleríoyofreciendounamagnífica vista de la costa de Jersey y las TierrasAltas al otro lado.Aquí y allá,esparcidosentre losárboles,habíacafésy restaurantes,ydosvecesporsemana lasbandasdelaguarnicióntocabanenloskioscosmontadosenlosparapetos.

NossentamosalsolenelbancoalpiedelaestatuaecuestedelgeneralSheridan.Constance inclinó su sombrilla para ampararse los ojos del sol, y ella y Louisempezaron a murmurar una conversación imposible de seguir. El viejo Hawberk,apoyadoensubastónconcabezademarfil,encendióunexcelentecigarro,cuyoigualrehusé cortésmente y sonreí convacuidad.El sol estaba bajo sobre los bosques deStaten Island y la bahía se había teñido de tintes dorados reflejados de las velascalentadasporelsoldelosbarcosenelpuerto.

Bergantines,goletas,yates, torpes transbordadoresconunenjambredegenteenla cubierta, líneas de transportes ferroviarios con coches de carga pardos, azules yblancos,vaporesmajestuosamente sólidos,vaporesvolanderosdeclassés,barcosdecabotaje, dragas, chalanas y, por todas partes en la bahía, descarados pequeñosremolcadores que resoplaban y silbaban oficiosos; estas eran las naves que seagitaban por las aguas soleadas hasta donde la vista podía alcanzar. En serenocontraste con los precipitados veleros y vapores, una silenciosa flota de blancosbuquesdeguerraestabainmóvilamitaddelacorriente.

LaalegrerisadeConstancemearrancódelensueño.—¿Quéestáustedmirandotanfijamente?—preguntó.—Nada…laflota.—Mesonreí.EntoncesLouis nosdijo cuáles eran los barcos señalando cadauno en relación

conlaposiciónqueocupabanrespectodelviejoFuerteRedenlaIsladelGobernador.—Esa cosita en formade cigarro es un torpedero—explicó—;hay cuatromás

cerca. Son elTarpán, elHalcón, elZorro deMar y elPulpo. Los cañonerosmásarribaen lacorriente sonelPrinceton,elChamplain,elAguaSerena y elErie.AlladoestánloscrucerosFarragutyLosAngelesymásallálosacorazadosCaliforniayDakota, y elWashington que es el buque insignia. Esos dos pedazos de metalachatados anclados allí junto al castilloWilliam son los monitores de doble torreblindada:elTerribleyelMagnifico;detrásestáelespolón,Osceola…

Constancelomirabaconprofundaaprobaciónensushermososojos.—Cuántascosassabesparaserunsoldado—dijo,y todosnosunimosa la risa

quesiguióasuspalabras.LuegoLouissepusoenpie,noshizounaseñalconlacabezayofrecióelbrazoa

Constance;sealejaronpaseandoalolargodelmurodelrío.Hawberklosobservóporunmomentoyluegosevolvióhaciamí.

—ElseñorWildeestabaenlocierto—dijo—.Encontrélosfaldaresylamusleraizquierda que faltaban del "Príncipe Blasonado" en un inmundo altillo de

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desperdiciosdelacallePell.—¿998?—preguntéconunasonrisa.—Sí.—ElseñorWildeesunhombremuyinteligente—observé.—Quiero reconocerle un descubrimiento de tanta importancia —continuó

Hawberk—.Ytengointenciónquesesepaquetienederechoalafamaporél.—Elnoseloagradecerá—dijeconbrusquedad—;porfavor,nohabledelasunto.—¿Sabeustedelvalorquetiene?—preguntóHawberk.—No,cincuentadólaresquizá.—Estáevaluadoenquinientos,peroelpropietariodel"PríncipeBlasonado"dará

dos mil dólares a la persona que complete el juego; esa recompensa tambiénpertenecealseñorWilde.

—¡No la quiere! ¡La rechaza!—respondí con enfado—. ¿Qué sabe usted delseñorWilde?Nolehacefaltaeldinero.Esrico…oloserá…másricoquenadieconexcepcióndemí.¿Quénosimportaeldineroentonces…quénosimportará,aélyamí,cuando…cuando…?

—¿Cuandoqué?—preguntóHawberkatónito.—Yaloverá—dijeotravezenguardia.Memiró atento, como solía hacerlo el doctorArcher, y supe que pensaba que

estabamentalmenteenfermo.Quizáfueunasuerteparaélquenoemplearalapalabralunáticoeneseinstante.

—No —contesté a su inexperado pensamiento—, no estoy mentalmenteperturbado;estoytancuerdocomoelseñorWilde.Noquieroexplicartodavíaloquetengoentremanos,perosetratadeunainversiónquerendirámásquemerooro,plataypiedraspreciosas.Asegurarálafelicidadylaprosperidaddeuncontinente…sí¡deunhemisferio!

—Oh—dijoHawberk.—Y finalmente—continué conmás calma— asegurará la felicidad delmundo

entero.—¿YdepasosupropiafelicidadyladelseñorWilde?—Exacto.—Sonreí.Perolohabríaestranguladoporasumiresetono.Memiróensilencioporunratoyluegodijoconsumagentileza:—¿Por qué no abandona sus libros y sus estudios, señorCastaigne, y se va de

vacaciones a lasmontañas?A usted le gustaba pescar. La pesca de truchas resultamuyinteresante.

—Yanomeinteresalapesca—respondísinelmenorasomodefastidioenlavoz.—Solía gustarle todo —continuó—: el atletismo, la navegación, la caza, los

caballos…—Nuncamásmegustócabalgardesdemicaída—dijeconcalma.

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—Ah,sí,sucaída—dijoapartandolamiradademí.Penséquetodasestastonteríashabíanduradoyalobastante,demodoquellevéla

conversación otra vez al tema del señor Wilde; pero me examinaba el rostronuevamentedeunmodomuyofensivo.

—ElseñorWilde—repitió—.¿Sabeloquehizoestatarde?Bajólasescalerasyclavóunletrerosobrelapuertadeentradajuntoalamía;decía:

SR.WILDEREPARADORDEREPUTACIONES

3ªCampanilla

¿Sabequépuedesignificar"reparadordereputaciones"?—Losé—dijereprimiendolairaquesentíapordentro.—Oh—dijootravez.Louis y Constance se nos acercaron lentamente y nos preguntaron si no

queríamos acompañarlos. Hawberk consultó su reloj. En el mismo momento unanubedehumosaliódelascasamatasdelcastilloWilliamyelestrépitodelcañonazodelatarderesonósobreelaguaysuecofuedevueltodesdelasTierrasAltasalaotraorilla.Labanderadescendiódeprisaporelasta,lascornetassonaronenlasblancascubiertasdelosbuquesdeguerraylaprimeraluzeléctricaseencendióenlacostadeJersey.

CuandovolvíaalaciudadconHawberk,olqueConstanceledecíaalgoaLouisenvozbajaquenomefueposibleentender;peroLouis,tambiénenvozbaja,ledijo"Querida mía" como réplica; y una vez más, mientras andaba por delante conHawberkatravésdelaplaza,oíunsusurrado"tesoro"y"miConstance",ysupequehabía llegado elmomento casi de discutirmuy importantes asuntos conmi primoLouis.

III

Unamañanademayomuytemprano,estabafrentealacajafuerteprobándomelacorona. Los diamantes refulgían como el fuego cuandomemiré en el espejo y elpesado oro batido ardía como un halo en torno demi cabeza.Recordé el grito deagoníadeCamillaylasterriblespalabrasqueresonaronenlaspenumbrosascallesdeCarcosa.Eranlasúltimaslíneasdelprimeractoynomeatrevíaapensarenloqueseguía…nomeatrevía ahacerloni siquiera al soldeprimavera, allí enmipropiocuarto,rodeadodeobjetosfamiliares,animadoporelajetreodelacalleylasvocesdelos sirvientes en el cuarto contiguo. Porque esas palabras envenenadas se habían

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filtrado lentamente en mi corazón, como las gotas del sudor de la muerte en lassábanas.Temblando,mequitéladiademadelacabezaymeenjuguélafrente,peropenséenHasturyenmipropiajustaambición,yrecordéalseñorWildetalcomolohabíavistoporúltimavez,conlacaradesgarradaysangrantepor lasgarrasdeesacriatura del diablo, y lo que había dicho. ¡Ah, lo que había dicho!La campana dealarmadelacajafuerteempezóasonarestridenteysupequesemehabíaacabadoeltiempo; pero no hice caso, y volviendo a ceñirme la resplandeciente corona en lacabeza,me volví desafiante hacia el espejo. Estuve largo tiempo absorbido por elcambiodeexpresióndemispropiosojos.Elespejoreflejabaunacaracomolamía,pero más blanca y tan delgada que apenas la reconocí Y todo el tiempo repetíadiciéndome entre los dientes apretados: "¡Ha llegado el día, ha llegado el día!"mientraslaalarmadelacajafuerteresonabayclamabaylosdiamantesresplandecíany llameabansobremifrente.Oíqueseabríaunapuerta,peronohicecasodeello.Sólocuandovidoscarasenelespejo…sólocuandoviotracaralevantarsesobremihombroyotrosdosojosfijarseenlosmios…Mevolvícomounrayoycogíunlargopuñaldelamesadetocador,ymiprimodiounsaltoatrásmuypálidogritando:

—¡Hildred!¡PoramordeDios!Entonces,cuandocayómimano,dijo:—Soyyo,Louis.¿Nomeconoces?Guardésilencio.Nopodríahaberhabladoaunquelavidamefueraenello.Else

meacercóymequitóelpuñaldelamano.—¿Qué significa todo esto? —me preguntó con dulzura—. ¿Te encuentras

enfermo?—No—lecontesté,Perodudodequemehayaoído.—Vamos, vamos, viejo —exclamó—, quitate esa corona de latón y ven al

estudio.¿Vasaunamascarada?¿Quésignificatodoesteoropeldeteatro?Mealegrabaquepensaraquelacoronaestabahechadelatónyvidrio,aunqueno

porellofuemásdemiagrado.Lepermitíquemelaquitaradelacabeza,puessabíaqueeramejorhacerle elgusto.Arrojó la espléndidacoronaal airey al cogerla, sevolvióamísonriendo.

—Porcientocincuentacentavosescara.¿Paraquées?Nolerespondí,perotomandolacoronadesusmanos,lapuseenlacajafuertey

cerrélasólidapuertadeacero.Laalarmacesóenseguidasuinfernaltintineo.Elmeobservóconcuriosidad,peronoparecióadvertirelsúbitocesedelaalarma.Hablódelacaja fuerte, sinembargo,comosi fueraunacajadebizcochos.Por temordequeexaminara la combinación, lo conduje al estudio. Louis se dejó caer en el sofá yespantólasmoscasconsueternolátigodemontar.Llevabaeluniformedefajinaconlachaquetatrencilladaylagarbosagorra,yadvertíquesusbotasdemontarestabansalpicadasdelodorojo.

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—¿Dóndehasestado?—lepregunté.—SaltandoarroyosdelodoenJersey—mecontestó—.Nohetenidotiempode

cambiarme todavía; teníaprisaporverte. ¿Nomeofrecesunacopadealgo?Estoymortalmentecansado;heestadosobrelamonturaveinticuatrohoras.

Ledialgodebrandyquecogídemibotiquínyélselobebióconunamueca.—Esto es condenadamente malo —observó—. Te daré una dirección donde

vendenbrandyqueesbrandy.—Es lobastantebuenoparamisnecesidades—dijecon indiferencia—.Louso

parafrotarmeelpecho.Memirófijamenteyespantóotramosca.—Mira,viejo—empezó—,tengoalgoquesugerirte.Haceyacuatroañosquete

has encerrado aquí como un búho, sin ir nunca a ninguna parte, sin hacer nuncaejerciciossaludables,sinhacerjamásmalditacosa,salvoconcentrarteenesoslibrosdelarepisadelachimenea.

Contemplólahileradelosanaqueles.—Napoleón,Napoleón,Napoleón—leyó—.¡Poramordelcielo!¿Notienesotra

cosaqueNapoleonesaquí?—Quisiera que estuvieran encuadernados en oro—dije—. Pero espera, sí, hay

otrolibro,ElReydeAmarillo.Lomiré,fijamentealosojos.—¿Nolohasleído?lepregunté.—¿Yo?¡No,graciasaDios!Noquierovolvermeloco.Vi que lamentó lo que había dicho no bien acababa de hacerlo. Hay sólo una

palabraquedetestomásque lunático,y esapalabra es loco.Peromecontroléy lepreguntéporquéconsiderabapeligrosoElReydeAmarillo.

—Oh,nolosé—dijodeprisa—.Sólorecuerdolaexcitaciónqueprodujoy lascondenasdelpúlpitoylaprensa.Creoqueelautorsedisparóuntirodespuésdedaraluzsemejantemonstruosidad,¿noesasí?

—Entiendoquetodavíavive—lerespondí.—Eso es probablemente cierto —musitó—; las balas nada podrían contra un

demoniodeesaespecie.—Esunlibrodegrandesverdades—dije.—Sí—replicó—, de "verdades" que enloquecen a los hombres y arruinan sus

vidas.Nome importa que el libro sea, comodicen, lamisma esencia supremadelarte.Esuncrimenhaberloescritoypormipartejamásabrirésuspáginas.

—¿Esesoloquehasvenidoadecirme?—lepregunté.—No—dijo—,hevenidoadecirtequevoyacasarme.Creoqueporunmomentoelcorazóndejódelatirme,peroseguímirándoloala

cara.

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—Sí —continuó sonriendo con felicidad—, voy a casarme con la más dulcemuchachadelatierra.

—ConstanceHawberk—dijemecánicamente.—¿Cómo lo supiste?—exclamóasombrado—.Yomismono lo sabíahastaesa

tardedeabrilenquefuimosdepaseoporelmalecónantesdelacena.—¿Cuándoserá?—pregunté.—Ibaaserelpróximomesdesetiembre,perohaceunahorallególaordendeque

mi regimiento se presentara en el Presidio, San Francisco. Partimos mañana almediodía.Mañana—repitió—. Imagina,Hildred,mañanaseréelhombremás felizquehayarespiradonuncaenestadeliciosatierra,porqueConstancepartiráconmigo.

Leofrecílamanoparafelicitarloyéllacogióylaestrechócomoelbuennecioqueera…ofingíaser.

—Recibiré mi escuadrón como regalo de bodas —siguió su cháchara—. ElcapitánylaseñoraLouisCastaigne,¿eh,Hildred?

Entonces me dijo dónde se celebraría la boda y quién estaría allí y me hizoprometerqueiríayseríaelpadrino.Apretélosdientesyescuchésuchácharajuvenilsinmanifestarloquesentía,pero…

Estaballegandoaloslímitesdemiresistencia,ycuandoélsepusoenpiedeunsalto y, fustigando sus espuelas hasta que resonaron, dijo que se iba, no intentéretenerlo.

—Haysólounacosaquequieropedirte—ledijetranquilamente.—Dila,desdeyatelaprometo—dijoriendo.—Quieroquenosencontremosestanocheparasostenerunaconversacióndeun

cuartodehora.—Puesclaro,siasíloquieres—dijoalgodesconcertado—.¿Dónde?—Encualquierparte,allíenelparque.—¿Aquéhora,Hildred?—Amedianoche.—¡Vaya,ennombrede…!—empezó,peroseinterrumpióyasintiósonriente.Lo

vi bajar las escaleras y salir apresuradamente; el sable resonaba a cada unode suslargospasos.DoblóporlacalleBleeckerysupequeibaaveraConstance.Ledidiezminutosparadesapareceryluegoloseguíllevandoconmigolacoronaenjoyadaylatúnicaenlaqueestababordadoelsignoamarillo.CuandodobléporlacalleBleeckeryentréporlapuertaquesustentabaelletrero:

SEÑORWILDEREPARADORDEREPUTACIONES

3ªCampanilla,

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vialviejoHawberkocupadoensutiendaeimaginéqueoíalavozdeConstanceenlasala; pero los evité y subí apresurado las temblorosas escaleras para dirigirme alapartamento del señorWilde. Llamé a la puerta y entré sin ceremonias. El señorWildeyacíaenelsuelogruñendoconlacaraensangrentadaylaropahechajirones.La alfombra estaba cubierta de manchas de sangre; también la alfombra estabadesgarradaporunarefriegaevidentementereciente.

—Es esamaldita gata—dijo dejando de gruñir y volviendo haciamí sus ojosdescoloridos—;meatacómientrasdormía.Creoqueterminarápormatarme.

Estoerademasiado,demodoque fuia lacocinaycogiendounacuchillade ladespensa, empecé a buscar a esa bestia infernal para ajustar cuentas con ella allímismo en ese instante. Mí búsqueda resultó infructuosa y al cabo de un rato laabandonéyvolví juntoal señorWilde,decuclillas sobre sualta silla al ladode lamesa.Sehabíalavadolacaraycambiadoderopa.Losgrandessurcosquelasgarrasde lagata lehablandejadoen lacaraestabancubiertasconcolodión,yun trapo leocultabalaheridaenlagarganta.Ledijequemataríaalagatacuandometoparaconella, pero se limitó a sacudir la cabeza y a volver las páginas del libromayor queteníapordelante.Leíanombretrasnombredelosquehabíanidoaverloenrelaciónconsureputación,ylassumasquehabíaamasadoeransorprendentes.

—Devezencuandoajustolasclavijas—explicó.—Algúndíaunadeesaspersonasloasesinará—insistí.—¿Deveraslocree?—dijofrotándoselasorejasmutiladas.Era inútil discutir con él, de modo que bajé el manuscrito titulado Dinastía

ImperialdeAmérica,queporúltimavezbajaríaenelestudiodelseñorWilde.Loleíentero, excitado y temblando de placer. Cuando terminé, el señor Wilde cogió elmanuscritoydirigiéndosealoscuropasajequevadelestudioaldormitorio,llamóenvozbaja:

—Vance.Entonces,porprimeravez,viallíaunhombreagazapadoenlasombra.Cómono

lohabíavistomientrasbuscabaalgato,nolosé.—Vance,entre—exclamóelseñorWilde.La figura se alzó y vino arrastrando los pies hacia nosotros.Nunca olvidaré la

carafrentealamíacuandolailuminólaluzqueentrabaporlaventana.—Vance,esteeselseñorCastaigne—dijoelseñorWilde.Antesquehubieraterminadodehablar,elhombresearrojóalsueloantelamesa

llorandoyjadeando:—¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios mío! ¡Ayúdame! Perdóname… Oh, señor Castaigne,

aparte demí a ese hombre.No es posible, no es posible que sea ésa su intención.¡Usted es diferente… sálveme! Estoy quebrantado… Estaba en un manicomio yahora…cuandotodoestabasaliendobien…cuandomehabíaolvidadodelRey…el

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ReydeAmarilloy…peromevolverélocootravez…mevolveréloco…Suvozsequebróenunronquidodeahogo,porqueelseñorWildehabíasaltado

sobreélyapretabalagargantadelhombreconsumanoderecha.CuandoVancecayóesparrancado en el suelo, el señor Wilde subió ágilmente en su silla otra vez yfrotando sus orejas truncadas con elmuñón de sumano, se volvió haciamí ymepidióellibromayor.Lobajédelanaquelyélloabrió.Despuésdebuscaruninstanteentre laspáginaslimpiamenteescritas, tosióconsatisfacciónyseñalóelnombredeVance.

—Vance—leyóenaltavoz—.OsgoodOswaldVance.Aloíresavoz,elhombretendidoenelsuelolevantólacabezayvolvióunacara

convulsa hacia el señor Wilde. Tenía los ojos inyectados de sangre y los labiostumefactos.

—Sepresentóel28deabril—continuóelseñorWilde—.Ocupación,cajerodelBancoNacional de Seaforth; cumplió una pena por falsificación en Sing Sing, dedondefuetrasladadoalAsiloparaLocosCriminales.PerdonadoporelgobernadordeNuevaYorkydadodebajadelAsiloel19deenerode1918.Reputacióndañadaenlabahía deSheepshead.Rumores de que vive por sobre el nivel que le permiten susingresos.Reputaciónporrepararinmediatamente.Anticipo1.500dólares.

"Nota:Seapropióilícitamentedesumasquelleganalos30.000dólaresdesdeel20 de marzo de 1919; pertenece a una excelente familia y se aseguró su actualposiciónporinfluenciadesutío.SupadreespresidentedelbancodeSeaforth.

Miréalhombretendidoenelsuelo.—Levántese,Vance—dijoelseñorWildeconvozamable.Vancesepusodepiecomoquienestáhipnotizado.—Ahora hará lo que sugiramos —observó el señor Wilde, y abriendo el

manuscrito,leyólahistoriaenteradelaDinastíaImperialdeAmérica.Luego,enunaespeciedemurmullosedante,discutióalgunospuntosdeimportanciaconVance,queestabacomoaturdido.Teníalosojostaninexpresivosyvacíos,quepenséquehabíaperdidoel juicioyasíse lodijealseñorWilde,quienmereplicóque,decualquiermodo,esocarecíade importancia.Consumapaciencia leexplicamosaVancecuálseríasuparteenelasunto,yél,alcabodeunrato,parecióentenderlo.ElseñorWildeexplicóelmanuscritorecurriendoavariosvolúmenesdeHeráldicaparaconfirmarelresultado de sus investigaciones. Mencionó el establecimiento de la Dinastía enCarcosa, los lagos que conectaban Hastur, Aldebarán y el misterio de las Híadas.HablódeCassildayCamillaysondeólasnubosasprofundidadesdeDemheyellagodeHali.

—Los festoneados andrajos del Rey de Amarillo deben ocultar Yhtill parasiempre—musitó,peronocreoqueVancelooyera.Entonces,gradualmente,condujoa Vance por las ramificaciones de la familia imperial hasta Uoht y Thale, desde

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NaotalbayelFantasmadelaVerdadhastaAldones;yluego,apartandoaunladoelmanuscritoylasnotas,empezóanarrarlamaravillosaHistoriadelÚltimoRey.Yoloobservaba fascinado y lleno de entusiasmo. Levantó la cabeza, extendió los largosbrazosenunmagníficoademándeorgulloypoderysusojosresplandecieronenloprofundo de sus cuencas como dos esmeraldas. Vance escuchaba estupefacto. Encuantoamí,cuandofinalmenteelseñorWildehuboterminadoyseñalándomegritó—:¡ElprimodelRey!—estabamareadodeexcitación.

Controlándomeconesfuerzosobrehumano,leexpliquéaVanceporquésóloyoera digno de la corona y por qué mi primo debía ser exiliado o morir. Le hicecomprenderquemiprimonodebíajamáscasarse,aundespuésdehaberrenunciadoasuspretensiones,ysobretodonodebíacasarseconlahijadelmarquésdeAvonshireeincluirasíaInglaterraenlacuestión.LemostrélalistademilnombresqueelseñorWilde había confeccionado; cada hombre cuyo nombre figuraba en ella habíarecibidoelSignoAmarillo,quenadienuncaseatreveríaanotenerenconsideración.Laciudad,elestado,latierratodaestabanprontosaalzarseytemblarantelaMáscaraPálida.

Lahorahabíallegado,ylagenteconoceríaalhijodeHasturytodoelmundoseinclinaríaantelasEstrellasNegrasquependenenelcielosobreCarcosa.

Vance se apoyaba en la mesa con la cabeza sepultada en las manos. El señorWildedibujéunrudoesbozoenelmargendeunejemplardelHeralddeldíaanteriorconunlápizdegrafito.EraelplanodelosaposentosdeHawberk.Luegoescribiólaorden,aplicóelselloyyo,temblandocomounparalítico,firmélaprimerasentenciadeejecuciónconminombreHildredRex.

ElseñorWildedescendióalsueloyabriendoelarmario,sacódelprimerestanteunalargacajacuadrangular.DentrohabíaunpuñalnuevoenvueltoenpapeldesedayyolocogíyseloalcancéaVance,juntoconlaordenyelplanodelapartamentodeHawberk. Entonces el señor Wilde le dijo a Vance que podía partir; y él partióarrastrandolospiescomoundescastadodelossuburbios.

MequedésentadounmomentoobservandolaluzdeldíadisolversetraslatorrecuadradadelaiglesiaenMemoriadeJudson,yfinalmente,recogiendoelmanuscritoylasnotas,cogímisombreroymedirigíalapuerta.

ElseñorWildememirabaensilencio.Cuandoestuveenelvestíbulo,mevolví.LosojillosdelseñorWildeseguíanfijosenmí.Trasél,lassombrasseespesabanenlaluzmenguante.Entoncescerrélapuertaysalíalascallesoscurecidas.

Nohabíacomidonadadesdeeldesayuno,peronoteníaapetito.Unadesdichadacriaturamediomuertadehambrequemirabadesde la aceradeenfrente laCámaraLetal, notómi presencia y seme acercó a contarme una historia demiseria.Le didinero, no sé por qué, y él se alejó sin agradecérmelo. Una hora más tarde otrodescastadosemeacercóysoltóplañiderosuhistoria.Yoteníauntrocitodepapelen

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el bolsillo en el que estaba trazado el Signo Amarillo, y se lo di. El lo miróestúpidamenteporunmomentoyluego,dirigiéndomeunamiradadeincertidumbre,loplegóconloqueparecíaexageradocuidadoyseloguardójuntoalpecho.

Lasluceseléctricasbrillabanentrelosárbolesylalunanuevarefulgíaenelcielosobre la Cámara Letal. Era cansador esperar en el parque; fui desde el Arco deMármolhastalosestablosdelaartilleríayvolvínuevamentealafuentedeloslotos.Las flores y el cristal exhalaban un perfume queme perturbaba. El surtidor de lafuentejugabaalaluzdelaluna,yelmusicalsonidodelasgotasalcaermerecordabaeltintineodelacotademallasenlatiendadeHawberk.Peronoeratanfascinante,yel triste resplandorde la luzde la lunaenel aguanoproducía lamismasensaciónexquisita deplacer que la del sol en el aceropulidodeunpeto sobre la rodilla deHawberk. Observé a los murciélagos que se lanzaban y giraban sobre las plantasacuáticas, pero su rápidovuelo espasmódicomeponía losnervios enpunta, por loquemeapartéyvolvíacaminarsinrumbodeunladoaotroentrelosárboles.

Losestablosdelaartilleríaestabanaoscuras,peroenelcuarteldecaballeríalasventanas de la oficialidad estaban brillantemente iluminadas, y las surtidas sellenaban constantemente de soldados con uniformes de fajina que llevaban paja yarnesesycestosllenosdeplatosdelata.

Dosvecescambiólaguardiaenlosportalesmientrasyoerrabadeunextremoalotrodel paseode asfalto.Consultémi reloj.Era casi la hora.Las lucesdel cuartelfueronapagándoseunatrasotra,elportalenrejadosecerróycadaminutoodosunoficialsalíaporlaportezuelalateraldejandoenelairedelanocheelmatraquedelosequipos o el tintineo de las espuelas. La plaza había quedado sumida en completosilencio.Elúltimovagabundosincasahabíasidoalejadoporelpolicíadechaquetagrisdelparque,loscarruajesyanoandabanporlacalleWooster,yelúnicosonidoquerompíalaquietuderanloscascosdelcaballodelcentinelayelsonidodesusablecontra la perilla de la montura. En el cuartel los cuartos de los oficiales estabantodavíailuminadosylossirvientesmilitarespasabanunayotravezpordelantedelasventanassobresalientes.EnelnuevochapiteldeSt.FrancisXaviersonaronlasdocey,con laúltima tristecampanada,una figurasaliópor laportezuela lateral juntoalrastrillo,devolvióelsaludodelcentinelay,cruzandolacalle,entróenelparqueysedirigióalacasadeapartamentosBenedick.

—Louis—lollamé.Elhombregirósobresustalonesconespuelasyvinoderechohaciamí.—¿Erestú,Hildred?—Sí,llegasatiempo.CogílamanoquemeofrecíaycaminamosjuntoshacialaCámaraLetal.Él decía tonterías sobre su boda y las bondades de Constance y sus futuras

perspectivas llamandomi atención sobre las charreteras en sus hombros y el triple

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arabescoensusmangasyensugorradefajina.Creoqueescuchétantolamúsicadesusespuelasysusablecomosuchácharainfantil,yporfinnosencontramosbajolosolmosdelaesquinadelacalleCuartadelaplazafrentealaCámaraLetal.Entoncesserióymepreguntéquéqueríadeél.Leindiquéquesesentaraenunbancobajolaluz eléctrica yme senté junto a él.Memiró con curiosidad, con lamismamiradavigilantequetantoodioytemoenlosdoctores.Sentíelinsultodesumirada,peroélnolosabíayleocultémissentimientos.

—Bien,viejo—medijo—,¿quépuedohacerporti?SaquédelbolsilloelmanuscritoylasnotasdelaDinastíaImperialdeAméricay,

mirándoloalosojosdije:—Telodiré.Bajotupalabradesoldado,prométemeleerestemanuscritodesdeel

principio al fin sin preguntarme nada. Prométeme leer estas notas de la mismamanerayprométemequeescucharásloquetediréluego.

—Loprometosilodeseas—dijoamablemente—.Damelospapeles,Hildred.Empezó a leer levantando las cejas con aire de desconcierto, lo que me hizo

temblardecontenidafuria.Mientrasavanzabaenlalectura,selecontrajoelentrecejoysuslabiosparecieronarticularlapalabra"pamplinas".

Luego pareció ligeramente aburrido, pero por consideración hacia mí, siguióleyendo con forzado interés, que en seguidadejóde ser un esfuerzo.Se sobresaltócuandoenlaspáginasdensamentecubiertasdeesériturallegóasunombre,ycuandollegó almío, bajó su papel ymemiró fijamente por un instante. Peromantuvo supalabrayreanudólalectura,yyodejésinrespuestalapreguntaamediasformuladaquemurióensuslabios.CuandollegóalfinalyleyólafirmadelseñorWilde,plegóelpapelcuidadosamenteymelodevolvió.Ledilasnotas;élseapoyóenelrespaldodel banco echándose atrás la gorra de fajina con el ademán infantil que tan bienrecordaba de los días de escuela. Le observé la caramientras leía, y cuando huboterminado cogí las notas junto con el manuscrito y me las guardé en el bolsillo.Entoncesdesenrrollé unmanuscrito enque se exhibía elSignoAmarillo.Él vio elsigno,peronoparecióreconocerlo,yllamésuatenciónsobreélconciertaaspereza.

—Estábien—dijo—.Loveo¿Quées?—EselSignoAmarillo—dijeenfadado.—Oh,esoesloquees…—dijoLouisconesavozlisonjeraqueeldoctorArcher

solía utilizar para dirigirse amí y probablemente seguiría haciéndolo todavía si nohubieraajustadolascuentasconél.

Reprimílacóleraylecontestécontantafirmezacomomefueposible:—Escucha,¿nohasempeñadotupalabra?—Teescucho,viejo—dijoconvoztranquilizadora.Empecéahablarconsumacalma.—El doctor Archer, que sabía por algún conducto el secreto de la Sucesión

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Imperial,intentódespojarmedemiderechoalegandoquelacaídadelcaballodehacecuatroañosmehabíaprovocadodeficienciamental.Tratódeinternarmeensupropiacasaenlaesperanzadevolvermelocooenvenenarme.Noloheolvidado.Lovisitéanocheylaentrevistafuedefinitiva.

Louisempalideció,peropermanecióinmóvil.Reanudémidiscursotriunfal:—Quedan todavía trespersonasporentrevistaren interésdelseñorWildeydel

miopropio.EllassonmiprimoLouis,elseñorHawberkysuhijaConstance.Louissepusoenpiedeunsaltoytambiényomelevantéyarrojéelpapelconel

SignoAmarilloalsuelo.—Oh,nomehacefaltadecirteloquetengopordecir—exclaméconunarisade

triunfo—.Debescedermelacorona¿looyes?amí.Louismemiróconairedesconcertado,peroserecobróydijoconbondad:—Claroquetecedo…¿Quéesloquedebocederte?—Lacorona—dijeconenfado.—Claro—respondió—.Telacedo.Ven,viejoteacompañoatusaposentos.—Nointentesjugarretasdedoctoresconmigo—grité temblandodefuria—.No

actúescomosimetuvierasporloco.—¡Quédisparate!—contestó—.Ven,seestáhaciendotarde,Hildred.—No—grité—,debesescucharme.Nopuedescasarte,teloprohíbo.¿Looyes?

Te lo prohíbo.Renunciarás a la corona y te recompensaré con el exilio, pero si teniegas,morirás.

Eltratódecalmarme,peroyoestabaindignadoporfinysacandomilargopuñalleimpedíelpaso.

EntoncesledijequeencontraríaaldoctorArcherenelsótano,degollado,ymereíenlacaracuandorecordéaVanceysucuchillo,ylaordenfirmadapormí.

—TúereselRey—exclamé—,peroyo lo seré.Quiéneres túparaquitarmeelImperiodetodalatierrahabitable.Nacíprimodeunrey,pero¡yoseréelRey!

Louisestabablancoyrígidodelantedemí.DeprontounhombrevinocorriendoporlacalleCuarta,entróporelportaldelTemploLetal,atravesóelsenderohastalaspuertasdebronceatodavelocidadypenetróenlacámaradelamuerteconungritodemente.Mereíhastaderramar lágrimas,porquehabíareconocidoaVance,ysupequeHawberkysuhijayanoseinterpondríanenmicamino.

—Vete—ledijeaLouis,hasdejadodeserunaamenaza.YanuncatecasarásconConstanceahora,ysi tecasasconalgunaotraenelexilio, tevisitarécomolohiceconeldoctoranoche.ElseñorWildeseharácargodetimañana.

EntoncesmevolvíymelancécomounaflechaporlaQuintaAvenidaalSury,conungritodeterror,Louisdejócaersucinturónysusableymesiguióligerocomoelviento.LooícercademíenlaesquinadelacalleBleeckerymemetíporlapuertabajoelletrerodeHawberk.Gritó:

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—¡Altoodisparo!Pero cuando vio que subía corriendo las escaleras dejando atrás la tienda de

Hawberk, nome siguióy lo oí quegolpeabay llamaba a supuerta, como si fueraposibledespertaralosmuertos.

LapuertadelseñorWilde,estabaabiertayyoentréporellagritando:—¡Estáhecho,estáhecho!¡Queseponganenpielasnacionesycontemplenasu

Rey!Pero no pude encontrar al señorWilde, demodo que fui al gabinete y cogí la

espléndida diadema de su cofre. Luegome puse la bata de seda blanca en la queestababordadoel signoamarilloymeceñí lacorona.Por fineraRey,ReypormiderechoenHastur,Reyporqueconocíaelmisteriode lasHíadasymimentehabíasondeadolasprofundidadesdellagodeHali.¡YoeraRey!Losprimerostrazosgrisesdel alba levantarían una tempestad que sacudiría a los dos hemisferios. Entonces,mientrasestabaallíerguidoconcadanervioenelpináculodelatensión,debilitadoporlaalegríayelesplendordemispensamientos,afuera,eneloscurocorredor,unhombregimió.

Cogí laveladeseboymedirigídeunsaltohacia lapuerta.Lagatapasóamiladocomoundemonioy lavelaseapagó,peromi largopuñal fuemásrápidoqueella: laoí chillary supeque lahabíaalcanzado.Porunmomento laoí tumbarseychocar en la oscuridad, y luego, cuando su frenesí cesó, encendí una lámpara y lalevantésobremícabeza.ElseñorWildeyacíaenelsueloconlagargantadesgarrada.Enunprincipiolocreímuerto,perocuandomiré,unachispaverdeaparecióensusojoshundidos, sumanomutilada temblóyunespasmo le estiró labocadeoreja aoreja.Porunmomentomiterrorymidesesperacióndieronlugaralaesperanza,perocuandome incliné sobre él, los ojos le giraron en las cuencas ymurió. Entonces,mientrasmequedéparalizadoderabiaydesesperaciónalvermicorona,miimperio,mis esperanzas,mis ambiciones,mi vidamisma postradas allí con el amomuerto,ellos,vinieron,meagarraronpordetrásymeataronhastaquemisvenasengrosaroncomo cuerdas ymi voz se quebró con el paroxismo demis gritos frenéticos. Perotodavía me debatí, sangrante y furioso entre ellos, y más de un agente de policíasintióelfilodemisdientes.Entonces,cuandoyanopudemoverme,seacercaron;vialviejoHawberk,ytrasél,elrostrocadavéricodemiprimoLouisy,algomáslejos,enelrincón,aunamujer,Constance,quellorabaquedamente.

—¡Ah,ahora loveo!—chillé—.Tehasapoderadodel tronoyel imperio. ¡Ay!¡Aydeti!,quetehascoronadoconlacoronadelReydeAmarillo!

[NOTADEL EDITOR. El señor Castaignemurió ayer en el Asilo para LocosCriminales.]

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LADEMOISELLED'YS

MaisjecroyquejeSuisdescenduaupuitsTenebreuxauqueldisoit

HeraclytusestreVeritécachée.

Haytrescosasquesonenexcesohermosasparamí,sí,cuanto

quenoconozco:Eláguilaenelaire;laserpienteenlaroca;un

barcoenmediodelamar;ylapresenciadeunhombreanteunadoncella.

La cabal desolación de la escena empezó a tener su efecto; me senté paraenfrentar la situación y, de ser posible, evocar algún hito que pudiera ayudarme aabandonar mi presente posición. Si sólo pudiera encontrar el océano nuevamente,todo se aclararía, porque sabía que era posible ver la isla de Groix desde losacantilados.

Dejéelrifleenelsueloyarrodillándometrasunarocaencendíunapipa.Luegoconsulté mi reloj. Eran casi las cuatro. Quizá me habría alejado bastante desdeKerselecdesdeelalba.

Encontrándomeeldíaanterioren losacantiladosbajoKerselecconGoulven,almirarlossombríosyermosdondeahorahabíaextraviadomicamino,estascolinasmehabianparecidocasi tanniveladascomounprado, extendidashasta elhorizonte,yaunque sabía cuán engañosa es la distancia no me di cuenta que lo que desdeKerselec parecían meras hondonadas herbosas, eran grandes valles cubiertos deespinos y brezos, y lo que parecían piedras esparcidas eran en realidad enormespeñascosdegranito.

—Esunmalsitioparaunforastero—habíadichoelviejoGoulven—;esmejorqueseprocureunguía.

Yyolehabíacontestado:—Nomeperderé.Ahorasabíaquemehabíaperdidomientrasmeestabaallísentadofumandoconel

viento delmar en la cara. A cada lado se extendía el páramo cubierto de espinosflorecidos,brezosypeñascosdegranito.Nohabíaunsoloárbolalavistaymuchomenosunacasa.Alcabodeunrato,recogílaescopetaydandolaespaldaalsol,meechéaandarnuevamente.

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Erainútilseguirningunodelosestruendososarroyosquedevezencuandosemeinterponíanenelcaminopues,enlugardedesembocarenelmar,ibantierraadentroaestanquescubiertosdejuncosenlashondonadasdelospáramos.Habíaseguidoavarios,pero todosmecondujeronaciénagasopequeñosestanquesdesdedonde lasagachadizasalzabanvuelopiandoysealejabanenunéxtasisdepavor.Empezabaasentirmefatigadoylaescopetamedesollabaelhombroapesardeestardoblementeforrada.Elsoldescendíamásymas,brillandoaniveldelosespinosamarillosylosestanquesdelpáramo.

Mientrasavanzaba,mipropiagigantescasombrameguiabapareciendoalargarseacadapasoLosespinosrozabanmispolainas,crujíanbajomispies,regabanlapardatierra con sus capullos, y los helechos se inclinaban y se estremecían a mi paso.Desde montecillos o brezales se escurrían conejos entre los helechos, y entre lashierbasdelospantanosseoíaelgraznidosomnolientodelospatossalvajes.Enunaoportunidad un zorro seme cruzó furtivo en el camino y otra vez, al inclinarme abeberdeunarroyuelo,unagarzaaleteópesadamentedesdelosjuncosamilado.Mevolví paramirar el sol. Parecía tocar los bordes de la llanura. Cuando por últimodecidíqueerainútilseguiravanzandoyquepasaríacuandomenosunanocheenelpáramo,me tendí en el suelo completamente agotado. El sol del atardecer llegabaoblicuoycálidoamicuerpo,peroempezabaalevantarsevientodesdeelmarysentíqueel fríomemordíaa travésdemishúmedasbotasdecaza.Altasenelcielo lasgaviotastrazabancírculosyondulabancomotrocitosdepapelesblancos;desdealgúnmarjaldistante llegóelcantodeunsarapitosolitario.Pocoapocoel solsehundiótraselllanoyelresplandorcrepusculartiñóderuborelcenit.Vielcielocambiardelmáspálidodelosorosalrosayluegoafuegoabrasador.Nubesdejejenesdanzabanami alrededor, y alto en el aire calmo un murciélago se zambulló y alzó vuelo.Empezaron a cerrárseme los ojos. Entonces, cuando trataba de despabilarme, unsúbito crujido entre los helechos me sobresaltó. Abrí los ojos. Un gran pájaro seestremecíaenelairesobremicara.Poruninstantemequedémirandofijoincapazdemovimiento;entoncesalgosaltóami ladoysemetióentre lasmalezasyelpájaroascendió,giróysefueendireccióndeloshelechos.

En un instante estuve de pie atisbando entre los espinos. Desde un grupo debrezos en las cercanías llegó el ruido de una refriega. Avancé con la escopetaapuntada,perocuandolleguéalbrezalbajéelarmaymequedéinmóvilensilenciosoasombro.Entierrayacíauna liebremuertaysobre la liebreseerguíaunmagníficohalcón con un espolón clavado en el cuello de la criatura y el otro firmementeplantadoensuflancoinerte.Peroloquemeasombrónofuelameravisióndelhalcónposado en su presa.Había visto esomás de una vez. Fue que el halcón tenía unaespeciedelazoenambosespolones,ydeelloscolgabauntrocitodemetalredondocomo un cascabel. El ave volvió y clavó el curvo pico en su presa. En elmismo

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instante, pasos apresurados sonaron entre los brezos, y apareció una joven en elrefugio. Sin dirigirme unamirada siquiera avanzó hacia el halcón, y pasándole lamanoenguantadacubrióconunapequeñacapuchalacabezadelaveysosteniéndolaenelguantelete,seinclinópararecogerlaliebre.

Pasóunacuerdaentornoalaspiernasdelanimalyajustósuextremoalacorreadesucinturón.Luegosedispusoadesandarsucaminoporelrefugio.Alpasarjuntoamí,me quité la gorra, y ella reconociómi presencia con una inclinación apenasperceptible. Tanto había sido mi asombro, tan hondamente sumido en admiraciónantelaescenaqueteníaantelosojos,quenosemehabíaocurridoqueaquíestabamisalvación. Peromientras se alejaba, advertí que si no quería dormir en el páramoventoso esa noche, debía recuperar el habla sin demora. Cuando pronuncié misprimeras palabras, ella vaciló, y al ponérmele por delante, me pareció que sushermosos ojos revelaban temor. Pero cuando le expliqué humildemente eldesagradable apuro en que me encontraba, su cara se ruborizó y me miró conasombro.

—¡NohabráustedvenidodeKerselec!—repitió.Su dulce voz no tenía lamenor huella de acento bretón ni ningún otro que yo

conociera,sinembargoteníaalgoenélquemeparecíahaberoídoantes,algoextrañoeindefinible,comoeltemadeunaviejacanción.

Leexpliquéqueeraamericano,quenoestabafamiliarizadoconFinistèreyqueestabacazandoallíparasatisfacermiafición.

—Un americano —repitió ella con los mismos extraños tonos musicales—.Nuncaanteshabíavistoaunamericano.

Semantuvoensilencioporunmomento;luegomirándome,dijo:—SicaminaradurantetodalanochenopodríallegaraKerselecahora,nisiquiera

situvieraunguía.Síqueeraéstaunabuenanoticia.—Pero—empecé—,sisólopudieraencontrarlachozadealgúncampesinopara

conseguiralgodecomeryabrigo.Elhalcónensumuñecaaleteóysacudiólacabeza.Lajovenlealisóellustroso

dorsoymemiró.—Mire a su alrededor —dijo con gentileza—. ¿Puede ver el fin de estos

páramos?Mirealnorte,alsur,aleste,aloeste.¿Puedeveralgoquenoseanyermosyhelechos?

—No—lerespondí.—El páramo es salvaje y desolado. Es fácil entrar en él, pero a veces los que

entrannoloabandonannunca.Nohaychozasdecampesinosporaquí.—Bien—dije—,simeindicaustedenquédirecciónestáKerselecnomeexigirá

mañanamástiempoqueelquemeexigióvenir.

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Volvióamirarmecasiconexpresióndepiedad.—Ah—dijo—,veniresfácilyexigehoras;volveresdiferente…ypuedeexigir

siglos.Lamiré asombrado, pero decidí que no entendía lo que había dicho.Entonces,

antesqueyotuvieratiempodehablar,cogióunsilbatodesucinturónylohizosonar.—Siéntese y descanse —me dijo—; ha recorrido una larga distancia y está

fatigado.Se recogió las faldas plisadas y haciéndome señas de que la siguiera se abrió

caminograciosamenteentrelosespinoshastaunarocaplanaentreloshelechos.—Estarán aquí en seguida—dijo, y sentándose en un extremo de la roca, me

invitóasentarmeenelotro.Laluzcrepuscularempezabaamenguarenelcieloyunaestrellasolitariatitilabadébilmenteenlanieblarosada.Unalargasaetaaleteantedeavesacuáticassedirigíahaciaelsursobrenuestrascabezas,ydesdelasciénagasnosllegabaelllamadodeloschorlitos.

—Sonmuyhermosos…estospáramos—dijoserenamente.—Hermosos,perocruelesconlosforasteros—lerespondí.—Hermososycrueles—repitióconairedeensueño,hermososycrueles.—Comounamujer—dijeestúpidamente.—Oh—exclamóreteniendouninstanteelaliento,ymemiró.Susojososcurosse

encontraronconlosmíosymeparecióenfadadaoasustada.—Como una mujer —repitió en voz queda—. ¡Qué crueldad decir una cosa

semejante! —Luego, al cabo de una pausa, como si hablara en alta voz consigomisma:—Quécrueldaddesupartedecircosasemejante.

Noséquéclasededisculpaofrecípormi tontaaunque inofensivaobservación,pero sí sé que parecía tan perturbada, que empecé a pensar que había dicho algoterrible sin saberlo, y recordé con horror los abismos y las trampas que la lenguafrancesatieneparalosextranjeros.Mientrasintentabadarmecuentadeloquepodríahaberdicho,atravésdelpáramollegóunsonidodevocesylajovensepusodepie.

—No —dijo con una huella de sonrisa en la cara pálida—, no aceptaré susdisculpas,monsieur,perotengoqueprobarqueseequivocayesaserámivenganza.Mire.AllívienenHasturyRaoul.

Dos hombres se destacaban en el crepúsculo. Uno llevaba un saco sobre loshombrosyelotro,unaropordelantecomouncamarero llevaunabandeja.El aroestabaajustadoconcorreasasushombrosyenelcírculohabíaposadostreshalconesencapuchados que tenían campanillas tintineantes. La joven avanzó hacia elhalconeroyconunvelozmovimientodelamuñeca,trasladósuhalcónalarodondeseposóentreloscompañerosquesacudieronlascabezasencapuchadasyerizaronsusplumashastaquesuspihuelasconcascabelesresonaronnuevamente.Elotrohombreavanzóe inclinándose respetuosamente cogió la liebrey ladejó caer en el sacode

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caza.—Estos son mis piqueurs —dijo la joven volviéndose hacia mí con gentil

dignidad—.Raoulesunbuenhalconeroyalgúndíaloharégrandveneur.Hasturesincomparable.

Losdoshombressilenciososmesaludaronconrespeto.—¿Nolehabíadicho,monsieur,queleprobaríaqueseequivoca?—continuó—.

He,pues,aquímivenganza:tengaustedabienqueleofrezcaalimentoyalbergueenmipropiacasa.

Antesquepudieraresponderle,hablóconloshalconeros,queinstantáneamentesepusieronencaminoporelbrezal,yhaciéndomeungraciosoademán,ellalossiguió.Nosésilehiceentendercuánprofundamenteagradecidomesentía,peroellaparecíaescucharmeconagradomientrasandábamosentreelbrezalbañadoderocío.

—¿Noestámuycansado?—mepreguntó.Ensupresenciahabíaolvidadoporcompletomifatigayasíselodije.—¿Noleparecequesugalanteríaesalgoanticuada?—preguntó;ycuandoyola

miré confundidoyhumillado, añadió tranquilamente—:Oh,me agrada,me agradatodoloanticuado,yesdeliciosooírlodecircosasbonitas.

El yermo a nuestro alrededor estaba muy silencioso ahora bajo la fantasmalsábana de niebla. Los chorlitos ya no llamaban; los grillos y todas las criaturasminúsculascallabananuestropaso,aunquemeparecíaqueempezabanotravezmuylejosanuestrasespaldas.Bastantepordelantelosdosaltoshalconerosibanalargospasosentreelbrazal,yelligerotintineodeloscascabelesdeloshalconesllegabananuestrosoídoscomotañidosdistantes.

De pronto un espléndido perro de caza saltó de entre la niebla por delante,seguidodeotroyotromás,hastaquemediadocenadeellosbrincabanysaltabanentorno a la joven a mi lado. Ella los acariciaba y los tranquilizaba con su manoenguantada,yleshablabaconaquellosextrañostérminosquerecordabahaberleídoenviejosmanuscritosfranceses.

Entoncesloshalconesenelaroquellevabaelhalconeropordelante,empezaronabatirlasalasyagritar,ydesdealgúnsitioinvisiblevinieronflotandoporelpáramolasnotasdeuncuernodecaza.Losperrossealejaronsaltandodelantedenosotrosysedesvanecieronenelcrepúsculo,loshalconesaletearonychillaronensuperchaylajoven,siguiendolacancióndelcuerno,empezóacantar.Suvozsonóclaraydulceenelairedelanoche

Chasseur,chasseur,chassezencore,QuittezRosetteetJeanneton,Tonton,tonton,tontaine,tonton,Ou,pourrabattre,dèsl'aurore,QuelesAmourssoientdeplanton,

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Tonton,tontaine,tonton.Mientras escuchaba su encantadora voz, unamasa gris que pronto hízose más

distintasurgiófrenteanosotros,yelcuernoresonóalegrementeentreeltumultodelosperrosyloshalcones.Unaantorchabrillójuntoaunportal,unaluzllegódesdelapuertaabiertaysubimosaunpuentedemaderaquetemblababajonuestrospiesyseelevaba crujientey tenso tras denosotros al cruzar el fosoy entrar enunpequeñopatiodepiedraenteramenterodeadodemuros.Porunapuertaabiertavinounhombrequeseinclinóenseñaldesaludoyofrecióalajovenamiladounacopa.

Ellacogiólacopa,larozóconloslabiosyluego,bajándola,sevolvióhaciamíymedijoenvozbaja:

—Seabienvenido.En ese momento uno de los halconeros vino con otra copa, pero antes de

alcanzármela, se la ofreció a la joven, que probó su contenido. El halconero hizoademándecogerla,peroellavacilóuninstanteyluego,avanzandohaciamí,melaofreciódesupropiamano.Sentíqueeraésteunactodeextraordinariagracia,peronosabiendomuybienquéseesperabademí,nolallevéamislabiosdeinmediato.Lajovensepusoroja.Viquedebíaactuardeprisa.

—Mademoiselle—tartamudeé—unforasteroalquehasalvadousteddepeligrosquequizásélnuncaconozcadel todo,vacíaestacopaa lasaludde lamásgentilyencantadoraanfitrionadeFrancia.

—En su nombre—murmuró ella persignándose mientras yo vacilaba la copa.Luego,entrandoporlapuerta,sevolvióhaciamíconunbonitoademánytomandomimanoenlassuyas,mecondujoalacasadiciendounayotravez:

—Esustedbienvenido,muybienvenidoporcierto,alCháteaud'Ys.

II

Despertéalamañanasiguienteconlamúsicadelcuernoenlosoídos,ysaltandodel antiguo lecho,me dirigí a una ventana con cortinas en la que la luz del sol sefiltrabaatravésdepequeñospanelesprofundamentemontados.Cuandomiréalpatioabajo,elcuernocalló.

Unhombrequepodríaserelhermanodelosdoshalconerosdelavíspera,estabaenmediodeunajauríadeperrosdecaza.Llevabaamarradoalasespaldasuncuernocurvoyenlamanoteníaunlargolátigo.Losperrosaullabanygemíanasualrededorconprevención;enelpatioamuralladotambiénpateabancaballos.

—¡Montad! —gritó una voz en bretón, y con estrépito de cascos los doshalconeros,conhalconesenlasmuñecas,entraroncabalgandoalpatioenmediodelosperros.Entoncesoíotravozquemehizopalpitarelcorazón:

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—PiriouLouis,llevaalosperrosynoescatimeslátigoniespuela.Tú,Raoulytú,Gastón,cuidaddequeeleperviernosecomportecomounniais,ysiavuestrojuicioresultamejor,faitescourtoisieàl'oiseau.JardinierunoiseaucomoelmuéquellevaHastur en la muñeca no es difícil, pero a ti Raoul puede que no te sea tan fácilgobernaraesehagard.Lasemanapasadaendosocasionesseirritóauvifyperdiólabeccade aunque está acostumbrado al leurre. El ave actúa como un estúpidobranchier.Paîtreunhagardn'estpassifacile.

¿Soñabayoacaso?Elviejolenguajedehalconeríaquehabíaleídoenmanuscritosamarillos…elviejofrancésolvidadodelaEdadMediasonabaenmisoídosmientraslosperrosaullabany lascampanillasde loshalconesservíandeacompañamientoaloscascosdeloscaballos.Ellavolvióahablarotravezladulcelenguaolvidada:

—Siprefieresllevarellongeydejartuhagardaubloc,Raoul,nopondréreparos;porqueseríauna lástimaestropeareldeportedeundía tanbellocomounsorsmaladiestrado.Quizámeapresurédemasiadoconelave.Exigetiempollegaràlafilièreyalosejerciciosd'escap.

EntonceselhalconeroRaoulhizounainclinacióndesdesusestribosyreplicó:—ConelbeneplácitodeMademoiselle,conservaréelhalcón.—Eseesmideseo—respondióella—.Conozcohalconería,perotútienesmuchas

lecciones que darme aún sobre Autoursede, mi pobre Raoul. Sieur Piriou Louis,montad!

El cazador pasó veloz bajo una arcada y volvió al instante montado en unvigorosocaballonegro,seguidodeunpiqueurtambiénmontado.

—¡Ah! —exclamó ella regocijada—. ¡Rápido Glemarec René! ¡Rápido!¡Apresuraostodos!¡HacedsonarelcuernoSieurPiriou!

Lamúsicaargentinadelcuernodecazacolmóelpatio,losperrosatravesaronelportal y los cascos de los caballos resonaron en las piedras del patio; fuerte en elpuente,apagadosdepronto,perdidosen losbrezalesy loshelechosdelpáramo.Elcuernosonómásymásdistantehastaque fue tandébilqueel súbitocantodeunaalondraquealzabavueloloapagóenmisoídos.Oílavozabajoquerespondíaaunllamadodesdedentrodelacasa.

—Nolamentolacacería,iréenotraocasión.¡Cortesíaparaelforastero,Pelagie,recuérdalo!

Delacasallegóunadébilvoztrémula:—Courtoisie.Medesnudéymefrotédelacabezaalospiesenlaenormetinadecerámicallena

deaguaheladasobreelsuelodepiedraalpiedemilecho.Luegobusquémisropas.Habían desaparecido, pero sobre un banco había unmontón de ropas que examinéconasombro.Comolasmíashabíandesaparecido,meviobligadoavestirmeconelatuendoevidentementedejadoallíparaqueyolousaramientrasmiropasesecaba.

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Todo, estaba allí, gorra, calzado y una casaca de caza de tejido doméstico grisplateada;peroelvestidoquesemeajustabaalaperfecciónylasbotassincosturaspertenecíanaotrosiglo;recordéelextrañoatuendodelostreshalconerosenelpatio.Estaba seguro que no era la vestidura moderna de sitio alguno de Francia o deBretaña;perosólocuandomevienunespejoentre lasventanasadvertíqueestabavestidoconuntrajedecazadelaEdadMediaynocomounbretóndelaactualidad.Vacilé y cogí la gorra. ¿Bajaría con tan extraña vestimenta?Noparecía haber otroremedio, puesmis prendas habían desaparecido y no había campana en la antiguacámaraconquéllamarauncriado,demodoquemecontentéconquitarunapequeñaplumadelagorra,abrílapuertaybajé.

Junto al hogar en una gran estancia al pie de las escaleras, una vieja bretonaestaba sentada hilando en una rueca. Me miró cuando yo aparecí y, sonriendofrancamente, me deseó salud en lengua bretona, a lo cual le respondí risueño enfrancés. En elmismo instante apareciómi anfitriona y devolvió el saludo con unagracia y dignidad que me sobrecogió el corazón. Su adorable cabeza de oscuroscabellos rizados se coronaba de un tocado que tranquilizó toda duda acerca de laépocademipropioatuendo.Suesbeltafiguraresaltabaconexquisitezeneltrajedecazadehiladodomésticobordadodeplatayenlamanoenguantadallevabaaunodesushalconesfavoritos.Conperfectasimplicidadmecogiólamanoymecondujoaljardín del patio, y sentándose a unamesa,me invitó a hacer lomismo a su lado.EntoncesmepreguntóconsusuaveyextrañoacentocómohabíapasadolanocheysimeincomodaballevarelatuendoquelaviejaPelagiehabíapuestoenmihabitaciónmientrasyodormía.Vimispropiasropasycalzadosecándosealsoljuntoalmurodeljardínylasdetesté.¡Quéespantoeranencomparaciónconlagraciosavestimentaqueahora llevaba! Se lo dije riendo, pero ella estuvo de acuerdo conmigo muyseriamente.

—Las tiraremos—dijo con voz serena.Con asombro intenté explicarle que nosólo no concebía recibir ropas de nadie, aunque quizá fuera costumbre de lahospitalidadenesesitiodelpaís,peroqueofreceríaunafigurainaceptablesivolvíavestidocomoloestabaenaquelmomento.

Ella rió y sacudió su bonita cabeza diciendo algo en francés antiguo que noentendí,yenesemomentoPelagiesaliótrotandoalpatioconunabandejaenlaquehabíadoscuencosdeleche,unahogazadepanblanco,fruta,unplatodepanalesconmielyunfrascodevinodesubidocolorrojo.

—Ya ve, no había todavía roto mi ayuno porque deseaba que comiera ustedconmigo.Peroestoyhambrienta—dijoconunasonrisa.

—¡Antesmoriría que olvidar una sola palabra de lo que acaba de decirme!—espeté con lasmejillas ardientes—.Me creerá loco—añadí paramí, pero ellamemiróconojosresplandecientes.

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—¡Ah!—murmuró—.Entoncesmonsieurconocetodoloquehayporconocerdelacaballerosidad…

Sesantiguóypartióelpan;yomequedésentadomirandosusblancasmanossinatrevermeaalzarmisojosalossuyos.

—¿Nocome?—mepreguntó—.¿Porquéparecetanturbado?¡Ah!¿Porqué?Ahoralosabía.Sabíaquedaríalavidaporrozarconmislabios

esaspalmasrosadas;comprendíaahoraquedesdeelmomentoenquemirésusojososcurosallíenelpáramolanocheantes lahabíaamado.Misúbitagranpasiónmedejósinhabla.

—¿Nosesienteustedcómodo?—mepreguntó.Entonces,comounhombrequepronunciasupropiasentencialerespondíenvoz

baja:—No, no me encuentro cómodo porque la amo. —Como permaneció

imperturbable y nome contestó, elmismo impulsomoviómis labios ami pesar ydije:—Yo, que soy indigno del menor de sus pensamientos, yo, que abuso de suhospitalidadydevuelvosugentilcortesíaconaudazpresunción,laamo.

—Yoloamoausted.Suspalabrasmesoncaras.Loamo.—Entonceslaganaré.—Gáneme—mecontestó.Pero todo ese tiempo había estado sentado en silencio con la cara vuelta hacía

ella.Yella,tambiénensilencio,consudulcecaraapoyadaenlapalmavueltahaciaarriba,estabasentadafrenteamí,ycuandomemiróalosojos,supequeniellaniyohabíamos hablado con lenguaje humano; pero supe también que su alma habíarespondido a la mía, y me levanté sintiendo un juvenil y alegre amor que seprecipitabapor cadaunademisvenas.Ella, con arrebolado rostro, parecía alguienrecién despierto de un sueño, y sus ojos buscaron los míos con una mirada deinterrogación que me llenó de deleite. Quebramos nuestro ayuno hablando denosotrosmismos.Ledijeminombreyellamedijoelsuyo:DemoiselleJeanned'Ys.

MehablódelamuertedesupadreysumadreymecontócómolosdiecinueveañosdesuvidahabíatranscurridoenlagranjafortificadasolaconsunodrizaPelagie,GlemarecRenéelpiqueur,yloscuatrohalconerosRaoul,Gastón,HasturyelSieurPiriouLouis,quehabíanestadoalserviciodesupadre.Nuncahabíaestadofueradelospáramos…nuncasiquierahabíavistounalma,salvoloshalconerosyPelagie.NosabíacómohablaoídodeKerselec;quizáloshalconeroslehabríanhabladodeella.Conocía las leyendas delLoupGarou y Jeanne la Flammepor su nodriza Pelagie.Bordabaehilabalino.Sushalconesysusperrosdecazaeranlasoladistracciónquetenía. Cuando me encontró en el páramo había sentido tanto miedo que estuvo apuntodedesvanecersealoírmivoz.Habíavisto,escierto,barcosenelmardesdelosacantilados,perohastadondelavistaalcanzaba,lospáramossobrelosquecabalgaba

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estabandel tododesprovistosdelmenor signodevidahumana.Habíauna leyendaque le contara Pelagie, según la cual cualquiera que se perdiera en el yermoinexplorado no podría retornar ya nunca, porque el páramo estaba encantado. Nosabíasiseríacierto,nuncahabíapensadoenellohastaquemeencontró.Nosabíasilos halconeros habían salido nunca del yermo o si podrían hacerlo si se lopropusieran.LoslibrosquehabíaenlacasaconlosquelanodrizaPelagielehabíaenseñadoaleer,teníancentenaresdeaños.

Todoestomecontó conunadulce seriedadque raravez se encuentra ennadiesalvoenunniño.Lefuefácilpronunciarminombreeinsistió,porserminombredepilaPhilip,quedebíatenersangrefrancesa.Nopareciótenercuriosidadporconocernada del mundo exterior y pensé que quizás éste habría perdido su interés y surespetoporcausadelashistoriasdesunodriza.

Estábamos todavía sentados a la mesa y ella arrojaba uvas a las avecillas delcampoqueseaproximabansintemorhastanuestrospies.

Empecéahablardemaneravagadepartir,peroellanoquisooírlo,yantesdeyomismodarmecuenta,lehabíaprometidoquedarmeunasemanaycazarconhalcónyperroen sucompañía.TambiénobtuvepermisoparavolverotravezdeKerselecyvisitarladespuésdemiretorno.

—¡Vaya!—dijoconinocencia—.Noséqueharíasijamásregresara.Yyo,sabiendoquenodebíadespertarlaconelsúbitoimpactoquelaconfesiónde

miamor lehabríaproducido,mequedé sentadoensilencio sinatrevermeapenasarespirar.

—¿Vendrámuyamenudo?—mepregunto.—Muyamenudo—lecontesté.—¿Cadadía?—Cadadía.—Oh—suspiró—.Soymuydichosa…Vengaavermishalcones.Sepusodepieyvolvióacogermelamanoconinfantilinocenciadeposesión,y

fuimosporentreel jardíny losárboles frutaleshastaunpradodecéspedbordeadoporunarroyo.Enelpradohabíaesparcidosunosquinceoveintetoconesdeárbolesparcialmente hundidos en la hierba, y en cada uno de ellos, salvo en dos, estabanposados halcones. Estaban amarrados a los tocones por correas que a su vez seajustaban a sus patas por sobre los espolones con roblones de acero.Una pequeñacorrientedepurasaguasprimaveralesfluíaporuncursoserpenteanteafácildistanciadecadaunadelasperchas.

Lasaveslevantaronunclamorcuandoapareciólajoven,peroellafuedeunaalaotra acariciando a algunas, sosteniendo a otras unos instantes en una muñeza oinclinándoseparaajustarsuspihuelas.

—¿Nosonbonitas?—dijo—.Mire,estaesunahembradehalcónperegrino.La

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llamamos"innoble"porquecobralapresaencazadirecta.Esteesunhalcónazul.Enhalconería lo llamamos "noble" por que se alza sobre la presa, gira y se deja caersobreelladesdeloalto.Estaaveblancaesungerifaltedelnorte.¡Tambiénesnoble!Esteesunazor,yesteterzueloesunhalcón-garza.

Le pregunté cómo había aprendido la antigua lengua de la halconería. No lorecordaba,perocreíaquesupadredebíadehabérselaenseñadodemuypequeña.

Luegomellevóaotrositiodondememostróaloshalconesjóvenestodavíaenelnido.

—Se llaman niais en halconería —explicó—. Un branchier es el ave jovenapenascapazdeabandonarelnidoysaltarderamaenrama.Elavejovenquenohamudado todavía la pluma se llama sors, yunmué es un halcón que hamudado laplumaencautiverio.Cuandoatrapamosaunhalcónsalvajequenohacambiadodeplumajelosllamamoshagard.Raoulesquienmeenseñóaprepararunhalcón.¿Leenseñocómosehace?

Sesentóalaorilladelacorrienteentreloshalconesyyomeechéasuspiesparaescucharla.

EntonceslaDemoiselled'Yslevantóundedoderosadayemayempezóconsumagravedad.

—Enprimerlugarhayqueatraparelhalcón.—Estoyatrapado—lerespondí.Ella riócongraciaymedijoquemidressagequizáno fuera fácil,puesyoera

noble.—Estoyyadomesticado—lerepliqué—:conpihuelaycascabel.Riódeleitada.—Oh,mivalientehalcón.¿Acudiráentoncesamillamado?—Soysuyo—contestégravemente.Ella permaneció en silencio un momento. Luego el color se le avivó en las

mejillasylevantóeldedootravezdiciendo:—Escuche;deseohablardehalconería.—Escucho,condesaJeanned'Ys.Peroestavezsesumióenensueñosysuvistaparecíafijadaenalgomásalláde

lasnubesdeestío.—Philip—dijoporfin.—Jeanne—susurréyo.—Estoestodo…esoesloquedeseaba—dijoconunsuspiro—.PhilipyJeanne.Tendiólamanohaciamíyyolarocéconloslabios.—Gáname—peroestavezelcuerpoyelalmahablaronalunísono.Alcabodeunratocontinuó:—Hablemosdehalconería.

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—Empieza—lerepliqué—;hemosatrapadoalhalcón.EntoncesJeanned'Yscogiómimanoenlassuyasymecontócómoconinfinita

pacienciaseleenseñabaaljovenhalcónaposarseenlamuñecaycómopocoapocoseacostumbrabaalaspihuelasconcampanillasyalchaperona’cornette.

—Primerodebentenerunbuenapetito—dijo—;luego,pocoapoco,lesreduzcolosalimentos,loqueenhalconeríallamamospât.Cuandoalcabodemuchasnochespasadasaubloc,queesdondeseencuentranahoraestasaves,persuadoalhagardquepermanezca tranquilo en lamuñeca, el ave está entonces preparada para que se leenseñeairporsualimento.Fijoelpâtenelextremodeunacorreaoleurre,yenseñoalaveaacudiramínobienempiezoagirarlacuerdaentornoamicabeza.Enunprincipiodejocaerelpâtcuandoelhalcónvieneyselocomeentierra.Alcabodeuntiempoaprendeaatraparelleurreenmovimientomientraslohagogirarporsobremicabeza,oaarrastrarloatierra.Despuésdeestoesfácilenseñarlealhalcónaatacarunapresa, recordandosiempre"faire courtoisieà l'oiseau",estoes,permitirqueelavepruebelapresa.

Elchillidodeunodeloshalconeslainterrumpió,yellaacudióaajustarellongeque se había enrollado en torno del bloc, pero el ave siguió batiendo las alas ychillando.

—¿Quésucede?—preguntó—;Philip¿túvesalgo?Miré en derredor y en un principio no vi nada que pudiera ser causa de la

conmociónacrecentadaahoraporelaleteoyloschillidosdetodaslasaves.Entoncescayómimiradasobrelarocaplantajuntoalacorrientedelaquelajovenacababadelevantarse.Unaserpientegrisavanzaba lentamentepor la superficiede lapiedra,ylosojosdesuachatadacabezatriangularrefulgíancomoelazabache.

—Unaculebra—dijoellacontranquilidad.—Esinofensiva,¿noesasí?—pregunté.EllaseñalóelcuellodelanegraformaenV.—Esmuertesegura—dijo—;esunaaspid.Observamosalreptilquesearrastrabalentoporlatersarocasobrelaquelaluz

delsolformabaunamplioretazocálido.Ibaaacercármeleparaexaminarlo,peroellameasióporelbrazogritando:—Nolohagas,Philip,tengomiedo.—¿Pormí?—Porti,Philip…teamo.Latoméenmisbrazosylabeséenloslabios,perotodoloquepudedecirfue:—Jeanne,Jeanne,Jeanne.Ymientrasellaseapoyabatemblorosaenmipecho,algomordiómipieentrela

hierba, pero no hice caso.Entonces, otra vez algomemordió el tobillo y sentí unagudo dolor.Miré el dulce rostro de Jeanne d'Ys y la besé; luego, con todasmis

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fuerzas,laalcéenbrazosylaarrojédemi.Luego,inclinándome,arranquéalavíborademi tobilloy le aplasté la cabeza con el taco.Recuerdohaberme sentidodébil yentumecido…recuerdohabercaídoatierra.Atravésdelcrecienteveloquemecubríalosojos,vilacaradeJeanneinclinadajuntoalamía,ycuandolaluzdemisojosseextinguió, todavía pude sentir sus brazos en torno a mi cuello y su suave mejillacontramibocacontraída.

Cuandoabrílosojos,miréamialrededoraterrado.Jeannehabíadesaparecido.Vila corrientey la rocaplana; vi la víbora aplastada en la hierba ami lado, pero loshalconesylosblocshabíandesaparecido.Mepuseenpiedeunsalto.Eljardín,losárboles frutales, el puente y el patio amurallado habían desaparecido. Me quedémirando estúpidamente un montón de ruinas desmoronadas, cubiertas de hiedra ygrises, a través de las cuales grandes árboles se habían abierto camino. Avancéarrastrando mi pie adormecido y en ese instante un halcón alzó vuelo desde losárboles entre las ruinasy elevándose en círculos apretados, sedesvaneció entre lasnubes.

—Jeanne,Jeanne—grité,perolavozsemeahogóenloslabiosycaíderodillasentre las malezas. Y, como Dios lo quiso, sin saberlo había caído delante de unacapilladesmoronadatalladaenpiedraconsagradaanuestraMadredelosDolores.Vilatristecaradelavirgentalladaenlapiedrafría.Vilacruzylosespinosasuspies,ydebajoleí:

ROGADPORELALMADELADEMOISELLEJEANNED'YS

QUEMURIÓENSUJUVENTUDPORELAMORDE

PHILIP,UNFORASTERO.A.D.1573

Perosobrelalápidafríahabíaunguantedemujer,todavíacálidoyfragante.

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LAMÁSCARA

Camilla:Señor,deberíaisquitaroslamáscara.Forastero:¿Deveras?Cassilda:Enverdad,yaeshora.Todosnoshemosdespojadodelosdisfraces,salvovos.Forastero:Nollevomascara.Camilla:(AterradaaCassilda)¿Nollevamáscara?¿Nolalleva?

Acto1.Escena2a.

I

Aunqueyonosabíanadadequímica,escuchabafascinado.ElcogióunliriodePascuaqueGenevièvehabíatraídoesamañanadeNôtreDameylodejócaerenelcuenco.Instantáneamenteel líquidoperdiósucristalinaclaridad.Porunsegundoelliriosevioenvueltodeunaespumablancolechosaquedesapareciódejandoelfluidoopalescente.Sobrelasuperficiejugaroncambiantestintesanaranjadosycarmesíesyluego, lo que pareció un rayo de pura luz solar surgió desde el fondo donde seencontrabaellirio.Enelmismoinstantesumergiólamanoenelcuencoyextrajolaflor.

—Nohaypeligro—explicó—siseescogeelinstantepreciso.Eserayodoradoeslaseñal.

Metendióellirioyyolotoméenmimano.Sehabíaconvertidoenpiedra,enelmáspuromármol.

—Yaloves—medijo—,nilamenormácula.¿Quéescultorpodríareproducirlo?Elmármolerablancocomolanieve,peroensusprofundidadeslasvetasdellirio

seteñíandelmásleveazulcelesteyunligeroarrebolsedemorabaenloprofundodesucorazón.

—Nomepregunteslarazón—dijosonrientealadvertirmiasombro—,notengoideadeporquésecoloreanlasvetasyelcorazón,perosiempresucedeasí.AyerhicelapruebaconelpezdoradodeGeneviève:heloaquí.

El pez parecía esculpido en mármol. Pero si se lo sostenía a la luz, la piedraestabahermosamenteveteadadeunpálido azul, y desde cierto sitio interior surgíaunaluzrosadacomolaquedormitaenelópalo.Miréelcuenco.Unavezmásparecíallenodelmáspurocristal.

—¿Silotocaraahora?pregunté.—Nolosé—replicó—,peroesmejorquenohagaslaprueba.—Hayunacosaporlaquesientocuriosidad—dije—:¿dedóndeprovieneelrayo

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desol?—Pareceunverdadero rayode sol—dijo—.No lo sé, siempreaparececuando

sumerjounserviviente.Quizá—continuósonriente—,quizásealachispavitalde1acriaturaqueescapadelafuentededondevino.

Viqueseburlabayloamenacéconuntiento,peroélselimitóareírycambiódetema.

—Quédateacomer.Genevièvellegaráenseguida.—Lavidirigirseamisatempranoporlamañana—dije—ylucíatanfrescaytan

dulcecomoeselirio…antesquelodestruyeras.—¿Creesquelohedestruido?—preguntóBoriscongravedad.Destruido,preservado…¿quiénpuededecirlo?Estábamossentadosenunrincóndelestudiocercade"LosHados",sugruposin

acabar. Se apoyó en el respaldo del sofá dando vueltas en lasmanos a su sinsel ymirandoconfijezasuobra.

—Entreparéntesis—dijo—.HedadofinaesaviejapiezaacadémicaAriadnaysupongoquetendréquepresentarlaenelSalón.Estodoloquetengolistoesteaño,perodespuésdelbuenéxitoquetuveconla"Madona",medavergüenzamandaralgosemejante.

La "Madona", un exquisitomármol para el que había posadoGeneviève, habíasidolasensacióndelSalóndelañopasado.MirélaAriadna.Eraunamagníficapiezadesdeelpuntodevista técnico,peroestuvedeacuerdoconBorisenqueelmundoesperaría de él algo mejor. Sin embargo, era imposible terminar a tiempo para elSalóneseespléndidoy terriblegrupo,amediasamortajadoenelmármoldetrásdemi."LosHados"tendríanqueesperar.

EstábamosorgullososdeBorisYvain.LeexigíamosyélnosexigíaanosotrosporelhechodehabernacidoenAmérica,aunquesupadreerafrancésysumadrerusa.Todos en las Beaux Arts lo llamábamos Boris. Y, sin embargo, él sólo a dos denosotrossedirigíadeesamanerafamiliar:aJackScottyamí.

Quizás elhechodequeestuvierayoenamoradodeGeneviève tuviera algoqueverconel afectoquemeprofesaba.Noque lohubiéramosnunca reconocidoentrenosotros.PerodespuésquetodosehuboarregladoyellamedijoconlágrimasenlosojosqueeraaBorisaquienamaba,fuiasucasaylofelicité.Laperfectacordialidaddeesaentrevistanonosengañóaningunodelosdos,siemprelohecreído,aunqueparaunaalmenos,fueungranconsuelo.NocreoqueélyGenevièvehablarannuncadelasunto,peroBorislosabía.

Geneviève era adorable. La pureza de Madona de su cara podría haberseinspirado en el Sanctus de la Misa de Gounod. Pero me alegraba siempre queabandonaraeseestadodeánimoporelquelallamábamos"ManiobrasdeAbril".Eraamenudotanvariablecomoundíadeabril.Enlamañanagrave,dignaydulce;al

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mediodíarienteycaprichosa;alatardecer,loquemenosunoesperara.LapreferíaasíalatranquilidaddeMadonaqueestremecíalasprofundidadesdemicorazón.EstabasoñandoconGenevièvecuandoélvolvióahablar.

—¿Quépiensasdemidescubrimiento,Alec?—Creoqueesunamaravilla.—Noharéusoalgunodeél,losabes,salvosatisfacermicuriosidadenlamedida

deloposible,yelsecretomoriráconmigo.—Sería un golpe para la escultura ¿no lo crees? Para nosotros los pintores la

fotografíaesmáspérdidaqueganancia.Borisasintióconlacabezamientrasjugabaconelbordedelsinsel.—Estenuevodescubrimientomalignocorromperíaelmundodelarte.No,jamás

confiaréelsecretoanadie—dijolentamente.Seríadifícilencontraraalguienmenosinformadoacercadetalesfenómenosque

yo;peroporsupuesto,habíaoídohablardefuentesmineralestansaturadasdesílicequelashojasylasramillasquecaíanenellasseconvertíanenpiedraalcabodeuntiempo.Comprendíaelprocesodemaneraoscura:elsílicereemplazaaltejidovegetalátomo por átomo, y el resultado era un duplicado del objeto en piedra. Esto, loconfieso, nuncame había interesado demasiado, y en cuanto a los fósiles antiguosproducidos de esta manera, me disgustaban. Boris, según parecía, sintiendocuriosidad en lugar de repugnancia, había investigado el tema e indidentalmentehabía tropezado con una solución que atacaba al objeto sumergido con ferocidadinaudita, en un segundo cumplía la obra de años. Esto fue todo lo que pudecomprenderdelaextrañahistoriaqueacababadecontarme.Volvióahablaralcabodeunlargosilencio.

—Casi me da miedo cuando pienso en lo que he descubierto. Los científicosenloquecerían si se enteraran. Por lo demás, fue tan simple; se descubrió por símismo.Cuandopiensoenesafórmulayelnuevoelementoprecipitadoenescamasmetálicas…

—¿Quénuevoelemento?—Oh,nohepensadoendarleunnombre,ynocreoquenuncaselodé.Yahay

suficientesmetalespreciososenelmundoconlosquecortarcuellos.Agucélasorejas.—¿Hasproducidooro,Boris?—No,algomejor;pero…¡reparaunpoco,Alec!—dijoriéndoseyponiéndoseen

pie—.Túyyotenemostodoloquenecesitamosenestemundo.¡Ah,quésiniestroycodiciosoesyatuaspecto!

Tambiényoreí,yledijequemedevorabaeldeseodeloroyeramejorhablardeotracosa;demodoquecuando llegóGenevièvepocodespués lehabíamosdado laespaldaalaalquimia.

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Geneviève estaba vestida de gris plateado de la cabeza a los pies. La luzresplandecióalolargodelassuavesondulacionesdesucabelloclaroalvolverlelamejilla a Boris; me vio y devolvió mi saludo. Nunca antes había olvidado deenviarmeunbesoconlapuntasdesusblancosdedos,yyoprestamentemequejédelaomisión.Ellasesonrióymetendiólamanoquecayócasiantesderozarlamía;luegodijomirandoaBoris:

—DebesinvitaraAlecaquesequedeacomer.Tambiénestoeraalgonuevo.Siempreanteslohabíahechoellamisma.—Yalohice—dijoBorislacónico.—Y tú aceptaste, espero—dijo ella. Se volvió hacia mí con una encantadora

sonrisaconvencional.Podríahaberestadodirigidaaunaamistadiniciadaanteayer.Lehiceunareverencia.—J'avaisbienl'honneur,madame.Pero ella, rehusándose a adoptar el tipo de chanza acostumbrado,murmuró un

hospitalariolugarcomúnydesapareció.Borisyyonosmiramos.—Quizáseríamejorquememarchara¿nocrees?—¡Quemecuelguensilosé!—respondióélconfranqueza.Mientrasdiscutíamos laconvenienciademipartida,Genevièvereaparecióen la

puertasinsombrero.Estabamaravillosamentehermosa,perosucolorerademasiadoprofundo y sus bellos ojos brillaban en exceso. Vino directamente hacia mí y metomódelbrazo.

—La comida está pronta. ¿Me mostré malhumorada, Alec? Creí que teníajaqueca,peronolatengo.Venaquí,Boris—ydeslizósuotrobrazobajoeldeél—.Alecsabequedespuésdetinohaynadieaquienquieratanto,demodoquesialgunavezsesientedesdeñadonohadeofenderse.

—Alabonheur!—exclamé—.¿Quiéndicequenohaytormentasenabril?—¿Estáislistos?—canturreóBoris.—¡Síqueloestamos!Ycogidosdelbrazonosprecipitamoscorriendoalcomedorconescándalodelos

sirvientes. Después de todo, no se nos podía inculpar demasiado;Geneviève teníadieciochoaños,Borisventitrésyyonohabíacumplidotodavíalosveintiuno.

II

Cierto trabajoquehacíaporentonces,destinadoa ladecoracióndelboudoirdeGeneviève,eracausadequeestuvieraconstantementeenelextrañopetithoteldelarueSainte-Cécile.Borisyyoenesosdíastrabajábamosduro,perocuandonosveníaengana,locualsucedíairregularmente,demodoquelostres,juntoconJackScott,

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compartíamoselocio.Unatranquilatardeestabayorecorriendosololacasaexaminandocuriosidades,

examinando extraños rincones, encontrando confituras y cigarros en extravagantesescondrijos,yporfinmedetuveenelcuartodebaño.AllíestabaBoriscubiertodearcillalavándoselasmanos.

Elcuartoerademármolrosadoconexcepcióndelsuelo,tareceadoderosaydegris. En el centro había un estanque cuadrado por debajo del nivel del suelo; sedescendíaaélporalgunosescalonesypilaresesculpidossosteníanuncielorasoenelquehabíapintadosfrescos.Enelextremodelcuarto,undeliciosoCupidodemármolparecía acabardeposarse en supedestal.Todoel interior eraobradeBorisymía.Boris,ensusropasdetrabajodelonablanca,sequitabahuellasdearcillaycerarojademodelardesushermosasmanos,ycoqueteabaporsobreelhombroconelCupido.

—Teveo—insistía—,notratesdemiraraotraparteyfingirquetúnomevesamí.Biensabesquiéntehizo,pequeñohipócrita.

En estas conversaciones siempreme correspondía el papel de intérprete de lossentimientos del Cupido, y cuandome llegó el turno, respondí de manera tal queBorismecogiódelbrazoymearrastróhaciaelestanquedeclarandoquemeecharíaenél.Instantáneamentemesoltóelbrazoyempalideció.

—¡Diosmío!—dijo—.¡Habíaolvidadoqueelestanqueestállenodelasolución!Yotuveunligeroestremecimientoysecamenteleaconsejérecordarmejordonde

almacenabaelpreciosolíquido.—¡Portodosloscielos!¿Cómoseteocurreguardarprecisamenteaquíunalaguna

deesasustanciahorripilante?—lepregunté.—Quieroexperimentarconalgogrande—replicó.—¡Conmigo,porejemplo!—¡Ah, estuvemuy cerca de hacerlo como para gastar bromas! Pero por cierto

quieroobservarlaaccióndeesasoluciónenuncuerpovivientemáselaboradamenteorganizado;heallíesegranconejoblanco—dijosiguiéndomealestudio.

JackScott,conunachaquetamanchadadepintura,entróerranteenlaestancia,seapoderódetodaslasconfiturasorientalesenlasquepudometermano,saqueólacajadecigarrosyfinalmente,juntoconBoris,fueronavisitarlagaleríadeLuxemburgo,donde un nuevo bronce de Rodin y un paisaje deMonet reclamaban la exclusivaatención de la Francia artística. Yo volví al estudio y reanudé mi trabajo. Era unbiomborenacentistaqueBorisqueríaquepintaraparaelboudoirdeGeneviève.Peroelniñitoquedemalaganaposabaparaél,hoyrechazabatodosobornoqueleofrecíapara que adoptara la actitud adecuada. No se quedaba un instante en la mismaposición, y en el término de cincominutos, tuve otros tantos esbozos del pequeñomiserable.

—¿Estásposandooestásejecutandounbaileyunacanción?—inquirí.

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—Loqueplazcaamonsieur—replicóconunasonrisaangelical.Porsupuesto, lodespedíporesedíay,porsupuesto, lepaguéporsesiónentera,

puesasíescomocorrompemosanuestrosmodelos.Después que el diablillo se hubo marchado, dediqué al trabajo unas pocas

pinceladasrutinarias,peroestabadehumortandestemplado,quemellevóelrestodelatardedeshacerlohecho,demodoqueporfinraspélapaleta,metílospincelesenun cuenco de aguarrás y me dirigí al cuarto de filmar. En realidad creo que, conexcepción de los apartamentos de Geneviève, ningún cuarto de la casa estaba tandespojado de olor de tabaco como éste.Era un extraño caos de objetos diversos ytapices gastados. Junto a la ventana había una antigua espineta de dulces tonos enbuen estado. Había mostradores de armas, de armaduras indias y turcas sobre larepisa de la chimenea, dos o tres buenos cuadros y una colección de pipas. Aquísolíamos venir en busca de nuevas sensaciones al fumar. Dudo que haya existidonunca un tipo de pipa que no estuviera representado en esa colección. Cuandohabíamos elegido una, íbamos con ella a otro sitio y la fumábamos; porque enconjuntoel lugareraelmás lóbregoyelmenosacogedorde toda lacasa.Peroesatardeelcrepúsculoeratranquilizante,lasalfombrasylaspielessobreelsuelolucíanpardas,suavesysomnolientas;elgrandivánestabacubiertodecojinesymetendíallíparafumarunadesacostumbradapipaenelcuartodefumar.Habíaelegidounaconlargo cañón flexible y al encenderlame sumí en ensueños. Al cabo de un rato seapagó,peronomemoví.Seguíconmisensueñosynotardéenquedarmedormido.

Medespertólamúsicamástristequehubieraescuchadonunca.Elcuartoestabatotalmenteaoscuras,noteníaideadelahora.Unrayodelunaplateabaunángulodela vieja espineta, y la madera pulida parecía exhalar los sonidos como flota elperfumesobreunacajademaderadesándalo.Alguienselevantóenlaoscuridadysealejóllorandoquedamente,yyofuilobastanteneciocomoparaexclamar:

—¡Geneviève!Ella, al sonido de mi voz, se desvaneció, y yo tuve tiempo de maldecirme

mientras encendía una luz y trataba de alzarla del suelo. Ella me rechazó con unmurmullodedolor.EstabamuyquietaypidióveraBoris.Lallevéhastaeldiványfui en su busca, pero no se encontraba en la casa y los sirvientes habían ido aacostarse.Perplejoyansioso,fuidenuevoalencuentrodeGeneviève.Estabadondelahabíadejadoylucíamuyblanca.

—NoencuentroaBorisnianingunodelossirvientes—dije.—Losé—respondiódébilmente—.BorishaidoaEptconelseñorScott.Nolo

recordécuandoteenviéensubusca.—Peroenesecasonopuedeestarderegresoantesdemañanaporlatardey…¿te

hashechodaño?¿Tecaísteporelsustoquetedi?Quéestúpidosoy,peroestabasólodespiertoamedias.

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—Boriscreyóquetehabíasmarchadoantesdelacena.Perdóname,porfavor,pordejarteestaraquítodoestetiempo.

—Dormí una larga siesta—dije riendo—, tan profunda que no sabía si soñabatodavía cuando vi una figura que avanzaba sobremí y pronuncié tu nombre. ¿Hasestadoprobandolaviejaespineta?Debistedehaberlatocadomuydespacio.

Había contadomilmentiras peoresque aquélla por ver lamiradade alivioquepercibíensucara.Sesonriódeunmodoadorableydijoconsuvoznatural:

—Alec,tropecéenlacabezadeeseloboycreoquemeluxéeltobillo.Porfavor,llamaaMarieyluegoveteacasa.

Hiceloquemepedíayladejéallícuandovinoladoncella.

III

Al día siguiente amediodía, cuando fui de visita, encontré aBoris que andabaagitadoporelestudio.

—Genevièveduermeahora—medijo—,laluxaciónnohasidonada,pero¿porquélehabrásubidotantolafiebre?Eldoctornopuedeexplicarlooquizánoquierahacerlo—musitó.

—¿Genevièvetienefiebre?—pregunté.—Ya lo creo, y por momentos anoche tuvo mareos. Vaya la idea, la alegre

pequeñaGenevièvesinunasolapreocupación…nodejadedecirquetieneelcorazóndestrozadoyquequieremorir.

Mipropiocorazónsedetuvo.Boris se apoyaba en la puerta del estudio con lamiradabaja, lasmanos en los

bolsillos,susbondadososojospenetrantesanubladosyunanuevalíneadeinquietudtendida"sobreelbondadosoángulode labocaque trazaba lasonrisa".Ladoncellatenía órdenes de llamarlo en el instantemismo en queGeneviève abriera los ojos.Esperamos y esperamos, y Boris, inquieto, errabamanipulando cera demodelar yarcillaroja.Deprontosedirigióalcuartovecino.

—Venavermibañocolorrosallenodemuerte—exclamó.—¿Demuerte?—lepreguntéparaseguirleelhumor.—Nopretenderásllamarlavida,supongo—respondió.Mientrashablabacogióa

unsolitariopececillodoradodelapeceraqueseretorcíayseagitaba—.Enviaremosaésteenposdelotro…dondequieraqueesté.

Habíaunafebrilagitaciónensuvoz.Lafiebremeembotabalosmiembrosyelcerebrocuandoloseguíalhermosoestanquedecristaldeladosrosados;yarrojóalanimalito dentro. Al caer, sus escamas resplandecieron con un cálido brilloanaranjadoenmediodesuscoléricascontorsiones;enelmomentodepenetrarenel

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líquido,sepusorígidoysehundiópesadamentehastaelfondo.Luegoseprodujolaespumalechosa,losespléndidosmaticesirradiaronalasuperficieyluegoelrayodepura luz serena irrumpió desde lo que parecía una infinita profundidad. Borissumergiólamanoyextrajounobjetodemármolexquisitodevenasazuladas,rosadoyconrefulgentesgotasopalescentes.

—Un juego de niños—murmuró, y me miró fatigado, anhelante, como si yopudiera dar respuesta a semejantes preguntas. Pero llegó Jack Scott y se unió al"juego", como lo llamaba con vehemencia. No había otro remedio que intentar elexperimento con el conejo blanco allímismo en ese preciso instante.Deseaba queBoris sedistrajeradesuspreocupaciones,peronoqueríaverprivadodevidaaesacálidacriaturaymeneguéaestarpresente.Cogiendounlibroalazar,mesentéenelestudioaleer.Habíacogido¡ay!ElReydeAmarillo.Alcabodeunosinstantesqueparecieronsiglos,lodejéaunladoconunestremecimientonervioso,cuandoBorisyJackentraronconelconejodemármol.Borisdesapareciócomounrayoyenseguidagritó:

—Jack,vecorriendoenbuscadeldoctor;tráelocontigo.Alec,venaquí.Fui a la habitación deGeneviève y aguardé a la puerta.Una doncella asustada

saliódeprisaysealejócorriendoabuscarunremedio.Lajoven,sentadarígidamenteconmejillasenrojecidasyojosbrillantesbalbuceabasincesaryoponíaresistenciaaBoris, que con gentileza intentaba retenerla. Me llamó pidiéndome ayuda. A miprimer contacto, la joven suspiró, se dejó caer de espaldas cerrando los ojos yentonces—entonces—mientras estábamos todavía inclinados sobre ella, volvió aabrirlos,miróaBorisdirectamentealacara, lapobremuchachaenloquecidaporlafiebre, y confesó su secreto. En ese mismo instante, nuestras tres vidas siguieronnuevos senderos; el vínculo que nos habíamantenido unidos durante tanto tiempoestalló para siempre y un nuevo vínculo se forjó en su lugar, porque habíapronunciadominombreycomolafiebrelatorturaba,sucorazóndejóescaparelpesodesudoloroculto.Atónitoyconfundidoinclinélacabezamientraselrostromeardíacomocarbónencendidoylasangremefluíaalasorejas,dejándomeestupefactoconsuclamor.Incapazdemoverme,incapazdehablar,escuchésusfebrilespalabrasenmediodeunaagoníadevergüenzaydolor.Nomeeraposiblehacerlacallar,nomeeraposiblemiraraBoris.EntoncessentíunbrazosobremihombroyBorisvolvióhaciamíunacaraexangüe.

—Noestuculpa,Alec,noteapenessiteama…Peronopudoterminar;eldoctorentródeprisaalahabitacióndiciendo:—¡Ah,lafiebre!YotomédelbrazoaJackScottymelollevéconmigoalacallediciendo:—Borisprefiereestarsolo.Cruzamoslacalleparadirigirnosanuestrosapartamentosyesanoche,alverque

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también yo enfermaría, Jack fue nuevamente en busca del doctor. Lo último querecuerdohaberoídocondistinciónfueaJackquedecía:

—¡PorDios,doctor!¿Quépuedetenerparaqueselehayapuestoasílacara?YyopenséenElReydeAmarilloyenlaMáscaraPálida.Estuve muy enfermo, porque la tensión que padecí durante dos años desde la

mañana demayo en queGenevièvemurmuró "Te amo, pero creo que amomás aBoris", me afectó por fin. Nunca imaginé que podría superar mi capacidad deresistencia. Exteriormente tranquilo, me había engañado a mí mismo. Aunque labatallainteriorselibrabafuriosanochetrasnocheysoloenmicuartomemaldecíapor concebir rebeldes pensamientos desleales para con Boris e indignos deGeneviève,lamañanasiempremetraíaalivio,yvolvíaaGenevièveyamiqueridoBorisconelcorazónlavadoporlastempestadesdelanoche.

Nuncadepalabra,hechoopensamientohabíadelatadomidolordelantedeellos,nisiquieraamímismo.

Lamáscaradelautoengañonoerayaunamáscaraparamí,eraunapartedemímismo.Lanocheme laquitabadejandoaldesnudo laverdadsofocadapordebajo;peronohabíanadiequelavieraconexcepcióndemímismo,ycuandorompíaeldíalamáscarasemeajustabanuevamentedemaneraespontánea.Estospensamientosmepasaban por la mente perturbada mientras yacía enfermo, pero se entremezclabanimplacables con visiones de blancas criaturas, pesadas como la piedra, que searrastrabanpor la tinadeBoris:de lacabezade lobosobre laalfombraquecon laboca espumante trataba de morder a Geneviève, que estaba tendida junto a ellasonriente.TambiénpensabaenelReydeAmarilloenvueltoenlosfantásticoscoloresdesucapaharapientayelamargogritodeCassilda:"¡Noanosotros,ohRey,noanosotros!" Febrilmente luchaba por apartarlo de mí, pero veía el lago de Hali,incoloroeinmóvilsinondaniráfagaqueloagitara,yveíalastorresdeCarcosatrasla luna. Aldebarán, las Hiadas, Alar, Hastur se deslizaban por entre las nubesdesgarradas que ondulaban y flameaban como los harapos bordados del Rey deAmarillo. Entre todos estos, un pensamiento sano persistía. Jamás oscilaba, noimportaquéfueraloqueacaecíaenmimentedesordenada:quelarazónfundamentalde mi existencia era satisfacer algún requerimiento de Boris y Geneviève. Nuncaestuvoclaroenquéconsistíaestaobligación;avecesparecíaprotección,otrasapoyoenmediodeunagrancrisis.Loquefuere,supesorecaíatodosobremí,ynuncamesentí tandébilo enfermoquenoestuvieradispuesto a responder con todael alma.Siempre me rodeaba una multitud de rostros, extraños en su mayoría, aunque aalgunoslosreconocía,aldeBorisentreellos.Despuésmedijeronquenoeraposiblequeocurriera,peroséqueunavezalmenosseinclinósobremí.Fuesólouncontacto,unecoligerodesuvoz,luegomissentidosseanublaronnuevamenteyloperdí,peroélestabaallí,yseinclinósobremiunavezalmenos.

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Porfin,unamañanamedespertéylaluzdelsoliluminabamicamayJackScottestabaleyendoamilado.Noteníafuerzassuficientescomoparahablarenaltavoz,nime era posible pensar ymuchomenos recordar, pero sonreí débilmente cuandoJackmemiró.Sepusoenpiedeunsaltoymepreguntóansiososinecesitabaalgo.Pudemusitar:

—Sí,aBoris.Jacksedirigióalacabecerademicamayseinclinóparaarreglarlaalmohada;no

levilacara,peromecontestócordial:—Debesesperar,Alec,estásdemasiadodébilaunparaveraBoris.Esperé y fortalecí; en unos pocos días fui capaz de ver a quien quería, pero

entretantohabíapensadoyrecordado.Desdeelmomentoenqueelpasadovolvióasermeclaro,niporuninstantedudédeloqueharíacuandoelinstantellegara,ymesentíplenamentesegurodequeBorishabríaadoptadolasmismasmedidasenloqueaélleconcernía;encuantoaloqueamísolomeincumbía,sabíaqueveríalascosascomoyo.Yanopedíveranadie.Nuncapreguntéporquénomellegabanmensajesde ellos; todavía más, durante la semana que me estuve acostado esperando yfortaleciéndomenooípronunciarsunombreunasolavez.Preocupadopormipropiabúsquedadelcaminocorrectoymidébilperodecididaluchacontraladesesperación,sencillamenteaceptélareticenciadeJack,teniendoporseguroquenoseanimabaahablar de ellos por temor de que me volviera ingobernable e insistiera en verlos.Entretantomerepetíaunayotravezcómoiríanlascosascuandolavidarecomenzarapara todos nosotros. Reemprenderíamos nuestras relaciones exactamente comohabían sido antes queGeneviève cayera enferma.Boris y yonosmiraríamos a losojos,ynohabríarencor,nicobardía,nidesconfianzaenesamirada.Estaríaunacortatemporada en la querida intimidad de su hogar y luego, sin explicación alguna,desapareceríaparasiempredesusvidas.Borissabría,Geneviève…elúnicoconsueloera que no lo sabría nunca. Cuando lo volví a pensar, me pareció que habíadescubiertoelsignificadodeesasensacióndeobligaciónquenomeabandonónuncadurantemi delirio, y la única respuesta que le cabía.Demodo que cuando estuvepronto,lehiceseñasaJackdequesemeacercaraundíayledije:

—Jack,quieroveraBorisenseguida:ydamiscariñosossaludosaGeneviève.Cuandopor finmehizo entender que los doshabíanmuerto, fue tangrande la

cólera que se apoderó demí, quemis escasas fuerzas de convalesciente quedaronreducidasaátomos.Rabiéymemaldijehastarecaerenlaenfermedad,delaquesalíarrastrándomealcabodeunasemanaconvertidoenunmuchachodeveintiúnañosconvencidodequehabíaperdidolajuventudparasiempre.Parecíahaberperdidolacapacidaddesufrirmástodavía,yundía,cuandoJackmediounacartaylasllavesdelacasadeBoris,lascogítemblorosoylepedíquemelocontaratodo.Eracrueldemi parte pedírselo, pero no era posible evitarlo, y él se inclinó fatigado sobre sus

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delgadasmanosparareabrirlaheridaquenuncapodríacurarporcompleto.Empezóahablarconplenacalma.

—Alec,anoserquetengasunaclavedelaquenadasé,nopodrásexplicarmásqueyoloquehasucedido.Sospechoquepreferiríasnoescucharestosdetalles,perodebes saberlos, de otromodo te ahorraría el relato.Dios es testigo de que querríahacerlo.Utilizarépocaspalabras.

"Esedíaenque tedejéalcuidadodeldoctoryvolvía lodeBoris, loencontrétrabajandoenlos'Hados'.Geneviève,dijo,estabadormidabajoelefectodesedantes.Habíaestadoporcompletofueradesí,medijo.Siguiótrabajandosindeciryanadayyomequedéobservándolo.Antesquenomuchotranscurriera,advertíquelatercerafigura del grupo—la quemira directamente hacia adelante por sobre elmundo—teníasucara;nocomonuncaselaviste,sinocomolucíaentoncesycomolucióhastael final. Me gustaría encontrar una explicación para esto, pero no me será nuncaposible.

"Bien, él trabajaba y yo lo observaba en silencio, y así seguimos casi hastamedianoche. Entonces oímos una puerta que se abría y se cerraba después de ungolpe,yunarápidacarreraenelcuartovecino.Borissaliódisparadoporlapuertayyo fui trasél;pero llegamosdemasiado tarde.Ellaestabaenel fondodel estanquecon las manos cruzadas sobre el pecho. Entonces Boris se disparó un tiro en elcorazón.—Jack dejó de hablar, tenía gotas de sudor bajo los ojos y las delgadasmejillasletemblaban—.LlevéaBorisasuhabitación.Luegovolvíyquitéelinfernalfluido del estanque y, dejando correr el agua, lavé elmármol hasta la última gota.Cuandopor finmeatrevíadescender lospeldaños, laencontréyacenteallí,blancacomo la nieve. Por último, cuando hube decidido cuál sería la mejor medida poradoptar, fui al laboratorio, y primero vertí la solución del cuenco en el tubo deevacuación; luego, tras ella, vertí el contenido de todas las botellas y todos losfrascos.Habíaleñaenelhogar,demodoquehiceunfuegoyrompiendoelcerrojodelgabinetedeBoris,quemétodossuspapeles,laslibretasdenotasylascartasqueallíhabía.Conunmazoquehalléenelestudio,hicepedazostodaslasbotellasvacíasy cargándolas en un cubo para carbón, las llevé al sótano y las arrojé al suelocalentadoalrojodelhorno.Seisvecesrepetíelviaje,yporfinnielmenorvestigioquedó de nada que pudiera servir de ayuda para reencontrar la fórmula que Borishabíadescubierto.Entonces,porfin,meatrevíallamaraldoctor.Esunbuenhombreyjuntosluchamospormantenerelsecretoanteelpúblico.Sinsuayudanuncayolohabríalogrado.Porúltimopagamosalossirvientesylosenviamosalcampo,dondeel viejo Rosier los mantiene tranquilos con el cuento de los viajes de Boris yGeneviève por tierras distantes, desde donde no retornarán en largos años. DimossepulturaaBorisenelpequeñocementeriodeSèvres.Eldoctoresunbuenhombreysabecuándotenerpiedaddealguienaquiennoleesposiblesoportaryamás.Diosu

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certificadodeunaenfermedadcardíacaynomeformulópreguntas.Entonces,levantandolacabezadelasmanos,dijo:—Abrelacarta,Alec;esparalosdos.Rompíelsobre.EraeltestamentodeBorisfechadounañoantes.Dejabatodoa

Geneviève,yencasodequeellamurierasintenerhijos,yodebíahacermecargodelacasade la rueSainte-Cécile,yJackScott,de laadministraciónenEpt.Almorirnosotros,lapropiedaddebíavolveralafamiliadesumadreenRusia,conexcepcióndelosmármolesesculpidosejecutadosporél.Estosmelosdejabaamí.

LapáginaseanublóantenuestrosojosyJacksepusodepieysedirigióhacialaventana.Enseguidavolvióysesentónuevamente.Teníamiedodeoír loqueibaadecir,peroélhablóconlamismasencillezygentileza.

—GenevièveyaceantelaMadonaenelcuartodemármol.LaMadonaseinclinatiernamente sobre ella, y Geneviève sonríe a su vez a esa cara serena que jamáshabríaexistidodenohabersidoporella.

Selequebrólavoz,peromecogiólamanodiciendo:—Coraje,Alec.AlamañanasiguientepartióaEptparacumplirelcometidodesucargo.

IV

Esamismatardecogílasllavesymedirigíalacasaquetanbienconocía.Todoestabaenorden,peroelsilencioeraterrible.Aunquefuidosveceshastalapuertadelcuartodemármol,nomedecidíaentrar.Estabamásalládemisfuerzas.Fuialcuartode fumar y me senté frente a la espineta. Sobre el teclado había un pañuelito deencajeymealejéahogadoporlacongoja.Eraevidentequenopodíaquedarmeallí,demodoquecerrétodaslaspuertas,todaslasventanasylostresportalesdelanterosytraserosypartí.AlamañanasiguienteAlcidepreparómimaletaydejándoloacargodemisapartamentos,cogíelexpresoOrienteendireccióndeConstantinopla.Durantelos dos años que erré por el Oriente, en un principio nunca mencionábamos aGeneviève y a Boris en nuestras cartas, pero gradualmente sus nombres fueronapareciendo. Recuerdo en particular un pasaje de una de las cartas de Jack enrespuestaaunadelasmías.

"LoquemedicesdequevisteaBorisinclinándosesobretiyquetetocólacarayque oíste su voz, por supuesto, me perturba. Lo que describes debió de habersucedido una semana después de habermuerto.Me digo amímismo que estabassoñando,queesoformabapartedetudelirio,perolaexplicaciónnomesatisface,nitampocotesatisfaríaati".

HaciafinesdelsegundoañomellegóunacartadeJackalaIndiatandistintade

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nadaquepudieraesperarsedeél,quedecidívolveraParíssindemora.Escribía:"Meencuentrobienyvendomiscuadroscomosuelenhacerlolosartistasqueno

necesitandinero.No tengopreocupacionespropias,peromeencuentro tan inquietocomosilastuviera.Meesimposibledesembarazarmedeciertaansiedadporti.Noesaprensión, es más bien una expectativa extrema de Dios sabe qué. Por la nochesiempre sueño contigo y con Boris. No recuerdo nunca nada después, pero medespiertoa lamañanaconel corazónpalpitanteydurante todoeldía la excitaciónaumentahastaquemequedodormidoalanochepararepetirlamismaexperiencia.Ellometieneagitado,ymehedecididoaterminarcontanmórbidasituación.Deboverte.¿IréyoaBombayovendrástúaParís?"

Letelegrafiédiciéndolequemeesperaraenelpróximovapor.Cuandonosencontramos, loencontrémuypococambiado;yo, insistíaél, tenía

aspecto de gozar una perfecta salud. Era bueno escuchar nuevamente su voz, ycuandonossentamosyconversamosacercadeloquelavidanosteníaaúnreservado,sentimosqueerahermosoestarvivosenelesplendordelaprimavera.

NosquedamosenParísunasemanajuntos,yluegofuiconélporunasemanaaEpt,peroantesquenadavisitamoselcementeriodeSévresdondeyacíaBoris.

—¿Pondremoslos"Hados"enelbosquecillosobresucuerpo?—preguntóJack.—Creoquesólola"Madona"deberíavigilarlatumbadeBoris—lerespondí.Peromi regresoennadamejoró lasituacióndeJack.Lossueñosde losqueno

podía retenernielmenoresbozodefinidocontinuaron,ydecíaqueenocasiones lasensacióndeexpectativaintensaleresultabasofocante.

—Yaves que te hagodaño en lugar de bien—ledije—.Pruebaun cambiodevidasinmí.

DemodoqueélinicióunviajeentrelasIslasdelCanalyyoregreséaParís.NohabíaentradoencasadeBoris,ahoramía,desdemiretorno,perosabíaquetendríaquehacerlo.Jacklahabíamantenidoenorden;habíasirvientesenella,demodoqueabandonémipropioapartamentoyfuiavivirallí.Enlugardelaagitaciónquehabíatemido, descubrí que podía pintar allí tranquilamente. Visité todos los cuartos…menos uno. No podía decidirme a entrar en el cuarto de mármol donde yacíaGeneviève y, sin embargo, sentía día a día crecer el anhelo de verla la cara, dearrodillarmejuntoaella.

Unatardedeabrilestabatendidosoñandoenelcuartodefumar,comolohabíaestado dos años antes, ymecánicamente busqué la piel de lobo entre las atezadasalfombras orientales. Por fin distinguí las orejas puntiagudas y la cruel cabezaachatada,y recordéel sueñoenquehabíavistoaGeneviève reclinada juntoaella.Losyelmostodavíacolgabansobrelosraídostapices,entreelloselantiguomorriónespañolqueGenevièvesehabíapuestounavezcuandonosdivertíamosconlasviejasarmaduras.Mirénuevamentelaespineta;cadaunadelasteclasamarillentasparecía

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dar expresión a sumano acariciante, yme puse en pie, atraído por la fuerza de lapasióndemividahacialapuertaselladadelcuartodemármol.Laspesadaspuertasgiraron hacia adentro bajomismanos temblorosas. La luz del sol se vertía por laventanatiñendodeorolasalasdeCupidoysedemorabacomounaaureolasobrelafrente de la Madona. Su tierna cara se inclinaba compasiva sobre una forma demármoltanexquisitamentepura,quemearrodilléymepersigné.Genevièveyacíaenla sombra bajo laMadona y, sin embargo, a través de sus blancos brazos veía lapálida vena azul, y bajo sus manos ligeramente asidas los pliegues de su vestidoestaban teñidosde rosa,comosi emanaradealguna luzapenascálidadentrode supecho.

Inclinándomeconelcorazónroto,roceconloslabioslosplieguesdemármol,yluegovolvíalacasasilenciosa.

Vinounadoncellaquemetrajounacarta,ymesentéenelpequeñoconservatorioparaleerla;perocuandoestabaporromperelsello,alverquelajovensedemoraba,lepreguntéquéquería.

Tartamudeóalgoacercadeunconejoblancoquehabíasidoatrapadoenlacasaypreguntóquédebíahacerseconél.Ledijequelodejaralibreeneljardínvalladotraslacasayabrílacarta.EradeJack,perotanincoherentequepenséquehabríaperdidoeljuicio.Noeramásqueunaseriederuegosdequenoabandonaralacasahastaqueél regresara; no podía decirme por qué, eran los sueños, decía; no le era posibleexplicarnada,peroestabasegurodequenodebíaabandonarlacasadelarueSainte-Cécile.

Cuandoterminédeleer,levantélavistayvialamismasirvientaalapuertaquesosteníaunapeceradecristalenlaquenadabandospececillosdorados.

—Ponlosdenuevoeneltanqueyexplícameporquémeinterrumpes—ledije.Conungemidoamediasreprimidovacióaguaypecesenunacuarioquehabíaen

el extremo del conservatorio, y volviéndose hacia mí me pidió permiso paraabandonar su puesto a mi servicio. Dijo que la gente se estaba burlando de ellaevidentementeconelfindeperjudicarla;habíanrobadoelconejodemármolyhabíanintroducido otro vivo en la casa; los dos hermosos peces de mármol habíandesaparecido y acababa de encontrar otros dos vivos saltando en el suelo delcomedor.Laconsoléyledespedídiciéndolequeyomismovigilaría.Fuialestudio;no había nada allí fuera demis telas y algunos vaciados, con excepción del LirioPascualdemármol.Lovisobreunamesaenelotroextremodelcuarto.Meacerquéaélconenfado.Perolaflorquecogídelamesaestabafrescayfrágilyllenabaelaireconsufragancia.

Entonces de pronto comprendí yme precipité por la puerta hacia el cuarto demármol.Laspuertasseabrieronbruscamente,laluzdelsolmedioenlacaraatravésde ellas laMadona sonreíamientrasGeneviève levantaba su cara arrebolada de su

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lechodemármolyabríasusojossomnolientos.

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ENLACORTEDELDRAGON

Oh,TúqueentucorazóntequemasporlosquesequemanEnelinfierno,cuyosfuegosalientasatuvez;¿Cuántocundiráelgrito"Tenedpiedaddeellos,Dios"?¡Vaya!¿QuiénerestúparaenseñaryÉlparaaprender?

EnlaiglesiadeSt.Barnabélasvísperashabíanterminado;elclérigoabandonóelaltar;lospequeñosniñosdelcoroatravesaronelpresbiterioyocuparonsusitioenelbanco.Unsuizodericouniformeavanzóporelpasillodelsurhaciendoresonarsubastón cada cuatro pasos sobre el suelo de piedras; tras él venía ese elocuentepredicadorybuenhombrequeesMonseigneurC.

Miasiento seencontrabacercade labarandadelpresbiterio.Mevolvíhaciaelextremooestedelaiglesia.Losdemásentreelaltaryelpálpitosevolvierontambién.Huboalgúnarrastrardepiesycrujirde telasmientras lacongregaciónseacomodónuevamente;elpredicadorsubióalpálpitoyelórganoseacalló.

Siempreme había parecido sumamente interesante lamúsica del órgano en St.Barnabé.Erudita y científica, era demasiado paramis escasos conocimientos, peroexpresabaunavívida inteligencia, sibien fría.Además,poseía la francesacualidaddelgusto.Elgustoreinabasupremo,autocontrolado,dignoyreticente.

Hoysinembargo,desdeelprimeracorde,habíasentidouncambioparapeor,uncambio siniestro. Durante las vísperas había sido principalmente el órgano delpresbiterioelquehabíaapoyadoelhermosocoro,perodevezencuando,demododeltodocaprichoso,segánparecía,desdelagaleríadelOestedondeseencontrabaelgranórgano,unamanopesadahabíairrumpidoenla iglesiaalterandolaserenapazdeesasdiáfanasvoces.Eraalgomásqueasperezaydisonanciaydelatabanopocahabilidad.Mientrasirrumpíaunayotravez,recordéloquemislibrosdearquitecturadecíanacercadelaantiguacostumbredeconsagrarelcoronobienseedificaba,ylanave, que se terminaba a veces medio siglo más tarde, a menudo quedaba sinbendiciónalguna:mepreguntéfantasiososinoseríaeseelcasodeSt.Barnabéysialgoquenodebía ser advertido sehabríaapoderadode lagaleríadelOeste.Habíaleídoquetalescosassucedíantambién,peronoenobrasdearquitectura.

EntoncesrecordéqueSt.Barnabénoteníamuchomásdecienaños,ymesonreíante la incongruente asociación de las supersticiones medievales con esa animadaobritadelrococódelsigloXVIII.

Pero ahora las vísperas habían terminado y deberían haber seguido unos pocosacordestranquilosadecuadosparaacompañarlameditaciónmientrasesperábamosel

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sermón.Enlugardeello,ladiscordanciaenelextremoinferiordelaiglesiairrumpiójuntoconlapartidadelclérigocomosinadapudieracontrolarla.

Pertenezcoa la especiedeunageneraciónmás antiguay simple a laqueno legustabuscarenelartesutilezaspsicoiógicas;ymehenegadosiempreaencontrarenlamúsicaalgomásquemelodíayarmonía,perosentíqueenellaberintodesonidosquesalíandeeseinstrumentoseperseguíaaalguien.Arribayabajolospedalesibantrasél,mientrasel tecladobramaba suaprobación. ¡Pobrediablo!Quienquieraquefuesenoparecíateneresperanzasdeescapatoria.

Mifastidionerviosotransformóseenenfado.¿Quiéneraelqueestabahaciendoeso?¿Cómoseatrevíaatocarasíenmediodelserviciodivino?Miréalagentequemerodeaba:nadieparecíaperturbadoparanada.Lasplácidasfrentesdelasmonjasarrodilladas, vueltas todavía hacia el altar, no habrían perdido nada de su devotaabstracción bajo la pálida sombra de sus blancos tocados.La elegante señora amilado miraba expectante a Monseigneur C. Por lo que su cara delataba, el órganopodríahaberestadotocandounAveMaría.

Pero ahora, por fin, el predicador había hecho el signo de la cruz y ordenadosilencio. Me volví hacia él de buen grado. Hasta entonces no había hallado eldescansoquehabíabuscadoalentraraSt.Barnabéesatarde.

Estaba agotado por tres noches de sufrimiento físico y perturbaciónmental: laúltimahabíasidolapeor,yerauncuerpoexhaustoyunamenteobnubiladaaunqueagudamente sensitiva lo que había llevado a mi iglesia favorita para su curación.PorquehabíaestadoleyendoElReydeAmarillo.

"El sol se eleva; ellos se reúnen y yacen en sus cubiles." Monseigneur C.pronunciabasutextoconvozserena,mirandoconcalmaalacongregación.Dirigílamirada,noséporqué,alextremoinferiordelaiglesia.Elorganistasalíadetrásdelostubosyalpasarporlagalería,lovidesaparecerporunapequeñapuertaqueconducea unas escaleras que descienden directamente a la calle. Era un hombre delgado yteníalacaratanblancacomonegroerasuabrigo.

"¡Debuenanos libramos!—pensé—.¡Vayamúsica tanmaligna!Esperoque tuasistenteimproviseelfinal."

Conunsentimientodealivio,conunprofundoycalmosentimientodealivio,mevolví hacia la humilde cara en el pálpito, yme dispuse a escuchar. Aquí, por fin,estabalapazmentalqueanhelaba.

—Hijos míos —decía el predicador— hay una verdad que el alma humanaencuentra lamásdifícil: quenada tieneque temer.Nuncaaprendequenadapuededañarlarealmente.

¡Curiosadoctrina—pensé—paraunsacerdotecatólico!VeamoscómoreconciliaesoconlosPadres."

—Nadapuederealmentedañarelalma—prosiguióconsustonosmásserenosy

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claros—porque…Peronooíelresto;mimiradaabandonósucara,noséporquérazón,ybuscóel

extremoinferiordelaiglesia.Elmismohombresalíadedetrásdelórganoyavanzabaporlagaleríasiguiendoelmismocamino.Peronohabíatenidotiempodevolvery,sihubiera vuelto, lo habría visto. Sentí un ligero escalofrío y el corazón me dio unvuelco;y,sinembargo,susidasyvenidasnoerannadaquemeconcerniera.Lomiré:no podía apartar la mirada de su figura negra y su cara pálida. Cuando estabaexactamentefrenteamí,sevolvióylanzóatravésdelaiglesia,directamenteamisojos,unamiradadeodiointensoymortal:jamáshevistootraigual.¡QuieraDiosquejamásvuelvaaverla!Luegodesaparecióporlamismapuertaporlaquelohabíavistopartirhacíamenosdesesentasegundos.

Tratédeordenarmispensamientos.Miprimerasensaciónfuecomoladeunniñomuypequeñoquesehalastimadoydemoraelalientoparaecharseallorar.

Descubrirmedeprontoelobjetodeunodiotaleraexquisitamentedoloroso:yesehombreeraunperfectodesconocido.¿Porquémeodiabaasí?Amí,aquien jamáshabíavistoantes.Porunmomentotodasmisotrassensacionessemezclaronconestaangustia:aunelmiedoestabasubordinadoalapenayporesemomentonoabriguélamenor duda; pero empecé a razonar y una sensación de incoherencia vino en miayuda.

Como lo he dicho, St. Barnabé es una iglesia moderna. Es pequeña y bieniluminada;uno laabarca todacasideunamirada.Lagaleríadelórganorecibeunaintensaluzblancadeunahileradeventanasbajaseneltriforioquenotienesiquieracristalescoloreados.

Comoelpúlpitoestáenmediodela iglesia,cuandomevolvíahaciaél, todoloque semoviera enel extremoOestenoescaparía amimirada.Noera extrañoquehubieravistopasaralorganista:sencillamentehabíacalculadomalelintervaloentresu primera y su segunda aparición. Había entrado en ese lapso por la otra puertalateral.Encuantoalamiradaquetantomehabíaalterado,nolahabíahabidoyyonoeramásqueuntontovíctimademispropiosnervios.

Mireamialrededor.¡Vayalugarparadaralbergueahorroressobrenaturales!Lacara regular y razonable de Monseigneur C—, sus modales controlados, susademanesaplomadosygraciosos¿nodesalentabanlaideadeunmisterioespantable?Miré por sobre su cabeza y por poco nome echo a reír. Esa veleidosa señora quesosteníaunaesquinadelpabellóndelpúlpito,semejanteaunmanteldedamascoconflecosalviento,enelprimerintentodeunbasiliscodeaposentarseenlagaleríadelórganoloapuntaríaconsutrompletadeoroyapagaríasinmássuexistencia.Reíasolasdelaocurrenciaque,enaquelmomento,mepareciómuydivertida,ymequedésentadomofándomedemímismoydetodoslosdemás,delaviejaarpíafueradelabaranda,quemehabíahechopagardiezcéntimospormiasientoantesdepermitirme

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pasar (me dije que se parecía mucho más a un basilisco que el organista de tananémica apariencia): desde la tétrica vieja señora hasta… ¡ay; sí! hasta el mismoMonseigneur C—. Porque toda devoción había desaparecido. Nunca había hechocosasemejanteenmivida,peroahorasentíadeseosdemofarme.

Encuantoalsermón,noescuchédeélniunapalabra,puesenmisoídosresonaba

DecuaresmanoshaendilgadoCatorcesermoneselpredicadorUntuososylargosymuyaburridos

acompásdelospensamientosmásfantásticoseirreverentes.No teníayasentidoseguirallí sentado:debía salirafueraydesembarazarmede

esteodiosoestadodeánimo.Sabíalagroseríaqueestabacometiendo,peromepusedepieyabandonélaiglesia.

El sol primaveral brillaba en la rue St. Honoré mientras bajaba corriendo laescalinata de la iglesia. En una esquina había una carretilla llena de junquillosamarillos, pálidas violetas de la Riviera, oscuras violetas rusas y jacintos romanosblancos enmedio de una nube dorada demimosas. La calle estaba llena de genteendomingadaenbuscadeplacer.Hicegirarmibastónyreíjuntoconellos.Alguienmealcanzóysiguiódelargo.Nosevolvió,perohabíaensupálidoperfillamismamalignidadmortalquelaquehabíahabidoensusojos.Loobservémientrasestuvoalalcancedemivista.Suespaldaestrechaexpresabalamismaamenaza;cadapasoqueloseparabademíparecíallevarloaciertocometidorelacionadoconmidestrucción.

Avancé arrastrándome; mis pies casi se rehusaban a transportarme. Empezó adespertarenmíciertosentimientoderesponsabilidadporalgodesdemuchotiempoatrásolvidado.Empezóaparecermequemerecíaaquelloconloquemeamenazaba:era algo que remontaba hasta muy atrás… muy, muy atrás. Había permanecidodormido todos estos años: estaba allí sin embargo, y no tardaría en surgir yenfrentarme.Perointentaríaescapar;yavancécondificultadlomejorquepudeporlarue de Rivoli, a través de la Place de la Concorde, hasta el Quai. Miré con ojosenfermoselsol,quebrillabaatravésdelrocíoblancodelafuente,derramadosobrelasespaldasdeoscurobroncede losdioses fluviales,enelextremolejanodelArc,una estructura de niebla amatista, en los incontables panoramas de tallos grises yramasdesnudasligeramenteverdes.EntonceslovivenirnuevamenteporlaalamedadenogalesdelCourslaReine.

Abandoné la vera del río,me interné ciegamente en losChampsElysées ymedirigí hacia el Arc. El sol poniente iluminaba el césped verde del Rond-point: enplenoresplandorélestabasentadoenunbancorodeadodeniñosydemadres.Noeramás que un ocioso en domingo, como los demás, como yomismo. Pronuncié las

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palabras casi envoz alta, sin cesarde contemplar el odiomalignoquehabía en surostro. Pero él nomemiraba. Pasé arrastrándome a su lado y avancé con pies deplomopor laAvenue.Sabíaquecadavezqueloencontrara,elcumplimientodesucometidoymidestinoestaríanmáscerca.Yauntratabadesalvarme.

LosúltimosrayosdelsolponientesevertíanatravésdelgranArc.Pasébajoél,ymeloencontrécaraacara.LohabíadejadomuyatrásenlosChampsElyséesy,sinembargo, venía con unmontón de gente que volvía del Bois deBoulogne. Semeacercótantoquemerozó.Sentísufrágilestructuracomodehierrodentrodesuflojacuberturanegra.Nodabamuestrasdeprisa,nidefatiga,nidesentimientohumanoalguno. Todo su ser no expresaba más que una cosa: la voluntad y el poder dehacermedaño.

Lo miré angustiado avanzar por la ancha avenida llena de gente, en la queresplandecían ruedas y los jaeces de los caballos y los cascos de la GardeRepublicaine.

Pronto lo perdí de vista; entoncesme volví y huí.AlBois ymuchomás lejostodavía…nosédóndefui,peroalcabodeunlargorato,segúnmepareció,lanochehabía caído yme encontré sentado a lamesa ante un pequeño café. Había vueltoerrantealBois.Habíantranscurridohorasdesdelaúltimavezquelohabíavisto.Lafatigafísicayelsufrimientomentalnomedejabanyacapacidadparapensarosentir.Estabacansado¡tancansado!Anhelabaocultarmeenmipropiaguarida.Medecidíairacasa.Perohabíaquerecorrerunlargocamino.

VivoenlaCortedelDragón,unpasajeestrechoquevadelaruedeRennesalarueduDragon.

Era un Impasse, transitable sólo por peatones. Sobre la entrada de la rue deRenneshayunbalcónsostenidoporundragóndehierro.Dentrodelpatioselevantana ambos lados viejas casas altas y cierran los extremos que dan a ambas calles.Enormesportonesgiranenlosgoznesdeprofundasarcadasduranteeldíaycierranelpatio después de anochecer, teniendo uno entonces que entrar llamando a ciertaspuertecitasaloslados.Elpavimentohundidoacumulainsalubrescharcos.Empinadasescalerasbajanalaspuertasqueseabrenalpatio.Lasplantasbajasestánocupadasportiendasdeartículosdesegundamanoyherreros.Durantetodoeldíaresuenanenellugarmartillosybarrasdemetal.

Aunquees insalubre abajo,hayvivacidad, comodidady trabajoduroyhonestoarriba.

En laquintaplantaestán los talleresdearquitectosypintoresy los refugiosdeestudiantesdeedadmedianacomoyo,quequierenvivirsolos.Cuandovineaviviraquíerajovenynoestabasolo.

Tuvequeandarlargoratoantesqueunvehículoconvenienteapareciera,peroporfin,cuandocasihabíallegadoalArcdeTriomphenuevamente,vinouncochevacíoy

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locogí.Desde el Arc hasta la rue de Rennes hay un camino de más de media hora,

especialmente cuando uno es transportado por un caballo cansado que ha estado amerceddelagentequepaseaendomingo.

HubotiempoantesdepasarbajolasalasdelDragóndeencontraramienemigounayotravez,peronoloviymiesconditeahoranoestabalejos.

Ante el portón estaba jugandoun grupo de niños.Nuestro conserje y sumujerestaban entre ellos con su perro de lanas negromanteniendo el orden; en la aceraalgunasparejasvalsaban.Devolvísusaludoyentréapresuradamente.

Todos los habitantes del patio habían salido a la calle. El lugar estabacompletamente desierto, iluminado por unas pocas linternas que colgaban desde loaltoyenlasqueelgasardíaopacado.

Miapartamentoestabaenlaúltimaplantadelacasasobreelmediodelpatio,ysellegabaaélporunaescaleraquedescendíacasihasta lamismacalledejando libresólounestrechopasaje.Puseelpieenelumbraldelapuertaabierta; laamistosayruinosaescalerasealzabaantemíparaconducirmealdescansoyelabrigo.Almirarpor sobre el hombro derecho, lo vi a diez pasos de distancia.Había entrado en elpatioconmigo.

Avanzaba derecho, ni lenta ni velozmente, sino derecho haciamí.Y ahorameestabamirando.Porprimeravezdesdequenuestrasmiradassecruzaronenlaiglesia,volvíanahoraaencontrarsenuevamente,ysupequelahorahabíallegado.

Retrocediendoporelpatio,loenfrenté.TeníaintencióndeescaparporlaentradadelarueduDragon.Susojosmedijeronquejamáspodríahacerlo.

Parecierontranscurrirsiglosmientrasyoretrocedíayélavanzabaporelpatioenperfecto silencio; peropor fin sentí la sombrade la arcada, y el paso siguientemellevóa su interior.Había tenido intencióndevolvermeaquíydeunsaltohuira lacalle. Pero la sombra no era la de una arcada; era la de una bóveda. Las grandespuertasdelarueduDragónestabancerradas.Losentíporlanegruraquemerodeaba,y en el mismo instante pude leer en su rostro. ¡Cómo brillaba su rostro en laoscuridad mientras se me acercaba! La profunda bóveda, las enormes puertascerradas, los fríoscerrojosdehierroestaban todosdesu lado.Aquelloconquemehabía amenazado había llegado: se recogía y pesaba sobre mí en las insondablessombras; el punto desde el cual atacaría eran sus ojos infernales. Sin esperanzas,apoyélaespaldacontralaspuertasatrancadasylodesafié.

Huboarrastrarsedesillasenelsuelodepiedraycrujirdevestidosalponerselacongregación de pie. Podía oír a la guardia suiza en el pasillo sur que precedía aMonseigneurC.aldirigirsealasacristía.

Las monjas arrodilladas abandonaron su devota abstracción y, haciendo una

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reverencia,partieron.Ladamaelegante,mivecina,tambiénselevantócongraciosareserva.Alpartirsumiradarecorrióligeramentemirostrocondesaprobación.

Mediosordo,oasíme loparecióamí,aunqueconsuma intensidadatentoa lamenortrivialidad,mequedéséntadoentrelamultitudociosaqueavanzaba;luegomelevantéyotambiénymedirigíhacialapuerta.

Había estado dormido durante todo el sermón. ¿Lo había estado en realidad?Levanté la cabeza y lo vi dirigirse por la galería a su sitio. Sólo lo vi de lado; sudelgadobrazoensunegracoberturaparecíaunodeesosdiabólicosinstrumentossinnombreesparcidosporlascámarasdetorturainutilizadasenloscastillosmedievales.

Peromehabíaescapadodeélapesarquesusojosmehabíandichoquenopodríahacerlo. ¿Me había escapado de él?Del olvido, donde había tenido esperanzas dedejarlo,volvióloqueledabapodersobremí.Porqueahoraloconocí.Lamuerteylaespantosamoradadelasalmasperdidasadondemidebilidadhacíayamuchoquelohabíaenviado,lohabíancambiadoparacualesquieraojosquenolosmíos.Lohabíareconocidocasidesdeelprincipio;niunmomentodudédeloqueseproponíahacer;yahorasabíaquemientrasmicuerpoestabasentadoasalvoyanimadoenlapequeñaiglesia,élhabíaestadopersiguiendomialmaenelPatiodelDragón.

Mearrastréhacialapuerta;elórganoirrumpióenloaltoconestruendo.Unaluzdeslumbrantellenólaiglesiaqueborróelaltardemisojos.Lagentesedesvaneció,losarcos,eltechoabovedadodesaparecieron.DirigímisojosagostadosalinsondableresplandoryvilasestrellasnegrasenelcieloylosvientoshúmedosdellagodeHalimehelaronelrostro.

Yahora,alolejos,sobreleguasdenubosasolasagitadas,vilalunaconperlasderocío;ymásallálastorresdeCarcosasealzabantraslaluna.

Lamuerteylaespantosamoradadelasalmasperdidasdondemidebilidadhacíayamuchoquelohabíaenviado,lohabíancambiadoparacualesquieraojosquenolosmíos.Yahoraoísuvozquesealzaba,crecía,tronabaenlaluzrelumbrante,yalyocaer,lairradiaciónqueaumentabamásymásvertíasobremíolasdefuego.EntoncesmehundíenlasprofundidadesyoíalReydeAmarilloquemesusurrabaaloído:

—¡EsterriblecaerenlasgarrasdelDiosvivo!

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ELHACEDORDELUNAS

HeescuchadoloquelosConversadoresconversaban:laconversaciónDelprincipioyelfin;Peroyonoconversodelpnncipioyelfin.¡Vaya!¿QuiénerestúparaenseñaryÉlparaaprender?

I

RespectoaYue-LaouyelXinnosémásque loquesabránustedes.Sientounatremendaansiedadpor aclarar el asunto.Quizá loqueescriba salve eldineroy lasvidasdelGobiernode losEstadosUnidos,quizás impulsealmundocientíficoa laacción; de cualquier modo pondré fin a la terrible incertidumbre que sufren dospersonas.Lacertezaesmejorquelaincertidumbre.

SielGobiernoseatreveanotenerencuentaestaadvertenciayseniegaaenviarsindemora,unaexpediciónbienequipada,elpueblodelEstadosevengarásinvacilardetodalaregiónydejaráundesvastadoyermoennegrecidodondeahoraarboledasypradosflorecidosbordeanellagodelosBosquesdelCardenal.

Ustedesconocenyapartedelahistoria;losperiódicosdeNuevaYorkpublicaronabundantesysupuestosdetalles.Estosíescierto:Barrisatrapóal"Abrillantador"conlasmanos rojas o,más bien amarillas, porque sus bolsillos, sus botas y sus suciospuños estaban llenos de piezas de oro. Yo digo oro con conocimiento de causa.Ustedesllámenlocomoquieran.SabentambiéncómoBarrisfue…peroanoserqueempieceporelprincipiodemispropiasexperiencias,noestaránustedesdespuésdetodomejorenterados.

El tres de agosto de este año estaba yo en Tiffany's conversando con GeorgeGodfreydeldepartamentodediseño.Sobreelmostradordecristalquenosseparabahabíaunaserpienteenrollada,unaexquisitapiezadeorocincelado.

—No—replicóGodfrey ami pregunta—, no es obramía;me gustaría que lofuera.¡Vaya,hombre,esunaobramaestra!

—¿Dequién?—pregunté.—También amíme gustaría saberlo—dijoGodfrey—.Se la compramos a un

viejocharlatánquedicequeviveenelcamponolejosdelosbosquesdelCardenal.OseacercadellagoLuzdeEstrellas,segúncreo…

—¿EllagodelasEstrellas?—sugerí.—Algunos lo llaman lago Luz de Estrellas… es igual. Pues bien, mi rústico

Reubendicequeél representaal escultordeesta serpientepara todo finprácticoy

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comercial.Obtuvosuprecio,porlodemás.Esperamosquetraigaalgunaotrapieza.YahemosvendidoéstaalmuseoMetropolitan.

Yomeinclinabaociososobre lacajadecristal,observandolosojospenetrantesdelartistaqueparecíanpreciososmetalesmientrasobservabandecercalaserpientedeoro.

—¡Unaobramaestra!—musitóparasímientrasacariciabalaondulantefigura—.¡Mirelatextura!¡Vaya!

Pero yo no estabamirando la serpiente.Algo semovía, salía arrastrándose delbolsillo de la americana de Godfrey, el bolsillo que tenía más cerca de mi, algoblandoyamarilloconpatasdecangrejo,cubiertodeásperovelloamarillo.

—¡PorDios!—exclamé—.¿Quétieneustedenelbolsillo?Estásaliendo…¡Estátratandodesubirporsuamericana,Godfrey!

Élsevolviórápidamenteycogióalacriaturaconlamanoizquierda.Yomeechéatrásmientrassosteníaalrepulsivobichocolgandodelantedemí;rió

ylopusosobreelmostrador.—¿Vioalgunavezalgoparecido?—preguntó.—No—dijeconsinceridad—,yesperonovolveraverlonunca.¿Quées?—Nolosé.PregúntaseloalmuseodeHistoriaNatural…ellospuedendecírtelo.

Es, creo, el eslabón perdido, entre el erizo de mar, la araña y el diablo. Parecevenenoso,peronoleencuentrocolmilloniboca.¿Esciego?Puedequeestosseansusojos,peroparecenpintados.Unescultorjaponéspodríahabercreadounabestiaasídeinverosímil,peroesdifícilcreerqueseaobradeDios.Además,parecesinterminar.Semeocurrelalocaideadequeestacriaturaessólounapartedeunorganismomásgrande y todavía más grotesco… parece tan solitaria, tan desesperadamentedependiente, tan desdichadamente inacabada. La utilizaré como modelo. Si nosobrepasoalosjaponesesenjaponesidad,nomellamoGodfrey.

Lacriaturaavanzabalentamenteporelcristalhaciamí.Meechéhaciaatrás.—Godfrey —dije—, asesinaría al hombre que realizala obra que usted se

propone. ¿Con qué fin quiere perpetuar semejante reptil? Puedo soportar losgrotescosjaponeses,peronopuedosoportar…esa…araña.

—Esuncangrejo.—Cangrejo o araña o gusano ciego… ¡ajj! ¿Para qué quiere hacerlo? Es una

pesadilla…¡Esinmundo!Odiabaalbicho.Eralaprimeracriaturavivienteporlaquehabíasentidoodio.Hacía un tiempoquevenía notando en el aire unhúmedoolor acre, yGodlrey

dijoqueproveníadelreptil.—Puesentonces,máteloysepúltelo—dije—.Además¿dedóndehasalido?—Tampocoesolosé—dijoGodfreyriendo—;loviadheridoalacajaenquefue

traídaestaserpientedeoro.SupongoquemiviejoReubeneselresponsable.

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—SienlosbosquesdelCardenalacechancriaturasdeestalaya—dije—,sientoirallí.

—¿Iráusteddecaza?—preguntóGodfrey.—Sí,conBarrisyPierpont.¿Porquénomataaesacriatura?—Vaya usted a esa expedición de caza y déjeme a mí en paz—dijo Godfrey

riendo.Yomeestremecíanteel"cangrejo"ymedespedídeGodfreyhastadiciembre.Esa noche Pierpont, Barris y yo estábamos sentados charlando en el vagón de

fumar del Expreso deQuebec cuando el largo tren abandonó la estación delGranCentral. El viejo David se había adelantado con los perros; pobres animales,detestabanviajarenelvagóndeequipajes,peroelferrocarrildeQuebecnodisponedecomodidadesparadeportistas,demodoqueDavidylostresperdiguerosdeberíanpasarunamalanoche.

ConexcepcióndePierpont,Barrisyyo,elvagónestabavacío.Barris, apuesto,corpulento, rojizo y bronceado, tamborileaba sobre el antepecho de la ventanillamientras fumabauna corta y fragante pipa.La fundade su rifle estaba en el suelojuntoaél.

—Cuandotengaelpelocanoyañosdediscreción—dijoPierpontconlanguidez—noflirtearéconlasdoncellasbonitas¿Ytú,Roy?

—No—contestémirandoaBarris.—¿Terefieresaladoncelladelacofiaenelvagónpullman?—preguntóBarris.—Sí—dijoPierpont.Mesonreíporquetambiényolahabíavisto.Barrisseretorcióelrizadobigotegrisáceoybostezó.—Esmejorquevosótros,chicos,osvayáisalacama—dijo—.Ladoncelladeesa

señoraesmiembrodelServicioSecreto.—Oh—dijoPierpont—¿unadetuscolegas?—Podríaspresentárnosla,sabes—dije—;elviajeresultamonótono.Barris extrajo un telegrama de su bolsillo, y mientras se estaba allí sentado

dándole vueltas entre sus dedos, se sonreía. Al cabo de un instante o dos, se loalcanzóaPierpontqueloleyóconlascejasligeramentearqueadas.

—Esunchasco…supongoqueestácifrado—dijo—.VeoquelofirmaelgeneralDrummond…

—Drummond,jefedelServicioSecretodelGobierno—dijoBarris.—¿Setratadealgointeresante?—preguntéyoencendiendouncigarrillo.—Algo tan interesante —respondió Barris—, que yo mismo me ocuparé de

ello…—Yestropearásasínuestrotríodecaza…—No.¿Quieressaberdequésetrata?¿Túquieres,BillyPierpont?

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—Sí—respondióeseinmaculadojoven.Barrisfrotólaboquilladeámbardesupipaconelpañuelo,despejóelcañóncon

untrocitodealambre,inhalóunaodosvecesyapoyólasespaldasenelasiento.—Pierpont—dijo— ¿recuerdas esa velada en el Club de los Estados Unidos,

cuando el general Miles, el general Drummond y yo estábamos examinando esapepitadeoroqueteníaelcapitánMahan?Tambiéntúlaexaminaste,creo.

—Lohice—dijoPierpont.—¿Eraoro?—preguntóBarristamborileandosobrelaventana.—Loera—replicóPierpont.—Tambiényolavi—dije—;porsupuesto,eraoro.—ElprofesorLaGrangelaviotambién—dijoBarris—;dijoqueeraoro.—¿Puesbien?—dijoPierpont.—Puesbien—dijoBarris,noeraoro.Al cabo de unmomento de silencio, Pierpont preguntó qué pruebas se habían

hecho.—Laspruebashabituales—contestóBarris—.LaCasadeMonedadelosEstados

Unidosestáconvencidadequeesoro;tambiénloestántodoslosjoyerosquelahanvisto.Peronoesoroy,sinembargo…síesoro.

Pierpontyyonosmiramos.—Ahora,paraqueBarrisdésuacostumbradoefectoteatral—dije—:¿dequéera

lapepita?—Prácticamenteeradeoropuro;pero—dijoBarrisdisfrutandointensamentela

situación—,enverdadnoeradeoro.Pierpont¿quéeseloro?—Eloroesunelemento,unmetal…—¡Equivocado,BillyPierpont!—dijoBarriscontranquilidad.—Eloroeraunelementocuandoyoibaalaescuela—dije.—Hacedossemanasqueyanoloes—dijoBarris—;yconexcepcióndelgeneral

Drummond, el profesorLaGrangeyyo,vosotrosdos, jóvenes, sois lasdosúnicaspersonas,salvouna,quelosabéis…olohabéissabido.

—¿Quieres decir que el oro es un metal compuesto? —preguntó Pierpontlentamente.

—Exactamente.LaGrangelohalogrado.Anteayerhizounahojadeoropuro.Lapepitaeradeoromanufacturado.

¿EraposiblequeBarrisbromeara?¿Eraestounengañocolosal?MiréaPierpont.Murmuró algo acerca de solucionar la cuestión de la plata y volvió la cara haciaBarris,peroalgohabíaenlaexpresióndeéstequeprohibíalasburlas,yPierpontyyonosquedamospensativos.

—Nomepreguntéiscómosehace—dijoBarristranquilamente—;nolosé.Perosiséqueenciertositiode laregiónde losbosquesdelCardenalhayunabandade

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gente que sí sabe cómo se hace el oro y que lo hace. Sabéis el peligro que estoconstituye para todas las naciones civilizadas. Hay que ponerle fin, por supuesto.Drummond y yo hemos decidido que yo soy el hombre indicado para hacerlo.Dondequieraestéestagenteyseaquienfuere…estoshacedoresdeoro…debenseratrapados,cadaunodeellos…atrapadosomuertos.

—Omuertos—repitióPierpont,queerapropietariodelaminadeorodeTraviesay sus ingresos le parecían demasiado escasos—; el profesor La Grange será porsupuesto prudente; no es preciso que la ciencia conozca cosas que alterarían elmundo.

—PequeñoBilly—dijoBarrisriendo—,tusingresosnocorrenpeligro.—Supongo—dije—quealgunafalladelapepitapusoaLaGrangesobreaviso.—Exactamente. Quitó la falla antes de que la pepita fuera puesta a prueba.

Trabajóenlafallayseparólostreselementosdeloro.—Es un gran hombre—dijo Pierpont—, pero será el hombre más grande del

mundosiseguardaeldescubrimientoparasí.—¿Quién?—preguntóBarris.—ElprofesorLaGrange.—AlprofesorLaGrange ledispararonun tiroenelcorazónhacedoshoras—

dijoBarrislentamente.

II

HacíacincodíasqueestábamosdecazaenlosbosquesdelCardenalcuandounmensajero montado llevó un telegrama a Barris de la estación telegráfica máspróxima, en Fuentes delCardenal, un villorrio junto al ferrocarril de transporte demaderaque seune al deQuebecydelNorte en la confluenciade losTresRíos, atreintamillasalsur.

Pierpontyyoestábamossentadosbajo losárboles,cargandocomoexperimentociertascápsulasespeciales;Barrisestabadepiejuntoanosotros,bronceado,erecto,sosteniendo lapipaconcuidadoparaqueningunachispa fueraacaeren lacajadepólvora. El ruido de cascos sobre la hierba llamó nuestra atención y cuando eldelgadomensajerodetuvosucabalgadurafrentea lacasa,Barrisavanzóycogióeltelegramasellado.Cuandolohuboabierto,entróenlacasayreaparecióenseguidaleyendoalgoquehabíaescrito.

—Estodebepartirsindemora—dijomirandoalmensajerodellenoenlacara.—Inmediatamente,coronelBarris—contestóelandrajosocampesino.Pierpontlevantólacabezayyolesonreíalmensajeroquecogíalasriendasyse

aprestabaausarlasespuelas.Barrislealcanzólarespuestaescritaymoviólacabeza

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enbeñaldedespedida:hubounsonidoapagadodecascosenlahierba,unresonardeherradurasenlagrava,yelmensajerodesapareció.ABarrisseleapagólapipayélfueabarloventoparareencenderla.

—Es raro—dije— que tu mensajero, un rústico nativo, hablara como alguieneducadoenHarvard.

—SehaeducadoenHarvard—dijoBarris.—La trama se complica —dijo Pierpont—. ¿Están los bosques del Cardenal

llenosdehombresdelServicioSecreto,Barris?—No—replicóBarris—,pero lasestaciones telegráficas, sí.¿Cuántasonzasde

perdigónutilizas,Roy?Selodijealcanzándoleelvasodemediciónajustabledeacero.Hizounaseñalde

aprobación.Alcabodeuninstanteodossesentóenunasientodecampamentojuntoanosotrosycogióunastenazasparadetonador.

—EltelegramaeradeDrummond—dijo—;elmensajeroeraunodemishombrescomo vosotros dos brillantes muchachos lo habéis adivinado. ¡Bah! Si hubierahabladoeldialectodelcondadodelCardenal,nooshabríaisdadocuenta.

—Sumaquillajeerabueno—dijoPierpont.Barrishizogirar lastenazasparadetonadorymirólapiladecápsulascargadas.

Luegocogióunaydoblóhaciaadentrosuborde.—Déjalas—dijoPierpont—,túaprietasdemasiado.—¿Reculatupequeñoriflecuandoloscartuchosestándemasiadoapretados?—

preguntó Barris con ternura—; bien, que doble él sus propios cartuchos entonces.¿Dóndeestátuhombrecito?

"Su hombrecito" era una extravagante importación de Inglaterra, rígido,escrupulosamente limpio, que se embrollaba en la aspiración de las haches, denombreHowlett.Comovalet,transportadordeequipos,portadordelrifleydobladordecartuchos,ayudabaaPierpontasoportarelennuidelaexistenciahaciéndolotodopor él excepto respirar. Ultimamente, sin embargo, los escarnios de Barris habíanlogrado que Pierpont hiciera unas pocas cosas por sí mismo. Para su asombro,descubrióquelimpiarelpropioriflenoeraunalata,demodoquetímidamentecargóunacápsulaodos,sintiéndosemuycontentodesímismo,cargóunaspocasmás,lasplegóy se fueadesayunarcongranapetito.DemodoquecuandoBarrispreguntódónde estaba "su hombrecito", Pierpont no contestó, sino que sacó un vaso deperdigonesdelabolsaylosvolcósolemnementeenlacápsulallenadaamedias.

ElviejoDavidvinocon losperrosy,porsupuestohubo todauna fiestacuandoVoyou,miperdigueroGordon,meneósuespléndidacolasobre lamesadecargaryarrojó por tierra una docena de cartuchos abiertos que vomitaron pólvora yperdigones.

—Llévatea losperrosaunamillaodosdedistancia—dije—;estaremosenel

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refugiodecazadelosHelechosDulcesaproximadamentealascuatro,David.—Dosrifles,David—agregóBarris.—¿Noirás?—preguntóPierpontmirándolomientrasDaviddesaparecíaconlos

perros.—Meesperaunacazamayor—dijoBarrislacónico.Cogióunvasodecervezade

labandejaqueHowlettacababadedejarnosybebióunlargotrago.Nosotroshicimoslomismoensilencio.Pierpontpusosuvasoenelcéspedasuladoyreanudólatareadecargarcartuchos.

Hablamos del asesinato del profesor La Grange, de cómo las autoridades deNuevaYorknolohabíanhechopúblicoporpedidodeDrummond,delacertezadeque era uno de losmiembros de la banda de los hacedores de oro el que lo habíacometidoydelposibleestadodealertadelabanda.

—Oh, saben que Drummond los perseguirá tarde o temprano—dijo Barris—,pero no saben que losmolinos deDios ya han empezado lamolienda. Esos listosperiódicosdeNuevaYorkhicieronalgomejorde loquecreíancuandounode susreporterosconojosdehurónmetiósusrojasnaricesenlacasadelacalleCincuentayocho y se deslizó fuera de ella con una columna escrita en los puños acerca del"suicidio" del profesor La Grange. Billy Pierpont, mi revólver está colgado en tuhabitación;mellevaréeltuyotambién…

—Sírveteatugusto—dijoPierpont.—Pasarélanocheafuera—continuóBarris—;todoloquellevaréserámiponcho

yalgodepanydecarne,conexcepcióndelos"ladradores".—¿Ladraránestanoche?—pregunté.—No,confíoenquedurantevariassemanas.Sóloolfatearéunpoco.Roy¿nunca

teparecióextrañoqueestamaravillosaregiónestuvieradeshabitada?—Escomoesosmagníficosrápidosyextensionesdeestanquesqueseencuentran

en los ríos donde abundan las truchas y en los que jamás se ve un pez—sugirióPierpont.

—Exacto,ysóloDiossabeporqué—dijoBarris—;creoquelossereshumanosesquivanestaregiónporlasmismasmisteriosasrazones.

—Enconsecuencia,lacazaesmásabundante—observé.—Lacazanoestámal—dijoBarris—.¿Nohasvistolasagachadizasenelprado

juntoallago?Todoteñidodepardo,talessuabundancia.Eseesunmagníficoprado.—Esnatural—dijoPierpont—;jamásunserhumanodespejónuncaesatierra.—Entoncesessobrenatural—dijoBarris—.;Pierpont,¿quieresvenirconmigo?ElbellorostrodePierpontsearrebolómientrascontestabalentamente:—Esmuyamabledetuparte…Sipuedo…—Bosh—dije yo picado porque había invitado a Pierpont— ¿de qué sirve un

pequeñoWillysinsuhombre?

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—Escierto—dijoBarrisgravemente—,puedesllevaraHowlett,yasabes.Pierpontmusitóalgoqueterminabaen"dicción".—Entonces —dije— habrá un solo rifle esta tarde en el refugio del Dulce

Helecho.Muybien,esperoquedisfrutéisdevuestracenafríaydevuestrolechomásfríoaún.Llévateelcamisón,Willy,ynoduermassobrelatierrahúmeda.

—DejaaPierponttranquilo—replicóBarris—;túiráslapróximavez,Roy.—Oh,muybien…¿Quieresdecircuandohayatiroteo?—¿Yyo?preguntóPierpontafligido.—Tútambién,hijomío.Dejaddepelear!¿QuierespedirleaHowlettqueprepare

nuestroequipo?Muylivianos,tenloencuenta…ynadadebotellas,hacenruido.—Mi frasco no —dijo Pierpont y se fue a aprontarse para una noche de

encuentrosconmerodeadorespeligrosos.—Es raro—dije— que nunca nadie se asiente en esta región. ¿Cuánta gente

habitaenFuentesdelCardenal,Barris?—Veintecontandoaltelegrafistaysincontaralosleñadores;éstosestánsiempre

cambiandoymudándose.Tengoaseishombresentreellos.—¿Dóndenotieneshombres?¿EnlosCuatroCientos?—Tengo hombres allí también… camaradas deWilly, sólo que él no lo sabe.

David me dijo que hubo una gran desbandada de becadas anoche. Quizá cacesalgunasestatarde.

EntoncescharlamosderefugiosdealisosydepantanoshastaquePierpontllegódelacasayfuehoradepartir.

—Aurevoir—dijoBarris,sujetandoconhebillasuequipo—,venPierpontynoandesporlahierbahúmeda.

—Si no estáis de vuelta mañana al mediodía—dije—, llevaré a Howlett y aDavidconmigoyosbuscaremos.¿Dijistequeibaishaciaelnorte?

—Haciaelnorte—respondióBarrisconsultandosubrújula.—Hayunsenderodedosmillasyluegounahuellaseñaladadeotrasdos—dijo

Pierpont.—Quenoutilizaremosporvariasrazones—agregóBarrisconamabilidad—;no

te preocupes, Roy, y no te entrometas con tu maldita expedición; no hay peligroalguno.

Sabía,porsupuesto,dequéestabahablandoyyometranquilicé.Cuandoelextremode lachaquetadecazadePierponthubodesaparecidoen la

espesura, me encontré solo con Howlett. Me sostuvo la mirada por un instante yluego,cortésmente,bajólasuya.

—Howlett—dije—,llevaestoscartuchoseimplementosalasaladearmasynodejescaernada.¿LesucedióalgoaVoyouestamañanaentrelaszarzas?

—Nolesucediónadamalo,señorCardenhe—dijoHowlett.

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—Entonces, tencuidadodenodejarcaernadamás—dijeymealejédejándolodecorosamentedesconcertado.Porquenohabíadejadocaerningúncartucho.¡PobreHowlett!

III

Alascuatro,pocomásomenos,deaquellatarde,encontréaDavidylosperrosen el soto desde donde se va al refugio del Dulce Helecho. Los tres perdigueros,Voyou,GaminyMioche,estabancubiertosdeplumas—Davidhabíamatadoaunabecadayunpardegallosdelbosquesobreellosesamañana—ycorreteabancercaporelsotocuandoyoaparecíconelriflebajoelbrazoylapipaencendida.

—¿Cuáles son las perspectivas, David? —pregunté tratando de mantenertranquilosalosperrosqueagitabanlacolaygimoteaban—.¡Hola!¿quélesucedeaMioche?

—Una zarza en la pata, señor; se la quité y le cubrí la herida, pero le debe dehaberentradopedregullo.Sinotieneinconveniente,señor,podríaregresarconmigo.

—Sería menos riesgoso —dije—; llévate también a Gamin, Sólo necesito unperroestatarde.¿Cuáleslasituación?

—Bastante buena, señor; los gallos del bosque están a un cuarto de milla delsegundorobledal.Lasbecadasestánensumayoríaenlosalisos.Vigrancantidaddebecadas en los prados. Había algo más junto al lago… no sé qué, pero los patossilvestressalieronendesbandadacongranestruendocuandoyoestabaenlaespesuracomosiunadocenadezorroslesmordieralasplumasdelacola.

—Probablemente un zorro —dije—; ata a esos perros, deben aprender asoportarlo.Estaréderegresoparalacena.

—Hayalgomás,señor—dijoDaviddemorándoseconsuriflebajoelbrazo.—¿Ybien?—dijeyo.—Vi a un hombre en los bosques junto al refugio del Roble… al menos me

pareció.—¿Unleñador?—Creoqueno,señor…amenos…¿hayunchinoentreellos?—¿Unchino?No.¿Quieresdecirquevisteaunchinoenelbosque?—Yo…creoque sí, señor.Nopuedoasegurarlo.Cuandocorrí al refugiohabía

desaparecido.—¿Losperrosloadvirtieron?—Nopuedodecirloconexactitud.Actuarondemodoalgoraro.Gaminseechóa

tierraygimió…pudohabersidouncólico…yMiocheaulló,quizáfueraelbrezo.—¿YVoyou?

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—Voyoufueelmásnotable,señor:seleerizóelpelodellomo.Viaunamarmotaquesedirigíaaunárbolenlacercanía.

—NoesraroentoncesqueaVoyouseleerizaraelpelo.David,tuchinoerauntroncoounmontecillodehierbas.Ahorallévatealosperros.

—Supongoqueasífueseñor;buenastardes,señor—dijoDavidysealejóconlosGordondejándomesoloconVoyouenelsoto.

Miréalperroyélmemiróami.—¡Voyou!Elperrosesentóehizodanzarlaspatasdelanterasconsushermososojospardos

resplandecientes.—Eresuntramposo—dije—.¿Dóndeiremos,alosalisosoalastierrasaltas?¿A

las tierrasaltas? ¡Bien! ¡A labuscadegallosdelbosque!Síguemedecerca,amigomío,ydemuestratumilagrosoautodominio.

Voyou seme pegó a los talones rehusándose noblemente a tener en cuenta lasdescaradas ardillas y los mil y un olores tentadores e importantes que un perrocorrientenohabríavaciladouninstanteeninvestigar.

En los bosques amarillos y pardos del otoño resonaban móviles montones dehojas y las ramas se quebraban a nuestro paso cuando abandonamos el soto parainternarnos en el bosque. Todos los silenciosos arroyuelos, que se precipitaban allago,lucíanalegrestransportandocoloreadashojasflotantes,lasescarlatasdelarceolasamarillasdelroble.Sobrelosestanqueshabíamanchasdeluzsolarquebuscabanlaspardasprofundidadeseiluminabanelfondodegravadondeescuelasdepececillosnadabandeaquíparaalláydealláparaaquí,afanadosenlosobjetivosdesusvidasminúsculas.Losgrilloscantabanentrelalargahierbaquebradizaalaveradelbosque,perolosdejamosmuyatrásalpenetrarelsilenciodelbosqueprofundo.

—¡Ahora!—ledijeaVoyou.El perro dio un salto adelante, trazó una vez un círculo, zigzagueó entre los

helechosquenosgobernaban,todoenunmomento,ysequedóinmóvil,rígidocomoun bronce esculpido. Avancé dos pasos levantando la escopeta, tres pasos, diezquizás,antesqueungrangallodelbosqueseagitaraenelhelechaleirrumpieraentrelamalezaendireccióndearbustosmásespesos.Resplandeciómiescopeta,resonóelecoenlosacantiladosboscososytraselligerovelodelhumoalgooscurocayódesdeelaireenmediodeunanubedeplumas,pardascomoeranpardaslashojasdebajo.

—¡Busca!Voyoupartiódeunsaltoyenuninstantevolvióaltroteconelcuelloarqueado,la

colarígidaaunqueenmovimiento,sosteniendotiernamenteensubocarosaunamasadeplumasbronceadasymoteadas.Consumagravedad,dejóelaveamispiesyseagazapómuycercadeella,consussedosasorejassobre laspatasyelhocicoenelsuelo.

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Dejé caer el gallo del bosque en la bolsa,mantuve unmomento de acariciantecomunicaciónsilenciosaconVoyouymepuselaescopetabajoclbrazoeindiquéalperroquesepusieraenmovimiento.

Debíadeserlascincocuandolleguéaunpequeñoclarodelbosqueymesentéarespirar.Voyouseacercóysemesentódelante.

—¿Ybien?—pregunté.Voyougravementemeofrecióunapataqueyocogí.—Nopodremosestardevueltaparalacena—dije—,demodoquelomismoda

nopreocuparse.Esculpatuya,losabes.¿Tienesunaespinaenlapata?Veamos…¡Yaestá! Salió amigo, y estás en libertad de husmear por ahí y lamértela. Si dejas lalenguafuerasetellenaráderamitasymusgo.¿Nopuedesecharteeintentarnojadeartanto? No, es inútil olfatear y mirar ese helechal, porque fumaremos un poco,echaremósunsueñoyvolveremosacasaalaluzdelaluna.¡Piensaenlagrancenaque nos haremos! ¡Piensa en la desesperación de Howlett cuando no lleguemos atiempo!¡PiensaentodaslashistoriasquepodráscontaraGaminyMioche!¡Piensaen lobuenperroquehassido!Vaya,estáscansado,viejo;parpadeacuarentavecesconmigo.

Voyouestabaalgofatigado.Seestirósobrelashojasamispies,perosidormíaono,nolosupehastaqueagitósuspatastraserasmientrassoñabacongrandesproezas.

Ahorabien,puedequehubieraparpadeadocuarentaveces.Perocuandomesentéyabrí losojosel solnoparecíahaberdescendido.Voyou levantó lacabeza,vioenmisojosquenomedisponíaapartirtodavía,dioconlacolamediadocenadevecescontralashojassecasyconunsuspirosereacomodó.

Miréociosoamialrededoryporprimeravezmedicuentacuánbelloeraelsitioquehabíaelegidoparadormirunasiesta.Eraunclaroovalenelcorazóndelbosque,niveladoycubiertoporunaalfombradehierbaverde.Losárbolesque lo rodeabanerangigantescos;formabanunaltomurocirculardeverdor,borrándolotodoexceptoelazulturquesadelóvalodecielo.Yahoranotabaqueenelcentrodelverdorhabíaunestanquedeaguascristalinas,queresplandecíancomounespejoenlahierbadelprado,juntoaunarocadegranito.Apenasparecíaposiblequelasimetríadeárboles,prado y estanque traslúcido pudieran ser uno de los accidentes de la naturaleza.NuncahabíavistoantesestepradonihabíaoídoaPierpontoaBarrishablardeél.Eraunamaravillaeseclarocuencodiamantino,regularygraciosocomounafuenteromana,engastadoenlagemadelashierbas,Yestosgigantescosárboles…tampocoelloscorrespondíanaAmérica,sinoaalgúnbosquedeFranciahabitadodeleyendas,dondemarmolescubiertosdemusgoselevantandescuidadosenoscurosvallesyelcrepúsculodelbosquecobijahadasyesbeltasfigurasdetierrassombrías.

Yacía y contemplaba la luz del sol que bañaba la espesa maleza donderesplandecíanflorescarmesíesounrayoaisladoenelquebrillabaelpolvoyrozaba

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elbordedelashojasflotantestiñéndolasdelmáspálidocolordorado.Habíapájarostambién,queirrumpíanentrelaspenumbrosasavenidasdelosárbolescomolenguasdefuego,elmagníficocardenalvestidodecarmesí,elpájaroquedabaalbosque,alaaldeaaquincemillasdedistancia,alcondadotodo,elnombredeCardenal.

Mevolvídeespaldasycontempléelcielo.Quépálido—máspálidoqueelhuevodeuntordo—parecía.Eracomosimeencontraraenelfondodeunpozodeverdesparedesqueseelevabanportodaspartes.Ymientrasyacíatodoelaireamialrededorsellenódedelicadoaroma.Másymásdulce,másymáspenetranteeraelperfumeymepreguntéquébrisaerrantequesoplarasobreacresdeliriospodríahaberlotraído.Pero no soplaba brisa; el aire estaba inmóvil. Una mosca dorada se posó en mimano…unaabeja.Parecíatanperturbadacomoyoanteelperfumadosilencio.

Entonces,trasdemí,miperrogruñó.Mesentémuyquietoenunprincipio, respirandoapenas,peromisojosestaban

fijosenunafiguraquesetrasladabaalolargodelbordedelestanqueentrelashierbasdel prado. El perro había dejado de gruñir y miraba ahora fijamente, alerta ytembloroso.

Por fin me puse en pie y avancé rápidamente hacia el estanque con mi perropegadoamistalones.

Lafiguradeunamujersevolviólentamentehacianosotros.

IV

Estaba inmóvilcuandomeaproximéalestanque.Elbosqueanuestroalrededorestabatansilencioso,quealhablarelsonidodemipropiavozmesobresaltó.

—No—dijoella,ysuvozerasuavecomoelfluirdelagua—,nomeheperdido.¿Suhermosoperrovendráamí?

Antes que pudiera hablar, Voyou se le acercó arrastrando y apoyó su sedosacabezacontralasrodillasdeella.

—Porsupuesto—ledije—nohabrávenidoustedaquísola.—¿Sola?Claroquevinesola.—PeroelestablecimientomáscercanoesCardenal,probablementeadiecinueve

millasdesdedondenosencontramos.—NoconozcoCardenal—dijoella.—SantaCruz,enCanadáestáacuarentamillascuandomenos.¿Cómollegóalos

bosquesdelCardenal?—preguntéasombrado.—¿Alosbosques?—repitióellaconalgodeimpaciencia.—Sí.No respondió en un principio, sino que se estuvo acariciando a Voyou con

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gentilezaenlaspalabrasyenlosgestos.—Megustasuhermosoperro,peronomeinterroguen—dijotranquilamente—.

MellamoYsondeyvengoalafuenteaverasuperro.Habíasidopuestoenmilugar.Alcabodeuninstantedijequedentrodeunahora

oscurecería,peroellanomereplicónimemiró.—Este —aventuré— es un hermoso estanque… usted lo llama fuente… una

deliciosafuente;nuncalahabíavistoantes.Esdifícilimaginarquelanaturalezahizotodoesto.

—¿Lóes?—preguntóella.—¿Nolocreeusted?—preguntéamivez.—Nuncalohepensado;querríacuandosefueraquemedejarasuperro.—¿Mi…miperro?—Sinotieneinconveniente—dijoellacondulzura,yporprimeravezmemiróa

lacara.Por un instante nuestrasmiradas se encontraron, luego asumió un aire grave y

advertíquesumiradaestaba fijaenmi frente.Súbitamentesepusoenpieysemeacercó mirando con suma atención mi frente. Tenía una ligera marca allí, unminúsculocuartocrecientesobrelaceja.Eraunamarcadenacimiento.

—¿Esesounacicatriz?—preguntóacercándose.—¿Esamarcaconformadecuartocreciente?No.—¿No?¿Estáustedseguro?—insistió.—Completamente—respondíatónito.—¿Una…unamarcadenacimiento?—Sí¿puedopreguntarporqué?Cuandosealejódemí,viqueelcolor lehabíaabandonadolasmejillas.Porun

segundo se cubrió los ojos con ambas manos como para alejar mi imagen, luegodejandocaerlasmanos,sesentóenunlargobloquedepiedraqueamediasrodeabaelcuencoysobreelque,conasombro,vigrabados.Voyoufueaellanuevamenteyhundiólacabezaensuregazo.

—¿Cómosellama?—preguntódespuésdetranscurridociertotiempo.—RoyCerdene.—Yo me llamo Ysonde. Yo grabé estas libélulas en la piedra, estos peces y

conchasymariposasqueve.—¡Usted! Son maravillosamente delicadas… pero esas no son libélulas

americanas…—No…sonmáshermosas.Mire,tengoelmartilloyelcincelconmigo.Sacódeunextrañobolsilloquellevabaaunladounpequeñomartilloyuncincel

ymelostendió.—Tieneustedmuchotalento—dije—.¿Dóndehaestudiado?

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—¿Yo?Nuncaestudié.Sabíacómohacerlo.Veíalascosasylastallabaenpiedra.¿Le gustan? Alguna vez lemostraré otras cosas que he hecho. Si tuviera un granpedazodebroncepodríahacerasuperro.¡Estanhermoso!

Selecayóelmartilloalaguayyomeinclinéysumergíelbrazoenelaguapararecuperarlo.

—Estáallíbrillandoenlaarena—dijoellainclinándosejuntoconmigo.—¿Dónde?—inquirímirando el reflejo de nuestros rostros en el agua. Porque

sóloenelaguahastaentoncesmehabíaatrevidoyoamirarlalargotiempo.El estanque espejaba el exquisito óvalo de su cabeza, los pesados cabellos, los

ojos. Oí el sedoso crujido de su vestido, tuve el atisbo de un brazo blanco y elmartillofuerecobradogoteantedelagua.

Lacarapreocupadadelestanqueseserenóyunavezmásvireflejadossusojos.—Escuche—dijoenvozbaja—¿creequevolveráotravezamifuente?—Volveré—dije—. Tenía la voz opacada; el sonido del agua me llenaba los

oídos.Entoncesunarápidasombrapasósobreelestanque;mefrotélosojos.Dondesu

cara reflejada había estado inclinada junto a lamía, nada se espejaba salvo el solrosadodelatardedondetitilabaunapálidaestrella.Mepuseenpieymevolví.Habíadesaparecido. Vi la ligera estrella brillar sobre mí en el crepúsculo, vi los altosárbolesinmóvileseneltranquiloairedelatarde,vimiperrodormidoamispies.

El dulce aroma en el aire se había desvanecido, dejándome en las narices elpesadoolordeloshelechosyelmohodelbosque.Unmiedociegoseapoderódemí,cogílaescopetaydeunsaltomeinternéenlosbosquesenpenumbra.Elperromesiguióhaciendocrujirlasmalezasamilado.Laluzseopacabamásymás,peroyoseguíavanzando,elsudormebañabalacarayelpelo,micabezaerauncaos.Cómolleguéal soto,no lo sé.Algirarpor el sendero, tuveel atisbodeunacaraquemeespiaba desde la negra espesura: una horrible cara humana, amarilla y tensa sobrealtospómulosyojosestrechos.

Involuntariamentemedetuve;elperrogruñóamistobillos.Entoncesavancédeunsaltohaciaellaabriéndomecaminociegamenteenlaespesura,perolanochehabíacaído de prisa, y me encontré jadeante y luchando en un laberinto de matorralesretorcidos y viñas entrelazadas, incapaz de ver siquiera la maleza que me teníaatrapado.

Fue conuna carapáliday llenade rasguñosquemehicepresente a una tardíacenaaquellanoche.Howlettmesirvióconmudoreprocheenelrostro,pueslasopahabíaestadoesperandoyelgallodelbosquesehabíasecado.

David trajo a los perros después que hubieron comido y yo acerqué la silla alfuegoypuse la cervezaenunamesa junto amí.Losperros se echaronamispiespestañeando gravemente ante las chispas que crepitaban y volaban en lluvias

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remolineantesdesdelospesadosleñosdeabedul.—David—pregunté—,¿dijistequehoyvisteaunchino?—Asíes,señor.—¿Quépiensasdeelloahora?—Debodehabermeequivocado,señor…—Peronolocrees.¿Conquéclasedewhiskyllenastehoymifrasco?—Eldesiempre,señor.—¿Hebebidomucho?—Unostrestragos,comodecostumbre,señor.—¿Nocreesquehayapodidohaberalgúnerrorconelwhisky…algunamedicina

quesehayamezcladoconél,porejemplo?Davidsesonrióydijo:—No,señor.—Puesbien—dijeyo—,hetenidounsueñoextraordinario.Cuandodije"sueño",mesentíconsoladoyconfiado.Apenasmehabíaatrevidoa

decirloantes,aúnamímismo.—Un sueño extraordinario —repetí—; me quedé dormido en el bosque a las

cincopocomásomenos,enesebonitoclarodondelafuente…quierodecir,dondeseencuentraelestanque.¿Conoceselsitio?

—No,señor.Lodescribíminuciosamentedosveces,peroDavidsacudiólacabeza.—¿Piedratalladadijousted,señor?Nuncalahevisto.NosereferiráalaFuente

Nueva…—¡No,no!Elclaroseencuentramuchomáslejos¿Esposiblequealguienhabite

enelbosqueentreestesitioylafronteraconCanadá?—NadiesalvoenSantaCruz;almenos,queyolosepa.—Claro—dije—,cuandocreíveraunchino,fuemiimaginaciónquemeengañó.

Tuaventuraseguramentemehabía impresionadomásde loquecreía,claro.Túnovistechinoalguno,porsupuesto,David.

—Probablementeno,señor—dijoDaviddubitativo.Lo mandé a dormir diciéndole que mantendría a los perros toda la noche

conmigo;ycuandosehuboido,bebíunlargotragodecerveza"sóloparaavergonzaraldiablo",comosolíadecirPierpont,yencendíuncigarro.LuegopenséenBarrisyPierpontyenelfríolechoenquepasaríanlanoche,porquesabíaquenoseatreveríanaencenderunfuegoyapesardelacálidachimeneaqueardíacrepitanteenelrincón,meestremecíporidentificacióndeellos.

—ContaréaBarrisyaPierponttodalahistoriaylosllevaréaverlarocatalladaylafuente—medije—.¡Quémaravillososueñofue…Ysonde!Sifueunsueño.

Entonces fui hacia el espejo yme examiné la ligeramarca blanca por sobre la

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ceja.

V

AlasochodelamañanasiguientepocomásomenosyomirabadistraídamentelatazadecaféqueHowlettestaballenando,GaminyMiocheempezaronaaullaryalinstantesiguienteoílospasosdeBarrisenelportal.

—Hola, Roy —dijo Pierpont entrando ruidoso en el comedor—. ¡Quiero midesayuno,caramba!¿DóndeestáHowlett…?¡Nadadecaféaulaitparamí!Quierounachuletaconhuevos.Miraeseperro,searrancarálabisagradelacolaencualquiermomento…

—Pierpont—dije—,esalocuacidadesasombrosa,perobienvenida.¿DóndeestáBarris?Estásempapadodelacabezaalospies.

Pierpontsesentóysearrancósustiesassobrecalzasembarradas.—Barris está telefoneando a Fuentes del Cardenal… Creo que quiere que le

envíenaalgunosdesushombres.¡Gamin,idiota!Howlett,treshuevosescalfadosyunpocomásdetostadas…¿Quéestabadiciendo?Oh,Barris.Dioconunacosayotraque,espera, lepermitiralocalizaraesosfabricantesdeoro.Lopasémuyagusto…Yaéltecontará.

—¡Willy,Willy!—dijeconcomplacidoasombro—.¡Estásaprendiendoahablar!¡Dios!Cargastuspropioscartuchos,llevastupropiaescopetayladisparastúmismo.¡Vaya!AquíestáBarriscompletamentecubiertodebarro.Verdaderamente tendríaisquecambiaros…¡Pfui!¡Quéolortanespantoso!

—Es probablemente esto —dijo Barris arrojando algo al hogar donde seestremeció durante unmomento y luego empezó a retorcerse—.Lo encontré en elbosquejuntoallago.¿Sabesquépuedeser,Roy?

Con disgusto vi que era otra de esas criaturas con algo de cangrejo, gusano yarañaqueGodfreyteníaenTiffany's.

—Me pareció que reconocía ese olor acre —dije—. ¡Por todos los santos,llévatelodelamesadedesayuno,Barris!

—Pero¿quées?—insistiómientrassequitabalosprismáticosyelrevólver.—Tediréloquesédespuésdeldesayuno—repliquéconfirmeza—.Howlett,trae

unaescobaybarreesacosaFueradeaquí.¿Dequéteríes,Pierpont?HowlettbarriólarepulsivacriaturayBarrisyPierpontfueronacambiarsusropas

empapadasderocíoporotrasmássecas.DavidvinoparallevarsealosperrosatomaraireyalospocosminutosreaparecióBarrisyocupósusitioalacabeceradelamesa.

—Bien—dije—¿hayalgoquecontar?—Sí,nomucho.Estáncercadellagoalotroladodelosbosques…merefieroa

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los fabricantes de oro. Pillaré a uno de ellos esta tarde. No localicé todavía concertidumbrealgruesodelabanda…Alcánzamelatostadora¿quieres,Roy?No,sincertidumbre todavía, pero le echaré mano a uno de cualquier modo. Pierpont meayudómucho,enverdady…¿Quéteparece,Roy?¡QuiereformarpartedelServicioSecreto!

—¿ElpequeñoWilly?—Exactamente.¡Oh,lodisuadiré!¿Quéclasedereptileselquetraje?¿Lobarrió

Howlett?—Por mí, puede volver a traerlo —dije con indiferencia—. Terminé de

desayunar.—No—dijoBarris tragándosedeprisa el café—,no tiene importancia;puedes

hablarmedelanimal…—Temereceríasquetelohubieranservidosobreunatostada—lerepliqué.Pierpontentróradiante,refrescadoporunbaño.—Sigue con tu historia, Ray—dijo; y yo les conté de Godfrey y su mascota

reptil.—Ahora bien ¿qué puede encontrar Godfrey de interesante en esa criatura, en

nombredelsentidocomún?—terminéarrojandoelcigarrilloalachimenea.—¿Creesqueesjaponesa?—preguntóPierpont.—No—dijoBarris—, no es un grotesco artístico, es vulgar y horrible… tiene

aspectobaratoysinterminar…—Sinterminar…Exacto—dije—,comounhumoristaamericano…—Sí—dijoPierpont—,barato.¿Yquéhaydeesaserpientedeoro?—Oh,lacompróelmuseoMetropolitan;tienesqueverla,esunamaravilla.Barris y Pierpont habían encendido sus cigarrillos y, al cabo de un momento,

todosnoslevantamosyfuimosandandohaciaelprado,dondesehabíanpuestosillasytendidohamacasbajolosarces.

PasóDavidconlaescopetabajoelbrazoylosperrosalostalones.—Tresescopetasenlospradosalascuatrodeestatarde—dijoPierpont.—Roy—dijoBarrismientrasDavidinclinabalacabezaenseñaldeasentimiento

—¿quéhicisteayer?Estaeralapreguntaquehabíaestadoesperando.Todalanochehabíasoñadocon

Ysonde y el claro en el bosque donde, en el fondo de la fuente cristalina, veía elreflejo de sus ojos. Toda la mañana, mientras me duchaba y me vestía me habíaestadoconvenciendoamímismoquenovalíalapenacontarelsueñoyquebuscarelclaro y las imaginarias tallas de piedra era ridículo. Pero ahora, cuando Barrisformulólapregunta,medecidíacontartodalahistoria.

—¡Ea, compañeros! —dije abruptamente—. Os contaré algo verdaderamenteextraño.Ospodéisreírtantocomoqueráistambién,peroantesquierohacerleaBarris

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unaodospreguntas.¿HasestadoenChina,Barris?—Sí—dijoBarrismirándomealosojos.—¿Esprobablequeunchinosehicieraleñador?—¿Hasvistoaunchino?—preguntóconvozserena.—Nolosé;Davidyyoimaginamosquesílovimos.BarrisyPierpontseintercambiaronunamirada.—¿También vosotros lo habéis visto? —pregunté, volviéndome para incluir a

Pierpontenlapregunta.—No—dijoRarris lentamente—; pero sé que hay o ha habido un chino en el

bosque.—¡Eldiablo!—exclamé.—Sí—dijoBarrisgravemente—;eldiablo,siquieres…undiablo…unmiembro

delosKuen-Yuin.Acerqué mi silla a la hamaca donde Pierpont yacía extendido cuan largo era

alcanzándomeunaboladeoropuro.—¿Ybien?—dijemientrasexaminaba losgrabadosquehabíaensusuperficie,

querepresentabanunamasadecriaturasentrelazadas,dragones,supuse.—Puesbien—repitióBarris extendiendo lamanopara coger la bola deoro—,

estegloboenelquehaygrabadosreptilesyjeroglíficoschinoseselsímbolodelosKuen-Yuin.

—¿Cómo lo obtuviste? —pregunté, con el sentimiento de que oiría algosorprendente.

—Pierpontloencontróestamañanajuntoal lagoalamanacer.EselsímbolodelosKuen-Yuin—repitió—,losterriblesKuen-Yuin,loshechicerosdeChina,ylamásdiabólicasectadeasesinosquehaysobrelatierra.

FumamosensilenciohastaqueBarrissepuseenpieyempezóaandardeaquíparaalláentrelosárboles,retorciéndoselosbigotesgrises.

—LosKuen-Yuinsonhechiceros—dijodeteniéndoseantelahamacadondeyacíaPierpontquelosobservaba—;quierodecirexactamenteloquedigo:hechiceros.Loshevisto, loshevistoen susdiabólicasprácticas,yos repito solemnementequeasícomohayángelesenloalto,hayunarazadediablosenlatierra,ysonhechiceros.¡Bah—exclamó—,habladmede lamagia de la India y de yoguis y de todos esosengañabobos! Roy, te aseguro que los Kuen-Yuin tienen absoluto control de uncentenar demillones de personas, dominan sumente y su cuerpo, su cuerpo y sualma. ¿Sabes lo que sucede en el interior de la China? ¿Lo sabe Europa? ¿Podríaalgúnserhumanoconcebir lasituacióndeesa inmensa fosadel infierno?Leéis losperiódicos, oís cotorreos diplomáticos acerca de Li Chang y el Emperador. VeiscrónicasdeguerrasenmarytierraysabéisqueJapónhainiciadounatempestaddejuguetealolargodelmelladofilodeesegrandesconocido.Perojamáshabéisoído

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antes de los Kuen-Yuin; no, ni tampoco ningún europeo, salvo algún misioneroaisladoodos,ysinembargoosdigoquecuandolasllamasdeesefosoinfernalhayandevoradoelcontinentehastalacosta,laexplosióninundarálamitaddelmundo…yDiosayudealaotramitad.

APierpontseleapagóelcigarrillo;encendióotroymirófijamenteaBarris.—Pero—agregó—,bastaporhoy;sabéis,noteníaintencióndedecirtantocomo

lohice;denadaserviría;auntúyPierpontloolvidaréis;parecealgotanimposibleytanlejano…comoqueseapagaraelsol.Loquequierodiscutireslaposibilidadolaprobabilidad de que un chino, unmiembro de losKuen-Yuin se encuentre aquí enestemomento,enelbosque.

—Siloestá—dijoPierpont—,esposiblequelosfabricantesdeoroledebansudescubrimiento.

—Nolodudoniporuninstante—dijoBarrisconseriedad.Cogí en lamano el pequeño globo de oro y examiné los caracteres que había

grabadosenél.—Barris—dijoPierpont—,nomeesposiblecreerenlahechiceríamientrasllevo

unodelostrajesdecazadeSandford'senunodecuyosbolsilloshayunvolumendelaDuquesaconlaspáginassincortartodavía.

—Tampocoyo—dije—,porqueleoelEveningPostyséqueelseñorGodkinnolopermitiría.¡Vaya!¿Quésucedeconestaboladeoro?

—¿Quésucede?—preguntóBarristorvamente.—Pues…pues,estácambiandodecolor…púrpura,carmesí…no,quierodecir,

verde…¡DiosdelosCielos!Losdragonesseretuercenbajomisdedos…—¡Imposible! —murmuró Pierpont inclinándose sobre mí—; esos no son

dragones…—¡No! —exclamé excitado—. Son imágenes de ese reptil que trajo Barris…

Mirad,miradcomosearrastranysevuelven…—Déjalacaer—ordenóBarris;yyoarrojélabolaportierra.Enuninstantetodos

noshabíamosarrodilladoenlahierba juntoaella,pero labolaeraotravezdeoro,consusgrotescosgrabadosdedragonesysignosextraños.

Pierpont,conlacaraalgoenrojecida,larecogióyselaalcanzóaBarris.Estelapusoenunasillaysesentóamilado.

—¡Pfui! —exclamé enjugándome el sudor de la cara—. ¿Cómo es el truco,Barris?

—¿Truco?—dijoBarrisdespectivo.Miré a Pierpont y el corazónme dio un vuelco. Si no era un truco ¿qué era?

Pierpontmedevolviólamiradayenojeció,perotodoloquedijofue:—Diabólicamenteextraño.YBarrisrespondió:

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—Diabólicamente,sí.Entonces Barris me pidió que volviera a contar mi historia, y yo lo hice,

empezandoporelinstanteenquemeencontréenelsotoconDavidhastaelmomentoen que salté a la espesura en sombras desde donde esamáscara amarilla se habíasonreídocomounacalaverafantasma.

—¿Intentamosencontrarlafuente?—preguntéalcabodeunapausa.—Sí…y…este…lajoven—sugirióPierpontvagamente.—Noseasasno—dijeconalgodeimpaciencia—,noesprecisoquevengas,yalo

sabes.—Oh,iré—dijoPierpont—,anoserquemecreanindiscreto…—Calla,Pierpont—dijoBarris—,estoesserio;jamásoídesemejanteclaroode

semejante fuente, claro que nadie conoce enteramente este bosque. Vale la penaintentarlo;Roy¿puedesencontrarelcaminoderegresohastaallí?

—Sindificultad—respondí—.¿Cuándonosponemosenmarcha?—Seecharáaperdernuestrapartidadecaza—dijoPierpont—,perocuandouno

tienelaoportunidaddeencontrarenlarealidadunamujerdeensueños…Me puse en pie profundamente ofendido, pero Pierpont no estaba muy

compungidoysurisaerairresistible.—Lajoventeperteneceporderecho,puestúladescubriste—dijo—.Prometono

inmiscuirmeentussueños…Osoñarconotrasmujeres…—Vamos, vamos—dije—, haré que Howlett te ponga en cama dentro de un

minuto.Barris,siestáspronto…Podemosvolverparalacasa.Barrissehabíapuestoenpieymemirabacongravedad.—¿Quéocurre?—pregunténervioso,porqueviquesumiradasemeclavabaen

lafrente,yrecordéaYsondeylablancacicatrizenformadecuartocreciente.—¿Esesounamarcadenacimiento?preguntóBarris.—Sí¿porqué,Barris?—Pornada,esunainteresantecoincidencia…—¿Cómo?¡PorDios…!—Lacicatriz…omásbien,lamarcadenacimiento.Eslahuelladelagarradel

dragón:elsímboloenformadecuartocrecientedeYue-Laou.—¿YquiéndemoniosesYue-Laou?—preguntébastanteenfadado.—Yue-Laou, el Hacedor de Lunas, Dzil-Nbu de los Kuen-Yuin; es mitología

china,perocreoqueYue-LaouharetornadoparagobernaralosKuen-Yuin…—La conversación —interrumpió Pierpont— sabe a pavos reales, plumas y

avispas conpintas amarillas.Lasviruelas locas le handejado su tarjeta devisita aRoyyBarrisnosestátomandoelpelo.Vamos,compañeros,yvisitemosalamujerdelossueños.Barris,oigoelruidodegalope;aquívienentushombres.

Dosjineteschapalearonsalpicandobarrohastalagaleríaydesmontaronanteuna

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señaldeBarris.Notéque losdos llevabanriflesderepeticiónypesadosrevólveresColt.

Siguieron a Barris con deferencia al comedor y en seguida oímos tintinear deplatosybotellasyelbajocanturreodelamusicalvozdeBarris.

Mediahoramástardevolvieronasalir,saludaronaPierpontyamíysealejarongalopandoendirecciónalafronteradeCanadá.Transcurrierondiezminutosy,comoBarrisnoaparecía,nospusimosenpieyentramosenlacasaparaencontrarío.Estabasentadoensilenciofrentea lamesaobservandoelpequeñoglobodeoro,enelquerefulgíaahoraunfuegoescarlatayanaranjado,brillantecomouncarbónencendido.Howlett, boquiabierto y los ojos que se le saltaban de las órbitas, estaba de piepetrificadodetrásdeél.

—¿Vienes?—preguntóPierpontalgosobresaltado.Barrisnorespondió.Elglobo,lentamente, recobró su colordeoropálido…pero la cara conquenosmiróBarrisestabablancacomounpapel.Luegosepusoenpieysesonrióconunesfuerzoquenosresultópenosoatodos.

—Dadmeunlápizyuntrozodepapel—dijo.Howlettlostrajo.Barrissedirigióalaventanayescribiórápidamente.Doblóel

papel, lopusoenel cajón superiorde sumesaescritorio, cerróel cajón,medio lallaveynoshizoseñasdequeloprecediéramos.

Cuandoestuvimosotravezbajolosarces,sevolvióhaciamíconunaexpresiónimpenetrable.

—Yasabráscuándoutilizaresallave—dijo—.Ven,Pierpont,debemostratardeencontrarlafuentedeRoy.

VI

Esatardealasdos,porsugerenciadeBarris,abandonamoslabúsquedadelclaroy atravesamos el bosque hasta el soto donde David y Howlett nos esperaban connuestrasescopetasylostresperros.

Pierpontme tomóelpelo implacablementepor la "mujerdeensueño", como lallamaba, y, si no hubiera sido por la significativa coincidencia de las preguntas deYsondeyBarrisacercadelacicatrizblancaqueteníaenlafrente,yosabríaestadoperfectamente persuadido que todo no había sido más que un sueño. Tal como elasuntosemanifestaba,noteníaexplicaciónalguna.Nohabíamospodidoencontrarelclaro, aunque cincuenta veces llegué a las señales que me convencieron queestábamosapuntode entrar enél.Durante toda labúsquedaBarris semantuvoensilencio sin dirigirnos apenas una palabra. Nunca lo había visto antes con taldepresióndeespíritu.Noobstante,cuandoavistamoselsotodondenosesperabauna

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piezadegallodelbosque fríayunabotelladeBorgoña,Barrispareció recobrar subuenhumorhabitual.

—¡Porlamujerdeensueño!—dijoPierpontlevantandolacopayponiéndosedepie.

No me gustó. Aun cuando no fuera más que un sueño me irritaba oír la vozburlonadePierpont.QuizáBarris locomprendió,no losé,pero lepidióaPierpontque sebebiera suvino sinhacermásbulla,y el jovenobedecióconunaconfianzainfantilquehizocasisonreíraBarris.

—¿Quéhaydelasagachadizas,David?—pregunté—.Elpradodebedeestarenbuenascondiciones.

—Nohayniunaagachadizaenelprado,señor—dijoDavidsolemnemente.—Imposible—exclamóBarris—,nopuedenhaberpartido.—Pues partieron, señor —dijo David con una voz sepulcral que apenas le

reconocí.Lostresmiramosalhombreconcuriosidadalaesperadeunaexplicacióndeesta

decepcionanteaunqueasombrosainformación.DavidmiróaHowlettyHowlettexaminóelcielo.—Yoiba—empezóelviejoconlamiradafijaenHowlett—yoibaalolargodel

sotoconlosperros,cuandooíunruidoenelrefugioyviaHowlettquemarchabadeprisa hacia mí. De hecho—continuó David—, puedo afirmar que corría. ¿Corríausted,Howlett?

Howlettdijoconunatosdecorosa:—Lespidoperdón—dijoDavid—,peropreferiríaqueHowlettcontaraelresto.

Elviocosasqueyonovi.—ProsigueHowlett—ordenóPierpontsumamenteinteresado.Howletttosióotraveztrassumanzanaroja.—LoquediceDavidescierto,señor—empezó;observéalosperrosdesdecierta

distancia, señor, cómo actuaban, y David se detuvo para encender la pipa tras elabedulcuandounacabezaasomóporelrefugiososteniendounpalocomosiapuntaraconélalosperros,señor…

—¿Unacabezaquesosteníaunpalo?—preguntóPierpontconseveridad.—La cabeza y las manos, señor—explicó Howlett—, las manos sostenían un

palopintado…así,señor."Howlett"medigo,"estoesbienraro",demodoquesaltoycorro,peroelmiserablemehabíavisto,ycuando llegoa laalturadeDavid,habíadesaparecido.

"—¡Vaya,Howlett!—me diceDavid—. ¿Cómo diablos, con su perdón, señor,cómollegóaquí?—diceenvozalta.

"—¡Corra!ledigo.¡Elchinoestáazuzandoalosperros!"—¡Por Dios! ¿qué chino? —dice David apuntando con su escopeta a cada

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arbusto.Entoncesmeparecequeloveoylosdoscorremosycorremosylosperrosvienensaltandoanuestrostalones,señor,peronovemosalchino.

—Yo contaré el resto —dijo David mientras Howlett tosió y se retirómodestamentetraslosperros.

—Prosigue—dijoBarrisconvozextraña.—Puesbien,señor,cuandoHowlettyyoabandonamoslapersecución,estábamos

enelacantiladoquedaalpradodelsur.Viquehabíacentenaresdeavesallí,ensumayoría zarapitos y frailecillos, y Howlett las vio también. Entonces, antes quepudieradecirleunasolapalabraaHowlett,algoenel lagosalpicó,unasalpicaduracomositodoelacantiladohubieracaídoenelagua.MeasustétantoquedeunsaltomeocultétraslamalezayHowlettsesentódeprisa,ytodaslasagachadizasgiraronen lo alto, por centenares, todas chillando demiedo, y los patos silvestres pasaronaturdidossobreelpradocomosilospersiguieraeldiablo.

Davidhizounapausaymirópensativoalosperros.—Prosigue—dijoBarrisconlamismatensiónenlavoz.—Nadamás,señor.Lasagachadizasnovolvieron.—Pero¿lasalpicaduraenellago?—Noséloquefue,señor.—¿Un salmón? ¿Un salmón no podría haber asustado de ese modo a las

agachadizasyalospatos?—No ¡oh, no, señor! Si cincuenta salmones hubieran saltado, no habrían

producidosemejantesalpicadura.¿Noescierto,Howlett?—Deningunmodo—dijoHowlett.—Roy—dijoBarrispor fin—, loquenoscuentaDavid interrumpe lacazapor

hoy. Llevaré a Pierpont a la casa. David yHowlett nos seguirán con los perros…Tengoalgoquedecirles.Siquieres,ven;sino,veacazarunpardegallosdelbosquepara la cena y vuelve a las ocho si quieres ver lo que Pierpont y yo descubrimosanoche.

DavidsilbóparaqueMiocheyGaminacudieranysiguióaHowlettcargadodeenseresalacasa.LlaméaVoyouamilado,cogímiescopetaymevolvíaBarris.

—Estaréderegresoalasocho—dije—;esperasatraparaunodelosfabricantesdeoro¿noescierto?

—Sí—dtjoBarrisdistraídamente.Pierpontempezóahablardelchino,peroBarrislehizoseñasdequelosiguieray,

saludándome con la cabeza, cogió el camino queHowlett yDavid habían seguidohacialacasa.Cuandodesaparecieron,mepuselaescopetabajoelbrazoymevolvíbruscamentehaciaelbosquemientrasVoyoumeseguíatrotandoalostalones.

A pesar de mí mismo, la continua aparición del chino me ponía nervioso. Sivolvía amolestarme, estaba firmemente decidido a pillarlo y averiguar qué estaba

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haciendoenlosbosquesdelCardenal.Sinopodíadarunaexplicaciónsatisfactoria,lo llevaría ante Barris como sospechoso de ser uno de los fabricantes de oro; lopillaríadecualquiermanera,pensé,ylibrarlaalbosquedesufeacara.MepreguntabaquéseríaloqueDavidhabíaoídoenellago.Debiódehabersidounpezgrande,unsalmón, pensé; probablemente el caso del chino habría exasperado los nervios deDavidyHowlett.

Ungemidodelperrorompióelhilodemismeditacionesylevantélacabeza.Medetuveenseco.

Elclaroperdidoestabadelantedemí.Elperrohabíayaentradoenéldeunsaltoycorridoporelaterciopeladocésped

hacia la piedra tallada donde estaba sentada una esbelta figura. Vi que mi perroapoyabasusedosacabezacariñosamentesobresu túnicadeseda;vi lacaradeellainclinadasobreélysin,respirarapenas,entrélentamenteenelclaroiluminadoporelsol.

Casicontimidezmetendióunablancamano.—Ahoraquehavenido—dijo—puedomostrarleotrostrabajosmíos.Ledijeque

podíahacerotrascosasademásdeestaslibélulasymariposasenlapiedra.¿Porquémemiraasí?¿Seencuentraenfermo?

—Ysonde—farfullé.—Sí—dijoellaconunligerocolorbajolosojos.—Yo…noesperabavolveraverla—dijecondificultad—.Tú…creíqueerasun

sueño…Penséquehabíasoñado…—¿Soñarconmigo?Quizásoñaste.¿Esesotanraro?—¿Raro?—no…pero¿dónde fuistecuando…cuandonos inclinábamos juntos

sobrelafuente?Veíatucara…tucarareflejadajuntoalamíaydeprontosólovielcieloazulenquebrillabaunaestrella.

—Fueporquetequedastedormido—dijo—¿nofueasí?—¿Yo…dormido?—Tedormiste…Penséqueestaríasmuyfatigadoyregresé…—¿Regresaste?¿Adónde?—Ami casa,donde tallomishermosas imágenes;mira, aquíhayunaque traje

paramostrarte.Cogíelanimalesculpidoquemeofrecía,un lagartodeoromacizoconfrágiles

alasdesplegadasdeorotandelgadoqueelsolardíaatravésdeélyteñíaelsuelodeflamígerasmanchasdoradas.

—¡Dios de los cielos!—exclamé—. ¡Esto es asombroso! ¿Dónde aprendiste ahaceruntrabajosemejante?¡Ysonde,estonotieneprecio!

—Oh,asíloespero—dijoellaconseriedad—.Nomegustavendermiobra,peromipadrastro lacogeyse la lleva.Estoes losegundoquehagoyayermedijoque

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debodárselo.Supongoqueespobre.—No me explico cómo puede ser pobre si te da oro para esculpir —dije

asombrado.—¡Oro!—exclamé—.¡Oro!¡Tieneunahabitaciónllena!Éllofabrica.Mesentéenlahierbaasuspiesenteramenteamilanado.—¿Porquémemirasasí?—preguntóellaalgoperturbada.—¿Dóndevivetupadrastro?—Aquí.—¡Aquí!—Enlosbosquescercadellago.Nuncapodríasencontrarsucasa.—¡Unacasa!—Puesclaro.¿Creíasqueviveenunárbol?Quétontería.Vivoconmipadrastro

enunahermosacasa…unacasapequeña,peromuyhermosa.Élfabricaeloroallí,pero los hombres que se lo llevan jamás van a la casa porque no saben dónde seencuentray,si losupieran,nopodríanentrarenella.Mipadrastrollevaeloroaunsaco de lona. Cuando el saco está lleno, lo lleva a los bosques donde viven loshombresynoséquéhacenconél.Megustaríaquevendieraeloroyseenriqueciera,pues entonces podría regresar a,Yian donde todos los jardines son dulces y el ríofluyebajolosmilpuentes.

—¿Dóndeestáesaciudad?—pudemusitarapenas.—¿Yian?Nolosé.Elperfumeyelsonidodelascampanasdeplatalallenande

dulzuratodoeldía.AyerllevabaunaflordelotosecadeYianenelpechoytodoslosbosquessellenarondefragancia.¿Nolaoliste?

—Mepreguntabaanochesilahabríassentido.¡Quéhermosoestuperro!Loamo.Ayerpensabamásentuperro,peroanoche…

—Anoche—repetípordebajodemialiento.—Penséenti.¿Porquélleyaslagarradeldragón?Llevélamanoimpulsivamentealafrenteocultandolacicatriz.—¿Quésabesdelagarradeldragón?—musité.—Es el símbolo de Yue-Laou y Yue-Laou gobierna a los Kuen-Yuin, dice mi

padrastro. Mi padrastro me dice todo lo que sé. Vivimos en Yian hasta que tuvedieciseisaños.Ahoratengodieciocho;hacedosañosquevivimosenelbosque.¡Miraesospájarosdecolorescarlata!¿Quéson?HaypájarosdelmismocolorenYian.

—¿DóndeestáYian,Ysonde?—preguntéconcalmamortal.—¿Yian?Nolosé.—Perotúhasvividoallí.—Sí,muchotiempo.—¿Estámásalládelocéano,Ysonde?—Estámásalládesieteocéanosyelgran río,más largoque ladistanciade la

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tierraalaluna.—¿Quiéntedijoeso?—¿Quién?Mipadrastro.Élmelodicetodo.—¿QuieresdecirmesunombreYsonde?—Nolosé,élesmipadrastro,esoestodo.—¿Ycuálestunombre?—Losabes,Ysonde.—Sí,peroelotro,elapellido.—Eso es todo,Ysonde. ¿Tú tienes dos nombres? ¿Por quémemiras con tanta

impaciencia?—¿Tupadrastrofabricaoro?¿Lohasvistohacerloalgunavez?—Oh, sí. Lo fabricaba también enYian, yme encantaba ver las chispas en la

noche,revoloteandocomoabejasdoradas.Yianeshermosa…escomonuestrojardínylosjardinesdealrededor.Desdemijardínpuedoverlosmilpuentesylamontañablancamásallá…

—¿Ylagente?¡Háblamedegente,Ysonde!—lainstécongentileza.—¿La gente de Yian? Podía verla en enjambres, como hormigas, muchos

millonesquecruzabanyrecruzabanlosmilpuentes.—Pero¿quéaspectotenían?¿Vestíancomoyo?—NoloséEstabanmuylejos,erancomomanchasmóvilessobrelosmilpuentes.

Durantedieciséisañoslosvicadadíadesdemijardín,peronuncasalídemijardínalascallesdeYianporquemipadrastromelohabíaprohibidoporcompleto.

—¿NuncavistedecercaenYianaunserviviente?—lepreguntéexasperado.—Mispájaros,oh,pájarosdeaspectotansabio,decolorgrisyrosado.Seinclinósobreelaguayrozólasuperficieconsutersamano.—¿Porquémehacesestaspreguntas?—musitó—.¿Estásdisgustado?—Háblamedetupadrastro—insistí—.¿Tieneaspectosemejantealmío?¿Viste,

hablacomoyo?¿Esamericano?—¿Americano?Nolosé.Novistecomotú,nitampocotienetuaspecto.Esviejo,

muy,muyviejo.Aveceshablacomotú,otrascomolohacenenYian.Tambiényohablodelasdosmaneras.

—Entonces habla como lo hacen en Yian—la insté con impaciencia—, hablacomo…¡Vaya! ¡Ysonde!¿Porqué lloras?¿Teheofendido?Noerami intención…¡Ni soñaba que te molestaría! Vamos, Ysonde, perdóname…Mira, te lo pido derodillasatuspies.

Me interrumpí,mimiradafijaenunapequeñaboladeoroque lecolgabade lacintura por una cadena dorada. La vi temblando sobre sumuslo, la vi cambiar decolor,oracarmesí,orapúrpura,orallameanteescarlata.EraelsímbolodelosKuen-Yuin.

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Ellaseinclinósobremíypusosusdedossuavementeenmibrazo.—¿Porquémepreguntasesascosas?—inquirió,ylaslágrimaslebrillabanenlas

pestañas—.Mehacedoleraquí—sepresionóelpechoconlamano—,meduele.Noséporqué.¡Ah,tieneslosojosdurosyfríosotravez!Miraslaboladeoroquemecuelgadelacintura.¿Deseassaberquées?

—Sí—murmuréconlamiradafijaenelinfernalcolorflameantequeempalideciómientrashablabacobrandootravezunclarocolordorado.

—Es el símbolo de los Kuen-Yuin—dijo con voz temblorosa—. ¿Por qué lopreguntas?

—¿Estuyo?—Sí.—¿Cómoloobtuviste?—gritéconaspereza.—Mi…mipadras…Luegomeapartódesícontodalafuerzadesusdelgadasmuñecasysecubrióla

cara.Silarodeéconelbrazoylaatrajehaciamí,siborréconmisbesoslaslágrimas

queseescurríanlentamenteentresusdedos,siledijecuántolaamaba—¡cómomedañabaelcorazónverladesdichada!—,despuésdetodoesoeracuestiónmía.Cuandose sonrióa travésde las lágrimas, elpuroamory ladulzuraquehabíaen susojoselevómialmamásaltoquelavagalunaquelucíaenelcieloazuliluminadoporelsol.Mifelicidadfuetansúbita,tanagudayabrumadoraquesólopudequedarmeallíde rodillas,consusdedosentrelazadoscon losmíos,con lamiradaalzadahacia labóveda azul y la pálida luna. Entonces algo entre las largas hierbas junto amí semoviócercademisrodillasyunhúmedohedoracreinvadiómisnarices.

—¡Ysonde!—grité, pero el tacto de sumanoya había desaparecidoymis dospuñoscerradosestabanfríosyhúmedosderocío.

—¡Ysonde!—volví a llamar, con la lengua rígida demiedo; pero llamé comoalguienquedespiertadeun sueño,deunhorrible sueño,porque lasventanasde lanarizsemeestremecíanporelhúmedooloracredelcangrejo-reptilquesemepegabaalarodilla.¿Porquélanochehabíacaídotanpronto…?¿Ydóndemeencontraba?¿Dónde? Rígido, helado, desgarrado y sangrante, tendido como un cadáver en mipropioumbralmientrasVoyoumelamíalacarayBarrisseinclinabasobremíalaluzde una lámpara que resplandecía y humeaba en la brisa de la noche como unaantorcha.¡Ajjj!Elolorasfixiantedelalámparamedespertóygrité:

—¡Ysonde!—¿Quédiablospasa?—murmuróPierpont levantándomeensusbrazoscomoa

unniño—.¿Hassidoapuñalado,Barris?

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VII

En unos pocosminutos fui capaz demantenerme en pie e ir con rigidez amidormitoriodondeHowlettmeteníapreparadounbañocalienteyunvasodewhiskyescocésmáscalientetodavía.Pierpont,conunaesponja,melimpiabalasangrequesemehabíacoaguladoenlagarganta.Elcorteerapocoprofundo,elmeropinchazodeunaespina.Unlavadodecabezamedespejólamenteyunainmersiónenaguafríayunafricciónconalcoholhicieronelresto.

—Ahora—dijoPierpont—,trágateelwhiskycalienteyacuéstate.¿Quieresalgodegallodelbosquealhorno?Muybien,creoqueteestásrecuperando.

Barris y Pierpontme observabanmientras yo, sentado en el borde de la cama,masticabasolemnementeelhuesecillodelosdeseosdelgalloysorbíamiBordeauxconsumacomplaciencia.

Pierpontsuspiródealivio.—De modo—dijo con agrado— que no había sido nada. Creí que te habían

apuñalado…—Noestabaintoxicado—repliquécogiendoserenamenteuntrocitodeapio.—¿Sólounpinchazo?—preguntóPierpontplenodecariñosointerés.—¡Tonterías!—dijoBarris—.Déjaloenpaz.¿Quieresalgomásdeapio,Roy?Te

harádormir.—Noquierodormir—respondí—.¿Cuándoatraparéisavuestrofabricantedeoro

túyPierpont?Barrisconsultósurelojylocerróbruscamente.—Dentrodeunahora.¿Notepropondrásvenirconnosotros?—Pues, sí. Alcánzame una taza de café, Pierpont ¿quieres? Eso eso que me

propongohacer.Howlett,tráemelanuevacajadePanatella's…Laimportadasuave;y deja la jarra. Ahora Barris, voy a vestirme, y tú y Pierpont quedaos quietos yescuchadloquetengoquedecir.¿Estáesapuertabiencerrada?

Barrisleechócerrojoysesentó.—Gracias—dije—.Barris¿dóndeseencuentralaciudaddeYian?UnaexpresiónemparentadaconladelterrorresplandecióenlosojosdeBarrisy

viqueporunmomentodejabaderespirar.—Noexistetalciudad—dijoporúltimo—.¿Heestadohablandoensueños?—Esunaciudad—continuéconcalma—enlaqueelríoserpenteabajolosmil

puentes,dondelosjardinestienendulcefraganciayenelaireresuenalamúsicadelascampanasdeplata…

—¡Basta!—dijoBarrisjadeante,ysepusoenpietembloroso.Habíaenvejecidodiezaños.

—Roy—intervinoPierpontsevero—¿porquédiablosatormentasaBarris?

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MiréaBarrisyélmemiróamí.Alcabodeunsegundoodosvolvióasentarse.—Prosigue,Roy—dijo.—Debohacerlo—respondí—,porqueahoraestoysegurodequenohesoñado.Lesdijetodo;peroaunmientraslocontaba,todoparecíatanvago,tanirreal,que

a vecesme interrumpía con la sangre caliente queme resonaba en los oídos, puesparecíaimposiblequehombresjuiciosospudieranhablarseriamentedetalescosasenelaño1896despuésdeCristo.

TuvemiedoporPierpont,peroéstenisiquierasonreía.Hundidasobreelpechoylapipaapagadaasidafuertementeconambasmanos.

Cuandohubeterminado,PierpontsevolviólentamenteymiróaBarris.Dosvecesmovióloslabioscomosifueraapreguntaralgoyluegopermaneciómudo.

—Yianesunaciudad—dijoBarriscomosihablaraensueños—.¿Esesoloquequeríassaber,Pierpont?

Losdosasentimosconlacabezaensilencio.—Yian es una ciudad—repitió Barris— donde el gran río serpentea bajo mil

puentes…dondelosjardinestienendulcearomayelairesellenadelamúsicadelascampanasdeplata.

Mislabiosformaronlapregunta:—¿Dóndeestálaciudad?—Seextiende—dijoBarriscasiquejumbroso—másalládelossieteocéanosyel

ríoqueesmáslargoqueladistanciaqueseparalatierradelaluna.—¿Quéquieresdecir?—preguntóPierpont.—Ah—dijoBarrisrehaciéndoseconesfuerzoylevantandolamiradaquehabía

mantenidobaja—,estoyusandolasalegoríasdeotratierra;dejémoslopasar.¿NooshehabladodelosKuen-Yuin?YianeselcentrodelosKuen-Yuin.SeescondeenesasombragigantescallamadaChina,vagayvastacomolosCielosdelamedianoche…uncontinentedesconocido,impenetrable.

—¿Impenetrable?—repitióPierpontbajosualiento.—Lohevisto—dijoBarriscomoentresueños—.Hevisto las llanurasmuertas

delanegraCatayyhecruzadolasmontañasdelaMuerte,cuyascimasseelevanporsobre laatmósfera.Hevisto lasombradeXangiarrojadasobreAbddon. ¡EsmejormoriraunmillóndemillasdeYezdyAterQuedahquehabervistodecercaellotoblanco a la sombra de Xangi! He dormido entre las ruinas de Xaindu donde losvientosnuncacesanyelWulwulleheslamentadoporlosmuertos.

—¿YYian?—instégentilmente.Habíaunamiradaquenoeradeestemundoensucaracuandosevolvióhaciamí.—Yian…hevividoallí…yheamadoallí.Cuandoelalientodemicuerpocese,

cuando la garra del dragón se desvanezca de mi brazo—se desgarró la manga yvimosuncuartocrecienteblancoque lebrillaba sobreel codo—,cuando la luzde

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mis ojos se haya apagado para siempre, ni siquiera entonces olvidaré la ciudad deYian.Pues…¡esmihogar!¡Elmío!Elríoylosmilpuentes,elpicoblancomásallá,losjardinesdedulcearoma,loslirios,elplacenteroruidodelosvientosdelverano,cargadodelamúsicadelasabejasydelamúsicadelascampanas…todasesascosassonmías.¿CreéisacasoqueporquelosKuen-Yuintemíanlagarradeldragónenmibrazoheterminadoconellos?¿CreéisqueporqueYue-Laoupodíadar,yoreconozcosuderechoaquitar?¿EsélXangi,encuyasombraellotoblanconoosalevantarlacabeza? ¡No, no! —gritó con violencia ¡No fue de Yue-Laou, el hechicero, elHacedor de Lunas, de quien vinomi felicidad! ¡Era real, no era una sombra paradesvanecerse como una pompa de color! ¿Puede un hechicero crear y dar a unhombrelamujerqueama?¿EsYuen-LaoutangrandecomoXangientonces?XangiesDios.EnSupropiotiempo,enSuinfinitabondadyclemenciamedevolveráotravezlamujerqueamo.YséqueellameesperaalospiesdeDios.

Eneltensosilencioquesiguió,pudeoírellatidoredobladodemicorazón,yvilacaradePierpont,pálidaytransidadepiedad.Barrissesacudióylevantólacabeza.Elcambiohabidoensucararojizameasustó.

—¡Atención! —dijo dirigiéndome una terrible mirada— tienes en la frente lahuella de la garra del dragón, y Yue-Laou lo sabe. Si debes amar, ama como unhombre, porque sufrirás como un alma en el infierno al final. Dime otra vez sunombre.

—Ysonde—respondísimplemente.

VIII

Alasnuevedeesanocheatrapamosaunodelosfabricantesdeoro.NosécómoBarris le había tendido la trampa; todo lo que vi del asunto puede contarse en unminutoodos.

NoshabíamosapostadoenelcaminodeCardenalaunamilladelacasapocomáso menos, Pierpont y yo, con revólveres desenfundados a un lado, bajo el nogalceniciento,BarrisalotroconunWinchestercruzadosobrelasrodillas.

Acababa de preguntarle a Pierpont la hora, y él tanteaba en busca de su reloj,cuandoalolejoscaminoarribaoímoselgalopedeuncaballoqueseacercabamásymásconcrecienteestruendodecascoshastapasaranuestrolado.EntonceselrifledeBarrisescupiófuegoylamasaoscura,caballoyjinete,sedesmoronaronenelpolvo.Pierpontenunsegundotuvoasidoporelcuelloaljineteamediasatontado;elcaballohabíamuerto;cuandoencendimosunaramadepinoparaexaminaralindividuo,losdosjinetesdeBarrisseacercaronalgalopeytirarondelasriendasjuntoanosotros.

—¡Hm!—dijoBarrisfrunciendoelceño&mdash.;Esel"Abrillantador"oyosoy

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uncontrabandistadelicores.Nos agrupamos curiosos para ver al "Abrillantador". Era pelirrojo, gordo e

inmundo,ysusojillosrojosleardíanenlacabezacomolosdeuncerdoairado.Barris le revisé los bolsillosmetódicamentemientras Pierpont lo sujetaba y yo

sosteníalaantorcha.ElAbrillantadoreraunaminadeoro;losbolsillos,lacamisa,lascañas de las botas, el sombrero, aun los puños sucios que mantenía apretados ysangrantes,reventabandepálidooroamarillo.Barrisdejócaereste"orolunar",comohabíamosllegadoallamarlo,enlosbolsillosdesuchaquetadecaza,yseapartóparainterrogar al prisionero. Volvió al cabo de unos pocosminutos e hizo señas a sushombres montados para que se hicieran cargo del Abrillantador. Los observamos;conducían lentamente a sus caballos con el rifle sobre el muslo, adentrándoselentamente en la oscuridad mientras el Abrillantador, fuertemente atado arrastrabatorvolospiesentreellos.

—¿Quién es elAbrillantador?—preguntóPierpont deslizándosenuevamente elrevólverenelbolsillo.

—Uncontrabandistadelicores,unfalsificadoryunasaltantedecaminos—dijoBarris—,yprobablementeunasesino.Drummondsealegrarádeverlo,ycreoqueesprobablequelopersuadadeconfesarloquesenegóaconfesarmeamí.

—¿Senegóahablar?—pregunté.—Nodijoniunasílaba.Pierpont,yanotienesmásquehacer.—¿Nadamásquehacer?¿Noregresasconnosotros,Barris?—No—dijoBarris.Caminamosporelcaminooscuroensilencioporunrato,mientrasmepreguntaba

que intentaría hacerBarris, pero él no dijo nadamás hasta que llegamos a nuestragalería.AllítendiósumanoprimeroaPierpontyluegoamídespidiéndosecomosiestuvieraporemprenderunlargoviaje.

—¿Cuándoestarásderegreso?—lepreguntéenaltavozcuandoyaseacercabaalportalón.Atraveséelpradootravezyotraveznostomólamanoconunserenoafectodelquenolocreíacapaz.

—Iré—dijo—aponerfinalafabricacióndeoroestamismanoche.Séquejamássospechasteis lo queme traía entremanos durantemis solitarios paseos nocturnosdespués de la cena. Os lo diré. Ya he matado sin hacer ruido a cuatro de estosfabricantes de oro. Mis hombres los pusieron bajo tierra junto al mojón cuarto,Quedan tres con vida: el Abrillantador que atrapamos, otro criminal llamado"Amarillo"o"Yaller"enelháblavernacularyeltercero…

"Alterceronolohevistonunca.Peroséquiényquées…losé;ysiesdecarnehumanaydesangre,susangreseráderramadaestanoche.

Mientras hablaba, un débil ruido que venía desdemás allá del prado atrajomiatención.Unhombremontadoavanzabaen silencioa la luzde lasestrellaspor las

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tierras esponjosas. Cuando estuve cerca, Barris encendió una cerilla, y vimos quellevabauncadávercruzadosobrelamontura.

—Yaller, coronelBarris—dijo el hombre, tocándose el flácido sombrero comosaludo.

La lúgubre aparición del cadáver hizo que me estremeciera y al cabo de uninstantedehaberexaminadoelrígidocuerpodegrandesojosabiertos,retrocedí.

—Identificado—dijo Barris—, llévalo a puesto del mojón cuarto y envía susefectosaWashington…sellados,Johnstone,tenloencuenta.

Elhombresealejóamediogalopeconsucargafantasmal,yBarrisnosestrechólamanoporúltimavez.Luegosealejóalegrementeconunabromaenloslabios,yPierpontyyonosvolvimosacasa.

Duranteunahorafumamosensimismadosenlasalaanteelfuego,hablandomuypoco,hastaquePierpontdijodepronto:

—Habría querido que Barris hubiera llevado consigo a uno de nosotros estanoche.

Elmismopensamientomehabíaestadorondandoenlacabeza,perodije:—Barrissabeloquehace.Esta conversación no nos sirvió de consuelo ni abrió el camino de la

conversación,yalcabodeunospocosminutosPierpontmediolasbuenasnochesyllamó a Howlett para que le trajera agua caliente. Cuando Howlett lo dejó bienarropadoencama,dejéencendidasólounalámpara,enviéalosperrosconDavidydespedíaHowlettporesanoche.

Nosentíadeseosderetirarmeporquesabíaquenopodríadormir.Habíaunlibroabiertoenlamesajuntoalfuego,locogíyleíunapáginaodos,peroteníalamenteenotrascosas.

La persiana de la ventana estaba abierta y miré el firmamento cuajado deestrellas.Nohabíalunaesanoche,peroelcieloestabacubiertodeestrellastitilantesy una pálida irradiación,más brillante aún que la de la luna, cubría el prado y elbosque.A lo lejosoía lavozdelviento,uncálidovientosuavequemurmurabaunnombre,Ysonde.

—Escucha—suspiró lavozdel viento, y "escucha" repitieron comoun eco lasramasmecidasdelosárbolesconcadahojaestremecida.Escuché.

Donde las largas hierbas temblaban con la cadencia del grillo, oía su nombre,Ysonde; lo oía en la susurrante madreselva donde revoloteaban grises mariposasnocturnas;looíaenelrepetidogoteardelrocíoenlagalería.Elsilenciosoarroyodelprado murmuraba su nombre, las ondulantes corrientes del bosque lo repetían,Ysonde,Ysonde, hasta que toda la tierra y el cielo se colmaron del suave tremor,Ysonde,Ysonde,Ysonde.

Un tordonocturnocantabaen laespesura juntoalporche,yyomedeslicéa la

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galeríaparaescuchar.Alcabodeunmomentovolvióaempezaralgomáslejos.Meaventuréporelcamino.Otravezlooíalolejosenelbosque,yloseguí,porquesabíaquecantabadeYsonde.

CuandolleguéalsenderoqueabandonaelcaminoprincipalyconducealrefugiodelDulceHelechoenelseto,vacilé;perolabellezadelanochemesedujoyseguíadelante mientras los tordos nocturnos me llamaban desde la espesura. En lairradiaciónestelar, arbustos,hierbas, floresdel camposedestacabandistintos,puesno había luna que arrojara sombras. Prado y arroyo, bosquecillo y río estabaniluminadosporelpálidoresplandor.Comograndeslámparasencendidas,losplanetascolgabandel alto cielo abovedadoy a travésde sus rayosmisteriosos, las estrellasfijas,calmas,serenas,mirabandesdeloaltocomoojos.

Vadeéhastalacinturaporcamposdevarasdeorocubiertasderocío,atravésdetréboles tardíos y avena silvestre, eglantinas de frutos carmesíes,moras y ciruelossalvajes,hastaqueelacalladomurmullodelarroyoWiermeadvirtióqueelcaminohabíaterminado.

Peronomedetuveporqueenelairenocturnopesabaelperfumedelosnenúfaresyalolejos,porsobrelosacantiladosboscososyelhúmedopradomásallá,habíaundistante fulgor de plata, y oí el murmullo de las adormecidas aves acuáticas. Elcaminoestabadespejado,salvoporlosdensosrenuevosdelosarbustosylastrampasquetendíanlasmalezas.

Lostordosnocturnoshabíancesadosucanto,peronoteníadeseosdelacompañíade criaturas vivientes. Esbeltas figuras veloces seme cruzaban como dardos en elcamino por intervalos, delgados visones que huían como sombras a mi paso,nervudascomadrejasygordasratasalmizclerasqueavanzabanpresurosasaunacitaounamatanza.

Nunca había visto tantos animalitos del bosque en movimiento. Empecé apreguntarme dónde se dirigían con tanta prisa, por qué se precipitaban todos en lamismadirección.Oramecruzabaunaliebrequeibasaltandoentrelasmalezas,oraunconejoqueseescurría.Alpenetrarelsegundobosquecillodeabedules,doszorrossedeslizaronjuntoamí;algomásadelanteunagamairrumpiódesdelosarbustos,ydecercalasiguióunlinceconojosbrillantescomobrasas.

Nohizocasodelagamanidemí,sinoquesealejódeprisahaciaelnorte.Ellinceestabahuyendo.—¿Dequé?—mepreguntéasombrado.Nohabíaincendioenelbosque,niciclón,

niinundación.SiBarrishubierapasadoporallí¿habríasucitadosemejanteéxodo?Imposible;ni

siquiera un regimiento en el bosque había podido poner en fuga a estas aterradascriaturas.

"¿Quédemonios—pensé,volviéndomeparacontemplarelvuelodecididodeun

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martínpescador—,quédemoniospuedehaberespantadoa losanimalesaestahoradelanoche?"

Miréelcielo.Elplácidofulgordelasestrellasdetenidasmeserenóyavancéporel estrecho sendero bordeado de abetos que conduce a la orilla del Lago de lasEstrellas.

Viburnossilvestresyenredaderasmetratabanlospies,ramascubiertasderociome humedecían y las duras agujas de los abetosme arañaban la caramientrasmeabría camino por sobre troncos cubiertos de musgo y profundos montecillosesponjososdehierbashastalagravaniveladadelasorillasdellago.

Aunque no soplaba viento, pequeñas ondas se apresuraban en el lago y las oíromper sobre el pedregullo. En la pálida luz de las estrellas miles de nenúfareslevantabanhaciaelcielosuscálicesamediascerrados.

Me tendí cuan largo era en la orilla y, con la barbilla apoyada en la mano,contemplélaorillaopuestadellago.

Las ondas del lago avanzaban salpicando a lo largo de la orilla, cada vezmásaltas, cada vez más cercanas, hasta que una película de agua, delgada yresplandeciente como la hoja de un cuchillo, llegó hasta mis codos. No podíaentenderlo;ellagocrecía,peronohabíallovido.Alolargodetodalacostaelaguacrecía;oílasondasentrelasjuncias;lasplantasamiladoseanegaban.Losnenúfaressemecíanenlaspequeñasolas,cadaunoelevándose,hundiéndose,elevándoseotravezhastaquetodoellagoresplandeciódeondulantesflores.¡Quédulceyprofundaera la fraganciade losnenúfares!Yahora el aguadescendía lentamente, las ondasretrocedían apartándose del borde de la orilla hasta que las blancas piedrecillasaparecieronotravez,brillantescomolaescarchadeunvasollenohastaelborde.

Ningúnanimalquenadaraenlaoscuridadalolargodelaorilla,ningúnsalmónqueemergierapodríahaberanegadolaenteraorillacomosilaondadeungranbarcohubierasurcadolasaguas.¿PodríahabersidolainundaciónconsecuenciadealgunalluviaprecipitadaalolejosenelbosqueyllegadaaquíporelarroyodelaPresa?Estaeralaúnicaexplicaciónqueleencontraba,aunquecuandohabíacruzadoelarroyodelaPresanohabíanotadoqueestuvieracrecido.

Ymientrasyacíaallípensando,soplóunaligerabrisayvilasuperficiedellagoblanqueardelirios.

Amialrededorsuspirabanlosalisos;oíqueelbosquetrasdemíseagitaba;lasramas entrecruzadas se frotaban suavemente corteza contra corteza. Algo—quizáfueraunbúho—salióde lanoche,bajó, levantóvueloyvolvióaperdersey lejos,másalládelasaguasoísuligerogritosalirdelassombras:Ysonde.

Entonces,porprimeravez,porqueteníaelcorazóncolmado,meechédebrucesllamándola por su nombre. Tenía los ojos húmedos cuando levanté la cabeza —porqueelaguacrecíanuevamente—ymicorazónlatíapesadamente:

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—Yanuncamás,nuncamás.Pero mi corazón mentía porque mientras alzaba la cabeza hacia las serenas

estrellas, la vi en pie silenciosa cerca de mí; y pronuncié su nombre muy quedo,Ysonde.Ellaextendióambasmanos.

—Me sentí sola —dijo y fui al claro, pero el bosque está lleno de animalesespantadosquemeasustaronamí. ¿Ha sucedidoalgoen losbosques?Losciervoshuyenhacialastierrasaltas.

Teníasumanoinmóvilenlamíamientrasavanzábamosalolargodelaorilla,elgolpeteodelasondassobrelarocanoeramásbajoquenuestrasvoces.

—¿Por qué me dejaste sin decir palabra allí en la fuente del claro? —mepreguntó.

—¡Yodejarte…!—Enverdadlohiciste,corristevelozcontuperrointernándoteentrelamalezay

losarbustos…oh,measustaste.—¿Tehedejadodeesemodo?—Sí…despuésde…—Dequemebesaste.Entonces nos recostamos juntos y contemplamos las negras aguas en las que

había engarzadas estrellas, comonoshabíamos inclinado juntos sobre la fuentedelclaro.

—¿Lorecuerdas?—pregunté.—Sí.Miraenelaguahayengarzadasestrellasdeplata…portodaspartesflotan

liriosblancos,ylasestrellasdebajo,enloprofundo.—¿Quéfloresésaquetienesenlamano?—Unlotoacuáticoblanco.—CuéntamedeYue-Laou,DzilNbudelosKuen-Yuin—susurrélevantándolela

cabezaparapoderverlelosojos.—¿Tegustaríaescucharlo?—Sí,Ysonde.—Todo lo que sé te pertenece ahora, como te pertenezco yo, todo lo que soy.

Acércate. ¿Quieres saber de Yue-Laou? Yue-Laou es Dzil-Nbu de los Kuen Yuin.VivióenlaLuna.Esviejo…muy,muyviejo,yunavezantesquevinieraaregiralosKuen-Yuin, era el viejo que une con una cuerda de seda a todas las parejaspredestinadas,demodotalquenadadespuéspuedeprevenirlaunión.PerotodoesohacambiadodesdequevinoaregiralosKuen-Yuin.AhorahapervertidoalosXin—losgeniosbondadososdeChina—yhamodeladoconsuscuerpos retorcidosunmonstruo que llama el Xin. Estemonstruo es horrible, porque no sólo vive en supropio cuerpo, sino que tienemiles de espantables satélites, criaturas vivientes sinboca,ciegas,quesemuevencuandoelXinsemueve,comounmandarínysuescolta.

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SonpartedelXin,aunquenoesténunidosconél.Noobstante,siselastimaaunodelos satélites, elXin se retuerce de dolor.Es terrible…ese enormebulto viviente yesas criaturas esparcidas comodedosarrancadosque se retuercenalrededordeunamanoespantosa.

—¿Quiéntehacontadoeso?—Mipadrastro.—¿Túlocrees?—Sí.HevistoaunadelascriaturasdelXin.—¿Dónde,Ysonde?—Aquí,enestosbosques.—Entonces¿creesquehayunXinaquí?—Debehaberlo…quizásenellago.—¡Oh!¿losXinshabitanenloslagos?—Sí,yenlossietemares.Aquínotengomiedo.—¿Porque?—PorquellevoelsímbolodelosKuen-Yuin.—Entoncesyonoestoyasalvo—dijesonriendo.—Sí,loestás,porquetesostengoentremisbrazos.¿Tecuentoalgomássobreel

Xin? Cuando el Xin está a punto de dar muerte a un hombre los perros de Yethgalopanenlanoche…

—¿QuésonlosperrosdeYeth,Ysonde?—LosperrosdeYethnotienencabeza.Sonlosespíritusdeniñosasesinados,que

merodeanporlosbosquesenlanoche,emitiendosonidosplañideros.—¿Creeseneso?—Sí,porquehellevadoellotoamarillo…—Ellotoamarillo…—Elamarilloeselsímbolodelafe…—¿Dónde?—EnYian—dijodébilmente.Alcabodeunrato,lepregunté:—Ysonde¿sabesquehayunDios?—DiosyXangisonuno.—¿HasoídoalgunavezdeCristo?—No—respondióquedamente.El viento empezó a soplar otra vez entre la copa de los árboles. Sentí que sus

manossecerrabanenlasmías.—Ysonde—volvíapreguntar—¿creesenloshechiceros?—Sí,losKuen-Yuinsonhechiceros;Yue-Laouesunhechicero.—¿Hassidotestigodebrujerías?

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—Sí,elsatélitereptildelXin…—¿Yalgomás?—Mihechizo… la bola de oro, el símbolo de losKuen-Yuin. ¿No la has visto

cambiar…?¿Nohasvistolosreptilesretorcerse…?—Sí—contesté lacónico, y luego permanecí en silencio, porque un repentino

estremecimientodeaprensiónmehabíaasido.TambiénBarrishabíahabladograve,ominosodeloshechiceros,losKuen-Yuin,yyohabíavistoconmispropiosojoslosreptilesgrabadosgiraryretorcerseenelgloboresplandeciente.

—Sinembargo—dijeenvozalta—,Diosexisteylahechiceríanoesmásqueunnombre.

—Ah—murmuró Ysonde, acercándoseme aún más—, en Yian dicen que losKuen-Yuinexisten;Diosnoesmásqueunnombre.

—Mienten—susurréconfiereza.—Tencuidado—merogó—puedequeteoigan.Recuerdaquetieneslamarcade

lagarradeldragónenlafrente.—¿Yqué?—pregunté,recordandoalmismotiempolamarcablancaenelbrazo

deBarris.—¡Ah!¿nosabesquelosquetienenlamarcadelagarradeldragónsonseguidos

porYue-Laouparabienoparamalyqueelmalsignificalamuertesiloofendéis?—¿Túcreeseso?—preguntéconimpaciencia.—Losé—dijoellasuspirando.—¿Quiéntecontótodoesto?¿Tupadrastro?¿Quéesélentonces,ennombredel

Cielo…unchino?—Nolosé;noescomotú.—¿Teha…tehadichoalgoacercademí?—Sabe de ti… no, yo no le he dicho nada… ¡Ah! ¿qué es esto…?Mira, una

cuerda,unacuerdadesedaentornoatucuello…¡yentornoalmío!—¿Dedóndesalióesto?—preguntéasombrado.—Debedeser…debedeserYue-Laouquemeataati…escomomipadrastrolo

dijo…éldijoqueYue-Laounosuniría…—Tonterías —dije casi con rudeza, y cogí la cuerda de seda, pero para mi

sorpresa,sedeshizoenmimanocomosifuerahumo.—¿Qué significan todos estos malditos trucos? —murmuré irritado, pero mi

irritaciónsedesvanecióalpronunciar laspalabrasyunestremecimientoconvulsivome sacudió entero. De pie a la orilla del lago, a una pedrada de distancia, seencontrabaunafiguraretorcidayencorvada…Eraunviejecitoquedespedíachispasde un carbón encendido que tenía en la palma desnuda soplando en él. El carbónresplandecíaconcrecienteintensidadiluminandolacabezasemejanteaunacalaveradel anciano y arrojando un fulgor rojizo en la arena a sus pies. Pero ¡la cara! ¡La

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espantosacarachinasobrelaquelaluztitilaba!¡Ylosoblicuosojosdeserpientequeechaban chispas a medida que el carbón refulgía más ardiente! ¡Carbón! No eracarbón, sino un globo de oro que teñía la noche con llamas carmesíes… era elsímbolodelosKuen-Yuin.

—¡Mira! ¡Mira!—jadeóYsonde temblandoviolentamente—.¡Mira la lunaqueseremontaentresusdedos!Oh,creíqueeramipadrastroyesYue-Laou,elHacedordeLunas…¡No,no!Esmipadrastro…¡Oh,Dios,sonelmismo!

Helado de terror, me dejé caer de rodillas buscando a tientas mi revólver queabultaba en el bolsillo demi chaqueta; pero algome detuvo… algo queme ceñíacomounareddefuertetramasedosa.Medebatíyluché,perolaredmeajustabacadavez más… nos rodeaba por todas partes atrayéndonos, volcándonos el uno en losbrazos del otro hasta que yacimos juntos, unidosmano, cuerpo y pie, palpitantes,jadeantescomounpardepalomasenunared.

¡Yesacriaturaallíenlaorilla!Cuánnofuemihorroralverunalunaenormeyplateadaalzarsecomounaburbujadeentresusdedos,elevarsemásymásenelaireinmóvil y quedarse suspendida en lo alto en el cielo demedianoche,mientras otralunasealzabadeentresusdedos,yotrayotramás,hastaquelavastaexpansióndelcielo quedó cubierta de lunas y la tierra chisporroteaba como un diamante en elblancofulgor.

Un fuerte viento empezó a soplar desde el este y trajo a nuestros oídos unprolongadoaullidoluctuoso…ungritotanextraterreno,queporuninstantenuestroscorazonessedetuvieron.

—¡LosperrosdeYeth!—dijoYsondesollozando—.¿Losoyes?¡Correnporelbosque!¡ElXinestácerca!

Entonces todoanuestroalrededoren lashierbassecasde las juncias seoyóuncrujido como si se arrastraran animalespequeñosyun acrehedorhúmedo llenó elaire.Conocíaelolor,vilascriaturassemejantesacangrejosyarañasaparecercomoun enjambre ami alrededor y arrastrar sus cuerpos de amarillo vello por entre lashierbas apartadas. Pasaban por centenares envenenando el aire, cayendo,retorciéndose, arrastrándose con las ciegas cabezas alzadasy sinboca.Lospájarosmedio adormilados y confundidos por la oscuridad se alejaban volando delante deellos con temor impotente, los conejos saltaban fuera de sus madrigueras, lascomadrejas se deslizaban como sombras huidizas. Las criaturas del bosque quequedabansepusieronenmarchayhuyerondelaasquerosainvasión;oíellamentodeunaaterrorizada liebre,el resoplidodeunciervoespantadoyel torpegalopedeunoso;todoeltiempomeestabaahogando,mediosofocadoporelaireenvenenado.

Entonces,mientrasmedebatíaparalibrarmedelatramadesedaquemerodeaba,miréconmortalterroralhechiceroyviquesevolvíasobresuspasos.

—¡Alto!—exclaméunavozdeentrelosarbustos.

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—¡Barris!—gritédandocasiunsaltoenmiagonía.Vialhechicerosaltarhaciaadelante,oíelbang,bang,bangdeunrevólvery,al

caerelhechicerosobreelbordedelagua,viaBarrisavanzarenelblancoresplandorydispararotravez,una,dos,tresvecessobrelafiguraqueseretorcíaasuspies.

Entonces ocurrió algo espantoso. Del negro lago surgió una sombra, unainnombrable masa informe sin cabeza, ciega, gigantesca, que boqueaba de unextremoalotro.

UnagranoladiocontraBarrisyéstecayó,otraloarrastróporlaspiedras,otralollevóremolineandoalaguayentonces…entoncesesacosaseabalanzósobreél…yyomedesvanecí.

***

Estoes,pues,todoloqueséacercadeYue-LaouyelXin.Notemoelridículoaquepuedanexponermeloscientíficosolaprensa,porquehedicholaverdad.BarrissehaidoylacosaquelomatóvivehoyenelLagodelasEstrellasmientrasquesusarácnidos satélites rondan por los bosques del Cardenal. La caza ha huido, losbosques alrededor del lago se han vaciado de criaturas vivientes, salvo los reptilesquesearrastrabancuandoelXinsemueveenlasprofundidadesdellago.

ElgeneralDrummondsabeloquehaperdidoconBarris,ynosotros,Pierpontyyo, también lo sabemos. Encontramos su testamento en el cajón del queme habíadadolallave.

Estabaenvueltoenunpapelenelquehabíaescrito:

Yue-Laou, el hechicero, se encuentra aquí en los bosques delCardenal.Debomatarlo o, de lo contrario, élmematará amí. Élhizoymediolamujerqueamé…Ellahizo—yolovi—;lahizoconuncapullodelotoacuáticodecolorblanco.Cuandonaciónuestrahija,sepresentódenuevoantemiymeexigióladevolucióndela mujer que amaba. Entonces, cuando me negué, se fue, y esanochemiesposaymihijadesaparecierondemiladoyencontréenlaalmohadadeellauncapullodelotoblanco.Roy,lamujerdetusueño,Ysonde,quizáseamihija.Diosteasistasilaamas,porqueYue-Laouda…yquita,comosifueraXangi,queesDios.MataréaYue-Laouantesdeabandonarestebosque…oélmemataráamí.

FRANKLYNBARRIS

AhoraelmundosabeloqueBarrispensabadelosKuen-YuinydeYue-Laou.Veoque los periódicos están empezando a entusiasmarse con los atisbos que les haprocuradoLi-Hung-ChangacercadelnegroCatayylosdemoniosdelosKuen-Yuin.

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LosKuen-Yuinestánalacecho.Pierpont y yo hemos desmantelado el refugio de caza de los bosques del

Cardenal. Estamos dispuestos en cualquiermomento a unirnos y dirigir la primerapartidagubernamentalparadragarellagodelasEstrellasylimpiarelbosquedeloscangrejos reptantes. Pero será necesario disponer de una gran fuerza y muy bienarmadaporlodemás,porquenuncaencontramoselcuerpodeYue-Laouy,estévivoomuerto,letemo.¿Viviráacaso?

Pierpont,quenosencontróaYsondeyamíinconscientesalaorilladellagoalamañanasiguiente,noviolamenorseñaldelcadávernihuellasdesangreenlaarena.Puede que haya caído al lago, perome temo, eYsonde también lo teme, que estévivo.Nuncapudimosvolveraencontrarellugardondeellamoraba,nielclaroolafuente.Lo único que queda de su vida anterior es la serpiente de oro en elmuseoMetropolitanyelglobodorado,elsímbolodelosKuen-Yuin;peroésteúltimoyanocambiadecolor.

Davidy losperrosmeesperanenelpatiomientras escribo.Pierpont está enelcuarto de armas llenando cartuchos, yHowlett le llevaun jarrodemi cerveza trasotrodesdeelbosque.Ysondeseinclinasobremimesaescritorio:sientosumanoenmibrazo,ymedice:

—¿Nocreesqueyahas trabajadobastanteporhoy,querido?¿Cómoesposiblequeescribastalesdisparatessinelmenorrastrodeverdadofundamento?

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UNAAGRADABLEVELADA

Etpis,doucementons'endort,Onfaitsacarne,onfaitsasorgue,Onronffle,et,commeuntuyaud'orgue,Letuyausemetàronfflerplusfort…

ARISTIDEBRUANT

I

Al ascender a la plataforma de un vagón funicular de Broadway de la calleCuarentaydos,alguiendijo:

—Hola,Hilton;Jamisonteestábuscando.—Hola,Curtis—contesté—.¿QuéesloquedeseaJamison?—Quieresaberquéhasestadohaciendotodalasemana—dijoCurtisaferrándose

desesperadamente de la barandilla al ponerse el coche enmovimiento—; dice queparecescreerqueelManhattanIllustratedWeeklyfuecreadoconelsólopropósitodeprocurartesalarioyvacaciones.

—¡El viejo gato capón e hipócrita! —dije indignado—. Sabe perfectamentedóndeheestado.¡Vacaciones!¿CreequeelCampamentodelEstadoenjunioescosafácildesobrellevar?

—Oh—dijoCurtis—¿hasestadoenPeekskill?—Yo diría que sí—respondímientras sentía crecermi cólera al pensar enmi

cometido.—¿Muchocalor?—preguntóCurtisconaireensoñador.—Treintaydosalasombra—respondí—.Jamisonqueríatrespáginascompletas

ytresmediaspáginasparaimpresiónpolicromayunmontóndedibujoslinealesporañadidura.Podríahaberlosinventado.¡Ojalálohubierahecho!Fuilobastantetontocomoparapreocuparmeydeslomarmeconelfindelograralgunosdibujoshonestosyesteeselagradecimientoquerecibo.

—¿Llevabasunacámara?—No. La llevaré la próxima vez. No desperdiciaré yami tiempo trabajando a

concienciaparaJamison—dijemalhumorado.—No compensa hacerlo —dijo Curtis—. Cuando se me asigna algún tema

militar,norepresentoelactodelartistaquehacerápidosbocetos,puedesapostarlo;voy ami estudio, enciendo la pipa, busco unmontón de IllustratedLondonNews,elijovariasescenasdebatallasdeCatonWoodville…ylasutilizo.

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ElcochecogiólacurvacerradadelacalleCatorce.—Sí—continuóCurtismientraselcochesedetuvoporunmomentofrentea la

casaMortonparalanzarsedenuevohaciaadelanteenmediodefuriosascampanas—,no compensa trabajar con honestidad para la pléyade de estúpidos que dirigen elManhattanIllustrated.Nosoncapacesdeapreciarlo.

—Creoqueelpúblicosíloaprecia—dije—,peroestoyseguroqueJamisonno.Semerecería que hiciera lo que lamayoría de vosotros hacéis: echarmano de unmontóndedibujosdeCatonWoodvilleyThulstrup,cambiarlosuniformes,modificarconhabilidadunafiguraodosycrearuntrabajotomado"delnatural".Decualquierforma, todo estome tiene harto. Casi todos los días de esta semaname he estadocorriendo de aquí para allá en ese campamento tropical o galopando tras esosregimientos. Tengo una página completa del "campamento a la luz de la luna",páginasenterasde"ejercitaciónenartillería"y"regimientosenacción"yunadocenadedibujosmenoresquemecostaronmásgemidosy sudoresque losque conoceráJamisonentodasulinfáticavida.

—Jamisontieneruedas—dijoCurtis—,másruedasquebicicletashayenHarlem.Quierequetengasunapáginacompletaparaelsábado.

—¿Unaqué?—exclaméespantado.—Sí, es lo que quiere… Iba a enviar a Jim Crawford, pero Jim debe ir a

Californiaparalaferiadeinvierno,ytútendrásquehacerla.—¿Dequésetrata?—preguntéfrenético.—DelosanimalesenelCentralPark—dijoCurtisconunarisaahogada.Yo estaba furioso. ¡Los animales! ¡Vaya! Le demostraría a Jamison que tenía

derecho a cierta consideración. Era jueves; eso me dejaba un día y medio paraterminar una página entera, y después del trabajo realizado en elCampamento delEstado,sentíaque teníaderechoaunpocodedescanso.Además,objetabael tema.Tenía intencióndedecírseloa Jamison…Tenía intencióndedecírselocon firmeza.No obstante, muchas de las cosas que, a menudo teníamos intención de decirle aJamison, no eran nunca dichas. Era un hombre peculiar, ancho de cara, de labiosfinos,vozsuave,modalesgentilesymovimientosflexiblescomolosdeungato.Porquénuestrafirmezacedíacuandoestábamosconcretamenteensupresencia,nuncalosupe de cierto. Hablaba muy poco… como también nosotros, aunque a menudoíbamosasuencuentroconotrasintenciones.

La verdad era que el Manhattan Illustrated Weekly era el mejor periódicoilustrado y que mejor pagaba de América, y nosotros los jóvenes no estábamosansiososporserarrojadosaladeriva.ElconocimientoqueteníaJamisondelarteeraprobablemente tanvastocomoeldecualquierotro"directorartístico"de laciudad.Eso, por supuesto, no quería decir nada, pero el hecho merecía escrupulosaconsideracióndenuestrapartey,porcierto,selaconcedíamosnopoco.

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Esta vez, sin embargo, decidí hacerle saber a Jamison que los dibujos no seproducen por metro, y que yo no era un profesional de segunda mano. Exigiríarespetopormisderechos;lediríaalviejoJamisonunaspocascosasquepondríanenmovimientolasruedecillasbajosusombrerodeseda,ysiintentabautilizarconmigosuestilogatuno,lopondríaaltantodeunospocoshechosrotundosquelerizaríanelpocopeloquelequedaba.

Fulgurante de espléndida indignación, salté del coche en City Hall seguido deCurtisyunospocosminutosmástardeentréenlasoficinasdelManhattanIllustratedWeekly.

—ElseñorJamisondeseaverlo,señor—dijounodeloscompositoresalentraryoenelprolongadovestíbulo.Arrojémisdibujossobrelamesaymepaséunpañueloporlafrente.

—ElseñorJamisondeseaverlo,señor—dijounniñopequeñoypecosoconunamanchadetintaenlanariz.

—Losé—dije,yempecéaquitarmelosguantes.—ElseñorJamisondeseaverlo,señor—dijounflacomensajeroquellevabaun

paquetedepruebasalaplantadeabajo.—Que el diablo cargue con Jamison—dije paramí.Me dirigí hacia el oscuro

pasajequellevaalaguaridadeJamison,repasandomentalmenteeldiscursoclaroysarcásticoqueveniacomponiendodesdehacíadiezminutos.

Jamison levantó la cabeza quemovió lentamente de arriba hacia abajo cuandoentréaldespacho.Meolvidéeldiscurso.

—SeñorHilton—dijo—,queremosunapáginacompleta sobre elZooantesdequeseatrasladadoalparquedelBronx.Elsábadoalastresdelatardeeldibujodebeestarenmanosdelgrabador.¿Pasóunasemanaagradableenelcampamento?

—Hacíacalor—musitéfuriosopornorecordarmidiscursillo.—Eltiempo—dijoJamisonconsuavecortesía—estáagobianteentodaspartes.

¿Losdibujosestánprontos,señorHamilton?—Sí.Hacíauncalorinfernalytrabajécomoundemonio…—Supongoquedebiódehabersesentidoabrumado.¿Esporesoquehizounviaje

de dos días a Catskills? Espero que el aire de la montaña le haya permitidorecuperarse,pero…¿fueprudenteiraCranstonparaelcotillónelmartes?Bailarconun tiempo tan abrumador es verdaderamente desaconsejable. Buenos días, señorHamilton,recuerdequeelgrabadordebetenersusdibujoselsábadoalastres.

Salí del despacho amedias hipnotizado, amedias furioso. Curtisme sonrió alpasar.Lehabríadadoungolpeenlacabeza.

—¿Por qué diablos me trago la lengua cada vez que ese viejo gato capónronronea?—mepreguntéalentraralascensorybajaralprimerpiso—.Noaguantaréestomuchomás.¿Cómo,ennombrede todo loqueeszorruno, sabíaque fuia las

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montañas?Supongoquemeconsideraholgazánpornoquerermorirhervido.¿CómosupodelbaileenCranston?¡Elviejogatocapón!

El bramido y el torbellino de la maquinaria y de los hombres afanados meaturdieroncuandocrucélaavenidaymedirigíalparquedelaCiudad.

Desde el asta en la torre la bandera pendía al sol caliente sin que hubiera casibrisa suficiente como para agitar sus barras carmesíes. En lo alto se extendía unespléndido cielo sin nubes, de un azul profundo en el que refulgían los rayosenjoyadosdelsol.

LaspalomasrevoloteabanygirabansobreeltejadogrisdelaOficinadeCorreososedejabancaerdesdeelazulparaaletearentornoalafuentedelaplaza.

En la escalinata del parque de laCiudad, se demoraba el desagradable políticoexplorándose la pesada mandíbula inferior con un mondadientes de madera,retorciéndose los negros bigotes caídos o desparramando jugo de tabaco por losescalonesdemármoloelcéspedrecortado.

Mis ojos erraron desde esas sabandijas humanas a la serena cara despectiva deNathanHale,sobresupedestal,yluegohaciaelpolicíadelParqueenfundadoenunachaqueta gris, cuyamisión consistía enmantener apartados a los niños del céspedfresco.

Un joven de manos delgadas y círculos azules bajo los ojos dormitaba en unbancojuntoalafuente;elpolicíaseleacercóylegolpeólasueladeloszapatosconunacortaporra.

Eljovenselevantómecánicamente,miróasualrededorenceguecidoporelsol,seestremeció y se alejó renqueando. Lo vi sentarse en la escalinata del edificio demármolblanco,meleacerquéylehablé.Elnomemiró,niadvirtiólamonedaqueleofrecía.

—Estáenfermo—ledije—.Haríabieneniralhospital.—¿Dónde?—preguntóvacuamente—.Heido,peronomereciben.Seinclinóyseatóelfragmentodecordónquesujetabaelrestodelzapatoalpie.—Ustedesfrancés—ledije.—Sí.—¿Notieneamigos?¿Nohaidoaveralcónsulfrancés?—¡Elcónsul!—replicó—.No,noheidoaveralcónsulfrancés.Alcabodeunmomentoledije:—Hablaustedcomouncaballero.Sepusodepieyseirguiómuyderechodelantedemímirándomeporprimeravez

directamentealosojos.—¿Quiénesusted?—lepreguntédesúbito.—Unparia—dijosinemoción,ysealejórenqueandoconlasmanosenlosraídos

bolsillos.

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—¿Eh?—dijoelpolicíadelparque,quesemehabíaacercadoamisespaldasatiempoparaescucharmipreguntaylarespuestadelvagabundo—.¿Nosabequiénesesevago?¿Ysiendoustedunperiodista?

—¿Quién es, Cusick?—pregunté mientras observaba la desgastada figura quecruzabaBroadwayendireccióndelrío.

—¿Deverasnolosabe,señorHilton?—repitióCusicksospechosamente.—No,nolosé;nuncalohabíavistoantes.—¡Vaya!—dijoelpolicíadegorriones——.Es"SogerCharlie",yarecuerda…el

oficialfrancésquevendíasecretosalemperadorholandés.—¿Y que debió haber sido fusilado? Ya lo recuerdo, hace cuatro años… Y

escapó…¿Deverasesél?—Todoelmundo lo sabe—dijoCusick resoplandopor lasnarices—.Supongo

quevosotrosloshombresdeprensadeberíaisdesaberloantesquenadie.—¿Cómoessunombre?—preguntéalcabodeunmomentodereflexión.—SogerCharlie…—Merefieroalnombreensupatria.—Oh, algún nombre francés como los que ésos tienen.Ningún francés aquí le

dirige la palabra; a veces lomaldicen y lo patean. Supongo que se estámuriendocentímetroporcentímetro.

Ahora recordaba el caso. Dos jóvenes oficiales de caballería franceses fueronarrestados,acusadosdevenderplanesdefortificacionesyotrossecretosmilitaresalosalemanes.Lavísperadesucondena,unodeellos,Diossabecómo,logróescapary apareció enNuevaYork.El otro fue debidamente fúsilado.El asunto hizo algúnruido porque ambos jóvenes pertenecían a familias de alcurnia. Había sido unepisodiolamentable,yyomehabíaapresuradoaolvidarlo.Ahoraquemevolvíaalamente, recordé las crónicas periodísticas del caso, pero me había olvidado de losnombresdeesosmiserablesjóvenes.

—Vendióasupatria—observóCusickmientrasvigilabaconelrabillodelojoaungrupodeniños—.Noesposibleconfiarenlosfranceses,nienloslatinosdepieloscura,nienlosholandeses,tampoco.Creoquelosyanquissonlosúnicosblancos.

MirélanoblecaradeNathanHaleyasentíconlacabeza.—Notenemosnadadesolapadosnosotros¿noescierto,señorHilton?PenséenBenedictArnoldymemiréloszapatos.Entonceselpolicíadijo:—Bien,adiós,señorHilton—ysefueaasustaraunaniñadecarapálidaquese

habíatrepadoalabarandillayseinclinabaparaolerlahierbafragante.—¡Cuidado,elpoli!—gritaronsusamiguitasconagudavoz,ytodalabandadade

golfillassedispersócorriendoporlaplaza.ConunsentimientodedepresiónmevolvíyfuiandandohaciaBroadway,donde

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muchos vagones funiculares amarillos iban de un lado a otro y el sonido de lascampanadas y el retumbo ensordecedor de los pesados camiones resonaba en losmuros demármol de laCasa de Justicia y en lamasa de granito de laOficina deCorreos.

Multitudes de personas afanadas iban de prisa de un lado al otro de la ciudad,empleadosdedelgadacarasobria,atildadoscambistasdeojosfríos,aquíyallíalgúnpolítico de cuello rojo del brazo de algún paniagudo favorito, aquí y allí algúnabogadodelayuntamientoderostroamarillentoysaturnino.Avecesunbomberoensuseverouniformeazulpasabaentrelamuchedumbre,avecesunpolicíadechaquetaazul se pasaba la mano por el pelo corto mientras sostenía el casco en su manoenguantadadeblanco.Habíamujerestambién,empleadasdetiendasdecarapálidaybonitosojos,altasjóvenesrubiasquepodríanserdactilógrafasoquizáno,ymuchas,muchas mujeres mayores cuya misión en esa parte de la ciudad nadie se habríaaventuradoaadivinar,peroqueseapresurabandeunladoalotrodelaciudad,todasocupadasenalgoquedabaalainquietamuchedumbreenteraunacualidadcomún:laexpresióndequienseapresurahaciaunametasinesperanzas.

Conocía a algunosde losquepasaban ami lado.Lapequeña JocelyndelMailExpress;Hood,queteníamásdinerodelquelehacíafaltayquetendríamenosdelque necesitaría cuando abandonara Wall Street; el coronel Tidmouse del 450RegimientodeInfanteríadeNuevaYork,queprobablementevendríadelaoficinadelArmyandNavyJournal,yDickHarding,queescribía losmejorescuentossobre lavida de Nueva York nunca publicados. La gente decía que el sombrero ya no lesentaba…especialmentealgunosde losque tambiénescribíancuentosacercade lavidadeNuevaYorkycuyossombrerosamenazabansentarentantolesduraralavida.

MirélaestatuadeNathanHale,yluegolacorrientehumanaquefluíaentornoasupedestal.

—Quandméme—musité yme dirigí andando haciaBroadway e hice señas alguardadeuncochefunicularqueibaalnortedelaciudad.

II

Entré al parque por la Quinta Avenida y el portal de la calle 59; nunca pudedecidirmeaentrarporelportalqueguardalahorribleestatuapigmeadeThorwaldsen.

ElsoldelatardesevertíaporlasventanasdelhotelNewNetherland,haciendoresplandecer todos los paneles con cortinas anaranjadas y llamear las alas de losdragonesdebronce.

MaravillososmacizosdefloresrefulgíanalaluzdelsolenlasgrisesterrazasdelSavoy,elpatioenrejadodelpalacioVanderbiltylosbalconesdelaplazadeenfrente.

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LafachadademármolblancodelClubMetropolitaneraunbienvenidoalivioeneluniversal resplandor,ymantuveenella fija lamiradahastaquehubecruzado lacalzadapolvorientaypenetradoenlasombradelosárboles.

Antesde llegaralZoo, loolí.Lasemanapróximasería trasladadoa losfrescospradosybosquesdelparquedelBronx,lejosdelaireasfixiantedelaciudad,lejosdelinfernalruidodelosautobusesdelaQuintaAvenida.

Unnoblevenadomemirófijamentedesdesujaulaentrelosárbolesmientrasyopasabaporelsenderoserpenteantedeasfalto.

—No teaflijas,viejo—ledije—, la semanapróximaestaráschapoteandoenelríodelBronxycomiendobrotesdearceatuenterasatisfacción.

Seguíadelantepasandojuntoamanadasdeciervosdemiradafija,grandesalcesyrenosdearbóreacornamentayantílopesafricanosdelargacara,hastaquelleguéalaguaridadelosgrandescarnívoros.

Los tigres estaban esparrancados al sol, guiñando y lamiéndose las patas; losleones dormían a la sombra o, sentados, bostezaban con gravedad. Una esbeltapantera se paseaba de un extremo al otro de su jaula, deteniéndose a veces paraatisbaransiosaellibremundosoleado.Lascriaturassilvestresenjauladasmepartíanelcorazón,yseguíadelanteencontrándomeavecesconlamiradavacíadeuntigreolosmezquinosojoshuidizosdeunahienamaloliente.

Másalládelpradopodíaver loselefantesquemecían susgrandescabezas, lossobriosbisontesquebabeaban solemnes sobre susvástagos, la sarcásticaexpresiónde los camellos, laspequeñas cebrasmalignasyunmontóndeanimalesmásde latribudelcamelloydelallama,todosparecidosentresí,todosigualmenteridículos,estúpidos,mortalmentefaltosdeinterés.

Enalgúnsitiodetrásdelviejoarsenalchillabaunáguila,probablementeunáguilayanki;oíel"chung,chung"deunhipopótamoqueresoplaba,elgritodeunhalcónyel"yap"quegruñíanloslobosencontienda.

"¡Lindositioparaundíacaluroso!",meditéconamargura,ypenséalgunascosasacercadeJamisonquenoinsertaréenestevolumen.Peroencendíuncigarrilloparaatenuarelaromadelashienas,abrímilibrodeesbozos,afilémilápizymepuseatrabajarsobreungrupodelafamiliadehipopótamos.

Debende haberme tomadopor un fotógrafo, porque todos ellos sonreían comopara "dar la bienvenida a un amigo", y mi libro de esbozos ofrecía una serie demandíbulas abiertas, tras las que los informes cuerpos abultados sedesvanecían enunaalarmanteperspectiva.

Loscaimaneseranfáciles;memirabancomosinosehubieranmovidodesdelafundación del Zoo, pero pasé un mal momento con el gran bisonte queconstantementemevolvíalacolaymemrrabaimpertérritoporsobresuflancoparacomprobar qué tal me impresionaba. De modo que fingí estar absorto en las

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travesuras de dos oseznos, y el viejo bisonte cayó en la trampa, porque hice de élalgunosbuenosbocetosymelereíenlacaracuandocerréellibro.

Había un banco junto a la morada de las águilas, y me senté para dibujar losbuitres y los cóndores, inmóviles como momias entre las rocas apiladas.Gradualmentefuiampliandoelesbozoincorporandolaplazacongrava,laescalinataque conducía a la Quinta Avenida, el somnoliento policía del parque frente alarsenal…yunaesbelta jovendeblanca frenteconunvestidonegroygastadoqueestabasilenciosaalasombradelossauces.

Al cabo de un rato descubrí que el boceto, en lugar de ser un estudio de laságuilas,eraenrealidadunacomposiciónenlaquelajovendenegroocupabaelpuntoprincipal de interés.Sin advertirlo, lo había subordinado todo a ella: los reflexivosbuitres, los árboles y las veredas, y los grupos apenas esbozados de los que sepaseabanalsol.

Estaba totalmente inmóvil, con la pálida cara inclinada y las manos blancascogidasflojamentepordelante.

"Se le ve como perdida en amargas reflexiones—pense—, probablemente notienetrabajo."

Entoncesvielresplandordeunanillodediamanteseneldedomediodesumanoizquierda.

"No se va a morir de hambre con semejante piedra", me dije, mirando concuriosidadsusojososcurosysubocasensitiva.Losojosylabocaeranhermosos…hermosos,perotocadosporeldolor.

Alcabodeunratomepusedepieyvolvísobremispasosparahacerunesbozoodos de los leones y los tigres. Evité losmonos; no puedo soportarlos y nuncameparecieron graciosas esas degradadas criaturas de todo lo que hay de innoble ennosotros.

"Ya tengo bastante—pensé—; iré a casa y prepararé una página completa queprobablementecomplaceráaJamison."

Demodoquecoloquélabandaelásticaalrededordemilibrodebocetos,guardéellápizylagomaenelbolsillodelchalecoymedirigíhacialaAlamedaparafumarun cigarrillo a la luz de la tarde antes de volver a mi estudio y trabajar hastamedianoche,hastaensuciarmelabarbilladegrisconlacarbonillaydeblancoconlatintachina.

A través del extenso prado podía ver los tejados de la ciudad que asomabanligeramentesobrelosárboles.Unanieblapordetrásdeella,chapitelybóveda,tejadoytorre,ylasaltaschimeneasdondedelgadashebrasdehumoserizabanociosas,sehabián transformado en pináculos de berilo y llameantes minaretes, bañados endelgado fulgor.Lentamente el encantamiento se acrecentaba; todo lo que era feoydesgastadoymezquinosehabíadesvanecidodelaciudaddistante,ysealzabaahora

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hacia el cielo del atardecer, espléndido, dorado,magnífico, purificado en el hornoferozdelsolponiente.

El disco rojo estaba a medias oculto ahora; el encaje de los árboles, el sauceplumosoy el abedul en flor; se oscurecían recortados sobre el fulgor; los rayosdefuego se disparaban lejos por el prado dorando las hojas muertas, manchando desuavecarmesílososcurostroncoshúmedosamialrededor.

Alo lejos,alotroextremodelprado,pasóunpastor tras laesteladeunrebañoconelperroasustalones,motasgrisesapenasenmovimiento.

Unaardillaestabaenunsenderodegravafrenteamí,corrióunospocospiesyvolvióadetenerse,tancerca,quemeeraposibleversusflancospalpitantes.

Enalgúnlugardelahierbauninsectoescondidoensayabalosúltimossolesdelverano;oíel¡tap,tap!¡tat-tat-t-t-tat!deunpájarocarpinteroentrelasramasporsobremicabezaylanotaquejumbrosadeunpetirrojosomnoliento.

El atardecer volvíase más denso; desde la ciudad la música de las campanasllegabaflotantealbosqueyelprado;ligerassirenasdulcesveníandelasbarcasdelríoalolargodelariberanorte,yeldistantetruenodeuncañónanunciabaelfindeundíadejunio.

Elextremodemicigarrilloempezóaresplandecerconunaluzmásroja;elpastoryelrebañosehabíandesvanecidoenelcrepúsculoysólosabíaqueaúnsetrasladabaporelcencerrodelasovejasquetintineabaligero.

Entoncesesaextraña inquietudque todoshanconocido,esasensaciónamediasensoñadadehaberlovistotodoantes,dehaberloexperimentadotodo,mesobrecogió,ylevantélacabezaymevolvílentamente.

Una figura estaba sentada a mi lado. Mi mente luchaba con el instinto delrecuerdo.Algovagoysinembargofamiliar,algoqueseevadíadeélysinembargolo incitaba,algo…¡Diossabequé!meperturbaba.Yahora,almirar,sin interés, lafiguraoscuraami lado,unaurgencia, totalmente involuntaria,una impacienciaporcomprenderseapoderódemí;suspiréymevolvíotravezinquietohaciaeloesteensombra.

Me pareció escuchar el eco de mi suspiro; apenas le presté atención; y en uninstantesuspiréotravezyarrojélacolillaconsumidademicigarrillosobrelagravaamispies.

—¿Mehablóusted?—dijoalguienenvozbaja,tancercaquemevolvícasoconbrusquedad.

—No—respondíalcabodeunmomentodesilencio.Era una mujer. No le podía ver la cara claramente, pero vi en sus manos

entrelazadas, que tenía apoyadas distraídamente en el regazo, la chispa de un grandiamante. La reconocí en seguida. No me hizo falta examinar su gastado vestidonegro, la cara pálida, unamanchablanca en el crepúsculo, para saber que tenía su

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retratoenellibrodebocetos.—¿Tendría…tendríainconvenienteenquelehablara?—preguntócontimidez.Ladesconsoladatristezadesuvozmeconmovióyledije:—¡Pues,no,porsupuestoqueno!¿Puedohaceralgoporusted?—Sí—dijoellaanimándoseunpoco—,sisólo…sisóloustedquisiera.—Loharésipuedo—dijeanimoso—.¿Dcquésetrata?¿Estácortadefondospor

elmomento?—No,nosetratadeeso—dijoellaechándoseatrás.Le pedí perdón, algo sorprendido, y saqué lamano del bolsillo donde llevo el

cambio.—Se trata sólo…sólodeseoquecojaustedestas…—sacóundelgadopaquete

delescote—estasdoscartas.—¿Yo?—preguntéasombrado.—Sí,sitienelabondad.—Pero¿quéhedehacerconellas?—inquirí.—Nolosé;sóloséquedebodárselas.¿Lascogerá?—Oh,sí,lascogeré—dijeriendo—.¿Esprecisoquelaslea?—Yañadíparamí:

"Esseguramentealgunatretademendicidad."—No—respondiólentamente—,nodebeleerlas;debeentregarlasaalguien.—¿Aalguien?¿Acualquiera?—No,noacualquiera.Sabráustedaquiéncuandollegueelmomento.—¿Entoncesdeboguardarlashastarecibirnuevasinstrucciones?—Su propio corazón será el que lo instruya—dijo en voz apenas audible.Me

tendióeldelgadopaqueteyyo,paradarlegusto,locogí.Estabahúmedo.—Las cartas cayeron al mar —dijo—. Había una fotografía que debía

acompañarlas,peroelaguasalada laestropeó.¿Tiene inconvenienteenque lepidaalgomás?

—¿Yo?Oh,no.—Entonces,demeelretratoquehoymehizo.Reínuevamenteylepreguntécómosabíaquelahabíadibujado.—¿Semeparece?—preguntó.—Creoqueseleparecemucho—respondísinceramente.—¿Noquieredármelo?Estuveapuntodenegárselo,peropenséque teníabastantesbocetoscomopara

unapáginacompletasinnecesidaddeése,demodoqueselodi,hiceseñaldequeselo merecía y me puse de pie. También ella lo hizo, con el diamante que leresplandecíaeneldedo.

—¿Está segura de que no está necesitada? —le pregunté no sin un cierto desarcasmobuenhumorado.

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—¡Atención!—susurró—.¡Escuche!¿Nooyelascampanasdelconvento?Mirélanocheneblinosa.—Nosuenaningunacampana—dije—,yademásnohaycampanasconventuales

aquí.EstamosenNuevaYork,mademoiselle—habíanotadosuacentofrancés—,nosencontramos en una tierra de yanquis protestantes, y las campanas que suenan sonmuchomenosdulcesquelasdeFrancia.

Mevolvíconagradoparadespedirme.Habíadesaparecido.

III

—¿Ha dibujado alguna vez un cadáver?—me preguntó Jamison a la mañanasiguientecuandoentréa sudespachoprivadoconunbocetode lapáginacompletapropuestasobreelZoo.

—No,ynoquierohacerlo—repliquédemanerainsociable.—DejequevealapáginasobreelCentralPark—dijoJamisonconsuvozgentil

mientras yo la desplegaba. No tenía casi valor alguno desde el punto de vistaartístico,peroaJamisonlegustótalcomoyodeantemanolosabía.

—¿Puede terminarla para esta tarde? —preguntó mirándome con ojospersuasivos.

—Oh,supongoquesí—dijeconcansancio.¿Algomás,señorJamison?—Elcadáver—contestó—;quierounbocetoparamañana…terminado.—¿Quécadáver?—inquirícontrolandomiindignaciónmientrasmirabalosojos

dulzonesdeJamison.Hubo un mudo duelo de miradas. Jamison se pasó la mano por la frente

levantandoligeramentelascejas.—Loquierotanprontocomoseaposible—dijoconvozacariciadora.Loquepenséfue:"¡Malditogatoronroneante!"Loquedijefue:—¿Dóndeseencuentraelcadáver?—En la Morgue. ¿No ha leído los periódicos de la mañana? ¿No? Ah, como

correctamenteloobservausted,seencuentrademasiadoocupadocomoparaleerlosperiódicos de la mañana. Los jóvenes deben aprender la industria primero, claro,claro. Lo que ha de hacer es lo siguiente: la policía de San Francisco ha dado laalarmaacercadeladesaparicióndeunatalseñoritaTufft…lahijadelmillonario,yalosabeusted.HoyuncadáverfuetransportadoalaMorguedeNuevaYork,aquí,yselo identificó comoelde la jovendesaparecida…porunanillodediamante.Ahorabien,estoyconvencidodequenoloes,ylediréporqué,señorHilton.

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CogióunaplumaehizounesbozodeunanilloenelmargendelTribune de lamañana.

—AsíesladescripcióndelanilloquenosllegódeSanFrancisco.Observaráqueeldiamanteestáengarzadoenelcentrodelanillodondesecruzanlasdoscolasdelasserpientesdeoro.

"Pues bien, el anillo del dedo de la mujer que está en la Morgue es así —yrápidamenteesbozóotroanilloenelqueeldiamantereposabaentreloscolmillosdelasdosserpientesdeoro—.

"—Esaesladiferencia—dijoconsuvozplacenterayregular.—Losanillosdeesaclasesoninfrecuentes—dije,recordandoquehabíavistoun

anillo semejante en el dedo de la joven de cara pálida en el Parque la tarde antes.Entonces,unsúbitopensamientoadquirió forma: ¡Quizáselcuerpoqueyacíaen laMorgueeraeldeesajoven!

—Bien—dijoJamisonmirándome—¿enquépiensa?—En nada —respondí, pero toda la escena se desplegaba ante mis ojos, los

buitresagazapadosentre las rocas, elgastadovestidonegroy la carapálida…yelanilloresplandecienteenladelgadamanoblanca.

—Ennada—repetí—.¿Cuándodebopartir,señorJamison?¿Quiereunretrato…oqué?

—Unretrato,uncuidadosodibujodelanilloy…unavistade laMorguepor lanoche.Noestaríamalcomunicarelhorroralagentedepaso.

—Pero—dije—,lapolíticadeesteperiódico…—No se preocupe, señorHilton—ronroneó Jamison—, soy capaz de dirigir la

políticadeesteperiódico.—Nomecabeduda—dijeconenfado.—Losoy—repitióimperturbableysonriente—;estecasodelaTufftinteresaala

sociedad,sabeusted.Yoestoy…tambiéninteresado.Metendióunperiódicodelamañanaymeseñalóuntitular.Leí"¡LaseñoritaTufftmuerta!NoviadelseñorJamison,elconocidoRedactor."—¡Qué!—exclaméconhorrorizadoasombro.PeroJamisonhabíaabandonadoel

despacho,ylooícharlaryreírsuavamenteconalgunosvisitanteseneldespachodeallado.

Dejécaerelperiódicoysalí.—¡Ese sapo de sangre fría!—exclamé una y otra vez—. ¡Hacer dinero con la

desaparicióndesuprometida!Bien,quemecuelguen,sabíaquenoteníasangre,nicorazón,queeracodicioso,peronuncapensé…nuncaimaginé…—Laspalabrasmefaltaron.

Apenasconscientedeloquehacía,saquéunejemplardelHeralddemibolsilloyviunacolumnatitulada:"¡EncuentrodelaseñoritaTufft!Identificadaporunanillo.

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TerribledolordelseñorJamison,suprometido."Erademasiado.SalíalacalleymesentéenelparquedelAyuntamiento.Mientras

estaba allí sentado, llegué a una terrible resolución; dibujaría la cara de la jovenmuerta de talmanera que la sangremorosa de Jamison se congelaría, poblaría lassombras negras de laMorgue con formas y caras fantasmales, y cada cara tendríaalgodeladeJamison.¡Oh,yaloarrancaríadesuapatíadeserpiente!LoenfrentaríaconlaMuertedemodotanespantableque,desapasionado,bajo,inhumanocomoera,se sobrecogería ante ella como ante un puñal que le fuera arrojado. Perdería micolocación,claro,peroesonomeimportaba,puesmehabíadecididoarenunciardecualquiermanera,puesnomesentí inclinadoamantenercontactossocialesconlosreptileshumanos.Ymientrasmeestabasentadoallí,furioso,tratandodeimaginaruncuadro cuyo sombrío horror dejaría en sumente una cicatriz imborrable, pensé deprontoenlajovenpálidavestidadenegrodelCentralPark.¡Quizásupobrecuerpoesbelto era el que yacía en las sombras de la lúgubre Morgue! Si hubo nuncareflexivadesesperaciónestampadaenunacara,lahabíavistoenladeellacuandosemedirigióenelParqueymediolascartas.¡Lascartas!Nohabíavueltoapensarenellasdesdeentonces,peroahoramelasquitédelbolsilloyexaminélasdirecciones.

—Es raro—pensé—, las cartas están todavía mojadas; huelen a agua salada,además.

Examiné la dirección nuevamente, escrita con la larga letra fina de unamujerculta,educadaenunconventofrancés.Lasdoscartasteníanlamismadirección,enfrancés:

CAPITAND'YNIOL.(Porbondaddeundesconocido)

Capitánd'Yniol—repetíenvozalta—.¡Quemecuelguen,yaheoídomencionaresenombre! ¿Dóndediablos…dónde, ennombrede todo loquees extraño…?—Alguienquesehabíasentadoenelbancojuntoamí,mepusounamanopesadasobreelhombro.

Eraelfrancés,"SogerCharlie".—Hapronunciadoustedminombre—dijocontonoapático.¡Sunombre!—Capitánd'Yniol—repitió—;esminombre.Lo reconocí a pesar de las gafas protectoras negras que llevaba y, al mismo

momento,comounrayorelumbróenmimentequed'Ynioleraelnombredeltraidorquehabíaescapado.¡Ah,ahoralorecordaba!

—Soyelcapitánd'Yniol—dijootravez,yvisusdedoscerrarseenlamangademiamericana.

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Pudo haber sido mi involuntario movimiento de rechazo, no lo sé, pero elindividuomesoltóysesentótiesoenelbanco.

—Soy el capitán d'Yniol —dijo por tercera vez—, acusado de traición ysentenciadoamuerte.

—¡Esinocente!—musitéantesdetenerconcienciadehaberhablado.Quéfueloqueme arrancó esas palabras involuntarias de los labios, no lo sabré nunca quizá;peroerayo,noél,elquetemblaba,poseídodeextrañaagitación,yfuiyo,noélqueletendióunamanoimpulsivarozandolasuya.

Sinelmenortemblormecogiólamano,melaapretócasiimperceptiblementeyladejócaer.Entoncesyoletendílasdoscartasy,comonolasmiraba,nitampocomemirabaamí,selaspuseenlamano.Entoncesélsesobresaltó.

—Léalas—dije—,sonparausted.—¡Cartas!—dijoconvozahogadaquenadateníadehumano.—Sí,sonparausted…ahoralosé…—¡Cartas!¿Cartasdirigidasamí?—¿Nopuedeverlo?—grité.Entonceslevantóunamanofrágilysequitólasgafasdeproteccióndelosojosy,

cuando lomiré, vi dos pequeñasmanchas blancas exactamente en el centro de laspupilas.

—¡Ciego!—dijetartamudeando.—Hacedosañosquenomeesposibleleer—dijo.Alcabodeunmomentopusolasyemasdelosdedossobrelascartas.—Estánhúmedas—dije—.¿Querría…querríaqueyoselasleyera?Durantelargotiemposequedósentadoalaluzdelsoljugueteandoconsubastón

yyolomirabasinhablar.Porúltimodijo:—Léalas,monsieur.Yotomélascartasyrompílossellos.Laprimeracartaconteníaunahojadepapel,húmedaydescolorida,sobrelasque

habíaescritasunaspocaslíneas:

Miquerido,sabíaqueerasinocente…

Allíterminabalaescritura,peroeneltextoborrosopordebajo,leí:

París lo sabrá… Francia lo sabrá, porque por fin tengo laspruebaseiréatuencuentro,soldadomío,ylaspondréentusmanosdevaliente.LosabenahoraenelMinisteriodeGuerra—tienenunacopia de la confesión del traidor—, pero no se atreven a darlo apublicidadyenfrentarelasombroylacóleradelpueblo.Portanto

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meembarcaréellunesenCherburgoenlalíneatransatlánticadelaCruz Verde, y te devolveré a lo que te pertenece, donde podráserguirteanteelmundosintemornivergüenza.

Aline

—¡Esto…estoesterrible!—tartamudeé—.¿EsposiblequeDiosexistaypermitacosassemejantes?

Peromeasióelbrazoconsumanopidiéndomequeleyeralaotracarta;yyomeestremecíantelaamenazaquehabíaensuvoz.

Entonces, con sus ojos sin vista fijados en mí, saqué la otra carta del sobremojadoymanchado.Yantesquetuvieraconciencia…antesquehubieraentendidoelsentidodeloqueveía,habíaleídoenaltavozlamitaddelaslíneasborroneadas:

"El Lorient se está hundiendo… un iceberg… mitad delocéano…adiós…eresinocente…teamo…"

—¡ElLorient!—exclamé—.Eraelvaporfrancésdelquenuncavolvióasabersenada…¡ElLorientdelalíneatransatlánticadelaCruzVerde!Mehabíaolvidado…Me…

Elfuerteestruendodeunrevólvermeensordeció;losoídosmeretumbabanymedolíancuandomeapartébruscamentedeuna figuraandrajosaypolvorientaque sedesmoronaba en el banco junto a mí, se estremecía un momento y caía sobre elasfaltoamispies.

Las pisadas de la multitud ansiosa y de mirada dura, el polvo y el olor de lapólvoraenelairecaliente,laestrepitosaalarmadelaambulanciaqueavanzabaporlacalleMail…todasestascosasrecuerdomientrasestabaallíarrodillado,sosteniendoimpotentelasmanosdelmuertoenlasmías.

—¿SogerCharlie—murmuróelpolicíadelosgorriones—sesuicidó,no,señorHilton?Ustedlovio,señor…sevolólatapadelossesos¿noescierto,señorHilton?

—Soger Charlie —repetían—, un francés oscuro que se suicidó… —Y laspalabras resonaban como un eco en mis oídos mucho tiempo después que laambulancia se alejara y se dispersara la multitud de mala gana cuando un par depolicíasdespejóunespacioalrededordelcharcodeespesasangresobreelasfalto.

Mequeríancomotestigoyledimitarjetaaunodelospolicíasquemeconocía.El populacho trasladó sobre mí su mirada fascinada, y yo me volví abriéndomecamino entre asustadas empleadas de tiendas y ociosos malolientes, hasta quemeperdíeneltorrentehumanodeBroadway.

Eltorrentemetrasladóhaciadondefluía.¿AlEste?¿AlOeste?Nolosabíanime

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importaba, sino que iba entre la multitud sin hacer caso de nada, mortalmentecansadodetratarderesolverlajusticiadeDios,delucharporcomprenderSusfines,Susleyes,Susdictámenesquesonjustosysintachaporentero".

IV

—Más deseables son que el oro, sí, mucho más que el oro fino. Más dulcestambiénquelamielyquelospanales.

Mevolvíhaciaelquehablaba,queandabarenqueandotrasdemí.Teníalosojoshundidosopacadosysinbrillo,lacaraexangtielucíapálidacomounamáscaradelamuertesobreunjerseyrojocomosangre,elemblemadelossoldadosdeCristo.

Noséporquémedetuvedemorándome,peroalpasarjuntoamí,ledije:—Hermano, también yo estaba meditando sobre la sabiduría de Dios y Sus

testimonios.Elpálidofanáticomelanzóunamirada,vacilóyseajustóamipasocaminandoa

milado.BajolaviseradesugorradelEjércitodeSalvación,losojosbrillabanenlasombraconunextrañofulgor.

—Dígame algo más —dije mientras mi voz se hundía bajo el bramido deltránsito, el clang, clang de los coches carriles y el ruido de las pisadas sobre elpavimentogastado—,háblemedeSustestimonios.

—Además por ellas Tu sirviente es advertido y en su cumplimiento hay granrecompensa.¿QuiénpuedeentenderSuserrores?Límpiamedemispecadossecretos.Aparta también a Tu sirviente de los pecados de la presunción. Que no tengandominio sobre mí. Entonces seré enderezado y me volveré inocente de la grantrasgresión. Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón seanaceptablesaTuvista…¡oh,Señor!¡MifuerzaymiRedentor!

—EslaSagradaEscrituraloquecita—dije—;tambiényopuedoleeresocuandoquiero.Peronomeaclaralasrazones…nomehacecomprender…

—¿Qué?—preguntó,ymurmuróparasí.—Eso, por ejemplo—repliqué señalando a un tullido que había nacido sordo,

mudoyhorriblementedeforme,undesdichadobultoenfermoen laacera juntoa laiglesia de San Pablo, una criatura de ojos vacíos que boqueaba y mugía y hacíaresonarpeniquesenunbotedelatacomosielsonidodelcobrepudieradeteneralabandahumanaqueavanzabacalientetraselolordeloro.

Entonceselhombrequerenqueabaamiladosevolvióymemirólargamenteyconseveridadalosojos.Yalcabodeunmomentounopacadorecuerdoseagitóenmí,unalgovagoqueparecíaeldespertardeunrecuerdodeunpasadomucho,muchotiempoolvidado,penumbroso,oscuro,demasiadosutil,demasiadofrágil,demasiado

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indefinido…¡Ah, el viejo sentimientoque todoshan conocido…!Lavieja extrañainquietud,esainútilluchaporrecordarcuándoydóndetodohabíaocurridoantes.

Y la cabeza del hombre se hundió en su jersey carmesí, ymurmuró,murmuróparasísobreDios,elamorylacompasiónhastaquemedicuentadequeelterriblecalordelaciudadlehabíaafectadoelcerebro,ymealejéylodejéparloteandodelosmisteriosqueningúnotro,salvoalguiencomoél,osanombrar.

Asíavancéa travésdelpolvoyelcalor;yelcálidoalientode loshombresmerozaba las mejillas y sus ojos ansiosos miraban los míos. Ojos, ojos que seencontrabanconlosmíos,atravesabanmimiradayseguíanmásallá,muchomásallá,donde el oro resplandecía en medio del espejismo de la eterna esperanza. ¡Oro!Estabaenelairedondelaluzdelsoldorabalasmotasflotantes,estababajolospiesenelpolvoqueelsoldoraba,resplandecíadesdeelpaneldecadaventanadondeloslargos rayos rojos hacían saltar chispas doradas sobre las jadeantes hordashambrientasdeorodeWallStreet.

Altos,muy altos se alzaban en el cielo profundo los edificios, y la brisa de labahíamovíalasbanderasdelcomercioteñidasporelsolhastaqueflameabansobreeltorbellinode las colmenaspordebajo; flameabancomunicandocoraje, esperanzayfuerzaalosquesentíanlacodiciadeloro.

ElsolsehundíatraselCastilloWilliamaldirigirmeyodistraídohacialaBatería,ylaslargassombrasrectasdelosárbolesseextendíansobreelcéspedylaaceradeasfalto.

Ya las luces eléctricas brillaban entre el follaje aunque la bahía refulgía comolatónpulidoylasvelasdelosbarcosresplandecíancomounmatizmásprofundoallídondelosrayosrojosdelsoldabanoblicuamentesobrelosaparejos.

Algunosviejosavanzabantrabajosamentealolargodelrompeolas,golpeandoelasfalto con gastados bastones; algunas viejas se arrastraban de aquí para allá en elcrepúsculo, viejas que cargaban cestos entreabiertos en demanda de limosna opaquetesabultados.¿Comida,ropa?Nolosabía;nomeimportabasaberlo.

ElpesadotruenodelosparapetosdelCastilloWilliammurióaladistanciaenlaplácida bahía, el último brazo rojo del sol se extendió por elmar, y se agitó y sedesvanecióenlostonossombríosdelcrepúsculo.Entoncesllególanoche,tímidaenuncomienzo,rozandoelcieloyelaguacondedosgrises,envolviendoelfollajeensuavesformasmacizas,avanzandoreptantemásymás,cadavezmásveloz,hastaqueel color y la formadesaparecieron de toda la tierra y elmundo se convirtió en unmundodesombras.

Ymientrasestabasentadosobreelrompeolasoscuro,gradualmentelosamargospensamientosmefueronabandonandoycontemplélanocheserenaconalgodelapazqueganaatodoscuandoterminaeldía.

Lamuerteamiladodelpobredesdichadociegoenelparquemehabíaafectado,

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peroahoralatensióndemisnerviosserelajóyempecéapensarentodoelasunto:lascartas y la extraña mujer que me las había dado. Me pregunté dónde las habríaencontrado,sienrealidadhabríansidoarrastradasporunacorrienteerrantedesdeelnaufragiofataldelLorient.

NadamásqueestascartashabíanquedadodelLorient,nadamásqueellashabíanvistodeélojoshumanos,aunquecreíamosqueelfuegoouniceberghabíasidosusuerte;puesnohabíahabidotormentascuandoelLorientpartiódeCherburgo.

¿Yquéerade la jovendecarapálidaquemehabíadado lascartasdiciéndomequeelcorazónmedictaríadóndecolocarlas?

Mepalpéelbolsillo enbuscade las cartasdonde lashabíametidoarrugadasyhúmedas.Allíestaban,ydecidíentregarlasalapolicía.LuegopenséenCusickyenel parque del Ayuntamiento, y estos pusieron mi mente en funcionamiento alencuentrodeJamisonymipropiotrabajo.¡Ah,mehabíaolvidadodeeso!MehabíaolvidadoquehabíajuradoconmoverlafríaymorosasangredeJamison.¡Especularconel suicidiooasesinatode suprometida!EsverdadquemehabíadichoquenocreíaqueelcuerpodelaMorguefueraeldelaseñoritaTufft,puesladescripcióndelanillo no coincidía con el de su prometida. Pero ¡qué clase de hombre era ése! ¡Irarrastrándose y olfateando por lasmorgues y las tumbas en busca de ilustracionesparapáginasenterasquepodríanserocasióndequesevendieranalgunosmillaresdeejemplares adicionales! Jamás había conocido a un hombre semejante.Era extrañoademás, porque esa no era la especie de ilustración que solía publicar elWeekly;estabaencontradetodoprecedente,encontradetodapolíticadelperiódico.Perderíauncentenardesuscriptoresporcadaunoqueganaraconsemejantetrabajo.

—¡Esebrutodesalmado!—musité—.¡Yaharéquesedespierte,ya…!Estabasentadoderechoenel rompeolasymirabafijamente lafiguraqueseme

acercababajolachisporroteanteluzeléctrica.Eralamujerquehabíaencontradoenelparque.Vinoderechohaciami,conlacarapálidaquelucíacomomármolenlaoscuridad

ysusmanosdelgadasextendidas.—Heestadobuscándolo todoeldía…todoeldía—dijocon losmismos tonos

bajosyexcitados—.Quierorecuperarlascartas.¿Lastieneaquí?—Sí—dije—.Lastengoaquí…Lléveselas,ennombredelCielo.¡Yahanhecho

bastantedañoporeldía!Ellacogiólascartasdemismanos;vielanillohechodelasdosserpientesquele

resplandecíaeneldedodelgado;meleacerquéylamiréalosojos.—¿Quiénesusted?—lepregunté.—¿Yo?Minombrenotieneimportanciaparausted—respondió.—Tienerazón—dije—.Nomeimportacuálseasunombre.Eseanillosuyo…—¿Quépasaconmianillo?—murmuro.

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—Nada…unamujermuerta que yace en laMorgue lleva un anillo semejante.¿Sabeloquehanocasionadosuscartas?¿No?Puesbien,selasheleídoaunpobredesdichadoysehasaltadolatapadelossesos.

—¡Selashaleídoaunhombre!—Lohice.Ysemató.—¿Quiéneraesehombre?—Elcapitánd'Yniol…Conalgoentresollozoyunarisa,mecogiólamanoymelacubriódebesos,y

yo,asombradoeindignado,apartélamanodesuslabiosfríosymesentéenelbanco.—No es preciso que me lo agradezca —dije con aspereza—; si lo hubiera

sabido…peronoimporta.Quizádespuésdetodoelpobrediabloseencuentramejoren otras regiones con su novia ahogada… Sí, imagino que así es. Estaba ciego yenfermo…yconelcorazóndestrozado.

—¿Ciego?—preguntóconsuavidad.—Sí.¿Loconocíausted?—Loconocia.—¿Yasunovia,Aline?—Aline —repitió suavemente—. Está muerta. Vengo a agradecérselo en su

nombre.—¿Agradecermequé?¿Sumuerte?—Si,eso.—¿Cómoconsiguióustedesascartas?—lepreguntédesúbito.Norespondióysequedótocandoconlayemadelosdedoslascartasmojadas.Antes de que pudiera volver a hablar se alejó entre la sombra de los árboles,

ligera, silenciosamente, y a lo lejos, en el sendero oscuro, vi resplandecer sudiamante.

Enlúgubremeditación,mepusedepieymedirigíatravésdelaBateríahacialaescalinatadel ferrocarrielevado.Lasascendí,comprémibilletey salía lahúmedaplataforma.Cuandollegóeltren,subíaélhaciendoconelresto,aúnreflexionandoenmivenganza,sintiendoycreyendoqueibaafustigarlaconcienciadeunhombrequehabíaespeculadoconlamuerte.

Por fin el tren se detuvo en la calle Veintiocho, y yo lo abandoné de prisa ydescendílasescalerasparadirigirmealaMorgue.

Cuandoentréaella,Skeldon,elsereno,estabaenpiejuntoaunalosaquebrillabadébilmente bajo losmezquinos picos de gas. Oyómis pasos y se volvió para verquiénseacercaba.Entoncessaludóconlacabezadiciendo:

—Señor Hilton, eche usted una mirada a este cadáver; yo volveré en unmomento; esta es la que dicen que es la señorita Tufft, pero se equivocan todos,porqueestecadáverhaestadoaquídesdehaceyadossemanas.

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Saquéelcuadernodebocetosyloslápices.—¿Cuáles,Skelton?—preguntémientrasbuscabalagoma.—Esta,señorHilton,lajovenquesonríe.LasacarondeSandyHook.¿Noparece

comosiestuvieradormida?—¿Qué es lo que tiene apretado en la mano? Oh… una carta. Sube el gas,

Skelton.Quieroverlelacara.El viejo giró la llave y la llama resplandeció y silbó en el húmedo aire fétido.

Entoncessúbitamentefijélamiradaenlamuerta.Rígido,respirandoapenasmiréelanilloformadopordosserpientesretorcidasen

lasquehabíaengarzadoungrandiamante;vilascartasmojadasapretadasenlamanodelgada.Miré y ¡Diosme ayude! Vi la caramuerta de la joven con la que habíaestadohablandoenlaBatería.

—Haceunmesquehamuertocuandomenos—dijoSkeltonconserenidad.Entonces, al sentir que mis sentidos me abandonaban, grité y, en el mismo

instante, alguien por detrás me cogía del hombro y me sacudía salvajemente; mesacudióhastaqueabrílosojosboqueandoytosiendo.

—Vamos, pues, joven—dijo un policía del parque inclinado sobremi—, si seduermeenunbanco,alguienlerobaráelreloj.

Mevolvífrotándomelosojosdesesperadamente.Entonces,todohabíasidounsueño:ningunajoventímidahabíaacudidoamícon

cartasmojadas,nohabíaidoalaoficina,noexistíalatalseñoritaTufft,Jamisonnoera un villano insensible, no por cierto. Nos trataba a todos mejor de lo quemerecíamosyerabuenoygenerosoporañadidura.¡Yelespantososuicidio!GraciasaDios tambiénesoeraunmito…y laMorguey laBateríapor lanocheenque lajovendecarapálida…¡ajj!

Mepalpéenbuscadelcuadernodebocetosyloencontré;volvílaspáginasdondeaparecían todos los animales que había dibujado, los hipopótamos, los búfalos, lostigres…¡ah!¿Dóndeestabaelbocetoenelquehabíahechode lamujerdelnegrovestidogastadolafiguraprincipal,conlosbuitresmeditativosalrededorylamultitudalaluzdelsol…?Habíadesaparecido.

Busquéportodaspartes,encadabolsillo.Habíadesaparecido.Por finmepusedepieyavancéporel estrechosenderodeasfaltoa la luzdel

crepúsculo.Ycuandodobléporlaveredamásamplia,viaungrupodepersonas,unpolicía

quesosteníaunalinterna,algunosjardinerosyunconjuntodeociososquerodeabanalgo…unamasaoscurasobreelsuelo.

—Los encontré así—decía unode los jardineros—, esmejor no tocarlos hastaquellegueelpesquisador.

Elpolicíaalzólalinternaunpoco;losrayoscayeronsobredoscaras,sobredos

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cuerpos, a medias sostenidos contra el banco del parque. En el dedo de la jovenresplandecíaunespléndidodiamanteengarzadoentreloscolmillosdedosserpientesdeoro.Elhombresehabíadisparadountiro; teníaapretadasenlamanodoscartasmojadas.Laropayloscabellosdelajovenestabanmojadosysucaraeralacaradeunaahogada.

—Bien, señor—dijo el policíamirándome—;ustedparece conocer a estas dospersonas…perosuaspecto…

—Nuncaloshevistoenmivida—dijejadeante,yseguímicaminotemblandodepiesacabeza.

Desdeentrelosplieguesdelgastadovestidonegrohabíavistoelextremodeunpapel:¡Eldibujoquehabíaperdido!

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ELMENSAJERO

Pequeñomensajerogris,vestidocomolaMuertepintada,polvoestuvestido.¿Aquiénbuscasentreliriosycapulloscerradosalatardecer?Entreliriosycapulloscerradosalatardecer¿aquiénbuscas,pequeñomensajerogrisvestidoenelespantableatuendodelaMuertepintada?Omniprudente¿hasvistotodoloquehayquevercontusdosojos?¿Conocestodoloquehayporconocery,portanto,omniscienteteatrevesadecirnoobstantequetuhermanomiente?

R.W.C.

I

—Labalaentróporaquí—dijoMaxFortin,ypusosudedomedioenunlimpioboqueteexactamenteenmediodelafrente.

Yoestabasentadoenunmontículodealgasymedescolguélaescopetaconquecazabaaves.

Elpequeñoquímicopalpóconprecaución losbordesdel agujeroabiertopor eldisparo,primeroconeldedomedio,luegoconelpulgar.

—Déjemeverelcráneootravez—dije.MaxFortinloalzódelsuelo.—Es como todos los otros—observó.Yo asentí con la cabeza sin ofrecerme a

aliviarlodelacarga.Alcabodeunmomento,reflexivamentevolvióaponerlosobrelahierbaamispies.

—Escomotodoslosotros—repitió,limpiandosusgafasconelpañuelo—.Penséquequerríaverunodeloscráneos,demodoquetrajeéstedelcascajar.LoshombresdeBannalecestántodavíacavando.Tendríanquedetenerse.

—¿Cuántoscráneoshayentotal?—pregunté.—Encontraron treinta y ocho cráneos; hay treinta y nueve anotados en la lista.

Están apilados en el cascajar al borde del trigal de Le Bihan. Los hombres están

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trabajandotodavía.LeBihanlosdetendrá.—Vayamosallí—dije;ycogímiescopetaymepuseencaminoatravésdelos

riscos,Fortinaunlado,Mômealotro.—¿Quiéntiene la lista?—preguntémientrasencendía lapipa—.¿Dicequehay

unalista?—La lista se encontró enrollada en un cilindro de latón —dijo el pequeño

químico.Añadió—:Nodeberíafumaraquí.Sabequesiunasolachispavolarahastaeltrigal…

—Ah,peromipipatieneunacubertura—dijesonriendo.Fortinmeobservómientrasyoajustaba lacuberturadepimentero sobre la taza

refulgentedelapipa.Luegocontinuó:—La lista estaba escrita sobre un grueso papel amarillo; el tubo de latón la

preservó.Seencuentrahoyentanbuenestadocomoen1760.Yalaverá.—¿Esesalafecha?—La lista está fechada "abril de 1760". La tiene el brigadier Durand. No está

escritaenfrancés.—¡Noestáescritaenfrancés!—exclamé.—No—replicóFortinsolemnemente—,estáescritaenbretón.—Pero—protesté—, la lengua bretona no se escribió ni se imprimió nunca en

1760.—Salvolossacerdotes—dijoelquímico.—Sólooídeunsacerdotequeescribióenlenguabretona.Fortinmedirigióunamiradafurtiva.—¿Serefierea…alSacerdoteNegro?—preguntó.Asentíconlacabeza.Fortinabrió labocaparavolverahablar,vacilóy finalmenteapretó losdientes

conobstinaciónsobreeltallodetrigoqueestabamasticando.—¿YelSacerdoteNegro?—sugeríalentador.Perosabíaqueerainútil;porquees

másfácilapartaralasestrellasdesucursoquehacerqueunbretónobstinadohable.Anduvimosunminutoodosensilencio.

—¿DóndeestáelbrigadierDurand?—preguntémientrashacíaunaseñaaMômeparaqueseapartaradeltrigal,quepisoteabacomosifuerabrezos.Enesemomentollegamosalavistadelextremomásalejadodeltrigalylaoscuramasahúmedadelosriscosmásallá.

—Durandestáallí…puedeverlo;seencuentradetrásdelalcaldedeSt.Gildas.—Ya loveo—dije;ydescendimosporunsenderoparaganadoabrasadoal sol

entreelbrezal.Cuandollegamosalbordedeltrigal,LeBihan,elalcaldedeSt.Gildas,mellamó;

me puse la escopeta bajo el brazo y bordeé el trigal hasta el sitio en que el buen

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hombreseencontraba.—Treintayocho cráneos—dijo con suvocecita aguda—; sólo restaunoyme

opongoaquesesigabuscando.¿SupongoqueFortinselodijo?LeestrechélamanoydevolvíelsaludoalbrigadierDurand.—Me opongo a que se siga la búsqueda —repitió Le Bihan toqueteándose

nervioso los botones de plata que cubrían la parte delantera de su chaqueta deterciopeloyvelartecomoelpetodeunaarmaduradeescamas.

Durandabultóloslabios,seretorciósustremendosbigotesymetióelpulgarbajoelcinturóndelsable.

—Encuantoamí—dijo—,soypartidariodequesecontinúelabúsqueda.—¿Quésesigalabúsquedadequé?¿Deltrigésimonovenocráneo?—pregunté.LeBihanasintióconlacabeza.Duraudfruncióelceñoanteelmariluminadopor

el sol, que se mecía como un cuenco de oro fundido desde los riscos hasta elhorizonte.Seguísumirada.Sobrelosriscososcuros,recortadosobreelcentelleodelmar,habíauncormorán,negro,inmóvil,conlahorriblecabezaalzadahaciaelcielo.

—¿Dóndeestáesalista,Durand?—pregunté.Elgendarmerevolvióensubolsadedespachoysacóuncilindrodelatóndeun

piedelongitudpocomásomenos.Consumagravedaddesatornillólatapaderaehizocaerunrollodegruesopapelamarillocubiertodedensaescrituraporambos lados.Anteuna señaldeLeBihan,mealcanzóel rollo.Peronoentendínadade la torpeescritura,desvaídaahoraydeunpardoopacado.

—Vamos,vamos,LeBihan—dijeconimpaciencia—,tradúzcala¿quiere?UstedyMaxFortinhacendenadaungranmisterio,segúnparece.

LeBihanseacercóalfosodondelostreshombresdeBannalecestabancavando,diounaordenodosenbretónysevolvióhaciamí.

Al dirigirme al borde del foso, los hombres de Bannalec estaban quitando unfragmentocuadradodelonadeloqueparecíaserunapiladeadoquines.

—¡Mire!—dijoconvozagudaLeBihan.Miré.Lapilaeraunmontóndecráneos.Alcabodeunmomentobajépor los ladospedregososdel fosoymeacerquéa loshombresdeBannalec.Mesaludarongravementeapoyadossobrelospicosylaspalasyenjugándoselascarassudorosasconlasmanoscurtidasporelsol.

—¿Cuántos?—preguntéenbretón.—Treintayocho—respondieron.Miré ami alrededor.Más allá delmontón había dos pilas de huesos humanos.

Junto a ellos había unmontículo de fragmentos rotos y herrumbrados de hierro yacero. Al mirar más de cerca, vi que el montículo se componía de bayonetasherrumbradas,hojasdesablesydehocesy,aquíyallá,hebillasdeslucidasunidasatrozosdecuerodurocomoelhierro.

Recogíunpardebotonesyunahebilla.Losbotones tenían lasarmas realesde

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Inglaterra:lahebillateníaporblazónlasarmasinglesasytambiénelnúmero"27".—Oíamiabuelohablardel terrible regimiento inglés,el27ºde Infantería,que

desembarcóenestaregiónylaasoló—dijounodeloshombresdeBannalec.—¡Oh!—dije—.¿Entoncesestossonloshuesosdesoldadosingleses?—Sí—dijeronloshombresdeBannalec.LeBihanmellamabadesdeelbordedelfosoarriba,ydilahebillaylosbotonesa

loshombresytrepéporelladodelaexcavación.—Bien—dije,tratandodeimpedirqueMômemesaltaraencimaymelamierala

caraalemergeryodelfoso—,supongoquesabráaquiénespertenecenestoshuesos.¿Quéharáconellos?

—Unhombre—dijoLeBihanenfadado—,uninglés,pasóporaquíenuncarrolivianocaminodeQuimperhaceunahora…¿yaquenosabeloquequeríahacer?

—¿Comprarlasreliquias?—preguntésonriendo.—Exactamente…¡elmuycerdo!—dijoelalcaldedeSt.Gildasensuvocecilla

aguda—.JeanMarieTregunc,queencontróloshuesos,estabaaquí,dondeestáMaxFortin¿ysabeloquerespondió?Escupióalsueloydijo:"Cerdoinglés¿metomaporunprofanadordetumbas?"

ConocíaaTregunc,unbretónsobriodeojosazules,quevivíadeunextremodelañoalotrosinpoderpermitirseniunasolavezcomeruntrozodecarne.

—¿CuántoleofrecióelinglésaTregunc?—pregunté.—Doscientosfrancosporsóloloscráneos.Penséenloscazadoresyloscompradoresdereliquiasenloscamposdebatallade

nuestraguerracivil.—Elaño1760haceyamuchoquepasó—dije.—Elrespetoporlosmuertosnopuedemorirnunca—dijoFortin.—Y los soldados inglesesvinieronaquíparamataravuestrospadresyquemar

vuestrascasas—continué.—Eran asesinos y ladrones, pero… estánmuertos—dijo Tregunc acercándose

porlaplayaconsurastramarinaysuchaquetamojada.—¿Cuántoganasalaño,JeanMarie?—lepreguntéacercándomeaestrecharlela

mano.—Doscientosveintefrancos,monsieur.—Cuarenta y cinco dólares al año —dije—. ¡Bah! tú te mereces más, Jean.

¿Quieres hacerte cargo del cuidado de mi jardín? Mi esposa quería que te lopreguntara.Creoqueseríajustoparatiyparamípagartecienfrancosalmes.Venga,LeBihan,venga,Fortin…yustedDurand.Quieroquealguienmetraduzcaesalistaenfrancés.

Treguncsemehabíaquedadomirandoconsusojosazulesdilatados.—Puedes empezar en seguida —le dije sonriente—, si el salario te parece

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adecuado.—Esadecuado—dijobuscandosupipadeunamaneratorpequemolestabaaLe

Bihan.—Pues ve entonces y empieza a trabajar—gritó el alcalde con impaciencia; y

TreguncsepusoencaminoporelbrezalhaciaSt.Gildas,saludándomeconlagorraconcintasdeterciopeloyasiendoconfuerzalarastramarina.

—Leofrecemásde loqueyorecibodesalario—dijoelalcalde,alcabodeunmomentodecontemplacióndesusbotonesdeplata.

—¡Bah! —dije—. ¿Qué hace usted para ganarse el salario excepto jugar aldominóconMaxFortinenlatabernadeGroix?

LeBihanenrojeció,peroDurandhizo resonarsusabley leguiñóelojoaMaxFortin,yyo,riendo,pasémibrazobajoeldelofendidomagistrado.

—Hayunsitioconsombrabajoelacantilado—dije—,venga,LeBihan,yléameloquediceelrollo.

Enpocos instantes llegamosa la sombradelacantilado,yyome tendí sobreelcéspedconlabarbillaenlamanoparaescuchar.

El gendarme,Durand, también se sentó retorciéndose los bigotes hasta que susextremosfueronagudoscomoagujas.Fortinseapoyóenelacantiladopuliendosusgafasyexaminándonosconsuvagamiradademiope;yleBihan,elalcalde,seplantóenmediodenosotros,enrollandoelpapelyponiéndoselobajoelbrazo.

—Enprimerlugar—empezóconvozaguda—,encenderélapipay,mientraslohago,lescontaréloqueofacercadelataquedelfuertequeallíven.Mipadremelocontó;supadreselocontóaél.

Señalóconlacabezaendireccióndeunfuerteenruinas,unapequeñaestructuracuadradadepiedrasobreelacantilado,quenoeraahorasinounmontóndemurosapuntodederrumbarse.Entoncessacólentamenteunabolsitadetabaco,unpedazodepedernalyyescayuna largapipaconunaminúscula tazadearcillacocida.Llenaruna pipa semejante requiere diez minutos de concentrada atención. Fumarla porentero,cuatro inhalaciones.Esmuypropiade losbretones,estapipabretona.Es lacristalizacióndetodoloqueesbretón.

—Adelante—dije,encendiendouncigarrillo.—Elfuerte—dijoelalcalde—fuelevantadoporLuisXIV,yfuedesmantelado

dos veces por los ingleses. Luis XV lo restauró en 1793. En 1760 los ingleses lotomaronporasalto.VinierondesdelaisladeGroix—entresbarcos—yasolaronelfuerte y saquearon St. Julien, y empezaron a quemar St. Gildas… pueden versetodavía las marcas de sus balas en mi casa; pero los hombres de Bannalec y loshombresdeLorientcayeronsobreellosconpicasyhocesy trabucos,y losquenohuyeronyacenaquíenelfosoabajo…treintayochoentotal.

—¿Yelcráneotrigésimonoveno?—preguntéterminandomicigarrillo.

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El alcalde había logrado llenar su pipa y ahora empezó a guardar la bolsita detabaco.

—El trigésimonoveno cráneo—masculló sosteniendo la pipa entre sus dientesdefectuosos—,eltrigésimonovenocráneonoesasuntoquemeincumba.HedichoaloshombresdeBannalecquedejendecavar.

—Pero ¿qué es…? ¿A quién pertenece el cráneo que falta? —insistí concuriosidad.

Elalcaldeestabaocupadotratandodelograrunachispaconelyesquero.Nobienlohizo,encendiólapipa,inhalóloprescrito,quitólacenizadelatazaygravementeseguardólapipaenelbolsillo.

—¿Elcráneoquefalta?—preguntó.—Sí—dijeconimpaciencia.Elalcaldelentamentedesenrrollóelpapelyempezóaleertraduciendoelbretón

alfrancés.Yestoesloqueleyó:

EnlosAcantiladosdeS.Gildas13deabrilde1760

Enestafecha,porordendelcondedeSoisic,generalenjefedelasfuerzasbretonasqueseencuentranenelbosquedeKerselec,loscuerposde treintayochosoldados inglesesde losRegimientosdeInfantería27º,50ºy72ºfueronsepultadosenestesitiojuntoconsusarmasypertrechos.

Elalcaldehizounapausaymemiróreflexivamente.—AdelanteLeBihan—ledije.—Conellos—continuóelalcaldedandovueltaalpapelyleyendoelotrolado—

sesepultóelcuerpodelviltraidorqueentregóelfuertealosingleses.Elmododesumuerte fue como sigue: Por orden del muy noble conde de Soisic, el traidor fueprimero marcado en la frente con la impronta de una cabeza de flecha. El hierroquemólacarneyfuepresionadoconfuerzademodoque lamarcaquemaraaunelhuesodelcráneo.Eltraidorfueluegosacadoafuerayseleordenóquesearrodillara.Admitió haber guiado a los ingleses desde la isla de Groix. Aunque sacerdote yfrancéshabíavioladosuoficiosacerdotalparaayudarlosrevelandolacontraseñaquedabapasoalfuerte.LacontraseñalaobtuvoalconfesaraunajovenbretonaquesolíavenirremandodesdelaisladeGroixparavisitarasumaridoenelfuerte.Cuandoelfuerte cayó, esta joven, enloquecida por lamuerte de sumarido, fue en busca delcondedeSoisicy lecontócómoel sacerdote lahabía forzadoaconfesarle todo loquesabíaacercadelfuerte.ElsacerdotefuearrestadoenSt.Gildasmientrasestaba

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porcruzarelríoparadirigirseaLorient.Alserarrestado,maldijoalajoven,MarieTrevec…

—¡Cómo!—exclamé—.¡MarieTrevec!—MarieTrevec—repitióLeBihan—;el sacerdotemaldijoaMarieTrevecya

toda su familia y descendientes. Se le disparómientras estaba arrodillado con unamáscaradecueroquelecubríalacara,pueslosbretonesquecomponíanelescuadrónde ejecución se rehusaban a hacer fuego contra un sacerdote a no ser que su caraestuviera oculta. El sacerdote era l'Abbé Sorgue, comúnmente conocido como elSacerdoteNegroporcausadesucaraoscuraysuscejasprietas.Fuesepultadoconunaestacaatravesadaenelcorazón.

LeBihanhizounapausa,vaciló,memiróydevolvióelmanuscritoaDurand.Elgendarmelorecibióylometióenelcilindrodelatón.

—Demodo—dije—queeltrigésimonovenocráneoeseldelSacerdoteNegro.—Sí—dijoFortin—.Esperoquenoloencuentren.—Lesheprohibidoseguiradelante—dijoelalcalde irritado—.Yamehaoído,

MaxFortin.Mepuseenpieycogímiescopeta.Mômesemeacercoypusosucabezaenmi

mano.—Eseesunmagníficoperro—observóDurandponiéndosetambiénélenpie.—¿Por qué no quiere hallar su cráneo? —pregunté a Le Bihan—. Sería

interesanteversilamarcadelaflechaquemótambiénelhueso.—Hayalgoenel rolloqueno lehe leído—dijoel alcaldeconaire lúgubre—.

¿Quieresaberdequésetrata?—Puesclaro—repliquésorprendido.—Demeotravezelescrito,Durand—dijo;entoncesleyólaparte inferior:"Yo,

l'AbbéSorgue,obligadoaescribirloqueprecedepormisejecutores,lohehechoconmipropiasangre;yconelladejomimaldición.MimaldiciónaSt.Gildas,aMarieTrevec y a sus descendientes. Volveré a St. Gildas cuando mis restos seanperturbados.¡Aydelinglésquetoquemicráneomarcado!"

—¡Quédisparate!—dije—.¿Creesdeverasquefueescritoconsupropiasangre?—Voya comprobarlo—dijoFortin—por requerimientodemonsieur leMaire.

Noobstante,nosientolamenoransiedadporllevaracabolatarea.—Mire—dijoLeBihantendiéndomeelescrito—,estáfirmado"l'AbbéSorgue".Miréelpapelconcuriosidad.—DebedeserelSacerdoteNegro—dije—.Eraelúnicohombrequeescribióen

lengua bretona. Este es un descubrimiento sumamente interesante, pues ahora, porfin,sehaaclaradoelmisteriodeladesaparicióndelSacerdoteNegro.¿PorsupuestoenviaráestoaParís,LeBihan?

—No—dijoelalcaldeconobstinación—,seráenterradoenelfosoabajoconel

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restodelasmentirasdelSacerdoteNegro.Lomiréyreconocíquecualquierargumentoresultaría inútil.Perosinembargo,

dije:—Seráunapérdidaparalahistoria,monsieurLeBihan.—Tantopeorparalahistoriaentonces—dijoelesclarecidoalcaldedeSt.Gildas.Habíamos vuelto a descender al foso mientras hablábamos. Los hombres del

Bannalecestaban llevando loshuesosde los soldados inglesesalcementeriodeSt.Gildas,sobrelosacantiladosdeleste,dondeyaungrupodemujeresdecofiablancaestabanreunidasenactituddeplegaria;yvilasombríasotanadeunsacerdoteentrelascrucesdelpequeñocementerio.

—Eranladronesyasesinos;ahoraestánmuertos—murmuróMaxFortin.—RespetealosmuertosrepitióelalcaldedeSt.Gildasmirandoaloshombresde

Bannalec.—EstabaescritoeneserolloqueMarieTrevecdelaisladeGroix,fuemaldecida

porelsacerdote…ellaysusdescendientes—dijetocandoaLeBihanenelbrazo—.HubounatalMarieTrevecquesecasóconuntalYvesTrevecdeSt.Gildas.

—Eslamisma—dijoLeBihanmirándomedesoslayo.—¡Oh!—dije—.Entoncessonantepasadosdemiesposa.—¿Tienemiedodelamaldición?—preguntóLeBihan.—¿Qué?—dijeriendo.—HuboelcasodelEmperadorPúrpura—dijoMaxFortincontimidez.Sobrecogidoporunmomento,loenfrenté,luegomeencogídehombrosypateé

unalisadopedazoderocaqueestabacercadelbordedelfoso,casienterradoentrelagrava.

—¿Cree usted que el Emperador Púrpura bebió hasta enloquecer porquedescendíadeMarieTrevec?—preguntédespectivo.

—Claroqueno—dijoMaxFortinapresurado.—Claro que no —dijo el alcalde con una voz fuerte y aguda—. Sólo que…

¡Vaya!¿quéestáustedpateando?—¿Cómo?—preguntémirandohaciaabajoyalmismotiempoinvoluntariamente

pateandodenuevo.Ellisofragmentoderocasesoltóyrodódelagravaaflojadaamispies.

—El vigésimo noveno cráneo! —exclamé—. ¡Caramba, es la mollera delSacerdotenegro!¡Miren,allítienelamarcadelaflechaenlafrente!

El alcalde dio un paso atrás. Max Fortin también retrocedió. Hubo una pausadurantelacuallosmiréyellosmirabanatodaspartesmenosamí.

—Nomegusta—dijoelalcaldeporfinconagudavozenronquecida—.¡Nomegusta!Elescritodicequevolveríacuandosusrestosfueranperturbados.No…nomegusta,monsieurDarrel…

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—¡Tonterías!—dije—.Elpobremalditodiabloestáenunsitiodelquenopuedesalir.PorDios,LeBihan, ¿quées todoesode loquehabla en el añodegraciade1896?

Elalcaldememiró.—Ydice"inglés".Ustedesinglés,monsieurDarrel—anunció.—Sabequeno.Sabequesoyamericano.—Eslomismo—dijoelalcaldedeSt.Gildasconobstinación.—No,noloes—respondíexasperadoydeliberadamenteempujéelcráneohasta

querodóalfondodelfoso.—Cúbralo—dije—;entierreelrollojuntoconél,siinsiste,perocreoquedebería

enviarlo a París. No esté tan lúgubre, Fortin, a no ser que crea en licántropos yfantasmas.¡Eh!¿Qué…?¿Quédiabloslessucededespuésdetodo?¿Quémirausteddeesemodo,LeBihan?

—Venga,venga—murmuróelalcaldeenvozbajay trémula—,eshoradequenosvayamosdeaquí.¿Lovio?¿Lovio,Fortin?

—Lovi—musitó.MaxFortinpálidodemiedo.Losdoshombrescorríancasiatravésdelahierbasoleadayyomeapresurétras

ellospreguntandoquésucedía.—¡Qué sucede! —dijo el alcalde con rechinar de dientes, jadeando de

exasperacióny terror—. ¡Elcráneo ruedahaciaarriba!—yse lanzóaunaaterradacarrera.MaxFortinloseguíadecerca.

Losvi correr comoenuna estampida a travésde lahierbaymevolví hacia elfoso,perplejo,incrédulo.Elcráneoestabaenelbordedelfoso,exactamentedondeseencontraba antes que lo empujara. Durante un segundo me quedé mirándolofijamente;unasingularsensaciónheladamerecorriólacolumnavertebral,ymevolvíymeechéaandarmientraselsudorbrotabadecadaunadelasraícesdemiscabellos.Antesdehabermealejadoveintepasos,cobréconcienciadeloabsurdodelaenterasituación. Me detuve ardiendo de vergüenza y fastidiado conmigo mismo y volvísobremispasos.

Allíestabaelcráneo.—Empujéunapiedraen lugardelcráneo—murmuréparamí.Entonces,con la

culatadelaescopeta,empujéelcráneosobreelbordedelfosoylomirérodarhastael fondo; y cuando dio contra él,Môme,mi perro, de pronto con la cola entre laspiernasaullóyselanzóalacarreraporelbrezal.

—¡Môme!—gritéenfadadoyatónito;peroelperrosólocorriómásdeprisa,ydejédellamardemerasorpresa.

"¿Quédiablos le sucede a eseperro?—pensé—.Nunca antesmehabía jugadounapasadasemejante."

Mecánicamentemiréal foso,peronopudeverelcráneo.Miréabajo.Elcráneo

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estabaamispiesotravez,rozándolos.—¡DiosdelCielo!—musité,ylogolpeéciegamenteconlaculatadelaescopeta.

La espantosa cosa voló por el aire, girando una vez y otra sobre símisma y cayófinalmente de nuevo al fondo del foso. Sin aliento la miré fijamente; luego,confundidaycasisincomprendernada,retrocedímirándolatodavía,uno,diez,veintepasos, con los ojos casi saltados de las órbitas, como si esperara verla subirarrastrándosedelfosobajomimismamirada.Porfindilaespaldaalfosoyavancéalargospasosporelbrezalendireccióndemicasa.AlllegaralcaminoqueserpenteadesdeSt.GildashastaSt.Julienechéunarápidamiradaporsobreelhombroalfoso.Habíaalgoblanco,desnudoyredondeadosobreelcéspedjuntoaél.Quizáfueraunapiedra;habíamuchasesparcidas.

II

Cuando entré ami jardín, vi aMôme echado sobre el escalón del umbral.Memiródesoslayoydejócaerlacola.

—¿Noestásavergonzado,perroidiota?—ledijebuscandoaLysconlamiradaenlasventanasdelpisoalto.

Mômeseechódeespaldasylevantóunasuplicantepatacomoparaapartardesílacalamidad.

—No actúes como si yo acostumbrara a molerte a palos—le dije disgustado.Nunca enmi vida había amenazado al animal con un látigo—.Pero eres un perrotonto—continué—.No,nohayporquémimartenillorarporti;Lyspuedehacerlo,siquiere,peroyoestoyavergonzadodetiy,porloquemeatañe,puedesirtealdiablo.

Mômesemetióenlacasayyoloseguísubiendodirectamentealboudoirdemiesposa.Estabavacío.

—¿Dónde ha ido? —inquirí mirando con severidad a Môme, que me habíaseguido—. ¡Oh!No lo sabes. No finjas saberlo. ¡Sal de ese sofá! ¿Crees que Lysquierepeloscolorcanelaensuasiento?

Hice sonar la campanilla, pero cuando Catherine y 'Fine acudieron no sabíandónde"madame"habíaido;demodoquemedirigíamicuarto,mebañé,cambiédetraje de caza algo tétrico por unos cálidos pantalones bombachos y, después dedemorarmeun tiempoenmi arreglopersonal—porqueeramuyescrupulosoahoraquemehabíacasadoconLys—bajéaljardínymesentébajolashigueras.

—¿Dónde puede estar?—me pregunté.Môme vino arrastrándose en busca deconsueloyloperdonéporconsideraciónaLys,delocualseregocijóconmúltiplescabriolas.

—Eresuncachorroretozón—ledije—.¿Quéfueloqueteasustóenelbrezal?Si

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vuelvesahacerlotendrásuncastigo.Hastaentoncesapenasmehabíaatrevidoapensarenlaespantosaalucinaciónde

la que había sido víctima, pero ahora la enfrenté directamente, ruborizándome untantoantemivelozretiradadelfoso.

—Pensar—dije en alta voz— que esos cuentos de viejas deMax Fortin y LeBihanmehicieronverloquenoexisteenabsoluto.Perdílacabezacomounescolarenundormitorioaoscuras.

Porquesabíaahoraquehabíaconfundidounapiedraredondeadaconuncráneoencadacasoyhabíaempujadounpardegrandespiedrasalfosoenlugardelcráneo.

—¡Disparate!—dije—.Debodetenerelhígadoenmuymalascondicionesparavercosassemejantesmientrasestoydespierto.Lyssabráquédarme.

Mesentímortificado,irritadoymalhumorado,ypensécondisgustoenLeBihanyMaxFortin.

Pero al cabo de un rato dejé de especular y aparté demimente al alcalde, elquímicoyelcráneo,ymepuseafumarpensativomirandocómoelsolsehundíaenel mar al oeste. Cuando el crepúsculo cubrió el océano y el brezal, una inquietafelicidadmellenóelcorazón,lafelicidadquetodosloshombresconocen…todosloshombresquehanamado.

Lentamente la niebla púrpura se arrastró sobre el mar; los acantilados seoscurecieron;elbosqueestabaamortajado.

Nubetrasnubefuetiñéndosederosa;losacantiladossetiñeronasimismo;yermoypastizal,brezalybosqueardíanypulsabanconelgentilrubor.Vilasgaviotasvolary girar sobre la barra de arena, con sus níveas alas punteadas de rosa; vi lasgolondrinas de mar navegar por la superficie del río sereno, manchado hasta susplácidasprofundidadesconelcálidoreflejodelasnubes.Elgorjeodelospájarosdelsetoquebróelsilencio;unsalmónluciósuflancobrillanteporsobrelasuperficiedelagua.

La interminablemonotonía del océano intensificaba el silencio. Estaba sentadoinmóvilreteniendoelalientocomoquienescuchaelprimerrumorbajodeunórgano.Depronto el límpido silbidodeun ruiseñorquebró el silencioy el primer rayodelunaplateólasaguasbañadasporlaneblina.

Levantélacabeza.Lysestabadepiefrenteamíeneljardín.Despuésdebesarnos,cogidosdelbrazonospaseamosporlossenderosdegrava

contemplandolosrayosdelunaresplandecerenlabarradearenamientraslamareasubía más y más. Los amplios macizos de clavelinas blancas a nuestro alrededorvibraban con el movimiento de blancas mariposas nocturnas; las rosas de octubreestabanenfloryperfumabanelvientosalino.

—Querida —dije— ¿dónde está Yvonne? ¿Prometió pasar la Navidad con

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nosotros?—Sí,Dick;metrajodesdePlougatestatarde.Teenvíasucariño.Noestoycelosa.

¿Quécazaste?—Una liebreycuatroperdices.Estánenel cuartodecaza.Ledije aCatherine

quenolastocarahastaquetúnolasvieras.Puesbien,supongoquesabíaqueLysnosentíaparticularentusiasmoporlacaza

olasarmas;perofingíasentirlo,ysiemprenegabadespectivaquefuerapormíynoporelpuroamordeldeporte.Demodoquemearrastróainspeccionarelsacodecazabastantemagro;mefelicitóydioungrititodedeleiteypenacuandosaquédelsacoporlasorejasalaenormeliebre.

—Yanonoscomerálalechuga—dijetratandodejustificarelasesinato.—Desdichadoconejito…y¡québelleza!¡Oh,Dick!Tienesmuybuenapuntería

¿noesasí?Esquivélapreguntaysaquédelsacounaperdiz.—¡Pobrecillascriaturas!—dijoLysenunsusurro—;danlástima¿noteparece?

Claroquetúerestaninteligente…—Lasharemosalhorno—dijeconcautela—;díseloaCatherine.Catherine vino a recoger las piezas de caza y en seguida 'Fine Lelocard, la

doncelladeLys,anunciólacenayLyssemarchóasuboudoir.Mequedéuninstantecontemplándolabeatíficoypensando:—Muchacho,ereseltíomásdichosodelmundo:¡estásenamoradodetuesposa!Medirigíalcomedor,contempléentusiasmadolosplatos;volvíamarcharme;me

encontréconTreguncenelvestíbulo;lesonreí;mirélacocina,lesonreíaCatherineysubílasescalerastodavíasonriente.

Antesquepudiera llamara lapuertadeLys, ésta se abrióyLys saliódeprisa.Cuandomevioexhalóungrititodealivioyapoyósucabezaenmipecho.

—Algomeespiabaporlaventana—dijo.—¿Cómo?—exclaméenfadado.—Unhombre,creo,disfrazadocomounsacerdote,yllevaunamáscara.Debede

habertrepadoporellaurel.Bajéy salí fuerade la casa enun segundo.El jardín a la luzde la luna estaba

absolutamente desierto. Tregunc acudió y juntos registramos el seto y las plantasalrededordelacasayjuntoalcamino.

—JeanMarie—dijeporfin—,sueltaamibulldog,teconoce,yllévatelacenaalagaleríadesdedondepuedesvigilar.Miesposadicequeelindividuoestádisfrazadodesacerdoteyllevaunamáscara.

Treguncmostrósusblancosdientesenunasonrisa.—Nocreoqueseaventuredenuevoaquí,monsieurDarrell.VolvíyencontréaLyssentadatranquilamentealamesa.

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—La sopa está pronta, querido—dijo—.No te preocupes; seguramente no fuesinoalgúnrústicopatándeBannalec.NadiedeSt.GildasoSt.Julienpodríahaberhechoalgosemejante.

Yoestabademasiadoexasperadoenunprincipiocomopararesponder,peroLystratólacuestióncomounaestúpidabromayalcabodeunratotambiényoempecéaconsiderarlabajoesaluz.

LysmecontódeYvonneyrecordómipromesadequeinvitaríaaHerbertStuartparaquelaconociera.

—¡Eresunatraviesadiplomática!—protesté—.HerbertestáenParístrabajandofuerteparaelSalón.

—¿Nocreesquepodríadedicarunasemanaacortejara la jovenmásbonitadeFinistére?—preguntóLysinocentemente.

—¡Lajovenmásbonita!¡Notanto!—dije.—¿Quiénloesentonces?—instóLys.Meechéareíralgoavergonzado.—¿Supongoqueterefieresamí,Dick?—dijoLysruborizándose.—Supongoqueteestoyaburriendo¿noesasí?—¿Aburrirme?oh,no,Dick.Despuésdeservidoselcaféyloscigarrillos,hablédeTregunc,yLysestuvode

acuerdo.—¡PobreJean!Estarácontento¿noescierto?¡Eresunverdaderotesoro!—¡Tonterías!—dije—.Necesitábamosunjardinero;túmismalodijiste,Lys.PeroLysseinclinósobremíymebesó,yluegomeagachóyabrazóaMôme,que

silbóatravésdelhocicoconsentimentalagradecimiento.—Soyunamujermuyfeliz—dijoLys.—Mômesehacomportadohoycomounmalperro—observé.—¡PobreMôme!—dijoLyssonriendo.Cuando hubo terminado la cena yMôme roncaba junto al fuego—porque las

noches de octubre son frías en Finistére—, Lys se acomodó en el rincón de lachimeneaconsubordadoymedirigióunarápidamiradadesdebajosuspestañas.

—Parecesunaescolar,Lys—ledijeprovocativo—.Nocreoquehayascumplidolosdieciséistodavía.

Ellaechóatrássuspesadoscabellosbroncíneosmeditativa.Sumuñecaerablancacomolaespumadelasolas.

—¿Hacecuatroañosqueestamoscasados?Nopuedocreerlo—dije.Ellamedirigióotra rápidamiraday tocóelbordado sobre su rodilla sonriendo

apenas.—Yaveo—dijesonriendotambiénalaprendabordada—.¿Creesquelesentará?—¿Quélesentará?—repitióLys.Luegoseechóareír.

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—Y—insistí—¿estásperfectamenteseguradequetu…dequelanecesitaremos?—Perfectamente—dijo Lys.Un delicado color le tiñó lasmejillas y el cuello.

Sostuvoenaltolapequeñaprenda,todavellosadeencajesyrefinadosbordados.—Esmuyhermosa—dije—.Noabusesdemasiadodetuvista,querida.¿Puedo

fumarmeunapipa?—Puesclaro—dijoella,escogiendounamadejadesedaceleste.Porunratomequedésentadoyfuméensilencioobservandosusdedosdelgados

entresedasteñidasyunahebradeoro.Entoncesellahabló:—¿Cuáldijistequeeratutimbre,Dick?—¿Mitimbre?Oh,algorampantesobrealgo,o…—¡Dick!—¿Querida?—Noseasimpertinente.—No lo recuerdo, de veras. Es un timbre ordinario; todos en Nueva York lo

tienen.Nohayfamiliaquesepasesinél.—Teestáscomportandodemododesagradable,Dick.EnvíaaJosephinearribaen

buscademiálbum.—¿Pondrásesetimbreenel…loquefuere?—Asíes;yelmíotambién.PenséenelEmperadorPúrpuraymeditéuninstante.—¿Nosabíasqueyoteníauntimbre,noescierto?—dijosonriendo.—¿Enquéconsiste?—contestéevasivo.—Yaloverás.LlamaaJosephine.La llamé,ycuando 'Fineapareció,Lys le impartióalgunaordenenvozbaja,y

Josephinesealejóaltroteasistiendoconlacabezadeblancacofiaydiciendo:—Bien,madame.Alcabodeunosminutosvolviócargandounmohosovolumenajadodelqueel

azulyelorohabíandesaparecidocasiporcompleto.Cogíellibroenmismanosyexaminélasantiguasportadasblasonadas.—¡Lirios!—exclamé.—Fleur-de-lis—dijomiesposaconrecato.—Oh—dijeyoasombrado,yabríellibro.—¿Nohasvistonuncaantesestelibro?—preguntóLysconunachispademalicia

enlamirada.—Sabesqueno. ¡Vaya!¿quéesesto?¡Ajá!¿Demodoquedeberíahaberunde

antes de Trevec? ¿Lys de Trevec? Entonces ¿por qué diablos el EmperadorPúrpura…?

—¡Dick!—gritóLys.

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—Estabién—dije—.¿LeeréacercadelSieurdeTrevecquecabalgósolohastalatiendadeSaladinenbuscadelamedicinadelSanLuis?¿Oleeréacercade…quéesesto?Oh,aquíestá,todoenblancoynegro…¿acercadelmarquésdeTrevecqueseahogó ante los ojos de Alba antes que someter el estandarte de la fleur-de-lis aEspaña?Estátodoescritoaquí.Pero,querida¿quémedicesdeesesoldadollamadoTrevec,muertoenelviejofuertedelacantilado?

—AbandonóeldeylosTrevecdesdeentonceshansidorepublicanos—dijoLys—…todosexceptoyo.

—Eso está muy bien —dije—: es hora de que nosotros los republicanosacordemos la adopciónde algún sistema feudal. ¡Miquerida, bebopor el rey!—ylevantélacopadevinoymiréaLys.

—Por el rey —dijo Lys ruborizándose. Alisó la pequeña prenda sobre susrodillas;rozósuslabiosconlacopa;teníalosojosmuydulces.Vaciélacopaporelrey.

Alcabodeunsilenciodije:—Contaréhistoriasalrey.SuMajestadseverácomplacida.—SuMajestad—repitióLyssuavemente.—OsuMajestadlaReina—dijeriendo—.¿Quiénpuedesaberlo?—¿Quién,enverdad?—murmuróLysconungentilsuspiro.—Conozcoalgunashistoriasacercadel JackelMatadordeGigantes—anuncié

—.¿Ytú,Lys?—¿Yo?No,noacercadeunmatadordegigantes,pero losé todoacercade los

licántroposyJeanne-la-FlammeyelHombreVestidodeAndrajosPúrpurasy…¡Oh,Dios,yunmontónmás!

—Eresmuysabia—dije—.LeenseñaréinglésasuMajestad.—Yyobretón—exclamóLyscelosa.—Letraeréjuguetesalrey—dije—:grandeslagartosverdesdelyermo,pequeñas

lisasgrisesparaquenadenenglobosdecristal,conejillosdelbosquedeKerselec…—Y yo—dijo Lys— le traeré la primera prímula, la primera rama de espino

albar,elprimerjunquilloalrey…amirey.—Nuestrorey—dije;yhubopazenFinistére.Meapoyéenel respaldodemiasientohojeandoocioso laspáginasdelcurioso

viejovolumen.—Estoybuscandoeltimbre—dije.—¿Eltimbre,querido?Eslacabezadeunsacerdoteconlamarcadeunaflecha

enlafrente,sobreuncampo…Meenderecéymiréfijamenteamiesposa.—Dick ¿qué te sucede? —dijo sonriendo—. La historia figura en ese libro.

¿Quieres leerla?¿No?,¿Quieresque te lacuente?Bien,pues: sucedióen la tercera

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cruzada.HabíaunmonjealquellamabanelSacerdoteNegro.Sevolvióapóstataysevendió a los enemigos de Cristo. Un Sieur de Trevec irrumpió en el campamentosarracenoalmandodesólouncentenardelancerosylesarrebatóalSacerdoteNegrodelmediomismodesuejército.

—¿Demodoqueasífuecómosehicierondeltimbre?—dijetranquilamente;peropenséenelcráneomarcadoenelfondodelfosoyquedémeditabundo.

—Sí—dijoLys—.ElSieurdeTreveclecortólacabezaalSacerdoteNegro,peroantes lemarcó la frentecon la cabezadeuna flecha.El librodicequeesa fueunaacción pía, y el Sieur de Trevec obtuvo gran honra con ella. Pero yo pienso quemarcarlofueunacrueldad—dijosuspirando.

—¿OístehablardealgúnotroSacerdoteNegro?—Sí.Hubootroelsiglopasado,aquíenSt.Gildas.Arrojabaunasombrablanca

alsol.Escribióenlenguabretona.Crónicas,segúnmeparece.Nuncalashevisto.Sunombreeraelmismodelviejocronistaydelotrosacerdote,JacquesSorgue.Algunosdijeron que descendía en línea directa del traidor. Claro que el primer SacerdoteNegrotuvomaldadsuficientecomoparacometercualquiercosa.Perosituvounhijo,nonecesariamente tuvoque ser el antecesor del último JacquesSorgue.Dicenqueéstefueunsanto.Dicenqueeratanbuenoquenoselodejómorir,sinoqueunbuendíafuearrebatadoalcielo—añadióLysconojoscrédulos.

Yosonreí.—Perodesapareció—insistióLys.—Metemoquesuviajefueenotradirección—dijejocosoe,irreflexivamente,le

contélahistoriadelamañana.Habíaolvidadoporcompletoalhombreenmascaradoasuventana,peroantesdehaber terminado, lo recordéperfectamente,yadvertí loquehabíahechoalverlaempalidecer.

—Lys—lainstéconternura—,esanofuesinolajugarretadeuntorpebufón.Túmismalodijiste.Noeressupersticiosa,miquerida.

Sumiradaestabafijaenlamía.Lentamentesequitólapequeñacruzdeoroquellevabaenelescoteylabesó.Perosuslabiostemblabanalpresionarsobreelsímbolodelafe.

III

Alasnuevedelamañanadeldíasiguiente,pocomásomenos,entréenlatabernadeGroixymesentéaunalargamesaderobledescolorido,dandolosbuenosdíasaMarianne Bruyère, quien a su vez, me saludó con su cabeza tocada de una cofiablanca.

—MiinteligentedoncelladeBannalec—ledije—¿quécopaestimulante tenéis

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enlatabernadeGroix?—¿Schist?—sugirióenbretón.—Conunasgotasdevinotinto,entonces—repliqué.TrajoladeliciosacidradeQuimperléyleagregóunpocodeBordeaux.Marianne

meobservabaconsusrientesojosnegros.—¿Cómo es que tienes las mejillas tan rojas, Marianne? —pregunté—. ¿Ha

estadoaquíJeanMarie?—Estamoscomprometidosparacasarnos,monsieurDarrel—dijoriendo.—¡Ah!¿DesdecuándohaperdidolacabezaJeanMarieTregunc?—¿Lacabeza?¡Oh,monsieurDarrel,quiereusteddecirelcorazón!—Asíes,enefecto—dije—.JeanMarieesunindividuopráctico.—Y todo se lodebea subondad…—empezó lamuchacha,peroyo levanté la

manoysostuveenaltolacopa.—Se lodebe a símismo.A tu felicidad,Marianne—ybebí un largo tragodel

schist—.Dimeahora—ledije—dóndepuedoencontraraLeBihanyMaxFortin.—MonsieurLeBihanymonsieurFortinestánarribaenlaestanciagrande.Creo

queestánexaminandolosefectosdelAlmiranteRojo.—¿ParaenviarlosaParís?Oh,yasé.¿Puedosubir,Marianne?—YDiosvayaconusted—dijolajovensonriendo.Cuandollaméalapuertadelaampliahabitaciónarriba,elpequeñoMaxFortinla

abrió.Tenía las gafas y la nariz cubiertas de polvo; el sombrero, con las pequeñascintasdeterciopeloesparcidas,estabatorcido.

—Paseusted,monsieurDarrel—dijo—;elalcaldeyyoestamosempacandolosefectosdelEmperadorPúrpuraydelpobreAlmiranteRojo.

—¿Las colecciones?—pregunté entrando en la estancia—.Deben tenermuchocuidadoalempacaresascajasdemariposas;elmásligeromovimientopuederomperalasyantenas,yasaben.

LeBihanmeestrechólamanoyseñalólagranpiladecajas.—Están todás forradas de corcho—dijo—,peroFortin y yo estamosponiendo

fieltroencadaunadelascajas.LaSociedadEntomológicadeParíspagalosgastosdelenvío.

Las colecciones combinadas del Almirante Rojo y el Emperador Púrpuraconstituíanunamagníficaexhibición.

Levanté y examiné una caja tras otra, llenas de coloridasmariposas y polillas,cadaunodelosespecimenescuidadosamenterotuladoenlatín.Habíacajasllenasdecarmesíesmariposasnocturnasdelaespeciellamadatigrequeparecíanllamear;cajasconsagradasa lasmariposasamarillascomunes; sinfoníasdeanaranjadoyamarillopálido; cajas demariposas nocturnas de la especie llamada esfinge, de suave colorgris o arena; y cajas de llamativas mariposas de las ortigas pertenecientes a la

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numerosafamiliadeVanessa.Sola en una caja estaba clavado el emperador púrpura, el Apatura Iris, ese

espécimenfatalquelehabíadadoalEmperadorPúrpuraelnombreylamuerte.Recordabalamariposaymequedéallímirándolaconelentrecejofruncido.LeBihanmiródesdeelsuelodondeestabaclavandolacubiertadeuncajónlleno

decajas.—¿Está acordado entonces —dijo— que madame, su esposa, dona la entera

coleccióndelEmperadorPúrpuraalaciudaddeParís?Asentíconlacabeza.—¿Sinaceptarnadaacambio?—Esunadonación—dije.—¿Incluidoelemperadorpúrpuraenlacaja?Esamariposavalemuchodinero—

insistióLeBihan.—No supondrá que deseamos vender ese especimen ¿no es cierto?—respondí

conalgodeaspereza.—Sifuerausted,lodestruiría—dijoelalcaldeconsuagudotimbre.—Esoseríauna tontería—dije—,comolofuequeenterraraayerelcilindrode

latónyelrollo.—Nofueuna tontería—dijoLeBihan tercamente—,ypreferiríanodiscutirel

asuntodelrollo.MiréaMaxFortin,queinmediatamenteesquivómisojos.—Sonustedesunpardeviejassupersticiosas—dije,metiéndome lasmanosen

losbolsillos—;setragantodosloscuentosdeparvularioqueseinventan.—¿Yqué?—dijoLeBihanmalhumorado—;haymásverdadquementiraenla

mayorpartedeellos.—Oh —dije con befa ¿el alcalde de St. Gildas y St. Julien cree en el Loup

—garou?—No,noenelLoup-garou.—¿Enqué,entonces?¿EnJeanne-la-Flamme?—Eso—dijoLeBihanconconvicción—eshistoria.—¡Eldiabloloes!—dije—.Yquizámonsieurelalcalde¿sufeenlosgiganteses

inquebrantable?—Hubogigantes…todoelmundolosabe—gruñóMaxFortin.—¡Yesustedquímico!—observédespectivo.—Escuche, monsieur Darrel —chilló Le Bihan—, usted mismo sabe que el

Emperador Púrpura era un científico. Ahora suponga que le dijera que se rehusósiempreaincluirensucolecciónaunMensajerodelaMuerte.

—¿Unqué?—exclamé.—Yasabeaquémerefiero…esamariposaquevueladenoche;algunoslallaman

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CabezadelaMuerte,peroenSt.GildaslallamamosMensajerodelaMuerte.—Oh—dije—, se refiere a esa gran mariposa nocturna llamada comúnmente

"cabeza de la muerte". ¿Por qué diablos la llama la gente aquí mensajero de lamuerte?

—Durante centenares de años ha sido llamada en St. Gildas mensajero de lamuerte—dijoMaxFortin—.AunFroissarthabladeélensuscomentariossobrelasCrónicasdeJacquesSorgue.Ellibroestáensubiblioteca.

—¿Sorgue?¿YquiéneraJacquesSorgue?Nuncaheleídosulibro.—Jacques Sorgue era el hijo de un cura que había depuesto sus hábitos… no

recuerdodequién.Fuedurantelascruzadas.—¡Diosdeloscielos!—exploté—.Nooigohablarmásquedecruzadas,curas,

muerte y hechicería desde que lancé al foso de una patada ese cráneo y ya estoycansado, se lo digo francamente. Cualquiera diría que vivimos en edades oscuras.¿Sabeelañodegraciaenquenosencontramos,LeBihan?

—Milochocientosnoventayseis—dijoelalcalde.—Y,sinembargo,ustedesdos,hombrecrecidos,tienenmiedodeunamariposa.—Nomegustaríaqueentraraunavolandopor laventana—dijoMaxFortin—;

significadesgraciaparalacasaylosquemoranenella.—SóloDiossabeporquémarcóaunadesuscriaturasconunacalaveraamarilla

eneldorso—observópíamenteLeBihan—,perosupongoqueconellonoshaceunaadvertencia;ypropongobeneficiamosconella—añadióconairetriunfal.

—Pues mire usted un poco, Le Bihan —dije—, con cierto esfuerzo de laimaginación, es posible percibir un cráneo en el tórax de cierta variedad de lamariposaesfinge.¿Quéhayconello?

—Noconvienetocarla—dijoLeBihanmoviendodeunladoalotrolacabeza.—Chillacuandoselaroza—agregóMaxFortin.—Algunas criaturas chillan todo el tiempo—observó mirando fijamente a Le

Bihan.—Loscerdos—agregóelalcalde.—Sí, y los asnos—contesté—. Escuche, Le Bihan: ¿pretende que vio ayer el

cráneorodandocuestaarriba?Elalcaldecerróapretadamentelabocaycogióelmartillo.—Noseaterco—dije—;lehehechounapregunta.—Yyomeniegoacontestarla—replicóLeBihan—.Fortinvioloqueyovi;que

hableél.Miréinquisitivoalpequeñoquímico.—Nodigoquelohayavistoenrealidadrodarhaciaarribadesdeelfondodelfoso

porsímismo—dijoFortinestremeciéndose—,pero…peroentonces¿cómosaliódelfososinorodóporsísolo?

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—Pues no salió; lo que confundió con el cráneo era una piedra amarillenta—repliqué—.Estáustednervioso,Max.

—Una…unapiedramuycuriosa,monsieurDarrel—dijoFortin.—Tambiényofuivíctimadelamismaalucinación—continué—,ylamentodecir

que me tomé la molestia de enviar al fondo del foso a dos inocentes piedras,imaginandocadavezqueeraelcráneo.

—Esloqueera—dijoLeBihanencogiéndosedehombrosdisplicente.—Esodemuestra—dijesin tenerencuenta laréplicadelalcalde—quéfáciles

relacionarunaseriedecoincidenciasdemodoqueel resultado tengaelsaborde losobrenatural.Puesbien,anochemiesposaimaginóquehabíavistoaunsacerdotequelaespiabaporlaventana…

FortinyLeBihansepusierondepierápidamentedejandocaermartilloyclavos.—¿Q-q-quéfueeso?—preguntóelalcalde.Repetíloquehabíadicho.Maxempalideció.—¡Diosmío!—murmuróLeBihan—.¡ElSacerdoteNegroenSt.Gildas!—¿N-n-no conoce usted la profecía? —tartamudeó Fortin—. Frossart la cita

refiriéndoseaJacquesSorgue:

CuandoelSacerdoteNegroselevantedeentrelosmuertosLagentedeSt.Gildasgemiráensusueño;CuandoelSacerdoteNegroselevantedesutumba,

—Aristide LeBihan—dije enfadado—, y usted,Max Fortin, ya he aguantadobastantes disparates. Algún estúpido patán de Bannalec ha estado en St. Gildasgastando bromas y asustando a tontos como ustedes. Si no tienen cosamejor quehablar que meras leyendas de parvularios, esperaré hasta que recobren el juicio.Buenosdías—ymemarchémásperturbadodeloquequeríaconfesarme.

Eldía sehabíavueltoneblinosoy anublado.En el este flotabanpesadasnubeshúmedas. Oí las olas tronando contra los ricos, y las grises gaviotas chillabanmientras revoloteaban y giraban altas en el cielo. La marea se arrastraba por lasarenas del río más y más alta, y vi algas que flotaban en la playa y lançons quesaltabandesdelaespuma,plateadostrazosluminososenlalobreguez.Loszarapitosvolabanríoarribadeadosodeatres;lastímidasgolondrinasdemaratravesabanelyermo hacia algún estanque tranquilo y solitario, a salvo de la tempestad que seacercaba. En cada seto se reunían los pájaros del campo, apiñándose, gorjeandoincesantes.

Cuando llegué a los acantilados, me senté apoyando la barbilla en las manoscerradas.Yaunavastacortinadelluviaquecaíanenelocéanoamillasdedistancia,ocultaba la isla de Groix. Al este, tras el blanco semáforo sobre las colinas, se

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amontonaban nubes negras sobre el horizonte. Al cabo de un momento resonó eltrueno, triste,distanteyuna finamadejade relámpagossedesarrollóa travésde lacrestade la tormentaque se aproximaba.Bajo el acantiladoamispies, lasolas seprecipitaban espumosas sobre la costa, y los lançons saltaban y se estremecían alpuntodeparecerlosreflejosdelosrayosatrapadosenunared.

Mevolvíhaciaeleste.LlovíasobreGroix,llovíaenSainteBarbe,llovíaahoraenelsemáforo.Muyaltasenelremolinodelatormenta,chillabanunaspocasgaviotas;unanubemáscercanaarrastrabavelosdelluviaensuestela;elcieloestabarecorridoderelámpagos;lostruenosresonaban.

Cuandome puse en pie paramarcharme, una gota de lluviame cayó sobre eldorsodelamano,yotra,yotraaunenlacara.Dirigíunaúltimamiradaalmar,dondelas olas explotaban en extrañas formas blancas que parecían arrojar brazosamenazanteshaciamí.Entoncesalgosemovióenelacantilado,algonegrocomolanegrarocaqueaferraba:uninmundocormoránquealzabasuespantosacabezahaciaelcielo.

Lentamentemedirigíacasaa travésdelsombríoyermodonde los tallosde lostojos lucían un opacado verde metálico y los brezos, ya no violetas ni púrpuras,colgabantransidosyparduscosentrelaslóbregasrocas.Elcéspedmojadocrepitababajomis pesadas botas, el espino negro rasgaba y arañaba codos y rodillas. Sobretodo flotaba una luz extraña, pálida, espectral, donde el rocío delmar giraba en elpaisajeymebañabalacara,hastaquelatuveentumecidadefrío.Enampliasfranjas,fila tras fila, onda sobre onda, la lluvia descendía sobre el yermo infinito, y, sinembargo,nohabíavientoquelaobligaraaeseritmo.

Lys estaba a la puerta cuando llegué al jardín, y me hizo señas de que meapresurara;yentonces,porprimeravez,medicuentadequeestabacaladohastaloshuesos.

—¿Cómo se te ocurrió salir cuando amenazaba semejante tormenta?—dijo—.¡Oh,estásempapado!Verápidoycámbiate;puseturopainteriordeabrigosobrelacama,Dick.

Beséamiesposaysubíacambiarmisropasempapadasporalgomáscómodo.Cuandovolvía la salaardíaun fuegoenelhogar,yLysbordabasentadaenel

rincóndelachimenea.—CatherinemedicequelaflotadepescadeLorientsehahechoalamar.¿Crees

que hay peligro, querido? —preguntó Lys dirigiendo sus ojos azules a los míoscuandoentré.

—No sopla viento y no soplará en elmar—dijemirando por la ventana.A lolejos,másalládelyermoveíalosnegrosacantiladosquesedestacabanenlaniebla.

—¡Cómollueve!—murmuróLys—.Acércatealfuego,Dick.Metendísobrelaalfombrilladepielesconlasmanosenlosbolsillosylacabeza

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sobrelasrodillasdeLys.—Cuéntameuncuento—dije—.Mesientocomounniñodediezaños.Lys se llevó un dedo a sus labios escarlatas. Siempre esperaba que hiciera ese

movimiento.—¿Tequedarásmuyquietoentonces?—preguntó.—Quietocomolamuerte.—Muerte—repitiócomounecounavocecitamuysuavemente.—¿Hablaste,Lys?preguntévolviéndomeparapoderverlelacara.—No,¿ytú,Dick?—¿Quiéndijo"muerte"?—preguntésobresaltado.—Muerte—repitiócomounecounavozsuavemente.Mepuseenpiedeunsaltoymiréamialrededor.TambiénLyssepusoenpiey

susagujasybordadoscayeronalsuelo.Parecíaestarpordesmayarseapoyandotodosupesoenmí,ylacondujealaventanaylaabríunpocoparaqueledieraelaire.Cuando lacadenadel rayohendióelcenit,el truenoresonóyunacortinade lluviairrumpióenelcuartoarrastrandoconellaalgoquerevoloteaba…algoquealeteabaychillabaycayósobrelaalfombrillaconblandasalasmojadas.

Nosinclinamossobreellajuntos,Lysasidaamí,yvimosqueeraunamariposa"cabezadelamuerte"transidaporlalluvia.

El día oscuro transcurrió lentamente mientras nos estuvimos sentados junto alfuego, cogidos de lamano, con su cabeza sobremi pecho, hablando del dolor, elmisterioylamuerte.PorqueLyscreíaquehabíacosasenlatierraquenadiepodríaentender, que permanecían innominadas por siempre hasta queDios descubriese elrollodelavidaytodohubieraterminado.Hablamosdelaesperanza,elmiedoylafe,ydelmisteriodelossantos;hablamosdelprincipioyelfin,delasombradelpecado,de presagios y de amor. La mariposa todavía yacía en el suelo agitando sus alassombríasalcalordelfuego,conelcráneoylascostillasclaramenteesbozadassobresucuelloycuerpo.

—Si es el mensajero de la muerte que visita esta casa —dije— ¿por quéhabríamosdetenermiedo,Lys?

—LamuerteesbienvenidaparalosqueamanaDios—murmuróLys,sequitólacruzdelescoteylabesó.

—Lamariposapodríamorirsilaarrojarafueraalatormenta—dijealcabodeunsilencio.

—Dejaquesequede—suspiróLys.Esanoche,mientrasmiesposadormía,yomequedésentadoasuladoleyendola

Crónica de Jacques Sorgue. Puse una pantalla a la candela, pero Lys empezó ainquietarsey,finalmente,mellevéellibroabajo,alasaladondelascenizasdelfuegosusurrabanyblanqueabanenelhogar.

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Lamariposa"cabezadelamuerte"yacíasobrelaalfombraanteelfuegodondelahabíadejado.Alprincipiocreíquehabíamuerto,perocuandolamirémásdecerca,viunsuavebrilloensusojosdeámbar.Lablancasombrarectaquearrojabasobreelsueloseestremecíaconeltitilardelacandela.

Laspáginasde laCrónicade JacquesSorgueestabanhúmedasypegajosas; lasiniciales iluminadas de oro y azul dejaban escamas azulinas y doradas dondemisdedoslasrozaban.

—No es de papel; es de pergamino delgado —me dije; y sostuve la páginadescoloridacercadelaflamadelacandelayleítraduciendolaboriosamente:

"Yo, Jacques Sorgue, vi todas estas cosas. Vi la Misa Negra celebrada en lacapilladeSt.Gildas-sobre-el-Acantilado.YladijoelAbbéSorgue,mipariente:poresepecadomortalelsacerdoteapóstatafuecapturadoporelmuynobleMarquisdePlougastel y por él condenado a ser quemado con hierros candentes, hasta que sualmachamuscadaabandonósucuerpoparavolaralencuentrodesuamoeldiablo.PerocuandoelSacerdoteNegroyacíaenlacriptadePlougastel,suamoSatánllegóporlanocheyloliberó,ylollevóportierraypormaraMahmoud,queesSoldanoSaladin.Yyo,JacquesSorgue,alviajarposteriormentepormar,viconmispropiosojosamipariente,elSacerdoteNegrodeSt.Gildas,transportadoporairesobreunavastaalanegra,queeraelaladesuamoSatán.Yestolovierontambiéndoshombresdelatripulación."

Volvílapágina.Lasalasdelamariposaenelsueloempezaronaagitarse.Seguíadelantelalecturaylosojosmeardíanalaluztitilantedelacandela.Leídebatallasydesantos,ymeenterédecómoelgranSoldanhizounpactoconSatán,y lleguéluego al Sieur de Trevec y leí cómo atrapó al Sacerdote Negro en medio de lastiendasdeSaladin,lollevóconsigoylodecapitómarcándoloprimeroenlafrente."Yantesdeparecer",decíalaCrónica,"maldijoalSieurdeTrevecyasusdescendientes,ydijoquevolveríaconseguridadaSt.Gildas.'Porlaviolenciaaquemesometéis,osharé violencia. Por elmal que sufro de vuestrasmanos, obraré elmal sobre vos yvuestrosdescendientes.¡Aydevuestroshijos,SieurdeTrevec!"

Huboun zumbido, unbatir de fuertes alasymi candela se avivó comoenunasúbitabrisa.Elcuartosellenódeunavibración;lagranmariposaselanzabaaquíyallá,aleteando,zumbandosobreelcielorasoylapared.Dejécaerellibroyavancéunpasoadelante.Estabaahoraaleteantesobreelantepechodelaventanay,porunmomento, lo tuvebajomimano, pero el bicharraco chillabay retrocedí.Entonces,súbitamente, se lanzó a travésde la llamade la candela; la luz refulgióy luego seapagó y, almismo tiempo, una sombra semovió en la oscuridad afuera. Dirigí lamiradahacialaventana.Unacaraenmascaradameatisbaba.

Rápidocomoelpensamiento,cogíelrevólverydisparéhastaelúltimocartucho,pero la cara avanzó más allá de la ventana, el cristal se desvaneció como niebla

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delantedeellayatravésdelhumodelrevólvervialgoquesedeslizabavelozmentedentrodelcuarto.Tratéentoncesgritar,perolacosamehabíaatrapadoporelcuelloycaídeespaldasentrelascenizasdelhogar.

Cuando abrí los ojos yacía en el hogar con la cabeza entre las cenizas frías.

Lentamentemealcésobrelasrodillas,mepuseenpiepenosamenteylleguéatientashastaunasilla.Enelsueloestabamirevólverbrillantealapálidaluzdelamañanatemprano. Mientras la mente íbaseme aclarando de a poco, miré estremecido laventana.Elcristalestabaintacto.Meagachérígido,cogíelrevólveryabríelcilindro.Cadacartuchohabíasidodisparado.Mecánicamentecerréelcilindroymeguardéelrevólverenelbolsillo.El libro, lasCrónicasde JacquesSorgue, estabaen lamesajunto a mí, y cuando quise cerrarlo, miré la página en que estaba abierto. Estabasalpicadadelluviaylas letrassehabíanborroneado,demodoquelapáginanoéramásqueunameraconfusióndeoro,rojoynegro.Aldirigirmetambaleantehacialapuerta, miré temeroso por sobre mi hombro. La mariposa "cabeza de muerte" searrastrabaestremecidaporlaalfombrilla.

IV

Elsolhacíaya treshorasquehabíasalido.Debodehaberdormido,porquemedespertóunsúbitogalopedecaballosbajonuestraventana.Habíagentequegritabayllamabaenelcamino.Melevantédeunsaltoyabrílaventana.AllíestabaLeBihan,la imagen misma del desvalimiento, yMax Fortin, a su lado, limpiaba sus gafas.Algunos gendarmes acababan de llegar deQuimperlé yme era posible oírlos a lavueltadelacasa,pisandofuerteyhaciendoresonarsussablesycarabinasmientrasconducíansuscaballosamisestablos.

Lyssesentómientrasmurmurabaamediasdormida,preguntasamediasansiosas.—Nolosé—respondí—.Bajaréparaverquésignifica.—Escomoeldíaquevinieronaarrestarte—dijoLysdirigiéndomeunamirada

perturbada.Perolabeséymereíhastaqueellasonriótambién.Entoncesmepuselachaquetaylagorraymeprecipitéescalerasabajo.

LaprimerapersonaalaquevijuntoalcaminofueelbrigadierDurand.—¡Hola!—dije—.¿Havenidoustedaarrestarmedenuevo?¿Cuáleslacausade

todoesteajetreo?—Haceunahorarecibimosuntelegrama—dijoDurandconanimación—,ycon

razónsuficiente,segúnmeparece.Mire,monsieurDarrel.Señalóelsuelocasiamispies.—¡Diosdeloscielos!—grité—.¿Dedóndehasalidoesecharcodesangre?

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—Esoesloquequierosaber,monsieurDarrel.MaxFortinloencontróalromperelalba.Mire,haysalpicadurasportodaspartesenlahierbatambién.Unrastrodeellaconduceasujardín,atravésdelosmacizosdefloreshastasumismaventana,laqueda a la sala.Hay otro rastro que va desde este sitio a través del camino hasta losacantiladosyalfosodegravay,desdeallí,porelyermohastaelbosquedeKerselec.Enunminutomontaremoseiremosaregistrarentrelosárboles.¿Quiereunírsenos?¡BonDieu!Elindividuohasangradocomounbuey.MaxFortindicequesetratadesangrehumana,delocontrarío,nolohabríacreído.

ElpequeñoquímicodeQuimperléseacercóenesemomentofrotandolasgafasconunpañuelodecolores.

—Sí,essangrehumana—dijo—,perounacosameintriga:loscorpúsculossonamarillos. Nunca vi antes sangre humana con corpúsculos amarillos. Pero ese sudoctoringlés,Thompson,afirmaquetiene…

—Pero se trata de sangre humana de cualquier modo ¿no es así? —insistióDurand.

—S-sí—admitióMaxFortin.—Pues entonces es de mi incumbencia seguir el rastro —dijo el corpulento

gendarme,yllamóasushombresylesdioordendemontar.—¿Oyóustedalgoanoche?—mepreguntóDurand.—Oílalluvia.Measombraquenohayalavadoestashuellas.—Debendehaberseproducidodespuésdequecesara la lluvia.Mireesaespesa

salpicadura,cómopesasobrelashojasdehierbaylasinclina.¡Ajj!Erauncoágulopesadodemalignoaspectoquemehizoretrocederconlagarganta

apretadadeasco.—Mi teoría —dijo el brigadier— es la siguiente: algunos de esos pescadores

biribis,probablementelosislandesesseecharonalestómagoalgunacopadecognacde más y se pelearon junto al camino. Algunos fueron acuchillados y fueronarrastrándose hasta su casa. Pero hay un solo rastro y, sin embargo…sin embargo¿cómoesposiblequetodaesasangreprovengadeunasolapersona?Bien,elherido,digamos,searrastróprimerohastasucasayluegodevueltahaciaaquí,ysedirigió,borrachoyagonizando,Diossabehaciadónde.Esaesmiteoría.

—Ymuybuena,porcierto—dijeconcalma—.¿Yvaaseguirleelrastro?—Sí.—¿Cuándo?—Enseguida.¿Vendráusted?—Ahora no. Luego lo alcanzaré al galope. ¿Irá hasta la linde del bosque de

Kerselec?—Sí;oiránuestrasvoces.¿Vieneusted,MaxFortin?¿Yusted,LeBihan?Bien;

cogedelcarro.

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Elcorpulentogendarmedoblólaesquinadelacasaendireccióndelestabloyenseguida volvió montado en un vigoroso caballo gris; su sable brillaba sobre lamontura; sus guarniciones amarillas y blancas estaban inmaculadas. La pequeñamuchedumbredemujerestocadasdecofiasconsushijosretrocediócuandoDurandespoleóysealejótrotandoseguidodedospolicíasmontados.PocodespuéstambiénLeBihanyMaxFortinpartieroneneldesmanteladocarrodelalcalde.

—¿Vendráusted?—preguntóLeBihanconsuvocecillaaguda.—Dentrodeuncuartodehora—repliqué,yvolvíalacasa.Cuando abrí la puerta de la sala, la mariposa "cabeza de la muerte" batía sus

fuertesalascontraelpaneldelaventana.Porunsegundovacilé,luegomeacerquéyabrílaventana.Elbicharracosalióvolando,revoloteóunmomentosobrelosmacizosdefloresyluegoselanzóatravésdelyermohaciaelmar.Llaméalossirvientesylosinterrogué.Josephine,Catherine,JeanMarieTregunc,ningunodeelloshablaoídolamenor señal de perturbación durante la noche. Entonces le dije a JeanMarie queensillaramicaballoy,mientrashablabaconél,Lysbajó.

—Querida—empecéyendoasuencuentro.—Debesdecirmetodoloquesabes,Dick—meinterrumpiómirándomeelrostro

congravedad.—Peronohaynadaquedecir…sólounariñadeborrachosyalguienqueresultó

herido.—Ytútedisponesapartir…¿Adónde,Dick?—PueshastaelbordedelbosquedeKerselec.Durand,elalcaldeyMaxFortinse

hanadelantadosiguiendo…unrastro.—¿Quérastro?—Algodesangre.—¿Dóndelaencontraron?—Afuera,juntoalcamino.—Lyssepersignó.—¿Seacercaanuestracasa?—Sí.—¿Cuánto?—Llegahastalaventanadelasala—dijedándomeporvencido.Sumanomeasiófuertementeporelbrazo.—Anochesoñé…—Tambiényo…—peropenséenloscartuchosvacíosdemirevólverycallé.—Soñéquecorríasungravepeligro,ynomeeraposiblemovermanonipiepara

salvarte;perotúteniasturevólveryyotegritabaquedispararas…—¡Ydisparé!—gritéexcitado.—¿Tú…túdisparaste?Latoméenmisbrazos.

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—Querida —dije—, algo extraño ha ocurrido… algo que no puedo entendertodavía.Pero,porsupuesto,tieneunaexplicación.AnochecreíquedisparabacontraelSacerdoteNegro.

—¡Ah!—exclamóLysangustiada.—¿Esesoloquesoñaste?—Sí,sí¡esoera!Yterogabaquedispararas…—Ylohice.Sucorazónlatíacontramipecho.Lasostuvejuntoamíensilencio.—Dick—dijoellaporfin—,quizámataste…matasteaeso.—Si era humano, di en el blanco —respondí lóbrego—. Y era humano —

proseguí recuperándome,avergonzadodehabermecasidesmoronado—. ¡Claroqueerahumano!Todoelasuntoesbastantesencillo.Nofueunariñadeborrachos,comolocreeDurand;fueunabromapesadadeunpatánborracho,porlaqueharecibidosumerecido. Supongo que debo de haberle llenado el cuerpo de balas, y se ha idoarrastrandoamoriralbosquedeKerselec.Esalgoterrible;sientohaberdisparadodemodo tan precipitado; pero los idiotas de Le Bihan y Max Fortin han estadocrispándomelosnerviosalpuntoquemeencuentrotanhistéricocomounescolar—terminéconenfado.

—Hasdisparado…peroelcristaldelaventananoseharoto—dijoLysenvozbaja.

—Pues entonces la ventana estaba abierta. En cuanto al… al resto…Sufro deindigestiónnerviosayunmédicohadecurarmedelSacerdoteNegro,Lys.

ViporlaventanaaTreguncqueaguardabaconmicaballojuntoalportón.—Querida,creoqueesmejorquevayaaunirmeaDurandylosdemás.—Iréyotambién.—¡Oh,no!—Sí,Dick.—No,Lys.—Estaréenagoníacadainstantequeestésausente.—Lacabalgata es demasiado fatigosa, y no sabemos el cuadro conquepuedas

toparte.Lys¿nocreerásrealmentequeenestohayanadasobrenatural?—Dick—respondióellacongentileza—,yosoybretona.—Consusdosbrazos

entornoamicuello,mimujerdijo:—LamuerteesdondeDios.Noletengomiedocuandoestamosjuntos.Perosola…¡oh,maridomío,tendríamiedodeunDiosquetemequitara!

Nos besamos con sencillez, como dos niños. Entonces Lys se fue de prisa acambiardevestidoyyomepaseéporeljardínmientraslaesperaba.

Salió poniéndose sus delgados guanteletes. La alcé hasta la montura, di unarápidaordenaJeanMarieymontéamivez.

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Puesbien,dejarseabrumarporpensamientosdehorrorensemejantemañanaconLysmontada juntoaml,no importaquéhubiera sucedido lanocheprecedente,eraimposible.AdemásMômeveníaalacarrerajuntoanosotros.LepedíaTreguncquelocogiera,pues temíaque loscascosde loscaballos lodescerebrara sinos seguía,peroelastutocachorroseesquivóyselanzótrasLysqueibaaltrotealolargodelcamino.

"Noimporta",pensé,"sirecibeungolpe,seguiráviviendo,puesnotienecerebroqueperder."

LysmeesperabaenelcaminojuntoalacapilladeNuestraSeñoradeSt.Gildascuandomeuníaella.Sepersignó,yomequitélagorrayluegosacudimosnuestrasriendasygalopamoshaciaelbosquedeKerselec.

Hablamos muy poco mientras cabalgamos. Era maravilloso contemplar a Lysmontada.Suexquisitafiguraysucaraadorableeranlaencarnacióndelajuventudylagracia;suscabellosrizadosrefulgíancomohebrasdeoro.

Con el rabillo del ojo vi al mimado cachorro Môme que saltaba animoso,olvidado de los cascos de los caballos. Nuestro camino serpenteaba cerca de losriscos. Un inmundo cormorán levantó vuelo desde las rocas negras y aleteópesadamente a través de nuestro camino.El caballo deLys se alzó sobre las patastraseras,peroellaloobligóaasumirlaposiciónnormalyseñalóconellátigoelave.

—Laveo—dije—;pareceseguirnuestrocamino.Esraroveruncormoránenunbosque¿noescierto?

—Esunmalsigno—dijoLys—.ConoceselproverbiodeMorbihan:"Cuandoelcormorán abandona el mar, la Muerte ríe en el bosque y los hombres prudentesconstruyenembarcaciones."

—Megustaría—dijesinceramente—quehubieramenosproverbiosenBretaña.Noseraposibledivisarelbosqueahora;atravésdelbrezalmeeraposibleverel

brillodelosadornosdelosgendarmesyelresplandordelosbotonesdeplatadelachaquetadeLeBihan.El seto erabajoy lo superamos trotando luego a travésdelpáramodondeestabanLeBihanyDurandgesticulando.

SeinclinaronceremoniosamenteanteLyscuandonosacercamos.—El rastro es horrible… es un río —dijo el alcalde con su voz chillona—.

MonsieurDarrel,creoqueamadamenoleagradaríaacercarsemas.Lyscogiólasriendasymemiró.—¡Es horrible! —dijo Durand acercándose—. Parece que todo un regimiento

sangrantehubierapasadoporaquí.Elrastroserpenteayserpenteadeunladoalotroallí en la espesura; loperdemos aveces, pero siemprevolvemos a encontrarlo.Nopuedoentendercómounhombre…no,niveinte,puedasangrardeesamanera.

Unallamada,respondidaporotra,resonódesdelasprofundidadesdelbosque.—Sonmis hombres; están siguiendo el rastro—murmuró el brigadier—. ¡Sólo

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Diossabequehabráalfinal!—¿Volvemos,Lys?—pregunté.—No; cabalguemos a lo largo del borde occidental de los bosques y

desmontemos.Elsolcalientamuchoahora,ymegustaríadescansarporunmomento—dijo.

—Laparteoccidentaldelbosquenotienenadadesagradable—dijoDurand.—Muybien—respondí—;llámeme,LeBihan,siencuentraalgo.Lys hizo girar a su yegua y yo la seguí a través de los flexibles brezos y, por

detrás,veníaMômeconanimadotrote.Penetramos el bosque soleado a un cuarto de kilómetro pocomás omenos de

donde habíamos dejado a Durand. Bajé a Lys de su caballo, arrojé ambas riendassobre una ramay; dándole ami esposa el brazo, la ayudé a instalarse en una rocaplana y musgosa que sobresalía sobre un arroyuelo que murmuraba entre losabedules. Lys se sentó y se quitó los guanteletes.Môme le apoyó la cabeza en elregazo,recibióinmerecidascariciasysemeacercódubitativo.Tuveladebilidaddecondonarsuofensa,perohicequesetendieraamispiesparagrandisgustosuyo.

Apoyé mi cabeza en las rodillas de Lys mirando el cielo entre las ramasentrecruzadasdelosárboles.

—Supongoquelomaté—dije—.Meafectademaneraterrible,Lys.—Noeraposibleque lo supieras, querido.Pudohaber sidoun ladróny…si…

no…¿Habías…habíasdisparadoelrevólverdesdeesedíahacecuatroañosenqueelAlmiranteRojotratódematarte?Peroséqueno.

—No—dijeintrigado—.Asíes,nolohehecho.¿Porqué?—¿YnorecuerdasquetepedíquemedejarascargarloportieldíaenqueYves

partiójurandoquetemataríaatiyasupadre?—Sí,lorecuerdoporcierto.¿Ybien?—Ybien…llevéloscartuchosalacapilladeSt.Gildasprimeroylossumergíen

aguabendita.Noterías,Dick—dijoLysgentilmenteypusosusfríasmanosenmislabios.

—¡Reír,queridamía!Arribaelcielodeoctubreeradepálidaamatista,ylaluzdelsolardíacomouna

flamaanaranjadaatravésdelashojasamarillasdelashayasylosrobles.Mosquitosy jejenes danzaban y giraban en el aire; una araña se dejó caer desde una rama aciertadistanciadelsueloyquedósuspendidadelextremodelaimperceptiblehebra.

—¿Tienessueño,querido?—preguntóLysinclinándosesobremí.—Sí…unpoco;apenasdormíunpardehorasanoche—respondí.—Puedesdormirsilodeseas—dijoLysymetocóacariciadoralosojos.—¿Tepesamicabezaenlasrodillas?—No,Dick.

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Estabayamedioadormecido;noobstante,oíaelrumordelarroyobajolashayasyelzumbidodelasmoscasdelbosqueenelaire.Enseguida,aunéstasseacallaron.

Lopróximodequetuveconcienciaesquemeencontrabasentadoconelecodelgritotodavíaenlosoídos,yviaLysocultándosetrasdemí,cubriéndoselacaraconambasmanos.

Cuandomepuseenpiedeunsalto,volvióagritaryseaferróamisrodillas.Viami perro lanzarse gruñiendo entre unas malezas, luego lo oí gemir y salióretrocediendoconplañideroaullido,lasorejascaídasylacolaarrastrada.MeagachéymedesembaracédelamanodeLys.

—¡Novayas,Dick!—gritó—.¡Oh,Dios,eselSacerdoteNegro!En un momento había saltado el arroyo y me había abierto camino entre las

malezas.Nohabía nadie.Miré ami alrededor; examiné cada tronco, cada arbusto.Súbitamentelovi.Estabasentadoenuntroncocaído,conlacabezaapoyadaenlasmanosylaviejasotananegrarecogidaasualrededor.Porunmomentosemeerizóelpelo bajo la gorra;me brotó el sudor en la frente y los pómulos; luego recobré larazón y comprendí que el hombre era humano y estaba probablemente herido demuerte.Sí,demuerte;porqueallí,amispies,seextendíaelhúmedorastrodesangre,sobre hojas y piedras, hasta un pequeño hueco, desde la figura de negro quedescansabasilenciosabajolosárboles.

Viquenopodíaescaparauncuandohubieratendidofuerzaparahacerlo,porquepordelantetenía,casiasuspies,unprofundopantanobrillante.

Al dar un paso adelante, mi pie quebró una rama. Ante el sonido la figura sesobresaltóuntanto,yluegosucabezacayóhaciaadelantenuevamente.Teníalacaraenmascarada.Me acerqué al hombre y le pedí queme dijera dónde estaba herido.Durand y los demás irrumpieron entre las malezas en ese mismo momento y seapresuraronaacudiramilado.

—¿Quién es usted que se oculta tras unamáscara con sotana de sacerdote?—preguntóelgendarmeenaltavoz.

Nohuborespuesta.—¡Mire…!¡Mirelasangrecoaguladaenlasotana!—dijoporlobajoLeBihana

Fortin.—Seniegaahablar—dije.—Quizásestémuymalherido—susurróLeBihan.—Lovialzarlacabeza—dije—;miesposalovioarrastrarsehastaaquí.Durandseacercóalafiguraylatocó.—¡Hable!—dijo.—¡Hable!—dijotrémuloFortin.Durand aguardó un momento, luego, con un súbito movimiento hacia arriba,

arrancó lamáscaradelhombreyechóhaciaatrás sucabeza.Estábamosviendo las

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órbitasdeunacalavera.Durandsequedórígido;elalcaldechilló.Elesqueletocayóde sus ropas putrefactas al suelo delante de nosotros. De entre las costillas y losdientes sonrientes fluyó un torrente de sangre negra que corrió entre las hierbasestremecidas;luegolacosatemblóycayóallodonegrodelaciénaga.Desdeelbarrosurgieron pequeñas burbujas de aire iridescente; los huesos fueron tragadoslentamente y, cuando los últimos fragmentos se perdieron de vista, desde lasprofundidades y a lo largo de la orilla se arrastró una criatura con brillantes alasestremecidas.

Eralamariposa"cabezadelamuerte".Desearía tener tiempoparacontarcómoLyssuperó lassupersticiones…porque

nuncasupolaverdadacercadeesteasunto,ninuncalasabrá,puesprometiónoleereste libro.Desearlacontaracercadel reyysucoronación,y lobienque lesentóelvestidoenesaocasión.DesearíaescribircómoYvonneyHerbertfueronjuntosalacazadel jabalíenQuimperléycómo losperroscorrieron lapresaporelmediodelpueblo,derribandoatresgendarmes,elnotarioyunavieja.Peromeestoyvolviendocharlatán,yLysmellamaparaqueacudayoigacómoelreydicequetienesueño.YnoesposiblehaceresperarasuAlteza.

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LALLAVEDELDOLOR

Elhalcónsalvajealcieloqueelvientobarre,Elciervoalsalutíferomonte,Yelcorazóndelhombrealcorazóndelajoven,

KIPLING

I

Estaba haciendomuymal su trabajo. Le rodearon el cuello con la cuerda y leataron las muñecas con juncos, pero de nuevo cayó esparrancado, revolviéndose,retorciéndose sobre lashojas,desgarrándolo todoa sualrededor, comounapanteraatrapada.

Lesarrancólacuerda;seaferródeellaconpuñossangrantes;leclavósusblancosdienteshastaquelashebrasdeyuteseaflojaron,sedeshicieronyserompieronroídasporsusblancosdientes.

Dos veces Tully lo golpeó con una porra de goma. Los pesados golpes dieroncontraunacarnerígidacomolapiedra.

Jadeante,suciodetierrayhojaspodridas,conlasmanosylacaraensangrentadas,estabasentadoenelsuelomirandoalcírculodehombresquelorodeaban.

—¡Disparadle! —exclamó Tully jadeante, enjugándose el sudor de la frentebronceada;yBates,respirandopesadamente,sesentóenunleñoysacóunrevólverdesubolsillotrasero.Elhombreechadoportierraloobservaba;teníaespumaenlacomisuradeloslabios.

—¡Retroceded!—susurróBates,perolavozylamanoletemblaban—.Kent—tartamudeó—¿nodejarásquetecolguemos?

Elhombreportierralomiróconojosrefulgentes.—Tienes que morir, Kent —lo instó—; todos lo dicen. Pregúntaselo a Zurdo

Sawyer;pregúntaseloaDyce;pregúntaseloaCarrots.Tienesquecolumpiarteporloque hiciste ¿no es cierto, Tully?Kent, por amor deDios ¡cuelga! ¡Hazlo por estagente!

Elhombreportierrajadeaba:susojosbrillantesestabaninmóviles.Alcabodeunmomento,Tullysaltósobreélotravez.Hubouncrujirdehojas,

ruidoderamasquebradas,unjadeo,ungruñidoyluegoelruidodedoscuerposqueseretorcíanentrelasmalezas.DyceyCarrotssaltaronsobreloshombresenelsueloZurdoSawyercogiólacuerdanuevamente,perolashebrasdeyutecedieronyélsecayó.Tullyempezóagritar:

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—¡Meestáahogando!Dycesealejóconpasovacilantegimiendoconlamuñecarota.—¡Dispara!—gritóZurdoSawyer,yarrastróaTullyaunlado—.¡Dispara,Jim

Bates!¡Disparaenseguida,porDios!—¡Retroceded!—dijojadeanteBates,poniéndoseenpie.La multitud se apartó a derecha e izquierda; resonó un rápido estampido… y

otro…yotro.Luegodesdeelremolinodehumosurgióvacilanteunaaltaformaqueasestabagolpes…golpesquesonabanduroscomoelchasquidodeunlátigo.

—¡Sehasoltado!¡Disparad!—gritaron.Huboungalopedepesadasbotasenlosbosques,Bates,débilyatontado,volvió

lacabeza.—¡Dispara!—chillóTully.Pero Bates se sentía enfermo; su revolver humeante cayó por tierra; su rostro

blancoysusojospálidosselecontrajeron.Sóloduróunmomento;enseguidafueenposdelosotrosabriéndosecaminotrabajosamenteentremalezasmimbrerasycicuta.

AlolejosoíaaKentqueseprecipitabacomounalcejovenennoviembre,ysupoquesedirigíaalacosta.Losdemáslosupierontambién.Yaelresplandorgrisdelmartrazabauna línea rectaa lo largodelbordedelbosque;yael suavegolpeteode lasolassobrelasrocasirrumpíadébilmenteenelsilenciodelbosque.

—¡Tieneunacanoaallí!—bramóTully—.¡Seescapará!Ysehabíasubidoaella,arrodilladoenlaproa,cogiendoelcanalete.Elsolque

salíaresplandecíacomounrelámpagorojoenél;lacanoasedisparóenlacrestadeuna ola, se mantuvo suspendida con la proa goteante al viento, se hundió en lasprofundidades,sedeslizó,seladeó,semeció,sedisparóhaciaarribaotravez,vaciló,yavanzó.

Tully se dirigió corriendo a la ensenada; el agua le bañó el pecho, desnudo ysudoroso.Bates se sentóenunadesgastada rocanegrayobservódistraídamente lacanoa.

La canoa menguó hasta convertirse en una mancha gris y plateada; y cuandoCarrots,quehabíaidocorriendoalcampamentoenbuscadeunrifle,volvió.Habríasidomásfácildarlea lamanchaenelaguaquea lacabezadeunsomorgujoenelcrepúsculo.DemodoqueCarrots,queeraahorrativopornaturaleza,disparóunavezysesatisfizoconconservarelrestodeloscartuchosparamejorocasión.Lacanoaeratodavíavisibley sedirigía amar abierto.Enalgún lugarmás alládel horizonte seencontrabanlasllaves,unacadenaderocasdesnudascomocráneos,negrasylodosasdondeelmarcortabasubase,blanqueadasenlapartesuperiorporelexcrementodelasavesmarinas.

—¡SedirigealaLlavedelDolor!—lesusurróBatesaDyce.Dyce,gimiendoypalpándoselamuñecaquebrada,volviólacaraenfermahacia

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elmar.LaúltimarocahaciaelmareralaLlavedelDolor,unpináculoquebradopulido

por lasaguas.Desde laLlavedelDolor,aundíade remomaradentrosi seera lobastanteosado,habíaunalargaislaboscosaenelocéanoconocidacomoDolorenlascartasdelalóbregacosta.

En lahistoriade lacosta,doshombreshabíanhechoelviajehasta laLlavedelDolor y, desde allí, hasta la isla. Uno de ellos había sido un cazador de pielesenloquecido por el alcohol, que sobrevivió y retornó; el otro, un joven estudianteuniversitario; encontraron su canoa destruida en el mar, y un día más tarde sudestruidocuerpofuedevueltoalacosta.

DemodoquecuandoBateslehablóenvozbajaaDyceycuandoDadosllamóalosdemás,supieronqueelfindeKentydesucanoanoestabanlejos;yvolvieronalbosque,malhumorados,perosatisfechosdequeKentrecibiríasumerecidocuandoeldiablorecibieraelsuyo.

Zurdohablóvagamentedelacosechadelpecado.Carrots,quenuncaolvidabalapropiedad,sugirióunplanparaunadivisiónequitativadelasposesionesdeKent.

Cuando llegaron al campamento, apilaron los efectos personales deKent sobreunamanta.

Carrotshizoelinventario:unrevólver,dosporrasdegoma,unagorradepiel,unrelojdeníquel,unapipa,unabarajanueva,unsacodegoma,cuarentalibrasdegomadeabetoyunasartén.

Carrotsbarajólosnaipes,cogióelcomodínyloarrojópensativoalfuego.Luegorepartiólabaraja.

Cuandolosbienesdesudifuntocompañerohubieronsidodivididosporazar—puesnohabíaposibilidadesdehacertrampas—alguienseacordódeTully.

—Estáallíenlacostavigilandolacanoa—dijoBatesconvozronca.Sepusoenpieyseacercóaunmontónsobreel suelocubiertoporunamanta.

Empezó a levantar lamanta, vaciló y, finalmente, se alejó.Bajo lamanta yacía elhermanodeTully,aquienlanocheantesKenthabíamatadodeuntiro.

—Creo que es mejor que esperemos hasta que Tully vuelva —dijo Carrotsintranquilo. Bates y Kent habían sido compañeros de tienda. Una horamás tarde,Tullyvolvióalcampamento.

Esedíanoledirigiólapalabraanadie.Batesloencontróenlacostacavando,yledijo:

—¡Hola,Tully!Parecequenopudimoslincharlo.—No—dijoTully—.Consigueunapala.—¿Loenterrarásaquí?—Sí.—¿Dóndepuedaescucharelsonidodelasolas?

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—Bonitositio.—Sí.—¿Haciaquéladomirará?—¡Haciadondepuedaveresamalditacanoa!—gritóTullyconfirmeza.—No…nopuedeser—aventuróBatesintranquilo—.Estámuerto¿noesasí?—Levantará la arena cuando la canoa regrese. ¡Y lo oiré! ¡Y estaré aquí! Y

viviremosparavercolgadoaBudKent.AlahoradelcrepúsculoenterraronalhermanodeTullydecaraalmar.

II

LasverdesolasbañantodoeldíalaLlavedelDolor.Blancasarriba,negrasenlabase,lasrocaserguidasmantienenpináculosoblicuoscomoboyasacanaladas.Sobrelospulidospilares empollan las avesmarinasdealasblancasyojosbrillantes,queanidanyserecomponenlasplumasyaleteanyhacenresonarsuspicosanaranjadoscuandolaespumavolátilavanzayretrocedeporlosriscos.

Cuandosalióelsolpintandofranjascarmesíessobrelasaguas,lasavesmarinas,unasjuntoalasotras,dormitabanenelsueñodelalba.

Donde el sol demediodía bruñía elmar, avanzó una ola opalina, distraída, sinruido;unavemarinaestiróunalaindiferente.

Yporelsilenciodelasaguassedeslizabaunacanoabronceadaporlaluzdelsol,enjoyadapor lasgotas saladasque lacubríandeun ladoalotro, conunaesteladealgascondiamantinoesplendor,yenlaproaunhombrebañadodesudor.

Arriba volaban las gaviotas en círculo, yendo de las rocas almar, y su clamorllenabaelcielodespertandopequeñosecosenlospeñascos.

La canoa rozó contra un oscuro bajío; las algas se mecieron y flotaron; lospequeñoscangrejosmarinosseinternaronoblicuosenlalímpidaprofundidaddelasmásverdessombras.AsífuelallegadadeBudKentalaLlavedelDolor.

Arrastró la canoa hasta mitad del camino por el bajío de roca y se sentórespirando pesadamente, con un brazo oscuro sobre la frente.Durante una hora seestuvoallí sentado.El sudor se le secóbajo losojos.Lasavesmarinas regresaron,llenandoelaireconsuavesnotasplañideras.

Entornoalcuelloteníaunamarcalívida,unrojocírculoencarneviva.Elvientosaladohacíaqueleardiera.Selotocabaaveces;selolavóconaguasaladafría.

Lejoshacia elnorte colgaba sobreelmarunacortinadeniebla,densa, inmóvilcomolaneblinadelasGrandesCostas.Niunavezapartólamiradadeella;sabíaloqueera.PordetrásestabalaisladelDolor.

Durante todoelaño la isladelDolor seoculta tras laneblina,murosdeblanca

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nieblamuertaquelarodeanportodaspartes.Losbarcosleconcedenamplioespacioparabornear.Algunosdicenquehayenlaislafuentesdeaguascálidascuyasaguasfluyenalmar,levantandoeternosvapores.

Elcazadordepieleshabíavueltoconhistoriasdebosquesyciervosyfloresportodaspartes;perohabíaestadobebiendomuchoymuchoeraloqueseleperdonaba.

Elcuerpodeljovenestudiantedevueltoalacostaestabadañadoalpuntodequenoeraposiblereconocerlo;perodijeronalgunoscuandolohallaronqueteníaasidaenlamanounaflorcarmesímediomarchita,perograndecomounsapán.

DemodoqueKent semantenía inmóvil junto a la canoa, quemadopor la sed;cadaunodelosnervioslevibrabamientraspensabaenestascosas.Noeraelmiedoloqueleblanqueabalacarnefirmebajolapieltostada;eraelmiedodelmiedo.Nodebíapensar;debíaasfixiareltemor;susojosnodebíandesfallecer,sucabezanuncaapartarse del muro de niebla al otro lado del mar. Con las mandíbulas apretadasrechazabaelterror;conojosrefulgentesmirabalosojoshuecosdelespanto.Ydeesemodovencióelmiedo.

Sepusoenpie.Lasavesmarinasgirabanenelcieloprecipitándose,elevándose,chillando,hastaqueelásperoaleteodespertóecosentrelasrocas.

Bajolaproaagudadelacanoa,lasalgassemecían,sesumergían,seseparaban;lasolasiluminadasporelsolavanzabanresplandecientes,danzantes,bañandounayotra vez proa y popa. Y entonces se arrodilló de nuevo, y el pulido canalete secolumpióysehundió,ysearrastróysecolumpióysehundióotravez.

Alolejostrasél,elclamordelasavesmarinassedemorabaenlosoídos,hastaque el suavehundirsedel canalete ahogó todootro sonidoy elmar fueunmardesilencio.

Nosoplabavientoquelerefrescaraelsudorsobrelasmejillasyelpecho.Elsolencendíaunsenderodeflamaanteél,yavanzóporundesiertodeagua.Elocéanoinmóvil se dividía ante la proa y se rizaba inocentemente a cada lado, resonando,espumado,chisporroteandocomolacorrientedeunarroyoenunbosque.Miróasualrededorelmundodeaguasplanas,yelmiedodelmiedoloasaltóotravezyloasiópor la garganta. Entonces bajó la cabeza como un toro torturado y se sacudió elmiedo delmiedo de la garganta, y hundió el canalete en elmar como apuñala uncarnicerohastalaempuñadura.

Así,porfin,llegóalmurodeniebla.Eradelgadoenunprincipio,delgadoyfrío,perofueespesándoseyvolviéndosemáscálido,yelmiedodelmiedosearrastrabatrasél,peronomirabaatrás.

Enlanieblalacanoaseprecipitó;lasaguasgrisescorríanjuntoaél,altascomolaborda,aceitosas,silenciosas.Seagitabanformasjuntoaproa,pilaresdeneblinasobrelas aguas, vestidas en películas de desgarradas sombras. Formas gigantescas sealzabanaalturasquedabanvértigosobreél,rompiendolasmortajasharapientasde

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las nubes. Los vastos tapices de la niebla se estremecían y colgaban y temblabancuando él los rozaba; el blanco crepúsculo hízose más profundo hasta adquirirsombríalobreguez.Yluegosehizomásdelgado;lanieblaseconvirtióenneblinaylaneblinaenvaporyelvaporsealejóflotandoysedesvanecióenelazuldelcielo.

Todoasualrededorhabíaunmardeperlayzafiroquebañabaunbajíodeplata.AsíllegóalaisladelDolor.

III

Las olas bañaban una y otra vez el bajío de plata, rompiendo como ópalosquebradosdondelasarenascantabanconlaespumasonora.

Bandadasdepequeñospájaroscosteros,vadeandoenelbajío,sacudíansusalasteñidas por el sol y se escurrían isla adentro, donde,moteada de sombra desde elbosquecircundante,seextendíalablancaplayadelaisla.

El agua en torno era poco profunda y límpida como el cristal, y veía la arenaonduladaybrillanteenelfondo,dondeflotabanalgaspurpúreas,ydelicadascriaturasmarinasselanzabancomodardos,seagrupabanyseesparcíanotravezalhundirenelcanalete.

Como terciopelo frotado contra terciopelo la canoa rozó la arena. Se puso condiflcultadenpie,saliótambaleanteatierra,arrastrólacanoabajolosárboles,ladiovueltaysehundiójuntoaelladecaracontralaarena.Elsueñoahuyentóelmiedodelmiedo,peroelhambre,lasedylafiebrelucharoncontraelsueño,ysoñó…soñóconunacuerdaque lecortabaelcuello,con lapeleaenelbosquey losdisparos.Soñótambiénconelcampamento,consuscuarentalibrasdegomadeabeto,conTully,conBates.Soñóconelfuegoylaollaennegrecidaporelhumo,conelinmundoolordellechomohoso,conlasbarajasgrasientasysupropionuevojuego,atesoradodurantesemanasparacomplaceralosotros.Todoestosoñóbocaabajoenlaarena;peronosoñóconelrostrodelamuerte.

Lasombradelashojassemovíansobresurubiacabeza,crespaconrizoscortadoscortos.Unamariposarevoloteabaasualrededor,posándoseoraensuspiernas,oraeneldorsodesusmanosbronceadas.Todalatardelasabejaszumbaronentrelasfloresdelbosque;lashojasarribaapenassusurraban;lasavescosterasempollabanjuntoalbordecristalinodelagua;ladelgadamarea,dormidasobrelaarena,espejabaelcielo.

El crepúsculo empalideció el cenit; una brisa sopló en las profundidades delbosque;unaestrellarefulgió,seapagó,refulgióotravez,sedesvanecióyrefulgió.

Llegó lanoche.Unamariposanocturna revoloteabadeun ladoalotrobajo losárboles: un escarabajo zumbaba alrededor de un montón de algas marinas y cayópataleando en la arena. En algún sitio entre los árboles, un sonido habíase hecho

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distinto: la canción de un arroyuelo, melodiosa, interminable. La escuchó en susueño; entretejía todos sus sueños como una aguja de plata, y como una aguja lopinchó:pinchósugargantasecaysuslabiosresquebrajados.Nopudodespertarlo;lanochefrescalovendabadesdelacabezahastalospies.

Al acercarse el alba, un pájaro despertó y cantó. Otros pájaros se agitaroninquietos,amediasdespiertos;unagaviotaextendióunalaacalambradaenlacosta,reacomodó sus plumar, se rascó el cuello empenachado y avanzó dos pasossomnolientoshaciaelmar.

La brisa marina se estremeció tras la orilla neblinosa; agitó las plumas de lasgaviotasdormidas;despertóelmurmullodelashojas.Unaranaresonó,sequebróycayó.Kentseagitó,suspiró,temblóydespertó.

Loprimeroqueoyófue lacancióndelarroyoysedirigióconpaso temblorosodirectamentealbosque.Allíestaba,unadelgadacorrienteprofundaalaluzgrisáceade lamañana,yseextendió juntoaélymetióenélsumejilla.Tambiénunpájarobebíadelestanque:unpajarillodeabultadoplumaje,ojosvivacesysinmiedo.

Susrodillasestabanmásfirmescuandoporúltimosepusodepie,sinhacercasodelasgotasqueleperlabanloslabiosylabarbilla.Conelcuchilloexcavóyraspóunas raíces blancas que crecían a la orilla del arroyo, y después de lavarlas en elestanque,selascomió.

Elsolteñíaelcielocuandovolvióalacanoa,perolaeternacortinadeniebla,maradentro,impedíaaúnsuvisión.

Levantólacanoa,conelfondohaciaarriba,sobresucabezay,conelremoylapértigaencadamano,lallevóalbosque.

Despuésquelapusoentierra,seestuvoerguidounmomentoabriendoycerrandosunavaja.Luegomirólosárboles.Habíaavesallí,sipudieraecharlesmano.Miróelarroyo.Las huellas de sus dedos estaban en la arena; había también las huellas dealgomás:elcascopuntiagudodeunciervo.

Noteníasinosunavaja.Volvióaabrirlaylamiró.Esedíaexcavóalmejasyselascomiócrudas.Tambiénvadeólasorillasytratóde

ensartarpecesconlapértiga,perosólocogióuncangrejoamarillo.Loquenecesitaba era fuego.Quebróy afilópiedras con aspectodepedernal y

raspó yesca de una rama secada al sol. Los nudillos le sangraron, pero no obtuvofuego.

Esanocheoyóciervosenlosbosquesynolefueposibledormirdetantopensar,hasta que llegó el alba tras el muro de niebla y se levantó con ella para beber yarrancar almejas con sus blancos dientes.Unavezmás luchópor conseguir fuego,anhelándolocomonuncahabíaanheladoelagua,perolosnudilloslesangraronysucuchilloraspóelpedernalenvano.

Lamente,quizá,selehabíaalteradountantoLablancaplayaparecíalevantarsey

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caercomounaalfombrablancaenunhogarconcorrientesdeaire.Tambiénlasavesquecorreteabanporlaarenaparecíangrandesyjugosascomoperdices;laspersiguióarrojándoles conchillas y ramas hasta que apenas pudo sostenerse en pie sobre lasarenasascendenteydescendente…oalfombra,loquefuere.Esanochelosciervoslodespertarona intervalos.Losoyósalpicar,bramaryquebrar ramillasa lo largodelarroyo.Enunaoportunidadfuefurtivotrasellosnavajaenmano,hastaqueunpasoen falso dentro del arroyo lo despertó de su locura, y volvió a tientas a la canoatemblando.

Llegó lamañana y nuevamente bebió en el arroyo, tendiéndose sobre la arenadonde incontables cascos en formade corazónhabíandejado claras huellas; y otravezarrancóalmejascrudasdesusconchasyselastragógimiendo.

Durantetodoeldíalablancaplayaascendióydescendió,sealzóyseaplastóantesusbrillantesojossecos.Enocasionespersiguióalaavescosteras,hastaquelaplayainestable hizo que tropezara y cayó cuan largo era sobre la arena. Entonces selevantabaquejumbrosoysearrastrabaalasombradelbosqueyobservabalospájaroscanorosenlasramas,quejumbroso,siemprequejumbroso.

Susmanos,pegajosasdesangre,golpeabanelhierrocontraelpedernal,perotandébilmentequeahorayanisiquierabrotabanfríaschispas.

Empezóatemerlanochequeseacercaba;temíaoírenlaespesuraalosgrandesciervoscálidos.Elmiedologanódesúbito,ybajólacabeza,apretólosdientesysearrancóotravezelmiedodelagarganta.

Entonceserrósinrumboporelbosquepasandoentremalezas,raspándosecontralosárboles,pisandomusgo,ramasylodo,meciendolasmanosmagulladasalandar,siempremeciendolasmanos.

El sol se ponía en la niebla al salir del bosque a otra playa: una playa cálida,suave,teñidadecarmesíporelfulgordelasnubesdelatarde.

Ysobrelaarenaasuspiesyacíaunajovendormida,envueltaenelvestidosedosodesuspropiosnegroscabellos,demiembrosredondeados,morenos,suavescomolaflordelaplayaatezada.

Unagaviotarevoloteóenloaltochillando.Susojos,másprofundosquelanoche,seabrieron.Entoncessus labiossesepararonparadarsalidaaungrito,dulcificadoporelsueño:

—¡Ihó!Sepusoenpiefrotándoselosaterciopeladosojos.—¡Ihó!—gritómaravillada—.¡Inâh!Laarenadoradarodeabasuspiececitos.Lasmejillasseleenrojecieron.—¡E-hó!¡E-hó!—susurróyescondiólacaraensuscabellos.

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IV

El puente de las estrellas abarca los mares del cielo; el sol y la luna son losviajeros que lo recorren. Esto se sabía también en la morada de los Isantee hacecentenaresdeañosatrás.ChaskéselodijoaHârpam,ycuandoHârpam,losupo,selodijoaHapéda;yasíelconocimientosedifundióhastaHârka,ydesdeWinonaaWehârka,dearribaaabajo,deunextremoalotroysiempremásallá,portodosloshilosdelatrama,hastaquellegóalaisladelDolor.¿Cómo?¡SóloDioslosabe!

Wehârka,charlandoentrelostules,pudohabérselodichoaNe-kâ;yNe-kâ,altoentre lasnubesdenoviembre,pudohabérselodichoaKay-óshk,quiense lodijoaShinge-bis,quienselodijoaSkeé-skah,quienselodijoaSésó-Kah.

¡Ihó!¡Inâh!¡Vedquemaravilla!YesteeselhadodetodoconocimientoquellegaalaisladelDolor.

Cuandoel fulgor rojomurióenelcieloy lasarenasnadaronen lassombras, la

jovenapartólascortinasdesedadesuscabellosylomiró.—¡Ehó!—susurrónuevamentecondulcedeleite.Porque le era ahora evidente que él era el sol. ¡Había cruzado el puente de

estrellasenelcrepúsculoazul!¡Habíavenido!—¡E-tó!Se leacercóestremecida,debilitadaporeléxtasisdeeste santomilagroobrado

anteella.¡É1eraelsol!Susangrelistabaelcieloalamanecer;susangreteñíalasnubesa

la tarde. En sus ojos se demoraba todavía el azul del cielo ahogando dos estrellasazules;ysucuerpoeratanblancocomoelpechodelaluna.

Ellaabriólosdosbrazos,conlasmanostímidamenteextendidasylapalmahaciaarriba.Sucarasealzabahacialadeél,cerrandosuavementelosojos;lospárpadosdedensaspestañasletemblaban.

Se erguía como una joven sacerdotisa, inmóvil salvo por el súbitoestremecimientodeunmiembro,unbrevealeteodelpulsoenlagargantaredondeada.Y así lo veneró, desnuda y sin vergüenza, aun después que él, flaqueando, cayópesadamente sobre su rostro; aun cuando la brisa del crepúsculo sobre las arenas,agitósuscortosrizoscomoelvientoagitalapieldeunanimalmuertoenelpolvo.

Cuandoelsoldelamañanaseasomóporsobreelmurodeniebla,yellavioque

eraelsol,ylovioaélcaídoenlaarenaasuspies,sediocuentaentoncesdequeeraunhombre,sólounhombre,pálidocomolamuerteymanchadodesangre.

Y,sinembargo—¡milagrodemilagros!—eldivinoasombroensusojossehizomásprofundotodavía,yleparecióqueseledesmayabaelcuerpo,ycaertemblando,

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ydesmayarsenuevamente.Porque,aunquenoeramásqueunhombreloqueyacíaasuspies,lehabíasido

másfácilcontemplaraundios.Elsoñóquerespirabafuego…fuegoquehabíaanheladomásqueelagua.Loco

de delirio, se arrodilló delante de las llamas, frotando sus manos desgarradas,lavándoselas en las llamas de aroma carmesí. Tenía agua también, agua de frescoaroma, que salpicaba su carne quemada, que le lavaba los ojos, los cabellos, lagarganta.Luegollegóelhambre,unadesgarradorayferozagoníaquelequemaba,leapretaba y le desgarraba las entrañas; pero también eso se desvaneció y soñó quehabíacomidoyquetodasucarneestabatibia.Luegosoñóquedormía;ycuandosedurmióyanosiguiósoñando.

Undíadespertóylaencontrótendidaasulado,estrechamentecerradaslassuavespalmas,sonriente,dormida.

V

Ahoralosdíasempezaronapasarmásrápidamentequelamareapor laatezadaplaya; y las noches, polvoreadas de estrellas y azules, llegabany se desvanecíanyretornaban,sóloparaoleralalbacomoelperfumedeunavioleta.

Contaban las horas como contaban las burbujas doradas que guiñaban con unmillóndeojosa lo largode lacostamoteadadeespuma;y lashoras terminaban,yempezaban,yresplandecíaniridiscentes,yterminabancomoterminanlasburbujasenelvahodeunminúsculoarcoiris.

Había todavía fuego en el mundo; flameaba al taco de ella y donde ella lodecidiera. Un arco tenso con una hebra de sus propios cabellos, una flecha aladacomounavemarinaconpuntadeconcha,unalíneaobtenidadeltendóndeplatadeunciervo,unanzuelodehuesopulido:estosfueronlosmisteriosqueélaprendió,ylosaprendióriendo,lasedosacabezadeellainclinadajuntoalasuya.

Laprimeranocheenquefueconstruidoelarcoyafinadalasedosacuerda,ellasedeslizó por el bosque iluminado por la luna hasta el arroyo; y allí se quedaron alacecho, susurrando, escuchandoy susurrando, aunqueninguno entendía la vozqueamaba.

Enlaprofundidaddelbosque,Kaug,elpuercoespín,rascabayhusmeaba.OíanaWabóse,elconejo,pit-a-pat,pit-a-pat,quesaltabaporentrelashojasmuertasalaluzdelaluna.Skeé-skah,elpatosilvestre,pasabavolandosinruido,esplendorosocomouncapulloflotante.

Alolejos,enlaargentinaplacidezdelocéano,Shinge-bis,elsomorgujo,sacudíael perfumado silencio con su risa ociosa, hasta que Kay-óshk, la gaviota gris, se

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agitaba en sueños. Se producía una súbita ondulación en la corriente, una suavesalpicadura,undulcesonidoenlaarena.

—¡Ihó!¡Mira!—Noveonada.Laamadavozeraparaellasólounamelodíasinpalabras.—¡Ihó!¡Ta-hinca,lahembradelciervorojo!¡E-hó!Elmachovendrádetrás!—Ta-hinca—repetíaélpreparandolaflecha.—¡E-tó!¡Ta-mdóka!Demodoqueélapuntabalaflechaalacabeza,ylasplumasgrisesdelagaviota

lerozabanlaorejayenlaoscuridadvibrabalaarmoníadelacuerdacanora.AsímurióTa-mdóka,elciervodesietepuntasenlasastas.

VI

Comounamanzanalanzadaengiroalaire,asígirabaelmundoporsobrelamanoquelohabíaarrojadoalespacio.

Yundíaaprincipiosdeprimavera,Sé-só-Kah,elpetirrojo,despertóalamaneceryvioaunajovenalpiedelárbolflorecidoquesosteníaaunbebéacunadoentrelassedosassábanasdesuscabellos.

Aloírsudébilgemido,Kaug,elpuercoespín,levantósucabezacubiertadepúas,Wabóse, el conejo se quedó inmóvil con flancos palpitantes. Kay-óshk, la gaviotagris,avanzódepuntillasporlaplaya.

Kentsearrodillórodeándolosaambosconsubrazobronceado.—¡Ihó! ¡Inâh!—susurró la joven, y sostuvo al bebé en las flamas rosadas del

alba.PeroKenttemblóalmirar,ysusojosseanegaron.Sobreelpálidomusgoverdese

extendían sus sombras: tres sombras. Pero la sombra del bebé era blanca como laespuma.

Como era el primogénito, lo llamaron Chaské; y la joven cantaba mientras loacunabaenlassedosasvestidurasdesuscabellosdurantetodoeldíaalaluzdelsolcantaba:

Wâwa,wâ-wa,wâ-we…yeá;Kahwéen,nee-zhékaKe-diaus-âi,Ke-gâhnau-wái,ne-mé-goS'wéen,Ne-bâun,ne-bâún,nedâun-isâis.E-wewâ-wa,wâ-we…yeá;Ewewâ-wa,wâwe…yeá.

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Mar adentro, Shinge-bis, el somorgujo, escuchaba reacomodándose las plumassatinadasdelpecho.Enelbosque,Ta-hinca,elciervorojo,volviósudelicadacabezaalviento.

EsanocheKentpensóenelmuertoporprimeravezdesdequellegaraalaLlavedelDolor.

—¡Aké-u! ¡Aké-u! —gorjeó Sé-só-Kah, el petirrojo. Pero los muertos nuncavuelven.

—Amado,siéntatejuntoanosotros—susurrólajovenviendolaperturbaciónquehabíaensumirada—.Ma-cântemaséca.

Peroélmiróalbebéyasublancasombrasobreelmusgo,yselimitóasuspirar:—¡Ma-cântemaséca,amada!LaMuertenosvigiladesdeelotroladodelmar.Ahora por primera vez conoció algo más que el miedo al miedo: conoció el

miedo.Yconelmiedollegóeldolor.Nuncaanteshabíasabidoqueeldoloryacíaocultoenelbosque.Ahoralosabía.

Sinembargo,esafelicidad,eternamenterenacidacuandodosmanecillaslerodeanaunoelcuello,cuandodébilesdedoslocogenaunodelamano,esafelicidadqueSé-só-Kah comprendía mientras gorjeaba para su compañera de nido, que Ta-mdókaconocíamientraslamíaasuscervatosmoteados,esafelicidadledioánimosparasaliralencuentrodeldolorconcalma,ensueñosoenlasprofundidadesdelbosque,yloayudóamirardelfrentelascuencasvacíasdelmiedo.

Ahorapensabaamenudoenelcampamento;enBates,sucompañerodetienda;enDyce,cuyamuñecahabíaquebradodeungolpe;enTully,acuyohermanohabíamatado.Aunleparecíaoíreldisparo,elsúbitoestruendoentrelascicutas;otravezveíaelvahodelhumo,laaltafiguraquecaíaentrelasmalezas.

Recordabaelmínimodetalledeljuicio:lamanodeBatessobresuhombro;Tully,de roja barba y ojos feroces que exigía su muerte; mientras que Dyce escupía yescupía y fumaba y pateaba los leños ennegrecidos que sobresalían del fuego.Tambiénrecordabaelveredicto, la terrible risadeTully;y lanuevacuerdadeyutequesacarondelospaquetesdelmercado.

Avecespensabaenestascosasmientrasvadeabaenelbajíoconlalanzadepuntadeconchapronta;enesasocasionesavecesmientrasseestabaarrodilladoalaorilladelarroyodelbosquea laesperade lasalpicaduradeTa-hincaentre losberros:enesosmomentoslaflechaemplumadasilbabalejosdesublanco,yTa-mdókapateabaybufabahastaqueaunlamartablanca,extendidasobreuntroncopodrido,fruncíaelhocicoysealejabafurtivahacialasmásnegrasprofundidadesdelbosque.

Cuandoelniñotuvounaño,horatrashoraregistradaconunamuescaalponerseelsolyalamanecer,charlabaconlospájarosyllamabaaNe-Kâelgansosalvaje,quellamabaasuvezalniñodesdeelcielo:

—¡Haciaelnorte!¡Haciaelnorte,amado!

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Cuando llegó el invierno—no hay escarcha en la isla del Dolor—, Ne-kâ, elgansosalvaje,muyaltoentrelasnubes,clamaba:

—¡Haciaelsur!¡Haciaelsur,amado!Yelniñocontestabaconunsuavesusurroenunalenguadesconocida,hastaque

sumadreseestremecíaylocubríaconsuscabellosdeseda.—¡Oh, amado! —decía la joven—. Chaské habla con todas las criaturas

vivientes…conKaug,elpuercoespín,conWabóse,conKay-óshk,lagaviotagris…élleshablayelloslocomprenden.

Kentseinclinóylamiróenlosojos.—Calla,amada;noesesoloquetemo.—¿Entonces,qué,amado?—Susombra.Esblancacomolaespumadelasolas.Yporlanoche…hevisto…—¡Oh!¿Qué?—Elaireasualrededorbrillarcomounarosapálida.—Macântémaséca.Sólolatierradura.Hablocomoquienseestámuriendo¡oh,

amado!Suvozseapagócomoelvientodelverano.—¡Amada!—gritóél.Peroallí, ante susojos ella estabacambiando; el aire sevolvióneblinoso,y su

cabelloondulabacomojironesdeniebla,ysuesbeltaformasemecía,sedesvanecía,yvirabacomolabrumasobreunestanque.

Ensusbrazoselniñoeraunafiguradebruma,rosada,vagacomoelalientoenunespejo.

—Sólolatierradura.¡Inâh!Eselfin¡oh,amado!Laspalabras llegarondesde laniebla,unaniebla tan informecomoel éter,una

nieblaqueavanzabay locubría,queveníadelmar,de lasnubes,de la tierraasuspies.Débildeterror,avanzócondificultadgritando:

—¡Amada!Ytú,Chaské¡oh,amado!¡Akéu!¡Akéu!Aladistanciasobreelmar,unaestrellarosadabrillóuninstanteyseapagó.Unavemarinachillóelevándosesobreeldesiertodeaguasahogadasenlaniebla.

Otravezviolaestrellarosada;seacercaba;sureflejorefulgíaenelagua.—¡Chaské!—gritóél.Oyóunavoz,opacadaenladensaniebla.—¡Oh,amada,estoyaquí!—volvióagritar.Hubounsonidoenelbajío,unresplandorenlaniebla,elbrillodeunaantorcha,

unacarablanca,lívida,terrible…lacaradelmuerto.Cayóderodillas;cerrólosojosylosabrió.Tullyestabadepiejuntoaélconuna

cuerdaenrollada.—¡Ihó! ¡Contemplael fin!Sólo la tierradura.Laarena, laolaopalina sobre la

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playadorada, elmar de zafiro, la luzde las estrellas, el vientoy el amormorirán.También laMuertemoriráyyacerá sobre las costasde loscieloscomo lacalaverablanqueadaallíen laLlavedelDolor,pulida,vacía,consusdienteshundidosen laarena.

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SOBRELOSRELATOS

"El Signo Amarillo" (The Yellow Sign), "El reparador de reputaciones" (TheRepairer ofReputations), "En laCorte delDragón" (In theCourt ofDragon), "Lamáscara" (TheMask), "LaDemoiselled'Ys" (TheDemoiselle d'Ys) y el poema "ElcantodeCassilda"(Cassilda'sSong)pertenecenaTheKinginYellow,F.Tennyson,Neely,NuevaYork,1895.

"El Hacedor de Lunas" (The Maker of Moons) y "Una agradable velada" (ApleasantEvening)aTheMakerofMoons,G.P.Putnam'sSons.NewYork,1896.

"Elmensajero"(TheMessanger), "LaLlavedelDolor" (TheKey toGrief) y elpoemasintítuloquecomienza"Pequeñomensajerogris…"aTheMysteryofChoice,D.Appleton&Company,NuevaYork,1897.

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