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1 El Secreto de la buhardilla Mª José Cárdenas Cruz

El Secreto de la buhardilla

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Autor Mª Jose

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El Secreto de la buhardilla

Mª José Cárdenas Cruz

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EL SECRETO DE LA BUHARDILLA

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Hacía más de doce años que Adela no atravesaba esas puertas desde que salió por ellas, ahora las traspasaba de manera diferente, ya no tenía miedo el monstruo que habitaba allí, ya no estaba para hacerle daño. Hacia un mes que había recibido un telegrama diciéndole que debía regresar a la mansión a la lectura del testamento “¿para qué?” pensó ella, “¿Qué le podría haber dejado el, cuando la repudio como hija?” El nunca la quiso, el ya se encargo desde bien niña en dejárselo saber, la culpaba de la muerte de su madre. Desde bien pequeña siempre la cuidaron institutrices, viejas que la golpeaban por cualquier cosa, solo hubo una con la que se llevo bien y a la que su padre echo a los pocos meses al ver la buena conexión que había entre ambas. El no quería que la niña tuviese ningún roce de cariño por parte del personal de la casa. El resto, doncellas, criados y demás que vivían con ellos se mantenían al margen cuando el señor estaba en la casa, que era pocas veces, ya que siempre andaba de viaje, pero algunos sin ser vistos por la institutriz de turno le hacían la vida más agradable en lo que podían a la pequeña.

Allí, delante de ella había un pequeño hombre que le abrió la puerta.

Tomas la recibió con una sonrisa.

-¿Cómo esta señorita Adela? ¿Cuánto tiempo, mi niña? La vida parece que le ha tratado bien. Me alegra que por fin este de nuevo aquí, en su hogar.

-Mi hogar. No, Este no es mi hogar.

-Si, ahora puede hacerlo suyo. El ya no está. Pero bueno, todo se andará ahora venga la están esperando en el despacho para la lectura del testamento.

-Tomas, ¿Quién está?

-Pues el Abogado del señor, Don Abelardo, su tío Don Sebas, con sus primos Manuel y Felipe, y Doña Margarita, su tía.

No había visto a ninguno de ellos desde que se había ido de la mansión, su padre les había prohibido que tuviesen contacto con ella, solo su tía

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Margarita había mantenido con ella algún contacto por carta y le había ayudado en los primeros años prestándole algo de dinero para montar un pequeño negocio de sastrería para la mujer que Adela había llevado a buen puerto, tenía más de una tienda abierta y las ofertas para abrir más le llovían, diseñaba su propia ropa y estaba teniendo mucho éxito entre las damas de la época. Al entrar en el despacho todos miraron hacia la puerta.

-Bien, ya estamos todos. Dijo Abelardo.

-¡Mi niña, ya estás aquí! ¡Que ganas tenia de volver a verte!

Doña Margarita se levanto de su asiento y se dirigió hacia Adela que se dirigió hacia su tía y le dio un beso.

-Hola, tía. Me alegra verte a ti también.

-Ven, siéntate aquí.

Adela se sentó junto a su tía ante la atenta mirada de su tío, primos y el abogado.

-¿Podemos comenzar ya? No estamos para perder el tiempo.

-Si, podemos comenzar. Yo tampoco he venido a perder el tiempo. Por favor, prosiga.

Don Abelardo miro a Adela con ojos de ira, ninguna mujer le había hablado así antes y menos una repudiada como la que tenía delante de él. Pero Adela no esquivo la mirada, había aprendido hacia mucho a levantar la frente y a superar los problemas y ese hombre que tenía enfrente no la iba a doblegarse, ningún hombre lo iba hacer por eso mantuvo su mirada firme sin inmutarse.

El abogado esquivo la mirada de Adela carraspeando y cogió un gran sobre que había encima del escritorio, estaba lacrado y se lo enseño a los presentes para que constara que lo abría en presencia suya.

El contenido decía:

“El abajo aquí firmante en uso de sus facultades cedo todas mis posesiones a mi hija Adela. Para tomar posesión de estas tendrá que estar en la mansión familiar durante un año bajo la supervisión de mi hermano Sebas,

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si en el plazo de dicho año, Adela abandonase la mansión toda la herencia pasaría a manos de mis hermanos Sebas y Margarita”.

Seguía con una serie de puntos en los que repartía algo a los criados y a sus hermanos y sobrinos.

-¿Cómo? ¿Esto es injusto? ¿Cómo me ha podido hacer esto, mi hermano?

-Perdone, aun no he terminado. Dijo Don Abelardo.

“En ese año, Adela tendrá que contraer matrimonio con alguien de su condición. Eso debe encargarse mi hermana Margarita, de encontrarle un hombre que la ponga a orden”

-¡Pero bueno! ¡Ni muerto puede dejar a su hija en paz! ¿Pero qué es lo que se ha creído?

-Yo no necesito nada de mi padre, con lo que tengo soy autosuficiente. Y si algún día me casase seria por amor no por un contrato. Perdone pero no acepto.

-¿Entonces, estás diciendo que nos das todo a tu tía y a mí?

-Prima, perdona que me entrometa. Piénsatelo antes de hablar. Ahora estas muy alterada, descansa esta noche, medita y mañana espero que lo veas todo más claro. No te precipites. Dijo Manuel.

-Si, niña. No digas nada de lo que te puedas arrepentir después.

-Bien, lo pensare. Pero sabed que no me gustan las condiciones, yo tengo un negocio que atender y no puedo estar aquí, tengo que viajar.

-Eso se puede soluciona, primita. Mañana hablaremos. Dijo Felipe.

Adela, Margarita y sus primos salieron del despacho dejando a su tío y al abogado solos.

-Estos hijos míos, me traerán problemas con esta.

-Si, se han puesto a su lado, me parece que tiene que hablar con ellos si quiere quedarse con todo, si no está mosquita muerta se quedará todo.

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-Pues no he estado aguantando a mi hermano todos estos años para que venga esta y me quite el titulo y todo lo que es mío.

Tomas los esperaba al otro lado de la puerta para acompañarlos a sus habitaciones.

-Síganme por favor, les diré donde están sus habitaciones.

-Muy amable, Tomas.

Subieron al piso de arriba y llegaron a la primera habitación,

-Esta es la suya, señor Manuel

-Bien, pues hasta mañana. Que descanséis y Adela, piensa bien lo que vas hacer. Decidas lo que decidas, estaré a tu lado.

Se acerco a su tía y le dio un beso en la mejilla, a Adela le dio un beso en la mano y a su hermano le dio un golpe en la espalda seguido de un “hasta mañana, querido hermano”.

Siguieron andando, y la siguiente fue la de la tía.

-Esta es la suya, Doña Margarita. La doncella, encendió la chimenea y tiene su brandy de siempre en la mesita.

-Gracias, Tomas. Tú como siempre tan pendiente de mí.

-Y esta es la suya, señorita Adela. Esta como la dejo su madre, he pensado que le gustaría estar en ella. Y si me permite señor Felipe, esta es la suya, la contigua.

-Gracias, Tomas. Bien, aquí nos despedimos, Adela. Que tengáis un feliz descanso. Hasta mañana.

-Hasta mañana, primo.

Cuando Tomas abrió la puerta de la habitación de su madre recibió una oleada de aire con olor a rosas, nunca había entrado allí, su padre al morir su madre había cerrado la habitación con llave y había prohibido que se abriese la puerta. El entrar ahí suponía estar cerca de ella por primera vez, paseo su mirada por toda la habitación y se dirigió hacia el tocador, allí cogió un pequeño cepillo.

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-Con este cepillo, ella se peinaba.

Adela tenía lágrimas en los ojos al recordar a una madre que nunca conoció, vio una imagen de ella en el mismo sitio donde estaba el cepillo y se la quedo mirando.

-Es usted el mismo retrato que ella, no sé porque su padre no la quiso nunca.

Adela se miro al espejo y vio que efectivamente se parecía mucho a su madre.

-La dejo descansar, señorita Adela. Mañana será un día largo, querrá ver muchas cosas de la casa, sobre todo de su madre.

-¿Hay cosas de mi madre?

-Si, su padre mando tirarlas, pero yo las guarde en la buhardilla.

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Adela despidió a Tomas agradeciendo el detalle de las rosas de la habitación

-¿Qué rosas? Señorita Adela, no hay rosas en la habitación. ¡Las únicas flores que hay son gardenias!

Adela miro el jarrón que había en la pequeña mesita y vio que no eran rosas las flores que había en el, extrañada

-Juraría que al entrar olí a rosas, no me haga caso, Tomas, será el cansancio. El día ha sido muy largo. Buenas noches.

-Sabe una cosa, las rosas eran las flores preferidas de su madre.

Cuando se quedo sola en la habitación comenzó a recorrerla, quería ver cada detalle, quería sentir y estar en cada lugar de los que su madre había estado y tocado, abrió el armario y aun contenía los vestidos que ella había llevado puestos. Los estuvo contemplando, era como si el paso del tiempo no hubiese pasado para ellos aun mantenían el esplendor de aquella época,

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después fue a un mueble con cajones y abrió el primero, en el vio un camisón rosa. Lo saco con mucho cuidado como si fuese a deshacerse entre sus dedos, se lo llevo a la cara, aun parecía oler a ella, olía al perfume que había en el tocador y que por más que pensaba no era normal que siguiera tanto tiempo intacto alguien tendría que poner uno nuevo cada cierto tiempo. Decidió ponerse el camisón, estaba cansada y no tenía ganas de deshacer la maleta, comenzó a quitarse la ropa cuando noto que algo le tocaba el brazo. Dio un salto creyendo que alguno de sus primos había entrado en su habitación sin su consentimiento pero al darse la vuelta vio que no había entrado nadie, que estaba sola, “demasiadas emociones, hoy “se dijo y fue a refrescarse un poco. Estaba tan cansada que al echarse en la cama se quedo profundamente dormida.

Al día siguiente se despertó realmente descansada, había dormido toda la noche como no lo hacía desde hacía muchos años. Se vistió y salió de la habitación dispuesta a ver su nueva casa y pensando que “si, le daría una oportunidad a la mansión”. Mientras iba envuelta en sus pensamientos se encontró con Manuel.

-Buenos días, Adela. Hoy tienes mejor semblante, espero que hayas podido descansar.

-Si, ¿Por qué lo dices? He dormido mejor que nunca.

-¿No te has enterado?

-¿Enterarme, de qué?

-Esta noche no han parado de oírse ruidos, muchos golpes ¿de verdad, no has oído nada?

-No, no he oído nada.

-Es rarísimo, todos hemos estado en el pasillo sin poder dormir.

-¿De verdad? Pues debería estar muy cansada, porque no me he enterado de nada.

-Jajaja, si deberías estarlo, si.

-Venga vamos a desayunar, como se que no sabes dónde hay que ir te llevo.

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-Si, tendré que hacerme un plano, esto parece un laberinto.

-Entonces, ¿te quedas?

-Si, quiero averiguar cosas sobre mi madre.

-Bien, si me permites podría ayudarte, yo he pasado muchas horas en esta casa.

-Gracias, te lo agradecería.

Los dos estaban bajando las escaleras cuando llego por detrás Felipe.

-¡Buenos días, pareja! ¿Qué tal amaneciste, primita? Anoche la tuvimos movida.

-Bien, yo no me entere de nada.

-Mira, nosotros asustados y de vigilia, y la señorita durmiendo como un angelito. ¿No le da vergüenza, señorita?

-Anda, Felipe deja a Adela. Ya eres mayor para hacer tanta tontería.

-No pasa nada, Manuel. Vamos a desayunar ¿vienes, Felipe?

Felipe agarro del brazo a Adela adelantándose hacia el comedor y dejando a Manuel detrás con gesto de preocupación. Manuel siempre había sido de los dos hermanos el de la cabeza más asentada, el que llevaba los negocios de su padre y el que algún día heredaría todo, en cambio Felipe era un cabeza loca que se lo tomaba todo a la ligera, que le gustaba ir de fiesta en fiesta y despilfarrar todo lo que le llegaba a su bolsillo. Intentando controlar el impulso de agarrar a su hermano y apartarlo de Adela suspiro y los siguió hasta la sala donde estaban los demás desayunando. Al abrir la puerta Felipe estaba contándole algo a Adela que hizo que esta estallara en un mar de risas que a todos los de esa sala sorprendió.

-Jajaja ¿Qué pasa? ¿Nunca habéis oído reír a nadie?

-Es la primera vez que se oye en esta casa una risa de mujer, desde hace veintiocho años. No estamos acostumbrados a ello y la verdad no está bien que una muchacha soltera se ría de esa forma.

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-Pues ya va siendo hora, tío. A partir de ahora se van a oír muchas risas por aquí de jóvenes.

-¿Y eso?

-Bien, he aceptado lo que mí que…. padre ordeno en el testamento, pero no voy a dejar mis negocios por él. Asique tendré que traer a mi gente aquí, la mansión es grande, hay demasiadas habitaciones desocupadas y yo debo dirigir y diseñar, necesito que vengan. Esta mañana empezare a escribir a mis empleados para que lo preparen todo.

-¡Eso es inadmisible! ¡La Mansión Roquetar no puede utilizarse así como así!

-Cálmese, tío. Creo que ahora la dueña soy yo y mis negocios debo llevarlos y manejarlos a mi manera, si la condición es que no debo salir durante un año de la mansión, el trabajo vendrá a la mansión. Y la verdad, no entiendo el porqué tanta objeción. Esta casa necesita vida, ¿nunca se celebro ningún baile, aquí?

-Llevas razón, Adela. Esta casa ha estado demasiado tiempo en penumbra. ¡Y no me lleves la contraria, Sebas! Nuestro hermano, descuido su titulo, la mansión, no sé ni cómo mantuvo todo lo que le ha dejado a esta niña. Sabes muy bien, la vida que llevo desde que murió Cristina.

-Padre, creo que estamos metiéndonos en un terreno que no nos incumbe, ahora la mansión de Adela y es ella la que debe de decidir. Nosotros estamos aquí solo para aconsejarla, pero creo que ellas es más que autosuficiente para saber lo que es mejor para ella, creo que lo ha demostrado durante todos estos años.

-¡Muy bien dicho, Manuel! Y ahora a desayunar. Venga Sebas, que te estás convirtiendo cada día mas en un viejo chocho, desayuna y nos vamos a dar un paseo por los jardines como hacíamos cuando éramos jóvenes, ¿si?

-¡Margarita! No soy ningún viejo chocho, que no soy tan mayor.

-Si, si, lo que tu digas, pero desayuna ya.

-Jajaja, no les hagas caso Adela, tía Margarita y padre siempre están así. Son tal para cual.

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Cuando terminaron de desayunar Doña Cristina y Don Sebas se fueron a los jardines a dar su paseo mañanero, Felipe se fue a visitar a alguna de sus conquistas y Manuel se ofreció acompañar a Adela a recorrer la mansión después que escribiera las cartas.

-Te esperare en la biblioteca, si no sabes donde esta pregúntale a Tomas.

-Gracias, enseguida estaré contigo.

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Adela se reunió en la biblioteca con Manuel después de escribir varias cartas y hacerlas llevar al pueblo a uno de los criados para que las echara al correo, allí se lo encontró inmerso en la lectura.

-No había visto nunca una biblioteca tan grande como esta, ni una publica. Es una pena esta variedad de libros que no la puedan disfrutar otras personas. ¿Mi padre solía leer mucho?

-¡Que va! No creo a verlo visto nunca con un libro en la mano, el era más del dominical.

-¿Entonces, para que tener una estancia así?

-Mmm, es una forma de gastar el dinero y de que piensen los demás que eres algo, no sé. La verdad, que siempre me ha gustado esta habitación. De pequeño venia aquí y me tiraba horas y horas, leyendo. Mi padre me reñía por entrar sin permiso pero tío Eduardo siempre me disculpaba con “déjalo, es el único que le saca provecho a esta sala”. Perdona, no quería incomodarte al hablar de él.

-No pasa nada, háblame de él.

Adela se sentó junto a él y le imploro con la mirada para que le contase algo sobre su padre.

-Bien, yo no lo conocí mucho salvo cuando era pequeño que pasábamos muchos veranos aquí, con tu padre. A la muerte de tu madre tu padre cambio completamente con nosotros, ya no jugaba como antes, no era cariñoso, se hizo huraño con todos incluso con sus propios hermanos. No sé

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lo que paso en realidad, yo era muy pequeño. Un día oí hablar a tía Margarita con mi madre de algo que no entendí en ese momento.

-¿El qué? ¿Qué oíste? ¿Te acuerdas?

-Mmm, algo de que ya no confiaba en tu madre. Algo había pasado entre ellos en un viaje que habían realizado los cuatro.

-¿Los cuatro?

-Si, mis padres y los tuyos.

-No entiendo nada ¿Qué paso en ese viaje?

-No lo sé, pero el único que te lo podía decir ya no está.

-Pues tendré que encontrar la respuesta en algún otro lugar, y esta debe estar en esta casa, lo sé, lo siento. Tomas me dijo que guardo cosas de mi madre en la buhardilla, puede que encontremos algo allí.

Manuel miro a Adela y con una sonrisa en la cara, le dijo

-Pues a que esperamos, me gustan los misterios y este es uno que me gustaría resolver.

Y poniéndose de pie ayudo a Adela a levantarse del sillón, los dos salieron de la biblioteca y subieron al segundo piso. Allí pasaron por el pasillo donde estaban todas las habitaciones dando a una puerta que subía a la buhardilla. Antes de abrir la puerta Manuel le pregunto a Adela.

-¿No tendrás miedo, verdad?

-¿Y porque tengo que tenerlo?

-Porque es muy teeeetriiiiiicoooooo y oscuuuuuroooooo.

-Anda, no seas como Felipe. Vamos, abre la puerta y miremos a ver que encontramos.

-Pues no, no te asustas tan fácilmente.

-La verdad, es difícil asustarme jejeje.

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Cuando abrieron la puerta se encontraron una escalera empinada que llegaba hasta una habitación donde se acumulaban un sin fin de objetos. Allí se acumulaba de todo tipo de muebles y de todas las épocas.

-Dios, en esta casa ¿no se tira nunca nada?

-Jajaja, por lo que se ve no.

-Se podría poner una tienda de antigüedades.

-Bien, centrémonos. Tomas me dijo que había guardado las pertenencias de mi madre sin el consentimiento de mi padre, en algún lado tienen que estar.

-Si, pero ocultas a la vista de el. No creo que se arriesgase a ponerlas a la vista.

-Creo que yo podría ayudarles.

-¡Ahhhhhh! ¡Dios, Tomas que susto nos has dado!

-Lo siento señor, vi que venían y supuse que vendrían a buscar las pertenencias de mi señora.

-¿Te acuerdas de donde las colocaste? Por favor di que sí.

-Si, señorita. Siempre me acordare... Por cierto, se que se estará preguntando quien es el que pone el perfume en el tocador. Soy yo, yo he estado manteniendo el cuarto como lo dejo mi señora, mi niña.

-Tomas, ¿Desde cuándo conocías a mi madre?

-Desde niña. Yo trabajaba como mayordomo en casa de su padre, su abuelo, el señor Santiago, un buen señor, marido y padre. Cuando su hija, Cristina, se caso me hizo ir con ella y hacerle prometer que no le pasaría nada, pero no lo cumplí. Ese hombre odioso la hizo sufrir y cuando quedo embaraza la abandono a su suerte, la encerró en su habitación y solo la visitaba para gritarle, amenazarla, los gritos se oían por toda la mansión y mi niña solo lloraba.

Tomas se sentó en un baúl y comenzó a llorar, parecía un muñeco, derrotado, por la pena que llevaba dentro. Manuel y Adela lo miraban sin

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comprender nada de lo que estaban escuchando, ¿Qué era lo que había pasado entre los padres de Adela?

-Tomas, ya estoy aquí yo, podrás cuidar de mí, te necesito para que me hagas conocer a mi madre, con tus ojos. Ahora dime, ¿Dónde están las cosas de mi madre, por favor?

Tomas se levanto y se dirigió hacia un punto de la habitación, en el habían varios baúles tapados con sabanas llenas de polvo del tiempo, se agacho y abrió uno de ellos.

-Aquí tiene, señorita Adela.

-Tomas, tutéame. Eres como de la familia, conociste a mi madre de pequeña, la quisiste como a una hija, quiero que seas parte de ella. Además, ¿Quién mejor que tu para ser mi confidente?

-Muy bonito ¿Y yo qué?

-Mmm, por el momento, eres mi primo. Anda vamos, a lo que hemos venido.

-Vaaale, Tomas tú tienes las de ganar por el momento jejeje.

-Señor, creo que la juventud siempre gana.

Manuel y Tomas se sonrieron mientras Adela empezaba a mirar las pertenencias de su madre. En el primer baúl encontró alguna muñeca de cuando Cristina era pequeña y algún juguete, algo de ropa de cama y algunos libros. Adela cogió los libros y los dejo fuera del baúl.

-Estos eran sus preferidos, cuando era pequeña se los leía el señor, daba igual que ya se los hubiese leído, ella se los volvía hacer leer. Jejeje. Recuerdo la imagen de ellos dos, se amaban mucho, padre e hija. El señor tenía pasión por ella.

-Y ¿mi abuelo nunca supo lo que le paso a mi madre?

-No, ella me hizo prometerle que nunca se lo diría. Si lo hubiese sabido lo más seguro que el señor habría hecho algo por su hija y habría sido una desgracia.

-¿Mas desgracia que las que vivieron ellas dos?

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-Si, lo más seguro era que el señor hubiese matado al marido de la señorita Cristina. El no estuvo de acuerdo con el matrimonio desde el principio pero la niña se enamoro y en esos momentos un contrato mercantil venia muy bien en los negocios del señor, pero el señor vio algo en el que nunca le gusto, por eso me mando con ella cuando se caso y me hizo prometerle que la protegería, pero yo le falle, no pude hacer nada por ella.

-Tomas, no te culpes de lo que paso, no fue culpa tuya. Averiguaremos lo que paso.

Adela siguió con el segundo baúl, en el encontró más libros que fue sacando para llevárselos a su habitación, entre ellos encontró uno que le llamo la atención.

-Mirad, es el diario de mi madre.

Los dos dejaron de hacer lo que estaban haciendo para acercarse a Adela y mirar el pequeño diario de Cristina, vieron que comenzaba el mismo día de la boda y terminaba unos días antes de dar a luz.

-Me lo llevare a mi habitación, aquí dirá algo del viaje que hicieron mis padres con los tuyos, Manuel.

En ese momento se produjo algo que a los tres los dejo sin respiración, el baúl se cerró sin previo aviso y se movió hacia el otro lado de la habitación.

-¿Qué ha sido eso?

-No lo sé, ¿notáis eso?

-¿el qué?

-Está bajando la temperatura aquí.

-Yo no noto nada.

-Yo si lo noto, señorita.

-Pues yo al revés, noto como si alguien me diera calor.

-Creo que será mejor que nos marchemos ahora. Mañana vendremos a seguir mirando.

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-Si, de todas formas, creo que ya no hay nada más que podamos ver en el baúl de mi madre. Solo hay ropa, nada más.

En ese momento algo callo de la tapa del baúl.

-Mira, ¿Qué es esto?

Manuel tenía en la mano un colgante, era una especie de medalla en la que llevaba un retrato dibujado.

-Era de la señorita Cristina. Su padre se lo regalo antes de casarse, creí que lo había perdido en el viaje de bodas ya que cuando volvió no lo llevaba.

Adela lo cogió entre sus manos y lo contemplo, tener algo de su madre la embargaba de emoción.

-Espera, date la vuelta. Te lo pondré.

-Gracias, Manuel.

Las sabanas comenzaron a volar de sus lugares haciendo que el polvo antes impugnado en ellas provocara una nube a su alrededor, los tres comenzaron a dirigirse hacia la puerta con dificultad. Al llegar, Adela se giro hacia donde estaba toda la escena y en medio de la habitación vio algo que la helo la sangre, algo que si se lo hubiesen contado no lo hubiese creído. La nube de polvo había formado una figura de un hombre, una figura amenazante.

-¿Lo a veis visto?

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Los tres salieron de la buhardilla excitados por la situación que habían vivido, se miraban sin comprender que era lo que estaba pasando cuando en ese momento apareció Felipe.

-¿Qué os ha pasado? Parece que habéis visto un fantasma jajaja

-¿Y si te decimos que a si es, nos creerías?

-Anda hermanito, que el que gasta las bromas soy yo.

-Vámonos de aquí, necesito tomarme algo fuerte.

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-Si quiere se lo puedo llevar a su habitación, señorita Adela.

-No, dejaremos esto en mi habitación y luego iremos al salón, lo tomaremos allí. Gracias, Tomas. Tomate tu también algo, no tienes buena cara.

-Si señorita.

Los cuatro se dirigieron hacia el salón, allí se encontraron a Don Sebas y a Doña Cristina que habían llegado de su paseo por los jardines de la mansión y estaban tomando un tentempié.

-¿Pero qué os ha pasado? ¿Qué caras tenéis?

Doña Cristina se levanto y se dirigió hacia Adela que la sostuvo del brazo y la ayudo a sentarse en el sofá que había cerca de la chimenea. Tomas le acerco una copa de licor que ella cogió y tomo poco a poco. Manuel sirvió dos copas mas, una para él y otra para Tomas que le agradeció con una sonrisa.

-¡Pero bueno! ¿Desde cuándo se le ofrece bebida a la servidumbre?

-Padre, déjelo estar. Ahora no es el momento de uno de sus sermones.

-¿Pero se puede saber qué es lo que ha pasado? ¿Dónde estabais?

-Estábamos en la buhardilla, miran….

-Me empeñe en entrar allí para ver las antigüedades que habían allí, y un armario se cayó y si no llega a ser por Manuel podía haberme aplastado.

-¿Y a ti que te ha dado? ¿Tienes que ir por todos los rincones de la casa? No sé que se te ha perdido allí.

-No se preocupe, tío. La próxima vez llevare más cuidado.

-Ah, ¿pero abra próxima vez?

-Padre, tiene que conocer su herencia, yo lo haría.

-¡Calla, Felipe! Tu lo que arias es fundirla.

-Padre, que poca fe tienes en mi, jajaja

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-¿Cómo voy a tener fe en ti? Si eres un viva la vida. Solo te gastas el dinero en el juego y en mujeres.

-Bueno, dejemos las cosas de casa en casa. Hermano, lo que tengas que decirle a Felipe, te agradecería que se lo dijeras en privado. Sabes que no me gusta que habléis de lo que hace tu hijo con esas chicas en mi presencia.

-Tía eres una santurrona jajajaja. Pero eres mi tía preferida. Muacksss.

-Anda, no seas pelota. Ahora déjame que esté pendiente de Adela. ¿Estas bien, niña?

-Si, tía. Ya me siento bien.

En ese momento entro el criado que Adela había mandado al pueblo con el recado de echar las cartas, llevaba un paquete en las manos que iba dirigido hacia a ella. Este era de una de sus empleadas, que se lo mandaba con algunos documentos para que los firmase, ella había dado la orden de que si algo había de extraordinario en las tiendas que se lo mandase a la dirección de la mansión.

-¿Qué es eso, si se puede saber? Dijo Don Sebas.

-Son unos documentos que tengo que firmar, tío. Estoy en trámites de comprar un nuevo local para abrir una nueva tienda.

-Veo que te van muy bien los negocios, prima.

-Si, Adela es muy buena para los negocios. Seguro que lo ha heredado de su abuelo Santiago. Era un hombre de negocios excepcional. Por cierto Adela, luego ven a mi habitación tengo algo que darte.

-Si tía.

Don Sebas se quedo mirando a su hermana pensativo, “otra que se pone de parte de la mosquita muerta, lo voy a tener difícil”. Se quedo mirando como sus hijos y hermana atendían a su sobrina, mientras el maquinaba la forma de deshacerse de su sobrina.

Después de recuperarse Adela, ella y Margarita se fueron a la habitación de esta. Cuando entraron, su tía se fue directa a la mesita donde había una pequeña caja de madera, de ella saco un sobre lacrado y se lo entrego.

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-Adela, hace tiempo que tengo este sobre de tu abuelo. Me lo entrego en su lecho de muerte y me hizo prometer que te lo entregaría cuando tu padre falleciera, exactamente en estas fechas.

-¿De mi abuelo?

Adela cogió el sobre y se sentó en una de las sillas que había cerca de la mesita, miro el sobre y le quito el sello. Pudo ver que no era una carta normal y corriente. Había una pequeña nota donde su abuelo le decía “Adela, hija mía, me hubiera gustado conocerte, a ver estado a tu lado, pero el hombre al que tu conociste como padre hizo todo lo posible por distanciarme me de ti, lo mismo que hizo con mi pobre hija, tu madre. Cuando el te echo de su lado hice todo lo posible por buscarte pero fue imposible encontrarte, todo lo que hice daba contra un muro, el supo en todo momento dónde estabas y siempre me ponía dificultades para encontrarte, cuando tenía alguna pista tuya se desvanecía en el aire, no sé cómo se enteraba, se ve que era más influyente que yo. Ahora que se donde estas, por tu tía que es una buena mujer, que se puso en contacto conmigo sin que se enterase su odiado hermano, se de ti y puedo estar tranquilo porque entre ella y yo velamos por ti, ella en la luz y yo entre las sombras.

Ahora, ya es tarde para mí, para estar juntos. Le entrego este sobre a tu tía Margarita, aquí está todo detallado. Esta es mi última voluntad, como mi nieta que eres, te lo dejo todo, utilízalo como mejor sepas. Se, que lo dejo en buenas manos mi patrimonio. Un beso hija mía y que la vida te sonría”

-Me hubiese gustado conocerlo ¡como hubiesen cambiado las cosas!

-Si, era un buen hombre. Sufrió mucho por la muerte de su hija y por no poder estar contigo. Lucho por tenerte a su lado, pero ¡mi tozudo hermano no quiso ni siquiera hablar del tema!

-No entiendo, si no me quería ¿Por qué no me dejo irme con mi abuelo?

-No lo sé, hija. Mi hermano cambio completamente, estaba desquiciado. Su comportamiento hacia ti no era normal, te daba la educación que necesitabas, pero no podía darte lo que tu más necesitabas. El cariño de un padre.

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-Si, no lo pude entender, desde pequeña me he echado la culpa de que mi padre no me quisiera por nacer, por haber matado a mi madre.

-¡Pero niña, tú no tienes la culpa! Algunos partos vienen con dificultades y tu madre estaba muy débil en el momento de dar a luz.

-Ahora lo sé, pero cuando eres una niña lo único que quieres es el amor de tu padre, el abrazo de un padre cuando has tenido una pesadilla, el beso de buenas noches….

-Mi niña, lo sé, se que lo has debido pasar mal y se porque te revelaste a tu padre ese día.

-Ese día fue el peor de mi vida, pero no me arrepiento de a verlo hecho. Ahora soy feliz porque se a donde he llegado y ha sido por mí misma, con mi esfuerzo, sin título, sin nada.

-Bien, ya verás cómo a partir de ahora todo te irá bien. Nos tienes a tus primos y a mí, por tu tío no te preocupes es un viejo chocho, le gusta mucho refunfuñar, pero luego es un santo. Déjamelo a mí. Ahora déjame un rato que descanse antes del almuerzo, este viejo cuerpo ya necesita hacer algunos descansos.

Adela dejo a su tía en su habitación descansando y ella pensó ir a dar un paseo por los jardines de la mansión. Al pasar por su habitación cogió un pequeño chal y antes de salir vio el paquete de libros que habían bajado de la buhardilla, Allí estaba el pequeño diario de su madre, decidió cogerlo para echarle un vistazo mientras paseaba.

Adela salió por la puerta principal, aquella por la que hacia unas horas había vuelto a entrar a aquella gran mansión que tanto había querido olvidar en esos años, hacia un día soleado aunque el frio otoñal aun se sentía y se hecho el chal encima, comenzó andar por el jardín. Este tenía una gran extensión, no recordaba que fuera tan grande. Después de andar un rato y contemplar la hermosura de este se sentó en uno de los bancos de piedra que había dispersados en el. Allí, cogió el diario de Cristina y lo abrió por la primera página.

Tenía una letra pequeña y clara, era muy parecida a la suya. Le gustaba la idea de tener algo en común con su madre, Adela sonrió para sí “madre,

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como me hubiese gustado conocerte. ¿Encontrare algo aquí que pueda esclarecerme porque padre nos trato a las dos de esta forma?” El diario empezaba el mismo día en que Cristina y Eduardo se habían casado, ella parecía feliz, seguían días de dicha y amor, pero todo se truncaba a los pocos meses en un viaje realizado a América.

En ese momento algo interrumpió la lectura de Adela, era Felipe que venía a caballo.

-Hola primita, ¿Cómo estas tan sola aquí?

-Quería dar un paseo y me he sentado a descansar un poco.

-¿Estabas leyendo algo?

-¿Esto? No es nada, es algo que cogí de la biblioteca.

Adela tapo el libro con el chal y contemplando hacia el cielo.

-Mmm, creo que ya debería ir para la casa, esta refrescando y ya debe ser la hora del almuerzo. ¿Me acompañas?

-Si, claro. ¿Cómo voy a dejar a una dama sola?

Felipe bajo del caballo y los dos se dirigieron hacia la mansión. Cuando llegaron ya estaban casi todos en el salón esperando a que llegaran para sentarse para el almuerzo.

-¡Hombre, ya estáis aquí! Tomas, ya puede servir.

-Si señor.

Todos disfrutaron de un suculento almuerzo y una charla amena, el tío de Adela siguió siendo un poco quisquilloso haciendo que todos bromearan a cuenta suya y al disgusto de él ya que no era hombre de bromas. Después de acabar del almuerzo todos se retiraron.

-Bien, primita. Me ha sido muy grato conocerte pero voy hacer mis maletas. Mi visita a la gran misión Roquetar llego a su fin.

-¿Ya te vas? Es una pena. Pero, ¿vendrás a visitarme, verdad?

-¡Pues claro que sí!

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Felipe le dio un par de besos para despedirse y dejo a Adela allí contemplándolo como subía las escaleras. En ese momento se le acerco Manuel.

-¿Tu también te vas?

-No, hoy no, mañana.

-Me vais a dejar sola.

-No vas a estar sola por mucho tiempo, tu gente va a venir muy pronto y no tendrás tiempo de nada.

-Bueno, sí. Pero ¿Quién me va a ayudar con el misterio?

-Sabes que cuentas conmigo para lo que sea, en cuanto me llames aquí estaré. Pero tengo que salir sin falta mañana, tengo que solucionar unos asuntos en la ciudad.

-Bien, me acostumbrare a esta casa. No te preocupes. Pero quiero tener noticias tuyas siempre que puedas escribir y visitas tuyas todas las que puedas, por favor. No me gusta la soledad y esta casa es muy grande para mí.

-Tranquila, no te libraras de mí. Por cierto, ¿has empezado a leer algo del diario de tu madre?

-Si, ya te contare.

En ese momento Don Sebas bajaba las escaleras con Margarita que iba discutiendo con él.

-A ver ¿Qué os pasa, ahora?

-Tu padre, que es un cabezota. Cuanto más viejo, peor.

-Margarita, yo me tengo que ir y no quiero dejarte aquí sola.

-Tío, no se queda sola, está conmigo y la verdad no sabía que quería quedarse. Gracias tía.

-¿Creías que te iba a dejar sola en este caserón?

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-Va, no puedo contigo, Margarita, siempre has hecho lo que te ha dado la gana.

-Creo que ya soy mayorcita para saber lo que quiero. Si no pudo domarme, mi difunto marido, menos lo vas hacer tú.

Don Sebas salió por la puerta hecho un basilisco y farfullando por su boca palabras ilegibles, seguido de Tomas que llevaba su abrigo y el sombrero. Le vieron cogerle las cosas de un tirón al pobre Tomas y subir al coche dándole la orden de partir a gritos al cochero. Allí se quedaron los tres mirándolo como partía hacia la ciudad.

-Jajaja, mi padre no cambiara nunca.

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Mientras veían como el coche de Don Sebas se perdía por el camino, otro coche llegaba a donde estaban ellos para recoger a Felipe.

-Bueno, pues ahora me toca a mí. No os apenéis por mi partida, ¿eh?

-¿Pero tú dónde estabas, Felipe? Seguro que no has bajado hasta que no has visto que se marchaba tu padre. Podrías haberle acompañado.

-Tía, quiero mucho a mi padre, pero un viaje con él hasta la ciudad, ¡nooo, gracias!

-Felipe, no sé cuando cambiaras. Ya podrías parecerte un poco más a tu hermano.

-Tía, con un Manuel en la familia hay suficiente. Yo estoy muy bien así.

-¿Tu crees? Tú sigue metiéndote en problemas, que padre y yo algún día diremos, basta a tus locuras.

-Mientras no lo digáis, seguiré divirtiéndome.

Felipe se despidió de su tía Margarita y de Adela con un beso, prometiéndoles que volvería pronto a verlas, de su hermano se despidió como siempre con un simple apretón de manos aunque en realidad le hubiese gustado darle un fuerte abrazo. Felipe se las daba de ser un juerguista pero

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en realidad, era un hombre muy especial e inteligente. Se había ganado con creces la fama de juerguista y seductor pero en realidad con la parte de la herencia que le había tocado de su madre, había hecho unos negocios productivos. Su hermano y su padre nada de esto sabían, siempre se quejaban de lo derrochador que era y que no merecía llevar el nombre que llevaba, pero esto a él no le importaba. Disfrutaba ver a su hermano y a su padre, echarle los discursos una vez al mes, cada vez que le pasaban la mensualidad.

-Esperamos volver a verte pronto.

-Primita, ahora que vas a tener tantas jovencitas por aquí, no me lo perdería.

Felipe le guiño un ojo mientras subía al coche y diciéndole al cochero que saliese, se despidió de todos con una sonrisa.

-Bueno, ya quedamos solo tres en esta gran casona. Ahora quiero que estas dos bellas damas me cuenten como mi querida prima consiguió llegar a tener ese éxito en los negocios.

-Es muy largo de contar, te aburrirías querido primo.

-Adela, tenemos toda la tarde.

Manuel tomo del brazo a cada una de ellas y entraron a la mansión. Se dirigieron al salón donde se sentaron al lado de la chimenea, allí se encontraron a Tomas que estaba echando más leña para avivar el fuego.

-Ah, hola Tomas. ¿Podrías traer te? Me he quedado ahí helada, aun está haciendo frio.

-Si, señora. Ahora mismo digo que lo preparen.

Tomas cogió una pequeña manta que había cerca, en un butacón y se lo hecho a Doña Margarita encima de los hombros.

-Gracias, Tomas, tu siempre tan pendiente de todo.

-Es mi deber, señora. Ahora mismo le traigo el té.

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Tomas desapareció por una de las puertas del salón y allí se quedaron ellos tres al abrigo de la chimenea.

-Bien, ¿dime como comenzó tu aventura por el mundo de los negocios, Adela?

-Bueno, no hay mucho que contar. Cuando me fui de aquí no sabía dónde ir y ni a quien a acudir, solo llevaba una maleta y cuando llegue a la ciudad todo me pareció distinto. Con lo poco que me dio mi padre alquile una pequeña habitación encima de una pequeña tienda que regentaba una buena mujer que me dio un empleo, primero hice de todo un poco, limpiaba cuando se cerraba la tienda, hacia recados para ellas y un día en el que estaba sola en la tienda cogí unas telas y comencé hacer un vestido, me tire toda la noche hasta que lo termine. Me encontraron dormida con el vestido en los brazos y la dueña le gusto tanto el trabajo, que me puso a trabajar en la tienda y de ahí todo fue, muy rápido.

-Si, yo por casualidad me entere de que había una diseñadora nueva en la ciudad, que tenía mucho éxito entre las damas y allí que me presente. ¡Y mira la sorpresa cuando me encontré que era, Adela!

-¿Pero, aunque tuvieses éxito el dinero no saldría de las piedras, así como así?

-Jajaja, no claro que no. Yo y su abuelo le financiamos la primera tienda. Luego su abuelo, como buen negociante y al tener contactos le permitió poder abrir más y más tiendas. ¡No veas el éxito que tiene Adela entre las damas de la ciudad y el extranjero! ¡Ya le hacen pedidos por encargo!

-¿Tu abuelo, también estaba metido en todo esto?

-Yo no lo sabía, me he enterado esta tarde.

-Si, lo mantuvimos en secreto, si se llega a enterar mi hermano no sé lo que hubiese pasado.

En ese momento llego Tomas con el té.

-Aquí está mi salvador. ¡Estoy helada!

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Tomas sirvió primero el té a Doña Margarita que tomo la taza con ambas manos para calentárselas, en ese momento un tronco de la chimenea se movió haciendo que algunas chispas saltaran hacia el vestido de Margarita.

-¡Cuidado!

Manuel consiguió que las chispas no prendieran fuego en el vestido de su tía que del susto por poco derrama la taza que sostenía en las manos. Al volverse a colocar el tronco caído de la chimenea vio algo en el, que le llamo la atención.

-Mirad esto ¿Qué os parece que es?

-¿El qué y en donde?

-En el tronco, parece una cara.

-¡Dios mío, es la cara de Eduardo!

-¿Mi padre?

-¡Me ha querido quemar!

-Tía, tranquilízate. Esto tiene que tener una explicación, no te sugestiones. No puede ser la cara de mi tío, es un dibujo que hace la madera.

-¿Pero tú te crees lo que estás diciendo? ¡Todos estamos viendo lo mismo! Ni muerto nos va a dejar en paz. Quiere vengarse de algo y no sé, ni de que es. ¡Esto es una locura! Niña, no puedes quedarte aquí.

-Tía, me voy a quedar aquí, ahora más que nunca. Voy a averiguar lo que paso entre mi madre y padre.

Adela miro con firmeza a Manuel, ahora estaba más que decidida en averiguar lo que había pasado y fantasma o sin fantasma, lo averiguaría.

-No entiendo.

-Tía, esta mañana hemos encontrado un diario de mi madre, y Tomas me ha contado algo que paso después de un viaje que realizaron y que todo cambio entre ellos a partir de entonces.

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-Bien, pues si tú te quedas me mudare aquí contigo, no quiero que estés aquí sola. No estoy de acuerdo con lo que vas hacer pero te veo muy dispuesta a ello.

-Tía, no voy a estar sola. Sabes que voy a traerme mis oficinas aquí durante el plazo que me ha impuesto mi padre en el testamento y en ese tiempo va haber mucho movimiento por aquí, de eso te lo garantizo.

-Bien, pues ya está todo dicho. Espero que no haya más sustos.

Esa noche los tres cenaron algo ligero y se retiraron a sus habitaciones. Al día siguiente Manuel tenía que salir pronto a la ciudad y se despidió de ellas temprano. Adela acompaño a su tía a su habitación estaba muy agitada por lo que había pasado esa tarde, aun no se había recobrado del susto de la tarde, no se le quitaba la imagen del leño.

-Vamos tía, acuéstese y descanse. Mañana ya verá como está más tranquila.

-Adela, prométeme una cosa.

-Dígame, tía.

-Si por cualquier cosa, descubrieras algo que no te gustase de tu padre o de tu madre ¿me lo dirías?

-No entiendo, tía ¿sabe usted algo? ¿Qué paso en ese viaje?

-No lo sé, es un misterio. El único que lo puede saber es mi hermano Sebas y el tampoco dijo nada desde que vinieron de ese viaje, incluso mi cuñada. Yo intente sonsacarle, pero miraban con temor a mi hermano Eduardo. No sé lo que paso.

-Este secreto cada vez se va poniendo más misterioso. Tengo que seguir leyendo el diario de mi madre. Bien, ahora descansa. Mañana hablaremos.

Adela dejo a su tía tendida en la cama y se despidió de ella hasta el día siguiente y se dirigió hacia su habitación, al entrar sintió un calor extraño, solo en aquella habitación lo sentía y ese olor, el que sintió la primera vez que entro allí, el aroma a rosas.

-¿Estas aquí, verdad? Ayúdame a entender que es lo que te paso.

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Con el diario de su madre en las manos se metió en la cama para seguir leyendo desde donde la interrumpieron pero el sopor se apodero de ella y se quedo profundamente dormida.

A la mañana siguiente se encontró tendida en la cama, no se acordaba ni cuando se había quedado dormida. Se levanto para asearse un poco y vestirse cuando vio un sobre que le habían metido por debajo de la puerta, no sabía qué hora era asique se acerco a mirar al reloj que había sobre la chimenea.

-¡Por Dios, si son las nueve! ¿Quién me abra metido este sobre?

El sobre era de Manuel, que se despedía de ella y como no había bajado a desayunar le había escrito unas palabras en el. “Mi querida Adela, esta mañana esperaba poder despedirme de ti. He estado esperando hasta el último momento pero no he podido esperar más, necesito arreglar unos asuntos de mi padre, no tengo que decirte que puedes contar conmigo para tus investigaciones. Dentro de unos días volveré a venir a estar unos días con vosotras y seguiremos hablando sobre el tema del diario de tu madre. Un saludo. Manuel”.

-Bien, pero mientras que no viene yo seguiré investigando.

Adela decidió desayunar en su habitación, quería estar tranquila y poner en orden los papeles que le habían mandado el día anterior, para la nueva tienda, asique llamo para que le trajesen el desayuno allí.

-Buenos días, señorita Adela.

Era Rosa, la doncella, que venía hacer la habitación.

-Si quiere vengo más tarde, señorita.

-No, tranquila. Tú haz lo que tengas que hacer, yo no te molestare. ¿Podrías decir en la cocina que me traigan el desayuno aquí, por favor?

-Si, señorita.

-Gracias. Por cierto, en unos días tendremos visita, quiero que preparen las habitaciones del ala oeste. Que las aireen, supongo que no se abran abierto desde hace siglos.

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-Si señorita. Desde hace mucho tiempo. ¿De verdad que va a venir visita?

-Si ¿Pasa algo?

-No, señorita, pero nunca he visto a nadie aquí. Desde que entre a trabajar aquí nunca se han celebrado fiestas, ni ha habido invitados.

-Pues eso a partir de ahora va a cambiar.

-Me alegra oír eso, señorita.

Estaban las dos hablando cuando llego Tomas con la bandeja del desayuno.

-Buenos días, señorita Adela.

-Buenos días, Tomas. Deja la bandeja aquí. ¿Y mi tía Margarita?

-En el salón, lleva desde muy temprano levantada. Su primo ya marcho hacia la ciudad.

-Si, ya lo se me dejo una nota.

-Rosa, ¿Ya has terminado, aquí? Abajo te buscaba la cocinera.

-Si, señor Tomas. Ya voy.

-Gracias, Rosa ya avisare cuando termine el desayuno.

-Si, señorita.

La doncella se fue y se quedaron Adela y Tomas en la habitación.

-Tomas necesito que mandes estas cartas urgentemente.

-Si señorita, ahora mismo mandare a uno de los criados al pueblo.

-Gracias.

6

Después de solucionar el papeleo, Adela bajo al salón donde estaba Doña Margarita. Allí la encontró acompañada del párroco del pueblo, Don Camilo que se sorprendió al verla.

-Buenos días, Adela. Este es Don Camilo, el párroco del pueblo. Ha venido hacernos una visita.

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-Buenos días, encantada de conocerle. ¿Le ocurre algo?

-No, hija. Pero por un momento he creído ver a tu madre aparecer por la puerta. El parecido es increíble.

-Ya se lo decía yo, padre. Es el mismo retrato que Cristina.

-¿Conocía a mi madre?

-Si, desde el día que vino a vivir a la mansión. Era una joven dulce y alegre, a todos nos cautivo cuando llego. Pasamos muchas horas juntos, fui su confesor, me a peno mucho su muerte.

-No sabía eso, pensé que mi padre la había tenido separada de todos.

-Al principio no, todo cambio después de un viaje que hicieron ¿verdad Margarita?

Don Camilo miro a la tía de Adela para que le diera la confirmación.

-Si, pero no sabemos qué es lo que paso.

-No, ni ella me lo dijo a mí en secreto de confesión.

-Todo esto es un misterio. Bien, los dejo me gustaría dar un paseo por los jardines. Ha sido un placer conocerle, padre, me gustaría volverle a ver por aquí.

-Si hija, no te preocupes, volveré.

Adela salió a los jardines y comenzó pasear, vio a varios jardineros que andaban retocando algunos rosales y a su paso la saludaron. Ya llevaba un rato paseando cuando encontró un sauce llorón que daba sombra, sentándose debajo de el pensó en descansar y aprovechar en leer un poco el diario de su madre. Lo saco del bolsillo de su traje y lo abrió por donde la habían interrumpido.

“Se estaban preparando para el viaje ya que una semana antes Eduardo y su hermano Sebas, habían firmado un acuerdo con una empresa que les había proporcionado una cuantía sustanciosa para ellos y querían celebrarlo por todo lo alto. Como querían ver lo que les había proporcionado esos ingresos decidieron ir a visitar el lugar al que habían invertido. Este eran

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unos terrenos en Boston y así se lo hicieron saber a sus respectivas esposas. Cristina y Angelina estaban ilusionadas por el viaje y se dedicaron esa semana a prepararlo todo mientras ellos dos preparaban los documentos de los terrenos.

Al cabo de una semana todo estaba preparado para el viaje, tuvieron que viajar en varios transportes, el viaje iba a ser largo pero ellos eran jóvenes y disfrutarían del viaje. Solo había un pequeño problema, Angelina estaba en estado de Felipe, y estaba con algunas molestias pero todos estuvieron pendientes de ella en todo el viaje de ida.

Todo iba bien hasta que llegaron a Boston. Allí los estaban esperando los hombres con los que habían hecho negocios, les habían preparado un tour por la ciudad, fiestas, cenas, etc. Pero para desdicha de Cristina, cautivaba por donde pasaba a la gente, tanto a hombres como a mujeres y eso a Eduardo no le gusto. Su hermano le quitaba importancia a los enfados espontáneos de su hermano, sin razón, hasta que una noche paso algo que cambio todo en la vida del joven matrimonio”

Adela estaba tan sumida en la lectura que no se dio cuenta que llegaba Tomas hacia donde estaba.

-Señorita Adela, ha llegado este telegrama.

Adela cerró el diario y se levanto con la ayuda de Tomas. Cogió el telegrama y comenzó a leerlo. Era de una de sus empleadas, necesitaba confirmación si había recibido el contrato de la nueva tienda.

-Necesito ir al pueblo, tengo que mandar un telegrama. Que preparen un coche.

-Ahora mismo mando a que lo preparen.

Los dos se dirigieron hacia la mansión, mientras que preparaban el coche Adela fue a su habitación a arreglarse un poco y a dejar el diario de su madre. Al entrar en su habitación noto algo extraño, no sabía el que pero había algo distinto en la habitación. Miro desconcertada por toda la habitación por si le habían cambiado algo de lugar pero por más que miraba no veía, hasta que por fin vio algo. El retrato de su madre, el que estaba en

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el tocador, estaba volcado, al cogerlo vio que alguien lo había rajado con las tijeras.

-¿Pero quién ha podido hacer esto?

Salió de la habitación con el de la mano y bajo al salón donde encontró a su tía y a Tomas que le estaba sirviendo un té.

-Ah, hola Adela, me ha dicho Tomas que vas al pueblo.

-¡Tía! Mira lo que han hecho con el retrato de mi madre.

-Pero ¿Quién ha podido hacer esto?

-Tomas, quiero saber quien ha entrado a mi habitación esta mañana a parte de Rosa.

-Lo preguntare ahora mismo.

Adela miraba el retrato, sin comprender quien podría haber hecho eso al retrato de su madre cuando regreso Tomas.

-Señorita Adela, ninguno de los criados excepto Rosa y yo han estado en su habitación esta mañana, no sé quien ha podido hacerle esto al retrato.

-Entonces ¿Quién ha podido hacer esto? Aquí no hay nadie más. ¿Qué vas hacer, Adela?

-Voy al pueblo, lo llevare a que lo arreglen pero esto no se ha hecho solo.

-¿No creerás que ha sido el fantasma de tu padre?

-Hay tía, no sé, ya no se qué pensar. ¡En estos días están pasando tantas cosas en las que no he creído nunca y que si me las hubiesen contando tampoco las hubiese creído! Pero ayer en la buhardilla vi algo y ya no se qué pensar.

-¿Viste? ¿Qué viste? ¡Niña, no me asustes!

-Antes de salir despavoridos de allí los tres, Manuel, Tomas y yo, vi una silueta de un hombre.

Doña Margarita se levanto y se dirigió hacia ella cogiéndola de los brazos.

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-Y viendo todas estas cosas, ¿sigues con el mismo empeño de querer quedarte aquí? Yo me iría hoy mismo.

-Si, tía. Me quedo.

-Señorita, Adela, el coche está ya en la puerta.

-Ya voy, Tomas, gracias.

Adela fue hacia la puerta acompañada de su tía y de Tomas, despidiéndose de ellos subió al coche.

-En cuanto eche el telegrama y lleve el retrato a arreglar regresare, será pronto. Hasta luego.

El coche tomo el camino del pueblo, estaba a dos kilómetros de la mansión y Adela fue contemplando el paisaje. El día que llego a la Gran Mansión Roquetar no se había percatado de la gran extensión de prados que la rodeaban, vio pequeñas granjas que cultivaban esos prados, granjeros que trabajaban de sol a sol en esas tierras. A medida que iban pasando la saludaban afectuosamente, los niños corrían detrás del carruaje gritando esperando que Adela les tirase algo. Ella, cogiendo una pequeña cantidad de monedas de plata, se las tiro al aire, estos las recibieron entre gritos y risas mientras ella se despedía con la mano. El carruaje siguió su camino hacia el pueblo, al cabo de un rato llegaron a las puertas de este y Adela mando al cochero que la llevase a la oficina de correos.

La oficina de correos era una pequeña habitación en una casa particular, su dueño, Don Esteban, un hombre bajito y de mirada noble la saludo nada más entrar.

-Hola, buenos días ¿en qué puedo ayudarla?

-Quisiera poner un telegrama a la ciudad, ¿podría ser?

-Si, por supuesto.

-Escriba aquí lo que vaya a mandar.

Don Esteban le dio un pequeño papel y un lápiz para que escribiera lo que iba a mandar y Adela se fue a una pequeña mesa que tenían preparada para los clientes.

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-Bien, ¿Esto es lo que quiere que mande, no? VIRGINIA, NECESITO QUE VENGAIS A LA MANSION. STOP. TRAE A LAS CHICAS, PARA TRABAJAR AQUÍ. STOP. TRABAJO POR UN AÑO AQUÍ STOP. CONTRATO FIRMADO. STOP. ADELA ROQUETAR. STOP. ¿Es usted la hija del difunto señor Roquetar?

-Si, era mi padre.

- Le doy mi pésame, aunque el ya no esté con nosotros, su recuerdo estará con nosotros.

-Gracias, muy amable. ¿Cuánto le doy por el telegrama?

-Una moneda de plata.

-Aquí tiene y muchas gracias. Por cierto ¿me podría decir donde podrían arreglarme un cuadro que se me ha estropeado?

Don Esteban salió de detrás del mostrador y sin pensárselo la tomo del brazo acompañándola hacia la puerta, allí le señalo un cartel justo enfrente de la oficina.

-Allí señorita, Juan el carpintero es un manitas para todas estas cosas.

-Gracias muy amable.

Adela se dirigió hacia donde él le había indicado. Era un taller, allí vio a Juan, inclinado, haciendo algo con el torno.

-Ejem, Buenos días.

Juan se dio la vuelta y vio a Adela.

-Disculpe no la vi entrar.

-Tranquilo, vine a ver si podía arreglarme este pequeño retrato.

-¡Por Dios! ¿Quién le ha hecho esto?

-No lo sé, lo encontré esta mañana a sí. ¿Lo podrá arreglar? Es muy importante para mí.

-Lo intentare.

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-Deme su dirección y la avisare cuando este arreglado.

-Vivo en La Mansión Roquetar, allí me encontrara.

-¿Es usted familiar?

-Si, soy la nueva dueña de la mansión.

-¿La nueva dueña?

-Si.

Juan puso cara de sorprendido, nunca había pensado que una mujer pudiese heredar esa gran mansión.

-Pensaba que la heredaría su hermano, Don Sebas.

-No, yo soy su hija y por legitimidad me pertenece.

-No sabía que el señor de la mansión tuviese una hija.

-Es una larga historia. Bien, pues espero noticias muy pronto y que sean satisfactorias. Gracias.

Juan contemplo marcharse a Adela sorprendido por la noticia y más por la belleza de la mujer que acababa de conocer.

Adela subió al coche y mando al cochero que se pusiera en marcha hacia la mansión, dejando al pueblo atrás. Ese día fue la novedad de este, la noticia de la nueva ama de La Mansión Roquetar se difundió por todos los puntos del pueblo.

7

Adela llego a la mansión cerca de la hora del almuerzo, a la puerta la estaba esperando Tomas que la ayudo a bajar del carruaje.

-Ya está aquí, señorita. Su tía la está esperando en el salón para almorzar.

-Dile, que ahora iré, voy a mi habitación a refrescarme y a quitarme el polvo del camino.

-Si, señorita.

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Llego a su habitación cansada del viaje del coche, fue directa a la jofaina y vacio una pequeña cantidad de agua para refrescarse la cara y las manos, se sentó unos minutos en uno de los butacones que había cerca de la chimenea y en ese momento vio el pequeño diario de su madre. Entonces decidió que no bajaría a almorzar, se quedaría allí a seguir leyendo el diario. Se levanto y llamo para que le sirvieran el almuerzo en la habitación.

-Señorita Adela ¿le puedo ayudar en algo?

-Si, Rosa, He decidido almorzar aquí. Por favor que me lo traigan aquí. ¿Le podrías decir a mi tía que estoy muy cansada y que he preferido tomarlo aquí?

-Si, señorita.

-Gracias, Rosa.

Adela se quedo allí sentada esperando a que le trajesen el almuerzo, estaba deseosa de empezar a leer el diario de su madre. Lo tenía entre sus manos cuando entro Tomas con el almuerzo.

-Señorita, Adela ¿Se encuentra bien?

-Si, no te preocupes, solo que prefiero quedarme aquí a poner unos asuntos en orden y así aprovechar el tiempo.

-Está bien, le dejo el almuerzo aquí.

-Gracias, Tomas.

Tomas, coloco la bandeja del almuerzo en una mesita junto a la chimenea para que Adela la tuviese cerca y le fuese mas cómodo de tomar y luego la dejo sola. Adela se tomo el almuerzo sin apartar la mirada del diario. En cuanto acabo, aparto la mesita y se dispuso a leer.

“Esa noche los cuatro habían salido al teatro, se representaba la última obra de un gran compositor de moda de la época. Después de esta, irían a un buen restaurante a disfrutar de una de las cenas más deliciosas probadas por Cristina. Todo iba bien, hasta que ella coincidió con un caballero y entablo conversación en privado.

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Para explicar todo, comencemos por el principio. Todo comenzó esa mañana. Cristina bajo temprano al vestíbulo del hotel preguntando donde podía encontrar a un médico, el recepcionista, muy amable le indico una dirección y ella salió sin que nadie lo supiera. Tomo un coche y le indico la dirección, al llegar le dijo que la esperase, que no tardaría mucho. Su entrada y salida del hotel solo duro una hora y Eduardo no se entero, cuando llego se fue directa al salón a desayunar y allí se encontró a los tres sentados en una mesa. Se disculpo alegando que se había entretenido en el paseo de la mañana y todos dieron por hecho que venía de él. Cristina y Angelina, pasaron la mañana viendo algunos de los museos más destacados de la ciudad, mientras que Eduardo y Sebas mantenían reuniones con los asociados. Llego la noche y todos se prepararon para ir al teatro, Cristina estaba feliz esa noche, esperaba impaciente darle una noticia a Eduardo pero aun necesitaba la confirmación del médico, por eso prefirió guardar el secreto hasta saber con certeza si eran verdad sus sospechas. Después, en el restaurante cuando todos estaba cenando Cristina tubo un encuentro con un caballero en privado, era el médico. Habían coincidido esa noche y al verle no había dudado en ir a pedirle si podía decirle los resultados de las pruebas, no podía esperar hasta el día siguiente. Fue su mayor error, Eduardo interpreto este encuentro como otra cosa y por más que intentaron explicarse el caballero y ella, el no entraba en razones. Ella intento explicarle que era el médico al que había ido para hacerse unas pruebas ya que creía que estaba en cinta. Allí mismo le dijo que le había engañado con él y que el hijo que esperaba no era de él, si no del otro. Se produjo un gran revuelo en el restaurante, Eduardo se volvió loco y propuso un duelo al médico, el cual acepto por su honor.

Al día siguiente, de madrugada, se produjo la destrucción de sus vidas. Eduardo acompañado de su hermano Sebas, como padrino, fue a batirse con el médico, en una hora toda había acabado. En el hotel estaban Cristina y Angelina esperando temerosas del desenlace, cuando vieron abrirse la puerta y ver entrar a los dos. Ninguno de los dos dijeron nada, solo que se marchaban del hotel y volvían a casa.

A partir de ese día, Eduardo cambio su actitud ante Cristina, ya no la miraba como antes, no podía creer que el hijo que esperaba fuera suyo por mucho que ella le dijera que era de él”

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Adela cerró el diario con lágrimas en los ojos, no podía seguir leyendo más del diario “¿Qué es lo que hiciste, padre?” En ese momento, un jarrón con rosas cayo al suelo rompiéndose justo a su lado, sintió el olor fuerte a rosas y al ir a recogerlo vio a su lado una imagen. Por primera vez vio a su madre que la sonreía, ¡cuantas veces había soñado ese momento!, estaba tan clara la imagen que incluso podía tocarla.

-Madre, tuviste que sufrir mucho. ¿Amabas a padre?

Cristina asintió con la cabeza sonriéndola y acercando la mano le acaricio la cara. Adela sintió una suave brisa en donde su madre la había rozado con la mano, ¡cuanto deseaba que su madre estuviera de verdad, con ella!, Cerró los ojos por un instante y al abrirlos su madre había desaparecido. Miro por toda la habitación pero ella ya no estaba. Entonces se arreglo un poco y bajo, pensando en dar un paseo para que el aire de la tarde la despejara de todo aquello que la perturbaba. Cuando iba a salir por la puerta se cruzo con Doña Margarita.

-Hola, Adela ¿Descansaste? ¡Vaya cara! Me parece que no te ha sentado nada bien el descanso.

-Hola, tía. No he podido descansar. He estado leyendo el diario de mi madre, ya sé lo que paso. Necesito salir a dar un paseo para que me dé un poco el aire.

-Espera, voy contigo. Cojo mi chal y regreso.

Adela espero a su tía allí mismo, en la puerta. Allí estaba cuando vio a lo lejos que llegaba alguien montado a caballo, bajó los peldaños de la escalera de entrada y se dirigió hacia el visitante. Una sonrisa se dibujo en su cara.

-Creía que ibas a tardar en venir, querido primo.

-No, se lo que me ha hecho volver tan pronto, pero un presentimiento de que algo iba a ocurrir me hizo dejar todo lo que estaba haciendo y dirigirme hacia aquí.

-Me alegra de que estés aquí.

-¡Pero bueno, que ven mis ojos! El hijo prodigo, vino a vernos ¿Cómo tu por aquí? ¿Te has cansado de tus noches de fiesta?

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-Tía, creo que me estoy haciendo mayor. Además, algún día tendría que sentar la cabeza, pero esto es un secreto entre tú y yo, ¿eh? Que no se enteren mi hermano y mi padre si no me pondrán a trabajar con ellos en el negocio familiar.

-¿Y que tienen de malo el negocio?

-Mmm, nada, pero prefiero tener mis propios negocios. Y bien, creo que las he interrumpido el paseo, ¿puedo acompañarlas?

-No seas tonto, Felipe, ¡claro que puedes! ¿Verdad, Adela?

-Por supuesto que puedes.

-Además Adela está un poco indispuesta, esta tarde.

-¿Y eso? ¿Ha ocurrido algo?

-Vamos a pasear y vamos informándote de todo lo que está pasando, aquí en la mansión.

Mientras los tres paseaban por los jardines, Adela y Doña Margarita ponían al día de lo que había pasado en la mansión y lo que había averiguado Adela por el diario de su madre.

-Pero entonces, tu padre ¿estaba equivocado? Tú eres su hija.

-Si, pero él no lo quiso ver, repudio a mi madre y luego mas tarde a mí.

-Yo creo que mi hermano, si lo vio. Pero la culpo por lo del duelo, pero su orgullo no la hizo perdonarla, sabes Adela, Eduardo amaba con toda su alma a Cristina y sé que ella también le amaba a él, pero aunque ella hizo todo lo que pudo para acercarse a el, el recuerdo de haber matado a un hombre por un arrebato de rabia, hizo que no la pudiera perdonar, ni perdonarse a sí mismo.

-¿Y Adela? ¿Qué tenía que ver en todo aquello, ella?

-Ella, era el fruto de ese amor, Y cada vez que la veía, veía en ella a Cristina.

-¿Y ahora? ¿Qué vas hacer?

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-Tengo que volver a la buhardilla.

-Hija, ¡tu estás loca! ¿Y cómo lo vas hacer?

-Tía, ellos se están poniendo en contacto conmigo. Algo tengo que hacer por ellos.

-Adela, yo te ayudare.

En ese momento llego Tomas con un telegrama.

-Señorita Adela, llego esto para usted.

-Gracias, Tomas.

-Pero ¿Qué significa esto?

Adela mostro el telegrama a Felipe que inmediatamente lo cogió y comenzó a leerlo.

-No puedo creerlo. No sabía nada, en serio. Esto lo han hecho a espaldas mías.

-No me tengáis en suspense, ¿Qué pasa?

-Mi tío, quiere ser mi albacea de la herencia. Alegando que soy mujer y no estoy casada.

-¡Pero esto es intolerable! Mi hermano se ha pasado.

-Sabía que a mi tío no le había gustado que mi padre me hubiese dejado todo, pero llegar a esto. Y Manuel, el es el que más me ha decepcionado, me engaño desde el principio ¿Qué pretendía? Pues no saben quién es Adela Roquetar, no he llegado a donde estoy simplemente por mi cara bonita. He luchado y he manejado a hombres de negocios más astutos que ellos y he podido con todos.

-¡A si se habla!

Dijeron Doña Margarita y Felipe al mismo tiempo. En ese momento los tres se miraron y comenzaron a reírse.

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Los días pasaron en La Mansión Roquetar, los trabajadores que Adela esperaba comenzaron a llegar y a darle vida. Los criados no paraban en ir y venir de un sitio para otro atendiendo a los invitados y acomodándolos en sus habitaciones, nunca habían visto a tantos en ella.

-Tomas, que todos queden instalados en sus habitaciones.

-Si, señorita. ¿Vendrán mas invitados?

-Creo que faltan por venir dos más.

Adela fue recibiendo a cada uno de ellos, a dos de sus costureras, Rebeca y Lucia, su secretaria, Cristina y a Leo, su abogado.

-Gracias por venir. Necesito que estéis aquí, por un tiempo, más concretamente, un año, pasaremos las oficinas aquí.

-¿Cómo es eso? ¿Debemos estar aquí? ¿Quién llevara las cuentas de las tiendas?

-Las llevaremos desde aquí. Yo no puedo salir de aquí, es algo que estipulo mi padre en el testamento.

-¿Podría leerlo, Adela?

-Si, Leo, Luego te lo daré, para que me des tu opinión, ya que tengo que consultarte algo.

En ese momento bajaba Felipe de su habitación.

-Buenos día querida prima, ya veo que han empezado a venir tus primeros invitados.

-Ah, hola Felipe. Ven, te voy a presentar.

-Encantado, Vamos a desayunar, supongo que aun no habrán tomado nada.

-Pues la verdad es que no. Muy amable.

-Pues venga, mi tía estará ya allí y se estará preguntando que porque aun no hemos entrado a saludarla.

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-Está bien, entremos. Dejemos que Tomas se encargue de todo.

Cuando entraron a la estancia se encontraron a Doña Margarita sentada en la mesa degustando su desayuno.

-Mmm, buenos días, ya pensaba que me ibais a dejar aquí sola desayunando.

-Tía, aquí te traigo a los nuevos miembros de la mansión.

-Encantada de conoceros a todos, ¡venga, todos a sentarse que se en fría el desayuno!

Pasaron un rato conociéndose todos y contando anécdotas, de Adela que le habían pasado en sus comienzos. Más tarde, cuando acabaron, Rebeca y Lucia decidieron irse a sus habitaciones a descansar un poco del viaje, mientras que Adela, Leo y Felipe se fueron al despacho para que el abogado revisase la copia del testamento que tenía Adela.

-Aquí tienes, Leo. Mira si mi tío puede obligarme aceptarle como albacea.

-Tranquila, lo voy a leer detenidamente, pero no creo que tengas ningún problema. Lo leeré y ya te diré.

-Vale ahora te dejamos aquí tranquilo. Felipe y yo debemos solucionar algo.

-¿A si?

Adela tomo del brazo a Felipe y lo saco del despacho a tirones.

-¿Tu no me querías ayudar?

-¿Ahora? ¿De verdad quieres meterte en la buhardilla?

-Oye, si no quieres no me ayudes.

-Que si mujer, Venga, usted delante señorita.

Los dos subieron a la planta segunda y se dirigieron hacia la puerta de la buhardilla, al entrar vieron la estancia tal y como la dejaron Tomas, Manuel y ella el día que salieron precipitadamente de ella. Felipe busco el interruptor de la luz y lo encendió.

-Parece que hubiese pasado un tornado por aquí, ¿Qué ocurrió el otro día?

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-Ven, ayúdame con estos baúles.

-¿De quién son?

-Eran de mi madre.

-¿Y qué quieres encontrar, ahí?

-No sé, el otro día algo hizo que mi padre volviera de…. donde está. Al salir volando los baúles se cayó este colgante. Adela le enseño el pequeño colgante que llevaba colgado del cuello.

-¿Esta es tu madre?

-Si.

-El parecido es increíble.

Estaban los dos tan pegados que en uno de esos momentos el rozo su cara con la de Adela, sin poder evitarlo el junto su boca en la de ella dándole un beso apasionado haciendo que ella se dejara llevar por unos segundos.

-Perdona, ha sido un impulso. No quiero que pienses que quiero tratarte igual que a las otras, algo en mi interior está naciendo por ti, pero si tú no compartes el mismo sentimiento, lo aceptare.

Adela iba a contestarle cuando se volvió a producir un remolino de polvo alrededor de ellos, esta vez comenzaron a moverse los muebles y todo lo que había cerca de ellos. Felipe intento proteger a Adela, pero algo tiraba de él con todas sus fuerzas para apartarlo de ella. Entre gritos Felipe intentaba decirle a Adela que debían salir de allí pero ella estaba parada en medio de la habitación como si hubiese visto a alguien.

Allí, delante de Adela se había formado un pequeño remolino y dentro de él se iba formando la figura de hombre.

-Padre, ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué no descansas? ¿Qué es lo que no te deja, seguir?

La figura levanto su brazo y señalo con el dedo el colgante que llevaba Adela. Ella se lo quito del cuello y se lo ofreció.

-Padre ¿Qué debo hacer con él?

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Felipe observaba toda la escena detrás de una viga, veía a Adela envuelta en una nube de polvo y enfrente de ella una imagen que la hablaba, tomo aire y se dirigió hacia ella. Como pudo atravesó el remolino y se puso a su lado, ella lo miro y le sonrió cogiéndole de la mano. Ambos pasarían esto juntos. La silueta hizo un ademan con la mano para apartar a Felipe del lado de ella.

-¡No, padre! ¡Por favor, le quiero!

La figura meneaba de un lado a otro la cabeza, todo lo que había alrededor comenzó a elevarse, un taburete que había cerca le dio en el hombro a Felipe que por poco lo derriba, pero ellos dos se agarraron de las manos con más fuerza para que no los separase la fuerza del remolino. En ese momento Adela comenzó a sentir el mismo aroma que sentía al entrar en su habitación y delante de ellos se produjo algo que ni ellos mismos esperaban. El tiempo se paro y en ese momento apareció Cristina, delante de ellos, protegiéndolos de él. Los dos podían tocarla si querían, estaba tan nítida como ellos pero ni lo intentaron, solo se quedaron ahí, mirando

-¡Déjalos, Eduardo! No les hagas daño. ¿No te acuerdas?

La imagen de él fue haciéndose cada vez más nítida, no era como la persona que Felipe recordaba, la de los últimos años, era mucho más joven. Vieron como se acercaba a Cristina.

-¿Cristina? Pero, entonces, ella.

-Ella es tu hija. No te mentí, nunca.

Los dos miraron a Adela y fue entonces cuando Eduardo dijo

-¿Podréis perdonarme las dos? No podre seguir si no se que me perdonáis.

-Yo te perdone hace mucho, solo seguí aquí por Adela, para protegerla.

-Padre, yo te perdono. Ve en paz.

Los dos miraron por última vez a Adela y comenzaron andar sin rumbo, Adela y Felipe vieron como las dos imágenes, cogidas de la mano desaparecían de su vista.

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Mientras, en el despacho, Leo revisaba el testamento. Estaba tomando algunos apuntes en una pequeña libreta para luego explicarle a Adela los puntos a tratar cuando la puerta se abrió.

-¿Quién es usted y que es lo que está haciendo aquí?

-Eso podría preguntarle yo mismo a usted.

-No sea impertinente, joven. Yo soy el abogado de la familia, Don Abelardo Fernández.

Leo se levanto de la silla y alzando la mano para saludar, se presento.

-Yo soy Leo González, abogado de la señorita Adela Roquetar.

-Mmm, veo que no ha tardado en contratar un abogado y dejarme de lado. ¡Pues esto no va aquedar a sí!

-Perdone, pero llevo con la señorita Adela muchos años. Nadie quiere suplantarle. Pero eso debería hablarlo con ella, no conmigo.

-¿Qué es lo que tiene en las manos, joven?

Leo iba a decirle lo que era cuando entraron al despacho, Adela y Felipe.

-Es el testamento de mi padre. Le quería consultar algo a mi abogado sobre él y debía leerlo.

-Creo que tu abogado soy yo.

-Creo que aquí hay una confusión, Don Abelardo. Usted era, el abogado de mi padre, el señor González es mi abogado desde hace muchos años y él se hará cargo de ahora en adelante de todos mis asuntos, tanto el cómo su bufete son actos para llevarlos.

-Bien, ya veo como están las cosas aquí. Sera mejor que me vaya.

Al girarse vio que Adela se puso entre él y la puerta interponiéndose entre su camino.

-¿De verdad pensaba que me iba a quedar quieta y no iba a luchar por lo que es mío?

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-No la entiendo, Adela.

-No se haga el sorprendido. Sé que usted esta confabulado con mi tío y mi primo. Pero que sepan ustedes que voy a luchar por lo que me dejo mi padre, es mi herencia. He luchado toda mi vida por lo que he querido y lo he logrado y ni ustedes ni nadie me lo va a quitar. No saben quién es Adela Roquetar.

Adela lo miro fríamente, una mirada que recordó a Don Abelardo, las miradas de su padre cuando había tomado una firme decisión. Sin decir nada, salió del despacho como si hubiese visto al mismo diablo.

-Bien, creo que has asustado un poco a Don Abelardo.

-No creo que se asuste.

-Según la cara que llevaba, si. ¡A mí me has asustado!

-Felipe, eres un exagerado. Pero no quiero que crean que les tengo miedo. Ahora espero visita de tu hermano o de tu padre.

-Pues ándate con ojo, esos sí que son listos.

-Me he enfrentado a muchos peores que ellos. Bien, vamos a lo que hay. Leo, ¿te has leído el documento?

-Si

-¿Y?

-No pueden hacer nada, si no sales de la mansión durante el año establecido. Aquí no estipula que tengas que contraer matrimonio ni nada de eso, ni que tengas que tener un albacea. Creo que tu padre sabía perfectamente que eras autosuficiente, mira he encontrado algo en uno de estos cajones y perdona que haya estado registrando, pero andaba buscando algo donde escribir y me encontré estos documentos.

Leo le dio un fajo de papeles en los que se encontraba todo un historial sobre ella. La había estado investigando desde que se fue de la mansión, sabía todo sobre ella. Nunca la había ayudado pero sabía que podía sobrevivir ella sola.

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-Mi padre me ha estado investigando todo este tiempo. ¡Ha sabido de mí, siempre!

-Ves, no era tan malo como creías.

-Adela, no sé lo que querrán hacer tu tío y tu primo, pero estate tranquila tu padre lo dejo bien atado.

-Está bien, Leo. Gracias. Pero de todas formas tendremos que estar pendientes.

-Bien, si no dispones mas de mi, iré a descansar un poco. Estoy algo cansado del viaje.

-Si, claro, perdona, Leo, que te haya hecho trabajar el mismo día que has venido.

-Nada, tranquila. No pasa nada. Ahora os dejo. Nos vemos dentro de un rato.

-Si, ve a descansar.

-¿Estas más tranquila? Ya te ha dicho Leo que no debes preocuparte.

-Si lo sé pero tengo una extraña sensación.

-Sera por lo que hemos experimentado hace un rato, tienes que tener los nervios alterados. Vamos al salón y tomemos un té, ya verás cómo te tranquilizas.

Felipe, la tomo del brazo y los dos salieron de la biblioteca en dirección hacia el salón, allí se sentaron en el pequeño sofá que había cerca de los grandes ventanales que daban a los jardines. El sol entraba con suavidad por los cristales haciendo que sintieran una agradable sensación de calor, Felipe se acerco a la campanilla para llamar al servicio y espero a que entrase alguien.

-¿Desea algo, el señor?

Era Rosa, la doncella.

-Si, ¿Podría traernos un te? Por favor.

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-Si, ahora mismo se lo traigo.

-Gracias.

Mientras esperaban vieron desde los ventanales que se acercaba un carruaje.

-¿Quién será?

-¿Tu quién crees?

-¿Tan pronto?

-No pueden dejar pasar el tiempo, Don Abelardo les habrá informado. Debemos estar preparados.

Rosa estaba sirviendo el té a ambos cuando entraron por la puerta del salón Don Sebas y Manuel.

-Hola, querido tío ¿a que es debido su visita?

-¿Recibiste mi telegrama?

-Si

-¿Y?

-¿Y? Que.

-Por cierto, ¿Se puede saber que haces tú aquí, Felipe?

-Yo también me alegro de veros, padre. He venido a ver a mi prima y a mi tía. No creo que tenga que daros ninguna explicación de lo que haga.

-Bueno, ya hablare contigo. ¿Qué me dices, Adela?

-No tengo nada que decir. No necesito a ningún albacea, se perfectamente administrarme sola. Tengo mi negocio, tengo a un equipo de abogados que me aconsejan mis inversiones, ¿Qué más quiero?

-Eres una mujer sola, necesitas a un hombre a tu lado. Tienes una condición, un titulo.

-Y según usted, ese hombre ¿debería ser? No me lo diga ¿su hijo…. Manuel? Escúcheme, tío y escúcheme bien. Soy la única hija y primogénita de Don

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Eduardo y Cristina de Roquetar, dueña de la Mansión Roquetar y todo lo que la rodea, le guste a usted o no, y ni usted ni nadie me dirá con quien me he de casar nunca, ¡me oye!, ¡jamás!

Don Sebas se fue dirigiendo hacia ella en un arrebato de cólera con la mano levantada dispuesto a todo. En ese momento Felipe salto sobre él y le sujeto el brazo mientras Adela seguía sin alterarse en su sitio.

-¡Padre ni se te ocurra tocarla!

-¡Deja a padre!

En ese momento Manuel se interpuso entre los dos y se produjo un forcejeo. Los dos hermanos se enfrentaron en una pelea, a medida que iba avanzando esta cada vez se hacía más dura entre los dos, Adela corrió para pedir ayuda cuando entro Doña Margarita.

-¿Qué pasa aquí? ¡Quietos, parad! ¡Sebas, para a tus hijos!

Los gritos de Doña Margarita alertaron a toda la mansión que se reunió en el salón, Tomas intento separarlos pero en uno de los movimientos de los dos le propinaron un puñetazo y el pobre Tomas cayó de espaldas dándose en la cabeza, quedando inconsciente. Adela y Margarita corrieron a atenderle mientras los dos hermanos seguían con su disputa, Leo intentaba separarlos pero a él también le propinaron un empujón tirándolo al suelo. Mientras que estaban todos ocupados atendiendo a los afectados por la disputa, Don Sebas veía a sus dos hijos sin reaccionar hasta que se oyó un ruido seco y luego silencio en el salón.

Todos miraron hacia donde estaban los hermanos. Allí, de pie, estaban los dos frente a frente, mirándose. Adela fue hacia ellos y los miro sin saber cuál de los dos iba a caer en cualquier momento, entonces Manuel la miro y cayó a sus pies.

-Noooooooo. ¡Hijo! ¿Qué has hecho?

-Se disparo. Yo no quería. El saco el arma, forcejeamos, se disparo.

Todos rodearon a Manuel que allí, tirado en el suelo espiraba el último aliento.