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El río Mololoa: Motor de la industria tepiqueña en el siglo XIX Pedro Luna Jiménez y María Irma Jarquín Avila * Nota introductoria Llegar a Tepic a finales del siglo XIX, ya fuera como turista o con el propósito de hacer negocios, el viajero regularmente recurriría a la información básica que proporcionaba el Ensayo estadístico y geográfico del Territorio de Tepic , publicado en 1894, como resultado de una acuciosa investigación que llevara a cabo Don Julio Pérez González. De la lectura de ese documento el visitante se daba cuanta que la ciudad de Tepic, cuyo número de habitantes aún no superaba los 14 000, se localizaba a la falda de la serranía de San Juan, a la ribera izquierda del río que lleva su nombre y a la extremidad occidental del fértil y hermoso valle que los indígenas antiguamente llamaban Matatipac. De igual forma sabría que esta planicie con poco supera los 400 kilómetros cuadrados, que está atravesada por el torrente indicado y varias corrientes que le eran tributarias y que le rodean los cerros de San Juan, Coatepec, San Bartolo, Sangangüey, El Gavilán, Los Metates, Jauja y Las Lomas de Acayapan. Para ese tiempo, el viajero, probablemente no se sorprendería al darse cuenta que el río de Tepic, cuyo nacimiento tiene lugar a 18 kilómetros al sureste de la ciudad, era navegable desde la parte norte de esta población hasta el Puente de San Cayetano, debido a que en ese trayecto presenta un declive suave. Además, de que sus aguas, de Tepic en dirección al norte, presentan un descenso rápido por lo que con escasa dificultad son empleadas en la irrigación de cultivos, pero sobre todo, para ese entonces en dar movimiento a dos fábricas textiles y un moderno ingenio azucarero. 1 La ciudad de Tepic y su entorno circundante representado por el valle de Matatipac, que el viajero encontraba al iniciar la centuria pasada, hacía varias décadas que habían entrado a un rápido proceso de transformación, escasamente imaginado durante los trescientos años de vida virreinal. Las antiguas familias, que por generaciones habían controlado las diferentes actividades agrícolas, ganaderas y de servicios, poco a poco cedieron su lugar a un nuevo grupo de empresarios quienes después de participar activamente en el lucrativo comercio por el puerto de San Blas, * Docentes de tiempo completo de la Unidad Académica de Economía de la UAN 1 Julio Pérez, González. Ensayo estadístico y geográfico del Territorio de Tepic, Tepic, Imprenta Retes, 1894. Gran parte de esta información se encuentra en las pp. 60, 61, 62, 75, 93, 94, 115 y 145.

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El río Mololoa: Motor de la industria tepiqueña en el siglo XIX

Pedro Luna Jiménez y María Irma Jarquín Avila* Nota introductoria

Llegar a Tepic a finales del siglo XIX, ya fuera como turista o con el propósito de

hacer negocios, el viajero regularmente recurriría a la información básica que

proporcionaba el Ensayo estadístico y geográfico del Territorio de Tepic, publicado en

1894, como resultado de una acuciosa investigación que llevara a cabo Don Julio Pérez

González. De la lectura de ese documento el visitante se daba cuanta que la ciudad de

Tepic, cuyo número de habitantes aún no superaba los 14 000, se localizaba a la falda

de la serranía de San Juan, a la ribera izquierda del río que lleva su nombre y a la

extremidad occidental del fértil y hermoso valle que los indígenas antiguamente

llamaban Matatipac. De igual forma sabría que esta planicie con poco supera los 400

kilómetros cuadrados, que está atravesada por el torrente indicado y varias corrientes

que le eran tributarias y que le rodean los cerros de San Juan, Coatepec, San Bartolo,

Sangangüey, El Gavilán, Los Metates, Jauja y Las Lomas de Acayapan. Para ese tiempo,

el viajero, probablemente no se sorprendería al darse cuenta que el río de Tepic, cuyo

nacimiento tiene lugar a 18 kilómetros al sureste de la ciudad, era navegable desde la

parte norte de esta población hasta el Puente de San Cayetano, debido a que en ese

trayecto presenta un declive suave. Además, de que sus aguas, de Tepic en dirección al

norte, presentan un descenso rápido por lo que con escasa dificultad son empleadas en

la irrigación de cultivos, pero sobre todo, para ese entonces en dar movimiento a dos

fábricas textiles y un moderno ingenio azucarero.1

La ciudad de Tepic y su entorno circundante representado por el valle de

Matatipac, que el viajero encontraba al iniciar la centuria pasada, hacía varias décadas

que habían entrado a un rápido proceso de transformación, escasamente imaginado

durante los trescientos años de vida virreinal. Las antiguas familias, que por

generaciones habían controlado las diferentes actividades agrícolas, ganaderas y de

servicios, poco a poco cedieron su lugar a un nuevo grupo de empresarios quienes

después de participar activamente en el lucrativo comercio por el puerto de San Blas,

* Docentes de tiempo completo de la Unidad Académica de Economía de la UAN 1 Julio Pérez, González. Ensayo estadístico y geográfico del Territorio de Tepic, Tepic, Imprenta Retes,

1894. Gran parte de esta información se encuentra en las pp. 60, 61, 62, 75, 93, 94, 115 y 145.

empezaron a canalizar excedentes en actividades industriales principalmente en

aquellas relacionadas con la producción textil y la agroindustria azucarera. De esta

forma, durante el corto periodo que va de 1838 a 1841 se fundaron las fábricas textiles

de Jauja y Bellavista, cuyos respectivos dueños fueron las firmas de Barron-Forbes y Cía.

y Castaños-Fletes y Cía. Posteriormente entre 1845 y 1857, se construyeron los ingenios

azucareros de Puga y La Escondida, el primero de ellos bajo el impulso de José María

Castaños, quien ya había participado como socio principal en la fundación de Bellavista,

mientras que el segundo era resultado de los iniciales esfuerzos empresariales que la

firma Juan Antonio Aguirre y Cía., sin prisa pero sin pausa, llevaba a cabo en esta

comarca.2

Las aguas del río de Tepic -conocido con el nombre de Mololoa desde mediados

de la centuria pasada-, rápidamente se colocaron como estratégicas, ya que en gran

medida la ubicación de estas nuevas actividades económicas obedecía a la posibilidad

de usar de esta corriente como fuente de energía y en la irrigación de la cada vez más

amplia superficie cultivada de caña. De esta forma, y sin la edificación de grandes obras,

en diferentes puntos del caudal se construyeron pequeñas presas derivadoras a las que

se conectaron acequias por medio de las cuales el agua era conducida a sus diferentes

destinos y usos. Pero si bien el sitio en que la toma de agua se construía generalmente

no era objeto de considerables inversiones en infraestructura, los trabajos para su

conducción por lo regular tuvieron que enfrentar dificultades como el accidentado

relieve del terreno para lo cual se procuró dotar a estos canales de macizos, y en

ocasiones, prolongados basamentos de arquería, dando como resultado la existencia de

algunas elegantes joyas arquitectónicas que aún a la fecha por estos lugares se pueden

observar. En otras ocasiones, se vio la necesidad de construir tajos o túneles, situación

que aunada a lo anterior, pronto dio como resultado la existencia de un complejo

sistema hidráulico cuyo propósito central era la obtención de un mayor control y un uso

cada vez más racional sobre el agua de este permanente caudal.

2 Información más detallada sobre el origen de estas factorías se encuentra en Jean Meyer. Esperando a

Lozada, México, El Colmich/CONACYT, 1984, pp 197-218; Jaime Olvera. La oligarquía de Guadalajara,

México CNCA, 1991, pp. 205-282; Aracely Ibarra. El Comercio Exterior de México: ruptura y

continuidad, 1821-1861, México, Tesis Doctoral, El Colegio de México, Historia, 1984, pp 270-280;

Miguel García Rodríguez. Bellavista un pueblo obrero en pie de lucha, Tepic, Nayarit, 1986, pp. 21-63 y

Pedro Luna Jiménez. “Comerciantes y hacendados vascos en Tepic: 1821-1840” en Revista UNIR, No. 13,

Tepic, UAN, 1997, pp 3-10.

Este esfuerzo por el acceso y administración del agua llevado a cabo por los hombres de

negocio de esos años también era bien visto por quienes visitaban la comarca tepiqueña

con motivos de investigación de ciertos locales como pudo ser la producción azucarera.

Uno de ellos, el norteamericano Alfred. L. Nolf, estuvo en Tepic en junio de 1894, con el

propósito de visitar ingenios azucareros y observar las condiciones de la producción de

caña. En sus notas al respecto comenta que:

“Gracias a la amabilidad del señor Somellera, socio y representante de Aguirre y Compañía, he podido visitar en detalle no sólo La Escondida, sino también una parte de los inmensos campos de caña que tiene esta casa y es verdaderamente asombroso apreciar el capital enorme que debe haberse invertido en esta empresa… Los campos de caña de esta hacienda presentaban al riego una verdadera dificultad, porque en lugar de ser plantada en terreno plano y de poco declive, la caña está casi toda plantada sobre pequeños cerritos de forma más o menos cónica, y sin embargo de eso, todo el plantío está regado por medio de centenares de acequias que se cruzan en todas direcciones. Este sistema de riego es una maravilla; y dudo que en ninguna otra parte del mundo, aún en California, donde el riego es lo más adelantado, haya algo que se le pueda comparar. Basta decir que las acequias y tubos de acero instalados ya para dicho riego, forman el asombroso total de cincuenta kilómetros de largo para tener una idea de esta colosal

empresa…”.3

La posibilidad de contar con acceso directo a esta corriente pronto se encargó,

que varios hacendados de la época, iniciaran una serie de compras de terrenos,

particularmente de pequeños predios localizados entre sus antiguas propiedades y el

río, lo que les permitió un mayor uso y dominio. Aquí vale la pena señalar que estos

esfuerzos por la apropiación del agua no estuvieron ausentes de enconados conflictos,

que reiteradamente se presentaban entre dos de las importantes firmas mercantiles

que igualmente se habían colocado como las más destacadas propietarias de tierra

como la Juan Antonio Aguirre y Cía. y Barron-Forbes y Cía. Estas controversias también

trajeron como resultado la construcción de nuevas obras hidráulicas, cuya fuente de

abastecimiento ya no necesariamente sería el siempre codiciado río, para lo cual se

construyeron bordos o presas de almacenamiento para retener agua de manantiales y

escurrimientos temporales, que de igual forma era usada para irrigación o para fuerza

motriz.

3 Alfred L Nolf, era miembro de la Academia de Ciencias de San Francisco de la Sociedad de Geografía de

Paris. Este texto formó parte de un reporte más amplio que con el título “La industria azucarera en el norte

de la república mexicana” fue escrito especialmente para El nacional: periódico de literatura, ciencias, artes,

industria, agricultura, minería y comercio, para su edición del viernes 8 de junio de 1894.

Conflictos por el acceso a un recurso natural estratégico

Durante el mes de junio de 1878 tuvo lugar un serio conflicto entre los hermanos Rivas,

propietarios de la hacienda de San Cayetano, y quienes tenían fuertes intereses

económicos en la actividad textil y azucarera que se desarrollaba a quince o veinte

kilómetros al norte de aquella unidad de producción. El problema se suscitó cuando

Francisco Rivas,4 administrador de aquella finca, en los meses de abril y mayo mandó

construir dos presas: una, a trescientos veinte metros de donde nace el ojo de agua de

El Platanar y, la otra, en Trigomil. Se trataba de pequeñas obras cuyas dimensiones eran

de trece varas de largo, seis de ancho y dos y media de alto, en las que se habían

empleado para su construcción, dos fuertes estacadas de madera para el amarre de

cortina, mismas que fueron rellenadas con terrones, zacate y tierra. El valor que tenían

apenas superaba los cuatrocientos cincuenta pesos.

Las aguas donde se había erigido esta infraestructura corrían por terrenos de la

hacienda antes mencionada y eran importantes tributarias del río de Tepic. Los Rivas,

por lo tanto, tenían derecho a usarlas en los fines que juzgaran conveniente. Sin

embargo, por esos mismos días en Tepic y pueblos circunvecinos, se esparció el rumor

de que con esas presas iba a disminuir la corriente que movía las fábricas de Jauja y

Bellavista, y que de seguro tendrían que suspender los trabajos por falta de agua. Para

estos años esas factorías, como ya se ha señalado, pertenecían a las dos más

importantes firmas locales como la Barron-Forbes y Compañía y la de Juan Antonio

Aguirre y Compañía. Pero aquel murmullo no era lo único que se dejaba sentir en el

ambiente. También hubo personas que observaron a cuatro hombres, quienes

montados a caballo, recorrieron las modestos diques durante los últimos cuatro días del

mes de mayo. Aquella inspección ocular sería el preámbulo para lo que sucedería la

noche del treinta al treinta y uno del mismo mes. Para esa ocasión, un grupo de gente

armada compuesto por quince o veinte hombres a caballo, brindaron la protección

necesaria para que otro grupo de similar cantidad de hombres, se encargara de

demolerlos. Meses después, cuando Carlos Rivas -para ese tiempo todo un flamante

licenciado- entró a la defensa de sus intereses llevando el caso al poder judicial, salió a

4 Estos hermanos Rivas –Francisco y Carlos- eran hijos de Carlos Rivas Góngora, un destacado personaje

en el movimiento campesino que encabezara Manuel Lozada. Formaban parte de la oligarquía regional y

había adquirido varios terrenos como resultado de las Leyes de Desamortización, dentro de ellos los predios

de San Cayetano y Trigomil.

relucir que con tal infraestructura sólo se pretendía derramar agua para regadío a una

superficie aproximada de cien fanegas de sembradura.5

No se ha localizado más información que permita dar seguimiento a ese conflicto

que se generó entre las dos poderosas casas comerciales y la familia Rivas por el control

de las aguas del río. Sin embargo, esa desavenencia permaneció hasta octubre de 1880,

cuando los dueños de San Cayetano cedieron a Juan Antonio Aguirre y Compañía,

Barron-Forbes y Compañía y a la Compañía Tepiqueña, “el derecho a usar de las aguas

que nacen o cruzan por el territorio de la hacienda”, de su hacienda. Por el contrato

celebrado en esa fecha, los Rivas daban a perpetuidad dichas aguas para ser usadas en

las fábricas de Jauja, Bellavista, Puga y La Escondida. También se afirmaba que los Rivas

estaban obligados a no rescindir dicho contrato, ni desviar, ni embarazar las corrientes

de agua que dentro de la hacienda existían. A cambio, recibieron la cantidad de 4 088.27

pesos.6 Así, mediante aquel leonino convenio, los propietarios de San Cayetano sólo

contaron con una mitad de las aguas del manantial El Camichín, pues si bien este

nacimiento estaba incluido en la hacienda de Mora, sus propietarios se la habían cedido

el año de 1859.7

El río de Tepic, con su nacimiento en la hacienda de La Labor, en los manantiales

de El Colomo, únicamente contaba con un escurrimiento tributario originado en el

manantial de Acuña, por lo que dentro de San Cayetano, aquel escurrimiento se veía

sustancialmente incrementado con las aguas de siete fuentes a las que se les

identificaba con los nombres de El Toro, Trigomil, Los Capulines, Los Cerritos, Mololoa,

Pantanal y El Armadillo. De esta forma, bien se puede afirmar que en terrenos de esta

hacienda el río se constituía. La inquietud de los Rivas por construir infraestructura

hidráulica que permitiera usar sus abundantes aguas para hacer más productiva su

hacienda, no era una novedad. En enero de 1852, cuando Carlos Rivas -padre de

Francisco y Carlos- da en arrendamiento el rancho de Trigomil a Teodosio Ceceña y

Nicolás Pisón, el contrato que celebraron señalaba que “si se llegara a construir una

5 “Información ad perpetuam promovida por el Lic. Carlos Rivas y vista de ojos practicada en la hacienda

de San Cayetano con motivo de la destrucción de unas presas”. Documento incluido en el libro del

Escribano Público José P. Morán, correspondiente al 14 de noviembre de 1879. 6 Escribano José P. Morán. Acta del 12 de octubre de 1880. 7 “La hacienda de Mora reporta una servidumbre de acueducto a favor de San Cayetano y consiste en que

disfrute de la mitad del agua de su manantial El Camichín. Se trata de aguas compartidas entre ambas

haciendas…” Escribano Jesús Vejar, Acta del 7 de febrero de 1859.

presa en el arroyo que pasa por dicho potrero, que ésta sea de cal y canto y se pagará

entre arrendatario y propietario”.8

Las negociaciones entre los Rivas y quienes mantenían el poder económico en

la comarca por el control sobre esta agua, habían sido precedidas por la compra que ese

mismo año, Barron y Forbes hizo a Aguirre y Cía. de un predio conocido como El Salto

en abril de 1880. En esa ocasión, ambas empresas llegaron a los siguientes acuerdos

como una forma de disponer pacíficamente de tales aguas. Se decía, por ejemplo, que

Barron-Forbes y Compañía autorizaba a Juan Antonio Aguirre y Compañía, para que

construyera una toma de agua en los terrenos recién adquiridos, para que por ese medio

irrigara algunas tierras de su hacienda La Escondida. Por su parte, Barron-Forbes, tendría

el mismo derecho, ya fuera de fabricar otra toma o hacer uso de la que construyera

Aguirre, para derivar agua hasta su hacienda de Puga. También se convino que a partir

de un mutuo consentimiento, cada socio podría establecer en El Salto alguna fábrica de

cualquier naturaleza. En fin, si alguien decidía enajenar la parte que le correspondía en

aquella posesión en común, su “comunero” tendría el principal derecho a comprarla.9

La armonía entre Barron-Forbes y Juan Antonio Aguirre por la posesión y

apropiación pacífica del caudal del río, realmente duraría muy poco. Ambas empresas

acrecentaban sus intereses industriales y con ello, el acceso a las aguas del río y de otros

manantiales, se volvía impostergable. Barron-Forbes por su parte, durante el año de

1882 adquirió la hacienda e ingenio de Puga a la Compañía Tepiqueña. Mientras que

Juan Antonio Aguirre tres años después modernizaba la maquinaria de Bellavista y, de

una forma paralela a ello, construía un nuevo canal para llevar el agua a dicha factoría.

A los propietarios de Puga les tenía sin cuidado el que Bellavista contara con nueva

maquinaria, lo que sí les preocupó de una forma especial, fue la construcción del nuevo

canal y otras modernas obras hidráulicas que se encargaban de llevar el líquido a la

textilera. Pues las aguas que se encargaban de dar movimiento a dicha factoría,

posteriormente eran empleadas en Puga para irrigación de importantes extensiones

cultivadas de caña. La respuesta de Barron-Forbes no se hizo esperar. Su abogado

8 Escribano Jesús Vejar, Acta del 28 de enero de 1852. El arrendamiento de Trigomil era por siete años y

pagarán 750 pesos anuales. 9 Escribano Tomás Andrade, 15 de abril de 1880.

defensor, el licenciado Luis Rosas, acudió ante los tribunales para presentar una

demanda en contra de Aguirre el 17 de marzo de 1886.10

La sustentación vertida por el señor Rosas para iniciar aquel proceso,

proporciona valiosa información que permite reconstruir buena parte de la historia del

uso de este recurso por parte de tres de las más importantes unidades de producción

del entorno rural tepiqueño de ese entonces: Bellavista, Puga y La Escondida. Algunos

elementos de ese singular pasado pueden presentarse en los siguientes episodios. El

primero de ellos tiene como punto de partida el año de 1841, cuando José María

Castaños adquirió, de la Cofradía de las Ánimas de la Parroquia de Tepic, un terreno

conocido con el nombre de La Jordana, en el cuál estableció la fábrica de Bellavista. Con

dicha compra también iba el derecho de poner una toma de agua en el río y de servirse

de toda la necesaria para moverla.11 El señor Castaños construyó una presa derivadora

en el punto conocido como Cuncunarias, un canal y demás obras necesarias para la

conducción del agua, la cual, después de operar como fuerza motriz, era destinada en el

regadío de los campos en Puga que para ese entonces igualmente eran de su

propiedad.12

A la quiebra y fallecimiento de Castaños esos bienes pasaron a sus acreedores,

quienes en 1847 formaron la compañía Empresa Industrial en Bellavista y Puga, la que

permaneció hasta 1852 en que fueron rematados y adquiridos por la Compañía

Tepiqueña. Esta nueva sociedad fue la que vendió a Juan Antonio Aguirre dos terceras

partes de aquel negocio, y éste a su vez, con antelación ya era dueño de una tercera

parte. La escritura de compra-venta, por la cual se protocolizaba la adquisición de las

dos terceras partes con las que Aguirre pasaba a ser único dueño de Bellavista, no

descuida en señalar cómo sería la forma en que él y los propietarios de Puga harían uso

de aquellas aguas:

“Los socios de la Compañía Tepiqueña ceden y traspasan en venta perpetua a Don Juan Antonio de Aguirre las dos terceras partes de dominio que tiene en los terrenos y fábrica de Bellavista por cincuenta y cinco mil pesos, pagaderos en dos plazos y dos años por mitad,… La venta incluye los terrenos, edificios, maquinarias, útiles y cuanto le pertenezca,… Pero con respecto a los derechos adquiridos por su causante sobre la toma de agua pactada con la Cofradía de Ánimas del Curato

10 Escribano Tomás Andrade. Protocolo del 17 de marzo de 1886. 11 Escribano Jesús Vejar, 22 de junio de 1841. 12 El ingenio de Puga para ese tiempo no requería de una corriente de agua para mover su maquinaria. Pues

según estudios recientes, este fue uno de los primeros en el país que utilizó a partir de 1842, el vapor en la

transformación de la caña de azúcar. Gisela Landázuri Benítez y Verónica Vázquez Mantecón. Azúcar y

Estado 1750-1800, México, F.C.E. / S.E.M.I.P., 1988, p. 163.

de Tepic, se los reserva la Compañía Tepiqueña, comprometiéndose solamente por sí y sus sucesores a que el señor Aguirre ahora y siempre goce quieta y tranquilamente del agua que sirve de potencia a la fábrica, en los mismos términos que la ha usado desde un principio hasta hoy, en la inteligencia, que mientras Aguirre y sus sucesores usen el agua, ellos reportarán los gastos de toma y conducción hasta la fábrica; quedando a la vez obligado Aguirre por sí y sus sucesores, a dejar correr perpetuamente por su curso actual desde la fábrica a las dos terceras partes del agua cuyo uso hoy adquiere, sin emplearla en ningún otro uso que no sea el de potencia dentro de los límites de Bellavista, comprometiéndose además el señor Aguirre a dejar correr en los

mismos términos expresados la otra tercera parte de que ya es dueño,…”.13

De esta forma los propietarios de Puga, para esos tiempos aún organizados en la

Compañía Tepiqueña, procuraron a toda costa no perder los derechos que tenían a usar

del agua que después de mover a Bellavista, por gravedad tomaba la dirección de

aquellos terrenos. Aún más, en uno de los apartados finales de la escritura a que se hace

referencia, se incluyó una cláusula por la cual la Compañía Tepiqueña podía continuar

gozando de ese derecho, no obstante que Aguirre enajenara la negociación textil, o bien,

que ésta fuera destruida. En caso que sucediera una de estas dos cosas, “la Compañía

Tepiqueña asumirá los gastos de la toma y acueducto para que las aguas corran por el

mismo curso que actualmente llevan”.14

Todo parece indicar que los propietarios de Bellavista respetaron los derechos de

los dueños de Puga hasta el año de 1885. Antes, tanto la Compañía Tepiqueña como la

Barron-Forbes quién adquirió la hacienda e ingenio en 1882, se habían preocupado por

construir varios elementos de infraestructura hidráulica para hacer un uso cada vez más

eficiente del agua que corría a esos campos, después de usarse para generar

movimiento. Para ese tiempo, La Escondida al igual que las demás haciendas de la

región, iniciaba una fase de expansión en la producción agrícola como resultado de un

crecimiento del mercado azucarero de exportación. Sus campos, que rápidamente

incrementaban la superficie de cultivo de caña, demandaban más agua para riego. Una

de las formas por las que se podía resolver ese problema era mediante la modernización

de las obras hidráulicas que de la presa Cuncunarias se encargaban de llevar agua a

Bellavista cuya maquinaria también la habían mejorado.

Con todos aquellos diferentes cambios, los Aguirre necesitarían menos agua en la

fábrica textil, lo que les permitiría disponer de una mayor cantidad para sus terrenos de

13 Escribano Vicente González. 13 de octubre de 1857. 14 Ibíd.

La Escondida, ubicado aguas abajo de la presa señalada. Antes de esas obras, por

ejemplo, Aguirre requería tres mil ciento cincuenta pies cúbicos ingleses por minuto

para poner en movimiento a Bellavista; mientras que con la nueva infraestructura

únicamente necesitaba seiscientos noventa y cinco, es decir, una cuarta parte de la que

antes empleaba. Lo anterior era resultado de que el canal nuevo contaba con una caída

de ciento cuarenta y cinco pies, inclinación muy superior a la que contaba aquel que se

desplazaba, que apenas lograba los treinta y dos pies. Que llegara menos agua a ese

lugar, en esa proporción se veían afectados los propietarios de Puga. Aún más, se llegó

a afirmar en ese proceso litigioso, que Aguirre daba “más o menos agua a Puga según le

conviene; pues si la necesitan para regadíos en La Escondida, la disminuyen

considerablemente, y si no, la dejan pasar con mayor cantidad…”.15

La respuesta de la firma Barron-Forbes no se hizo esperar. Primero recurrieron a

la comunicación personal, verbal y por escrito, sin encontrar favorable respuesta a sus

demandas de que fueran respetados por Aguirre los acuerdos de 1857. Ante esa

negativa, el caso lo tomó el citado Luis Rosas, quien llevó a los tribunales una serie de

elementos en los que se justificaba el derecho de los propietarios de Puga a usar de las

aguas que les pertenecían. Rosas, amparado en las leyes sobre cuestión de aguas, llegó

a afirmar que las obras hidráulicas recientemente construidas fueran destruidas para

que, de esta forma, no se siguiera perjudicando a sus representados:

“Por lo tanto, en nombre de mis poderantes, promuevo el presente juicio sumarísimo de obra nueva contra los Sres. Juan Antonio de Aguirre y Cía. por el acueducto que han construido en la fábrica de Bellavista el año próximo pasado, y pido que sustanciado este interdicto, se decrete la demolición de lo ejecutado y la restitución de las cosas al estado que antes tenían, a costa de los

Sres. Juan Antonio de Aguirre y Cía. y que además se les condene con los costos de este juicio”.16 La nueva infraestructura para conducción de agua no fue desmantelada. Los conflictos

entre Aguirre y Barron-Forbes continuaron. Los propietarios de Puga, de una forma

simultánea al origen de aquel conflicto, ya se preocupaban por contar con otros

suministros de agua tanto para regadíos como para sus diferentes usos industriales.

Poseer el agua, en esos años, llegó a ser tan importante como la misma posesión de la

tierra. Por ella se enfrentan grandes empresarios y buscan la forma de despojar de tan

importante recurso a propietarios que tienen menos poder económico. El

15 Escribano Tomás Andrade. Acta del 17 de Marzo de 1886. 16 Ibíd.

acaparamiento de tierra como se ha visto anteriormente, regularmente obedecía a la

posibilidad de un control sobre acuíferos que en ella existían. Tal circunstancia se vuelve

a poner de manifiesto cuando Barron-Forbes adquiere en 1884 la hacienda de San

Miguel de Mora, muy reconocida en el periodo colonial y las primeras décadas del siglo

XIX por su producción azucarera y la cría de vacunos. Para ese año, todo parece indicar,

que lo que prioritariamente interesa a Barron- Forbes al adquirirla, era aprovecharse de

los abundantes manantiales que aquí se originaban, principalmente dos de ellos

identificados como El Hijito y Los Cordoncillos. El pago de 95 mil pesos a Juan Álvarez

Tostado probablemente poco significaba en comparación con los gastos que a partir de

esa fecha se llevarían a cabo en varias obras de almacenamiento y conducción del agua

a la hacienda de Puga.17 Así, para control de las aguas del primero de esos manantiales,

se construyó un vaso de almacenamiento al que se conocería como Presa de Mora, con

capacidad de 479 636 metros cúbicos, con cortina de retención de 450 metros de

longitud, 2.75 metros de anchura en la corona, 17 metros en la base y una altura de 5.53

metros. Contaba además con dos compuertas, una, del lado derecho con orificio de

medio metro de ancho y ochenta centímetros de alto y, otra, en el izquierdo con tres

aberturas un poco más grandes.18

Si bien, las aguas aquí embarazadas por lo regular eran empleadas en irrigar

plantación cañera en terrenos próximos al casco de la hacienda adquirida, las de otros

manantiales, sin necesidad de fuertes inversiones en infraestructura de

almacenamiento, empezaron a ser conducidas por medio de un acueducto de

mampostería hasta el ingenio azucarero. Esa obra, terminada en 1899, aún sigue

llamando la atención a propios y extraños. Contiene un tramo de arquería de

aproximadamente trescientos metros, que se encarga de sostener el canal para librar

una de las tantas depresiones que el terreno presenta por esos rumbos. Quienes

integraban la sociedad mercantil de Barron-Forbes no fueron quienes concluyeron esas

obras, esto le correspondió a la Casa de Aguirre que adquirió las haciendas de Puga y

Mora el mes de noviembre de 1897.19 Sólo de esta forma llegaba a su fin el abigarrado

conflicto que estas dos grandes empresas sostuvieron por el acceso a las aguas del río.

La demanda judicial que los propietarios de Puga iniciaron en contra de Aguirre en marzo

17 Registro Público de la Propiedad -en adelante RPP-T-. Sección 1, Libro 1, Acta 46. 18 Archivo Histórico del Agua. Ciudad de México, Caja 1342, Expediente 18272. 19 RPP-T. Tomo XII, Acta 76. Aguirre pagó por las dos haciendas la cantidad de 450 mil pesos.

de 1886, se había prolongado hasta octubre de 1895 cuando terminó el juicio en

sentencia dictada por el Tribunal Superior del Territorio de Tepic. De esta forma, las

partes contendientes llegaban a varios acuerdos que les permitían disponer

pacíficamente de tan necesario recurso natural en sus diferentes usos.

La Escritura de reconocimiento de servidumbre otorgada por los señores Don

Domingo G. Aguirre y el apoderado del señor Don Francisco Barron, Don Ernesto

Lonergan, levantada por el licenciado Roberto Valadés, contiene un total de quince

cláusulas, las cuales permiten al lector afirmar que Aguirre resultó el ganador en aquel

litigio. La segunda de ellas señala, por ejemplo: “El señor Don Domingo G. Aguirre se

obliga por sí y sus sucesores a dejar correr a los terrenos de la hacienda de Puga una

cantidad de agua de tres mil ciento cincuenta y cinco pies cúbicos ingleses por minuto,

en la inteligencia de que esa cantidad de agua ha de entrar a Puga, por el cauce natural

que atraviesa el terreno de Posesiones…”.20 Ahora bien, si esta cifra acordada de

suministro se compara con la que Puga empezó a disponer a partir de que se había

modernizado el canal que lleva agua a Bellavista en 1885, fue realmente poco

significativo lo que Barron-Forbes obtuvo de aquel largo proceso judicial. Es decir, sólo

logró que se incrementara en cinco pies cúbicos ingleses por minuto. No hay que olvidar

que la demanda en contra de Aguirre iniciada en 1886, era con el decidido propósito de

que la situación volviera al estado en que antes se encontraba, es decir, cuando a la

textilera pasaban tres mil ciento cincuenta pies cúbicos ingleses por minuto, de lo cual

también se favorecía Puga.21 La cláusula número siete también ayuda a dar cuenta de la

privilegiada situación en que Aguirre quedaba con este convenio. En ella se afirma que

a la presa Cuncunarias -donde se deriva el agua para Bellavista y Puga-, el río llega con

un volumen de tres mil ochocientos pies cúbicos ingleses por minuto. Si en algún

momento, por alguna circunstancia a esta presa derivadora llegara un volumen inferior,

en esa misma proporción se rebajará a Puga la cantidad suministrada, para lo cual en

dicho cálculo únicamente se aplicaría una regla de tres simple. Además, Aguirre no

estaba obligado a dar más de setecientos pies cúbicos, aunque excediera el volumen de

agua del río que llega a la presa.22

20 Notario Público Roberto Valadés, 6 de marzo de 1896. 21 Cfr. Nota No. 11. 22 Notario Público Roberto Valadés, Acta del 6 de marzo de 1896.

Estos acuerdos entre Barron-Forbes y Aguirre fueron protocolizados en marzo de

1896, en un momento en que la añeja firma anglosajona se encontraba en franca

decadencia. Llama la atención, por ejemplo, que dos meses después de signada aquella

escritura de reconocimiento de servidumbre de aguas, en la que Aguirre resultó

particularmente favorecido, ambos empresarios hayan acudido nuevamente ante el

mismo notario público, sólo que ahora para protocolizar un préstamo con garantía de

hipoteca que Domingo G. Aguirre otorgaba a Guillermo Barron. El crédito otorgado era

de 200 mil pesos para un plazo de seis años y quedaban como bienes hipotecados la

fábrica textil de Jauja, las haciendas de El Trapichillo y San Lorenzo y la casa de

administración de esta última, ubicada en la villa de Santiago Ixcuintla.23 La firma de

Barron-Forbes está en crisis. La casa de Aguirre, su antigua rival en el ámbito de los

negocios regionales, sabrá jugar muy bien a su favor aquella circunstancia. Su triunfo en

la demanda judicial sobre el uso de las aguas del río, difícilmente puede explicarse fuera

de ese contexto. Al año siguiente, como ya se comentó anteriormente, vendrá la compra

de las haciendas de Puga, Mora y La Laguna, y como resultado de ello, la apropiación del

río en su tramo de más aprovechamiento económico.

A partir de los arreglos de 1895 pasaron también a la historia antiguos acuerdos

sobre uso y donación de aguas, tan explícitos en las diferentes escrituras públicas de

compra-venta de fincas rurales ribereñas. En este sentido ya se ha hecho referencia al

contrato celebrado entre las empresas de Juan Antonio Aguirre y la Compañía

Tepiqueña con los propietarios de San Cayetano, por medio del cual los segundos cedían

a perpetuidad a los primeros toda el agua de los manantiales que afloraban dentro de

aquella hacienda para los diversos usos agrícolas e industriales de Jauja, Bellavista, Puga

y La Escondida. O cuando, en febrero de 1884, la firma de Barron-Forbes vendió el

rancho El Valdeceño a los hermanos Rivas Gómez para que éstos lo anexaran a San

Cayetano. El precio de la finca, valuada en 14 500 pesos, señalaba el protocolo de la

escritura que:

“no incluye el ojo de agua -conocido como El Valdeceño- que nace en el potrero y que entra en el

río de Tepic. El comprador no podrá usar de esta agua para regar, estancarla ni desviarla de su

curso. Pues existe una servidumbre real de agua de dicho manantial a favor de la fábrica de Jauja.

23 Notario Público Roberto Valadés, Acta del 7 de mayo de 1896. Aunque no se conoce el valor de los

cuatro bienes hipotecados, la Escritura señala que Jauja estaba valuada en 250 mil pesos y, que San Lorenzo,

contaba con cinco mil cabezas de ganado de pie de cría.

El comprador tampoco podrá usar para nada el agua del río de Tepic que limita a dicho rancho por

el norte”.24

Finaliza el siglo XIX y el río ha quedado bajo el monopolio de Aguirre. Las unidades de

producción adquiridas por esta firma como La Escondida, Bellavista, Puga, La Laguna,

El Salto y Posesiones, así lo han permitido. Tramos del río, o escurrimientos tributarios

ubicados en la hacienda de San Cayetano, también le pertenecen como resultado de

anteriores arreglos entre propietarios de ésta y quienes mantenían sobresalientes intereses

económicos aguas abajo. Posteriormente, durante las dos primeras décadas y media del

siglo XX, los herederos de Aguirre adquirieron sucesivamente la fábrica textil de Jauja y

las haciendas de San Leonel y La Labor, éstas últimas habían estado en propiedad de la

familia Fernández del Valle y sus descendientes desde que iniciaba la década de los

ochenta del siglo XIX. Con tales adquisiciones, particularmente las dos últimas fincas

rústicas, Aguirre prácticamente controló las aguas del río, desde su nacimiento en los

siempre verdes paisajes de El Colomo y Acuña, hasta donde se desprende por profundos

cañones para llevar sus aguas al caudaloso Santiago, en un punto de gran proximidad a la

localidad de Salazares. La parte del río derivada en Cuncunarias, después de pasar por

Bellavista y buena parte de los terrenos de Puga y Atonalisco, también tomaba el anterior

destino para llegar a juntarse en las proximidades de Estación Roseta.

Presas, bordos y acueductos: Planta hidroeléctrica de Tepic

Con los cambios anteriormente señalados, la edificación hidráulica para un uso

más intenso y racional de sus aguas destinadas a irrigación y movimiento de maquinaria,

prácticamente no sufrió modificaciones. Ésta, en gran medida, se había construido en la

segunda mitad del siglo XIX. De esa época -1838- data la presa y canal derivador que se

encargaba de suministrar agua para la fábrica textil de Jauja. En 1841, la presa

Concunarias se va a encargar de dividir en dos partes el caudal, una de las cuales, la

derivada, pone en movimiento a Bellavista y, después, irrigaba la plantación cañera de

Puga. La presa, conocida con el atractivo nombre de Champan, de donde se tomaba

agua para dar movimiento al ingenio de La Escondida e irrigación a campos de la misma

hacienda, fue construida en 1856. Por su parte, el canal que se abrió con el inicial

propósito de drenar La Laguna y que posteriormente sus aguas fueron empleadas como

24 RPP-T. Sección 1, Libro 1, Acta 29. El manantial de El Valdeceño, actualmente ya envuelto en el

crecimiento físico de la ciudad, ha sido decretado Parque Ecológico.

abrevaderos o en la irrigación de arrozales, su historia proviene de 1866. Seis años

después, cuando se adquirió el predio de El Salto entre Aguirre y Barron-Forbes, la

primera de esas empresas fabricó un canal para llevar agua a La Escondida por la margen

izquierda del río a partir de una toma directa en un sitio conocido como El Punto. Los

propietarios de San Cayetano, como ya se comentó con anterioridad, habían cedido,

desde 1880, todas las aguas que nacían o cruzaban por esa hacienda a favor de Aguirre

y Barron-Forbes, arreglo por el cuál perdían sus derechos a utilizarlas para cualquier

propósito ya fuera agrícola o agroindustrial. Las únicas aguas que podía disponer y que

no entraban en ese convenio, eran las del manantial de Camichín, y sólo una mitad, pues

la otra correspondía a la hacienda de Mora. Fue de ese poco significativo escurrimiento

del que hicieron uso los hermanos Rivas, cuando en 1895 instalaron en su hacienda la

fábrica de mezcal. Para ello abrieron un canal que se encargó de transportar el agua al

casco de la hacienda, lugar donde se instaló dicha factoría.

En las haciendas de La Labor y San Leonel, también fue durante la década de los

ochenta cuando se avanzó en la edificación de este tipo de infraestructura. Para esos

años ya se dejaba ver en la parte central del compartido valle de esas haciendas, la

principal y única obra de almacenamiento edificada en el cauce del río. Esta presa,

conocida con el nombre de El Bordo o San Francisco, se encargó de transformar a estas

dos fincas en las principales productoras de arroz, cuando gran parte de la cuenca

compartía esa tendencia en producción agrícola. De los manantiales de Acuña se

desprendía otro canal que se dirigía a donde se encontraban las máquinas desmajadoras

de arroz, instaladas en la hacienda de La Labor de una forma simultánea a la

construcción de la presa antes señalada. Posteriormente, durante la primera década del

siglo XX, las aguas de esta acequia fueron a proporcionar movimiento a un moderno

aserradero y a unos pequeños dinamos para la generación de energía eléctrica.

Fue también durante los primeros años de la pasada centuria, cuando el río

nuevamente sería receptor de una obra de infraestructura hidráulica más. Con ella las

fábricas textiles, ingenios azucareros y la ciudad de Tepic, contaron con uno de los

elementos tan aludidos cuando se habla de modernidad: la electricidad. Para darle a las

aguas del río este nuevo uso, en el mes de noviembre de 1902, la firma de Aguirre

celebró un contrato con la Secretaría de Fomento, Colonización e Industria, por medio

del cual a la empresa contratante se le permitía el aprovechamiento de fuerza motriz en

Comentado [Jarquin1]: Esta presa aún existe…

Comentado [Jarquin2]: En la actualidad se cuenta con productoras arroceras

el trayecto comprendido entre las tomas de El Punto25 y Cuncunarias.26 Es decir, por fin

se le daría un empleo a las aguas de El Salto que durante la segunda mitad del siglo XIX

fue objeto de tantos cambios de propietarios, quienes de una u otra forma veían en él

su gran potencialidad para el desarrollo de este tipo de proyectos. A la casa de Aguirre,

por medio de ese convenio, le estaba permitido utilizar hasta cinco mil litros por

segundo de las aguas del río. Los trabajos de construcción de la obra hidráulica se

iniciaron en mayo de 1903, los cuales incluían una presa de mampostería para derivar el

agua de su cauce natural; un canal también de mampostería, con una longitud de poco

más de un kilómetro y medio, el cual entraba a una tubería de presión de 131 metros

de longitud y un metro de diámetro. Este tubo, al final, contaría con tres derivaciones

de setenta y tres centímetros de diámetro en las que se instalarían una cantidad igual

de turbinas.27

Las obras avanzaron con rapidez. De tal forma que el siete de octubre de 1904 el

Ayuntamiento de Tepic, representado por su síndico procurador el licenciado Tomás

Andrade, firmaba un contrato con Faustino Somellera representante legal de la Casa

Aguirre, para que esta última suministrara a la ciudad el servicio de alumbrado

eléctrico.28 Los diferentes puntos de ese instrumento público hacen referencia a una

serie de aspectos -técnicos y financieros- a los que las partes se comprometían en el

citado convenio. Entre éstos, hay uno en el que se dice que la Casa de Aguirre comenzará

las obras de la planta eléctrica antes del 19 de noviembre de ese mismo año, mismas

que deben quedar concluidas en junio de 1907, aunque se haría un esfuerzo por

concluirlas en 1906. Además, como una forma de garantizar al Ayuntamiento que los

trabajos serían terminados en el plazo estipulado, Aguirre le hizo un depósito de cuatro

mil pesos en la sucursal del Banco de Jalisco.29 La apuesta fue ganada por Aguirre, pues

para el primero de octubre de 1906, la Planta Hidroeléctrica de Tepic empezó a generar

energía. Para ello, en un edificio de 210 metros cuadrados de superficie, fueron

instaladas tres ruedas Pelton con capacidad de 600 caballos de fuerza cada una, que

25 La toma del puente de El Punto fue la obra de derivación construida por la Casa de Aguirre, cuando ésta en unión de Barron-Forbes, adquieren el terreno de El Salto en 1880. 26 Secretaría de la Economía Nacional. Geografía económica del estado de Nayarit, México, DAPP, 1939, p.144. 27 Ibíd., p. 145. 28 Protocolo de Antonio García Esteves, Acta del 7 de octubre de 1904. 29 Ibid, hoja 6.

trabajaban a 300 revoluciones por minuto y, dos turbinas hidráulicas de 35 caballos cada

una. Además, se incorporó una turbina de reacción de 600 caballos, dando un total de 1

270 caballos de fuerza. En éstos y otros aparatos que tienen que ver propiamente con

la generación de fluido eléctrico, junto con las obras hidráulicas, Aguirre erogó la

cantidad de 300 mil pesos.30 Cifra de cierta consideración si se toma en cuenta, por

ejemplo, que cuando adquirió las haciendas de Puga y Mora diez años antes, la cantidad

que pagó por ellas fue de 450 mil pesos. De cualquier forma por medio de aquel

contrato, Tepic contó con alumbrado eléctrico el cual fue inaugurado en septiembre de

1906 a partir de una modesta distribución de 70 focos de arco y 146 luces

incandescentes.31 La empresa contratista, como siempre, obtuvo buenos beneficios

como proveedora de este servicio para la ciudad. En dicho convenio, que según acta

notarial tendría una duración de veinte años, la corporación municipal se comprometía

a no gravar la planta eléctrica con impuestos y contribuciones, además gestionaría lo

necesario para que tampoco pagara contribuciones federales.32

Inicial preocupación por su limpieza y saneamiento

Estas nuevas y cuantiosas inversiones para novedosas formas de aprovechar la potencia

del río, de igual forma obligaron a la Casa de Aguirre realizar uno de los primeros

trabajos de limpieza de su cauce en el tramo comprendido entre la presa de Jauja y el

puente de San Cayetano. En estas obras, que sin duda favorecían a la ciudad de Tepic,

el Ayuntamiento también tuvo destacada participación. Este órgano local de gobierno

para el año de 1906, ya contaba con un minucioso estudio elaborado por la Comisión

Hidrográfica de los Estados Unidos Mexicanos, en el que se hacía mención a diferentes

obras de saneamiento que se debían emprender, dentro de las cuales se contemplaba

como prioritario la rectificación del cauce del río en un trayecto de doce kilómetros con

el propósito de desecar charcos y pantanos. De esta forma, señalaba el informe, la

capital quedaría libre de las frecuentes visitas de enfermedades palúdicas que aquellos

acuíferos provocaban.33

30 Secretaría de la Economía Nacional. Op. Cit., p. 144. 31 Mariano Ruiz, Adelantos y mejoras materiales del Territorio de Tepic, Tepic, 1909, p.37. 32 Protocolo de Antonio García Esteves, Acta del 7 de octubre de 1904. 33 Juan F. Parkinson, Geografía de Nayarit, México, Ediciones de “El Nacional”, 1951, p. 87.

Los trabajos para este inicial saneamiento, se llevaron a cabo a mediados de 1907

a iniciativa del general Mariano Ruiz, último Jefe Político de la administración porfirista

en el Territorio de Tepic. Meses después, cuando rindió su informe de gobierno en enero

de 1908, dedica un importante apartado en el que hace referencia a la higiene y

salubridad que privaba en la entidad. Es aquí donde aparece un interesante párrafo para

indicar en qué consistieron esas medidas tomadas con respecto al río:

“Aquí en la ciudad de Tepic, población atacada por el paludismo, que año por año hace muchas víctimas, á causa de las malas condiciones que la rodean, susceptibles de modificarse por el trabajo, he procurado quitar la causa principal que desarrolla esas malas condiciones, cuál es, el mal estado en que se hallaba el río de Tepic, represado desde una época remota por la Negociación Industrial de Jauja, cuya corriente en el transcurso de los años, se había azolvado convirtiéndose en un manantial perene de emanaciones mefíticas que venían a envenenar la atmósfera que respiraban los habitantes de esta ciudad, sembrando la enfermedad y la muerte, especialmente al retirarse la temporada de aguas en que, por los desbordamientos, se formaban grandes lagunas y pantanos en las inmediaciones. En tal virtud, aprovechando la suspensión de los trabajos de la fábrica de Jauja, solicité y obtuve el permiso correspondiente de los dueños de la negociación para romper el dique y dar libre salida a las aguas, las cuales en su corriente han arrastrado gran parte de la tierra en una extensión de más de siete kilómetros, así como el lirio acuático que azolvaba al río, en cuyas obras he sido secundado de buena voluntad por los propietarios ribereños. Si bien es cierto que el mal no se ha corregido del todo, sí se ha atenuado, y en la última temporada después de la ejecución de esas obras, pudo notarse un descenso notable en la mortalidad y en el desarrollo de las enfermedades; y si como tengo iniciado, se llevan a cabo las obras de saneamiento del río, cabe esperar fundadamente la conversión de esta ciudad en una de las más salubres del país”.34

El primer paso estaba dado. La principal autoridad del Territorio de Tepic aprovecha la

grave crisis económica que atraviesan los últimos descendientes de la familia Barron,

quienes en Tepic ya sólo son propietarios de Jauja, para practicar un drenado inicial del

río y para responsabilizarlos de las deplorables condiciones en que se encontraba. Sin

embargo, las obras de saneamiento estaban aún por realizarse. Éstas, dentro de la

agenda de trabajo de aquella administración, eran equiparables en su importancia a la

construcción del palacio de gobierno.35 Ellas dieron inicio en el mismo año de 1908,

aunque sin tomar en cuenta la rectificación del cauce. Para tal efecto, según se aprecia

en el informe anteriormente citado:

“Se formó una Junta para llevar a cabo el desazolve y limpia del río que pasa al lado norte a inmediaciones de esta ciudad. Dicha Junta cumplió su cometido habiéndose realizado esa operación desde la fábrica de Jauja hasta el Puente de San Cayetano cuya distancia puede recorrerse ahora sin obstáculos por canoas o balsas. Las riberas del río, han quedado libres de lirio acuático y demás materias orgánicas, mejorando muchísimo la salubridad. Las obras de que se trata se ejecutaron bajo la dirección del finado señor Don Faustino Somellera, representante que fue de la respetable casa del señor Don Domingo G. Aguirre, con fondos del Ayuntamiento y ayuda de los propietarios ribereños; dichas obras habrían costado muchos millares de pesos al

34 Mariano Ruiz, Op. Cit., pp. 35-36. 35 Ibíd., p. 52.

erario si no se hubiera procedido de esa forma. El estado sanitario de la ciudad mejoró con ellas

de tal manera que ha disminuido notablemente el paludismo”.36

De esos años, en que el río recibió tan singulares atenciones de parte de quienes

representaban el poder económico y político regional, data un hermoso poema en

donde a este secular aforo, literariamente se le identifica con el nombre de Mololoa.

Además, como presagiando su tan lamentable futuro, es ahí donde se dice “que

enfermo, el río Mololoa atraviesa bajo ramajes pálidos plañendo una tristeza”.37

Siglo XX, nueva era de usos del caudal

Si bien desde la época del dominio hispano hubo haciendas, entre ellas San

Leonel y Trigomil que usaron como energía las aguas del río para operar pequeñas

moliendas de trigo, no fue sino hasta las primeras décadas del periodo independiente

cuando sería objeto de un uso cada vez más intenso. Así lo demandaba el acelerado

proceso de industrialización y una actividad agrícola representada por cultivos de

plantación, en que se involucraba la comarca tepiqueña. Consecuencia de lo anterior,

en el corto periodo que va de 1838 a 1856 el entorno rural tepiqueño se vio

radicalmente transformado por el establecimiento de cuatro grandes factorías, dos de

ellas dedicadas a la manufactura de hilados y tejidos, mientras que las otras dos a la

fabricación de azúcar y aguardiente.

El cultivo de caña ocupó cada vez más superficie de las haciendas donde se

habían instalado aquellos ingenios, mientras que el arroz demuestra su gran

adaptabilidad y productividad en la mayoría de fincas ribereñas. Presas derivadoras y de

almacenamiento, acueductos que se abren paso en una geografía de accidentados

relieves y un aprovechamiento cada vez más racional del agua y la tierra por medio del

drenado de antiguos cuerpos de agua, son elementos que van a estar presentes, por lo

menos, en los años que van de 1838 a 1904; es decir, del año en que se fundó la fábrica

de Jauja a cuando quedó concluido el entramado hidráulico para la Planta Hidroeléctrica

de Tepic. Durante esos años las aguas del río se transformaron en un recurso estratégico,

36 Ibíd., p. 40. 37 Ibíd., p. 25.

y la oligarquía como se ha señalado, se vio involucrada en prolongados conflictos por su

acceso y control. Finalmente, como resultado de un proceso de concentración de la

tierra en el reducido grupo de españoles vascos que giraba en torno a la Casa Aguirre,

el río quedó prácticamente bajo monopolio de esa empresa.38

Después de los buenos tiempos porfirianos, caracterizados por el orden, la paz y

el progreso, hicieron acto de presencia procesos de cambio regularmente acompañados

de inestabilidad. Al escasamente convulsivo acontecer revolucionario en la región le

continuó un acelerado y radical reparto agrario, que durante la década de los treinta, se

encargó de que desapareciera el reducido número de grandes haciendas para dar lugar

a varias decenas de ejidos y muchos miles de ejidatarios. Estos cambios en la tenencia

de la tierra difícilmente fueron sorteados por el grupo de poder económico regional, que

de cualquier forma ya presentaba síntomas de agotamiento. Además, en una entidad

eminentemente agrícola lo que sucediera con las formas de acceso a la tierra

generalmente afectaba a los quehaceres que de ella se desprendían.39 El

desmantelamiento del ingenio de La Escondida en 1938 habla, también, del colapso de

esa entramada organización económica en la que el recurso tierra y su posesión, era su

eje central. El coyuntural auge que significó la segunda guerra mundial se encargó de

prolongar la agonía que ya presentaban las textileras de Jauja y Bellavista. La primera de

ellas en marzo de 1947, un incendio la dejó convertida en un montón de cenizas y fierros

retorcidos. La segunda no pudo levantar cabeza a pesar de apoyos brindados por las

políticas de un Estado interventor.40 De la década de los cuarenta en adelante, se inicia

una nueva historia de acuerdos y desacuerdos por el acceso y control de las aguas del

río, en la que tendrán destacada participación nuevos agentes económicos como los

ejidatarios, el Estado y algunos empresarios privados que la Casa Aguirre había dejado

como herencia en Tepic. Para ese tiempo, en que transcurren los años cuarenta,

descendientes de Aguirre tienen aún bajo su control la planta hidroeléctrica. Por su

38 Ver en relación a este tema el trabajo de Mario Contreras Valdez “Economía de plantación en el Territorio

de Tepic” en María Eugenia Romero Ibarra. Las regiones en la historia económica mexicana. Siglo XIX.

México, Facultad de Economía de la UNAM, 1999, pp. 143-167. 39 Mario Contreras Valdez. “Economía y revolución en Nayarit”, en Pablo Serrano Álvarez y María Eugenia

Romero Ibarra (Coords.). Actividades, espacios e instituciones económicas durante la Revolución

Mexicana, México, División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM, 2004, pp.

227-253. 40 Pedro Luna Jiménez. Jauja: Una fábrica textil del Tepic provinciano, Tepic, Ayuntamiento de Tepic /

Universidad Autónoma de Nayarit, 2006.

parte el Estado, por medio de su recientemente creada Comisión Federal de Electricidad,

ha instalado en 1941 la Hidroeléctrica de Jumatán usando también como fuerza motriz

las aguas del río.41 El acceso al río para estas nuevas funciones se llevó a cabo por medio

de un pequeño dique derivador construido en el antiguo casco de la hacienda de La

Escondida. Cabe señalar que a partir de esta obra, y particularmente los meses de más

estiaje, dicho cause en su totalidad es canalizado para su conducción a la generadora

eléctrica y con ello estas aguas tienen como destino los humedales estuarios del

municipio de San Blas y no así su secular desembocadura en el río de Santiago.

La constante demanda de agua por parte de estas generadoras de electricidad,

pronto hizo que entraran en conflicto con los ejidatarios de San Leonel, La Labor y

Trigomil, quienes igualmente demandaban disponer del vital líquido para irrigación de

sus campos. Las generadoras de fluido eléctrico aprovechando el poder que

sustentaban, en 1942 influyeron ante autoridades estatales y federales para que

elementos del ejército vigilaran el que en esos ejidos no se usara el agua en irrigación.

De esta forma, los escurrimientos de los manantiales de El Colomo, Acuña, Jocuixtle,

Castrejones y El Toro, principales afluentes del río en su parte más sureña, quedarían en

libertad para que al juntarse con los de Mololoa, El Pantanal, El Armadillo, El Valdeceño

y El Camichín, garantizaran el suministro de las indicadas plantas.42 Se desconoce por

cuánto tiempo permaneció la tropa federal vigilando que aquellos ejidatarios no usaran

las aguas que nacían en sus terrenos. Lo que sí se presenta con claridad, es que esa

anomalía no desapareció tan pronto como se anhelaba. Tal situación llevó a que el 14

de enero de 1949, el ejecutivo federal decretara como Reservas de Energía Hidráulica

para el Estado los remanentes de aguas, tanto broncas como mansas, de los ríos de Tepic

e Ingenio, para garantizar la electrificación de la entidad.43 Así, bajo esa nueva

disposición legal, de igual forma se proyectó la construcción de una gran presa de

almacenamiento en la angostura de Trigomil, que se agregaría a la ya existente de La

Labor, de la cual, se sabe, tenía una capacidad próxima a los 340 mil metros cúbicos.

Falta por informar de la respuesta campesina ante la emisión de aquel decreto. Lo cierto

es que la presa de Trigomil sólo quedó en un atractivo proyecto y con trabajos iniciales

41 Aurelio Morán Cáceres. La industria eléctrica en México y su desarrollo en el estado de Nayarit. Tesis,

Tepic, Facultad de Economía UAN, 1988. 42 Comunicación Personal. Trinidad Luna Arellano, Tepic, invierno de 2013. 43 Periódico Oficial, Órgano del Gobierno del Estado de Nayarit, Tepic, 27 de abril de 1949, No. 34.

de cimentación de la cortina. Finalmente, como resultado de aquellos informes técnicos

que se enviaban entre diferentes secretarías, se dispone de una estadística elaborada

en 1950, sobre aforos que presentaban diversos manantiales que se encargaban de

formar el río, al que ya se le empieza a identificar con el nombre de Mololoa.

Manantiales que forman el río de Tepic

y su aforo en el estiaje de 1950.

San Leonel 65 litros por segundo Acuña 145 litros por segundo

El Toro 74 litros por segundo Carricitos 33 litros por segundo Mololoa 243 litros por segundo Pantanal 240 litros por segundo El Armadillo 170 litros por segundo Camichín de Jauja 131 litros por segundo Valdeceño 191 litros por segundo

Estos escurrimientos, a los que hay que agregar los más cercanos a Tepic como

El Sacristán y Acayapan, entre otros, computaban un volumen de 1 800 litros por

segundo que era la cantidad de agua que llegaba a la presa de El Punto para ser usada

en la Hidroeléctrica de Tepic.

La presa de Trigomil sólo quedó en un atractivo proyecto que buscaba dar

respuesta a los procesos de modernización que para entonces se vivían en la entidad en

su conjunto, los cuales requerían del suministro de este tipo de energía.44 Las plantas

hidroeléctricas de Jumatán y Tepic demandaban de una segura provisión de agua para

desarrollar su labor. Sin embargo, estos nuevos usos que se destinaban para el río, se

presentaron de una forma simultánea a la crisis que tuvo lugar en tres de las principales

unidades de producción con que se había iniciado aquel esfuerzo industrializador del

siglo XIX como fue La Escondida, Jauja y Bellavista. De tal forma que quedaba en

disponibilidad más cantidad de agua para estos fines, y los usos agrícolas que se

buscaban dar en La Labor, San Leonel y Trigomil, quedaban a salvo. Además, a mediados

de la década de los sesenta, la Comisión Federal de Electricidad, buscó la forma de

trabajar a nivel nacional con sistemas interconectados para la generación y suministro

44 La prensa de la ciudad de Tepic, particularmente el periódico El Nayar estuvo publicando una serie de

notas entre abril de 1947 y febrero de 1949 en donde se comentaba de este proyecto tanto para la generación

de energía eléctrica como beneficio de la pequeña irrigación en el valle de Matatipac.

de energía, lo que trajo consigo que Nayarit aprovechara la que se producía en lugares

más distantes, como era la presa de Santa Rosa ubicada sobre el río de Santiago. Como

resultado de lo anterior, aunado a la escasa atención que tecnológicamente recibieron

estas unidades locales, para la década del setenta ya trabajaban con una reducida

capacidad instalada. Jumatán, por ejemplo, entre 1972 y los cinco años siguientes,

trabajó a un sólo turno de ocho horas, mientras que para 1979 la generadora de Tepic

quedaba fuera de servicio.45 En los cuarenta años que siguen el río continúa ofreciendo

sus aguas para los usos agrícolas que antaño ya brindaba, es decir, antes que tuviera

lugar la modernización industrial decimonónica de la que se ha dado cuenta.

45 Aurelio Morán Cáceres. La industria eléctrica en México y su desarrollo en el estado de Nayarit. Tesis,

Tepic, Facultad de Economía UAN, 1988. Pp. 87 y siguientes.

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Escribano Tomás Andrade. Acta del 17 de Marzo de 1886

Notario Público Roberto Valadés, 6 de marzo de 1896.

Notario Público Roberto Valadés, Acta del 6 de marzo de 1896.

Notario Público Roberto Valadés, Acta del 7 de mayo de 1896.

Registro Público de la Propiedad -en adelante RPP-T-. Sección 1, Libro 1, Acta 46.

RPP-T. Tomo XII, Acta 76.

RPP-T. Sección 1, Libro 1, Acta 29.