31
El secreto de Lena Lena era una niña sumamente encantadora, siempre, eso sí, que sus padres fuesen razonables e hiciesen, obedientes, todo lo que ella les pedía. Pero, por desgracia, no lo hacían casi nunca. Si la niña (que por cierto, se llamaba Elena) le decía a su padre: “¡Dame cinco marcos para comprarme un helado grande!”, entonces él contestaba: “No, porque ya te has comido tres y tanto helado te hace daño”. O cuando Lena le decía, con toda amabilidad a su madre: “¡Mamá hazme el favor de limpiarme los zapatos!”, entonces ella contestaba: “¡Límpiatelos tú misma, que ya eres bastante mayorcita!”. O cuando la niña decía: “He decidido que este año en vacaciones iremos a la playa”, entonces los dos anunciaban: “Este año iremos mejor a la sierra”.

El secreto de Lena - Colegio Crisol

  • Upload
    others

  • View
    17

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: El secreto de Lena - Colegio Crisol

El secreto de Lena

Lena era una niña sumamente encantadora, siempre, eso sí, que sus padres fuesen razonables e hiciesen, obedientes, todo lo que ella les pedía. Pero, por desgracia, no lo hacían casi nunca. Si la niña (que por cierto, se llamaba Elena) le decía a su padre: “¡Dame cinco marcos para comprarme un helado grande!”, entonces él contestaba: “No, porque ya te has comido tres y tanto helado te hace daño”. O cuando Lena le decía, con toda amabilidad a su madre: “¡Mamá hazme el favor de limpiarme los zapatos!”, entonces ella contestaba: “¡Límpiatelos tú misma, que ya eres bastante mayorcita!”. O cuando la niña decía: “He decidido que este año en vacaciones iremos a la playa”, entonces los dos anunciaban: “Este año iremos mejor a la sierra”.

Page 2: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Lena estaba convencida de que las cosas no podían seguir así. Por eso un día decidió buscar a un hada… buena o mala, le traía realmente sin cuidado: lo principal era que supiese de verdad hacer magia. Pero ¿dónde encontrar una verdadera hada así, sin más ni más, en una gran ciudad moderna? No es, desde luego, nada fácil.

La niña recorrió un montón de calles descifrando con alguna dificultad (pues aún estaba aprendiendo a leer) los letreros que había en las tiendas y en las puertas de las casas. Allí, por ejemplo, ponía “LANAS OTTO”, o “FRUTAS DEL SUR”, o “DENTISTA”, o “ABOGADO”, o “Masajista diplomada”, o “AURORA- Compañía Fiduciaria S.L.”, o

“GIXLMIPF” (o algo parecido), pero en ningún sitio ponía “HADA”. En lugar de eso, a la vuelta de una esquina se encontró a un policía que en ese momento le estaba poniendo una multa a un coche mal aparcado. Lena se acercó a él y le dijo: - Querría preguntarle algo: ¿dónde hay por aquí una verdadera hada? - ¿Una verdaderada? –preguntó, distraído el policía sin dejar de escribir. - No, un hada… una de ésas que hacen magia –explicó Lena. - ¡Ah…! –dijo el policía-, un hada de las que hacen magia. Espera un momento. Terminó, primero, de escribir, luego colocó la multa sobre el limpiaparabrisas, sacó del

Page 3: El secreto de Lena - Colegio Crisol

bolsillo un pequeño librito y fue pasando hojas mientras murmuraba: - Habitaciones…, Hacienda…, Hachas… ¡ah, aquí: Hadas…! “Francisca Interrogaciones. Asesoramiento en todas las cuestiones de la vida. Todo tipo de magia, maldiciones y desencantamientos a medida. Consultas a cualquier hora del día. Calle de la Lluvia nº 13. Ático”. - ¿Y dónde está la Calle de la Lluvia? –quiso saber Lena. - Sigues por aquí, de frente, coges la segunda calle a la izquierda, luego cruzas por el paso subterráneo, tomas la siguiente calle a la derecha, luego vuelves a hacer todo exactamente igual a la inversa y das tres vueltas sobre ti misma –le explicó amablemente el policía-. Pero quizás sería mejor que te llevaras un paraguas - Gracias –dijo Lena, y se puso en camino.

Siguiendo las precisas indicaciones, pronto encontró la calle que buscaba, y que era fácil de reconocer porque en ella, efectivamente, siempre estaba lloviendo, Lena, que no llevaba paraguas, estaba hecha una chupa cuando por fin llegó al número 13. Había que reconocer que era una casa bastante extraña, pues solamente constaba de una escalera al aire libre, y cinco plantas. Arriba del todo había un ático, sostenido de alguna manera encima de la escalera. Lena subió y llegó a la puerta de una vivienda en la que se veía una placa de latón con la siguiente inscripción:

El que haya venido a verme, Se encuentra en el sitio apropiado.

Pase sin llamar.

Page 4: El secreto de Lena - Colegio Crisol

- ¿Cómo pudo saber el hada –se preguntó Lena- que venía a verla? ¡Bueno, porque es un hada, claro! Y entró sin llamar. A punto estuvo de caer en el agua, pues ante sus pies había un lago de color azul celeste. A lo lejos se divisaba una isla. Por suerte, muy cerca de la orilla en la que ella estaba se mecía una barca. Lena se subió a ella y la barca se puso en marcha sin necesidad de remar (además, tampoco había remos). Aumentó la velocidad y las olas que levantaba la proa comenzaron a salpicar a izquierda y a derecha como si fuera una motora (aunque un motor tampoco había). Los cabellos de Lena flotaban al viento. Pocos minutos después, la barca atracaba ya en la otra orilla de la isla y la niña saltó a tierra. Allí

la playa se convirtió de pronto en el suelo de una habitación, con alfombra y todo, y en aquella habitación, sentada a una mesita redonda de tres patas, había una mujer tomando café. Por lo demás, la habitación estaba bastante oscura, pues sólo la iluminaban un par de trémulas velas que había en los candelabros de las paredes. A través de la ventana brillaba la luna llena. Un reloj de cuco dio las doce, sólo que el cuco que salía de la casita no era un cuco, sino un búho que graznó doce veces “¡Uhu!, ¡uhu…!” - Siéntate conmigo, pequeña –dijo el hada-, ¡y habla! - ¿Cómo es ya tan tarde? –preguntó Lena. - Es medianoche –contestó el hada- porque aquí siempre es medianoche. No hay ninguna otra hora.

Page 5: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Efectivamente, el reloj, en lugar de todas las cifras, solamente tenía doce veces el doce. - Es muy práctico –explicó el hada- porque, como es sabido, sólo se puede hacer magia de verdad a medianoche. Lo comprendes, ¿no? Lena asintió a medias, pues aquello no lo tenía del todo claro, ni mucho menos. - Bueno, ¿de qué se trata? –preguntó Francisca Interrogaciones. Lena se sentó enfrente del hada, en la silla que había libre junto a la mesita, y la observó detenidamente. En realidad, la mujer tenía un aspecto completamente normal…, como cualquier otra mujer con que uno se cruzara por la calle. A pesar de todo había en ella algo especial, sólo

que Lena en un principio no se dio cuenta. Pero luego sí: el hada tenía seis dedos en cada mano. - No te preocupes por eso- dijo Francisca Interrogaciones, que había advertido la mirada de Lena-; nosotras las hadas siempre tenemos algo un poco distinto a las personas normales y corrientes. ¡Si no, no seríamos hadas! Lo comprendes, ¿verdad? Lena volvió a asentir con la cabeza. - Se trata de mis padres –explicó después suspirando-. No sé qué hacer con ellos. Sencillamente, no quieren obedecerme bajo ningún concepto… - ¡Qué frescos! –opinó el hada poniéndose de su parte-. ¿Qué puedo hacer por ti? - Y es que siempre están en mayoría…-prosiguió Lena- Siempre son dos contra uno. - Contra eso difícilmente se puede hacer nada –murmuró pensativa el hada.

Page 6: El secreto de Lena - Colegio Crisol

- Además, son más grandes que yo –añadió Lena. - Eso sucede con la mayoría de los padres –corroboró el hada. - Si fueran más pequeños que yo –reflexionó Lena en voz alta-, quizá lo de estar en mayoría no sería tan importante… - ¡Sin duda alguna! –intervino el hada. - Por ejemplo, si fueran la mitad de grandes…- propuso Lena. Francisca Interrogaciones juntó sus doce dedos y reflexionó durante un rato con los ojos cerrados. Lena esperó. - ¡Ya lo tengo! –exclamó finalmente el hada-. Te voy a dar dos terrones de azúcar. Naturalmente, están encantados. Échaselos a tus padres, sin que se den cuenta, en la taza del té o café. No sufrirán daño alguno, sólo que, en cuanto se hayan tragado el azúcar, cada vez que no te obedezcan se reducirán a la mitad del

tamaño que tenían antes. Cada vez se reducirán a la mitad. Lo comprendes, ¿no? Y, por encima de la mesa, le tendió dos blancos terrones de azúcar de aspecto completamente normal que había sacado de una caja especial. - Muchas gracias –dijo Lena-. ¿Cuánto cuestan? - Nada –contestó el hada-. La primera consulta es siempre gratis. La segunda, sin embargo, será terriblemente cara. - Eso ya no me importa –aseguró Lena-, porque no necesitaré ninguna segunda consulta. Bueno, pues muchas gracias. - Adiós –dijo Francisca Interrogaciones sonriendo enigmática. Luego se oyó un ruido –“¡flop!”- como cuando se descorcha una botella, y de golpe y porrazo, Lena estaba en el cuarto de estar de su casa. Sus padres también estaban allí, y ni parecían

Page 7: El secreto de Lena - Colegio Crisol

haberse dado cuenta de que su hija había estado fuera. Pero Lena tenía los dos terrones de azúcar en la mano. Y ésa era la mejor prueba de que todo lo anterior no había sido un sueño. La madre entró en ese momento con la tetera y luego volvió a la cocina por el plato de las pastas. El padre, entretanto se fue al dormitorio a ponerse su cómodo batín. Lena aprovechó la ocasión y echó los dos terroncitos de azúcar en las tazas de té de sus padres. Durante unos segundos sintió sus remordimientos de conciencia, pero en seguida los reprimió. “La culpa la tienen ellos mismos”, pensó. “Además, el encantamiento no les hará ningún daño mientras no me lleven la contraria. Y si lo hacen, les estará bien empleado”.

Sus padres se tomaron el té. Lena dijo que ella no quería té, sino un refresco. - Está bien –dijo su madre-, coge uno de la nevera. Hasta aquí todo había ido bien, pero, apenas unos minutos después, su padre dijo que quería ver las noticias en la televisión. Justo, precisamente, cuando Lena quería ver una película de dibujos animados que ponían en la otra cadena. - ¡Pues yo quiero enterarme de las últimas noticias! –dijo el padre cambiando de cadena. De pronto se oyó un “¡pfffft!”, como si se hubiera pinchado la rueda de una bicicleta. Su padre se redujo repentinamente y se quedó muy pequeño, hundido en su sillón. Parecía un liliputiense. Naturalmente, su ropa no se había reducido con él, por lo que ahora su cómodo

Page 8: El secreto de Lena - Colegio Crisol

batín y sus pantalones, y su camisa, y su corbata… le sobraban por todas partes. Antes medía 1.84 y ahora ya sólo medía la mitad, o sea, 92 cm. Pueden imaginar la cara de perplejidad que puso. - ¡Por el amor de Dios, Kurt! –exclamó la madre-. ¿Me quieres decir qué te pasa? - No tengo ni idea –contestó el padre-, pero de alguna manera me siento raro. - ¡Si es que de pronto te has quedado muy pequeño, Kurt! –le explicó la madre. - ¿De veras? –preguntó el padre sin podérselo creer- ¿Cómo de pequeño? - La mitad que antes, por lo menos –declaró la madre. El padre fue a mirarse al espejo del vestíbulo, a convencerse por sí mismo. Arrastraba toda la ropa, y el espejo ahora le quedaba demasiado alto, por lo que la madre tuvo que auparlo.

- ¡Es verdad! –murmuró mientras se observaba-. Esto me resulta de todo punto inoportuno. ¿Qué van a decir los compañeros de mi oficina? Justamente ahora que me iban a ascender a jefe de departamento… Lena, que hasta ese momento había hecho el máximo esfuerzo por contenerse, ya no pudo resistir más y estalló: se retorcía de risa en el sofá. - ¡No creo que sea precisamente motivo de risa! –dijo muy seria su madre, mientras volvía con el padre y lo sentaba en su sillón-. Esto es muy grave. Tal vez se trata de una enfermedad. Tenemos que llamar inmediatamente al doctor. - No –contestó Lena, que apenas podía hablar de la risa-, no es ninguna enfermedad. - ¡Anda! ¿Qué entenderás tú, descarada? –replicó su madre dirigiéndose hacia el teléfono. - ¡No! –gritó Lena- ¡No, no y no! ¡Yo no quiero que venga el doctor!

Page 9: El secreto de Lena - Colegio Crisol

- ¡Lo que tú quieras o no ahora no nos interesa! –dijo indignada la madre-. ¡Ahora lo que importa es tu pobre padre! Cuando iba a descolgar el auricular se oyó un “¡pfffft!” igual que el de antes y la madre se redujo también de tamaño, hasta que la ropa le quedó colgando por todas partes. Antes medía 1.68 y ahora ya sólo 84 cm. - Pe… pero ¿cómo puede…? –fue todo lo que logró articular antes de desmayarse. El padre se tiró de su sillón de un salto y la recogió en sus brazos en el último momento. Si no llega a hacerlo, se podía haber pegado un buen batacazo contra el suelo y haberse hecho daño, aunque, desde luego, ahora ya no podía caer desde muy alto… - ¡Hilde! –exclamó el padre dándole cachetitos en las mejillas-. ¡Vuelve en ti, tesoro!

Ella abrió los ojos y s ele llenaron de lágrimas. - ¡Ay, querido! –sollozó-, ¿quieres decirme cómo voy yo a hacer la compra ahora? ¡Qué pensará la gente! - Bueno, por lo menos ahora los dos volvemos a tener un tamaño proporcionado –dijo el padre en un intento de consolar a su mujer-. Algo es algo. - Pero ¿qué ropa me voy a poner? –se quejó la madre-. ¡Incluso las cosas de Lena me quedarán demasiado grandes! - Ya encontraremos una solución, tesoro –dijo el padre dándole un beso para que se tranquilizara-. Todo se arreglará. Tenemos que estudiar la situación a fondo. Seguro que algo se nos ocurrirá. La madre se enjugó las lágrimas y miró agradecida a su pequeño marido, que incluso

Page 10: El secreto de Lena - Colegio Crisol

en aquella situación tan inusitada era capaz de mantener la calma. - ¿Cómo habrá podido ocurrir esto así, tan de repente, Kurt? - Buena pregunta –dijo el padre rascándose la barbilla. - Ha ocurrido –dijo Lena- porque no me han hecho caso. Los padres la miraron con cara de incredulidad. - ¿Qué has dicho, niña? –preguntó la madre. - Es cosa de magia –explicó Lena-. Pero si hacen todo lo que yo les diga y no me llevan jamás la contraria, no les volverá a pasar nada. - Eso –dijo el padre- es imposible. No son más que majaderías. Vivimos en el siglo de la ciencia. De modo, Lena, que si has sido tú la que ha preparado todo esto, ya puedes irlo arreglando inmediatamente.

- Ustedes mismos tienen la culpa –contestó, inflexible, Lena-. ¿Por qué no hacen nunca lo que yo quiero? Los padres se miraron entre sí. - Parece –dijo el padre- que efectivamente ha sido ella. - ¿No te da vergüenza? –exclamó la madre-. ¡Una niña bien educada no hace esas cosas! Lena se echó a reír de nuevo. - Les voy a hacer una fotografía –dijo-. Como recuerdo para el álbum familiar. - ¡De ninguna manera! –se negó en redondo el padre- ¡con mi cámara de fotos desde luego que no! - Deja eso, ¿me oyes? –dijo la madre apoyando a su marido-. ¿Qué pretendes? ¿Qué todo el mundo se ría de nosotros?

Page 11: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Volvió a oírse aquel peculiar sonido -“¡pfffft!”- y los padres se redujeron nuevamente a la mitad del tamaño que en ese momento tenían. Ahora el padre ya sólo medía 46 cm., y la madre 42. - ¿Lo ven? –dijo Lena-. Eso es a lo que se exponen. Será mejor que de ahora en adelante no me vuelvan a llevar nunca la contraria. Los padres enmudecieron, sin poder salir de su asombro. Lena cogió la cámara de su padre y les sacó una foto. - Y ahora –declaró- les permito que vean conmigo la película de dibujos animados. Aunque para eso realmente son un poco pequeños. Los padres dejaron correr la cosa sin hacer objeción alguna. El padre intentó decir algo un par de veces, pero en seguida la madre le dio

con el codo y le puso el dedo índice en los labios. Aquel día, para cenar, hubo sólo galletas y leche que Lena fue a buscar a la nevera. Al fin y al cabo, los padres ahora no necesitaban mucho, y Lena, por su parte, con eso ya tenía más que de sobra. El resto de la tarde-noche transcurrió más bien pacíficamente, pues los padres se sometieron sin objeción alguna a todo lo que Lena ordenó…, incluso cuando se trató de jugar al “Quartett” aunque, obviamente, para el padre y la madre las cartas eran demasiado grandes. ------------------- N. de T.: “Quartett”: juego de cartas, especialmente para niños, en el que cada

Page 12: El secreto de Lena - Colegio Crisol

jugador tiene que juntar cuatro cartas iguales a base de acertar las que tienen los demás jugadores.

Finalmente. Lena decidió que ya era hora de irse a dormir. - Ahora se tienen que ir a la cama –dijo-, pero de ahora en adelante en la cama grande de matrimonio dormiré yo. - ¿Y nosotros? –preguntó la madre. - Ustedes dormirán en mi cochecito de muñecas –decidió Lena. - ¡De eso nada! –exclamó el padre poniéndose colorado-. ¡Nadie me puede exigir una cosa sí! ¡Yo soy un hombre adulto! ¡No tolero que nadie me obligue a hacer eso! - ¡Esto el colmo! –dijo la madre defendiendo a su marido- ¡No puedes hacernos una cosa así, hija! ¡Esto ya está llegando demasiado lejos!

De nuevo se oyó el susodicho ruido -“¡pfffft!”- tras el cual el padre ya sólo medía 23 cm. y la madre 21 cm. Lena fue por su osito Teddy, y su tigre de peluche, y su marioneta y su elefante… y los trasladó a todos a la cama de matrimonio; luego cogió a su padre y a su madre y los metió en su cochecito de muñecas. - ¡Buenas noches! –dijo tapándolos bien a los dos-. Y ahora a dormir, ¿entendido?

También ella se fue a la cama, aunque sin haberse lavado las manos ni los dientes, pues esas cosas ahora ya sólo las decidía ella misma. Se acomodó entre todos sus muñecos, y satisfecha, se durmió. Hasta el último momento no dejó de oír nerviosos cuchicheos en el cochecito de muñecas.

Page 13: El secreto de Lena - Colegio Crisol

En mitad de la noche la despertó una tormenta. Se sucedían unos truenos y unos relámpagos terribles, y a Lena le hubiera gustado poder meterse con sus padres en la cama para sentirse más segura, pero arrebujarse ahora en el cochecito de muñecas con sus padres era completamente imposible por mucho que quisiera. Además, con unos padres tan diminutos, no se habría sentido ni un poquito más segura siquiera. Se vio terriblemente sola y dejó rodar unas lágrimas sobre la almohada. Pero a la mañana siguiente el sol volvió a brillar y todo quedó olvidado. Lo primero que hizo fue ir a mirar al cochecito de muñecas. Pero sus padres ya no estaban allí… Habían atado todos los pañales de muñeca que habían podido encontrar, y utilizándolos a modo de escalera de cuerda, se habían descolgado hasta el suelo y habían huido. Lena buscó por toda la habitación llamándolos:

- ¡Eh, papá, mamá! ¿Dónde se han metido? Al cabo de un rato, oyó en alguna parte un cuchicheo muy, muy bajito. Sonaba en el rincón del sofá. Se fue hacia allí y levantó todos los cojines, pero allí no había nadie. Se agachó, miró debajo del sofá y allí los descubrió a ambos, apretados contra el último y más oscuro rincón. - ¡Salgan de ahí inmediatamente! –les ordenó Lena, autoritaria-. No voy a hacerles nada- añadió luego algo más amable. - No –oyó que decían los dos al unísono-, que nos das miedo. De aquí no salimos. Y entonces volvió a oírse –sólo que esta vez mucho más bajito- el peculiar “¡pfffft!” que indicaba que sus padres habían vuelto a quedar reducidos a la mitad del tamaño que tenían antes.

Page 14: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Lena se fue a la cocina por una escoba y escarbó y escarbó debajo del sofá con el mango, para obligar a sus padres a que salieran. Inmediatamente vio cómo dos salían corriendo por la alfombra e intentaban buscar refugio debajo de la cómoda. El padre ahora ya sólo medía 11 centímetros y medio, y la madre 10 y medio. Ambos se habían envuelto en unos pañuelos, a modo de vestidos. - Está bien –dijo Lena-, como ustedes quieran. Entonces desayunaré yo sola. Se fue a la cocina, sacó sus cereales y les añadió la leche que quedaba. Luego se sentó a desayunar, aunque sin olvidarse de poner en el suelo un platito con cereales para que sus padres también tuvieran algo que comer. ¡Y es que Lena era una niña muy previsora!

Después se vistió –de nuevo sin haberse lavado antes- y se fue a la escuela. Dejó la puerta abierta, igual que hacía siempre. Naturalmente, no les contó nada de esto ni al maestro ni a los demás niños. Cuando a mediodía regresó, el platito que había dejado en el suelo de la cocina se lo habían comido. Pero a sus padres no se les veía por ninguna parte. Para comer, Lena se abrió una lata de sardinas. Algo nada fácil al parecer, pues se hizo tal corte en el dedo con la lata que comenzó a salirle sangre. Corrió por el piso de un lado a otro chillando: - ¡Papá! ¡Mamá!

Page 15: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Tenía miedo de desangrarse. Finalmente, su madre salió titubeante de detrás de unos libros que había en el suelo. El padre la siguió a cierta distancia. Y es que ninguno de los dos podía soportar el llanto de su pobre hijita. - ¿Te has hecho daño? –preguntó su madre. Lena le enseñó el dedo que sangraba y lloriqueo. - Vete rápidamente al baño –dijo su padre- y deja que te caiga el agua encima de la herida. - Luego coge el botiquín que hay en el armarito blanco y tráelo –añadió su madre. Lena se apresuró. Como eran tan pequeños, sus padres tuvieron que hacer denodados esfuerzos para, juntando sus fuerzas, preparar un esparadrapo y

ponérselo a su hija en el dedo. Les faltó un pelo para quedarse pegados en él. - Y ahora –dijo el padre una vez que terminaron de ponérselo y ya sin resuello –podrías ser tan amable de acabar de una vez con esta locura y devolvernos a nuestro tamaño normal. Yo tengo sentido del humor, pero me parece que ya es suficiente… - No puede ser –explicó Lena-; aunque quisiera hacerlo, no sé cómo. Y entonces les contó que había ido a casa de Francisca, que les había echado el azúcar en el té y todo lo demás. - ¡Vaya un hada! –exclamó su madre-. ¡Te digo yo que esa persona no es de fiar! ¡No irás a verla nunca más!, ¿me oyes? - Pero entonces no deberán llevarme la contraria nunca, nunca, nunca más –sentenció

Page 16: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Lena-. De lo contrario, se volverán cada vez más pequeños aún y al final desaparecerán del todo. - ¡Imposible! –aseguró su padre-. Si cada vez nos quedamos reducidos a la mitad de lo que éramos, jamás podremos desaparecer del todo. Eso está científicamente demostrado. Puede que lleguemos a tener el tamaño de un átomo, pero siempre quedará algo de nosotros. - Probablemente tengas razón –terció la madre-, pero ¿qué será entonces de Lena? ¿Quién cuidará de ella? - Buena pregunta –dijo el padre, como solía decir siempre que no tenía respuesta. En ese momento, llamaron al timbre de la puerta. - Será Max, que viene a jugar –dijo Lena. - ¡Por todos los santos! –exclamó su padre- ¡Nadie debe vernos así! ¡No debes decírselo a nadie! ¿Lo has entendido, hija mía? - ¡Claro! –contestó Lena-. Escóndanse por ahí.

Se fue hasta la puerta y abrió. Allí estaba Max, su amigo. Tenía aproximadamente la misma edad que ella y llevaba un aparato en la boca porque tenía los dientes algo salientes. - Mira lo que me han regalado –dijo Max enseñándole un gatito negro que llevaba entre sus brazos-. Se llama Zorro. Podemos jugar con él. - ¿Es gato? –preguntó Lena. - Naturalmente –contestó Max-; si no, no se llamaría Zorro. Se fueron al cuarto de estar. - ¿Estás tú sola? –quiso saber Max- ¿No están tus padres en casa? - Nnnn…, ssss… -tartamudeó Lena-, se… se han ido a visitar a unos amigos.

Page 17: El secreto de Lena - Colegio Crisol

- Pero su ropa está por ahí tirada… - Es que se cambiaron rápidamente, tenían mucha prisa. Además eso a ti no te importa. Max dejó en el suelo a Zorro, que en seguida comenzó a olisquear por todas partes. - Bueno, ¿qué me dices? –preguntó orgulloso Max-. ¡Tú no tienes nada así! - ¡Tampoco quiero tenerlo para nada! –replicó Lena. - Es un gato estupendo –explicó Max-, de una raza muy especial. - Ah, ¿sí? –dijo Lena-. Pues a mi me parece absolutamente normal y corriente. - Por eso precisamente se llama Zorro –continuó diciendo Max-. Mira, mira qué bigotes tiene …Es algo único. Lena no pudo soportarlo más. - Pues yo tengo algo mucho mejor –dijo.

- ¿Algo mejor? –preguntó Max sentándose en el suelo junto a su gato y jugando con él-. Eso no me lo creo. Te dejo que lo toques. Estando yo, no te hará nada. - Tengo algo mucho, mucho, mucho mejor –repitió Lena. - ¿El qué? –quiso saber Max. - No te lo digo –respondió Lena acordándose de su promesa. - Entonces seguro que no será nada del otro mundo –dijo Max con arrogancia, tambaleándose boca arriba y poniéndose a Zorro encima de la tripa. - Algo muy, muy, muy especial –replicó furiosa Lena-. Mucho más especial que un gato. - ¡Pues entonces di qué es! - ¡No! - ¡Eres tonta! - ¡Tú si que eres tonto! - ¡No tienes nada de nada! - ¡Si qué lo tengo! - ¿Se puede saber de una vez qué es?

Page 18: El secreto de Lena - Colegio Crisol

- Enanos –dijo Lena. Ya lo había soltado, aunque realmente no quería. Max la miró chupeteando su aparato corrector. - ¡Tonterías! –dijo finalmente-. ¡Eso no existe! - ¡Sí qué existe! –contestó Lena. - ¿Y cómo son de grandes? –quiso saber Max. Lena se lo indicó con los dedos pulgar e índice. - ¿Y están vivos de verdad? –preguntó inseguro Max. - Mmmmmm –dijo afirmativamente Lena. Max miró por toda la habitación. - ¿Y dónde están? - Se han escondido –declaró Lena-. Antes estaban aquí. Hemos estado hablando.

Max se rió burlón. - Ya comprendo… Y luego te han regalado una corona y una cadena de oro… Todo invisible, claro. En ese momento Zorro pegó un salto y se metió como un rayo debajo del sofá. Allí lo oyeron gruñir y bufar, luego sonó como una especie de “¡Zis, zas!”; el gato soltó un lastimero “¡Miau!” y salió visiblemente cariacontecido. Ya no tenía bigotes. Max lo cogió entre sus brazos. - ¿Quién te ha hecho esto? –exclamó furioso-. ¡Mi pobre Zorro! - Han sido mis enanos –contestó triunfal, Lena-. ¡Tú mismo lo has visto! ¡Son bastante peligrosos!

Page 19: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Max palidecía por momentos. Murmuró algo así como que aún tenía que hacer unos deberes y le entraron de repente prisas por marcharse. Una vez que se fue, Lena les dijo muy orgullosa a sus padres: - ¡Le han dado una buena lección! ¡Qué pote se da con su estúpido gato…! Sus padres salieron de debajo del sofá. En sus rostros aún se podía leer el miedo que habían pasado. - Pero ¿cómo has podido permitir que entrara aquí un gato? –exclamó su madre-. ¡Le ha faltado un pelo para comernos! - Eso nunca lo hubiera hecho –repuso Lena. - ¡Sólo porque yo, afortunadamente, me había llevado a rastras hasta allí las tijeras del botiquín! –dijo su padre, visiblemente

indignado-. Tenía una especie de presentimiento de que nos iban a hacer falta. Sin esa arma hubiéramos estado perdidos. - ¡Pero si los gatos no se comen a las personas…! –objetó Lena. - Quizá nos ha tomado por ratones –dijo su madre. Lena entonces se asustó un poco. - Quieren decir que Zorro podía haberlos comido por equivocación? - Por equivocación o a propósito –contestó su padre-, el caso es que nos habría comido si no nos hubiéramos defendido Lena se imaginó lo que los demás niños de la escuela le dirían si se corriera la voz de que un gato se había comido a sus padres. Todos se reirían de ella.

Page 20: El secreto de Lena - Colegio Crisol

- Y a ti –dijo su madre- naturalmente te habrían tenido que llevar a un orfanato. ¿Te das cuenta? Lena entonces se echó a llorar. - ¡Pero yo no quiero ir a un orfanato! - Si no quieres ir –aseveró su padre-, sólo hay una solución: tu madre y yo tenemos que recuperar nuestro tamaño normal. Pero eso ahora tampoco lo quería Lena. - Se me ocurre algo mejor –dijo. En el cuarto de estar había una vitrina en la que se guardaban toda clase de recuerdos, así como valiosas copas y figuras de porcelana. Por ejemplo, un gordo Buda que asentía con la cabeza cuando se le movía; una bola de cristal con Venecia dentro, en la que nevaba si uno la agitaba; una jardinera con una cesta de flores;

el primer premio que le habían dado a su padre en el club de ajedrez de Königspring, en forma de caballito dorado… Y Lena colocó allí dentro a sus padres. - Aquí estarán seguro –les dijo-, pero tengan cuidado de no tirar algo y romperlo. Si viene alguien, tienen que hacer como si fueran de porcelana. Dicho esto, cerró la puerta de cristal. Sus padres gesticulaban desesperados, pero ya no se les oía. Lena se fue a la cocina, y con un tenedor, fue sacando las sardinas de la lata medio abierta, pues tenía hambre. Y puso la radio. - ¡Hola, Lena! –dijo una voz de mujer-. Te habla Francisca, ¿me recuerdas? Francisca Interrogaciones, el hada. Si por algún motivo tuvieras que buscarme, has de saber que he cambiado de casa. Ahora vivo en la Calle del Viento nº 7, en el sótano. Si necesitas una

Page 21: El secreto de Lena - Colegio Crisol

segunda consulta…, bueno, ya te dije que te costaría bastante. Pero tendrás que decidirte pronto o será demasiado tarde. Fin del mensaje. Lo que luego venía era una aburrida música. Lena apagó la radio, y pensativa, se hurgó la nariz con el dedo. Aquello ya comenzaba a resultarle desagradable. Pero tenía muy clara una cosa: una segunda consulta era completamente innecesaria. Jamás volvería a ir a verla. En este punto coincidía por una vez con su madre. Además, Lena no tenía ni idea de dónde buscar la Calle del Viento. Fuera hacía buen tiempo. Lena salió corriendo, cerró la puerta de casa y se fue al parque infantil con los otros niños, que jugaban en alegre bullicio. Poco después, ya se había olvidado de todo aquel desagradable asunto.

No se volvió a acordar hasta que regresó a su casa a eso de las siete y llamó al timbre. Naturalmente, nadie pudo abrirle, pues sus padres estaban encerrados en la vitrina… y a Lena ni se le había ocurrido llevarse la llave, pues nunca antes había tenido que hacerlo.

Ahora si que sentía miedo. Se sentó en la escalera y rompió a llorar muy bajito, para sí, a pesar de que aquello tampoco le sirviera de mucho. Se imaginó que tendría que pasarse allí toda la noche completamente sola y abandonada, y le dio mucha, mucha, mucha pena de sí misma. Ni siquiera llevaba un pañuelo para limpiarse la nariz. Tenía hambre, pero, en cualquier caso, tampoco habría nada de comer, pues su madre ya no podría cocinar, no ahora ni nunca.

Page 22: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Tampoco tenía dinero para comprarse nada, aparte de que a esas horas todas las tiendas estaban ya cerradas… En resumen, ¡una auténtica y tremenda desgracia! La culpa de todo la tenían única y exclusivamente su padre y su madre, pues si hubieran hecho siempre lo que ella les había exigido, aquello jamás habría llegado tan lejos.

En ese momento, una ráfaga de viento introdujo por la ventana de la escalera, que estaba abierta, un trozo de papel, que después de unos cuantos revoloteos, fue a aterrizar junto a los pies de Lena. Vio que tenía algo escrito, lo cogió del suelo y lo leyó letra por letra:

Venga, venga, ahora ya está bien. Tú misma sabes bien que eso no es cierto.

Tus padres, de verdad, no pueden hacer nada,

Así que vente y hablaremos del asunto ¿Quién había escrito aquello? Lena le dio la vuelta a la hoja y vio que en la parte de atrás ponía:

Haz un avión con esta hoja Y síguelo

Lo comprendes, ¿no? Date prisa.

H.F.I. H.F.I. sólo podía significar Hada Francisca Interrogaciones. Y la frase de “Lo comprendes, ¿no?” también hacía pensar que era ella la que había mandado aquel mensaje. Lena se sintió inmediatamente aliviada. Dejó de sollozar, hizo un avión con la hoja lo mejor que pudo (no demasiado bien, pues, con las prisas, se puso muy nerviosa), bajó a la calle y lo echó a volar.

Page 23: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Un viento lo recogió y se lo llevó consigo; tan pronto volaba muy alto como caía en picado, pero, en esta última caso, siempre lograba remontar sin tocar el suelo. Lena iba corriendo tras él. Afortunadamente (¿o era quizá una misteriosa providencia?) la mayoría de las veces el avión volaba en círculo muy por encima de las cabezas de la gente, sobre todo en los cruces de las calles; de no haber sido así, seguro que la niña hubiera cruzado la calle corriendo imprudente detrás de él, sin fijarse en los coches. Pero, en definitiva, no le pasó nada, sólo un par de veces en que pisó un charco o, en su carrera, fue a chocar contra algún peatón que la increpó mientras ésta desaparecía. Se fue haciendo poco a poco de noche, y Lena aún seguía detrás del avión. Éste giraba de

improviso en una calle o en otra, y cuando su perseguidora no era capaz de seguirlo de cerca, la esperaba planeando y volando en círculo hasta que ella lo volvía a ver. Lena ya sentía punzadas en el costado y resoplaba como una locomotora, pero no se rindió. Las calles se fueron volviendo cada vez más oscuras y silenciosas. Al final, ya no se veía ni un alma por ninguna parte, el viento soplaba cada vez más fuerte, silbaba y daba verdaderos bufidos, llevando literalmente en volandas a la niña. Finalmente, Lena a punto estuvo de darse de narices contra una puerta que, por lo que pudo juzgar en medio de la oscuridad, no pertenecía a ninguna casa. La puerta estaba allí así, sola, y en el dintel aparecía un gran número 7 pintado de color

Page 24: El secreto de Lena - Colegio Crisol

negro. Debajo había una placa de latón con la siguiente inscripción:

A la segunda consulta, Si lo tienes a bien.

La puerta se abrió por sí sola y una ráfaga de viento empujó a Lena dentro. Bajó a trompicones unos cuantos escalones que conducían al sótano, y cuando llegó abajo, a punto estuvo de resbalar, pues se encontró con una capa de hielo lisa como un espejo. El lago, que ya conocía de la primera visita, también estaba allí esta vez, pero ahora helado. La barca también aparecía, pero ahora inmovilizada. Allí era invierno, y los alrededores conformaban un paisaje nevado. Esta vez Lena tuvo que recorrer a pie el largo camino hasta la isla, y además con mucho cuidado, paso a paso, no sólo por lo resbaladizo

que era, sino también porque no sabía si el hielo sería capaz de resistir su peso en todos los sitios; de vez en cuando crujía y restallaba de la manera más sospechosa. Cuando, por fin, ya medio congelada, puso el pie en la isla, se volvió a encontrar de repente sobre la alfombra de la habitación del hada, con Francisca Interrogaciones sentada ante su mesita redonda de tres patas. Ahora, curiosamente, entraba por la ventana un sol de mediodía, y el cuco que con tanto ímpetu salía del reloj de pared esta vez sí que era un cuco de verdad: cantó doce veces: “¡Cucú!” Todos los números del reloj eran, también en esta ocasión, doces. - La segunda consulta- dijo sin preámbulos Francisca Interrogaciones- tiene lugar siempre y por principio a las doce del mediodía. Así debe ser.

Page 25: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Lena se abstuvo de preguntar por qué razón o motivo era así. - Ahora tienes que decidirte –prosiguió el hada-. ¿Cómo quieres que evolucione el asunto? El tiempo en el que aún se puede dar marcha atrás a los acontecimientos se va a acabar enseguida. Lo comprendes ¿no? - No del todo –admitió Lena. - ¿Te lo has pasado bien, hija mía? –preguntó el hada. - Sí… -dijo, titubeante, Lena-, por lo menos al principio. - Bueno, pues si tú quieres –declaró el hada-, de ahora en adelante seguirá siendo siempre así. Tus padres se irán haciendo cada vez más y más pequeños. Podría, por ejemplo, hacer que vivieran en una caja de cerillas. Más tarde, probablemente, ya sólo podrías verlos a través de un cristal de aumento, o con un microscopio. Todo muy divertido, ¿no te parece?

Lena, desconcertada, no dijo nada y se encogió de hombros. - El caso –añadió el hada- es que te tienes que decidir ya, pues, a partir de un determinado momento, habrá transcurrido demasiado tiempo como para poder volver al principio. El que ha llegado demasiado lejos tiene que seguir adelante. Eso es lo que ocurre a menudo en la vida. Lo comprendes, ¿no? Pero ¿te gustaría realmente seguir adelante? Eso eres tú la única que tiene que decidirlo, hija. Lena miró indecisa al hada. - ¡Oh! Yo, de verdad, no quiero influir sobre ti, querida mía –aseguró Francisca Interrogaciones-. Debes decidir única y exclusivamente en virtud de lo que tú consideres oportuno. Yo sólo quería decirlo,

Page 26: El secreto de Lena - Colegio Crisol

ateniéndome a la verdad, lo que se derivaría de ello. Lo comprendes, ¿no? - Sí –contestó Lena, y tragó saliva- ¿Y cuál sería la otra posibilidad? - La otra posibilidad –repuso el hada arrastrando las palabras y mirando misteriosamente a la niña –me temo que no te va a gustar. Es muy desagradable…, por lo menos para ti. No creo que te interese en absoluto. - Aún así, dígamelo –le rogó Lena. - Bien; yo ahora –le explicó el hada- aún podría darle marcha atrás al tiempo transcurrido desde nuestra primera consulta…, o sea, para ser más exactos, hasta el instante justo antes de que les echaras a tus padres los terrones de azúcar en sus tazas. Entonces, para todos los demás, sería como si entretanto no hubiera ocurrido absolutamente nada. Tampoco hubieras hecho jamás la foto, naturalmente, no habría absolutamente ninguna prueba de toda esta historia. Sólo tú sabrías lo que ha

ocurrido…, o más bien lo que iba a ocurrir, pues en ese instante también para ti misma volvería a ser todo futuro. Lo comprendes ¿no? Entonces, naturalmente, tú podrías tomar la decisión contraria y no echar los terrones de azúcar en el té. - ¿De verdad? –preguntó Lena-. ¿Sería posible? - Segurísimo –contestó el hada-, pero la cosa tiene su pequeño intríngulis; claro que en estas historias de magia no cabe esperar que sea de otra manera. Ya te dije desde el principio que la segunda consulta te iba a resultar cara…, hagas lo que hagas. Francisca Interrogaciones tamborileó, expectante, con sus doce dedos en el tablero de la mesa. - ¿Y cuál es el intríngulis? –quiso saber Lena. - Bueno, pues… -dijo el hada arqueando significativamente las cejas-, tendrías que

Page 27: El secreto de Lena - Colegio Crisol

tomarte tú misma los terrones de azúcar y además en el acto. Ésa sería la única posibilidad. - ¿No podría sencillamente tirarlos? - No, desgraciadamente no, hija mía. No serviría de nada. Volverían a ir a parar siempre a aquél al que estaban destinados. Incluso si los tiraran al mar a cien mil kilómetros de distancia, en el mismo momento de tirarlos estarían ya otra vez en la taza de té de tus padres. ¡Es que no son terrones de azúcar vulgares y corrientes! Lo comprendes, ¿no? - Sí, pe… pero… -balbuceó Lena-, si me los trago, entonces me pasará lo mismo que a papá y a mamá. Entonces sería yo quien me iría haciendo cada vez más y más pequeña. - Irremediablemente –contestó el hada-, a no ser que… - A no ser que… ¿qué? - A no ser –repitió Francisca Interrogaciones- que tú jamás les llevaras la contraria. Entonces, naturalmente, tampoco te pasaría nada. Así de sencillo.

- ¡Ah, vaya…! –dijo Lena. Se quedó callada durante un rato, lo mismo que el hada. Por fin Lena sacudió la cabeza y dijo: - Imposible. Eso, sencillamente, es demasiado difícil para mí. - Ya me lo figuraba yo –observó el hada-. Bueno, pues entonces dejémoslo todo como está. A mí, al fin y al cabo, me da exactamente igual. No pretendo convencerte de nada. Miró el reloj y añadió: - Justo en este momento quedan todavía diez segundos. Después, ya estará todo decidido y será demasiado tarde. Lena libraba una terrible batalla consigo misma.

Page 28: El secreto de Lena - Colegio Crisol

- ¡Por favor! –gritó de repente- ¡De marcha atrás al tiempo! ¡Por favor, hágalo! ¡ahora mismo! Francisca Interrogaciones se levantó de un salto, y estirando el dedo, comenzó a girar hacia atrás las manecillas del reloj. Eso fue lo último que Lena le vio hacer. Oyó de nuevo aquel extraño ruido –“¡flor!”-, como cuando se saca el tapón de una botella, y después se encontró de nuevo en el cuarto de estar de su casa, justo en el momento en que su madre se había ido a la cocina por las pastas, y su padre al dormitorio a ponerse su cómodo batín. En su mano tenía los dos terrones de azúcar que le demostraban que todo había sido realidad. Se los metió en la boca, los masticó bien y se los tragó.

- Lena –dijo su madre, entrando en ese momento-, no comas tanta azúcar, que eso te daña los dientes. - Sí, mamá –contestó Lena. - Me gustaría ver las noticias. ¿Tiene alguien algo en contra? –preguntó su padre sentándose en el sillón. - No, papá –dijo Lena. Sus padres intercambiaron una mirada de asombro. - ¿Qué te pasa, Lena? –preguntó su padre-. ¿Estás enferma? Ella sacudió la cabeza. - Ven, tómate una taza de té con nosotros –propuso su madre-. Te sentará bien. - Sí, gracias –dijo Lena.

Page 29: El secreto de Lena - Colegio Crisol

Y a partir de entonces todo siguió así. De allí en adelante la vida para los padres resultó mucho más fácil, claro. “La niña poco a poco se está volviendo razonable”, decían. Pero cuál era el verdadero motivo nunca lo supieron: eso seguía siendo el secreto de Lena. O, al menos, lo siguió siendo durante una temporada increíblemente larga… para ser más exactos, hasta el viernes siguiente. Aquel día dijo su padre: - Hija, no puedes seguir así. - Sí, papá –contestó obediente Lena. - A ti… -opinó la madre-, a ti te pasa algo. Estás muy rara. Ya no pareces nuestra Lena. - Cualquier niño normal lleva la contraria de vez en cuanto –continuo su padre-. ¿Es que ya no tienes ninguna opinión propia? - No, papá.

- ¡Estamos preocupados! –exclamó su madre-. ¿no podrías llevar la contraria un poco, al menos de vez en cuando? Simplemente por darnos la alegría de tener una hija normal… Ahora Lena ya no sabía qué decir. Si decía que no, le llevaba la contraria y las consecuencias serían inevitables, y si decía que sí, estaba permitiendo que le iba a llevar la contraria, lo cual conducía exactamente a lo mismo. En lugar de responder, rompió a llorar. - ¡Cielo Santo! –exclamaron sus padres-, ¿tan malo es? Si hay algo que te preocupe, habla, hija. A nosotros puedes contárnoslo todo. Y entonces Lena les explicó, entre sollozos, lo que sucedía con los terrones de azúcar y todo lo demás. - ¡Eso es inaudito! –exclamó su madre-. ¡Esa hada es una persona repulsiva!

Page 30: El secreto de Lena - Colegio Crisol

- Sí –corroboró su padre-, habría que prohibir su oficio por ley. - ¡Pobrecita niña mía! –la consoló su madre cogiendo a Lena en brazos-; tú no te preocupes, que tu padre que es muy listo, seguro que encuentra una solución. ¿No es verdad, Kurt, querido? La vas a encontrar, ¿a qué si? - ¡Por supuesto! –contestó su padre carraspeando-. Pero primero vamos a pensarlo. Caminó por la habitación arriba y abajo, mientras su mujer y su hija lo seguían con la vista. - ¡Ya lo tengo! –dijo al dar la vuelta por quinta vez-. En el fondo la cosa es muy sencilla… el cuerpo consume el azúcar igual que el motor de un coche consume gasolina. Eso está científicamente demostrado, los terrones de azúcar sólo pueden hacer efecto mientras están en tu cuerpo. El azúcar los músculos lo

consumen muy deprisa. Así que hace ya mucho que no lo tienes dentro… Lena dejó de llorar y se limpió la nariz. - ¿Lo crees de verdad? - ¡Claro! –aseguró su padre-. Llévame la contraria. Merece la pena intentarlo. - Sí, papá –dijo obediente Lena-, pero ¿y si sale mal? - No –dijo su madre-, tienes que llevarnos la contraria de verdad. No sólo a medias… - Pues entonces primero tienen que ordenarme algo de verdad- dijo Lena sorbiéndose los mocos. Su padre se puso tieso y adoptó una cara severa. - Está bien; entonces te ordeno que des ahora mismo una voltereta.

Page 31: El secreto de Lena - Colegio Crisol

- No –dijo vacilante Lena-, no quiero. No tengo ninguna gana de dar volteretas. Los tres esperaron expectantes… y no ocurrió nada. Entonces se abrazaron entre gritos de alegría. Su padre tenía razón. Realmente era un hombre muy listo. Así se daba por concluido tan azaroso asunto. Pero al final todo aquello sí que había servido para una cosa, a partir de entonces, Lena sólo les llevaba la contraria a sus padres, y sus padres se la llevaban a Lena, cuando era verdaderamente necesario, y no como antes, sin ton ni son. Y por eso de allí en adelante la familia vivió en perfecta armonía, y recordando, a pesar de todo, al hada Francisca Interrogaciones con cierta gratitud.

¡Ah por cierto!: Lena dio después muchas volteretas, unas veces ordenándoselo y otras sin que se lo ordenaran.