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SIGLO NUEVO 15 OPINIÓN E sta semana corrimos a la sala de urgencias del hospital más cercano para llevar a mi mamá, quien tiene 86 años de edad. A media comida familiar pasó de estar perfec- ta a tener la temperatura muy baja y fuertes calosfríos que fueron en aumento y la hacían temblar incontrolablemente. “No, qué hospital ni qué nada, quiero irme a mi cama”, dijo ante la insistencia de mi hermana Andrea en irnos de inmedia- to. “Los escalofríos no se te van a quitar, eso lo viví una vez y se debe a una infección en vías urinarias”, arguyó Andrea. Llama- mos a su urólogo que, por medio de una secretaria, nos mandó decir que la esperaba la tarde del día siguiente para consulta. “¿Cómo que hasta mañana?”, nos alarmamos. Decidimos buscar otras opciones y cada uno de los cinco miembros de la familia que estábamos presentes contactó al experto que conocía. Al llegar a urgencias comencé a sentir impotencia al enfrentarme al papeleo y la burocracia, la indiferencia del personal y la lentitud con que las cosas proceden. Durante nuestra estancia en la clínica constantemente vino a mi mente el libro When Breath Becomes Air, el cual leí en las vacaciones y me dejó una huella permanente. “Es el libro más honesto que he leído”, comentó Bill Gates en una ocasión. Des- pertó mi curiosidad la palabra ‘honesto’ y lo devoré en dos días. Los doctores deberían leerlo Pocas veces uso el vocablo ‘deberían’, pero en este caso lo voy a usar porque creo que se justifica: todos los estudiantes de medicina y doctores deberían leer el libro que presta su título a esta columna. Es uno de los mejores escritos del año pasado de acuerdo con importantes medios estadounidenses. Paul Kalanithi era un neurocirujano y neurocientífico que enfundado en su bata blanca se sentía poderoso y sabio salvando la vida a sus pacientes; pero un día cambió su pa- pel. Vulnerable, débil y envuelto en su batita azul desecha- ble de paciente, tuvo que luchar por su propia existencia. A los 36 años a Paul le diagnosticaron cáncer de pulmón con metástasis en etapa IV. El futuro para el que tanto se había preparado, por el que se había desvelado y obsesionado en un afán de perfección, se esfumó en un instante. “¿Qué me acerca a conocer al ser humano más a fondo y de cara a la muerte?”, se cuestionó. Por esa pregunta se de- batió entre cursar Literatura Inglesa o Medicina. Estudió las dos carreras, además de Biología Humana en la Univer- sidad de Stanford, California, y una maestría en Historia y Filosofía de la Ciencia en Cambridge. El libro es hermoso por la perfección de su prosa; por- que es humano y, ciertamente, honesto, y, sobre todo, por las reflexiones que ofrece acerca de lo que es ser un médico y lo diferente que es vivir del otro lado: “Como doctor, tie- nes una sensación de lo que es estar enfermo, pero es hasta que atraviesas por la enfermedad que en realidad lo sabes. Es como enamorarte o tener un hijo”. La pasión por vivir, aprender, ser profesional y el mejor es lo que hace a esta obra impactante e inspiradora, pero también la dignidad y la sabiduría con la que enfrenta la propia extinción, con una bebita de ocho meses y una oferta de trabajo soñada a sus pies. “El deber de un médico no es alejar a la muerte o regre- sar a sus pacientes a sus vidas anteriores, sino tomar en sus brazos al paciente y a su familia, cuyas vidas se han desinte- grado, para trabajar con ellos hasta que puedan sostenerse de nuevo y darle nuevo sentido a su propia existencia.” Paul murió a los 37 años. Fue un gran médico y segura- mente hubiera logrado grandes éxitos. Sin duda trasciende a través del libro que nos dejó. Finalmente, debo compartir que a la sala de urgencias del hospital acudió, en respuesta a nuestro llamado, Juan Pablo Herrera, un doctor joven, sereno y muy humano, con quien todos quedamos muy agradecidos. Gaby Vargas / / / / Twitter: @gaby_vargas GENIO Y FIGURA Vulnerable, débil y envuelto en su batita azul desechable de paciente, tuvo que luchar por su propia existencia. A los 36 años a Paul le diagnosticaron cáncer de pulmón. Cuando la respiración se convierte en aire

El Siglo de Torreón, miércoles 1 de julio de 2020 - Gaby Vargas Twitter: @gaby ... · 2017. 5. 15. · Vulnerable, débil y envuelto en su batita azul desechable de paciente, tuvo

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Esta semana corrimos a la sala de urgencias del hospital más cercano para llevar a mi mamá, quien tiene 86 años de edad. A media comida familiar pasó de estar perfec-

ta a tener la temperatura muy baja y fuertes calosfríos que fueron en aumento y la hacían temblar incontrolablemente.

“No, qué hospital ni qué nada, quiero irme a mi cama”, dijo ante la insistencia de mi hermana Andrea en irnos de inmedia-to. “Los escalofríos no se te van a quitar, eso lo viví una vez y se debe a una infección en vías urinarias”, arguyó Andrea. Llama-mos a su urólogo que, por medio de una secretaria, nos mandó decir que la esperaba la tarde del día siguiente para consulta.

“¿Cómo que hasta mañana?”, nos alarmamos. Decidimos buscar otras opciones y cada uno de los cinco miembros de la familia que estábamos presentes contactó al experto que conocía.

Al llegar a urgencias comencé a sentir impotencia al enfrentarme al papeleo y la burocracia, la indiferencia del personal y la lentitud con que las cosas proceden.

Durante nuestra estancia en la clínica constantemente vino a mi mente el libro When Breath Becomes Air, el cual leí en las When Breath Becomes Air, el cual leí en las When Breath Becomes Airvacaciones y me dejó una huella permanente. “Es el libro más honesto que he leído”, comentó Bill Gates en una ocasión. Des-pertó mi curiosidad la palabra ‘honesto’ y lo devoré en dos días.

Los doctores deberían leerloPocas veces uso el vocablo ‘deberían’, pero en este caso lo voy a usar porque creo que se justifi ca: todos los estudiantes de medicina y doctores deberían leer el libro que presta su título a esta columna. Es uno de los mejores escritos del año pasado de acuerdo con importantes medios estadounidenses.

Paul Kalanithi era un neurocirujano y neurocientífi co que enfundado en su bata blanca se sentía poderoso y sabio salvando la vida a sus pacientes; pero un día cambió su pa-pel. Vulnerable, débil y envuelto en su batita azul desecha-ble de paciente, tuvo que luchar por su propia existencia. A

los 36 años a Paul le diagnosticaron cáncer de pulmón con metástasis en etapa IV. El futuro para el que tanto se había preparado, por el que se había desvelado y obsesionado en un afán de perfección, se esfumó en un instante.

“¿Qué me acerca a conocer al ser humano más a fondo y de cara a la muerte?”, se cuestionó. Por esa pregunta se de-batió entre cursar Literatura Inglesa o Medicina. Estudió las dos carreras, además de Biología Humana en la Univer-sidad de Stanford, California, y una maestría en Historia y Filosofía de la Ciencia en Cambridge.

El libro es hermoso por la perfección de su prosa; por-que es humano y, ciertamente, honesto, y, sobre todo, por las refl exiones que ofrece acerca de lo que es ser un médico y lo diferente que es vivir del otro lado: “Como doctor, tie-nes una sensación de lo que es estar enfermo, pero es hasta que atraviesas por la enfermedad que en realidad lo sabes. Es como enamorarte o tener un hijo”.

La pasión por vivir, aprender, ser profesional y el mejor es lo que hace a esta obra impactante e inspiradora, pero también la dignidad y la sabiduría con la que enfrenta la propia extinción, con una bebita de ocho meses y una oferta de trabajo soñada a sus pies.

“El deber de un médico no es alejar a la muerte o regre-sar a sus pacientes a sus vidas anteriores, sino tomar en sus brazos al paciente y a su familia, cuyas vidas se han desinte-grado, para trabajar con ellos hasta que puedan sostenerse de nuevo y darle nuevo sentido a su propia existencia.”

Paul murió a los 37 años. Fue un gran médico y segura-mente hubiera logrado grandes éxitos. Sin duda trasciende a través del libro que nos dejó.

Finalmente, debo compartir que a la sala de urgencias del hospital acudió, en respuesta a nuestro llamado, Juan Pablo Herrera, un doctor joven, sereno y muy humano, con quien todos quedamos muy agradecidos.

Gaby Vargas ///// / / Twitter: @gaby_vargas

GENIO Y FIGURA GENIO Y FIGURA

Vulnerable, débil y envuelto en su batita azul desechable de paciente, tuvo que luchar por su propia existencia. A los 36 años a Paul le diagnosticaron cáncer de pulmón.

Cuando larespiración se convierte en aire