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articulo sobre desolación de Gabriela Mistral
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CuadernosdeLetras:Ensayoyerror(edicinespecial,2009)
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El sentido del sufrimiento en Desolacin de Gabriela Mistral
Ignacio Pizarro Muoz
Seminario Pontificio Mayor de Santiago
RESUMEN: El presente trabajo es un anlisis de Desolacin desde dos perspectivas
complementarias: la literatura mstica y la espiritualidad cristiana. Se plantea la influencia de los
autores msticos en Mistral, lo que ayuda a hacer una lectura de Desolacin como una obra que refleja
una etapa puntual de la relacin del ser humano con Dios. Tambin se propone a Cristo crucificado
como la imagen que le da, en este aspecto, una unidad a la obra y, al mismo tiempo, sentido al
sufrimiento.
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Tanto la obra de Gabriela Mistral como la misma persona de la poeta han sido tratadas
desde numerosas perspectivas: la patria, el gnero, el indigenismo y muchas otras. En las
presentes lneas quisiera abordarlo desde uno que est lejos de ser nuevo: la religin cristiana
y su dimensin literaria.
En el tiempo de la Iglesia incontables autores se han dedicado a escribir sobre su
experiencia con Cristo. Para este trabajo nos detendremos en los escritores msticos, que en la
obra de Santa Teresa de vila y de San Juan de la Cruz representan, segn la opinin de
muchos, una de las cumbres de la literatura en lengua espaola1. Me parece que el
conocimiento de la mstica puede aportar a la lectura de la poesa mistraliana no solo como
una influencia en su creacin, sino tambin como una ayuda para interpretar la particular
relacin con Dios que viva la Premio Nobel, en particular en los momentos de dolor. Por
motivos metodolgicos y de espacio, proceder a comentar solo la primera publicacin de
Mistral, Desolacin (1922), que mezcla poemas con breves escritos en prosa, pero invito
enardecidamente a considerar una lectura del resto de su poesa desde esta dimensin, pues es
una poesa cargada de intensidad y sentido humano (Quezada, 31) que se encarga de
recoger dos experiencias que acompaan al ser humano en su peregrinar en la tierra: el
sufrimiento y la fe.
El sufrimiento y la mstica
Desolacin es publicado en el periodo entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial,
aos que son testigos de numerosas obras literarias que comparten una caracterstica en
comn: transmiten a un hombre angustiado, pequeo y necesitado2. Estos sentimientos son
palpables desde el ttulo mismo de la obra, y se ven ya confirmados en el primer poema de la
obra, El pensador de Rodin:
Con el mentn cado sobre la mano ruda
el Pensador se acuerda que es carne de la huesa
carne fatal, delante del destino desnuda,
carne que odia la muerte, y tembl de belleza (Mistral, 37)
1 Vanse comentarios al respecto de Fray Luis de Len, Lope de Vega, Juan Valera y otros. 2 Podemos pensar en obras como Trilce de Csar Vallejo, Residencia en la tierra de Pablo Neruda, Trpico de cncer de Henry Miller, Ulises de James Joyce, La Montaa Mgica de Thomas Mann, por citar solo algunas.
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No es exagerado plantear que Desolacin es una prolongada meditacin sobre la
muerte, como sugiere el final de este mismo poema: Se hiende, como la hoja de otoo, al
Seor fuerte / [] este hombre que medita la muerte. A lo largo de las cuatro partes de la
obra se suceden versos sobre la soledad, la tristeza y los muertos; versos que dejan ver que
este dolor es ms estable que circunstancial y, por lo mismo, hacen que el hablante tienda a
traspasar al lector su sufrimiento. Vale decir que Desolacin no es un poemario melanclico,
entendiendo este estado de nimo como un apego a recuerdos que pudieron ser mejores, sino
que es un poemario donde el hablante apela ms que nada al presente.
La angustia, como se dijo arriba, es transversal a la obra, como si fuera condicin del
hablante estar acongojado. Son numerosos los poemas que se pueden citar a modo de
ejemplo,3 lo que da pie para que uno pueda quedarse con una visin pesimista de la obra
mistraliana. Sin embargo, me parece que dicha lectura pasara por alto el hecho de que al
dolor no se le encara desde el estoicismo o el sin sentido, como en otras obras de la poca,
sino que la agona, la angustia, la desolacin es precisamente causada por el deseo de alejarse
de ese dolor. Es un dolor tan grande que, como dice el profesor de la Universidad de Chile
Grnor Rojo, hace propias las palabras de Cristo en la cruz en su poema Nocturno, Padre
Nuestro que ests en los cielos / por qu te has olvidado de m! (Mistral, 80; Rojo, 163),
palabras que revelan tanto una angustia profunda como el humano sentimiento de tristeza ante
el abandono. Esto ltimo se ve remarcado especialmente al compararse con la naturaleza, a
quien nada falta, a diferencia de la miseria del hablante (Te acordaste del negro racimo / y lo
diste al lagar carmes; / y aventaste las hojas del lamo,/ con tu aliento, en el aire sutil).
Parafraseando sus Coplas, el oficio de la poeta es oficio de lgrimas (Mistral 87), pero en su
boca todo se hace plegaria, no se queda en el dolor sino que busca salir de l.
Es en este punto donde recurrimos a la literatura mstica. Para el especialista en el
gnero, Melquiades Andrs, el mstico:
[N]o es el ser raro que protagoniza xtasis, arrobos, revelaciones, sino un hombre normal,
que baja al fondo de s mismo y sube hasta hacerse uno con Dios por participacin. Sabe
de dnde viene y adnde va. De ah su seguridad aun en medio de oscuridades y
purificaciones: hombre o mujer, religioso o seglar, sacerdote o laico, casado o soltero,
misionero o cristiano de retaguardia. 4 (Andrs, xv)
3 El suplicio, Futuro, El Dios triste, El dolor eterno, etc. 4 Para Andrs no se puede separar a la mstica de los msticos y, al menos por lo que nosotros sabemos, Mistral no fue una mstica. Sin embargo, el ingente material literario que nos han dejado los msticos nos permiten
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Es decir, el mstico goza de una cercana con Dios que, en algn momento de la vida, es
puesta a prueba en lo que se llama una noche oscura, una experiencia, en palabras de San
Juan de la Cruz, horrible y espantable, donde se siente una desnudez del alma, que tiene como
fin, y en cierto sentido tambin su causa, en el encuentro con Dios, cuya santidad contrasta
sobremanera de la pequeez del hombre y de este mundo (San Juan). En la poesa de Mistral,
la desolacin no es en s misma, sino que es una evocacin a Dios, en quien radicara toda
riqueza y de quien el hablante se siente tan lejos. El dolor es algo casi inherente, desgarrador,
tan enraizado en el ser humano, salir del dolor equivaldra a salir de s mismo.5
La muerte, el comienzo de la vida eterna
Al principio de estas lneas decamos que Desolacin es una meditacin sobre la
muerte. Las constantes alusiones a la muerte, incluso a la propia, se vuelven luz cuando los
poemas dejan ver el anhelo de eternidad. Es la idea, muy franciscana,6 de que muriendo se va
a la vida eterna7.
El poema ms clsico de la primera parte de la obra de Gabriela Mistral, Los sonetos
de la muerte, pueden ser ledos desde esta interpretacin. En este caso, el dolor es causado
por la muerte de un amado, dolor que le hace desear la propia muerte (Este largo cansancio
se har mayor un da / y el alma dir al cuerpo que no quiere seguir, 81) para as poder
gozar de su compaa en la eternidad: Esperar que me hayan cubierto totalmente / y
despus hablaremos por una eternidad! (82). Es an ms claro cuando en el soneto III, que
explica las causas de la muerte del amado, el hablante revela la rogativa que le hizo al Seor:
arrancarlo de una vida extraviada o simplemente darle el largo sueo que sabes dar (83),
sabiendo que ello sera mejor para l.
Apelamos a la mstica, y al pensamiento cristiano en general, para afirmar que, en este
contexto, la muerte est lejos de ser un hecho definitivo para el ser humano, as como para el
hablar de una literatura mstica, de la que Mistral se habra nutrido y seguramente habra compartido en su experiencia de fe. 5 No podemos dejar de evocar a Santa Teresa de vila: Tan alta vida espero / que muero porque no muero: / vivo sin vivir en m. 6Gabriela Mistral perteneci a la Orden Tercera de los franciscanos. 7 Existe una oracin cristiana medieval conocida hasta nuestros das que se atribuye a San Francisco de Ass, que dice: Oh Maestro, concdeme que yo no busque ser consolado, sino consolar; / ser comprendido, sino comprender; / ser amado, sino amar. // Porque dando se recibe, / perdonando se es perdonando, / muriendo se resucita a la vida eterna (el destacado es mo).
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hablante lrico. Por eso hasta en los momentos de mayor oscuridad del poemario el hablante
tiene a Dios en su horizonte como su nica esperanza. Esto es especialmente palpable en el
poema8 El ruego, donde el hablante es una mujer que quiere un hijo y dice: Como los
vasos que las mujeres ponen para recoger en el roco de la noche, pongo yo mi pecho ante
Dios; le doy un nombre nuevo, le llamo el Henchidor, y le pido el licor de la vida, abundoso
(Mistral 130). La ausencia de hijos es de alguna manera un abandono por parte de Dios, pero
an as el hablante deposita en l su confianza.
Esta esperanza puede parecer, en algunas lecturas, absurda ante la experiencia vivida,
ante el patente dolor. Pero para los msticos, como decamos arriba al hablar de la noche
oscura, este sufrimiento no es insalvable, abandonado o absurdo, como puede ser el sufrir del
hombre contemporneo, sino que es camino de encuentro con Dios. Cmo puede ser esto?
Esto es porque para el encuentro con Dios es necesario salir de uno mismo, de su propia
nada9, y de alguna manera morir a uno mismo. Todo esto implica dolor, noche oscura, pero
la salida de uno mismo es el comienzo del encuentro con Dios. Lo primordial nos es por
tanto la purificacin, que tanto miedo da al hombre, sino la unin con el Amado [Jesucristo]
(Andrs 345).
La meditacin sobre la muerte es la primera etapa de la sempiterna interrogante sobre
el sentido de la vida. Desolacin, y en especial Los sonetos de la muerte, poemas que han
conmovido a muchas generaciones de lectores de poesa, nos permiten no detenernos en las
miserias de la tierra sino contemplar nuestra vocacin a participar de la naturaleza de Dios.10
La relacin del hombre con Dios: la cruz de Jesucristo
La religiosidad en la obra de Gabriela Mistral es un aspecto bastante polmico dentro
de la crtica literaria, imposible de abarcar en un breve artculo en su totalidad. De hecho, para
el profesor Rojo el sistema religioso en la obra de Mistral no es unvoco (en una interesante
analoga lo compara con la actitud del pueblo judo para con Dios en el libro del xodo). De
todos modos, me parece que existe un aspecto de la relacin entre el hombre y Dios que le da 8 A pesar de constar de fragmentos en prosa, el ttulo de esta seccin de Desolacin es Poemas de las madres. 9 San Juan de la Cruz llama nadas a nuestros los bienes, de los que nos debemos desprender para iniciar el camino hacia Dios. La nada es el comienzo del ascenso hacia el Todo. 10 Los estudios que han comparado la obra de Gabriela Mistral con la de msticos lo han hecho en cuanto a que en esta vida cualquier gozo que tengamos ser limitado, a diferencia de la vida eterna, donde la contemplacin del rostro de Dios y su compaa bastarn por s solos. En este sentido vase el libro del profesor Rojo, pgs. 164 y siguientes.
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no solo una unidad sino tambin un sentido a Desolacin: la empata que tiene el hablante
lrico con Cristo crucificado.
Retomando lo que decamos al comienzo, Desolacin es una obra que recoge el sentir
no solo de una persona concreta sino el de una poca que viva la angustia y la incertidumbre
(primera mitad del s. XX). Hemos repasado brevemente el profundo desconsuelo que este
poemario traspasa al lector, pero al mismo tiempo no se deja de buscar a Dios: la persistente
plegaria hace que la obra sea una interpelacin del ser humano a Dios. A lo largo de la obra
mistraliana a Dios se le atribuyen muchas cosas; entre ellas, se remarca su omnipotencia y
omnisciencia, lo que puede hacer parecer que el sufrimiento del hombre sea un capricho en
comparacin con la situacin de Dios omnipotente. Sin embargo, el hablante sabe, y lo hace
saber, que Dios, de manera especial en la persona de Jess, tambin sufre.11
En el poema Al odo de Cristo, el hablante critica la actitud de sus contemporneos
de evitar el sufrimiento que, por antonomasia, es el de Cristo en la cruz. Como el dolor del
hablante est tan presente, en este poema ese dolor y el dolor de Cristo son un mismo sentir;
culmina con un ruego a Cristo para que renueve los ojos de turbios cristales / y les vuelva
el viejo fuego del mirar! (40). En Canto del justo, que es una contemplacin de la
crucifixin, el hablante se refiere a Jess como mi Cristo, de sus heridas como una mnima
versin de las heridas de Cristo, de su realidad como imagen de Cristo crucificado (46-47). El
sentimiento sufriente de la humanidad, que el hablante reconoce en Cristo, lo ha reconocido
de igual manera el magisterio de la Iglesia, diciendo que solo Cristo le da sentido y fortaleza
al sufrimiento:
Ciertamente urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar en muchas tribulaciones
contra el mal, o incluso sufrir la muerte; pero, asociado al misterio pascual y configurado
con la muerte de Cristo, podr ir al encuentro de la resurreccin robustecido por la
esperanza (cf. Flp 3,10; Rm 8,17) (Gaudium et Spes, 22).
En definitiva, el dolor que en un principio no le era propio al ser humano adquiere
sentido en la cruz, que al ser entrega total de uno por todos es muestra radical del amor. En
11 Digo de manera especial porque no es exclusivo. En el poema El Dios triste el hablante encuentra a Dios, pero para su sorpresa siente un Dios de otoo, un Dios sin ardor y sin canto / y lo conozco triste, lleno de desaliento! (Mistral, 58). Me parece que este poema puede leerse como que el hablante no ha encontrado realmente a Dios (unos versos ms abajo llega a dudar de su existencia) o ms bien como que Dios efectivamente est triste. En el ltimo verso el hablante precisa: te hallas herido. Puede ser tambin que esta herida de Dios sea la actitud del hombre moderno que busca prescindir de l, lo que causa su tristeza (es una imagen semejante a la que ocuparon algunos profetas del Antiguo Testamento). De hecho, en Al odo de Cristo el hablante dice que estas pobres gentes del siglo estn muertas (40).
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esta bsqueda del sentido del dolor, el hablante de Desolacin tampoco se olvida del atributo
ms relevante de Dios: que ama. As, en el poema El ruego (p. 92-93) hace de la cruz, con
su dolor incluido, el modelo del amor:
Y amar (bien sabes de eso) es amargo ejercicio;
un mantener los prpados de lgrimas mojados,
un refrescar de besos las trenzas del cilicio
conservando, bajo ellas, los ojos extasiados.
El hierro que taladra tiene un gustoso fro,
cuando abre, cual gavillas, las carnes amorosas.
Y la cruz (T te acuerdas oh Rey de los judos!)
se lleva con blandura, como un gajo de rosas.
Palabras finales
En el cierre de este trabajo quisiera citar la conclusin de Desolacin, un fragmento en
prosa llamado Voto. Me parece que sirve como garanta para la lectura que hemos
propuesto de este aspecto de la obra mistraliana:
Dios me perdone este libro amargo y los hombres que sienten la vida como dulzura me lo
perdonen tambin.
En estos cien poemas queda sangrando un pasado doloroso, en el cual la cancin se
ensangrent para aliviarme. Lo dejo tras de m como a la hondonada sombra y por laderas
ms clementes subo hacia las mesetas espirituales donde una ancha luz caer, por fin, sobre
mis das. Yo cantar desde ellas las palabras de la esperanza, sin volver a mirar mi corazn;
cantar como lo quiso un misericordioso, para consolar a los hombres ().
Dios y la Vida me dejen cumplirlo en los das que me quedan por los caminos. (Mistral, 187.)
El perdn que Mistral ruega para s es interesante, pues reconoce que la amargura es ajena a la
naturaleza de Dios y, por extensin, al hombre, imagen y semejanza de Dios. Pero no por ser
ajeno a su vocacin Mistral lo niega o lo aparta de su historia, sino que deja una huella
concreta en los versos que ha escrito. Desolacin es esta cancin ensangrentada que,
curiosamente, alivia a la poeta, en una especie de mecanismo de defensa, segn algunas
teoras psicoanalticas12. As, puede esperar los das de mayor luz que confa en que vendrn,
12 Vanse los mecanismos de defensa propuestos especialmente por Anna Freud.
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y desde ellos ser otro Cristo, dando a conocer el rostro misericordioso de Dios. An as, esto
lo deja en las manos de Dios, afirmando que ello se cumplir solo si l lo permite.
En sntesis, Desolacin es una obra que refleja tanto una dimensin prcticamente
insoslayable de la vida humana, como el sufrimiento, as como al mismo tiempo da cuenta de
una etapa de la relacin del hombre con Dios, etapa de bsqueda trabajosa (), sin otra luz
ni gua sino la fe en desnudez y purificacin (Andrs, 345). Difcilmente podremos llamar a
la poesa de Mistral porque, al menos por lo que dejan ver sus palabras, no hay una seguridad
plena en medio de la oscuridad. Sin embargo, las palabras de la conclusin nos hacen pensar
en la Noche oscura de San Juan de la Cruz. Cuando la poeta dice en el Voto que estos
poemas los deja como a la hondonada sombra y por laderas ms clementes subo hacia las
mesetas espirituales donde una ancha luz caer, por fin, sobre mis das manifiesta un deseo
muy profundo de salir del tormento. Seguramente en estas palabras est presente el
pensamiento de San Juan, doctor mstico, quien pareca perdido en las tinieblas, pero que
finalmente hace que un poema desesperanzado se vuelva uno de alegra, ya que la ansiedad
del encuentro fue colmada:
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me vea,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni gua
sino la que en el corazn arda.
Aqusta me guaba
ms cierta que la luz del medioda,
adonde me esperaba
quien yo bien me saba,
en parte donde nadie pareca.
Oh noche que me guiaste!,
oh noche amable ms que el alborada!,
oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada! (80)
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BIBLIOGRAFA
Andrs, Melquiades. Historia de la mstica en la Edad de Oro en Espaa y Amrica. Madrid:
Biblioteca de Autores Cristianos, 1994.
Concilio Vaticano II. Constitucin pastoral Gaudium et Spes. Colombia: San Pablo, 1995.
De la Cruz, San Juan. Poesa completa y comentario en prosa. Buenos Aires: La Nacin, 1991.
Mistral, Gabriela. Poesa completa. Santiago: Editorial Andrs Bello, 2006.
Quezada, Jaime. Gabriela Mistral a travs de su obra potica. Gabriela Mistral, Poesa
completa. Santiago: Editorial Andrs Bello, 2006.
Rojo, Grnor. Dirn que est en la gloria (Mistral). Chile: Fondo de cultura econmica, 1997.